Lucha por la ciudad. Reconstrucción de alternativas de resistencia a... neoliberal. El Caso de la SEPPLAT

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Lucha por la ciudad. Reconstrucción de alternativas de resistencia a la ciudad
neoliberal. El Caso de la SEPPLAT 1 (Secretaria Popular de Planificación
Territorial). Santiago de Chile
Eva Paz Veloso Pérez 2
"…la aritmética puede muy bien ser objeto de las sociedades democráticas,
pues enseña las relaciones de igualdad,
pero la geometría sólo debe ser enseñada en las oligarquías
ya que demuestra las proporciones en la desigualdad."
Michel Foucault
Resumen
Estas nuevas formas de producir ciudad han sido objeto de numerosas investigaciones,
en las siguientes páginas nos enfocaremos en las repercusiones que estas
transformaciones tienen, indiscutiblemente, en el tejido social de las mismas; y como se
estructura una nueva forma de ciudadanía basada en los “actos” (Isin, 2009), entendidos
como acciones de ruptura y crítica, que exploran nuevos caminos en la construcción de
sociedad; es éste cambio el que plantea Rancière (2012) como el núcleo de la política.
En este contexto, se gestan nuevas estructuras ciudadanas de resistencia para defender la
ciudad. La SEPPLAT, es una unidad de planificación territorial que nace para dar
continuidad al proceso de articulación popular gestado en la comuna de Peñalolén en
Santiago de Chile durante el año 2011, para defender el territorio del lucro inmobiliario,
el despojo y la gentrificación, constituyéndose en un referente de la lucha por impulsar e
instaurar una planificación territorial desde abajo en el seno de la ciudad neoliberal.
1
Secretaría Popular de Planificación Territorial del Movimiento Pobladores en Lucha.
Geógrafa, Pontificia Universidad Católica de Chile. Máster en Gestión y Promoción del Desarrollo Local.
Universitàt de Valencia. © Doctor en Ciencias Políticas. Universidad Autónoma de Madrid.
[email protected]
http://www.contested-cities.net/
2
Introducción
Las características del proceso de crecimiento de Santiago de Chile, lo han llevado a
constituirse en un espacio urbano cada vez más complejo y segregado, donde los
procesos de gentrificación de los territorios se han desarrollado de forma distinta que en
el resto de Sur América. No estamos en presencia de un desalojo inmediato y/o por la
fuerza; se trata de procesos más complejos y dilatados en el tiempo de la ciudad
mediante la escasa regulación de los usos de suelos urbano, la liberalización del precio
de los suelos urbanos etc.; se trata, ésta vez, de un desalojo por la vía del mercado.
Las políticas habitacionales y urbanas en Chile y en particular en Santiago de Chile han
sido ineficientes para controlar el aumento del valor del suelo en las comunas con
mayor demanda de inversores inmobiliarios, propiciando la expulsión de los habitantes
históricos de los territorios y sostenido una desigualdad estructural en el espacio de la
ciudad. La constitución de ésta ciudad neoliberal y las relaciones que sus habitantes
establecen con la misma han sido afectadas, modificadas, “despolitizadas” (Zizek,
2009) y sometidas a las leyes del mercado, dando como resultado un espacio urbano con
características morfológicas y estructuras políticas particulares como plantea Hackworth
(2007).
Dentro de este escenario, se levantan nuevas alternativas ciudadanas de gestión y
administración de los territorios en base la pertenencia al territorio, dando nuevas
alternativas para defender el territorio del lucro inmobiliario, el despojo y la
gentrificación, y se ha constituido en una lucha por impulsar e instaurar una
planificación territorial desde abajo en el seno de la ciudad neoliberal, desde un nuevo
concepto de ciudadano.
• Democracia representativa y movimientos sociales en Chile.
El regreso a la democracia en los países de América Latina se ha caracterizado por un
cierto grado de ironía en la apertura de espacios de decisión, donde las formas de acción
colectiva y participación social se han acompañado de una relación clientelar a la
política (Renna, 2010).
Los Estado post-dictaduras basándose en principios Keynesianistas establecieron
sistemas de protección social que establecían dos formas o principios de ciudadanía:
1. a partir de la inserción del trabajador en el mercado formal
2. Incorporación de los excluidos por el mercado mediante acciones asistenciales
(ciudadanía inversa)
Después del período dictatorial en Chile, se vivió un proceso de relativa
democratización (democracia representativa) de los gobiernos que lo sucedieron, donde
se retomó la discusión sobre qué es lo que se entendería por democracia, esta discusión
en ningún caso fue explícita, sino más bien tácita en las esferas políticas que tomaron el
lugar de la Dictadura Cívico-Militar.
Lo que se vive en Chile durante los gobiernos de la Concertación es una democracia
representativa herencia del régimen anterior, en donde el foco central es la
profundización del sistema neoliberal. Esta nueva forma; pero no desconocida, de un
Estado democrático es lo que algunos teóricos, como Huntington, han denominado
como una suerte de “tercera ola democrática”. En este contexto podemos hablar de que
la ciudadanía adhirió a una concepción ingenuamente optimista y “facilista” de la
democracia – la simple “recuperación” de la democracia anterior al Golpe de Estado y
también anterior al proceso de la Unidad Popular - , que reposa sobre dos supuestos,
según plantea Borón:
(i) la irreversibilidad y continuidad de los progresos democráticos;
(ii) la creencia, errónea, de que la democracia se instala y mantiene con la simple
“normalización” de las instituciones políticas.
Por lo anterior, y como plantea Borón, la dictadura y la democracia representativa se
convierten en distinciones irrelevantes. Se cae en el error de reducir la democracia a
términos económicos de crecimiento, mas no de desarrollo, que inevitablemente
fragmentan y descomponen la realidad social; tendencia fundamental del neoliberalismo
que disgrega las partes del conjunto, haciendo creer que pueden existir
independientemente de la totalidad social a la que pertenecen y que les da sentido. “Se
habla de democracia “a secas” cuando en realidad estamos hablando de “capitalismos
democráticos”, en donde lo sustantivo es el capitalismo y lo adjetivo la democracia”
En esta concepción la democracia se remite, como dice Borón a la simple
“normalización” de las instituciones políticas y a la supuesta continuidad de los
progresos de la misma: para la teoría neoliberal de la democracia el ciudadano es, sobre
todas las cosas, consumidor, un simple objeto del mercado, y no un actor partícipe y
definitorio de las políticas de gobierno.
En estos términos, democracia sería simplemente el hecho de institucionalizar la forma
de Estado mediante la creación de organismos de Gobierno Democrático, es decir, un
sistema de reglas del juego totalmente carente de contenidos éticos que consideren la
naturaleza inherente de los antagonismos sociales, y que sólo plantea problemas de
gobernabilidad y eficacia administrativa
El paso de la Dictadura Cívico-Militar en Chile, a esta democracia representativa de los
gobiernos de la Concertación, no es otra cosa que el resultado de un pacto político, entre
la Concertación, el capital transnacional y criollo, por una parte, y la Dictadura, por
otra, que en ese momento dejaba de ser funcional a los intereses de la burguesía
financiera trasnacional y por ende al capital nacional subordinado. En dicho pacto, no
existió participación del conjunto social y se deja intacto el sistema de dominación
neoliberal; sólo que ahora se ejercerá de un modo democrático representativo.
La continuidad de las políticas neoliberales sólo es posible si en el cuerpo social no
existen elementos movilizados que la rechacen. Así, la desmovilización y desaparición
del movimiento ciudadano es condición necesaria para la profundización de dicho
modelo neoliberal que imperaba, tanto ayer como hoy, en Chile.
El logro de los objetivos del modelo neoliberal impuesto en la sociedad chilena, pasa
por la desarticulación social y concluye con la desaparición del movimiento. La fractura
de la sociedad chilena, así establecida, no significa que haya desaparecido la voluntad,
en enclaves sociales específicos, de luchar en contra de la hegemonía neoliberal. Las
redes sociales no lograron establecerse en un primer período de los gobiernos de la
Concertación; pero es claro que en los últimos años se ha manifestado un nivel de
descontento articulado en contra de todo un sistema que había dominado política e
ideológicamente a la formación social chilena post-dictatorial.
Los gobiernos de la Concertación, en un intento por subsanar las deficiencias de la
negociación con la Dictadura; y en pos de reducir visualmente la abismal diferencia que
existe entre su discurso y su práctica política concreta; plantea durante sus gobiernos,
una serie de directrices para incorporar al sistema imperante a una ciudadanía paralizada
y desmovilizada. En este tipo de participación, se excluye la reformulación, rediseño y
evaluación de las políticas de Estado, convirtiendo el Proceso Participativo en una pieza
de mera conexión entre el discurso social-demócrata y una estructura de Estado
neoliberal; donde las implicancias socio-territoriales de los programas y políticas no son
la representación de las demandas de una sociedad, que requiere de acciones especificas
y particulares, tendientes a equilibrar las crecientes desigualdades del país.
Respecto a los sujetos de la participación, se identifican formas de participación
complejas y heterogéneas, individuales y colectivas. Dentro de los sujetos colectivos,
son las organizaciones formales las predominantes, seguidas de las informales y los
sujetos individuales; en ningún caso se reconoce la participación de los grupos autoorganizados que son expresión de una democracia real en la base social. Ésto no hace
más que reafirmar la condición nominal de los procesos participativos, cuando hemos
constatado la absoluta desarticulación de la sociedad civil y cooptación de las
dirigencias de los movimientos sociales hacia el aparato estatal, inhabilitándolos como
interlocutores válidos de los requerimientos sociales.
Dentro de esta nueva estructura de sociedad neoliberal, con su consecuente expresión
urbana, y de un nuevo concepto de ciudadanía alejado de la concepción clásica de ésta,
con una serie de derechos y obligaciones (Marshall, 1997), se estructura una nueva
forma de definir ciudadanía que se basa en los “actos” (Isin, 2009), entendidos como
acciones de ruptura y crítica, que exploran nuevos caminos en la construcción de
sociedad; es este tipo de cambio el que plantea Rancière (2012) como el núcleo de la
política. Ésto, se transforma en el motor de la investigación haciendo foco en la
constitución de movimientos sociales de resistencia, protesta y ruptura, así como
también en la generación colectiva de una nueva y divergente concepción de solidaridad
y política dentro de la lógica dominante.
• Ciudad-mercancía: Neoliberalismo y resistencia urbana en Chile.
Para entender y explicar las consecuencias del neoliberalismo en el contexto actual, es
preciso saber que cuando hablamos de neoliberalismo, estamos hablando de un
conjunto de medidas económicas y programas políticos de gobernanza que nacen en
Europa y América del Norte al final de la II Guerra Mundial. En este contexto Friedrich
Hayek (1946) denuncia que la planificación y la intervención estatal son un atentado a
la libertad económica, política y social. Los planteamientos de Hayek no encuentran un
escenario propicio para implantarse hasta los años 70’s del siglo pasado, enmarcados en
la recesión mundial, que es donde el neoliberalismo comienza a instaurarse como modo
de dominación global.
Hoy en día, en el marco de la actual crisis financiera del sistema; se producen
consecuencias a distintos niveles de las estructuras sociopolíticas de las naciones, que
requieren de estudios interdisciplinarios que den cuenta de éste, los cuales se
manifiestan en la eliminación del Estado de Bienestar en sus formas más conocidas –
salud, educación, vivienda y servicios sociales - y lo reduce a un simple Estado de
Asistencia Pública. Se ha roto el compromiso entre clases y grupos sociales diversos.
Dentro de esta nueva lógica, la planificación urbana se viene desarrollando bajo normas
que se encargan de legitimar este modelo (Purcell, 2007), a través de políticas de
desarrollo urbano que traspasan todas las escalas territoriales, afectándolas de forma
transversal y generando profundas transformaciones en el espacio de las ciudades,
dando como resultado un espacio urbano con características morfológicas y estructuras
políticas de carácter neoliberal como plantea Hackworth (2007).
El correlato de esta resistencia al sistema neoliberal y su compleja relación con lo
social, tiene su manifestación en el tejido urbano; ya que es la ciudad, como plantea
Lacoste (1976) y Johnson (2001), el fruto de una conducta colectiva y escenario de la
polarización de la lucha de clases en todas sus expresiones, y principalmente por la
propiedad y el uso del suelo urbano.
Es en este escenario donde se generan las relaciones de poder y resistencia a las que ya
hemos hecho mención; y por lo tanto es en el mismo donde los movimientos contrahegemónicos se manifiestan con mayor fuerza e intensidad. Las distintas tácticas, tanto
de acciones concretas, como de crítica social y política de estos movimientos se
manifiestan en la ciudad actual, conformando redes de resistencia a la hegemonía,
articulándose en el espacio urbano y dándole una nueva alternativa de estructuración.
Este nuevo contexto, descrito por Hackworth (2007), serán la gobernabilidad y la
reproducción del sistema democrático representativo el foco central de las políticas
neoliberales, por lo que la movilización ciudadana se transforma en el problema central
del mantenimiento del modelo neoliberal. Este nuevo Estado, el que retoma de forma
selectiva algunas de las ideas más clásicas del Liberalismo como es la convicción de la
no intervención en las políticas del Mercado, y que incluso debe comportarse como
protector del mismo; articulando y gestionando las políticas y estrategias de desarrollo y
consolidación del tejido urbano de las ciudades. Esta ciudad de carácter neoliberal, pasa
por alto algunos de los principios fundamentales que plantea Lefebvre (1996) sobre la
vida en las ciudades, como es el derecho a ser partícipe activo de la construcción de ésta
y a no ser marginado dentro de la misma.
Conservando el concepto de globalización, la discusión se centra en el adjetivo
neoliberal. La resistencia será al capital trasnacional y por lo tanto dicha resistencia
deberá ser ella misma trasnacional. A la globalización del mercado, los movimientos
contra-hegemónicos oponen un proyecto alternativo de globalización solidaria; con una
ciudadanía participativa, que tienda a un bienestar general, cuidadoso del medio
ambiente y que sea capaz de levantar una nueva forma de organización económica,
política y social: una nueva utopía para re-encantar el futuro.
Es dentro de esta ciudad desigual y hostil, donde los movimientos sociales de lucha y
resistencia contra el orden establecido toman fuerza y sentido. Harvey (2003), plantea
que el concepto de libertad asociada a la lógica capitalista, está orientada a la
acumulación infinita de capital y no es otra cosa que la manifestación del sometimiento
de muchos, por la concentración de riqueza de unos pocos, coincidiendo con Leroi
(1966) quien afirma que la libertad capitalista, tiene muy poco que ver con la libertad
concreta y la autodeterminación; escenario donde el ciudadanía consciente o
inconscientemente, termina por ceder incluso su derecho a vivir fuera del sistema
neoliberal.
En el contexto de la crisis estructural y político-financiera que se vive hoy por hoy, se
genera un espacio crítico que propicia el nacimiento de movimientos contrarios al
bloque dominante, los cuales tienen su expresión en movimientos sociales urbanos,
como acto de protesta y resistencia al sistema hegemónico neoliberal, el que es
percibido como productor de la crisis; y que en un sistema golpeado fuertemente por
ésta, ha ganado cierto aprecio entre la población y los principales medios de
comunicación alternativos. Bajo la premisa de Fernández Buey y Riechman (1994)
estos “nuevos movimientos sociales”, poseen una orientación emancipatoria, y plantean
que la politización de la vida cotidiana y el ámbito privado, sumado a la utilización de
métodos de acción no convencionales, como la “toma” de terrenos o la okupación se
plantean como una estratégia de desacato y recuperación de los espacios de producción
para quienes – tanto económica como socialmente – los producen.
Entenderemos, entonces, estas manifestaciones como una grieta al sistema de control y
gestión de los espacios de desarrollo por parte de la estructura neoliberal, pasando a ser
un espacio de autoconstrucción social, convirtiéndose en una alternativa para hacer
frente a un sistema urbano neoliberal, productor de la crisis. Como plantea Johnson
(2001), los sistemas emergentes, tomando forma en este caso en particular como
movimientos sociales contra-hegemónicos, son los que poseen mayores características
inherentes que les permiten de mejor manera generar procesos de innovación
sociopolítica y que de la misma forma son más propicios para adaptarse a los cambios
bruscos bajo la premisa de que desde el comportamiento individual se puede dar origen
a comportamientos colectivos coherentes y consistentes.
Así, una reconceptualización de lo que teóricamente se entiende por ciudadanía, no
puede ser el regreso a la concepción clásica antes mencionada, pues lo que persiguen
estos movimientos contra-hegemónicos es una participación real que nunca ha sido
efectiva dentro del capitalismo en general, y menos aún en su forma neoliberal de
dominación. Pensando en el accionar individual al que Johnson (2001) hace alusión,
donde el actuar individual nace como una aproximación dispar a la construcción de la
ciudad y así mismo a la sociedad que se espera; y tratándose de un modelo modificable
que se traduzca en acciones colectivas de resistencia a las imposiciones de un sistema
político hegemónico, los movimientos de resistencia y ruptura con el modelo político
imperante, plantean como, sostiene Park (1984), que es la ciudad una construcción
humana, y que al mismo tiempo es donde está condenado a vivir; donde el “hacer”
ciudad, es consciente o inconscientemente una forma de rehacerse a sí mismo. Por lo
mismo, el acto subversivo debe ser entendido como la constitución de una alternativa de
sociedad y participación política concreta, en contraposición a la hegemonía del sistema
neoliberal en el cual la desestructuración de las redes, estableciendo vínculos sociales de
extrema fragilidad, facilitan la construcción de agendas políticas que ignoran a la
ciudadanía, propiciando privatizaciones, diseños urbanísticos y desmantelamiento de
políticas sociales.
La re-conceptualización de la ciudadanía, se hace innegablemente necesaria a la hora de
estudiar los fenómenos sociales nacidos en el seno de sociedades neoliberales. Ésta, no
es en ningún caso, la negación total de la ciudadanía como la conocemos, sino que la
articulación de una nueva perspectiva sobre la misma, que debería permitir un nuevo
ejercicio de ella, agonista por definición, por parte de la población, así como también
necesariamente reconocida por el Estado como interlocutor válido. Uno de los
principales ejes que articulan esta construcción de caminos alternativos es la
redefinición de la ciudadanía (Garretón, 2002). Anteriormente la ciudadanía, era
entendida como una estatus legal de una membrecía otorgada por el estado-nación, pero
se ha vuelto cada vez más definido en términos de prácticas de los sujetos que reclaman
derechos y con un referente local-metropolitano.
Se plantea esta nueva forma de pensar la ciudadanía como la articulación de prácticas
culturales, económicas y simbólicas, por lo tanto de carácter dinámico a la hora de
ampliarse y contener a nuevas y crecientes demandas sociales, constituyéndose como
nuevos sujetos sociales que demandan los derechos del conjunto de los ciudadanos. Es
en este contexto donde los ciudadanos, en su participación política y social, reivindica
su derecho a ser partícipe de la construcción del espacio urbano.
Desde el punto de vista institucional, la ciudadanía se convertido en un tema importante
para la renovación de la acción pública que busca remediar los problemas de la
democracia representativa como principio de legitimación. Desde esta perspectiva la
ciudadanía urbana está en estrecha relación con la una capacidad de injerencia de los
habitantes en la construcción de las políticas públicas. Derivado de ello una gran
cantidad de investigaciones sobre los movimientos sociales y la acción colectiva se
cuestionan sobre las formas y sentido de la participación de los actores sociales en los
procesos de la construcción democrática.
La literatura sobre la instauración de la democracia participativa se interesa sobre todo,
en los dispositivos participativos de las políticas públicas y sobre las competencias
requeridas de los ciudadanos para su incorporación a dichos dispositivos. Sin embargo
existen pocas investigaciones que se interesen a las formas menos formales de
participación y expresión ciudadana que permitan dar cuenta de cómo se construye la
ciudadanía más allá de los límites establecidos por los poderes públicos, en tiempos y
espacios de co-presencia diversificados. Es ésta lucha ciudadana, que exige sus
derechos, la que se perfila como el motor de todo cambio político y social, como indica
Tamayo (2006); lucha que los convierte en ciudadanos activos, críticos.
• SEPLAT-MPL; Resistencia y Gestión social-local.
En Chile, al igual que los países del continente, la relación de la ciudadanía con la
política está caracterizada por un desinterés, apatía y pérdida de confianza en los
partidos políticos y autoridades de gobierno (Calderón, 2011). Esto, se manifiesta en la
disminución y desarticulación de formas de asociación, de forma inversa a lo acontecido
durante la dictadura.
Contrariamente a lo que podría pensarse, esta “crisis de desinterés” no se tradujo en una
absoluta despolitización de la ciudadanía, sino por el contrario, podría interpretarse
como una “reconfiguración” de sus relaciones con la política en la figura de la
articulación social en torno a conflictos urbanos crecientes, que prueban la existencia de
la voluntad democrática, efectiva, de participación. En efecto, mucha de la literatura
sobre los movimientos sociales urbanos sostiene que la defensa del barrio frente a las
transformaciones neoliberales y de incorporación en los mecanismos de toma de
decisiones ha permitido una renovación de la vida cívica (Canteros, 2010). Es en este
contexto se presentan nuevas formas de movilización social y participación ciudadana
que construyen sus demandas por otros caminos alternativos a los tradicionales políticoinstitucionales.
Así en Julio de 2006 renace el movimiento poblacional chileno en la comuna de
Peñalolén, donde se conforma el Movimiento Pobladores en Lucha (MPL) cuya
principal demanda, en medio de explosivo y creciente proceso de gentrificación en los
territorios de la comuna, estaba orientada a la obtención de viviendas sociales dentro de
los límites administrativos de la comuna mediante la expropiación de terrenos
disponibles dentro de la comuna; terrenos de utilización exclusiva de viviendas sociales,
para poder asumir los costos de construcción en una zona con creciente precio de
mercado.
Las reivindicaciones territoriales planteadas por el MPL, en la figura de la SEPPLAT,
se transforman en un intento por recupera los espacios sociales que han sido negados
por la matriz cultural, política y económica hegemónica, de carácter neoliberal, de
Chile. Su principal demanda, será así, la adquisición de potestad para la administración
ciudadana del territorio, como una forma determinante de detener los procesos
especulativos y gentrificadores que se vienen materializando en el territorio desde
principios de la década de los 90´s del siglo pasado.
En este sentido, la SEPPLAT- MPL, pretende constituirse como una propuesta política
que se extrapole a los sectores populares de forma ampliada, de modo de ir articulando
metodologías de, lo que ellos definen como, “conquistas territoriales, que desde la
cotidianidad y la vida comunitaria, van tomándose la ciudad a partir de una forma
diferente de producir el hábitat.” (MPL, 2010)
Dentro de esta estructura, el MPL articula su accionar en 4 pilares, que son:
1. Conquista de espacios de representación dentro de la institucionalidad política,
mediante la generación de propuestas y acciones políticas respecto de la ciudad,
para detener la segregación y expulsión de los pobres.
2. Transformación del Movimiento en una fuerza productiva autónoma y avanzar
hacia la administración popular de los recursos fiscales, por medio de una
reforma urbana que asegure el acceso al suelo mediante la creación de
instrumentos redistributivos en el mercado de tierras urbanas, mecanismos de
control sobre el alza de precios de la tierra y la apertura de un banco estatal de
tierra y de inmuebles
3. Generación de estrategias autogestionadas de formación, educación y acción
popular, en la figura de modalidades híbridas de producción de la vivienda que
conjuguen los programas habitacionales del gobierno central y su administración
y construcción vía mercado, con la administración autogestionada de fondos
fiscales por parte de las organizaciones y la construcción a través del
cooperativismo y ayuda mutua.
4. Un ciclo de formación de las políticas públicas habitacionales que utilice la
progresividad como metodología de apropiación espacial de las familias y de
construcción de comunidad.
Uno de las grandes dificultades de las estructuras urbanas neoliberales, es que las
matrices hegemónicas de producción de saber son insuficientes para innovar en las
modalidades de gestionar la ciudad existente y las estrategias para proyectar una OTRAciudad.
En este sentido la existencia y búsqueda de nuevos espacios sociopolíticos de
construcción urbana que permitan una mirada diferente y alternativa sobre las formas de
organizar
y gestionar el territorio, otros lugares de pensamiento frente a las
tradicionales formas de pensar la producción del hábitat; evidencia que la
neoliberalización del espacio urbano es causa y consecuencia de nuevas miserias. Como
plantea Núñez (2000), al problema de la “urbanización de la pobreza” predominante en
el siglo XX se suma la “pobreza de la urbanización” del siglo XXI: la ciudad hoy se está
haciendo y pensando pobremente.
Así, la SEPPLAT-MPL, a medida que va logrando concretar proyectos y demandas
colectivas, comienza a generar nuevas estructuras de planificación territorial, dando
muestras claras de lo que la articulación de las demandas sociales, pueden conseguir
resultados positivos en la administración de la ciudad. Por lo mismo; si el problema de
la ciudad neoliberal muta, las herramientas también deben ser reformuladas; no es
razonable el empecinamiento de utilizar el martillo cuando el objetivo ya no es un
clavo, sino un tornillo, que está reclamando otro tipo de ejercicio emancipatorio
(Mazzeo, 2005).
En el entendido, que no existe una única respuesta al neoliberalismo urbano, ni un único
modelo a seguir para la contención de los males del capitalismo urbano y la superación
de su hegemonía, la construcción de alternativas y resistencias urbanas reafirman la
convicción de que la principal apertura epistemológica y posibilidad socio-política está
en las prácticas autogestionarias de hábitat popular desplegadas por los movimientos
sociales; los que con acciones creativas dentro de la estructura, alternativas para
repensar las construcción de ciudad en Chile, y por qué no decirlo, quizás de las
ciudades de América Latina, en momentos en los cuales la historia está pidiendo a gritos
una alternativa de ciudad.
• Reflexiones iniciales
Sería torpe y apresurado, intentar dar conclusiones finales sobre las luchas por
construcción y gestión de los espacios de la ciudad, así como de las implicancias
políticas que los movimientos sociales que las propugnan en la ciudad neoliberal; por
esto, lo que parece más acertado es bosquejar las posibilidades que se abren con estas
irrupciones sociales en el espacio de las ciudades:
 El nacimiento de nuevos espacios de disputa del poder con el orden establecido
dentro de los márgenes de la ciudad neoliberal “revisibiliza” la inequidad en la
estructura hegemónica; inequidad que es discutida y confrontada con la
articulación de alternativas nacidas en la base de la comunidad organizada.
 El surgimiento de aportes de los movimientos, en este caso específico del
proceso que ha impulsado por la SEPPLAT-MPL y su propuestas específicas
sobre gentrificación; nacida de la creciente especulación inmobiliaria y la
expulsión vía mercado de los habitantes históricos de crecientes zonas de la
ciudad, transformándose esto en una nueva estrategia de limpieza espacial
similares en su funcionalidad a lo que eran las erradicaciones impulsadas en
Dictadura Cívico Militar: recuperar los terrenos valiosos para los privados que
son ocupados por sectores populares y disgregar y segregar a los movimientos.
Las propuestas levantadas ponen en evidencia las limitaciones de las políticas de
vivienda cuando son descontextualizadas de su espacio de intervención, es decir
cuando no consideran la situación desigual del suelo urbano. Especialmente la
entrega masiva de subsidios de vivienda demuestra su poca efectividad al no
contar con instrumentos redistributivos sobre el suelo. Recuperación de
plusvalías para el hábitat producido por las familias, disposiciones impositivas a
las transacciones de suelo, asegurar porcentajes de vivienda de interés social por
cada proyecto inmobiliario que se realice, garantizar condiciones de
equipamiento, infraestructura y movilidad urbana a nuevos proyectos
habitacionales, abrir bancos de suelo y de inmuebles fiscales, entre otras
medidas, son parte de las herramientas necesarias para contener, al menos, el
impulso gentrificador de la ciudad neoliberal.
Estas medidas son una apuesta, que requiere de innumerables esfuerzos para llevarse a
cabo, y que seguramente sólo tengan lugar de aplicabilidad en un proceso de
radicalización política en Chile. Mientras tanto, los esfuerzos deben caminar por los dos
frentes: por un lado, el despliegue de prácticas autogestionarias que busquen la
autonomía y las transformaciones sociales necesarias para construir en tiempo
alternativas de producción de hábitat, y por otro, las sucesivas conquistas de espacios
estatales que permitan gracias a las transformaciones políticas avances populares y el
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