HONTANAS-BOADILLA DEL CAMINO

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Mi Camino (de Santiago)
Hontanas - Boadilla del Camino
Fiel a su costumbre el peregrino abandona el refugio
casi el último. Ha podido acceder a los aseos sin
agobio y montar la mochila con toda tranquilidad.
La mañana está fresca, cosa muy de agradecer después de la jornada anterior, y por un sendero con
buen piso y fácil perfil llega en seguida al antiguo
hospital de San Antón para hacer una breve parada y
charlar con la hospitalera.
El albergue allí situado es muy precario pero auténticamente jacobeo; esa noche nadie ha pernoctado
porque la afluencia de peregrinos ya ha decaído pero
la idea de recuperar el antiguo convento es plausible
y el esfuerzo de la hospitalera por conseguirlo merece todos los elogios. Suerte.
A la entrada de Castrogeriz se produce el habitual
agrupamiento de peregrinos para desayunar en el bar
situado al lado de la iglesia; lugar agradable y con
muy buen trato.
Allí está el kolosal alemán (a ojo, 150 kgs.) y su
compañera no menos kolosal, al que el peregrino
tuvo que cederle su litera porque no estaba dispuesto
a correr el riesgo de morir aplastado si el teutón
ocupaba la litera superior; están dando cuenta de
unos bocadillos acordes con su corpulencia.
Fue un incidente chusco: las colchonetas, en ese
albergue, están situadas en una estructura de madera
y cuando el alemán consiguió subir a la suya aquella
crujió como, seguramente, lo hacen los costeros de
una mina poco antes del derrumbe. Es fácil de
comprender la alarma del peregrino ante el hecho
cierto de una desgracia de la que iba a ser protagonista directo; la coña que se formó entre quienes
ocupaban el resto de las literas, incluidos algunos
compatriotas del obeso, no necesita ser descrita.
El cafelito mañanero entona al peregrino que tras
proveerse en Castrogeriz de lo necesario prosigue su
andadura para afrontar, en seguida, la subida a
Mostelares que una vez superada le lleva por buen
piso hasta la llamada Fuente del Piojo; aquí tienen
instalado su puestecito un par de chicos que ofrecen
a los peregrinos bocadillos y bebidas. ¡Viva la
iniciativa y el esfuerzo individual!.
Ya ha desaparecido el grupo de ciclistas, papás con
sus niños, que han incordiado con sus carreritas
durante un buen rato a todos los peregrinos. Son los
mismos que pasaron por Hontanas el día anterior a
la caída de la tarde y han pernoctado en Castrogeriz.
En apenas media hora se llega al albergue de Puente
Fitero. Pasado éste y tras cruzar el puente sobre el
Pisuerga se entra en la provincia de Palencia. El
primer pueblo es Itero de la Vega en el que uno más
de los pintorescos personajes que hay en el Camino
solicita a los peregrinos que le envíen tarjetas postales para seguir empapelando su local.
Tras un breve descanso, el peregrino se enfrenta al
último tramo antes de Boadilla del Camino en el que
ha decidido pernoctar. Son ocho kilómetros de los
cuales los cuatro primeros van en subida para
terminar en suave descenso pero todos ellos por
medio de campos de rastrojos y con un sol implacable.
En Boadilla hay dos albergues: el municipal a la
entrada del pueblo situado en las antiguas escuelas,
muy precario y sin ninguna atención.
Podría ser muy acogedor con adecentarlo mínimamente y ser gestionado por un hospitalero. El ayuntamiento sabrá porqué sigue en estado tan lamentable a pesar de percibir la tasa de 2€ por pernoctar.
El albergue privado, algo más adelante y al lado del
espectacular rollo, está situado en un entorno muy
agradable con buenas instalaciones y muy buena
atención.
De nuevo es el momento de poner en cuestión el
viejo tópico del peregrino y el agradecimiento; en
Hontanas ha pagado la misma cantidad por pernoctar (5€) y cenar (7€) pero el trato y las instalaciones
están a años luz de éstas.
Boadilla del Camino es uno más de los pueblos castellanos en fase terminal; no ofrece ningún tipo de
servicios y solamente el paso de peregrinos durante
los meses del verano le insufla un mínimo soplo de
vida.
A la caída de la tarde el peregrino sale a pasear por
el pueblo; breve recorrido porque poco hay que ver.
La iglesia está cerrada y sin ninguna información
sobre las horas de visita ó de la persona que dispone
de las llaves.
Sólo le queda volver por sus pasos al albergue y
esperar la hora de la cena charlando con otros peregrinos.
Con el sonido de los aspersores se duerme el
peregrino.
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