trabajo investigación. nerea blanco

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Nerea Blanco Marañón
Índice
Introducción. Itinerario del viaje
Pág.
El nacimiento de la muerte del Laocoonte: el poema
Pág.
Primera obra plástica: el periodo helenístico
Pág.
Renacimiento del Laocoonte en el manierismo
Pág.
Reconstrucción de la Grecia antigua. El nuevo clasicismo
Pág.
El inconsciente recuerda su muerte
Pág.
………………………………………………………………………………………..
La postmodernidad no le olvida
Pág.
El humanismo revive con su muerte.
Pág.
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Introducción. Itinerario del viaje
Este estudio va a llevar a cabo un recorrido por la estética a lo largo de la historia utilizando como
elemento base la representación de Laoconte a lo largo de los siglos. Veremos en qué momentos aparece
nuestra figura mítica griega-romana y como todas esas épocas tienen mucho en común.
En primer lugar partiremos de la obra principal de la que nacerán todas las demás: La Eneida. Nos
centraremos en el fragmento que narra la muerte del sacerdote, y así será presentado nuestro personaje.
Virgilio será el autor con el que comenzaremos este viaje por la estética occidental.
Contemplamos entonces la obra primera obra plástica de la que tenemos noticia, de los escultores de
Rodas, que crearon un grupo escultórico que romperá las reglas establecidas por el arte clásico, buscando
nuevas técnicas y componiendo de tal manera que se experimentara la representación del cuerpo humano.
En la Edad Media no encontramos ninguna imagen del Laoconte que pueda ilustrarnos su estética,
pero tal ausencia implicará una presencia: la de Dios en el lugar de los hombres. El humanismo griego será
obviado, estará ausente hasta el renacimiento del humanismo griego. Un siglo después de este resurgir, en el
año 1506, en pleno Renacimiento encontrarán la escultura del Laocoonte. En este momento habían vuelto a la
estética clásica, puramente platónica. Tal hallazgo hará que pocos años más tarde vuelva a resurgir un intento
de hacer más complicado el arte y nacerá otro Laoconte, también a partir de manos griegas.
Será entonces el comienzo del manierismo, que llegaría a conformar el arte barroco. Como
contraposición a esta corriente nace el llamado Neoclasicismo. Como es natural, en una estética racionalista,
llena de reglas y academias, no podremos encontrar ningún Laoconte que grite y se remueva, que rompa con lo
anterior, pues todo es demasiado rígido. Pero aún así deberemos pasar por esta etapa, pues aunque no hay
obra pictórica, si que la hay teórica. Dos pensadores del momento realizarán un estudio sobre el grupo
escultórico que llevarán a entender la estética del nuevo clasicismo.
Ya en el siglo XX, las tres últimas imágenes.
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1. El nacimiento de la muerte del Laocoonte: el poema
Nuestro personaje nace a manos de Virgilio, quien se supone que copió esa parte de su obra, La
Eneida, de Pisandro. Quizás por ello debiera decir que su creador fue este último, pero no lo hago por dos
razones: la primera es la simple razón de que no hay escritos de tal autor, y es por lo tanto la primera obra que
narra la desgracia de este sacerdote, la del autor romano. Por otra parte es a partir de esta narración por la que
los escultores griegos hacen el grupo escultórico en la época helenística y de la que muchos autores partirán
para hacer más obras plásticas. El personaje del que vamos a leer a continuación es de la tradición griega, pero
la escultura, a pesar de ser griega, toma como referente la obra de Virgilio. Esto sabemos que es así, pues es el
único que mata a Laoconte junto con sus hijos, mientras que en las demás leyendas griegas, suelen contar como
las dos serpientes devoran a sus dos hijos.
La leyenda comienza después de que los griegos hubieran simulado una retirada y los troyanos
encontraran un caballo construido de madera en las puertas de Ilión. Laocoonte, el sacerdote de Apolo
Timbreo, a quien había irritado casándose y teniendo dos hijos, a pesar de su voto de celibato, alertó de que
dentro del caballo podía haber tropas aqueas y sugirió quemarlo. Pero las tropas troyanas no le hicieron caso.
Laoconte, al campo a rebatado vuela,
»Para luego caer sobre seguro.
Y, «¡Oh desgraciados! » desde lejos grita:
»Ello, hay engaño, ¡Oh Teucros, confianza
«¿Qué demencia a la muerte os precipita?
»Negad a ese caballo! Como quiera,
»¿Pensáis que el enemigo nuestra tierra
»Yo temo de los Griegos la asechanza
»Dejó? ¿Fiáis en sus mentidos dones?
»A vuelta de sus dones traicionera.»
»¿Cuán poco a Ulíses conocéis? ó encierra
Dijo; y desembrazó fornida lanza
»Esta fábrica aquivos campeones,
Hacia un lado del cóncavo; certera
»0 artificiosa máquina de guerra
Vuela, clávase, vibra: conmovido
»Es: nuestra situación y habitaciones
Dio el seno cavernoso hondo bramido.
»Por cima intentan registrar del muro,
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Como advertencia de que se acercaba la perdición de Troya, Apolo envió dos grandes
serpientes marinas, llamadas Porces y Caribea (o Curisia, o Peribea) corriendo hacia Troya desde
Ténedos y las islas Calides. Salieron a tierra y, se retorcieron alrededor de los miembros de los dos
hijos mellizos de Laocoonte, oprimiéndolos hasta la muerte. Laocoonte corrió a su rescate, pero
también murió miserablemente.
»Sacerdote por suerte designado
Aferran, y sus miembros palpitantes
A honrar al Dios del húmedo elemento,
Apedazan, devoran. Pecho a pecho
Era Laoconte: ante el altar sagrado
Y meneando la aguzada hoja,
Degollábale un toro corpulento.
Encima el genitor se les arroja.
Súbito a la sazón venir a nado
»¡Vano auxilio! ¡Arduo afán! Ellas le abrazan
Vemos (de horror estremecerme siento),
Con doble, firme vuelta la cintura;
De la ínsula vecina procedentes,
Los escamados lomos le relazan
Por sobre el mar tranquilo dos serpientes.
A la garganta, y a mayor altura
»El pecho entrambas enhestando iguales,
Sobrealzando las crestas, amenazan.
Con encarnada cresta gallardean,
Con ambas manos él entre la impura
Y en ruedas, al andar, descomunales
Ponzoña que las ínfulas le afea,
El largo cuerpo sobre el ponto arquean:
Por sacudir los nudos forcejea.
Rotos gimen los líquidos cristales
Descoyuntado al fin, y cual pudiera
Por do hienden: abordan ya y campean,
El toro que del ara huyendo herido,
La vista en sangre y rayos encendida:
De hacha insegura libertado hubiera
Todos huimos, la color perdida.
Su manchada cerviz, en alarido
»Lamiéndose las bocas sibilantes
Rompe horrible. Las sierpes de carrera
Con la vibrante lengua, van derecho
Parten al templo de Minerva, y nido
Para Laoconte: mas sus hijos antes,
A los pies de la Diosa encrudecida
Tiernos gemelos, en abrazo estrecho
Hallan seguro bajo el ancha egida.
Esta es la versión más conocida, pues como ya hemos visto es la que describió Virgilio en su libro, pero
algunos dicen sin embargo que solo mataron a uno de sus hijos y que sucedió en el templo de Apolo y no junto
al altar de Posidón; otros dicen que Laocoonte escapó de la muerte. Príamo supuso equivocadamente que
Laocoonte había recibido su merecido castigo por haber disparado una lanza contra el caballo y no por haber
ofendido a Apolo.
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2. Primera obra plástica: el periodo helenístico
Ya ha pasado el periodo clásico, y tras la muerte de Alejandro Magno aparece una decadencia política y una
renovación de la filosofía. La cultura griega se difunde y fusiona con la oriental, surgiendo una cultura de gran
lujo y refinamiento estético. Los grandes autores (Platón y Aristóteles) continúan vigentes a través de las
academias, pero aparecen nuevas formas de pensamiento que poco tienen que ver con lo anterior:, epicureismo
y estoicismo son las nuevas corrientes que influyen en la vida griega. Los estoicos enseñaron que se debe vivir
de acuerdo con la naturaleza, la cual es la razón (logos) que penetra en todas las cosas. El sabio que sigue este
consejo logrará la apatheia, esto es, se librará del sufrimiento. Con el estoicismo, nace lo que podría llamarse el
humanismo del saber. Tal doctrina atestigua que el triunfo del hombre que encuentra, no puede hacernos
olvidar la inquietud del hombre que busca. Los epicúreos mantenían que todas las cosas están compuestas por
átomos y el vacío, y que es preferible una vida simple a la riqueza y la fama. Su meta era la ataraxia o
tranquilidad.
Hay un nuevo pensamiento respecto a la vida y lo importante de la felicidad. Ya no preocupan tanto
las reglas de la naturaleza y el estudio de lo externo como la búsqueda del conocimiento interno. Es por lo
tanto un momento de humanismo, poniendo al hombre como centro de objeto de estudio y ya no solo como
sujeto cognoscente.
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Esta no importancia de las reglas, hace que de algún modo se olviden esas reglas sobre el canon
estético clásico. Aún se siguen viendo esculturas que siguen a la tradición anterior a Alejandro Magno, pero
durante los últimos siglos de decadencia griega, (s. IV-III) hay un intento de ruptura y nuevas ideas estéticas, y
el Laoconte es buena marca de ello.
Las características generales de la escultura helenística vienen dadas principalmente por las novedades
técnicas e iconográficas que incorporan: desaparición de la ley de la frontalidad, aparición de la figura
serpentina (torsión de los cuerpos y los grupos), realización de grupos escultóricos y no solo de esculturas
individuales, representación de todas las clases sociales y edades humanas, no solo a jóvenes o dioses y
aparición de la alegoría como tema.
La fase del helenismo es de enorme variedad del gusto: conviven la idealidad y el realismo, la belleza y la
deformidad, los temas dramáticos y los cotidianos, representándose todos los estadios del ser humano (de
niños a ancianos).
Veremos como más adelante será esta misma figura la que aparezca en momentos de ruptura con la
historia anterior. La figura no gritará nunca, pero sí será un grito contra lo precedente.
Vemos que en el grupo escultórico hay una pérdida de la sobriedad y el equilibrio. Los cuerpos se
retuercen más y ya no hay una búsqueda de idealizar, sino de acercarse a la naturaleza con mayor precisión.
No es extraño por lo tanto que se hiciera en años posteriores un estudio de esta obra, hablando de la
supuesta sobriedad de la cara de Laocoonte. Pero tal idea propuesta por Winckelmann 1700 años después de
la aparición de la obra, será rechazada por Lessing, ante mi punto de vista, con bastante acierto. Pues como
vemos, ya habían abandonado de algún modo el clasicismo (lo que implicaba sobriedad, idealización, la idea de
belleza unida a la de bueno…) anterior y el motivo de esa cara tan poco expresiva, deberá ser otro.
La figura del sacerdote, con la anatomía de atleta, se extiende en diagonal, y la cabeza, de voluminosos
rizos, está inclinada. Los rasgos de la cara están profundamente marcados y el dramatismo de gesto acompaña
al del cuerpo. Las serpientes enlazan a las tres víctimas y conducen la mirada desde el padre a los hijos, cuya
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factura es más amanerada y pudo deberse a otro artista. La composición es plana, pensada para que se vea de
frente, y pudo formar parte de un conjunto escenográfico
El anciano sacerdote tiene el cuerpo de un joven atleta, lo que hace más dramática la escena, gracias a
que permite representar a un hombre que se defiende con todas sus fuerzas. La cara, en cambio, distorsionada,
es la de un hombre de edad, y el claroscuro de los rasgos recuerda a las imágenes del altar de Pérgamo.
Aunque la cara no muestra todo el dolor que debiera, si que hay mayor sentimiento que en épocas
anteriores, mostrando un patetismo que antes no era habitual. Se rompe con las líneas, pues ahora se juega con
un mayor dinamismo y con mayor cantidad de formas y figuras.
Los autores de esta escultura no pretenden recoger una imagen sino un instante, un dolor, un padre
sufriendo con sus hijos. Despojan al sacerdote de sus poderes y lo dejan como simple humano, que como todos,
está sufriendo (digo como todos, por recordar que están en un momento de decadencia del estado y las
filosofías se encargaban de buscar salida al dolor humano). Tal idea de humanismo en el Laoconte, eliminando
sus vestiduras y elementos que lo muestran como sacerdote, es una idea recogida por Goethe, en su artículo
“Sobre el Laoconte”.
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3. Renacimiento del Laocoonte en el manierismo
Hemos tenido que pasar por la época medieval sin mencionarla, pues hubo un verdadero olvido de
nuestra cultura greco-romana para realizar un arte puramente cristiano o pagano. Europa se sumió en una
época totalmente distinta a la anterior en lo que a demasiadas cosas se refiere. Por eso, hasta que no hubo un
resurgir humanista que puso de nuevo al hombre en el centro del estudio, no se vuelve a encontrar una figura
mítica. (Recordemos como el tema principal de la filosofía medieval es Dios. Se confunde teología con filosofía
en muchos casos). Se rompe con San Agustín, que seguía a Platón y con la tradición de Santo Tomás que
seguía a Aristóteles. Se reconstruye una nueva filosofía con las teorías liberales de S. Agustín y las de
Aristóteles y se hace que el hombre sea lo importante. La época renacentista aparece debido a que el hombre
y por lo tanto el artista, toma conciencia de individuo con valor y personalidad propia, viéndose atraído por el
saber (hasta este momento el crear a partir de la nada se consideraba un acto divino, ahora se considera
humano y se tiene en cuenta su valor). Esto le llevó al estudio de los modelos clásicos, tomando como referentes
las antiguas ideas estéticas referentes al clasicismo, pero a la vez investigaba las técnicas del claroscuro, las
formas de representar la perspectiva sobre el lienzo, así como la representación fidedigna de la naturaleza. Hay
obras de gran trascendencia de Alberti, Da Vinci y Durero.
Los sentimientos, las sensaciones que las esculturas griegas proyectan al espectador fueron iguales a
las de las obras del Renacimiento. El Laoconte, máxima expresión del drama y el dolor en la escultura,
inspiraron a algunos escultores como lo serían Miguel Ángel, el cual dotó a sus figuras de la famosa terribilitá; y
más adelante, durante el barroco, a Gian Lorenzo Bernini.
Podemos observar lo mucho que hay en común entre las dos épocas que acabamos de ver. Pues hay
un estudio de la técnica en ambas culturas, además de tener, o pretender tener, las mismas ideas estéticas (aun
cuando en la época helénica se pretendía hacer una renovación, se ve como aun continúan con antiguas ideas
del clasicismo).También hay un interés especial en el hombre como individuo y la manera de encontrar su
máxima. Todo esto es en si mismo una ruptura con lo anterior: la filosofía rompe y hace al hombre el centro, las
técnicas rompen y buscan nuevos métodos… pero la mayor ruptura se llevará a finales del renacimiento, en la
rama llamada: manierismo.
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La obra que se presenta a continuación es una pintura, curiosamente de un autor griego. Surge en el
manierismo, época que ahora presentaré. La obra tiene muchos rasgos del Renacimiento, pero ya comienza a
tomar rasgos de la época que le precederá (algo que también sucede con la escultura).
Este movimiento se cuestionaba el ideal de belleza clásico, y se preocupó de problemas artísticos
intrincados, como desnudos retratados en posturas complicadas. Su nombre proviene de: pintar a la manera de
los grandes maestros, pero con su personalidad artística. Los colores no remiten a la naturaleza sino que son
fríos y artificiales.
Observemos ahora el cuadro que
presentaba unas líneas más arriba. Este
cuadro es pintado un siglo después del
descubrimiento
de
la escultura
griega.
Como hemos indicado, era habitual tomar
los temas de la antigüedad, pero no debemos
olvidar que el mundo occidental sigue sumido
en la religión y que la edad media ha dejado
huella. El Greco era principalmente autor de
pinturas religiosas, por lo que sorprende
encontrar este tema mitológico entre sus obras. Este dato de plasmar tanto temas mitológicos como del Viejo
Testamento, revelan la instrucción humanista de El Greco y cuán brillante e innovador era el enfoque que
daba a los temas tradicionales.
Nos presenta a Laocoonte derribado en el suelo, en fuerte diagonal, intentando sujetar la serpiente
que va a morderle la cabeza; su hijo menor yace en el suelo, en un violento escorzo, mientras el hijo mayor agarra
a la segunda serpiente para evitar la muerte. Puede parecer que nada tiene en común con la escultura griega,
pero en ambas representaciones el padre lucha, uno de los hijos ya no tiene escapatoria (uno va a ser mordido
en al escultura, uno parece yacer ya muerto), y el otro aun parece tener capacidad para huir, luchando con el
cuerpo de la serpiente.
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Las tres figuras destacan por su movilidad, encontrando ecos del Manierismo romano que El Greco
conocía. Este movimiento corresponde con una intención estilística pretendida también por el arte griego en la
época helenística, en el cual lo óptico entra en exceso. Es el gesto llevado al extremo, sobrecargado de
contenido. Observamos las mismas formas pos clásicas de representación, persiguiendo una estética del
instante.
Junto al sacerdote y sus hijos encontramos dos figuras y una cabeza, interpretadas de diferentes
maneras: Apolo y Artemisa; Poseidón y Casandra; Paris y Helena; o Adán y Eva. Quizá sea ésta última la
hipótesis más correcta, para otorgar un sentido católico a esta imagen profana. Al fondo encontramos una vista
de Toledo, no de Troya, situando al caballo frente a la puerta de Bisagra. Sería lógico pensar en una
interpretación intemporal de lo que le ocurrió a Laocoonte al aparecer la ciudad castellana. También podría ser
una referencia a la tradición según la cual Toledo había sido fundada por dos descendientes de los troyanos,
Telemón y Bruto. Las figuras están situadas en primerísimo plano, iluminadas por una luz fantasmal (que como
ya hemos visto tiene esta influencia manierista) que les otorga un color blanquecino. La violencia y el dramatismo
se adueñan de la composición, en una imagen sobrecogedora. Los personajes tienen el canon alargado ya
característico de El Greco.
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4. Reconstrucción de la Grecia antigua. El nuevo clasicismo
Desde la mitad del siglo XVIII la mirada de los artistas se dirige nuevamente a la antigüedad grecolatina. Es una de las oposiciones (también aparece el Rococó) al Barroco. Este siglo está lleno de
contradicciones en la actitud filosófica, que vacila entre el racionalismo y el idealismo, lo que provocó dos tipos
de arte contrapuestos: clasicista y el romanticista. Este primero tiende ciertamente la conservadurismo y es muy
apropiado para la representación de ideologías autoritarias, teniendo como principios las teorías platónicas.
Su teoría de las ideas proporciona argumentos frente al realismo y el relativismo, las mejores armas de la
reacción. Con el conservadurismo político va unida también en Platón su teoría arcaizante del arte. Ataca la
novedad en el arte, del mismo modo que se opone a todo lo nuevo, y sospecha que el desorden y la decadencia
aparecen en todo lugar en donde se despierta la novedad.
El interés observado desde finales del siglo XVII por el mundo clásico tiene su culminación hacia
mediados del XVIII. El estudio del arte griego es lo que llevó a una teorización, a la realización de numerosos
viajes, lo que provocó la redacción de numerosos libros y artículosl así el conocimiento del arte clásico se amplió
considerablemente en poco tiempo.
Esta época es de reflexión, no podemos encontrar una representación del laocoonte en un mundo
lleno de academias y reglas, del mismo modo que no apareció en el clasicismo griego siglos antes. Pero las
reflexiones se paran a observar a nuestro personaje, lo que debemos tener en cuenta para continuar la
trayectoria del Sacerdote y el arte. Esta escultura encontrada dos siglos antes sirvió como punto de partida
para una dicusión entre Winckelmann y Lessing. Además dieron lugar a otros escritos, como el que llevó a cabo
Goethe.
Las razones por las que esta escultura fue tan admirada en esta época fueron dos. La primera razón, la
más obvia, es el hecho de que técnicamente es una obra maestra. Las figuras están perfectamente
proporcionadas y equilibradas. Lo complicado de la composición escultórica podía haber producido el efecto
contrario, convirtiéndose en una mezcla confusa. Y el escultor ha solucionado perfectamente el problema de
hacer permanecer su obra en las tres dimensiones, pues las figuras, en su lucha contra las serpientes, se inclinan
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hacia atrás y hacia adelante y tienden hacia arriba, sin que por eso dejen de mantenerse juntas, en una sola
unidad.
Pero la segunda razón era por unas cualidades que nosotros apenas podemos ver en él: dignidad y
sobriedad. Esto es lo que más labaron Lessing y sus contemporáneos. Winckelmann y sus seguidores no se
cansaban nunca de observar que los labios del padre estaban a punto de clamar en un lamento involuntario,
mientras que, si no hubiera sido por la dignidad del arte clásico, estaría gritando de
dolor con todas sus fuerzas. Lessing decía que no podría llorar en el mármol, porque
su boca habría resultado antiestética,fea. Habría roto las reglas estéticas del
momento. Y si, del momento, porque poco después de la muerte del neoclasicismo,
se harán esculturas que griten, como el Ángel Caido del realismo español.
El hecho de que no grite en todas estas etapas tiene una razón de no querer romper con la estética de
su tiempo. Pero no debemos olvidar que el motivo de la escultura es grotesco en si mismo, que las reglas sobre la
representación de la belleza nos muestran unas figuras que aun conservan sus cuerpos esbeltos y con su gracia,
pero que la sensación de angustia y terror acompañan al grupo escultórico. No van a durar demasiado tiempo
con su forma humana y con sus escasos momentos de angustiosa vida en la que saben que van a morir.
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5. El inconsciente recuerda su muerte
Siglo XX: ruptura y vanguardias, modernidad, críticas e individualismo llevado al extremo. En
Occidente no se piensa más que en el Yo. Y Freud aparece con una nueva información para los hombres de
este siglo que tanto piensa en sí mismo. Nos encantará: tenemos dos “Yo”. Tenemos mucho que conocer de
nosotros y más que amar de nosotros mismos. Será divertido descubrir quien somos y como podemos ser
realmente hombres, pues no nos habíamos planteado nunca nuestra existencia a partir de un dualismo que no
sea razón y sentimientos. Comienza una etapa de hombre con dos elementos desconocidos: consciente e
inconsciente. Realidad ordinaria, empírica y aquella otra que solo conocemos por medio de afirmaciones
negativas, por referencia a el vacío de nuestra experiencia como prueba de su existencia.
Comienza en ese momento los métodos surrealistas, que en un principio, más que una acción artística
fue un llamamiento de liberación de la vida imaginativa de las limitaciones impuestas por la razón y el orden social.
Bretón fue el que inició tal movimiento y definió al surrealismo en su Manifiesto Surrealista (el primero) como:
“Automatismo psíquico puro, por medio del cual uno se propone expresar el funcionamiento real del
pensamiento. Dictado del pensar con ausencia de todo control ejercido por la razón y al margen de toda
preocupación estética o moral”.
Expresa así su creencia de que una nueva ciencia, una nueva verdad y un nuevo arte surgirán del caos,
de lo inconsciente y de lo irracional, de las regiones no vigiladas del alma. Esperan la salvación del arte al que
aceptan como vehículo de conocimiento irracional y adoptan el método psicoanalítico de la libre asociación.
Toman de nuevo la idea romántica del rechazo a la razón, pero esta vez no anteponiendo los sentimientos, sino
esa otra parte del yo que conforma parte de mí, apareciendo durante el sueño y cuando salta mi subsconciente
a la realidad empírica.
Solo el manierismo había visto el contraste entre lo concreto y lo abstracto, lo sensual y lo espiritual, el
sueño y la vigilia, con la misma luz deslumbradora. El interés que el arte moderno pone en el carácter fantástico
de esta coincidencia de los contrarios, también recuerda al manierismo.
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La imagen de Dalí muestra el genio que fue. Tanto la suya como la que realiza con el pincel. Pues al
igual que consciente e inconsciente van unidos, la personalidad de Salvador y su arte van totalmente ligados,
hasta el punto de que él mismo se crea su propio personaje. Vida y obra se confunden en una patraña general,
que podría perfectamente ser una obra de arte digna de conseguir, sino la aprobación, al menos una atención
menos escéptica. Es por esta unión de obra y persona por lo que es necesario conocerle para entender sus
obras. Ya no nos fijamos en una generalidad de movimiento, sino en el individualismo que aparece. Debemos
tener en cuenta el autor de la obra para entenderla. Aunque le asociamos con el arte surrealista, hay mucho de
su propia cosecha que es aparte de la estética del sueño.
Genio proteiforme, Dalí padeció desde la infancia alucinaciones y ataques de violencia repentinos. Es
un personaje que se identifica perfectamente con el mundo en el que vive. El individualismo le lleva a no tener
necesidad más que de si mismo, (aparte de Gala, su adorada musa) de su personaje trágico-cómico y de su arte.
La mayor inquietud de Dalí no era utilizar el surrealismo como modo de crear un hombre mejor, o como
método revolucionario para cambiar las cosas.
Por su cinismo, y por la importancia que dio a la
exterioridad y la excentricidad, es el dinero lo que
desempeñó un papel importante en su vida. Por eso
André Bretón le expulsó del movimiento en 1942, pues
su comportamiento público repercutió en el descrédito
del surrealismo. Compuso para él un anagrama con su nombre:
“Avida Dollars”.
Para ilustrar el narcisismo de nuestro personaje recojo una anécdota de Buñuel que escribió en sus
memorias. Tras haber sido despedido de su puesto en el MOMA por culpa de un libro escrito por Dalí,
decide quedar con él:
Cito un día a Dalí en el bar de” Sherry Netherland”. Llega muy puntual y pide champaña. Furioso, dispuesto a
pegarle, le digo que es un cerdo, que por culpa suya estoy en la calle. Él me responde con esta frase, que no
olvidaré jamás:
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-Escucha, he escrito este libro para hacerme un pedestal a mi mismo, no para hacértelo a ti.
Me guardé la bofetada en el bolsillo.
Bebiendo de todas las fuentes despliega un talento
publicitario para crear y mantener su mito personal (hasta su presencia
física) y a fuerza de acrobacias e inventos, insinuaciones a la buena
sociedad, de compromisos con el poder político y religioso, termina por
imponerse como el auténtico representante del Surrealismo.
Su interés en el arte era ser original. Hacer algo que no se
hubiera llevado a cabo antes. Podemos observar, por ejemplo, como
sus cristos no son nada convencionales. Mientras uno está visto desde
arriba, el segundo está suspendido en el aire sobre una cruz cubista y
con una perspectiva que tampoco es habitual. Son cuadros de una
temática muy reproducida, pero nunca de esa manera.
Podemos entender ahora por qué el cuadro que aparece en 1965 es tan diferente a todas las
representaciones anteriores. Dalí conoce a los clásicos y se conocen continuos acercamientos a los manieristas,
no es por lo tanto extraño que decida tomar una imagen de éstos y llevar la excentricidad que intentaron ellos,
hasta un punto que no habían logrado.
Representa por lo tanto a Laocoonte sin sus hijos, saltándose así y toda la leyenda que rodea al
personaje (recordemos además que en algunas de estas leyendas ni siquiera moría). Pero no le basta con dejarle
sólo luchando con la serpiente, sino que nos lo representa de espaldas. Igual que de cristo nos muestra
posiciones no vistas antes. Lo importante de Laocoonte era ese instante del movimiento contenido por las
serpientes. No podía moverse, pero lo intentaba, y pretendía gritar, pero la belleza se lo impedía. Estos dos
factores no le importan a Dalí, que quiere ser más original que los anteriores. Por último si comparamos esta
pintura con la anterior, observamos que introduce a nuestro personaje en un espacio cerrado, no quiere que lo
ubiquemos en ningún espacio externo como ocurría con el paisaje toledano que incluía El Greco.
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Pero no contento con el cuadro, añade un título que añade surrealismo a la obra.
Laocoonte
atormentado por las moscas. Aquí Dalí juega con dos elementos. La escritura automática permitía unir
elementos que podían no tener nada en común. También el surrealismo permite una burla, y esto es lo que hace
aquí el catalán. Lo lógico habría sido hablar de las serpientes como las que atormentaban, pero este elemento
siempre era lo que dejaba al sacerdote aprisionado y no podía moverse. Y es necesario que se mueva, ¿quién no
lo hace cuando una mosca le molesta? La sobriedad que pretendían en la antigüedad no puede ser cierta,
debería moverse y quejarse de la misma manera que lo hace todo hombre ante las moscas.
El surrealismo se convirtió en un arte que hacía paradoja de toda forma y el absurdo de toda huma existencia
era la base de su visión. Y aquí está el arte de Dalí que reúne tanto de surrealismo como de excentricismo.
Porque Dalí provocador, imprevisible, inquietante, bastante loco, siempre surrealista, lo era de veras, por
naturaleza.
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7. La postmodernidad no le olvida
Y llegamos por fin a nuestro siglo, el cual está lleno de individualismo, aun mayor que en el siglo pasado.
Ya no hay una sola corriente, sino que hay diferentes caminos que seguir. Hay una continua crítica, renovación,
toma de obras sin importar de donde vienen. Es un nuevo hacer egoísta, que permite un nuevo sentido al arte.
En esta sociedad de consumo, todo lo que tienen en común las diferentes corrientes, es el hecho de que se han
convertido en un objeto más que vender y comprar. Es una continuación de la filosofía que se creó a partir de
Dalí: Money, Money.
Para poder entender nuestro siglo será necesario que pase un tiempo para poder verlo con otros ojos,
pero ante mi vista solo veo una venta de la personalidad, de un esfuerzo, a veces poco valorado y otras en
exceso. La firma vale más que la obra, y eso está llevando a una degeneración del arte. (Esto no quita que las
obras que se presenten tengan, muchas de ellas, una belleza excepcional, nueva y original).
Esta época es por lo tanto propicia para que salgan a relucir
montones de obras antiguas que los nuevos autores reutilicen. Podremos
encontrar varias obras sobre el mismo tema y cada una desde una visión
muy diferente. Como ejemplo muestro esta escultura en la que ses
puede distinguir una copia de la primera obra plástica que presenté. No
es necesario que haya cuerpos, pues mientras conozcas la obra original
entenderás perfectamente esta otra. Además hay una mayor libertad
para el espectador. Se permite que utilices tu imaginación (incluso
podrías pensar que por fin está gritando).
Es un momento de dar rienda suelta a la filosofía planteada en un primer momento por Kant, en la que
es el sujeto el que sostiene la sensación, el que da el sentido y significado a la obra de arte. El giro copernicano
de poner el sujeto en el centro se está llevando a sus máximas consecuencias, hasta el punto de olvidar la técnica
y la obra, para dejar que el sujeto observador haga la mayor parte del proceso estético.
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Michael Najjar, nos presenta una obra
fotográfica, que presenta un juego doble al
espectador. Podemos ver el pasado y el futuro
con una sola mirada al cuadro. Nos presenta una
composición de figuras que ya conocemos y que
pertenece a la época helenística. Pero los
personajes ya no resultan de la misma naturaleza
que la obra escultórica de la cual toma el modelo.
El grupo del Laoconte de la escuela de Rodas,
muestra unas figuras humanas en un movimiento
tal que se ve toda la fuerza que realizan los
personajes, y se nota una musculatura firme y marcada. Hay una constricción de las serpientes a los personajes.
Un intento de paralizar el movimiento, de captar un instante. Mientras, en la fotografía de M. Najjar, la
fisonomía de los modelos es otra bien distinta. Resultan personas hechas de plástico y parecen de algún modo
robotizadas, que no producen fuerza alguna aun realizando posturas tan complejas. Tampoco los rostros
presentan sentimiento alguno. La impresión que nos quiere mostrar la escultura antigua, de angustia y miedo, se
olvida en esta segunda, mostrando tan solo la misma composición de los cuerpos, olvidando los sentimientos que
deberían transmitir las figuras. Nos muestran que no son de naturaleza humana. Son los nuevos seres que
surgirán en el futuro, los Replicantes (recordemos Blade Runner) que hacen una réplica de las obras del
pasado.
Esta imagen es también reforzada por las nuevas serpientes, que ya no son de naturaleza empírica, sino
que están realizadas por ordenador. Estas “serpientes de la nueva comunicación” se introducen en los cuerpos,
pero no nos damos cuenta de cómo nos paralizan, nos dejan impasibles. No gritamos ante su presencia porque
no nos incomodan. El futuro de Internet y las nuevas tecnologías se están introduciendo en nosotros, creando
nuevos humanos. Observemos además que las figuras ya no tienen ombligo. No son hijos tan solo de sus
padres, es una manera de representar el autor como se siente hijo y parte de esta nueva realidad que nos rodea.
La obra nos muestra una mimesis del pasado, una necesidad por parte del observador de conocer la
cultura occidental, o una manera de enseñar como fue el pasado. Pero no es una simple réplica, no pretende tan
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sólo mostrar como era el pasado, sino que usa la imaginación para inventar como será el futuro, con seres
biónicos. (El autor realiza una colección de fotografías con idéntico resultado, pero bebiendo de otras fuentes
de la cultura occidental, y a toda la colección le da el nombre de Bionic art.)
No pretende enseñar ocultando, sino que muestra con ingenio lo que había y lo que habrá. Además
notemos que la obra que realiza es una completud de la anterior. La escultura que nosotros conocíamos
resultaba rota por algunos fragmentos, y el autor ha reconstruido la escultura de dos modos: con ingenio y con
la razón. En el primer caso, a utilizando elementos del futuro, que solo se pueden traer al presente por la
imaginación. En el segundo, al recuperar la forma completa de la obra. Es un arte que incita a reflexionar por
medio de una imagen que no recurre a lo artificioso en absoluto. De hecho se nota como elimina todo aquello
que pueda ocultar el verdadero sentido de la obra. Nos muestra tan solo la forma. De hecho no hay paisaje ni
ningún tipo de detalle. No hay duda que el autor tiene una visión conceptista del arte.
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El humanismo revive con su muerte.
Gritos, movimiento, muerte y sufrimiento. No es natural que todo eso no vaya unido. De la misma
manera que no lo es el hecho de que uno se quede impasivo ante la molestia de las moscas, no puede ser humano,
que se vea tanta ruina cerca y nadie se mueva. Sale de nuevo el Laocoonte a nuestro rescate. Pero seguimos sin
verle sentido a nada. No hay un pensamiento único, no hay más que críticas a nuestro alrededor… no se puede pedir
al mundo que sepa entender el arte, la moral y el pensamiento si se le excluye de todo eso. Si hay tal individualismo
que lleva a no haber una corriente, sino demasiadas, que ya no importa nada excepto quién firma la obra, no importa
el contenido, y a veces ni siquiera la forma.
Somos Laocoontes griegos, oprimidos por la serpiente (el mundo que nos rodea), pero no nos vemos
capaces de gritar, ya no porque destrocemos la belleza, sino esa otra parte que tanto se toma por humano: la razón.
Si gritamos y nos removemos, se nos toma por locos. Estamos atrapados por una sociedad que nos abraza como un
padre demasiado protector al que tememos decir una palabra más alta que otra, una sociedad que nos procura una
soledad que no nos permite pedir auxilio, pues aunque gritásemos pocos nos oirían.
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CONCLUSIÓN
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