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Walter J. Ong. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. México, FCE, 1997, pp.170-173
“LOS ‘MEDIOS’ CONTRA LA COMUNICACIÓN HUMANA”
Al estudiar la tecnologización de la palabra, la mayor parte de este libro evita el término
"medios", La razón es que puede dar una impresión falsa de la naturaleza de la comunicación verbal, y de otra comunicación humana también. El pensar en un "medio" de comunicación o en "medios" de comunicación sugiere que éste equivale a una transferencia tubular de unidades de material llamadas "información" de un lugar a otro. Mi mente es una
caja. De ella saco una unidad de "información", la codifico (es decir, la adapto al tamaño y
la forma del tubo por el cual pasará) y la meto por un extremo del tubo (el medio, algo en
medio de otras dos cosas). De un extremo del tubo, la "información" avanza al otro, donde
alguien la decodifica (le devuelve su tamaño y forma debidos) y la mete en su propio recipiente parecido a una caja, llamado "mente". Este modelo obviamente tiene algo que ver
con la comunicación humana, pero muy poco si se le examina de cerca, y deforma el acto
de comunicación hasta volverlo irreconocible. De aquí el irónico título de McLuhan: El
medio es el masaje (no precisamente el "mensaje").
En su sentido más elemental, la comunicación humana, verbal y de otro tipo, difiere del modelo del "medio" en que, para llevarse a efecto, exige retroalimentación anticipada. En el modelo del medio, el mensaje pasa de la posición de transmisor a la de receptor.
En la comunicación humana real, el transmisor -antes de poder transmitir algo- no sólo ha
de realizar esa función sino también la de receptor .
Para hablar hay que dirigirse a otro u otros. Las personas en su juicio no vagan por
el bosque hablándole simplemente al viento. Incluso cuando se habla consigo mismo, es
preciso simular que se trata de dos personas, pues lo que yo digo depende de la realidad o
fantasía de la que creo estar hablando, es decir, de las posibles reacciones que puedo anticipar. Por lo tanto, evito enviar exactamente el mismo mensaje a un adulto que a un niño
pequeño. Antes de empezar a hablar, de alguna manera tengo que estar ya en comunicación con la mente a la que he de dirigirme. Puedo estar en contacto, quizás, a través de
relaciones pasadas, por un intercambio de miradas, un entendimiento con una tercer persona que nos ha reunido a mí y a mi interlocutor, o por cualquiera de otras innumerables
formas. (Las palabras son modificaciones de una situación más que verbal.) Tengo que
percibir algo en la mente del otro con la cual mi enunciado propio pueda relacionarse. La
comunicación humana nunca es unilateral. Siempre requerirá no sólo una reacción sino
que se configurará y obtendrá su contenido por una respuesta previa.
Esto no quiere decir que esté seguro de cómo responderá el otro a la que digo. Sin
embargo, debo ser capaz de conjeturar -al menos de manera tentativa- una posible gama
de respuestas. En cierto modo, tengo que encontrarme de antemano dentro de la mente
del otro para poder entrar con mi mensaje, y él o ella deben estar dentro de la mía. Para
formular cualquier cosa, debo ya tener "en mente" a otra persona u otras personas. Ésta es
la paradoja de la comunicación humana. La comunicación es recíprocamente subjetiva. El
modelo de medios no la es. No existe un modelo adecuado en el universo físico para esta
operación de conciencia, la cual es peculiarmente humana y señala la capacidad que los
seres humanos tienen para formar verdaderas comunidades de las cuales una persona
hace partícipe -interior, subjetivamente- a otra.
La conformidad para aceptar el modelo de “medios” de la comunicación revela el
acondicionamiento caligráfico. En primer lugar, las culturas caligráficas consideran el habla como más específicamente informativa que las culturas orales, donde el habla está más
orientada a la ejecución y es más una manera de hacer algo a alguien. En segundo, el texto
escrito parece ser, prima facie, un canal informativo de un solo sentido, pues ningún receptor real (lector, oyente) está presente cuando los textos son creados. Empero, cuando se
habla y cuando se escribe, algún receptor debe estar presente, de otro modo, el texto no se
creará. Por lo tanto, aislado de personas reales, el escritor inventa una persona o personas
ficticias. "El público del escritor siempre es imaginario" (Ong, 1977, pp. 54-81). Para un
escritor, todo receptor real por la general está ausente (si, por accidente, un receptor está
presente, la formulación del mensaje mismo se hará como si la persona estuviera de algún
modo ausente; si no fuera así, ¿para qué escribir?). La invención de los lectores es la que
hace tan difícil la escritura. El proceso es complejo y se fraguó con muchas incertidumbres. Debo conocer la tradición -o, si se prefiere, la intertextualidad- en la que ubico mi
obra con el objeto de poder crear para lectores reales papeles ficticios que puedan o quieran desempeñar. No es fácil penetrar en las mentes de personas ausentes a la mayoría de
las cuales no se conocerá jamás; pero no es imposible si nosotros y ellos conocemos la tradición literaria de la obra. Espero que en cierto modo haya logrado captar lo suficiente la
tradición para penetrar en las mentes de los lectores de este libro.
“LA TENDENCIA HACIA IA INTROSPECCIÓN: LA CONCIENCIA Y EL TEXTO”
Por lo menos desde la época de Hegel, nos hemos percatado cada vez más de que la
conciencia humana evoluciona. Aunque ser humano significa ser una persona y por lo
tanto único e imposible de duplicar, los avances en las investigaciones históricas han descubierto que la manera como una persona se percibe a sÌ misma en el cosmos ha evolucionado de manera uniforme a través de las épocas. Los estudios modernos sobre el cambio
de la oralidad al conocimiento de la escritura y de las consecuencias de éste, el texto impreso y el procesamiento electrónico de la articulación verbal ponen de manifiesto cada
vez más algunos de los aspectos en los cuales esta evolución ha dependido de la escritura.
La evolución de la conciencia a través de la historia humana se caracteriza por la
atención cada vez mayor que se presta al interior de un sujeto como alejado -aunque no
necesariamente separado- de las estructuras comunitarias en las cuales cada persona se
encuentra inevitablemente circunscrita. El conocimiento de sí mismo coexiste con la humanidad: todo el que puede decir "yo" posee un agudo sentido de sí mismo. Sin embargo
el poder de reflexión y de articulación acerca del yo necesita tiempo para desarrollarse.
Los progresos de corto plazo manifiestan su evolución. Las crisis en las obras de Eurípides
son menos crisis de expectativas sociales y más de conciencia interna que las crisis en las
obras del trágico anterior: Esquilo. Los tratamientos a plazo más largo manifiestan una
evolución semejante en la explícita preocupación filosófica con el yo, que se vuelve evidente en Kant, central en Fichte, sobresaliente en Kierkegaard, y preeminente en los existencialistas y personalistas del siglo XX. En The Inward Turn of Narrative [La tendencia de
la narrativa hacia la introspección] (1973), Erich Kahler relata detalladamente cómo la narrativa en Occidente se preocupa cada vez más por las crisis internas, personales, y las
vuelve su tema central. Los estados de conciencia descritos en un marco jungiano por
Erich Neumann en
The Origins and History of Consciousness [Orígenes e historia de la conciencia] (1954)
se orientan hacia una interiorización compleja, articulada y sumamente personal.
Los estados de conciencia muy interiorizados en los cuales el individuo no está tan
sumergido inconscientemente en las estructuras comunitarias, son estados que, al parecer,
la conciencia nunca alcanzaría sin la escritura. La influencia recíproca entre la oralidad
con la que nacen todos los seres humanos y la tecnología de la escritura, con la que nadie
nace, afecta las profundidades de la psique. Ontogenética y filogenética'mente, la palabra
oral es la primera que ilumina la conciencia con lenguaje articulado, la primera que separa
el sujeto del predicado y luego los relaciona el uno con el otro, y que une a los seres humanos entre sí en la sociedad. La escritura introduce división y enajenación, pero también
una mayor unidad. Intensifica el sentido del yo y propicia más acción recíproca consciente
entre las personas. La escritura eleva la
conciencia.
La acción recíproca entre oralidad y conocimiento de la escritura se
refleja en las preocupaciones y aspiraciones humanas últimas. Todas las
tradiciones religiosas del género humano poseen orígenes remotos en el
pasado oral y parece que todas conceden gran importancia a la palabra
hablada. Sin embargo, las principales religiones del mundo también han
sido interiorizadas mediante la creación de textos sagrados: los Vedas,
la Biblia, el Corán. En la doctrina cristiana, las significativas polaridades entre oralidad y escritura son particularmente agudas, probablemente
más que en cualquier otra tradición religiosa, incluso la hebrea. Pues
en la doctrina cristiana, la Segunda Persona del único Dios, que redimió
a la humanidad del pecado, no sólo se conoce como el Hijo sino también
como el Verbo de Dios. En esta fe, Dios Padre tiene la palabra en su
Hijo, quien no está por escrito. La Persona misma del Hijo se constituye
tomo el Verbo del Padre. No obstante, la doctrina cristiana también presenta como
su esencia la palabra escrita de Dios, la Biblia, la cual, detrás de sus autores humanos, tiene a Dios como autor, la que no sucede con ningún otro escrito. ¿De qué modo están relacionados entre sí los dos sentidos de la "palabra" de Dios, así como con los seres humanos
en la historia? Esta interrogante se aborda hoy en día con más interés que nunca.
De la misma manera, se plantean muchísimas otras preguntas sobre la que ahora
sabemos acerca de la oralidad y el conocimiento de la escritura. La dinámica de la orali-
dad y la escritura forman parte integral de la evolución moderna de la conciencia hacia
una mayor interiorización y una mayor apertura.
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