Introducción a la Pastoral con pre-adolescentes 1. Caracterización del preadolescente Llamamos pre-adolescencia a la etapa entre los 10 y 14 años aproximadamente, en la cual ocurren cambios biológicos radicales que separan la edad escolar y la adolesce ncia. El momento de entrada a esta etapa depende del ritmo particular de crecimiento de cada uno y la maduración dada por los factores hereditarios, siendo también importante considerar los factores socioculturales. No obstante, los niños y niñas iniciará n su etapa puberal más o menos a la misma edad en que lo hicieron sus padres y madres. El momento en que comienza la pubertad es variable; las niñas suelen ingresar a esta etapa dos años antes que los niños. Estas diferencias pueden ocasionarles conflictos, tanto si se desarrollan mucho antes como si lo hacen después que sus amistades. a. Desarrollo físico Se produce un notable estirón y nueva distribución y engrosamiento de tejidos de acuerdo a su sexo masculino o femenino. Esta modificación altera la imagen corporal, de modo que los púberes tienen que aprender a manejar y controlar su cuerpo, en sus movimientos y desplazamientos en el espacio. La armonía de la forma lograda durante la etapa escolar se rompe, porque el crecimiento no abarca de inmediat o a todo el cuerpo. En primer lugar crecen piernas y brazos y el tronco sólo al final; en un principio permanece corto y estrecho, mientras se alargan las otras partes. Por esto se habla de desarmonía pubescente. La nariz y las orejas a veces se agrandan e n desproporción con el resto de la cara. Además, pueden aparecerles granitos en la piel, los que se producen por el agrandamiento de los poros y la mayor secreción grasosa, debido a la acción de las hormonas sexuales sobre esa región. En general transpiran mucho y con olor fuerte. El crecimiento rápido produce gran consumo de energía de modo que los púberes se cansan con facilidad y ante cualquier esfuerzo físico o intelectual mani-fiestan desgano y flojera. Cuando el crecimiento ha ocurrido de manera veloz, es común una cierta fragilidad física. Se lastiman con facilidad especialmente en músculos y articulaciones. Esto se debe a que los nuevos tejidos y la parte del cerebro que se encarga de la coordinación de la actividad muscular no se han adecuado al nuevo peso y tamaño del cuerpo. Hay también una desarmonía motora: un exceso de movimiento y una falta de control en los movimientos dirigidos o espontáneos, y entonces aparecen torpes. Es importante subrayar que la edad del crecimiento intenso difiere notablemente en cada niño y niña, de manera que las comparaciones no tienen mucho sentido. Cada uno empezará a crecer de acuerdo a sus factores hereditarios, los cuales fijarán la estatura definitiva que tendrán. Sin embargo, entre los púberes muchas veces no se perdonan esas diferencias y molestarán en las duchas, por ejemplo, a aquellas niñas y niños con un desarrollo más tardío o más acelerado. Para ambos sexos el nuevo funcionamiento hormonal incide en el aumento del impulso sexual, hay más exitabilidad en las zonas genitales, y obviamente, curiosidad e interés por la sexualidad propia y la de otros. Todos estos cambios tan profundos, presentan un gran desafío tanto para los adultos que acompañan a los muchachos y muchachas en su crecimiento, como para los mismos púberes. Nos referimos aquí a la necesidad de educar y orientarlos, de modo que comprendan el valor que tiene el hecho de que a partir de este momento ellos ya son capaces de dar vida a un nuevo ser humano. Se hace muy necesario hablar clarament e con ellos haciéndoles ver que, si bien desde un punto de vista biológico están preparados para engendrar un hijo, su crecimiento y desarrollo psicológico, social y moral no ha concluído, por lo que no están en condiciones de hacerse cargo de la responsab ilidad de tener un hijo. b. Desarrollo intelectual La memoria y el pensamiento se enriquecen y amplían. Son capaces de buscar relaciones entre ideas, de sacar conclusiones, así como de recordar las ideas y situaciones por su significado, y las relaciones entre unas y otras. Los púberes de ambos sexos experimentan un progreso importante: su pensamiento y memoria se enriquecen y amplían. Adquieren la capacidad de hacer definiciones de ideas abstractas, por ejemplo, justicia, compasión y libertad. Pueden organizar las ideas y sacar conclusiones de manera espontánea. Esto se observa cuando empiezan a plantearse problemas en matemáticas, en expresión oral y escrita y en conversaciones de información en las que usan argumentos. A veces es difícil relacionarse con ellos, ya que se ponen soberbios en sus argumentaciones. Por eso no es raro escuchar en la familia frases dirigidas a los púberes, tales como “Ya salió la defensora de las causas perdidas”, “Apareció el abogado del diablo”, o “Ya salió el preguntón o l a sabionda”. Como este tipo de pensamiento no está establecido de manera definitiva, suelen alternarlo con formas infantiles de respuestas, o preguntas que desconciertan a quienes los rodean. Respecto de la memoria también hay una nueva forma que surge e n esta etapa. La memoria infantil es más bien mecánica. Esto significa que niños y niñas desde los 5 a los 12 años más o menos, pueden, por ejemplo, retener con facilidad series de números o palabras sueltas. En cambio los púberes empiezan a recordar más el significado del conjunto en que se encuentran las cosas, las palabras, o las situaciones. Por eso pueden aprender con relativa facilidad poesías, reproducir figuras, trozos musicales o procedimientos aritméticos. La memoria alcanza su máxima eficiencia a lrededor de los 13 años en las niñas y de los 14 años en los niños. Al respecto, muchos experiementan placer en tareas en las que utilizan esta habilidad; les gusta aprender cosas de memoria cuando las asocian a algo que tiene sentido para ellos. Paralelamente al surgimiento de estas nuevas características en los púberes, se observa una disminución del rendimiento escolar. Esto se debe, por una parte, a que los cambios corporales de esta etapa demandan mucha energía. El cambio hormonal incide en su excitabi lidad y falta de concentración. Por otro lado, en ellos se alternan pensamientos abstractos (definiciones, relaciones lógicas), junto con imágenes y pensamientos concretos, de modo que se distraen con facilidad. Esto ocurre especialmente cuando están aprem iados por el tiempo, como es el caso de las pruebas. Además se cansan y aburren rápidamente y abandonan las actividades en las que están. Los educadores deben tener en cuenta este proceso para entrenarlos en razonamientos diversos, proponerles actividades breves y variadas y darles tiempo para su ejercitación. Con esto se puede evitar que se vean y juzguen como incapaces y su autoestima sufra daños a causa de la aparente dificultad, lentitud o disminución de su rendimiento escolar. En general baja su capac idad de responder a las tareas que se les piden. Al respecto, cuando la familia les exige realizar tareas domésticas, éstas deben ser también precisas y cortas. Como en este período se distraen y fatigan con facilidad, muchas veces no son capaces de cumpli r lo prometido. Es importante darles reconocimiento cuando han logrado realizar una actividad completa, -por ejemplo lavar todos los platos, ordenar su pieza, encerar - significa esfuerzo y dedicación real de su parte. Por otro lado, conviene evitar culparl os o hacerlos sentirse tontos, inútiles o infantiles. Su autoestima es muy vulnerable y tienden a desvalorizarse; de aquí que las críticas duras pueden afectarlos seriamente. c. Desarrollo psico-social Es en esta etapa de vida donde la persona abandona s u existencia receptiva y en dependencia, hacia una existencia autónoma y personalizada, todos estos aspectos influyen el universo del pre -adolescente involucrando su contexto socio afectivo, es decir, padres, familia, Iglesia, escuela, amigos, etc. El deja r atrás la niñez implica un cambio lleno de expectativas por nuevas posibilidades que el ser más grande depara, como también de duelo por lo que se deja atrás. Aparecen en los púberes variaciones en sus comportamientos. Cambian de ánimo bruscamente, pasan de la actividad a la pasividad, de la alegría a la pena, de ser muy comunicativos a encerrarse en sí mi mismos. Su aspecto físico y los cambios que experimentan les hacen sentirse inseguros, torpes o feos. Desde el punto de vista emocional, tienen miedo p rovenientes de su propia revolución fisica. Junto con esto pasan de una emoción a otra con intensidad; tan pronto se enfurecen, incomodan o aburren, como se mueren de risa, se diviertan, o se llenan de ansiedad. Son lábiles e inestables emocional y comport amentalmente. También temen a lo desconocido y al juicio de los demás, ante el cual se vuelven más sensibles. Por esto, la vergüenza y el pudor los invaden cuando las opiniones de sus compañeros o compañeras ponen en juego algo de la imagen que buscan hacerse sobre sí mismos. Los adultos se desconciertan ante sus reacciones y se las reprochan. Es necesario tomar en cuenta que el crecimiento físico y las formas adultas no significan que estén inmaduros en el plano afectivo y social. Las muchachas y los mucha chos tienen comportamientos de resistencia y oposición a la autoridad, a las normas de la casa y de la escuela, sintiéndose al mismo tiempo vacíos, desorientados e inseguros. Las nuevas actitudes y emociones de los púberes preocupan y desafian a la familia y a los profesores. Esta rebeldía es similar al proceso de autonomía de los tres años. Al igual que entonces, necesitan de mucho afecto y comprensión al mismo tiempo que de reglas y control. Los púberes comienzan a darse cuenta de las contradicciones de l os adultos, quienes dicen una cosa y hacen otra. Se vuelven críticos con sus padres, en parte por descubrir estas incongruencias, y debido también a su propia búsqueda de independencia. Por esto parecen indiferentes a la familia, caprichosos, esquivos y porfiados. Estos comportamientos significan desafíos para la familia. Por un lado necesitan que se los deje tomar decisiones y ser independientes. Por otro, como son inseguros y afectivamente frágiles, necesitan apoyo y comprensión. Se trata entonces de que los adultos que los rodean (padre, madre, profesores) tengan con ellos una dirección firme, clara y precisa, al mismo tiempo que respetuosa de sus nuevos impulsos y necesidades. Es importante que haya límites, cuyo sentido puede ser conversado con ellos. E s aquí donde la consecuencia de los adultos se hace relevante. Ser firme, claro y preciso en las reglas de convivencia no se contradicen con el tacto, el afecto y la comprensión. Ambos aspectos deberían estar presentes en las conversaciones con los púberes . Por ejemplo, si un punto de desencuentro es la impuntualidad en la hora de llegada a la casa, o el cumplimiento de tareas, los adultos deben expresar su desacuerdo y exigirles cumplir con las normas acordadas. Es necesario señalarles los puntos o situaci ones en las que se les exige cumplimiento, fundamentando el por qué, cuándo y cómo, y dejar que experimenten las consecuencias lógicas que se desprenden de sus faltas de compromiso. Si el llegar tarde implica tener que sevirse solos la comida, los padres harán bien en velar por que así sea. Esto se revela muy útil en el diálogo y acuerdo con ellos. Por el contrario, es contraproducente emplear castigos fisicos o juicios drásticos tales como "Sos un inútil", "No servís para nada", "Ya no sos la buena niña de antes'', etc. Con esto se les transmite, en lugar de respeto a la autoridad de los padres, violencia y descalificación. Padres y profesores no deben temer ejercer su autoridad para ayudarlos a comprender y controlar sus comportamientos inadecuados o desc ontrolados. Los adultos necesitan recordar que los púberes no han desarrollado ni la afectividad ni el pensamiento adecuado para ponerse en el lugar del otro. Estas dimensiones se desarrollarán durante la adolescencia. En este momento niñas y niños púberes están en la etapa de relacionarse con otros de manera "utilitaria". Es decir, los otros están para descubrirse a sí mismos y probar el relativo poder de ser más grandes. d. Desarrollo religioso y moral El sistema de Valores, al comienzo de este estadio, permanece todavía, en gran parte, anclado en el de la edad precedente, aunque se haya iniciado el proceso de su interiorización consciente y motivada; esta dependencia de los valores tiende, sin embargo, a debilitarse cada vez más y ensancharse más allá d el círculo familiar y escolar, motivado por los abundantes influjos que, de todas partes, en una cultura pluralista, presionan al sujeto. El sistema de valores comienza también a organizarse en una estructura relativamente estable, llamada «yo ideal». Este proyecto sobre sí mismo, inicialmente condicionado por el influjo de personalidades concretas encontradas en familia o escuela, en la lectura o en la crónica, tiende a hacerse cada vez más personalizada y abstracta. A medida que se emancipa de los modelos concretos, el adolescente puede actuar un proyecto de sí, que corresponda a las propias aspiraciones ideales. En cuanto al desarrollo religioso, la pre -adolescencia parece representar una época de feliz fecundidad, realización de las premisas sembradas e n la niñez. Podemos considerar este período sustancialmente positivo para la mayoría de los sujetos socializados religiosamente. Hay en general una religiosidad caracterizada por una intensa práctica ritual y sacramental, por intereses cognoscitivos notables, cognotaciones morales sentidas y activismos entusiasta. Veamos algunos rasgos típicos: a) Concepción de Dios Tiene mucha relación con la enseñanza recibida. Dios es todavía lejano y abstracto, el Dios de los filósofos y de los científicos; que empiez a a ser percibido como “alguien”, como persona, al entrar en la fase de personalización. Desaparece el animismo y Dios se afirma como trascendente al mundo material. También disminuye el magismo y deja de existir definitivamente el antro-pomorfismo material, aunque permanecen algunas formas de antropomorfismo moral. Parecen continuar los sentimientos típicos de la confianza infantil por un lado, y aparecen ciertas actitudes de miedo por el otro. Este carácter ambivalente es subrayado por la aparición de l as primeras dudas religiosas. b) Sentimiento de afiliación religiosa Con la disminución de la dependencia familiar, el acceso a formación e informaciones religiosas, y la participación en la vida litúrgica comunitaria, el sentimiento de afiliación se adapt a, uniéndose a un organismo religioso específico, con una base estructural históricamente definida. Este proceso es paulatino y facilita la comprensión del concepto de comunidad, poniendo los fundamentos para el sentido de solidaridad. Este proceso puede ser demorado por actitudes negativas que predominan en ciertos ambientes con respecto a la Iglesia. El abrirse progresivo del pre adolescente a diversos grupos, lo lleva a tener que confrontar distintas propuestas de valores. El criterio de selección es e l de la funcionalidad psicológica: elegirá pertenecer a aquellos grupos que satisfagan su necesidad de inclusión, reconocimiento y autorealización. c) El ritualismo El pre-adolescente frecuenta con gusto y espontaneidad la Iglesia, se acerca a los sacramentos, reza con frecuencia y participa emotivamente. Pero a menudo aparece una clara dimensión ritualística, probablemente relacionada con elementos no bien integrados de la religiosidad infantil. Su acercamiento a lo comunitario e institucional tal vez ace ntúe este aspecto. En los varones, Dios aparece percibido como el “Dios de la ley”, trascendente por su fuerza, poder y perfección moral; con una actitud religiosa que a veces convierte el rito en fin antes que en medio. En las chicas, se subraya la posibilidad del encuentro con Dios, caracterizable como el “Dios del amor”, que se halla en un encuentro afectuoso y espontáneo, siendo el rito sólo un instrumento de ese encuentro. En la oración, a menudo aumenta la intensidad, sintiendo a Dios como presente reflejado en un sentimiento de paz, serenidad, alegría interior. El contenido de la oración es más espiritual, altruístico e interiorizado; sin embargo su eficacia está a veces unida a elementos mágicos. A veces se repiten mecánicamente fórmulas y gestos. La realidad a la que ha llegado el pre adolescente, se confrontará con las exigencias de la etapa siguiente, en la que ya son previsibles dificultades y conflictos.