No es casual que el nombre de Aguirre haya... la vida democrática de nuestro país como los del ...

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Un narcocorrido peruano
No es casual que el nombre de Aguirre haya sido vinculado a sumarios tan degradantes para
la vida democrática de nuestro país como los del tamayazo, la estación del AVE de
Guadalajara, las escuchas telefónicas, Fundescam o Gürtel. Ni una palabra sobre todas estas
sombras hemos de hallar en las palabras de Llosa. Para cualquier lector mínimamente
informado, esa deliberada omisión hace saltar unas cuantas alarmas. Cuando el señor afirma
sin sonrojarse que Aguirre es una de las figuras políticas que más elecciones ha ganado,
obviando el hecho de que perdió las que le colocaron al frente de la Comunidad de Madrid en
uno de los episodios más bochornosos que recuerda nuestra democracia, ya empiezan a
oírse las sirenas.
Pero no es esto lo que más me preocupa en el panegírico llosiano, sino su desorientación
ideológica, su miopía a la hora de mezclar churras y merinas, dejando de paso entrar un buen
número de ovejas negras, si me permiten alargar la metáfora. No es posible hacerse una idea
cabal de qué quiere decir Llosa cuando habla de liberalismo, en este texto, y lo hace
continuamente. ¿Por qué es liberal una presidenta autonómica conocida por manipular
ideológicamente Telemadrid y repartir al mismo tiempo alegremente licencias a los medios
que la halagan, subvencionándolos además (anatema absoluto) con inagotable publicidad
institucional, perfectamente superflua? ¿Exactamente qué principios de esa ideología tan pura
puso en práctica la Comunidad de Madrid al ordenar el espionaje de rivales políticos? ¿Dónde
está el liberalismo de un Gobierno regional que restringe el acceso público a páginas web del
movimiento 15M, precisamente por política de contenidos?
Si una ideología es una dirección, o una brújula que nos permita un viaje más largo que lo
inmediatamente visible, la de Llosa se ha demostrado en este artículo de lo más frágil. En
lugar de señalar el camino más corto, el discurso emprende tremendos rodeos para sortear lo
injustificable de un personaje que, a pesar de todo, se percibe como compañera de clase y,
por tanto y exclusivamente por ello, digna de enconadas pero incoherentes defensas. Como
una vía de AVE que hubiera de establecer el apeadero a veinte kilómetros de una ciudad, si
me permiten la metáfora tendenciosa.
El final de la hagiografía es como para dejar escapar una carcajada. Llosa llega a pintar a una
Aguirre desinteresada y elevada por encima de las luchas por el poder de su partido, que
generosamente cede el testigo a las nuevas generaciones del liberalismo español, y añade
que esa generosidad a la hora de apartarse de la primera línea forma parte, también, de la
filosofía (y la coherencia) liberal (sic). A estas alturas nuestro desconcierto es máximo. Nadie,
ni siquiera sus más fervientes defensores, ha dejado nunca de pintar a Aguirre como una
correosísima rival de gabinete, de largas iras y mañosa para vengarse, así como para
proteger a sus aliados caídos en desgracia mediante cargos públicos otorgados a dedo. Su
lista de enemigos declarados dentro de su propio partido es larga y notoria, así como su pulso
con la ejecutiva, a quienes gusta de amenazar con la creación de un partido más ultra si cabe
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Un narcocorrido peruano
que fragmentaría la derecha española en un largo invierno nuclear. Imaginar a semejante
personaje decidiendo un día abandonar todo el poder que acumula, simplemente por
coherencia con la filosofía liberal, parece un chiste malo pero es en realidad, e
involuntariamente, un chiste macabro sobre el actual statu quo político en nuestro (cada vez
menos, y con razón) bipartidista país.
¿Sabe Llosa de lo que habla, y aún así pinta con brochazos rosados este espeluznante retrato
de lideresa con madroño, o desconoce olímpicamente el percal y se limita a dejar caer lugares
comunes con Juanas de Arco que arden en la hoguera, perfil que se parece al de Aguirre
como el de un huevo al de una castaña? No importa. Lo que importa es el absoluto
descascaramiento ideológico del pensamiento único que nos dirige, la caída de los paños con
que se investían de coherencia estructural, que deja ver un armazón carpetovetónico de
clasismo, insolidaridad y cinismo que ni tan siquiera es capaz de hacer que las cosas
´funcionen´ según sus propios criterios. Ese monstruo que se devora a sí mismo ni siquiera es
nuevo, por muchos prefijos ´neo´ que se le coloquen. Hace muchos años que conocemos el
antídoto, de modo que, en lo esencial, estamos preparados para detenerlo. Contamos con
Llosa, además, y sus cartas de amor, para rearmarnos.
(Artículo publicado en diario La Opinión de Murcia el 13/10/2012:
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2012/10/13/opinion-narcocorrido-peruano/432987.html
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