CONGRESO NACIONAL CAMARA DE SENADORES SESIONES ORDINARIAS DE 2007 ANEXO I AL ORDEN DEL DIA Nº 928 Impreso el día 14 de noviembre de 2007 SUMARIO COMISION BICAMERAL PERMANENTE DE TRAMITE LEGISLATIVO – LEY 26122 Dictamen de minoría en la consideración del decreto de necesidad y urgencia 1108/07 del Poder Ejecutivo por el que modifica el presupuesto para el ejercicio 2007. SE ACONSEJA SU RECHAZO. (PE-255/07) DICTAMEN COMISION EN MINORÍA Honorable Cámara: La comisión Bicameral Permanente ―ley 26.122― ha considerado el decreto de necesidad y urgencia 1108, del 16 de agosto de 2007 (B.O. 24/08/07), por medio del cual se modifica la ley 26.198, de presupuesto general para la administración pública nacional para el ejercicio 2007. Por las razones expuestas en el informe que se acompaña y las que dará el miembro informante, se aconseja el rechazo del citado decreto. De acuerdo con las disposiciones pertinentes, este dictamen pasa directamente al Orden del Día. Sala de Comisiones, 7 de noviembre de 2007. Pablo G. Tonelli. Informe Honorable Cámara: Tengo el agrado de dirigirme a V.H. a fin de someter a su consideración el presente dictamen respecto del decreto de necesidad y urgencia n° 1108, del 16 de agosto de 2007 (B.O. 24/08/07), por medio del cual se modifica la ley 26.198, de presupuesto general para la administración pública nacional para el ejercicio 2007. El titular del Poder Ejecutivo dictó el decreto bajo análisis en uso de la atribución que le confiere el artículo 99, inciso 3°, de la Constitución Nacional (como se expresó en los considerandos del decreto); por lo que no cabe duda de que se trata de un decreto de necesidad y urgencia que, como tal, debe ser objeto de consideración y dictamen por parte de esta comisión (arts. 2, 10, 19 y concordantes, ley 26.122). 1. Criterio rector Para el análisis del decreto en cuestión es necesario partir del principio establecido en el artículo 99, inciso 3°, de la Constitución Nacional, según el cual "el Poder Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo" (segundo párrafo). El principio es consecuencia, claro está, de la división de poderes que es inherente al carácter de república que la Constitución le asignó a nuestra nación y a la existencia de un Congreso encargado de legislar (arts. 1°, 44 y concordantes). Teoría o doctrina la de división de poderes, que es la "más conforme a la naturaleza de las cosas", la "más propia para el cumplimiento de los fines de todo gobierno", y "la mejor manera de defender y garantir contra las tentativas de la tiranía los derechos y libertades de los hombres" a juicio de Joaquín V. González (Manual de la Constitución Argentina, pág. 310, 26ª ed., Ángel Estrada y Cía., Buenos Aires, 1971). E indispensable a juicio de la Corte Suprema de Justicia, que muy poco después de instalada expresó que "si la división de poderes no está plenamente asegurada, la forma republicana de gobierno es una ficción" (caso "Ramón Ríos y otros", 1863, Fallos 1-32). Pero el principio de que el presidente no puede legislar admite, sin embargo, una excepción prevista en el siguiente párrafo del mismo artículo 99, inciso 3°, de la Constitución Nacional. Se prevé en esa norma, en efecto, que "solamente cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o de régimen de los partidos políticos, podrá (el Poder Ejecutivo) dictar decretos de necesidad y urgencia, los que serán decididos en acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos, conjuntamente con el jefe de Gabinete de Ministros". De manera tal que tenemos un principio rector ―de acuerdo con el cual al Poder Ejecutivo le está vedado emitir disposiciones de carácter legislativo―, y una excepción en caso de circunstancias excepcionales que hagan imposible seguir el trámite ordinario de las leyes. En consecuencia, fluye del texto constitucional que corresponde aplicar un criterio restrictivo cuando se trata de juzgar la validez de decretos de necesidad y urgencia dictados por el Poder Ejecutivo (CSJ, Fallos 322-1726, consid. 7°; en igual sentido: Gregorio Badeni, Tratado de Derecho Constitucional, tomo II, pág. 1259, ed. La Ley, Avellaneda, 2004). No hay que perder de vista, además, que se trata del ejercicio, por parte del Poder Ejecutivo, de una atribución que no le es propia sino que, muy por el contrario, es privativa de otro poder. Por lo tanto, si el criterio no fuera restrictivo se correría el riesgo de alterar y afectar gravemente el equilibrio de los poderes, confiriendo atribuciones exorbitantes al presidente de la Nación y poniendo en riesgo las libertades individuales. 2. Circunstancias justificantes Como quedó dicho antes, para que la excepcional atribución del Poder Ejecutivo de emitir disposiciones con contenido legislativo pueda ser legítimamente ejercida es necesario que existan "circunstancias excepcionales" que requieran pronto remedio y que sea "imposible seguir los trámites ordinarios previstos para la sanción de las leyes". De acuerdo con la previsión constitucional será por lo tanto necesario, en cada oportunidad en que esta comisión deba pronunciarse, determinar si han existido las circunstancias excepcionales y la imposibilidad de seguir los trámites ordinarios para la sanción de las leyes que justificarían y darían sustento al decreto de necesidad y urgencia de que se trate. Uno de los casos en los que la Corte Suprema de Justicia analizó con más cuidado esta espinosa cuestión de hecho, fue el caso "Peralta" (27/12/1990, Fallos 313-1513), aunque la decisión es anterior a la reforma constitucional de 1994. En esa sentencia, el alto tribunal exigió, para justificar la procedencia de un decreto de necesidad y urgencia, la existencia de una situación de grave riesgo social (consid. 24°), que pusiese en peligro la existencia misma de la Nación y el Estado (consid. 26°), y tuvo en cuenta el descalabro económico generalizado y la necesidad de asegurar la continuidad y vigencia de la unión nacional (consids. 33° a 35°). Es decir que, a criterio del tribunal, sólo una situación de muy extrema gravedad justificaría la emisión de un decreto de necesidad y urgencia. Luego de sancionada la reforma constitucional de 1994, la Corte Suprema reiteró el mismo criterio en la sentencia dictada en el caso "Video Club Dreams" (6/6/1995, Fallos 318-1154). El tribunal, en efecto, anuló dos decretos de necesidad y urgencia emitidos por el Poder Ejecutivo porque, entre otras razones, "los motivos que impulsaron el dictado de los decretos no se exhiben como respuesta a una situación de grave riesgo social que hiciera necesario el dictado de medidas súbitas como las que aquí se tratan" (consid. 15°). La Corte pareció flexibilizar grandemente su criterio al resolver el caso "Rodríguez" (17/12/1997, Fallos 320-2851), en el cual no analizó la existencia de circunstancias justificantes pero tácitamente aceptó la explicación del jefe de gabinete, quien alegó como circunstancia excepcional "los graves defectos que afectan a nuestro sistema aeroportuario". Pero poco tiempo después, al resolver el caso "Verrochi" (19/8/1999), el tribunal volvió sobre sus pasos y se mostró dispuesto a examinar si el Poder Ejecutivo había actuado para remediar una situación de hecho constitutiva de un estado de emergencia, es decir si estaba fácticamente justificada la emisión de un decreto de necesidad y urgencia. Y con toda claridad dijo la Corte en ese caso que "para que el Poder Ejecutivo pueda ejercer legítimamente facultades legislativas que, en principio, le son ajenas, es necesaria la concurrencia de alguna de estas dos circunstancias: 1) Que sea imposible dictar la ley mediante el trámite ordinario previsto por la Constitución, vale decir, que las cámaras del Congreso no puedan reunirse por circunstancias de fuerza mayor que lo impidan, como ocurriría en el caso de acciones bélicas o desastres naturales que impidiesen su reunión o el traslado de los legisladores a la Capital Federal; o 2) que la situación que requiere la solución legislativa sea de una urgencia tal que deba ser solucionada inmediatamente, en un plazo incompatible con el que demanda el trámite normal de las leyes" (Fallos 322-1726, consid. 9°). Para que no quedaran dudas, agregó el tribunal que al analizar "el presupuesto fáctico que justificaría la adopción de decretos de necesidad y urgencia" corresponde "descartar criterios de mera conveniencia ajenos a circunstancias extremas de necesidad, puesto que la Constitución no habilita a elegir discrecionalmente entre la sanción de una ley o la imposición más rápida de ciertos contenidos materiales por medio de un decreto" (consid. 9°, segundo párrafo). El criterio fue reiterado al menos en tres casos posteriores. En "Risolía de Ocampo" expresó la Corte Suprema que "el fundamento de los decretos de necesidad y urgencia es la necesidad de poner fin o remediar situaciones de gravedad que obligan a intervenir en el orden patrimonial, fijando plazos, concediendo esperas, como una forma de hacer posible el cumplimiento de las obligaciones, a la vez que atenuar su gravitación negativa sobre el orden económico e institucional y la sociedad en su conjunto"; con el agregado de que "uno de los requisitos indispensables para que pueda reconocerse la validez de un decreto como el cuestionado en el sub-lite es que éste tenga la finalidad de proteger los intereses generales de la sociedad y no de determinados individuos" (2/8/2000, Fallos 323-1934). Luego, en "Cooperativa de Trabajo Fast Limitada", la Corte requirió, para justificar la imposibilidad de seguir el trámite ordinario de las leyes, "que las cámaras del Congreso no puedan reunirse por circunstancias de fuerza mayor que lo impidan" (1/11/2003, Fallos 326-3180). Y en "Leguizamón Romero", del 7 de diciembre de 2004 (Fallos 327-5559), la Corte reiteró que para que sea procedente la emisión de un decreto de necesidad y urgencia por parte del Poder Ejecutivo es necesario que exista un "grave trastorno que amenace la existencia, seguridad o el orden público o económico". Esta doctrina es la actualmente vigente y contiene las premisas bajo las cuales debe realizarse el análisis de los decretos de necesidad y urgencia requerido por el artículo 99, inciso 3°, cuarto párrafo, de la Constitución Nacional, y por los artículos 2, 10, 19 y concordantes de la ley 26.122. 3. Primera conclusión Lo hasta aquí expuesto permite sintetizar una primera conclusión acerca de en qué situaciones o bajo qué circunstancias ―de acuerdo con la doctrina de la Corte Suprema de Justicia― puede el presidente de la Nación dictar decretos de necesidad y urgencia. Las "circunstancias excepcionales" contempladas en el artículo 99, inciso 3°, de la Constitución Nacional se configuran ante una "situación de grave riesgo social", que "ponga en peligro la existencia misma de la Nación y el Estado", o ante un "descalabro económico generalizado" y frente a la necesidad de "asegurar la continuidad y vigencia de la unión nacional". Pero también es necesario que "las cámaras del Congreso no puedan reunirse por circunstancias de fuerza mayor" y que se trate de "proteger los intereses generales de la sociedad y no de determinados individuos". Por lo tanto, en cada caso en que deba determinarse si un decreto de necesidad y urgencia ha sido emitido de conformidad con la previsión constitucional, o no, será necesario verificar la existencia de los referidos supuestos de hecho. Y siempre aplicando un criterio de interpretación restrictivo, dado el carácter excepcional de esta atribución del presidente de la Nación. 4. El decreto 1108/07 El decreto de necesidad y urgencia n° 1108, del 16 de agosto de 2007 (B.O. 24/08/07), fue dictado para modificar la ley 26.198, de presupuesto general para la administración pública nacional para el ejercicio 2007, tal como ya fue detallado en el inicio del presente informe. A fin de comprender el cabal significado de la norma sub examine, debe observarse que el presupuesto para el ejercicio fiscal 2007, aprobado por ley 26.198, fue de ciento veintiún mil trescientos tres millones sesenta y nueve mil cuatrocientos cincuenta y nueve pesos ($ 121.303.069.459). De manera que, mediante el decreto bajo análisis, concretamente, se incrementó el monto total del presupuesto de la administración pública nacional del corriente ejercicio, por incorporación de recursos corrientes y de capital por un monto de $ 11.086.063.046. Asimismo el total de gastos es de $ 8.926.182.132, quedando un superávit de $ 2.159.880.914. Este incremento de presupuesto equivale al 9,14%. También debe señalarse, con carácter liminar, que aparentemente, el jefe de Gabinete se ha limitado a enviar al Congreso sólo el texto del decreto, sin haber adjuntado oportunamente todos los antecedentes del caso, como hubiera correspondido. Digo aparentemente porque no he recibido hasta el momento otro antecedente más que el mencionado, pero no puedo descartar que ellos hayan ingresado junto con el mensaje del jefe de Gabinete. Esta circunstancia perjudica sensiblemente la labor de esta comisión, ya que, además, la publicación del mencionado decreto en el sitio de Internet del Ministerio de Economía ("Infoleg") no incluye la publicidad de las planillas, que tampoco pueden consultarse en la página web del Boletín Oficial. La apuntada dificultad se agrava en el caso del decreto bajo examen que hace referencia a las planillas anexas a él, pero que no me fueron remitidas, razón por la cual la sola lectura del artículo no permite advertir qué parte del presupuesto nacional se modifica. Para ello se ha debido recurrir al Poder Ejecutivo, por nota de la comisión bicameral permanente de trámite legislativo, para que remita un informe detallando los orígenes del incremento de recursos como las aplicaciones en los gastos y el correspondiente superávit fiscal. De las copias recibidas de tal informe recién se pudo conocer el monto total de recursos y gastos a los que alude el decreto 1108/07. De todas maneras, y en primer lugar, surge del texto del decreto que éste fue dictado en agosto de 2007, en pleno período de sesiones ordinarias del Congreso (art. 63 de la Constitución Nacional) y sin que mediara ningún obstáculo que impidiera el tratamiento de la iniciativa por parte del Poder Legislativo. En los considerandos del decreto se expresan numerosas justificaciones para el dictado del mismo como por ejemplo el objetivo de concretar una importante cantidad de obras públicas y de infraestructura energética, priorizando las acciones en materia de energía, vivienda, infraestructura vial y de saneamiento. Asimismo, se argumenta que resulta indispensable continuar con las acciones que se vienen desarrollando en materia de mejora del transporte ferroviario, automotor y aerocomercial. Sin embargo, ni bien se examina cada uno de estos argumentos, se advierte que en ninguno de los casos se está frente a una verdadera situación de necesidad y urgencia. Básicamente, porque se trata de proyectos que, por la materia de que tratan, indudablemente se conocen con bastante anticipación y no aparecen súbitamente. Ese es el caso, por ejemplo, del Programa Nacional de Compensación Salarial Docente, creado por ley 26.075, el cual lleva más de 18 meses de existencia. En ese lapso, el Poder Ejecutivo contó con tiempo más que suficiente como para elaborar una iniciativa legislativa para enviar al Congreso y lograr su pronto tratamiento. De igual manera ocurre respecto de la mención en el decreto acerca de la necesidad de aumentos presupuestarios para llevar a cabo nuevas obras públicas. Por la propia naturaleza de las obras, es evidente que se trata de realizaciones que requieren estudios previos, anteproyectos, proyectos, licitaciones y adjudicaciones, por lo que resulta inadmisible su falta de incorporación en el proyecto de ley de presupuesto para el ejercicio 2007, aprobado por el Congreso y sancionado como ley 26.198. Obviamente se puede argumentar que la falta de incorporación oportuna de las partidas respectivas en la ley de presupuesto se debió a una proyectada escasez de recursos. Así, en la misma línea de argumentación, podrá decirse que durante el presente ejercicio se ha verificado un imprevisible aumento en la recaudación tributaria, producto del inesperado crecimiento de la actividad económica y la aplicación de “eficaces acciones en materia de administración tributaria y control de la evasión impositiva”. Pero ese argumento resulta poco creíble a la luz de los cálculos y previsiones que habitualmente realizan tanto los funcionarios del Ministerio de Economía como de las reparticiones estatales de cálculo estadístico. El aumento en ingresos derivados de la percepción del Impuesto al Valor Agregado (IVA), a las Ganancias y a los Derechos de Exportación no surge súbitamente y en forma imprevista. Es público y notorio que en esta materia, y dadas las condiciones económicas actuales, existe una cierta inercia que permite anticipar adecuadamente el ritmo de crecimiento de los recursos. Puede concluirse, entonces, que aún exagerándose los criterios de prudencia, se subestimó el cálculo de recursos para luego recurrir al aumento del presupuesto en función de la mayor masa recaudada. Desde otra perspectiva, se puede intentar encuadrar el análisis del decreto 1108/07 como un ejercicio de las atribuciones conferidas al Jefe de Gabinete por medio del artículo 37, tercer párrafo, de la ley 24.156, modificado por la ley 26.124, popularmente conocida como ley de superpoderes, y que le confiere a aquél la facultad de disponer las reestructuraciones presupuestarias que considere necesarias dentro del total aprobado por cada ley de presupuesto, quedando comprendidas las modificaciones que involucren a gastos corrientes, gastos de capital, aplicaciones financieras y distribución de las finalidades. Sin embargo, tampoco es posible justificar la legitimidad del decreto por esta vía, según surge del segundo párrafo del citado artículo 37. En efecto, ese artículo de la ley 24.156, modificado por el artículo 1º de la ley nº 26.124 dispone que quedan reservadas al Honorable Congreso de la Nación las decisiones que afecten el monto total del presupuesto, el monto del endeudamiento previsto y el incremento de las partidas que se refieran a gastos reservados y de inteligencia, resultantes estas últimas de las mejoras salariales a que se hizo referencia anteriormente." Por lo tanto, es forzoso concluir que, tratándose de un incremento del monto total del presupuesto producto de una mayor recaudación por sobre la base presupuestada, corresponde al Congreso de la Nación proceder a tal modificación, máxime cuando el mismo está en período ordinario de sesiones y no se dan las causales de necesidad y urgencia. A partir de estos datos, es muy difícil encontrar una causa súbita, urgente, imprevista e impostergable que hubiera justificado la emisión del decreto de necesidad y urgencia nº 1108/07. En este punto recuerdo que, conforme la interpretación de la Corte Suprema, para que proceda la emisión de un decreto de necesidad y urgencia es preciso que "sea imposible dictar la ley mediante el trámite ordinario previsto por la Constitución, vale decir, que las cámaras del Congreso no puedan reunirse por circunstancias de fuerza mayor que lo impidan, como ocurriría en el caso de acciones bélicas o desastres naturales que impidiesen su reunión o el traslado de los legisladores a la Capital Federal" ("Verrochi", Fallos 322-1726, ya citado). Sin embargo, en el caso bajo análisis, el presidente tampoco ha intentado una explicación satisfactoria acerca de por qué es imposible seguir el trámite previsto en la Constitución para la sanción de las leyes. Sólo ha expresado esa imposibilidad como una petición de principio, sin fundamento alguno. Este vicio quita toda legitimidad a las medidas bajo examen, porque, tal como se lo ha reconocido en el derecho español ―fuente de nuestro derecho en este punto― que "la utilización de fórmulas rituales de una marcada abstracción" en el dictado de decretos de necesidad y urgencia, impide "todo contraste con la realidad" y hace "prácticamente imposible el control constitucional" (Superior Tribunal Constitucional de España, en pleno, sentencia del 28/3/2007, sobre el RDL 5/2002). Por lo tanto, la decisión debería haber sido adoptada mediante una ley, en sentido formal y material, dado que se trató de modificaciones de la ley n° 26.198 de presupuesto de la administración nacional para el ejercicio 2007 (art. 75, inc. 8°, de la Constitución Nacional). 5. Conclusión La conclusión, luego del precedente análisis, es que el Poder Ejecutivo dictó el decreto de necesidad y urgencia bajo análisis sin que estuvieran reunidas las condiciones para ello y que, muy por el contrario, lo hizo por razones de mera conveniencia, que es justamente lo que no debe hacer (CSJ, Fallos 322-1726, consid 9°). Desde un punto de vista formal, se observa que el decreto ha sido dictado en acuerdo general de ministros, ha sido firmado por el jefe de Gabinete de Ministros y este mismo funcionario lo ha remitido al Congreso dentro del plazo de diez días. Sin embargo, se comprueba que esta comisión bicameral no ha cumplido con el plazo de diez días hábiles para expedirse acerca del decreto oportunamente sometido a su consideración (conf. art. 99 inc. 3 y art. 18 de la ley 26.122). De tal manera, se configura un grave incumplimiento al régimen constitucional y legal que regula el trámite de los decretos de necesidad y urgencia. Al mismo tiempo, dicha mora proyecta sobre la norma bajo análisis una irregularidad que atenta contra su propia legitimidad y que puede generar consecuencias jurídicas sumamente perjudiciales. La demora en el tratamiento legislativo de los decretos de necesidad y urgencia hace nacer relaciones jurídicas al amparo de un régimen de naturaleza inestable, las cuales pueden ser alteradas o aniquiladas con el posterior rechazo del Congreso. Se abre camino, así, a eventuales demandas judiciales, y se lesiona irremediablemente el valor de la seguridad jurídica, que posee rango constitucional (CSJ, Fallos 254-62 entre muchos otros). Por otra parte, y tal como ha quedado demostrado en el punto anterior, resulta que tampoco se encuentran cumplidos en el caso los recaudos sustanciales, lo cual, por la materia de la que se trata, resulta particularmente grave. En efecto; la sanción de la ley de presupuesto, expresamente encomendada al Congreso por el artículo 75, inc. 8°, de la Constitución Nacional, ha sido considerada tradicionalmente como una “acción legislativa normal y primordial” y un “acto de gran trascendencia política” (CSJ, Fallos 325-2394, con especial cita de Juan A. González Calderón, "Derecho constitucional argentino", t. III, 1923, p. 105). No es admisible concebir a la ley de presupuesto –-bautizada con justicia “ley de leyes”–- como un instrumento meramente contable, que expresa las cifras que habrán de percibirse y gastarse, y que puede modificarse caprichosamente. Todo lo contrario. Es un instrumento que está en la base del sistema democrático y republicano de gobierno, mediante la cual se procura que el Poder Ejecutivo siga políticas debidamente planificadas y consensuadas y, a la vez, que la ciudadanía pueda ejercer un control sobre la administración de los recursos públicos. Por mandato constitucional los representantes del pueblo están llamados a autorizar y controlar al Poder Ejecutivo en el gasto e inversión de la renta nacional. Y tal proceso –por definición indelegable–- debe hacerse de manera transparente y por medio del debate público. Esa es la tendencia que se observa en los sistemas políticos más sólidos y en las constituciones más avanzadas, tal como la de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que en su artículo 52 garantiza “el carácter participativo del presupuesto”. De otro modo, la vida y los bienes de los argentinos corren serio peligro. Así nos lo advierte Alberdi, en una frase de singular actualidad: “en la formación del Tesoro puede ser saqueado el país, desconocida la propiedad privada y hollada la seguridad personal; en la elección y cantidad de los gastos puede ser dilapidada la riqueza pública, embrutecido, oprimido, degradado el país” (Juan Bautista Alberdi, “Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853”, en Obras Escogidas, t. IV, p. 124, Ed. Luz del Día, 1954) Por tanto, cualquier intento de alterar la ley de presupuesto nacional por fuera de los carriles institucionales previstos por la Constitución debe ser enérgicamente combatido. Por todas las razones expuestas, se aconseja el rechazo del decreto de necesidad y urgencia número 1108/07 bajo análisis. Pablo G. Tonelli.