18 05 2013 aguer

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18 – MAYO - 2013
REFLEXIÓN DE MONS. HECTOR AGUER
“TRES FUNCIONES DEL ESPÍRITU SANTO”
“Todos los años la Solemnidad de Pentecostés nos ofrece la posibilidad de pensar, o de
repensar, nuestra relación con el Espíritu Santo. Por supuesto que en esta breve charla no podemos
decir grandes cosas, pero sí recordar algunos puntos que son de catequesis fundamental y que, a
veces, olvidamos”.
“Al Espíritu Santo, Jesús, en el Evangelio, lo llama el Paráclito. Esta palabra, que suena un
poco rara porque viene del griego, suele ser traducida como abogado, defensor, consolador. Si nos
atenemos a la etimología podríamos decir que Paráclito designa al Espíritu Santo como Aquel al cual
nosotros invocamos para que venga a nuestro lado”.
“Este dato implica que nosotros tenemos que entablar una vinculación, una relación con el
Espíritu Santo que nos acompaña en el camino de la vida cristiana. A veces pensamos en Dios
Padre, por ejemplo, cuando rezamos el Padre Nuestro; o en Jesús y definimos nuestra condición
cristiana por relación a Cristo; pero también tendríamos que acostumbrarnos a definir nuestra
condición cristiana por la relación con el Espíritu Santo. Y al respecto voy a decir tres cosas”.
“Al Espíritu Santo, Jesús lo llama también Espíritu de la Verdad. Y les decía a los Apóstoles
que el Espíritu Santo les enseñaría todo, los haría entrar en la verdad total y además les recordaría
siempre lo que Jesús ha enseñado. En este sentido el Espíritu Santo prolonga y actualiza la función
de Jesús como maestro; es el maestro interior. Nos enseña a través del magisterio y la tradición de la
Iglesia y moviéndonos e iluminándonos para que adhiramos a esa verdad que la Iglesia nos propone.
El sentido de la fe que tiene el pueblo de Dios procede de la acción del Espíritu Santo. Cuando
leemos la Sagrada Escritura, tenemos que invocar al Espíritu Santo para que él nos abra el sentido
del texto sagrado de modo que podamos percibirlo como Palabra de Dios”.
“En segundo lugar: Al Espíritu Santo lo llamamos santo porque su función es santificarnos,
hacernos participar de la santidad de Dios. Es el Espíritu Santo el que en nosotros hace crecer las
virtudes y por medio de sus dones nos ayuda a ir venciendo, poco a poco, nuestras propias
resistencias, a superar el pecado y a dejarnos guiar dócilmente por él”.
“Hay una vieja oración litúrgica que dice que el Espíritu Santo es el perdón de los pecados.
Quiere decir que el perdón de los pecados nos viene por la comunicación del Espíritu Santo. Esto
aparece con claridad en el rito del Sacramento de la Reconciliación; pero pensemos que en todos los
sacramentos hay una invocación al Espíritu Santo para que Él obre, a través del sacramento, la
gracia que nos santifica, que nos hace participar de la santidad de Dios”.
“La tercera función del Espíritu Santo, en relación a nosotros, que quisiera destacar, es que Él
es quien da testimonio de Jesús”.
“Lo vemos por ejemplo en el libro de los Hechos de los Apóstoles: cómo la primera
predicación de la Iglesia, protagonizada por los apóstoles, consiste en dar testimonio de Cristo
resucitado. Es el Espíritu Santo el que hacía a los Apóstoles mostrar el cumplimiento de las Escrituras
en Cristo resucitado, dar testimonio de que aquel que fue crucificado ha resucitado y es el Señor de la
historia”.
“En la vida de la Iglesia, es el Espíritu Santo el que nos mueve a nosotros a ser testigos de
Cristo. Y en este sentido tenemos que reconocer que hay una oposición entre el Espíritu de Dios, el
Espíritu Santo, la inspiración que él nos brinda y lo que podríamos llamar el espíritu del mundo y su
lógica contraria al Evangelio y a los valores propios de la fe cristiana”.
“Es el Espíritu Santo el que anima a los cristianos a no tener miedo, o a superar el miedo; a
no tener vergüenza, o a superar la vergüenza para ser testigos de Jesús. No tanto con el discurso
cuanto con el testimonio de la propia vida, a pesar de las oposiciones y aun de las persecuciones”.
“Para terminar, digamos que estas realidades no deben ser entendidas en un sentido
individualista. Sin duda hay una relación personal con el Espíritu Santo y el Espíritu Santo es el que
funda nuestra identidad personal como cristianos, pero el Espíritu es correlativo al Cuerpo de la
Iglesia, a la comunidad de la Iglesia, a la gran familia de los hijos de Dios. El episodio de Pentecostés
precisamente está mostrándonos eso: Es el Espíritu Santo el que convoca a hombres de todas las
lenguas que se unen en la confesión de la misma fe; allí nace la Iglesia y empieza su derrotero por el
mundo”.
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