Segunda entrevista personal con Lavinia Fiori, antropóloga, directora de la Fundación Marina encargada de programas de educación ambiental con los nativos de las Islas del Rosario, y exfuncionaria de Parques Nacionales Naturales, 16 de enero de 2006 El grupo étnico que habita en las Islas del Rosario tiene como enclave fundamental el corregimiento de Barú. Gran parte del territorio de las Islas del Rosario, como los manglares y las lagunas internas (entre ellas, la “laguna del silencio”) ha sido declarado área marina protegida intangible o en recuperación por parte del Ministerio de Medio Ambiente. Esto significa que tales zonas sólo pueden ser intervenidas por el hombre para efectos de educación ambiental e investigación. Esto es muy problemático para los nativos, quienes no pueden pescar en las lagunas, y quienes además las contaminan constantemente con basura y excrementos. El pueblo de Orika colinda con la laguna del silencio. Al parecer, con esta reglamentación estricta, la intención de Parques Nacionales es convertir el territorio de las Islas del Rosario en parque natural, de forma tal que pueda ser concesionado a personas privadas. La situación de Barú es más delicada que aquélla de las Islas del Rosario, pues allí hay una extensión de playa mucho mayor. Dado que Cartagena no cuenta con buenas playas (pues el 60% de la bahía es aguas negras, y el resto de mar está contaminado por minerales industriales), Barú es un foco de principal interés para el desarrollo turístico. Desde hace muchos años, Julio Mario Santo Domingo1 ha intentado adquirir la propiedad de las playas de Barú, con un éxito apenas parcial. Así, Santo Domingo ha intentado comprar las tierras de los nativos de la comunidad de Santana, pero muchos de ellos se han rehusado a vender. Y dado que Santo Domingo tiene allí una fundación que presta servicios de educación y salud, entre otros, en algunas oportunidades ha amenazado a los nativos con irse de allí si no le venden. A pesar de esto, algunos nativos han persistido en su negativa a vender. Sin embargo, en una oportunidad, misteriosamente apareció un documento expedido por la Superintendencia de Notariado y Registro certificando la venta de algunos de esos terrenos. Una abogada defensora comenzó a investigar el caso y se dio cuenta de que uno de los vendedores del documento era un analfabeta, que aseguraba nunca haber firmado ninguna escritura de venta. En consecuencia, la abogada lo llevó a una notaría para que declarara tal cosa. No obstante, a los pocos días la abogada fue asesinada junto con su hijo en su casa. La organización política de los afrocolombianos en las Islas del Rosario se originó con la educación ambiental, que ha permitido que los nativos se interesen por la conservación del medio ambiente en el que viven. Por eso, aunque ello podría resultar más costoso para el Estado, de concesionarse el parque natural, debería concesionarse a los propios nativos. Este esquema permitiría empoderar a las comunidades negras y hacer que éstas desarrollaran los servicios turísticos de la zona con base en un trabajo asociativo. En contraste, la tendencia del Estado parece ser aquélla de dar en concesión todos los servicios turísticos de los parques naturales a personas privadas que cumplen 1 El hombre más rico de Colombia (nota del transcriptor). unos requisitos muy exigentes en términos de capital, infraestructuras, etc. Este modelo hace que los pobladores de los parques naturales sean empleados en lugar de empresarios independientes del turismo. Así, nuestra intuición es que el interés del Estado por desalojar las Islas del Rosario tiene que ver con el desarrollo de proyectos turísticos a gran escala. En efecto, hasta los mismos propietarios de hoteles y casas de recreo están desorientados por el empecinamiento del Estado de sacar a todos los que ocupan las Islas de allí. No entienden cómo puede el Estado atentar contra privilegios de gente de la élite más prestante del país, como ellos. Por eso lo más probable es que los intereses económicos y de poder detrás del desalojo de las Islas sean más importantes que aquéllos de tales miembros de la élite, y ello indica que sin duda el interés en las Islas tiene que ver con el desarrollo de grandes proyectos turísticos. Aunque las Islas no cuentan con las playas ni con la infraestructura necesaria para desarrollar allí mega proyectos hoteleros, las mismas sí pueden ser utilizadas para que los turistas de Barú, en donde sí es un hecho que se desarrollarán mega proyectos hoteleros, vayan masivamente a pasar el día. En las Islas del Rosario hay aproximadamente 700 personas y 120 familias. También existen registros de ocupación desde el siglo XIX. Sin embargo, Parques Nacionales se niega a aceptar la presencia ancestral del grupo étnico en las Islas, aceptación que resulta muy importante para que los nativos puedan ejercer su derecho a ser consultados antes de la toma de cualquier decisión en la zona. El 6 de enero de 2006, Rosita Solís, representante de las comunidades negras en la junta directiva del INCODER, visitó las Islas del Rosario, e instó a los nativos a interponer la solicitud del título de propiedad colectiva sobre la tierra. Si bien en un principio los nativos sólo querían solicitar la propiedad de la tierra que efectivamente han ocupado y que se encuentra sobre todo en la parte interna (que no da al mar) de Isla Grande e Islote, Rosita Solís los convenció de solicitar la totalidad de la tierra que compone las Islas del Rosario, a pesar de que haya partes ocupadas por los blancos dueños de hoteles y casas de recreo.