En documento de word - Misioneros Apóstoles de la Palabra

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P. Flaviano Amatulli Valente, fmap
CAMBIO DE ÉPOCA
Cambio de estructuras y de actitudes
CARTA ABIERTA
a mis hermanos sacerdotes
y a cuantos les interesa el presente y el futuro de la Iglesia
y están dispuestos a correr algún riesgo para su bien.
INTRODUCCIÓN
Nos encontramos en un cambio de época, no en un simple cambio generacional. En
realidad, mientras los papás en el pasado eran los verdaderos maestros y educadores de las
nuevas generaciones, ahora generalmente son considerados out, es decir rebasados, mano a
mano se vayan dando nuevas modalidades en todos los aspectos de la vida, modalidades que
los papás tienen dificultad para entender y aceptar.
Evidentemente se trata de una simple constatación, que de todos modos tiene que
llevar a una atenta reflexión y a una precisa toma de posición ante el presente y el futuro de la
Iglesia. En realidad, los cambios no afectan solamente el ámbito social, sino todo el sentir y
vivir de las nuevas generaciones, que nosotros, pastores de la Iglesia, tenemos la encomienda
de educar en la fe y guiar en el camino de la salvación.
Por todo esto, representa un gran error lavarse las manos ante esta realidad, con tal
de dar la impresión de ser abiertos ante las nuevas situaciones mano a mano se vayan
presentando, dejando al mismo tiempo a las ovejas sin protección alguna ante los peligros que
las asechan, satisfecho de vivir a sus espaldas mediante la simple administración de los
sacramentos, sin una verdadera preocupación por su eficacia.
No tenemos que olvidarnos del hecho que, en el ámbito eclesial, somos pastores y no
simples ovejitas, que piensa y actúan como mejor les parezca, muchas veces siguiendo la moda
del momento.
De ahí viene la manera muy cómoda y superficial de ver el problema de la diversidad
religiosa, hablando solamente de diálogo, sin preocuparnos mínimamente de preparar a los
propios feligreses de manera tal que puedan enfrentar con dignidad el fenómeno del
proselitismo religioso.
Lo mismo por lo que se refiere a la educación en la fe y, en general, la práctica de la
vida cristiana, teniendo en cuenta el hecho que ellos mismos se sienten incapaces y
confundidos ante una realidad que los rebasa por completo.
Quiero aclarar que una cosa es la situación de la Iglesia y otra cosa es la
responsabilidad personal al respecto. No tenemos que olvidarnos del hecho que, cuando
intervienen costumbres de siglos, bien arraigadas en el quehacer de una sociedad, la propia
responsabilidad al respecto disminuye, hasta desaparecer por completo.
De todos modos, si alguien se cree totalmente ajeno a lo que presento en esta Carta
Abierta, no se preocupe. Simplemente dé gracias a Dios por haberle concedido entender a
tiempo las cosas y comportarse diversamente.
Por mi parte confieso que un servidor aún está haciendo el esfuerzo por entender los
signos de los tiempos en que vivimos, tratando al mismo tiempo de descubrir alguna posible
vía de salida al actual impasse en que nos encontramos para compartirla con ustedes, en la
esperanza de encontrar, todos juntos, el hilo conductor que nos lleve a crear un Nuevo Modelo
de Iglesia, más conforme al plan de Dios y al cambio de época en que nos encontramos.
I Parte
SITUACIÓN
Para poder encontrar una posible solución a los problemas que actualmente afectan a la
Iglesia, antes que nada es necesario tomar conciencia del hecho que nos encontramos ante un
catolicismo muy débil, hecho de costumbres y demasiado cargado de instituciones y normas del
pasado, que actualmente le impiden moverse con agilidad.
Solamente después será posible encontrar una salida decorosa a la actual situación de
debilidad, teniendo en cuenta el hecho que la sanación de un enfermo depende esencialmente
de la precisión del diagnóstico y del sucesivo tratamiento, con miras a la recuperación total de
la salud.
En esta primera parte me voy a limitar al diagnóstico, teniendo en cuenta los principios de una
sana teología y mi experiencia personal.
1. VALIDEZ Y EFICACIA DE LOS SACRAMENTOS
–La doctrina del “ex opere operato” –
Sin duda, esta doctrina logró resolver algunos problemas a nivel de Iglesia, como en el
caso de un sacramento celebrado por un ministro indigno. Sabiendo que un sacramento tiene
un valor “de por sí”, el que lo recibe no tiene dudas acerca de su validez, sin preocuparse si el
ministro es digno o indigno.
Sin embargo, a lo largo de los siglos esta doctrina ha causado graves problemas en la
praxis eclesial, descargando toda la eficacia del sacramento en el valor que tiene “de por sí”,
sin dar la debida importancia a la intervención personal, sea de parte del ministro que del
feligrés que lo recibe (ex opere operantis). Lo mismo sucede en el caso de los sacramentales,
particularmente la bendición de casas, coches y objetos religiosos.
Así llegamos al absurdo: mientras en teoría los seguidores de Lutero insisten sobre la
intervención divina en orden a la salvación (sola gratia), relegando a la sola fe (sola fides) la
participación del hombre, y de parte católica se subraya también la importancia de la
participación del hombre en orden a la salvación (fe y obras), en la práctica, por lo menos a
nivel de masa, generalmente son los protestantes los que más compromiso manifiestan a nivel
de obras.
¿Una prueba? El fenómeno de la corrupción, la evasión fiscal, el clientelismo, el “ahí se
va”, del narcotráfico en contubernio con las instancias policiales, judiciales y gubernamentales,
un fenómeno tan fuerte en los países de tradición católica.
2. ECONOMÍA Y SACRAMENTO
–Simonía–
Ha sido algo que, poco a poco, ha ido tomando derecho de ciudadanía en la Iglesia. La
gente dice: “Quiero una misa de difuntos. ¿Cuánto me cobra?” Hasta existen listas de
aranceles a nivel oficial para cada sacramento.
Un verdadero absurdo por dos razones:
1. Si estamos en favor de los pobres, ¿cómo podemos exigir para un sacramento la
misma cantidad de dinero, sea para ricos que pobres, simples feligreses o agentes de pastoral?
¿Qué pasaría, si hiciera lo mismo el gobierno, exigiendo a todos la misma cantidad de dinero a
motivo de los impuestos, sin tener en cuenta las entradas de cada ciudadano?
2. El dato bíblico: “El don de Dios no se compra con dinero” (Hch 8, 21).
Objeción: “Entonces, ¿cómo se solventarían los gastos del culto y cómo se podría
proveer al honesto sustento del clero?” Sugerencia: se haga una lista de los católicos
practicantes y cada uno señale con cuánto quiere cooperar, cada mes, a los gastos de la Iglesia.
Los comités económicos parroquiales y diocesanos se encarguen de su administración. En caso
de ulteriores necesidades, los mismos comités económicos se encarguen de sugerir las
iniciativas más oportunas para recaudar más entradas.
En algún lugar, para evitar problemas, se usa el sistema de los sobres. ¿Qué decir al
respecto? Que todo depende del objetivo que se quiere conseguir. En realidad, el sistema de
los sobres, utilizado oportunamente; es decir, entregando los sobres a todos los que
intervienen en la celebración del sacramento, podría volverse en una trampa para aumentar
los ingresos.
El problema consiste en saber adónde van a parar. Que no suceda que se vayan a
perder por el camino, como pasa muchas veces, especialmente en el mundo político. Solución:
que todo vaya a parar al fondo económico parroquial o diocesano y sea administrado por los
comités de asuntos económicos según normas precisas. Precisión, transparencia e información
veraz y oportuna representan la base de una buena administración, a todos los niveles.
Solamente así será más fácil ver las cosas con mayor serenidad y estar en condiciones
de evaluar objetivamente la conveniencia o no de administrar un determinado sacramento.
3. SACRAMENTALIZACIÓN
–El camino más cómodo y seguro–
De otra manera se cae en el fenómeno de la sacramentalización, haciendo hincapié en
el valor del sacramento en sí, sin dar la debida importancia a la participación del hombre
(ministro y feligrés), hasta llegar a dar la impresión de la Iglesia como una “agencia de
ceremonias religiosas”. Esto se hace más evidente por la multiplicación de los más variados
sacramentales, particularmente la presentación de tres años y las fiestas de Quince Años.
Y así llegamos a otro absurdo: no obstante que haya tan pocos presbíteros, estos se
dedican casi exclusivamente a la administración de los sacramentos, descuidando el pastoreo y
el profetismo. Consecuencia: una masa católica relegada en la así llamada Religiosidad
Popular, sin contar con maestros y guías espirituales suficientes y disponibles.
¿Qué se logra con eso? Garantizar las entradas. Y con el dinero aumentan las
tentaciones: carro último modelo, vacaciones costosas, restaurantes de lujo, etc.
4. EL SUEÑO DE LAS MASAS CATÓLICAS
–El antiguo régimen de cristiandad–
Claro que, estando así las cosas, resulta difícil entrar en el nuevo orden de ideas. La
mente queda bajo la fascinación del pasado, no obstante que los signos premonitores hablen
de un cambio de época. Un pasado hecho de fiestas religiosas, procesiones y misas por todo
lado. Y prestigio. Y bienestar material. Un pasado que se nos está escapando de las manos y
que de todos modos es necesario mantener con vida, si se quiere seguir gozando de los
beneficios de otra época.
En realidad, si se insiste en la práctica de la vida cristiana, es evidente que van a
disminuir notablemente las entradas, haciendo imposible poder seguir con el mismo tenor de
vida actual. Por eso se prefiere abrir a todos las puertas de los sacramentos, de una manera
especial los sacramentos del bautismo, la eucaristía, la confirmación y el matrimonio, aunque
se vea a todas luces su ineficacia en la vida de todos los días.
¿Y si disminuyen las vocaciones sacerdotales? No hay problema. En el fondo, para la
simple administración de los sacramentos, no se necesitan muchos sacerdotes.
Me viene la duda de que aquí está el origen del esfuerzo que se está haciendo en
muchas partes por dar a todos la comunión, hasta a los divorciados vueltos a casar, los
homosexuales con pareja, etc.
Puesto que no todos se sienten capaces, o no tienen ganas, de escalar la montaña, se
decide rebajarla un poco para que no se note la diferencia entre unos y otros y, al mismo
tiempo, todos tengan la oportunidad de sacar algún beneficio.
5. PROSELITISMO RELIGIOSO
–La prueba de fuego–
El actual modelo de Iglesia, forjado a lo largo de siglos de historia, posiblemente podría
seguir funcionando aún por mucho tiempo, a condición que la sociedad quedara cerrada y no
existiera el fenómeno del pluralismo religioso, con un proselitismo exasperado, que se
alimenta precisamente poniendo al descubierto nuestras carencias.
Según mi manera de ver las cosas, era el momento de aprovecharse de la situación
para exigir a nuestros feligreses un mayor conocimiento y una mejor vivencia de la fe, para no
tambalear ante el canto cautivador de las sirenas, siempre listas para ofrecer cualquier tipo de
satisfacción.
Pero no fue así. De parte de los responsables se escogió el camino más fácil y cómodo,
el de la convivencia pacífica, evitando cualquier intervención y dando, al mismo tiempo, la
impresión de ser abiertos y progresistas, mientras se dejaba a las masas católicas sin ninguna
protección ante el peligro que las asechaba.
Y las cosas empeoraron. Muchos abandonaron la Iglesia. Se quiso quemar etapas, es
decir, llegar a la tolerancia y el diálogo, sin una previa preparación de parte de los católicos, y
muchos cayeron en las redes de los grupos proselitistas. Un error histórico, que empezamos a
pagar caro.
6. SECULARISMO
–El problema de los lejanos–
Con la apertura y el pluralismo, llegó también el fenómeno del secularismo, en el cual
el factor religioso tiene poca importancia. Cada uno trata de resolver sus problemas a su
modo, acudiendo a la medicina, la sicología, la filosofía, las supersticiones, la magia, etc.
Antes, al contrario, todo se resolvía con la religión, como si todo dependiera
directamente de Dios y el ser humano tuviera poco que ver con lo que le pasaba. Hoy en día,
se actúa como si todo dependiera del hombre y de algunas fuerzas imponderables. El
problema entre fe y razón, religión y ciencia, religión y superstición, etc.
Consecuencia: muchos se confunden y abandonan la religión, dejándose deslumbrar
por la ciencia, el progreso humano y tantas cosas más. Y con eso se agudiza el fenómeno de los
lejanos, gente que se considera católica y de católico tiene solamente el nombre con algunos
sacramentos, cuyo significado desconoce por completo; católicos confundidos o que
definitivamente abandonaron la Iglesia en busca de algún otro camino de salvación.
De aquí viene la necesidad de ir al encuentro de estos hermanos, tratando de
establecer alguna forma de diálogo con ellos, en el intento de aclararles cómo en realidad
están las cosas o cómo nosotros católicos vemos las cosas.
Pregunta: “¿Estamos preparados para eso? ¿Estamos entrenados para ir al encuentro
de estos hermanos?”. Tenemos que reconocer que los de la competencia están preparados
para eso y nosotros no. No estamos acostumbrados a preocuparnos por los lejanos, que
pueden encontrarse a la vuelta de la esquina. No nos interesan las ovejas perdidas.
Es el eterno problema de los hijos de la luz, adormilados, sin las agallas de los hijos de
las tinieblas.
7. COMPLEJO DE INFERIORIDAD
–Baja autoestima–
¿Por qué entre nosotros se están dando estas situaciones? Por el temor a ver disminuir
drásticamente el número de nuestros feligreses, si nos decidimos a cambiar de ruta. Muchos
pastores de almas se quedan perplejos ante el compromiso de guiar al pueblo católico en el
paso de una fe de tradición a una fe de convicción, con miras a contar con verdaderos
discípulos y misioneros de Cristo, lo que les parece una verdadera utopía. Prefieren seguir
contando con una gran cantidad de feligreses, aunque sea de nombre y acomplejados ante los
amigos de la competencia. Por lo menos garantizan una mayor seguridad económica.
Por eso optaron por el aspecto litúrgico, el menos complicado, contando con el apoyo
de unos cuantos incondicionales, deseosos de saborear por lo menos algunas migajas de los
honores y el poder, que les cae de su mesa.
Mi pregunta es: “¿Qué tal si se hubiera hecho el mismo esfuerzo en los demás
aspectos de la vida cristiana?”
8. AUTORITARISMO
–La autoridad como poder–
Dijo Jesús: “Saben que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a sus
súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre ustedes; más bien, quien
entre ustedes quiera llegar a ser grande, que se haga servidor de los demás; y quien quiera ser
el primero, que se haga esclavo de los demás. Lo mismo que el Hijo del Hombre no vino a ser
servido, sino a servir y a dar la vida como rescate por muchos” (Mt 20, 25-28).
Ésta es la enseñanza de Jesús. ¿Y los hechos? Por lo general, se tomó el carisma como
poder, por lo cual normalmente los feligreses tienen miedo a expresar la propia opinión,
aunque se den cuenta de que entre nosotros muchas cosas no andan bien.
9. ANÁLISIS DE LA REALIDAD ECLESIAL
–Un tema tabú–
Tuve la dicha de participar en distintos encuentros, destinados a formular los planes de
pastoral con el método del ver, juzgar y actuar. ¿Y qué pasó? Que, al tratar el primer aspecto,
se hablaba solamente de la realidad política, económica y social. ¿Y la realidad eclesial? Ni una
palabra.
Y, sin embargo, también al interior de la Iglesia hay muchos aspectos que ameritan un
atento análisis. Estoy seguro de que, si entre nosotros se permitiera hablar con libertad y sin el
miedo a quedar marginados, muchas cosas interesantes saldrían a la luz para el bien de toda la
comunidad.
Es el momento de recordar que solamente en un clima de libertad y sinceridad es
posible ver realmente cómo están las cosas. En caso contrario, se da una visión distorsionada
de la realidad, al verse todo con los ojos del que detenta el poder, lo que da origen al
fenómeno de la hipocresía, la simulación y la adulación.
10. MIEDO A QUEDAR SOLOS
–Espíritu gregario–
En este contexto, para no quedar solos, se busca algún grupo, línea teológica o
pastoral, que dé seguridad y ampare la propia manera de pensar y actuar, con el peligro de
volverse todo esto en una fiel reproducción en el campo eclesial del fenómeno social de las
mafias, los lobbies o del fenómeno religioso de las sectas.
Con todas las consecuencias que cada uno pueda imaginarse: consignas, esclavitud
intelectual, obediencia ciega ante un liderazgo totalitario, pérdida del sentido global, etc.
A como dé lugar, se quiere defender y apoyar siempre al propio grupo, línea teológica
o pastoral. No hay que olvidar que una cierta dosis de libertad de pensamiento, eclecticismo
cultural y sincretismo práctico puede resultar muy útil para el bienestar físico y espiritual.
11. ALEJAMIENTO DE LAS ESCRITURAS
–El triunfo de la sabiduría humana–
Alguien puede preguntarse: “¿Cómo es que se llegó a tanto?” Respuesta: “Por el
descuido y el alejamiento de las Escrituras”. Se antepuso la sabiduría humana a la sabiduría
divina, contenida en las Escrituras, y ahí están las consecuencias.
Pues bien, ¿queremos tomar el camino correcto? Regresemos a las Santas Escrituras.
De hecho, solamente la Palabra de Dios nos puede señalar el camino correcto a seguir.
REFLEXIÓN
1. Papel de las Escrituras en la Iglesia.
-Según tu experiencia, a nivel eclesial, ¿qué papel juegan las Sagradas Escrituras?
-¿Representan la fuente principal de inspiración o, por encima de las Sagradas
Escrituras, se manejan otras fuentes de inspiración? ¿Cuáles?
2. Motivaciones en el quehacer eclesial.
-Según tu opinión, en el quehacer eclesial, ¿cuáles motivaciones tienen prioridad?
. Gloria de Dios y bien de los hermanos.
. Interés personal y de grupo.
-Aclara todo esto.
II Parte
CAMBIO DE ESTRUCTURAS
Dijo Jesús: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres y se echan
a perder odres y vino. A vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2, 22).
Esto constituye el punto focal de todo el problema. El Concilio Ecuménico Vaticano II (1962 –
1965) nos habló del vino nuevo. Ahora nos toca a nosotros ver cómo producirlo, cuidarlo y
utilizarlo al momento oportuno. No bastan las ideas; es preciso contar con los medios
necesarios para transformarlas en realidad.
De ahí viene toda la insatisfacción del post-concilio: contemplar la Tierra Prometida y no
poderla alcanzar. Como pasa en la sociedad civil: no bastan los ideales o los derechos,
proclamados por la constitución (libertad, democracia, educación, vivienda y salud para todos);
para hacerlos realidad, se necesitan los instrumentos adecuados, llamados leyes secundarias.
Una tarea que incumbe a todos, no solamente a los pastores de la Iglesia. Todos, en realidad,
tenemos la capacidad de la intuición y, por lo tanto, el deber de sugerir qué hacer en concreto.
Después será tarea de la jerarquía examinarlo todo y establecer cuáles estructuras eliminar
completamente por su ineficacia, cuáles cambiar y cuáles crear ex novo (desde la raíz).
1. PRIMACÍA DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
–Biblia para todos y Biblia para todo–
Para lograr una verdadera puesta al día en la Iglesia, en plena consonancia con el plan
de Dios, antes que nada es necesario poner la Biblia (vista a la luz de la Tradición y el
magisterio de la Iglesia) en primer lugar, como principal fuente de inspiración en todo el
quehacer eclesial: Biblia para la religiosidad popular, Biblia para la catequesis, Biblia para
fortalecer la propia fe ante el fenómeno del proselitismo religioso, Biblia para la liturgia y Biblia
para la propia vida espiritual; Biblia para niños y adultos, para simples feligreses, almas
consagradas y pastores de almas.
Una verdadera revolución en el campo eclesial: todo con la Biblia y nada sin la Biblia.
Que todo católico logre hacer de la Biblia su libro de cabecera, poniendo en segundo lugar
todo lo demás (me refiero de una manera especial a las revelaciones privadas y las devociones
particulares).
2. PAPEL DE LOS SACRAMENTOS
–Como punto de llegada y punto de partida–
Punto de llegada de un proceso de conocimiento y aceptación del sacramento
(preparación) y punto de partida para vivir el sacramento en orden a una vida cristiana más
plena y conforme a la voluntad de Dios.
Esto en teoría. ¿Y la práctica? Normalmente se ven los sacramentos como una realidad
aparte, un hecho aislado de todo el conjunto de la vida cristiana, una obligación que cumplir
para sentirse católico. ¿Y la vida? Sigue como antes. Es un hecho que a nivel general, teniendo
en cuenta las debidas excepciones, los sacramentos no tienen una real incidencia en la vida.
Lo que más me preocupa en este asunto es el hecho que se trata de algo generalizado,
a nivel mundial, no localizado en alguna región particular. ¿Qué quiere decir esto? Que este
fenómeno tiene mucho que ver con la manera de pensar y de actuar de los mismos pastores,
que, por otro lado, siguen con una praxis que se ha demostrado totalmente ineficaz.
3. NO AL TEXTO ÚNICO
–Situaciones diferentes–
Dándose en un mismo país, diócesis o parroquia situaciones diferentes, según mi
opinión no es conveniente manejar un texto único, obligatorio para todos, especialmente por
lo que se refiere a la catequesis presacramental. Que los responsables establezcan los
contenidos esenciales para cada sacramento (sin que falte el aspecto bíblico y el aspecto del
fortalecimiento de la fe ante la diversidad religiosa) y cada pastor de almas, juntamente con
sus catequistas, escoja el texto, o los textos, que más considere conveniente para su situación.
Así se toman en cuenta las distintas realidades, se favorece una sana competencia
entre las distintas editoriales y se evita la sospecha de favoritismo.
4. ADMINISTRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS
–para formar a discípulos y misioneros de Cristo–
Aclarado lo anterior, veamos cómo enfrentar en concreto el problema de la
administración de los sacramentos, en espera de encontrar un punto de equilibrio, que tenga
presente las distintas situaciones y sirva como base para construir un Nuevo Modelo de Iglesia,
más conforme al plan de Dios y adecuado a los tiempos en que vivimos.
Según mi opinión, se trataría de una etapa experimental, evitando todo tipo de presión
y dejando a cada entidad eclesiástica (parroquia, diócesis o país) una cierta libertad de acción,
que permita recorrer caminos diferentes, de cuya eficacia dependerán futuras decisiones.
Pues bien, con relación a la administración de los sacramentos, en el momento actual
vislumbro dos posibles líneas de acción pastoral:
1. La línea de la radicalidad evangélica, que consiste en reservar los sacramentos
solamente para los católicos practicantes o deseosos de una vida conforme al Evangelio. No
nos olvidemos de la amonestación de Jesús de no dar las perlas a los cerdos (Mt 7, 6).
Solamente así será posible unir el sacramento con la experiencia de Dios. Mientras
ahora se reserva la experiencia de Dios a los movimientos apostólicos y eclesiales en sus retiros
de iniciación, lo que no corresponde al dato bíblico.
¿Y para los católicos de costumbre, sin un real conocimiento y deseo del sacramento?
Ayudarlos a realizar un camino de fe en vista del sacramento. No darles el sacramento así
nomás.
2. La línea de la praxis actual, que consiste en administrar a todos los sacramentos,
añadiendo algún correctivo: uso de la Biblia en la catequesis, retiro espiritual antes de recibir
algún sacramento, etc.
Naturalmente lo que más interesa en este momento es la primera modalidad. De
todos modos, sería bueno que en cada parroquia hubiera por lo menos un grupito de católicos
practicantes, dispuestos a seguir el camino de la radicalidad evangélica.
He aquí alguna sugerencia al respecto:
-Bautismo.
Administrar el sacramento del bautismo solamente a los hijos de los católicos
practicantes. Para los demás, la inscripción en el registro de los catecúmenos, acompañando
con algunos ritos especiales las distintas etapas de acercamiento al sacramento.
Al llegar al uso de la razón, se vería la manera de llevarlos al sacramento del bautismo,
teniendo en cuenta la preparación de cada candidato y su estilo de vida. En este caso se podría
hacer coincidir el sacramento del bautismo con el sacramento de la eucaristía.
-Penitencia.
Teniendo en cuenta las circunstancias concretas, enseñar a realizar un verdadero
examen de conciencia, dándoles a conocer la vasta gama de los pecados y su nivel de
gravedad. Además, hacer hincapié en las condiciones para emprender un verdadero camino de
conversión: estar en paz con todos (Mt, 5, 23ss), perdonar a los que han causado algún daño
(Mt 6, 14-15) y orar los unos por los otros para quedar curados interiormente (Stgo 5, 16).
-Primera Comunión.
Condiciones: preparación catequética y vivencia de la fe, participando en la vida
parroquial, actuando como monaguillos o miembros de alguna asociación católica y
participando en algunos retiros espirituales.
-Confirmación.
Aparte de lo anterior, entrenarlos a ser verdaderos “discípulos y misioneros de Cristo”,
con la práctica de las obras de misericordia corporales y espirituales, las visitas domiciliarias y
el apoyo a los catequistas.
Según mi opinión, el obispo tendría que reservar para sí la administración del
sacramento solamente a los miembros de esta categoría. Para los demás, podrían encargarse
los vicarios episcopales o los decanos.
-Matrimonio.
Reservar el sacramento del matrimonio (indisoluble) solamente para los católicos
practicantes, con celebración eucarística y comunión. Para los demás, sería suficiente una
celebración comunitaria, sin celebración eucarística y sin comunión, pidiendo a Dios en favor
de la pareja para que algún día pueda acceder al sacramento.
Con relación a la situación actual de divorciados vueltos a casar, habría que buscar
alguna solución urgente, en el sentido de considerar inválidos (nulos) la mayoría de los
matrimonios anteriores, por falta de conocimiento y vivencia de la fe, generalmente hechos
por costumbre.
-Unción de los enfermos.
Dice Santiago: “Si alguno de ustedes cae enfermo, que llame a los presbíteros de la
comunidad para que oren por él y lo unjan con aceite, invocando el nombre del Señor. La
oración hecha con fe sanará al enfermo y el Señor lo hará levantar; y si ha cometido pecados,
se le perdonarán” (Stgo 5, 14-15).
Un sacramento casi olvidado. ¿La causa? La escasez de los presbíteros.
-Orden sagrado.
Premisas:
-Se trata de un servicio, no de un premio, honor o privilegio.
-Tratándose de un servicio necesario para la vida de la comunidad, no tendría que
faltar en ninguna comunidad cristiana.
-Por lo tanto, los requisitos para acceder a la ordenación en los distintos grados,
tendrían que ser diferentes, teniendo en cuenta las condiciones de tiempo y lugar. De otra
manera se corre el riesgo de dejar comunidades sin ministros.
-En todo el proceso tienen que intervenir sea el pueblo (los católicos practicantes) que
el clero, bajo la guía del obispo.
-El carisma del celibato y el carisma del presbiterado no siempre se dan en la misma
persona. Puede haber presbíteros con el don del celibato y presbíteros sin este don.
-La norma del celibato obligatorio para todos los candidatos al presbiterado no es de
institución divina (tuvo origen el año 1139) y, por lo tanto, puede ser cambiada.
-Actualmente esta norma representa un gran obstáculo para que haya ministros
suficientes en todas las comunidades.
-En este caso se podría aplicar también para nosotros el reproche de Jesús: “Ustedes,
dejando a un lado el mandamiento de Dios, se aferran a la tradición de los hombres” (Mc 7, 8).
-Si de veras se quiere purificar la Iglesia (lo que corresponde al deseo de muchos), se
tiene que ir al fondo del problema. Es un hecho que hay regiones en que gran parte del clero
no observa la ley del celibato. Todos se dan cuenta de la situación y nadie interviene. ¿Por
qué? Porque se quiere evitar el peligro de dejar enteras regiones sin ministros. Y así llegamos
al absurdo: la gente común, que vive en unión libre, si quiere acercarse a comulgar, primero
tiene que arreglar su situación, casándose por la Iglesia; al contrario, los presbíteros que viven
en unión libre, siguen administrando los sacramentos y, si quieren arreglar su situación
accediendo al sacramento del matrimonio, tienen que dejar el ministerio (problema de la
simulación).
-Según mi opinión, una auténtica “reforma de las estructuras” (lo que representa el
anhelo de muchos, empezando por el mismo Papa Francisco) tiene que empezar por la
“reforma del clero”, que representa la condición básica para que puedan tener éxito todas las
demás reformas.
-Por lo que se refiere a los presbíteros que, con tal de servir al pueblo de Dios, se
comprometieron a algo (celibato), que a la mera hora no lograron cumplir (presbíteros que
dejaron el ministerio y presbíteros que continúan en el ministerio, aunque tengan pareja),
estoy seguro que la Iglesia, como madre misericordiosa, sabrá encontrar un camino de
esperanza.
Requisitos básicos para acceder a un ministerio ordenado.
-Dar prueba de ser un verdadero “discípulo y misionero de Cristo”, viviendo
cristianamente y con espíritu de servicio hacia la comunidad.
-Preparación específica para cada ministerio, a nivel humano, espiritual y ministerial
según programas establecidos por la autoridad competente, teniendo en cuenta las diferencias
entre un ambiente y otro.
Etapas.
1. Ser agentes de pastoral.
2. Entre estos la comunidad (católicos practicantes) elige a los candidatos para el
diaconado. Estos, al aceptar, tendrían que dar inicio al camino formativo. Si son célibes,
empezarían a vivir en comunidad; si son casados, seguirían con sus respectivas familias.
3. Para la ordenación diaconal con celibato, sería necesario por lo menos tener 22 años
de edad; para los casados, por lo menos 36 años de edad, 6 años de casados y contar con el
consentimiento de la esposa. Cada uno tendría alguna tarea específica en la comunidad:
administración, movimientos, catequesis, capillas, etc.
4. Entre estos se elegirían a los presbíteros, teniendo en cuenta su desenvolvimiento
como diáconos. Edad mínima: para los célibes, 28 años de edad; para los casados, 45 años.
Ventaja.
Contando con un número suficiente de agentes de pastoral, diáconos y presbíteros, a
tiempo completo o a tiempo limitado (maestros, médicos, empleados, etc.), sería posible una
atención más personalizada hacia los feligreses. No nos olvidemos del dato bíblico: “Un pastor
tenía 100 ovejas, se le perdió una y la fue a buscar, hasta que la encontró” (Lc 15, 4-6). Pues
bien, hoy en día, ¿es posible hacer lo mismo, contando con 10-20-30 mil ovejas?
Por eso es urgente pensar en un cambio de ruta en todo el asunto del ministerio
ordenado, para ser fieles al plan de Dios.
5. SEMINARIOS
–Formar a pastores de almas–
No a filósofos o teólogos. Esto vendría después, según la capacidad y el interés de cada
uno. Ni para formar burócratas, lo que no tiene nada que ver con la enseñanza de Jesús. Los
seminarios están para formar a pastores de almas. Y para formar a pastores de almas, no es
necesario esperar que lleguen normas precisas desde arriba. Ya se puede empezar con algo.
En concreto.
-Fijarse en que el aspirante al seminario, antes que nada, luche por ser un “discípulo y
misionero de Cristo”.
-Estando ya en el seminario, desde un principio y bajo la guía de gente experimentada,
el joven tiene que dar prueba de querer ser un verdadero “discípulo de Cristo”, mientras se va
“especializando” en la misión. Unir siempre “teoría y práctica”.
Por lo tanto, es un error dedicar el período del seminario al estudio, reservando para
después el entrenamiento pastoral. Además, no hay que olvidar que precisamente los
seminarios y las facultades teológicas tendrían que presentar a la comunidad cristiana
proyectos concretos de pastoral, después de un atento análisis de la realidad, una oportuna
investigación de campo y una adecuada experimentación, fruto de la colaboración entre los
alumnos, los maestros y los superiores.
6. LA LITERATURA Y EL ARTE
–Vehículos de evangelización–
No el tratado de teología, reservado para los expertos en la materia. Me pregunto:
“¿Qué sería de nuestra Iglesia, si en este aspecto hubiera un cambio substancial?” Podríamos
contar con gente “culturalmente” católica.
En realidad, ¿qué está pasando en la práctica? Que nuestra misma gente, deseosa de
ser realmente católica, en la práctica se abreva de una cultura no católica. Entonces me
pregunto: “¿Por qué no hacemos el esfuerzo por promover una cultura católica, apoyando a
nuestra gente (empezando por nuestros seminaristas, religiosas y clérigos) en su esfuerzo por
producir literatura, poesía y arte con valores cristianos, utilizando el papel impreso, el cine, el
teatro y todo lo que nos ofrece la tecnología actual?”
7. PASTORAL EXPERIMENTAL
–No bastan las ideas–
Es lo que más necesitamos en este momento de cambio de época: vislumbrar las
posibles soluciones a los problemas que nos aquejan y hacer experimentos prácticos para
escoger con el tiempo el camino más idóneo.
Y todo esto con valentía y prudencia, evitando el riesgo de romper la comunidad o
escandalizar a los más débiles.
REFLEXIÓN
1. ¿Qué te parece, en general, el asunto de las reformas estructurales?
2. ¿Cuáles reformas consideras más urgentes?
3. ¿Por qué?
III Parte
NUEVAS ACTITUDES
Encontrándonos en un nuevo contexto cultural, es natural que cambien también las actitudes
de los miembros de la comunidad cristiana. Todo depende de la inspiración. Que ésta sea en
conformidad con el dato bíblico, el sentir de la Iglesia a lo largo de sus dos mil años de historia
y la experiencia de los santos.
1. TALLER DE HUMANISMO Y VIDA CRISTIANA
–El poder del ejemplo–
Nos encontramos en la cultura de la imagen. Hoy, más que mediante el razonamiento,
se aprende viendo y haciendo. Por lo tanto, para formar a verdaderos discípulos de Cristo,
tenemos que insistir más en el ejemplo que en la palabra, mirando más a las actitudes que a
los conocimientos.
Pues bien, ¿dónde el cristiano de hoy aprenderá a ser honesto, tolerante, solidario,
incluyente y dialogante, profundamente preocupado por el bien común? En la experiencia
comunitaria a nivel eclesial.
De manera tal que, cuando será llamado a colaborar en la gestión del bien común
como maestro, burócrata o autoridad, lo hará guiado por los mismos criterios aprendidos y
practicados en la comunidad eclesial.
Solamente así, a la luz de la Palabra de Dios (no nos olvidemos de la enorme diferencia
que existe entre la sabiduría humana y la sabiduría divina: 1Cor 1, 18ss.), será posible un
verdadero cambio a nivel de sociedad, por lo menos en las regiones con mayoría católica.
Teniendo en cuenta lo anterior, hago una pregunta, que sirve de reflexión: “¿Qué nos
dice la actual situación de descomposición social (narcotráfico, matanzas, etc.), presente en
regiones supuestamente católicas?”
2. CARISMA Y SERVICIO
–En lugar de carisma y poder–
“A cada uno se le dio una manifestación del Espíritu para el bien común” (1Cor 12, 7).
Aquí está la clave de todo. En lugar de ver el carisma como una capacidad natural o adquirida
por el esfuerzo personal (se oye decir: “Para eso me quemé las pestañas”), verlo como un don
de Dios para el servicio de la comunidad. No para sacar una ventaja personal.
Por lo tanto, no importa si uno es un simple catequista, un diácono, un presbítero o un
obispo; si alguien cuenta con el don del discernimiento, de curar a los enfermos o hacer
milagros. Lo que importa es que se haga todo con espíritu de servicio y no de dominio,
buscando el bien de la comunidad y no el interés personal.
Si se entiende esto y se trata de vivirlo, sin duda muchas cosas van a cambiar en la
Iglesia y, por reflejo, en la sociedad.
3. GRATITUD Y HUMILDAD
–Somos simples servidores–
Así desaparece el autoritarismo en la Iglesia y surge un nuevo tipo de relaciones entre
los miembros de la comunidad cristiana, teniendo en cuenta siempre la Palabra de Dios, más
que la sabiduría humana.
Así entenderemos mejor la actitud de los santos en la búsqueda de una vida sencilla y
pobre, al servicio de los hermanos, y se nos hará más fácil seguir su ejemplo y agradecerle al
Señor el privilegio de servirlo en los hermanos, cada uno según el don recibido.
REFLEXIÓN
1. ¿Cómo ves el asunto del “cambio de época”?
2. Según tu experiencia, para el cambio de estructuras y actitudes, ¿de dónde vendrían
las más grandes resistencias?
. Clero.
. Vida consagrada.
. Laicado.
¿Por qué?
3. ¿Cuál es tu compromiso al respecto?
CONCLUSIÓN
Algo curioso: el Papa Francisco en la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (La
Alegría del Evangelio) del 24 de noviembre del 2013 nos habla de “reformas de estructuras”,
sin especificar en concreto de qué estructuras se trata. Me imagino que su intención fue la de
lanzar la pedrada para ver cómo se movían las aguas estancadas. Y las aguas estancadas no se
movieron. Por lo menos ésta ha sido mi percepción a la distancia de casi un año desde su
publicación.
¿Qué quiere decir todo esto? Que el tema del cambio de estructuras es un tema muy
delicado. Por eso nadie quiere aventurar alguna propuesta concreta, sin tener las espaldas al
seguro. Algo que no representa una excepción en el mundo eclesial. De hecho, normalmente
nadie se mueve hasta que no haya alguna señal precisa de parte de algún personaje de peso.
Y sin embargo un servidor, desde hace más de una década, anda ventilando esta
problemática. ¿Demencia senil? Todo es posible. El hecho es que, a raíz de esto, empecé a
tener algunas molestias de parte de gente de peso, por haberme atrevido a poner en tela de
juicio algunas estructuras y costumbres de otros tiempos, consideradas intocables por su
antigüedad y trascendencia. Molestias que ya preveía desde un principio por el contacto
constante y directo con la Palabra de Dios. Basta leer al profeta Jeremías, mi profeta preferido.
Alguien podría pensar: “¿Por qué el padre Amatulli se mete en tantos problemas, sin
necesidad alguna? ¿Acaso no se da cuenta de que por esta razón le pueden surgir serias
dificultades en contra de él y su obra, siendo el fundador de los Apóstoles de la Palabra?”
Aquí está la respuesta: “Estoy bien consciente de todo eso. De todos modos, prefiero
arriesgar, convencido de que vale mucho más el bien de la Iglesia que la suerte de una
pequeña institución”. ¡Imagínense ustedes qué ventaja resultaría para toda la Iglesia, aunque
lograra influir en el cambio de una sola estructura, por ejemplo la de la catequesis
presacramental o la de los seminarios!
Además, les confieso que me siento bastante satisfecho por los frutos que ya empiezo
a cosechar. De hecho, en muchas partes ya está tomando derecho de ciudadanía el “análisis de
la realidad eclesial”; no faltan agentes de pastoral que me agradecen el hecho de haberlos
ayudado a discernir “los signos de los tiempos”; algunos de mis libros ya se volvieron clásicos
para enfrentar la problemática actual, especialmente en la pastoral bíblica, la religiosidad
popular, la catequesis presacramental y el fenómeno del proselitismo religioso.
De todos modos, lo que más me llena de satisfacción es el hecho que de distintas
partes me llegan voces de gente que nota el parecido entre mis escritos y el lenguaje del Papa
Francisco. ¿Simple coincidencia? Es un hecho que las ideas vuelan.
Es tiempo de cambios. El Papa Francisco ya habló. Es tiempo de empezar a mover las
aguas estancadas; es tiempo de empezar a soñar con un nuevo rostro de Iglesia, a la luz de la
Palabra de Dios y el sentir del mundo actual.
Como se ve, todo es cuestión de perspectiva: el pasado o el futuro, la Palabra de Dios u
otras fuentes de inspiración, Cristo con su Iglesia o sincretismo religioso (todo es lo mismo).
¿Qué les parece todo esto? Si alguien quiere compartir conmigo alguna reflexión al
respecto, he aquí mi correo electrónico: [email protected]
Unidos en la oración y en el mismo ideal.
México, D.F., a 10 de noviembre de 2014, fiesta de san León Magno.
Su atento servidor:
…………………………………………………......
p. Flaviano Amatulli Valente, fmap.
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