TRABAJO: Los pactos económicos como mecanismos de negociación con todos los sectores para la solución de la crisis económica. La apertura de mercados, esto es, el avance de integración de la economía mundial ha empobrecido a las democracias nacionales y a las capacidades de acción de los gobiernos. En particular, la competencia en los mercados internacionales sea en materia de trabajo, impuestos o distribución de ingresos, ha afectado gravemente los alcances, la vigencia, de muchos pactos ordenadores de la vida social al interior de los países. De la misma manera, los sistemas políticos aparecen frecuentemente debilitados por cuanto el orden económico internacional carece de normas que transnacionalizan funcionalmente los imperativos de la democracia. En síntesis, se vive una época que reclama la reconstrucción de los pactos sociales, la reconfiguración de normas que enriquezcan modelos socio-políticos vigentes que ya incumplen la promesa de asegurar crecimiento y empleo, así como abatir la desigualdad entre países y entre segmentos de las sociedades nacionales. Sólo de esa manera reconstructiva, poco a poco resultará viable rejuvenecer los sistemas democráticos y la legitimidad erosionada de muchos gobiernos. En México, a partir de 1987, frente a la crisis económica el sector público con la dirigencia del Presidente de la República ha convocado a los sectores obrero, campesino y empresarial para que por medio de la concertación gremial corporativa se tomasen acuerdos consensuados (pactos). Documentos en los que se tratan en forma densa y precisa, entre otros temas los referentes a: la inflación y las políticas para combatirla; la apertura comercial y la liberación de la economía; el comercio exterior; la simplificación administrativa de actividades económicas; las políticas y medidas tributarios; los precios y tarifas de los servicios proporcionados por el sector público; el gasto público; el tipo de cambio y su deslizamiento; la fijación de los salarios contractuales; los compromisos específicos de los sectores público, obrero, campesino y empresarial; la integración de la Comisión de Seguimiento y Evaluación de las obligaciones contraídas; la representatividad y rango de los actores de los sectores que lo firman; los informes detallados y específicos de la Comisión de Seguimiento; el tratamiento a las exportaciones no petroleras; la capacidad negociadora del país con sus acreedores externos; la elevación de la productividad en el campo; los índices del abasto; las tasas del crecimiento de la economía; el superávit financiero; la disciplina fiscal; la deuda pública externa; las inversiones del capital extranjero; las negociaciones y firma del Tratado de Libre Comercio; las medidas para fomentar el empleo y la planta productiva; las medidas para elevar la productividad, la eficacia y la competitividad internacionales; la estabilidad de precios; la implantación del Sistema de Ahorro para el Retiro; la disciplina en las finanzas públicas; las limitaciones a las revisiones de los salarios mínimos y contractuales; las políticas de solidaridad en materia de vivienda y de capacitación; las medidas de desregulación de la actividad socioeconómica; el apoyo a las medianas y pequeñas industrias; la globalización de la economía; el acuerdo nacional para la elevación de la productividad y la calidad, y las medidas y reformas legislativas en las leyes de: Ingresos y Egresos de la Federación; del Impuesto Sobre la Renta; de Inversión Extranjera y de Propiedad Industrial. Estas últimas medidas, dada la situación política del país, se convierten prácticamente en leyes, reduciendo el quehacer propio del Congreso de la Unión y de sus cámaras. Los pactos económicos han aportado éxitos y críticas permanentes, sobre todo al sector público encabezado por el Presidente de la República, hecho que no puede calificarse como de corresponsabilidad político-administrativa democrática. Pacto político En México, a partir de 1987, frente a la crisis de legitimidad del sistema político, especialmente la sentida por sus gobernantes en el Poder Ejecutivo que se habían separado de los principios ideológicos fundamentales de la Revolución mexicana, como eran el nacionalismo, las limitantes al régimen de propiedad comunal en materia agropecuaria y la supremacía del Estado sobre las iglesias; se desarrolló la práctica de los pactos producto de concertaciones calificadas de consensuales, aunque en materia plural heterogénea el consenso no es un paradigma democrático. Los pactos se han dado en dos dimensiones, la primera se refiere a negociaciones concretas sobre puntos específicos vinculados en la mayoría de los casos a las partes del proceso electoral que han sido duramente criticados cuando éstos comprenden los resultados electorales legales, incluyendo las decisiones de los tribunales respectivos; la segunda ha abierto con la iniciativa y dirigencia del Poder Ejecutivo espacios de discusión política tendiente a reformas constitucionales y legales que han recibido las aportaciones de representantes en muchos casos no formales de los sectores privado, social y universitario, inclusive a voceros de los partidos que se encuentran representados en la Cámara de Diputados y/o en la de Senadores.