Aigen Edad: Comienzos de la primera edad. Sobrenombres: La Guardiana, la Última Defensa, la Misteriosa, el Arma Definitiva, Corazón de Luz. Un destino incierto te dio la vida de manos del primer dios, el padre de todos los dioses: Lamurk el guerrero, Jein de la luz, Kleim de la magia, Menel de la tierra y el verano, Lakne de los misterios y Taruk del mal. Old Deus te dio la vida para que guardaras el mundo que él había creado. Así pues desde una época en la que los dioses guiaban a sus respectivas tribus, tú surgiste para guiar y para proteger el mundo tal y como lo conocías. Se te concedió poder, se te concedió inteligencia, se te dio discernimiento entre el mal y el bien según los seres que poblaban el mundo, pero por encima de todo se te dio libre albedrío. No tendrías que rezar a dioses, no tendrías que alimentarte o dormir, pues serías eterna. Pero no eras un dios. A diferencia de los otros dioses, hijos del Old Deus, tú habías nacido como una creación, casi más como un objeto con una función a cumplir que un ser con naturaleza divina. Pero no te importó, porque amabas el mundo por el que naciste para proteger. La belleza del mundo fue lo primero que advertiste. Los colores del cielo y el amanecer, del agua y las nubes. Los olores y el tacto de la naturaleza, la vida en su esplendor, todo eso te habían ordenado proteger, al principio por obligación, pero después por amor hacia la tierra que te rodeaba y que te colmaba los sentidos. El tiempo para ti era una mera variable. Algo que pasaba en el desarrollo de los seres humanos y la magia, pues estos entraban en simbiosis y surgían magos y hechiceros que aportaban con sus ensalmos variedad a un mundo siempre cambiante. Y mientras, mirando al futuro veías claro como había solo dos caminos posibles, la unión entre el “monstruo” y el humano o la destrucción de todo y la llegada de la era de los demonios. Por suerte todas las variables estaban en tu cabeza, veías con total facilidad las distintas posibilidades como fichas de dominó dispuestas en fila, esperando el toque apropiado para ser accionadas, y usaste esa capacidad para tejer los delicados hilos del destino acorde a la telaraña que deseabas. Sin embargo, no podrías hacer todos tus movimientos hasta que las piezas se dispusieran, así que en algunos casos tuviste que velar durante varios siglos, preparando los escenarios hasta que todo ocurriera de la forma adecuada. Es por ello que te encargaste de que la línea familiar del rey que encontró a la espada Nova se mantuviera viva hasta que ésta tuviera su legítimo propietario, el príncipe Ágrenon. Por eso te encargaste de que las guerras no destruyeran Asitania tal y como parecía que iba a pasar, y poco a poco ir despejando tu labor consiguiendo que los “monstruos” no solo no te vieran como una amenaza sino que además valoraran tus sabios consejos. Sombra, el Maldito, te respetaba, el rey demonios dejó advertidos a sus guardias que eras amiga, y cada monstruo y aberración te respetaba allá donde fueras. Los castillos de los reyes humanos tenían las puertas abiertas para ti, y con relativa facilidad les convencías siempre de las decisiones que mejor que te convenían. Pero entonces los engranajes se pusieron en marcha. Era el momento de que el primero de los elegidos se pusiera en marcha, Lucent el Archimago. Informaste a Sombra el Maldito de donde podría encontrar al clan de la Llama Blanca, enemigos de la noche, y cómo podrían vencerlos si dejaban vivo a un extraño chico, pues tu objetivo era que el niño absorbiera la llama. Y vaya si lo hizo. Como último superviviente de su clan vagó por los reinos, sin saber que su recomendación para que estudiase vino de tu parte, al encontrarle un viejo mago solitario que quería un aprendiz. Su leyenda aumentó con el tiempo, pero no terminó la cosa en ese estado. Más tarde, tu creador engendró un hijo, Shaen, el cual debía reunirse con el Archimago Lucent y ser su aprendiz y su compañero de aventuras durante muchos años. Pero el chico estaba lleno de odio y no quería dejar a su madre sola, pese a que esta estaba perfectamente protegida por el dios más poderoso de la creación. Así que la convenciste en un sueño de que su hijo estaba preparado para hacer grandes cosas si salía de casa, y que no hacerlo resultaría en que este perdería la oportunidad de ser un héroe. Shaen salió al día siguiente de su casa, seguro de que viviría una hermosa aventura. E hiciste que se encontraran en una ciudad céntrica, y que Lucent le enseñara parte de la magia que había inventado. Ahora solo debías esperar a que el chico apareciera ante ti. Así que para matar el tiempo estudiaste poesía, literatura, música, artes, y la cultura humana mientras pasaban los siglos. Sin embargo, algo alteraba tus planes. Tanto Shaen como la Madre de la Oscuridad, aquel ser que creo Old Deus por accidente, tenían la cualidad de ser demasiado impredecibles y escapaban a tu poder, y eso no te agradaba. Si en Shaen podía ser contrarrestado por tu labia con su inocencia humana, aquel ser de oscuridad escapaba del todo a tu control así que decidiste que debía recibir un cuerpo físico, de manera que pudieras interactuar directamente con ella y así poder manipularla como al resto de los seres. Así todo volvería a estar bajo control y podrías tener libertad para seguir entretejiendo el destino tal y como el Old Deus esperaba de ti. Hiciste que todo pareciera idea de Lucent, pues parte de tus capacidades se basan en que los seres recurren a ti como oráculo y amiga, y no como un ente divino manipulador. Y, abrumada por aquel magnífico momento, acudiste al lugar donde la Matriarca de Monstruos debía tomar posesión de su cuerpo, y tú misma le regalaste dos gemas que debían hacer de ojos y que se transformarían en carne cuando se llevara a cabo el ritual. Y todo funcionó a las mil maravillas hasta que el chico, Shaen, actuando bajo el mandato de su maestro Lucent, le otorgó un nombre al ser abriéndole la puerta a este mundo: Scylla. Y como una diosa se alzó sobre el mundo, obteniendo poder sobre la creación y sobre las sombras. Pasaron los siglos en los que pudiste llevar a cabo más planes para que todo volviera a la normalidad, pese a que Scylla anduviera por el mundo como si le perteneciera, Shaen bordeara mi control por la protección de su padre y Lucent no pudiera morir debido a su pacto con la muerte. Pero teniendo controladas esas variables todo estaría a punto para que el destino siguiera su curso. Hasta tal punto, que me relaje en mis labores como oráculo y empecé a viajar por el ancho mundo que el creador había dispuesto para mí. Sin embargo, no me di cuenta del grave peligro en el que ponía la misión al hacerlo. Cuando retomé la vigilancia de los elegidos, todo había cambiado. Cual efecto mariposa, las acciones de aquellos seres inmunes a mí habían modificado el destino y el niño que portaría la espada de luz había nacido ya, pero lejos de lo esperado en lugar de ser el hijo de un rey, había nacido en una aldea aquejada por la peste y le habían despojado de su espada. La cual recuperé de unos bandidos, para justo después depositarla a sus pies en un camino por el que pasarían sus futuros progenitores. Así daba comienzo la historia de Ágrenon, el mil veces héroe. En cuanto a Scylla, iba a visitarla personalmente a menudo, con lo que no hacía falta que moviera hilos cuando podía convencerla perfectamente de que actuara bajo mi voluntad en forma de amistosos consejos. Como, por ejemplo, despertando su curiosidad sobre que nunca había sido madre de verdad ahora que tenía un cuerpo físico. Que tener una hija sin crearla de la nada con magia, sería el súmmum para ella como madre. Meses después estaba en un viaje que le duraría años hasta encontrar a uno de los bardos más conocidos de los cinco reinos, padre de su futura hija. Mi intención, en realidad, nunca fue hacerla madre sino vulnerable. Si ella seguía creando monstruos que los héroes asesinaban, la enfermedad del Old Deus empeoraría. Así que, la opción más sencilla era eliminarla de la ecuación, evitando así el nacimiento de más seres repudiados por los dioses. Su bosque estaba lleno de protecciones mágicas, así que la motivé a salir de él en busca de un ser que la hiciera madre para dejarla desprotegida en manos de los guerreros. Y, si se daba el caso de que llegara a preñarse, estaría doblemente vulnerable a un ataque. Pero, una vez más, aquel escurridizo ser casi divino logró esquivar mis planes. Sin embargo, por cada nudo en mi telar había una nueva forma de seguir hilando. Los años habían pasado, y aprovechando que la espada de Ágrenon se había mellado ahora que ya era caballero, llegó el momento de presentarle al mago Lucent y a su pupilo Shaen, con los que unió fuerzas para devolver al mundo su grandeza en contra de los monstruos. Todo ello causaría la ira de Scylla, la cual debía ayudar a Sombra el Maldito en su castillo contra ellos, dando muerte a Lucent y muriendo a manos de Ágrenon. Pero, una vez más, todo se complicó en el camino. Y cuando estaban preparados para hacer frente al mal, en otro lado del mundo los dioses, hijos del Old Deus, unieron sus voces debilitadas al alma de una joven niña que estaría destinada a ser el sacrificio a la oscuridad para que la luz pudiera vivir: Nemern, la Blanca. De esta forma, sus hijos intentaban salvarle por su cuenta a costa de crear un ser inmune a mi poder. Otro más. El destino se torció una vez más, y mi misión cada vez resultaba más insoportable y dura. Hice lo que pude, pero Scylla perdió las ganas de pelear a medida que su nueva hija crecía, y mientras tanto, Lucent, Ágrenon, Shaen y Nemern, se hicieron a los caminos como aventureros a seguir eliminando monstruos, complicando cada vez más mis intentos por frenar la oscuridad. Todo parecía apuntar a que se produciría el apocalipsis sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, pues las almas de aquellos monstruos que morían y morían, no entraban al ciclo de almas, pues su existencia no estaba pensada para coexistir con el resto de criaturas de la creación, por lo que al morir estas caían en un vacío al que solos los señores de los demonios podían acceder. Causando más y más que la luz se apagara por todo el universo. Cargada de ira e impotencia, intenté por todos los medios parar las muertes de estos seres, intenté que ninguno más sufriera daños, pero mientras Shaen siguiera bendito por mi creador, poco más podía hacer. Hasta que llegado un punto, dejé de intentar controlarlo todo, pues era preferible arreglar el mundo una vez se hubiera roto que evitar que este se precipitara al desastre. Sin embargo, aún me quedaba una última baza: Nemern. La dulce e inocente sacerdotisa fue entregada a mí una temporada como parte de su educación y, aunque me irritaba su excesiva afectividad, me las apañé para hacerla creer que era su amiga, igual que en su momento había hecho con Scylla, y le hablé de profecías del fin del mundo, de la bondad de los monstruos y la convencí de que su papel era impedir que aquellas criaturas siguieran sufriendo. Al mismo tiempo, capté los sentimientos que ella y el joven Shaen empezaban a profesarse y me di prisa por cortarlo de raíz. Sería incapaz de controlarlos si estaban juntos y necesitaba que ella cumpliera su papel en mis profecías. Si bien mi plan distaba mucho del de los otros dioses, que la habían mandado a la tierra para dejarla morir como sacrificio para acabar con la corrupción del Old Deus exterminando a todos los monstruos en el proceso. Yo prefería un mundo en el que fueran capaces de vivir juntos y en paz, pero la necesitaba por si mis planes volvían a torcerse y debíamos recurrir al plan de los otros dioses en lugar del mío. Al fin y al cabo, mi misión principal era evitar el fin del mundo, más allá del cómo. Así que la animé a emprender esa cruzada por el reino, tratando de convencer a todos de que debían dejar de matar a los monstruos, aunque sin demasiadas esperanzas en que la escucharan pues conocía bien la codicia del corazón de los hombres. Pero al menos así la mantendría lejos de Shaen. El joven, por su parte, al descubrir cuál era el futuro que le aguardaba a su amada, vino a mí en busca de consejo, esperando que como oráculo pudiera decirle cómo evitar ese trágico destino. Supe inmediatamente que sería muy difícil convencerle de que la dejara morir y, dado que no podía actuar en su contra por la protección del Old Deus sobre él, decidí utilizarle a mi favor. Scylla había tenido a su bebé hacía algo más de un par de décadas, y ese ser, mitad humano y mitad monstruo, representaba el mundo que yo deseaba. Temí cuando Ágrenon fue en su busca pero se acabaron enamorando y aquello no podía haber salido mejor para mí. El caballero más fuerte y valeroso sería marido y protector de la otra criatura de la creación capaz de sustituir a Nemern en su sacrificio, así garantizaría que, llegado el momento, teníamos un plan b. Así que, al ver que Shaen no iba a dejar morir a Nemern, le hice saber que Sybilla podría ocupar su lugar. Para él, era preferible que muriera ese monstruo, como tantos otros que había asesinado antes, a que lo hiciera su dulce e inocente sacerdotisa. Y así, de esta manera, dispuse el escenario para evitar el fin del mundo. Había mandado a Nemern a defender a los monstruos, la había convencido de la importancia de anteponer su deber a su corazón, y, en el caso de que fuera débil y se dejara convencer por Shaen de no morir en el ritual, había dispuesto un segundo sacrificio que ocupara su lugar. Uno tras otro, iba enredando los hilos del destino en pos de proteger la creación del Old Deus. Porque, para mí que soy eterna, la muerte de ninguno de ellos valía nada comparado con el propio mundo por el que debía velar. Pero entonces llegó el día señalado. Nemern no había logrado que la caza de monstruos cesara así que debía morir en el ritual junto a la Gema de Luz para evitar el fin del mundo aunque fuera a costa de sacrificar a los hijos de Scylla. Pero, dos días antes del ritual, la sacerdotisa huyó de la capital y se internó en el bosque de la madre de los monstruos para intentar parar la guerra por última vez. Sin embargo, Shaen ya había decidido protegerla a toda costa y los guardias que debían capturar a Sybilla para sacrificarla en su lugar la siguieron al quitar las protecciones del bosque e internarse en él. Los guardias se llevaron a Sybilla y a su hijo no nato, un huevo que era hijo de ella y del valiente Ágrenon, y la entregaron a los sacerdotes para el ritual. Shaen, al recibir la llamada de socorro de Scylla, que sintió el peligro sobre su hija, se arrepintió de venderla y fue en busca de Ágrenon para tratar de impedir la muerte de la semihumana. Pero no llegaron a tiempo. Vieron cómo las llamas devoraban el cuerpo de la lamia, haciendo caer sobre el mundo la maldición de Scylla, y para nada, pues para el sacrificio funcionara debía hacerse voluntariamente pero Sybilla había sido asesinada. Así pues, en la La Última Llama nos encontraremos bajo la atenta mirada del creador, el Old Deus, al que sin lugar a dudas he fallado, pero al que no volveré a fallar. Pues pienso enmendar las cosas. Pero para ello primero deben morir y renacer, dándose cuenta de sus errores. Para aprender a valorar la vida, y después salvar el universo. OLD DEUS TE CREO CON UN PROPÓSITO Y NI ESO HAS PODIDO HACER POR NOBLES QUE SEAN TUS INTENCIONES, POR MUCHO QUE CREAS QUE PUEDES ARREGLARLO TU MISIÓN HA FALLADO Habilidades Destino aciago: Una vez por partida, puedes evitar que un personaje lleve a cabo una acción fatal para el destino de todos. Protección real: La espada de Ágrenon poco sirve contra ti. Por lo que puedes salvar a alguien de ser ejecutado interponiéndote con tu propio cuerpo inmortal. Mi misión no ha terminado: No puedes cesar de existir mientras el anciano dios exista o mientras tu misión no haya terminado. No recibirás consejo alguno de la Muerte si te encuentras con ella. Secretos Inseguridad: Estás acostumbrada a manejar los hilos del destino y a cada ser de la creación prácticamente a tu antojo, pero ahora estás aquí, con tan sólo seis seres más y sientes que todo está fuera de control al no poder afectar ni a la mitad de ellos. Sólo te queda tu labia, y no estás segura de que eso baste ahora. Incertidumbre: Estás atrapada junto a tus títeres, seres a los que has manipulado de mil formas distintas a través de los siglos para tratar de salvar el mundo. ¿Qué pasará si descubren que toda su vida ha sido guiada por tu mano y que todo ese dolor no ha servido para nada? Envidia: No entiendes el amor, y con algo de suerte entiendes la amistad. Por lo que ante una decisión basada en los sentimientos, no sabrás responder. Relaciones Scylla: A la madre de todos los monstruos le diste sus ojos, física y metafóricamente, pues tiene algo de ti en su interior que le permite ver el mundo con la misma belleza que tú lo percibes. Pero quizás eso sea parte del problema, pues perdió la voluntad de luchar en cuanto recibió su nuevo cuerpo. Fracasaste intentando matarla antes de que siguiera creando vida de la nada. Ágrenon: Es tan bueno y honrado que de alguna forma sientes que se haya visto envuelto en esto. Sin embargo, no había manera de salvar el mundo sin partirle el corazón, ya fuera con la muerte de aquella a la que amaba como a una hermana, Nemern, o con la de su amada esposa. Es triste como el destino se ha enredado alrededor de este pobre humano por juntarse con criaturas que desafiaban tu poder, pero esperas poder compensarlo, quizás aún haya una forma de devolver el mundo a su estado normal. Nemern: La dulce sacerdotisa de los dioses te pone muy nerviosa. Le has hecho creer que eras su amiga porque era fácilmente manipulable por su inocencia pero puede que tenerla aquí ahora sea un estorbo casi peor que Shaen. El poder que maneja es excesivo para ella, y sin quererlo podría incluso destruirte, o recuperar el mundo con su mero sacrificio. Pero ello haría que los dioses murieran con ella, y sin este poder, la magia desaparecería del mundo. Shaen: El hijo del Old Deus es quizás la mayor molestia de la creación. Por culpa del amor que su padre siente por él el destino no le afecta y ello hace que no puedas asegurar la supervivencia del mundo entero, además no solo es inmaduro pese a su edad, sino que se cree muy especial sin saber a quién debe su protección. Pero al fin y al cabo tenéis el mismo creador, por lo que ello lo convertiría en una especie de hermano pequeño. Y puede que la Gema de Luz que nunca consiguió darle a la sacerdotisa, y que esconde en su bolsillo, pueda hacer que la luz vuelva a cobrar fuerza de nuevo, de la manera correcta. Anciano: Un cuerpo humano a ti no puede engañarte. Sabes a ciencia cierta que este hombre sentado junto a ti es tu creador, el Old Deus. El padre de los dioses se muere, pues las almas de los monstruos infectan la creación y al ser esta misma su cuerpo, es como si un cáncer oscuro se fraguara en su sangre. La llama durará lo que dure su existencia. Y entonces todos moriréis. Quizás ejecutarle o salvarle, os brinde una oportunidad. Pero todos los que dependáis de la magia caeréis en cuando él lo haga. Lucent: Siente un gran odio hacia Scylla, casi palpable en el ambiente, y te preguntas qué pasaría si se diera cuenta de que en realidad todo ese odio debería sentirlo hacia ti. Tú hiciste que todo su clan muriera sólo porque necesitabas que se convirtiera en archimago, tutor de Shaen y protector de Nemern hasta que llegara el momento de su sacrificio. Tú has predispuesto que este humano se volviera casi inmortal por traerlo hasta el día de hoy, y lleva acumulando odio durante siglos hacia los seres equivocados por tu culpa. Podría ser un buen aliado para arreglar la situación o tratar de acabar con todo ya que está tan harto de su propia existencia. Habrá que tenerlo vigilado.