Subido por isabel cruz

Aigen

Anuncio
Aigen
Edad: Comienzos de la primera edad.
Sobrenombres: La Guardiana, la Última Defensa, la Misteriosa, el Arma
Definitiva, Corazón de Luz.
Un destino incierto te dio la vida de manos del primer dios, el padre de todos
los dioses: Lamurk el guerrero, Jein de la luz, Kleim de la magia, Menel de la
tierra y el verano, Lakne de los misterios y Taruk del mal.
Old Deus te dio la vida para que guardaras el mundo que él había creado. Así
pues desde una época en la que los dioses guiaban a sus respectivas tribus, tú
surgiste para guiar y para proteger el mundo tal y como lo conocías.
Se te concedió poder, se te concedió inteligencia, se te dio discernimiento entre
el mal y el bien según los seres que poblaban el mundo, pero por encima de
todo se te dio libre albedrío. No tendrías que rezar a dioses, no tendrías que
alimentarte o dormir, pues serías eterna. Pero no eras un dios. A diferencia de
los otros dioses, hijos del Old Deus, tú habías nacido como una creación, casi
más como un objeto con una función a cumplir que un ser con naturaleza
divina. Pero no te importó, porque amabas el mundo por el que naciste para
proteger.
La belleza del mundo fue lo primero que advertiste. Los colores del cielo y el
amanecer, del agua y las nubes. Los olores y el tacto de la naturaleza, la vida en
su esplendor, todo eso te habían ordenado proteger, al principio por obligación,
pero después por amor hacia la tierra que te rodeaba y que te colmaba los
sentidos.
El tiempo para ti era una mera variable. Algo que pasaba en el desarrollo de los
seres humanos y la magia, pues estos entraban en simbiosis y surgían magos y
hechiceros que aportaban con sus ensalmos variedad a un mundo siempre
cambiante. Y mientras, mirando al futuro veías claro como había solo dos
caminos posibles, la unión entre el “monstruo” y el humano o la destrucción
de todo y la llegada de la era de los demonios.
Por suerte todas las variables estaban en tu cabeza, veías con total facilidad las
distintas posibilidades como fichas de dominó dispuestas en fila, esperando el
toque apropiado para ser accionadas, y usaste esa capacidad para tejer los
delicados hilos del destino acorde a la telaraña que deseabas.
Sin embargo, no podrías hacer todos tus movimientos hasta que las piezas se
dispusieran, así que en algunos casos tuviste que velar durante varios siglos,
preparando los escenarios hasta que todo ocurriera de la forma adecuada. Es
por ello que te encargaste de que la línea familiar del rey que encontró a la
espada Nova se mantuviera viva hasta que ésta tuviera su legítimo propietario,
el príncipe Ágrenon. Por eso te encargaste de que las guerras no destruyeran
Asitania tal y como parecía que iba a pasar, y poco a poco ir despejando tu
labor consiguiendo que los “monstruos” no solo no te vieran como una
amenaza sino que además valoraran tus sabios consejos.
Sombra, el Maldito, te respetaba, el rey demonios dejó advertidos a sus
guardias que eras amiga, y cada monstruo y aberración te respetaba allá donde
fueras. Los castillos de los reyes humanos tenían las puertas abiertas para ti, y
con relativa facilidad les convencías siempre de las decisiones que mejor que te
convenían.
Pero entonces los engranajes se pusieron en marcha. Era el momento de que el
primero de los elegidos se pusiera en marcha, Lucent el Archimago. Informaste
a Sombra el Maldito de donde podría encontrar al clan de la Llama Blanca,
enemigos de la noche, y cómo podrían vencerlos si dejaban vivo a un extraño
chico, pues tu objetivo era que el niño absorbiera la llama. Y vaya si lo hizo.
Como último superviviente de su clan vagó por los reinos, sin saber que su
recomendación para que estudiase vino de tu parte, al encontrarle un viejo
mago solitario que quería un aprendiz. Su leyenda aumentó con el tiempo, pero
no terminó la cosa en ese estado.
Más tarde, tu creador engendró un hijo, Shaen, el cual debía reunirse con el
Archimago Lucent y ser su aprendiz y su compañero de aventuras durante
muchos años. Pero el chico estaba lleno de odio y no quería dejar a su madre
sola, pese a que esta estaba perfectamente protegida por el dios más poderoso
de la creación. Así que la convenciste en un sueño de que su hijo estaba
preparado para hacer grandes cosas si salía de casa, y que no hacerlo resultaría
en que este perdería la oportunidad de ser un héroe. Shaen salió al día
siguiente de su casa, seguro de que viviría una hermosa aventura. E hiciste que
se encontraran en una ciudad céntrica, y que Lucent le enseñara parte de la
magia que había inventado.
Ahora solo debías esperar a que el chico apareciera ante ti. Así que para matar
el tiempo estudiaste poesía, literatura, música, artes, y la cultura humana
mientras pasaban los siglos. Sin embargo, algo alteraba tus planes. Tanto Shaen
como la Madre de la Oscuridad, aquel ser que creo Old Deus por accidente,
tenían la cualidad de ser demasiado impredecibles y escapaban a tu poder, y
eso no te agradaba. Si en Shaen podía ser contrarrestado por tu labia con su
inocencia humana, aquel ser de oscuridad escapaba del todo a tu control así que
decidiste que debía recibir un cuerpo físico, de manera que pudieras interactuar
directamente con ella y así poder manipularla como al resto de los seres. Así
todo volvería a estar bajo control y podrías tener libertad para seguir
entretejiendo el destino tal y como el Old Deus esperaba de ti.
Hiciste que todo pareciera idea de Lucent, pues parte de tus capacidades se
basan en que los seres recurren a ti como oráculo y amiga, y no como un ente
divino manipulador. Y, abrumada por aquel magnífico momento, acudiste al
lugar donde la Matriarca de Monstruos debía tomar posesión de su cuerpo, y tú
misma le regalaste dos gemas que debían hacer de ojos y que se transformarían
en carne cuando se llevara a cabo el ritual. Y todo funcionó a las mil maravillas
hasta que el chico, Shaen, actuando bajo el mandato de su maestro Lucent, le
otorgó un nombre al ser abriéndole la puerta a este mundo: Scylla. Y como una
diosa se alzó sobre el mundo, obteniendo poder sobre la creación y sobre las
sombras.
Pasaron los siglos en los que pudiste llevar a cabo más planes para que todo
volviera a la normalidad, pese a que Scylla anduviera por el mundo como si le
perteneciera, Shaen bordeara mi control por la protección de su padre y Lucent
no pudiera morir debido a su pacto con la muerte. Pero teniendo controladas
esas variables todo estaría a punto para que el destino siguiera su curso. Hasta
tal punto, que me relaje en mis labores como oráculo y empecé a viajar por el
ancho mundo que el creador había dispuesto para mí. Sin embargo, no me di
cuenta del grave peligro en el que ponía la misión al hacerlo.
Cuando retomé la vigilancia de los elegidos, todo había cambiado. Cual efecto
mariposa, las acciones de aquellos seres inmunes a mí habían modificado el destino y el
niño que portaría la espada de luz había nacido ya, pero lejos de lo esperado en lugar de
ser el hijo de un rey, había nacido en una aldea aquejada por la peste y le habían
despojado de su espada. La cual recuperé de unos bandidos, para justo después
depositarla a sus pies en un camino por el que pasarían sus futuros progenitores.
Así daba comienzo la historia de Ágrenon, el mil veces héroe.
En cuanto a Scylla, iba a visitarla personalmente a menudo, con lo que no hacía falta
que moviera hilos cuando podía convencerla perfectamente de que actuara bajo mi
voluntad en forma de amistosos consejos. Como, por ejemplo, despertando su
curiosidad sobre que nunca había sido madre de verdad ahora que tenía un cuerpo
físico. Que tener una hija sin crearla de la nada con magia, sería el súmmum para ella
como madre. Meses después estaba en un viaje que le duraría años hasta encontrar a
uno de los bardos más conocidos de los cinco reinos, padre de su futura hija.
Mi intención, en realidad, nunca fue hacerla madre sino vulnerable. Si ella seguía
creando monstruos que los héroes asesinaban, la enfermedad del Old Deus empeoraría.
Así que, la opción más sencilla era eliminarla de la ecuación, evitando así el nacimiento
de más seres repudiados por los dioses. Su bosque estaba lleno de protecciones mágicas,
así que la motivé a salir de él en busca de un ser que la hiciera madre para dejarla
desprotegida en manos de los guerreros. Y, si se daba el caso de que llegara a preñarse,
estaría doblemente vulnerable a un ataque. Pero, una vez más, aquel escurridizo ser
casi divino logró esquivar mis planes. Sin embargo, por cada nudo en mi telar había
una nueva forma de seguir hilando.
Los años habían pasado, y aprovechando que la espada de Ágrenon se había mellado
ahora que ya era caballero, llegó el momento de presentarle al mago Lucent y a su
pupilo Shaen, con los que unió fuerzas para devolver al mundo su grandeza en contra
de los monstruos. Todo ello causaría la ira de Scylla, la cual debía ayudar a Sombra el
Maldito en su castillo contra ellos, dando muerte a Lucent y muriendo a manos de
Ágrenon. Pero, una vez más, todo se complicó en el camino. Y cuando estaban
preparados para hacer frente al mal, en otro lado del mundo los dioses, hijos del Old
Deus, unieron sus voces debilitadas al alma de una joven niña que estaría destinada a
ser el sacrificio a la oscuridad para que la luz pudiera vivir: Nemern, la Blanca. De esta
forma, sus hijos intentaban salvarle por su cuenta a costa de crear un ser inmune a mi
poder. Otro más.
El destino se torció una vez más, y mi misión cada vez resultaba más insoportable y
dura. Hice lo que pude, pero Scylla perdió las ganas de pelear a medida que su nueva
hija crecía, y mientras tanto, Lucent, Ágrenon, Shaen y Nemern, se hicieron a los
caminos como aventureros a seguir eliminando monstruos, complicando cada vez más
mis intentos por frenar la oscuridad. Todo parecía apuntar a que se produciría el
apocalipsis sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, pues las almas de aquellos
monstruos que morían y morían, no entraban al ciclo de almas, pues su existencia no
estaba pensada para coexistir con el resto de criaturas de la creación, por lo que al
morir estas caían en un vacío al que solos los señores de los demonios podían acceder.
Causando más y más que la luz se apagara por todo el universo.
Cargada de ira e impotencia, intenté por todos los medios parar las muertes de estos
seres, intenté que ninguno más sufriera daños, pero mientras Shaen siguiera bendito
por mi creador, poco más podía hacer. Hasta que llegado un punto, dejé de intentar
controlarlo todo, pues era preferible arreglar el mundo una vez se hubiera roto que
evitar que este se precipitara al desastre.
Sin embargo, aún me quedaba una última baza: Nemern. La dulce e inocente
sacerdotisa fue entregada a mí una temporada como parte de su educación y, aunque
me irritaba su excesiva afectividad, me las apañé para hacerla creer que era su amiga,
igual que en su momento había hecho con Scylla, y le hablé de profecías del fin del
mundo, de la bondad de los monstruos y la convencí de que su papel era impedir que
aquellas criaturas siguieran sufriendo.
Al mismo tiempo, capté los sentimientos que ella y el joven Shaen empezaban a
profesarse y me di prisa por cortarlo de raíz. Sería incapaz de controlarlos si estaban
juntos y necesitaba que ella cumpliera su papel en mis profecías. Si bien mi plan
distaba mucho del de los otros dioses, que la habían mandado a la tierra para dejarla
morir como sacrificio para acabar con la corrupción del Old Deus exterminando a todos
los monstruos en el proceso. Yo prefería un mundo en el que fueran capaces de vivir
juntos y en paz, pero la necesitaba por si mis planes volvían a torcerse y debíamos
recurrir al plan de los otros dioses en lugar del mío. Al fin y al cabo, mi misión principal
era evitar el fin del mundo, más allá del cómo.
Así que la animé a emprender esa cruzada por el reino, tratando de convencer a todos de
que debían dejar de matar a los monstruos, aunque sin demasiadas esperanzas en que
la escucharan pues conocía bien la codicia del corazón de los hombres. Pero al menos así
la mantendría lejos de Shaen.
El joven, por su parte, al descubrir cuál era el futuro que le aguardaba a su amada, vino
a mí en busca de consejo, esperando que como oráculo pudiera decirle cómo evitar ese
trágico destino. Supe inmediatamente que sería muy difícil convencerle de que la dejara
morir y, dado que no podía actuar en su contra por la protección del Old Deus sobre él,
decidí utilizarle a mi favor. Scylla había tenido a su bebé hacía algo más de un par de
décadas, y ese ser, mitad humano y mitad monstruo, representaba el mundo que yo
deseaba. Temí cuando Ágrenon fue en su busca pero se acabaron enamorando y
aquello no podía haber salido mejor para mí. El caballero más fuerte y valeroso sería
marido y protector de la otra criatura de la creación capaz de sustituir a Nemern en su
sacrificio, así garantizaría que, llegado el momento, teníamos un plan b.
Así que, al ver que Shaen no iba a dejar morir a Nemern, le hice saber que Sybilla
podría ocupar su lugar. Para él, era preferible que muriera ese monstruo, como tantos
otros que había asesinado antes, a que lo hiciera su dulce e inocente sacerdotisa.
Y así, de esta manera, dispuse el escenario para evitar el fin del mundo. Había mandado
a Nemern a defender a los monstruos, la había convencido de la importancia de
anteponer su deber a su corazón, y, en el caso de que fuera débil y se dejara convencer
por Shaen de no morir en el ritual, había dispuesto un segundo sacrificio que ocupara
su lugar. Uno tras otro, iba enredando los hilos del destino en pos de proteger la
creación del Old Deus. Porque, para mí que soy eterna, la muerte de ninguno de ellos
valía nada comparado con el propio mundo por el que debía velar.
Pero entonces llegó el día señalado.
Nemern no había logrado que la caza de monstruos cesara así que debía morir en el
ritual junto a la Gema de Luz para evitar el fin del mundo aunque fuera a costa de
sacrificar a los hijos de Scylla. Pero, dos días antes del ritual, la sacerdotisa huyó de
la capital y se internó en el bosque de la madre de los monstruos para intentar parar
la guerra por última vez. Sin embargo, Shaen ya había decidido protegerla a toda
costa y los guardias que debían capturar a Sybilla para sacrificarla en su lugar la
siguieron al quitar las protecciones del bosque e internarse en él. Los guardias se
llevaron a Sybilla y a su hijo no nato, un huevo que era hijo de ella y del valiente
Ágrenon, y la entregaron a los sacerdotes para el ritual. Shaen, al recibir la llamada
de socorro de Scylla, que sintió el peligro sobre su hija, se arrepintió de venderla y
fue en busca de Ágrenon para tratar de impedir la muerte de la semihumana. Pero
no llegaron a tiempo. Vieron cómo las llamas devoraban el cuerpo de la lamia,
haciendo caer sobre el mundo la maldición de Scylla, y para nada, pues para el
sacrificio funcionara debía hacerse voluntariamente pero Sybilla había sido
asesinada.
Así pues, en la La Última Llama nos encontraremos bajo la atenta mirada del
creador, el Old Deus, al que sin lugar a dudas he fallado, pero al que no volveré a
fallar. Pues pienso enmendar las cosas. Pero para ello primero deben morir y
renacer, dándose cuenta de sus errores. Para aprender a valorar la vida, y después
salvar el universo.
OLD DEUS TE CREO CON UN PROPÓSITO
Y NI ESO HAS PODIDO HACER
POR NOBLES QUE SEAN TUS INTENCIONES,
POR MUCHO QUE CREAS QUE PUEDES ARREGLARLO
TU MISIÓN HA FALLADO
Habilidades
Destino aciago: Una vez por partida, puedes evitar que un personaje lleve a
cabo una acción fatal para el destino de todos.
Protección real: La espada de Ágrenon poco sirve contra ti. Por lo que puedes
salvar a alguien de ser ejecutado interponiéndote con tu propio cuerpo
inmortal.
Mi misión no ha terminado: No puedes cesar de existir mientras el anciano dios
exista o mientras tu misión no haya terminado. No recibirás consejo alguno de
la Muerte si te encuentras con ella.
Secretos
Inseguridad: Estás acostumbrada a manejar los hilos del destino y a cada ser de
la creación prácticamente a tu antojo, pero ahora estás aquí, con tan sólo seis
seres más y sientes que todo está fuera de control al no poder afectar ni a la
mitad de ellos. Sólo te queda tu labia, y no estás segura de que eso baste ahora.
Incertidumbre: Estás atrapada junto a tus títeres, seres a los que has
manipulado de mil formas distintas a través de los siglos para tratar de salvar el
mundo. ¿Qué pasará si descubren que toda su vida ha sido guiada por tu mano
y que todo ese dolor no ha servido para nada?
Envidia: No entiendes el amor, y con algo de suerte entiendes la amistad. Por lo
que ante una decisión basada en los sentimientos, no sabrás responder.
Relaciones
Scylla: A la madre de todos los monstruos le diste sus ojos, física y
metafóricamente, pues tiene algo de ti en su interior que le permite ver el
mundo con la misma belleza que tú lo percibes. Pero quizás eso sea parte del
problema, pues perdió la voluntad de luchar en cuanto recibió su nuevo cuerpo.
Fracasaste intentando matarla antes de que siguiera creando vida de la nada.
Ágrenon: Es tan bueno y honrado que de alguna forma sientes que se haya
visto envuelto en esto. Sin embargo, no había manera de salvar el mundo sin
partirle el corazón, ya fuera con la muerte de aquella a la que amaba como a
una hermana, Nemern, o con la de su amada esposa. Es triste como el destino se
ha enredado alrededor de este pobre humano por juntarse con criaturas que
desafiaban tu poder, pero esperas poder compensarlo, quizás aún haya una
forma de devolver el mundo a su estado normal.
Nemern: La dulce sacerdotisa de los dioses te pone muy nerviosa. Le has
hecho creer que eras su amiga porque era fácilmente manipulable por su
inocencia pero puede que tenerla aquí ahora sea un estorbo casi peor que
Shaen. El poder que maneja es excesivo para ella, y sin quererlo podría incluso
destruirte, o recuperar el mundo con su mero sacrificio. Pero ello haría que los
dioses murieran con ella, y sin este poder, la magia desaparecería del mundo.
Shaen: El hijo del Old Deus es quizás la mayor molestia de la creación. Por
culpa del amor que su padre siente por él el destino no le afecta y ello hace que
no puedas asegurar la supervivencia del mundo entero, además no solo es
inmaduro pese a su edad, sino que se cree muy especial sin saber a quién debe
su protección. Pero al fin y al cabo tenéis el mismo creador, por lo que ello lo
convertiría en una especie de hermano pequeño. Y puede que la Gema de Luz
que nunca consiguió darle a la sacerdotisa, y que esconde en su bolsillo, pueda
hacer que la luz vuelva a cobrar fuerza de nuevo, de la manera correcta.
Anciano: Un cuerpo humano a ti no puede engañarte. Sabes a ciencia cierta
que este hombre sentado junto a ti es tu creador, el Old Deus. El padre de los
dioses se muere, pues las almas de los monstruos infectan la creación y al ser
esta misma su cuerpo, es como si un cáncer oscuro se fraguara en su sangre. La
llama durará lo que dure su existencia. Y entonces todos moriréis. Quizás
ejecutarle o salvarle, os brinde una oportunidad. Pero todos los que dependáis
de la magia caeréis en cuando él lo haga.
Lucent: Siente un gran odio hacia Scylla, casi palpable en el ambiente, y te
preguntas qué pasaría si se diera cuenta de que en realidad todo ese odio
debería sentirlo hacia ti. Tú hiciste que todo su clan muriera sólo porque
necesitabas que se convirtiera en archimago, tutor de Shaen y protector de
Nemern hasta que llegara el momento de su sacrificio. Tú has predispuesto que
este humano se volviera casi inmortal por traerlo hasta el día de hoy, y lleva
acumulando odio durante siglos hacia los seres equivocados por tu culpa.
Podría ser un buen aliado para arreglar la situación o tratar de acabar con todo
ya que está tan harto de su propia existencia. Habrá que tenerlo vigilado.
Descargar