+ Como educadores, ¿por qué debemos manejar el pensamiento

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 Como educadores, ¿por qué debemos
manejar el pensamiento reflexivo?
Segunda parte del análisis acerca de la importancia del
pensamiento reflexivo en los procesos de enseñanza –
aprendizaje
Autor: Deisy Maestre, asesora pedagógica de Fucai para los
proyectos de la Fundación Promigas.
Estimados docentes, en el primer semestre de este año se publicó la primera parte de
este artículo. Como les habíamos prometido le damos continuación a esta reflexión, y
para ello retomamos las últimas ideas:
Como docentes podríamos darnos el permiso de analizar el camino que tomamos en
muchas situaciones o acontecimientos escolares, y ver si nuestro pensamiento ha
decidido correctamente. Por ejemplo: en ocasiones no razonamos a conciencia y
objetivamente (si es positivo o negativo y cómo influye lo que pensamos y
expresamos en el ambiente y a los demás), o actuamos y pensamos según la
costumbre como nuestros padres, amigos, compañeros o cualquier otro modelo que
hayamos tenido en la vida. Otras veces hemos actuado siempre movidos por la
pasión en lugar de la razón, sea propia o ajena. O tal vez en ciertas circunstancias
nos sumamos al grupo que solamente están dispuestos a seguir cierto líder, pero sin
un sentido sano y amplio de la situación y por consiguiente se estrecha nuestra
mirada, su fundamentación y conceptos.
Estimados Colegas, ¿en cuál de estos caminos nos hemos encontrado en algún
momento? ¿Qué podemos hacer para seleccionar un camino más asertivo?
En el texto de Dewey El pensamiento reflexivo, se resalta la importancia de las
actitudes, porque “la capacidad para educar el pensamiento no se consigue
simplemente mediante el conocimiento de las mejores formas de pensamiento. La
posesión de esta información no es garantía de capacidad de pensar correctamente”.
Si tenemos la información y ejercitamos el buen pensar (con conciencia), debemos
complementarlo con ciertas actitudes. Con esto nos dice el autor, que lo que se puede
hacer es cultivar las actitudes que resulten favorables para el uso de los mejores
métodos de investigación y comprobación. El sólo conocimiento de los métodos no es
suficiente, ha de existir el deseo, la disposición personal y la voluntad para
emplearlos. Además, la comprensión de las formas y técnicas que constituyen los
canales a través de los cuales las actitudes pueden operar de la manera más
provechosa y favorable. Las actitudes que más nos aseguran el mejor camino al
pensar son el mantener una mentalidad abierta, entusiasmo o absorción del interés y
la responsabilidad ante las consecuencias.
Reflexiones, como Docentes:
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¿Podemos despertar el auténtico entusiasmo de los estudiantes que opere como
una fuerza intelectual y supere los necesarios pero insuficientes ejercicios y
prácticas?
¿Se puede despertar la curiosidad y superar la necesaria capacidad de
comprensión cuando estudian temas ajenos a su experiencia?
¿Se lograría mayor responsabilidad en los estudiantes en el momento de pensar
profundamente sobre pocos contenidos o hechos antes que pensar en cubrir
amplios contenidos informativos que no siempre los comprometen?
Nadie puede pensar en todo, por supuesto, pero para pensar en algo se requiere
experiencia e información sobre ello y además compromiso y deseo de hacerlo. Las
actitudes personales mencionadas son elementos constitutivos esenciales de esta
disposición general. En lo que se refiere a los objetivos de la educación, es importante
mantener la unidad entre los principios abstractos de la lógica y las cualidades
morales del carácter.
Recursos innatos en la formación del pensamiento
¿Qué tenemos dentro de nosotros que nos ayude a formar el pensamiento reflexivo?
Dewey nos enseña que el pensamiento no es algo que se puede aprender y enseñar
a hacer. Sin embargo, tenemos una serie de cualidades de la naturaleza humana que
nos permiten aprender a pensar de una manera reflexiva.
Debemos tener en cuenta que el aprendizaje es algo que todos hacemos por nosotros
mismos, por iniciativa propia, y la labor del educador es la de guiar éste proceso. Para
ello podemos ayudarnos de aquellas facultades que todos tenemos y que en los niños
son aún más marcadas.
Una de ellas es la curiosidad; si nos damos cuenta, mientras estamos despiertos
siempre interactuamos con nuestro entorno y nuestro entorno interactúa con nosotros.
Esta doble interacción genera un estado de alerta en nuestro organismo, que es lo
que llamamos curiosidad. Una definición más formal de la curiosidad la describe como
“el aspecto emocional en los seres vivos que engendra la exploración, la
investigación, y el aprendizaje. Esencialmente, describe un número desconocido de
mecanismos del comportamiento psicológico que tienen el efecto de impulsar a los
seres a buscar información y la interacción con su ambiente natural y con otro seres
en su vecindad”.
El objetivo en este sentido es que la curiosidad se transforme en interés, y que se
convierta en el medio para poder responder aquellas inquietudes que surgen por la
interacción con nuestro medio.
Además de la curiosidad, tenemos otra fortaleza que surge como consecuencia de
ésta y es la generación de ideas o sugerencias.
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Y es que toda acción, impulsada por la curiosidad, conlleva una serie de experiencias,
de vivencias, de acontecimientos, que de una u otra forma sirven para nuestro
aprendizaje y así poder, en una situación futura, recurrir a estas experiencias y
aplicarlas en una nueva situación similar a la anterior.
Es esta capacidad de utilizar las ideas generadas por nuestra curiosidad la que
permite ir construyendo nuestro pensamiento. Sin embargo, la generación y
aplicación de sugerencias es diferente en cada uno de nosotros, por lo que debemos
tener cuidado de no caer en el error de “encasillar” a un estudiante por su forma de
generarlas y aplicarlas. Se podría decir que una persona inteligente es aquella que
puede producir con mayor facilidad las sugerencias (ideas), pero esto no funciona a la
inversa. Puede que una persona genere sugerencias de una forma más lenta, pero
está tomando en cuenta otras características que no tomó en cuenta aquella que es
más rápida. “El pensamiento de una persona es profundo, el de otra es superficial;
una va a las raíces de la cuestión, mientras que la otra sólo roza ligeramente sus
aspectos más superficiales.”
Según lo anterior, ¿no existen las personas tontas?
Pero esta generación de ideas por sí sola no es suficiente para generar un
pensamiento reflexivo. También se debe tener la capacidad de ordenarlas
secuencialmente, generando una cadena de ideas que conllevan a una conclusión.
Cuando esta conclusión se encuentra soportada por la cadena de ideas, se puede
llamar pensamiento reflexivo.
Para poder organizar las ideas, se necesita la concentración, que nos permite
encauzar las ideas hacia un solo objetivo. Esta organización trae como beneficio la
correcta utilización de las ideas cuando sea necesario.
Como conclusión, podemos ver que no existe una sola forma de adquirir un
pensamiento reflexivo, sino que las diferentes experiencias que cada uno tenemos
nos pueden ayudar a formarlo.
Condiciones escolares y la formación del pensamiento
¿Nuestra institución o centro educativo ayuda a formar el pensamiento reflexivo?
Como vimos, la curiosidad es el primer elemento para ayudar a formar el pensamiento
reflexivo, por lo que es necesarios que se creen condiciones que fomenten la
curiosidad, lo que acarrea a la experimentación, la generación de ideas y por último,
obtener conclusiones bien soportadas.
El docente puede tener la disposición y la habilidad de generar ejercicios que
fomentan la curiosidad, pero si las condiciones en las que debe desarrollarlas no son
favorables, no van a servir de nada. Es por eso que el docente no solamente debe
tener en cuenta el proceso mental de los estudiantes sino cómo el entorno influye
sobre éste.
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En los niños, el entorno nos incluye a nosotros, los docentes. Y es tan grande nuestra
influencia en ellos, que el tema que estemos trabajando va ligado a la personalidad de
cada uno de nosotros, y los niños no son capaces de separar lo uno de lo otro.
Es por eso que, de nuevo mencionamos, todos podemos llegar al pensamiento
reflexivo de diferente forma; y ¿por qué lo mencionamos de nuevo?, porque por lo
general e inconscientemente, consideramos correcto el proceso de los estudiantes
que tienen procesos mentales similares a los nuestros y rechazamos los que no.
Otro aspecto a tener en cuenta es “el toque personal” que cada uno de nosotros le
imprime a la asignatura o área. Gracias a nuestra personalidad, podemos lograr que
un estudiante trabaje de una mejor forma en determinado tema. Esto puede ser
contraproducente en el punto en que la relación se convierte en una relación maestroestudiante y no en una relación estudiante-asignatura.
También se debe considerar la situación en la que el estudiante trabaja por satisfacer
al profesor y no por resolver el problema en sí.
¿Cuáles de los anteriores postulados se presentan en nosotros, maestros lectores?
Ligado a la influencia del docente, está la naturaleza de la materia que se enseña.
Existen prácticas tales como la lectura, la escritura o las artes que se pueden llegar
enseñar aisladas si no se les encuentra una aplicación en la vida ordinaria.
También existen aquellas en las que se puede llega a “mecanizar” tanto, que
restringen la capacidad intelectual, ya que se tiende es a obtener el camino más corto
para solucionar un problema. Y por último están las materias en las que se llena de
información al estudiante sin preocuparse de cultivar la mente para la correcta
utilización de la información suministrada.
El último factor externo que influye en la formación del pensamiento reflexivo es la
influencia de los objetivos e ideales que todos tenemos. Uno de ellos, y tal vez el más
marcado, es la importancia que se le da a la respuesta correcta. “Probablemente no
haya nada que tenga tan fatales efectos en la concentración de la atención de los
maestros, en el adiestramiento mental como el dominio que sobre su mente ejerce la
idea de que lo más importante es conseguir que los estudiantes digan sus lecciones
correctamente.” Esto es debido a la necesidad por parte de la institución y de los
padres de tener evidencias palpables del avance que han tenido los niños en la
materia.
También es necesario tener en cuenta la transferencia de sugerencias, que nos
permite aprender de la experiencia y aplicar en situaciones presentes lo vivenciado en
situaciones anteriores, Para ello filtramos nuestra experiencia y tenemos en cuenta
los elementos que son comunes y que se pueden aplicar en un momento dado. Sin
embargo, entre más técnico o especializado es un tema, menos elementos comunes
se van a tener, hasta que estos elementos se vuelvan parte de la experiencia. En los
niños la experiencia se va adquiriendo gracias a las relaciones que tienen con las
personas que lo rodean, especialmente con su familia. Una de las razones según
Dewey por las cuales una parte de la escolaridad de la primaria puede llegar a ser
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inútil para el desarrollo de las actitudes reflexivas reside precisamente en que, al
entrar en la vida escolar, se produce una ruptura repentina en la vida del niño, una
ruptura con las experiencias saturadas de valores y cualidades sociales.
Maestras y Maestros, estamos llamados a transformar en los espacios educativos,
pero primero debemos transformarnos a nosotros mismos en los aspectos que se
requieran y para comenzar, uno de ellos sería hagamos efectivo el pensar y actuar
reflexivamente...
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