Cuadernos por una Nueva Independencia

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Arte y pensamiento estético
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Presidenta de la Nación
Cristina Fernández de Kirchner
Vicepresidene de la Nación
Amado Boudou
Ministra de Cultura
Teresa Parodi
Jefa de Gabinete
Verónica Fiorito
Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional
Ricardo Forster
Cuadernos por una Nueva Independencia
Dirección general
Ricardo Forster
Dirección de proyecto
Matías Bruera
Gabriel D. Lerman
Coordinación de la edición
Giuliana Mezza
Contenidos
Mariana Casullo
Homero Koncurat
Francisco “Teté” Romero
Diseño de tapa
Carlos Fernández
Diseño de interior
Mario a. de Mendoza F.
Corrección
Juan Martín Rosso
Los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no expresan necesariamente la opinión de los
editores. Se permite la reproducción total o parcial de esta publicación en cualquier medio a condición de la mención de la
fuente y previa autorización de los editores. Se agradecerá el envío de copias.
Geografías
heterogéneas
IMPULSADO POR LA POTENCIA DE UNA CULTURA CON ECOS LOcales, nacionales y regionales, el Gobierno llevó adelante
el necesario desafío de volverla protagonista de la etapa
de transformaciones que atraviesa el país.
Se trata, ni más ni menos, de hermanar la cultura con todas
aquellas tradiciones políticas, estéticas y filosóficas que
definen lo que somos, comprendiendo que no existe la
una sin las otras. Se trata de crear espacios contundentes
que apunten hacia la construcción del futuro con la memoria del pasado. Precisamente, estos foros –bisagra del
pensamiento entre el Bicentenario de 1810 y el de 1816–
se proponen revisar los idearios, los procesos y los actores
que han configurado una serie de discursos a lo largo de
doscientos años de vida soberana. Porque el momento
actual de la Argentina requiere poner en palabras, que hablen el lenguaje de la pluralidad, de las geografías heterogéneas, el país que deseamos ser.
Con los Foros por la Nueva Independencia, ampliamos los
temas de discusión y las perspectivas para abordarlos. La
riqueza de una cultura, justamente, anida en el entrecruzamiento de miradas y puntos de vista. Por eso, como ministra de Cultura de la Nación, me enorgullece abrir aquí
este espacio federal de debate, guiado por los lemas
emancipatorios del pasado, que resuenan, aún hoy, cuando
el pueblo latinoamericano pronuncia con esperanza la palabra “futuro”.
Teresa Parodi
Ministra de Cultura de la Nación
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
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5
Introducción
a los Foros hacia
una Nueva
Independencia
>> Ricardo Forster
6
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
EL NUESTRO HA SIDO, DESDE SU FUNDACIÓN, UN
país de permanentes controversias entramadas, la mayoría de ellas, con la política;
como si cada segmento de la vida pública
y privada viniera a expresar una manera
de posicionarse ante los modos, distintos,
de pensar y construir la Nación. Ya en el
amanecer de Mayo se pusieron en juego
no sólo alternativas políticas enfrentadas
entre sí, sino que también se abrió una
clara confrontación cultural que irradió
sobre las decisiones económico-políticas
hasta definir los proyectos de país que fueron desplegándose a lo largo de nuestra
historia. Herencias, tradiciones, debates,
conflictos, escrituras y libros estuvieron,
desde el comienzo, en el centro de la política, allí donde las identidades nacientes
requerían de apropiaciones simbólico-culturales legitimadoras. Pocos gestos más
elocuentes y fantásticos como aquel de
Mariano Moreno traduciendo el Contrato
social de Jean Jacques Rousseau y convirtiéndolo en el núcleo de su visión política,
en el sueño de transformar a esa aldea
arrojada en los confines del mundo en una
sociedad jacobino-republicana; como si
allí, en la aurora de nuestra historia, se hubieran cruzado los caminos de la invención
cultural con los de la utopía política.
Anticipar narrativamente a la Nación sería
una constante de nuestro complejo y laberíntico derrotero a lo largo de estos dos
siglos de vida independiente.
Pero en esos relatos construidos con diversos retazos, lo que se buscó, desde el
inicio, fue la solidificación de identidades
políticas fuertemente sostenidas sobre pilares legítimos, culturalmente sobresalientes y capaces de inventar identidades
arraigadas en venerables tradiciones allí
donde poco tiempo antes no había nada,
apenas el esfuerzo de sobrevivir en estas
geografías lejanas e inhóspitas. Por eso,
aunque no exclusivamente, la política en
la Argentina se desplegó no sólo como
construcción de instituciones o como
forma de gestión gubernamental sino
también, y de modo decisivo, como espacio de identidades culturales capaces
de dar el salto por sobre la racionalidad
del relato de origen para arraigarse en
sentimientos míticos.
En esa narración fundacional y extraordinaria que emerge del Facundo, lo que
viene a poner en evidencia la pluma de
Sarmiento es la convicción de que el combate político sería, fundamentalmente, un
combate por los símbolos, es decir, que
los lenguajes culturales, su capacidad de
generar mitos e identidades colectivas, serían el centro controversial del país, el
punto de inflexión para elegir, desde la mirada sarmientina, el camino de la civilización y/o el de la barbarie. Aunque también
nos permitió descubrir las imbricaciones y
deudas sorprendentes entre visiones y tradiciones intelectuales opuestas y en litigio
permanente. Como si no pudiéramos eludir, y esa sea quizás una de las búsquedas
secretas de estos foros, la necesidad de
interrogar las genealogías compartidas y
los caminos cruzados de quienes pensaron
el país desde visiones enfrentadas. Una riqueza inesperada nos sale al paso cuando
somos capaces de romper los dogmatismos y las miradas unilineales. Poner a dialogar diferentes miradas e interpretaciones
constituye un ejercicio de fecundidad democrática que no anula las discrepancias,
las querellas y los conflictos que nos siguen
atravesando. Simplemente nos permite ser
más agudos y comprensivos.
Desde aquellos días fundacionales de un
país que todavía no se sabía a sí mismo y
se buscaba con intemperancias y violencias, con esperanzas y frustraciones, con
agudezas teóricas e invenciones poéticas,
la política se entrecruzó con lo identitario
cultural generando las condiciones de un
arraigo que, con matices, continúa hasta
el presente: unitarios y federales, alsinistas
y mitristas, liberales y radicales, anarquistas
y socialistas, peronistas y antiperonistas,
han sido algunas de esas cristalizaciones
que vuelven muy difícil separar el discurso
de la política de ese otro que se entrama
con las oscuras amalgamas que definen
las identidades y sus mutaciones a lo largo
del tiempo. Hoy, cuando las identidades
políticas y culturales ya no pueden ser concebidas desde una perspectiva esencialista
y cuando los cambios y el flujo constante
que caracterizan a las sociedades del capitalismo contemporáneo las debilitan, se
vuelve fundamental seguir indagando por
sus cristalizaciones y transformaciones a
lo largo de nuestra historia.
Claro que esas divergencias político-culturales no se dirimieron, por lo general,
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
en ámbitos académicos o en espacios democráticos; más bien abrieron el camino
para distintas formas de guerra civil que
atravesaron parte de nuestra historia y que
siempre volvieron difícil, por no decir casi
imposible, la construcción de una democracia capaz de amparar la diversidad. La
violencia, y los sueños de otro país dentro
de un país carenciado de justicia y de
igualdad, han recorrido como un hilo rojo
el laberinto argentino y han definido la
compleja urdimbre de las identidades políticas y de los lenguajes culturales sostenedores de esas identidades. Tal vez una
de las más significativas, y que todavía
sigue actuando en los imaginarios sociales,
es la antinomia peronismo-antiperonismo,
antinomia que ha sufrido mutaciones significativas a lo largo de más de medio siglo
y que hoy vuelve a emerger en la escena
política aunque metamorfoseada por la
forma kirchnerista del actual peronismo.
Han sido esos antagonismos y la virulencia
con la que se han ido manifestando los
que, en gran medida pero no únicamente,
debilitaron la construcción de una genuina
práctica democrática, transformando por
lo general a la política en un campo de batalla del que sólo se podía salir venciendo
al enemigo (o aniquilándolo, como hiciera
la dictadura videlista que, cómo olvidarlo,
reclamó para sí toda la suma del poder
político-militar para “devolverle” al país
“la democracia contaminada por la corrupción y las ideas subversivas y extranjerizantes”, de acuerdo al léxico espantoso
de la jerga dictatorial). Discutirnos críticamente significa, también, penetrar sin
complacencias en los usos del lenguaje,
en su profundo impacto en las diferentes
construcciones políticas e ideológicas.
Pero también significa darles su lugar complejo a los antagonismos ideológicos y
económicos como expresión genuina de
la democracia y como evidencia de lo no
resuelto y de las desigualdades de nuestra
sociedad, impidiendo que se conviertan
en excusas para violentar la diversidad política y cultural.
El saldo de cuentas, al menos desde 1930
en adelante, no ha sido auspicioso a la
hora de generar las condiciones para una
genuina solidificación de las instituciones
democráticas, en especial allí donde algunos de los gobiernos que intentaron be——————————————————————
7
Introducción
8
neficiar no a los poderes del establishment
sino a los sectores populares, fueron desbancados no sólo por el accionar golpista
de los militares y de los grupos concentrados del poder económico sino por el
deseo, claramente manifestado, de sectores medios que han sospechado –y lo siguen haciendo– de la política y del Estado
como máquinas de recaudación y de saqueo.
Una poderosa tradición antipolítica recorre
los subsuelos de la historia argentina; una
tradición que desde los lejanos años
treinta hasta alcanzar también nuestra contemporaneidad ha venido, con movimientos espasmódicos, a confluir con aquellos
imaginarios político-culturales inclinados,
de distintos modos, hacia lo destituyente
de esa misma democracia que sólo puede
desplegarse allí donde se afirme la presencia de lo político como forma persistente del litigio y del conflicto, en especial
aquel que gira alrededor de la cuestión,
siempre insatisfecha, de la igualdad. En
todo caso, cuando en algunos de los mojones de nuestra historia ese ha sido el núcleo del conflicto –la visibilidad del litigio
por la igualdad, la exigencia de los incontables por ser contados en la distribución
tanto de los bienes materiales como de
los simbólicos–, lo que inmediatamente
fue atacado por algunos de los portadores
de la “genuina” gramática republicana ha
sido, precisamente, la imperiosa necesidad, convertida en derecho y en afirmación identitaria, de esos incontables por
dirimir los lenguajes con los que se iría a
nombrar esa misma República. No resulta
menor, de cara al Bicentenario de Julio y
a la necesidad de interrogar, al mismo
tiempo, nuestro recorrido como nación y
las perspectivas que se abren en el presente –que suele ser el lugar donde se dirime el futuro–, continuar indagando en
esos modos del decir, en esas tramas del
lenguaje que han guardado, ayer y hoy,
acá, entre nosotros, las claves de una historia atravesada de lado a lado por la querella de los significados.
La dictadura iniciada en marzo del 76 profundizó la proliferación del sesgo antipolítico, algo sordamente arraigado en el
sentido común de amplios mundos sociales, en especial de las clases medias, que
venía a apuntalar la sospecha, nunca disiCuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
pada, hacia la política y hacia los políticos
en beneficio de diversos experimentos autoritarios y relacionados con prácticas que
viniendo de otros lugares (los cuarteles,
los grupos corporativo-económicos, la
Iglesia, etcétera) pudieran escapar de la
“maldición” política. La frustración alfonsinista, golpeada ella también por las acciones destituyentes que recorrieron y
recorren el hilo de la democracia argentina
desde Uriburu en adelante y con diferentes modalidades, dejó abierta nuevamente
la compuerta para que esas aguas antipolíticas vinieran a inundar las conciencias
ciudadanas dispuestas, una vez más, a elegir una opción que les permitiera sumergirse en las aguas puras de una renovación
virginal que acabaría, como las otras, arrasando con derechos y patrimonios del conjunto de los argentinos en nombre del
progreso y de la regeneración de la vida
republicana, eufemismos que escondieron
y esconden el deseo de los pocos de seguir usufructuando las riquezas creadas
por los incontables. Extraña paradoja la
nuestra, que aquellos mismos que siempre
hablaron, y lo siguen haciendo impunemente, de calidad institucional y de recreación de la República sean los que, cuando
tuvieron la oportunidad, se dedicaron a
rapiñar a esa misma República que tanto
reclaman y admiran.
En nuestra historia ha habido una distancia, a veces infranqueable, entre las palabras y las cosas; distancia multiplicada allí
donde la retórica pareció desplegarse con
independencia de los acontecimientos generando las condiciones fantasmagóricas
de una realidad en absoluta oposición a
esa misma trama discursiva que venía supuestamente a legitimarla. Ya no se trató
de aquellas escrituras (como las de Moreno
o Sarmiento, por citar a estos dos paradigmas que atraviesan nuestra memoria histórica) que se anticipaban a lo todavía por
acontecer o que eran portadoras de una
potencia que lograba capturar, desde una
determinada perspectiva que acabaría por
volverse hegemónica, las corrientes profundas de un país en vías de construcción;
ni tampoco de aquellas otras (como las de
José Ingenieros, Leopoldo Lugones,
Ezequiel Martínez Estrada, Jorge Luis
Borges, Carlos Astrada, Arturo Jauretche,
Raúl Scalabrini Ortiz, José Luis Romero,
John William Cooke, Silvio Frondizi,
Nicolás Casullo, León Rozitchner, David
Viñas, entre otros) que desde el ensayo
político, filosófico y literario buscaban auscultar los latidos de una sociedad indescifrable o definitivamente perdida. Se trató,
y se trata, de ciertos relatos que proyectan
sobre los otros el daño que ellos mismos
han contribuido a infligirle a la Nación; relatos que se escudan en la pureza de un
republicanismo supuestamente virginal e
incontaminado que suele esgrimirse contra
todas aquellas experiencias políticas populares, arraigadas en las napas más profundas de la memoria colectiva que,
atravesando de diversos modos la historia
nacional, tendieron a hacer visibles a los
invisibles de esa misma historia. Por eso
se trata, en estos tiempos de debates impostergables, de hincarle el diente no sólo
al sentido de las palabras, a los modos del
nombrar sino, también, a los entrelazamientos efectivos entre esas mismas palabras y las intervenciones materiales en
los destinos del país.
La experiencia de la década del noventa
(hegemonizada por lo que se ha llamado
el “menemismo”) ha sido, más cercana a
nosotros, el eje de un nuevo giro antipolítico de amplios sectores sociales; una
época caracterizada por el dominio abrumador de la ideología de mercado entramada, ahora, con la retórica de un
movimiento de raíz popular que vino a
deshacer, a través de algunos de sus principales referentes, aquello mismo que
había contribuido, décadas atrás, a construir. El menemismo (la forma que entre
nosotros asumió la ideología neoliberal),
sobre todas las cosas, vació la relación
entre política y bien común, devastó la
trama entre política e identidades culturales transformándola en una retórica
hueca y cínica. Agusanó hasta pudrirla la
relación entre democracia, espacio público
y Estado, multiplicando el mito, tan argentino, de lo que Horacio González ha llamado la ideología de la “emboscadura”,
aquella que cuestiona y sospecha de todo
a partir no de una diferenciación ideológica y política sino a partir del amarillismo
mediático que siempre “desnuda” lo que
hay detrás; la certeza, tan enquistada en
la cultura nacional y con fuerte presencia
en las clases medias, de que todo se hace
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
en función de un cierto negocio. Ya no se
trata de discutir ideas, de entender la relación compleja entre política, cultura y
economía; lo que se busca es reducir esa
dimensión a una cuestión de “caja”, llevando la política hacia ese eterno lugar de
sospecha que, entre nosotros, constituye
todo un gesto cultural. En estos Foros que
buscan indagar los caminos de una nueva
Independencia se tratará –esa es nuestra
aspiración– de poner en juego las diversas
tradiciones argentinas como lenguajes y
prácticas sin los cuales no es posible imaginar caminos emancipatorios.
Se trata, si intentamos colocarnos en la
estela del Bicentenario, de regresar sobre
las antiguas querellas, no para cristalizar
aquello que nos remite a otro país, sino
para reafirmar la convicción tallada intensamente en el cuerpo de nuestra joven
democracia de que no hay posibilidad alguna de recrear la Nación, de refundar la
República, “olvidando” los caminos recorridos, dejando atrás y sin desatar los
nudos de nuestros litigios. Los relatos del
pasado siguen siendo un campo de genuina disputa cultural-simbólica no sólo
porque ello responde a las necesidades
del gremio de los historiadores, sino, fundamentalmente, porque no hay, no
puede haber, un proyecto de país más
justo e igualitario sin redimir la memoria
de los que contribuyeron a hacer visibles
a los invisibles: el litigio por la igualdad
sigue siendo el eje de nuestras controversias.
Buscar la confluencia de los idearios que
se vienen desplegando desde los días de
Mayo sabiendo que, cada época, enfrenta
sus propios espectros y sus propias deudas; pero saber, a su vez, que se vuelve
indispensable hacer cruzar las gramáticas
de la libertad con los lenguajes de la justicia y la igualdad social. En ese cruce,
frustrado una y otra vez por aquellos que
en nuestra historia han buscado, con diversas suertes y de modos brutales y homicidas, impedirlo apelando a la violencia
y al cercenamiento de los derechos, se
juega el destino del país; un destino, insistimos, en el que debemos ser capaces
de pagar algunas de las deudas que
desde hace más de 200 años no hemos
dejado de contraer con los incontables de
nuestra sociedad. •
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9
Pensar la Argentina desde la región
La Argentina entre los Bicentenarios
Los nuevos
desafíos de la
Patria Grande
>> Dr. Eduardo Barreto
A FINES DEL SIGLO XIX, LAS ACTUALES PROVINcias de Chaco y Formosa, parte de Santiago
del Estero y Santa Fe, conformaban el
Chaco Argentino, poblado por decenas
de miles de habitantes originarios, descendientes de más de treinta naciones indígenas, desde unos 10.000 años a.C.
En el plano internacional, Europa ocupaba
el centro de la economía mundial. En ese
marco, el desarrollo capitalista asumía una
nueva fase: la del imperialismo. Producto
de este proceso se producían guerras en
dos frentes: por un lado las grandes potencias se enfrentaban, disputándose territorios para extraer de allí materias
primas, o para crear nuevos mercados. En
segundo término, la etapa de acumulación
del capitalismo había generado una crisis
económica que se traducía en una creciente desocupación laboral.
>>
Dr. Eduardo Barreto
Profesor de Ciencias Sociales (Universidad
Nacional del Litoral) y doctor en Historia
(Universidad del Salvador). Coordinador
del Área de Investigaciones Históricas
del Museo del Hombre Chaqueño,
dependiente del Instituto de Cultura
de la Provincia del Chaco.
10
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Cuando en 1885, reunidos en Berlín, los
dueños de la economía se repartieron el
mundo, le asignaron a la Argentina el rol
de país agroexportador. Se produjo entonces aquí un importantísimo progreso
económico, que no fue acompañado por
un desarrollo social equivalente. Fue entonces que millones de pobladores llegaron a la Argentina luego de abandonar
Europa, donde eran considerados como
excedente social.
Mientras que en algunas regiones del país
–la pampa húmeda en especial– la economía mutaba de la etapa mercantil del capitalismo a la fase industrial, otras, como
el Chaco, hacia 1880 permanecían aún
bajo el dominio indígena.
La etapa de crecimiento económico que
atravesaba el país hacía necesaria la creación del Estado-nación. Por ello, se pergeñó un modelo de país en el que no
estaban incluidos amplios sectores de
nuestra sociedad.
Cuando las condiciones económicas del
mercado mundial lo requirieron, fue necesario ampliar la frontera agropecuaria. El
Chaco y gran parte del Nordeste argentino
eran tierra fértil que debía ser ocupada
por los dueños del capital, portadores de
“la civilización, el orden y la administración”. El chaco-santafesino y sus quebrachos colorados fueron el primer objetivo
que se fijó la burguesía nacional, aliada a
los grandes capitales internacionales.
Corrientes ofrecía buenos campos para la
ganadería y Misiones era propicia para los
cultivos tropicales.
La creación de condiciones para el dominio
del capital industrial se vincula con el proceso de conquista del espacio en Chaco y
Formosa, y con el genocidio cometido contra los pueblos originarios, a los que se venció militarmente en 1885 en la Campaña
Victorica. El segundo eslabón era el reparto
de la tierra a quienes viniesen al Chaco y a
las provincias del Nordeste. La tercera condición para el establecimiento de un modelo económico era la existencia de mano
de obra. Ella estaría constituida por los indígenas derrotados, y por una importante
masa de peones criollos (correntinos, santiagueños y paraguayos), quienes fueron
sometidos a condiciones infrahumanas de
trabajo.
Al cumplirse el centenario de la Revolución
de Mayo, al construirse el tramo ferroviario
Barranqueras-Metán, se producirá un proceso de colonización, con la llegada de importantes contingentes de inmigrantes
europeos, los que abrazarán la cultura algodonera como principal forma de vida.
Pero no todos ellos tuvieron acceso a la
tierra. Un claro proceso especulativo dio
lugar a la formación de un importante cinturón de latifundios, sobre todo en el norte
santafesino y el Chaco oriental.
Pero surgía entonces la dificultad de la carencia de identidad nacional en tan amplio
espectro social. Indígenas, criollos e inmigrantes constituirán la base social fundante
de un territorio, donde las ocho décimas
de su espacio eran tierras desiertas, sin
atractivos económicos.
Los sentimientos nacionales y el sentido
de identidad no existían por esta época.
Se los construyó recurriendo a la coacción
económica y política. No resulta sencillo
sintetizar aquí este complejo proceso, que
incluye la consolidación de una superestructura estatal, pensada e instrumentada
a través de Códigos Civiles, leyes (de
Educación Común, de Servicio Militar; Ley
de Residencia; etc.), instituciones (los fortines; las Reducciones Indígenas), y un amplio aparato ideológico y cultural.
Esta Argentina, pensada como un enclave
europeo en América Latina, generó tensiones al interior del país profundo, y un
halo de superioridad respecto de los países vecinos.
En el imaginario popular creció la idea de
que no pertenecíamos a América Latina.
Teníamos –o tenemos– la idea de ser un
país homogéneo, pero durante la mayor
parte de la historia nacional, los habitantes
del interior fueron extranjeros en su propio
país. Eran los “cabecitas negras” de la década del 40.
Fueron necesarios muchos procesos de luchas sociales para que esos actores sociales invisibilizados, negados, ninguneados,
pudieran alcanzar y consolidar sus derechos, algunos de ellos negados todavía.
Es a partir de los años de industrialización
y de posguerra que el Estado adquiere centralidad en la satisfacción de necesidades
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
básicas de la población, interrumpida reiteradas veces por golpes cívico-militares.
No hubo un único relato histórico-cultural
en los diversos países de América Latina.
En algunos de ellos, la diversidad cultural
(como la que posee la Argentina como
uno de sus más valiosos patrimonios) fue
incorporada a la cultura nacional. En
aquellos donde hubo exclusión y discriminación el sentimiento de nacionalidad
fue endeble.
El Estado Nacional planteó la hipótesis de
conflicto para separarnos de nuestros vecinos, y la utilizó –como poseedor del monopolio de la violencia– para imponer
modelos económicos antipopulares y equivalentes a la dependencia. Miles de víctimas, la mayoría provenientes de sectores
populares, fue el precio social de esos procesos.
Resulta pertinente preguntarnos: ¿cuál es
el rol del Estado en la etapa actual del desarrollo histórico de nuestros pueblos?
¿Cuál es el sentido de pertenencia de los
mismos frente a distintas experiencias de
construcción democrática, inclusión social
y lucha contra los paladines de la dependencia? ¿Cuál será el protagonismo de los
distintos movimientos sociales (formados
en los años noventa, cuando el Estado emprendió su retirada) en relación a su compromiso político individual y colectivo en
esos proyectos políticos y culturales?
Creemos que pese a las profecías del neoliberalismo, el Estado pasó a tener un rol
protagónico en América Latina. Cuando
los desafíos de este tiempo político son
variados, y las condiciones objetivas de
cada país resultan múltiples, así también
el Estado ha adquirido centralidad, o se
ha debilitado.
Los distintos actores sociales se han incorporado a los procesos de recuperación de
la identidad en la medida de las respuestas
que el Estado les ha brindado. Creemos
que uno de los desafíos más importantes
al pensar una nueva Patria Grande lo constituye construir identidad a partir de la diversidad, librar la batalla cultural contra el
colonialismo interior. Los buitres acechan,
los de afuera y los de adentro. •
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11
Pensar la Argentina desde la región
Pensar el NEA
es pensar
en términos de
diversidad regional
>> Pablo Camogli
>>
Pablo Camogli
Licenciado en Historia y periodista.
Redactó para Canal Encuentro los
contenidos de la serie Batallas de la
libertad. Es autor de Batallas por la libertad
(2005), Batallas de Malvinas (2007), Batallas
entre hermanos (2009), Nueva historia del
cruce de los Andes (2011), Asamblea del
año XIII (2013) y Contame una historia (2014).
12
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
LA REGIÓN DEL NORDESTE ARGENTINO (NEA)
es una amalgama de realidades diversas,
construidas a partir de fenómenos identitarios específicos y particulares que fueron
conformando, a lo largo del tiempo, un
entramado sociocultural cuya homogeneidad o heterogeneidad sólo puede abordarse desde una perspectiva pensada en
términos de diversidad regional. Es que
tanto la aparente uniformidad como la innegable pluralidad de la sociedad del NEA
conforman dos dimensiones íntimamente
relacionadas en el proceso histórico del
desarrollo social de la región.
El NEA es el fruto de la confluencia de trayectorias históricas diversas que se pueden
resumir en cuatro instantes fundacionales:
la de los pueblos originarios (guaraníes,
qom, wichi, etcétera); la conquista y sus
manifestaciones por momentos antagónicas (por ejemplo las misiones jesuíticas
y la conformación de un patriciado criollo
en Corrientes); la irrupción disruptiva del
fenómeno de la inmigración para reconfigurar culturalmente la región; y, finalmente, el vínculo multidireccional entre el
NEA y el Estado Nacional argentino, por
un lado, y con los países vecinos como espacios en los que las fronteras culturales
son más difusas que concretas, por el otro.
Estos instantes, a su vez, se yuxtaponen y
se mezclan en la diversidad que somos.
Pero también atraviesan la sociedad para
recordarle –recordarnos– que la pluralidad
de orígenes convive a cada paso con una
serie de fenómenos compartidos que nos
identifican como región. Somos nuestra
historia, fruto y resultado de un proceso
histórico que no puede entenderse en términos estáticos, sino bajo el paradigma de
la dinámica social. Cambia la sociedad
tanto como se modifica la mirada sobre el
pasado en un proceso de retroalimentación permanente.
En este proceso histórico conviven experiencias identitarias que, en el actual contexto nacional y regional, recobran sentido
y deben ser resignificadas a partir de la
problematización de nuestra realidad, no
sólo cotidiana sino también en su proyección futura. En términos generales, la región NEA hoy se piensa a partir de su
desarrollo humano, pero también como
escenario de un proceso de integración
regional que trasciende las fronteras pro-
vinciales y nacionales, y que requiere la
búsqueda de soluciones para el desarrollo
socio-económico y en la infraestructura que
haga real el concepto de Patria Grande.
La actualidad nos invita a repensarnos bajo
nuevos paradigmas de desarrollo, inclusión
e integración. La búsqueda de un perfil
que nos involucre a todos en la región es
un desafío de magnitud para el presente
y de su materialización depende, en buena
medida, el desarrollo futuro de nuestras
sociedades.
El desafío es mayúsculo, se afirma, porque
implica desestructurar un esquema de
pensamiento que siempre miró al NEA
como una región de atraso y pobreza estructural. No tanto porque ello no fuera
cierto en términos de tragedia social, sino
porque se había instalado el principio de
la inevitabilidad del fenómeno. Esa impronta de la derrota no era otra cosa que
el triunfo de la dominación y la opresión.
Dominación sobre nuestras vidas, pero por
sobre todas las cosas, opresión sobre
nuestra forma de pensarnos y proyectarnos. Con sus particularidades, la del NEA
era una región orgullosa de su propia tris-
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
teza, de un presente ausente y de un futuro imposible de ser proyectado.
Y sin presente no hay futuro. Frente a ello,
resulta indispensable reconstruir el entramado identitario de la región a partir de
una mirada histórica que nos conduzca al
presente por un camino distinto al que
hemos transitado. Un camino que coloque
a los sectores populares en el centro de las
transformaciones y el desarrollo, que haga
del pueblo un actor protagónico de su propia identidad, un artífice de un destino
común para toda la región y un constructor
de un nuevo esquema de pensamiento.
Pensar la región del NEA es una invitación
a pensarnos a nosotros mismos en otros
términos a los tradicionales. Romper el esquema de dominación y opresión implica
reconocernos como parte de una región
plural, diversa, con necesidades estructurales para alcanzar su desarrollo e integrarse, tanto en términos nacionales como
de Patria Grande, desde un nuevo paradigma. Ese paradigma es el que estamos
construyendo en la región desde los albores del siglo XXI y de cara al Bicentenario
de la Independencia. •
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13
Pensar la Argentina desde la región
Navegación en tiempos
Bicentenarios
Los timoneles
culturales del
Noreste Argentino
>> Carlos Fernando Leyes
Desde el margen hacia el centro.
Las identidades locales piden pista
El Imperio tiene y ha tenido variadas estrategias de dominación. Rita Laura Segato1
menciona a la política de estrategias globalizadas como una de ellas, la cual le ha
permitido intervenir y participar a través
de sus agentes (muchos de ellos académicos) en los asuntos internos de los países
de Latinoamérica.
Políticas sobre libertad religiosa, mujeres,
pueblos originarios, por ejemplo, se transformaron en eficientes y punzantes maneras de entrometerse, de direccionar, en fin,
de intervenir, tras fachadas de derechos humanos. Y esto es así, porque tales políticas
no cuidan las especificidades de significado
que cada una de esas categorías asume en
>>
Carlos Fernando Leyes
[email protected]
Abogado, actor, director, dramaturgo.
Representa al INT en Formosa, y coordina el
Instituto Cultural de la UNaF. Con artículos
publicados, posgrados en gestión cultural,
ciencia política y cultura pública, da
conferencias en el país y en el exterior.
1
14
su contexto histórico y geográfico. En la región, la “oenegeización” de la temática indígena y ecológica es apenas un ejemplo
de estas operaciones. Una intromisión que
despreció el trabajo de revalorización e inclusión de los pueblos originarios dentro de
las políticas de Estado de nuestras provincias, el respeto a sus lenguas y tradiciones,
o el otorgamiento de la propiedad de la
tierra. Siempre fuimos sus “otros”, bajo el
signo de su “superioridad moral”, como la
llama Segato. Y por ahí y por aquí anduvieron, y andan, “moralizando” al mundo, invadiendo Afganistán e Irak, bombardeando
Palestina, o ahogando con la usura del mercado a los países emergentes, extorsionándolos, exprimiéndolos, en nombre del
discurso de los derechos humanos, de la
ética de los negocios, y otras pantallas que
disfrazan su verdadera intención de dominación y control mundial.
Nuestra región, que ha batallado culturalmente desde siempre, fue capaz de advertir una verdadera dimensión progresista
de los derechos humanos, de la ecología
y de la tecnología, que insiste en la defensa de las autonomías culturales, y en la
expansión de derechos a pueblos originarios, mujeres, niños, en fin, a toda la población, ya no como resultado de ese
intervencionismo eurocentrista occidental
imperialista, sino a partir de un “horizonte
autónomo de las culturas”.2 La recuperación de la autoestima norestiana es, en ese
escenario, vigorizante y contestataria, en
un momento en el cual ciertos sectores de
la academia cuestionan fuertemente los
discursos de identidad. Latinoamérica toda
ha tomado como bandera valiosas reivindicaciones históricas, en contra del culto
al dios mercado, el individualismo, la concentración de la producción y la pérdida
de lazos comunitarios.
En Formosa, el más reciente pensamiento
cultural y político propone que las heterogeneidades no nos definen desde ciertas
“costumbres tradicionales, cristalizadas,
inmóviles e impasibles frente al devenir
histórico, sino como diferencia de meta y
perspectiva”3 de nuestra comunidad, en
oposición a visiones disneyficadas. Las
Segato, Rita Laura. La Nación y sus otros: raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de políticas de
la identidad, 1ra ed., Prometeo, Buenos Aires, 2007.
2
Segato, Rita Laura, ob.cit.
3
Segato, Rita Laura, ob.cit.
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
políticas culturales impulsadas por el gobernador Gildo Insfrán para entrar al siglo
XXI propusieron una conducción política
“de toda la sociedad desde abajo”, como
la llama Segato. Era preciso pararse en la
crítica de las políticas de identidades globalizadas, para contestar a la presión
“otrificadora” del poder de las metrópolis
y de sus agentes locales, desde el reconocimiento de la densidad de nuestras diferencias culturales, nacidas de nuestros
propios procesos históricos complejos.
Nuevo pensamiento, nuevos
paradigmas, cultura como política
Esa deconstrucción, o descolonización,
nos permite el armado de bitácoras de
navegación, partiendo desde nuevos
“centros”. Más aún cuando estar en el
“centro” es considerado un atributo para
el discurso homogeneizante globalizador.
Quien está en el centro tiene rutas, caminos, infraestructura, tecnología, educación. No precisa desplazarse al “interior”,
concepto que parece así una categoría
“adolescente”.4 Ser “otros del interior”
mirados desde el centro, atribuye portar
disvalores para alcanzar lo que el desarrollo centralista tiene, y es hasta obligatorio
migrar en busca de oportunidades y una
identidad superior. Nuestros jóvenes se
fueron durante años, tras el discurso hollywoodense, buscando salir de la “Fosa”.5
El NEA fue durante años relegado de los
beneficios de las políticas centrales. La última década modifica el paradigma anterior (en algunas provincias como Formosa,
esa modificación había comenzado antes,
batallando la peor crisis institucional, política y cultural de la Argentina en el 2001),
en contradicción con la hegemonía de la
interpretación centralista del país, que
operaba como dispositivo de control social y cultural sobre un ciudadano que
“está siendo sin ser” argentino. Ese discurso moralizante perdió espacio, para
dar lugar a otros, basados en las diferencias autónomas y la tradición histórica. Ser
formoseño, chaqueño, correntino o misionero, no es ser “otro” de ninguno.
Nuestros pueblos norestianos han tenido
que enfrentar los embates culturales
como una “globalización desde abajo”,
inscribiendo su identidad, tornándola visible, asociándola a través de las fronteras
nacionales –región compartida con Paraguay y sur de Brasil– y ofreciendo resistencia directa a las presiones externas y a las
centralistas argentinas. Esta alternativa a
la homogeneización nace como la producción de nuevas formas de heterogeneidad
y el pluralismo que resulta de la emergencia de identidades, a través de procesos
de etnogénesis o de radicalización de perfiles de identidad ya existentes. Como se
sabe, el beneficio de introducir estas identidades políticas consiste en que, a partir
de la pertenencia y el reconocimiento, es
posible reclamar acceso a recursos y garantías de derechos.6 En el año 2003, recién comenzado el gobierno de Néstor
Kirchner, el entonces presidente concurrió
a Formosa a firmar un “Acta de reparación histórica”, en la que se repudiaban
los años de exclusión a la provincia de los
beneficios del desarrollo nacional. Fue un
hecho político relevante, y por supuesto,
cultural, fundante de una épica provincial.
Reforzó la idea de que este “nuevo hombre” formoseño ahora era visible, y tenía
características propias, diferenciadas, que
formaba parte de una Nación que ya no
lo marginaba.
4
Nos pareció muy enriquecedor hacer un paralelismo entre la mirada que describen Mariana Acevedo, Susana
Andrada y Eliana López sobre los jóvenes y su caracterización como sujetos de intervención pública, y las
“adolescencias” de nuestras provincias juzgadas desde un centro de desarrollo “adultocrático”. Ver “La implicancia de la concepción de sujetos en la investigación y la intervención con jóvenes”, en Culturas juveniles,
disputas entre representaciones hegemónicas y prácticas. Villa, Alejandro; Infantino, Julieta y Castro, Graciela (comps.). (2012) 1ra ed. Buenos Aires. Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico.
5
“Fosa” fue una expresión de moda en los noventa para nombrar a Formosa, que se abrevia “Fsa”, usada
por cierto sector de la sociedad que veía en la migración, la salida del “hueco” de una provincia del margen
de la Argentina. El desafío fue importante: dejar de ser margen, volverse centro. Deconstruir ese discurso
despectivo, a través de una nueva imagen y realidad de Formosa, plena de oportunidades y definida frente
a los discursos globalizadores. Hoy, todas las provincias del NEA tienen universidades públicas y privadas y
la oferta académica es variada e importante.
6
Segato, Rita Laura, “Identidades políticas y alteridades históricas. Una crítica a las certezas del pluralismo
global”. Ensayo publicado para una lectura especializada, en Anuario Antropológico 97, Tempo Brasileiro,
Río de Janeiro, 1999.
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
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15
Pensar la Argentina desde la región
Pero este “nuevo pensamiento” no tan
nuevo, se emparenta al dueto “cultura-política”, autopista de doble vía que da fundamento a aquellos procesos de etnogénesis.
Ya sea que los conceptos estén siendo desplegados por antropólogos directamente
involucrados en influenciar y redactar políticas o que las ideas estén siendo atribuidas
a la antropología para su legitimación, en
todos los casos, esta está implicada en la
politización del término ‘cultura’.7 Y es un
resorte potente para desplegar los posicionamientos necesarios ante las políticas centralistas que nos han otrificado por años.
Los viajeros sin fronteras
y el contacto cultural en el NEA
Dice Esteban Krotz: “Una forma del contacto cultural como lugar de la pregunta
antropológica (…) es el viaje”.8 Formosa y
la región vienen abriendo sus puertas a
numerosos “viajeros” que antes sólo estaban de paso por territorios olvidados. Hoy,
tantas situaciones de contacto cultural se
7
8
16
convierten en lugar para la ampliación y
profundización del conocimiento “sobre sí
mismo y su patria-matria” (Krotz). Reconocerse, para integrarse.
Este viaje sin fronteras desde el NEA, ríos
arriba y abajo, navega hacia el Bicentenario de la Independencia, con autoestima
y conciencia de una identidad propia.
Descentramientos, nuevos paradigmas,
soberanía territorial, cultural y económica,
viajes de reconocimiento y exploración,
integran esa bitácora.
En este nuevo escenario dialéctico, nada
hará cambiar a nuestros duendes, a nuestras alegrías, o a nuestras leyendas. Sino
más bien, son nuestras “culturas” las que
seguirán impulsando los cambios económicos, tecnológicos y socio-políticos. Parece
ser que el canal del río es profundo y seguro, y que nuestras sociedades norteñas
se encuentran asociadas en autonomía,
para llegar al Bicentenario de nuestra Independencia, refundándola, revisitándola,
completándola con la inclusión, la identidad
y la reparación que no tuvo en 1816. •
Wright, Susan, “La politización de la ‘cultura’”. Publicado en Anthropology Today, Vol. 14, Nº 1, febrero de
1998.
Krotz, Esteban, “Alteridad y pregunta antropológica”. En Revista Alteridades, 4 (8), 1994.
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Otras actividades de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional
Programa
Imaginación Política
Los Frondizi
Museo del Cabildo y la Revolución de Mayo
25 y 26 de septiembre, de 16 a 20 horas
Tres hermanos, tres dimensiones de un momento preciso de
la historia argentina que condensan un amplio abanico de una
época turbulenta. A cuarenta años del asesinato de Silvio
Frondizi, la oportunidad es propicia para convocar desde una
vocación pluralista a distintos pensadores que den cuenta de
las múltiples facetas que el apellido Frondizi contiene. Un presidente de la Nación y a la vez prominente intelectual, Arturo
Frondizi, cultor y principal exponente del "desarrollismo", corriente de pensamiento que floreció en mil ramificaciones.
Risieri Frondizi, filósofo y antropólogo de prestigio internacional, que se destacó no sólo por su obra intelectual sino también
en gran medida por su gestión como rector de la UBA en una
de sus épocas de oro. Y Silvio Frondizi, de la estirpe de los
pensadores que ponen el cuerpo y la vida en cada una de sus
palabras, defensor de presos políticos y marxista enraizado
en el pensamiento nacional. Tres hermanos que nos permiten
pensar una época desde lo que han dicho y también desde lo
que han callado.
La discusión sobre el pensamiento nacional y las tradiciones políticas argentinas
Pasado y presente
de la tradición
nacional popular
>> Eduardo Jozami
ES CORRIENTE ASIGNAR A LA TRADICIÓN UN
sentido conservador. La idea se vincula con
la herencia cultural, la afirmación de legados, el rescate de momentos y figuras del
pasado: todo ello podría considerarse a
contramano de la tendencia dominante
desde la emergencia de la Modernidad
que afirmó la creencia en un progreso ilimitado como norma del desarrollo de las
sociedades. Sin embargo, a pesar de que
allí se generaba una mirada optimista hacia
el futuro, desde entonces los cambios más
radicales han buscado siempre su anclaje
en el pasado. La Revolución Francesa que
quiso fundar de nuevo la historia, instalando un nuevo calendario, inspiró su liturgia en la república romana y, también,
en los escritos de Mariano Moreno, que
están en el origen de nuestro proceso
emancipador, donde las referencias a
Rousseau y a otras novedades del pensamiento de la Ilustración se acompañan con
citas de la más antigua legislación foral española.
>>
Eduardo Jozami
Doctor en Ciencias Sociales y profesor
titular consulto de la Facultad de Ciencias
Sociales (UBA). Profesor del Posgrado en
Historia de la Untref.
Hoy dirige el Centro Cultural de la
Memoria Haroldo Conti, en el predio
que ocupara la ESMA.
18
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Toda tradición se construye y redefine a
partir de las necesidades del presente. La
llamada “tradición nacional popular argentina” no constituye una excepción. Múltiples
expresiones de resistencia de los caudillos
provinciales a la hegemonía porteña jalonaron las primeras décadas de vida independiente, hasta que se consolidó el
proyecto de inserción dependiente del país
en el mercado mundial. El radicalismo, en
su lucha por la reivindicación del sufragio,
retomó esas tradiciones del federalismo
como movimiento popular del siglo XIX. Sin
embargo, Hipólito Yrigoyen se cuidó de
poner límites a esa filiación, en la medida
que pudiera excluir el legado del liberalismo argentino: en un país donde el fraude
y la violencia política que excluía a las mayorías reinaban de hecho pero cuya
Constitución Nacional no establecía restricciones al voto universal masculino, este derecho a la participación electoral podía
fundarse también en la norma liberal de
1853.
Más tarde, la tarea realizada por Forja, en
la década de 1930, profundizó el legado
radical acentuando sus aspectos más populares y generó un discurso nacionalista
en lo económico que trascendía el pensamiento de Yrigoyen. Más allá de las complejidades de la relación entre Perón y los
forjistas, no caben dudas de que el de
Arturo Jauretche y sus compañeros sería el
principal aporte doctrinario al peronismo,
movimiento al que se incorporarán muchos
dirigentes radicales. A izquierda y derecha
del espectro político, también otros grupos
se incorporaron al nuevo movimiento.
Perón retomará desde la Secretaría de
Trabajo los proyectos de leyes laborales
presentados, en su momento, por los diputados socialistas y, a pesar de la oposición cerril de los dirigentes del PS,
ingresarán al peronismo muchos dirigentes
sindicales del socialismo, junto a intelectuales nacionales como Manuel Ugarte,
que siempre enfrentaron la línea liberal
dominante en el partido. En cuanto al
Partido Comunista, Rodolfo Puiggrós,
principal de las figuras escindidas a comienzos del gobierno de Perón, se convertirá en una de las fundamentales
referencias intelectuales para el peronismo
setentista. En la formación del discurso del
peronismo de la resistencia también ten-
drían gran influencia intelectuales de origen trotskista y de la izquierda nacional,
entre los cuales Jorge Abelardo Ramos fue
el más notorio.
Luego de los intentos frustrados por constituir tradiciones de las llamadas “terceras
fuerzas”, que no llegaron siquiera a consolidarse como identidades políticas, la
emergencia del kirchnerismo abre a comienzos del nuevo siglo otra etapa del
movimiento popular. El tronco principal de
esta experiencia, que rescata al movimiento creado por Perón de la ciénaga
menemista, proviene del justicialismo,
pero la presencia de otras vertientes es,
sin embargo, significativa. Esta composición plural se suma a la originalidad del
discurso kirchnerista y al dato cierto de
que muchos dirigentes provenientes del
Partido Justicialista –que siguen expresando el giro neoliberal de los años 90–
militan en contra del actual proceso político, para advertir que el kichnerismo constituye claramente un momento político
diferenciado en relación con el peronismo
originario.
Un recorrido tan sumario y elemental por
nuestra historia política sólo se justifica por
la necesidad de enunciar algunas conclusiones. Resulta evidente que las fuerzas
asociadas a la tradición nacional popular
–en la que incluimos al radicalismo yrigoyenista– han ocupado siempre el centro
de la escena en los momentos de transformaciones profundas en la vida política
y en la sociedad argentina, pero también
es cierto que, en cada caso, se han constituido nuevos alineamientos que modificaron el cuadro político preexistente, y
que el discurso de las nuevas fuerzas recepta contenidos y formas del lenguaje y
la acción política que provienen de diversas corrientes ideológicas y tradiciones culturales.
Nada más lejos de reflejar este proceso rico
y contradictorio que la postulación de una
tradición nacional compacta, un pasado ya
plenamente configurado en el que poda-
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
mos encontrar soluciones a todos los interrogantes. En consecuencia, la referencia
al revisionismo histórico –aporte fundamental hace más de un siglo para cuestionar la
visión liberal de la historia argentina– mal
puede agotar la consideración de los problemas que hoy plantea la cuestión nacional popular. En principio, porque no se
trata de afirmar una línea única que en cada
circunstancia haya expresado la posición
nacional sino de recoger todos los aportes
que, muchas veces desde trincheras diferentes y hasta enfrentadas, se han hecho
para la construcción de la memoria popular
y el proyecto emancipador. Por otra parte,
por razones de época, poco encontraremos en el revisionismo sobre muchas cuestiones que interpelan hoy a la cultura
nacional popular: la historia de los trabajadores y las mujeres, el pasado de las izquierdas o los nuevos temas vinculados a
la expansión de derechos, a una igualdad
más plena y al reconocimiento de la diversidad sexual.
En suma, concebimos una tradición nacional popular renovada y abierta a recibir
todos los aportes, un texto que está siempre reescribiéndose, antes que el Gran
Libro en el que ya se encontrarían todas
las respuestas. Una cantera de pensamientos y experiencias en la que debemos sumergirnos con la pasión del coleccionista
o el buscador de perlas –como quería
Walter Benjamin– para recoger otras voces
y recuperar episodios menos frecuentados.
La historia oficial construida desde el
poder, la de quienes siempre han triunfado,
tiene una coherencia, una linealidad, a la
que no podemos aspirar quienes queremos
recuperar la memoria de los vencidos, que
es necesariamente fragmentaria. Cada
avance que logramos hoy en el camino de
la expansión de derechos, de la justicia social y la afirmación latinoamericana convoca
necesariamente esos momentos del pasado. Hay que tener la disposición para recibirlos porque en este presente también
ellos encuentran un nuevo sentido. •
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19
La discusión sobre el pensamiento nacional y las tradiciones políticas argentinas
Bajo tu influencia.
Una aproximación
a la cuestión
del pensamiento
nacional
>>Javier Trímboli
PORQUE ES PARTE CENTRAL DEL ASUNTO, Y
también del problema, empecemos con
Sarmiento. En Facundo, da cuenta de la
mirada que Europa dedica a lo que entre
nosotros ocurre y que los lleva a no entender “nada de lo que sus ojos han visto”:
“Al ver las lavas ardientes que se revuelcan, se agitan, se chocan bramando en
este gran foco de lucha intestina (…) han
dicho: ´Es un volcán subalterno, sin nombre, de los muchos que aparecen en
América: pronto se extinguirá´; y han
vuelto a otra parte sus miradas, satisfechos
de haber dado una solución tan fácil como
exacta, de los fenómenos sociales que sólo
han visto en grupo y superficialmente”.
No alcanza con decir que esta afirmación
de la particularidad argentina es sólo un
lugar común del romanticismo. Pone en
>>
Javier Trímboli
Profesor de Historia y ensayista. Desde
2009 es asesor historiográfico de la
Televisión Pública. Participó en la
realización de Belgrano. La película, de la
serie Huellas de un Siglo y del programa
Borges por Piglia. Espía vuestro cuello es su
último libro.
20
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
palabras, con crítica e ironía, lo que ya habían percibido Moreno, Belgrano, el mismísimo San Martín y también Rosas: que
la vida en común en la Argentina tiene una
cuota no menor de singularidad. Como en
cualquier otra nación, agreguemos, hecha
de influencias y acontecimientos, y aunque
el mundo tomado por la Modernidad se
haya vuelto más pequeño y homogéneo.
Se dijo enigma y misterio: si queremos dar
con las claves más propias de la vida argentina es porque nuestra suerte está
afectada por las fuerzas que atraviesan
este lugar en el que nacimos y vivimos.
Antes de que Edipo Rey de Sófocles pasara a ser leída como el drama de una familia burguesa urgida de psicoanálisis, era
también una reflexión sobre la influencia
duradera del origen, de la tierra y la sangre. Al decir “pensamiento nacional” nos
referimos entonces a un conjunto de artefactos –libros, canciones, imágenes– que,
en su desvelo, nos acercan pistas, a veces
interpretaciones o incluso bocetos de
mapas, para entender la especificidad de
este volcán argentino que, aunque se parezca en especial a los de nuestro continente, es único también.
¿Es el pensamiento nacional una empresa
de conocimiento? Un poco más. Libros
con manos, anhelaba el poeta alemán
Heinrich Heine por los años del Facundo,
que apuntalen tareas comunes. Lo contrario de la cultura como ostentación ociosa
de los poderosos. Una puntada más con
Sarmiento, para no renguear. En una de
sus últimas páginas autobiográficas, señala
que lo mucho que hizo fue en pos de que
“todos participen del festín de la vida, de
que yo gocé sólo a hurtadillas”. La
Argentina toma su nombre de un poema
y es, desde un vamos, una promesa que
será reinterpretada una y otra vez. En el
pensamiento nacional, que nace del
mundo y vuelve a él en tanto acción, además de rastros y mapas, se deja entrever
el “festín de la vida”. También las pesadillas de su reverso.
Ahora bien, el “festín de la vida” de
Sarmiento –la civilización– no es el de José
Hernández. Tampoco, por supuesto, el que
subtiende, con variantes, a la obra de
Rodolfo Walsh o a la trama fundamental
de revistas que acompañó los años posteriores a la dictadura militar. Los mapas
están lejos de ser idénticos y no sólo por
el paso del tiempo, sino por las ideologías
y las empatías políticas y de clase en las
que se enlazan esos artefactos. Además
de la pericia del baqueano o del cartógrafo, el resultado depende de cómo se
entienda ese festín de la vida, a quiénes
se invita a la mesa y a quiénes se deja
afuera.
El pensamiento nacional abarca la complejidad de un arco de diferencias. No obstante, si entendemos que tratamos con
una materia viva, nos vemos obligados a
evitar la ecuanimidad y a preguntarnos
cuáles de esos mapas heredados no hacen
más que perdernos. Porque también son
parte del pensamiento nacional los textos
que nos empujaron a nuestras horas más
críticas, las de mayor tristeza para las clases populares. La tentación es expulsarlos,
dejarlos por fuera de la vida en común que
quiere refundarse, como si diéramos por
seguro que incluso las fuerzas sociales con
las que hicieron alianza están extintas.
Sería un engaño y un error, porque esas
astillas de pensamiento que alentaron la
muerte de caudillos y montoneras, la derrota de las tribus y del desierto en 1879,
los bombardeos de 1955 o el 76, son expresiones de formas reaccionarias de lo
nacional que se alimentaron, y lo siguen
haciendo, de las fuerzas más estridentes
del capitalismo. También de sus fórmulas
ideológicas deshumanizadoras, que proliferarán transmutadas mientras este exista.
Así y todo, es inevitable agregar que hay
algo declinante, porque para propiciar las
soluciones políticas reaccionarias de 1955
y de 1976 no se escribieron libros ya no de
la estatura difícil de igualar de Facundo, sino
de La conquista de quince mil leguas de
Estanislao Zeballos, casi un encargo del ministro de Guerra Roca antes de emprender
su última incursión hacia el río Negro.
Como si, refractarias a la vida y a su festín
–al “alma matinal” podríamos decir con el
peruano José Carlos Mariátegui–, las posiciones antipopulares hubieran sido abandonadas también por el pensamiento. Su
lugar lo ocupó la conjugación entre la
fuerza, el pragmatismo y la propaganda,
con Sarmiento de fondo, bastardeado y
disminuido.
¿Qué es una tradición? Con la ayuda de
Hannah Arendt decimos que es el pasado
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
revestido de autoridad. Aunque de manera desigual, las distintas tradiciones del
pensamiento argentino no han salido indemnes del siglo XX. La dictadura militar,
la guerra de Malvinas, el desvanecimiento
de la primavera democrática y el capítulo
del neoliberalismo de los noventa fueron
sus últimas y fatigosas pruebas. Aunque
no haya habido ni muerte de las ideologías
ni final de la historia, la autoridad de las
tradiciones quedó mellada. Por eso, hoy
moverse en su terreno es hacerlo con paso
dudoso, sobre un tembladeral. Cosa que,
en su contracara, permite ver más allá de
lo que cada tradición obligaba a recortar
con demasiada vehemencia. Por ejemplo:
el escritor y diputado radical Alcides Greca
realiza en 1917 el documental El último
malón. Se sostiene en la tensión entre civilización y barbarie, pero lo que une su
mirada con el rostro de los indios mocovíes
es mucho más relevante que las ideas
enunciadas. Las opiniones de Borges a
favor de la Revolución Libertadora, aunque
imposibles de olvidar, no opacan el valor
de su literatura, en la que destella la añoranza por una forma de nuestro siglo XIX y
la inquietud por los laberintos argentinos.
Leonardo Favio nada tenía de socialista
avant la lettre pero produjo una obra cinematográfica en la que resuenan como
en pocas otras los sinsabores de la vida
popular argentina y sus apuestas de emancipación.
Un artículo en minoría en la revista Punto
de Vista, firmado por Emilio de Ípola en
1997, señala que la eficacia con la que penetró el neoliberalismo en la Argentina se
debe también a que se había hecho abandono del vigoroso texto del pensamiento
argentino. Reafirmamos que el pensamiento y la cultura pueden oficiar de poderosos anticuerpos, ya que otorgan el
carácter necesario para limitar las ofensivas
de la globalización y del gran capital que,
a través del mercado y en alianza con el
entretenimiento y las pantallas, ofrecen
una vida que nada tiene que ver con ese
festín que, incluso en Sarmiento, tenía el
aliento de lo común; y nos pierden respecto del significado de haber nacido en
estas latitudes y no en otras.
Así, el pensamiento nacional en toda su
complejidad resiste y mantiene viva la
chispa. •
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21
La discusión sobre el pensamiento nacional y las tradiciones políticas argentinas
Las dudas
de un militante del
campo popular
(De las diferencias entre
el Peronismo y el Radicalismo)
>> Leandro Santoro
PARA LOS QUE ENTENDEMOS AL HOMBRE COMO
un ser social inserto en una trama compleja
de significaciones, la reflexión política es
el resultado de un proceso que excede en
mucho el análisis individual de las cosas,
así como el ejercicio pleno de la memoria
supera ampliamente al acto simple de recordar.
La duda, como método dialéctico del pensamiento, somete a las ideas y a los recuerdos a un ejercicio vital de tensiones
que los nutre y fortalece. El contexto, por
otro lado, sitúa espacial y temporalmente
>>
Leandro Santoro
Licenciado en Ciencias Políticas de la UBA.
Docente del CBC de la UBA en el
programa UBAXXII (educación en cárceles).
Docente de Sociología Política. Asesor de
la Auditoría General de la Nación.
Subsecretario del CBC-UBA. Presidente de
la Juventud Radical de la CABA 2004-05.
Colaborador personal del ex presidente
Raúl Alfonsín.
22
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
ambos procesos convirtiéndolos en únicos
e irrepetibles.
Duda y contexto son entonces dos parámetros clave a la hora de rastrear el pensamiento.
Las líneas que aquí abajo construyen este
texto corto son la consecuencia del encuentro deliberado y a la vez fortuito de
estos cuatro elementos (reflexión, memoria, duda y contexto). Lo que narran, es la
síntesis del devenir reflexivo de un militante político que comenzó a participar en
la Unión Cívica Radical ni bien entrada su
adolescencia y que, por tal motivo, supo
quererla mucho antes de entenderla.
Espero se comprenda, entonces, la utilización de la primera persona del singular
para articular algunas ideas.
Así las cosas, como a toda persona que
lucha, el tiempo, las desilusiones y las traiciones me llevaron en varias oportunidades a preguntarme el porqué de mi
elección inicial.
En esta búsqueda, grande fue mi sorpresa
al descubrir que mi desorientación era
compartida por varios, ya que a los pocos
años de militar descubrí que –salvando el
caso de los partidos minoritarios que en
general resultaban ser dogmáticos e inflexibles– el sistema político argentino no se
ordenaba por sólidas categorías ideológicas ni por grandes definiciones filosóficas,
sino más bien, por aspectos que podríamos denominar “culturales”.
Es que a diferencia de lo que ocurría en
las democracias más avanzadas de
Occidente o incluso en países de la región
como Chile, Uruguay o Venezuela, en el
nuestro, el eje de disputa izquierda/derecha explicaba más los ordenamientos internos de las fuerzas mayoritarias que los
clivajes generales de la sociedad.
Provisto de pocas certezas, pero parado
desde siempre en la vereda del campo popular, una pregunta comenzaba a resonar
en mi cabeza de forma recurrente. ¿Cuáles
eran entonces, las verdaderas diferencias
que existían entre el Peronismo y el
Radicalismo? Después de todo, quién no
se lo preguntó alguna vez.
En busca de respuestas, rápidamente entendí que en este derrotero sería conveniente descartar de plano al gorila hormonal
y al fundamentalista antirradical. Esos jamás
encontrarían placer en el intento de saldar
esta pregunta, ya que seguramente nunca
aceptarían la existencia de similitudes históricas, políticas y conceptuales que la justifiquen.
Pero a quienes disfrutamos del placer de
la duda, en más de una oportunidad, seguro nos visita o nos visitó este interrogante.
Por mi parte –superado mi esquematismo
infantil– inicié esta búsqueda tomando de
Raúl Alfonsín una primera aproximación a
este dilema, presente en su vasto pensamiento. En la tensión existente entre la libertad y la igualdad, el peronismo se
inclinaba inicialmente más por la segunda,
mientras que nosotros lo hacíamos por la
primera. De cualquier manera, decía
Alfonsín, ambos pretendemos la realización de ambas.
Más tarde, seguramente influenciado por
sus relecturas de Gramsci, Don Raúl explicaba estas diferencias asistiéndose con el
concepto de “culturas políticas”. Según
esta mirada, el peronismo estaba constituido por una cultura autoritaria pero solidaria, mientras que la UCR poseía una
dimensión más liberal –libertaria, diría alguno– pero marcadamente más individualista.
Desde este enfoque se entendía su impronta organizativa. El peronismo se articulaba alrededor de la idea de movimiento
nacional, mientras la UCR –a pesar de tener
un origen muy similar– evolucionaba hacia
formas más modernas de organización
como son los partidos políticos.
Con el correr del tiempo, y del ejercicio
pleno de la democracia consolidada, quien
suscribe pudo darle forma a un argumento
más para colaborar con este mapa de contrastes.
Desde mi perspectiva, la mayor diferencia
entre “la cultura peronista” y “la cultura
radical” radica en la diferencia que ambas
culturas tienen acerca del concepto de
“poder”. Veamos brevemente a qué me
refiero.
Mientras que en la primera se privilegia la
efectividad por sobre la representatividad,
en la segunda se opera de la manera contraria. Así podríamos decir que mientras
unos son tributarios de un estilo vertical
de articulación y agregación de intereses,
los otros lo somos de uno horizontal.
En esta misma línea de razonamiento tam• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
bién podemos apreciar que mientras el peronismo elige “al pueblo” como sujeto político al cual interpelar, la UCR hace lo
propio con la “ciudadanía”. Ahora bien,
esta diferencia persiste incluso cuando
desde ambos espacios se desvía el rumbo
y se pasa a privilegiar el poder por sobre
la política. En tal caso, es cuando se produce esta degeneración que vemos cómo
ambos sujetos son reemplazados respectivamente por “las masas” y “la gente”.
Mucho se escribió y se dijo acerca de la
idea de que mientras los presidentes peronistas “gozan el ejercicio del poder”, los
radicales “lo padecen”. Y muy probablemente ello sea verdad, lo cual es de esperar si tenemos en cuenta que mientras que
el fundador del primero eligió volver a la
Argentina para morir gobernando, el fundador del segundo optó por pegarse un
tiro en la sien atormentado por las traiciones intestinas. Naturalmente, ambos desenlaces marcaron a fuego las conciencias
e incluso tal vez la cosmovisión de sus seguidores.
Pragmatismo versus intransigencia fueron
sin lugar a dudas las dos actitudes que determinaron durante muchos años los ejes
ordenadores de las conductas políticas en
nuestro país.
“Olvidate, ellos son romanos y nosotros
somos griegos”, me decía un correligionario mientras apuraba un vaso de vino en
una de las tantas e infinitas tertulias radicales. Exagerado y todo como era, algunos
aseguran que lo asistía la razón.
Lo cierto –creo yo– es que sólo si nos permitimos identificar las diferencias que nos
separan podremos apreciar y valorar las
coincidencias que nos unen. De esa superación político-cultural depende –a mi entender– la construcción de un verdadero
proyecto nacional, popular, democrático
y, fundamentalmente, perdurable en el
tiempo.
Aunque el desafío parezca difícil, los grandes protagonistas de la historia nos han
demostrado que es posible lograrlo. Hay
hechos en el pasado que así lo confirman.
Alcanza con recordar que fue el Chino
Balbín quien despidió a Juan Perón y Don
Antonio Cafiero quien hizo lo propio con
Raúl Alfonsín. A veces los próceres nos hablan después de muertos, es sólo cuestión
de saberlos oír. •
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23
Pueblos indígenas
Caminemos juntos
por una nación
con igualdad
e identidad
>> Daniel Ricardo Fernández
>>
Daniel Ricardo Fernández
Es abogado especialista en derecho laboral
y social, egresado de la Universidad Nacional
de La Plata. El 24 de agosto de 2009
es nombrado presidente del Instituto
Nacional de Asuntos Indígenas
del Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación, cargo que desempeña actualmente.
24
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
LA TEMÁTICA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE
nuestro país viene suscitando creciente interés, a pesar de la existencia de importantes niveles de desconocimiento o
confusión al respecto. Es por ello que resulta necesario, como un primer aporte a
las discusiones de los foros, esbozar los
grandes trazos de las distintas miradas existentes sobre la temática en la actualidad.
Se pueden distinguir tres visiones sobre
la cuestión indígena, que coexisten en
nuestro país: la más antigua y tradicional
es la que identifica la cuestión como perteneciente al pasado, caracterizando lo
indígena como sinónimo de atraso.
Contrapone la figura del inmigrante y el
capital extranjero como “progreso” proveniente de Europa. Llega a justificar plenamente el empleo de la fuerza, como
las campañas militares en nuestro centro
sur pampeano y sobre el gran Chaco, durante los siglos XIX y principios del XX, dirigidas contra la población indígena para
despojarlos de sus tierras.
En el plano cultural educativo reivindica y
difunde la dicotomía planteada por
Sarmiento, de “civilización o barbarie” negando el aporte y la presencia actual de
los pueblos, considerándolos como rémoras a las que hay que terminar de asimilar
en el presente.
Esta corriente es la que le dio sustento,
luego de Caseros, a la Constitución de
1853 y su art. 67 inciso 15, que dentro del
capítulo de fronteras, le atribuyó al
Congreso la obligación de “conservar el
trato pacífico con los indios, y promover
la conversión de ellos al catolicismo”. Esta
norma monocultural, que considera lo indígena como un hecho externo a la nación,
tuvo vigencia durante 136 años.
Uno de sus voceros históricos más consecuentes es el diario de los Mitre La Nación
y la representación simbólica que mejor la
expresa es el emplazamiento del monumento del conquistador Colón en el patio
mismo de nuestra Casa de Gobierno, dándole la espalda a la ciudad y sus habitantes.
¿Hasta cuándo los argentinos nos seguiremos considerando hijos de los barcos?
Otra mirada, que podría caracterizarse
como indigenista-global, es la originada
en Europa en las décadas de los 80 y los
90 del siglo que pasó. Es resaltada desde
lo simbólico y exhibida como un ejemplo
de las consecuencias de la explotación capitalista. Como una metáfora que se amplifica con la utilización de redes sociales
y nuevas tecnologías a través de denuncias
a escala global.
Han procurado sumar solidaridades y “sensibilizar” a los organismos internacionales
como la ONU y la OEA en cuyas resoluciones normativas y fallos confían.
Se caracterizan también por cuestionar
fuertemente al “Estado-nación” descalificando los proyectos nacionales surgidos
en los últimos años en Sudamérica.
Promueven en cambio la constitución de
regiones “autonómicas” o “naciones” indígenas, teniendo en la experiencia del
zapatismo una referencia. En nuestro país
la impulsan diversas ONG y fundaciones
que denuncian sistemáticamente violaciones de derechos y cuestionan el aprovechamiento y la explotación de los recursos
naturales.
¿Hasta dónde es preocupación real o se
trata de oportunismo imperial?
Finalmente, y en consonancia con la época
que nos toca transitar, rescatamos aquella
surgida desde la profundidad de la prePatria y que fuera por muchos años omitida
y olvidada: la nacional y popular. Resurge
en el presente a partir del año 2003, teniendo su manifestación más importante
en la conmemoración del Bicentenario, con
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
protagonismo de las organizaciones indígenas.
Esta mirada incorpora una visión revisionista y democratizadora de la historia nacional, revalorizando los componentes
tanto sociales como culturales de los pueblos “preexistentes” a la conformación
de la nación: los indios, los gauchos y los
negros.
Considera a los pueblos originarios como
parte constitutiva de la Nación, y al Estado
como un instrumento en disputa política,
por lo que brega por unir fuerzas. Asume
la deuda histórica del despojo de las tierras
en gran parte del violento siglo XIX y principios del XX, impulsando en el presente
importantes leyes en materia de posesión
y propiedad comunitaria, de enseñanza intercultural bilingüe, y la democratización
de medios de comunicación.
La reciente restitución en la Casa de
Tucumán de las actas de la Independencia
impresas en lengua quechua y aymará en
1816 y el emplazamiento próximo del monumento de Juana Azurduy en la Casa de
Gobierno ratifican esta voluntad emancipadora y multicultural de la nueva independencia sudamericana del siglo XXI.
¿Cómo debiera ser la nueva vinculación
de los pueblos originarios con el Estado y
los sectores populares para afirmar el camino de la segunda independencia? •
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25
Pueblos indígenas
Los pueblos indígenas en la Argentina
Pasado,
presente y desafíos
>> Juan Chico
>>
Juan Chico
Nacido en Napalpí. Historiador, docente
y escritor del pueblo qom.
Escribió en castellano y qom La voz de la
sangre, investigación sobre la Masacre de
Napalpí con Mario Fernández.
26
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
UNA VEZ DECLARADA LA INDEPENDENCIA, AL
consolidarse el Estado argentino, se dejaron de lado las ideas revolucionarias de
Mayo y se propuso exterminar a los pueblos indígenas usando varios métodos, ya
sea por las armas como por el etnocidio.
Si bien nos alegramos mucho cuando
Néstor Kirchner bajó los cuadros de los
genocidas Videla, Bignone, etc., al mismo
tiempo nos hizo reflexionar acerca de por
qué los cuadros de otros genocidas de la
historia siguen en lo alto de los lares argentinos; como Roca, que hasta hace poco
estaba firme montado en su caballo en el
billete de cien pesos, o Sarmiento, que
sigue siendo venerado por los educadores
argentinos cuando en realidad para muchos de nosotros, los pueblos indígenas,
fue y seguirá siendo un racista y genocida.
Más allá de algunas cosas positivas que
pudieron haber hecho en su vida, nada
puede devolver la vida ni justificar tanta
barbarie. Muchos argentinos justifican a
Roca diciendo que fue necesario ocupar
la Patagonia y matar a miles de indígenas
y que gracias a ello Argentina es dueña de
la Patagonia, porque de lo contrario hoy
sería chilena. Sin embargo se olvidan de
que 30 años antes el genocida Sarmiento
desde su diario de exiliado en Chile alentaba al gobierno chileno a ocupar la
Patagonia.
Además de que todavía hoy hay colegios,
ciudades y monumentos que honran a muchos de estos asesinos, en nuestros establecimientos educativos se sigue enseñando
la historia de otros pueblos, otras memorias, para que conozcamos otros héroes,
mientras que a los nuestros los tenemos
olvidados y condenados al silencio. Y la
verdad, celebramos que en este período
de la democracia haya una política de derechos humanos que está logrando que
muchos genocidas estén siendo juzgados
y condenados, y nos alegra porque eso
nos genera la esperanza de que llegará un
día donde también se pueda juzgar a los
responsables del genocidio indígena.
Tenemos que empezar a visibilizar y que
se conozca nuestro pasado, porque para
construir nuestro futuro tenemos que reconstruir parte de nuestro pasado. Muchos
no quieren que se conozca nuestra historia
pasada, para que no quede al descubierto
su barbarie; alguien dijo una vez: “El opre-
sor jamás estará de acuerdo en que los
oprimidos se liberen”. Escribir nuestra historia es empezar a liberarnos de tantas
mentiras, del cuento de que la invasión y
el asalto fueron la civilización.
La generación conocida como “generación
del 80” fue sin dudas la que impuso una
ideología y política racista y de exterminio
contra los pueblos indígenas con esto de
“civilización y barbarie”; lo rural era lo atrasado y lo urbano por supuesto, con la mirada puesta en Europa, lo civilizado y el
progreso.
En su proclama contra el Chacho Peñaloza,
Sarmiento decía: “Salvar la civilización
amenazada por estos vergonzosos levantamientos de la parte más atrasada de la
población (…) que siguen sus instintos de
destrucción (…) Conciudadanos a las
armas, y que San Juan sea un ejército, un
baluarte contra la barbarie y un ejemplo
para todo el pueblo argentino”.
Él mismo encabeza la persecución contra
el Chacho, defensor del federalismo y que
se pronunciaba contra el gobierno de
Mitre. Vemos cómo sobresalen las palabras
“instinto” y “barbarie” como venimos
mencionando; para él no hay término
medio, o eres civilizado o bárbaro y por
supuesto él representaba la civilización, y
como “civilizado” no descansó hasta que
por fin vio la cabeza del Chacho –el bárbaro– incrustada en un palo para lección
del resto de los bárbaros. En un escrito a
Mitre comenta: “No sé qué pensarán de
la ejecución del Chacho. Yo, inspirado por
el sentimiento de los hombres pacíficos y
honrados aquí, he aplaudido la medida,
precisamente por su forma. Sin cortarle la
cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla
en la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”.
Tenemos que recordar que muchos de los
que seguían al Chacho Peñaloza eran indígenas. Es admirable la caradurez de
Sarmiento, que justifica y dice que como
hombre honrado y pacífico lo celebraba.
Imaginemos por un momento al padre de
la educación argentina aplaudiendo mientras la cabeza del Chacho era expuesta
por varios días en la plaza. Condenaba la
barbarie y el salvajismo con la misma energía con que los ejercía.
Esto dejó secuelas profundas en la memoria
e historia de nuestros pueblos hasta el pre• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
sente. Hoy, de a poco se está empezando
a romper, pero recomponerse de haber estado como pueblos en situación de exterminio, muchas veces se torna difícil.
Al consolidarse el Estado argentino lo hizo
sobre el intento de exterminio de los pueblos indígenas. Esto fue una política de
Estado, por lo que sólo una política de
Estado puede revertir o intentar revertir
esta situación que viven miles de indígenas
a lo largo y lo ancho del país.
Por eso sostenemos que la liberación
tiene que ser cultural para que dé como
resultado un fuerte lazo de convivencia
entre los que pensamos y queremos refundar una nueva Argentina tal como soñaron los revolucionarios; una Patria
Grande donde no sólo haya lugar para
una Argentina plurinacional sino una
Abya Ayala unida, defendiendo lo nuestro, nuestra cultura milenaria, nuestros
recursos naturales y nuestra soberanía territorial, que es el espacio donde se desarrollará nuestro futuro; sin territorio es
imposible pensar un futuro mejor.
Seguiremos sosteniendo que en primer
lugar la descolonización es en el terreno
cultural para que dé como resultado una
independencia política, económica y territorial. Como decía nuestra presidenta: “La
peor colonización no es la territorial, sino
la cultural”; hoy podemos decir que estamos viviendo un proceso de descolonización cultural que hace que los pueblos
empiecen a sentirse orgullosos de su pertenencia étnica y cultural, sea indígena,
criolla, afrodescendiente o inmigrante.
Conocer nuestros orígenes nos hará más
fuerte como sociedad y nos ayudará a respetar al otro, que es diferente, pero que
en realidad es igual, porque pertenecemos
a una misma raza que es la raza humana y
no, como se sigue sosteniendo en algunos
sectores conservadores, que algunos pertenecen a una raza superior, cuando eso
no tiene un sustento científico sino sólo
ideológico político para seguir favoreciendo sus intereses en detrimento de la
gran mayoría.
Pero sin dudas los tiempos históricos y políticos que hoy vive la Argentina y
Latinoamérica son alentadores, los avances
que hemos tenido en materia de reconocimiento de derechos pueden verse también en la provincia del Chaco. Estos
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27
Pueblos indígenas
reconocimientos son sin duda resultado
de la lucha del movimiento indígena y una
fuerte apertura del Estado provincial. Pero
también como indígenas tenemos que
hacer una fuerte autocrítica porque hay
muchos líderes que no se están dando
cuenta de los tiempos históricos y políticos
que hoy atraviesa nuestro país; ¿qué nos
está pasando?, ¿será que aún no estamos
preparados para dar esta discusión política? Somos conscientes de que la memoria tiene una dimensión política y en ella
se dirime una lucha de poder y una lucha
ideológica. Porque si la memoria es el recuerdo o la representación de lo vivido en
el pasado, necesariamente en el presente
va a tener una implicación política y muchos no quieren tratar estos temas, imponiendo un discurso que sostiene que el
pasado es sólo pasado; unos ganaron y
otros perdieron y eso tiene que quedar
así. Pero ¿de dónde viene ese discurso?,
¿quiénes son los que trabajan para instalarlo? Nosotros los pueblos indígenas que-
28
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
remos romper con ese discurso por el solo
hecho de que afecta nuestra memoria y
nuestra historia viva, y principalmente desvirtúa nuestra lucha.
Ese relato oficial todavía es muy fuerte y
los que lo siguen continúan alimentándose
de ese pasado, de ese relato único que
todo lo justifica. Esto va a continuar si nosotros los indígenas nos seguimos manteniendo en silencio y lo más triste es que
hoy muchos de nosotros reproducen el relato oficial, un relato colonizador, donde
incluso el genocida es considerado un civilizador. Por esto es necesario que nosotros los indígenas empecemos a escribir
nuestra historia, todos los hechos del pasado, aunque en muchos de los casos sea
triste, doloroso y requiera una acción política de nuestra parte. La tarea es ver
cómo concientizar a la sociedad con otro
relato distinto del relato oficial contra los
pueblos indígenas, y no seguir con esto
de que unos pocos hicieron de la historia
argentina, la HISTORIA. •
La independencia
en transición
>> Juan Carlos Martínez
>>
Juan Carlos Martínez
Chaqueño. Profesor en
Proyecto Especial de
Interculturalidad, Lengua,
Cosmovisión, Cultura
Moqoit en nivel medio.
Vocal Titular por los tres
pueblos del Chaco en el
Instituto de Cultura,
Provincia del Chaco 2009 al
2011. Director de la película
Nación oculta en el
meteorito (2011). Director
del Blabi (Bachillerato Libre
para Adultos Bilingüe
Intercultural).
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
LOS MOQOIT RECONOCEN AL ESTADO COMO
tal desde 1940. A partir de ese año se convencen de que realmente habían perdido
las tierras tomadas no solamente por los
colonos emigrantes sino por las leyes del
Estado argentino, de que había una
Nación nueva con inmensos territorios y
de que para ocuparlas se debía pedir permiso a las autoridades más cercanas a la
comunidad o al patrón colono más cercano.
Otra obligación para aceptar entre las
leyes (neloxoyiaxac) del Estado era el DNI.
Algunos miembros Moqoit ya contaban
con su documento desde 1920; sin embargo desconocían su función, no lo sentían como una obligación y no tenían
conciencia de qué significan Estado,
Nación y fronteras. Aunque la ley del registro había sido sancionada en 1884, sentimos que las leyes crearon cercos
reductores llenos de obligaciones más que
de derechos para el ciudadano civilizado
con DNI. Cada vez que se presentaba una
situación de acuerdos o tratados de paz,
quedaba grabada en la memoria Moqoit
como un cerco más reducido y controlado
por el Estado.
Reconocer y aceptar la nueva organización
del Estado fue un cambio de vida en todos
los aspectos: significó renunciar a lo propio, que ya no se puede proyectar un
modo de vida nómade sobre un territorio
libre regido por leyes naturales.
El DNI era y es un derecho a votar. Para
los Moqoit era una obligación votar, ya
que no sabían para qué se votaba. Y
mucho menos significaba recibir beneficios
del Estado. Al contrario, les han quitado
la libertad.
Desde 1940 se empezó a pedir permiso
al Estado y a no reclamar sino pedir autorización para todas las necesidades que
——————————————————————
29
Pueblos indígenas
30
demandaban dinero. Empezamos a sentir
que somos parte de un Estado y de una
Nación desconocidos, obligados a defenderlos a través del servicio militar obligatorio y a aprender sus lenguajes desde la
escuela.
La integración indígena Moqoit benefició
a los colonos porque tenían así asegurada
la mano de obra. Esta integración sin participación significó aceptar ser argentino
de la clase más baja. Nuestra nación cultural la dejábamos guardada en el rancho
o la llevábamos escondida.
Desde nuestro punto de vista, como pueblo originario Moqoit, cumplimos 80 años
como argentinos, en razón de que desde
1938 tomamos conciencia de que los gobiernos necesitaban voto, y se escuchaba
a Hipólito Yrigoyen en su segundo mandato y luego a Juan Domingo Perón en su
primer y segundo mandato, que eran
nuestras autoridades, nuestro gobierno
como argentinos.
Nos reconocemos como Moqoit argentinos desde 1940 y no desde el anuncio
triunfante de Julio A. Roca, porque nunca
nos entregamos por completo y no fuimos
exterminados; sin embargo, con los gobiernos socialistas y justicialistas que buscaban una democracia más participativa,
nos fuimos acercando.
Con el retorno de la democracia entendimos
que el país busca una identidad nacional y
una verdadera independencia; entonces reclamamos participación, y recién en 1994 en
la reforma de la Constitución en su art. 75
inc. 17 se nos reconoce como preexistentes
y en algunos aspectos se nos brinda cierta
autonomía, como la posibilidad de adoptar
nuestra propia forma de organizarnos, educación bilingüe intercultural, territorios y respeto a nuestra identidad cultural.
Como pueblo originario Moqoit argentino
buscamos una independencia intercultural.
Como argentinos, hasta el momento, no
vemos una independencia completa en algunos aspectos, como el sistema de gobierno, leyes que se basan en los intereses
económicos de la clase alta, el capitalismo
sin límites. Para lograr una independencia
completa como Estado se deberá reafirmar una identidad nacional con la participación de todos los sectores y todas las
culturas. Participación y reconocimiento
no significa solamente escuchar distintas
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
voces. Significa que los sectores también
deberán tener capacidad de decisión
sobre el destino del país.
Lo que para el Estado es el Bicentenario
de la Independencia para nosotros es 80
años de transición hacia una verdadera nación multicultural.
La nueva independencia no debe estar basada en límites de fronteras o intereses
económicos, debe basarse en una identidad cultural de país que se destaque por
ser abierta a Latinoamérica, por su autodesarrollo económico, sus recursos naturales, la preservación de su medio
ambiente, la equidad, la libertad de expresión de ideas de gobierno de los distintos sectores: político, religioso y cultural.
Podemos lograr una nueva independencia
si a través de la educación se enseña la
verdadera historia, la otra historia oficial
oculta, la que está en los archivos oficiales
de la Nación.
La historia del pueblo Moqoit es parte de
la historia de todos los pueblos originarios
de América. Como pueblo, como Nación,
éramos independientes en organización y
en territorio. Esta libertad se terminó en
1853 con el artículo 67 inc. 15 de la
Constitución Nacional: “…proveer a la seguridad de las fronteras, conservar el trato
pacífico con los indios y promover la conversión de ellos al catolicismo”. Un acto
muy discriminatorio por parte del Estado.
Desde 1853 hasta 1940 fue un tiempo de
dolor y confusión por las masacres, el despojo y la persecución. Esta es la otra historia no contada oficialmente, como se
dice. Sin embargo, desde 1940 empezamos a tomar conciencia y a buscar la participación.
Nuestra historia también es oficial, porque
las secuelas y las condiciones de vida actual son consecuencia, pruebas de los hechos históricos del país. Qué mejor
documento de prueba que una herida
abierta.
Desde la cosmovisión Moqoit, toda historia
se repite con distintos métodos o actores.
A los hechos vividos los vemos ocurrir
hacia adelante, donde los volveremos a
pasar; nos esperan en cada momento de
nuestro presente si los borramos de nuestras memorias. Depende de nuestra voluntad cambiar, modificar o repetir casi
exactamente la misma historia. •
Otras actividades de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional
Programa
Imaginación Cultural
Imaginarios argentinos:
Cartografías,
territorios e identidades
Ciclo de conferencias. Museo Casa de Ricardo Rojas
Miércoles 8, 15, 22 y 29 de octubre de 17:30 a 20:00 horas
Nación, Territorio, Espacio y Ciudad son conformaciones reales
y simbólicas. Utópicas o distópicas, las ciudades imaginarias
de la literatura argentina implican otras tantas ideas de proyecto nacional, de identidad y de futuro. La constitución de
la Nación fue resultado de la cristalización de la dominación
en los espacios, de la apropiación e hipersignificación del espacio geográfico. La Pampa y más allá la inundación. En el
presente, aquel pasado retoma sentidos que dan cuenta de
las identidades en el desarrollo de las ciudades. Autos, trenes.
Rejas. Calles, avenidas, plazas. Escuelas y hospitales. Barrios
cerrados. Bicisendas. ¿Qué pensamiento político suponen
estos artefactos? ¿Cuáles son las marcas históricas principales
que podemos encontrar en el desarrollo urbano argentino?
Pasado y presente de la organización social en relación con la
geografía.
Propiedad de la tierra y modelos de desarrollo
El debate sobre la
propiedad de la
tierra y los
modelos de
desarrollo en 200
años desde la
perspectiva del
nordeste argentino
>> Esteban Branco Capitanich
>>
Esteban Branco Capitanich
Oriundo de La Montenegrina, Chaco.
Fue gerente general del Instituto de
Colonización del Chaco, militante de
las Ligas Agrarias, delegado provincial
de Renatea y cofundador del Movimiento
Rural Carlos Orianki.
32
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
LA TIERRA HA GENERADO UNA DISPUTA CREciente con el paso del tiempo. Desde el
fondo de la historia el hombre ha derramado su sangre por poseerla, por apropiarla, por acumularla. Se han cruzado
mares en pos de su conquista y millones
de vidas se han ofrendado en el altar de
su deseo. Nunca como lo que es, la madre
de todo y de todos, que merece respeto,
ser compartida, sino como un factor económico, y luego, de poder.
De América la historia dice que fue descubierta hace cinco siglos, como si se desconociera su preexistencia. Como si naciera
la naturaleza a partir de la avanzada colonizadora que no tuvo otro espíritu que la
apropiación con características de banda,
saqueo, desplazamiento y exterminio de
sus habitantes originarios.
Lo que nace para América hace cinco siglos es el sangrado de la tierra y sus hijos,
drenando sus recursos hacia un Viejo
Mundo, también llamado viejo no por antigüedad sino como rango de autoridad
planetaria y cultural con espíritu de dominio sobre lo nuevo.
Con la independencia, Bernardino Rivadavia
garantiza el pago de la célula madre de
nuestra deuda externa con tierras públicas
que quedan inmovilizadas en virtual hipoteca a favor de la Casa Baring Brothers.
Entre 1822 y 1830 esas tierras –más de 8,5
millones de hectáreas– quedaron en
manos de 538 propietarios, entre ellos, los
Anchorena, Lynch, Álzaga y Alvear, entre
otros de los apellidos más prominentes de
la oligarquía terrateniente y hacendada, que
ya tenía tierras desde la época de la Colonia
y que acrecentaba su patrimonio a precios
ínfimos, convirtiendo en millonarios a sus
descendientes de tercera y cuarta generación como dueños de gran parte del suelo
de la pampa húmeda.
Viene de lejos la apropiación de las tierras
públicas por intereses ajenos a los del conjunto y al desarrollo social de la nación, su
puesta al servicio del imperio dominante
en sus distintas formas y al siempre vigente
modelo agroexportador.
No habrá por lo tanto debate íntegro y
conducente sobre la posesión, uso, disposición y formas de tenencia de la tierra sin
la consideración, en el marco global, del
rol que el sistema de gobierno mundial le
ha dado a cada región y país.
Aquella antigua pero –con nuevas formas–
siempre vigente división internacional del
trabajo se expresa con contundencia en la
batalla que por estas horas da la Argentina
soberana frente al poder financiero internacional. El voraz e insaciable capital especulativo, del que Paul Singer es sólo un
mandadero, y el juez Griesa un ejecutor a
medida de sus intereses, no trata de cerrar
sus fauces sobre nuestro país por el dinero
que estos carroñeros rapiñan. Lo que demanda el poder es obediencia, sumisión,
pérdida de decisiones soberanas para retomar la dominación y el saqueo.
Y el saqueo tiene sus raíces en la tierra.
Manda el poder que la riqueza que de ella
brota no debe ser compartida por sus
hijos, por quienes la labran. La riqueza
debe fluir con forma de deuda para que
los labriegos vuelvan a ser el carbón que
alimente las calderas que iluminan a un
obsceno Primer Mundo que, no superando el 20% de la población, consume el
80% de los recursos en términos energéticos. Para ello, es imprescindible la concentración de la tierra en pocas manos, ya
sea en propiedad, uso o disposición.
Mucho se ha escrito sobre que la tierra es
un recurso natural primario para la seguridad alimentaria, el crecimiento, la paz y
la elevación social y económica. Mas, en
la realidad, y en el caso de los países a los
que nos ha tocado el rol de productores
de commodities, como el nuestro, lejos
está de cumplirse aquel destino.
Los agricultores familiares han sido masivamente desplazados por la siembra comercial en gran escala que imponen los
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
paquetes tecnológicos, produciéndose
una creciente concentración de la tierra
en cada vez menos manos, y la emigración
de pequeños productores a los pueblos y
ciudades.
En el Chaco, la entrega de las tierras públicas productivas en propiedad ha sido
un factor decisivo para la expansión de latifundios, ya que esas tierras, vendidas por
el Estado a valores mínimos, rápidamente
ingresaron al mercado inmobiliario y a
manos de los propietarios con mayor
poder de compra.
La continuidad de este sistema y proceso
lleva inexorablemente a una profunda crisis que afecta el acceso de nuevos agricultores familiares, la producción de
alimentos y conduce a la superpoblación
de pueblos y ciudades sin destino socialmente digno.
La tierra como mercancía es incompatible
con un desarrollo social y productivo sustentable. Es prioritario que el Estado
asuma el rol –que nunca debió abandonar– de regulador de este recurso indispensable para la vida, y se evalúen formas
de tenencia y uso que eviten la apropiación y concentración. Posibilitando además el acceso igualitario, la producción de
alimentos, su transformación en origen por
parte de los propios productores en el
marco de las diversas formas de asociativismo que garanticen un sistema en el que
el centro de la escena sea el hombre que
trabaja la tierra y produce por sobre el actual, que ha puesto en lo más alto el derecho de propiedad de pocos y la
exclusión de las mayorías. •
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33
Propiedad de la tierra y modelos de desarrollo
Buscando al
Comandante
Andresito
>> Camilo Gómez Montero
>>
Camilo Gómez Montero
Correntino. Licenciado en Realización de
Cine. Entre sus trabajos se cuentan El Señor
de los Pájaros, Isidro Velázquez, la serie de TV
Payé y Buscando al Comandante Andresito,
recomendado por la Presidenta Cristina
Kirchner para las escuelas del país.
34
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
LA IDEA DE REALIZAR EL FILM BUSCANDO AL
Comandante Andresito surgió durante la
intentona, en el año 2006, de un grupo de
vecinos de la ciudad de Corrientes que
propuso que se erigiera un monumento a
este guerrero guaraní en la recientemente
inaugurada Costanera Sur.
Lo que hubiese podido ser un hecho natural se convirtió, sin embargo, en una inesperada “batalla cultural” que se
extendió por ocho años, en la cual los sectores más conservadores de Corrientes se
opusieron al monumento a este originario.
Fue esa reacción la que motivó nuestro interés por el personaje y la idea de llevarlo
al cine: ¿por qué causa un guaraní, que
hace 200 años había escrito su historia,
despertaba todavía hoy esos enconos en
cierta parte de la sociedad?, ¿era verdad
lo que decían ellos, que este “indio ladino
había invadido Corrientes para matar y violar mujeres?” A estos ataques al personaje,
le siguieron afirmaciones tales como: “De
última, que hagan este monumento en
otra parte, la costanera es demasiado
buen lugar para un indio”… Fueron estas
reacciones las que nos hicieron dar con un
personaje maravilloso.
Comenzamos una investigación que incluyó a historiadores de Misiones (donde
Andresito ya era valorado), de la costa del
río Uruguay, en Corrientes, y también de
la hermana Montevideo. No descubrimos
al personaje, estos historiadores ya lo venían investigando hacía años.
Nos presentamos a un concurso del
Instituto de Cine donde conseguimos los
fondos para hacer la película. Se nos unió
Víctor Heredia para conducir el trabajo y,
finalmente, lo estrenamos en la localidad
de Santo Tomé, porque esa había sido una
trinchera de Andrés frenando a los invasores portugueses en el siglo XIX, cuando
estos europeos, con ejércitos armados
hasta los dientes, invadían el litoral con la
idea de tomar esos territorios.
Desde entonces todo fue vertiginoso: la
propia Presidenta de la Nación, Cristina
Fernández de Kirchner, hizo mención a la
película en su cuenta de Twitter recomendándola para ser vista en las escuelas del
país y eso iluminó a una figura históricamente postergada.
Seguramente, una de las causas por la que
la “historia oficial” ha dejado fuera de sus
páginas a Andresito, tenga que ver con
que se trataba de un originario. Sarmiento
ya había sentenciado: “donde comienza el
guaraní, finaliza la civilización”, pero además, Andresito tenía otro motivo para ser
censurado: era el hijo adoptivo de uno de
los más grandes revolucionarios de la historia latinoamericana: Don José Gervasio
Artigas, que había luchado para hacer una
revolución para el pueblo y con el pueblo:
conformó en 1815 la Liga de los Pueblos
Libres en la primera independencia del Río
de la Plata (un año antes que la del
Congreso de Tucumán), unificando a
Córdoba, Misiones, Corrientes, Entre Ríos,
Santa Fe y la Banda Oriental. No sólo se
declaró la independencia del extranjero
sino que, además, realizó el primer reparto
de tierras a los que menos tenían (una reforma agraria adelantada en 50 años a la
llevada adelante por Lincoln en Estados
Unidos), se propuso respetar los territorios
que eran de los originarios y que a su vez,
ellos mismos escogieran a sus autoridades.
Fueron descartadas las ideas monárquicas
inclinándose por el sistema democrático,
republicano y federal. Se estableció la defensa de la producción de manufacturas
locales y los impuestos a las mercaderías
que llegaban desde ultramar. Asimismo,
Artigas nombró a Andresito Comandante
General de las Misiones, convirtiéndolo en
el único gobernante indígena de toda la
historia de lo que hoy es la Argentina.
Además, Andresito ejerció un interinato de
siete meses de gestión en la ciudad de
Corrientes donde, tras dar libertad a los
esclavos indios, tuvo constantes fricciones
con la sociedad más acomodada de la
época. A pesar de esto, y de las calumnias
que se tejieron en su contra, su accionar
en Corrientes fue impecable: en momentos
donde no se escatimaba salvajismo, los
guaraníes dieron lecciones de cristianismo,
humanismo e igualdad a las acomodadas
familias correntinas. El interinato de
Andresito incluyó, además, superávit fiscal
aun en tiempos de guerra.
Pero los enemigos eran muchos, y Artigas,
tras diez años de lucha, fue derrotado militarmente por los portugueses y españoles, sumados a los intereses de las
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
incipientes oligarquías locales que se oponían a las ideas igualitarias artiguistas.
La historia oficial no sólo nos escondió a
Andresito, sino que además nos veló todo
el proyecto de Los Pueblos Libres. Nos
ocultó ese modelo alternativo de país inclusivo porque, como indicaba José
Artigas con lenguaje llano: “Acá naides
debe ser más que naides”.
El recorrido de la película regresaba a su
origen: el documental terminaba pidiendo
que en la ciudad de Corrientes se realizara
un justo reconocimiento a Andresito. Fue
así que, haciéndose eco, los compañeros
de la agrupación Cultura Vallese se acercaron para reparar esta histórica deuda.
De esta forma, con ellos, con la ayuda de
la Municipalidad de la Ciudad y la participación de la comunidad (que aportó hierros y trabajo), con materiales de chatarra
de descarte se realizó el Monumento a
Andresito en la Costanera. Aquel sueño
del 2006 se hacía realidad a lo grande en
este 2014: frente al Paraná se alza ahora
un Andresito de 18 metros de altura y 16
toneladas de peso, rodeado por cinco de
sus heroicos guerreros. Es el primer monumento, en más de 400 años de historia
de la capital correntina, a cualquiera de
las tantas gestas de sus pueblos originarios. De la mano de los compañeros de
Cultura Vallese, el arte reparaba esta injusticia.
Más allá de lo maravilloso que es ver
cómo el cine o la escultura –como cualquier actividad artesanal– pueden intervenir en la realidad y generar un debate
como el que se ha dado, creemos que el
rescate de Artigas y de todo su proyecto
es sustancial al momento de plantearnos
una segunda independencia, sea cual
fuere el punto que deseemos abordar y,
más aún, si queremos volver a discutir
sobre un país para todos y no solamente
para algunos pocos. Por suerte, tenemos
dónde hacer anclaje para ir en busca de
esa Patria Grande con la que soñaron San
Martín, Bolívar y claro, Don José Artigas
junto a su hijo, Andrés Guacurarí que,
como todo buen guaraní, creía que “una
tierra sin males” era posible y que había
que luchar para encontrarla… •
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35
Derechos humanos y memoria política
Derechos humanos
como política
de Estado
>> Remo Carlotto
DURANTE LA ÚLTIMA DÉCADA LAS POLÍTICAS PÚblicas nacionales han reflejado las demandas del movimiento de derechos humanos
de memoria, verdad, justicia, reparación y
no repetición.
Esto se ve reflejado en la reapertura de los
juicios por crímenes de lesa humanidad,
el conocimiento de la verdad sobre la acción criminal del Estado, las acciones activas para la recuperación de la verdadera
identidad de los cientos de niños y niñas
apropiados durante la dictadura cívico militar, y la recuperación de sitios de la memoria y su señalización en el marco de
acciones efectivas para que las nuevas generaciones sepan qué sucedió, entre otras.
Asimismo, desenmascarar el rol del Estado
terrorista, como basamento del modelo
de expoliación económica, destrucción del
aparato productivo y endeudamiento externo para la dependencia, reflejada en la
complicidad civil y los beneficios palpables
que los grupos económicos concentrados
y transnacionales recibieron durante ese
>>
Remo Carlotto
Diputado nacional (FPV – Buenos Aires)
y presidente de la Comisión de Derechos
Humanos. Ex secretario de Derechos
Humanos de la Provincia de Buenos Aires
y coordinador del equipo de investigación de
la Comisión Nacional por el Derecho
a la Identidad (Conadi) y de Abuelas
de Plaza de Mayo.
36
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
período, desarticula la interpretación impulsada por la teoría de los dos demonios,
su mirada ahistórica y descomprometida
de aquellos años.
Esta interpretación política, jurídica e histórica es base fundacional para la recuperación del Estado Social de Derecho que
se ve reflejada en la consolidación de políticas públicas nacionales en la construcción del presente.
La centralidad en las políticas de empleo,
como dignificador de derechos, la reconstrucción del sistema previsional inclusivo
para los adultos mayores, la asignación
universal por hijo como reconocimiento
de los derechos de los trabajadores desocupados o en informalidad, son algunos
ejemplos de la recuperación cultural del
rol del Estado.
La inclusión, entendida no sólo como un
proceso de carácter económico y de distribución equitativa de la renta, se ve reflejada en las políticas de género, los
derechos de los grupos como los LGBT, el
matrimonio igualitario y la identidad de
género, la ampliación del concepto de familia y la mirada multicultural de nuestra
sociedad.
De la misma manera en que el Estado democrático debe reparar las acciones criminales del Estado terrorista, el Estado
Social de Derecho debe revertir las acciones del modelo neoliberal que eclosionó
en la crisis del 2001.
Ahora bien, ¿todos los habitantes de la
Argentina gozan plenamente de los mismos derechos?
La Argentina como Estado federal no impide el desarrollo de las políticas públicas
en materia de derechos humanos en todo
el país, pero la permeabilidad de los
Estados provinciales es dispar y es parte
de la agenda en discusión.
Desde las acciones de los Estados provinciales (en sus tres poderes) no observamos
la misma concurrencia de derechos en materias tan diversas como los derechos de
los pueblos originarios, el corrimiento de
la frontera sojera y el avasallamiento de derechos de las comunidades campesinas y
la agricultura familiar; la creación de policías
en el marco de una seguridad democrática
y ciudadana no está expresada en la modificación de las legislaciones con reminiscencias de la doctrina de la seguridad nacional,
la permanencia de códigos contravencionales que violentan la Constitución nacional
con contenidos discriminatorios, estigmatizantes y de control policial del Estado, junto
con una mirada que busca “prisionalizar” a
sectores de nuestra población, particularmente jóvenes pobres de las periferias de
nuestras ciudades, bajo el pretexto de una
política criminal que persigue al vulnerado;
estos son sólo algunos de los temas transversales en el proceso de integración de políticas públicas a nivel federal.
La última reforma constitucional, de la cual
se cumplen 20 años, ha incorporado con
jerarquía constitucional y supralegal, en su
caso, declaraciones y tratados internacionales en materia de derechos humanos
que indican los estándares mínimos que
deben ser respetados por el Estado nacional y los Estados provinciales. Estos instrumentos, al tener un rango superior, no
limitan sino que enmarcan los contenidos
legislativos, instrumentos que deben implicar la consolidación de las políticas públicas en todo el territorio nacional.
Sin duda, la construcción de políticas públicas en materia de derechos humanos
durante la última década estuvo basada
en la voluntad de los conductores del proceso político en marcha. Hoy la disyuntiva
está en si podemos consolidar esa voluntad como una acción permanente y transversal, lo cual depende de dos factores
críticos a desarrollar: en primer lugar el
empoderamiento cultural de los derechos
para impedir cualquier intento de retracción de los mismos; el segundo, la exigencia a los líderes políticos de definiciones
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
precisas sobre la continuidad y profundización de las políticas en marcha.
No se debe escindir la discusión del rol
social del Estado de las pujas existentes
con respecto a nuestra soberanía territorial y económica, cuya definición afecta
los derechos de los habitantes en forma
inmediata. El destino de los recursos económicos de todos tiene implicancias directas en el desarrollo de políticas públicas
igualitarias. No está escindido el desendeudamiento económico o la renegociación de la deuda del desarrollo de políticas
activas de inclusión.
De la misma manera que observamos el
proceso de integración nacional en materia de derechos, debemos pensar que
la construcción es también un desafío regional. La integración sobre el eje
Mercosur, Unasur, Celac planteando
como precepto fundacional la defensa de
la democracia y el respeto a los derechos
humanos, nos invita a incluir y debatir
conceptos propios de la región, como el
del “buen vivir” y el constitucionalismo
social expresado históricamente en nuestro país en la Constitución de 1949.
Los derechos humanos son la expresión
de las luchas permanentes de nuestros
pueblos, y la construcción de un Estado
garante de derechos es un desafío permanente. Nuestro país, inspirado en la histórica lucha de resistencia a la dictadura
cívico militar, está construyendo todos los
días el verdadero y definitivo Nunca Más,
posible solamente donde impere un respeto genuino e irrestricto a los derechos
humanos en todas sus dimensiones. •
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37
Derechos humanos y memoria política
Materialidades
de la memoria
>> Valeria Durán
PENSAR EN LA NOCIÓN DE MEMORIA SUPONE
plantearnos muchos interrogantes sin fácil
respuesta: ¿qué es? ¿Cómo se construye?
¿A quién/es pertenece?
Individual o colectiva, la memoria es siempre una construcción, un relato selectivo:
incluye o resalta algunos acontecimientos
y actores, y omite o borronea otros. Es,
por ello, una narración ficcionalizada, subjetiva y articulada desde el presente. En
este sentido, también la memoria social
se conforma articulando una pluralidad de
voces. No existe una memoria singular que
pueda asumir la única voz del pasado, sino
que será necesariamente un relato coral
que no excluye tensiones ni disputas.
En las últimas décadas, al menos en las sociedades occidentales, se ha dado un fuerte
culto a la memoria. Surgieron y se reprodujeron narraciones de diversa índole que
recuperan, evocan y construyen un pasado
atravesado por acontecimientos traumáticos. Memorias de la Primera Guerra
Mundial, del exterminio del pueblo armenio, de la guerra civil española, del apartheid, de la Shoá y de las dictaduras en
>>
Valeria Durán
Socióloga y magíster en Comunicación y
Cultura-UBA. Integra equipos de
investigación en el Instituto Gino Germani,
en la FADU-UBA y el grupo “Lugares,
marcas y territorios de la memoria”,
del IDES. Actualmente, forma parte de
Memoria Abierta.
38
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
América Latina, es decir, de las guerras, genocidios y masacres del siglo XX. Estas han
motivado la creación de nuevos museos,
monumentos y memoriales, la preservación
de archivos, innumerables conmemoraciones y celebraciones de efemérides y producciones artísticas de todo tipo.
En la Argentina, este boom memorial está
ligado casi exclusivamente al período de
la última dictadura militar y se inicia a mediados de la década de 1990, si bien ha
atravesado distintos grados de visibilidad
pública desde el retorno de la democracia
hasta la actualidad.
Estas memorias de la dictadura se fueron
manifestando de modos diversos. En la inmediata postdictadura, ex detenidos desaparecidos, sus familiares y compañeros
brindaron testimonios para denunciar públicamente los horrores cometidos durante
el terrorismo de Estado ante la Conadep
y en el Juicio a las Juntas. Años más tarde,
la generación de los hijos de desaparecidos comenzó a asumir públicamente un
rol activo en la construcción y transmisión
de su memoria, adoptando nuevas formas
de expresión para acompañar las demandas formales de justicia y como modos de
renovar la atención sobre sus reclamos.
Los “escraches”, el cine y el teatro, las
artes plásticas y la fotografía no sólo dan
cuenta del protagonismo de lo visual en
las búsquedas de la memoria y la identidad llevadas adelante por los hijos, sino
que también han contribuido a hacer visible una perspectiva generacional. Estos
nuevos discursos no construyen un relato
que pretende reflejar fielmente “el pasado” sino que, por el contrario, asumen
el carácter inauténtico de la representación. Exploran un escenario plagado de
vacíos que buscan completar con irreverencia, apelando a la imaginación para
poder construir recuerdos que no poseen.
No hay un único modo en que la dictadura
–o sus efectos– fue y continúa siendo experimentada. No hay, por lo tanto, un
único modo posible de representación.
Estos relatos novedosos producen fisuras
en los discursos canónicos sobre la memoria que están, por ello, en muchas ocasiones, ya vaciados o neutralizados.
Por otro lado, las huellas del pasado reciente se hacen visibles también en el territorio. Dado el carácter ilegítimo de la
represión, los sitios en los que funcionaron
centros clandestinos de detención y exterminio no eran públicamente conocidos
aunque, en algunos casos, su existencia era
sospechada. La lucha por la “recuperación”
de estos espacios –al igual que la instalación de marcas como baldosas, placas,
etc.– pone en discusión no sólo el rol que
deben tener los sitios que sirvieron de escenario al horror sino también quiénes y
cómo deben relatar lo que allí sucedió.
Visibilizados y resignificados como sitios
de memoria, estos espacios fueron permitiendo, algunos por primera vez, el ingreso
de visitantes, y el proceso de transformación que atravesaron no fue uniforme. Su
diversidad territorial (urbanos o rurales) y
funcional (dependencias policiales o militares, propiedades privadas, etc.) tanto en
el pasado cuando funcionaron como centros de represión como en la actualidad,
además de los diferentes actores que impulsaron en cada caso estos procesos de
“recuperación” (organismos de derechos
humanos o de gobierno, asociaciones vecinales) trazaron el rumbo particular que
siguieron. Más allá del carácter emblemático de alguno de ellos, que los convierte
en íconos del terrorismo de Estado, como
la ex ESMA, Campo de Mayo o “La Perla”
en Córdoba, todos estos espacios son pilares en la búsqueda de verdad y necesarios para la construcción de memoria. Su
potencia y eficacia resulta del modo en
que se enfatizan esas particularidades y
los vínculos y lazos locales que se establecen con participación y compromiso.
En el pasado reciente fueron centros de
tortura y desaparición, y permanecieron
tan cerca como lejos de su entorno social
y territorial. En el presente, esta ambigüedad entre cercanía y distancia se proyecta
hacia los problemas implicados en qué
hacer con ellos. Aunque no podemos
negar la importancia que tienen como medios para conocer nuestra historia y apren-
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
der de ella, la sola “recuperación” no basta
para generar una mirada crítica, para reflexionar sobre lo sucedido y sus implicancias futuras. Si negamos el rol político que
tienen nuestras memorias en el presente
estaremos fomentando la mera transmisión de información, que resultará vacua
y efímera.
Los sitios y el resto de las marcas se enfrentan, constantemente, a estos profundos
desafíos. ¿Cómo hacer que la memoria, en
permanente transformación y actualización,
pueda fijarse como relato de sin quedar
por ello inmovilizada? ¿Cómo hacer que
nos despierte preguntas incómodas respecto de las responsabilidades individuales
y colectivas sobre la dictadura sin que sean
respondidas o ignoradas rápidamente?
¿Cómo materializar ese relato colectivo sin
aplacar las diferencias?
Tanto las expresiones artísticas como las
marcas territoriales son soportes en los que
no sólo se materializan memorias sino que
también las impulsan, ayudan a construirlas
y transmitirlas. Si en las primeras, las memorias individuales y privadas cobran protagonismo sobre un relato común, en las
segundas se debe conjugar una narración
que contenga las voces de los múltiples
actores intervinientes (organismos de derechos humanos, de gobiernos, vecinos,
artistas) y que, sin omitir estas experiencias,
pueda articular, en una superposición de
capas, que convivan lo individual con lo colectivo y lo público con lo privado.
Perseguir una memoria que, desde los distintos soportes y materialidades y partiendo de la defensa de los derechos
humanos y la condena al terrorismo de
Estado, asuma desde los distintos modos
de su relato un rol político en el presente,
que construya críticamente el pasado, que
no evada el conflicto, que no acalle el disenso, permitirá seguir consolidando la
madurez democrática y la pluralidad de
nuestra sociedad. •
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39
Derechos humanos y memoria política
Notas sobre la
historia y los
desafíos de la
Justicia respecto
de los crímenes de
la dictadura
>> Félix Pablo Crous
EL 10 DE DICIEMBRE DE 1983 TERMINÓ FORmalmente la dictadura. La junta militar
que entregó el poder negoció su impunidad: el presidente Raúl Alfonsín decretó
el juzgamiento por los crímenes de lesa
humanidad de todas las juntas anteriores,
pero dejó fuera del decreto a la última. Al
mismo tiempo envió al Congreso un proyecto de reforma del Código de Justicia
Militar que establecía el concepto de la
obediencia debida: debían responder
por sus crímenes los que habían dado las
órdenes y los que los habían cometido
“excediéndolas”; no los que se habían “li>>
Félix Pablo Crous
Es abogado (UBA), posgraduado Especialista
en Administración de Justicia (UBA). Fiscal en
lo Criminal. Miembro de la Comisión
Nacional por el Derecho a la Identidad del
Ministerio de Justicia y DDHH de la Nación
1998-2013.
40
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
mitado a cumplirlas”, tal como lo había
anunciado en su campaña electoral. Ese
intento fracasó porque el Congreso dejó
fuera de la impunidad a los hechos “atroces y aberrantes”, característica de todos
los crímenes del terrorismo de Estado.
Las juntas juzgadas por la Cámara Federal
Porteña –el Juicio a las Juntas– fueron
condenadas. Poco más de un año después, la llamada Ley de Punto Final –que
imponía un plazo para someter a proceso
a un sospechado– y la de Obediencia Debida meses después, acotaron la responsabilidad por los crímenes de la dictadura
a un puñado de jerarcas militares.
La ley de Obediencia Debida fue presentada como la concesión que arrancaron los
alzados de Semana Santa de 1987 al gobierno de una democracia todavía débil;
como una mala ley “hija de la necesidad”.
En verdad, esa ley le permitió al gobierno
retomar el plan original del juzgamiento
limitado a los máximos jerarcas de la dictadura.
Años después, los indultos dictados por
Carlos Menem perdonaron a los condenados en el Juicio a las Juntas, y también
a los pocos que todavía seguían sometidos a proceso. El Poder Judicial, por su
parte, convalidó los indultos a los procesados –claramente inconstitucionales–, lo
cual cerró el círculo de la impunidad. No
quedaban condenados ni procesados.
Pero en 1995 el Capitán de la Armada
Adolfo Scilingo contó a la prensa detalles
de los “vuelos de la muerte”. No era información nueva, pero reactualizó la barbarie de los crímenes impunes. Algo
había que hacer.
El resultado fueron los “juicios por la verdad”, una original creación forense argentina. Se trata de procesos judiciales
similares a un juicio oral donde se obtiene
información sobre el destino de las personas desaparecidas, pero sin la posibilidad
de castigar los crímenes.
Ese singular procedimiento cobró rápidamente volumen e instaló nuevamente el
tema, aunque sólo fuera limitado al círculo
de las víctimas. Por primera vez, luego de
muchos años, el relato de las víctimas era
jerarquizado en un ámbito respetuoso que
les brindaba el Estado.
A la vez, como las leyes de impunidad habían dejado fuera de su alcance la apro-
piación de niños, tres años después del
inicio de los “juicios por la verdad”, y
aprovechando esa fisura en el muro de la
impunidad, un pequeño grupo de juristas
y algunos organismos de derechos humanos promovieron la investigación de numerosos casos de apropiación, dirigiendo
la acusación contra los dictadores Jorge
Videla y Emilio Massera, entre otros. Los
dos fueron detenidos. Muchos años después fueron juzgados y condenados.
Ese fue el primer paso del proceso gradual de derrota de la impunidad y construcción de la justicia, que se aceleraría
cuando fue erigido en política de Estado,
con la asunción del presidente Néstor
Kirchner.
Entre tanto, el nuevo siglo se inició con la
declaración judicial de nulidad de las leyes
de impunidad. Lo declaró el juez federal
porteño Gabriel Cavallo en la causa en la
que se investigaba la apropiación de una
niña, hija de padres desaparecidos. El contraste entre la posibilidad de juzgamiento
por esa apropiación pero la imposibilidad
de hacerlo por los padres desaparecidos
en el mismo contexto represivo, otorgaba
mayor elocuencia a la injusticia intrínseca
de las leyes cuestionadas.
Mientras tanto, la abrumadora acumulación de relatos siniestros en los “juicios
por la verdad”, junto a la puerta que abrió
la sentencia del juez Cavallo, hizo intolerable sostener la impunidad. Los fiscales
comenzaron a promover la reapertura de
las investigaciones penales. Muchos jueces opusieron sordas resistencias, que
fueron trabajosamente superadas.
El gradual retorno de la acción judicial requirió decisiones estratégicas. Algunas de
aparente orden práctico pero de efectos
sustanciales: si se respetaría el sistema de
juzgamiento de los años ochenta, en el
cual la investigación se concentraba en las
Cámaras Federales de las ciudades donde
se asentaba cada uno de los Comandos
de los Cuerpos del Ejército; o si se promoverían las investigaciones en los juzgados más próximos al lugar de los hechos.
Se optó por lo segundo, procurando que
los procesos judiciales, que concluyen con
el juicio oral, contribuyeran a la visibilización de los crímenes, que la dictadura
pretendió ocultar o tergiversar, en cada
comunidad donde se cometieron; a invo• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
lucrar a estas en el proceso de Memoria,
Verdad y Justicia; y a desmontar el estigma sobre las víctimas que la dictadura,
con su aparato de propaganda, instaló en
el entorno social.
Hoy muchos juicios han concluido, centenares de acusados han sido condenados
y otros absueltos, lo cual prueba que se
trata de juicios equilibrados y garantizadores de los derechos de las partes.
La actual etapa impone como desafío
consolidar este proceso más allá de la
gestión de un Poder Ejecutivo que lo ha
consagrado como política de Estado.
Queda por saber si la dirigencia política
ha asumido que lo obtenido es un umbral
civilizatorio, o si está determinado por la
etapa política que transitamos.
Del mismo modo, a la par del avance de
los juicios y por obra de estos, el Poder
Judicial experimentó el desafío de responder a la demanda de investigación y
juzgamiento de crímenes que a menudo
involucraban a sectores de poder afines a
los jueces, y en ocasiones a los jueces mismos.
El resultado fue el retiro voluntario del
Poder Judicial, el procesamiento y hasta
el encarcelamiento de varios jueces.
Por eso, tan importante como el juzgamiento, fue el proceso de depuración del
Poder Judicial que el juzgamiento involuntariamente impulsó. Poder Judicial detrás de cuya tradición opaca y prácticas
incomprensibles se ocultaron, ya en democracia, muchos agentes civiles del gobierno usurpador.
Hoy está expuesto un elemento central
para intentar comprender la naturaleza
política y alcances de estos crímenes, en
el protagonismo que les cupo a diversos
sectores de la sociedad civil. Jueces y fiscales –ya se dijo–, empresarios y sacerdotes, aparecen en los juicios involucrados
en los crímenes.
Queda por ver si las instituciones son lo
suficientemente vigorosas para afianzar lo
producido y avanzar en las facetas de la
represión menos ostensiblemente brutales. Y para consagrar formalmente los motivos del golpe del 24 de marzo de 1976,
lo que iluminaría muchos de los dilemas
del presente político y no diferiría esas
conclusiones a un incierto y difuso juicio
histórico futuro. •
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41
Rol de la mujer y luchas de género
Patriarcado,
sexo y género
1
>> Dora Barrancos
LA CREACIÓN DEL PATRIARCADO HUNDE SUS RAÍCES
en épocas remotas, allá donde la incipiente
humanidad abandonó el sedentarismo,
creó formas societales más complejas, expandió los cultivos y otros modos de subsistencia, y comenzaron a distinguirse
funciones que dieron supremacía a los varones. A estos les fue garantizado, con el
correr del tiempo, el ejercicio del poder y
las tareas trascendentes; las mujeres fueron marcadas por la incumbencia de la
crianza y del cuidado doméstico. No hay
nada sobrenatural que pueda explicar el
“natural” sojuzgamiento femenino a lo
largo del tiempo bajo el sistema patriarcal.
Y aún en nuestros días, lo que se piensa
como Naturaleza, es en verdad una notable
construcción realizada por las sociedades
humanas. De ahí que sea imprescindible
minar la ideología patriarcal basada en el
supuesto de que la biología determina las
diferencias jerarquizadas entre varones y
mujeres.
Se debe al feminismo teórico, que se abrió
paso en las décadas 1960-1970, la distin-
>>
Dora Barrancos
Socióloga y doctora en Historia por la
Unicamp- Brasil, profesora consulta de la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA,
investigadora principal del Conicet y
directora del Conicet en representación
de las Ciencias Sociales y Humanidades
desde mayo de 2010.
1
2
42
ción entre “sexo” y “género”. Se trató de
la segunda ola –la primera ola tuvo lugar
desde mediados a fines del siglo XIX,
cuando emergió el feminismo, hasta mediados del siglo XX. Los cambios, de los
años 1980 en adelante, resultaron aún más
notables. El concepto de género se ha extendido en las últimas décadas a través de
una notable cantidad de estudios. Simone
de Beauvoir, en su ensayo El segundo
sexo,2 puso en evidencia que la inferioridad femenina se debía al largo desarrollo
histórico del patriarcado y no a las determinaciones naturales. Beauvoir inscribió
un principio de enormes consecuencias teóricas y políticas: “No se nace mujer, se
hace”. Debido a la dificultad para erradicar
la determinación biológica asociada a la
identidad de cada uno de los sexos, la crítica feminista de las últimas décadas del
siglo pasado distinguió entre sexo y género. Sexo pasó a ser el vocablo que daba
cuenta de las características anatómicas y
fisiológicas correspondientes a varones y
mujeres, esto es, lo que se atribuye a la
biología. Género se empleó cada vez para
señalar los condicionamientos sociales y
culturales –históricamente forjados–, que
creaban los estereotipos femeninos y masculinos. El género hacía visible la construcción histórica de los sexos, toda vez que
cada cultura indicaba las funciones, las actividades y las expectativas de comportamiento relacionadas con cada uno de ellos.
Se convirtió en el vocablo privilegiado de
las feministas anglosajonas, y aunque encontró mayores dificultades de adopción
en otras sociedades, se incorporó a nuestros usos latinoamericanos entre 1980 y
1990. Pero no fueron pocas las voces que
advirtieron sobre el carácter provisorio del
término, y no faltaron quienes reclamaron
sobre la incorrección de su empleo. Hace
ya algún tiempo, dos vertientes del debate
feminista relacionado con el concepto “género” han venido a tono. Una está representada por las feministas que recriminan
que con él se pierde la especificidad de
las mujeres y su historia; la otra vertiente
exhibe un punto de vista radical, y en ella
ha sobresalido Judith Butler, quien ha
Este trabajo se basa en buena medida en el libro de la autora Mujeres, entre la casa y la plaza,
Sudamericana, Buenos Aires, 2008.
De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, Ediciones Siglo XX, Buenos Aires, 1968.
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
desarrollado, sobre todo en su libro El género en disputa,3 que el “sexo” tampoco
remite al orden biológico, sino a una creación sociocultural. El lenguaje constituye
la gran operación simbólica y ha respondido a las convenciones de la “sexualidad
normal”.
Por su parte, la resistencia conservadora
no quiere abandonar la idea de que los
sexos están fundados exclusivamente en
la naturaleza y sostiene que el término género representa un desvío de las funciones
fijadas a varones y mujeres. De ahí que
este término haya sido una suerte de arma
de combate para la agencia feminista y no
sólo en nuestro medio, ya que si las fuerzas
conservadoras defienden el punto de vista
de la verdadera “naturaleza humana” con
el vocablo “sexo”, entonces género adquiere una dimensión política significativa
para contrarrestarlas.
Debe subrayarse que lejos de lo que
pueda creerse, no existe sólo la polaridad
de los géneros, femenino/masculino.
Existen varios géneros, o mejor, actos performativos de género –esto es, formas del
lenguaje que se reiteran hasta “hacer un
tipo de género”, como ha sostenido
Butler–, toda vez que las negociaciones
de la sexualidad son diversas y dan lugar
a múltiples adopciones de identidad, o de
identificación, que no pueden originar categorías rígidas e intrasponibles. Debe
subrayarse que el sistema patriarcal también originó la cantera simbólica y política
de la heterosexualidad obligatoria. Hoy
día, gracias a los grados ampliados de libertad que se han conquistado, al avance
en materia conceptual y aplicativa de los
derechos humanos, a las reivindicaciones
de las personas afectadas por discriminación por razones de sexo/género, el arco
3
4
se extiende desde la heterosexualidad a
la diversidad constituida por quienes se
identifican como lesbianas, homosexuales,
transexuales, intersexuales, transgéneros.
La identidad –es necesario insistir– está en
perpetua negociación, y los seres humanos
sólo pueden resultar “sujetos nómades”,
esto es, en condición subjetiva migrante,
como propone Rosi Braidotti,4 una singular
teórica feminista inspirada en buena medida en su maestro, el filósofo Gilles
Deleuze, un amigo de la causa de las mujeres. Los feminismos teóricos latinoamericanos –conviene el empleo del plural–
evidencian actualmente notable renovación conceptual. Pero seguramente lo que
más impacta es la procura de derechos
por parte de las mujeres en todas nuestras
sociedades, sean o no feministas.
Como consecuencia de los cambios sociales y culturales de la última década, la
Argentina avanzó en materia legislativa
con la sanción de dos leyes que han redistribuido también los derechos civiles, la
que se refiere al matrimonio entre personas del mismo sexo y la de identidad de
género. Esta última se ha apartado de
cualquier fijación sexual esencial y confiere
a todas las individualidades, desmarcadas
de las formas polares de géneros, iguales
derechos de ciudadanía, la prerrogativa
de exhibir –sin ambages– un cuerpo y un
nombre propios.
En conclusión, el patriarcado es un sistema
sociocultural de larga data responsable de
la jerarquización de los sexos, de la obligatoriedad mandataria de la heterosexualidad,
y de haber creado sistemas de justificación
para sostener ambos fenómenos. Una vida
por entero democrática sólo es posible revocando el sometimiento simbólico y material a los valores patriarcales. •
Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Paidós, Buenos Aires, 2007.
Braidotti, Rosi, Sujetos nómades, Paidós, Buenos Aires, 2000.
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
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43
Rol de la mujer y luchas de género
El género de la
política también se
escribe en femenino
“Ha llegado la hora de la mujer…”
Eva Perón (23 de septiembre de 1947)
>> Estela Díaz y Mariana Carbajal
>>
Mariana Carbajal
Es licenciada en Periodismo. Trabaja en
Página/12 y la TV Pública. Es docente en la
Especialización de Género y Comunicación
de la Facultad de Periodismo de la UNLP y
autora, entre otros libros, de Maltratadas.
Violencia de género en las relaciones de
pareja (Ed. Aguilar, 2014).
>>
Estela Díaz
Es especialista en género. Secretaria de
Igualdad de Género de la CTA Nacional.
Coordinadora del Centro de Estudios
Mujeres y Trabajo CEMyT. Docente en la
Especialización de Género y Comunicación
de la Facultad de Periodismo de la UNLP.
Autora de numerosos artículos y
publicaciones.
44
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
A PARTIR DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX
podemos situar el inicio de un período sostenido de cambios en el lugar de las mujeres en la sociedad. Podríamos remontarnos
mucho más atrás en las gestas emancipatorias, pero en este documento tomaremos como referencia un ciclo largo que
se inicia –y sigue en marcha– desde el
hito más reconocido: la sanción de la Ley
13.011 del derecho al voto femenino, de
1947, impulsado fuertemente por Evita
durante el gobierno de Perón, retomando las luchas sufragistas de inicios
del siglo XX.
Los 60/70 marcan un período histórico de
gran dinamismo social, acompañado por
la creciente participación pública de las
mujeres, que no logró inmovilizar –como
pretendió– la última dictadura militar. Los
ámbitos educativos se fueron feminizando
de manera evidente. Además, se consolidó el fenómeno de crecimiento constante de la participación de las mujeres en
el trabajo remunerado. Según datos censales, la tasa laboral femenina pasó de un
31% en los años ochenta a un 55% en
2010. Estos cambios en el mapa social
están asociados a mayores niveles de autonomía femenina y también a la existencia de nuevas configuraciones familiares.
Alrededor de un tercio de los hogares
están hoy a cargo de mujeres.
Decíamos que la dictadura no pudo parar
el avance de las mujeres en la sociedad.
Desde esa perspectiva es ineludible reconocer el papel de las Madres y Abuelas de
Plaza de Mayo en la resistencia a la dictadura, pero también en nuestra democracia
actual. La búsqueda –del hijo/a /nieto/a–
individual se transformó en una lucha colectiva, en un ser paridoras-paridas por los
hijos-nietos, en la politización de la maternidad, provocadora de una nueva subversión del “orden natural” de las cosas.
Muchas veces se cae en ciertas simplificaciones en relación al concepto de género,
el feminismo y “la mujer” o su versión en
plural. Todas las sociedades conocidas, incluso antes del capitalismo, fueron patriarcales, lo que supuso formas diversas de
subordinación de las mujeres, acompañadas, como todos los procesos sociales, de
resistencias, a veces más visibles y otras
no tanto, pero con el silencioso bullicio
subterráneo con el que se configuran las
fuerzas y voces de las subalternidades, que
en ciertas etapas históricas irrumpen para
trastocar los órdenes impuestos. Este es
un fenómeno mundial, pero que adquirió
particularidades especiales en América
Latina. Porque ha sido justamente también
en esta América india, negra, campesina,
obrera, pobre, diversa en identidades
donde se producen diálogos y lazos con
tantas otras alteridades. Cuando Cristina
Fernández de Kirchner dice “la patria es
el otro”, lo hace desde la recuperación de
la idea de solidaridad, pero también de la
inclusión e igualdad. La equidad entre los
géneros se construye reconociendo las diferencias, para de-construir jerarquías, para
avanzar en la búsqueda de paridades, que
serán posibles en el marco de un proyecto
colectivo. Los estudios de género y feministas que han proliferado a partir de los
70 vienen haciendo aportes teóricos sumamente enriquecedores para provocar
cambios significativos en ese sentido.
A partir de 2003, comenzó un proceso de
redefinición del rol del Estado en la
Argentina. ¿Qué tipo de Estado para qué
tipo de proyecto de país? Esta pregunta
debe ser respondida todos los días desde
la gestión pública. Revertir las desigualdades de género implica pensar en procesos
largos de intervención, ya que debemos
abordar fenómenos complejos con fuerte
raigambre histórica, institucional, social y
cultural.
La Argentina incorporó con rango constitucional en la reforma de 1994 los principales tratados de derechos humanos. Este
marco legal permitió establecer una plataforma básica de acuerdos respecto del
reconocimiento de los derechos humanos
de las mujeres y otros colectivos sociales.
Pero la reducción de la distancia entre
marco legal y prácticas políticas sigue
siendo un desafío. Porque si bien ha sido
muy grande la mejora en la calidad de
vida para las mujeres, también convivimos
con resistencias a los cambios. En algunos
casos porque todavía cuesta incorporar
en toda su dimensión y complejidad el enfoque de género para el conjunto de las
políticas de Estado, pero también porque
hay visiones conservadoras en relación al
papel de las mujeres en la sociedad, que
se expresan en las tensiones entre lo instituido, un orden patriarcal que persiste,
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
y lo instituyente, que supone la inclusión
de estas nuevas dimensiones en la política.
En estas tres décadas, sin dudas, se han
enriquecido los contenidos, las tramas, los
textos y subtextos de lo público, con impacto en las vidas privadas. La temprana
legislación de discriminación positiva, que
estableció un cupo mínimo de 30% de mujeres para cargos legislativos (1991), hoy
puede leerse en imágenes, territorios, disputas, con nombres y rostros de mujeres.
En el contexto de ampliación de derechos
de estos últimos 11 años pueden destacarse una serie de medidas y decisiones
en clave de género:
1. La inclusión de mujeres en espacios de
poder no tradicionales como la Corte
Suprema, los ministerios de Defensa,
Industria, Economía y Seguridad, y por
supuesto, la primera magistratura de la
Nación.
2. La implementación del Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva
y las leyes de Anticoncepción Quirúrgica y de Educación Sexual Integral.
3. La Ley Integral para prevenir, sancionar
y erradicar la violencia contra las mujeres.
4. La Ley de Trata de personas, su reforma
y la implementación de programas específicos.
5. La eliminación de las AFJP y la vuelta al
sistema jubilatorio de reparto, solidario,
que dejó atrás un sistema profundamente injusto en términos de género, y
que dio lugar a la implementación de la
Asignación Universal por Hijo, que dispuso a las mujeres como titulares para
percibir el beneficio.
6. La moratoria previsional que tiene el
75% de mujeres.
7. La Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual, que además de promover
la democratización de la palabra incluyó ítems importantes contra la discriminación hacia las mujeres y por la
protección de la niñez y adolescencia.
8. La Ley que crea un régimen especial
para trabajadoras de casas particulares, equiparando derechos laborales.
9. La defensa en lo nacional e internacional del paradigma de derechos humanos –incluyendo los derechos sexuales
y reproductivos–, dejando de lado los
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45
Rol de la mujer y luchas de género
alineamientos del menemismo en los
foros internacionales con las posiciones
más conservadoras y fundamentalistas.
10. Las leyes de matrimonio igualitario, de
identidad de género, fertilización asistida, muerte digna.
Hay, sin embargo, una agenda pendiente.
Es necesario promover la incorporación
de la perspectiva de género transversalmente en las políticas, los planes, los programas y la organización institucional.
Todas las áreas de gobierno pueden pensarse sensibles al género. Pero resulta imprescindible una planificación estratégica
y contar con un mecanismo político-institucional responsable de articular con los
distintos ministerios, con jerarquía, presupuesto, estructura y personal suficiente
para abordar los desafíos en todas sus dimensiones. Desde allí también debería dinamizarse, con la urgencia que requiere,
el Plan Nacional para la prevención, sanción y erradicación de la violencia de gé-
46
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
nero, tal cual establece la Ley 26.485, sancionada en 2009.
En lo legislativo están pendientes la sanción de las reformas integrales del Código
Civil y Penal, con todas las observaciones
y cambios necesarios a realizar desde el
marco de derechos humanos vigente, así
como el avance en una reforma integral
democratizadora de la Seguridad y el
Poder Judicial. Un tema que atañe a la
vida, la salud y la autonomía de las mujeres
como la discusión acerca de la interrupción
voluntaria del embarazo y la revisión integral de la Ley de Contrato de Trabajo, para
mejorar el piso de debate en relación a las
condiciones laborales de las mujeres y el
capítulo de licencias, para incorporar las
responsabilidades familiares compartidas
y a las nuevas familias. Son compromisos
esenciales para un horizonte futuro, que
imaginamos con más derechos. La perspectiva de género es un aporte ineludible
para un proyecto popular, emancipador,
de inclusión y justicia social. •
Otras actividades de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional
Programa
Imaginación Política
Colección
Manifiestos
Se trata de una antología de manifiestos, proclamas y escritos
políticos de la historia argentina. Una edición en dos volúmenes
de los textos fundamentales de la cultura política argentina
de los siglos XX y XXI. Un diálogo de coincidencias o discrepancias que reúne a sujetos políticos, intelectuales y artistas de
tradiciones y trayectorias discímeles: radicales, sindicales, socialistas, anarquistas y peronistas, todos los cuales han sido
partícipes con sus escrituras de la perpetua querella por los
significados, la memoria y la búsqueda de un sentido para la
Nación Argentina. Que con sus ideas configuraron y configuran, en parte, el imaginario político, económico, social y cultural
de nuestra escena presente. El primer volumen se inicia con
la Revolución en el Parque en 1890 y finaliza con el Golpe de
1955. El segundo continúa desde 1955 y la Resistencia peronista y concluye en el Bicentenario de la Revolución de Mayo.
Soberanía política y económica
Breve panorama
de la economía
internacional
>> Ricardo Aronskind
EL ACTUAL SISTEMA ECONÓMICO MUNDIAL SE
configuró en torno al surgimiento y expansión del capitalismo industrial, desde el
norte de Europa hacia todo el planeta,
hace más de 500 años.
En ese proceso, para ampliar su producción
y riqueza, las potencias europeas centrales
fueron conectando todas las regiones a sus
economías, aprovechando todos los recursos (materias primas, fuerza de trabajo) que
encontraban en las “áreas periféricas” en
función de sus propios objetivos de acumulación.
El desarrollo científico tecnológico se vinculó en forma cada vez más estrecha con
el mundo de la producción, sirviendo para
multiplicar las capacidades humanas para
modificar la naturaleza, pero fue generando, al mismo tiempo, crecientes disparidades entre las zonas más avanzadas del
mundo y aquellas que tenían escaso o nulo
desarrollo de esos saberes.
Progresivamente se fue configurando un
sistema en el que unas pocas naciones crecieron vigorosamente, mientras la mayoría
de los países y regiones coloniales trataba
de adaptarse a las necesidades de las economías dominantes.
>>
Ricardo Aronskind
Economista, magíster en Relaciones
Internacionales. Investigador y docente en la
UNGS y la UBA. Autor de los libros
Controversias y debates en el pensamiento
económico argentino y Riesgo país. La jerga
financiera como mecanismo de poder.
48
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Europa, y posteriormente Estados Unidos,
ocuparon el centro del sistema, utilizando
su poder económico, diplomático y militar
para crear un conjunto de reglas de juego
económico que los favorecían.
Las potencias centrales contaron con diversos instrumentos de dominación: en el
terreno de las ideas, difundieron a nivel internacional el pensamiento de Adam Smith
y David Ricardo, economistas que sostenían que el libre mercado –economía sin
regulación estatal– era la forma más eficiente de organización económica interna,
y que la división internacional del trabajo
era la forma más eficiente de repartir la
producción entre las naciones. Ricardo
afirmó que si cada país se especializaba en
producir aquello que podía hacer mejor, y
si intercambiaba libremente –sin poner trabas– con el resto, su bienestar alcanzaría
los más altos niveles posibles. Esta teoría
fue adoptada por numerosos países periféricos –el nuestro entre muchos otros–,
pero fue rechazada, en la práctica, por
Estados Unidos, Alemania y Japón, que siguieron sus propios caminos hacia la industrialización y el desarrollo científico y
tecnológico.
Otro de los recursos con los que contaron
los países centrales para organizar el sistema global fue la creación de instituciones
económicas globales que, luego de la
Segunda Guerra Mundial, les permitieron
ordenar la economía mundial en función de
sus intereses particulares. Así surgió el
Fondo Monetario Internacional, que debía
ocuparse de ayudar a países que tuvieran
situaciones problemáticas en materia de divisas, pero que terminó convirtiéndose en
un instrumento de injerencia sobre todas
las políticas económicas de muchos países
periféricos. También se constituyó en la
posguerra el Banco Mundial, que debía
ayudar a reconstruir la economía de los países devastados por la guerra, pero que con
el tiempo se constituyó en un impulsor de
las reformas neoliberales en nuestra región.
Los Estados Unidos lograron, desde aquel
entonces, un privilegio único: que su moneda nacional sea, al mismo tiempo, la moneda utilizada para las transacciones
internacionales. Ese país emite la moneda
con la que paga los bienes que importa y
las deudas que contrae, lo que constituye
un privilegio excepcional.
Entre la Segunda Guerra y los años 70, la
economía mundial siguió un sendero de
expansión notable, con elevados índices
de crecimiento, buenos niveles de empleo
y mejora de los indicadores de bienestar
social. Esta tendencia comenzó a mostrar
crecientes dificultades, y a partir de los
años 80, se abrió un nuevo capítulo de la
economía mundial, con la creciente preponderancia del capital financiero sobre la
actividad productiva. Esto significa que las
actividades vinculadas a las operaciones
de crédito, operaciones bursátiles de compraventa de divisas, acciones y títulos públicos y otras nuevas inversiones financieras
que fueron surgiendo, comenzaron a mostrar rentabilidades muy superiores a las que
se obtienen en la producción de riqueza
genuina. Los sectores financieros fueron
ganando creciente influencia política e institucional, adaptando las reglas de juego
globales a las necesidades de sus capitales.
También en esta etapa, los países predominantes fueron Estados Unidos, el norte
de Europa y Japón, quienes contaban con
enormes fondos provenientes de sus ingresos y rentas globales para poder colocar
en las diferentes economías periféricas. La
deuda externa latinoamericana que estalló
en los años 80, y que hasta hoy nos afecta,
fue la consecuencia de la abundancia de
los créditos que le ofrecieron a la región
desde los grandes bancos de los países
centrales.
Al mismo tiempo, los nuevos saltos tecnológicos en las telecomunicaciones y la informática permitieron significativos cambios
en la organización de la producción de las
grandes firmas multinacionales. Usando las
nuevas tecnologías dividieron sus procesos
productivos a lo largo del planeta, aprovechando en cada localidad los recursos que
necesitaban: abundancia de materias primas, energía barata, mano de obra con
bajos salarios o altas calificaciones, mercados con altas capacidades de consumo, etc.
Si bien la palabra “globalización” no tiene
una única definición, podemos afirmar que
involucra tanto el proceso de difusión
mundial del capital financiero, como las
nuevas formas operativas de las firmas
multinacionales, que adquirieron dimensiones gigantescas y una enorme influencia
política. Para los países periféricos, la “globalización” representó la compra, por
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
parte de los capitales provenientes de los
países centrales, de parte de sus empresas
productivas públicas y privadas (privatización y extranjerización económica) y un
mayor grado de dependencia financiera,
tecnológica y comercial en relación a los
países dominantes del sistema.
La globalización fue acompañada en el terreno de las ideas por la difusión mundial
del pensamiento neoliberal, cuya principal
premisa es la primacía de los intereses privados sobre los intereses públicos o colectivos, bajo el supuesto de que de esa forma
se generará más riqueza y prosperidad.
La realidad económica global, sin embargo,
desmiente terminantemente tal creencia.
Desde los años 80 la economía mundial
ha crecido menos que en el período previo, se han acentuado las inestabilidades
macroeconómicas (expresadas en diversas
crisis locales y globales), y se ha incrementado fuertemente la disparidad de ingresos tanto entre los países como al interior
de cada una de las sociedades.
La idea neoliberal de la “autorregulación”
de los mercados, es decir que el Estado renuncie a su papel de regulación y control y
lo delegue en las propias empresas, condujo a que en Estados Unidos, en el año
2008, estallara una grave crisis financiera,
que tuvo una fuerte repercusión en Europa
y en menor medida en el resto del planeta.
Las grandes corporaciones financieras, protagonistas principales del derrumbe global,
han salido impunes y fortalecidas de la crisis, en tanto países enteros se mantienen
en el estancamiento, sin esperanzas de progreso para la mayoría de sus ciudadanos.
En las últimas décadas, nuevas regiones
económicas han comenzado a fortalecerse,
en especial China y el sudeste asiático. La
expansión de Asia, y la parcial recuperación
de Rusia, han creado nuevos polos económicos que debilitan la hegemonía de los
tradicionales países centrales en el escenario mundial. América del Sur, gracias a las
políticas protectivas que aplicaron sus gobiernos, ha sido menos afectada por las crisis financieras recientes, aunque mantiene
una fuerte dependencia del mercado global
debido a su falta de integración regional,
su escaso desarrollo científico tecnológico,
y la fuerte fuga de capitales locales –que
podrían promover el desarrollo– hacia otras
guaridas fiscales. •
——————————————————————
49
Soberanía política y económica
La economía
solidaria en el
actual contexto
socioeconómico
argentino
>> Alejandro Rofman
>>
Dr. Alejandro Rofman
Investigador principal CEUR/Conicet.
Director del Programa de Formación e
Investigación sobre Economía Solidaria.
Universidad Nacional de San Martín.
50
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
1.Conceptos generales
La Economía Solidaria da cuenta de numerosas experiencias de hacer economía
–en sus diversas fases de producción, distribución, consumo y acumulación– que se
caracterizan por movilizar recursos y establecer relaciones económicas, sociales y
políticas a través de un sistema de valores
alternativos a los que hegemonizan el mercado capitalista.
Estas experiencias reconocen formas tradicionales –como las cooperativas y las
mutuales– y numerosas modalidades alternativas de organización: grupos asociativos y empresas recuperadas, empresas
autogestionadas, iniciativas de comercio
justo, de microcrédito y de comercialización por parte de los mismos productores
en mercados y ferias populares.
Estas prácticas proponen un modelo de
desarrollo en el cual el reparto del excedente se da en función del aporte personal
y no del capital, y en el que se excluye
toda forma de explotación social y jerarquía en el sistema decisional interno de
las unidades productivas. La solidaridad
responsable, la participación, la cooperación y la equidad de la economía solidaria
reemplazan los principios que rigen en el
capitalismo: competencia despiadada,
egoísmo, búsqueda del lucro individual
por la inversión de capital y creciente concentración monopólica y oligopólica con
un manejo piramidal y autoritariamente rígido de la empresa, sin participación de
los trabajadores.
Existe un rico historial en la Argentina
desde fines del siglo XIX a través de la creación de cooperativas y mutuales de diverso tipo. Tales iniciativas fueron muy
valiosas y antecedieron a las que desde
fines del siglo XX, por la crisis del capitalismo neoliberal, surgen desde los actores
sociales comprometidos que rechazan la
continuidad de tal modelo. Para ello conjugan la acción política, demandan y obtienen un creciente compromiso estatal y
despliegan innovadoras formas de organización bajo los principios de la economía
solidaria. Se crean así numerosas modalidades de intervención en el mercado con
otro paradigma: el de la solidaridad, la autogestión igualitaria y el compromiso político. Los casos de empresas recuperadas
por los trabajadores, el fortalecimiento de
unidades familiares productivas y de emprendimientos sin fines de lucro para hacer
frente a las necesidades básicas de la población y la comercialización sin intermediarios en ferias y mercados populares, se
reproducen con masividad.
Este nuevo y emergente escenario se fue
consolidando, a partir del año 2003, con
estrategias estatales de decidido apoyo al
proceso de gestión social con el propósito
manifiesto de volver realidad la consigna
de que “otra economía es posible”.
2. Economía solidaria en el territorio
y los programas vigentes
El territorio en que se asientan las experiencias de economía solidaria constituyen
recintos de muy cambiante formación económica-social, política, ambiental y física.
El proceso seleccionado transforma el espacio en función de los impactos que
sobre él se producen. La construcción social del territorio está directamente vinculada a la forma de su utilización integral
por parte de la sociedad.
Si se trata de proyectos rurales, el uso y la
conservación de la tierra es fundamental
para la gestión a futuro y ese uso no sólo
comprende su aptitud ecológica sino también problemas jurídico-institucionales básicos como el régimen de división de la
tierra, y de la tenencia y propiedad de la
misma.
Si el espacio respectivo es un ámbito urbano, las relaciones sociales y técnicas varían fundamentalmente y otros factores
productivos asumen un rol determinante
como el tipo y dimensión del mercado, la
fuerza de trabajo disponible y el acervo
tecnológico para operar en una sociedad
altamente urbanizada.
Las políticas públicas, por lo tanto, dependen de cuáles son los márgenes de maniobra para avanzar en iniciativas que
disputan –en cada sociedad local– un lugar
concreto para desarrollar procesos en oposición a la lógica de acumulación dominante.
Todo lo expresado atraviesa el contenido
de las políticas públicas de acompañamiento que se implementaron desde el
2003 en adelante. A modo de ejemplo, pueden destacarse los siguientes programas:
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
1. Plan Nacional de Desarrollo Local y
Economía Social “Manos a la Obra”
(2004) lanzado para promover iniciativas
solidarias de desarrollo socioeconómico
local.
2. Plan Argentina Trabaja (2009), que propone la creación de cooperativas de trabajo para la realización de obras de
infraestructura y hábitat.
3. El Registro Nacional de Efectores de
Desarrollo Local y Economía social (2003)
permitió la creación del Monotributo
Social, que posibilita operar en el mercado a miles de pequeños productores
familiares. Hay más de 500.000 monotributaristas sociales con subsidio estatal
para reducir el monto de la contribución
mensual.
4. Programa de Financiamiento a las pequeñas unidades productivas de la economía solidaria a nivel rural y urbano (Ley
26.117/2006). Esta iniciativa ha beneficiado con créditos a 330.000 microemprendimientos por un monto de cerca
de 900 millones de pesos a través de la
Comisión Nacional de Microcréditos
(Conami) del Ministerio de Desarrollo
Social. Los créditos tienen una reducida
tasa de interés, sin garantía real.
5. La Marca Colectiva (ley 26.355) distingue
los productos y/o servicios elaborados
o prestados por los emprendimientos
de la Economía Social.
6. La Promoción de la Agricultura Familiar
abarca a más de 250.000 unidades de la
pequeña producción rural y del campesinado de todo el país (el 70% de los productores del campo argentino) que se
componen de productores que viven en
su pequeña finca junto a sus familiares y
obtienen bienes –en especial alimenticios–
para su manutención, vendiendo sus excedentes al mercado. Respaldan estas políticas el Centro de Investigaciones para
la Agricultura Familiar (Cipaf) del INTA, la
Secretaría de Agricultura Familiar de la
Nación y programas como el de Comercialización del INTA, que ha colaborado
para establecer más de 300 ferias a fin de
favorecer el consumo popular.
En el marco general de esta estrategia opera
el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo
y Economía Social), que ha tomado especial
auge a partir del año 2002.
——————————————————————
51
Soberanía política y económica
3. Visión a futuro
Lo emprendido en este muy rico espacio
de construcción de una sociedad alternativa
a la dominante es mucho y muy variado.
Pero lo pendiente es un gran desafío que
no tiene techo. Por ello, parece oportuno
avanzar en esta triple dirección:
1. Intensificar los esfuerzos en la formación
de nuevos especialistas y en la capacitación de todos aquellos involucrados en la
consolidación de la economía solidaria.
Hay maestrías de Economía Social y
Solidaria y diplomaturas y tecnicaturas de
creciente dimensión y cobertura. El espacio para seguir profundizando la temática
es muy amplio.
2. Las políticas públicas de apoyo a las iniciativas colectivas han estado recorriendo fructíferos caminos jalonados
por gran cantidad de experiencias. Pero
todo el empeño puesto exige un proceso de ordenamiento y planificación a
partir de iniciativas legislativas y ejecutivas concertadas entre todos. Este
52
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Programa está pendiente, aun cuando
ya tiene pasos firmes dados al respecto
en Río Negro y Entre Ríos.
3. La presencia de iniciativas solidarias en
los campos de la producción, distribución, financiamiento y desarrollo tecnológico coloca al Estado en una función
insoslayable y protagónica.
Es permanente la incorporación de nuevos
esfuerzos colectivos emanados del seno
profundo de la sociedad para reemplazar
la trama socio-productiva basada en el
egoísmo individual y la competencia despiadada del capitalismo por esfuerzos que
reconozcan la tarea solidaria, el asociacionismo, la democratización en las relaciones
de trabajo y la igualdad en el manejo de
tales unidades. El acompañamiento de
este despertar de una Nueva Sociedad,
como ideal utópico, se debe convertir en
tarea prioritaria en los años por venir para
afirmar el proceso de profundización del
modelo de desarrollo con inclusión social
en marcha. •
Economía
y política
>> Guillermo Wierzba
>>
Guillermo Wierzba
Licenciado en Economía,
Universidad de Buenos
Aires. Postgrado en el
Instituto Di Tella. Director
del CEFID-AR (Centro de
Economía y Finanzas para el
Desarrollo de la Argentina).
Profesor de la UBA.
Miembro del Plan Fénix.
Integrante de Carta Abierta.
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
AL SURGIR EL CAPITALISMO, EL DEBATE DE IDEAS
respecto de la cuestión económica era de
orden público y reflejaba abiertamente intereses antagónicos, proyectos nacionales
y conflictos de clases. Hacia fines del siglo
XIX, con la consolidación de estructuras
monopólicas en los países centrales, se
pasa a un paradigma de organización económica predominante que ya no compite
con sistemas jerárquicos previos y comienza a ser criticado por quienes develan
una contradicción central del mismo: la
igualdad formal frente a derechos civiles y
políticos para toda la ciudadanía contrastaba con una creciente desigualdad real
frente al acceso a bienes y derechos sociales gozados. Hubo un giro en la economía
dominante, que se repliega al ámbito académico, y adopta un discurso apologético
del capitalismo liberal, asumiéndolo como
único régimen económico, naturalizado.
La corriente marginalista, popularizada
como neoclásica, es la que asume este
cambio regresivo en el pensamiento económico. Será el sustento teórico del proyecto de globalización neoliberal que fue
impuesto en el último cuarto de siglo pasado y que alcanzó su auge en los noventa. Fue la dictadura terrorista su
introductora en la Argentina para interrumpir una política de desarrollo que con
épocas más intensas –los períodos democráticos– y otras de retroceso –dictaduras
militares– se había sostenido casi medio
siglo.
La idea de la unión entre política y economía conlleva la concepción de que los regímenes económicos pueden modificarse,
que la participación ciudadana es decisiva
en el diseño del futuro para los sectores
menos poderosos de las naciones. Es decir,
que la política puede cambiar la vida. Esta
mirada entiende que las decisiones fundamentales, incluyendo las económicas, se
definen en la lucha política. Allí cada ciudadano es igual a otro, y las mayorías populares tienen la fuerza para cambiar la
historia. En cambio, los conservadores que
adoptan el criterio de la escisión entre economía y política, promueven que la primera
es un ámbito que definen los mercados,
lugar donde manda el poder del dinero.
La lucha entre liberales y nacionalpopulares se asienta en la puja por cuánto poder
se da al mercado y cuánto a la política.
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53
Soberanía política y económica
54
Para los primeros la democracia es la protección del derecho de las minorías, y así
defender la propiedad concentrada de
estas requiere de poco poder por parte
de los gobiernos. A estos se los remite a
administrar bien y sostener el orden neoliberal. Los segundos subrayan que la economía debe subordinarse a la política,
que los mercados son un instrumento útil,
pero en el marco de la regulación e intervención del poder soberano. Aquí está la
diferencia entre la democracia capitalista
neoliberal y la democracia participativa
nacional y popular.
El kirchnerismo significó el reencuentro
con la tradición nacionalpopular en un
mundo que todavía es hegemonizado por
el neoliberalismo. En este sentido, podemos destacar:
• Las negociaciones colectivas: recuperación del salario y aumento del empleo,
permitiendo un avance en la desmercantilización de la relación capital-trabajo.
• Políticas de administración de precios,
ahora sistematizadas por el programa
“Precios Cuidados”. Significa inducir a
la participación popular y a la presencia
estatal en la atención sobre el margen
de ganancia empresaria y la racionalidad de los precios.
• Desendeudamiento con el FMI para autonomizarse de sus condicionamientos y
planes. ¿Para qué? Porque esta institución exigía medidas universalizadas de
imperio de una única política: la del neoliberalismo, y Argentina eligió los enfoques heterodoxos que reñían con esos
dictados: aumentar el gasto público –especialmente el social–, flexibilizar la lógica pura del equilibrio fiscal en pos de
mayores niveles de crecimiento, fijar subsidios a bienes básicos para impedir el
impacto de la inflación sobre las tarifas.
• Reestructuración de la deuda externa.
Significó una quita inédita sobre la
misma que permitió avanzar en el crecimiento, aumentar el peso de la industria, dinamizar el consumo, disminuir el
desempleo, luchar contra la pobreza y
la indigencia.
• Nacionalizaciones de empresas de servicios públicos, como Correos, Aguas y
Aerolíneas que recuperaron la opción
de la participación del Estado como empresario.
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Especialmente, pueden señalarse cuatro
políticas de Estado fundamentales que
configuran el tronco del kirchnerismo:
• Desarticulación del ALCA. Esta decisión
regional encabezada por Kirchner, Chávez y Lula constituyó un momento de
ruptura con el principal peligro que acechaba al país y la región: la destrucción
de un proyecto de desarrollo integral
con un papel destacado de la industria
en el marco de un progreso de la integración regional. El ALCA era una opción que atacaba la profundización del
Mercosur y fomentaba la subordinación
a una lógica comercial sustentada en intercambios abiertos y sin restricciones
entre países de desarrollo asimétrico.
Esta decisión fue la simiente sobre la
que luego se construiría el nuevo proyecto de unidad latinoamericana con la
fundación del Banco del Sur, de la Unasur, de la Celac, del Consejo Sudamericano de Defensa, del proyecto de un
Fondo Regional de Reservas; instrumentos políticos, económicos y militares en
pos de la segunda independencia latinoamericana. Aun así quedan interrogantes; ¿por qué la irrupción de la
nueva institucionalidad no devino en la
rápida construcción efectiva de articulaciones económico-financieras más profundas? Los riesgos de un fracaso o
retroceso de estos proyectos son grandes. Hay ejemplos históricos de que
hubo intentos no concretados en este
sentido (la Alalc, por ejemplo). Hoy es
necesario poner toda la atención porque preside las ideas del nuevo intento
la unidad política y no la lógica de coincidencias de intereses económicos. Los
retrasos merecen encender por lo
menos una luz amarilla.
• Nacionalización de las AFJP. Esta decisión fue central en la recuperación de la
autonomía financiera. Pero también en
la recuperación de la concepción de un
régimen previsional de solidaridad intergeneracional y entre sectores de distintos ingresos. La medida en sí desafiaba
los pilares y recursos de los agentes beneficiarios de la financiarización y permitió la participación del Estado como
accionista en el control de la gestión de
importantes grupos económicos. Fue
una medida clave para estabilizar la ma-
croeconomía en el escenario del peor
momento de la crisis internacional.
• Nacionalización de YPF. Fue la recuperación de la empresa estratégica para
un proyecto nacional autónomo y con
objetivos de industrialización. Significó
la adopción de un enfoque planificador
sobre un recurso que permanecía bajo
lógicas mercantiles que provocaron debilidades en el sector externo.
• Carta Orgánica del Banco Central. Recuperando la facultad de hacer política crediticia, quitando la lógica de mutilación
de la política monetaria a las autoridades
elegidas por el pueblo, mutilación que
debilitaba el poder ciudadano y fortalecía el peso del lobby de las finanzas internacionales.
Para concluir, en pos del desarrollo, el tema
central es establecer políticas que enfrenten la restricción externa. Se debería evitar
en el futuro la cesión de jurisdicción –que
ha acarreado la grave ofensiva de los fon-
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
dos buitre– para nuevas deudas e inversiones, adoptando el criterio de que las operaciones financieras que se desenvuelvan
en nuestro territorio deben estar sometidas
a nuestra Justicia. Además se requiere denunciar los tratados bilaterales de inversión
que agregan otros condicionamientos que
recortan aún más la capacidad de definir
políticas nacionales. Estos tratados son firmados entre países de desarrollo asimétrico y construyen relaciones subordinadas
a los intereses de las empresas de los países centrales, mientras establecen arbitrajes hechos por el Ciadi –del cual habría que
evaluar nuestro retiro–, ámbito del Banco
Mundial, identificado con los objetivos de
la liberalización. En este plano habría que
sancionar una nueva ley de inversiones extranjeras afín a una matriz industrial integrada menos demandante de divisas. Otra
clave es avanzar en la nacionalización del
comercio exterior de granos y en otras medidas que atiendan a la reducción sustantiva de la fuga de divisas. •
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55
Arte y pensamiento estético
La sociedad
del espectáculo:
sugerencias
y ejemplos
>> Alejandro Kaufman
LA ESPECTACULARIZACIÓN DE LA SOCIEDAD ES
correlativa de la industrialización del
mundo simbólico. Producción y recepción
de sentido son integrados de manera progresiva –aunque no sin conflicto ni contradicciones– a circuitos de producción y
consumo de mercancías. La mercancía no
se limita a la distinción de un vínculo social/económico. Que algo sea mercancía
define su identidad, características, naturaleza. Un automóvil, en cuanto mercancía,
no es tanto ni solamente un medio de
transporte, sino un símbolo, un relevo de
la subjetividad, una posesión narrativa, una
referencia identitaria, un pasaje transitorio
por todo ello: cambiante, efímero y obsolescente. El consumidor recorre un trayecto vital, habitado por la relación
capital/trabajo y su ubicación dentro de
>>
Alejandro Kaufman
Profesor UBA/UNQ. Fue profesor visitante en
Bielefeld, San Diego, ARCIS (Chile) y en la
École des Hautes Études en Sciences
Sociales. En 2012 publicó La pregunta por lo
acontecido. Ensayos de anamnesis en la
Argentina del presente (Ed. La Cebra).
56
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
ella, trayecto durante el cual se producen
transacciones mercantiles que, lejos de limitarse al proceso de producción y consumo, definen las tramas de la experiencia
vital. A la vez, el lenguaje cotidiano, político y cultural de que disponemos para hablar de todo ello en el plano de lo público
no nos habilita a un registro colectivo en
el que identifiquemos en forma explícita
el reconocimiento de lo que acontece. El
lenguaje remite a formas preindustriales
de la descripción, que nos limitan a pensar
en el automóvil como una herramienta, un
mero medio de transporte. Desde luego
que el automóvil es inescindible de las articulaciones del deseo, los discursos publicitarios, los trasplantes de órganos
(dado que disponemos de órganos trasplantables en relación –entre otras variables, sin duda– con los accidentes de
tránsito). Hay un circuito parcialmente susceptible de descripción: accidente vialconvocatoria mediática a la solidaridad
para salvar una vida-trasplante de órganos.
El trasplante de órganos tiene como premisa la ocurrencia de accidentes viales proveedores de órganos. El automóvil es un
objeto de consumo –entonces– ligado a
la duración misma de la vida: la prolonga,
al permitirnos abreviar el tiempo necesario
para ir de un punto a otro, y la reduce en
una proporción menor, vinculada con el
costo en vidas que insume la contracción
del tiempo que produce. En otro plano del
reciclado, las vidas perdidas pueden salvar
otras vidas. A su vez, todas las instancias
del circuito ofrecen narraciones que estructuran las agendas mediáticas y ordenan a su alrededor nuestros sentimientos.
El automóvil es cifra de la sociedad del espectáculo aunque no su matriz causal. Las
formas ofrecidas por el diseño, las visiones
imbricadas con la velocidad y las sensaciones reales o imaginarias vinculadas con el
vértigo nos inspiran frente a la pantalla del
televisor, el cine, internet y sus redes sociales e infinitos flujos de sentido. Las pantallas convergen como súper mente
colectiva que nos caracteriza.
La del automóvil podría ser en apariencia
una forma inusual de enfocar la sociedad
del espectáculo: podríamos hablar –por
ejemplo– antes aun de llegar a referirnos
a los medios de comunicación y sus anexos, de las ciudades y sus arquitecturas
como relevos también de la sociedad del
espectáculo. El punto de referencia es finalmente el cuerpo y sus demandas libidinales, la pregunta por los esfuerzos
laborales o hasta los sacrificios a que está
dispuesto un ser humano para obtener una
retribución en términos de bienes de consumo, cualesquiera que sean. Cuando los
economistas calculan el valor de las mercancías por las horas de trabajo necesarias
para adquirirlas no están solamente empleando un método de mensura, sino que
nos dicen algo acerca de las disposiciones
de los trabajadores por intercambiar sus
esfuerzos por las respectivas retribuciones.
No es sólo qué poder adquisitivo tiene una
hora de trabajo, sino también cuántas
horas de trabajo estamos dispuestos a invertir en un consumo dado.
Una revisión radical de la relación capital/trabajo desde el punto de vista de una
crítica política del capitalismo va a requerir
tarde o temprano discutir la índole misma
de los bienes de consumo y las mercancías, algo cada vez más difícil siquiera de
imaginar, en la medida en que nos constituyen como una segunda naturaleza. En
tanto los colectivos sociales no asuman
masivamente el cuestionamiento de la índole misma de las mercancías, antes que
limitarse al debate sobre su distribución o
regulación, la iniciativa seguirá perteneciendo al campo hegemónico.
¿Importa abordar automóviles y hasta ciudades en un breve texto sobre la socie-
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
dad del espectáculo como el presente?
Ciudades y automóviles forman un sistema a través de sus relaciones recíprocas.
Las tramas espectaculares de las sociedades contemporáneas incorporan todo
aquello que atraviese los afanes y expectativas humanos a sus redes de producción
e intercambio. Suponer que los medios de
comunicación son todavía el relevo de la
libertad de expresión y la referencia de la
vida cultural y política corre cada vez más
el riesgo de presentarse como una ingenuidad. La estructuración de los tiempos
y los diseños mercantiles de la información
y el conjunto de los contenidos simbólicos
nos acunan en embriagadores arrullos que
nos hacen olvidar el pasado y el presente,
el orden de lo real y el vínculo social, nos
resitúan en localizaciones ajenas al sujeto
político cultural que aún nos imaginamos
que somos, y requieren miradas radicales
y descentradas para develar sus implicaciones. Lo que antes que nada no habría
que olvidar es que en debates como estos
son los oprimidos y explotados, los trabajadores ocupados o desocupados, expertos o legos, aquellos que obtendrán
ganancia si incorporan a las agendas políticas, sindicales y culturales los interrogantes que necesitamos plantearnos
sobre un mundo económico político, tan
real como simbólico, cuya creciente complejidad requiere redoblar los esfuerzos
por imaginar e impulsar luchas contraculturales. •
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57
Arte y pensamiento estético
Potencias
del arte
>> Ana Longoni
>>
Ana Longoni
Escritora, profesora de grado y posgrado,
investigadora del Conicet y miembro
fundador de la Red Conceptualismos del Sur.
Doctora en Artes (UBA). Su último libro es
Vanguardia y revolución. Coordinó la
exposición “Perder la forma humana”
(Museo Reina Sofía, MALI y Muntref).
1
58
RESULTA CADA VEZ MÁS EVIDENTE QUE, A LO
largo de las últimas décadas, en la fase
que ha dado en llamarse “capitalismo cultural” o “capitalismo cognitivo”, el arte
(en particular, el arte contemporáneo) ha
pasado a ocupar un lugar central en los
renovados mecanismos de acumulación
de capital. Como nunca antes, la especulación se concentra en operaciones millonarias de compra y venta de obras de
arte, generando enormes diferencias en
muy poco tiempo. El mercado del arte se
expande por todo el mundo, especialmente en contextos geopolíticos antes
marginales como América Latina, Europa
del Este, India o China. La apertura de
nuevos museos de arte, bienales, ferias,
megaexposiciones y otros eventos espectaculares configura un vasto y activo circuito, fuertemente asociado a los flujos
del turismo y funcional a los procesos de
gentrificación urbana, desbordante de
prestigio y sofisticación, glamour y champagne.1
En medio de este inquietante panorama,
¿qué queda de la potencia disruptiva del
arte, su filosa condición crítica ante lo
existente, su capacidad insumisa de sacudirnos e inventar nuevos mundos? Es innegable que ideas y prácticas artísticas de
signo antagonista frente al orden (artístico
y social) existente han sido incorporadas
rápidamente dentro de los aceitados mecanismos del sistema del arte. Si el urinario de Duchamp, por mencionar un
ejemplo bien conocido, significó en su
tiempo uno de los más demoledores
actos de provocación y desafío contra la
institución arte, hoy está bien resguardado en el Centro Pompidou (en París)
para ser contemplado extáticamente por
miles de personas como “obra de arte”.
La pensadora brasileña Suely Rolnik lo señala con agudeza, cuando habla del ejército de zombies que pueblan el mundo
del arte en su país –y no sólo allí–, trabajadores creativos, flexibles e hiperactivos
que apelan al legado del movimiento antropofágico2 y sus nexos con el tropica-
Cabe señalar que este estado de situación empieza a resquebrajarse en medio de la profunda crisis y el
estallido de un modelo de acumulación que en Europa se traduce –entre otros graves aspectos– en la
clausura o vaciamiento de muchos museos.
2
El Manifiesto Antropofágico de 1928 se remonta como escena inaugural de la cultura brasileña a la
deglución del primer obispo. Pero Fernandes Sardinha, devorado por los indios caetés, subvierte la
convención unidireccional del vínculo entre centro y periferia al proponer una “digestión cultural” capaz
de nutrirse del otro y a la vez transformar lo ingerido.
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
lismo3 cuyas energías resultan ser “el principal combustible de la insaciable hipermáquina de producción y acumulación de
capital”.4
Las fuerzas gestadas en los movimientos
(políticos y poéticos) de signo emancipador
y antagonista y su libertad experimental
han resultado funcionales e incorporadas,
son bien percibidas y aplaudidas, celebradas y recompensadas. Y su orientación
principal no es ya la invención de (otros)
posibles, sino “la identificación casi hipnótica con las imágenes del mundo difundidas por la publicidad y por la cultura de
masas”.5
Ahora bien, ¿es este estado de las cosas,
esta posición subjetiva deslumbrada por
el lujo y el reconocimiento, un hechizo imposible de romper? Reconocer(nos) dentro de este complejo panorama no
supone cinismo ni derrota (sostenemos
con Antonio Gramsci, “el pesimismo de la
razón, el optimismo de la voluntad”). Implica terciar en medio del campo de batalla por activar las potencias y los
sentidos atribuidos a experiencias artísticas que nos interpelan, nos conmueven y
nos convocan.
En este punto, algunos defienden la capacidad irreductible del arte de aparecer de
maneras inesperadas, produciendo fisuras
y desórdenes en el orden existente. Así,
encuentran en cierta producción artística
un modo de intervención política. Otros,
en cambio, optan por prácticas activistas
que –sin renunciar a los saberes específicos– se disuelven en la vida social y renuncian a autodenominarse como arte. Ya no
se trata de reducidos grupos de choque
o de avanzada, sino de movimientos sociales difusos y dispersos, cuyos recursos
se disponen para ser apropiados por muchos. Un ejemplo paradigmático de este
modo de hacer fue el Siluetazo, ocurrido
por primera vez en Plaza de Mayo durante
la III Marcha de la Resistencia, el 21 de
septiembre de 1983. Por iniciativa de tres
artistas, consensuada con las Madres de
El siluetazo. Una manifestante pone el cuerpo para
trazar una silueta, la noche del 21 de septiembre
de 1983, en Plaza de Mayo. Foto: Eduardo Gil.
Plaza de Mayo, se monta un enorme taller
al aire libre donde cientos de manifestantes ponen el cuerpo para representar visualmente con siluetas vacías a escala
natural el espacio físico que ocuparían los
treinta mil desaparecidos. Cuantificar la
presencia de la ausencia con una doble
huella: la de quien ha sido secuestrado y
la de quien prestó el cuerpo en un acto
emotivo y solidario.
A mediados de los años noventa, surgen
los escraches impulsados por la agrupación H.I.J.O.S., buscando evidenciar la impunidad en la que vivían entre nosotros
los responsables del genocidio perpetrado durante la última dictadura militar.
Desde 1997 el GAC (Grupo de Arte Callejero) contribuyó a los escraches produciendo carteles que subvierten el código
vial institucional, simulando ser señales de
tránsito convencionales (por su forma,
color, tipografía, tamaño y emplazamiento). Se usaron como estandartes en
las manifestaciones con las que concluía
cada escrache y sobre todo se colgaron
en postes en medio de la trama urbana.
3
Movimiento de música popular brasileña nacido en los años 60, que mixturó ritmos populares locales e
internacionales y experimentalismo, y cuyo impacto llegó a las artes visuales, el cine y el teatro. Como
afirma Caetano Veloso, uno de sus impulsores: “Estábamos comiéndonos a los Beatles y a Jimi Hendrix.
(…) La antropofagia, vista en sus términos precisos, es un modo de radicalizar la exigencia de identidad,
no de esquivarla”. Veloso, Caetano, Verdad tropical, Barcelona, Salamandra, 2002.
4
Rolnik, Suely, “Geopolítica del rufián”, en: Guattari, Félix y Rolnik, Suely, Micropolítica, Buenos Aires, Tinta
Limón, 2005 (pp. 477-493).
5
Ibíd.
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
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59
Arte y pensamiento estético
masacrados en su intento de atravesar
México buscando trabajo y un futuro
menos hostil en el norte. Existen grupos
de bordadores en Nicaragua, Guatemala
y Puerto Rico, Brasil, Estados Unidos, España, Inglaterra, Francia, Mozambique y
Japón. La acción también se sostiene
desde Córdoba (Argentina).
Señal del GAC en el escrache a Donocik, Buenos
Aires, 2002. Foto: GAC
60
Así, un peatón o automovilista podía toparse de repente con un cartel que lo
alertaba sobre la proximidad de la vivienda de un ex represor, o el lugar
adonde funcionó un centro clandestino
de detención y exterminio, o una maternidad clandestina en la que nacieron muchos bebés apropiados por el régimen, o
el lugar del que partían los llamados “vuelos de la muerte”, o el sitio donde ocurrió
un fusilamiento ilegal o una masacre, etc.
En 2011 el grupo mexicano Fuentes
Rojas, ante la atroz violencia reinante,
convocó a una acción colectiva que se
propagó rápidamente: llamaron a bordar
a mano sencillos pañuelos blancos, con el
nombre, las fechas y demás datos de la
historia de cada una de las víctimas.
Cuando comenzaron esta titánica y paciente tarea, se hablaba de 40.000 asesinados y desaparecidos en los últimos
años en México, como secuela de la guerra con el narcotráfico. Hoy, en 2014, ya
se habla de 150.000. Con la consigna
“Una víctima, un pañuelo”, dieron forma
a la iniciativa Bordando por la paz, que se
inició en la capital del país, y rápidamente
se extendió a ciudades del interior afectadas por la violencia, donde se conformaron grupos de bordadores integrados
por familiares de las víctimas o por ciudadanos solidarios. Los pañuelos se llevan a
las marchas, armando pancartas móviles
o precarias instalaciones al costado del
camino por el que transitan los manifestantes. La iniciativa llegó muy pronto a
Centroamérica, de donde provienen muchos migrantes, en su mayoría anónimos,
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Bordamos por la paz Guadalajara. Uno de los
pañuelos bordados.
Muchas de las bordadoras son mujeres
que buscan a sus hijos, a sus hermanos, a
sus parejas, o simplemente afectadas y
comprometidas con el dolor ajeno. Emplean un saber antiguo tradicionalmente
asociado al mundo femenino, pero lo socializan y lo sacan del ámbito doméstico y
privado, para convertirlo en un potente
recurso político para hacer memoria y devolver una inscripción pública a los crímenes borrados por el poder.
Estos y muchos otros modos de hacer del
activismo artístico conforman un repertorio de recursos disponibles para ser apropiados y resignificados por muchos, muy
lejos del glamoroso y zombie mundo del
arte. Desde mitad de los años noventa,
los diálogos entre prácticas activistas dentro y fuera de América Latina vienen
siendo intensos y dibujan una fluida red
de intercambios y colaboraciones. Los recursos van y vienen, reaparecen en nuevos contextos, se cargan de sentidos
inesperados. Las tácticas aquí mencionadas no pueden entenderse sólo como
actos políticos ni tampoco como meras
exploraciones artísticas. La revitalización
del activismo artístico nos lleva a indagar
en la reinvención de la acción política
como fuerza creativa y articulada con distintos movimientos sociales. La potencia
de lo poético en lo político, la irrupción
de lo político en lo poético. •
Música: Lenguaje e industria
El mapa de la industria
en torno al lenguaje musical
>> Javier Tenenbaum y Diego Zapico
LOS FORMIDABLES CAMBIOS SOCIALES Y POLÍTIcos que venían sucediéndose desde el siglo
XVII en Inglaterra, cuando la industrialización
se hizo evidente en los métodos de producción, comenzaron a expresarse también
en el terreno artístico a fines del XIX.
En este contexto la música no sólo no fue
ajena al proceso de tecnificación creciente
en las sociedades industriales, sino que se
vio afectada por estos progresos tecnológicos; al punto de constituirse en una de
>>
Diego Zapico
15/02/1968
Productor musical - Director
de Acqua Records
>>
Javier Tenenbaum
29/01/1963
Productor musical - Director
de Los Años Luz Discos
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
las piedras fundacionales de lo que luego
se llamaría “industria cultural”. Su lenguaje
directo e instantáneo reflejó, de una manera masiva, aun antes que el cine (recordemos que el fonógrafo fue patentado por
Edison en 1877, mientras que el cinematógrafo de los hermanos Lumière llegó en
1895), distintas y variadas identidades,
emociones, paisajes, sentimientos, idearios
políticos y, sobre todo, una profunda sensibilidad interpretativa que será inseparable de toda la cultura popular.
No es casual que las primeras películas sonoras que registra la historia del cine, en
su mayoría, hayan sido films musicales.
Basta con mencionar a The Jazz Singer,
film estadounidense de 1927, considerada
como precursora en la asociación de sonido e imagen o, en nuestro país, a Tango,
estrenada en 1933.
Como en estos incipientes escenarios de
la industria que acabamos de mencionar,
una vez más los adelantos tecnológicos
están provocando movimientos económicos y una nueva situación generadora de
cambios sociales que afectan a los procesos culturales. Tanto es así que puede observarse un desplazamiento de los ejes del
negocio de la cultura y el entretenimiento.
No es extraño que sea la música popular
la que mejor refleja estas circunstancias.
La música como lenguaje, ya convertida en
industria, nos presentará las diversas historias que atraviesan a los propios textos
de los autores, a los paisajes sonoros de
las melodías y a las armonías que hilvanan
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61
Arte y pensamiento estético
62
los compositores. Pero también, al mismo
tiempo y desde otro plano, nos hablará
sobre contextos historiográficos precisos;
sobre la confluencia de diversas tradiciones; sobre el surgimiento de nuevas identidades y, por qué no, de situaciones
específicas respecto de las circunstancias
políticas, en un contexto determinado. Es
decir que en su lenguaje estético (y en la
conformación de este en términos de influencias, tendencias o modas) hay una
convergencia de distintas lecturas, más allá
de la musical propiamente dicha.
En este sentido nuestro país presenta una
enorme riqueza para el análisis. Desde el
ángulo estrictamente artístico, ningún sumario de la música del siglo XX que se defina como global y profundo podría omitir
nombres como los de Alberto Ginastera,
Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui,
Mercedes Sosa o Carlos Gardel; sólo por
mencionar algunos. Si bien todos forman
parte de la cultura musical argentina –y
son enormemente talentosos– es mucho
lo que podemos decir sobre las corrientes
estéticas que encarnan.
Es aquí donde podemos pensar en escuelas, tradiciones y rupturas, en los contextos
regionales de un país muy diverso, geográfica y culturalmente. Aquí aparecen,
además, los espacios en los que estas realidades se encuentran, enriqueciéndose
unas a otras: la frontera entre lo académico
y lo popular, la conformación del nacionalismo musical argentino, lo rural y lo urbano, en el ámbito de la música popular,
la influencia europea, la tradición criolla y
la presencia en nuestras músicas regionales de una enorme diversidad cultural de
los pueblos originarios.
Quizás sin la misma visibilidad internacional, pero con una enorme importancia en
el contexto musical latinoamericano, podemos citar también dos grandes movimientos culturales argentinos. El que fuera
denominado Movimiento del Nuevo
Cancionero y la construcción de una nueva
cancionística urbana, que se dio en llamar
a nivel del mercado como Rock Nacional.
Es interesante estudiar la contextualización
político-cultural de ambas expresiones y
cuáles son los derivados de esa influencia
en la actualidad. Por otra parte: ¿qué podemos decir sobre el Folclore, o respecto
de lo que Raúl Carnota siempre prefirió
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
llamar “Música Criolla Argentina”? ¿Y
sobre el Rock Argentino? Nuevamente estamos preguntándonos, en todos los
casos, sobre cuestiones relativas a la identidad, las tradiciones y las rupturas.
Baile y cultura popular
A la hora de establecer un análisis sobre
la música popular es común escindir su relación con el baile: creemos que esto es
un gran error. Los “discursos” de la música
popular que están vivos son narrados también –y quizás primero– a través del baile.
Existen numerosos ejemplos de esta afirmación en nuestra historia musical. Uno
de ellos es la cultura de los populares bailes de Carnaval en todo el país, donde solían converger distintos estilos; como la
orquesta típica de tango, la de jazz o los
grupos folclóricos.
Podemos preguntar aquí, y como disparador de ideas: ¿qué es lo que está pasando con el baile popular a nivel
nacional?; ¿cuáles son las realidades en las
distintas regiones del país?; ¿cuáles son
las distintas lecturas sobre el baile del chamamé en el NEA argentino?; ¿qué importancia siguen teniendo los Carnavales,
desde su concepción ritual, en la zona del
NOA?; ¿y la zamba?, ¿y la chacarera?;
¿qué podemos decir del tango? Si bien
ahora evocativo y estático: ¿existen las milongas más allá de Buenos Aires?
Tecnología, mercado y difusión
La irrupción de internet como sujeto nuevo
dentro de la lógica del mercado ha abierto
posibilidades impensadas a ciertos contenidos culturales en general, y musicales en
particular, en lo que se refiere a la accesibilidad de los mismos.
De igual modo que citamos a la música grabada como uno de los instantes fundantes
de las industrias culturales del siglo XX, la
revolución tecnológica en el tercer milenio,
respecto de ciertos nuevos paradigmas en
el acceso a los contenidos, también tiene
a la música como actor protagonista del
sector.
Nuevamente son los primeros contenidos
que se empiezan a compartir en formatos
comprimidos, poniendo en jaque el esquema tradicional de distribución y, a su
vez, es esta industria la que inaugura la
posibilidad de pensar los primeros formatos –o sistemas posibles de circulación–
dentro de mínimos esquemas de rentabilidad que garanticen su supervivencia y reproducción.
Ahora, este original esquema de accesibilidad, ¿qué nuevos desafíos nos plantea?,
¿es real la horizontalidad de acceso que,
en apariencia, parece mostrar? Finalmente:
¿cuál es el nuevo esquema de concentración en este entorno y quiénes son los actores que recientemente se incorporan a
él? ¿Es una herramienta posible para la democratización en el acceso a los contenidos musicales? ¿Qué lectura podemos
hacer, en este contexto, del corte entre
cultura hegemónica dominante y contrahegemónica?
Para concluir, el entorno de subjetividad cul-
• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
tural en el que se forman los gustos y tendencias contemporáneas está centrado en
los medios masivos de comunicación. Es
preciso desentrañar la realidad actual en el
campo de la música; también demandar la
diversidad necesaria que estos medios deberían contemplar, dentro de los contenidos
a difundir, según la nueva Ley de Servicios
de Comunicación Audiovisual. Teniendo en
cuenta estos aspectos, cabe preguntarnos:
¿cuáles son los espacios posibles de visibilidad para las expresiones regionales?, ¿qué
rol pueden cumplir las políticas públicas (nacionales, provinciales, municipales) para garantizar esta presencia?
De este modo abrimos la posibilidad a diversos interrogantes para comenzar a esbozar algunas respuestas que nos permitan
consolidar, clarificar y enriquecer el actual
panorama de nuestra industria musical. •
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Notas
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Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
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Notas
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