X . . Cristo Cristo , . . Copyright © 2015 Chris Eann. Todos los derechos reservados. Título original: Cristo by Cristo Traducción: Teresa Paradinas Duro Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. Información: [email protected], Attention Subsidiary Rights Department. Strategic Book Publishing and Rights Co. USA | Singapore www.sbpra.com ISBN: 978-1-68181-036-2 Book Design by Julius Kiskis 23 22 21 20 19 18 17 16 15 12345 , Oriente XOccidente A travesando el gran Desierto de Thar, en la India, recorriendo los desgastados caminos que se remontan siglos atrás, como el arco iris de la portada de un libro infantil, un joven judío errante busca un camino que le lleve hacia su destino. Esta visión no hubiera sido tan anómala hace un par de miles de años. Su pueblo había perfeccionado el comercio y había creado el mundo en el que vivirían durante miles de años. A lo largo de ese camino compartieron sus conocimientos sobre comercio y civilización; reinventaron la rueda y convirtieron una simple declaración en historia. También fue un camino muy transitado por la comunidad china, que cruzaba desde el Océano Pacífico hasta el Mar Mediterráneo compartiéndolo todo a su paso: desde la seda hasta la peste. Es ahí donde Oriente conoció a Occidente y todas las grandes doctrinas siguieron su curso; desde el Budismo al Judaísmo, pasando por el hinduismo y algunas más. Es ahí donde la vida cambió y las influencias se alojaron en lo más profundo de aquellos que allí habitaban, guiados por caravanas pasajeras y tribus enfrentadas. Cristo, como se le llegaría a conocer más tarde, ya había recorrido Mesopotamia y Persia a pie en una misión personal para dejar atrás su pasado y encontrar a su padre; un centurión romano que se había permitido el capricho de intimar con una jovencita judía en su marcha hacia la guerra. Éste fue el principio de una aventura que se difundiría durante tres eras, a través del Imperio 1 2 X Romano, cruzando los océanos y hasta el próximo mundo. Cristo no tuvo elección. Se vio empujado por ideas y sueños persecutorios que le venían de arriba. Fue ese empuje el que le dio vida. Eso, o simplemente que fue lanzado a los pastos desde las puertas del cielo, el destino más común para un hombre de a pie. Más tarde afirmaría que se encontraba atravesando un escenario convertido en territorio infame por mil actores algún tiempo atrás. Estaba desempeñando un papel con el que se suponía que la historia debía experimentar un avance; pero este rol no tenía sentido sin la percepción de la eternidad. Un cuento que debía ser y sería compartido por tantas personas como estrellas hay en el cielo; tanto si era navegando por todo el mundo o sacrificando una vida para poder habitar en el eterno firmamento infinito, tanto en el Cielo como en la Tierra. Ésta era su misión, para el día de mañana, para todo y todos los que existen. Esa sabiduría libera el alma, salva vidas y nos convierte a todos en maestros. Sin olvidarnos de la buena salud y la fortuna ilimitadas que llegan de la mano de las mentes abiertas y las intenciones nobles, destinadas a mejorar la experiencia vital en este mundo o en el venidero. Al principio, la historia de Cristo sería una historia solitaria y desoladora. Más tarde, sería conocida por billones y billones de personas como una experiencia compartida y evocada por todos. Sería contada, durante miles de años, por miles de millones de personas de todos los incontables rincones de todos los países; más contada que cualquier otra historia. Sería representada por tantos actores diferentes como mundos existen, como una historia continua que llena de color nuestros pensamientos y determina nuestras acciones a lo largo del tiempo y la historia. Se dice que es la historia más grande jamás contada; asiste y salva a las multitudes de las crueldades de la vida. El quid de esta historia, es el hecho de que una muerte en la cruz pueda convertirse de X 3 un denigrante símbolo de crucifixión a un icono amado sin igual y cómo este hecho garantiza al hombre más esperado y, a la vez más conocido, una secuela recurrente. Cristo, por su parte, buscaba algo innato, evocador y familiar - la identidad que aporta cada uno al mundo, cada día, en busca de una oportunidad de satisfacer una llamada escuchada una y otra vez en las cabezas de todos aquellos buscadores que deambulan por los desiertos y las junglas de la mente. Cómo estas historias recurrentes, este cuento interminable, se manifestarían en campos de batalla y cementerios alumbrados por almas, cada una con su propio rezo agonizante, pronunciado por sus labios agrietados; luchando por comprender lo incomprensible, todo lo que desaparece en el espacio y en el tiempo, sólo para ser reciclado hasta acabar siendo inútil, por los autores de la guerra y la paz, celosos de la verdad. Fue en estos años cuando el hombre caería y saldría del error del asesinato, pero sólo para ser olvidado como un inútil debate motivado por aquellos que prefieren seguir las tendencias antes que ocuparse de las necesidades espirituales de la minoría. Los soldados romanos, las armas, los conquistadores, las armas; y los renacidos soldados cristianos, las armas… todos formaron parte del ciclo de la vida y la muerte, llamado Era Cristiana. Todos eran parte del yin y el yang que provocan lágrimas en las grandes ciudades y los mundos que los rodean. El escenario ya estaba creado. El mundo estaba en marcha. Las ruedas giraban al ritmo del trote de un caballo recorriendo las carreteras por las que atravesaban las cuadrigas a tres kilómetros por hora, como en la Vía Apia italiana, hasta que la alta tecnología del Abrams M1A1 les permitió moverse a 100 kilómetros por hora por los mismos adoquines, convirtiéndonos a todos en creyentes. No sólo la voluntad de matar, sino también la de morir por los romanos, los compatriotas y los pasteles de manzana, hicieron surgir una sensación 4 X de poder que acabó construyendo el significado del progreso de la civilización. Uno podía construir un mundo alrededor de un ejército entregado, armado con el arsenal más avanzado, mientras reinventaban la maquinaria necesaria para conquistar a aquellos que se alzaron buscando una oportunidad. Cristo estaba ya cansado de ver tanta crucifixión a los lados de las carreteras y de las legiones que circulaban por ciudades como Belén, aprovechándose de las mujeres y saqueando las pocas riquezas que su gente había acumulado hasta el momento. Tanto si terminaba encontrando la paz o la guerra, Cristo buscaba la verdad en todas partes. Estaba escrito en su nombre. Él marcaría la diferencia a través de miles de rumores que irían cambiando por meras alteraciones y por el paso del tiempo. Interrumpido constantemente, el mundo de Cristo, según él, era como esa frase de Tennessee Williams: “él es ese algo tan demorado pero siempre esperado por el que vivimos.” No había una explicación a ese impulso de un joven, y no había excusa para esos miles que quedaron atrás, muriendo en los flancos de carreteras que no llevan a ninguna parte pero que, a su vez, fueron construidas para alcanzar un puente; un puente que queda demasiado lejos. La mente de este joven sabía a dónde iba, pero sólo podía adivinar el final de la partida o la conclusión en una especie de parpadeo fragmentado de imágenes. Él sigue adelante solo, lejos del mundo de sufrimiento y hambre que ha dejado atrás. Su camino estaba marcado por símbolos en el desierto, mientras las cambiantes arenas cubrían sus pasos y borraban aquellos caminos que quedaban por recorrer. Estaba solo, encaminándose hacia lo desconocido. Ahora que todos nos hemos permitido hacer memoria y el amplio abanico de información web demuestra un adviento en retrospectiva, esta historia se hará tan clara a nuestros ojos como una campana que repica mil veces al día en nuestros oídos. La historia no se limita X 5 a repetirse, nos golpea con las lecciones del día a día y sólo se extingue al caer la noche. Nos despertamos día tras día con tareas pendientes delante de nosotros, como zanahorias que penden. ¿Estamos destinados a cumplir esas promesas de liberación y de sanar nuestras heridas, o simplemente a echar otro trago para brindar por un trabajo bien hecho?—mientras olvidamos a aquellos que han quedado a un lado de la carretera, como si supiéramos que al final hay un lugar en el que todos volverán a ocupar su lugar. Por mucho menos que eso podría llegar a descarrilar el planeta, chocando con otro. El hecho de que estamos anticipando el progreso todos los días no admite discusión; si no no estaríamos aquí. Y es un hecho que nosotros siempre vemos el mismo sol cada mañana, entonces, ¿no podríamos deducir que ellos, nuestros tátara-tatarabuelos vieron y veneraron la misma luz? ¿Y no se espera de nosotros que compartamos las mismas nociones de hambre, deseo y satisfacción que aquellos viajeros de la Ruta de la Seda que en su momento comerciaban buscando beneficios? Lo que Cristo encontró a lo largo de las rutas comerciales hacia Asia no fue muy diferente de lo que se encontraría hoy. El hambre de conocimiento, el hambre de oro o el hambre de poder no cambian nuestro apetito de llenarnos los bolsillos, porque nunca tenemos suficiente. Son nuestros parásitos los que determinan nuestro fin, como siempre. Nuestro equipaje, nuestras cicatrices y nuestra visión limitan la distancia hasta la que podemos ver. Esta vida, o la siguiente, o la siguiente o nuestra última vida o la anterior a ésta sólo pueden ser vislumbradas en el despertar de una corriente de conciencia más larga de lo que la mayoría de nosotros podemos aspirar a leer, estudiar o escuchar. Tanto si se trata de cantos gregorianos o de antiguos sutras, son nuestros hábitos los que determinan nuestra visión y la duración de nuestra vida en este o en cualquier otro mundo. Dicho de otra forma, este navío que tienes 6 X ante ti “lee” la mayor parte del tiempo con el viento en contra y llega tal y como se predijo, hasta el Vaticano, llevando la promesa de dos mil años a su legítimo final. Fue una idea que infectó la sangre de Roma, como si fuera su destino gobernar el mundo y heredar un sueño que todos anhelaban. Tanto da si se encontraba en la mente de un solo hombre o de un millón de hombres; era universal y kármica. Fue escrita tal y como se encuentra ahora, un susurro, un pensamiento, transmitido de persona a persona, como una plaga, dibujada por el vacío que la precede. Como el mar que invade la costa terrestre o la naturaleza lasciva del hombre, cubre las tierras antes de que los cielos se tornen más claros, antes de que los ancianos puedan rendirse, antes de que los jóvenes puedan saber. Esta idea no empieza en un hombre o en un hombre cualquiera, sino en todos los hombres y mujeres, ya que se trata de la vida en sí, siempre expandiéndose hacia el Sol. Como si surgiera de la tierra y alcanzara la mente de todos al mismo tiempo, tanto de los que vivían en la antigua Roma como de los que viven en Hollywood, reclama su suelo y está sujeta a los torrentes de duda de nuestra propia resistencia. El adviento de Cristo fue más una huida del mal que otra cosa; hace dos mil años, cuando un personaje no muy conocido se despojó de su linaje y dejó atrás los años perdidos entre la India y Oriente Medio. Antes de eso, esta alma perdida caminaba hacia aquello que no podía leer, para conocer por sí mismo alguna alternativa al libro. Primero hizo una parada entre los hindúes, que amenazaron con matarle por tocar a los intocables, entonces buscó cobijo entre un grupo de moribundos de Siddhartha, donde estudió como discípulo durante doce años. Fue en este momento cuando empezó a llamarse Cristo y comenzó una campaña de lucha que duraría las próximas tres vidas. Condenada por su propio pueblo, la travesía de Cristo fue arruinada a las puertas de Galilea antes X 7 de que tuviera tiempo de florecer. Pero la semilla ya había sido sembrada y el fruto alimentaría a billones de esclavos sedientos. Desde las catacumbas de Roma hasta los remansos de Britania, las multitudes diferirían el dulce sabor de la libertad y la idea de que podían liberarse del miedo y la muerte. Fue la lección que aprendieron mientras recorrían el camino hacia la salvación que Cristo abandonó sólo para poder captar un breve destello de una vida tras otra. La causa lo dejó deslumbrado y aturdido, cubriendo su palidez con una fina capa de esmalte que daba color a su pasado. Planearía en la órbita de hombres y mujeres, como el encuentro con los cielos en un cuento de hadas. La locura de Cristo infestaría estos argumentos durante las eras venideras. De no haber sido por Judas, su crucifixión no habría catapultado su locura hasta el mundo que conocemos. Y podía haber caído en el olvido; el intento desesperado de un judío errante por escapar de las garras de la fe de su madre. La fuerza impulsora detrás del plan de Cristo era huir de esta vida de sufrimiento y miseria. Estaba destinado a cambiar el curso de la humanidad al ser rechazado por los seguidores de Siddhartha por haberse atrevido a albergar un ego situado entre el de los eunucos y los arhats. Para él no era una sorpresa que la población afeminada de la India nunca llegara a subir la Montaña Sagarmatha ni a cruzar el océano. Él lo cambiaría todo o moriría en el intento. Cristo estaba convencido de que el mosquito picaba y de que el hambre y los golpes de la vida son intrínsecos a ella; pero nunca deben interponerse en el que camino que emprende una persona para alcanzar un nivel superior ni hundirla bajo las aguas de la angustia y la miseria. Teniendo en cuenta que las plantas y el veneno comparten su cometido de provocar una experiencia extracorpórea, nada debería interponerse entre tú y tu espada. Nada debería reducir tu tiempo 8 X de reacción, similar a un parpadeo antes de una decapitación inevitable. Ser testigo de miles de muertes en guerras o en representaciones fue lo que hizo que sus ideas fluyeran como el agua. La gente era reciclable. Una idea que sería demostrada por el nacimiento de un niño con un brazo o una pierna, habiendo perdido la extremidad que le falta en una batalla en su anterior vida. O un niño nacido con un don para la música, habiéndola estudiado en otro mundo. ¿De qué otra forma podríamos explicar si no la fortuna de un niño al nacer entre la riqueza, mientras otros están destinados a la pobreza? Envidiando la vida de otros, nunca aprenderemos a volar hacia nuestra próxima rama o al lugar que se encuentra entre esta vida y el siguiente mundo que nos espera. Aferrarnos a este mundo sólo nos puede llevar hasta las ciénagas, hacia el apaciguamiento sin sentido que encontramos en el nido. Salta, porque has de utilizar tus alas para volar. Lánzate para escapar de las garras del terror y condena al enemigo que te retiene cansado y frágil. Como dijo Mark Twain sobre el hábito de fumar: “Dejarlo es fácil; lo he hecho miles de veces.” La vida es así; si no tienes éxito al primer intento, vuelve a intentarlo, inténtalo de nuevo. Cada día es una vida: despiertas, creces hambriento, te deterioras, y después vuelves a dormir. Una vida de nacimiento, crecimiento, deterioro y muerte siempre va seguida de otro nacimiento, crecimiento, y así sucesivamente. Tanto si somos un guerrero o un sacerdote, un marinero o un director ejecutivo, no podemos escapar del ciclo de la vida y la muerte a menos que lo ignoremos y desviemos nuestra atención al deterioro mecánico o la avaricia corta de vista. Sea lo que sea lo que lancen ante ti, desviar tu atención hacia nociones menos triviales, sólo podrá agotar los conocimientos que has dejado de aprender. El conocimiento es tan limitado como los libros que hayas leído, mientras que la sabiduría se crea X 9 planeando sobre las nubes. Nuestra propia estupidez nos convence de que no podemos volar, y la vida es demasiado corta como para tener tiempos de dudas; de otra forma seremos arrollados por el tren, esa luz al final del túnel. Me atrevo a decir a esos que se quedan en pie frente a nosotros: “Echaos a un lado, he hecho esto miles de veces.” Salta por todo lo que te merece la pena y no dejes de saltar, o harás que tus huesos descansen en un jardín de lápidas que acusen: “Fue un buen padre, nos dejó sin nada.” La luz al final del túnel, no es siempre otro tren que llega. No, a veces es el amanecer al final del túnel, ese largo túnel de revolución humana que te hace sentir triste al ver las penurias del día a día, sin la alegría de saber que puedes volar, que puedes vivir una y otra vez sea lo que sea lo que lancen contra ti. En realidad, al final nada duele. Quiero decir, sólo pueden matarte, y entonces vuelves de nuevo y eso les abate. Hace que una reprimenda parezca menos dolorosa cuando llega con la cura. ¿Cómo si no iban a poder mantener un secreto aquellos a los que se tortura? ¿Cómo iba a alcanzar la siguiente rama el mono que grita? Sólo mediante el optimismo de la próxima vida podemos sanarnos de la duda que infecta nuestros huesos y hace que nos acobardemos ante los acantilados de la vida. No fueron la violencia gratuita de la televisión ni el cáncer que invadía el mundo editorial lo que empujó a Cristo a buscar en la India, fuera de lo convencional, ni por aquel entonces ni ahora. Fueron las retribuciones disminuidas, el olvido de cargas inútiles, un conservadurismo que prometía grandes beneficios para el uno por ciento. Fue la simple diferencia entre ricos y pobres, que Cristo sintió crecer. No sólo una generación más allá de Vietnam, sino una vida entre los gobernadores romanos que medían la vida con las arenas del tiempo. Uno podría fabricar una vida igual que si fabricara una estatua, una montaña o un río 10 X simplemente atando varias vidas. Elige la tuya, ya que no hay mucho donde elegir. Muchos han sido traídos ilegalmente cruzando la frontera, para no molestar al ganado de este lado de la valla. “Drógalos, engórdalos, después mátalos.” Éste era nuestro lema en el rancho y aún funciona. Pero no funciona para aquellos que se mueven por las noches, incapaces de conciliar el sueño, con un ojo puesto en el final del túnel. ¿Alguna vez has visto algún apartarreses en acción? No es una visión muy bonita si tú estás en el raíl. Tienden a dividir en dos: una mitad recoge al indigente dormido sobre el chasis, mientras que la otra mitad lubrica los raíles, en los que se mezcla la tierra con carne, hueso y pelo. El sarcasmo es el verdadero significado de las emociones de la vida. Una persona “A” en los tiempos de la antigua Roma se dedicaría a alinear todas las cruces mientras que la persona “T” las echaría abajo con el sarcasmo. Cuántas veces has escuchado que el ladrón número 2 del lado del mal en la crucifixión de Cristo decía: “¿Eres tú el Hijo de Dios?” mientras que el ladrón bueno entregaba su vida a las preferencias de Cristo murmurando; “Si ellos supieran…” La vida después de la muerte se demuestra en el escenario de un gran teatro, no en los vestíbulos de la insatisfacción. Si quieres apuñalar a César por la espalda, es importante saber quiénes son tus amigos. Como puedes ver, el sarcasmo es lo que hace que el mundo gire. Si usas el suficiente para engrasar sus ruedas podrás hacer que un tanque pase por encima de cualquier cosa y de cualquier persona. Empieza con una broma improvisada, como: “Me pregunto que llevará puesto su mujer esta noche” Y termina con: “¡Él tiene que irse!” Vonnegut nos enseñó que nada es sagrado; ni Buda, ni Cristo, ni el director ejecutivo de la empresa de tu mujer. Ni siquiera Aunt Jemima1 puede soportar el 1 Nota del Traductor: Aunt Jemima es una marca comercial con sede en Chicago que comercializa harina para hacer tortitas entre X 11 verdadero sarcasmo. ¿Qué es el verdadero sarcasmo? Destruye mitos, desbanca gobiernos y desestima todas las formas del sistema de valores. ¿Qué lo provoca? El tiempo. De la misma forma que la tragedia sumada al tiempo provoca la comedia, el verdadero sarcasmo es una racha de toboganes en un mercado a la baja. Es el susurro de un santo cuando es lanzado a los leones para servirles de comida, que puede que con el tiempo se convierta en La Palabra de Dios. No fueron las palabras de Cristo las que lo llevaron a la cruz; fueron su vagabundería y su defensa constante a María Magdalena cuando la cuenta de la comida había prescrito. “Cestas llenas de peces y rebanadas de pan; él las quiere ahora.” María tenía algo de dinero de la lapidación, pero esperaba poder ahorrarlo para una edad más avanzada; entonces diría: “¡Es la Última Cena! ¡Ya he tenido bastante!” Bueno, ya ves cómo funciona, haz que la otra mitad se involucre. Como en las guerras de Babilonia, enfréntate al poder y ésa será su lucha. ¡Aleluya! En el caso de Cristo, fue salir de la India antes de que lo lanzaran a las cobras. Había alterado los cánticos lo justo para introducirse en la ecuación, sugiriendo que podría venderla si la hacían cantar. Lo que ocurrió es que una nota no daba lugar a una sinfonía, y demasiadas notas lo convertían en un tintineo. Buy the B&N e-Pub version at:http://www.barnesandnoble.com/w/books/1121787171 Buy the Kindle version at:http://www.amazon.com/Cristo-X-ebook/dp/B00W6J4 F8G/