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TEMA 4
LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
Introducción:
La etapa que vamos a tratar corresponde al período del reinado de Carlos IV al de
Fernando VII, una etapa especialmente trascendental y convulsa en la Historia de
España.
El gobierno de Carlos IV está muy condicionado por el contexto internacional: la
revolución francesa (1789) y las guerras revolucionarias y napoleónicas. Carlos IV
intenta evitar la expansión ideológica y política de la Francia revolucionaria, pero su
fracaso provoca depender de esta potencia vecina, lo que lleva a la derrota ante Gran
Bretaña (Gibraltar, 1805), a la lucha por el poder entre el rey y su hijo Fernando
(Motín de Aranjuez, 1808), a la entrada de tropas francesas en la península y,
finalmente, a la abdicación de los Borbones españoles a favor de José, hermano de
Napoleón.
Ante esta situación el pueblo inicia una lucha contra el invasor que durará cinco años,
la conocida como Guerra de Independencia (1808-1814).
Mientras, en Cádiz, ciudad sitiada, se produce una revolución: se reúnen las Cortes
del reino, proclaman la soberanía nacional y elaboran la Constitución de 1812, hechos
que finiquitaban el Antiguo Régimen en España y proclamaban la monarquía
constitucional.
La idea clave de este período es, pues, como indica el título, LA CRISIS DEL
ANTIGUO RÉGIMEN. Cuando el 4 de agosto de 1789 los revolucionarios franceses
acabaron con el feudalismo, llamaron “Antiguo régimen” a todo aquello que les había
precedido, y que habían decidido destruir, sustituyéndolo por su propio modelo social,
político y económico (que con el tiempo denominaremos “liberalismo”). A este proceso
de cambio, de destrucción de lo antiguo y creación de lo nuevo, a la resistencia de los
antiguos dueños del poder y la necesidad de revolución de los que aspiran ahora a él,
lo consideramos pues una situación de “crisis”, que a continuación vamos a
desarrollar. Antes, haremos una pequeña introducción a lo que era el Antiguo
Régimen y a la situación en la España previa a Carlos IV.
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Esquema:
I. EL ANTIGUO RÉGIMEN
1. Concepto de Antiguo Régimen
2. Los Borbones en España
2.1. Cambio de dinastía
2.2. Los Decretos de Nueva Planta
2.3. Los primeros Borbones: Felipe V, Luis I y Fernando VI
2.4. La Ilustración, primera crisis del Antiguo Régimen
2.5. Carlos III (1759-1788)
II. EL REINADO DE CARLOS IV (1788-1808)
1. Los primeros años del reinado: El ministro Godoy y las relaciones con Francia
2. La alianza con Francia y el desastre de Trafalgar
3. El final del reinado de Carlos IV. El motín de Aranjuez y la caída de Godoy
III. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
1. De las abdicaciones de Bayona al inicio de la Guerra de la Independencia
2. La Guerra de la Independencia
2.1. Características
2.2. Etapas
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I. EL ANTIGUO RÉGIMEN
1. Concepto de Antiguo Régimen
El Antiguo Régimen es un término acuñado por los revolucionarios franceses de 1789
con el que se denomina a un sistema político, un sistema económico y un sistema
social imperante en España, y en el resto de Europa, antes de las Revoluciones
liberales. Se caracteriza por tres elementos básicos: mantener el modo de vida basado
principalmente
en
el
absolutismo
monárquico,
una
sociedad
jerarquizada
en
estamentos y una economía esencialmente agraria y señorial.
El primer elemento, era el absolutismo monárquico. La forma predominante de
gobierno en toda Europa era la monarquía absoluta, en las que el poder del monarca
destacaba por encima de todos los demás estamentos. La estructura piramidal y
jerarquizada de la sociedad estamental tenía su cúspide en el monarca absoluto. Él
estaba por encima de todos los habitantes de su reino y todos eran sus súbditos, a él
sometidos y por él gobernados. Para justificar este sistema se recurría a la religión, ya
que era Dios quién elegía al Rey (“Monarquía absoluta de derecho divino”), por lo que
la autoridad del monarca provenía de Dios, en nombre de quien ejercía el poder. Como
reflejo del poder divino, el monarca poseía un poder absoluto: nombraba a los
magistrados, administraba justicia y dirigía la política exterior. No se sometía a ningún 3
control y no compartía la soberanía con nadie. Su poder no tenía más limitaciones que
la ley divina y aplicaba las leyes ya que era la autoridad máxima de gobierno y de
justicia (no existe por tanto división de poderes).
Es sólo en mi persona donde reside el poder soberano, cuyo carácter propio es el espíritu de consejo, de justicia y de razón; es a mí a
quien deben mis cortesanos su existencia y su autoridad; la plenitud de su autoridad que ellos no ejercen más que en mi nombre reside
siempre en mí y no puede volverse nunca contra mí; sólo a mí pertenece el poder legislativo sin dependencia y sin división; es por mi
autoridad que los oficiales de mi Corte proceden no a la formación, sino al registro, a la publicación y a la ejecución de la ley; el orden
público emana de mí, y los derechos y los intereses de la Nación, de los que se suele hacer un cuerpo separado del Monarca, están
unidos necesariamente al mío y no descansan más que en mis manos.
Discurso de Luis XV al Parlamento de París el 3 de marzo de 1766
El ejemplo más completo y conocido de la fórmula política de monarquía absoluta fue
la monarquía francesa de los Borbones.
Los Borbones, instalados a principios del siglo XVIII en el trono español, impusieron
con las lógicas diferencias, el modelo del absolutismo monárquico implantado en
Francia en el siglo XVII con Luis XIV. Los primeros Borbones españoles, Felipe V y
Fernando VI. Con esta nueva concepción, asumieron la tarea de unificar y reorganizar,
a su criterio, los diferentes reinos peninsulares. Ello significó la pérdida de la
soberanía, esencialmente, de los territorios de la Corona de Aragón, que pasó a ser
integrada en un modelo uniforme y centralista.
El segundo elemento propio del Antiguo Régimen era la sociedad estamental
dividida en tres órdenes y sus características esenciales eran la desigual jurídica y el
inmovilismo, ya que cuando nacías en un estamento
pertenecías
a
él
toda
la
vida.
Los
estamentos
privilegiados, nobleza y clero, poseían la mayor parte de
la propiedad, no pagaban impuestos y ocupaban casi
todos los cargos públicos relevantes. El llamado Tercer
Estado reunía a campesinos, burguesía y las clases
populares de la ciudad. Soportaba gran parte de las
cargas económicas del Estado0 y carecían de privilegios.
La burguesía, aunque minoritaria disponía de una fuerte
capacidad económica e intelectual, a pesar de esto no
podían acceder a la elite política y social, por lo que eran
los
promotores
de
las
revoluciones
(americana,
francesa...).
Todo sistema que, bajo una apariencia de humanidad o de beneficencia, llevase a una monarquía bien ordenada a
establecer entre los hombres una igualdad de deberes ya destruir las distinciones necesarias, conduciría pronto al
desorden, consecuencia inevitable de la igualdad absoluta y produciría la subversión de la sociedad. El noble consagra su
dignidad a la defensa del Estado y asiste con sus consejos al soberano. La última clase de la nación que no puede otorgar
al Estado servicios tan distinguidos, los suple con los tributos, la industria y los trabajos corporales.”
Solennelles. Amonestaciones del Parlamento de París. 4 de marzo de 1776
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Entre las clases privilegiadas y las que ocupan los últimos lugares de la jerarquía social, la burguesía del siglo XVIII se afianza como la
plataforma en la que va a gravitar próximamente el peso total de las manifestaciones políticas, económicas y culturales de la
Humanidad. En el transcurso de las centurias precedentes, la burguesía nacional se había hecho cargo de la dirección del capitalismo
comercial y financiero, a la vez que se infiltraba en la agricultura y en la administración del Estado. Esta gran burguesía llega al
Dieciocho ennoblecida, formando parte de las clases aristocráticas del país. Pero la masa burguesa, la que en conjunto se apropió del
nombre del Tercer Estado, abre las puertas del siglo con un nuevo ímpetu, fuerza e ideología. Entre esa burguesía no privilegiada, alta y
baja, negociantes, industriales, hombres de leyes, patriciado urbano, se difunden las nuevas concepciones ideológicas, racionalistas y
críticas, que postulan una transformación política y social. Porque la burguesía, de espíritu emprendedor e innovadora, conociéndose
como elemento vital de la sociedad de su siglo, pretende quebrantar las prescripciones y privilegios que le vedan el acceso a los cargos
públicos y al ejército y la colocan en posición desventajosa frente a las clases sociales aristocráticas.
J. Vicens Vives. Historia general moderna
El tercer aspecto que caracteriza el Antiguo Régimen era la economía agraria. En el
siglo XVIII, la agricultura constituía la principal fuente de riquezas y a ella se dedicaba
más del 80% de la población. La mayor parte de la tierra estaba amortizada, es decir,
no se podía comprar ni vender, era lo que se llamaba como “manos muertas”. Así
sucedía con las propiedades de la Iglesia, los Concejos y los nobles.
Asimismo, la Corona, la nobleza y la Iglesia eran los principales titulares de los
señoríos, extensas posesiones sobre las que se ejercían jurisdicción y de las que
recibían rentas. En resumen, cerca del 80% de la tierra cultivable estaba fuera del
mercado, y la mayoría de la población no podía acceder a la propiedad. Por tanto, la 5
mayor parte del campesinado era arrendatario o jornalero.
El resto de los sectores económicos eran, en el Antiguo Régimen, dependientes y
subsidiarios del agrícola. La industria tradicional se realizaba en talleres artesanos, y
se organizaba de forma gremial para controlar la producción y la creación de nuevos
talleres. Respecto al comercio, el mercado interior se limitaba a intercambiar de forma
local o comarcal. El mercado estaba condicionado a los graves problemas de
transporte y a los límites de una economía agraria casi de autoconsumo. Únicamente
el comercio colonial y de productos de lujo tenía alguna importancia.
De todos los frutos que nos da nuestro señor se le deben diezmos por derecho divino y humano, y esos los tiene Su Majestad para
sustentar los ministros de su Iglesia. Por tanto (...) mandamos que todas las personas de nuestro obispado, de cualquier estado o
condición que sean, en virtud de santa obediencia y pena de excomunión (...) paguen los diezmos bien y cumplidamente, sin encubrir ni
defraudar parte alguna de ellos (...). Las cosas de las que se deben pagar diezmos son todas: todo género de granos, todo género de
frutas, todo género de legumbres, todo género de aves y de ganados, que como es Dios el que lo da todo, en todo debe tener parte.
Constituciones de D. Francisco de Roys y Mendoza, Obispo de Badajoz. 1673
2. Los Borbones en España
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2.1. Cambio de dinastía
Al morir sin descendencia el rey Carlos II, último monarca de la casa de Austria,
estalló la Guerra de Sucesión (1701-1713) que se originó por las aspiraciones al
trono de España de un Borbón, Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV), y un Habsburgo, el
archiduque Carlos (futuro emperador Carlos VI de Alemania). Esta guerra supuso:
-
El enfrentamiento de Luis XIV de Francia con Gran Bretaña, Austria, Provincias
Unidas y Portugal, que no deseaban un incremento de la hegemonía de los
Borbones en Europa.
- Una guerra civil, puesto que en España había partidarios de ambos
candidatos,
y
una
guerra
internacional,
que
desgastó
política
y
económicamente a la Francia de Luis XIV. De hecho, a partir de 1714 ya no
existió una potencia que dominara claramente en Europa.
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Se luchó en varios frentes: en los Países Bajos, Alemania, Italia, España y los mares.
En los tres primeros las derrotas borbónicas fueron sumándose una tras otra; solo en
España Felipe de Borbón lograba triunfos, aunque con dificultades ya que en 1704, los
ingleses se apoderaron de Gibraltar y poco después también de la isla de Menorca.
También los territorios de la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca)
se pusieron al lado del archiduque Carlos de Austria, mientras en Castilla la población
siempre apoyó al nuevo monarca.
En 1707 tuvo lugar una batalla decisiva, la de Almansa, con la que Felipe de Anjou
conquistó Valencia. Después cayó Aragón y, por último, Cataluña, donde Barcelona
resistió sola hasta 1714. La guerra internacional finalizó con la firma entre España e
Inglaterra de la Paz de Utrecht (1713). Felipe de Anjou fue reconocido como rey de
España y las Indias. Gran Bretaña consiguió los territorios de Gibraltar, Menorca y
concesiones coloniales como el monopolio del comercio de esclavos negros y navíos de
permiso (una vez al año un navío británico de 500 toneladas de capacidad podía
comerciar con la América española). Austria se apoderó de los Países Bajos, Milán y
Nápoles.
2.2. Los Decretos de Nueva Planta
Felipe V de Borbón logró la centralización política y unificación administrativa,
basada en el modelo de Castilla (centralista y más favorable al absolutismo) conforme
las armas borbónicas ocupaban los reinos de la Corona de Aragón. Sólo Navarra, las
Provincias Vascongadas y el valle de Arán (conocidas como provincias exentas), que
demostraron fidelidad al nuevo rey durante la guerra, conservaron sus fueros y sus
instituciones forales tradicionales.
Los Decretos de Nueva Planta son las disposiciones promulgadas por Felipe V entre
1711 y 1715 (en Valencia, Aragón, Mallorca y Cataluña) con los que se pone fin al
sistema de gobierno establecido en época de los Reyes Católicos basado en el respeto
a las tradiciones jurídicas de cada territorio de la Corona. Las reformas afectan al
gobierno, la administración de justicia, el ordenamiento jurídico y la administración
financiera de sus territorios.
La figura del virrey fue sustituida por la del Capitán General; se reformaron las
Audiencias, tribunales de justicia; se suprimió el “privilegio de extranjería” con lo que
todos los españoles eran admitidos a todos los cargos; se disolvieron las Cortes de
cada reino y se concedió a algunas poblaciones el derecho de asistir a las cortes de
Castilla, que se transformaron en las Cortes de España; y por último, se suprimieron
las fronteras y aduanas interiores.
Los decretos de Nueva Planta fueron acompañados del establecimiento de nuevos
impuestos y de la aplicación de medidas de represión cultural y lingüístico imponiendo
el uso del castellano.
En Aragón el apoyo de un sector de los aragoneses al
archiduque Carlos de Austria sirvió de excusa para la
promulgación de un primer decreto en 1707 por el cual
Aragón dejaba de existir como reino con sus órganos
administrativos independientes convirtiéndose en una
provincia más de la administración borbónica; y se
abolían los fueros aragoneses, uniformándose en todo
con las leyes y gobierno de Castilla.
La recuperación de Aragón por el archiduque Carlos tras
la batalla de Zaragoza en 1710 supuso la restauración
de los Fueros e instituciones del reino. Pero tras la
definitiva instauración borbónica en Aragón en 1711 se
confirmarán los Decretos de Nueva Planta y por tanto, entre otras medidas: cesan el
Justicia de Aragón y su tribunal, las Cortes aragonesas, el Consejo de Aragón y la
Diputación del Reino; el gobierno se militariza y el virrey es sustituido por el capitán
general, que, además del mando militar, es presidente de la Audiencia; y los fueros
aragoneses
quedan
efectuados por el rey.
abolidos
y
todos
los
nombramientos
administrativos
son
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Considerando haber perdido los reinos de Aragón y Valencia, y todos sus habitantes, por la rebelión que cometieron, faltando
enteramente al juramento de fidelidad que me hicieron como a su legítimo Rey y Señor, todos los fueros, privilegios, exenciones y
libertades que gozaban y que con tan liberal mano se les habían concedido, así por mí como por los reyes mis predecesores, (...)
añadiéndose ahora la circunstancia del derecho de conquista que de ellos han hecho últimamente mis armas con el motivo de su
rebelión, y considerando también que uno de los principales atributos de la soberanía es la imposición y derogación de las leyes (...) He
juzgado conveniente, así por esto como por mi deseo de reducir todos mis reinos de España a la uniformidad de unas mismas leyes,
usos, costumbres y tribunales, gobernándose igualmente todos por las leyes de Castilla, tan loables y plausibles en todo el Universo,
abolir y derogar enteramente todos los referidos fueros y privilegios (...) hasta aquí observados en los referidos reinos de Aragón y
Valencia, siendo mi voluntad que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla y al uso, práctica y forma de gobierno que se tienen y se han
tenido en ellas y en sus tribunales sin diferencia alguna en nada, pudiendo obtener por esta razón igualmente mis fidelísimos vasallos
los castellanos, oficios y empleos en Aragón y Valencia de la misma manera que los aragoneses y valencianos han de poder en adelante
gozarlos en Castilla sin ninguna distinción.
Primer Decreto de Nueva Planta. 29 de junio de 1707
Similares documentos, también conocidos como Decretos de Nueva Planta, o nueva
organización, fueron publicados en la Corona de Castilla para la reordenación de las
Reales
Audiencias
y
Reales
chancillerías,
ahora
organizados
en
provincias
e
intendencias, y sobre la planta de algunos Consejos (de Estado, de Castilla, de
Hacienda y de Indias, y de Guerra), aunque no desaparecerán hasta la Constitución de
1812.
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2.3. Los primeros Borbones: Felipe V, Luis I y Fernando VI.
Felipe V de Borbón (1683-1746) reinó desde 1700 hasta su muerte en 1746, con una
breve interrupción en 1724 por causa de la abdicación en su hijo de diecisiete años de
edad Luis I (fallecido prematuramente de viruela ese mismo año) A su muerte, le
sucedió el cuarto hijo de su primer matrimonio, Fernando VI (1746-1759) Y a él, su
hermano Carlos III (1759-1788)
La familia de Felipe V, por Van Loo
(1743)
En eje central del cuadro
la reina
consorte Isabel de Farnesio, sentada y
cómodamente apoyada en un cojín de
terciopelo carmesí en el que están
bordados con hilo de oro castillos y
leones. A su derecha su esposo Felipe
V, también sentado, y en pié, Felipe
Príncipe de Asturias (futuro Fernando
VI) acompañado de su esposa, María
Bárbara de Braganza, y la Princesa del
Brasil, María Ana Victoria, casada
desde 1729. Entre los Reyes, el Infante
Don Luis. Y a partir de la Reina, de
izquierda a derecha, los Duques de
Parma, las Infantas María Teresa y
María Antonia y, finalmente, los Reyes
de Nápoles, María Amalia y Carlos, rey
de Nápoles (futuro Carlos III), futuros
sucesores en el trono de España. En el
suelo juegan dos niñas con un perro,
10
En materia de política interior, la instauración de la dinastía borbónica en el siglo
XVIII supuso un cambio radical que se vio reflejado en numerosas reformas políticas,
económicas y sociales:
- Las reformas políticas
administrativa
encaminadas a la centralización política y la uniformidad
y, en consecuencia, a la eliminación de los antiguos fueros e
instituciones de la Corona de Aragón (Decretos de Nueva Planta)
- Las reformas económicas de la época de Felipe V se centran en medidas de
carácter mercantilista basadas en el proteccionismo estatal (se fijan aranceles a las
importaciones de seda y algodón), el impulso del comercio (se suprimen las aduanas
interiores; con el comercio con América se estableció el monopolio de Cádiz, un
sistema de flotas y la creación de compañías especializadas de comercio) y de la
industria nacional con aportación de capital y técnicos extranjeros (fábricas de paños,
industria sedera y textil en general, e industrias metalúrgicas).
Con Fernando VI, se pretendió acabar con el monopolio de las Indias apoyando a los
navíos de registro frente al sistema de flotas y favoreciendo a compañías comerciales
privilegiadas que obtuvieron la concesión de comercio con zonas de América concretas
(por ejemplo la Compañía Guipuzcoana de Caracas); se incrementó el presupuesto y
amplió la capacidad de los astilleros de Cádiz, Ferrol, Cartagena, y La Habana, para
modernizar la marina.
En Hacienda hubo intentos de reforma desde 1736 pero era necesario la evaluación
previa de la riqueza y el conocimiento de ingresos en las zonas a implantar
(denominadas catastros). El primer intento lo llevó a cabo Patiño en Cataluña. Pero
será el Marques de la Ensenada quien llevó a cabo un proyecto para la reforma de la
Hacienda castellana con el objetivo de reducir los impuestos a una única contribución
proporcional a la riqueza (1749). Para ello llevó a cabo la elaboración de un catastro
(1749-50), que supuso un gran coste y laboriosidad (Libros maestros, Respuestas
generales y Resúmenes por reinos y provincias). Nunca se pudo aplicar esta reforma y
finalmente se abandonó debido a las presiones y protestas.
- Las reformas sociales en el siglo XVIII no afectaron al sistema de sociedad del
Antiguo Régimen, aunque los intentos de reforma fiscal amenazaron a la nobleza y
clero, y el regalismo borbónico. Las relaciones con la Iglesia, que fueron muy tensas
desde los inicios del reinado de Felipe V, a causa del reconocimiento del archiduque
Carlos de Austria como rey de España por el Papa. Se mantuvo una política regalista
que perseguía tanto el objetivo fiscal como político y cuyo logro decisivo fue el
Concordato de 1753. Por éste se obtuvo del papa Benedicto XIV, el derecho de
Patronato Universal, que supuso importantes beneficios económicos a la Corona y un
gran control sobre el clero.
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- Las reformas educativas y culturales: Durante el reinado de Felipe V, el control
de la educación pasó a manos del Estado. La instrucción también fue objeto de
reforma; la enseñanza primaria siguió en manos de las órdenes religiosas ante la falta
de profesorado competente. Sin embargo, la educación universitaria fue reformada a
fondo. Creación de academias científicas, colegios superiores y sistema de becas. Se
crearon nuevas instituciones de educación superior llamadas “colegios mayores”, que
eran administrados por el Estado, como el Colegio de Minería Las academias científicas
completaron las reformas en este campo. Fernando VI, por su parte, creó la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1752.
La política exterior durante el siglo XVIII se vio determinada durante el reinado de
Felipe V por la Guerra de Sucesión y el Tratado de Utrecht, en el que España perdió
sus territorios italianos. La preocupación por el comercio atlántico desencadenó
nuevos enfrentamientos con Gran Bretaña, y se llevó a cabo una política mediterránea
de nuevas relaciones con Portugal, la recuperación de ducados de Parma, Piacenza y
Guastalla en Italia para su hijo Carlos, y diversas campañas en África. Sin embargo, lo
más destacado de este período será el inicio de la política de pactos con la familia
Borbón francesa, denominados “Pactos de Familia”.
2.4. La Ilustración, primera crisis del Antiguo Régimen
La Ilustración es un movimiento ideológico y cultural que surge en Francia, y se
difunde por Europa y América, en el siglo XVIII, conocido como Siglo de Las Luces. Su
base doctrinaria, que sirvió a la burguesía para expresar claramente el modelo social
y económico que deseaba, consistía en:
- La fe absoluta en la razón (inteligencia humana) como único medio para explicar y
entender el mundo. Así los nuevos filósofos se enfrentaron a la concepción medieval
del mundo basada en la tradición y en el teocentrismo de la religión cristiana.
- La apuesta por la educación y el progreso, la defensa de la igualdad y la libertad.
- El rechazo de la superioridad de cualquier religión sobre las otras. Condenaban la
intolerancia religiosa. Voltaire fue el gran defensor de la tolerancia y la libertad de
conciencia.
En fin una religión cuyas máximas tienden a convertir a los hombres en intolerantes, a los soberanos en perseguidores, a
las personas en esclavos o rebeldes; una religión cuyos dogmas oscuros son motivo eterno de disputa; una religión cuyos
principios desalientan a los hombres y les impiden pensar en sus verdaderos intereses; tal religión, digo, es destructiva
para toda la sociedad.
Holbach. El cristianismo desvelado
Apoyándose en estos principios básicos, los ilustrados profundizaron y reflexionaron
sobre los pilares fundamentales del Antiguo Régimen:
- La sociedad estamental. Se opusieron claramente a un sistema que organizaba la
sociedad basándose en la pertenencia a un grupo social por nacimiento. Defendieron
la movilidad social, la igualdad de origen y el mérito según valía y la inteligencia de
cada uno.
- El poder económico. Las nuevas ideas procedían de los llamados fisiócratas, como
Quesnay,
y
de
toda
corriente
del
liberalismo
económico
inglés
(Escuela
de
Manchester). Se opusieron al mercantilismo y lucharon contra toda reglamentación y
defendieron la libertad económica.
- El poder político. La ilustración criticó sin piedad el absolutismo imperante y
configuró las bases de una nueva doctrina política que conocemos con el nombre de
liberalismo. Basándose en las ideas preconizadas en el siglo XVII por el pensador
inglés Locke, defendieron la necesidad de un contrato entre gobernantes y
gobernados, que garantizase los derechos básicos del individuo. Montesquieu, planteó
la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y Rousseau, defendió el
principio de soberanía popular expresada con el voto libre y consentido.
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Si se busca en qué consiste el bien más preciado de todos, que ha de ser objeto de toda legislación, se encontrará que todo se reduce a
dos cuestiones principales: la libertad y la igualdad, sin la cual la libertad no puede existir. Renunciar a la libertad es renunciar a ser
hombre, a los derechos y a los deberes de la humanidad. La verdadera igualdad no reside en el hecho de que la riqueza sea
absolutamente la misma para todos, sino que ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro y que no sea tan pobre
como para verse forzado a venderse. Esta igualdad, se dice, no puede existir en la práctica. Pero si el abuso es inevitable, ¿quiere eso
decir que hemos de renunciar forzosamente a regularlo? Como, precisamente, la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la
igualdad, hay que hacer que la fuerza de la legislación tienda siempre a mantenerla.
Jean-Jacques Rousseau. El contrato social. 1762
Los ilustrados son reformistas: para conseguir la evolución de la sociedad y la mejora
del ser humano, los ilustrados proponen llevar a cabo una serie de reformas llevadas a
cabo por gobiernos y reyes, con los que se relacionan. La Ilustración llega a influir en
la política de la época a través del Despotismo ilustrado, una idea política en la que
el rey, como en el absolutismo, sigue mantieniendo el poder absoluto y el pueblo no
tiene ninguna capacidad de decisión. Aún así, los monarcas buscan ahora el
crecimiento económico, la mejora de las condiciones de vida de sus súbditos y la
extensión de la educación a través de políticas reformistas. Se puede resumir en la
cita "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo".
Es preciso que un gobierno bien dirigido tenga un sistema tal que todas las medidas tomadas sean bien tomadas y que las finanzas, la
política y la milicia concurran a un mismo objetivo, que es el robustecimiento del Estado y el acrecentamiento de su poder. Ya que un
sistema no puede emanar más que de una cabeza, la voluptuosidad o la imbecilidad son las causas que impiden a los príncipes trabajar
en el noble empleo de logra la felicidad de sus súbditos.
Federico II de Prusia (1712-1786)
La introducción y difusión en España de las nuevas ideas ilustradas fue lenta y
difícil.
La
ausencia
de
amplios
grupos
burgueses,
el
anquilosamiento
y
conservadurismo de los medios intelectuales universitarios y el enorme peso de la
Iglesia obstaculizaron la difusión de la nueva corriente de pensamiento hasta la
segunda mitad de siglo XVIII. Su extensión en España coincide con el reinado de los
Borbones, desde Felipe V hasta Carlos IV, aunque especialmente con el reinado de
Carlos III (1759-1788).
Los ilustrados españoles como Feijoo, Campomanes, Cadalso, Jovellanos, Aranda,
Floridablanca, Olavide, Capmany o Cabarrús, presentan características propias de la
Ilustración:
- Fueron un grupo reducido de intelectuales formado por nobles, funcionarios,
burgueses y clérigos, trabajaban para la administración del Estado y dirigían las
actividades industriales y comerciales.
- Se esforzaron por hacer compatible la “razón” y la “crítica” con la tradición cristiana,
como el padre Feijoo y Jovellanos.
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- En sus escritos reflejaban las preocupaciones ilustradas y propusieron reformas con
el objetivo de superar el retraso económico del país y la pervivencia de una
organización social anticuada y anquilosada.
- Muestran un especial interés por la educación y la economía. Eran partidarios de la
cultura y una total renovación de la enseñanza, desde los estudios primarios hasta la
universidad, y potenciar las “ciencias útiles” y prácticas, incluso defendieron la
dignidad de los oficios mecánicos (fin de la deshonra legal del trabajo). En cuanto a la
economía eran conscientes de que el atraso del país radicaba en la gran cantidad de
tierras amortizadas en manos de la nobleza y el clero, del excesivo control sobre las
actividades económicas y del desconocimiento de las nuevas técnicas e inventos,
aplicados ya en otros países como Gran Bretaña u Holanda.
Tales son, Señor, los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes oponen al progreso del cultivo, y tales los medios que en
dictamen de la Sociedad son necesarios para dar mayor impulso al interés de sus agentes, y para levantar la agricultura a la mayor
prosperidad. Los medios que propone la sociedad piden un esfuerzo tanto más vigoroso cuanto que su aplicación debe ser simultánea,
so pena de exponerse a mayores daños. La venta de las tierras comunales llevaría a manos muertas una enorme proporción de
propiedad, si la ley de amortización no precaviese ese mal. Sin esta ley la prohibición de vincular y la disolución de los pequeños
mayorazgos sepultarían insensiblemente en la amortización eclesiástica aquella inmensa cantidad de bienes que la amortización civil
salvó de su abismo. ¿De qué servirían los cerramientos si subsisten el sistema de protección parcial y los privilegios de la ganadería? ¿De
qué la construcción de canales de riego si no se autorizan los cercamientos? La construcción de puertos reclama la de caminos; la de
caminos, la libre circulación de frutos y esta circulación un sistema de contribuciones compatible con los derechos de la propiedad y
con la libertad de cultivo. Dígnese, pues, Vuestra Alteza a derogar de un golpe las bárbaras leyes que condenan a perpetua esterilidad
tantas tierras comunes; las que exponen la propiedad particular al cebo de la codicia y de la ociosidad; las que prefiriendo a las ovejas
a los hombre, han cuidado más de las lanas que los visten que de los granos que los alimentan; las que estancando la propiedad privada
en las eternas manos de pocos cuerpos y familias poderosas, encareciendo la propiedad libre y sus productos, y las que alejan de ella
los capitales y la industria de la Nación; las que obran en mismo efecto encadenando la libre contratación de los frutos, y las que
gravándolos directamente en su consumo, reúnen todos los grados de funesta influencia. Instruya Vuestra Alteza a la clase propietaria
en aquellos útiles conocimientos sobre la prosperidad de los Estados y perfeccione en la clase laboriosa el instrumento de su
instrucción. Por último, luche Vuestra Alteza con la naturaleza y, si puede decirse así, oblíguela a ayudar los esfuerzos del interés
individual o, por lo menos, a no frustrarlos.
Gaspar Melchor de Jovellanos, Informe sobre la ley agraria (1794)
El interés por la educación y el progreso científico se concretó en la creación de
nuevas instituciones de enseñanza secundaria (Reales Estudios de San Isidro), de
enseñanza superior (Colegio de Cirugía, Escuela de Mineralogía, Escuela de Ingenieros
de Caminos) y en la reforma de las Universidades y de los Colegios Mayores. Durante
este período se crearon también las principales Academias, instrumento de difusión de
las luces, y se establecieron la Real Academia de la Lengua, Medicina, Historia, Bellas
Artes de San Fernando, y, junto a ellas, el Jardín Botánico y el Gabinete de Historia
Natural. Y se crearon las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País,
organismos no estatales preocupadas por la difusión de las “ciencias útiles” y el
desarrollo económico en el ámbito regional y local. También fruto de ese interés fueron
los numerosos proyectos de obras públicas realizados durante el reinado de Carlos III,
entre los que destacan dos de ellos: el Canal Imperial de Aragón y el Canal de Castilla.
14
También se desarrolló la literatura didáctica y crítica, el género de la fábula, la prensa
y las revistas literarias y científicas.
Con todo, las ideas ilustradas reformadoras chocaron con los principios en los que se
basaba
el
Antiguo
Régimen:
economía
señorial,
predominio
de
los
grupos
estamentales privilegiados y autoridad del rey. A lo que hay que añadir que el tribunal
de la Inquisición también perseguía cualquier desviación de la ortodoxia católica y la
mayoría del pueblo era reacia, en principio, a cualquier cambio.
2.5. Carlos III (1759-1788)
Carlos VII de Nápoles y de Sicilia accedió al trono tras la muerte de su hermano
Fernando VI sin descendencia. Fue conocido popularmente como “el mejor alcalde de
Madrid” por su labor urbanística en la capital del reino. Su reinado está unido a
múltiples reformas, por lo que es considerado como un ejemplo del despotismo
ilustrado, entendido como el intento de hacer compatibles el principio de autoridad del
absolutismo con la idea de progreso, racionalización y modernización de la Ilustración.
Para llevar a cabo sus reformas, Carlos III se sirvió de un grupo de ilustrados que
participaron en su administración (Conde de Aranda, Floridablanca, Jovellanos,
Olavide) y contó con varios secretarios (ministros) destacados como Leopoldo de
Gregorio, marqués de Esquilache, Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, y
José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca.
Entre las reformas ilustradas de Carlos III tenemos que citar:
- Las reformas en la Agricultura: el principal problema para el desarrollo de la
agricultura era el régimen de propiedad de la tierra, es decir, el desigual reparto de
ésta. Para aumentar la disponibilidad de tierras había que desvincular y desamortizar
una gran cantidad de tierras de “manos muertas”, es decir, en manos de los
mayorazgos, iglesia, y municipios (bienes de propios y comunales). Esto era
prácticamente imposible pues hubiera supuesto destruir las bases del orden social
estamental que sustentaba el Absolutismo. Las medidas fueron, por tanto, más
limitadas y muy poco eficaces. Así, Carlos III mandó colonizar nuevas tierras en Sierra
Morena (La Carolina, etc.) y fomentó un nuevo proyecto de Ley Agraria (Informe de
Ley Agraria que redactó Jovellanos en 1794 a partir del “Expediente general de ley
agraria”, donde proponía distintas medidas de reforma, como introducir la iniciativa
individual o limitar la propiedad amortizada)
15
Carlos III entregando las tierras a los colonos de Sierra Morena,
por José Alonso de Rivero (1805)
El proyecto de repoblar Sierra Morena y otros lugares entre
Córdoba y Sevilla, fue iniciado en 1767 tras decretar en 1761 la
construcción
de
la
carretera
general
de
Andalucía
por
Despeñaperros. La capitalidad de estas Nuevas Poblaciones se
estableció en La Carolina (Jaén). Se acuerda el asentamiento de
colonos provenientes de Alemania y Flandes, aunque también
llegaron franceses, suizos e italianos, que al poco tiempo fueron
siendo sustituidos por peninsulares levantinos. Se aplicó el
Fuero de Población de Andalucía y Sierra Morena que regulaba
aspectos de la vida económica y social de los colonos: los lotes
de tierra (alrededor de 50 fanegas de secano y regadío), el
número de cabezas de ganado, las distancias entre pueblos, etc.
16
- Las reformas en la industria y artesanía tuvieron un alcance desigual. Por un lado se
fomentaron la Manufacturas Reales (como en Francia) como la real Fábrica de Tapices
de San Fernando, pero éstas sólo afectaban a productos de lujo. Más importantes
fueron las reformas en los astilleros que permitieron convertir a España en la tercera
potencia marítima después de Inglaterra y Francia.
- Las reformas en el comercio fueron las medidas más efectivas. Se decretó la libertad
de comercio con América para todos los súbditos de la Monarquía. La libertad de
comercio incentivó el comercio con América, y liberalizó el comercio de granos
abaratando los alimentos.
- Una de las manifestaciones más espectaculares del Despotismo Ilustrado en España
fue la de las Obras públicas como el Canal de Castilla y el canal Imperial de Aragón,
promovido por el ilustrado aragonés Ramón de Pignatelli. Así como mejorar las vías de
comunicación interior.
- También destaca la reforma de la enseñanza primaria, media y universitaria.
- Respecto a las colonias americanas, aunque se respetó parte de administración de
los Austrias (virreinatos, audiencias, corregimientos) se aumentó de dos a cuatro el
número de virreinatos (Nueva España, Perú, Nueva Granada y El Río de la Plata); y se
eliminó el Consejo de Indias y la Casa de Contratación. A partir de 1764 se
extendieron las intendencias a América. La reforma administrativa de América
permitía un control más estrecho de este territorio.
Carlos III tuvo que hacer frente a situaciones difíciles como el motín de Esquilache,
tumultos que se iniciaron en Madrid y se propagaron a otros lugares de España. Su
detonante fue la decisión del marqués de Esquilache, ministro real, de reformar la
tradicional indumentaria de capa larga y sombrero ancho. Los amotinados exigieron la
destitución de los ministros extranjeros y la reducción del precio de los alimentos. El
monarca dio marcha atrás a sus decretos y desterró a Esquilache. Una investigación
echó la culpa a los jesuitas, que fueron expulsados de España y de América (1767). En
la actualidad, se cree que detrás del motín había intereses de grupos privilegiados,
dispuestos a lanzar al pueblo a la calle con la intención de frenar una política de 17
reformas que afectaba a sus privilegios.
La agricultura clama por una ley agraria y, sin embargo, de lo ejecutivo de la enfermedad van ya pasados diecinueve años en consultas,
y es de creer que la receta saldrá después de la muerte del enfermo; los abogados cunden como las hormigas, y los pleitos se aumentan
a proporción de los abogados; la libertad civil gime en una mísera esclavitud y los ciudadanos no tienen ninguna representación.
Las capellanías, obras pías y mayorazgos crecen como la mala hierba, y es de temer no quede un palmo de tierra libre en el reino; a
cualquiera le es permitido encadenar sus bienes y cargarlos para siempre jamás; la mayor parte de las fincas están en manos muertas.
El todo de las contribuciones de los pueblos, es decir, las contribuciones reales, eclesiásticas y dominicales, sin contar con las que
pagamos al extranjero en la balanza del comercio, pasan de dos mil millones, cantidad asombrosa, cuyo mayor peso carga sobre un
millón escaso de agricultores medianos; los holgazanes, los que no trabajan en cosa que pueda aumentar la masa de la riqueza
nacional, son más de seis millones, de los nueve y medio en que se regula nuestra población, El Erario está empeñado, y si no se le
aligeran las cargas, cada día lo estará más; la suprema autoridad está repartida en una multitud de consejos, juntas y tribunales, que
todos obran sin noticia unos de otros, y así que uno manda otro lo desmanda y todo a nombre del Rey;
Yo comparo nuestra monarquía en el estado presente a una casa vieja sostenida a fuerza de remiendos, que los mismos materiales con
que se pretende componer un lado, derriban el otro, y solo se puede enmendar echándola a tierra y reedificándola de nuevo, lo cual en
la nuestra es moralmente imposible, pues como un día me dijo el señor conde de Floridablanca: “Para hacer cada cosa buena es
necesario deshacer cuatrocientas malas.
LEON DE ARROYAL, Cartas político-económicas al
Conde de Lerena, carta I (26 de enero de 1786)
En política exterior, Carlos III continuó con la alianza francesa. Así, en la guerra de
independencia de los Estados Unidos (1776-1783), intervino junto a Francia contra
Gran Bretaña en apoyo a la emancipación de las trece colonias británicas. El Tratado
de Versalles de 1783 puso fin a la guerra: España recuperó Florida, los territorios del
golfo de México, y Menorca aunque no pudo hacer lo mismo con Gibraltar. La postura
tomada creó un precedente para la emancipación de las colonias españolas en el siglo
XIX. El Conde de Aranda avisó al rey Carlos III de los peligros de esta ayuda a los
independentistas americanos.
Que V.M se desprenda de todas las posesiones del continente de América, quedándose únicamente con las islas de Cuba
y Puerto Rico en la parte septentrional y algunas que más convengan en la meridional, con el fin de que ellas sirvan de
escala o depósito para el comercio español. Para verificar este vasto pensamiento de un modo conveniente a la España
se deben colocar tres infantes en América: el uno de Rey de México, el otro de Perú y el otro de lo restante de Tierra
Firme, tomando VM el título de Emperador. (…)
Recomendación del Conde de Aranda a Carlos III. 1783
18
II. EL REINADO DE CARLOS IV (1788-1808)
Carlos IV, hijo y sucesor de Carlos III, llega al poder en 1788, un
año antes del estallido de la Revolución francesa. Intentó continuar
la política reformista moderada anterior. No obstante, carecía de la
personalidad de su padre y tuvo que hacer frente a una coyuntura
política convulsa. Su reinado marca el inicio de la llamada “crisis
del Antiguo Régimen” y está marcado por:
- El gobierno del valido Manuel de Godoy, aunque al principio trató de mantener el
equipo político anterior confiando en el conde de Floridablanca y el conde de
Aranda.
- La
influencia
de
la
Revolución
francesa
(1789-1795).
El
proceso
revolucionario dividió incluso a los partidarios de la Ilustración. Algunos
moderaron sus ideas, aterrados pro las noticias que llegaban. Así Floridablanca
estableció una dura censura sobre los libros y folletos procedentes de Francia,
encargando este trabajo a la Inquisición, y sometió a vigilancia a los franceses
residentes en España. Otros intelectuales, se radicalizaron.
- La reanudación de la tradicional alianza con Francia frente a Reino Unido tras
el paréntesis de la guerra (1795-1808)
- Los graves problemas de la Hacienda, debido en parte a los ingentes gastos de
guerras. Los recursos extraordinarios aportados por las Indias no llegaban con
regularidad a causa del bloqueo naval impuesto por el Reino Unido. Para financiar
la deuda pública, se emitió una mayor cantidad de vales reales, lo que hizo caer
su valor y aumentó la inflación. Godoy se vio obligado a buscar nuevas fuentes de
financiación. Para ello, en 1898 creó una Caja de Amortización en la que se
ingresarían todas las rentas destinadas a afrontar los préstamos al Estado y los
intereses originados por los vales reales. A fin de obtener nuevas rentas, el Estado
se apropió de bienes de la Iglesia (hospitales, casas de beneficencia) y los vendió.
El importe resultante se empleó para hacer frente al pago de las deudas. Esta
medida dio origen a la desamortización. Pese a todo, la situación de la Hacienda
estatal siguió siendo crítica.
- Un gran malestar social, ocasionado por el estallido de varias epidemias (como
las de fiebre amarilla y cólera en Andalucía, entre 1800 y 1804) y de varios
motines de subsistencias (por la carestía y las subidas del precio del pan). A todo
ello se unió los problemas económicos generados por el bloque británico y una
inflación generalizada que deterioró el nivel de vida de los grupos sociales más
populares. Algunas actividades, como la manufactura textil catalana, sufrieron una
grave crisis; en otros puntos de España se incrementaron los pleitos contra los
privilegios señoriales y las revueltas contra los diezmos. El desmantelamiento de
la red de beneficencia de la Iglesia, debido a la desamortización, empeoró la
situación de los más necesitados.
19
- Una creciente oposición política suscitada por Godoy. Por un lado, los enemigos
del absolutismo, partidarios de una constitución o ley fundamental que limitara el
poder del rey y que instaurara una república. Este grupo fue sumamente débil y
organizó, sin éxito, varias conspiraciones. Por otro lado, los defensores de una
mayor participación de la aristocracia en el poder, de la moderación de los ataques
contra el clero y de la salida de Godoy del Gobierno. Este grupo era mucho más
numeroso, ya que reunía a aristócratas, clero e ilustrados marginados por el
monarca; este grupo estaba liderado por el heredero y príncipe de Asturias,
Fernando, quien, junto con sus partidarios, difundió todo tipo de rumores contra
los reyes y su valido e incluso urdió varias conspiraciones: la del Escorial (octubre
de 1807) fue descubierta por Godoy y fracasó; la segunda, el motín de
Aranjuez, sin embargo, sí que resultó un éxito.
1. Los primeros años del
reinado: El ministro Godoy y
las relaciones con Francia
En noviembre de 1792 caía el conde
de Aranda para ser sustituido por
Godoy. Dirigirá los destinos de España
entre 1792 y 1808, excepto entre
20
1798 y 1800. Tuvo siempre en contra
tanto a los nobles de la Corte como a
los simpatizantes de la revolución, y su largo valimiento terminó creando tensiones
hasta dentro de la misma familia real.
Con motivo de haber dado noticia a la vía reservada de Hacienda de los Administradores de las Aduanas de Sevilla, Cádiz y Ágreda de
haber llegado a ellas varias remesas de libros franceses (...) he resuelto (...):
1. Que todas las brochuras o papeles impresos o manuscritos que traten de las revoluciones y nueva constitución de la Francia desde su
principio hasta ahora, luego que lleguen a las Aduanas, se remitan por los Administradores de ellas directamente al Ministerio de Estado
(...).
2. Que los abanicos, cajas, cintas y otras maniobras que tengan alusión a los mismos asuntos, se remitan al Ministerio de Hacienda, que
dispondrá se les quiten las tales alusiones, antes de entregarlas a sus dueños.
3. Que todos los libros en lengua francesa que lleguen a las Aduanas de las fronteras y puertos con destino a Madrid, se remitan al
Gobernador del Consejo, para que haciéndolos reconocer, se dé el pase a los que fueren corrientes, deteniendo los sediciosos, y que
traten de las revoluciones de Francia.
Real Orden del 15 de julio y cédula del Consejo del 22 de agosto de 1792
España se sumó a la guerra general contra Francia una vez que la guillotina acabó con
la vida del rey Luis XVI (enero de 1793). Es la llamada Guerra de la Convención,
por ser la Convención el órgano de gobierno de la Francia revolucionaria en esos
momentos. Se diferencian dos etapas: en la primera, las tropas españolas, al mando
del general Antonio Ricardos, invaden el Rosellón y obtienen algunas victorias a pesar
de una desorganización evidente. La segunda es la rápida reacción francesa y la
elevada moral de los ejércitos revolucionarios, que dan la vuelta a la situación y los
franceses toman Gerona, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Navarra, volviéndose apurada la
situación para los españoles. En julio de 1795 se firma la paz de Basilea, por la que
España perdía la parte española (la oriental) de la isla de Santo Domingo.
2. La alianza con Francia y el desastre de Trafalgar
España retornó a la tradicional alianza con Francia frente al Reino Unido. Este
acercamiento fue promovido por el propio Godoy y desembocó en una serie de
tratados que aislaban a España del resto de Europa. Mientras las monarquías europeas
se enfrentaban a los gobiernos franceses, España suscribía los tratados de San
Ildefonso y el tratado de Fointanebleau. Con ellos, la monarquía española se convertía
en un satélite del Estado francés y ponía a disposición de éste sus recursos
económicos y militares.
Los resultados del primer tratado de San Ildefonso (1796) fueron desastrosos para
España, ya que los británicos la sometieron a un bloqueo marítimo (1796) que
perjudicó el comercio y las comunicaciones con América. La primera derrota de la flota
española ante la inglesa se produjo en la batalla del cabo de San Vicente (1779).
Entre tanto la situación económica era desastrosa: malas cosechas, hambre y un
riesgo de bancarrota para las finanzas reales. Todo ello se intentó solucionar con una
subida de impuestos (lo que motivó que aumentara el descontento contra Godoy) y
con la primera desamortización de bienes de la iglesia, aprobada en 1798,
destinando su importe a cubrir los gastos de la deuda pública.
Desde 1799 regía los destinos de Francia Napoleón Bonaparte quien consideró a
España como una pieza al servicio de los intereses de Francia y supo aprovecharse de
la debilidad de la monarquía española. Por ello, firma con España el segundo tratado
de San Ildefonso (1800) por el que España debía declarar la guerra a Portugal
(aliada a Inglaterra). La guerra, conocida con el nombre de Guerra de las Naranjas,
finalizó con el triunfo español y dio a España la plaza portuguesa de Olivenza (1801).
Al reanudarse las hostilidades entre Inglaterra y Francia, Napoleón se dispuso a hacer
uso de las fuerzas navales de España para, unidas a las francesas, realizar su gran
sueño de invasión de Inglaterra. Sin embargo, la balanza se inclinó a favor de
Inglaterra, con la victoria de la escuadra dirigida por el almirante Nelson, sobre la
franco-española en la batalla de Trafalgar (1805) frente a las costas de Cádiz.
España se quedaría en gran medida sin flota, y las colonias españolas de América se
quedarían incomunicadas. Inglaterra se encargó de bloquear el comercio con América,
mientras la Real Hacienda veía reducir la llegada de los tesoros americanos.
Estos fracasos aumentaron la impopularidad de Godoy, cada vez más dependiente del
gobierno francés.
21
3. El final del reinado de Carlos IV. El motín de Aranjuez y la
caída de Godoy
Victorioso Napoleón en el continente (triunfo sobre Austria y Prusia), decidió rendir a
Gran Bretaña a través del decreto de bloqueo continental (noviembre de 1806) por el
que se prohibía todo comercio del continente europeo con Inglaterra. Para hacer
efectivo el bloqueo en Portugal, aliado de Inglaterra, Napoleón firmó con España el
tratado de Fontainebleau (octubre de 1807), por el que se autorizaba al ejército
francés a atravesar España camino de Portugal. A su vez, se incorporaba un tratado
secreto de partición de Portugal, una parte sería para Francia, otra para España y una
tercera sería un principado personal en la zona del Algarve portugués para Godoy.
Art. 1º La provincia de Entre Duero y Miño con la ciudad de Oporto se dará en toda propiedad y soberanía a S.M. el rey
de Etruria con el título de Rey de la Lusitania Septentrional.
Art. 2º La provincia de Alentejo y el reino de los Algarbes, se darán en toda propiedad y soberanía al Príncipe de la Paz,
para que las disfrute con el título de Príncipe de los Algarves.
[...] Art. 11º S.M. el Emperador de los franceses sale garante a S.M. el rey de España de la posesión de sus estados del
continente de Europa situados a mediodía de los Pirineos.
Convención secreta anexa
Art. I. Un cuerpo de tropas imperiales francesas de veinte y cinco mil hombres de infantería, y de tres mil hombres de
caballería entrará en España y marchará en derechura a Lisboa: se reunirá a este cuerpo otro de ocho mil hombres de
infantería y de tres mil de caballería de tropas españolas con treinta piezas de artillería.
Art. II. Al mismo tiempo una división de tropas españolas de diez mil hombres tomará posesión de la provincia de Entre
Miño y Duero y de la ciudad de aporto; y otra división de seis mil hombres, compuesta igualmente de tropas españolas
tomará posesión de la provincia de Alentejo y del reino de los Algarves.
Art. III. Las tropas francesas serán alimentadas y mantenidas por la España, y sus sueldos pagados por la Francia
durante todo el tiempo de su tránsito por España.
[...] Art. VI. Un nuevo cuerpo de cuarenta mil hombres de tropas francesas se reunirán en Bayona, a más tardar el 20 de
noviembre próximo [...]. Este nuevo cuerpo no entrará sin embargo en España, hasta que las dos Altas Potencias
contratantes se hayan puesto de acuerdo a este efecto.
[...] Hecho en Fontainebleau, a 27 de octubre de 1807. Duroc-Izquierdo.
Artículos del tratado de Fontainebleau y convención secreta anexa (1807)
Aunque se había permitido que un cuerpo de ejército francés de 28.000 hombres
cruzara los Pirineos para invadir Portugal, en menos de cuatro meses, pasaban más de
120.000 soldados napoleónicos a las órdenes de los generales Dupont, Junot, Moncey,
Bessières y Duhesme. El 19 de noviembre de 1807 las tropas francesas entraban a
Portugal. Diez días después zarparon de Portugal las naves que transportaban a toda
la familia real portuguesa, a la totalidad del tesoro y los archivos, a la burocracia y a
los nobles de Lisboa a Brasil, la nueva sede de la monarquía de los Braganza.
Mientras, otras fuerzas se instalaban en Barcelona, Pamplona y otras plazas bajo el
pretexto de defender a España de un desembarco inglés.
La situación interior de España era favorable a los planes de Napoleón. En efecto, la
oposición a Godoy, a cuya cabeza estaba el mismo príncipe de Asturias, Fernando,
22
integrada por importantes miembros de la nobleza y del clero, preparó un golpe
palaciego, el motín de Aranjuez (17-19 de marzo de 1808) que marcó el fin del
reinado de Carlos IV.
Godoy, receloso de las intenciones de Napoleón (quien había introducido tropas en la
península para conquistar Portugal), planeó trasladar a los reyes a Andalucía y
después a América. Cuando este proyecto se difundió entre la población, estalló un 23
motín en Aranjuez, localidad en la que residían el monarca y el valido durante sus
vacaciones veraniegas. Godoy fue arrestado y encarcelado y a Carlos IV se le obligó a
abdicar en su hijo Fernando, cuyos partidarios habían financiado y organizado la
revuelta.
El motín se reprodujo en Madrid, donde las casas de los simpatizantes de Godoy
fueron asaltadas por la multitud. El nuevo rey, Fernando VII, ratificó a las tropas
napoleónicas, que en ese momento estaban entrando en la capital, su alianza y
amistad. El que un monarca legítimo fuera derrocado por una revuelta popular,
liderada por su propio hijo, era un hecho sin precedentes en la historia de España y
puso de manifiesto el grado de descomposición político al que había llegado la
monarquía española.
III. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814)
El motín de Aranjuez y sus repercusiones políticas (caída de Godoy, abdicación de
Carlos IV y subida al trono de Fernando VII), obligaron a Napoleón a cambiar
rápidamente de planes: su primera intención había sido implicar a España en su
política contra Portugal y el Reino Unido; después, había planeado la anexión a Francia
de parte de España y, finalmente, tras los sucesos de marzo de 1808, decidió crear
una monarquía satélite de Francia, poniendo al frente de ella a algún miembro de su
propia familia, como ya había hecho ya en otros lugares de Europa. Este plan se
encontró, sin embargo, con una inesperada oposición armada en la península y dio
lugar a la Guerra de la Independencia.
Señor mi hermano: V.M. sabrá sin duda con pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas, y no verá con
indiferencia a un rey que, forzado a renunciar la corona, acude a ponerse en los brazos de un gran
monarca, aliado suyo, subordinándose totalmente a la disposición del único que puede darle la felicidad,
la de toda su familia y de sus fieles vasallos.
Yo no he renunciado en favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias. (...) Yo fui forzado a
renunciar, pero asegurado con plena confianza en la magnanimidad y el genio del gran hombre que
siempre ha mostrado ser amigo mío, yo he tomado la resolución de conformarme con todo lo que este
gran hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte, la de la Reina y la del Príncipe de la Paz.
Dirijo a V.M.I. Una protesta contra los sucesos de Aranjuez, y contra mi abdicación. Me entrego y
enteramente confío en el corazón y amistad de V.M. De V.M.I., su afecto hermano y amigo. Carlos.
Carta de Carlos IV a Napoleón. Marzo de 1808
1. De las abdicaciones de Bayona al inicio de la Guerra de la
Independencia
El estallido de la guerra fue provocado por las
maniobras de Napoleón. Éste atrajo a Carlos 24
IV y a Fernando VII, junto con Godoy, a
Bayona, una población francesa cercana a la
frontera con España, entre los días 21 de abril
y 10 de mayo de 1808. Una vez allí Napoleón
logró que ambos monarcas renunciaran a sus
derechos
a
la
corona
Napoleón
decidió
hermano
José
española.
entregar
Entonces
el
reino
Bonaparte
para
a
su
que
implantara en el país las necesarias reformas y
reforzara la alianza con Francia.
Mientras, en Madrid, se registraban
constantemente incidentes entre la
población y las tropas francesas, que
desde
marzo
habían
ocupado
la
ciudad y se habían convertido en los
dueños de la situación. Esta situación
desembocó en un motín popular el 2
de mayo de 1808: el detonante fue
la noticia de la salida de los miembros
de la familia real del Palacio Real de
Madrid.
La lucha tuvo carácter popular ya que
las guarniciones militares en Madrid
tenían
la
orden
de
no
intervenir
contra los franceses; solo algunos
oficiales, como los capitanes Daoiz y
Velarde desobedecieron las órdenes y
perecieron defendiendo el Parque de
Artillería de Monteleón.
El ejército francés, al mando del general
Murat,
España,
lugarteniente
de
reprimió
levantamiento
Napoleón
en
duramente
popular,
un
el
hecho
inmortalizado por Goya.
El eco de la revuelta, sin embargo, llegó a
todos los rincones de la península y
desembocó en un levantamiento general.
25
Soldados: mal aconsejado el populacho de Madrid, se ha
levantado y ha cometido asesinatos. (…) La sangre francesa vertida clama venganza. Por lo tanto, mando lo siguiente:
(…)
Art.
2.
Serán
arcabuceados
todos
cuantos
durante
la
rebelión
han
sido
presos
con
armas.
Art. 3. Todos los moradores de la corte, que anden con armas, o las conserven en su casa sin licencia especial, serán
arcabuceados (...)
Dado en nuestro cuartel general de Madrid, a 2 mayo de 1808.
General Murat. 2 de mayo de 1808
Frente a la actitud de la Junta de Gobierno que dejó Fernando VII al dirigirse a
Bayona, que abogaba por colaborar con las tropas francesas, la reacción popular fue
muy distinta. La renuncia de Fernando VII, a quien el pueblo llamó “el Deseado”, se
interpretó como impuesta por la fuerza. Así, si las altas instituciones de gobierno
acataban la autoridad francesa, otros cargos inferiores, como hizo el alcalde de
Móstoles, Andrés de Torrejón, en la tarde del día 2, promovían un llamamiento a las
armas contra los franceses. La rebelión se extendía por todas las ciudades del país.
Napoleón, en la persona de su hermano José I Bonaparte, quiso presentarse como el
regenerador del pueblo español. Para dar más fuerza a su proyecto convocó en Bayona
a un centenar de personalidades con la intención de elaborar una constitución, que
nunca estuvo vigente, y que desembocó en la aprobación del Estatuto de Bayona,
en realidad una carta otorgada, puesto que no fue realizada libremente por los
representantes de la nación. Se trataba
de una norma suprema parcialmente
reformista,
ya
que
incluía
derechos
individuales
imprenta,
libertad
de
ciertos
(libertad
industria
de
y
comercio, igualdad fiscal), pero que
reservaba al rey la práctica totalidad de
los poderes.
El rey llegó a Madrid en julio de 1808.
Fue un monarca impopular, aunque su personalidad se alejaba de la imagen que sobre
él dieron los patriotas españoles, denominándole “Pepe botella” o “el rey de copas”.
Intentó gobernar con el apoyo de los ilustrados; un grupo reducido de españoles se
puso a su lado, eran los “afrancesados”, que pensaban que el cambio dinástico era
una oportunidad para emprender un programa de reformas que el país necesitaba, sin
necesidad de pasar por experiencias revolucionarias.
La mayoría del país se puso en contra de los franceses, y, ausente Fernando VII, y
sin contar con una autoridad legítima, todo ello provocó que el pueblo asumiera la
soberanía formando Juntas Locales y luego Provinciales. Más tarde, para organizar la
resistencia y dar un gobierno central al país, constituyeron, mediante el envío de dos 26
representantes de cada una, una Junta Suprema Central. Primero residió en
Aranjuez, luego, ante el avance francés, se retiró a Sevilla y, por último, a Cádiz,
donde terminó disolviéndose (enero de 1810) pasando el poder a un Consejo de
Regencia.
2. La Guerra de la Independencia
2.1. Cambio de dinastía
La Guerra de la Independencia es un suceso complejo en el que se distinguen tres
vertientes:
En primer lugar, un conflicto internacional más amplio: la guerra no afectó
únicamente a España y a Francia, sino también a Portugal, que fue invadido por las
tropas francesas, y al Reino Unido, que envió un ejército que utilizó Portugal como
base de operaciones para combatir a los franceses. Su intervención fue decisiva para
apoyar a los españoles sublevados y, especialmente, para abastecer a Cádiz. Entre los
militares británicos que actuaron en la península destacó sir Arthur Wellesley, duque
de Wellington.
En segundo lugar, una guerra civil entre españoles: por un lado, se encontraban
los colaboracionistas o afrancesados, que colaboraron con las tropas napoleónicas,
seducidos por las ideas de nación, libertad, igualdad ante la ley, reformismo
económico y social, y modernización ilustrada surgidas de la Revolución francesa.
Entre ellos hubo un gran número de ilustrados (Goya, Fernández de Moratín, Meléndez
Valdés). Por otro lado, se encontraban los patriotas que se oponían a la ocupación
francesa, tanto entre los políticos ilustrados (Jovellanos) como entre las clases
populares, que organizaron tropas improvisadas y formaron cuadrillas armadas. Este
sector encontró el apoyo de numerosos nobles y eclesiásticos, partidarios de la
legitimidad de los Borbones y de la integridad de la Iglesia católica, amenazada por las
reformas introducidas por José I (abolición de la Inquisición, desamortización de
bienes eclesiásticos, desaparición de órdenes regulares, etc.).
En tercer lugar, una grave crisis política: la ausencia del monarca legítimo provocó
una crisis de poder y, por tanto, una grave crisis política. Como buena parte de la
Administración colaboraba con el ejército francés, se improvisó un poder político
alternativo que actuaba en nombre del rey, aunque, en realidad, lo ejercían sus
súbditos, organizados en juntas locales y provinciales, que construyeron así un nuevo
Estado. Este era un hecho auténticamente revolucionario y dio lugar a un proceso
constituyente del que surgieron las Cortes de Cádiz y las Cortes de Cádiz.
2.2. Etapas
La guerra se desarrolló en tres fases. La primera fase, de éxitos iniciales españoles,
tiene lugar entre los meses de junio y noviembre del año 1808. En el mes de junio
tuvo lugar el primer sitio de Zaragoza, cuya posesión era fundamental para controlar
la importante vía de comunicación del valle del Ebro. La ciudad aragonesa resistió
heroicamente bajo el mando del general Palafox. El hecho más destacado de esta
primera fase de la guerra fue, no obstante, la batalla de Bailén, donde un ejército
francés fue derrotado el 19 de julio por un ejército español improvisado La derrota de
Bailén tuvo una doble repercusión: estratégica y propagandística. Por primera vez era
derrotado un ejército napoleónico en campo abierto. Sus consecuencias fueron
importantes: José I abandonó Madrid y las tropas francesas se retiraron al norte del
Ebro. Napoleón, para vengar esta derrota, decidió entrar personalmente en España, al
frente de un poderoso ejército: la Grande Armée.
La segunda fase, por tanto, viene determinada por la reacción francesa. El
emperador francés, entra en Madrid, donde vuelve a colocar a su hermano. El ejército
inglés, ahora aliado, es perseguido por tropas francesas, pero pudo reembarcarse en
La Coruña (enero de 1809). Napoleón abandonaba España dejando un fuerte ejército
bajo la dirección del general Soult.
En el otro extremo peninsular, Zaragoza, punto clave en las comunicaciones con
Francia, sufrió el segundo sitio, más devastador que el primero, cayendo en poder de
los franceses cuando era prácticamente un montón de ruinas (febrero de 1809).
Andalucía es ocupada (enero–febrero de 1810), menos Cádiz que, abastecida desde el
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mar por los ingleses, quedó libre toda la Guerra, de lo que se derivaron unas
consecuencias trascendentales para la historia de España: la elaboración de la primera
constitución española.
Un hecho decisivo en esta fase de la guerra fue la acción de los guerrilleros que
supieron aplicar una guerra de desgaste, con la que se minaba la moral de las tropas
francesas y se les impedía el control efectivo del territorio.
Los guerrilleros eran hombres del pueblo que se agrupaban en bandas o guerrillas de
algunos centenares de combatientes. Hostilizaban a los destacamentos franceses,
desorganizando su retaguardia y causándoles todas las bajas posibles. Conocían el
terreno y contaban con la complicidad de las poblaciones, de las que obtenían víveres
o información.
La tercera y última fase de la guerra se inició en la primavera de 1812, cuando
Napoleón se vio obligado a
retirar de España una parte
muy
importante
tropas
para
Grande
de
engrosar
Armée
que
sus
la
se
preparaba para la invasión
de Rusia. El debilitamiento
de las tropas francesas fue
aprovechado por las tropas
anglo-portuguesas
españolas
del
Wellington
permite
y
duque
cuya
recuperar
de
ofensiva
Ciudad
Rodrigo (enero de 1812) y
Badajoz
(abril
de
1812),
llegando a Madrid.
El desastre de Rusia aceleró la derrota francesa. Napoleón retiró más hombres para
asegurar la defensa de Francia. Las tropas francesas en España, en consecuencia,
iniciaron el repliegue hacia su país, mientras Wellington emprendía la ofensiva final. En
la batalla de Vitoria (junio de 1813) eran derrotados los franceses y José I cruza la
frontera. En diciembre de 1813 Napoleón firmaba el tratado de Valençay, por el que
finalizaban las hostilidades en España y Fernando VII era repuesto en el trono.
Los efectos demográficos y económicos de la guerra fueron desastrosos para España.
Se calcula que hubo medio millón de muertos, cifra considerable para un país que
contaba, en 1808, con unos once millones de habitantes. Ciudades como Zaragoza,
Gerona o San Sebastián quedaron arrasadas; una parte importante de nuestras obras
artísticas acabaron en Francia franceses. La economía se hundió. Las consecuencias
políticas, por su parte, también fueron inmensas: se abrió la posibilidad de establecer
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un régimen liberal constitucional que sustituyese al absolutismo monárquico, pero, por
otra parte, la guerra afectó al proceso de independencia de la América española. Ante
el vacío de poder, los criollos tuvieron una oportunidad de oro para sustituir a las
viejas autoridades y organizar sus propias Juntas, con ellas estaban dando inicio al
proceso de emancipación de las colonias.
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