mesa redonda sobre agua y objetivos de desarrollo del

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MESA REDONDA SOBRE AGUA Y OBJETIVOS DE
DESARROLLO DEL MILENIO
Zaragoza, España, 24 de julio de 2008
Presentación de Germán Rojas, Jefe de la Oficina de
Información de la FAO para España y Andorra
VINCULACIONES ENTRE AGUA, ALIMENTOS Y SALUD
Deseo, en primer lugar, agradecer al Presidente de la Comisión de Desarrollo del
Parlamento Europeo, Josep Borrell Fontelles, por habernos invitado a participar
en representación de la FAO en esta Mesa Redonda sobre Agua y Objetivos de
Desarrollo del Milenio.
Es difícil pensar que exista un objetivo del milenio que no contemple la
relevancia del factor “agua” de una u otra manera. Quizás el único del que
podemos excluir el agua es el Objetivo #8 que nos habla de “fomentar una
asociación mundial para el desarrollo”. En todos los otros: pobreza extrema y
hambre, enseñanza primaria, desigualdad de sexos, mortalidad infantil, salud
materna, SIDA y otras enfermedades, y sostenibilidad del medio ambiente, el
agua tiene un protagonismo principal.
Disponibilidad y usos del agua
A pesar de que más de tres cuartas partes del planeta Tierra están cubiertas por
agua, el porcentaje de agua dulce con el que contamos para usos domésticos,
agrícolas e industriales es bastante exiguo.
En el ámbito del uso doméstico del agua, podemos señalar que en una ciudad
industrializada donde abunda el agua, el uso del sanitario en un hogar medio
puede consumir hasta 50 litros de agua diarios. Sin embargo, una sexta parte de
la población mundial (1.100 millones) no tiene acceso a entre 20 y 50 litros de
agua al día, que Naciones Unidas considera que es el volumen mínimo para
satisfacer las necesidades básicas de las personas para beber, cocinar y ocuparse
de la limpieza. De seguir esta situación en los años venideros, para 2025, 1.800
millones de personas vivirán en países o en regiones donde habrá escasez
absoluta de agua. También se sabe que en la actualidad dos quintas partes
(2.600 millones de personas) carecen de saneamiento.
Cuando hablamos de escasez de agua no nos estamos refiriendo solamente a
zonas áridas o desérticas, ya que también el agua puede faltar en zonas donde
hay abundante lluvia o agua dulce. La escasez de agua ocurre cuando las formas
de consumo y de distribución del agua impiden satisfacer las demandas
domésticas, las explotaciones agrícolas, la industria y el medio ambiente.
El agua no apta para el consumo y la falta de saneamiento básico y una higiene
adecuada contribuyen a propagar las enfermedades que causan más muertes de
menores de cinco años, como son por ejemplo las enfermedades diarreicas, y
tienen implicaciones sobre la asistencia a la escuela, sobre todo de las niñas. Se
calcula que aproximadamente dos millones de niños y niñas mueren cada año
(6.000 al día) por infecciones prevenibles propagadas por agua sucia o
instalaciones sanitarias inadecuadas.
Además, la demanda de las zonas urbanas en acelerado crecimiento aumenta la
presión sobre la calidad y la cantidad de los recursos hídricos locales. Y este
problema tenderá a agudizarse en los próximos años porque no podemos olvidar
que en el año 2007, por primera vez en la historia de la humanidad, tenemos
más población urbana que población rural a nivel global.
Sin embargo, el problema principal del uso del agua radica en la agricultura, ya
que de toda la cantidad de agua dulce que hace posible la vida de la especie
humana en nuestro ecosistema, el sector agrícola es el mayor consumidor. La
agricultura usa cerca del 70 por ciento del agua que se extrae de los lagos, ríos y
acuíferos de todo el planeta, una cifra que se acerca al 95 por ciento en muchos
países en desarrollo. Entre las cifras anecdóticas podemos citar que se necesitan
entre 1.000 y 2.000 litros de agua para producir un kilo de trigo y entre 13.000 y
15.000 litros para producir la misma cantidad de carne de vacuno alimentado
con grano. Es decir, si una persona decidiera contribuir a superar el problema de
la escasez de agua dejando de ducharse durante 365 días, su sacrificio permitiría
que a nivel mundial se produjera apenas 1 kilo más de carne.
Si a lo anterior agregamos que se espera que la población mundial alcance los
8.100 millones de personas en el año 2030, vemos que la presión sobre el uso
agrícola del agua seguirá aumentando. Según cálculos de la FAO, para alimentar
a todo ese nuevo contingente de casi 1.500 millones de personas que se sumará
a la actual población y a los más de 860 millones que hoy padecen de hambre,
será necesario destinar a uso agrícola un 14 por ciento más de agua dulce.
En cuanto a los usos industriales del agua, debemos decir que aquí también se
prevé una presión hacia el mayor consumo de agua, ya que las estadísticas
muestran que los países desarrollados destinan al sector industrial alrededor del
50% del agua de la que disponen (Norteamérica: 48% y Europa: 52,4%). Y dado
que los países en vías de desarrollo tienden a seguir modelos provenientes del
mundo industrializado, es perfectamente hipotetizable que el porcentaje que se
destine al desarrollo de la industria en los países del Tercer Mundo sea
crecientemente mayor.
Y por lo tanto, si en los años venideros se aprecian mayores presiones sobre el
uso del agua procedente de la industria, la agricultura y los consumidores,
resulta evidente que deberán establecerse acuerdos sobre su uso y deberán
realizarse importantes progresos tecnológicos en esta materia. Y en su calidad de
mayor utilizador de agua dulce en el mundo, el sector agrícola debe encabezar la
búsqueda de una solución a la demanda creciente del agua, poniendo mucha
atención al impacto potencial que esto tendrá sobre los recursos naturales del
planeta.
Crisis alimentaria
Ante este panorama inquietante que he descrito, debemos añadir otro elemento
de preocupación: la actual crisis alimentaria mundial. Este tema, junto al del
cambio climático y el de la bioenergía, fue analizado en la reciente “Conferencia
de Alto Nivel sobre la Seguridad Alimentaria Mundial”, que tuvo lugar en la
sede de la FAO en Roma entre los días 3 y 5 de junio pasados y que contó con la
participación del Secretario General de la ONU, 43 Jefes de Estado o de Gobierno
y delegados de 181 países.
Esta Cumbre permitió situar en la agenda política mundial el tema de la escalada
de los precios de los alimentos, que tiene una gran importancia respecto al uso
del agua. Se sabe que los precios subieron un 52 por ciento entre marzo de 2007
y marzo de 2008, siendo los más significativos el trigo (130%), el arroz blanco
(74%) y el maíz (38%), lo cual ha tenido graves consecuencias económicas,
sociales y políticas en los países pobres.
El alza sin precedentes de los precios de los alimentos no se puede atribuir a un
único elemento, sino que se ha debido a una combinación de muy diversos
factores: el aumento de la demanda de productos agrícolas -debido al
crecimiento demográfico y al desarrollo económico en los países emergentes-, el
aumento del precio del petróleo a niveles impensables hasta hace poco tiempo
atrás, la rápida expansión de los biocombustibles, la disminución de las reservas
mundiales de cereales (están ahora en 405 millones de toneladas, un nivel al que
no se bajaba desde 1982), las transacciones especulativas y la escasez de oferta
al verse la producción afectada de manera negativa por el cambio climático, en
particular a consecuencia de la sequía y las inundaciones.
Podemos señalar que el cambio climático es uno de los principales factores que
ha contribuido a la actual crisis alimentaria al agudizar el problema de la escasez
de agua.
El agua es imprescindible para garantizar la seguridad alimentaria, sobre todo en
los países en desarrollo, donde las personas que tienen mejor acceso al agua,
tienden a tener menores niveles de desnutrición. Si el agua es clave para la
seguridad alimentaria, su escasez puede ser la mayor causa de hambrunas y
desnutrición, sobre todo en aquellas zonas que dependen de la agricultura local
para alimentarse y obtener ingresos. Así, por ejemplo, África tiene la prevalencia
más elevada de hambrunas. Y después de Oceanía, es también el continente más
árido. Sólo en Somalia más de 2,6 millones de personas -un 35 por ciento de la
población-, necesitan ayuda debido a la prolongada sequía que vive el país.
Y si la sequía es la causa natural más frecuente de escasez de alimentos en los
países en desarrollo, también las inundaciones son otra causa importante de
emergencias alimentarias. Se prevé que para 2060, los cambios en la
precipitación pluvial, la evaporación del agua desde el suelo y la transpiración (el
vapor que despiden las plantas) reducirán el escurrimiento en algunas partes del
mundo, como el Cercano Oriente, América Central, el norte del Brasil, la zona
occidental del Sahara y el sur de África. En cambio, el escurrimiento aumentará,
por ejemplo, en el norte de Europa, el norte de China, África oriental y la India.
El escurrimiento es importante para reabastecer el agua de los ríos y los lagos y,
en consecuencia, también para la irrigación y el mantenimiento de los servicios
ambientales. Se prevé que la nieve y el hielo del Himalaya, que proporcionan a la
agricultura de Asia grandes cantidades de agua, disminuirán un 20 por ciento
para 2030.
Sin embargo, el cambio climático afectará especialmente la agricultura de
secano. Este tipo de agricultura comprende el 96% del total de la superficie
agrícola en África Subsahariana, el 87% en América del Sur y el 61% en Asia.
Tampoco debemos olvidar que donde no se pueda asegurar la estabilidad de la
producción, la población tendrá que emigrar.
Y en las grandes cuencas fluviales y los deltas de los ríos como el Nilo, el
Ganges, el Mekong y el Yantsé, que están explotadas intensivamente y al límite
de sus recursos, la producción agrícola también corre riesgos debido a la
disminución del escurrimiento, la salinidad, el aumento de las inundaciones y del
nivel del mar, así como a la contaminación urbana e industrial. Estas presiones
sobre una parte de las principales tierras productivas reducirán la producción
agrícola, la biodiversidad y la capacidad natural de recuperarse de los
ecosistemas, con posibles repercusiones negativas para millones de agricultores
y consumidores de todo el mundo debido a la gradual limitación del suministro
de alimentos.
Según cálculos de la FAO, debería aumentar un 34% el área bajo riego en los
países en desarrollo para poder satisfacer la demanda de alimentos y los cambios
que se manifestarán en la dieta entre el año 2000 y el 2030. Sin embargo, en el
mundo se pierden cada año entre 5 y 10 millones de hectáreas de tierras
agrícolas debido a la degradación del suelo.
Desafíos en la agricultura del futuro
En el marco de lo antes descrito, resulta evidente que mejorar la gestión del
agua para la agricultura es clave para poder alcanzar la seguridad alimentaria
mundial, sobre todo en un mundo cuya población sigue creciendo año tras año.
Para reducir el número de personas subnutridas en el mundo y satisfacer la
demanda creciente de alimentos, es preciso doblar la producción alimentaria
mundial antes de 2050. Y un acceso fiable al agua incrementa la producción
agrícola, ofrece un suministro estable de numerosos productos agrícolas
decisivos e ingresos más altos en las zonas rurales, donde viven tres cuartas
partes de las personas que sufren hambre en el mundo.
El aumento de la producción tiene que darse fundamentalmente en países en
desarrollo en los que viven las personas pobres y que pasan hambre. Para ello,
es necesario dar prioridad a la agricultura con la puesta en marcha de planes
nacionales de desarrollo que definan políticas públicas que incentiven la inversión
pública y privada en favor de los pequeños agricultores.
Es necesario promover medidas técnicas y buenas prácticas agrícolas para
incrementar la productividad de la agricultura de secano y la de irrigación, y
reducir la pérdida de agua en los sistemas de producción con irrigación,
disminuyendo así la presión sobre los recursos hídricos. Según la FAO, existen
oportunidades para mejorar esta presión no sólo en los países avanzados, sino
también para que los pobres puedan contar con recursos hídricos más seguros y
sostenibles. Y en este marco, el regadío tiene un importante papel que
desempeñar, ya que ocupa el 20 por ciento de las tierras de cultivo y produce el
40 por ciento del total de los alimentos.
Habrá que intervenir en este aspecto de acuerdo a las condiciones locales,
nacionales y regionales. Sirvan como ejemplos de buenas prácticas algunos
programas piloto que han resultado eficaces en países tan distintos como
Tanzania, Bolivia y Sri Lanka, y que incluían proyectos de regadío a pequeña
escala o sistemas comunitarios para la recogida de agua de lluvia y la protección
de las captaciones de agua que alimentan los ríos.
Y en cuanto a los países en desarrollo, pensamos que la voluntad política y las
inversiones pueden ayudar a proporcionar agua a millones de pequeños
campesinos y campesinas que luchan por obtener alimentos suficientes para
comer, apoyando iniciativas locales que involucran directamente a estas
personas y sus comunidades para conservar el agua de lluvia, utilizando el agua
de una forma más eficaz y protegiendo los recursos hídricos. Se hace necesario
revertir la tendencia a la disminución que muestra el porcentaje destinado a la
agricultura dentro de la Ayuda Oficial al Desarrollo: ésta ha disminuido de un
17% en 1980 a tan sólo un 3% en 2006.
Objetivos de Desarrollo del Milenio
Es en el marco de estos desafíos y de estas propuestas en el que debemos situar
el tema de la incidencia del agua en el cumplimiento de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio. Estos Objetivos fueron adoptados en las Naciones Unidas
en el año 2000 por los gobiernos de 189 países, en un compromiso que es una
verdadera carta de navegación para la mejora de las condiciones de vida de los
seres humanos, particularmente aquellos que sufren la marginalización y la
pobreza.
El acceso al agua está estrechamente ligado al cumplimiento de la mayoría de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio, por cuanto existe una relación directa entre
la pobreza económica y la falta de acceso al agua. No podremos alcanzar estos
Objetivos si antes no se mejora notablemente el problema de la escasez de
agua. Es decir, para luchar contra la pobreza es indispensable luchar con la crisis
mundial del agua.
En la reciente Cumbre alimentaria de Roma el Director General de la FAO,
Jacques Diouf, nos recordó que el consumo mundial de agua ha crecido durante
el último siglo a un ritmo dos veces superior al de la población y que “afrontar la
escasez de agua es el problema del siglo XXI”.
En suma, sólo la buena política – y la moral – nos permitirán mejorar esta
situación y alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En cuanto al hambre
y la pobreza se refiere, la FAO ha insistido en que se requiere voluntad política
para dar a la agricultura la prioridad y la atención que se merece, y en cuanto a
recursos, el mundo sólo necesita 30.000 millones de dólares anuales para
relanzar la agricultura y evitar amenazas futuras de conflictos generados por la
carestía de alimentos. Esta cifra representa el 2,5% de lo que el mundo gastó en
armamento en el año 2006. Simplemente se trata de establecer un orden justo
de prioridades.
Muchas gracias
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