El apoyo al camino de Santiago

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El apoyo al camino de Santiago
0.- PRELUDIO PARA LOS AMIGOS DEL CAMINO.
Estas son algunas notas sobre lo que me sugieren cada una de las etapas en que parece
se está quebrando el trayecto Roncesvalles – Santiago de Compostela, llamado también
“El Camino Francés”. Se trata de sugerir una guía sobre lo que podéis encontrar en el
mismo camino, cerca de él, y en algún caso en los alrededores, con la idea de que
también sirva de recordatorio para quienes vayamos en el “coche de apoyo”.
Intentaré ser lo más explícito posible en cuanto a la naturaleza de los lugares indicados,
esto es, si se trata de algo que queda de paso, precisa alteración de la ruta, o sólo es
factible con locomoción mecánica (léase coche, furgoneta, tren, autobús o similar).
Especial atención merecerán los finales o principios de etapa, con objeto de
proporcionar una alternativa de ocio una vez finalizada la ruta diaria, o antes de iniciar
la siguiente.
En cualquier caso, esto es sólo una guía, una referencia, una sugerencia si acaso. Nunca
una bíblia en que creer. Es obvio y sensato que esté abierta a comentarios y alteraciones
de cualquier naturaleza, antes, durante y después de iniciado el camino. A pesar del
riesgo que esto conlleva mezclaré sin compasión ni distinción de ninguna clase
conocimientos de primera mano, por experiencias vividas en las zonas comentadas, con
referencias leídas o escuchadas de terceros. Evidentemente erraré en más de una
ocasión, más aún teniendo en cuenta lo exigente del auditorio. Pido disculpas por
adelantado para estos casos. De la misma manera, espero acertar el resto de las veces.
No espero alabanzas ni falsas lisonjas si se da la situación. Tanto en unos casos como en
los otros, la intención será la de complementar mis conocimientos y sensaciones con los
del resto de participantes de tal evento y hacer más llevadera, apacible y agradable, si es
que eso es posible, la segunda quincena de Agosto de 2003.
Hechas estas consideraciones... puedo empezar ya, a escribir mi libro.
hasta
1.- PRIMERA ETAPA: desde
(Roncesvalles)
(Puente la Reina)
El camino
Aunque algunas fuentes citan el inicio de la primera etapa desde la localidad francesa de Sant
Jean Pied de Port las versiones más extendidas nos hablan de un doble punto de partida
desde Somport o Roncesvalles y que van a confluir a un mismo punto que no es otro que el
final de esta etapa. Si la ruta elegida es desde Roncesvalles por el camino quedan poblaciones
como Burguete o Pamplona, parada obligada en la ruta.
Lo que queda en el camino
Antes de la partida, en el mismo Roncesvalles, puede visitarse la Colegiata Real, posada del
siglo XVII declarada monumento histórico y que actualmente alberga un restaurante de comida
casera de calidad. También es interesante visitar el llamado Silo de Carlomagno en la capilla
funeraria de Sancti Spiritus donde dice la leyenda que se hayan enterrados los huesos de los
galos muertos del ejercito de Carlomagno dirigido por Roldán, caídos en la batalla de
Roncesvalles tras una emboscada llevada a cabo por grupos de vascones ayudados por
musulmanes. Relacionado también con esta historia se puede visitar el monumento a la batalla
de Orreaga muy cerca del propio camino. Iniciado el camino y situado apenas a cinco
kilómetros se halla Burguete, que en la edad media fue el Burgo de Roncesvalles. Se trata de
un pueblo típico de la zona que destaca por la abundancia de blasones en las fachadas de sus
casas. Dejando atrás Burguete el camino discurre sinuoso entre minúsculos pero acogedores
pueblos hasta llegar a Pamplona, capital de Navarra.
Aunque la premura del tiempo pueda no permitirlo, Pamplona, por la oferta de la ciudad,
debería de ser parada obligada. Destacan sobre sus monumentos la Catedral de Santa María,
las Murallas junto con la Ciudadela y la plaza del castillo. Imperdonable no permitirse un paseo
por las calles por las que discurren los afamados encierros de los San Fermines, desde la Calle
Santo Domingo hasta el callejón de la plaza de toros, pasando por Plaza consistorial y las
Calles Mercaderes y Estafeta, para terminar visitando el busto que la ciudad erigió a uno de
sus visitantes más ilustres, Ernest Hemingway.
Pasando Pamplona y una vez superado el puerto del Perdon el camino discurre recto hasta
Puente la Reina, donde caminantes, cicloturistas y visitantes en general serán recibidos por el
monumento al peregrino con la inscripción “Y desde aquí todos los caminos a Santiago se
hacen uno”. De Puente la Reina destaca la Calle Mayor de Europa, parte del camino de
Santiago, y una interesante colección de iglesias románicas y tardorománicas. Pero su principal
atractivo se encuentra en el puente de ojos, también románico, que se eleva sobre el río Arga y
que, curiosamente, fue construido antes que el mismo pueblo.
Los alrededores
Aunque seguir la propia ruta del camino sea una opción altamente interesante, la belleza del
entorno ofrece numerosas posibilidades en los alrededores. Una de ellas pasa por visitar los
pueblos de Sant Jean Pied de Port y Somport, inicios alternativos al camino según distintas
fuentes. También en los alrededores de Roncesvalles es interesante adentrarse en la Selva
Irati, en pleno Pirineo, segunda masa forestal de Europa y riquísima en su flora y fauna. Ya en
Burguete podemos hacer un guiño al camino para acercarnos por Aoiz y Sanguesa hasta el
Castillo de Javier en la frontera con Aragón. Desde allí se puede recuperar el perfil de la ruta
bien acercándose a Pamplona o dando un rodeo por Tafalla, para finalmente llegar a Puente la
Reina.
Otra opción, si acaso más ambiciosa y no menos atractiva, discurre hacia el norte por Bayona,
Biarritz y St. Jean de Luz, en suelo francés, continuando por Donosita y Tolosa para recuperar
el camino en Pamplona y de nuevo Puente la Reina.
2.- SEGUNDA ETAPA: desde
hasta
(Puente la Reina)
(Logroño)
El camino
La ruta para esta etapa deja atrás la ya conocida población de Puente la Reina para ir a morir a
la bella Logroño, capital de La Rioja, tierra de buenos vinos y mejores gentes. Por el camino
quedan poblaciones como Estella o Los Arcos.
Lo que queda en el camino
Ya en los alrededores de Puente la Reina, bien visitable él día anterior bien antes de la partida,
se encuentran una serie de ermitas (de Santiago, San Saturnino, San Juan y San Esteban).
Una vez iniciado el camino, las pedaladas han de dirigirse dirección a Estella, antigua Lizarra,
con un casco antiguo interesante, herencia de la importancia del fuero en la edad Media. El
monasterio de Irache, también en Estella, es otro de los puntos de interés de la población. A
unos veinte kilómetros de Estella y todavía en Navarra, el peregrino se ha de encontrar con Los
Arcos. Esta población de unos 4.500 habitantes cuenta entre sus tesoros los de la Iglesia
parroquial de Santa María, de fachada plateresca y claustro gótico, o la ermita de San Blas,
datada del siglo XII, amén de varias ermitas más construidas posteriormente. Mantiene todavía
algún resto de su muralla y castillo medieval, así como un interesante casco antiguo.
El camino discurrirá, primero recto y luego sinuoso y en ascenso, hasta alcanzar la ermita de
Nuestra señora de Poyo, inicio de una seguro que agradable bajada hasta el pueblo de Viana,
donde esperan nuevas iglesias e innumerables ermitas, destacando de entre ellas la iglesia de
Santa María, de estilo gótico, y la ermita de nuestra señora de Cuevas y, por encima de ellas,
el convento de San Francisco, actual residencia de ancianos.
Finalmente los esfuerzos conducirán hasta poder divisar Logroño, fin de la ruta diaria.
Emplazada en pleno valle del Ebro, que la cruza majestuosamente por sus puentes, Logroño
pasa a formar parte de la vida de una persona desde el momento en que la visita por primera
vez. Uno se lleva la sensación de que nada de lo que fuera de la cuidad pueda pasar importa,
porque sus calles, construcciones y habitantes desprenden calma y sosiego, dulzura y
tranquilidad. Pasear por el casco antiguo supone tropezar con la catedral de Santa María la
Redonda, barroca del siglo XVIII y actualmente en restauración, donde todavía se pueden
observar cigüeñas en época de clima suave. Un par de plazas conducen hasta la “senda de los
elefantes”, santuario del poteo o chiquiteo de última hora de la tarde y donde se pueden
degustar alguno de los múltiples pinchos que la gastronomía riojana nos ofrece (paladear uno
en “el champiñón” es casi obligado), por supuesto acompañado de un vino de la zona. Los más
atrevidos, los más irresponsables, o los menos comprometidos con el mañana, pueden
atreverse con la peligrosa noche logroñesa que dispone de locales de muy diversa
ambientación repartidos en varias zonas de la ciudad. ¡Cuidado peregrinos! Corréis el riesgo de
abandonar vuestra empresa una vez visitado Logroño.
Los alrededores
Las alternativas al camino, si no interesa o ya es conocido, ofrecen como oferta más atractiva
la visita a Tafalla, si no se ha realizado en día anterior, o si se quiere repetir, porque ofrece una
rica y amplia tradición cultural navarra. Otras variantes podrían ser el llegar a Logroño por
Lodosa, una vez dejado Estella o, más atrevido pero quizás el más interesante, el subir de
Estella a Alsasua para llegar a comer en la capital Vasca, Vitoria, y cenar en la Riojana,
pasando por Miranda de Ebro y Haro, puerta de entrada a la Comunidad Riojana, capital de la
Rioja alta e hija del río Oja, y excelente productora de buen vino.
3.- TERCERA ETAPA: desde
hasta
(Logroño)
(Santo Domingo de
la Calzada)
El camino
La ruta entre Logroño y Santo Domingo de la Calzada parece discurrir huérfana de
poblaciones, apenas tres o cuatro pueblos a pié del camino, como anunciando la llegada de la
ancha y llana Castilla. Aún con todo poblaciones como Navarrete, Azofra y principalmente
Nájera harán disfrutar sin duda de una nueva etapa llena de experiencias.
Lo que queda en el camino
Apenas a doce kilómetros de Logroño, que bien merece un ultimo paseo antes de partir, y una
vez dejado atrás el pantano de La Grajera, nos dan la bienvenida las ruinas del hospital de San
Juan de Acre, que fuera antiguo albergue y auxilio de peregrinos. El peregrino se encuentra a
las puertas de Navarrete, cuyo principal atractivo se haya en la alfarería, artesanía y, como no,
seguimos en tierras riojanas, en sus vinos. El castillo, la iglesia de la Asunción y su típica
arquitectura medieval también son motivo de parada en el pueblo.
El camino y, tras superar un par de cerros (San Antón y Poyo de Roldan) y los pueblos de
Alesón y Huércanos llega hasta Nájera. Nájera tiene origen romano, aunque algo difuso por el
paso del tiempo. Tiene unos 8.000 habitantes y su principal modo de vida se agarra al cultivo
de vid y hortalizas y a una floreciente industrial del mueble. El principal atractivo arquitectónico
de Nájera está en el convento de monjas clarisas de Santa Elena y el monasterio de Santa
María la Real con su iglesia de estilo gótico. Desde Nájera muchos peregrinos eligen la ruta
que va hasta San Millán de la Cogolla para llegar al final de la etapa por Bercéo y Cirueña, pero
este camino quizás obligue al sufrido cicloturista, bien a un esfuerzo excesivo, bien a una etapa
adicional, razón por la cual quizás sea oportuno elegir el camino convencional que lleva por
Azofra. Si bien cuentan las crónicas maravillas de la hospitalidad de los habitantes de Azofra,
allí, el templo de Nuestra Señora de los ángeles en la plaza del pueblo se erige en la oferta
más interesante.
Pocas dificultades quedan ya hasta Santo Domingo de la Calzada (donde cantó la gallina
después de asada). Apenas unos quince kilómetros que discurren entre el Parque de la virgen
de Valvanera a la salida de Azofra y la superación del alto de la Picota justo llegando al final de
la etapa. El buen trabajo urbanístico realizado en el casco antiguo de Santo Domingo ha
convertido a la villa en una más que fiel réplica de un poblado medieval. Conserva en muy
buen estado la Catedral, llamada del Salvador y que destaca por una bella torre de 69 metros
de altura. Lo que queda de sus murallas las convierten en las mayores de la Rioja. Y sus
plazas del Santo y de España ayudarán a hacer más agradable el descanso tras una nueva
jornada.
Los alrededores
Por su proximidad al camino y la importancia de sus dos monasterios (de Suso y de Yuso) es
prácticamente visita obligada Santo Domingo de la calzada, ya sea como parte del camino o
con el apoyo locomotivo de un vehículo. También muy próximo al camino, apenas a unos cinco
kilómetros de Azofra, se encuentra el pueblo de Cañas, localidad natal de Santo Domingo de
Silos. También allí se encuentra la abadía cisterciense de Cañas. Por la oferta de la zona, y en
función del cansancio acumulado y lo visitado en días anteriores, el día parece propicio para
que los que no precisan del rigor de la pedalada descansen bajo una buena sombra de las que
ofrece el bello paraje, y cobrar fuerzas de cara a las fuertes emociones de los días venideros.
4.- CUARTA ETAPA: desde
hasta
(Santo Domingo de la Calzada)
(Burgos)
El camino
La cuarta es etapa de cambio, geográficamente hablando. Poco después de dejar Santo
Domingo de la Calzada (Rioja), salto de comunidad a Castila, la leonesa, y de provincia, a
Burgos, la del Cid. Numerosos pueblos saludarán el paso del peregrino y entre todos,
destacarán Belorado, Villafranca – Montes de Oca y San Juan de Ortega. Se llegará a Burgos,
capital de la provincia, imponente detrás de las murallas y hospitalaria con el visitante que la
camina. Incomparable catedral, imponente diría yo... si no tiene andamios.
Lo que queda en el camino
El camino hasta Burgos va a discurrir prácticamente en línea recta. Saliendo de Santo Domingo
por el puente del Rio Oja se llega al último pueblo del camino riojano. Se llama Grañón. A su
paso por la calle mayor es interesante pararse frente a la iglesia de San Juan Bautista donde si
se decide hacer un alto en el camino y visitar el interior el regalo tiene por nombre retablo
renacentista, restaurado, pero digno de elogio. A unos dos kilómetros al Sur se encuentra la
ermita de Nuestra Señora de Carrasquedo, gótica del siglo XVII y con una importante colección
pictórica con motivos riojanos. Si la intención no es entretenerse en los entrantes el camino,
éste sigue diligente desde Grañón hasta Belorado, pasando por Redecilla del Campo,
Castildelgado, Viloria y Villamayor del Río. Belorado era antiguamente, muy antiguamente, en
la Edad Media, el límite entre Castilla y Navarra, razón por la cual tuvo la importancia suficiente
como para que el rey Alfonso I de Aragón le concediera fueros en el siglo XI. Todavía conserva
restos del castillo medieval donde durante muchos años habitaron eremitas. Posteriores, del
siglo XVI y XVII respectivamente, pero no con menos encanto, pueden visitarse la ermita de
Nuestra Señora de Belén o las iglesias de Santa María y San Pedro.
Siguiendo la silueta del camino se pasa por Tosantos y la ermita de Nuestra señora de la Peña,
justo antes de llegar a Villafranca – Montes de Oca a través de una antigua calzada romana
todavía algo conservada. Esta población con nombre de presentador de hombre del tiempo no
tiene más interés que el estratégico, pues al encontrarse en la falda del Puerto de la Pedraja,
máxima dificulta orográfica de la etapa, es ideal para descansar y reponer fuerzas de cara al
ascenso. En la aproximación y en la propia subida quedan relativamente cerca del camino un
par de castillos y la ermita de Valdefuentes. Muy cerca de uno de los castillos queda San Juan
de Ortega, que coge su nombre de uno de los discípulos y colaboradores de Santo Domingo.
En agradecimiento a los favores ofrecidos por la población de San Juan de Ortega con motivo
de la visita de la reina Isabel la católica se construyó en este pueblo la capilla de San Nicolás
de Bari, principal atracción visitable del pueblo. Lujosa en extremo, destaca el conocido como
Milagro de la luz.
La ruta sigue diligente hacia Burgos, pero antes de llegar a la capital se asoma a la historia en
la cueva de Atapuerca, de gran valor antropológico por la importancia de los hallazgos de sus
yacimientos. Y finalmente Burgos, un regalo en el camino. La oferta de Burgos es casi infinita.
Partiendo de la coqueta puerta de Santa María, que bien merece un alto para admirarla y
sorprenderse de la altura alcanzada por el agua en las peores inundaciones de la ciudad,
discurre un agradable casco antiguo presidido por la Catedral, probablemente la más bella de
la Península. En su interior se encuentra el famoso Papamoscas, que actúa cada cambio de
hora y bajo la capilla del Condestable y el Cimborrio la cúpula que cubre el sepulcro del Cid.
Para los devotos de tal personaje nacional puede resultar interesante la visita a lo que se cree
es el lugar donde se hallaba la casa en que nació, justo en la entrada del puente de San Pablo,
en el llamado Solar del Cid. Una estatua de Rodrigo preside el lugar. Cartujas, monasterios,
iglesias y el inevitable ayuntamiento presidiendo la plaza Mayor acompañan el relajante paseo
a uno y otro lado del río Arlanzón. Gastronómicamente Burgos también puede ser un bálsamo
en los maltrechos cuerpos peregrinos. Un buen caldo acompañado de negra morcilla burgalesa
recompone a cualquiera. Paradójicamente, los mejillones, cocinados de muy diversas formas,
están entre los mejores recuerdos culinarios que el visitante se lleva al salir de la ciudad.
Los alrededores
La oferta lúdica de Burgos bien merece una etapa monográfica para quienes van a motor y
pueden cubrir la etapa en apenas una hora de viaje. En cualquier caso, y dependiendo de la
disposición de ánimo, los alrededores de la ruta se hallan repletos de puntos de interés. Al Sur
del camino se encuentra la sierra de la Demanda con la Reserva y coto Nacional de Ezcaray, si
se quiere disfrutar de un día campestre. Por otro lado, varios pueblos de la zona tales como el
propio Ezcaray, Pradoluengo, Briviesca o Vivar del Cid, combinándolos con los múltiples
castillos y monasterios que pueblan los alrededores de Burgos, prometen ser una inesperada
satisfacción.
5.- QUINTA ETAPA: desde
hasta
(Burgos)
(Boadilla del Camino o Frómista)
El camino
Saliendo de Burgos, después de Villalbilla y a la altura de Tardajos, el camino se separa
considerablemente de carreteras principales, que quedan al Norte, para usar secundarias o
caminos. La distancia entre pueblos se acentúa, no en vano estamos de lleno en la meseta
castellana. Tras pasar por Rabés de las Calzadas, Hornillos del Camino, Arroyo San Bol,
Hontanas, Castrogeriz, Puente Fitero e Itero de la Vega y gritar algún que otro desesperado
¡Ancha es Castilla, rediós!, se puede hacer noche en Frómista o unos ocho kilómetros antes en
Boadilla del Camino. Por apenas 1.000 páginas de internet vence el primero al segundo. Viene
a decir esto que supongo que elegir una u otra será cuestión de cansancio, motivación y estado
de ánimo, de quien se haya pasado el día pedaleando.
Lo que queda en el camino
Apenas una decena de minúsculos pueblos, melancolía, sequedad que se cala en la tierra y
soledad haciendo lo propio en los huesos, ruina, incluso pobreza. Por contra, como intentando
compensar tanta miseria con fútiles e infecundos adjetivos, riqueza arquitectónica medieval y
densidad de historia. Esto es lo que queda en el camino de la quinta etapa. No se puede negar
que el paisaje es totalmente castellano y tiene su encanto recordar que el poeta Machado se
inspiró de él o en algún otro similar para decenas de sus rimas. Pero la desolación puede hacer
mella en el peregrino antes de lo deseado si no es fuerte de mente y se sobrepasa a lo que se
va encontrando. Lo llevadero de su orografía, el apoyo de los acompañantes, y el valor de los
atrevidos ciclistas, sin duda, ayudará a ello.
Girando al sur en Tardajos para adentrarse en caminos y veredas pronto se llega a Hontanas,
dejando muy cerca, pero fuera de la ruta, el Castillo de Hormaza. En Hontanas se puede elegir
por visitar su iglesia, con alta y fuerte torre al frente, o seguir hasta las afueras y encontrarse
con las ruinas de un molino y continuar hasta San Antón, pasando por debajo de unas
sorprendentes arcadas góticas, restos del antiguo templo del monasterio de la villa. Todavía se
conservan partes de la iglesia y detenerse a observarlas y descubrirlas puede convertirse en un
‘dos pájaros de un tiro’, léase descanso y asombro.
Parece arreglarse el desesperante día, más aún con la llegada a Castrogeriz, pues ya de lejos
se divisan los muros de la excolegiata de Santa María del Manzano. Castrogeriz, de origen
romano y por tanto casi bimilenaria, tampoco es que vaya a convertir la jornada en el día más
feliz de la vida del peregrino, pero al menos, sirve diversidad en su oferta de alojamientos,
bares, restaurantes, piscina, entidades bancarias, farmacia, atención médica, ... Pronto hay que
volver a girar a la izquierda para ir a buscar Ítero del Castillo, cruzar el Pisuerga y cambiar
Burgos por Palencia y, por Ítero de la Vega, llegar hasta Boadilla del Camino. Aquí,
reafirmando que agua es vida, el ambiente parece ser algo más agradable,por influencia del río
vallisoletano. Se puede visitar de un solo golpe la plaza del pueblo, la iglesia y un antiguo rollo
jurisdiccional, de piedra y gótico, que es lo más destacado del pueblo.
Si el lugar de pernocta elegido es Frómista se debe llegar hasta él siguiendo la ruta y girando a
la derecha en el cruce que se encuentra unos cuatro kilómetros más adelante. Después de
otros tantos, se llega al pueblo que regala la iglesia románica de San Martín, del año 1066, y
quizás la más bonita del camino, así como una buena opción para el descanso bajo la sombra
de los soportales del antiguo hospital.
Los alrededores
Por lo abrupto de ciertas partes del camino se hace difícil seguirlo a motor completamente, si
bien los pueblos por los que discurre son todos accesibles mediante carreteras más o menos
salvajes para los amortiguadores. Los alrededores ofrecen también otras joyas dignas de visita
como Sasamón, ligeramente al norte del camino. Otra opción que puede llevar todo el día es la
de tomar las de Villadiego y tras comer alguna de las últimas galletas María de Aguilar de
Campoo, acercarse a Reinosa, y de allí a Fontibre, nacimiento del Ebro. Por el otro lado del
camino quedan poblaciones como Lerma, con su muralla y su palacio Ducal o Astudillo, que
ofrece muralla, castillo y covento de Santa Clara. Incluso la etapa da para acercarse por
Torquemada hasta Palencia, y darle a esta una segunda oportunidad, quien la conozca, o una
primera, si no es así.
6- SEXTA ETAPA: desde
hasta
(Boadilla del Camino o Frómista)
(Sahagún)
El camino
Si el día anterior se ha hecho noche en Boadilla del Camino se pasa primero por Frómista para
ir haciendo kilómetros y dejando atrás poblaciones tales como Villalcázar de Sirga, Carrión,
Quintanilla de la Cueza para finalmente llegar a Sahagún, donde el románico se funde con el
mudejar. Otro punto que va a animar al viajero es saber que en Sahagún es el primer pueblo
de la ruta donde quedan menos kilómetros de los que se llevan recorridos.
Lo que queda en el camino
Va a ser otra dura jornada. La fingida fragancia del Pisuerga se desvanece dejando paso de
nuevo a un desolador paisaje donde la vista se pierde en el horizonte sin alcanzar objetivo. De
nuevo miseria y soledad acompañan al viajero, afortunadamente engañada con algunas joyas
del medievo, testimonio de otras épocas más esplendorosas. Si la partida es desde Boadilla la
ruta, tal como se explica en la etapa anterior, llega hasta Frómista. De allí se vuelve a buscar la
carretera nacional pasando antes por Villalcázar de Sirga cuya iglesia, de Santa María la
Blanca invita a ser visitada a través de su imponente escalera de acceso a la entrada. Otros
punto de interés de Villalcázar son la virgen de la Blanca que inmortalizaron las cántigas del rey
Alfonso X, el sabio, en el interior de la iglesia, o el castillo templario.
Siguiendo el camino pronto se llega a Carrión de los Condes, que de nuevo evoca al Cid. En su
monasterio llamado de San Zoilo se dice están enterrados lo infantes de Carrión, casados con
las hijas de Rodrigo Díaz. También destacan de Carrión la iglesia de Santa María del Camino y
el convento de Santa Clara, pero lo más interesante que se encuentra es la Portada románica
del templo de Santiago.
En Quintanilla de la Cueza, apenas a quince kilómetros de Carrión, se pueden visitar las ruinas
romanas, o no entretenerse y llegar hasta dejar Palencia y saludar a la provincia de León justo
en el meridiano del camino. Allí, en Sahagún, también llamada Sahagún de Campos, se
encuentra final de etapa. Y los restos del monasterio de San Benito, en forma de arco, que
parecen saludar al viajero, pues ha de pasar bajo él para acceder a la población. Otros son los
atractivos de ésta la primera villa de León, tales como los restos de una importante abadía
cluniacense históricamente castigada por burgueses, campesinos y hasta los propios vecinos
de la Sahagún. O la coqueta iglesia de San Tirso que compite en importancia con la imponente
de San Lorenzo, presididas ambas por bellas torres mudéjares, quizás las únicas del camino.
Más oferta presenta todavía esta población de unos 3.500 habitantes. Es el museo de arte
sacro, con una importante colección de piezas de orfebrería o, ya en las cercanías y quizás por
eso mejor conservado, el monasterio de San Pedro de Dueñas.
Los alrededores
De los alrededores accesibles para el peregrino sin ayuda motora poco hay que decir en esta
etapa, pues discurre casi monográficamente por bastas extensiones delimitadas por el infinito.
Quizás la llegada a la meta ofrezca alguna posibilidad más, si todavía se tienen fuerzas,
visitando la Ermita de San Roque, la Virgen del Puente o alguno de los pueblecitos aledaños a
Sahagún. Para el viajero a motor la oferta, obviamente, es mucho más amplia. Desde el
vagabundeo por los escasos pero seguro que atrayentes pueblos de la zona, hasta una
escapada más ambiciosa la rivera del Carrión hasta Saldaña, donde hay unas interesantes
ruinas romanas y, porque no, hasta las fauces mismas de los picos de Europa. También queda
la opción de escapar a Valladolid, capital de la Castilla pisada.
7- SÉPTIMA ETAPA: desde
hasta
(Sahagún)
(León)
El camino
La aparentemente poca oferta que muestra la séptima etapa invita a realizar un esfuerzo
adicional para llegar con premura a la meta, donde le espera al viajero León, una de las joyas
del camino. En cualquier caso, si la capital no atrae, puede recrearse en los pueblos del
camino. Estos son básicamente Calzada del Coto, Bercianos del Real Camino, El Burgo
Ranero, Villamarco, Reliegos, Mansilla de las Mulas, Villarente y Valdelafuente, para finalmente
arribar a la anunciada León donde le espera al peregrino una perla del gótico, su Catedral.
Quizás, alguna que otra sorpresa en forma de compañía conocida pueda acaecer en esta
etapa.
Lo que queda en el camino
Queda dicho que el atractivo de la séptima etapa está en la meta, León. No por eso las
poblaciones, pocas, que han de quedar en el camino hoy, merecen menos respeto que otras
quizás más atractivas, pero seguro que no tan acogedoras. Saliendo de Sahagún queda muy
cerca Calzada del Coto donde hay que decidir si se sigue por Calzadilla de los Hermanillos,
sobre una antigua calzada Trajana, solitaria y de mal piso por estar muy mal conservada o por
Bercianos del Real camino. Ambas rutas se unen de nuevo unos 32 kilómetros más adelante
en Mansilla de las Mulas, sobre el río Esla. Los escritos indican que el camino francés, el
oficial, discurre por Bercianos. Así, llegando a esta población, pasamos por delante de la iglesia
parroquial de El Salvador y por la Iglesia de Santa María. El siguiente pueblo que cae en la
cuenta de los superados es El Brugo Ranero, donde si la suerte acompaña, el peregrino
Tarraconés puede encontrarse con una hospitalidad añadida por parte de algún conciudadano
que ande por allí disfrutando de sus vacaciones. Si la hora y el hambre acompañan se puede
hacer parada y fonda en el Hostal Peregrino, no muy caro y sí acogedor.
Tras pasar por el apeadero de Villamarco, el pueblo queda algo más al sur, se llega hasta
Reliegos, donde confluían tres antiguas calzadas militares romanas. Poco queda de ellas, así
que lo mejor es no entretenerse y llegar hasta Mansilla de las Mulas, unirse con los peregrinos
que eligieron la opción solitaria, comentar la jornada y ver si apetece el santuario de Nuestra
Señora de Gracia y la iglesia de Santa María, únicos vestigios de las siete iglesias y murallas
de que antaño gozara esta población.
Poco queda para llegar al fin de la ruta. La densidad de poblaciones nos anuncia la llegada a
León. Se puede ir parando para descubrir alguna joya desconocida en ellos, pero a buen
seguro que en embrujo de la capital rey de la selva y el cansancio acumulado en las piernas
animará a seguir sin detenerse, cruzando un par de puentes romanos sobre los ríos Poma y
Torío. Llegados a León, aposentados y mínimamente refrescados y reposados será interesante
caminarla y disfrutarla. El casco antiguo no es excesivamente grande y en el se pueden ver
obras como la casa de los botines de Gaudí, a la entrada y observada perennemente por el
mismo arquitecto, o la Catedral, en el otro extremo del casco viejo, presentando al visitante el
mejor rosetón de la península. Es impresionante tanto a la luz natural del día como a la forzada
de la noche y ni tan siquiera la afamada Catedral de Burgos se atreve a discutir tal honor a su
vecina la leonesa. Las callejuelas adyacentes permiten abstraerse lo suficiente como para
sentirse en otra época y creer ser rebasado por un carruaje en cualquier momento. En la otra
punta de la ciudad, presidiendo la plaza con su mismo nombre, se halla el impresionante Hostal
San Marcos, joya y ejemplo del renacimiento, con una fachada plateresca de fantasía
inimaginable. Evidentemente la oferta tardo - noctámbula de León es de las más interesantes
de la ruta. Con muy buenas referencias de fiar se destaca de entre todos los ambientes
posibles, que parece ser no son pocos, la zona conocida como El Húmedo. Allí se puede
combinar el tapeo vespertino, con muchos tintes de cena, con el cerveceo o cubatazo nocturno
hasta altas horas de la madrugada.
Los alrededores
Al igual que para el peregrino biciclado el acompañante motorizado se sentirá atraído por el
influjo de León y quedará tentado a acercarse raudo a disfrutarlo. Cerca del camino, tanto unos
como otros pueden llegarse hasta el Monasterio de San Miguel de Escalada, a unos quince
kilómetros de Mansilla de la Mulas, o más cerca, a unos cuatro miles de metros, hasta el de
Sandoval. Lancia, importante población Astur, de las últimas en caer bajo el imperio romano,
parece una buena oferta, si se encuentra. Andar puebleando por la zona, puede ser una buena
opción para el día. Y si se pretende huir de poblaciones prácticamente desconocidas se puede
ir hasta Benavente y de allí, por Villalpando, donde se puede comprobar si es cierto eso de que
“los cojones del cura de Villalpando, los llevan cuatro bueyes y van sudando”, acercarse hasta
la capital de la Comunidad, Valladolid. Eso sí, partiendo con el alba, porque realmente está
algo lejos.
8- OCTAVA ETAPA: desde
hasta
(León)
(Astorga)
El camino
La octava etapa es un cuento. De Gaudí a Gaudí y pedaleo porque me toca. El inicio de la
etapa despide una de las obras lejanas de Gaudí y la llegada va a darse de bruces con otra. El
cambio de meseta castellana por perfiles más escarpados y el cansancio acumulado días atrás
hace programar las etapas venideras con menos kilómetros que las anteriores. Apenas
cuarenta y cinco kilómetros para cubrir la ruta del día. Entre el primero y el último, Trobajo y La
Virgen (ambos del Camino), Valverde de la Virgen, San Miguel (también del Camino),
Villadángos del Páramo, San Martín (otro del Camino), Hospital de Órbigo, Santibáñez de
Valdeiglesias y San justo de la Vega, justo antes de entrar a la capital de la Maragatería.
Lo que queda en el camino
Despidiéndonos hasta nueva ocasión, que seguro la habrá, de León, por el puente de San
Marcos junto al hostal de idem y sobre el río Bernesga, se inicia la ruta. Todavía bajo paisaje
urbano, pero ya fuera de León, se llega a Trobajo del Camino. Es difícil seguir el itinerario
original, pues ha sido rediseñado año tras año con asfalto y pasos de cebra. Hay que
encontrarlo de alguna manera y seguir hasta La Virgen del Camino donde se encuentra una
sorprendente iglesia moderna, del siglo XX con estatuas de Subirachs en la fachada, y con el
altar barroco original del XVI. Siguiendo por la carretera nacional, que hoy va a acompañar al
peregrino durante un buen rato (incluso va a ser necesario utilizarla en algunos momentos), se
llega hasta Valverde del Camino, y de allí por San Miguel del Camino hasta Villadángos del
Páramo donde se halla la iglesia de Santiago con una imagen del santo y otras de la batalla de
Clavijo, ¿el que se cojió el ejem, ejem ...?
El siguiente pueblo también se apellida del Camino. Se trata en este caso de San Martín.
Aunque no lo parezca, el punto de referencia para seguir la ruta correcta es el bar “Cubano”,
donde ofrecen comida a los peregrinos, y a los no tanto, supongo. Saliendo de San Martín del
Camino hay que buscar la dirección hacia Órbigo. Antes se debe cruzar el puente sobre el río
¿cuál?, Órbigo, por supuesto. Éste es uno de los puentes más bellos de lo que va de camino.
El lugar es conocido como Paso Honroso y pasó honroso a la fama tras las justas
caballerescas que el caballero Suero de Quiñónez libró en 1434 durante 30 días de un caluroso
mes de Julio. El caballero Suero salió victorioso de todas ellas tras lo cual, lleno de moral, se
llegó dando un paseo a Santiago de Compostela a darle las gracias al santo. Claro, entonces
no había móviles para enviarle un mensaje y hacerlo a distancia, y el buen hombre se acercó
con el coche de San Fernando, modelo de moda en la época. Seguro que al llegar le pusieron
suero. Fuera bromas, tras el puente el, camino sigue por Hospital de Órbigo (¡aquí es donde le
pusieron suero!) y dejando atrás un cruceiro, se llega por la misma nacional hasta Santibáñez
de Valdeiglesias. Pese al género de su apellido Santibáñez sólo tiene una iglesia. Y poco más,
así que lo mejor es seguir por San Justo de la Vega. Aquí sí que hay varios puntos de interés:
el cruceiro de Santo Toribio (pero hay que subir una cuesta, se siente...) y la iglesia parroquial.
Finalmente se pasa por el puente del río Tuerto (al puente le falta un ojo, entonces) y
enseguida se llega a Astorga. Tiene guasa lo que ocurrió en Astorga. Se ponen a construir una
Catedral en 1471 y como resulta que las obras se eternizan van y le encargan otra a Gaudí
apenas a 50 metros de distancia. Mientras éste termina la suya, la clásica finaliza las obras y si
no querías caldo, ¡toma dos tazas! A falta de una ahora tienen dos y deciden llamarle a la
moderna Palacio Episcopal. En Astorga se puede hacer de todo. De todo menos discutir cual
de las dos mastodónticas construcciones religiosas es más bonita. Es la eterna disputa entre lo
clásico, representado por una magnífica Catedral que mezcla el barroco con el renacentista y el
gótico y que tardaron en construir ni más ni menos que casi quinientos años, y el no menos
bello Palacio Episcopal, de estilo neogótico (se tardó en construir apenas unos cuantos años).
También se puede visitar en Astorga lo que queda de las murallas romanas y el ayuntamiento
en la Plaza de España, que tiene un peculiar reloj señalado por maragatos. Y colorín colorado,
este cuento se ha acabado
Los alrededores
De los aledaños al camino destaca quizás entre todos Santa Marina del Rey, y una colección
de minúsculos pueblos muy similares a los que se van a encontrar en la ruta. Para los
motorizados, la relativa proximidad de Oviedo por el Puerto de Pajares y el recuerdo de
amistades asturianas largo tiempo sin ver pueden decantar la balanza hacia el norte, aunque si
se prefiere ir al sur tampoco es muy descabellado dirigir las miradas hacia Puebla de Sanabria
y Bragança, en la esquinita nord-este de Portugal.
9- NOVENA ETAPA: desde
hasta
(Astorga)
(Ponferrada)
El camino
De Astorga a Ponferrada la novena etapa discurre por las regiones leonesas conocidas como
la Maragatería y el Bierzo. Hablando con la gente del lugar, sus habitantes, no se sienten ni
castellanos, ni leones, ni españoles. Ellos son Maragatos, los unos, o del Bierzo, los otros. Para
acortar camino la ruta se separa de la carretera nacional y se adentra en el corazón de la
Maragatería por carreteras secundarias, dejando atrás pueblos tales como Valdeviejas, Murias
de Rechivaldo, Santa Catalina de Somoza, El Ganso, Rabanal del Camino o Foncebadón hasta
llegar al puerto de su mismo nombre que hace frontera entre las dos regiones. Desde allí, ya en
el Bierzo, por Manjarín, el Acebo, Riego de Ambrós o Molinaseca se llega hasta Ponferrada,
ciudad templaria.
Lo que queda en el camino
Desde Astorga parten los peregrinos que vienen del camino francés, a los que se les une los
que lo hacen desde el sur por la denominada ruta de la Plata. Hay que salir buscando la
indicación LE-142 dirección Foncebadón y muy cerca el peregrino se encuentra con la ermita
del Ecce Homo y justo depués, Valdeviejas. Poco que ver aquí, así que lo mejor es seguir
hasta encontrarse con Murias de Rechivaldo. Justo a la entrada del Pueblo se encuentra un
desvío hacía Castrillo de Polvazares, uno de los pueblos que mejor conserva el aire medieval,
vestigio de otros tiempos más esplendorosos para la comarca. Su belleza bien merece un leve
guiño al camino para visitar sus apenas diez o doce calles flanquedas por la ermita, la iglesia,
los cruceros, la casa de Concha Espina y los varios talleres de artesanía que todavía
conservan a la manera tradicional los pocos habitantes de Polvazares. Desde Aquí se puede
tanto retornar a la ruta antes abandonada como seguir por el mismo camino hasta encontrarla
en Rabanal, unos 7 kilómetros más adelante. Si se vuelve hasta Murias de Rechivaldo, se
sigue por El Ganso, pasando primero por Santa Catalina de Somoza. Pasado El Ganso, una
antigua mina de oro romana llamada la Fucarrona, bien merece un nuevo salto del camino. Se
llega a ella por una pista en muy buen estado unos dos kilómetros después de pasar el pueblo.
Si lo que se desea es no entretenerse en demasía y llegar raudo a un lugar donde reponer
fuerzas se puede hacer en Rabanal del Camino. Allí se puede degustar, aunque no será muy
conveniente para la segunda parte de la etapa, el famoso cocido maragato, que se come al
revés. También se puede visitar el pueblo donde se pueden ver joyas como la Ermita del Santo
Cristo o la de San José, la casa de las cuatro esquinas y la iglesia templaria de Santa María,
datada en el siglo XII. Será conveniente hacer acopio de agua en las fuentes del pueblo pues
desde aquí se inicia una dura ascensión al monte Irago que llevará por un fuerte repecho hasta
la despoblada población de Foncebadón, que da nombre al puerto que culmina la ascensión un
poco más adelante. Tras descansar de la subida y cumplir con la tradición de arrojar un guijarro
al montículo que hace de base a la cruz de hierro situada en la misma cima, el camino, que ya
discurre por el Bierzo, y de bajada, llega hasta El Acebo, pasando antes por Manjarín, otro
pueblo abandonado donde se pasa por delante del monumento al peregrino caído. Mejor no
pararse mucho, que ya estamos cerca de Galicia y ya se sabe eso de las meigas, y seguir
diligente hasta Ponferrada, no sin antes detenerse en las iglesias de San Fabian y San
Sebastián de Riego de Ambros o la peculiar arquitectura de Molinaseca. Desde aquí hasta el
final de la etapa el camino discurre ya por la carretera nacional
Los alrededores
Impregnarse de los aires maragatos y del Bierzo bien sirve de excusa para consumir este día.
Los alrededores inmediatos al camino no ofrecen nada distinto a lo que se halla en el mismo,
así que hay que alejarse un tanto hasta lugares como la Puebla de Sanabria o Verín, hacia el
sur, o el Parque natural de Somiedo, al norte, ya en Asturias.
10- DÉCIMA ETAPA: desde
hasta
(Ponferrada)
(O Cebreiro)
El camino
La última etapa leonesa cruza las puertas de la comunidad Gallega y empieza a respirarse un
aire de final. Desde Ponferrada hasta O Cebreiro se pasa por Columbrianos, Fuentesnuevas,
Camponaraya, Cacabelos, Pieros, Vilafranca del Bierzo, Pereje, Trabadelo, Portela,
Ambasmestas, Vega de Valcarce, Ruitelán, Las Herrerías, La Faba, Laguna de Castilla, se
abandona León por el puerto de Piedrafita do Cebreiro y se llega hasta O Cebreiro, ya en Lugo.
Lo que queda en el camino
A Ponferrada se habrá entrado bien por el Paso de la Barca, por delante del cementerio viejo,
bien por el puente sobre el río Boeza. El camino dentro de la población, famosa por su pasado
templario, permite sean visitadas de paso la ermita de La Encina, el Ayuntamiento y el Puente
Ferrado. Pero a pesar del cansancio acumulado merece la pena perderse por los alrededores
de la ruta y visitar el castillo del Temple, el último en sucumbir de la orden, o la iglesia de San
Andrés. La torre del Reloj es lo único que queda en pié de la antigua muralla. Los más
culturables pueden visitar el museo mozárabe de Santo Tomás de las Ollas y los más
atrevidos, o menos cansados, los alrededores, que ofrecen unas bonitas excursiones a
Santiago de Peñalba o San Pedro de Montes o, algo más lejos, dirección Orense, las
explotaciones auríferas romanas de Las Médulas. La capital del Bierzo tiene entidad suficiente
como para honrar a sus visitantes con un buen ágape en alguno de sus múltiples bares,
restaurantes o tascas, al igual que un apacible descanso, tan merecido como necesario para
afrontar con éxito las últimas etapas del camino
La salida de Ponferrada debe de hacerse por el Puente Ferrado dirección Columbrianos, para,
por Camponaraya, y dejando atrás Fuentes Nuevas, llegar hasta Cacabelos cruzando el puente
sobre el rio Cuá (no es una broma). Ermita de San Roque, iglesia de Santa María, Santuario de
la Santa Angustia y hasta mueso Arqueológico pueden obligar a un alto en el camino, aunque
la proximidad de Villafranca del Bierzo, con mucha más oferta, puede decantar la balanza hacia
esta población. A Villafranca se llega pasando antes por Pieros y llegando por el cementerio y
la iglesia de Santiago donde, si por causa mayor o de enfermedad algún peregrino no se siente
con fuerza para llegar hasta Compostela puede considerársele ganado el jubileo. Al menos así
era antes. En este viaje, en cualquier caso, sería conveniente llegar con las fuerzas suficientes
para poder visitar la Colegiata de Santa María, el Convento de San Nicolás o las iglesias de
San Francisco y La Anunciada.
Saliendo de Villafranca del Bierzo tras cruzar el río Burbia el camino empieza a prepararse para
romper las piernas del peregrino. Hay que vencer el puerto de Piedrafita y los pueblos de
Pereje, Trabadelo y Portela son las primeras estibaciones del montículo que se empieza a
ascender realmente poco antes de llegar a Ambasmestas. Allí hay que decidir si subir por la
antigua nacional VI, desviándose hacia Vega de Valcarce, o por la nueva. Elegida la primera
nos espera una carretera muy mal conservada, con fuertes repechos pero con bellos paisajes y
unos cuantos pueblecitos, todavía leoneses. La nueva nacional discurre ya sin habitantes
autóctonos en su camino hasta la comunidad gallega, aunque, eso sí con un firme bastante
más cuidado y con pendientes menos asesinas. Aún queda una tercera opción, para aquellos
que quieran hacer la ascensión hasta O Cebreiro por el auténtico camino francés. Para ellos,
una vez pasado Vega de Valcarce y Riutelán por la antigua nacional, y llegado a Las Herrerías,
han de seguir por La Faba y Laguna de Castilla, pueblo de las dos mentiras, casi en la cima y
justo en la Frontera con la comunidad Gallega. Luego se ha de llegar hasta Piedrafita de O
Cebreiro y de allí hasta el final de la etapa. Durante toda la subida se puede apreciar un
precioso paisaje y alguna que otra joya arquitectónica, aunque es de suponer que solo se
disfrutará de ellas en los momentos, si los hay, en que el ciclista deba poner los pies en el
suelo, por cansancio, o por placer... porque por aquí se salvan desniveles de hasta el 25 % y la
ruta discurre siempre por caminos de montaña. En la cima, O Cebreiro, donde al peregrino le
espera un buen caldo gallego, y un mullido catre, valientemente ganado.
Los alrededores
Además de los ya comentados en los alrededores de Ponferrada, que también se pueden
hacer el día anterior al llegar para no castigar las piernas antes de iniciar la etapa, el camino
ofrece la posibilidad de acercarse desde Cacabelos hasta el monasterio de Carracedelo. De
todas formas, la dureza de la etapa y lo avanzado del camino no permiten demasiadas
concesiones a la soberbia y la mejor opción para el biciclista puede ser la de ceñirse al corsé
de lo diseñado oficialmente. El peregrino motorizado sí puede permitirse todavía algún que otro
capricho y puede adelantarse hasta Monforte de Lemos y disfrutar, por fin ya, de la especial
amabilidad del pueblo gallego y de sus paisajes inigualables. También puede quedarse por las
estibaciones del camino y andar de pueblo en pueblo buscando ermitas, iglesias, castillos y
demás arquitectura que ofrece la zona. O simplemente acercarse hasta la reserva nacional de
los Ancares y echarse a la bartola bajo la sombra de alguno de los árboles que pueblan los
frondosos bosques de las cordilleras galaico - leonés - astur.
11- UNDÉCIMA ETAPA: desde
hasta
(o Cebreiro)
(Portomarín )
El camino
Primera etapa íntegramente gallega. Antepenúltima de la ruta. De nuevo una etapa de más de
cincuenta kilómetros para pasar de O Cebreiro hasta Portomarín por el corazón de la Galicia
profunda representada por las incontables poblaciones, minúsculas muchas de ellas, que el
peregrino se encuentra por el camino. Las más destacadas, Truiacastella, Samos, Sarria,
Barbadelo, Cortiñas o Vilachá. Mezclarse e intercambiar algunas palabras con los habitantes
de la zona, debería de ser un reconfortante ejercicio para un cuerpo ya castigado.
Lo que queda en el camino
Con la completa seguridad de que llegados a este punto es imposible no terminar, quedan solo
114 kilómetros, el peregrino inicia la etapa entre las pallozas de O Cebreiro. Después de la
dura etapa anterior el descenso por el otro lado del puerto ayuda al inicio, pero pronto vuelve el
camino a empinarse. Hay que superar el alto de Poio, menos prolongado y duro que el de
Piedrafita, pero subida al fin y al cabo. Tras vencerlo, descenderlo, y cruzar algunos
pueblecitos encantadoramente gallegos se llega a Triacastella. El peregrino del siglo XXI puede
imitar a los peregrinos que iban a Santiago cuando todavía estaba la Catedral en Construcción
y coger un puñado de cal en Triacastella para depositarla en los hornos de Castañeda.
También puede seguir raudo hasta Sarriá, que regala más oferta de todo tipo.
Antes hay que decidir en Triacastella si llegar seguir por el camino de la izquierda, por Samos,
o por el de la derecha, el de San Xil. La visión del monasterio de Samos, datado de la época de
los suevos ya en el siglo VI, bien merece los cinco kilómetros de más de la primera opción. A
pesar de haber sido reconstruido en varias ocasiones a lo largo de la historia, mantiene el aire
de magnificencia de estas construcciones. El claustro es el mayor de la península y su fachada,
barroca, es de muy bella factura. La otra opción es más corta, pero más dura, aunque sus
paisajes y pueblos descritos tienen muy buena literatura a sus espaldas. Sea como sea se
llega a Sarria. Puede ser una buena opción para hacer un alto y recomponer fuerzas con una
buena comida de la zona, pues hasta el final de etapa son todo pequeñas poblaciones. En
Sarria también se pueden visitar alguna de las varias iglesias que tiene. La de Santa María o la
del Salvador, románica del siglo XI pero con puerta gótica posterior son algunas de ellas. O el
torreón de la antigua fortaleza, lo único que queda de ella. El viejo puente sobre el río Cateiro
es uno de los de más historia del camino. Sarria cuenta también con un muerto muy ilustre, el
mismo rey Alfonso IX, que murió en esta población cuado iba de peregrinación hacia Santiago.
Dejando Sarriá y poco después de pasar por el convento de los Padres Mercedarios ya queda
muy poco para el final de etapa. Tan solo unos 22 kilómetros y otros tantos pueblos más, tales
como Barbadelo, Cortiñas o Vilachá, y finalmente, Portomarín, sobre la aguas del río Miño,
junto al embalse de Belesar. Las iglesias de San Nicolás y San Pedro, así como un histórico
pazo de la población, fueron trasladadas piedra a piedra al emplazamiento del nuevo pueblo
tras la construcción del embalse en el año 1962. Este hecho da una idea de la importancia de
la arquitectura de Portomarín, donde destacan, además de las indicadas, el Palacio de los
Pimentales. Un paseo por la ribera del Miño, una buena cena a base de dieta gallega rematada
con un orujo del mismo pueblo, y un merecido descanso bajo las estrellas de una nueva noche
celta, serán un buen final para una etapa, que ahora sí, ya suena a final.
Los alrededores
Si no se ha hecho el día anterior será muy difícil resistir al influjo gallego y renunciar a disfrutar
de una jornada íntegra por entre sus pueblos, sus gentes, sus bosques, su gastronomía, ...
Descubrir los pueblos de Lugo por donde discurre la undécima etapa es una de las mayores
satisfacciones que ofrece el camino. Cualquiera de los alrededores es una buena elección. Si
va acompañado de charla en la tasca, vino en la mesa y tapa en el buche, mucho mejor.
12- DUODÉCIMA ETAPA: desde
hasta
(Portomarín)
(Arzúa)
El camino
Una nueva etapa, la penúltima, discurre entre las provincias de Lugo y A Coruña. De nuevo
ruta por diminutos pueblos que han de llevar al peregrino hasta casi las puertas de la gloria.
Para ello todavía hay que vencer apenas 50 kilómetros y pasar, siempre acompañado por los
autóctonos hórreos y cruceiros, por lugares tales como Palas de Rey o Melide, ya en A Coruña.
A la duodécima etapa hay que tenerle el respeto suficiente, más que nada por ser confusa, y
provocar fácilmente despistes en el peregrino que le hagan bicilar y desbiciclar kilómetros
infructuosamente.
Lo que queda en el camino
Poco ha quedado en el camino del antiguo esplendor del que gozaban las poblaciones,
minúsculas, sí, pero importantes en su universo peregrino de siglos pasados, por las que
pasará hoy el valiente ciclista. En muchos de los pueblos que van quedando en la etapa
duodécima todavía se intuyen las ruinas de antiguos hospitales y casas de hospedaje que
antiguamente aliviaban los últimos esfuerzos del sentido caminante, que lo del ciclista o
ayudante a motor vino después. Algunas de estas poblaciones son Toxibo o Gonzar, hacia
donde habrá que dirigirse desde Portomarín. Al llegar a Hospital da Cruz, donde se cruzan
nacional y comarcal, hay que olvidarse de ambas y dirigirse en línea recta hacia Ligonde por
Ventas de Narón, Prebisa y Lameiros. Antiguamente, ya se ha dicho, Ligonde contaba con una
importancia especial dentro del camino. Hoy en día se conserva tan solo un libro de cuentas
del hospital, un rústico cementerio de peregrinos y un bello cruceiro. Siguen cayendo en la ruta
pueblos semiabandonados y se llega hasta Palas de Rey, donde la vista se alegra algo.
Conserva todavía importantes iglesias románicas, pazos, incluso castillos como el de Pambre.
En Palas de Rey se recupera también el cauce de la carretera nacional. De allí hasta el final de
etapa sólo hay que seguirla, pero antes hay que pasar por Leboreiro, primer pueblo de la
provincia de A Coruña, y que ofrece la iglesia de Santa María y algunos tramos del camino
original. También hay que pasar por Melide, donde antiguamente se unían el camino francés y
otro que venía de Oviedo. Se conservan restos de una antigua fortaleza medieval y los templos
románicos de San Pedro y Santa María. En el ayuntamiento se ha instalado el museo
arqueológico.
Hay que seguir para llegar a Arzúa, final de la etapa, pasando antes por Castañeda, donde hay
que acordarse de dejar el puñado de cal cogido en Triacastela. También se pasa, entre otros
pueblos, por Ribadiso, donde todavía aguanta en pié una antiguo hospital de peregrinos. En
Arzúa se pasa la última noche antes de llegar al final de la experiencia, y es por eso que
seguramente sea especial. Además de momentos para la nostalgia mezclada con alegría,
también se puede disfrutar de esta bella localidad coruñesa que fue otrora hogar de
importantes señores de la sociedad gallega. Ofrece como principales construcciones la capilla
de la Madalena y la iglesia de Santa María de Arzúa. Degustar los deliciosos quesos con los
que cuenta la población es casi obligado. Coincidir con alguna de sus importantes fiestas
ganaderas sería un regalo al que el peregrino no debe aspirar si quiere terminar con éxito su
cometido.
Los alrededores
En las cercanías del inicio de la etapa, algo al sur, se encuentran Los Pazos de Ulloa, famosos
por la novela de Emilia Pardo Bazán y por su adaptación televisiva. En Vilar de Donas, al norte
de Palas de Rey, se encuentra el monasterio de San Salvador. Algo más adelante, en Melide, a
unos ocho kilómetros del camino, está Iglesia de Santa Maria de Capela con los restos del
monasterio de San Antonio de Toques. En fin, que los aledaños del camino ofrecen, hoy sí, una
variada oferta, complementaria a la de la propia ruta, que puede ser interesante descubrir. Pero
si el acompañante a motor ha visto saciado ya su hambre de pueblo gallego, puede superar
dicho hastío acercándose a alguna de las urbes cercanas. Izando la vista al norte se encuentra
a tiro de piedra Lugo, con su monumental muralla romana que rodea todo, íntegramente todo,
el casco antiguo de la ciudad. Al sur, un poco más lejos pero aún así asequible a motor, se
encuentra Orense, no menos encantadora que su vecina. Fonte das Burgas o Puente Romano
son suficientes para enamorar a cualquiera. No vamos a engañarnos, ayuda también la
proximidad de melenudos músicos muy queridos por quien suscribe estas letras. El día también
da para una acción solidaria, para acercarse a la costa a limpiar la conciencia, pero eso debe
de ser objeto de estudio por parte de todos los implicados, pues supone el abandono, por un
día, de las labores de apoyo inicialmente comprometidas.
13- TRECEAVA ETAPA: desde
hasta
(Arzúa)
(Santiago de Compostela)
El camino
Última etapa del recorrido. Un paseo hasta la gloria, representada en un pórtico. Atrás quedan
varios cientos de kilómetros que seguro que han tenido de todo. Momentos muy alegres y otros
mucho más. Sufrimientos, penas, dolores, pero también placer, satisfacción y júbilo. El
recorrido desde Arzúa hasta Santiago de Compostela es un regalo para las sensaciones, un
ascenso a los cielos. Apenas cuarenta kilómetros que permitirán al peregrino llegar pronto a la
meta, disfrutar de la impresionante imagen de la Catedral Santa y cumplir con la visita obligada
al protocolo. Esto es la recogida de la Compostela, la inserción de la mano en la huella de los
peregrinos, la misa santa, el botafumeiro actuado por los tiraboleiros y la visita a los restos de
Santiago junto con el abrazo al santo. Entre medio, unos cuantos pueblos para deleite final del
sufridor ciclista. Son entre otros Brea, Calzada, Rúa, Calle (todos ellos con un mismo
significado, camino). Luego Ferreiros, Santa Irene, Arca do Pino, Amenal, San Paio y
Labacolla, donde los peregrinos se aseaban antes de realizar su entrada a Santiago. Poco más
que unas cuantas referencias en la ruta, como la capilla de Santa Irene o los eucaliptos que se
encuentran en Arca. La ultima dificultad es el alto del Monte do Gozo. Aquí ya se divisa
Santiago al fondo...
Lo que queda en el camino
No tener la respuesta al porqué de las cosas que te pasan le confieren una dimensión especial
a la existencia. Vives, porque algo te impide dejar de respirar, y en ese ir y venir de
inspiraciones y espiraciones tu cuerpo se impregna con minúsculos pegotes de sensaciones
que quedan para ser moldeados con las máquinas del tiempo. Es el principio. Leer un rato, ver
una buena película, imaginar un espacio con los dedos, huir hacia fuga porque así te lo han
pedido o terminar una charla que empezaste hace muchos años se convierten en herramientas
necesarias para respirar. Son momentos cotidianos, que se presentan unas veces cuando tú
quieres o que llegan inesperadamente. Entonces, cuando tú no lo los eliges, es cuando
empiezas a caminar.
Muchas veces sientes necesidad de saber que ha ocurrido desde la primera bocanada de aire
hasta ahora. Lo que queda en el camino marca en forma de surco de vinilo, en definitiva, queda
como parte de tu existir. Y es por eso que anhelas conocerlo aunque sabes que encontrar la
respuesta puede ser doloroso. Silencio como escudo impenetrable. O fluido monólogo para
despejar dudas acerca de tu integridad. ¿Qué eliges? Mientras, decides mantenerte en la
ignorancia y esperar que sea la ingenuidad quien te proteja. Mientras, sigues respirando.
Finalmente el camino llega a la meta y entonces no debes esperar más. Caminando
encontraste compañía. Sístole... diástole... respirar ya no es lo único que te obliga a vivir.
Desde un día que no puedes situar en el calendario sientes la necesidad de contar con él para
seguir avanzando. O eso o volver a empezar. Y es en esa situación, agarrado a la amistad,
como sientes tanta fuerza que podrías explorar miles de rutas esta misma tarde. Pero sabes
que eso es imposible y te quedas a la espera. Te lo cuento a ti porque ya has elegido una, al
azar quizás, y la exprimes intentando obtener lo mejor de ella, y la haces tuya para disfrutarla
en tus ratos de ocio, y dejas que te llegue con la esperanza de que las máquinas del tiempo la
transformen en aire respirable. Mientras esperas, inspirar... espirar... inhalar... expirar...
Los alrededores
Nada hay alrededor de este camino, lo que queda de el es la meta a alcanzar.
APÉNDICE A: ... Y Santiago de Compostela.
Llegados al final del camino y cumplido el ritual más protocolario es momento de aparcar las
experiencias vividas los últimos días, abstraerse mentalmente de lo que se ha hecho y disfrutar
de Santiago de Compostela por lo que es ella por si mismo, no por sus visitantes. Con poco
más de 100.000 habitantes se convierte en la segunda ciudad en importancia de la provincia
gallega de A Coruña. Su importante legado histórico-cultural, unido a su situación estratégica,
geográficamente hablando, le confieren un carácter cosmopolita donde conviven desde los
funcionarios del Gobierno de la Xunta de Galicia, del que es sede, hasta el bohemio llegado
desde cualquier lugar del mundo que disfruta del bello casco antiguo, pasando por la
importante comunidad universitaria que le modela un ambiente marcadamente festivo.
Los orígenes de Santiago se remontan al siglo IX cuando es descubierto el sepulcro del
apóstol. Los Alfonsos II y III empiezan a levantar iglesias y monasterios en la zona, alrededor
de los cuales nace la ciudad. A finales del primer siglo el rey moro Almanzor, temeroso por la
importancia que está tomando la ciudad, la incendia y toma como botín de guerra las
campanas, que son llevadas a Córdoba. La peregrinación de fieles hace mantener grande el
nombre de Santiago y en 1075 el VI de los Alfonsos inicia la construcción de la Catedral
románica. Queda terminada en 1211. Posteriormente son construidos el hospital real, hoy
convertido en magnífico parador, y la Universidad, que dota a la ciudad de su seña de identidad
definitiva, sólo modificada por la influencia del barroco, que la deja tal como la conocemos en
nuestros días.
Monumentalmente todo en Santiago gira alrededor de la Catedral. Situada en la plaza del
Obradoiro. Su fachada, llamada también del Obradoiro, fue construida entre 1738 y 1750 por
Fernando Casas y Novóa y supuso el espacio donde los más prestigiosos artesanos de la
piedra pudieron expresar lo mejor que tenían. Moldearon la mejor expresión del barroco en la
península. Una doble escalinata da acceso a la entrada principal de la Catedral, en cuyo
interior ya, se encuentra una fachada anterior, llamada Pórtico de la Gloria, que es obra del
maestro Mateo. En ella se encuentra el parteluz donde los peregrinos posan la mano en la
huella dejada por miles de ellos y golpean tres veces con la cabeza en la frente de la figura del
artista. El interior del templo es de estilo románico clásico, magistralmente interpretado por sus
constructores. Tras el altar, se sitúa el núcleo más espiritual de la Catedral. El Sepulcro guarda
en la cripta la urna con los restos del Apóstol Santiago y en la parte superior, accesible a través
de un estrecho pasillo, se alcanza la figura de Santiago Apóstol, al que hay que abrazar para
cumplir con la tradición peregrina. Las grandes celebraciones religiosas utilizan el mayor
botafumeiro del mundo, dirigido por expertos tiraboleiros. Otras dependencias de la Catedral,
cada una importante en su función y diseño, son el Tesoro y las Reliquias, el Claustro, las salas
de Arqueología, la sala capitular, la Biblioteca y el archivo.
En la misma plaza del Obradoiro, con la Catedral a la espalda a la derecha, se encuentra el
Hostal de los Reyes Católicos. Antiguo hospital real es ahora parador nacional, un magnífico
hotel en cuya fachada se pueden ver las trazas del mejor plateresco de la península. Al otro
extremo de la Catedral se encuentra el Pazo Raxoi, de estilo neoclásico, sede de la
Presidencia de la Xunta de Galicia y Ayuntamiento de la ciudad. También se encuentran en la
plaza del Obradoiro el colegio de San Jerónimo, rectorado de la Universidad y el Pazo de
Xelmírez.
Adentrarse en las calles aledañas a la Catedral es retroceder decenas y decenas de años en el
tiempo. Al dirigirse hacia la Plaza Platerías hay que pasar por delante de la iglesia de San
Fructuoso y el colegio Fonseca. Ya en la misma plaza, la fachada antigua de la Catedral y la
Casa del Cabildo, alrededor de la Fuente de los Caballos. Otro punto donde centrar la atención
está en la Berenguela o Torre del Reloj, dando la bienvenida a la Plaza de la Quintana. En la
misma plaza, bella ya de por sí aunque no tan solemne como la del Obradoiro, están la Casa
de los Canónigos, la Casa de la Parra y el monasterio de San Paio de Antealtares. También
dan a esta plaza la Puerta real o do Reloxo y la Puerta Santa, sólo abierta en año Santo. La
zona de la Acibechería recoge la ancestral tradición joyera de Santiago. Cerca está la segunda
construcción de la ciudad, por su importancia eclesiástica. Es el monasterio Benedictino de San
Martiño Pinario. El resto son calles, iglesias, fuentes, soportales, escaleras, esquinas con bellos
puntos de vista, todas ellas encantadoras a pesar de permanecer anónimas a las guías y
folletos informativos de la ciudad. No se si se dice también de ella, pero podría valer. A
Santiago no se va sólo una vez en la vida.
APÉNDICE B: el camino gastronómico.
La amplia extensión de territorio se recorre para llegar a Santiago de Compostela desde
Roncesvalles, todo por la zona norte, paraíso para deleite de paladares exigentes, permite al
visitante disfrutar de una ingente variedad de manjares, unos de ámbito general pero únicos
por su calidad y otros autóctonos de la zona visitada. Desde el inicio del camino hasta su
finalización en tierras Gallegas se recorren las provincias de Pamplona (Navarra), Logroño (La
Rioja), Burgos, Palencia y León (Castilla León) y Lugo y A Coruña (Galicia). Cada una de ellas
rica o más que cualquier otra y todas ellas en su conjunto otro de los placeres que la ruta Santa
regala a los sentidos.
Los inicios del camino son por tierras navarras. El arte del buen comer por esta tierra queda
muy bien representado por sus productos más característicos, que son el espárrago, la ternera,
la alcachofa de Tudela, el pimiento de piquillo de Lodosa o los quesos de Roncal. La compañía
debe de ser alguno de sabrosos tintos que da la tierra o un txakolí adoptado de las vecinas
Gascongadas. Un digestivo a modo de Pacharán no hará daño si el llantar ha sido copioso.
Lo cercano de La Rioja con Navarra puede llevar a equívoco si se cree que la cocina Riojana
es similar a la Navarra. La variedad y personalidad de la gastronomía es tal que se distingue
entre la cocina Queleña, una pequeña población de la Rioja, la de la Ribera o la de la Sierra.
En cualquier caso, el peregrino que se centre tan sólo en su zona de influencia, no tendrá
problema alguno para degustar manjares de una u otra zona. Así, podrá elegir entre los
excelentes embutidos, espárragos o pimientos, del piquillo, que se ofrecen a modo de
entrantes. Algo más contundente, como para llenar el estómago, las tradicionales patatas con
chorizo, también llamadas patatas a la riojana, o las alubias acompañadas de chorizo, tocino y
costilla de cerdo, que llaman pochas o caparrones. Las excelentes verduras de la zona
permiten degustar ricas menestras, ideales si se escoge un segundo plato copioso tipo
chuletillas al sarmiento, asado de cordero y cabrito o pimientos, ahora rellenos. Los pescados
tampoco quedan al margen de la cocina riojana. Muy típicos son el bacalao con pimientos
secos y la trucha con jamón. Los postres también tienen una personalidad propia. Elaborados
muchos de ellos de forma tradicional, destacan los Fardalejos, una especie de hojaldre rellenos
de pasta dulce, las milhojas de Logroño o los rusos de Alfaro. No por ser autóctonas pero si por
su calidad también destacan las manzanas asadas o las frutas al vino. Huelga decir que nos
encontramos en, quizás, la mejor zona vinícola de la península, y degustar alguno de sus ricos
caldos es casi obligado en las comidas que se realicen en la zona. No sólo de platos
elaborados se nutre la cocina riojana, pues está muy extendido también el llamado chiquiteo
por los bares de las poblaciones, normalmente por zonas de mucha tradición. La variedad de
pinchos es tanta como la cantidad de nombres autóctonos que utilizan, zapatillas, bombillas,
champiñón, madeja, ... Descubrir media docena de ellos es un buen ejercicio para el paladar, y
para la mente.
El salto de provincia lleva consigo un cambio de comunidad autonómica, paisaje, y por
supuesto gastronomía. En Burgos dominan las carnes en forma de guisos populares, olla
podrida, lentejas burgalesas o lechazo al horno. La morcilla de Burgos tiene fama internacional
y los quesos no tienen nada que envidiar a los de cualquier otra zona. Tocan el pescado con la
trucha al horno. Por una cuestión personal, los mejillones de las tascas del casco antiguo y los
cangrejos en una mesa amiga son merecedores de medalla. En la misma comunidad
castellana, pero ya en Palencia, dominan las verduras. Son destacadas sus menestras
realizadas con ternera de los prados y verduras de las huertas palentinas. Palentinas son
también las galletas maría, ideales para un buen desayuno. León, por la identidad de sus
regiones, ofrece bastante más variedad. El botillo de la Comarca del Bierzo, el cocido maragato
de la Maragatería o la cecina de León son únicas en su especie. Los embutidos, en general,
son destacados en toda su geografía y las codornices y perdices harán las delicias del
afamado peregrino. De Ponferrada se cocinan sus truchas. También dominan los dulces las
gentes leonesas. Así, las yemas de León, las frutas en almíbar del Bierzo, los imperiales de la
Bañeza o los nicarones de Boñar pueden ser un buen colofón a un buen tentempié.
Y finalmente la comunidad gallega. Se podría decir todo de ella. Muchos de los productos
gallegos son eso, gallegos, de toda la comunidad. Tal es el caso del pulpo, el mejillón o la
empanada. Pero más específicamente de Lugo, la primera zona que se cruza, destacan sus
carnes. La ternera es deliciosa, el chuletón de Lugo es una experiencia, el lacón es jugoso,
más si es con grelos, y la tripa muy apetecible. A pesar de no ser específicamente marinera
tienen especial donaire con el pulpo con cachelos, las patatas gallegas están deliciosas de
cualquier forma, y se sobran con los quesos de la zona. Un buen caldo, o si se es más valiente
un cocido gallego, siempre acompañado de los densos panes de hogaza o de maíz, seguro
que reconforta y da fuerzas para la etapa siguiente. Ya en A Coruña, aunque también se puede
encontrar en la vecina Lugo, el marisco predomina. Todo tipo de mariscos, desde el más
asequible hasta el más selecto. Almejas, berberechos, bogabante, calamar, camarón, centolla,
cigala, langosta, mejillón, mincha o bígaro, nécoras, ostra, percebe, pulpo, santiaguiños, sepia
o jibia, vieira y Zamburiña son muchos de los que se pueden degustar. Con tanto marisco no es
de extrañar la predilección de la tierra gallega para con los vinos blancos. El ribeiro se utiliza
como si fuera agua y acompaña a todas las comidas, pero si se es más ambicioso, o se busca
mejor paladar, hay que atreverse con el albairiño. Coruñeses, de la vila de Cela, son también
los pimientos de Padrón, esos que unos pican y otros ‘non’ (pero el que pica, pica, lo aseguro).
En quesos domina el de tetilla, aunque también se encuentra el de Arzúa. De postre, se
pueden pedir frutos secos, frutas silvestres, o bollería tipo melindres o tarta de alguno de los
pueblos de la zona tales como Mondoñedo, Portomarín o Guitiriz, pero teniendo en cuenta el
objeto del viaje seguro que se elige un buen pedazo de tarta de Santiago. Si como colofón se
escoge café y se quiere acompañar con algo de licor hay que elegir entre el carajillo o el café
con gotas. El primero tiene denominación de origen mientras que el segundo es más como lo
podemos recordar los habitantes mediterráneos. Tan copiosos refrigerios precisan de medicina.
Los gallegos tienen la suya propia y le llaman orujo. Aguardiente, de hiervas o de café son las
especialidades más extendidas.
Despedida de la previa al apoyo del Camino de Santiago.
Y aquí termina esta serie de escritos acerca de la ruta santa a realizar entre los días 16 y 28 de
Agosto de 2003. Antes queda una etapa de aproximación hasta Roncesvalles y después otra
de vuelta, ambas íntegramente en vehículo. El humor de la llegada a la Tarraco imperial para
celebrar otro tipo de evento, también esperado, dependerá en gran medida del discurrir del día
a día, de eso no hay duda, pero lo único que no podrá quedar en entredicho, es que no se
intentó. Que descanséis mucho para afrontar con éxito los próximos días. Desde el apoyo sólo
queda desearos que,
la fuerza os acompañe,
peludos saludos,
salutetas,
y mucha salud y birras,
Tomás
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