JLño III* madrld t.° de Octubre de tSBO. nrúm. ev. PERIÓDICO ftWlAL, DEDICADO AL BELLO SEXO. SUMARIO. El Ramillete (continuación), por M.—A Un niño, por Don Jerónimo Moran.—Higiene del tocador, por D. J. Saiz Cortés.— El tio Cascarrón (leyenda alemana), por los hermanos Grimni. —El Máscara de hierro, por R. L. G.—Miscelánea. — Charada. — Jerogli^co.—Pliego de dibujos, por D. J. Magistris. EL RAMILLETE. • (Continuación). £ I i OlilTO. Árbol precioso, por fortuna bien conocido en España. Llega hasta la altura de veipte pies y conserva todo el año sus hojas, verdes por un lado y verdiblancas por el opuesto. Sus flores son diminutas y blancas y se agrupan en forma de racimos. De su fruto bastará que digamos que es de los más exquisitos, preciados y útiles. No sin razón hizo la antigüedad de esta planta el símbolo de la paz. Figura el olivo en la Mitología como el árbol de mayor venerafcion. Disputándose Neptuno y Minerva el honor de dar nombre á la ciudad de»Atenas, acabada de edificar, convinieron al fln que tendría la preferencia aquel de los dos que la hiciere el don más precioso. Neptuno hirió en seguida la tierra con su tridente y brotó allí un caballo, emblema de la guerra.—Minerva, sin tanto aparato, hizo brotar el olivo, símbolo de la paz, y sin género alguno de duda ni vacilación, fué la elegida para dar nombre á la nueva ciudad, y con razón justísima, porque por más soberbia que sea la corona de verde laurel que es la del guerrero, f por más modesto que aparezca á su lado un ramo de oliva, 10 cierto es que cuanto más amargo resulta el fruto del primero, tan.to es más dulce el que simboliza la segunda. No ya solamente la paz, sino la sabiduría, la concordia, la clemencia y i ^ gracias se coronan también con las, hojas del olivo. Fuera de los términos del paganismo, recordemos con gratitud y veneración, que la paloma esplorador» enviada por Noé volvió al Arca trayendo en su pico una rama de olivo, símbolo de la paz que el Señor acababa de conceder á la tierra. I4AORTICÍA. ¿Quién no conoce las traidoras hojas de esta planta! Tienen figura de corazón aunque bordeadas de dientes de sierra, que parece indicar ya que en semejantes corazones no debe encerrarse mucha mansedumbre. Sus flores son muy pequeñas y brotan apiñadas entre las hojas superiores. Examinadas estas con el auxilio de un microscopio, causa sorpresa encontrarlas cargadas de pelos finos, tiesos, articulados y puntiagudos, que sirven de conducto á un humor acre y mordiente, encerrado en una vejiguilla que es la raíz ó base de cada uno de ellos, cuyo dañino instrumento presenta en su conjunto igual configuración que el aguijón de las abejas. Tanto en el'insecto, como en la planta es el humor acre el causante del dolor., el cual se parece al de una quemadura. Este aparato dañino ha hecho de la ortiga el emblema de la crueldad. Llámanla festivamente en algunas partes las hojas déla ¡hola! os referiré la rázonde éste apelativo: tCierta aldeana con sus puntas y ribetes de traviesa, recogía á }iurtadillas en un huerto unas guindas exquisitas y cuando más afanosa se hallaba en su tarea, depositando la dulce y sabrosa fruta del cercado ajeno dentro de un pañuelo que al intento llevaba prevenido, hubo de volver la cabeza y descubrió que la estaba observando un mozo bobalicón que enamorado de ella, era su sombra en todas partes. La muchacha hizo la disimulada, como si nada hubiera vísto^ y reparando que al pié del guindo crecían algunas ortigas, vínola al pensamiento dar un chasco al impertinente que, sin ella consentirlo; la seguía los pasos. Continuó, pues, su recolección con disimulo, y dando las espaldas al 338 LA GUIRNALDA. mozo, halló modo, sin que estelo advirtiera, de envolver el fruto hurtado entre una buena cantidad de hojas de ppt|ga. Hecho lo cual, cogió bonitamente el pañuelo por Sus guifítro puntas y tarareando un estribillít villanesco, se enQa.nafnó hacia la puerta del huerto. Salióla al paso el aldeano bobalicón, haciéndose el encontradizo, y después de haberlo pensado mucho y de haberse rascado una y otra orejí^, acabó por decir: —¿Se podrá saber lo que Heva ahí la buena moza? —¿Y por qué no, mocito resalado? contestó ella; pero taraos á ver antes si tú lo aciertas con ese saber que Dios te ha dado. —Pues ya se vé que s í : ¿y qué voy á ganar si lo acierto de golpe? —Un gran pupado de lo que llevo. —Pues mira, chica, para qué andar con más requilorios: lo que llevas ahí dentro son guindas. —Cabalito. —Pues ahora venga un puñado de ellas. —Toma, dijo la muchacha presentándole el pañuelo de suerte que no se viera su contenido. El mozo, no cabiendo en sí de, alegría, no aguardó á que^le repitiera la invitación, é introduje bruscamente la mano por una délas junturas del pañuelo, abarcando cuanto le fué posible para pescar una buena ración; pero al sentirla abrasada por los dardos de aquellas malditas ortigas, sacóla más qué de paso, vacía y exclamando^ impulsos del escozor: —¡Hola! ihola! —Más abajo están las guindas, se contenió con decirle la muchacha ; y echó en seguida á correr con granJe risa, dejando al pobre mozo en el huerto, cariacontecido y soplándose la mano con tal furia corno si tratara de apagar un hachón de brea.» Esta aventura enseña además el origen de un refrán bien conocido. I.A P A § I O I V A R I J L . Planta de tallos trepadores que suelen estenderse hasta unQS sesenta pies de longitud. En^sus grandt-s hojas redondas, de un matiz azul hermosísimo, se encuentran unas figuras con sombra de semejanza con los atributos de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, á saber: la corona de espinas; la columna; las disciplinas; la esponja; los clavos y las cinco llagas del Señor. A esta notable circunstancia debe su nombre y el ser símbolo de la creencia ó de la fé. MJk PS:OMtA. Planta de raices tuberculosas: sus hojas ovaladas tienen dos caras distintas, la de encima tersa y lustrosa, la de abajo afelpada. Las flores que brotan en las extremidades de los tallos, son grandes y compuestas de bastantes pétalos de UH hennoso color carmesí. Según la mitología, hubo una ninfa que habiendo faltado á las reglas del pudor fué trasformada en peonía, por lo cual h% conservado el color que la vergüenza imprimió sobre su ff^^e. Por eso sin duda es esta flor el sírtibolo del rubor ó de la vergütjnzjí. . El cultivo, §in emb.'jrgo, ha hecho produoip 4 esta planta hermosas flores dobles, blancas y de cptor de reiisp. El una flQrecilla bien dinainuta en verdad; pepo ¡ cuan linda y distinguida la hacen el hermoso color morado de sus pétalos superiores y el grato amarillo de los tres inferiores, unos y otros hermosamente aterciopelados ! No es necesario entrar en más pormenores respecto de una flor tan generalmente conocida como apreciada. Las hermosas deliran por ella y no satisfechas con ostentarla entre sus sedosos cabellos ó prenderla entre los encajes que ocultan su seno, suelen oolocarlii con preferencia en su boca. ¡ Quién sabe si en seme.adte posición bendeciráj á ía Providencia por haberla creado tan pequeñila! Sino fuera por esta ciicunslancia ¿ternaria asiento tan continuado entre los labios de una belleza por quien suspiran mil adoradores ? Es tal vez por ésta c.tusa la favorita de los amantes en general, que al darse unos á otros flor tan encantadora se dicen en el idioma mudo de las plantas: Esclavo del amante frenesí; no pienso más que en ti: piensa tú en mi. M. Á ÜN N I Ñ O . Dejadme en paz, memorias, quo atormentáis mi vi.da con sueños amorosos, de gloria y de ambición; sobrado aquí en mi pecho tuvisteis acogida traidoras desgarrando mi pobre corazón. Dejad ya que reposa siquiera un breve instante, dejad que busque sombra por hoy, donde dormir, pues soy en vuestro seno cual peregrino errante que nunca llegó al punto que imaginó al partir. ' Yo me forjé en mis suefios magníficos paisajes y bellos horizontes y flores por do quier; y rios y cascadas y expléndidos follajes en la azarosa vida imaginaba ver. Y amando así del mundo la pérfida llamada por sondas engañosas frenético corrí; y no hallé mas que sombfas, la realidad en nada, que siempre ha sido uü sueño la dicha para mí. Por eso hoy ya cansado y errante peregrino,, un árbol, una fuente demando en tanto afán, que mis fuerzas restauren en el fatal Cümino por donde mis pisadas desorientadas van. ¿Más dónde ¡ay Dios! mi mente perdida y fatigada los dulces pensamientos que Büfea hallará al fin? ¿adonde volver pueden P>>s o]<S$ su mirada que el límite traspasen de todo este confin ? 339 LA GUIRNALDA. ¿Qué no bailen obstruidas las sendas quo c(ñiducen á la verdad difícil, al verdadero bien, faros in^iccesibles que eo lontananza lucen y alumbran la esperanza quimérica también? Bendice el peregrino en el desierto triste el árbol y la fuente, aliento de su fó; yo he sido el pasajero, tu fuente y árbol fuiste, por eso yo el instante bendigo en que te hallé. Así en eátos deliquios perdido mi discurso un niño candoroso apareció ante mí, y en mágico embeleso variando pl triste curso de mis locas ideas ansioso le acogí. Bendigo, niño hermoso, la candida sonrisaj,^ que cual destello santo de bonancible paz, de tu corazón bello simbólica divisa derrama en todas partes tu placentera faz. En la expresión tranquila de su rostro halagüeño absorto, embebecido, mi amante corazón le contemplé cual ángel que bajaba risueño á dar paz á mi alma, consuelo á mi aflicción. Y así fué, niño hermoso, tú angélica presencia los días de mi infancia me vino á recordar; purísimos instantes de candida inocencia qi)e en vano ya perdidos, se tornan á buscar. Tú has sido, pues, el árbol á cuy'a sombra grata yo, triste peregrino, gozoso me amparé; y la anhelada fuente, qufl cual listón de plata brilló, y en cuyas aguas mis labios refresqué. Entre el impuro ruido del mundo que provoca á Dios, con sus festines, incrédulo y procaz, hirióme el suave acento de tu purpúrea boca en mi ser derramando balsámico solaz. En tus ojos brillantes, en tus rubios cabellos; en tu semblante puro, y en tu cuello gentil se cifran los encantos de nuestra edad más bellos, se ostenta la inocencia, tesorojuvenil. Tesoro que perdemos cuando después los años nos llevan de la vida por el revuelto mar, y que no echamos menos hasta sentir los daños con que tenaz nos hiere el roedor pesar. Yo en mis tribulaciones, al verte, niño hermoso, si recobrar no pude dichoso recordé esa inocencia amada, reflejo esplendoroso de la bondad suprema, de la sencilla fé. Y del amor materno, á cuyo impulso sanio jamás logra igualarse otro profano amor, vibrando ea mis sentidos con celestial encanto, también tú me trajiste recuerdo halagadDr. Porque en tus labios puros al estampar su beso la mujer que fué oriente de estrella tan gentil, palpitan en los mios, con férvido embeleso los besos maternales de mi edad infantil. Y es este un pensamiento para el mortal cansado fresco como la brisa, dulce, reparador; que puriñca el alma-robando á lo pasado delicias inefables de celesiial sabor. |0h! deja que bendiga rail veces tu inocencia, pues síipo en mis angustias benéfica evocar las sombras que halagaron mi efímera existencia cuando empecé por ella mis pasos á guiar! Tu nombre, amado Félix, presagio es de fortuik tus gracias infantiles emblema son de amor, •' y no en vanortampocomecida fué tu cuna - allá donde se ensalzan talentos y valor. Allá dqnde guardaba cual célico tesoro el español cristiano su perseguida fé, donde, cejando siempre, el descreído moro jamás ñjó en sus lindes el insolente pié. Allá donde primero al asombrado mundo su bélico estandarte mostró nuestra nación, cuando á su carro de oro, en su orgullo profundo, uncirnos como siervos pensó Napoleón. Allá en el claro oriente de ciencias escondidas, ^ > de sabios españoles riquísimo plantel; donde los Campomanes dejaron esculpidas las huellas de su ingenio con mágico cincel. Las huellas que Jovino siguió siempre afanoso, por donde ayer Toreno con planta audaz criizó, legando á nuestro pueblo valiente y victorioso, la historia de los lauros que al galo arrebató. Así tantos presagios de gloria y de ventura con ricas esperanzas te vienen á Ibrindar... mas |ayl que en cambio, Félix, á la inocencia pu^á con maño inexorable ábrante de arrancar. ¿Qué importa? de la vida en el inmenso rio también hermosos valles encuentra algún bajel, y cruzan existencias,sin que el destino impío á su rumbo se oponga con remora cruel. La tuya así se anuncia cual sol esplendoroso, y pues que su reflejo poder tal tuvo en mí; ¿qué hará nunca el destino contra el mortal dichoso que luces tan brillantes arrastra en pos de sí? J. Moran. H I G I E N E DEL TOCADOR. L Nacida la mujer para hacerse amar en la admirable organización de su ser, ungido por las gracias, no menos que por los sentimientos que emanan de su alma oscilante y delicada-, tal como del seno de las flores los aromas suaves, tiene en contra suya el mentirse pronto de la acerada lima del tiempo, y el que se oscurezcan en ella más presto que en el homT)re los rasgos debastables de su juventud lozana. Esta ley rigurosa, ineludible y misteriosa hasta el mismo grado que todas cuantas presiden á la manifestación de la natura- 340 LA GUIRNALDA. leza animada, la prevee el bello sexo, la siente y la ha sentido en sus determinaciones, en sus efectos lentos, pero constantes, cualq^jiera que sea la raza á que pertenezca y cualesquiera los países donde habite, en todos los tiempos y bajo todas las latitudes, siquiera con intensidad más grande, con zozobra é inquietud mayores en lis sociedades donde el hombre se ha reservado preeminencias y derechos superiores á los otorgados á la mujer. Contemplándola en la historia, hállasela por esta razón pugnando en todas partes con la tendencia inquebrantable de la naturaleza, y con ávida solicitud procurarse remedios que so opongan á su decaimiento f/sico. Educada la hija de Laban entre sencillos pastores cananeos, hubiera apenas asombrado al mundo con el fausto y el embellecimiento inútil de su persona , si el pueblo, preferido por Dios para servir de fundamento á su eterna casa, cuyos términos lindan en el cielo, educado en otras ideas que en la idolatría, hubiese borrado del derecho consuetudinario de los judíos la pluralidad de mujeres. Hermosa como los ángeles de la escala de Betel, la peregrina Raquel vivia cuidadosa de su hermana Lia, por mas que no tuviera cosa ninguna capaz de inspirar amor, y de Zelfa y Bala sus doncellas; y afanosa por mantener rendido á su idolatrado al poder de sus gracias irresistibles, á su belleza radiante, agregó á estas prendas el fausto y la molicie que en la magnifica Jerusalem eternizaron los talentos de los persas y los fenicios. El oro, el mármol y las maderas olorosas de la Arabia revestían los paramentos de la estancia de la idolatrada de Jacob. Pebeteros de amianto embalsamaban el ambiente, en tanto que la hermosa judía se bañaba en agua perfumada con gomaí exquisitas ; con sus dedos de nácar peinábanla sus damas uno por uno los cabellos , suavizándolos con aceite de palma y do ámbar amarillo, y una vez enjutada con el tiglis de cisne, y envuelta en el sydon ó finísimo paño de lino del Tibet, por los arcos de sus pestañas y cejas extendían con pinceles de plata el makchol, materia colorante de un negro brillante y delicadísimo perfume, el cual, atenuado por un líquido especial, servia además para imprimir á los párpados un matiz de atractiva voluptuosidad. Acto seguido hacían brotar las solícitas doncellas con elkenne el alma de las rosas en sus labios, y "adornando la cabeza con cintillos de perlas del Golconda y caprichosos lazos, vestíanla la doble falda recamada de oro, el casco y las sandalias, mientras que otras damas, no menos dispuestas á la comodidad y atavío de su señora, mullían los cogines y almohadones de pluma y pieles riquísimas, sobreros cuales sentada como era costumbre de las asiáticas, recibía las caricias de Jacob, aspirando entre amorosas querellas los felices esposos el fresco ambiente, eml)alsamadó por los tilos y las flores. La misma tendencia, ó el deseo de avasallar, siendo en realidad esclavas, con la belleza natural y ficticia, á aquellos corazones agitados por el fuego de pasiones indomables, compelió á las mujeres de Níníve y de Babilonia, á las persas y á las árabes, á tas egipcias y á las griegas, desde el momento en que los ambiciosos capitanes del Macedón, repartiéndose las glorías y trofeos del hijo de Filipo, llevaron al gobierno de los pueblos de Oriente, sojuzgados por la espada, la indiferencia ó menosprecio, hacia las condí Clones morales de la mitad de la humanidad, tan ponderadas por la lira de Homero en las matronas de la desventurada Ilion; y como la planta de los conquistadores por mas que pisotee los hábitos y leyes, nunca deja huella honda en las costumbres de los pueblos sometidos, cada raza, cada casta, cada nación vino á crearse un tipo de belleza perfecta diferente en la mujer, debiéndose al aislamiento que se ordenaron en sus aspiraciones rivales, á las creencias religiosas, al clima y al grado de civilización respectiva, la diversidad de gustos nacionales, la variedad áfi adornos, y con relación á algunos pueblos, las extravagantes violencias con que las mujeres desnaturalizaron las disposiciones orgánicas fisiológicas al solo objeto de atraerse las no menos afecciones extravagantes de sus admiradores. A lo fantástico que el alma poética de las judías introdujo en el atavío y embellecimierito de su persona, las hijas de Roma, mientras estuvo en boga el lúbrico frenesí de las fiestas Saturnales, agregaron la voluptuosidad del vicio, sin diques ni respetos de ninguna clase y el fausto que en ocasiones diversas arrancó á los Senadores el grito de condenación que aún se siente al leer las leyes suntuarias de la Ciudad Togada; todos conocen hasta qué punto, en esas cárceles de diamante que el turco intitula harenes, la molicie que impera; con cuáles inventos la fantasía asiática procura realzar la natural belleza de las infelices cacbemirianas, circasianas y georgianas; cuántos talentos no desplegaron los egipcios, aun los de noble y regia estirpe, para rendir á sus pies á los jefes legionarios de la patria de Rómulo, y todos también los desvarios con que exigieron y aún exigen los turcos, los japoneses, los chinos y otros pueblos, que la mujer enmiende á la naturaleza en su creación magnífica para hacerse digna de su amor. El engrasamiento, la redondez de las formas, el enorme volumen, la piel mórbida y la finura denlos dedos rosados y semi-trasparenleíde la mujer constituye la belleza-t¡po para los turcos; así que la infeliz que no ha logrado reunir estos atributos por la inclinación exponlánea de su^organizacion, pílele al arte incesantemente el medio de subvenir á ésta, para ellas, desventura grande. Con el baño y'la inmovilidad absoluta confian volverse de enjutas en belleza turca, y se bañan, no una ve;, sino varias veces durante el día; el resto le pasan tendidas ó sentadas sobiie blandos almohadones damasquinos. Sírvense del riisma, compuesto de cal y oropimenie para depilar la piel, y tíflense los dedos y las uñas con el Aenne. La suavidad del cutís es uno de los principales atributos de las orientales aquende el Ganges, y se esmeran en suavizarla con aceite de coco perfumado. La depilación está también en boga en estos pueblos; se sirven para hacerla de la atanépica. Lindísimas las mujeres árabes en la mocedad, de ojos rasgados, grandes, negros y brillantes como los de la gacela, se pintan la piel punteándose «1 cutis de diversos colores. £1 betel y el arec sirve á las laponas para teñirse la dentadura. Los ehÍHOs prefieren las mujeres delgadas y de píes chicos; por lo cual el alimentó de las niñas en las primeras edades consiste en una especie de sopa'confeccionada non una alga marina fTucils amillaceus), que como todos los mariscos combate el exceso de gordura, y las ligan los pies hasta el punto de a.trofiarlos, es decir, de hacer imposibl&la nutrición de los tejidos, quedando los dedos inmóviles y violentados hacia dentro. Fuera tarea interminable dar una idea de los esfuerzos grandes que así en los pueblos civilizados como en los incultos y salvajes viene haciendo la mujer para sorprender en el arte lo que la naturaleza no puede ó se niega, por la fecunda variedad de sus admiradas creaciones, á otorgar á sus deseos, ridículos en más de un caso. Baste consignar que en las naciones donde el sensualismo so encarna en las leyes ó se materializa identificándose con nuestra débil organizacjon la idea de una causa primera, el cosmetismo y las Irasgresiones de la naturaleza'se han llevado más lejos. Establecido allí para la eternidad del alma un paraíso de goces toscos y livianos, el tránsito momentáneo por la tierra necesariamente había de acomodarse á estas creencias. El cristianismo apareció regenecando al mundo con sus máximas sublimes; proclamó la identid^ en esencia de la dichosa pn- LA GUIRNALDA. reja creada por él para reinar sobre la creación, la igualdad de derechos, la identidad de títulos, en una palabra, la desapnricion de la esclavitud, y allí donde el madero del Góigota fué adorado por signo de redención, el imperio de la belleza física, los atributos transitorios, lo ficticio, lo fútil, cedió el puesto al entronizamiento de la belleza moral. Por eso la mujer cristiana de los tiempos de Pelayo y los Alfonsos dista mucho de las de Nabuco y de los Tolomeos. Débese á los Cruzados la ingerencia en Europa de la semilla aventada por Constantino hacia los dominios del gentilismo em^dernido, siquiera despojada de la voluptuosidad oriental. Aquellos rendidos, á la par que esforzados caballeros, tributaban su sangre y sus vidas á la hermosura, empero á la hermosura acrisolada por la belleza moral. La reina del torneo brillaba bajo el dosel de terciopelo y oro á los ojos de los mantenedores y paladines, como el sol en su trono explendoroso, con fuego propio, radiante y vivificador. No eran, no, esos planetas que á semejanza del astro de ía noche lucen ahora con brillo prestado aunque insuficiente para ocultar las montañas de máculas y nevus que resaltan en su hi. Estas creacionessfantásticas bijas,son de nuestro siglo. El escepticismo elevado á doctrina en el vecino imperio preparó su manifestación divinizando los goces, las comodidades y las riquezas. El escepticjsmo sustituyó á la ley entre los cónyuges, el-acomodamieoto mutuo á separaciones motivadas casi siempre por el ciego consejo de la pasión, y el escepticismo, reconociendo mérito mayor, una fuerza atractiva mas grata en cuanto percibe y agrada á los sentidos que en lo que levanta el alma, la deleita y ennoblece, relajó á la mujer al solo mérito de sus condiciones marchitables y fugitivas. De todos los pueblos de Europa uno solo acaso ha sobrepuesto sus costumbres rápidas y severas al sensualismo ie la moderna Francia. Es este el pueblo inglés. La mujer inglesa halla dentro de la familia los respetos y consideración merecidos á sus condiciones murales, y de aquí el que, siendo este pueblo dueño y señor de todos los países donde brotan espontáneamente las primeras materias que el arte del perfumista confecciona esplotándolas bajo formas y supuestos múltiples^ las acepte apenas la mujer inglesa para su embellecimiento. Hay en esta sociedad una (¡ompensacion armónica; lo que en ella es de mucha estima, estímalo también mucho en lo demás la mujer inglesa. No es, pues, como se asegura, el diablillo de la vanidad quien compele á la mujer parisiense y á cuantos las imitan dentro y fuera de España á la coquetería ni á lo artificial; arrástralas al cosmetismo la postergación que el hombre con sus actos hace de los afectos de su alma, el menosprecio con que mira el espíritu inteligente que le distingue. En Francia se levantó en mal hora esta tendencia, especie de esclavitud, de tiranía hasta cierto punto aceptada por la mujer, y la Francia fué la que se encargó de proporcionar á la Europa los medios con que ocurrir á su aclimatación. Lo primero que hizo fué sustituir al humilde tocador el Cabinet de Toillet, y abrir un torrente de aromas, de perfumes, de espíritus y de esencias que desde París yGrasse fuesená inundarlas capitales de losdosmun« dos, teniendo la suma precaución de escudarse en la higiene para no herir un sentimiento superior al del engalamiento físico, el de la salad. Crédulas en demasía nuestras damas arrebatan á peso de oro de las vistosas perfumerías la escayola que á la graciosa morena la trasforma en los modelos que de Gnido, Mileto y Lesbos tomaron Fidiasy Praxiteles; á la rubia en aquellas celebérrimas Aspasias y Helenas que tantas veces encendieron las teas de la 341 discordia por su tez rosada, lozana y suave como el terciopelo entre los guerreros griegos, y á las en nada agraciadas en los magníficos tipos del Corregió, de Albano y el Ticiano. Además de superchería en esto de prometer restauraciones y cambios imposibles, porque en el alma de I? naturaleza no cabe copia, hay engaño manifiesto; la inocuidad alcanza apenas á algunas confecciones; nos proponemos demostrarlo haciendo la Higiene del tocador en artículos sucesivos; único medio, sino de traer á nuestra opinión á las mujeres, de desterrar de los hábitos del hombre osa aberración por el abigarraraenio y la pintura al pastel, que justifica plenamente el epigrama de Iriarte. Est homo risihilis, quisnam díivitavitl ai uírum Sic magis ridendus, Jam dumíare licei. Lo que traducido, dice: «Los,que al hombre definían, ente que sabe reir, mejor pudieron decir digno de que de él se rian.» J . S(d> Corté*. EL T í o CASCARRÓN. (Leyenda alemana). Era verdaderamente lo que se llama un hombre feo el tioCascarfon. Pequeño de cuerpo, flaco , inquieto hasta el extremo de decir las gentes que estaba formado de rabos de lagartijas; arremangada nariz sobresalía sobre su rostro verdinegro y acribillado por la viruela ; tenia los cabellos grises y herizados como púas de puerco-espin; sus ojos pequeños y hundidos relampagueaban sin cesar de derecha á izquierda. La condición guardaba completa consonancia con tan antipática catadura. Todo lo reparaba, lo criticaba todo,todo lo sabia mejor que nadie. y siempre tenia razón. Andando por la calle tenia la costumbre de manotear con tal ardor, que un dia derribó un cubo de agua que llevaba una joven, y habiéndose puesto como una sopa, gritó á la pobre muchacha: —Bestiezuela, ¿no pedias ver.que venia yo detrás de tí? Ejercía el oficio do zapatero, y cuando trabajaba tiraba del cabo con tanta violencia, que endosaba sendos puñetazos á los infelices que se hallaban colocados á tiro. No hubo oficial ni aprendiz del oficio que pudiera soportarle arriba de un mes, porque siempre tenia reparos que poner á la obra mejor concluida. Para él, aunque no hubiera tal cosa, los puntos do la costura estaban siepipre desiguales, una pala ó un tacón más alto que el otro; ó bien la sueb estaba mal machacada, ó el cuero pésimamente estendido."Después de tales refunfuños solia decir al aprendiz: —Aguarda, que voy á enseñarle cómo se suaviza la piel. Y en seguida le daba con el tirapié dos latigazos tremendos sobre la. espalda. i Llamaba perezosos á todos los de su casa, y sin embargo él no trabajaba gran cosa, porque no acertaba á estarse quieto dos minutos en una misma parte. Cuando su mujer madrugaba y encendía lumbre, saltaba él como un loco de la cama y corria descalzo á la cocina gritando desaforadamente: —¿Quieres pegar fuego á la casa?... ahí has puesto fuego para asar un buey... Ño parece sino queía leña no cuesta dinero. Cuando las criadas lavaban y se entretenían mientras haciaa 42 LA GÜmKALDA. conveniencias, y á Dios gracias, aquí todo es perfecto, no sucede su oficio en charlar y reir sobre lo que decían, él las regañaba como en la tierra. con estas ú otras palabras semejantes: En esto fué entrando y se puso á recorrer los vastos espacios — ¡Vaya un par de cotorras! será menester cortarlas el pico celestiales. Miraba con viveza háciatodoslos lados, ora á izquierda, para que con la chachara no olviden su obligación. Pues ¿y el ora á derecha; y era lo bueno que aunque callaba no podía menos Jabón que me malgastan poniendo el agua como lechadaTJe cal? de menear la cabeza de vez en cuando y murmurar entre dientes. ¡Habráse visto tal despilfarro ni haraganería semejante I En Vio en fin dos ángeles que conducían un madero enorme: era una cambio hien saben economizar sus manos cuando se trata de frotar viga que había tenido cierto hombre en un ojo mientras andaba la ropa. buscando una paja en el ojo ajeno. Pero los ángeles en vez de lleY desatándose en mil improperios tropezaba tal vez con una varla á lo larj;o la llevaban atravesada. ¿Habráse visto nunca torolla de legía coovírtiendo la cocina en ub lago. peza semejante? pensaba dentro de sí el tio,Cascarrón. Pudo sm Construían en cierta época una casa en frente de la suya , y embargo contenerse sin decir está boca es mia contentándose con como si fuera el inspector de las obras, veíasele siempreá la venibascuUar para sus adentros: tana , criticando lo que se hacia. —En el fondo todo es una misma cosa, llévese la viga á lo lar— I Vaya una arena que emplean I gritaba de cuando en cuando; eso no se verá seco nunca; | pobre del que estrene esa vivienda! . go ó atravesada con tal que sea sin obstáculo, y en verdad ya veo que no tropiezan en parte alguna. ¡ Pues no te digo nada del modo con que esos albañiles colocan Mas allá víó otros dos ángeles que sacaban agua en un cubo las piedras! En cuanto á la argamasa no hay más que pedir: ni agugereado y la vertían por todos los lados. Era esto la lluvia del eso es arena como debia ser, ni Cristo que lo fundó, sino misecíelo para regar la tierra. able casquijo. Por poco que yo viva, pienso ver la tal casa hun—¡Por todos los diablos! gritó niiestro hombre; mas afortunadirse sobre las cabezas delosquese hallen dentro. damente se detuvo aquí, reflexionando que esto tal vez no sería Después de esto daba un par de puntadas en unos zapatos, más que un mero pasatiempo ó diversión. Para distraerse contimas de repente volvíase á levantar, y se quitaba de un tirón su nuó mentalmente, bien se pueden hacer cosas inútiles, sobre todo mandil de cuero, exclamaüdo: |seFá preciso que yo les enseñe su aquí donde voy viendo que la pereza está á la orden del día. oficio! ' Mas adelante descubrió un carruaje atollado en un hoyo proY diciendo y haciendo baja apresuradamente á la calle, y se fundo. Esto no es de admirar, dijo á un hombre que vio sobre el planta delante de los carpinteros, á quienes sin ton ni son endeterreno; porque está pésimamente cargado. ¿Podrá V. decirme lo reza las siguientes palabras: que lleva V. ahí? , • —¿Qué es esto, qué signiJSca este maderamen?... iPen'sais —Buenos pensamientos: no me ha sido posible conducirlos que ésas vigas están á plomo? pues todo va á venir á tierra de un mejor; pero afortunadamente he conseguido llegar con mi carro momento á otro. hasta aquí, donde no me dejarán en el atolladero. Toma en seguida una hacha de mano de uno de los oficiales, y Y con efecto, no bien había acabado-estas razones, cuándo se diíípone i indicarle cómo la debe manejar, cuando siente el vieron llegar á un ángel que enganchó dos caballos al carruaje, ruido de un carro cargado de cal, que llega á la sazón. Verlo, por delante. arrojar la hacha y correr hacia el carretero ¿fué todo una misma —(Divinamente! exclamó el zapatero; pero no bastarán dos cacosa. ballos: lómenos se necesitan cuatro. —¿Está V. loco, buen hombre? le grita : i quién se le ocurre Llega otro ángel con otros dos caballos y en lugar de enganarrastrar toda esa carga con dos jamelgos de mala muerte? [ Pocharlos con los otros, vá y los engancha en la trasera del carro. bres animales I no serán muchas las veces que tengáis qufl enganEsto era ya muy fuerte para el tio Cascarrón: charlos.' —iConniil santos! gritó; ¿qué es lo.que estás haciendo? ¿Dónde El carretero, por fortuna, no se parecía á los demás de su ofise ha visto enganchar de ese modo desde que el mundo es mundo? cio y se contentó con mirarle y echarse á reír. El tío Cascarrón, Pero ya se vé en su ciego orgullo creen saberlo todo mejer que'los en vista de semejante desprecio se volvió bufando de rabia á su tienda. Iba sin duda & continuar con la misma irreverencia, pero uno Al tiempo de volverse á,sentar su aprendiz le presenta un de los celestes habitantes le cogió por los cabezones y le lanzó á zapato: los aires con una fuerza irresistible. Sin embargo tuvo tiempo to—iQaé me das aquí? te pregunta el maestro con aspereza: ¿no davía para distinguir por debajo de la puerta el carro sostenido te he prohibido cortar los empeines tan bajos? ¿quién ha de queen el aire por cuatro corceles. rer comprar calzado semejante? I eso parece una alpargata I Ya En este momento se despierta el Tio Cascarrón, y comienza á sabe V. que yo quiero que se cumpla Jo que mando al pié de la decirse así propio: letra. —Ciertamente que el cielo no es en un todo semejante á la tier—Maestro respondió el aprendiz; tiene V. muchísima razón: ra: muchas cosas hay que se juzgarían malas siendo buenas en el éste zapatono vale dos cuartos, pero es el mismo que acaba V. de fondo. Mas á pesar de esto ¿quién podía ver á sangre fría enganchar cortar y de coser: le tiró V. al suelo al tiempo de levantarse y yo dos caballera los dos extremos opuestos de un carro? Tenia cada no he puesto manos en él más que para recogerle; pero está visto uno su par de alas, convenido, pero y no me bahíafijadopor el que ni un ángel bajado del cielo trabajará á'gusto de V. pronto en esta circunstancia. Y eií todo casojio arguye mucho dis, El tío Cascarrón soñó una noche que estaba muerto y.que curso ni talento poner dos alas á des caballos que cuentan ya con caminaba bacía la gloria. En cuanto llegó llamó á la puerta, la que sus cuatro patas. Mas ya vá siendo hora de que me levante, porque abrió San Pedro, el cual dijo al verle: • sino bueno añilaría por aquiltodo, Al fin y al cabo, no es poca for—¡Allí ¿esV., tio Cascarrón? puede V, pasar adelante. Pero tuna en verdad que mi lüuerte haya sido tan solo de menlírigíllas. debo advenirle, que tenga mucho cuidado de no criticar sobre lo De loa'hecmanoa Grlmm. que pasa en el cielo, porque le sobrevendrá alguna desgracia. —Está demás la advertencia, repuso eí «apatero; conozco las 343 LA GUIRNALDA. ESTUDIOS HISTÓRICOS; El MAse ara de hierro. Bajo este nombro se designa á un prisionero desconocido enviado con el major secreto al castillo de Pignerol. y de allí trasladado á las islas de Santa Margarita. Era un hombre de una estatura superior á la ordinaria y admirablemente bien formado. Su piel era un poco morena, pero muy suave, y tenia tanto cuidado en conservarla como la mujer más coqueta. Tenia capricho por el lienzo fino, por los encajes, por las chucherías. Tocaba la guitarra y parecía haber recibido una excelente educación. Interesaba por solo el sonido de su voz, no se quejaba jamás de su estado y no dejaba entrever quién era. En las enfermedades en que tenia necesidad de médico ó de cirujano, en los viajes que estas diferentes traslaciones le ocasionaron, llevaba una máscara, cuya parte inferior tenia resortes de acero, que le dejaban libertad para comer y beber. Habia orden de darle muerte si se descubría, pero cuando estaba solo podía desenmascararse, y entonces se entretenía en arrancarse el pelo de la barba con pinzas de acero. Permínecií en Pignerol hasta que Saint-Mars, oficial de confianza, comandiinte de este castillo, obtuvo la lugartenencia de las islas de Lerins. Le condujo consigo á esta soledad marítima, y cuando fué hecho gobernador de la Bastilla, su cautivo le siguió siempre enmascarado. Fué alujado en esta prisión tan bien como se puede estar en un asilo de tal naturaleza. No se le rehusaba nada de lo que pedia, se le daban los más ricos vestidos, se le.trataba.con la mayor consideración, y el gobernador se sentaba rara vez-en su presencia. El marqués de Louvois habiendo ido á visitarle á Santa Margarita , antes de su traslación á París, le habló con una consideración que participaba de respeto. Este ilustre desconocido falleció en el mes de setiembre de 1703, á la edad de cerca de 60 afios y fué enterrado por la noche en la parroquia de San Pablo. Lo que aumenta el asombro e s , que cuando se le envió á las islas de Santa Margarita no desapareció en Europa ningún hombre considerable. Este prisionero lo era sin duda, porque hé aquí lo que sucedió los primeros dias que estuvo en la isla. El gobernador por sí mismo ponía los platos sobre su mesa, y enseguida se retiraba después de haberlo encerrado. Un día escribió con un cuchillo sobre un platillo de plata, y lo arrojó por la ventana hacia una embarcacioD/que estaba en la ribera, casi al pié dé la torre. Un pescador á quien pertenecía la embarcación, recogió el platillo y lo presentó al gobernador. Este, asombrado, preguntó al pescador: —¿Habéis leído Ib que está escrito en este platillo, ó «Iguno lo ha visto entre vuestras manos? , —Yo no sé leer, respondió el pescador, acabo de encontrarlo y nadie lo ha visto. El pobre hoinbre fué detenido hasta que el gobernador se aseguró de que no sabía leer y de que el platillo no habia sido visto por nadie. —Marchad, le dijo. Bien afortunado sois por no saber leer. La Granje-Chancel cuenta, en una carta al autor de Z ' Année Litteraire, que cuando Saint-Mars trató de conducir á la Bastilla á £1 Máscara de hierro, el prisionero dijo éi su conductor: —¿Acaso el rey quiere mi vida? —No, mí principe, respondió Saint-Mars, vuestra vida está en seguridad, vos no tenéis más que dejaros conducir. «He sabido, añade la GrangeChancel, por un tal Dubuisson, cajero del famoso Samuel Bernard, que estaba en una habitación en la Bastilla con otros presos, precisamente encima de la que estaba ocupada por este desconocido, que por el cañón de la chimenea podían entretenerse y comunicarse sus pensamientos, y que habiéndole preguntado Duboisson por qué se obstinaba en callarte su nombre y sus aventuras, le habia respondido que esta confidencia le costaría la vida, así como á aquellos á quienes hubiese revelado su secreto.» Todas estas anécdotas prueban que El Máscara de hierro era un preso déla más grande importancia. ¿Pero quién era? No era el duque de Beaufort, que pereció en un combale contra los turcos en Candía el 25 de junio de 1669, sin que se pudiera encontrar su cuerpo por haberle los infieles cortado la cabeza, lo que sin duda dio origen á la conjetura de que no habia perecido, y que era El Máscara de hierro. La QrangeC^úíWCéí así lo pretende, mas no se apoya más que en el testimonio deM. de la Motte Guerin, comandante de Santa Margarita. Puede que este oficial hiciera conjeturas como los demás, ¿pero cómo podía afirmar sobre un hecho que ni sabia ni podía saber? La detención de esta .víctima de la política era un secreto de Estallo , ¿cómo se lo habían de descubrir á un hombre que no lo habia tenido liajo su custodia? .Mr. Audri, que llegó á ser comandante de las islas de Lerins, aseguraba que cuando él teniaq,uínce años, fué conducidoii'¿.Mííc«r« de hierro á Santa Margarita, y habia hecho muchas veces centinela á su puerta, habiendo observado que tenia unos cincuenta anos, lo que no podía conformarse con el duque de Beaufort, que si hubiera vivido en esa época, hubiera contado más de pchenta. Tampoco era el conde de Vermandeís hijo legitimado de Luis XIV y de la célebre duquesa de la Valiere , como pretende el autor de las Memoires de Perse,e\ cual cuenta que este conde fué encerrado por su propio padre, en castigo de un bofetón dado al delfin, pero se sabe que dicho personaje murió de viruelas en las inmediaciones de Dixmude en 1683. ¿Quién era, pues, el incógnito prisionero ? Sin que nos atrevamos á admitir ninguna de las dos versiones que vamos á exponer, las consignaremos por correr entre el vulgo. Es la primera la de que pocos momentos después de haber dadoá luz Ana de Austria á Luis XIV, y presentado ya éste á la corle como delfin, parió otro niño, al cual según la opinión de los fisiólogos, admitida porltfs jurisconsultos, correspondía la sucesión al trono como primer engendrado, más con el pretesto de evitar la lucha que hubiera podido resultar entre los dos hermanos sobre sus derechos ala corona, fué el legítimo heredero, por un refinamiento de crueldad de sus padres á todas luces inexcusable, separado del trato social y cubierto su rostro con una eterna máscara por el gran parecido que tenia con el delfin. Otras malas lenguas suponen que Bl Máscara de hierro era hijo de los ciertos ó supuestos amores de la reina Ana con el cardenal Mazaríno. El popular novelista Alejandro Dumas, nos presenta al célebre enmascarado de una manera novelesca en El vizconde dé Sra~ gelogné, tercera parte de Los tres mosqueteros. li. B . O. 344 LA GUIRNALDA. MISCELÁNEA. CHARADA. V^.'N/WVA En octubre debemos evitar mucho el frió y la humedad, las violentas transiciones de temperatura, los relentes délas madrugadas y de las noches, adoptando á estas horas el abrigo conve, niente. El abuso de alimentación y de las bebidns, él de ciertas frutas, hortalizas y legumbres, predisponen al estómago á dolencias leves en su origen, pero muy trascendentales en sus consecuencias. En octubre es cuando terminan, pero funestamente la mayor parte de Las enfermedades crónicas, y muchas de las agudas adquieren este carácter, si una medicación enérgica y adecuada no las pone en término feliz Importii tener pre&entes las indicaciones que acabamos de haCSr, para formar el diagnóstico, y combinar la tej-apéutica más apropiada para las enfermedades otoñales. Hé aquí uaa curiosa relación de los principales enemigos de los insectos: «El ruiseñor se alimenta de larvas y hpevoa dé hormigas. La golondrina engulle al vuelo prodigioso número de insectos. El vemejo verifica lo propio. El ahejaruco lleva centenares de orugas á su nidada y se come las avispas. La currHca caza en el aire moscas, pequeños escarabajos y pulsiones.. hs. oropéndola se alimenta de larvas é insectos. Lo mismo ejecutan el gilguero, el pardillo y el verderol. El mirlo limpia los jardines y huertas de caracotes y babosas. El tordo y el estornino deVoran en un año millones de insectos, lo cual compensa con u&ura el daño de las aceitunas que arrebatan. El cucliUo prefiere las orugas vellosas que no pueden comer los demás pájaros. La alondra ataca á los gusanos, á los grillos, á las langostas y ¿ los huevos de jas hormigsís. Una nidada del reyezuelo consume gran número de orugas al día. El coUalva atrapa al vuelo moscas, gusanillos y pequeños escarabajos. , • El gurrion, aunque es también granívoro, devora los gusanos blancos, los saltones, pulgones y en general las orugas. El pií-o verde 6 carpinti^ro limpia, de insectos las grietas, agujeros y sitios carcomidos de los árboles. El bectiflgo destruye una porción de insectos. El pinzón es enemigo encarnizado de los pulgones. El chotacabras destruye muchos insectos que atacan á los gallados. Lartbubillapersigue muchos insectos. La urraca ó picata se alimenta de insectos destructores de maderas. El cuervo engulle considerable número de gusanos blancos. La cigüeña se alimenta de reptiles. El pi-rnóclero se pome en un año más de cuatro mil ratones de cainpo, topos y murciélagos. Kl-buho destruye muchos ratones é insectos crepusculares y nocturnos. La garza real defiende de las moscas y garrapatas á la especie bovina. Por tal instinto se le dá también el nombre de guardabuey.* La segunda la dices cuando solfeas, y es hermana legítima de la primera: DO te confundas porque en lugar primero vá la segunda. . Con primera y tercera ten gran cuidado y más si á buscar sales miel á los campos. £1 todo es cosa parecida á las faldas que usáis ahora. Solución á la anterior: Papanatas. JEROGLÍFICO. Solución al jeroglífico anterior: Palabra y piedra snelta no tiene vnelta. EPIGRAMA. LA GUIRNALDA. Deja, ¡oh madre del amorl las bellas selvas de Gruido: ven á mi jardin, te pido, con el niño flechador. Venga el no agreste pudor, que flores temblando pisa, las gracias la blanda risa; y en tan delicioso alarde si ha de ser feliz la tarde. Venus, que no falte Elisa. Madrid ,* mes. . 4 rs. Trlm. > 12. Sem. 24. Afio. 48 Provincias Id. . Í4. Id.. 28. Id. . 50 Extranjero y Ultramar, haciendo la anscrlcion en la Administración ~ 80 Id. id. suscribiéndose poi^ medio de comisionados. lOÓ „ . .^ . I Con música. . . . rs. 6 Números sueltos. I^j^gjl^^ . . . . r». w Piezas de música Se insertan anuncios & preeiét convencionales. A. lilata. pRfiCios ni: jSvs€»ii€ioiir. AdminUtracifin. Jieomatmo, 7 r 9, tercero, derecha. Madrid: 1869.— Tipografía de ROLDAN, Sacramento, 5.