Discurso de D. Samuel Bengio, Presidente de la Comunidad Judía

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Discurso de D. Samuel Bengio, Presidente de la Comunidad Judía de Madrid,
en el Acto en Recuerdo del Holocausto
Asamblea de Madrid, Enero 27 de 2011
Señoras, señores:
Quiero agradecer a cada uno de vosotros el estar aquí hoy, conmemorando el día
internacional del holocausto en memoria de las victimas del exterminio Nazi contra el Racismo
y el antisemitismo.
Como cada año, los testimonios que aportamos están destinados a mantener vivo el recuerdo
de las víctimas de una tragedia sin precedentes en la historia de la humanidad. Con su
sacrificio, nuestros hermanos nos han obligado a recordar al mundo la barbarie nazi, a luchar
contra los genocidios, a enfrentarnos contra cualquier tipo de racismo y antisemitismo, a
luchar contra los manipuladores y falsificadores de la historia. Nosotros les debemos a ellos de
recordar su sacrificio y honrar su memoria.
En Theriesenstadt, hace unos años, un grupo de trabajadores descubrió los restos de una
sinagoga que habían permanecido ocultos desde la segunda guerra mundial. Theriensendstadt
o Terezin cerca de Praga, era un campo de tránsito hacia los campos de la muerte. La llamada
“Sala de espera del infierno” fue una parada para 150.000 Judíos y más de 15.000 niños y
preadolescentes con destino Auschwitz. Con capacidad para 7000 personas, los nazis llegaron
a concentrar una población de más de 60 000, judíos de origen checo, alemán, austriaco y
danés. Las condiciones de vida eran tales que más de 35000 personas murieron de hambruna
y enfermedad en el mismo campo.
De los 15000 niños que pasaron por Terezin solo un centenar sobrevivió. A pesar de todo, los
judíos de Theriensenstadt lucharon y resistieron a todas los intentos de deshumanización de
los nazis. Organizaron en ese campo una escuela para niños y clases para adultos, dedicaron su
encarcelamiento a enseñar clandestinamente arte y pintura como terapia evasiva para muchos
de ellos. Muchos de esos dibujos sirvieron de prueba en los juicios de Nuremberg. Trataron de
mantener su dignidad de seres humanos intacta cuando todo alrededor de ellos se había ya
derrumbado. Y también rezaban. Transformaron un sótano en sinagoga; eso fue lo que se
descubrió. En las paredes del sótano se encontraron inscripciones y citaciones. Una de ellas
quizás la más conmovedora, correspondía al rezo especial que nosotros pronunciamos todos
los lunes y jueves: “Señor, y si a pesar de todo esto, no hemos olvidado tu Nombre, Te
imploramos Señor, para que no nos olvides”.
Es ciertamente difícil de imaginar la majestad espiritual de aquellos judíos que, en la antesala
de una muerte atroz, expresaron su fe, comunicando con D, negándose a conceder una
victoria al diablo nazi. Por ello cada año recordamos el sacrificio de nuestros hermanos, en
nombre de su creador. Todos ellos vencieron con su dignidad a sus salvajes verdugos.
Cuando el régimen criminal nazi toma el poder en Alemania, vivían en Europa nueve millones
de judíos. Al finalizar la guerra, seis millones de nuestros hermanos habían sido asesinados
entre los cuales había un millón y medio de niños. Son cifras inconcebibles para la mente
humana. Como inconcebible es el que la mente humana decida utilizar un ejército regular
para aniquilar a una población civil en toda Europa. “No todas las víctimas eran judías dice Elie
Wiesel, pero todo judío era víctima”.
Es nuestro deber tratar de poner una cara detrás de cada nombre con su historia de padre,
madre, hermano o hermana para humanizar lo que la barbarie nazi trato por todos los medios
de deshumanizar llevándolo a extremos de locura incontable.
Un superviviente Yahiel Dinur, testigo en el juicio de Eichmann cuenta los campos de la
muerte: “el tiempo ahí no era como en la tierra. Los habitantes de ese planeta no tenían
nombres, tampoco tenían padres o hijos. Respiraban en base a otras leyes de la naturaleza, no
vivían y tampoco morían según las leyes de este mundo. Sus nombres era números”.
Pero hemos sobrevivido. Y hemos decidido hacernos portadores de las memorias de nuestros
hermanos víctimas inocentes y transmitir al mundo un mensaje: el hombre es capaz de
transformarse en el más salvaje de los animales y destruir a sus semejantes como lo hizo en
Europa durante la segunda guerra mundial, como lo hizo en Kósovo , como lo hizo en Darfur.
Seguiremos llorando a nuestras victimas con el pudor que nos caracteriza, y seguiremos
luchando contra los racismos y antisemitismos ciegos y políticos que nos amenazan.
Las generaciones futuras, no conocerán a los supervivientes de los campos de la muerte pero
deberán asumir la obligación del recuerdo manteniéndolo vivo en sus memorias para que no
vuelva a ocurrir jamás.
Si dudamos de la fuerza del recuerdo y de la obligación que tenemos en recordar estamos
perdidos. Gracias a ello hemos conseguido llegar hoy donde estamos a pesar de todo lo que
hemos atravesado, con la ayuda de D y de los Justos que decidieron ayudarnos cuando otros
nos daban la espalda.
Terminaré con la citación de otro superviviente Zvi Kopolovich que resume con palabras
simples de una autenticidad humana absoluta su paso por los campos de exterminio: “en siete
meses perdí a mi padre, a mi hermano, a mi madre. Soy el único superviviente. Eso es lo que
los nazis hicieron con nosotros y esas son las cosas que nunca debemos olvidar. Pero tuvimos
nuestra venganza. Nosotros los supervivientes pudimos crear unas familias maravillosas, entre
ellos yo mismo. Esa es mi venganza y mi consolación”.
Muchas gracias
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