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TEMA 6
FABLABA EL ESTUDIANTE AL
PROFESOR:
EL MESTER DE CLERECÍA.
LOS ORÍGENES DE LA PROSA
ROMANCE. ALFONSO X. DON
JUAN MANUEL. EL CONDE
LUCANOR.
Contenidos
1) Mester de Juglaría y Mester de Clerecía.
2) Mester de Clerecía: De Berceo al Arcipreste de Hita.
3) La obra de Gonzalo de Berceo y el Libro de Buen
Amor del Arcipreste de Hita.
4) La escuela de traductores de Toledo y la obra
prosística en castellano de Alfonso X el Sabio.
5) Prosa de ficción en el siglo XIV: don Juan Manuel y
El Conde Lucanor.
6) El papel de la mujer en la sociedad medieval.
1) Mester de clerecía y mester de juglaría
Mester viene del latín ministerium, (oficio); la Edad Media, rigurosamente
jerarquizada en tres estamentos, la plebe, la nobleza y el clero, se vio representada
en el ámbito literario por tres mesteres que emanaban de esos sectores de la
sociedad, laboratores o trabajadores siervos y vasallos del señor, oratores o
clérigos y defensores o militares.
El mester de juglaría era el más popular, aunque no tanto que sus autores no hubieran
recibido una formación bastante superior a la normal: la verdadera literatura
tradicional del pueblo iletrado y analfabeto era entonces oral y principalmente
lírica, mientras que los juglares divulgaban poemas narrativos de tema guerrero
compuestos por gente letrada, verdaderos autores de cantares de gesta, destinando
este producto a un público muy vario y poco escogido en las plazas de los pueblos
o de los castillos, con un estilo de verso irregular y anisosilábico de rima asonante
en largas tiradas monorrimas y una retórica sencilla, de forma semirrepresentada.
El mester de clerecía se engendró, por el contrario, en ámbitos eclesiásticos y
religiosos más cultos, como los estudios generales o las escuelas catedralicias o
monacales, y utilizaba un vocabulario amplio, preñado de cultismos y colores
retóricos, estrofismo y no tiradas, verso regular e isosilábico y una rima más
exigente, la consonante, con temas no guerreros sino religiosos y morales y
una conciencia clara de querer hacer "otra cosa" que los juglares, aunque con
frecuencia tomaron algunos procedimientos estilísticos de los juglares, que ya
habían configurado una cierta tradición literaria que contribuyeron a
enriquecer, civilizando la lengua vulgar.
El mester de clerecía es propio de los siglos XIII y XIV, aunque en el siglo XV
todavía aparecen obras epigonales inspiradas en esta escuela. Las primeras
producciones de este movimiento fueron el Libro de Apolonio y el Libro de
Alexandre, en cuya segunda estrofa se explicita el manifiesto de esta nueva
escuela poética:
Mester traigo fermoso, non es de juglaría
mester es sin pecado, ca es de clerezía,
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría
2) Mester de Clerecía: De Berceo al Arcipreste de Hita.
Gonzalo de Berceo, principal autor de esta escuela, siguió principalmente el modelo
propuesto por la obra maestra del género, el Libro de Aleixandre, que incluso pudo
componer él mismo o un tal Juan Lorenzo de Astorga. A él debemos obras como
Milagros de Nuestra Señora, Vida de San Millán o Vida de Santo Domingo de Silos.
Una evolución ulterior del mester de clerecía en el siglo XIV procuró renovar algo la
monótona estrofa de la cuaderna vía con ocasionales versos de quince o dieciséis
sílabas, en los que aparecen hemistiquios de ocho, o incluso estrofas enteras de
dieciséis sílabas; por otra parte se renovaron también los temas añadiéndose los
profanos a los religiosos y morales. Se alcanzó una mayor individualidad artística
recurriéndose, al contrario que en el siglo anterior, a algunas fuentes propias y a la
experiencia del autor, que empieza a ser artista en vez de artesano. Es más, se añadió
cierta crítica social consecuente con las tensiones de finales de la Edad Media y que
provenían en última instancia del desarrollo de la burguesía; así se deja ver en
las sátiras contra el poder igualador del dinero que permite quebrar las barreras entre
estamentos que hace Juan Ruiz en la obra fundamental del Mester de Celerecía: Libro
de buen amor
3) La obra de Gonzalo de Berceo y el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita.
Sus obras narrativas y didácticas en verso tratan siempre sobre tema religioso, y
están constituidas fundamentalmente por hagiografías, esto es, biografías de
los santos, en especial aquellos a los que se rendía culto en los monasterios con los
que estuvo vinculado: la Estoria de sennor San Millán, la Vida de Sancta Oria,
virgen y La vida del glorioso confesor Santo Domingo de Silos, por ejemplo. Su obra
maestra es, sin embargo, los Milagros de Nuestra Señora.
No se muestra como un narrador original, ya que traduce ampliando obras escritas
anteriormente en latín (amplificatio); su originalidad y carácter artístico debe
apreciarse en el tratamiento de los temas, en el estilo, los detalles costumbristas y
adaptaciones a la mentalidad medieval y campesina que añade a dichos relatos.
El Libro
de
buen
amor (1330 y 1343),
también
llamado Libro
del
Arcipreste o Libro de los cantares, ya que los manuscritos existentes no facilitan un
título, es una obra del mester de clerecía del siglo XIV. Es una composición extensa
y variada de 1728 estrofas, cuyo hilo conductor lo constituye el relato de
la autobiografía ficticia del autor (Juan Ruiz, Arcipreste de Hita). Está considerada
una de las cumbres literarias españolas de cualquier tiempo, y no solo de la Edad
Media.
El libro contiene una colección heterogénea de diversos materiales unidos en torno a una
pretendida narración autobiográfica de asuntos amorosos del propio autor, quien es
representado en una parte del libro por el episódico personaje de don Melón de la Huerta.
En él aparecen representadas a través de sus amantes todas las capas de la
sociedad bajomedieval española.
En el transcurso de la trama principal, se intercalan fábulas y apólogos que constituyen una
colección
de exempla. Asimismo
se
pueden hallar alegorías,
moralidades,
sermones, cantigas de ciegos y de escolares de tipo goliardesco. También se recogen
composiciones líricas profanas (serranillas, muchas veces paródicas, derivadas de
las pastorelas) al lado de otras religiosas, como himnos y gozos a la Virgen o a Cristo.
Los materiales narrativos están fundados en la parodia de las comedias
elegíacas medievales
en
latín
ámbito
escolar
pseudo-ovidianas,
como De
vetula y Pamphilus, en las que el autor es protagonista de aventuras amorosas que alternan
con poemas vinculados con ellas. Además de materiales derivados del Ars amandi de
Ovidio, también se parodia la liturgia de las horas canónicas o de los cantares de gesta.
4) La escuela de traductores de Toledo y la obra prosística en castellano de Alfonso X
el Sabio.
El nombre de Escuela de traductores de Toledo se refiere desde el siglo XIII, a los
distintos procesos de traducción e interpretación de textos clásicos grecolatinos alejandrinos, que habían sido vertidos del árabe o del hebreo a la lengua latina
sirviéndose del romance castellano o español como lengua intermedia, o directamente a las
emergentes «lenguas vulgares», principalmente al castellano. En el siglo XII la «Escuela
de traductores de Toledo» vertió principalmente textos filosóficos y teológicos. En la
primera mitad del siglo XIII esta actividad se mantuvo. Por ejemplo, reinando Fernando
III, rey de Castilla y de León, se compuso el «Libro de los Doce Sabios» (1237), resumen
de sabiduría política y moral clásica pasada por manos «orientales». En la segunda mitad
del siglo XIII el Sabio rey Alfonso X (rey de Castilla y de León, en cuya corte se compuso
la primera «Crónica General de España») institucionalizó en cierta manera en Toledo esta
«Escuela de traductores», centrada sobre todo en verter textos astronómicos, médicos y
científicos.
Desde su juventud, antes de 1252, fecha en que fue coronado rey, el príncipe Alfonso,
además de escribir cantigas de escarnio en galaico-portugués y, muy probablemente,
algunos himnos de loor a la Virgen María, auspició la traducción de
un libro de cuentos ejemplares (o exempla) en castellano: el Calila y Dimna.
De la extensa obra alfonsí destacan: el Fuero Real de Castilla, el Espéculo y las Siete
Partidas, entre las jurídicas; las Tablas alfonsíes, entre las astronómicas; y entre las de
carácter histórico, la Estoria de España y la Grande e general estoria o General
estoria, obra de historia universal. Las Cantigas de Santa María es un conjunto de
canciones líricas, escritas en galaico-portugués y acompañadas de notación musical y
unas vistosísimas ilustraciones que se hallan entre lo mejor de la pintura de su tiempo.
El Lapidario versa sobre las propiedades minerales, y el Libro de los juegos sobre
temas lúdicos (ajedrez, dados y tablas), deportes de la nobleza en aquel tiempo. La
intervención del rey fue a veces directa y a veces indirecta, pero indudablemente fue el
arquitecto de estas obras.
5) Prosa de ficción en el siglo XIV: don Juan Manuel y El Conde Lucanor
Un tercer mester que debemos recordar es el denominado mester de cortesía, menos
articulado que los otros, nació, por el contrario, en el seno de la Corte, en las
chancillerías regias, y utilizó siempre la forma de la prosa para ámbitos legales y
cortesanos, con la intención educativa de formar nobles y políticos que pudiesen
prosperar en las difíciles condiciones de la revuelta Edad Media española; a esta
intención responden las numerosas compilaciones de cuentos, las obras históricas y los
diversos escritos de Don Juan Manuel y otros escritores en castellano y latín.
La obra de Don Juan Manuel es de carácter fundamentalmente didáctico y narrativo,
está en general impulsada por una gran preocupación sobre la adecuada formación en
cuerpo, alma e inteligencia de un perfecto caballero medieval, y por lo general se
clasifica en la habitual denominación de "educación de príncipes"; consta de pequeños
opúsculos (Crónica abreviada y Libro de la caza son algunos ejemplos) y de otras
obras de más extensa ambición por las que se le recuerda fundamentalmente, el Libro
del caballero y el escudero, el Libro de los estados y el Libro de Patronio o Conde
Lucanor.
Su obra maestra se considera, sin embargo, el Libro de Patronio o Conde Lucanor,
concluida en 1335, un libro que consta de una cincuentena de cuentos (en
realidad, apólogos, fábulas, alegorías e incluso pequeñas novelitas) precedida de un
prólogo y postcedida de cuatro breves tratados en prosa, en los que se ensaya una
forma preliminar de conceptismo, ya que, según cuenta el propio autor, se le requirió
que utilizase un estilo menos llano y explícito para dirigirse a personas de educación
superior y concentrase más significado en menos palabras. Pero no sólo por eso se
trata de una obra de una extraña originalidad, sino por la inaudita variedad de sus
fuentes (desde relatos orales de sus sirvientes judíos y moriscos a su propia
experiencia personal, la Disciplina clericalis del judío converso español Pedro
Alfonso y múltiples y variopintos repertorios de cuentecillos morales usados para
sermones eclesiásticos), sino también por constituirse en la primera colección europea
de género novelesco (el Decamerone de Giovanni Boccaccio se compuso a partir de
1348) y por la originalidad de su tratamiento literario y estilístico, que no excluye
sagaces razonamientos sobre la pluriforme naturaleza humana ya desde la primera
narración. La variedad temática es amplísima, como lo es el origen de las fuentes.
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