INFORME PARA LA INTERPOSICIÓN DEL RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD CONTRA DETERMINADOS ARTÍCULOS DE LA LEY 8/2000 1 Autoría: Red Acoge y Andalucía Acoge. Fecha de realización: Abril 2001. Observaciones: Red Acoge autoriza la reproducción total o parcial de este informe, por cualquier medio o procedimiento, siempre que se cite la fuente. Nota: Los puntos de vista que aquí se exponen reflejan exclusivamente la opinión de Red Acoge Para más información, por favor contactar: [email protected] 2 INFORME PARA LA INTERPOSICIÓN DEL RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD CONTRA DETERMINADOS ARTÍCULOS DE LA LEY 8/2000 1º) Art. Primero apartado 5, por el que se modifica el art. 7º.1 de la LO 4/2000. Art. Primero apartado 6, , por el que se modifica el art. 8 de la LO 4/2000. Art. Primero apartado 9, por el que se modifica el art. 11.1 de la LO 4/2000. Se han agrupado estos tres derechos ya que su estudio es similar a la luz del Convenio Europeo de los Derechos Humanos. Los tres se regulan en el art. 11 del Convenio, con las siguientes conclusiones: Libertad de Reunión y Manifestación. Este precepto vulnera el artículo 21.1 y 2 de la CE y el art. 11 del Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos, así como el art. 20 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el art. 21 del Pacto Internacional de los Derechos civiles y políticos Derecho de Asociación. Este precepto vulnera el art. 22 de la CE, el art. 11 del Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos, así como el art. 20 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el art. 22 del Pacto Internacional de los Derechos civiles y políticos. Derecho de sindicación. Vulnera el art. 28.1 de la CE, en relación con el 11.1 del convenio europeo de derechos humanos. Son derechos consustanciales a las personas y significativamente de los trabajadores, quienes estén en situación (administrativa) irregular serían despojados de ellos, contraviniendo el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU y los Convenios 87 y 98 de la OIT, 3 suscritos por España y que garantizan la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación. En concreto, puede afirmarse que, la redacción de la Ley actual, art. 11en su apartado 1 resulta inadmisible por inconstitucional —artículo 28.1 de la CE— la limitación del derecho de sindicación a los extranjeros legales, precisamente cuando la sindicación puede representar un elemento esencial para conseguir la legalización o evitar la explotación laboral de los que se hallan en situación irregular. No debemos olvidar que la libertad Sindical en el art. 28 CE se reconoce en la Constitución a "todos", mientras el derecho de huelga se reconoce por una parte a todos los trabajadores. Vulnera, asimismo, el artículo 2º del Convenio número 87 de la OIT, ratificado por España el 13 de abril de 1977. «Los trabajadores y empleadores, sin ninguna distinción y autorización previa, tienen el derecho de constituir las organizaciones que estimen convenientes, así como el de afiliarse a estas organizaciones, con la sola condición de observar los estatutos de las mismas.» Ni las normas internacionales citadas para el reconocimiento de estos derechos, en base a las cuales hemos de interpretar los derechos fundamentales, según el art. 10.2 de la CE, ni la CE autorizan restricciones distintas a las que estos propios preceptos introducen, entre las cuales no se encuentra la situación de legalidad administrativa del extranjero titular de estos derechos. El Tribunal Constitucional, en la sentencia 115/87 ya recordó que para que el derecho sea reconocible como pertinente al tipo descrito (STC 11/81, de 8 de abril de 1981), no se podía desnaturalizar éste, lo que evidentemente ocurre respecto a los extranjeros en situación irregular, que pese a tener reconocido el derecho se le impide su ejercicio, lo que es tanto como desnaturalizarlo. La Sentencia del TC 107/84, de 23 de Noviembre dijo que pese a que el artículo 13 de la CE no dice que los extranjeros gozarán en España de las Libertades que les atribuyan los tratados y las leyes, sino de las libertades que “garantizan el presente título en los términos que establezcan los tratados y las leyes”, por lo que son derechos constitucionales pero de configuración legal, mientras se respete en esa configuración su contenido esencial, lo que no ocurre en el presente caso que vacía de contenido éste al someter su ejercicio a la situación de legalidad, para el colectivo de personas en situación irregular en el país. Según doctrina del Tribunal Constitucional, el contenido esencial que en el artº 53 de la CE se refiere a la totalidad de los derechos fundamentales y que puede referirse a cualesquiera derechos subjetivos sean o no constitucionales, cabe seguir dos caminos complementarios: Primer camino: acudir a lo que se suele llamar la naturaleza jurídica o el modo de concebir o de configurar cada derecho. Así, constituyen el contenido esencial de un derecho subjetivo aquellas facultades o posibilidades de actuación 4 necesarias para que el derecho sea reconocible como pertinente al tipo descrito y sin las cuales deja de pertenecer a ese tipo y tiene que pasar a quedar comprendido en otro, desnaturalizándose por decirlo así. Segundo camino: buscar los intereses jurídicamente protegidos como núcleo y médula de los derechos subjetivos. Según este segundo camino, es esencial aquella parte del contenido del derecho que es absolutamente necesaria para que los intereses jurídicamente protegibles, que dan vida al derecho, resulten real, concreta y efectivamente protegidos. De este modo, se rebasa o se desconoce el contenido esencial cuando el derecho queda sometido a limitaciones que lo hacen impracticable, lo dificultan más allá de lo razonable o lo despojan de la necesaria protección. ¾ ¾ ¾ ¾ ¾ ¾ STC 11/1981, de 8 de abril (RTC 1981, 11). STC 37/1987, de 26 de marzo (RTC 1987,37). STC 161/1987, de 27 de octubre (RTC 1987, 161). STC 196/1987, de 11 de diciembre (RTC 1987, 196). STC 170/1989, de 19 de octubre (RTC 1989, 170). STC 341/1993, de 18 de noviembre (RTC 1993, 341). El único límite que permite el convenio en el párrafo 2º del art. 11, para el ejercicio de estos derechos es el derivado de las medidas necesarias para la protección de una sociedad democrática, seguridad nacional, seguridad pública, defensa y orden, prevención del delito, salud o moral o los derechos y libertades ajenos, que en modo alguno coinciden con la eliminación del ejercicio de este derecho a los extranjeros irregulares. Por otra parte el artículo 16 del Convenio, que va dirigido a no considerar prohibido restricciones a la "actividad política de los extranjeros" no ha sido interpretado en nunca ocasión por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, quien no ha tenido la oportunidad de pronunciarse al respecto. Del tenor literal del mismo interpretamos que la posibilidad de restricción de estos derechos va encaminada únicamente a la actividad política de los extranjeros, no a otras reuniones o manifestaciones que carezcan de ese carácter político, y más aún a la sindicación, cuyo contenido no es político sino de defensa de los derechos e intereses laborales. Así, además, debió interpretarlo el Tribunal Constitucional en la Sentencia 115/87, que en ningún momento se plantea la posibilidad de aplicar este precepto para no declarar inconstitucional los artículos de la Ley del año 1985 que en su día anuló. El precepto fundamental del que debe partir nuestro análisis es el artículo 13.1 CE “Los extranjeros gozarán en España de las libertades públicas que garantiza el presente Título en los términos que establezcan los tratados y leyes”. 5 El precepto recoge un mandato en el que se expresa con carácter general que los extranjeros, al igual que los nacionales, son titulares de los derechos fundamentales recogidos en el Título Primero de la Constitución. Pero con una importante reserva, dado que la aplicación de estos derechos se regulará “en los términos que establezcan los tratados y leyes”; generándose así una aguda tensión entre la primera y segunda parte de la norma. Asimismo, deberán tenerse en cuenta todos los preceptos constitucionales que regulan cada uno de los derechos fundamentales y que al referirse a sus posibles titulares lo hacen de manera explícita o impersonal. De entre ellos, quizás el más importante para nuestro tema es el artículo 14 donde literalmente se concede el ejercicio del principio de igualdad sólo a los españoles. Pero la Constitución, al mismo tiempo, contiene algunas otras normas, las cuales si bien no hacen referencia expresa al extranjero, afectan de forma decisiva su status. Me refiero al artículo 10 en el que se declara: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”. El precepto consagra la idea de unos “derechos inherentes a la persona”, en los que no cabría distinguir entre nacionales y extranjeros. Por último, la Constitución ha configurado un “mandato interpretativo” en el artículo 10.2 que obliga al intérprete a incorporar las declaraciones internacionales de derecho – “de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos”- como criterio hermenéutico obligatorio. b) El segundo de los elementos normativos a tener en cuenta son los tratados internacionales relativos a los derechos humanos, debiendo hacerse respecto de ellos la salvedad de que tales derechos y libertades carecen de rango constitucional, “en cuanto no estén también consagrados por nuestra Constitución”, sin que tal circunstancia afecte a su utilización como criterio o perspectiva interpretativa (STC 36/91, FJ 5). c) El tercer elemento configurador del status jurídico del extranjero lo constituye la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social. Sin embargo, la Ley orgánica de 8/2000, de 22 de diciembre que modifica dicha Ley prescribe, en la actualidad, en su artículo tercero: 1 Los extranjeros gozarán en España de los derechos y libertades reconocidos en el Título I de la Constitución y en sus leyes de desarrollo, en los términos establecidos en los Tratados internacionales, en esta Ley y en las que regulen el ejercicio de cada uno de ellos. Como criterio interpretativo general, se entenderá que los extranjeros 6 ejercitan derechos que se les reconoce en esta Ley en condiciones de igualdad con los españoles. 2 Las normas relativas a los derechos fundamentales de los extranjeros se interpretarán de conformidad con la Declaración universal de los Derechos Humanos y con los Tratados y Acuerdos internacionales sobre las mismas materias vigentes en España, sin que pueda alegarse la profesión de creencias religiosas o convicciones ideológicas o culturales de sigo diverso para justificar la realización de actos o conductas contrario a las mismas. d) Finalmente, será preciso tener en cuenta la jurisprudencia del Tribunal Constitucional; en particular, las sentencias STC 107/84, STC 115/87, 94/1993 y 116/1993. Por esta vía, el Tribunal Constitucional ha realizado contribuciones decisivas en la materia que nos ocupa. 7 Los derechos de los extranjeros. En España el Tribunal Constitucional ha contribuido decisivamente a la clasificación de los derechos de los extranjeros. Así, distingue entre “derechos comunes”, “derechos condicionados a la configuración legal” y “derechos vinculados a la nacionalidad”, incluyéndose en ellos los “derechos sociales” o “principios rectores” del Capítulo III. a) La sentencia 107/1984 admite la existencia de derechos que corresponden por igual a los españoles y a los extranjeros y su regulación, por lo tanto, habrá de ser igual para ambos. Este acervo de “derechos comunes” o “derechos mínimos” no se encuentran expresamente formulados en la Constitución, sino son deducidos de una interpretación sistemática de aquella. No corresponde, en consecuencia, hablar aquí de una posible desconstitucionalización del derecho o de una externa configuración legislativa del mismo. Los contornos del grupo no se encuentran claramente establecidos aunque no se suscita discusión el incluir en el grupo el derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la intimidad y a la libertad ideológica (STC 107/1984); el derecho a la libertad del artículo 17 de la CE (STC 115/87) o el derecho de obtener una tutela efectiva de los Jueces y Tribunales (STC 99/85). b) Un segundo grupo lo conforman los llamados “derechos condicionados a la configuración legal” en donde se despliega en toda su virtualidad el contenido del artículo 13.1 de la Constitución. Se trata de una serie de derechos cuyo disfrute se remite a los “términos de la ley”. La STC 107/84 nos aclara su concepto de la manera siguiente: “..los derechos y libertades reconocidos a los extranjeros siguen siendo derechos constitucionales y, por tanto, dotados –dentro de su específica regulación- de la protección constitucional, pero son todos ellos sin excepción, en cuanto a su contenido, derechos de configuración legal”. Sin embargo, el Tribunal Constitucional al dar por bueno un enunciado, el del art. 13.1, de tan equívoca interpretación no aclara nuestra principal duda: ¿ el contenido de los derechos concedidos al extranjero pende sin más de la voluntad del legislador?, ¿no se tratará de una claro ejemplo de vaciado de los contenidos constitucionales?. Por eso, el alcance de esta “reserva de configuración legal” debió ser una vez más aclarada por nuestro Tribunal Constitucional. El artículo 13.1 de la Constitución, dice, sólo reconoce al legislador la posibilidad de establecer condicionamientos adicionales al ejercicio de derechos fundamentales por parte de los extranjeros. No obstante, resulta obligado respetar las prescripciones constitucionales, pues no es de recibo permitir que el legislador configure libremente el contenido mismo del derecho, “cuando éste ya haya venido reconocido por la Constitución directamente a los extranjeros”. En efecto, una cosa es autorizar diferencias de tratamiento entre españoles y extranjeros y otra es entender esa autorización como una posibilidad de 8 legislar al respecto sin tener en cuenta los preceptos constitucionales (STC 115/87). b) El tercer grupo de derechos estaría vinculado a la nacionalidad. Es decir, aquellos que serían privativos de los españoles. La discusión se centra en el número de tales derechos cuyo disfrute queda reservado a los nacionales. Un sector extremo de la doctrina sostiene una equiparación total de los derechos entre nacionales y extranjeros; otros, aferrados a la literalidad de los preceptos excluyen al extranjero de su titularidad, allí donde la Constitución use el término de “español” o “ciudadano”. Hoy, sin embargo, se va abriendo paso una interpretación generosa de los preceptos constitucionales en beneficio de la condición jurídica del extranjero. Así, se considera que el contenido mínimo de derechos reservados a los nacionales son los de carácter político. En concreto, el mencionado en el párrafo segundo del artículo 13 en relación con el artículo 23 de la Constitución. ¿Los extranjeros son iguales ante la ley en los mismos términos que los nacionales?. El artículo 14 de la CE declara expresamente que: los españoles son iguales ante la ley, sin que prevalezca discriminación alguna por razones de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. De esta manera, el constituyente español nacionaliza el principio de igualdad, suprimiendo así su carácter metanacional. La desafortunada nacionalización contradice así el sentido originario del constitucionalismo occidental que prescribe la irrestricta igualdad de “todos” los ciudadanos ante la ley. Abundando más sobre el mismo tema el Tribunal Constitucional en Sentencia 107/ 1984 sostiene que “cuando el artículo 14 de la Constitución proclama el principio de igualdad, lo hace refiriéndose con exclusividad a los españoles. Son éstos quienes, de conformidad con el texto constitucional, son iguales ante la ley, y no existe prescripción ninguna que extienda tal igualdad a los extranjeros”. En otras palabras, viene a decir que desde la escueta perspectiva de la literalidad del artículo 14 no hay nada que debatir. Sin embargo, es posible seguir la argumentación desde una perspectiva distinta a la gramatical. 1.- En efecto, los argumentos para fundar un status de igualdad de los extranjeros hay que buscarlos más en una interpretación sistemática de la Constitución que en las posibles contradicciones de un artículo aislado. Nada impide que se pueda defender la polémica igualdad de trato conectando los contenidos del artículo 14 con los del artículo 13., “Los extranjeros gozarán en España de las libertades públicas que garantiza el presente Título...”; y, a la vez este último, con los artículos 10.2 y 96.1 de la Constitución. No debemos 9 olvidar, que los tratados internacionales válidamente celebrados y publicados en España, forman parte del ordenamiento interno; y, entre ellos, se encuentra el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. 2.- Otro argumento nos lo proporcionan dos sentencias del Tribunal Constitucional (94/1993 y 116/1993) las cuales, aunque indirectamente, reafirman también una tendencia propicia a la equiparación. 2º) Art. Primero apartado 7, por el que se modifica el art. 9.1 y 3 de la LO 4/2000. El derecho a recibir educación es plenamente reconocido a los extranjeros. Se trata de un derecho básico de la persona como parece entenderlo el art. 27 del texto constitucional en su número 2, al señalar que: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.” Se trata por tanto de un derecho que debe corresponder por igual a españoles y a extranjeros y cuya regulación deber se igual para ambos. STC 107/1984. Estaríamos hablando de un derecho fundamental básico de la persona que no puede ser negado al extranjero, aun cuando no se encuentre regularmente en nuestro país. Derecho a la educación post obligatoria de los menores de edad. La Ley restringe el derecho a la educación de los menores a la educación básica y a la secundaria obligatoria, así como a la infantil en el párrafo 2º, pero excluye, al no citarla, a la superior, como es el bachillerato (16 a 18 años), para la que se exigirá, según el apartado 3º la residencia legal. Esta exclusión para los menores en situación de irregularidad administrativa es contraria al derecho a la educación del art. 27 de la CE, que aplicado a los menores entre 16-18 años (edad del bachillerato), es interpretable conforme a la convención sobre los derechos del niño, donde en su artículo 28 reconoce para todos, sin distinción alguna, la accesibilidad a la enseñanza superior, solo sobre la base de la capacidad, no sobre ninguna otra circunstancia. El art. 1 entiende por niño a todo ser humano menor de 18 años. Los menores extranjeros que se hallen en territorio español serán tratados conforme a lo previsto en la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño de 1989, ratificada por España en 1990, y tendrán derecho a la educación conforme a lo dispuesto en la Ley Orgánica 1/1990 de 3 de Octubre, sobre Ordenación General del Sistema Educativo, así como también lo establece la Ley Orgánica 1/1996 , de 15 de Enero de Protección Jurídica del Menor en su art. 10. Opinión compartida también por el Consejo General del Poder Judicial en su 10 Informe al anteproyecto de reforma de la Ley 4/2000, “se trata de un derecho que afecta de manera directa e inmediata a la dignidad de la persona, máxime si se tiene en cuenta la previsión de la Convención sobre Derechos del Niño...cuyo artículo 2 contempla los derechos del niño independientemente del status regular o no de sus padres”. Esta limitación del derecho a la educación dificulta el correcto desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principio democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales (art. 27.2 CE). Destacar sobre la no discriminación en materia de este derecho, se puede traer también a el Convenio de la UNESCO relativo a la lucha contra la discriminación en la esfera de la enseñanza, de 14 de diciembre 1960. 3º) Art. Primero apartado 16, por el que se modifica la redacción del art. 20 de la LO 4/2000, pasando a ser el art. 22.2. Derecho de justicia gratuita. 1º.- El TC tiene dicho en SSTC 107/84 y 99/85 que el artículo 13 de la CE (“los extranjeros gozarán en España de las libertades públicas que garantiza el presente Título (Primero) en los términos que establezcan los tratados y la ley”) debe interpretarse en el sentido de que los derechos de los extranjeros tienen rango constitucional, si bien son de configuración legal. Sin embargo, la configuración legal de los derechos de los extranjeros no permite una modulación diferente para españoles y extranjeros cuando se afecten derechos que pertenecen al ámbito de la dignidad humana protegida por nuestra CE en su artículo 10. 1, pues dichos derechos pertenecen a “todas las personas” (dicción literal del artículo 24 CE donde se reconoce el derecho a la tutela judicial efectiva). Además, la normativa internacional establece que el derecho a la tutela judicial efectiva es uno de los derechos que pertenecen a todas las personas sin atención a su nacionalidad (arts. 10 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, 6. 1 del Convenio de Roma y 14. 1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos). 2º.- Dentro del genérico derecho al acceso a los Tribunales se encuentra incardinado el derecho a la asistencia jurídica gratuita cuando exista insuficiencia de recursos para litigar y así lo exija el interés de la Justicia (incluso aunque la asistencia letrada no sea preceptiva). SSTC 236/88 y 47/87. Vd. también SSTEDH 9-10-79; 13-3-80 y 25-4-83. Además, la asistencia técnica debe ser efectiva, por lo 11 que no basta un simple nombramiento de letrado, sino que este desempeñe una efectiva defensa (STC 37/88 F. J. 6º). 3º.- El derecho a la asistencia jurídica gratuita es de gran tradición histórica (Constitución de 1881) y aunque se trata de un derecho de configuración legal (“cuando así lo disponga la ley” (art. 119 CE), debe respetar, en su desarrollo legal, el contenido constitucional indisponible inherente a la dignidad humana (art. 10 CE), tal y como exige la STC 99/85. Es decir, la gratuidad de la justicia es un derecho que se integra, a través del de asistencia letrada, en el derecho a la tutela judicial efectiva. El propio art. 119 CE reconoce que la justicia será gratuita “en todo caso” para quienes acrediten insuficiencia de recursos para litigar. 4º.- La efectiva asistencia letrada asegura el cumplimiento de los principios de igualdad de partes y contradicción que exige el procedimiento judicial. Por tanto, si la carencia de recursos determina la inexistencia de letrado defensor, estos principios básicos del procedimiento se conculcan. Por ello, la STC 42/82 estima procedente la suspensión del proceso hasta que se provea de letrado a la parte. Parafraseando la Sentencia del TEDH de 21-2-75, aunque no se deniegue al extranjero, formalmente, acudir al Tribunal, sí en cambio se le impide, de facto, iniciar un proceso, y ello está proscrito por el art. 24 CE. 12 BREVE COMENTARIO A LAS NOVEDADES QUE INCORPORA LA LEY ORGÁNICA 8/2000 EN ESTA MATERIA Tal y como ha quedado redactado el art. 22 puede producirse, al menos en teoría, una derogación parcial del artículo 2. e) de la Ley 1/1996 de asistencia jurídica gratuita en el sentido de que los extranjeros que se hallen en España sin residencia legal carecerán desde ahora del derecho a la asistencia jurídica gratuita en el orden jurisdiccional penal. No obstante, los arts. 11. 1 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, 14. 2. d) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 6, 3º c) del CEDH impiden dicha privación al extranjero acusado de un delito. 4º) Art. Primero apartado 20, por el que se modifica la redacción del art. 25 de la LO 4/2000, pasando a ser el art. 27.5 No motivación de determinados visados. La motivación es un derecho reconocido en el art. 24 CE . Respecto a la necesidad motivación de la denegación de los visados. La Reforma sólo obliga a motivar la denegación de visados de residencia para la reagrupación familiar o para el trabajo por cuenta ajena, que son los más numerosos, por lo que lleva a entender que en el resto de supuestos la denegación puede no ser motivada. Debe recordarse la Recomendación primera dirigida al Ministro del Interior por el Defensor del Pueblo y del CGPJ que la denegación de visado debe ser expresamente motivada e indicar los recursos procedentes, en consonancia con lo establecido en los artículos 54 y 58 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común. Efectivamente, la motivación es la expresión de las razones de decisión tomada y de sus fundamentos, facilita al destinatario su impugnación (por lo que contribuye a delimitar su actuación defensiva) y, lo más importante, facilita su control jurisdiccional; una esfera de actuaciones carentes de motivación, aun sucinta y breve, promueve la presencia de zonas de inmunidad de imposible o muy difícil control, contrariando lo establecido en el artículo 106.1 de la Constitución, dejando carente de contenido el control judicial de la Administración. Además, la motivación es otro mecanismo por el que se dificulta la arbitrariedad de los poderes públicos, contribuyendo a su interdicción, de acuerdo con lo establecido en el artículo 9.3 de la Constitución. 13 4º) Art. Primero apartado 50, por el que se modifica la redacción del art. 56 de la LO 4/2000, pasando a ser el art. 57.2 .8 Infracción del non bis in ídem y del principio de reeducación y reinserción social. El apartado 2º del art. 57 prevé como causa de expulsión el hecho de que el extranjero haya sido condenado dentro de España , por una conducta dolosa que constituya delito sancionado con pena privativa de libertad superior a 1 año. Esa circunstancia, es decir, cuando la causa de la sanción administrativa es la misma que la de la sanción penal, es decir el hecho delictivo cometido, supone una infracción a la prohibición del ne bis in ídem, contenido en el principio de legalidad del art. 25 de la CE. El TC ha proscrito la compatibilidad entre penas y sanciones administrativas, cuando concurre identidad de hecho, sujeto y fundamento jurídico (STC 221/97 y 335/91), como ocurre en este supuesto. La única causa de expulsión es la comisión del propio hecho delictivo, que en este caso ya fue sancionado penalmente. Nuestro derecho contiene figuras jurídicas compatibles con el respeto al ne bis in ídem y con el derecho del Estado a expulsar al delincuente, cual es el sustituto penal del art. 89 del Código Penal, donde, precisamente para evitar la infracción de este principio se sustituye la condena penal por la expulsión del territorio nacional, y el art. 57.7 de la Ley de extranjería, donde el inculpado o procesado por un delito podrá ser expulsado si está incurso en alguna de las causas de expulsión, antes de haber sido condenado, y por lo tanto sin acumular ambas sanciones. Hay que partir de la exigencia en nuestro sistema del principio «non bis in idem», que, según jurisprudencia del Tribunal Constitucional, aunque no aparece constitucionalmente consagrado de manera expresa, ha de entenderse integrado en los principios de legalidad y tipicidad de las infracciones recogido en el art. 25.1 de la Constitución: ¾ SSTC 2/1981, 159/1985, 23/1986, 66/1986, 94/1986, 107/1989, 122/1990, 150/1991, 152/1992 y 270/ ¾ doctrina de la STC 159/1985: A la luz de la Constitución habría por consiguiente que expulsar del ordenamiento jurídico todo supuesto de sanción penal o administrativa que viniere fundamentada no en la realización de una determinada conducta prohibida, claramente determinada o cuando menos determinable, sino en la presunción de una cierta "tipología de autor". Tal fundamento, propio del Derecho penal y administrativo sancionador de los regímenes totalitarios, no se compadece con los principios de exclusiva protección de bienes jurídicos y de culpabilidad por el hecho, que, por el contrario, caracterizan a dichos conjuntos normativos en un Estado Social y democrático de Derecho como el nuestro. Para imponer una sanción administrativa acorde con los postulados que ineludiblemente se desprenden de esta última forma de organización no basta, pues, con la presencia de un cierto 14 modo de vida, por muy censurable que sea, si no va acompañado de actos externos mediante los que se lesione o ponga en peligro un interés jurídicamente protegido. Una de las definiciones más claras del principio “non bis in ídem” que nos ocupa la ofrece la jurisprudencia del TC en dos de sus primeras sentencias sobre la materia a las que la doctrina se remite de manera constante, la SC2/1981 de 30 de enero, y 77/1983 , de 3 de octubre. Para el alto Tribunal este principio supone que no recaiga duplicidad de sanciones –administrativa y penal- en los casos en los que se aprecie identidad del sujeto, hecho y fundamento sin existencia de una relación de supremacía especial de la Administración –relación de funcionario, servicio público o concesionario- que obviamente no es el caso que nos ocupa, que justificase el ejercicio del ius puniendi por los Tribunales y a su vez la potestad sancionadora de la Administración. El TC ha venido también a establecer que este principio además de tratarse de un principio general del derecho, su importancia se materializa y adquiere contornos más precisos al elevarlo al rango de derecho fundamental. En el art.9 del Anteproyecto de nuestra Constitución actual se preveía la exclusión de doble sanción por los mismos hechos, y que se pretendió incluirlo en el art.2 de la misma. Esta circunstancia se valoró por el TC para concluir que la exigencia del principio “non bis in idem” está conectada con los principios de legalidad y tipicidad de las infracciones y sanciones a que se refiere el artículo 25.1 C.E. : “Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquel momento “. Como señala GARCIA DE ENTERRIA, el uso de la disyuntiva “o” en el artículo 25.1 implica una prohibición de que una misma conducta pueda ser tipificada como delito, falta y como infracción administrativa al mismo tiempo. Queda así amparado entre otras, por la protección especial que el artículo 53 dispensa a esos derechos fundamentales. Esta es una de las consecuencias que se extraen de la jurisprudencia constitucional que abre una de las vías más importantes de defensa en nuestro país. Nos encontramos en esta regulación legal con dos sanciones, administrativa y penal, unidad de hecho y fundamento. Nos encontramos con una condena penal, privativa de libertad, que ha sido cumplida en su integridad y con una sanción administrativa, la orden de expulsión impuesta. Ambas sanciones son firmes, requisito necesario para que se pueda entender la aplicabilidad del principio “non bis in idem”. Al mismo tiempo nos encontramos con que se cumplen todos los presupuestos citados: • Identidad de sujeto. 15 • Identidad de hecho. • Identidad de fundamento. Es este presupuesto el que más confusiones produce debido a que, por lo general, las normas, -tanto penales como administrativas- no explicitan el bien o interés jurídico que protegen. La norma debe de incluir el interés que se pretende proteger. Esta opinión abraza la doctrina del TC en su sentencia 234/1991, de 10 de diciembre, en la que el Tribunal afirma que en nuestro Derecho vigente no hay más fundamento posible de una sanción que la norma previa que tipifica la sanción o elenco de sanciones que de ella se siguen. Parece claro que en el caso que nos ocupa el interés protegido es el mismo, por un lado tenemos que el tipo de sanción es el mismo: supone una restricción de la libertad personal y el derecho a la libre circulación, por otro lado nos encontramos con que ambas sanciones obedecen a la necesidad de proteger la seguridad pública, en el supuesto de la sanción administrativa expulsando el que en su momento cometió un hecho delictivo. Podemos concluir por lo tanto, que nos encontramos con dos sanciones que se fundamentan en el mismo interés. Además, al producirse la expulsión al haber ya cumplido el extranjero la pena, como exige el propio párrafo 8º del art. 57 de la ley de extranjería, se produce una vulneración del art. 25.2 de la CE en cuanto el legislador de la ley de extranjería no estaría orientando el fin resocializador de las penas respecto a los extranjeros, al prever, tras su cumplimiento, la expulsión. Si bien es cierto que el TC en sentencias 2/87; 28/88 y autos 14/84; 486/85; 1112/88; 360/90 y 106/97 declararon que el art. 25.2 de la CE no estable un derecho susceptible de ser invocado en vía de amparo, sino una orientador al legislador, en el momento que el legislador se aparta de este fin, en cuanto a sus consecuencias para el extranjero, el precepto puede ser atacado de inconstitucional. 5º) Art. Primero apartado 53, por el que se modifica la redacción del art. 59 de la LO 4/2000, pasando a ser el art. 60. Internamiento en los retornos. Vulnera el art. 17.1 y 2 de la CE. Dentro de la consideración de que son derechos básicos plenamente reconocidos a los extranjeros por pertenecer a toda persona, al margen de sus vinculaciones jurídico-políticas, partiendo de la CE y de los convenios internacionales sobre derechos humanos, así como de la propia STC 115/87. 16 Según el art. 60 de la Ley 8/2000: 1. Los extranjeros a los que en frontera no se les permita el ingreso en el país serán retornados a su punto de origen en el plazo más breve posible. La autoridad gubernativa que acuerde el retorno se dirigirá al Juez de Instrucción si el retorno fuera a retrasarse más de 72 horas, para que determine el lugar donde hayan de ser internados hasta que llegue el momento del retorno. Entendemos que este art. vulnera los artículos citados de la Constitución pues como estableció el TC en Sentencia 115/1987, “la voluntad del mandato constitucional es que, más allá de las setenta horas, corresponda a un órgano judicial la decisión sobre el mantenimiento o no de la limitación de libertad”, hecho que no parece deducirse del art. 60 pues, a diferencia del art. impugnado en la citada sentencia (art. 26 de la derogada Ley Orgánica 7/85) donde se decía “La autoridad Gubernativa que acuerde tal detención se dirigirá al Juez .....en el plazo de setenta y dos horas, interesando el internamiento...., que el TC no declaró inconstitucional por entender que podía interpretarse a la luz de la Constitución , el término “interesar” habiendo de ser entendido como equivalente a demandar o solicitar del Juez la autorización para que pueda permanecer detenido más allá del plazo de setenta y dos horas. El término utilizado por el art. 60 “para que determine el lugar donde hayan de ser internados..”, no parece dar la posibilidad al Juez de decidir otra cosa distinta al internamiento. “La medida de internamiento debe tener, por la naturaleza del bien jurídico implicado, carácter excepcional y por ello se deben poner en conocimiento de la autoridad judicial, a la que se va a solicitar la autorización de esta medida, todas aquellas circunstancias que concurren en cada caso concreto, con el fin de que pueda resolver con el conocimiento de las mismas.” (Informes del Defensor del Pueblo de 1987, pág. 90 y de 1989, pág. 78). El juez como garante de la libertad del extranjero, debe valorar las razones que justifican la adopción de esta grave medida. Debe tenerse en cuenta que el extranjero internado está a disposición judicial, no gubernativa. Entendemos también que la no obligatoriedad de que el Juez dicte el auto de motivado en relación con la solicitud de internamiento del extranjero para el retorno, con audiencia al interesado, como se establece en el caso de internamiento para expulsión (art. 62.1 Ley 8/2000), vulneraría los arts. citados de la Constitución, pudiendo llegar a producir indefensión. 17 En este sentido los Informes del Defensor del Pueblo de 1986, pág. 78, y de 1989, pág. 78 establecen que en ocasiones no se lleva al extranjero a la presencia física del juez, cuando, no sólo parece conveniente que el extranjero al que se va a internar, sea llevado ante el juez para que éste tenga conocimiento directo e inmediato de la situación y valore si procede la adopción de la medida restrictiva de la libertad, sino que resulta imprescindible para que la autoridad judicial tenga un conocimiento directo e inmediato de la situación. Sobre privación de libertad para retorno del extranjero, el Informe también del Defensor del Pueblo correspondiente a 1992, pág. 115, establece que debe estar sujeta a las garantías de protección previstas constitucionalmente para el derecho a la libertad. 18 6º) Art. Primero apartado 56, por el que se modifica la redacción del art. 62 de la LO 4/2000, pasando a ser el art. 63.2 . Procedimiento preferente. Desde nuestro punto de vista es inconstitucional el plazo de 48 horas otorgado en el procedimiento preferente para formular alegaciones en su defensa, tras la incoación del procedimiento sancionador, así como la ausencia del derecho a la prueba de descargo. Esta redacción vulnera el art. 24.1 de la CE, por producir indefensión, en relación con el art. 6.3 b) y d) del Convenio europeo de Derechos Humanos, que exige disponer de un tiempo para preparar la defensa, así como de las facilidades necesarias para ello y del derecho a interrogar a los testigos de cargo, y a solicitar la declaración de los de descargo. La Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 10 de Febrero de 1983, caso Albert y le Compte, en cuanto analizó el derecho a disponer del tiempo y facilidades necesarias para preparar la defensa, conforme al párrafo 3 b) del art. 6 del convenio, declaró, en su apartado 39 que los apartados a), b) y d) son aplicables mutatis mutandi a los procedimientos disciplinarios ya los penales. En idéntico sentido se pronunció en las sentencias de 8 de junio de 1976 ( Engel y otros), sentencia de 21 de Enero de 1984 (rtu rk), de 28 de Junio de 1984 (Cambell y Fell), 22 de Mayo de 1990 (Weber), de 27 de Agosto de 1991 (Demicdi) y 24 de Febrero de 1984 (Bandenonn). También declaró que el plazo de 15 días le parecía razonable para preparar la defensa, sobre todo en supuestos de simplicidad. De esta declaración podemos inferir que el plazo de dos días es absolutamente insuficiente para poder preparar la defensa o descargo mediante las alegaciones, mas aún cuando el extranjero puede estar detenido hasta 72 horas o internado, como dice el propio párrafo cuya impugnación solicitamos y el art. 62.1 de la LO 4/2000. Además no se recoge en el procedimiento sumario trámite de prueba alguno que permita preparar la defensa o hacer declarar a testigos de descargo, como exige el convenio en el art.6.3.d). 19