LIBRO ABRAXAS. Un dios para la nueva

Anuncio
“Abraxas
un dios para la nueva conciencia
estudio sobre la dualidad”
Orlando Rodrigo Álvarez © 2014
www.escuelademeditación.es
Primera edición, septiembre de 2014
Segunda edición, marzo de 2015
Editorial Zoila Ascasibar
Colección: Adual
Maquetación: Elva Franco
babelmania.com
Madrid 2015
ABRAXAS
un dios para la nueva conciencia
estudio sobre la dualidad
Orlando Rodrigo Álvarez
Editorial Zoila Ascasibar
Madrid
Mi agradecimiento a la Escuela de
Psicología Transpersonal y a
Gema Rubio Egido
5
ÍNDICE
Prólogo............................................9
Porqué Abraxas..............................13
Abraxas...........................................19
Una vuelta por el mercado.............37
Una experiencia personal................59
Abraxas revela su sabiduría...........69
Bibliografía.....................................81
7
Prólogo
Desde hace un tiempo llevo observando las formas
mediante las cuales el mundo de la espiritualidad
viene intentando superar la oposición entre los
términos tradicionalmente antagónicos. Lo hasta ahora
descubierto me indica que dentro del mundo de las
prácticas espirituales y de la meditación, la fórmula
empleada es alcanzar un estado de unidad en el cual
los contrarios se funden y confunden en una realidad
mayor. La conciencia que alcanza este estado de unidad
entra en un nivel en el cual la vacuidad se apodera de
todo y hasta de la misma conciencia individual que,
junto al yo, es absorbida en la conciencia universal.
Esto lo expresa muy bien el ejemplo de la ola cuando
se reintegra en el océano, o la gota de agua que entra
en el mar. Ello es verdaderamente un maravilloso
modo de lograr la unidad y entender que, a pesar de las
diferencias, todo es uno.
Pero este supremo conocimiento ¿nos ayuda a bregar
realmente con la dualidad en la que nuestra mente y
el mundo se mueven? ¿Resulta verdaderamente útil
para movernos en medio de un mundo absolutamente
dual e incluso maniqueísta? ¿Cómo nos posicionamos
ante conflictos, visiones y actitudes irreconciliables?
9
Y la pregunta más importante: ¿Existe realmente la
dualidad?
Es en verdad muy difícil participar en una meditación
y después de alcanzar un alto estado de fusión con el
todo enfrentar luego los problemas de trabajo o de una
comunidad en medio de una reunión donde cada uno
defiende su postura a cara de perro. ¿Cómo explicarles
a los beligerantes que no deben discutir porque todos
somos uno?
Recuerdo mis primeros pasos en la shanga zen, y aquel
día en el que puse a una monja, Elena, en un dilema
cuando le pregunté sobre la dualidad y la conciencia
no dual. Le hablé de una postura en la cual se podía
ver al ser humano encarnando todas las posiciones y
formas de la realidad sin existir ni implicar ninguna
oposición entre ellas. La monja me miró extrañada,
como si creer que pudiera existir tal forma de ver la
realidad fuera un disparate. Me dijo que las diferencias
son necesarias para mantener y entender el mundo en
un orden que, además, es fundamentalmente práctico.
Ella me puso un ejemplo en la doctora americana:
Hill Balte Taylor, y me hizo recordar un vídeo de
sus conferencias, en las cuales explica cómo había
sufrido un grave derrame cerebral que le llevó, no
solamente a una progresiva parálisis de su cuerpo, sino
también a una visión de la realidad en la que todas
las cosas estaban unidas o conectadas sin poder saber
dónde comenzaba o terminaba cada objeto; era como
si todo se hubiera sumido en la unidad fundamental y
primaria. La doctora Hill vivió, según nos cuenta, una
maravillosa experiencia de unidad y conexión con el
mundo que en ese momento le rodeaba. Según ella,
ambos hemisferios cerebrales se habían comunicado
10
fundiendo sus respectivas formas de percibir la
realidad, ya, intuitiva, ya racional. Con ello Elena me
quería hacer entender que ese tipo de experiencias
podían ser consideradas místicas, bellas y armoniosas,
pero que si viéramos el mundo desde esa perspectiva y
la realidad fuera del modo que la doctora describe en
su visión, la vida practica resultaría imposible y como
consecuencia no podríamos resolver la cuestión de la
supervivencia. Por lo tanto, según me dijo, la dualidad
es absolutamente necesaria.
-” No podemos vivir en medio de un todo indiferenciado
en el cual las partes se confunden.” Me dijo.
Y añadió:
-“Sería imposible vivir en un mundo en el que no
pudiéramos distinguir y separar cada cosa ¿cómo
podríamos organizar nuestra vida de un modo práctico?”
Las diferencias son necesarias para, simplemente,
mantener la supervivencia.
Yo le di la razón; empero le hice entender que la
verdadera conciencia no dual debe serlo a pesar de las
diferencias y en medio de ellas.
-¡¡“Pero eso es muy difícil”!! Me contestó.
Enseguida comprendí que, a través de su práctica en
meditación zen, aquellos monjes podrían saber de la no
dualidad e incluso haberla experimentado; pero que, a
pesar de ello, no la habían llevado a su vida práctica
y que su modelo mental seguía siendo el que, de
modo natural, utilizamos todos los seres raciocinantes
para construir nuestras vidas: el que divide, parcela y
discrimina el mundo sembrando la dualidad.
El objetivo de este trabajo será indagar y, si es posible,
definir si existe un modelo de pensamiento no dual o
11
adual y si tal forma de mirar el mundo y la vida es
factible con la vida práctica en medio de las diferencias.
12
Por qué Abraxas.
Leyendo a Hermann Hesse y, en concreto, su obra
Damián, topé con la cautivadora imagen de un dios
que tiene su rostro dividido en dos mitades; una de
ellas muestra un demonio y la otra un dios al modo
tradicional. El impacto sería inmediato en un espíritu
moralizado y bien parapetado en el lado del bien. En
un malvado redomado el efecto sería otro, tal vez,
quizás una parte de su conciencia podría rechazar la
imagen de este dios que le indica que en algún lugar
recóndito de su ser alberga una semilla de bondad.
En un principio negaría la existencia del bien en el
universo, ya que ello justifica sus depravados actos; sin
embargo, llegado el momento, la imagen de Abraxas
solo puede despertar en este hombre una sensación de
alivio.
Al igual que el personaje Sinclair, amigo de Damián
en la novela, vamos a hacer una aproximación a
nuestro dios como él lo hizo llevado, en principio,
por la mano del protagonista. Y al igual que él,
iremos progresivamente acercándonos al extraño y
exótico animal que queremos capturar. Para comenzar
transcribo un pasaje de la novela:
13
Habla Damián:
“¡El caso es no ser consecuente! Pero te voy a decir
una cosa: este es uno de los puntos en los que aparecen
con toda claridad los fallos de nuestra religión. El
Dios del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento es,
en efecto, una figura extraordinaria; pero no es lo que
debe representar. Él es lo bueno, lo noble, lo paternal,
lo hermoso, elevado y sentimental. ¡De acuerdo! Sin
embargo, el mundo se compone de otras cosas; y éstas
se adjudican simplemente al diablo, escamoteando
y silenciando toda una mitad del mundo. Se venera
a Dios como padre de la vida, negando al mismo
tiempo la vida sexual sobre la que se asienta la vida
misma, declarándola diabólica y pecaminosa. No
tengo nada en contra de que se venere al Dios de
Jehová. ¡En absoluto! Pero opino que deberíamos
venerar y santificar al mundo en su totalidad, no solo
a esa mitad oficial, separada artificialmente. Por lo
tanto, deberíamos tener un culto al demonio junto al
culto divino. Sería justo. O si no, habría que crear un
dios que integrara en sí al diablo y ante el cual no
tuviéramos que cerrar los ojos cuando suceden las
cosas más naturales de la vida.”
Siguiendo el hilo de la novela aparecen otros pasajes no
menos interesantes que nos ayudan a definir el animal
que afanosamente buscamos. Sinclair hace amistad
con Damián y ambos entablan una conversación con
el fin de conocerse mejor. Sinclair le habla a su amigo
del lugar donde vive y Damián le recuerda un viejo
y casi destruido escudo que hay sobre el dintel de la
puerta de su casa.
14
Sinclair:
“No se lo qué es, dije tímidamente, me parece que hay
un pájaro o algo parecido.”
Damián:
“Puede ser, obsérvalo bien; esas cosas son muy
interesantes. Creo que el pájaro es un gavilán.”
Con el tiempo Sinclair llega a descubrir la forma
completa de la figura que se encierra en el escudo
de su casa y encuentra que se trata de una especie de
pájaro que sale de algo parecido a un huevo y que sin
embargo es la bola del mundo. Sinclair no encuentra
el significado de esta imagen, lo cual no implica que
se aparte de su mente, hasta el punto de convertirse en
obsesión, soñar con él y llegar incluso a realizar un
boceto. Un buen día, alguien deja en su pupitre de
clase, un papel doblado al que Sinclair no da a priori
ninguna importancia y lo desdeña; pero el papel está
ahí como tentándolo; dejemos al propio Sinclair con
su relato:
“Durante la clase, por casualidad volvió a caer en mis
manos. Jugué un rato con él, lo desdoblé distraídamente
y encontré unas pocas palabras escritas. Eché un
vistazo y tropecé con una de ellas; me asusté y seguí
leyendo, mientras mi corazón se contraía ante el
destino como invadido por un repentino frío.
‘El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo.
Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo. El
pájaro vuela hacia Dios. El dios se llama Abraxas”.
Después de haber leído varias veces estas líneas quedé
sumido en hondos pensamientos. No cabía duda, era la
respuesta de Damián. Nadie podía saber nada del
15
‘EL pájaro tompe el cascarón.
El huevo es el mundo.
Quien quiera nacer, tiene que
romper un mundo’.
Abraxas
pájaro, excepto él y yo. ¡Había recibido mi dibujo!
Más adelante indagaremos en el significado de
esta figura, la cual tiene que ver con la sombra y la
realización del ser. Ahora prosigamos con la lectura de
Damián, lo que nos interesa para sacar de su escondite
a nuestro trofeo de caza; en concreto allí donde Sinclair
se siente sorprendido por unas palabras de su profesor
de lenguas clásicas; transcribo:
“Muy lejos me hallaba yo de Herodoto y del colegio
cuando de pronto la voz del doctor Follen me traspasó
la conciencia como un rayo y me despertó sobresaltado.
Oí su voz: se encontraba muy cerca de mí y casi creí
que había pronunciado mi nombre. Pero no se fijaba
en mí. Respiré aliviado. Entonces volví a oír su voz,
que pronunciaba claramente la palabra ‘Abraxas’.
El profesor prosiguió su explicación, cuyo comienzo
se me había escapado: ‘No debemos imaginar que las
doctrinas de aquellas sectas y comunidades místicas
de la Antigüedad eran tan ingenuas como parece desde
el punto de vista de la interpretación racionalista. La
16
antigüedad no conocía el concepto de ciencia en el
sentido actual. En cambio, había una actividad muy
desarrollada en el campo de las verdades filosóficomísticas. En parte, esto degeneraba en magia y
superficialidad. Pero También la magia tenía un origen
noble y pensamientos profundos como la doctrina de
Abraxas, que puse antes como ejemplo. Se cita este
nombre en relación con fórmulas mágicas y se le
considera a menudo el nombre de un hechicero; pero
parece que Abraxas significa mucho más. Podemos
pensar que es el nombre de un dios que tiene la función
simbólica de unir lo divino y lo demoníaco’”.
Considero que la imagen que nos muestra esta
deidad bicéfala o bifronte abre una sabiduría bajo la
cual es posible liberarnos de la moral maniqueísta y
condenatoria que divide en partes irreconciliables dos
naturalezas que, aún siendo diferentes, caminan juntas
de un modo armonioso y complementario. Con Abraxas
es posible liberar tanto al santo como al criminal de
sus respectivas pureza o impureza y devolver a cada
uno la parte de sus rostros que la moral les niega. Y no
olvidemos que igual que existe una moral que pone su
acento en el bien, hay otra que lo pone absolutamente
en el mal. Ambas son fuerzas morales que separan,
dividen y oponen.
17
Abraxas
Poco se sabe del nacimiento y culto de este dios
cuyo origen se remonta a la antigua Grecia. La
pista parece llegar a Egipto donde también tenía esa
categoría. Se consideraba una deidad que unía el bien
y el mal, -Mejor no pudo escoger Hermann Hesse para
su novela-. La secta de los llamados ‘cainitas’ también
lo adoptó convirtiéndolo en un dios maniqueísta que
castigaba despiadadamente a las personas que él
consideraba malas, y amable y piadoso con aquellas
que consideraba buenas; bastante arbitrario como se
ve. La imaginería mediática actual lo hace aparecer
en distintos lugares, tales como portadas de discos o
amuletos, convirtiéndolo en una especie de demonio
exótico, vease:
19
La imagen que lo representa como un ser con cabeza
de gallo y piernas de serpiente puede ser interpretado
como un ser que media entre lo celestial y lo terrenal.
La cabeza de ave siempre es una referencia a lo aéreo y
la serpiente no puede por menos que ser tenida como lo
pegado al suelo; un símbolo de lo terrenal. La serpiente
también evoca la energía Kundalini la cual, no lo
olvidemos, se despliega en un movimiento ascendente
que va desde el centro más básico y material hasta el más
elevado donde se realiza el despertar a lo espiritual. La
serpiente es un símbolo cargado de fuerza, una llamada
a la energía vital y a las fuerzas subconscientes.
El cuerpo del guerrero hace referencia a la fuerza y al
poder bélico, sin embargo este guerrero no maneja ni
blande una espada, sino un látigo, lo que significa que
infringe un castigo que no es mortal.
20
El gallo es figura heráldica, tal y como aparece en
algunos escudos nacionales y deportivos. Sin embargo
nos preguntamos: ¿porqué no un águila? Esta siempre
representa mayor poder y es más bella. Su mirada es
extraordinariamente aguda y sus garras se aferran con
mayor fuerza que las del gallo.
Pero el gallo, este animal gregario y de granja, posee
el don de ayudarnos a despertar. Su canto anuncia
la aurora y siempre es el primero en ver el día. De
lo terrenal e inconsciente al despertar luminoso y
consciente, pasando por un cuerpo que maneja un
escudo de protección y un látigo para castigar. El
escudo y el látigo parecen proteger a quienes realizan
ese camino o bien azuzar a los rezagados. A su vez,
el ave que nace destruyendo “un mundo,” que se
nos presenta en la novela de Hermann Hesse, parece
tener bastante similitud con este gallo con piernas de
serpiente, pues la serpiente recuerda al mundo terrenal;
ese que, parece ser, hay que destruir.
21
No podemos soslayar el cuerpo humano que media
entre la cabeza aviar y las sierpes que substituyen a lo
que podrían ser piernas, pues ese torso masculino nos
invita a reconocer el papel mediador del ser humano
entre dos fuerzas secularmente antagónicas; lo terrenal
y lo celestial. Así que, podemos decir, que el hombre
sirve de medio de conexión y reconciliación entre
ambos poderes.
Ya tenemos cazado a nuestro animal, ya sabemos que
forma tiene: por un lado, la de este ser mitológico
que acabamos de describir y por otro la de un rostro
doble, mitad Dios mitad demonio. En ambos casos
hay una mediación entre dos principios hasta ahora
considerados antagónicos: lo terrenal versus lo celestial
y Dios versus Satanás.
También se puede establecer un esquema formado por
una cruz, en el cual el binomio tierra- cielo representa la
línea vertical y el de Dios-demonio la línea horizontal.
Espíritu
Despertar
Consciente
Dios
Demonio
Tierra
Inconsciente
Vida
22
Esta representación ¿no recuerda esa otra expresada
por Welbood? Veamos:
Espíritu
Trascendencia
Relaciones
yo
los otros
Tierra
Se puede apreciar cierta similitud entre ambas
esquematizaciones. Lo espiritual, trascendente e
iluminado aparece amparado o auspiciado por un
Abraxas que media entre ambas dimensiones, cielo
y tierra, a la vez que azuza con su látigo y protege
con su escudo a quienes se embarcan en esta aventura
desde la fuerza emergente, poderosa e ineluctable, que
tiene su origen en la fuerza subconsciente y primordial
de la vida. El mismo látigo no deja dudas de que no
vale estancarse y esclerotizarse.
Las relaciones personales, en cambio, están
influenciadas y gobernadas por el poder moral que
establece las categorías y las diferencias entre el bien
y el mal, Dios y su antagónico. Aquí la mediación de
Abraxas con doble cara parece estar más relacionada
por el perfecto balance y equilibrio entre ambas fuerzas.
En la línea vertical imperan más los principios de
23
energía, fuerza, voluntad, deseo, sublimación e
iluminación. En la línea horizontal los de equilibrio,
sabiduría y ciencia. El vertical es, evidentemente,
masculino, Yan; el horizontal, femenino, Yin.
Ahora, haciendo un recorrido por nuestra cultura,
reparamos en que el judeocristianismo nos propone el
binomio antagónico siguiente:
Dios-Cielo
Demonio- Tierra
Dos fuerzas que tiran del pobre humano en dos
direcciones hasta desgarrar su naturaleza esencial
que, en si misma, es doble. Según este esquema, la
aproximación a uno de los polos produce el inmediato
alejamiento del otro. Hay, pues, que elegir y el justo
término medio es acusado de tibieza; es así, de ‘tibios’
como son etiquetados en el catolicismo a los que se
mueven en esa tierra intermedia, en esa duda que nace
del miedo a dar un salto desgarrador hacia el espíritu
que nos ha de desposeer de una parte irrenunciable y
legítima de nuestra naturaleza; la del cuerpo unido a la
materia.
24
Pero Abraxas, el Abraxas de piernas de serpiente
y cabeza de gallo, nos descubre su sabiduría
anunciándonos otro camino, otra vía. Nuestro dios mira
hacia la altura con su cabeza de gallo anunciándonos
el alba de la conciencia, y a la vez se mueve reptando
sobre el suelo con sus piernas en forma de serpiente. No
renuncia a una de sus partes en favor de otra, sino que,
más bien, nos dice que para llegar al alumbramiento
del espíritu, al alba del despertar, es preciso partir de la
gleba. Que la tierra es lo que nos permite alcanzar el
cielo. Que el poder básico e inconsciente de la vida es
la fuerza que nos alza y nos eleva hacia las cumbres de
la consciencia.
Y a menudo sentimos que es así, pues para caminar
por la senda que lleva al goce espiritual hace falta
un gran coraje y una voluntad férrea, no tanto para
desarrollar una práctica que pueda resultar dura y en
ocasiones hasta un poco cruel, como para enfrentarse
a los propios fantasmas y al reconocimiento de nuestra
sombra.
Este Abraxas de látigo en mano nos advierte que el
camino del espíritu no es un paseo por los jardines
del palacio de Versalles, ni un dulce viaje rodeado
de ángeles y Maestros Ascendidos. Nos dice que se
necesita disciplina, coraje y fe en la victoria, que son
las mismas cualidades que debe tener un buen guerrero.
Parece decirnos también, que solamente quienes
tienen la fuerza de la vida y la bravura de un guerrero
pueden mantenerse con pie firme en las cumbres de la
consciencia, donde el viento del espíritu los arrebataría
como a hojas caídas. “Son sus sólidas raíces lo que
mantienen al árbol sujeto al suelo cuando desata su
furia el huracán”.
25
Pero nuestro dios nos dice también que el camino que
va de la tierra al cielo no es solamente un camino de
ida, sino también de vuelta.
-“Antes de la iluminación ¿tenías tristeza, rabia y
dolor maestro?
- Si, claro, por supuesto.
-Y después de la iluminación ¿sigues teniendo tristeza
dolor y rabia?
-¡Naturalmente querido!
-¿Cúal es la diferencia?
-Que ya no me importa.”
¿Qué ha cambiado? El maestro, si es un buen maestro,
hace entender a su discípulo que no se ha separado ni
una micra de milímetro del suelo a pesar de haber visto
la luz de la iluminación. Éste ha hecho el recorrido
de ida y ahora hace el camino de vuelta para iluminar
su parte humana y terrenal. La línea Dios-Demonio, el
lugar donde se ubica lo personal y nuestra particular
zona oscura, es la que espera que, en el camino de
retorno, el yo descienda enriquecido con su savia
elaborada y la nutra de luz y consciencia.
¿Es así como lo espiritual acude en ayuda de la práctica
netamente psicológica? Creemos que si, pues de este
modo es como el ser humano recupera e integra su
alma en la terapia psicológica. Desde las alturas de la
experiencia cumbre y de la conciencia testigo, a las
cuales hemos ascendido ayudados por el poder de las
energías vitales y basales, observamos para iluminarlo
el panorama del valle donde “ciegos reyes luchan por
un palmo más de tierra”, esto es, donde se desarrolla
26
la vida del ser humano cuya psique está poblada de
egos y subpersonalidades que disputan entre si, y de
una mente desconectada y desarraigada de la totalidad
humana.
Parece, además, suceder que desde la energía espiritual
y desde la consciencia, el dolor producido por nuestro
encuentro con la sombra queda asumido en una bella
sensación de claridad, revelación y comprensión
profunda.
En conclusión: La imagen que hasta aquí hemos
estudiado de Abraxas nos habla de un doble camino,
ascendente y descendente, impelido en principio por
las fuerzas vitales y elementales en su proceso de
sublimación desde lo terrenal hacia la consciencia, y
posteriormente por un regreso integrador al origen en
forma de toma de consciencia de lo terrenal desde la
plena Consciencia o la Consciencia Testigo.
En el proceso se atraviesa una zona ocupada por el
individuo y sus relaciones, tanto con sus propios egos
como con los de los demás y dominada por la habitual
lucha entre contrarios. La línea horizontal cercena y
separa, y por lo tanto muestra como un espejismo o como
una distorsión de la realidad, lo que tal vez realmente
esté unido. Es en esta frontera horizontal donde se sitúa
la separación entre bien y mal, puro e impuro, arriba y
abajo. Tal vez, si esta línea desapareciera se vería la
unidad entre los polos superior e inferior, una unidad
en la que lo terrenal y vital está rodeado y envuelto en
conciencia, a la vez que la conciencia es abordada por
lo terrenal y fenoménico sin desdeñar ningún aspecto.
Hora es ya, sin embargo, de ocuparnos de la línea
27
horizontal, esa en cuyos extremos se sitúan Dios y el
diablo. Y con ello el rostro de nuestro dios, donde se
dan cita y aparecen íntimamente ligados y ayuntados
ambas fuerzas o ambos poderes. La imagen de la
portada muestra una figura humana, mujer según la
elección estética del artista, la cual nos parece que está
henchida de significado. Este cuerpo muestra un lado
blanco, alcorzado y luminoso que es fácil relacionar
con la pureza del personaje; el otro, muy al contrario,
ensombrecido, evoca lo oculto, oscuro y tal vez lo
impuro. El artista ha añadido un detalle a expensas
de su propio criterio: el brazo correspondiente al lado
oscuro intenta tapar esa parte del rostro que se muestra
avergonzada o, más bien, celosa de su secreto, porque
el lado oscuro representa lo tabú, lo innombrable, lo
no reconocido. Vivir en asimetría con un solo lado del
rostro significa vivir en asimetría con nuestra condición
humana, en asimetría con nuestra alma y con nuestro
ser, con todas las consecuencias que se derivan.
28
Llevemos nuestra mirada al fondo de la imagen y
descubramos que está acuartelado en dos parcelas
igualmente asimétricas; una blanca y otra negra. El
artista lleva así al observador a una reflexión: la de que
la mitad blanca del cuerpo puede ser vista merced a su
fondo oscuro y la mitad negra merced a su fondo claro.
Esta es una sabiduría que se conoce desde Platón y
posiblemente aún antes, a saber; que las cualidades son
reconocidas gracias a la existencia de su antagónica
¿cómo reconocer el bien si no es conociendo antes
el mal? ¿Cómo reconocer la belleza si no existiera la
fealdad para hacer su natural contraste? ¿Cómo nos
descubriríamos pobres o ricos sino comparándonos con
la riqueza o la pobreza de nuestros vecinos? Y yendo
un punto más lejos, descubrimos que aprendemos
a ganar aprendiendo a perder, a vivir aprendiendo y
reconociendo que morimos a cada instante, a crear
aprendiendo a destruir y a ser iconoclastas de nuestra
propia obra, a reír porque en la misma medida somos
capaces de llorar, a valorar la vida porque sabemos
cuan fácil es sembrar la muerte, a dar la muerte porque
sabemos que de ella se alimenta la vida, a sembrar el
caos porque comprendemos que de él ha de surgir el
nuevo orden, a ser libres porque odiamos las cadenas y
a amar las cadenas porque sabemos que en su medida
sirven de cauce a la vida.
Para rematar, un pensamiento de Nisargadatta: “El Ser
se realiza en el devenir y el devenir se realiza en el
Ser”. No hay, pues, lucha ni oposición entre el devenir
y el Ser sino un movimiento cíclico y una alternancia
justa. Esto lo ve así la sabiduría adual, si es que existe
una sabiduría que pase por verdadera y se mueva dentro
de la visión dual del universo. La mente, en cambio,
29
no, la mente dual no reconoce la íntima conexión entre
la vida y la muerte, el bien y el mal, la víctima y su
victimario. La mente dual vive de los irreconciliables
extremos, de la dialéctica como forma de relación
entre los reconocidos opuestos, de la lucha de clases,
de la guerra entre partidos, de la lógica darwinista, del
maniqueísmo y la moral.
La sombra que proyecta el lado oscuro de la imagen
esconde todo lo que en nosotros hay de valiente,
corajudo, audaz, iconoclasta, rebelde, egoísta,
violento, competidor libidinoso, primario y salvaje.
Está relacionado con el cerebro límbico y el hipocampo
–ese corazón rodeado de cerebro- y por ello con las
sensaciones más básicas y primarias; placer, dolor,
miedo, ira, etc.
Pero ¿qué ha pasado con todo ello? Se lo ha dividido en
positivo y negativo a criterio de una moral buenista y de
un modelo racionalista y rígido que tradicionalmente
ha condenado las emociones y temido los sentimientos.
Abocadas así al rechazo y calificadas de mal gusto,
estas fuerzas o cualidades de la naturaleza humana
quedan desamparadas de toda inteligencia y luz que
pudiera iluminar, guiar o atemperar su expresión.
Dicho con otras palabras: les ha faltado la luz de la
consciencia. Una consciencia que modera, atempera,
da sentido, dirección y criterio; en resumen: que crea
un cauce para ese río de fuerzas, pulsiones y emociones
que son el trasfondo irracional de la vida, y que de otro
modo degeneran en odio y en todas las formas de la
destrucción propia o ajena.
Así que estas potencias, a falta de la luz de una
consciencia que les de reconocimiento y su lugar en
30
el mundo, se han dedicado a hacer ‘trastadas’; a salir
de su cauce e inundar la siembra de lo socialmente
correcto. Su falta de límites o su mala gestión es causa
de destrucción y caos y esto las ha hecho moralmente
execrables para el individuo y la sociedad.
Del lado divino vemos un panorama no menos
desastroso en el que las virtudes avaladas por la
moral, tal que humildad, compasión, moderación,
bondad, altruismo, pacifismo, obediencia, fidelidad,
disciplina, etc, se han comportado con la misma falta
de consciencia y por lo tanto se han hipertrofiado
convirtiéndose en eso que denominamos ‘buenismo’,
hasta convertirse en destructivas y morbosas, cuando
no generadores de hipocresia y hasta letales.
Todo ello ha sido justificado en nombre de los grandes
valores totémicos de la sociedad: Dios, la familia, la
patria, el alma, la paz, el bienestar, el progreso, el orden
público, la libertad y la democracia. En cualquier caso
modelos y paradigmas, es decir, constructos mentales.
El buenismo es, digámoslo sin embajes, el hijo tonto de
la bondad, quiero decir de la bondad sin conocimiento
y sin sabiduría, esto es: sin consciencia. El buenismo
es lo que el noble Alonso Quijano ejerce cuando libera
a los galeotes de sus cadenas movido por su deseo de
ejercer el bien, que es el imperativo del excelso oficio
de la caballería andante, sin comprender ni querer ver
la realidad.
¿Y qué reciben en sus consultas los médicos de
todas las disciplinas, psicólogos, psiquiatras y demás
terapeutas sino la consecuencia en la psique y en el
cuerpo de este desequilibrio y separación? Porque el
ser humano, no lo olvidemos, es el campo de batalla en
31
el cual se dan cita estas fuerzas antagónicas de la luz y
la sombra.
Hablemos ahora de la heráldica figura del halcón
saliendo del huevo que, sin embargo, es un mundo. En
el libro de Hermann Hesse, se nos presenta la imagen de
un ave rompiendo el huevo que lo mantiene constreñido,
naciendo con las alas extendidas y dispuesto a volar. El
huevo es un mundo, el mundo. Aquí podemos elegir
entre una de las dos opciones, bien el mundo particular
de la persona o el mundo en general. En tanto que el
ser humano es una representación del todo elegimos la
primera opción. El mundo que se destruye y que se ha
de romper no es otro que el de las viejas creencias y
patrones de conducta.
“La verdad nada tiene que ver con la autoridad, la
tradición y la costumbre.”
He elegido este aforismo porque nos hace reflexionar
sobre esos maestros en los cuales nos hemos apoyado
para construir nuestro mundo exterior e interior,
llámense costumbre, tradición o autoridad, y que bien
se pueden traducir por: familia y sociedad. El miedo
está siempre latente en esta aventura y siempre será
nuestro mayor escollo, pues quien se atreve a romper
ese mundo se expone a la soledad.
-“Maestro, ¿qué harás cuando llegues al final de la
montaña?
- Seguir subiendo.”
¿Por qué seguir acogiendo en nosotros un mundo
32
manido y agónico que no puede ya satisfacernos?
¿Por qué permanecemos aferrados a lo viejo, caduco,
exprimido y consumido hasta la hez? ¿Qué nos
hace permanecer en él? Es sencillo responder a esta
pregunta, para ello basta con echar un vistazo a nuestro
alrededor o a nosotros mismos y descubrir el don que
encontramos en ello: el de la seguridad y el de la
identificación.
Es precisamente aquí donde más necesitamos las
cualidades del lado demoníaco de Abraxas y de
aquellas subpersonalidades nuestras donde se ubican,
especialmente en el aventurero, el nómada, el
romántico y, como no, el guerrero. Veamos que nos
aporta cada uno.
El romántico aporta libertad, amor-idealización y
pasión en nuestra empresa.
El aventurero da amor al riesgo, inconformismo,
no reconocer límites, deseo de ir siempre más allá
experimentando lo desconocido. El aventurero pone
a prueba los límites del orden establecido y de sus
guardianes, sean estos los padres, los maestros o las
fuerzas del orden. El niño malo y avieso que quiere
experimentar su propia resistencia y la del mundo.
El nómada nos llena de amor al cambio y nos invita a
no permanecer demasiado tiempo en el mismo sitio; no
echar raíces.
El guerrero representa el lado duro y aporta la capacidad
para vencer los obstáculos, desarrollar estrategias y
soportar sin desánimo los golpes y fracasos. Nos invita
33
a no rendirnos. Lo peor del guerrero es que no tolera
la derrota y por ello puede continuar la guerra más allá
de los objetivos originales y empecinarse en mantener
una lucha sin sentido.
He aquí tres demonios o tres fuerzas capaces de
romper, cada una por si misma, el duro cascarón de
nuestro mundo. No dejemos de observar que el halcón
nace impelido por la ciega fuerza vital que busca su
trascendencia en la forma y que los tres demonios
nombrados son sus guías. Tres demonios que, por
supuesto, se enfrentan a sus naturales y opuestas
subpersonalidades: El crítico interior, el padre y el
controlador.
Pero sucede que cuando el poder organizador y
defensor de las formas, que son representados por el
círitico interior, el padre y el controlador, se oponen y
frenan el empuje de aquellos demonios, éstos se tornan
violentos, incontrolados y destructivos, y es así como
adquieren su rostro fatal y satánico. A este aspecto me
gustaría llamarlo el aspecto Kármico del demonio, es
decir, su mala reputación o su mala imagen compuesta
de elementos como son el odio, la destrucción y la
mala intención.
Como fuerzas dionisíacas y puras que son, los
demonios no saben reconocer sus límites y pueden
llegar al paroxismo de su propia destrucción; son
fuerzas que necesitan de los arquetipos superiores para
convertirse en positivas y es aquí donde los arquetipos
de el controlador, el crítico interior y el padre vigilante
deben dotarlos de sentido y organización, ayudándolos
a trascenderse a sí mismos en lo formal y apolíneo.
Ahora podemos distinguir las máscaras con las que
34
el demonio y Dios se nos presentan tradicionalmente.
En el demonio la máscara está constituida por su lado
Kármico y es el producto de su falta de mesura y
destrucción, cuando no de maldad y odio.
En Dios, la máscara es el buenismo, que puede ser
definido como el bien a ultranza y sin conocimiento ni
consciencia; se añade a ello la complacencia extrema y
el modelo “salvador” de conducta.
Sin máscaras, el demonio es una energía llena
de vitalidad que busca sublimarse y alcanzar el
conocimiento a través de las emociones y poniendo a
prueba su fuerza frente a los límites. No existe maldad
en él sino solo inconsciencia, pureza, pasión y energía.
Dios sin máscara representa los valores universales;
bondad, compasión, amor, belleza, sabiduría y
consciencia.
Mi pregunta ahora es quién pone las máscaras y las
crea en este ‘gran teatro del mundo’, y ya me parece
ver a la mente dual trabajando tras los bastidores, pues
la mente dual actúa creando definiciones extremas y
términos puros.
“Un mundo se rompe…” el mundo de lo acabado
y cerrado con intenciones de perpetuarse; empero
también el propio mundo de subpersonalidades
controladoras y patriarcales, de disfraces y modos
intelectuales carentes de emoción. Uno debe ser
iconoclasta de si mismo y del mundo heredado de sus
padres y maestros si quiere eclosionar su propia ave
mágica que le lleve a las alturas de las experiencias
transpersonales. Así pues, lo transpersonal requiere
coraje y espíritu aventurero y guerrero.
“Somos igual que huchas; si no nos rompemos jamás
35
podremos descubrir las monedas de oro que llevamos
dentro”.
Hora es ya, después de haber descrito al fabuloso animal
que nos ocupa y de descubrir su rostro, de darnos un
paseo por el mercado al encuentro de los variados
ropajes y vestes con los que se disfraza actualmente la
moral y su más dilecta criatura; el “buenismo.”
36
Un paseo por el mercado
Cuando salimos a dar una vuelta por la plaza
del mercado lo primero que apreciamos es que
cada cual porta dos cestos en los cuales va echando
y distribuyendo las variadas especies de sucesos,
fenómenos y objetos que aparecen ante su vista. Un
cesto lleva el título de “Luz” y el otro el de” Sombra.”
Y es de ver con qué ligereza y prestanza cada uno va
llenando ambos cestos. Nada deja indiferente a quien
se acerca a este gran mercado y todo viene a engrosar
uno u otro recipiente. No hay opción: o lo blanco o lo
negro, el amor o el odio, la vida o la muerte, Dios o
Satanás.
La inquisición hace ya tiempo que desapareció como
institución; sin embargo ¿Quién de nosotros no lleva
dentro un funcionario del Santo Oficio? ¿Quién no
colgaría o quemaría a alguien, próximo o lejano, si
tuviera la posibilidad de hacerlo?¿Qué clase de paz es la
que crearíamos si tuviéramos el poder de establecerla?
y ¿a quién invitaríamos a vivir en nuestro paraíso?
La tendencia natural del ser humano inconsciente es
la de huir de aquello que le incomoda y aproximarse
a lo que le causa placer. Es lo que todos hacemos o
hemos hecho alguna vez. Pero no creamos que la
cosa termina aquí; ejerciendo nuestra mayor o menor
37
parcela de poder tendemos no solamente a alejarnos
de lo que nos disgusta, nos parece feo o incomoda,
también tendemos a despejar el camino de ello y, en
consecuencia, a exterminarlo. Por supuesto que todo
aquello que nos beneficia y causa bienestar y placer
será objeto de nuestro control y así, frente al terror a
perderlo, lo atesoraremos y esconderemos.
Entonces me explico el Gurka, el pañuelo en la cabeza
para las mujeres y los casos patológicos descubiertos
en los que un padre encierra a su hija durante años en
una vivienda subterránea y allí tiene uno o varios hijos
con ella. “Monstruos” creo que los llaman.
Creemos haber alcanzado las cimas de la convivencia
pacífica con el establecimiento del régimen
democrático, pero su motor es la dialéctica entre
términos antagónicos que deben negociar o pactar en
el fragor de una batalla verbal cargada de inquina.
Y es cierto que la iglesia cede su poder poco a poco
frente a las fuerzas sociales; sin embargo el moralismo
sigue tan vigente y fuerte como lo fuera en cualquier
teocracia. Nos gustaría conocer las nuevas formas en
las que la moral maniquea y dual se encripta en nuestra
pretendida sociedad liberada.
Como ya dijimos y volvemos a repetir, la mente
dual se alimenta de la creación de términos puros y,
por lo tanto, opuestos. Cuanto más bellos dibujemos
a nuestros paradigmas y arquetipos más atractivos
serán y más fuerza otorgaremos a nuestra voluntad,
más justa será nuestra causa. Por el contrario, cuanto
más horrísonamente pintemos lo que nos desagrada
y amenaza, más legitimidad imprimiremos a nuestra
38
destrucción. Y aquí se puede ver un hecho que hace
patente el principio que dice así:
pensamiento = emoción y de qué manera la mente
dual puede producir grandes monstruos con la fobia
concomitante. Este fenómeno ha sido descubierto entre
los piratas somalíes. Pues bien, se ha comprobado- saltó
la noticia en la prensa- que el mejor repelente frente a
ellos es la música pop en los altavoces de los barcos.
Es tal la fobia y el repudio que los piratas sienten ante
la cultura occidental que les resulta insoportable todo
lo que provenga de ella ¿Cómo se explicaría esto si no
es entendiendo que la mente desarrolla pensamientos
condenatorios extremos extendiendo sus ondas al
campo emocional y contaminándolo?.
Otro ejemplo es le de la fobia de los racistas hacia
sus repudiados grupos étnicos; en todos los casos
descubriremos un ego identificado con el lado de la
pureza y la excelencia, y una mente que extrema su
imagen nefanda del otro mientras hipertrofia los
valores universales en la propia.
Los medios de comunicación no quedan al margen
de esta dinámica y, sabedores de su poder para crear
opinión, explotan la naturaleza dual de nuestras mentes.
Hay un crimen; entonces es de ver con qué profusión
de detalles nos conducen por el drama y qué énfasis
se pone en cada detalle de la tragedia. ¿Aún no ha
llorado usted lo suficiente? No se preocupe, nosotros,
los medios de masas, le conduciremos por todo el
parque temático del drama hasta estremecerle. Pero
al lado de ello y amparado en nuestra compasión por
las víctimas, crece un clamor reclamando que el justo
y feroz castigo caiga sobre el monstruo perpetrador;
justa venganza de las víctimas.
39
La sociedad norteamericana es un claro ejemplo de
dualidad y de venganza justiciera; no hay más que ver
de qué modo se comportan sus héroes y cómo es su
modo de ejercerla. En cada comic y en cada película
siempre están enfrentados el bien y el mal y sus héroes
y antihéroes presentan rasgos extremos mostrando
perfiles caricaturescos; los buenos son muy buenos y
los malos muy malos. Esto es lo que son los héroes y
antihéroes de la literatura visual americana: caricaturas,
y así es como se ven a sí mismos y nos ven al resto del
mundo.
La mente dual posee otra característica unida a su
necesidad de exagerar las formas y contornos de los
objetos, se trata de crear distancia. De hecho la primera
necesidad responde a la necesidad de la segunda,
es decir que para forjar la distancia antes se deben
hipertrofiar las características de las cosas y esto no
responde a otra cosa que a la búsqueda de la perfección
y la pureza.
De este modo hemos descubierto tres características
del comportamiento de la mente dual:
- Exageración de los rasgos.
- Creación de distancia.
- Búsqueda de la pureza.
Todo ello, está claro, tiene un resultado en nuestro campo
emocional y este es el de la seguridad. La definición
exacta de quienes somos y quien es nuestro enemigo,
junto a la pureza de nuestra condición y la distancia,
son fuente de seguridad y ello porque sabemos quienes
somos y quienes son nuestros contrarios, con lo cual
40
podemos conocer las fronteras que nos dividen y así
mantenernos prudentemente alejados.
La pureza me da el reconocimiento de mi mismo y de
los que son como yo, a la vez que me da dignidad y
fuerza moral
La distancia, me ayuda a reconocer los límites y
defenderlos; Reconocer a la fuerza contraria y sus
manifestaciones, mantenerme lejos y prístino.
Un rasgo más de la mente dual, unido al de la distancia,
es el de crear categorías y así poder discriminar y
clasificar cada fenómeno y cada objeto. Muy científica
esta forma de mirar el mundo.
Todo esto nos pone en la pista del ego, ya que este
es quien más necesita reconocerse en las formas y
saber quien es. Pero la mente dual tiene otros señores
a quien servir, en esta caso a algunas de nuestras
subpersonalidades como son el controlador y el crítico
interior.
El controlador necesita crear reglas y cauces estrechos
para la vida, nos hace pasar por el ojo de una aguja
y nos viste con ropas estrechas cuando elabora
principios y leyes. Otra manera de sentirse seguro,
como ejemplo el Confucionismo. Pero la norma y
la ley deben protegernos, o protegerse a sí misma,
de alguna clase de amenaza la cual debe estar bien
definida; tal vez la vida, la libertad, la espontaneidad,
o la felicidad, es decir, de todo aquello que no necesita
ningún orden y que incluso lo trasciende; así nace
el mal. Y no solo eso, sino que debemos saber cómo
conducirnos correctamente para no caer en las fuerzas
que amenazan cualquier orden; aquí nacen el bien y la
moral.
41
La mente dual ofrece esta visión de una pretendida
realidad que el controlador necesita para hacer sentirse
seguro al ego.
El crítico interior vigila o fiscaliza al ego para que se
mantenga en los estrechos márgenes de la perfección y
de la pureza. Inquiere y juzga, pero para ello necesita
tener claro qué conductas debe ponderar y cuales
condenar y esto solamente puede obtenerlo de la mente
dual y del padre controlador, verdaderos legisladores.
Y no resulta extraño, en verdad, encontrarse con estos
tipos mentales, vamos a denominarlos el Legislador.
Otra subespecie de ego bastante extendida. Es fácilmente
reconocible allí donde hay colas de personas esperando
o donde falla el orden o alguien se equivoca; entonces,
y en un poderoso acto demiúrgico, inventa pequeñas
o grandes leyes bajo las cuales poder, tanto juzgar a
quien se equivoca o pretende salirse de un supuesto
orden, como organizar el lío. Es rápida y no precisa de
parlamento. Siempre refuerza sus decisiones y órdenes
bajo el peso de alguna ley que él misma busca o inventa
para la ocasión. Por poner un ejemplo: en el mostrador
de un albergue para peregrinos se forma un pequeño
caos porque hay demasiadas personas esperando para
entrar y además están cansadas. La espera se prolonga
más de lo acostumbrado, se oyen murmullos y el
ambiente se calienta, así que estalla la tormenta. Las
mentes legisladoras comienzan a hablar y en lugar
de tratar de hacer una labor de mediación o buscar
estrategias aportando ideas, salen con algún principio
que no ha sido observado y de ahí se comprende el caos.
Su forma de hablar es la siguiente: “Deberían abrir
antes el albergue”, “Tendría que haber más personal”,
“El peregrino es lo primero”. Su forma de hablar está
42
llena de: “Tendría que...”, “Esto se debe hacer así...”,
“Lo justo es...”, “No se debería permitir...”. Pero sobre
todo: “Esto se hace o se debe hacer..”. Un apunte: el
Legislador, acude siempre en apoyo de el controlador
y del crítico interior.
Prosigamos nuestro paseo; existe una expresión harto
extendida que dice así: “Fulano.. qué buena persona
es”. Hace pensar que la bondad y la maldad existen
por naturaleza, que hay individuos cuya naturaleza
primordial los inclina hacia el bien y a otros hacia
el mal. Aquí nos parece más correcto hablar solo de
personas, y las personas, o bien poseen emociones,
o bien son poseídas por ellas. Otra cosa es cómo las
gestione y cómo se relacione con ellas y con el entorno.
Ser persona es, y aquí nos permitimos convertirnos
en filósofos, Ser- en- el- mundo. Esto quiere decir en
medio de fuerzas, tanto externas como internas, con un
pasado y un presente, y con un psicocuerpo que reúne
determinadas características concretas.
¿Qué es la persona al fin y al cabo? Un universo cuyos
elementos pueden estar integrados, desintegrados o
semiintegrados, es decir, en guerra. Al mismo tiempo
que el hombre puede estar integrado, desintegrado o
medianamente integrado con su entorno. ¿Es el hombre
bueno o malo por naturaleza? Antigua pregunta esta
que los filósofos ilustrados trataron de resolver. El
problema es que la pregunta estaba lastrada por la visión
dual de sus mentes, y por ende su respuesta. Pero ya es
hora de abandonar el viejo lenguaje de la mente dual y
desprendernos de una vez de los términos bien y mal,
bueno o malo. Sería mejor substituirlos por lo adecuado
o inadecuado, o bien, lo útil o inútil. La diferencia
43
es que estos términos pueden cambiar o evolucionar
conforme cambian o evolucionan las circunstancias y
los seres, por lo tanto, no se quedan en su naturaleza.
Veamos; mientras el bien y el mal constituyen términos
absolutos y abstractos, lo adecuado o inadecuado es
circunstancial y está sometido a tiempo y espacio,
por lo tanto son relativos y concretos. Qué sea útil o
inútil está determinado por circunstancias espaciales y
temporales y así, lo que hoy resulta adecuado y útil,
mañana podrá ser inadecuado e inútil y viceversa.
Aplicado esto a las personas podremos decir que
fulano “no es mejor ni peor persona” sino que “fulano
tiene tal o cual conducta, adecuada o inadecuada, en
este momento.”
Al fin y al cabo ¿qué es el bien y qué es el mal?, nos
pregunta Abraxas, ¿puedes tú saberlo? ¿puedo saberlo
yo?. Tal vez lo que para ti es un beneficio para mi sea
un perjuicio, y al revés. Bien y mal caminan de la
mano, por lo tanto las cosas no son totalmente buenas
o malas.
En la historia de la humanidad han sucedido guerras y
desastres que han dejado una profunda conmoción, pero
que al cabo han supuesto una gran toma de conciencia
para el género humano. Me pregunto muchas veces
si la forja de Europa como nación y los años de paz
de que gozamos en nuestro continente –ya casi una
generación- no se deben al impacto de la segunda
guerra mundial y al genocidio judío. Como también
existe el hecho de que tras sufrir la catástrofe de las
bombas atómicas, Japón haya despertado del espíritu
del samurai y de la ambición imperialista pidiendo
perdón al mundo.
44
Caminemos un poco más por este mercado ¿Con qué
topa nuestra mirada ahora?. Estamos ante una de las
especies más suculentas: la religión. Si alguien se
alimenta mejor de la dualidad, junto a la clase política,
es ella. Nadie como esta especie de la religión para
crear cielos y paraísos, premios y castigos, ángeles y
demonios. Un hermoso paisaje dual comparable al de
los cuentos moralistas de los hermanos Grimm. Brujas,
ogros, magos, príncipes, animales sanguinarios, niños
tiernos y vulnerables, etc.
Religiones y cuentos tienen el mismo poder: el de
excitar nuestra imaginación y ésta, a su vez y de modo
concomitante, el drama. La mente adual carece del
sabor del drama; es así y ello no la hace precisamente
atractiva. Si no hay dualidad no hay drama. La mente
dual alimenta el drama tanto como éste alimenta a la
mente dual; se reconocen. Los héroes y antihéroes son
necesarios en toda historia dramática o trágica. En la
religión siempre hay amigos y enemigos del hombre
virtuoso ¿de qué otro modo podría Dios ejercer su
justicia? Así pues, el fenómeno religioso, tal y como lo
conocemos, es un producto de la mente dual.
La terminología religiosa habla de hombres puros
(santos) u hombres impuros (herejes, apóstatas y toda
laya de seres malditos). Invitamos, pues, a la religión a
crear un demonial paralelo a su santoral tradicional, a
colocar en sus almanaques anuales los nombres de los
repudiados y martirizados por la religión, el demonio
del día, junto al nombre del santo del día a su vez
martirizado también por Dios y la religión, en este caso
por defender su fe en ella. Se trata de un simple ejercicio
de reconocimiento que va más allá de la petición de
perdón por las víctimas, incluso puede llegar a ser un
45
acto de redención. Si, el hombre malo que ha sufrido
el repudio necesita, como nuestra sombra interior,
ser “mirado adecuadamente,” en palabras de Jung,
es decir, ser reconocido, y esto recibe el nombre de
redención. El demonio puede recibir redención porque
el demonio es el Ser demonizado, lo cual significa que
también es el Ser al fin y al cabo; pero una parte del
ser no reconocida y condenada a la que no le falta su
parte de luz, y si no repárese en algunos nombres del
demonio: Lucifer o Luzbel.
Mi preocupación ahora y durante mucho tiempo ha sido
saber cómo se forja un antihéroe, esto es, un hombre
avieso y malo. Para ello cuento con en el siguiente
principio:
‘En el hombre justo y bueno habita como sombra un
hombre malo, y en el hombre malo habita como sombra
un hombre bueno’.
Desde mi punto de vista, que es una aplicación del
punto de vista de la psicología transpersonal, el
hombre justo condena y repudia su propia naturaleza
indómita y libre –sombra- cuando condena, persigue
y ajusticia al hombre injusto y torcido. A su vez, éste
ataca en el orden social al hombre ordenado y justo
que habita en él y que no puede o no quiere reconocer.
El malvado y el bandido repudian, en muchos casos, a
la sociedad y al hombre socialmente adaptado porque
él ha sido, por una u otra causa, expulsado de ella, es
decir del paraíso. Hay en él un sentimiento de soledad
y abandono –separación- que le llevan a expresarse
en la destrucción. Otras veces, sin embargo, puede
46
estar revelándose contra una forma de vida, ordenada,
observante de las leyes y adaptada, que le da miedo o
se cree incapaz de aceptar e integrar.
En el niño existen un poder y una fuerza que debe ser
canalizada hacia el amor. En una de las lecciones del
curso de terapeuta transpersonal, en concreto la que
habla de las “subpersonalidades,” dice lo siguiente:
“Cuando la necesidad de amor del niño vulnerable no
se satisface y se niega la energía afectiva que puede
generar, el camino queda abierto para las energías
del mundo del poder y las conquistas compulsivas, el
odio o la destrucción. La energía ha de ir a alguna
parte y si no es hacia el amor lo hará hacia el poder”.
He aquí uno de los orígenes de las grandes
personalidades monstruosas de la historia. En algún
momento, el niño interior del adulto toma el camino
hacia lo negativo y lo peor creyendo ser un aliado del
bien. Un padre vigilante y controlador que devuelve
al mundo su orden verdadero y justo que es el óptimo
para que las personas como él puedan vivir. El fenómeno
de la piratería, en este sentido, –es la segunda vez que
empleo este término- merece un estudio antropológico,
psicológico y sociológico profundo y serio. Bien es
cierto que entre los pueblos de la tierra y desde antiguo,
existen etnias y grupos sociales especializados en el
pillaje y que esto ha constituido su forma de vida -sin
dejar de lado el carácter depredador de toda cultura
y del hombre que se manifiesta en la historia- bien,
sin embargo, existe y ha existido un piratería ejercida
por individuos marginados, expulsados y enajenados
de su sociedad. Hombres que se sienten justificados y
47
en cuyo interior alienta el espíritu del odio vengativo.
Recordemos a los piratas somalíes y su fobia a todo
producto de la cultura occidental.
Cerremos este tema con la proclamación del siguiente
principio adual:
‘Un demonio es un ángel caído en la sombra y un
ángel es un demonio redimido en la luz’.
Tal vez aquí convenga recordar al maestro zen Daijan
Huineng (638-713 DC) (su nombre en chino) quien
en el Sutra del Estrado anticipa la idea que acabo de
expresar, dice así:
“Si la mente es corrupta, el Buda es un ser corriente.
Si la mente está equilibrada el ser corriente es un
Buda”.
“Engañado, un Buda es un ser corriente.
Despierto en el ser corriente es un Buda.”
Adviértase que Huineng no emplea la palabra demonio,
sino “ser corriente” y el ser corriente, como ya hemos
explicado, es ser-en-el-mundo, que no implica bondad
ni maldad per se, sino circunstancia, equilibrio o
desequilibrio interior y exterior. Se podría hacer la
siguiente traducción:
“La mente dual es corrupta (desequilibrada) y produce
un ser corriente.”
“La mente no dual está equilibrada y produce un Buda.”
Continuando nuestro paseo damos de bruces con el amor
48
y el odio, dos sentimientos secularmente antagónicos y
tan irreconciliables como Dios y Satanás. La primera
necesidad del ser humano es amar y cuando esta energía
es frenada y coagulada se transmuta en inquina y odio.
Ya lo hemos dicho anteriormente. La dualidad debe,
como es su labor, definir e hipertrofiar las cualidades
del objeto amado tanto como del objeto odiado, y crear
la suficiente distancia, pues de otro modo ni uno ni otro
sentimiento serían generadores de pasión. El odio y el
amor son energías creativas, fuerzas que nos empujan
a movernos hacia la destrucción o la creatividad, y sin
embargo el odio puede ser creativo tanto como el amor
puede ser destructivo.
La pureza es aquí más necesaria que nunca, siendo
vigilada por la subpersonalidad del ego crítico
interior. La dualidad y su mirada, mantienen vivos el
sentimiento y la pasión necesarias para la vida. Ahora
bien, basta con que en nuestra mente dual se filtre,
siquiera someramente, la idea de que nuestro objeto
repudiado o nuestro objeto amado poseen un mínimo
de las cualidades contrarias, para que nuestro amor o
nuestro odio se tambaleen y vengan al suelo. Nada de
esto queremos, así que defendemos nuestra posición
y nuestra imagen puras de nosotros mismos y de los
demás, amigos o enemigos.
La energía vital, que nada sabe de sentimientos,
alimenta por igual tanto al que ama con locura como
al que odia del mismo modo, y la energía ayuda a vivir
en cualquier caso. Odiar es amar- lo contrario que se
odia- y amar es odiar - lo contrario que se ama-, En
este momento hablamos desde la dualidad, claro está,
49
hablamos desde la polaridad amor-odio y esto crea un
vórtice, movimiento circular, del mismo modo que
lo hacen los electroimanes en el interior de un motor
eléctrico, esto es, por la fuerza de dos cargas, positiva
y negativa, que se repelen. Movimiento que deviene
en energía cinética, lo que en términos humanos se
traduce por empuje, fuerza y aliento.
Hablamos del amor condicionado, que es el amor en
dualidad. Desde la no dualidad las cosas se aman
sabiendo que, en realidad, los términos puros no
existen y que no hay más que una incursión de los
valores rechazados en los aceptados y un acento
mayor o menor en una u otra cualidad sin saber que
la cualidad contraria se desliza en su interior. Este es
el amor consciente, el amor que no pone condiciones
y que además de un sentimiento es una forma de
conocer: una sabiduría. Este amor sabio y consciente
supone la capacidad de ver que todo está en todo y que
la imperfección es el resultado de la desarmonía entre
las partes que forman el todo, tanto en el exterior como
en el interior de las personas.
Todo esto parece indicar que la no dualidad ha de
conducir, por fuerza, a una desvitalización, a un
decaimiento de la voluntad y del pulso de la vida. No
hay tal, sino más bien una correcta canalización de
la energía tomada por un amor lúcido y una voluntad
serena. La pasión llega, pero como un epifenómeno,
como una fosforescencia o una aurora brotada en el
clímax de la lucidez y del amor, y no ya como una fuerza
torrencial que nos arrebata y arrastra compulsivamente
a crear o destruir.
Y andando andando nos encontramos con la perfección.
50
“Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre en
el Cielo”. Estamos ante uno de los términos más
delicados y que más cuidado requieren. En la dualidad
la perfección viene de la pureza. Esto, trasladado a
la moral exige que seamos perfectamente malos o
perfectamente buenos: “Sed perfectos como lo es
vuestro Padre” y esto es que lo que nuestro Padre
quiere: que los santos sean muy santos y los demonios
muy demonios. ¡Perfectos en bondad!, Ya lo oigo decir,
lector; pero al lado de una perfecta bondad siempre
hay, ineludiblemente, una perfecta maldad. No queda
otra, es así porque la imagen de Dios está penetrada de
dualidad.
Abraxas nos ofrece una posibilidad distinta de
perfección; la que nace de una visión no dual de las
cosas y que mirando en lo profundo descubre la
alternancia y relatividad de lo positivo y lo negativo y
de que todo deviene en mejor o peor al cabo del tiempo
y su devenir.
Así lo expresó el maestro zen Kodo Sawaki:
“Más allá de nuestro dolor y nuestra incertidumbre
vivimos alentados porque sabemos que el mal guarda
dentro la semilla del bien.”
El odio y la destrucción vienen a agotarse y morir
como las poderosas olas mueren en la playa. Borracho
de destrucción y ebrio, el odio se agota como cualquier
otra emoción y deviene, al cabo, en creatividad y
fomento, cuando no en amor. La historia tiene buenos
ejemplos de ello que no vamos a examinar aquí. Pero
a su vez, la actitud morigerada y complaciente se torna
en coraje exacerbado y destructor cuando reconoce el
51
abuso y se satura de él.
Existen, si, actitudes morbosas en las cuales un
ego excesivamente permisivo que repudia la lucha
y reprime la rabia, se abre a un abuso mayor y lo
convierte en una estrategia de supervivencia. Hablo
del masoquismo como forma de supervivencia del ego.
Pero ¿cómo pueden unirse en la misma persona el amor
y el odio a alguien o a uno mismo? ¿Cómo se puede
llegar a odiar y amar algo a la vez? Porque detrás del
que se autodestruye existe un gran amor a la vida y
a si mismo; como en los maltratadores y abusadores,
a su vez, una terrible necesidad de poseer y atesorar
el objeto de su amor hasta asfixiarlo o destruirlo. Por
no hablar de las relaciones amor- odio que se dan tan
frecuentemente. Mujer maltratada y a punto de perder
la vida a manos de su marido lo perdona reiteradamente
repitiendo el ciclo reconciliación-violencia. No queda
otra sino pensar que víctima y victimario son uno.
Como también que ambos roles conviven en el interior
de cada uno de ellos.
En el ciclo cada uno asume el papel victima y
maltratador alternativamente.
La lógica aristotélica se hace pedazos cuando se trata
de entender al ser humano. Esta dice así: cuando A ha
sido definido como A no puede ser B y cuando B ha
sido definido como B no puede ser A. Por lo tanto no
puede existir el binomio A+B=C. Dios y el demonio
no podrían cohabitar en base a esta lógica y por ello
se les mantiene absolutamente alejados y enajenados.
Pero lo humano solamente puede ser entendido si
consideramos otro tipo de lógica, en este caso la lógica
paradójica. El fenómeno humano muestra dentro
52
de si mismo y en sus comportamientos la completa
adaptación y el perfecto matrimonio de las polaridades
y de los términos antagónicos. Por ejemplo; solamente
el hombre puede causar conscientemente el mal en
nombre del bien u odiar al mismo tiempo que ama.
Así es como se explica que se puedan destruir vidas en
nombre de Dios cuando su primer mandamiento es no
matarás, o que amemos y odiemos simultáneamente a
nuestro padre o a nuestra madre y que, en fin, seamos
capaces de mantener una opinión de nuestra conducta
y de nosotros mismos y actuar de modo absolutamente
contrario.
Así que el ideal de perfección y pureza parece ser
más bien una exigencia de la mente para facilitar el
pensamiento lógico y que la hipocresía y el cinismo son
un producto legítimamente humano. Creemos que, más
bien, solamente la lógica paradójica puede hacer frente
al reto de comprender lo humano como fenómeno y
que la lógica aristotélica se queda para la ciencia. En
el hombre B puede ser B y simultáneamente A, que
es como decir que busco el bien causando consciente
el mal, o que te amo a la vez que siento mi odio hacia
ti, o que necesito verme morir buscando situaciones
cercanas a la muerte para sentir que estoy vivo.
El hombre constituye un espacio para el todo y el todo
se manifiesta a través de él. Lo cual equivale a decir
que en virtud de que en su naturaleza posee todas las
cualidades y formas posibles puede actuar y pensar de
todas las formas posibles, y lo hace paradójicamente.
La pretendida pureza que buscamos para nosotros
mismos con ayuda de ese “programa” llamado Crítico
Interior, no puede frenar la irrupción de elementos
53
espurios a los que es mejor ignorar en aras de una
imagen prístina de nuestro ser.
Todo está dentro del hombre, el universo completo, la
luz y la sombra, el miedo y el valor, la paz y la guerra,
la vida y la muerte, Dios y Satán. Pero no entendamos
que todo ello forma una masa indiferenciada y que los
diversos elementos conviven fusionados. No, más bien
sucede que cada cosa mantiene su propia identidad
y su propio dharma, entendiendo por ello su propia
causalidad sin compartirla con los demás elementos.
Hay una enseñanza dentro de la tradición zen que
contempla las cosas de este modo, dice así:
“Aunque la madera se convierta en ceniza, el dharma
de la madera no es el dharma de la ceniza. La ceniza
no puede volver a ser madera; la madera es madera y
la ceniza es ceniza.”
Aunque una siga a la otra no significa que compartan
la misma naturaleza y la misma causalidad. Tampoco
podemos decir que el verano y la primavera tengan
idéntico dharma por ello, a pesar de que una estación
siga a la otra, no significa que el verano sea consecuencia
de la primavera. Y lo mismo vale para la vida y la
muerte, lo bueno o lo malo, Dios y el demonio, la paz
y la guerra.
Así pues no existe una relación causal entre las cosas
sino un orden de cosas. No hay mezcolanza ni todo
indiferenciado, por lo menos en la naturaleza humana
y también dudo de hallarlo en la naturaleza divina. Las
cosas tienen su propia causalidad y la relación entre
ellas se debe a un orden, el cual no sabemos dónde
ni de qué modo se origina pero que denominamos
54
orden natural. Un orden que reconocemos a fuerza de
costumbre, como Laibniz ya nos reveló en su filosofía.
Pero solamente el hombre, en virtud de sus intereses,
puede deshacer el orden natural de las cosas y crear
relaciones aberrantes y monstruosidades como las que
hemos descrito en párrafos anteriores. Solamente el ser
humano puede alterar el orden natural y lo hace siempre
que puede dando lugar al fenómeno de lo siniestro.
Siniestro es matar en nombre de Dios o hacer la guerra
para conseguir la paz; siniestro es desear a quien te
maltrata, y hablar de libertad quienes aprisionan y
amordazan a sus ciudadanos.
Eugenio Trías define muy bien este término en su
libro “Lo Bello y lo Siniestro”, donde analiza de qué
manera la oscuridad y la sombra, es decir todo lo no
reconocido por el hombre, se desliza a través del arte.
El punto de partida, para este autor, es la definición
que Kant y Freud ofrecen de lo siniestro: cuando los
fenómenos cotidianos y domésticos adoptan aspectos
o comportamientos deshabitúales y extraños a su
naturaleza, es decir, cuando incorporan elementos
espurios. Siniestro sería despedazar el cuerpo de una
muñeca y reunir luego todos sus miembros en un orden
disparatado, por citar un ejemplo, o crear, en el cine o
en la literatura, una criatura que considerándola muerta
posea rasgos y señales de estar viva. Abraxas mismo es
una figura siniestra.
Siguiendo esta definición, encontramos personajes
como Smigol en El Señor de los Anillos; criatura que
oscila entre el bien, obedecer a su amo Frodo, o el mal,
matar a Frodo y robar el anillo. Lo más atractivo de
este personaje es cómo hace oscilar a su vez nuestros
sentimientos hacia él y si unas veces nos produce
55
ternura, otras aversión y repugnancia.
Smigol (Gollum) es, en mi opinión, el personaje más
siniestro de toda la obra de Tolkien; más que todos lo
orcos, trolles y balrok de las profundidades, ya que
estos son personajes abiertamente malévolos que no
pueden hacernos dudar de su condición.
Así que la perfección atañe a una mente dual que
maneja la lógica aristotélica en un alarde por mantener
los objetos en su pureza y distancia, - cuando B es B no
puede ser A y cuando A es A no puede ser B- lo cual
se torna imposible cuando la vida irrumpe y la psique
humana combina deseos, emociones, ideas y conductas
de un modo que está fuera del orden creado por la mente.
Aquí surge lo siniestro, cuando aquello que escapa al
orden natural y lógico irrumpe subrepticiamente o se
desliza tanto a nivel de los sueños como a nivel del
deseo, y se manifiesta en conductas y acciones que
ponen en juego el orden lógico, la estabilidad de las
creencias y el orden de lo cotidiano.
De qué modo el ser humano realiza este juego mágico
y esta subversión, es lo que hemos tratado de resolver
desde la idea de que todo vive dentro de la psique humana
y que ésta, como un demiurgo, crea combinaciones y
relaciones “imposibles” al servicio de sus intereses o
de la búsqueda de la salvación del ego. Si ya todas las
cosas, ideas, deseos, sentimientos y emociones viven
conservando su propia causalidad individual –dharmadentro de nuestra psique, podemos relacionarlas fuera
de la lógica y del orden racional y ello en virtud de
que ese orden no está dado ni determinado en nuestra
naturaleza psíquica, como sucede en la naturaleza
y en nuestra mente racional y lógica, así como en
56
nuestro cerebro, que trabaja con dos hemisferios bien
separados. Estamos hablando de una parte nuestra que
carece absolutamente de pensamiento y que por ello es
puramente emocional esto es: El niño interior.
Antes de continuar debo hacer una breve introducción
sobre el modo en que esta constituida nuestra
personalidad egoica, y es que no hay un ego uniforme
y único sino una sucesión de ellos, los cuales están
interrelacionados. Acabo de identificar al Niño Interior,
pero a su lado, a modo de protectores, están los de
Padre y Madre, y estas se incluyen en la personalidad
egoica de El Adulto. Estos egos pueden ser vigilantes
o controladores. En rigor, la mente dual comienza a
ejercer su labor en la subpersonalidad de El Adulto.
sobre todo en su dimensión controladora,
El niño, aunque discrimina perfectamente lo que
necesita de lo que no sirve para sus intereses y huye
de aquello que le amenaza tanto como atesora lo que
le causa placer, no es dual, pues todo gira en torno a
su ego y como partes no diferenciadas de él. Esto lo
tiene muy claro, más incluso que el adulto que muchas
veces no define con lucidez qué le causa bien o qué le
causa mal.
57
Una experiencia personal
Si he de examinar mi vida para encontrar experiencias
duales me deberé remontar a mis años de adolescencia.
Hay en mí una vivencia de transmutación del odio en
amor, igualmente viscerales, que merece ser tomada
como ejemplo.
Según recuerdo, se dieron dos circunstancias que,
combinadas, generaron en mis emociones el mayor
enturbiamiento y ponzoña, traduciéndose en una
aversión exacerbada hacia todo lo que cayera al
otro lado del estrecho de Gibraltar y más allá de las
espinosas y ominosas fronteras de las ciudades de
Ceuta y Melilla.
Por aquél entonces tenía yo inclinación a todo lo
relacionado con lo castrense y leía historias de campañas
militares españolas de las más recientes, y como más
recientes no tenía más que la guerra civil y un poco
más atrás la guerra de África. No sé por qué, pero en
un momento ésta se me hizo más atractiva, sobre todo
cuando cayeron en mis manos unos cuadernillos que
se vendían de segunda mano en la famosa Cuesta de
Moyano, en los que se relataban aquellas luchas entre
rifeños con chilaba y soldados españoles con uniforme
de rayadillo y albarcas de esparto.
59
El trauma llegó cuando leyendo llegué a los episodios
de 1921 y al desastre, por no decir masacre, de Annual
e Igueriben. Dos posiciones españolas cercadas por las
fuerzas rifeñas. Entonces se desplegó ante mis ojos,
reforzada por las fotografías del fantástico y afamado
fotógrafo Alfonso, todo el panorama del horror. Los
fortines estaban plagados de cuerpos de soldados cuyos
restos ya se habían disputado los buitres y los perros,
por no hablar del relato del repliegue “escalonado”
en el cual nuestros hombres eran abatidos a placer y
cazados como conejos por el enemigo. Aquello caló
hondo en mi, y más cuando no entendía nada del por
qué de las cosas dada mi carencia de elementos de
juicio.
Así estaba yo rumiando mis sentimientos y mi duelo
por los soldados españoles caídos en las ásperas
tierras de Marruecos cuando tuvo lugar otro hecho
no menos trascendente y resonante en mi campo
emocional, y fue que Marruecos reclamó a España el
Sahara e inició la marcha Verde. Mi mente no estaba
en aquel momento para matices ni sutilezas así que
mis intestinos se comenzaban a remover cuando veía
algún vehículo marroquí por las carreteras españolas o
aparecía Hassan II en la televisión o en los periódicos.
Por fortuna mi odio era “platónico” y muy lejos me
hallaba de consumarlo con alguna acción violenta.
Pareciera que mi maestro interior andaba siempre
al quite. Mi cerebro no conocía de otro modo que
estratificando el mundo y al ser humano entre seres
nobles e innobles y debo decir que gustaba de crear
categorías en todo lo conocido. Siempre debía haber
un mejor y peor; lo mediocre era tanto o incluso más
repudiable que lo peor. Era más digno de odio un
60
agnóstico que un ateo, por poner un ejemplo.
Pareciera como que el término intermedio hacía
tambalear la lógica extrema que parcela y divide y
como que mantenerse en ese vacío de contenidos,
propio del escepticismo, me producía una grandísima
inquietud. Sin duda otra forma de conocer era posible
y yo me negaba a verla. Era como que todo era más
simple, sencillo y práctico desde la dualidad; si, creo
que los talantes prácticos necesitan de la dualidad para
un mejor manejo del mundo.
Profundizando en esa inquietud descubro mi pereza a
pensar y profundizar en las cosas, y un miedo cerval
a quedar desprotegido de la supuesta verdad en la que
yo creía. Creer que se podía encontrar un camino que
armonizase todas las creencias o suponer que lo que
yo consideraba como verdadero podía no serlo de un
modo absoluto y total, me hacía perder contacto con el
suelo y la seguridad que ello da. Dualidad y creencia
firme eran como mis dos pilares sobre los que asentar
mi existencia en el mundo.
Al mismo tiempo me hallaba poseído por una lucha y
dicotomía entre lo que el mundo era y lo que yo creía o
pensaba que debía ser. El desgarro era frecuente cuando
los hechos no concordaban con mi modelo ideal de
realidad y así siempre me mantenía en la comparación
y en la crítica. Por supuesto que lo que era susceptible
de ser encerrado en mi molde mental era loable y lo
que escapaba a él era deleznable. Como siempre la luz
y la sombra, lo apolíneo y lo dionisiaco luchando en
mi interior.
Con el tiempo mi odio, el odio que tanto había cultivado
contra el pueblo marroquí, -no hago mención a los
sucesos bárbaros que yo cultivaba en mi imaginación,
61
ancha en aquel tiempo, en torno a este grupo humanose había ido poco a poco relajando, hasta que sin saber
porqué me olvide incluso casi de la existencia de
Marruecos.
Otras cosas alimentaban ahora mi imaginación,
tales como el deporte o el contacto con la naturaleza
junto a unos magníficos amigos que me ayudaban a
descubrirla. Fue pasando el tiempo y ya con la treintena
cumplida recibí una propuesta de viajar al Magreb.
En aquel momento carecía de opinión sobre este país
aunque reconocía que estaba lleno de belleza y no
descartaba la posibilidad de ir a conocerlo. No había
en mi ningún prejuicio ni resquicio de odio cuando
me dirigí a la agencia de viajes. Aunque ya con los
billetes en la mano, recobré la memoria y se posaron
sobre mí todos los matices de mi antiguo odio; no pude
por menos que sonreír mientras sentía una gran ternura
hacia aquél adolescente que, si la hubiera habido, se
habría enrolado en una cruzada.
Así que llegué a Marruecos ¿qué vieron mis ojos y
qué descubrí allí para que me enamorara de ese país
y de su gente con la misma pasión con la que antes lo
había repudiado, vilipendiado y escarnecido con mis
críticas?.
Ahora lo sé y mientras repaso los hechos el bello se
me eriza en un repeluzno general. Lo que yo descubrí
y de lo que me enamoré en Marruecos fue de aquellas
cualidades que representaban todo lo opuesto a mi
otrora forma de pensar rígida y a mi mente dual.
Sí, entrar en este país es respirar, como debe suceder en
todo oriente, una atmósfera serena y despreocupada.
Nada invitaba a la intelectualización ni a exigirse o
62
exigir, sino más bien a fluir con la vida y con el mundo.
La tolerancia se hacía visible en la docilidad con las
que la gente aceptaba las cosas.
La religión era muy exacta en sus formas y el machismo
también se hacía ver, ¿cómo criticarlos cuando nosotros
los occidentales apenas estamos levantando el peso del
patriarcado sobre la mujer y tolerando la presencia
de homosexuales?. Pero nunca percibí un estado de
malestar y crispación u odio hacia el rey, la religión, el
jefe o el vecino, ni siquiera en las dos ocasiones más en
las que estuve allí. La discusión apenas era visible entre
ellos y aunque es cierto que “en todas partes cuecen
habas”, pude comprobar que cuando un occidental
enojado pretendía discutir con algún marroquí, éste se
alejaba haciendo gestos con la mano como diciendo
que abandonaba la lucha y que se sintiera relajado.
Otro gesto no menos llamativo era ver a los litigantes
entrar en el palacio de justicia ¡¡ cogidos de la mano!!
Es decir, que antes de verse junto al juez ya habían
dirimido sus cuitas sabia y amigablemente.
¿Cómo podía yo haber sido tan ciego respecto a este
país? Quiero dejar claro que no estoy haciendo un
análisis ni un juicio sobre la cultura Árabe ni sobre el
carácter de los marroquíes; solamente estoy hablando
de mi experiencia, la cual tal vez nada tenga que ver
con la de otros viajeros.
Sin embargo, lo que si parece cierto es que la cultura
Árabe, aunque hasta el siglo XX dividida en familias y
sectas beligerantes, tiende fácilmente a la comunicación
y a la hospitalidad.
Dos viajes más realicé a Marruecos al cabo de unos
años; uno de ellos viajando con mochila y sin rumbo.
Crucé La cordillera del Atlas y llegué a las cercanías
63
del desierto; pero los atentados de las torres gemelas en
Nueva York precipitaron mi regreso. Por aquél entonces
mi visión dual de las cosas comenzaba a tambalearse
un poco más de lo que ya lo estaba y comenzaba a
huir de toda discusión en la que hubiera puntos de
vista irreconciliables. Los extremos comenzaban a
producirme desdén y me apartaba de la gente que se
blindaba en sus ideas y creencias.
El tercer viaje a Marruecos fue un acto de
agradecimiento y amor en toda regla, aunque hubo
quien me lo reprochó diciendo que estaba perturbando
su tranquilidad despertándoles cierta necesidad y
apego a causa de mis “regalos”, y el regalo fue que una
furgoneta que tengo la llené con juguetes que aquí se
tiran y abandonan y los llevé hasta cerca de Rabat para
repartirlos en escuelas y hospitales infantiles.
Me hospedé durante quince días como un miembro
más de una familia y me impregné de su carácter y sus
costumbres.
Por aquel entonces comencé a practicar meditación
metódicamente y con la misma disciplina con la que
me entregaba a mis entrenamientos deportivos. Así que
andando el tiempo, decidí meditar en la naturaleza y lo
hice en lo alto de una pequeña montaña de la Sierra
del Guadarrama. El sitio no carecía de magia debido
a que en la cumbre existe un pequeño templo muy
pequeño; para ser exactos se trata de una construcción
que reproduce un ábside con tejado cónico y siete
ventanas. Lo descubrí con una amiga a la que alguien
le había informado, de un modo un tanto casual, de
la existencia de una larga calzada bien empedrada que
64
recorría, a modo de Vía Crucis, varios valles y cerros
en medio de extensos bosques de pinos. Subí allí
ayudado por un mapa y una brújula y una vez hallado
aproveché y medité cosa de un cuarto de hora con la
mirada puesta en la llanura en cuyo extremo se extiende
Madrid, dejé pasar los pensamientos y me abandoné a
la pura contemplación. Entonces sentí que se me pedía
un sacrificio; hacer entrega al Universo de” algo”.
Qué fuera ese “algo” lo ignoraba, pero se me reveló
muy pronto, porque yo me repetía una frase a modo
de Sutra que me ayudaba a entrar en quietud apartando
los pensamientos, era así: “Mente serena, mente
equilibrada, mente sana”. En ello estaba cuando reparé
en que aquello que debía sacrificar no era otra cosa que
la propia mente. Así pues dije: “Te entrego mi mente”,
e inmediatamente un voz sonó dentro de mi, clara y
nítida que decía: “Ya era hora”. Desde ese momento
sentí que mi cerebro se abría con un programa nuevo
llamado Mente Universal y que había sido desinstalado
el viejo programa ego. A partir de entonces lo único
que debía hacer era adoptar una postura de apertura,
asimilación y vulnerabilidad total y permitir que otra
voz hablara a través de la mía.
Todo juicio y preguntas como qué, por qué y para qué,
quedaban apartadas, permitiendo la pura mirada limpia
en la que el ser podía manifestarse y hacerse visible.
Desde entonces ¡que belleza adquiere el mundo! ¡Cómo
me lleno con las cosas más simples y qué presencia
adquiere todo!. Yo me sentí cambiar y con ello cambió
mi entorno. Fue un nuevo comienzo, una nueva mirada
y una nueva comprensión; las cosas no se distinguen
ahora al modo en que la mente las distingue, esto es;
por categorías, según su grado de utilidad o belleza o
65
por su significado, sino tan solo merced a sus formas,
color y ubicación.
Al no estar implicada la mente que parcela, categoriza
y contamina con ideas y significados, puede surgir el
Ser en toda su presencia en cada objeto. Ya nada se
sobrepuja a nada y todo es reunido en mi mirada dentro
de un gran sentido de ecuanimidad.
Me atrevo a decir que el Ser se manifiesta en la mirada
vacía aquí y ahora.
Desde entonces, ¿Para qué seguir buscando la belleza
en tantos sitios si se encuentra en todo lugar?
‘Nada busco, pues todo lo encuentro
bajo la sombra de mi consciencia’.
Por aquél entonces surgió en mí la idea de un ejercicio
con el que ser capaz de encontrar una visión unitaria
de las cosas. Se trata de un cambio de polaridad en la
mirada de modo que lo que antes surgía disgregado y
parcelado ahora resulte reunido en su ser aunque, y he
aquí la paradoja, conservando la fragmentación con la
que se manifiesta. Veámoslo:
66
Ejercicio para buscar la unidad en la diversidad
Esta práctica debe ser realizada allí donde se da una
reunión de objetos iguales o existe cierta uniformidad
entre los individuos. Para realizarlo podemos elegir un
día de campo y en concreto un lugar en el que halla un
bosque.
Pues bien, pongámonos frente a él o mejor; entremos
en el bosque. Cerremos los ojos y formemos la imagen
de uno de sus árboles entendiendo que él no es un árbol
sino el Árbol, el Árbol único y esencial, el Árbol con
mayúsculas. Concentrémonos en él sabiendo que no
existe otro árbol en la naturaleza.
Cuando lo hayamos contemplado suficientemente
abramos los ojos para descubrir que lo que ante
nosotros aparece no es una suma de árboles llamada
bosque, sino el mismo árbol que hemos visualizado,
repetido cientos o miles de veces. No se trata de ver
muchos árboles sino un solo árbol cuya imagen está
multiplicada, tal y como sucede con nuestra imagen al
entrar en La Casa de los Espejos.
Cuando vemos un banco de peces en el mar o una
bandada de gaviotas o cualquier otra clase de ave ¿qué
vemos? ¿Son muchos peces o aves juntas o son el
mismo pez y la misma ave repetidos un cierto número
de veces? E igual podemos hacer cuando veamos una
multitud de personas, sea en un concierto, un estadio
o una manifestación. ¿Vemos una multiplicidad de
personas? ¿O la Persona repetida una gran cantidad de
veces? Otra forma de mirar es posible.
67
Abraxas revela su sabiduría.
Permitamos que sea Abraxas quien hable y
escuchemos su voz como Moisés escuchó la de Yahvé
en el desierto.
’Has de saber que lo que llamamos Dios y Demonio no
tienen substancias distintas, sino que ambos comparten
la misma. Una substancia única que la mente dual
se ha encargado de dividir en dos substancias
irreconciliables que se hallan permanentemente
enfrentadas. Después ha acontecido la discriminación,
el ocultamiento y la condena de una de las partes a la
cual se la ha llamado demonio. ¿Acaso el ángel caído
no es también una criatura de Dios? ‘
Si decimos que Lucifer se apartó de Dios y se arrojó a
los brazos del mal estamos dando al mal la categoría de
substancia. Lo que ha sucedido es que el demonio ha
sido apartado del tronco común como si fuera una fruta
podrida -¿prohibida?-. Del tronco único del árbol de
la ciencia del Bien y del Mal, pero árbol primigenio y
común. Entonces me surge una pregunta ¿Ama el rosal
más a sus flores que a sus espinas? La mente dual ha
establecido un juicio que Dios no ha hecho.
69
Si la Divinidad es dual y discrimina no es Divinidad.
“Si tu zen se aparta de la más mínima parte del universo
no es verdadero zen”.
Lucifer, Satán o Belcebú son los nombres de los que
se ha revestido a una parte de esa esencia fundamental
que no encaja con nuestra imagen arquetípica y
paradigmática del mundo y del hombre. Es hora ya
de redimir la parte escindida de nosotros mismos y de
nuestra naturaleza esencial.
La mente dual ha dividido a Dios en dos partes
irreconciliables y ha creado una máscara para cada una
de ellas, exagerando los rasgos de ambas. El demonio,
cuyo verdadero rostro es vitalidad, espontaneidad,
caos, coraje, empuje, emoción, deseo, libertad, ha sido
ungido con el ropaje del miedo, la destructividad, el
odio y la muerte. Pero esto no es solo producto de
esas cualidades primigenias y puras al chocar con las
prohibiciones a que le obliga la mente manipuladora
y vigilante, sino también como resultado del miedo
que inspira en el alma débil todo lo que significa,
fuerza, vitalidad y coraje. Dios se ha ungido con vestes
más dulzonas y atractivas hasta formar una imagen
recargada de complacencia, docilidad, sensiblería,
debilidad y buenismo.
Pero nada de eso: el verdadero rostro de Dios, oculto
tras su máscara, es bondad, compasión, serenidad,
presencia, plenitud y quietud.
Si despojados de sus máscaras unimos las verdaderas
partes escindidas de Dios el resultado es el ser en
Integridad. Un ser integrado que es:
70
Vitalidad y serenidad / Compasión y fuerza / Bondad y
coraje / Quietud y acción.
Lo que antes serían cualidades antagónicas son ahora
complementarias y unas equilibran a las otras.
El cuadro queda como sigue:
Vitalidad + serenidad = fluidez.
Compasión + fuerza = arrojo.
Bondad + coraje = rebeldía.
Quietud + acción = resolución y exactitud.
- La fluidez es movimiento y creatividad que se mueve
con ritmo y que no es arrolladora.
-El arrojo es la capacidad de acción ante el sufrimiento
o la injusticia.
-La rebeldía es la capacidad de decir basta y forzar el
cambio.
-La resolución nos lleva a la acción correcta y certera;
es estar en el lugar correcto, en el momento correcto
y haciendo lo correcto. Su eficacia es absoluta. Esta
relación entre la quietud y la acción es lo que en el arte
zen del tiro con arco hace que la flecha de en el centro
de la diana. Es un fluir en el cual diana, arco y brazo
del arquero son uno. Se trata de un equilibrio perfecto
entre movimiento y quietud que hace que la mano
suelte la flecha en el momento del pálpito del corazón.
´Debes pues saber que la pureza no existe y que toda
búsqueda de la excelencia tanto en la maldad como
71
en la bondad son erróneas. Hay acciones y voluntades
inclinadas hacia la bondad o la maldad a ultranza,
pero éstas no pasan de ser otra cosa que modelos
arquetípicos. Unos se creen santos y otros demonios, y
cada uno odia en el otro su imagen pura, arquetípica,
excelente y perfecta, (bondad o maldad) de tal modo
que, en un deseo de apartarse de su antagónico, cada
uno se afirma con más firmeza en sus correspondientes
caracteres. Recuerda que la mente dual necesita poner
distancia y así, cuanto más o mejor imite y me acerque
al modelo paradigmático de perfecta maldad o de
perfecta bondad, más lejos y seguro se hallarán mi
conciencia y mi ego respecto a su antagónico’.
´Ahora quiero hablarte de otra confusión que tal vez no
tenga que ver tanto con la dualidad, pero si en cambio
con la idea de unidad. Creemos hallar la unidad en
una perfecta fusión de todo y para ello buscamos en
una experiencia transpersonal y transpensante servida
en ocasiones por la experiencia mística donde todo
está confundido y nada conserva su perfil, es lo que el
budismo zen llama ‘ku’ o ‘mu’; la nada. El reto consiste
en saber si puede darse la no dualidad más acá del
ámbito transpensante pudiendo crear o acceder a una
mente adual. Es importante saber cómo es posible
encontrar la armonía y la perfecta unidad entre las
cosas sin que éstas dejen de serlo; sin que el mundo
pierda su condición de mundo y los objetos sigan
siendo lo que son. Porque claro, no puedes, en medio
de una discusión, decir a las personas que se olviden
de las discrepancias y de sus modelos mentales porque
al cabo todos somos uno. Se reirán de ti y te tomarán
por loco. No es eso, no es eso. Has de ser capaz de
72
transformar tu mirada y convertirla en la mirada
del ojo que todo lo ve respetando las diferencias.
Sin embargo, la comprensión y la experiencia de un
espacio o campo unificado pueden servir como telón
de fondo en medio de esa discusión de vecinos y de
todas las dialécticas para descubrir que todas las
opciones pueden ser partes de la misma solución.
A parte de esto, si además consigues cultivar una
mirada que no quiere saber ni comprender o interpretar
lo visto en ti no ha de quedar ni el más mínimo deseo
de querer saber y comprender sino tan solo de querer
ver en una actitud que es receptividad total, apertura
total, absorción total. Entonces ya no serás tu sino
la Gran Consciencia o el Gran Ojo que todo lo ve y
que mira y ve en ausencia absoluta de mente. Solo
llenarse e impregnarse de todo lo que hay; recibirlo
absolutamente y plasmarlo en su infinita retina.
Pero esto no da lugar a un sentido de unidad o totalidad
sino a un sentido de ecuanimidad. Se distingue porque
en la unidad todas las cosas aparecen iguales y en
la ecuanimidad, en cambio, conservan sus perfiles,
pero siendo iguales en importancia y valor, no en la
forma. La conciencia es abordada por lo mundanal y
fenoménico sin desdeñar ningún aspecto de ello’.
¿Se puede dar un acto de amor más sublime que este?
Quizás el acto más rotundo de amor que un ser humano
pueda ofrecer a otro sea el de hacerse consciente de
él y reconocerle. Mirarle y tomarle en consciencia
en su totalidad; en su positividad tanto como en su
negatividad, en su dolor tanto como en su placer, en su
conocimiento como en su ignorancia. Quizás esa sea
la primera demanda del ser humano; ser reconocido
73
por otro ser humano sintiendo que no es juzgado ni
examinado ni etiquetado, sino tomado en consciencia
y recibiendo toda la atención de quien lo mira.
“El universo desarrolla su danza infinita para el gran
Ojo infinito”.
Cuando el mundo y sus formas se funden, ante el Gran
Ojo solo queda vacío; pero un vacío que está colmado
de consciencia.
‘Más cosas he de decirte; esto es, que todo está en
todo. Y vuelvo a repetir que nada está separado de
nada. Quien quiera saber quién es que mire al otro.
Cuando te preguntes: ¿Quién soy? Mira a los demás y
hallarás la respuesta’.
“Si yo soy tú, ¿quién eres tú?”
‘Comienza aquí la gran redención, la gran liberación
de toda imagen y modelo absolutos de virtud o de
perversión, pues ya no os reconoceréis más como
ángeles o como demonios, sino como la suma de
ambos, sintiendo que la diferencia está en el balance.
Qué os inclina a un lado o a otro depende de qué partes
de vosotros mismos reciba toda la atención y de qué
zonas queden en la luz o en la oscuridad.
Queréis obtener una imagen pura de vosotros mismos
en la que podáis sentiros satisfechos y, sin embargo,
os sentís estrechos y ahogados, como si llevarais una
ropa menor de vuestra talla. Entonces os exigís y
exigís virtud a los demás, y si ese ideal de pureza no se
cumple aparecerá el reproche y la condena. Juzgareis
74
a los demás de hipócritas y ante vosotros mismos
apareceréis sucios e impuros. Reconoced vuestra
impureza y la de los demás, aceptadla e integradla
como parte del ser y entonces la lucha y el dolor
desaparecerán.
Hablo aún para la mente dual. Cuando la dualidad
desaparece de vuestras mentes no se habla más de
pureza ni impureza sino de inocencia’.
‘Liberaos de la pureza y permitid hablar a vuestro
demonio o a vuestro ángel dentro de vosotros. Y
cuando os halláis liberado a vosotros mismos de la
dualidad y os hayáis integrado, entonces comenzareis
a liberar y a integrar a los demás. Recordad a quienes
mantenéis prisioneros de vuestro ideal de pureza:
reyes, políticos, sacerdotes, padres.. personas, en fin,
a las que se las exige virtualidad absoluta. Nada de
eso es real pues son, por encima de todo, tanto ángeles
como demonios y el que ofrezcan al mundo su rostro
angelical no significa que el demonio no les habite en
forma de egoísmo, cólera o lujuria, inconsciencia al
fin y al cabo.
Recordad ahora a quienes mantenéis bajo el peso de
la ignominia y reconoced en ellos su ángel sumergido.
Recodad a quienes habéis condenado y envuelto en
un halo de absoluta maldad y permitidles ser lo que
en realidad son: seres completos con su demonio
y su partícula de bondad y sensibilidad, capaces de
amar y de sentir a pesar, muchas veces, de su aspecto
monstruoso’.
‘La dualidad solo sirve para llenar vuestro ego a la
vez que de alimento a vuestra mente. Mirad las cosas y
75
a vosotros mismo íntegramente sin desdeñar ni ocultar
nada: sois todo y ese todo merece la luz de vuestra
mirada consciente que ya, por ser visión abierta y
limpia de pensamiento, es amor.
“La luz vive prisionera en la sombra
tanto como la sombra vive prisionera en la luz”.
Liberar la sombra y la luz supone hacerlas visibles y
conscientes, esto es, reconocibles tanto como
reconocidas. Supone derribar las máscaras de horror
y de complacencia que cubren el verdadero rostro de
Dios y del Demonio.
‘¿Qué más puedo decirte? Una cosa, y es que el mal
trabaja inconscientemente a favor del bien. Nada
permanece, ni la felicidad ni la infelicidad’.
“El pájaro rompe el cascarón,
El cascarón es el mundo.
Quien quiera nacer tiene que destruir un mundo.
El pájaro vuela hacia Dios.
El dios se llama Abraxas”.
76
Observa cómo las grandes catástrofes de la humanidad
han contribuido a nuestro crecimiento como seres
conscientes. El ser humano avanza hacia el despertar
de la conciencia autodestruyéndose y reconstruyéndose
constantemente a lo largo de la historia. El hombre se
reinventa a sí mismo tras cada destrucción y al renacer
lleva consigo un nuevo programa mental y una nueva
sensibilidad, y con ello un nuevo paradigma.
La vida ha transformado la materia a lo largo del proceso
evolutivo para abrir el camino hacia la inteligencia
y una vez abierto este, continuar creando un nuevo
cauce hacia la consciencia. No se ha contemplado
suficientemente la teoría emergentista y si, en
cambio, el darwinismo, el cual satisface plenamente
al pensamiento dual justificando la explotación del
hombre por el hombre en aras de la supervivencia de
los más fuertes. Tal vez sea hora de replantearnos la
idea mecanicista que dirige nuestras mentes científicas
-y a la propia teoría evolucionista a que da lugar- según
la cual la consciencia no es más que un epifenómeno o
fenómeno colateral y residual de la actividad cerebral;
algo así como una fosforescencia nacida al amparo de
los procesos psicofísicos del cortex cerebral. En este
caso sería justo decir que es la materia lo que acoge y
alberga a la consciencia y, por lo tanto, ésta dependería
para existir de la materia cerebral. En este caso, la
consciencia estaría asociada al cerebro o integrada en
él como su contenido. Este es el modelo que inspira
a la psicología conductivista actual. Ahora bien, ¿no
es cierto que, en tanto puedo ver y contemplar el
cerebro, éste resulta una experiencia de la consciencia?
Entonces el cerebro sería visible merced a que es
asumido dentro de algún campo consciente exterior a
77
él, tal vez un ojo primordial y anterior al ojo humano. Si
el cerebro produce la consciencia entonces el cerebro y
los contenidos mentales no podrían verse, por idéntica
razón por la que el ojo no puede verse a sí mismo.
Pero si la Consciencia es anterior a cualquiera de sus
experiencias -incluida la experiencia del cerebro y sus
contenidos- y la hace posible, cabe suponer que es ésta
la que mueve y empuja a la materia a generar el órgano
que la permite manifestarse en la materia o hacerse
testigo del mundo material, desarrollando pensamiento
en torno a él. Sin Consciencia no habría cerebro y sin
cerebro no habría pensamiento. La consciencia crearía
su propio instrumento –el cortex cerebral- con el que
testificar el mundo material. Digamos que los sentidos
materiales, afectados por la materia, vierten sus datos
en el cerebro y éste en la consciencia. Ésta estaría, así,
encerrada o secuestrada en el cerebro y limitada a su
campo de experiencia con el fin de testificar el mundo
material y poder pensar en torno a él. La consciencia
como motor de la evolución y ella misma, a su vez,
condicionada por el resultado de su propio producto
evolutivo.
Si antes eran las fuerzas basales actuando en la persona
para ayudarla a ascender y afirmarse en las cumbres
del espíritu y de la consciencia, ahora es la misma
fuerza afirmándose y empujando con el mismo fin, en
el seno de la materia para generar un órgano capaz de
aprehender conscientemente el mundo en todas sus
manifestaciones
¿Y qué diremos del bien? El mal y el bien están
íntimamente conexionados y no puede darse uno sin
el otro, tal como le sucede a una moneda con sus dos
caras. La mente dual, en su esfuerzo por definir lo que
78
favorece o amenaza nuestra supervivencia, ha separado
a uno del otro y ha definido un principio para cada uno;
Dios y Satanás. Sin embargo, en Abraxas solamente
existe un principio para el bien y el mal -toda vez que
no pueden darse por separado en nuestra vida, así
como la dicha o la desdicha, el placer y el dolor-. Pero
¿A qué llamamos bien? Creemos que su origen se halla
fundamentalmente en todo aquello que nos beneficia
y causa bienestar, lo cual distinguimos claramente de
lo que nos perjudica o amenaza nuestra bonanza. Pero
este supuesto bien no es el Bien con mayúsculas, a
pesar de que lo queramos ver así, ya que no observamos
ni las consecuencias ni los perjuicios colaterales. Es
inevitable que todo hecho o actividad, sea del tipo
que sea, produzca algún efecto concomitante que no
beneficia ni perjudica los objetivos o fines por los
cuales se desarrolla dicha actividad; es lo que se llama
epifenómeno o fenómeno que está más allá de lo que
se pretende producir. Un ejemplo es el humo nacido
al amparo del fuego, o la inevitable vibración de los
cristales al paso de un ruidoso camión. Tales sucesos
no se consideran en el seno de nuestros intereses y
muchas veces pasan inadvertidos para quien busca un
resultado productivo en sus acciones. Pero el asunto
está en que los epifenómenos siempre están presentes
y tienen consecuencias, algunas veces muy positivas,
otras inocuas y otras, las más, francamente malas
e incluso nefastas. Así que toda acción “correcta”
arrastra resultados “incorrectos” -del mismo modo
que el bien arrastra al mal y viceversa- que tendemos
a ignorar naturalmente. Y con la misma naturalidad
tendemos a globalizar nuestra acción correcta y a darle
un valor universal denominándolo el Bien. De este
79
modo no entendemos la forma de vivir y costumbres
de nuestros vecinos ni posiblemente ellos las nuestras.
Así que, al otro lado del hombre civilizado siempre
ha quedado el hombre salvaje; el bárbaro cuyas
costumbres desconocemos ni nos interesa conocer,
pero que recibe las consecuencias nefastas de nuestro
“bien”. Luego, y paralelamente, un sentimiento de
odio se va gestando en el alma de quienes padecen
nuestros efectos colaterales no considerados, de tal
forma que ante sus ojos comenzamos a tomar todos
los tintes del mal y somos demonizados. Desde esta
perspectiva ¿cómo podemos sostener una moral?
¿En qué principios forjaremos un código de hechos
universalmente buenos? Si, lo sabemos, la moral es una
convención, es decir, el autoconvencimiento general
de que algo es bueno. Existe, lo sabemos, una ética
de mínimos perfectamente respetable y necesaria para
convivir; pero de lo que aquí se habla es de cualquier
actitud o postura que, careciendo absolutamente de
consecuencia negativas, pueda considerarse el Bien
con mayúsculas. .
La última frontera no está allende el horizonte o la
galaxia sino dentro de nosotros mismos y tan cerca que
no la vemos. La última frontera es la mente analítica y
dual. Quienes la han traspasado y se hallan realizados
en las luces de la consciencia y de la iluminación no
crean estar aún ante la meta; si todavía conservamos
cualquier clase de apego o identificación a cualquier
forma, por sutil y transcendente que esta sea, aunque se
trate de nuestra propia luz, estaremos proyectando una
sombra concomitante, ya que en tanto me identifico
con algo, dejo inmediatamente de integrar en mi lo
80
opuesto. Si llenamos la consciencia de moral, paz y
buena voluntad y nos identificamos o creamos una
personalidad en torno a ello, estaremos creando sombra
y con ello dualidad y entonces nuestra iluminación no
será verdadera. La plena consciencia, la consciencia
global es siempre integradora y carece de identificación
hacia algo, por lo tanto es el ego quien se apodera de
la experiencia. En este punto, creo que es necesario
el cultivo de un ego vacío que se experimenta a sí
mismo desidentificado de toda experiencia personal o
Transpersonal; el Sí Mismo, y tal vez, con ello, la pura
y verdadera experiencia no dual de Dios.
Orlando José Rodrigo Álvarez
Madrid, enero de 2014.
81
Bibliografía
-Budismo Zen y psicoanálisis. D. T. Suzuki / Erich
Fromm. S.L. Fondo de Cultura Económica de España,
1964
-Cuadernos de psicología transpersonal. José
María Doria y equipo. (Escuela de Psicología
Teranspersonal).
-Demian. Hermann Hesse. (Alianza Editorial) 1980.
-España en sus héroes. Revista (Ornigraf).
-La filosofía china, M. Kaltenmark (Ediciones Morata).
-Lo bello y lo siniestro. Eugenio Trías. (Seix Barral)
1982.
-Los chahkras y los arquetipos. Ambika Wauters
(EDAF) 1998.
-Zen. Manuela Dunn Mascetti.
-Zen de los maestros. Stephen Hodge (EDAF) 2004.
83
Descargar