NUM. 3. MADRID, lo DE l-EBRERO DE 1858. mismo setilimionlo a|iaivce traducido hyp cien dislititus formas, y iiajo todus sf. coniuiiicu iil cora/Liii d«l ;irl.isla. líEAL MVSm m PINTIIU Y ESCULTURA. Itevivcn a iiuüslros ojos ludas las fíratulos lignras dft ln Hi))lia , los mas eminentes personajos ih la milología y la liisiorin. Idoas ilo siglos ipio pusaron y pUfil)losqua nuirioron se nos prcsenlan formuladas on lienzos i^ue rolnjsan de, viilaydfi poosia, Lii liisloria, ann la sagrada, recilio nueva luz dec'ida rovokicinn di' la liumaniílad y do cada ^enio (¡no vioiie al mundo; por diversos cuadros de un mismo asunto determinamos sin esfuerzo el nn>vimienlo evolutivo d»; las ideas on el lieiniio. lín las páginas de! arlo os mas fácil apreciar que en las de la cninica la marclia de la especie al través de las edades; soliro cada una tío esas inmortales piiginas so van (IjanUS galürías de do involuniariameiiie los sentidos del cucrfio y las faliinUiradüberian cultades del eiT|Mr¡l.u. ser lanto por la Mas ,';i]uiónes son aquí los primeros artistas? se ]irevariftdad como por la dislrihu- giuUa kiogo el [lomlire pensador ipin cruza lentamenle cinii (In sn5i.ibji!- esas galerías. Los mas lío los ospoctadnres juzgan las los , 1¡1 liisloria ohras de arle Hiniploinenle por sus formas; otros, no rliíl nrli! 011 todas tanloa, por la ¡nloligencia con qiio esl;in coni|iuestas y sus nvoinctonns. la riqueza de imaginación conque lia sido alinizado ot jlonliotm el mu- iu'gnmont.o. Las coiislilnye una eualidnil algo mas alia sen dofisfacrtrlo las obras de arlo. Está lioy reconocida la superiortiind de ShaliCRpeare sohro lodos los poetas dramáticos innsoln-i) ilns mil oiiiiilnts/'l^ sülrícinnlosú ncliooiftiilns rriüs dernofl. ¿Por su lenguaje, por la refítitaridad de sus draqu(! Iii Piíiaro/mi t\*\ Munich v <-l fíclvcílcrti dn Vtciia: mas ni por lo grande do su fantasía? No, sino por sn ¿es cnn l.nilii lii hisini'in linl urtn ni nuil mi sus [miicipa- fuerza de concepción que le lia ttejado ilominar los catsa jmríorlns? racteres mas complexos y penetrar en el fondo de la naSn If! r.;corní iin'uílnniiiio en Iiiiscn He pinturnR niiLi- turaleza y el liomliro. Por su fiior/a do concepción es fjuas. Nii ciitm nsindiur lii IÍIIÍKI merliii siiiti cu alRunas In- [ireciso juzgar al arlislii. Las demAs cualidades no lial'laa .1(( IhíruincliiiK, Viui-clor-Wcyíli>, AlluTlii Oiircni ceii mas que completarle. y olms iMiilíin^s iilftiuniiiís y íl;im(iitcns i[nl stfílct XV. ICmEntremos ou cualquiera do las salas españolas y juzpif'.ziui líis iisciiiílns iliiliiinus nii Vjiici y lus nspiiñolus m Mnrnlüs, N<i liüy un sulo ciiiuiro do l'i'iirn Vnnnucí;!, tu guemos, nurante lurgo tiempo fia sido Morillo enire nuiloMigiirl Anf^H (liiruvncRÍf». I-nisdc VíiriU'as, Juan riií cionalos v estraujeros el rey dennoslros jiinloros. ;,Por í^iívillñ , i»l Tiigiiao llcrrcru, son nulorftB coinnlo.l^imentfí (pié lia llegado al íin íi destronarle Volazquez? Murillo lia 'inscotiiiüidos. 1)0 Miyiinl An^ícl líiinnarolti y do Salvalor affarcadoen su imaginación el ciclo y la tierra; lia aliierRosa , «xiatft un snlo lienwi. Uno solo , iln liis Roolas y to á los ojos del creyoiite las puertas doi paraíso y reveAiiloniotinl Cnslilli). SnnoRCHsisiinns los rnadrtis iloiide lado la gloria de los IjienavenUirados y los sanios. Si ha sido en muchos de sus cuadros mituralist.a, ha llogudo Sft [nitíiln sngiiir «^1 arlo oii su iliícailuncin. en otros á los últimos límites del iilealismo. Ha acru[iaAnAílfist' cjiín mi npliln clasilicnilas las oltras cronnlíi- do divinamente sus (lauras, revestido ledas sus ol)ras do ¡^¡«iinictUn ni nnr nsouftlits;'["« ni pnr aulorcp llogan A brillantes formas.—Nada hay de brillante en los cuadros «'•^larlricn las mas do las snliis. La soTÍn es la li>y del de Velazquez; nada quo revele una gran fanlasíu. Los 'muido, |);i ííscrilonn aul.or(!L:li>fir(í. Seriar ns nieinci- mas son simples retratos; casi lodos, reproducción de ii-ir, lia dinlio enrca rln miídín siglo dcsiincs uno rlti Ins escenas de la vida real, del mundo y de la genoracimi en '«as aiiducíís iinnsadíircp modismos. ¡Qnií ni líspana nos que su autor vivía. ¿En qué puede fundarse la superiíiri^''iin lan inúlili^R los ndnlani.oR dn la cimicia ! (íail de Velnzquo?. ? IJicese que en la pureza de su dibujo lis com|i]ftLi la confusión ctt eslc miiírn. ¡Qirú osnec- y la verdad de su colorido; en la prodigiosa exacti tud con litculo, sin nmlwrgo, el de cada uno de los salonfis 1 Un AÑO 11. (pío lia saliido traslitdiir ;í sus lienzos la naturaleza. Hay pintores í[ue rojiroducen las faccionoi del linmbro, otros cine al hombre. Velazquez ha pintado en cada una de sus hguras lodo un carácter; hé aqni su verdaiient título de gloria . l*op la pluma de Tiicito no conoceriitmos mejor li Felipe IV que [wr el pincel de este artista. La historia está lejos de revelamos lo que el retrato doI conde-duque de Olivares. El mismo cuadro de I()s borrachos es nn poema: las huellas del vicio aparecen profundamente impresas en aquellos rostros animados por una alegría héquicn. Murillo no ha tenido con mucho esa fuerza de concepción asombrosa. Ha presentailo sus personajes b¡ijo uno solo de sus asfwctos. ¡No fia sabido, generalmente liablando, identiticarso con ellos y flevolverles la vida que vivieron. La vida os siempre una lucha ; lucha del espiríliiy la materia, lucha rio los sentimientos vías virtualidades contrapuestas que encerró Dios en eralmade loilo hombre. Esta lucha se maniliesla raras veces en ios cuadros lie Murillo, ni aun en aquellos cuya escena ha tenido lugar en el nnuido de los sentidos. !No solo Vela?,quez; víurharan , Itiliera ganan en fuerza de concepción [i Murillo. Zurbaran tiene lid vez tanta como Velazuuez: Kibera ha pintado cabezas (pie son verdaderos lijios. ¡Lílstima que no contenga este museo el Santo T^tnás del primero, su San lirnno y Urbano IV , y aleunos de sus modílahmulos cartujos! Lii mirada de Zurbaran era titmhien profunda; leía también y traducía en sus ruadros toda la vida moral de sus personajes. Han aeertado apiolar /urhiiran v Murillo un mismo asunto: Jesucristo aun niño, dormido sobns la cruz eii tpie ha de exhidar su íillimo suspiro. No liny mas que com[)arar los dos lienzos. Cotí'jenso luego los a]i()stoles de Murillo con ¡os de Itibcra. Hibera ha joniado el Prometeo de la fábula estendido sobre las mcasdíd Cáucaso, y devorado en «^ns entrañas ñor un buitre. No parece ai'no que fra cotnpremlido ía signilicacion mcMlerna de eso antiguo niíto. La fuerza de concopcion , sí, la fuenade coucepcion constituye al verdadero artista. Por ella se nodria clasiliciir i\ lodos los [«utorcs, todos los escultores, tollos los [metas, tolo? los hombres de arle. Un nuevo sol alumliraria entonces la critica. Se descubririim nuevas lilíacinnes artísticas y ilesaparccerian divisiones evidentemente absurdas. Nneslros pintores se hallarían naturalmenlo distribuidos nn dos grandes familias: una