Algunas Notas Sobre la Radio Rural y la Radio Indígena

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ALGUNAS NOTAS SOBRE LA RADIO RURAL Y LA RADIO INDÍGENA.
Manuel Calvelo Ríos.
Estas notas fueron sugeridas durante diversos procesos de interlocución con colegas,
profesionales de la radio, preocupados por el presente y el futuro de sus actividades. Los análisis
realizados no fueron exhaustivos, pero en ellos apareció una riqueza de experiencias y un nivel
de compromiso tales que encontramos necesario formalizar algunos de los puntos que generaron
discusión y plantearon incógnitas. En cierta medida todas las afirmaciones que se exponen son
cuestionables y se refieren a promedios generales, a los que es posible, siempre, encontrar
excepciones. Gran parte de las propuestas se basan, precisamente, en las excepciones
encontradas.
La radio, como sistema de emisión y recepción de mensajes sonoros, tiene, aproximadamente, un
siglo de existencia. Se fundamenta en las investigaciones de Hertz, descubridor de las ondas
llamadas hertzianas, los trabajos de Bell y de Marconi y de muchos otros investigadores y
técnicos.
Los resultados de estos trabajos nos permiten contar hoy con una amplia gama de frecuencias, o
longitudes de onda, mediante las cuales podemos emitir mensajes y recibirlos en diversos puntos.
Hablamos de ondas largas, medias, cortas y ultracortas. En todas ellas se utilizan frecuencias
portadoras, sobre las cuales se modulan, mediante variaciones de amplitud, o intensidad, los
mensajes sonoros. Cada emisora efectúa sus transmisiones en una frecuencia determinada y el
receptor debe ponerse de acuerdo con dicha frecuencia, o sintonizarse, para recibir la señal
radioeléctrica (o electromagnética) y, de ella, obtener la información sonora.
Recientemente, en los últimos veinte años, las investigaciones y desarrollos tecnológicos
permitieron el desarrollo de una nueva forma de transmisión: la de frecuencia modulada, en la
cual la amplitud, o intensidad, permanecen constantes y se modula la frecuencia para que la señal
electromagnética transporte la información sonora.
Todos estos sistemas transformaban las variaciones de energía mecánica (sonidos) en
variaciones de energía electromagnética en forma analógica. En la actualidad ya comenzaron a
operar sistemas que transforman la información sonora (intensidad y tono) en información digital
que puede ser recuperada por el receptor y transformada de nuevo en información sonora
(variaciones de energía mecánica).
En un determinado momento de esta evolución tecnológica, los estados , independientemente de
su signo político y por razones bastante diferenciadas, tomaron el control de algunos aspectos de
la radio. En casi todos los paises el espectro electromagnético es propiedad del estado, el que
otorga concesiones para su uso y reglamenta gran parte de las características técnicas.
En sus etapas iniciales, el equipamiento para la emisión radial era sumamente costoso y, salvo el
caso de los radioaficionados que durante bastantes años realizaron aportes sustantivos al
desarrollo de las tecnologías y a la ampliación del espectro utilizable, en gran parte de los paises
la radio se inició como un sistema con fines de lucro. Si bien la mayor parte de los estados se
reservaron alguna frecuencia para disponer de radios oficiales, la mayor parte del espectro fué
concedido a empresas privadas para su utilización comercial.
El sostenimiento económico de estas emisoras dependió, desde sus inicios, de la publicidad. Y
para que la publicidad financiara las radios, estas compitieron por la amplitud de las audiencias.
Se construyeron entonces programaciones que buscaban llegar a todos y en todo momento. Se
ampliaron por lo tanto los horarios de emisión: a mayor cantidad de horas, mayor cantidad de
mensajes publicitarios y mayores niveles de financiación.
Surge la competencia cuando las emisoras comienzan a ser rentables y la competencia tiende a
ajustarse a la masividad del receptor: se busca el mínimo común denominador del gusto del
público. Y el mínimo es realmente eso.
Se habla para todos sin decirle nada a nadie.
Sólo cuando los cambios tecnológicos antes mencionados permiten la aparición de radios a nivel
local, éstas comienzan a atender algunas especificidades de sus radioescuchas y, en algunos
casos, llegan a devolverle la palabra al mudo.
Y, el aumento de la competencia, lleva a considerar la segmentación de los receptores y a la
aparición de emisoras especializadas: aquellas que sólo emiten noticias; las dedicadas a un
determinado género musical, etc..
Si entendemos operativamente que la comunicación es el proceso de producción, a veces
conservación, y reproducción de mensajes, podemos clasificar éstos en algunas categorías.
Manipulación, cuando el resultado potencial de los mensajes es útil para quién los produce y
emite, pero no para quién los recibe.
Información, cuando el contenido de los mensajes tiene utilidad tanto para quién los produce
como para quién los recibe. Estos mensajes contienen, básicamente, datos de la realidad externa
a los receptores destinada a facilitar la toma oportuna de decisiones adecuadas.
Educación, cuando los mensajes tienden a, y facilitan, la generación de nuevas actitudes a nivel
de la conciencia del que los recibe. En general coadyuvan a la formación de ciudadanos
conscientes.
Capacitación, cuando los mensajes contribuyen a que quién los recibe, como participante en un
proceso de enseñanza aprendizaje, comparta información, destrezas intelectuales y
psicomotrices. Contribuye a la formación de ciudadanos productivos.
Por último, entendemos que son mensajes de comunicación aquellos que son construidos
conjuntamente por ambos interlocutores, o grupos de ellos, y tienen como función básica la
participación.
Es decir, en términos generales, existe comunicación si, y solamente si, los mensajes
intercambiados entre los interlocutores son el producto de un proceso conjunto entre universos
diferentes de interlocutores.
Queda claro que la radio, como instrumento de producción y reproducción de mensajes, es
funcional, y a veces imprescindible, para procesos de información; es muy útil para procesos
educativos; ve reducida su eficacia para establecer procesos continuos de comunicación; es
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sumamente ineficiente para procesos de capacitación; y es, desgraciadamente, muy utilizada para
la manipulación.
De nuevo, es necesario añadir que los avances técnicos, plasmados en la aparición de
radioemisoras locales, permiten cambios, sobre todo en el sentido de favorecer el uso
comunicativo del instrumento.
El factor que más frena estos cambios potenciales se encuentra en el punto clave de todos los
procesos de generación y uso de mensajes: la propiedad de los instrumentos y el personal que los
maneja.
Desde el punto de vista de la propiedad encontramos un denominador común. Las radioemisoras
son de propiedad privada y tienen objetivos generales de lucro. Se encuentran también, pero en
escaso número, radios que no tienen dicho objetivo. Pertenecen a organismos del estado o, con
frecuencia, a organizaciones religiosas o sin fines de lucro, pero deben autofinanciarse en la
mayor parte de los casos.
Son las dos últimas categorías las que abren las ondas al diálogo, a la comunicación, y al uso de
los mensajes para grupos rurales o indígenas.
A veces, aunque escasas, emisoras comerciales del área rural abren ventanas, o rendijas, a
mensajes para estos destinatarios. Pero finalmente terminan pasando la factura a los organismos
para los cuales, en principio, el servicio era gratuito.
Pero el problema fundamental, a nuestro entender, no se encuentra ahí. Los costos de una
emisora local son hoy relativamente bajos, el equipamiento es fiable y los gastos de operación
reducidos.
El problema se encuentra en los comunicadores radiales y en su formación. Los primeros
operadores fueron siempre aficcionados, gente motivada por una gran diversidad de intereses,
entre los cuales la fama, el prestigio y el lucro no estaban nunca ausentes. La comunicación, el
compromiso social, el servicio a la comunidad se han encontrado siempre con mayor frecuencia
entre los llamados radioaficcionados, que tienen una tradición de servicio de gran arraigo.
Las escuelas, sobre todo universitarias, de formación de personal para la radio (y nos estamos
refiriendo al de realización y no al técnico) nacen tardiamente. Y los que enseñan son los que se
formaron empíricamente y se autodenominan a si mismos profesionales. Las primeras escuelas
son de locutores y hace sólo unas décadas comienza a formarse personal en las llamadas
escuelas de comunicación.
Pero todavía el grueso del personal es de formación empírica, cooptado por razones de
proximidad ajenas a su formación. En general basta insertarse en una red próxima al sistema,
mostrar interés y dedicación, tener bajo nivel de reflexión autocrítica, proponer alguna innovación
formal y, quizá, voz microfónica, para entrar al mundo de la radio. En general, también, un elevado
nivel de superficialidad es casi una garantía, ya que significa un bajo nivel de crítica y
cuestionamiento.
Estamos hablando de rasgos generales, pero no podemos ignorar algunos casos sobresalientes
de hombres y mujeres con un elevado nivel de reflexión y compromiso con sus responsabilidades
para los radioreceptores.
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Ellos han hecho aportes notables y han permitido mantener en el aire emisiones que pueden
enorgullecer a cualquier comunicador y han puesto en evidencia tanto el potencial del instrumento
como la mediocridad de tantas supuestas prima donnas.
Y así llegamos al problema de la posibilidad de hacer comunicación radial para grupos rurales e
indígenas, o étnicos, o intercultural.
En principio debemos decir que cualquier intento de comunicación con segmentos de población
rural que utilice instrumental moderno, como la radio, es ya un intento de comunicación
intercultural.
Pero, además, para que un mensaje sea de comunicación tiene que satisfacer ciertos requisitos:
a.
b.
c.
d.
Sus contenidos deben ser de interés, o satisfacer necesidades de, el receptor.
Sus códigos, verbales, suprasegmentales, etc., deben ser los del receptor.
La estructura de relato de los mensajes, debe corresponder a la del receptor.
El momento de emisión de el o los mensajes, debe responder a las posibilidades del receptor.
Es decir, debemos modificar la condición de receptor, pasivo, por la de interlocutor, activo y
participante.
Hacemos la salvedad de que en los mensajes de caracter estrictamente educativo es necesario
introducir nuevos códigos, pero basta que estos sean definidos para el receptor para no vulnerar
los requisitos antes mencionados.
Pero la radio nace urbana, no rural. Pertenece y responde a los intereses y pautas de la etnia
dominante, no a los de los grupos indígenas. Tiene fines de lucro, no de comunicación para la
participación. Responde y sigue las líneas trazadas por las minorías dominantes, y no a las de las
mayorías, o minorías, dominadas.
Uno de los resultados de la historia y evolución de la radio y de las características de las personas
que la poseen y manejan es que, cuando se realizan intentos de producir radio rural o indígena
se cae, casi en forma inevitable, en las pautas de la radio urbana.
Como decíamos a un grupo de la etnia mapuche, en Chile, que estaban haciendo radio huinca
(blanco, perro) en idioma mapudungun.
O, como encontramos en México, un productor de un pueblo indígena que emitía la hora cada tres
minutos. Imitaba una pauta, y quizá necesidad cultural, totalmente urbana, ignorando la
dimensión temporal rural de su grupo.
Y, lo que es peor, horas y horas, dias y dias, meses y meses, años y años de este tipo de
mensajes han creado radioadicción y es posible que hoy los radioescuchas, pasivos y
manipulados, demanden lo que siempre han recibido y se extrañen, y hasta rechacen, otro tipo de
lenguaje, estructura y programación que se les ofrezca.
Pero tenemos confianza en la inteligencia y capacidad de los grupos rurales e indígenas y
planteamos, como hipótesis, que es posible y sustentable la existencia de emisoras rurales e
indígenas como instrumento de comunicación para estos grupos.
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Instrumentos que hablen en sus códigos, con sus estructuras, de sus intereses, sin dejar de lado
las miradas globales imprescindibles en este mundo interconectado y global.
Creemos que cualquier intento en ese sentido pasa, imprescindiblemente, por la formación del
personal, rural o indígena, en el conocimiento, manejo y uso de la radio para la generación,
conservación y uso de mensajes. Formación que no debe repetir o imitar las pautas hasta ahora
vigentes en las escuelas de periodismo o de comunicación, exclusivamente urbanas.
Un manejo que incluya, además de la demitificación de un instrumento tan ajeno a su propia
cultura (para ponerlo a su servicio y no devenir esclavos del mismo), la identificación de los
mensajes que interesan a los destinatarios, para transformarlos en interlocutores, el uso de sus
propios códigos y estructuras, para tornar más eficiente el uso de los contenidos, y una estructura
de programación que responda a los momentos más adecuados para el interlocutor.
Dijimos antes que el instrumental, cuyos costos se siguen reduciendo gradualmente, no será un
obstáculo para hacer radio rural o indígena. Pero si parece necesario un breve comentario sobre
el tema de la calidad técnica.
Los receptores de frecuencia modulada, cada vez de menor costo, ya están apareciendo en las
áreas rurales. Puede aparecer un problema cuando, en un próximo futuro, las emisoras pasen al
sistema digital. Ello puede significar en lo inmediato un incremento en el costo de los receptores.
De ahí la necesidad de una adecuada selección de las tecnologías a utilizar con vistas al futuro.
El procesamiento de mensajes radiales está conformado, en términos generales, por tres etapas:
la producción, o acopio, de los mensajes; la emisión; y la recepción.
De poco sirve una cuantiosa inversión en los equipos de producción (alta fidelidad, estereofonía)
si la recepción se efectúa con una pequeña radio, en general no muy bien sintonizada, con un
parlante de cinco centímetros. La calidad técnica final del mensaje está limitada por la etapa de
menor calidad. Por eso no parece en verdad imprescindible grabar con Nagra, o Revox, o Ampex,
y en cambio parece suficiente un equipo mucho más accesible por su menor costo, aunque
carezca del prestigio técnico de aquellos.
Y cualquier radio rural o indígena podrá existir solamente si puede ser sostenida por aquellos
grupos a los cuales está destinada. Y estos son, en general, los de menor nivel económico en
nuestras sociedades.
La redefinición del concepto de calidad y la reducción de lo que hemos denominado terrorismo
tecnológico, son elementos básicos para pensar en una radio rural o indígena sustentable.
De nuevo vale la pena insistir en que solamente un sólido proceso de formación del personal
ofrece las garantías necesarias para poner en marcha y operar un sistema de radio que pueda ser
un verdadero instrumento de comunicación para una real dinámica y reivindicación de las culturas
rurales y de los pueblos indígenas.
Esta formación deben recibirla representantes de los propios grupos rurales o indígenas, si es
posible en sus propias regiones con un contacto comunicacional permanente con sus futuros
interlocutores. Y debe completarse con instrumentos y metodologías de seguimiento de su
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actividad y procesos de reforzamiento de sus capacidades y de adecuación realista de las nuevas
tecnologías disponibles que favorezcan el desempeño de sus tareas.
Además de asegurarse que la formación recibida tienda a que los futuros profesionales produzcan
mensajes con contenidos, códigos, estructura de relato y la mejor adecuación posible a los
momentos de los interlocutores, esta formación debe cuestionar algunas pautas enraizadas en
forma acrítica en los actuales productores. Cuál debe ser la duración de los programas, y la de
transmisión. Cuál debe ser el concepto de programación. Cómo incorporar al actual receptor a su
papel de interlocutor. Cómo establecer sistemas de realimentación permanentes.
Estos, junto a otros, temas son fundamentales para irse acercando a una nueva definición de la
radio como potencial instrumento de comunicación al servicio de las naciones indígenas y de la
comunicación intra e intercultural.
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