Apostasía y protección de datos personales - RUA

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Apostasía
y
protección de datos personales
María Asunción Soriano Rodríguez
Facultad de Derecho
Apostasía
y
protección de datos personales
Implicaciones entre los Ordenamientos estatal y canónico
a propósito del
actus formalis defectionis ab Ecclesia Catholica
TESIS DOCTORAL
AUTORA: María-Asunción Soriano Rodríguez
DIRECTOR: Prof. Dr. D. Manuel Alenda Salinas
Alicante, 2012.
MANUEL ALENDA SALINAS, Catedrático de Derecho
Eclesiástico del Estado de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Alicante,
CERTIFICA
Que la Lcda. Dña. María Asunción Soriano Rodríguez ha realizado
bajo mi dirección el trabajo de investigación titulado Apostasía y
Protección de Datos Personales, el cual puede ser presentado, para su
lectura y defensa, como tesis doctoral.
Alicante, a 25 de julio de 2012.
Fdo.: Dr. Manuel Alenda Salinas
ÍNDICE
ABREVIATURAS ........................................................................................................... 7
INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 9
PARTE PRIMERA
BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
CAPÍTULO I: EL DERECHO CONFESIONAL....................................................... 41
1. La libertad religiosa en la eclesiología y en la regulación jurídica de la Iglesia
Católica ............................................................................................................................ 44
1.1. Apostasía y libertad religiosa ínsitas en la dignidad humana ..................... 46
1.2. El Ordenamiento canónico: Derecho universal y Derecho particular......... 54
1.3. La apostasía en la legislación canónica........................................................... 59
1.3.1. Distinción de figuras afines ....................................................................... 59
1.3.2. Normativa aplicable.................................................................................... 67
1.3.3. Procedimiento: el actus formalis defectionis ab Ecclesia Catholica............. 76
2. El derecho a la intimidad en la Iglesia Católica..................................................... 82
3. Constancia del estado del fiel y registros eclesiales parroquiales....................... 87
CAPÍTULO II: EL DERECHO ESTATAL................................................................. 93
1. La dimensión personal de la protección de datos: dignidad, libertad y
personalidad ................................................................................................................... 96
2. La libertad religiosa: derecho subjetivo de la persona y principio jurídicopolítico, informador de la actuación del Estado ...................................................... 113
2.1. El derecho de libertad religiosa: artículo 16 de la Constitución Española de
1978 ............................................................................................................................ 113
2.2. El principio de libertad religiosa. ................................................................... 129
2.3. La Ley Orgánica de Libertad Religiosa, de 5 de julio de 1980.................... 136
3. Regulación jurídica de la protección de datos de carácter personal................. 142
3.1. Los artículos 18. 1 y 18. 4 de la Constitución Española de 1978: deslinde de
derechos .................................................................................................................... 142
3.1.1. Derecho a la intimidad personal: artículo 18.1 de la CE..................... 142
3.1.2. Derecho a la autodeterminación informativa: el artículo 18.4 de la CE
................................................................................................................................ 151
3.1.3. Relación entre los artículos 16 y 18.4 CE.............................................. 1699
3.2. Precedentes normativos de la protección de datos personales .................. 173
3.2.1. Convenio 108 del Consejo de Europa de 1981 ..................................... 174
3.2.2. Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre, de Regulación del Tratamiento
Automatizado de Datos de Carácter Personal ................................................ 178
3.2.3. Directiva 95/46/CE, de 24 de octubre de 1995 ..................................... 183
4. La Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de
Carácter Personal y su Reglamento de desarrollo................................................... 188
PARTE SEGUNDA
DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
CAPÍTULO I: IMPLICACIONES INTERORDINAMENTALES....................... 219
1. Regulación jurdica de las relaciones Iglesia- Estado ........................................... 221
1.1. Consideraciones generales............................................................................... 222
1.2. Principios rectores........................................................................................... 2299
2. Los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede....................................... 256
3. Implicaciones interordinamentales con base en la LOPD .................................. 272
3.1. La cuestión litigiosa desde el actus formalis defectionis ab Ecclesia Catholica
.................................................................................................................................... 273
3.2. Conceptos jurídicos y cuestiones controvertidas ......................................... 281
3.2.1. Datos especialmente protegidos, consentimiento expreso, intimidad y
sujetos afectados .................................................................................................. 281
3.2.2. Ficheros, registros y libros parroquiales ................................................ 297
3.2.3. El principio de calidad del dato, los derechos de rectificación y
cancelación y las inscripciones del Libro de Bautismos................................. 317
CAPÍTULO II: LOS TÉRMINOS DEL CONFLICTO Y SU RESOLUCIÓN.... 331
1. Posiciones de las partes en conflicto...................................................................... 335
1.1. El particular-interesado.................................................................................... 335
1.2. La Iglesia Católica ............................................................................................. 342
1.3. La Administración ............................................................................................ 346
2. La solución judicial del conflicto............................................................................ 358
2.1. La Audiencia Nacional..................................................................................... 359
2.2. El Tribunal Supremo......................................................................................... 375
3. Estado actual de la cuestión.................................................................................. 3933
4. Breve apunte acerca de la Diócesis de Orihuela-Alicante. ................................. 413
CONCLUSIONES ................................................................................................... 41919
BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................ 4377
ANEXOS ..................................................................................................................... 4611
ABREVIATURAS
AACC:
Acuerdos de Cooperación con las confesiones religiosas distintas
de la Iglesia Católica.
AAJ:
Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre Asuntos
Jurídicos.
AAS:
Acta Apostólicae Sedis.
AEPD:
Agencia Española de Protección de Datos.
AH:
Antecedente de Hecho.
AN:
Audiencia Nacional.
Art./arts.
Artículo/artículos.
BOE:
Boletín Oficial del Estado.
BOO:
Boletín Oficial del Obispado.
CALR:
Comisión Asesora de Libertad Religiosa.
Cdo:
Considerando.
CE:
Constitución Española de 1978.
CEC:
Catecismo de la Iglesia Católica.
c./cc.
Canon/Cánones.
CEDH:
Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y
las Libertades Fundamentales.
CIC:
Código de Derecho Canónico -Codex Iuris Canonici-.
CIE:
Comisión Islámica Española.
CIS:
Centro de Investigaciones Sociológicas.
CP:
Código Penal.
DGAR:
Dirección General de Asuntos Religiosos.
DH:
Dignitatis Humanae. Declaración sobre Libertad Religiosa. Concilio
Vaticano II.
DUDH/DDH: Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948.
FCI:
Federación de Comunidades Israelitas de España.
edic.
Edición.
FEREDE:
Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España.
FJ:
Fundamento Jurídico.
GS:
Gaudium el Spes. Constitución Pastoral. Concilio Vaticano II.
LG:
Lumen Gentium. Constitución dogmática. Concilio Vaticano II.
LOPD:
Ley Orgánicade Protección de Datos.
LORTAD:
Ley Orgánica de Regulación del Tratamiento Automatizado de
Datos de Carácter Personal.
LOTC:
Ley Orgánica del Tribunal Constitucional.
LOLR:
Ley Orgánica de Libertad Religiosa (LO 7/1980, de 5 de julio)
LRJA-PPAC: Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del
Procedimiento Administrativo Común.
nº/n./nn.
Número/números.
RER:
Registro de Entidades Religiosas.
RGPD:
Registro General de Protección de Datos.
SAN:
Sentencia de la Audiencia Nacional.
STC:
Sentencia del Tribunal Constitucional.
STS:
Sentencia del Tribunal Supremo.
TC:
Tribunal Constitucional.
TIC:
Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación.
VV. AA.
Varios autores.
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
Aunque algún sector doctrinal ha hablado de “vaciamiento de la
religión” o de un significativo cambio en el sentimiento religioso de los
españoles1, desde que se tienen noticias del hombre existen datos de su
preocupación por la religión. Entendemos que ello constituye razón
suficiente para traer a estas páginas una sucinta referencia a este fenómeno
en atención a la relevancia jurídico-social que puede conllevar.
Desde tal percepción, que el fenómeno religioso es concebido,
generalmente, como algo positivo por los ordenamientos resulta evidente.
Como pone de manifiesto MARTÍNEZ-TORRÓN, “el hecho de que la
religión sea considerada como un fenómeno social de valoración positiva
significa que no se la considera tanto un factor de conflicto o de
preocupación social -aunque ocasionalmente algunos grupos religiosos lo
sean- cuanto una realidad que contribuye a la mejora de la sociedad”;
aclara, a su vez, con acierto, que reputar la religión como factor social
positivo no implica que las opciones de increencia sean conceptuadas
negativamente2. Compartimos, pues, su opinión acerca del error que
supone considerar jurídicamente contrarias las opciones, religiosa e
En esta línea de pensamiento se halla MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, cuando afirma
que “las estadísticas reflejan los cambios en las costumbres y en las creencias de los
españoles y estos datos no parecen reflejar esa solidez de la práctica y el culto católico en
la sociedad española (…) estudios confirman los “cambios en el sentimiento religioso de
los españoles y la disminución de las religiones tradicionales en el conjunto de las
creencias, incluso, un cierto vaciamiento de la religión que afectaría profundamente al
peso del catolicismo en España”. (MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y
libertad religiosa en España, Dykinson, Madrid, 2000, 262-263). Aunque éste no es el parecer
general, S. NIETO NÚÑEZ, por ejemplo, habla también de “pérdida de peso del
cristianismo” en España, pero “sobre todo por nuevas leyes que cuestionan algunos de
los principio fundamentales y valores defendidos por la Iglesia”. Al mismo tiempo
defiende, citando a BENEDICTO XVI, algo que resulta obvio para cualquier cristiano: «el
cristianismo no es un montón de prohibiciones sino una opción positiva»”. (Cfr. NIETO
NÚÑEZ, S., “Derechos confesionales e integración de las confesiones religiosas”, en
Jornadas Jurídicas sobre Libertad Religiosa en España, Ministerio de Justicia, Madrid, 2008,
189). MANTECÓN SANCHO señala que en el Barómetro del Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) del mes de enero del año 2010 se hace referencia a una ligera
disminución del número de españoles que se consideran católicos, así como “la presencia
en el colectivo alógeno de una notable minoría islámica y otra ortodoxa; indicando que
los españoles que han abandonado el catolicismo no han asumido otros credos religiosos,
sino que han engrosado lo que denomina «bloque de la increencia» que, “entre ateos y
agnósticos alcanza ya un significativo 20,2%”. (Cfr. MANTECÓN, J., “En torno a la
anunciada reforma de la Ley Orgánica de Liberta Religiosa”, en Anuario de Derecho
Eclesiástico del Estado, Vol. XXVI, 2010, 336).
2 MARTÍNEZ-TORRÓN, J., “La Ley Orgánica de Libertad Religiosa, veintiocho años
después”, en La Libertad Religiosa y su regulación legal, Iustel, Madrid, 2009, 56-57.
1
11
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
irreligiosa, “por el hecho de serlo intelectualmente”3. Otros autores, en
línea radicalmente contraria, entienden que para el Estado laico el carácter
sagrado de los actos relativos a la religión no ha de ser especial, ni debe
entrar en valoraciones al respecto. Como señala FERNÁNDEZCORONADO en el sistema español «existe una valoración positiva, pero
no de lo religioso en cuanto tal, sino del derecho de los ciudadanos a creer,
a elegir entre varias creencias y optar por una profesión ideológica
concreta»”4.
Dado el interés que para nosotros reviste el hecho religioso y su
trascendencia en el ámbito civil, no prescindimos de realizar una muy
genérica referencia en el presente apartado, para lo cual seguimos,
especialmente,
HERNÁNDEZ,
a
los
cuyas
profesores
MARTÍN
apreciaciones
sobre
VELASCO
el
tema
y
LUCAS
recogemos
a
continuación.
En efecto, ambos autores ponen de relieve que, aunque el fenómeno
religioso es tan antiguo como el hombre, es en Grecia donde tenemos los
primeros testimonios de una atención expresa al hecho religioso en
nuestra pintoresca y vieja Europa. A partir de los sofistas van apareciendo
toda una serie de interpretaciones psicológicas, sociológicas o filosóficas
de la religión que preludian las que muy posteriormente divulgarán las
filosofías de la religión de orientación racionalista y las primeras
interpretaciones científicas sobre el origen y la naturaleza de la religión,
elaborada desde los presupuestos del positivismo.
En nuestro mundo cultural, la religión ha sido hasta hace poco
monopolio de filósofos y teólogos. Todas las grandes civilizaciones
creadas han sido
en sí
mismas multiculturales,
multiétnicas y
multiconfesionales, desde la egipcia a la griega, desde la romana a la
cristiana, desde la judía a la musulmana. No existen, históricamente,
MARTÍNEZ-TORRÓN señala que la posición generalizada de la doctrina acerca de “la
libertad religiosa, de pensamiento y de conciencia –o si se prefiere, la libertad de religión
y creencias-“ es la que comprende tanto las convicciones teísticas como las ateísticas”. En
realidad –continúa diciendo- “lo que una sociedad democrática necesita son personas que
tengan convicciones profundas y estén decididos a vivir conforme a ellas, sean del signo
que sean”. (MARTÍNEZ-TORRÓN, J., “La Ley Orgánica de Libertad Religiosa, veintiocho
años...”, op. cit., 57-58).
4 PELAYO OLMEDO, D., Las comunidades ideológicas y religiosas, la personalidad jurídica y la
actividad registral, Ministerio de Justicia, Madrid, 2007, 114.
3
12
INTRODUCCIÓN
civilizaciones en estado puro e inmutables, todas ellas se van
contaminando en su evolución espacio-temporal.
El principio heredado del Racionalismo y de la Ilustración, según el
cual la religión es un producto cultural del hombre, asoma en una época
determinada a la historia; y, de acuerdo con este presupuesto, el carácter
de “sobrenaturales” que las diferentes religiones se atribuyen queda
descalificado como incompatible con la absoluta independencia de la
razón humana, que impide la aceptación de cualquier realidad que se
presente como sobrehumana.
En el esquema positivista de interpretación de la historia propuesto
por AUGUSTO COMTE en su Filosofía positiva5, la religión pertenece al
primer estadio de la filosofía, el teológico, mítico, ficticio, que habrá de ser
sustituido en la evolución humana, por el metafísico, superado, a su vez,
por el estadio positivo instaurado con el advenimiento de la ciencia6. Si el
hecho religioso es un hecho cultural producto del hombre, habrá surgido a
partir de un estadio no religioso anterior, que la pregunta por su origen
debe descubrir.
Sin embargo, desde hace bastante tiempo se viene hablando de
crisis de la religión, manifestada, principalmente, en la baja de las
prácticas religiosas en países tradicionalmente creyentes, así como en la
presencia de actitudes radicales frente a determinadas confesiones
religiosas. Es el “eclipse de Dios”, en palabras de MARTÍN BUBER7. Por
su parte, el eminente profesor ZUBIRI afirma que “el hombre actual se
caracteriza no tanto por tener una idea positiva de Dios (teísta) o negativa
5 Isidro Augusto María Francisco Javier COMTE, (Montpellier, 1798-1857), biólogo y
filósofo, considerado “padre del Positivismo”. Su obra principal la constituye el Cours de
Philosophié Positive, en seis tomos, publicados entre 1830 y 1842, en cuya composición dio
prueba de una energía en el trabajo extraordinaria y una capacidad de vencer todos los
obstáculos. Autor también del Cathéchisme positiviste (1852); puede afirmarse que en el
tercer periodo de su vida (1842-1857), lo que en realidad se gestó por el trabajo de Comte
fue un nuevo género de “religión sin Dios”, la religión positiva, que tributaba culto al Gran
Ser (le Grand Etre), es decir a la humanidad, tal cual ella, con sus perfecciones y defectos,
para elevarla a la mayor perfección. (Cfr. Enciclopedia Universal Ilustrada Europea
Americana, Tomo XIV, ESPASA-CALPE. Madrid-Barcelona, 1994, 857-860).
6 Cfr. MARTÍN VELASCO, J., Introducción a la fenomenología de la religión, Ediciones
Cristiandad, Madrid, 1993,17; 19; 26.
7 Cfr. BUBER, M., Eclipse de Dios, Buenos Aires, 1970.
13
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
(ateo) o agnóstica, sino que se caracteriza por una actitud más radical: por
negar que exista un verdadero problema de Dios”8.
El fenómeno religioso no obedece a caprichos de la moda; es, más
propiamente, el resultado de un cambio cultural que busca la satisfacción
del espíritu en otras formas de religiosidad donde la persona constituye el
objeto de fe.
Resulta complicado clasificar a los hombres en creyentes y ateos.
Todos creen algo, aunque este algo sea muy distinto para unos y para
otros. Lo que sí parece cierto es que la baja general del tono de la fe de
nuestra sociedad está siendo un fenómeno postreligioso y postcristiano
muy diferente del ateísmo clásico y del descreimiento de la Ilustración.
Actualmente, más que negar el contenido de la fe, más que negar a Dios,
se rechazan los moldes y cauces de su transmisión9. Y una muestra de ello
podría ser la apostasía como inconformismo, más que como revisión
intelectual de una determinada doctrina religiosa por parte de la persona.
El sociólogo francés M. GAUCHET se hace eco de esta cuestión
cuando afirma que “si hay un fin de la religión, no hay que juzgarlo como
debilidad mortal de la creencia, sino que hay que verlo en la instauración
del universo humano-social, no sólo fuera del clima religioso, sino desde
su lógica religiosa de origen”10. Los sociólogos de la religión prefieren
hablar al respecto de “des-institucionalización de los dogmas”, de
“reacciones fundamentalistas”, de “difusos misticismos”o de “religiosidad
secular”, por ejemplo11.
Junto a la persistencia de lo fundamental de la religión aparece su
coexistencia con la modernidad, de tal manera que, aun aquellos que se
autoidentifican como no religiosos y declaran la inoperancia de Dios en
sus vidas, constituyen uno de los sectores sociales con mayor
preocupación espiritual. A pesar de la pérdida de la función social de la
religión en nuestro mundo, se cuenta con indicios suficientes para poder
afirmar su permanencia en Occidente. Resulta evidente todavía que ni la
Cfr. ZUBIRI, X., El hombre y Dios, Alianza, Madrid, 1994, 11-12.
Cfr. LUCAS HERNÁNDEZ, J., Fenomenología y filosofía de la religión, BAC, Madrid, 1999,
3-6.
10 GAUCHET, M., Le déchantemen du monde. Une histoire politique de la religión, citado por J.
LUCAS HERNÁNDEZ. (Cfr. LUCAS HERNÁNDEZ, J., Fenomenología y filosofía de la
religión...”, op. cit., 6).
11 Ibídem, 6.
8
9
14
INTRODUCCIÓN
sociedad se ha desacralizado por completo ni la religión se ha convertido
en algo marginal ni irrelevante. Se cumple así el aserto de DURKHEIM de
que la religión está más llamada a transformarse que a desaparecer, ya que
los impactos externos que desfiguran las religiones institucionalizadas no
consiguen anular el fondo de sacralidad que las caracteriza12.
A la vista de su esencia y presencia en nuestra historia y nuestro
mundo, si queremos valorar la función de la religión y su puesto en la
sociedad actual, hemos de reconocer que todavía sigue siendo una
dimensión del espíritu que presupone perspectivas de futuro, tanto para
mejorar las condiciones del presente histórico del hombre, como, en
opinión de muchos, para asegurar la felicidad perdurable por encima del
espacio y el tiempo. A pesar de todo, no es legítimo minusvalorar la crítica
a que están sometidas en estos momentos las instituciones religiosas y la
religión en general, entendida como una crítica ponderada y desde su
dimensión positiva.
El mejor conocimiento de la naturaleza lleva a la cultura a
concentrarse en lo comprobable empíricamente (cientifismo), lo que
revierte necesariamente en la idea de que el hombre se forma a sí mismo:
el sujeto humano se eleva a “piedra de bóveda del saber y del obrar”. Esta
concepción, a la par que descubre facetas humanas inéditas hasta ahora
(evolución, historicidad, alteridad), coloca al hombre en el pináculo del
mundo haciéndole creer que es el punto cenital del mundo; en definitiva,
con el descubrimiento omnímodo de la razón, el sujeto humano se
constituyó a sí mismo en árbitro de la verdad y en criterio único de
moralidad, con el consiguiente rechazo de cualquiera otra instancia
superior13.
Superados el cosmocentrismo griego y el teocentrismo medieval, el
antropocentrismo moderno y contemporáneo lo fía todo al hombre, polo
último de referencia y único criterio valorativo. La forma de pensamiento
iniciada por Descartes entiende que la razón humana es la clave no sólo
del hombre, sino de toda realidad; de la mano de este pensador francés, la
filosofía se emancipa de la teología y de la religión. B. SPINOZA será
quien llegue al final con la elevación de la razón humana a categoría
12
13
Ibídem, 6.
Cfr. LUCAS HERNÁNDEZ, J., Fenomenología y filosofía de la religión...”, op. cit., 4.
15
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
divina, siendo KANT quien tiene la audacia suficiente de poner entre
paréntesis su creencia religiosa y fiarlo todo a la razón crítica.
Con la concepción absolutista del ser humano, las verdades
religiosas no son más que expresiones simbólicas de la naturaleza racional
y moral del hombre. “Dios se disuelve en lo humano, no siendo otra cosa
que lo que llegue a ser la humanidad al final de su proceso de
autorrealización y cumplimiento”14.
En cualquier caso, el eje de giro de cualquier civilización, con o sin
factor religioso en su punto de mira, habrá de pasar por la atención de tres
atributos esenciales en el ser humano: dignidad, personalidad y libertad
del
individuo.
Individualidad
y
pluralidad
cohonestadas,
inexorablemente, en un entorno vital enmarcado en las reflexiones que
surgen de la siguiente idea aristotélica: si el hombre civilizado y razonable
es el primero de los animales, es también el último cuando vive sin leyes y
sin justicia. De suerte que, como pone de relieve HERVADA, para que
exista la sociedad como tal, es preciso una estructura ordenadora, ya que
sin ésta no cabe la posibilidad de que la sociedad tenga existencia, como
no la tiene sin sus miembros15; el Derecho, pues, no puede considerarse
mero medio o instrumento: “el Derecho no es realmente algo que, distinto
del legislador y externo a la sociedad, sirva a aquél para gobernar a ésta.
Cumple sí, una función instrumental, pero no es medio o instrumento en
sentido estricto; es, en cambio, estructura ordenadora”16. Así, pues, en la
relación necesaria entre humanidad y norma, desde el prisma
omnicomprensivo de la esencia humana que integra el elemento religioso,
compartimos con BENEDICTO XVI la idea de que la política –en el
sentido de gobierno de la comunidad que conforma la ciudad o polis- debe
constituir un compromiso por la justicia y crear, en consecuencia, las
condiciones básicas para la paz. Como señalaba en su relevante discurso
ante el Parlamento Alemán, “naturalmente, un político buscará el éxito
que de por sí abre la posibilidad de la actividad política efectiva. Pero el
éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el
derecho y a la comprensión del derecho (…). A la pregunta de cómo se
Cfr. LUCAS HERNÁNDEZ, J., Fenomenología y filosofía de la religión...”, op. cit., 6.
Cfr. HERVADA, J., El ordenamiento canónico, Eunsa, Navarra, 2008, 80 ss.
16 Cfr. HERVADA, J., El ordenamiento canónico..., op. cit., 84.
14
15
16
INTRODUCCIÓN
puede reconocer lo que es verdaderamente justo, y servir así a la justicia
en la legislación, nunca ha sido fácil encontrar la respuesta y hoy, con la
abundancia de nuestros conocimientos y de nuestras capacidades, dicha
cuestión se ha hecho todavía más difícil”17.
Derecho y religión no tienen por qué distanciarse en tanto en
cuanto religión y humanidad se coaligaron en los mismos albores del
género creatural racional. El desenlace natural de tan intrínseca conexión
no podrá ser otro que la inserción del fenómeno religioso en la vida de la
ciudad, en la misma civilidad, que no es otra cosa que el desarrollo del ser
político del hombre, de su urbanidad.
Empero la creencia religiosa ofrece las parcelas positiva y negativa,
de consideración individual interna, aunque con una lógica proyección
externa; de modo que, profesar un credo, no hacerlo o cambiarlo, integran
un derecho derivado de esa disposición interior hoy reconocido, por
fortuna, en los próvidos entornos humanos donde el respeto a la dignidad,
la libertad, la igualdad y la pluralidad se hacen presentes; y el espectro
jurídico de la humanidad acoge esas facetas y las protege.
Algunos autores observan que, al analizar en profundidad la
esencia de la religión, sea cual sea, se descubre que la “ley” es la médula
de toda religión revelada; todas transmiten una norma básica para la
conducta social y es posteriormente cuando los teólogos descifran el corpus
teórico de la misma. Así, “la Religión, es primero y esencialmente,
legalidad”18.
Sin embargo, en el sentir y ulterior hecho religioso, desde la libertad
individual, engloba una estructura bidimensional: creer o no creer -o creer
“a medias”-, atender a la creencia o desproveerse de ella.
La fidelidad a la “verdad” revelada es una de las exigencias básicas
de toda religión; se trata de un requisito que se aprecia con mucha mayor
intensidad en los credos monoteístas. En buena lógica, pues, la falta de
fidelidad es un comportamiento reprobado en toda religiosidad que, no
obstante, no conlleva idénticas consecuencias en todas las religiones.
17 BENEDICTO XVI, Discurso ante el Parlamento Alemán de 22 de septiembre de 2011,
L`Osservatore Romano, Año XLIII, núm. 39, Edición semanal en lengua española, 6-7.
18 GARCÍA CRUZ, J. F., Un análisis del derecho islámico, Universidad de Extremadura,
Cáceres, 2004, 14.
17
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Detrás de esa legalidad, que sostiene y enmarca la fidelidad
religiosa, encontramos la palabra “apostasía”, y su significado -en relación
directa, generalmente, con el proselitismo19- como rasgo peculiar de las
religiones, con una semántica no siempre bien definida ni usada en todas
las religiones, no sólo en la Católica.
Etimológicamente, la palabra apostasía viene del griego σ5ο (“fuera
de”) y στασις (“colocarse”), que conforma las palabras α5οστασις, εως(ή),
(“qui fait defection, seditieux, rebelle”) y α5οστασια, ας (ή) (“defection,
abandon d´un parti”)20; y del latín apostato, as, are (apostatar, vivir
perversa, impíamente)21.
En sí misma, y en ese sentido, significa, pues, abandono, deserción
de un puesto o el abandono de un estado de vida. Y, como norma, todas
las religiones la consideran como “una corrupción en la virtud de la
piedad”, de manera tal que la apostasía se erige al tiempo en causa y
consecuencia del fallo o flaqueza en la perseverancia de la virtud.
Empero, la libertad de profesión de un credo religioso comienza y
acaba en la libertad del sujeto que decide, desde su libre voluntariedad,
pertenecer o no a una confesión determinada, e, igualmente, en la libertad
de declarar su adhesión o no a una estructura confesional. En
consecuencia, desde el referente de la voluntad del sujeto que elige, toda
norma, estatal o confesional, que dispusiera la incorporación o separación
del fiel al margen de su libre albedrío, conllevaría su proclamación de
ilegitimidad22; es por ello que se apunta, indefectiblemente, a una
intervención de la soberanía estatal como garante del respeto y desarrollo
de los derechos fundamentales de la persona, en relación con el grupo
social.
19 A propósito del binomio libertad religiosa (apostasía)-proselitismo, resulta de interés la
obra de VEGA GUTIÉRREZ, A.; particularmente, el trabajo titulado “El derecho a
cambiar de religión: consecuencias jurídicas de la pertenencia y disidencia religiosa en el
derecho comparado”, publicado en Ius Canonicum, Vol. 51, 2011, 173-217. No obstante,
por mayor proximidad a las ideas introductorias que pretendemos, nos referiremos
mayormente a su trabajo titulado “Conversión religiosa y Derecho”, en Conversión
cristiana y evangelización, Eunsa, Navarra, 2011, 81-109.
20 Cfr. BAILLY, A., Dictionnaire Grec-Francais, Hachette, 6º edic., París, 243-244.
21 Cfr. BLÁNQUEZ FRAILE, A., Diccionario Latino-Español, Sopena, Barcelona, 1988, 171.
22 Sostiene esta tesis GARÍN, quien sitúa en este plano la legislación israelita, “a cuya
confesión se adhiere uno por nacimiento”; en la misma situación se halla el credo
musulmán. (Cfr. GARÍN, P. M., Temas de Derecho Eclesiástico del Estado..., op. cit., 183).
18
INTRODUCCIÓN
Bien cierto es que aquí radica una buena parte de la conflictividad
actual del derecho de libertad religiosa; en concreto, del derecho a cambiar
de religión. Hemos de tener en cuenta que el derecho de libertad religiosa
es un concepto moderno, intrínsecamente ligado al derecho a la igualdad,
que junto a la distinción de los poderes político y religioso, constituyen la
base de la laicidad estatal. Se vislumbra, al asomarnos a la realidad, que el
“consenso” alcanzado en estos órdenes sociales se manifiesta débil porque
uno de ellos sea o desee ser ajeno a las diferentes concepciones de libertad
religiosa, y el modo de entender la relación entre el poder político y la
religión subyacentes en las diferentes culturas y ordenamientos jurídicos
estatales no tiene el mismo peso cualitativo ni cuantitativo, lo cual
dificulta la puesta en conexión de las diferentes culturas que,
coyunturalmente, puedan cohabitar en un mismo territorio.
Como señala VEGA GUTIÉRREZ23, la configuración jurídica del
derecho de libertad religiosa puede ser concebida como un “punto de
llegada” para unas civilizaciones, y “punto de partida” para otras, pero,
indudablemente, constituye el norte para la civilización occidental o
greco-romana, «inspirada y transformada por el Cristianismo que se
convirtió en “un vector de modernidad” porque la modernidad era una
posibilidad del Evangelio»24.
Estimamos de interés ahora efectuar un pequeño repaso por la
significación y efectos de la apostasía en las religiones monoteístas,
particularmente en el Judaísmo y el Islam, dada su relevancia en términos
comparativos, además de servir al propósito de introducirnos más
hondamente en el tema objeto de investigación.
Los derechos judío, canónico e islámico comparten un rasgo común
que no es otro que el fundamento de su legitimación última en la voluntad
divina, no en la voluntad humana, como sucede con los ordenamientos
seculares. Son sistemas jurídicos basados en normas dadas por el mismo
Dios que exigen obediencia absoluta, incluso cuando entran en colisión
con las normas establecidas por el poder humano. Junto a esta
superioridad, el derecho divino está dotado de las notas de inmutabilidad,
23
24
Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. Mª., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 93.
Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. Mª., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 95.
19
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
plenitud y universalidad25; sin embargo, cada uno de estos tres
ordenamientos religiosos mantiene criterios diferentes en lo relativo a la
pertenencia religiosa y al estatuto escatológico del infiel26.
Al menos formalmente, pesar de las diferencias, las tres religiones
monoteístas proclaman la libertad para adherirse a la verdad religiosa
mediante la conversión y proscriben el uso de la coacción; no obstante, la
libertad para abandonar las propias creencias no tiene el mismo alcance en
cada una de ellas27, pues los efectos religiosos y civiles de la apostasía
difieren de manera notable28.
Cfr. VEGA, A. M., “Conversión religiosa y Derecho”..., op. cit., 93, en cuya nota pie nº
50 cita a S. FERRARI, para mayor profusión en el tema.
26 Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. Mª., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 94.
27 Asevera con razón VEGA GUTIÉRREZ que “sería ingenuo afirmar sin mayores
precisiones que el cristianismo ha reconocido y defendido siempre el derecho de libertad
religiosa”. La evolución dentro de la Iglesia durante los últimos dos siglos en esta materia
se ha caracterizado por una lenta, aunque continúa y progresiva, toma de conciencia de
los condicionamientos históricos que lo acompañaron y por una creciente liberación de
ellos, que culmina finalmente con el Concilio Vaticano II y el Magisterio social
postconciliar. La Declaración Dignitatis Humanae sobre libertad religiosa ya no se centra
en el derecho de la verdad, sino en el derecho de la persona a seguir la propia conciencia en
materia de práctica religiosa, libremente y sin injerencia ni coerción del Estado o de
persona alguna (DH, 2). El fundamento radica en la dignidad humana y en el deber
común de todos los hombres de buscar la verdad religiosa.
Sin embargo, este planteamiento es ajeno al derecho islámico clásico porque los
derechos humanos en el Islam tienen un carácter sagrado; se fundan esencialmente en la
Sharia y sólo de forma secundaria en la común dignidad humana. La libertad religiosa
está referida necesariamente a la verdadera religión, el Islam, que se considera la religión
natural del hombre: todos nacen musulmanes; es, por tanto, un deber de los Estados
islámicos facilitar medios materiales y morales a las minorías musulmanas que residen en
países extranjeros. Este planteamiento conlleva un reconocimiento diferenciado de los
derechos humanos según las creencias, de manera que el estatuto de los no musulmanes
es más próximo a la tolerancia que a la plena libertad religiosa: no son iguales a los
musulmanes sino únicamente tolerados, en el mejor de los casos: la Sharia es la fuente
principal de la legislación en los Estados islámicos y en muchos casos se aplica a todos los
ciudadanos con independencia de su pertenencia confesional. Sus ordenamientos, en el
mejor de los casos, sólo garantizan la libertad de culto -no la libertad religiosa- y
únicamente a quienes profesan las religiones del Libro. Como se verá, el abandono del
Islam no está reconocido como una dimensión del derecho de libertad religiosa en
ningún caso y la apostasía comporta efectos civiles y penales, que pueden llegar hasta la
aplicación de la pena capital en algunos países.
El judaísmo mantiene una posición intermedia, muy condicionada por el carácter
nacional y étnico de la religión. Su rasgo más peculiar es la exclusión de todas las demás
religiones y el rechazo de cualquier tipo de sincretismo o asimilación, así como el ser una
religión esencialmente no proselitista. Tampoco admite la categoría de libertad religiosa
reconocida al ser humano en la Declaración Universal de 1948. Después de un largo
debate en el seno de la tradición judía, los miembros de las religiones monoteístas fueron
clasificados como «extranjeros» y se les reconocieron los correspondientes derechos
conforme a esa condición: «al extranjero que viva con vosotros lo miraréis como a uno de
25
20
INTRODUCCIÓN
Por lo que al Judaísmo se refiere, en este credo, que adopta tal
nombre desde el siglo IV a. C., del pacto entre Jahveh y su pueblo29 fluye
una serie de derechos y obligaciones recíprocas. En todos los libros
sagrados, especialmente en los históricos, resalta el pragmatismo que
conlleva el convencimiento absoluto de que el éxito coronará su quehacer
político-militar si se mantienen fieles a Dios, mientras que la infidelidad
apretará en el mismo instante el resorte de la desgracia y del castigo. Lo
religioso y lo civil “son aguas del mismo manantial, que discurren casi
siempre por el mismo cauce, y van mezcladas hasta la misma
desembocadura, situada en la ribera ansiada del Mesías”30.
Es lógica natural que un pueblo de estas características esté
marcado por el sello de la teocracia que genera un maridaje indistinto de
lo religioso y de lo civil en cualquier área de su existencia por “designio
divino”; de ahí el carácter teocrático del Estado israelí, que no siempre va
a coincidir con otras secciones del mundo hebraico.
El judaísmo nunca fue, ni es hoy, una religión que se caracterice por
el afán expansionista más allá de los miembros de su propia raza, ni por
llevar a término un proselitismo programado y, si en algún momento llegó
a darse en el judaísmo un cierto interés proselitista, ese punto se sitúa
entre un tiempo antes de Jesucristo y la actuación de Pablo de Tarso.
Prosélito era el infiel convertido al judaísmo, frente a los que lo eran según
la raza, pertenecientes al pueblo escogido. La regla general y clásica es que
se nace judío, según el principio de es judío el nacido de madre judía y, en
cualquier caso, al nacimiento debe seguir la educación, la enseñanza de la
Torah y de los valores judíos, en la familia y en la escuela31.
vosotros y lo amarás como a ti mismo» (Ley 19,34, Deut 10,19). (Cfr. VEGA GUTIÉRREZ,
A. M., “Conversión religiosa y Derecho..., op. cit., 95-98).
28 Para abordar esta sintética exposición hemos seguido, básicamente, en este apartado a
GUERRA GÓMEZ, M., Historia de las religiones, BAC, Madrid 1999; BUENO SALINAS, S.;
GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J., Proselitismo religioso y Derecho, Comares, Granada, 2002;
RUANO ESPINA, L., “Derecho e Islam”, en Ius canonicum, XLIII, N. 86, 2003, 465- 543;
GARCÍA CRUZ, J. F., Un análisis del derecho islámico, Universidad de Extremadura,
Cáceres, 2004; VEGA GUTIÉRREZ, A. M., “Conversión religiosa y derecho”, en
Conversión Cristiana y evangelización, ALONSO, J.; ALVIAR, J., (eds.), Eunsa, Navarra,
2011.
29 Cfr., v. gr., Gn 17,7.
30 Cfr. GUERRA GÓMEZ, M., Historia de las religiones, BAC, Madrid 1999, 315.
31 Cfr. BUENO SALINAS, S.; GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J., Proselitismo religioso y
Derecho..., op. cit, 16-19.
21
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Si los judíos practicaron alguna vez el proselitismo -sobre todo
desde el siglo II a C., al II d. C.-, hoy día ya no lo hacen a no ser con judíos
de sangre, pero que desconocen serlo, para que actúen también de modo
consciente como judíos. Fueron varios los elementos sobrevenidos que
provocaron que el judaísmo se cerrara en sí mismo y renunciara a la
expansión externa. La carencia de proselitismo fluye espontánea y
necesariamente de la identificación entre religión y grupo étnico. El
número de los miembros de la religión étnico-política está condicionado al
de nacidos en la respectiva tribu o nación, y esto lo confirma el hecho de
que el judío convertido a otra religión, mucho más al cristianismo, sea
excluido tanto de la religión, cuanto de los derechos de los ciudadanos del
Estado de Israel, e incluso de su misma familia de sangre32; hoy, se acepta
al gentil como tal, aunque no sin un cierto sentimiento de superioridad.
Así, el problema que puede plantear el judaísmo no es precisamente el
proselitismo, sino todo lo contrario, es decir, lo realmente cuestionable en
este credo son las diversas formas de discriminación positiva o negativa
hacia otras personas o hacia un grupo religioso33.
Factores y ocasiones de infidelidad del pueblo de Israel que
pudieron ocasionar “apostasías” se reconocen a lo largo de su historia: el
contagio de la religiosidad de los pueblos convecinos y limítrofes
(cananeos, especialmente) ha sido la “espada de Damocles” del Pueblo
elegido en su deambular terreno. El culto a Baal34, el becerro de oro35 o los
becerros de oro de Jeroboán,36 son vetustos ejemplos de ello.
Por otra parte, la ética judía se recoge en la Ley o Torah, queda
reflejada en los Diez Mandamientos37 -corpus teórico del judaísmo
aportado por Moisés- excepto la observancia del sábado y otro ingente
número de normas de derecho positivo, contenidas en libros como el
Levítico o el Deuteronomio. Y, como en otras religiones o confesiones
religiosas, la apostasía aparece en el judaísmo como un acto de todo punto
pecaminoso y execrable, con consecuencias tanto en el plano religioso
Cfr. GUERRA GÓMEZ, M., Historia de las religiones..., op. cit., 316.
Ibídem, 16-19.
34 I Reyes 18,22.
35 Ex 32.
36 I Re 12, 28.
37 Ex 20, 1-17.
32
33
22
INTRODUCCIÓN
como jurídico-civil para quien incurre en esa grave infidelidad. No en
vano, una de sus máximas es la que reza: “el que vive fuera de Israel se
asemeja al que no tiene Dios”.
El abandono de la fe judía, como señala VEGA GUTIÉRREZ, es
técnicamente imposible. En la práctica, un judío de nacimiento no tiene
derecho a renunciar a su fe: el hijo de un apóstata es considerado judío38.
Si uno o ambos esposos, casados conforme a la ley judía, apostatan del
judaísmo con posterioridad, ese matrimonio sigue siendo válido. La
conversión del marido judío a otra religión no comporta ipso facto la
disolución del matrimonio porque un judío nunca deja de serlo. Las
obligaciones derivadas del levirato se mantienen aun en caso de apostasía
del hermano difunto. Además, la apostasía también comporta la pérdida
de algunos derechos específicos de los judíos, como por ejemplo, quedar
excluido de la herencia paterna (aunque esto no es una cuestión pacífica) o
negación de las honras fúnebres; no obstante, se autoriza a los judíos a
hacer préstamos con interés a los apóstatas39.
Desde hace un tiempo, se plantea por parte de la doctrina la
adaptación del Derecho hebraico, especialmente en el Estado de Israel40 y
son ya muchas las cuestiones que separan al judaísmo liberal, mayoritario
en América, de los tribunales rabínicos tradicionales de Israel y París41.
Por lo que concierne al Islam, es ésta una religión totalizadora:
abarca a todos los hombres y a todo hombre42. Aunque aparecida en el
Recordemos que según la Ley judía, es judío el nacido de padres judíos o el convertido
al judaísmo. La fe religiosa se hereda por línea materna. En el caso de matrimonios
dispares, la descendencia seguirá siempre la situación jurídica de la madre.
39 Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y derecho..., op. cit., 100.
40 Cfr. MORCHEDAI RABELLO, A., Introduzione al diritto hebraico. Fonti, matrimonio e
bioética, G.Giappicheli Editore, Torino, 2002, 85 ss.
41 Cfr.BUENO SALINAS, S. y GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J., Proselitismo religioso y
Derecho, Comares, Granada, 2002, 19.
42 Art. 10 de la Declaración de El Cairo de los Derechos Humanos en el Islam (1990) de la
Organización de la Conferencia Islámica: “El Islam es la religión natural del hombre…”.
Al igual que prescribe el Derecho judío, la pertenencia a la religión musulmana puede
originarse por nacimiento o por conversión. Aunque con una particularidad que le
distingue de aquél: toda persona nace musulmana aunque las contingencias de la vida
puedan conducirle por otros derroteros. En particular, es musulmán el hijo de padres
musulmanes. En el caso de matrimonios mixtos, el hijo conserva la religión del
progenitor musulmán. La conversión al Islam solo requiere la recitación de la shahada o
profesión de fe en Alá como único Dios y en Mahoma su Mensajero; a continuación se da
38
23
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
siglo VII, dice ser tan antigua como el primer hombre ya que atribuye una
importancia única a un hecho transhistórico, acaecido antes de la historia
y de la aparición de los hombres en la tierra: en la pretemporalidad, Dios
había convocado a los adámicos para hacer con ellos el gran “pactoalianza” por el cual reconocieron a Alah como “su Señor”43. Según un
hadiz o tradición entroncada con Mahoma, “todo hombre nace musulmán;
son sus padres los que lo hacen judío o cristiano”44.
El Islam se diferencia sustancialmente de otras religiones y se
define a sí mismo como una ideología que engloba religión, sociedad y
política, en suma, un modo de vida. En palabras de Samir khalil Samir45,
“no es sólo una religión, sino un proyecto socio-político de base religiosa”,
porque el Islam defiende el monismo absoluto y no establece separación
entre lo espiritual de lo temporal, entre la religión y el Estado. Para el
Islam, el gobernante no es el legislador -el único legislador es Dios y la
única Ley es la Sharia -, sino que éste es un mero servidor de la religión y
del Derecho, al que compete la responsabilidad de velar para que la
comunidad siga los senderos que fija la Ley divina; no obstante, el
musulmán puede reconocer la legitimidad de las medidas adoptadas por
el gobernante con la finalidad apuntada y dentro del ámbito que autoriza
la ley.
El modelo islámico implica la subordinación del Derecho a la
religión: las normas extraen su propia fuerza, directa o indirectamente, de
la palabra de Dios revelada en el Corán y de los hechos y dichos de
Mahoma. El sistema jurídico, por ende, no puede ser modificado por obra
del hombre ya que ha sido fijado por la voluntad misma de Dios46.
Es necesario advertir la diferencia que se establece entre Estado y
Autoridad en el mundo intelectual islámico. Resulta difícil precisar la
existencia de un “Estado islámico”, doctrinalmente, a lo largo de la
historia del Islam, aunque se han sucedido importantes ensayos de esa
un nombre musulmán al convertido que suele inscribirse en un registro en las mezquitas.
(Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 100-101).
43 Cita del Corán, 7, 171-172, tomada de la mencionada obra de M. GUERRA GÓMEZ,
página 295.
44 Cfr. GUERRA GÓMEZ, M., Historia de las religiones..., op. cit., 295.
45 Cfr. Diario La Razón, 4 diciembre de 2002.
46 Cfr. RUANO ESPINA, L., “Derecho e Islam”, en Ius Canonicum, XLIII, N. 86, 2003, 465543.
24
INTRODUCCIÓN
entidad, algunos de los cuales han sido más afortunados o integrales que
otros. El dominio o autoridad (uilaiat) ejercido por el Profeta y después por
sus herederos (los imanes) se ha mantenido incólume y vigente en todo
momento y circunstancias.
Precisamente, en el significado de Islam -sometimiento a Alah o
sumisión incondicional a la voluntad de Dios47- parece hallarse la clave
que permite descifrar el alcance del pacto de Alah con los hombres;
máximas como “la religión ante Dios consiste en el Islam”48, “el hombre
religioso es islámico, es musulmán, se llame así o no49 o, “el que no se
llama “musulmán” ni cree serlo, sino judío, cristiano, politeísta o pagano,
ha caído en la apostasía con todas sus consecuencias”, jalonan la
idiosincrasia del ser musulmán. Como recoge LÓPEZ-SIDRO, aunque la
Sura II, de la Vaca, afirma que «No cabe coacción en religión», para el
Islam, la posibilidad de cambiar de religión de una persona, siempre que
no sea para hacerse musulmán, es inaceptable, porque el abandono de la
fe en Alá es un atentado a la comunidad islámica, que es preservada
mediante la prohibición de conversión o apostasía, puesto que la
protección de la comunidad está por encima del individuo; en esta
contexto se entiende la condena del apóstata porque el bien de la umma -su
integridad- está por encima de la libertad individual50.
El Corán utiliza dos términos para referirse a la apostasía: irtadda51 cuyo significado es «renegar, volver sobre los propios pasos»- y al-kufr bad
al-islam que se traduce por «infidelidad después de haber pertenecido al
Cfr. Religiones del Mundo, Edit. Océano, Barcelona, 2000, 322.
Corán 3, 17-19.
49 En sentido estricto, una persona musulmana no puede dejar de serlo nunca: es libre
para pertenecer al Islam pero no para abandonarlo. Pero,”conviene precisar que frente a
la imposibilidad cristiana de renegar de la fe aún en peligro de muerte, el derecho
coránico prevé la taqiyyah, en cuya virtud se permite negar «exteriormente» la fe islámica
en situaciones de angustia grave, peligro o miseria. Por lo general, se acepta que pueden
recurrir a ella las mujeres, los niños, los enfermos y todas aquellas personas que no son
totalmente libres y fuertes, pero no los hombres autosuficientes que sufren amenazas
dentro de los límites de lo soportable”. (Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión
religiosa y derecho”..., op. cit.,101-102). Es decir, se admite la posibilidad de ser
“libeláticos”: como se ve, una cosa es la forma y otra la sustancia; radical diferencia, pues,
con la esencia cristiana.
50 Cfr. LÓPEZ-SIDRO LÓPEZ, A., “La apostasía como ejercicio de la libertad religiosa:
Iglesia Católica e Islam”, en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, vol. XXIII, 2007, 189.
51 Vid. suras 2:217, 5:54 y 47:25 (Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y
derecho”…, op. cit., 102, en nota 82).
47
48
25
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
islam»52. El derecho islámico considera la apostasía o infidelidad después
de haber pertenecido al Islam una «muerte civil» y un delito que comporta
importantes consecuencias jurídicas, en particular, impide contraer
matrimonio coránico y determina la disolución inmediata del matrimonio.
Si uno de los dos esposos apostata tiene lugar un repudio irrevocable; por
consiguiente, las relaciones sexuales entre cónyuges son delictivas y los
eventuales hijos son considerados ilegítimos. Lleva aparejado, asimismo,
la pérdida de la custodia y la patria potestad sobre sus hijos, la exclusión
de la disposición de los propios bienes y de los derechos sucesorios, así
como el rito musulmán del sepelio53. El apóstata se convierte en
adversario, en un peligro por erigirse en instrumento, fitnah, de sedición;
enemigo de su familia y de su nación o comunidad.
El efecto más grave de la apostasía es el castigo de pena de
muerte54, sustituida para las mujeres por pena de prisión. Sólo el
arrepentimiento del apóstata impide la ejecución55; aunque el fundamento
de esta pena es muy discutido en el seno de la propia comunidad islámica,
VEGA GUTIÉRREZ recoge le dato al respecto, señalando que aparece en las suras
2:108-109, 2:161-162, 3:90-91, 3:177, 4:137, 4:167, 5:73, 9:66, 9:74, 16:106 y 25:55. (Cfr. VEGA
GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 102, nota 83).
53 Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y derecho..., op. cit.,102-103.
Es posible también la apostasía colectiva; situación que se presentó a la muerte de
Mahoma cuando numerosas tribus abandonaron el Islam que habían adoptado por
interés económico o político. En estos casos, el territorio donde residen los apóstatas pasa
a ser declarado dar riddah, país de apostasía, y goza de un estatuto menos favorable que el
reservado a un país enemigo (dar harb). Se les puede someter a esclavitud y los
prisioneros pueden ser ejecutados. (Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A.,”Conversión religiosa y
derecho”..., op. cit., 112 -115).
54 El fundamento de este castigo está discutido y no parece acogerse en el Corán. Algunos
han aducido la sentencia coránica incluidas en la Sura IV, de las Mujeres, 89. Existen otros
preceptos coránicos que hacen referencia a la apostasía, pero no determinan la muerte del
culpable; únicamente un versículo coránico menciona un castigo doloroso. La pena
capital para los apóstatas procede más bien de los doctores de la ley islámica, los ulemas,
que en la tradición interpretan las palabras atribuidas al Profeta: la Sunnah, de obligada
obediencia para los musulmanes; en ella se señala un hadith que establece: «a quien
cambia de religión, matadlo». En los últimos tiempos, con el auge del islamismo radical,
esta posición se ha reforzado y se han multiplicado las declaraciones y ejemplos de
criminalización de quienes cometían el pecado de abandonar la fe islámica, según el
criterio de los doctores de la ley. (Cfr. LÓPEZ-SIDRO LÓPEZ, A., “La apostasía como
ejercicio de la libertad religiosa: Iglesia Católica e Islam”, en Anuario de Derecho Eclesiástico
del Estado, vol. XXIII, 2007, 192-193).
55 Como en otras cuestiones, la divergencia entre la misma creencia se manifiesta en datos
como que, para la escuela jurídica hanafita ese período de arrepentimiento es aconsejable
pero no obligatorio, y por el contrario, para la escuela chiita, su observancia es
imprescindible. (Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y derecho”..., op.
cit.,103, nota 88).
52
26
INTRODUCCIÓN
entre liberales y radicales, porque no aparece claro en el Corán ni en la
Sunna. Según Khalil Samir, de las catorce veces que la apostasía aparece
mencionada, solo siete hablan de castigo y se hace referencia siempre a
algo que ocurre en el más allá, nunca durante la vida, si bien no está claro
que la apostasía sea uno de los delitos contra la religión castigados con
penas fijas (had) previstas en el Corán o en la Sunna de Mahoma56.
Al parecer, todo ciudadano musulmán está obligado no solo a
denunciar a los apóstatas ante los tribunales sino que está incluso
legitimado para aplicar la justicia por su cuenta si no lo hacen las
autoridades; de manera que, por esta vía queda justificada la impunidad
de los asesinatos de los apóstatas57. Lo cierto es que el Corán es muy
impreciso en la apostasía. Con el tiempo la convivencia en países de
mayoría no islámica los ha ido haciendo más tolerantes; no obstante, el
fundamentalismo moderno tiende a volver al rigorismo inicial.
Dado que la fe islámica es algo privado, personal, pero no termina
en el individuo ni en la familia, se inserta necesariamente en el entramado
público, político y cultural. Esta realidad, que envuelve y protege a los
individuos, junto con la pena de muerte que pesa sobre los apóstatas en
algunas concepciones islámicas, explica que no haya habido deserciones
masivas en la historia del islamismo. En contraste con el cristianismo, el
islamismo no diferencia entre “Lo de Dios y lo del César (autoridad civil)”,
sino que lo confunde e identifica, subordinando lo profano a lo religioso;
se somete todo, lo cultural y lo moral, lo socio-político, lo administrativo,
Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 103-104.
En la nota 90 de la página 103 de la obra mencionada, citando nuevamente a Khalil
Samir, señala VEGA GUTIÉRREZ que «estas penas se prevén para cuatro delitos: robo
(amputación de la mano), adulterio (cien latigazos), acusación falsa (ochenta latigazos) y
secuestro (pena de muerte, exilio o detención). Algunos añaden la apostasía y el consumo
de bebidas alcohólicas». (Cfr. VEGA
GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y
derecho”..., op. cit., 103).
57 Y, en nota 92 de la página 104, VEGA GUTIÉRREZ, recoge el siguiente comentario:
“Según Aldeeb Abu-Sahlieh, «Este derecho del musulmán de recurrir a los tribunales o
de sustituir al Estado para castigar al apóstata se basa en el deber de prohibir lo
censurable prescrito por el Corán: Que constituyáis una comunidad que llame al bien,
ordenando lo que está bien y prohibiendo lo que está mal. Quienes obren así serán los
que prosperen (3;4)» (de la obra de ALDEEB ABU-SAHLIEH, S. A., Le délit d´apostasie
aujourd´hui et ses conséquences en droit arabe et musulman)”. (Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A.,
“Conversión religiosa y derecho”..., op. cit.,104).
56
27
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
lo penal, lo cultural, etc., a la regulación exclusiva del Corán y de la Sunna
o Tradición islámica58.
El islamismo propiamente todavía no se ha planteado las exigencias
de la libertad religiosa. Más aún, en general catalogan como signo
inequívoco de debilidad y falta de convicción la libertad religiosa y la
tolerancia de otras religiones en el plano de igualdad con la mayoritaria en
un país concreto.
Un factor eficaz en la lenta, pero tenaz, islamización se halla en el
derecho matrimonial, pues una mujer musulmana no puede casarse con
un cristiano o un judío, mientras que un musulmán puede casarse con
una mujer de otra religión de las denominadas “del libro”, si bien los hijos
comunes son musulmanes, hoy por hoy.
Como también afirma GARCÍA CRUZ, es importante considerar la
diferencia entre los conceptos de Sociedad y Comunidad en el ámbito
religioso y cultural islámico. «La primera es la estructura antropológica
que permite delimitar un colectivo y explicar sus instituciones y valores,
En síntesis, siguiendo a GARCÍA CRUZ en la obra mencionada, las peculiares
características del Derecho musulmán pueden concretarse como, seguidamente, se
expone.
Por su origen y finalidad, la Sharia, integrada por el Corán y la Sunna, tiene un
carácter y un origen divino. Dios mismo ha revelado a la humanidad sus designios a
través de las fuentes que la componen; es expresión de la voluntad de Dios manifestada
a Mahoma, conservada en su libro, el Corán, que se considera eterna e inmutable;
constituye para la comunidad musulmana “el único proyecto para instituir la sociedad”.
El origen divino de la misma, reviste al Derecho Islámico -la Sharia- de una especial
autoridad que la hace inatacable y la convierte en límite para cualquier actuación jurídica
humana. La Sharia no es ni puede ser territorial, obliga al musulmán donde quiera que se
halle. Por otro lado, “La ciencia de la revelación del Islam se divide en cuatro partes: la
ciencia del Quran, la ciencia de las Tradiciones -hadiz-, la ciencia jurisprudente -fiqh- y la
ciencia de la teología -kalam-. La ciencia del Quran se divide en el conocimiento -ma´rifahde su lectura y significado; la ciencia de las Tradiciones en el conocimiento de sus textos y
de sus transmisiones; la ciencia de la jurisprudencia en el perfecto conocimiento -Ahkamdel Quran, las Tradiciones, el consenso de los acuerdos sobre lo que es válido o no; y la
ciencia de la teología en el conocimiento de los escritos (de los teólogos), sus argumentos,
y lo que es verdad o falsedad por demostración científica -burhán-”.
Pese a su carácter sagrado, las normas que integran el Derecho islámico no son de
contenido exclusivamente religioso, sino que regulan todos los aspectos jurídicos,
morales, religiosos, económicos, penales, etc., de la vida de quienes integran la
comunidad. No hay cabida para la distinción entre la “ley del creyente” y “la ley del
ciudadano”, entre la organización de la comunidad religiosa y la de la sociedad civil. La
observancia y el incumplimiento de las normas que integran el Derecho islámico acarrean
consecuencias morales inseparables de las civiles: su trasgresión es pecado y su
cumplimiento, virtud.
58
28
INTRODUCCIÓN
un concepto jurídico y académico esencial; y, la segunda, entidad que
procede de un sistema discursivo que se observa a sí mismo mediante
atribuciones trascendentes, especialmente porque se trata de un colectivo
humano, el mismo que otros denominarán como “sociedad”, que en tanto
en cuanto se califica a sí misma de Comunidad, con las resonancias y
consecuencias complejas que ello supone, aporta a la reflexión aspectos
metafísicos que sólo se comprenden mediante la remisión de los atributos
aludidos, que son todos ellos filamentos argumentales del discurso
religioso. Una Comunidad es una institución para la que se crean normas
jurídicas y morales sobre la base de principios y valores incontestables, ya
que sus propios atributos proceden matricialmente de la esencial
espiritual de estos mismos principios; por el contrario, una sociedad es
aquella para la que una norma legal es simplemente un medio de
ordenación de la cotidianeidad. Por ello se puede llegar a hablar de una
sociedad civil islámica, pero nunca se formulará con consistencia
conceptual la idea de una comunidad civil islámica»59.
La sociedad occidental ha ser consciente que la “islamidad” es una
entidad intelectualmente muy diversa, es decir, posee su propio código de
valores históricos múltiple y diversificado. La diversidad interna
constituye un factor determinante que condiciona la evolución de la
propia identidad islámica, y un elemento capital en la comprensión del
fenómeno religioso musulmán60.
¿Modernizar el islam o islamizar la modernidad?, es el interrogante
que desde hace muchas décadas se plantean los estudiosos de las
religiones, como pone de manifiesto el profesor GUERRA GÓMEZ61.
Cfr. GARCÍA CRUZ, J. F., Un análisis del derecho islámico..., op. cit., 342.
Ibídem, 342.
61 Cfr. GUERRA GÓMEZ, M., Historia de las religiones..., op. cit., 299-303.
Al respecto, señala que los musulmanes han procurado salir del letargo en el que se
sumieron desde principios del siglo XX, tras el desmoronamiento de los dominios turcos
y la colonización de todo el norte de África por las potencias occidentales, con tres
actitudes o movimientos de signo dispar y hasta contrario:
- El laicismo político o “modernizar” y “occidentalizar” el islam. Puede servir de
modelo el kemolismo, proyecto laicista de Mustafá Kemal Ataturk -padre de los turcospresidente de la República turca hasta 1938 o Reza Kahn, coronado emperador en 1926
con el nombre de Reza Sha Pahlevi en Persia.
- El reformismo o “modernizar” el islam sin occidentalizarlo. Movimiento
iniciado en la década de 1870-1880 por un activista político, Jaml al Din Al Afgani, y por
su discípulo el jeque egipcio, Huhammad Abduh. Han practicado el reformismo, Habid
59
60
29
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
En definitiva, dado que en estas dos religiones la apostasía no
constituye, evidentemente, un derecho fundamental, y no siempre se
hallan en parámetros de permisividad hacia quien, libremente, opta por el
abandono de ese credo, el tratamiento de este tema puede llegar a
ocasionar problemas no sólo en el orden nacional, sino, como resulta
evidente en la realidad actual, en el internacional. Como pone de relieve
VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA62, en los últimos tiempos “se ha
producido una especie de ensanchamiento de la labor protectora y
promocional del Estado democrático y social al pasar de asumir la defensa
de los derechos de los propios ciudadanos también fuera de los límites del
territorio nacional”, por consiguiente cabe preguntarse si todos los Estados
sociales y democráticos ponen los medios para garantizar la libertad
religiosa de sus ciudadanos en determinados países que desconocen este
derecho fundamental para sus propios nacionales63.
Burguiba desde la independencia de Túnez (a. 1956) o Muammar El Gadafi (en Libia
desde 1969, por ejemplo).
-Islamizar la modernidad” e incluso “reislamizar” a los gobernantes
desislamizados. Es la meta de los fundamentalistas actuales que suelen entender la jihad
como “guerra santa”, no sólo contra los infieles desconocedores del Islam, sino también
contra la mayoría sociológicamente musulmana, y sobre todo contra los gobernantes.
Este es uno de los dramas que vive hoy el musulmán: la lucha entre la
“ortodoxia” feroz, intransigente, y la laicidad política. Y, si bien deviene cierto que
existen muchos países autoproclamados musulmanes donde la apostasía (irtidad o riddad)
está penada con la muerte, ello se contradice con lo que rezan ciertos preceptos coránicos
que abogan por la libertad de conciencia, como por ejemplo:
- “No hay coacción en la religión” (Corán 2, 256).
- “Y si tu Señor quisiera creerían todos los que están en la tierra. ¿Acaso puedes tú obligar a
los hombres a que sean creyentes? Ningún alma puede creer si no es con el permiso de Alhâh” (Corán 10, 99-100).
A pesar de estos dictados, todavía algunos hadices justifican la condena a muerte del
apóstata.
62 Cfr. VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA, J. M., “Libertad religiosa y reciprocidad”, en
Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, Vol. XXVI, 2010, 349-356.
63 Cfr. VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA, J. M., “Libertad religiosa y reciprocidad”..., op.
cit., 350. Este autor apela al principio de reciprocidad internacional de manera que los
derechos humanos no se vean relativizados ni mediatizados, ya que a estos derechos “o
se les asigna un cierto carácter de absolutos (al menos desde el punto de vista negativo:
nada hay que justifique su vulneración directa) o se les ha de negar que sean tales
derechos humanos, es decir derechos que tiene cualquier hombre por el hecho de serlo”.
(Ibídem, 351). Asimismo, según su parecer, el verdadero problema radica en la dificultad él habla de “imposibilidad”- de conciliar Islam y laicidad, y afirma que “el carácter
cerradamente teocrático de la religión islámica y de los ordenamientos estatales que, más
que inspirarse en el Islam, son ello mismo islámicos, conducen, naturalmente, a una
esquizofrenia jurídica consistente en reclamar para los miembros de la Umma la libre
práctica religiosa fuera de los países islámicos, a la vez que se niega en ellos la libertad
30
INTRODUCCIÓN
Son, en definitiva,percepciones de la realidad que invitan a una
serena pero profunda reflexión en el orden de la libertad religiosa.
Tras este proemio de índole religiosa, queda por resaltar el aspecto
coadyuvante o complementario de nuestro tema de estudio: la protección
de los datos de carácter personal en el ámbito de la dimensión negativa de
la libertad religiosa.
Así, pues, movidos por el interés que denotaba un tema tan
consustancial a la intimidad personal, de todavía notable repercusión
sociológica y exiguo desarrollo a nivel jurídico, iniciamos en verano de
2008, la andadura por la siempre espoleante senda de la investigación
académica,
adentrándonos
inexplorados
de
las
en
los
consecuencias
espacios
de
la
hasta
entonces
apostasía
en
casi
nuestro
ordenamiento jurídico estatal a la luz de unos hechos que revelaban cierto
movimiento “perturbador” en las aparentemente pacíficas aguas de la fe
en Occidente.
Se sucederían, entonces, noticias que más que informaciones, eran
opiniones en relación a este tema que, además, se concitaba con eventos de
cierto fasto, relacionados con la Iglesia Católica en nuestro país, o
proyectos legislativos sobre los que determinados pronunciamientos
eclesiales no parecían entonar con los aparentes “nuevos sones” que
envolvían los ritmos del progreso en la nación.
Junto a esto, o más verazmente, con anterioridad, aparecía en el
horizonte jurídico una nueva necesidad normativa que protegiera el
candor de la dignidad humana frente a lo que comenzaba a constituir un
clamoroso peligro: la protección de la intimidad personal frente a la
informática. Y es que, las hoy conocidas como nuevas Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TIC), pese al interesante ofrecimiento que
representan para el progreso de la humanidad, contienen también altas
dosis de iniquidad para su misma evolución.
Merced a ellas, se produce la irrupción, en el panorama
internacional y nacional, de la legislación de protección de datos
personales, a la sazón hito matriz del objeto de nuestra tarea analítica. Las
religiosa a los infieles”. (Cfr. VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA, J. M., “Libertad religiosa y
reciprocidad”..., op. cit., 354).
31
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
TIC, sin proponérselo, constituyen, desde entonces, el nexo de unión de
dos “mundos” sin prístina conexión espacio-temporal ab initio, ya que,
¿qué relación puede pensarse entre el acto de apartamiento de un credo
religioso con un fichero de datos personal e Internet?
Conviene que todo se impregne de progreso cuando éste suponga
un bien para la Humanidad; pero también es cierto que la noción de
progreso ni es pacífica ni contiene unívoca ni se atiene a criterios estancos
en nuestra historia. El avance que han supuesto las nuevas tecnologías es
algo patente en la sociedad, que fomenta su desarrollo y que impregna,
con carácter, la actividad humana y social. Esto es progreso, sin duda,
empero no toda su expresión y/o extensión conviene a la esencia humana,
expuestos como estamos fácilmente a cualquier mirada ajena y sin ánimo
de introspección.
De otro lado, la religión, factor humano tan personal como social y
causa de fricciones interhumanas desde el origen, se pone a la vista de lo
jurídico presentando batalla mientras reivindica su papel en pro del bien
común. Es la otra cara de la moneda en este tema, no siempre digna de ser
alabada, pero no por norma, en todo caso, denostada. Desde el respeto a
la dignidad, no es posible, en buena lógica, desdeñar el fenómeno religioso
privándolo de su faceta social capaz de generar efectos en el orden civil.
La creencia religiosa, de suyo, no puede reducirse ni reconducirse
exclusivamente a la esfera íntima de la persona porque precisa de
manifestaciones externas, tan legítimas como otras que no afectan a este
nivel humano. En consecuencia, la red sociológica se nutre también de
ella, para bien o para mal, mientras existan creyentes...
En este contexto, pues, se inserta nuestro discurso en el presente
trabajo, en el que abordamos el análisis de un acto que se ha convertido en
tema de gran actualidad: la apostasía y las repercusiones de ésta a la vista
de los Ordenamientos estatal y eclesial, con relación a la protección
jurídica de los datos personales.
El criterio de oportunidad de la investigación al respecto deviene
del interés que ha cobrado en nuestros días la posibilidad de realización
de un acto personal que, si bien se enmarca inicialmente en la libertad de
creencias de la persona, sale de las fronteras confesionales para
presentarse en el ámbito del ordenamiento jurídico estatal.
32
INTRODUCCIÓN
El progreso científico y tecnológico ha traído consigo insospechadas
posibilidades de reunir, almacenar, relacionar y transmitir todo tipo de
información. De este modo, puede resultar que, sin que medie advertencia
alguna y sin que nos percatemos de ello, ya sean los poderes públicos, o
los sujetos privados que tienen conocimiento de determinadas parcelas de
nuestras vidas, utilicen la información que tienen sobre nosotros, en su
beneficio, de modo que pueda causarnos daño. Por consiguiente, resulta
evidente que la protección jurídica de nuestros datos personales es
imprescindible, máxime si se trata de datos delicados o sensibles, es decir,
aquellos que afectan al reducto más íntimo de la personalidad,
demandando, en consecuencia, una garantía más fuerte.
Pero, no sólo estamos ante una protección necesariamente
reforzada por razón de la “sensibilidad” que contienen determinados
datos, sino que la cuestión se atiene, además, a la manera en cómo la
protección de esos datos especiales, por lo que afecta a la materia religiosa,
choca con otras protecciones paralelas, llegando a producirse un litigio
que entremezcla diversos derechos fundamentales, y que termina por
reclamar soluciones en el orden jurisdiccional.
Las consideraciones generales que, a propósito de la oportunidad
del presente trabajo de investigación, vamos a realizar, tienen su base en la
consistencia de la máxima “Ubi societas pluralistica viget” -complementada
con el viejo aforismo “Ubi societas ibi ius”- en el panorama jurídico español
actual al hilo de una cuestión de orden práctico, esto es, ¿qué ocurre con la
protección de los datos personales -nacida a raíz de la autodeterminación
informativa-, que están en relación directa con una confesión religiosa?
¿Cómo se realiza la protección eficaz de los bienes jurídicos afectados en el
acto de apostasía? ¿Cuáles son las repercusiones de dicha protección en las
legislaciones llamadas a solventar los litigios a partir de ciertas
actuaciones de la persona en elejercicio de su libertad religiosa?
A partir de estos iniciales interrogantes podremos advertir que tras
los datos personales ávidos de protección se construye todo un entramado
de relaciones, de las que traen causa múltiples y diversas consecuencias en
los órdenes eclesial y estatal, y que se irán desvelando a lo largo del
trabajo.
33
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Nuestro método, deductivo, parte de la defensa de la libertad como
centro y el fin de nuestro Derecho. Una libertad, entendida primero en
términos absolutos, en cuyo caso es más esencia que logro para el ser
humano, pero que se va desgajando en parcelas, de cotas no siempre
claramente definidas, para dar cobertura a las múltiples necesidades, tanto
internas como externas, del individuo humano. Por esta razón, en estas
líneas nos ubicamos en la específica y especial ámbito de la libertad
religiosa, una de las más hondas interioridades que sostiene la creencia en
lo trascendente o inmanente, según criterio particular y, lo que es más
importante, que hace nacer el derecho a la autodeterminación en materia
religiosa.
Y, desde este ecuador, profundizaremos en busca de los puntos
conflictivos y sus eventuales soluciones, que de tal libertad pudieran
derivarse, cuando un individuo no desea la pertenencia a un determinado
credo religioso.
Por ende, en atención a la actualidad que suscita la apostasía de la
fe católica, y a las consecuencias que este acto ha deparado a las relaciones
entre los ordenamientos jurídicos llamados a resolver los coyunturales
conflictos, es decir, el estatal y el canónico, y puesto que se ha alcanzado
ya el nivel judicial en la lid, nos proponemos, en definitiva, abordar en
estas páginas el estado actual de la cuestión, desde el significado, el
contenido y la consecuencias jurídicas del acto de apostasía de la Iglesia
Católica y su “relación” o implicación con la normativa estatal,
representada, básicamente, por la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de
diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal.
La presente coyuntura, pues, nos convoca a analizar el fenómeno de
la apostasía en una hipotética confrontación entre normativas aplicables al
caso, haciendo referencia, al propio tiempo, a cuestiones de enorme calado
en el Derecho Eclesiástico del Estado, como son los derechos y libertades
fundamentales relacionados con el tema, o las relaciones entre el Estado
Español y la Iglesia Católica, entre otras cuestiones limítrofes. En efecto, el
análisis de esta materia se centra exclusivamente en el Derecho español, no
atenderemos al Derecho comparado en este caso, sin desdeñar la
importancia que de suyo reviste, como tampoco profundizaremos en el
34
INTRODUCCIÓN
resto de Derechos confesionales monoteístas, si bien se efectúa, por criterio
de oportunidad, una sumaria referencia la los mismos.
Como se ha advertido, el resurgimiento del fenómeno de apostasía,
en su vertiente social, ha favorecido la gestación de unos efectos de índole
jurídico-civil que, si bien, de suyo, no forman parte del contenido de esta
figura jurídico-canónica, se producen, inexorablemente, a la luz de la
protección jurisdiccional para la tutela de determinados derechos
propiciada por la Ley Orgánica de Protección de Datos vigente.
La apostasía, pues, en cuanto instituto que tiene su base en una de
las libertades fundamentales del individuo, la religiosa, consagrada en casi
la totalidad de los ordenamientos, se erige, así, en generadora de
resoluciones judiciales que ponen en jaque el estadio “aséptico” que
caracteriza las relaciones entre los ordenamientos estatal y canónico.
Llegado el caso, ¿cabría hablar de intromisión entre ellos?
Dado que la piedra angular de nuestro estudio, consiste,
precisamente, en poner de manifiesto ese aspecto tangencial o
interseccional entre el Derecho del Estado y el Derecho de la Iglesia por
mor de un personalísimo acto humano, el trazado de las líneas maestras
del trabajo se inicia con la delimitación de los criterios de oportunidad del
mismo, para continuar abordando una serie de aspectos introductorios,
que se consideran necesarios para acceder a la conclusión final.
Expresada, pues, la motivación de esta investigación, nos
disponemos a exponer la estructura que presenta el trabajo, que se
presenta como sigue.
Puesto que, como se manifestó, la elaboración del tema analizado
asume una construcción deductiva, el punto de partida o introducción,
contempla el fenómeno religioso en su dimensión social.
Seguidamente, dos grandes bloques temáticos ahondan en la
materia objeto de análisis, desde unas consideraciones generales que
afectan plenamente a la misma hasta el planteamiento de cuestiones
específicas, para finalizar con la preceptiva exposición conclusiva del
tema, la expresión del material bibliográfico utilizado en orden a la
reflexión y los anexos recopilatorios de pronunciamientos judiciales
valorados, relativos al matiz jurisprudencial del tema examinado.
35
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
La primera parte, que consta de dos amplios capítulos, se enfrenta
a la consideración de las normativas canónica y estatal, en calidad de
pilares jurídicos de la disquisición argumentativa de las partes en
conflicto.
El primero de ellos, presenta un interés especialmente centrado en
la libertad religiosa, constitucionalmente reconocida en sus vertientes de
derecho fundamental y principio del Derecho, junto a unos apuntes
considerados desde el exclusivo prisma eclesial de dicha la libertad y de
su parcela negativa -representada, en nuestro caso, por la apostasía
realizada mediante el acto formal de la defección de la Iglesia Católica-,
para acabar con el tratamiento de la intimidad en el medio eclesial
canónico y el estatuto jurídico del fiel católico, de capital importancia en
orden a posteriores cuestiones del tema.
El segundo capítulo de este bloque viene determinado por el
análisis del Derecho estatal que incide en los intereses en conflicto,
asentados, en el caso que nos ocupa, en la protección de datos de carácter
personal, desde la dignidad humana y la libertad religiosa como factor de
atención jurídica por su dimensión social civil, como derecho fundamental
de la personal y como principio que rige las relaciones jurídicas entre el
Estado Español y las confesiones religiosas. Para finalizar, se hace preciso
el examen de la protección de datos personales mediante el estudio de la
legislación que la sostiene y regula.
Un segundo gran momento estructural o parte nos conduce, a un
primer capítulo dedicado a la observación de las implicaciones
interordinamentales, toda vez que, un acto que inicialmente tiene su sede
y sustancia en el ámbito eclesial extralimita su esencia haciendo partícipe
de ella al ámbito estatal. Cierto es que no se puede obviar que la apostasía
es una facultad insita en el derecho de la libertad religiosa, por lo que de
alguna manera tiene incidencia en el ámbito civil estatal; sin embargo, en
materia de procedimiento, que es, en principio, la razón del problema,
puede no presentar consistencia tal conectividad.
En consecuencia, en su seno se aborda la cuestión de la relaciones
Iglesia-Estado, así como los temas conflictivos que suscitan los conceptos
jurídicos en juego desde la Ley Orgánica de Protección de Datos
36
INTRODUCCIÓN
Personales en relación con la autonomía de las confesiones dimanante del
principio de libertad religiosa.
Se ponderan aquí los interrogantes que emanan de dicha
interrelación ordinamental en lo concerniente a la cuestión litigiosa, cuya
resolución se estudia a continuación.
El capítulo segundo de la parte segunda, pues, reconduce todo el
entramado del “litigio” al intento de solución, desde la reclamación del
ejercicio de los derechos por las partes contendientes, en sede
administrativa primero y judicial, después. Es éste el momento del análisis
del estado de la cuestión del tema objeto de la investigación. Así, una vez
examinadas las posiciones de las partes, se acomete el estudio de la
solución judicial, en clave jurisprudencial, de la apostasía y la protección
de datos personales obrantes en los libros de Bautismo.
La conclusiones que siguen a estos dos grandes bloques temáticos,
como se indicó, se completan con la bibliografía de referencia y unos
anexos que complementan determinados aspectos del contenido temático,
que no se cierra en el presente trabajo, puesto que, si bien el tema ha
declinado en intensidad, se desconocen las previsiones de las partes en
litigio sobre el futuro en aras de una solución definitiva, cuyo resultado
está por observar.
En suma, sintética y sencillamente, la expresión del objeto del
presente estudio podría ser: de una parte, desde la libertad personal se
pretende un apartamiento formal de la fe católica con repercusiones
concretas, esto es, la eliminación de cualquier vestigio de la persona en el
orden eclesial canónico (esto es, el “borrado de la Iglesia”). El
procedimiento seguido para tal fin: unas veces, el debido -o la solicitud de
la apostasía ante órgano eclesiástico competente-, otras veces el
inadecuado, empero civilmente permitido -el recurso a la autoridad
administrativa con base en la ley estatal-. Es la postura del particular en
demanda de protección de sus datos personales. En el otro lado, la Iglesia
Católica, que recibe y atiende -o no- dicha petición, también desde su
libertad.
Y, en el centro, a manera de clave de intersección, la
Administración, ofreciendo “soluciones” tal vez no del todo bien
37
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
temperadas y adaptables a la legislación vigente. Surgen por ello más
aspectos en pugna.
La controversia se agudiza y da paso a un nuevo estadio, el
jurisdiccional. Las cuestiones litigiosas continúan e, incluso, amplían sus
contenidos, produciéndose ciertas “ciénagas” en el terreno judicial que
conllevan posiciones oscilantes, que acabarán resolviéndose, quizá
“ingenuamente”, en la jurisprudencia que hoy nos alumbra y que
aprehenderemos al final del trabajo.
Sin más preámbulos, pasamos a mostrar el resultado de nuestra
labor indagatoria sobre un tema apasionante que revela la relación,
directa, de las nuevas tecnologías, los datos personales, la libertad
religiosa y la apostasía, no sin antes manifestar nuestro más profundo
agradecimiento a todas las personas que, merced a su aliento, ayuda y
acompañamiento, han hecho posible que este trabajo haya visto la luz; y,
muy especialmente, al profesor Dr. D. Manuel Alenda Salinas, por su
orientación y dirección en esta tarea investigadora , su constante ánimo y
extraordinario magisterio; un honor que no merezco.
38
PARTE PRIMERA
BASES NORMATIVAS
DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
CAPÍTULO I: EL DERECHO CONFESIONAL
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Toda vez que no cabe desconocer el fenómeno religioso como factor
social, y que su valoración no siempre causa beneficio para la creencia,
desde hace ya un tiempo, los medios de comunicación, y sobre todo
Internet, vienen
manifestando un particular “interés” por el tema
religioso, en un compendio de formas y variedades que oscilan desde la
espiritualidad más artificiosa al tinte más radical de la negación de la
cuestión religiosa. Al propio tiempo, también en la actualidad, resulta
evidente la preocupación que la sociedad acusa con respecto a la
protección de los datos de carácter personal como parte relevante de su
derecho a la intimidad personal y familiar, en relación con la libertad
informática y la libertad religiosa. Y, en la médula de la pugna, la figura
de la apostasía y la Iglesia Católica.
La opinión negativa que muchos poseen acerca de la influencia de
lo religioso en la sociedad y, más específicamente de la entidad y papel de
la Iglesia Católica, ha revitalizado el poco novedoso -aunque, hasta hace
poco adormecido- tema del abandono formal de un credo religioso –y,
particularmente, en nuestro caso, de la Iglesia Católica- como fórmula
para “crear un clima adverso y llevar a cabo un cambio social verdadero” como lo expresan, textualmente, algunas voces internautas-, en la
consideración de que -como afirman también éstos- constituye la
declaración de apostasía “el único medio que la Iglesia Católica reconoce”
para que una persona, recibida en su seno por medio del bautismo, deje de
pertenecer a la misma de forma voluntaria, por cuanto el simple hecho de
apartarse de la práctica religiosa sin una manifestación formal de rechazo
a la fe no comportaría ninguna situación especial ni para el Estado ni para
la Iglesia.
Sin embargo, el reconocimiento de los derechos fundamentales
autoriza, en el marco de la libertad respetuosa, la manifestación de la
creencia en su más amplia extensión; y el Estado, en su papel protector,
patrocina esa ínsita facultad humana. En su virtud, si nos atenemos a la
realidad social existente, es preciso considerar una diversidad de régimen,
legitimada por el ordenamiento jurídico actual, que posee la capacidad
necesaria para convertir en acto aquello que potencialmente proclama,
esto es, la atención a la posibilidad de la vigencia de una norma específica,
particular, la norma canónica, alma de derecho a la reserva en el ámbito
43
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
del derecho eclesial católico, capaz de tutelar eficazmente la intimidad
personal y familiar sin necesidad de reclamar la intervención de la norma
estatal, aunque desde -o a partir- de ésta.
Toca ahora abordar, pues, el alcance de un Ordenamiento jurídico
privativo de una fe religiosa que, en su natural afán auxiliador, contempla
y contiene las líneas de actuación de su proceder –y, más concretamente, el
de sus fieles- dentro del más hondo miramiento a la dignidad humana y a
las manifestaciones de la misma, entre las que se encuentra la libertad
religiosa.
1. LA LIBERTAD RELIGIOSA EN LA ECLESIOLOGÍA Y EN LA
REGULACIÓN JURÍDICA DE LA IGLESIA CATÓLICA
A diferencia de las otras religiones monoteístas, en el Cristianismo,
y más específicamente en nuestro caso, en el catolicismo, sólo se participa
de la fe por el bautismo, esto es, mediante un acto personal, libre y
voluntario, de adhesión a la fe: no es suficiente, por tanto, ser hijos de
padres católicos. Pero, nadie puede creer solo; el creyente ha recibido la fe
de otro y debe transmitirla a otro, por ello la vocación cristiana, por su
misma naturaleza, es apostólica y concierne a todos los bautizados64.
La Iglesia, misionera, tiene el deber de evangelizar por mandato de
Jesús65, sin embargo, «a nadie le es lícito jamás coaccionar a los hombres a
abrazar la fe católica contra su propia conciencia», proclama el párrafo 2º
del canon 748 del Código de Derecho Canónico de 1983, recogiendo la
doctrina conciliar según la cual «la verdad no se impone de otra manera,
sino por la fuerza de la misma verdad»”66.
64Cfr.
VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 104.
Mc 16, 15-16; Mt 28, 19-20.
66Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 104. En nota 97
de la página 105 de dicho trabajo, hace referencia a la “Declaración Dignitatis humanae (n.
3) cuando establece que «La Iglesia prohíbe severamente que a nadie se obligue, o se
induzca o se atraiga por medios indiscretos a abrazar la fe, lo mismo que vindica
enérgicamente el derecho a que nadie sea apartado de ella con vejaciones inicuas»”. La
DH habla en su nº 4 de la libertad o inmunidad de coacción en lo religioso; la cita textual
corresponde al nº 13 del Decreto conciliar Ad gentes Divinitus (Art. 2. “Predicación del
Evangelio y reunión del Pueblo de Dios”).
65
44
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
La palabra cristianismo está atestiguada por primera vez en SAN
IGNACIO, Obispo de Antioquía (actual Siria) en su Carta a la Iglesia en
Magnesia (10, 3), anterior al año 107; también en “Antioquía los discípulos
se llamaron cristianos por vez primera”67. El cristianismo, más que “algo”,
es “alguien”: Jesús de Nazaret, persona y personaje excepcional, punto de
referencia inevitable de la historia de la humanidad y hasta de su datación
cronológica. Son escasos los textos normativos canónicos sobre la libertad
para abrazar la fe cristiana; únicamente los encontramos a propósito de las
condiciones que deben darse en la administración del bautismo y en el
sujeto que lo solicita. SAN AGUSTÍN, atento a las cuestiones relativas a la
libertad humana, defendía el acto personal de fe y negaba que ésta
pudiera ser coactivamente impuesta, ni siquiera en la seguridad de obligar
un acto intrínsecamente bueno. Los más preclaros entre los cristianos, a
pesar de todo, no cambiaron los principios de libertad y de respeto a la
conciencia individual ante la nueva situación favorable a la Iglesia, sin
embargo no podía ignorarse la existencia de casos de coacción frecuentes o
aislados68.
La primera parte del Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) está
dedicada, precisamente, a la profesión de fe (nn. 26 a 1065). Su número 160,
recogiendo la directriz de la Declaración Dignitatis Humanae del Concilio
Vaticano II, determina que “«El hombre, al creer, debe responder
voluntariamente a Dios; nadie debe ser obligado contra su voluntad a
abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por naturaleza»”. Y, el n.
189, declara que “La primera «Profesión de fe» se hace en el bautismo. El
«Símbolo de la fe» es ante todo el símbolo bautismal”. “«Creo»: -reza el n.
167- Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente,
principalmente en su bautismo69”.
Los problemas sobre la libertad de conciencia para solicitar el
bautismo empezaron cuando, a partir del siglo V, el ser cristiano dejó de
Hch. 11,26.
BUENO SALINAS, S. y GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J., Proselitismo religioso y
Derecho..., op.cit., 25-28.
69 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo-Librería
Editrice Vaticana, Bilbao, 2002, 49; 59; 51. Una definición de fe se ofrece en el n. 166, que
reza: «La fe es un acto personal:la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se
revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir
solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El
creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro.(...)».
67
68Cfr.
45
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
ser algo muy personal (o familiar) para convertirse en un hecho de
relevancia social; y, con el tiempo, a pesar de proclamar la libertad inicial
para bautizarse y de repudiar la coacción, se admitió la validez in extremis
del acto coaccionado, sin posible rescisión posterior; comenzaba una época
en la que se procuraba la conversión al cristianismo con no demasiadas
cautelas, en actitud de proselitismo amenazante70.
Ciertamente, en este credo monoteísta, el punto de partida en la
materia que nos ocupa lo constituyen las palabras de su fundador: “Al
césar lo que es del césar...”71. Pero, se trata de un credo dividido en su
desenvolvimiento histórico; prescindimos en esta ocasión de la referencia
a las restantes ramas del Cristianismo, en particular, las proposiciones
protestantes y ortodoxas, por no causar exceso en el espacio y,
principalmente, porque la defección en estas Iglesias no difiere en esencia
de las consideraciones generales que realizaremos acerca del cristianismo
católico, a la sazón, centro de nuestro interés en el presente trabajo.
1.1. APOSTASÍA Y LIBERTAD RELIGIOSA ÍNSITAS EN LA
DIGNIDAD HUMANA
Sin faltar al reconocimiento de defectos y virtudes en las
manifestaciones de la Iglesia Católica a lo largo de la historia o lo que se
conoce como “leyenda negra”, el arranque ontológico de este credo
religioso distingue, como se ha venido recogiendo, el poder temporal de la
instauración del llamado “reino de Dios” en la muy conocida y ya citada
frase evangélica de su fundador. Es, precisamente, el valor de la dignidad
humana que Jesús de Nazaret otorga72 la causa de tal distinción; y como
paradigmas del actuar humano desde el cristianismo se sitúan la libertad e
igualdad de “los hijos de Dios”. Sin embargo, a tenor de luctuosos
acontecimientos de la historia de la Iglesia, también es cierto que, como
70 Cfr. BUENO SALINAS, S. y GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J., Proselitismo religioso y
Derecho..., op. cit., 29- 30.
71 Cfr., v. gr., Mt, 22, 21.
72 Jesús de Nazaret exalta la dignidad humana, especialmente de los desfavorecidos: Vid.,
v.gr., Mt 18, 10-14, Mt 22, 15-22; Mc 12, 13-17.
46
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
señala VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA73, la relación entre el cristianismo
y la laicidad -a cuya eficaz implantación se deben los logros sociales en la
actualidad, para algunos- ha sido históricamente compleja, ya que dicha
idea de separación entre lo religioso y lo temporal, pese a ser una
aportación cristiana a la historia de la humanidad, se vio enturbiada sobre
todo en las Edades Media y Moderna.
Al margen de estas consideraciones, lo cierto es que desde los
pródromos de este credo religioso, la dignidad constituye el fundamento
antropológico por antonomasia también en la Iglesia desde la fórmula:
“los derechos personales que están adheridos a la misma persona los da
Dios, no son concesiones del derecho positivo, pues a éste le corresponde
sólo conocer regular y defender los derechos subjetivos que están en la
persona como persona”74. Dignidad personal -y determinación mediante
sus propias convicciones desde la autonomía, atributos inalienables- que
ha de conjugarse, indefectiblemente, con la naturaleza social del hombre,
esto es con su natural apertura a las relaciones interpersonales.
La justicia y la libertad base de la convivencia pacífica, tan
maltratadas tras las dos últimas guerras mundiales, se erigen en
paradigma del nuevo orden social instaurado tras la barbarie sufrida por
el ser humano en el siglo XX. En este contexto se justifica y entiende, en el
orden civil, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, y
en el orden eclesial, la Encíclica Pacem in terris, del Papa Juan XXIII, que se
hizo eco de este clamor. En esta última se afirma que “Dios quiso que la
persona humana tuviese, radicados en su misma naturaleza, cuatro
Derechos fundamentales: 1) a la verdad; 2) a la justicia; 3) a la solidaridad, y 4) a
la libertad”. Junto a esos cuatro derechos la encíclica enumera diez
derechos y tres deberes que dimanan de la misma naturaleza humana,
siendo, por tanto, universales, inviolables e irrenunciables75. Este
documento magisterial tendría una relevante repercusión en el Concilio
Vaticano II, llamado «concilio de la libertad religiosa», en el que fue objeto
Cfr. VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA, J.M., “Libertad religiosa y reciprocidad”..., op.
cit., 353-354.
74 Cfr. DÍAZ MORENO, J. M.; SAN JOSÉ PRISCO, J., “Fundamentación teológica del
Derecho Canónico”, en Derecho canónico I, BAC, Madrid, 2006, 64.
75 Cfr. DÍAZ MORENO, J. M., “Los fieles cristianos y los laicos”, en Derecho Canónico I,
BAC, Madrid, 2006, 155-156.
73
47
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
de redacción una declaración completa sobre este tema: la Dignitatis
Humanae76.
Como afirma DÍAZ MORENO77, “puede decirse que, tanto en la
constitución Gaudium et spes como la declaración Dignitatis humanae sobre
la libertad religiosa, el Concilio asumió y reforzó, desde una visión
católica, la DDH de 1948, la única que existía en aquel momento”.
La Constitución Pastoral Gaudium et spes declara que “el hombre no
puede entregarse al bien si no dispone de su libertad”, por ende, “la
dignidad del hombre requiere que obre según una libre y consciente
elección, movido e inducido personalmente, desde dentro, no bajo un
impulso ciego o una mera coacción externa”78. A partir de esta esencial
premisa, la declaración conciliar Dignitatis humanae (DH), en su número 2,
relativo al objeto y fundamento de la libertad religiosa, consecuente con
los dictados de la mencionada constitución, realiza la proclama: «Este
Sínodo Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad
religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres deben estar
inmunes a la coacción, tanto por parte de personas particulares, como por
parte de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal
manera que en lo religioso ni se obligue a nadie a actuar contra su
conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en
público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. Declara
además que el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la
dignidad misma de la persona humana (…). Este derecho de la persona
humana a la libertad religiosa se debe reconocer en el ordenamiento
jurídico de la sociedad de forma que se convierta en un derecho civil»79.
El contenido básico de esta libertad es, por tanto, la inmunidad de
coacción y su límite, la salvaguarda del justo orden público. Sin embargo,
no se agota esta libertad en su aspecto negativo, sino que se complementa
Cfr. CORTÉS DIÉGUEZ, M. M., “Relaciones Iglesia-Estado”, en Derecho Canónico II,
BAC, Madrid, 2006, 362. Señala también CORTÉS DIÉGUEZ que esta Declaración
“constituye sin duda para los católicos el texto monográfico más importante de cuantos
de ella se ocupan, porque significó un gran cambio en la doctrina de la Iglesia. (…) sin
pretender diseñar las nuevas relaciones Iglesia-Estado derivadas del derecho de libertad
religiosa, tendrá un gran impacto sobre su comprensión, al constituirse en su principio
regulador fundamental”. (Ibídem).
77 Cfr. DÍAZ MORENO, J. M., “Los fieles cristianos …”, op. cit., 156.
78 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 17.
79 Cfr. Declaración «Dignitatis Humanae», en Documentos completos del Vaticano II,
Mensajero, 18ª edic., Bilbao, 2001, 464-465.
76
48
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
con otros de índole positiva: libertad para actuar conforme a la conciencia,
libre ejercicio de la religión en la sociedad y libre ejercicio de los actos
internos voluntarios y libres80. Asimismo, la misma naturaleza social del
hombre dota de una doble dimensión a este derecho fundado no en una
disposición subjetiva de la persona sino en la misma naturaleza81:
individual y social.
Con respecto a dichos aspectos de la libertad religiosa, el número 3
y 4 de la Declaración recogen los siguientes asertos: «Ahora bien, la
verdad se debe buscar de modo apropiado a la dignidad de la persona
humana y a su naturaleza social; es decir, mediante la libre investigación y
con el apoyo del magisterio o educación, de la comunicación y del diálogo,
mediante los cuales unos y otros exponen la verdad que han encontrado, o
que creen haber encontrado, a fin de ayudarse mutuamente en la
investigación de la verdad; y una vez conocida esta verdad hay que
prestarle firme adhesión con el asentimiento personal.
(…) no se le puede forzar a actuar contra su conciencia. Ni tampoco
se le puede impedir que actúe según su conciencia sobre todo en lo
religioso. Porque el ejercicio de la religión, por su propia índole, consiste
ante todo en actos internos voluntarios y libres, por los que el hombre se
ordena directamente a Dios; tales actos no los puede mandar ni prohibir
ninguna potestad meramente humana. Y la misma naturaleza social del
hombre exige que exprese externamente los actos internos de religión; que
en lo religioso se comunique con otros, que profese su religión de un
modo comunitario.
Se hace, pues, una injuria a la persona humana y al orden mismo
establecido por Dios con los hombres, si se niega al hombre el libre
ejercicio de la religión en la sociedad, siempre que se respete el justo orden
público.
Cfr. CORTÉS DIÉGUEZ, M. M., “Relaciones Iglesia-Estado..., op. cit., 362.
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Declaración Dignitatis Humanae, n. 2. Los números 3 y 4
de esta Declaración hacen referencia respectivamente a los aspectos individual y social de
la libertad religiosa.
80
81
49
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
(…) el poder civil debe, sin duda, reconocer la vida religiosa de los
ciudadanos y favorecerla; pero si pretende dirigir o impedir los actos
religiosos, hay que decir que excede de sus límites»82.
«La libertad o inmunidad de coacción en lo religioso, que compete a
las personas individualmente consideradas, se les debe reconocer también
cuando actúan en común»83.
Por ende, este derecho fundamental debe ser reconocido en los
ordenamientos legales y convertirse en un verdadero derecho civil tanto
para los individuos como para las comunidades o colectivos que se
asocian con fines religiosos84. En este sentido, el número 6 de la
Declaración señala que «El bien común de la sociedad, es decir, el conjunto
de condiciones de la vida social en las que pueden los hombres conseguir
con
más
plenitud
y
facilidad
su
propia
perfección,
consiste
fundamentalmente en la observancia de los derechos y obligaciones de la
persona humana. Por eso, deben tener cuenta de este derecho a la libertad
religiosa los ciudadanos, los grupos sociales, el poder civil, la Iglesia y las
demás comunidades religiosas, cada cual a su modo, conforme a su
obligación respecto del bien común.
La protección y promoción de los derechos inviolables del hombre
es un deber esencial de todo poder civil. Debe pues, el poder civil tomar
eficazmente a su cargo la tutela de la libertad religiosa de todos los
ciudadanos por medio de leyes justas y otras medidas oportunas, y
facilitar condiciones propicias y favorables a la vida religiosa, de modo
que los ciudadanos realmente puedan ejercitar los derechos y cumplir las
obligaciones de su religión.
(…) Finalmente el poder civil tiene que evitar que la igualdad jurídica de
los ciudadanos -que es también un elemento del bien común de la
sociedad- jamás ni abierta ni ocultamente se vea lesionada por motivos
religiosos, o que se haga discriminación entre ellos.
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Declaración Dignitatis Humanae, nº 3: “La libertad
religiosa y la vinculación del hombre a Dios”, en Documentos completos del Vaticano II,
Mensajero, 18ª edic., Bilbao, 2001, 465-466.
83 Cfr. CONCILIO VATICANO II, decl. Dignitatis Humanae, nº 4: “La libertad de las
comunidades religiosas”, en Documentos completos del Vaticano II..., op. cit., 466.
84Cfr. CORTÉS DIÉGUEZ, M. M., “Relaciones Iglesia-Estado..., op. cit., 363.
82
50
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
De esto se sigue que es un gravísimo abuso del poder público
imponer a los ciudadanos por la violencia, el miedo u otros medios, la
profesión o el abandono de una religión cualquiera, o impedir que alguien
ingrese en una comunidad religiosa o la abandone».
Y, por lo que interesa a sus límites, aunque el derecho a la libertad
religiosa, de suyo, no puede restringirse, sí puede ser limitado en su
ejercicio, especialmente en el ámbito público, merced al respeto debido a
los derechos ajenos, en atención a la ley moral y para la salvaguarda del
orden público85. Así, el texto del documento conciliar, establece: «El
derecho a la libertad religiosa se ejerce en la sociedad humana; por eso su
uso está regulado por determinadas normas.
En el uso de todas las libertades hay que respetar el principio moral
de la responsabilidad personal y social. En el ejercicio de sus derechos
todos los individuos y grupos sociales están obligados por la ley moral a
tener en cuenta los derechos ajenos y sus deberes con los demás y con el
bien común de todos. Con todos hay que observar una conducta justa y
humana.
Además, como la sociedad civil tiene derecho a protegerse contra
los abusos que pueda haber bajo el pretexto de libertad religiosa,
corresponde principalmente al poder civil aportar esta protección. Esto,
sin embargo, no lo debe hacer de un modo arbitrario, o favoreciendo
injustamente a una parte, sino según normas jurídicas conformes con el
orden moral objetivo. Esas normas las exigen la tutela eficaz de los
derechos, de todos los ciudadanos, y su pacífica armonización, la solicitud
conveniente por una paz pública estimable -que sea convivencia en el
orden y en verdadera justicia-, y la necesaria defensa de la moralidad
pública. Todo esto constituye una parte fundamental del bien común y
entra en el concepto de orden público. Por lo demás, en la sociedad hay
que respetar como norma el ejercicio habitual íntegro de la libertad; por
ello se debe reconocer al hombre la mayor libertad posible, y no se debe
restringir esa libertad sino cuando sea menester y en la medida de lo
necesario»86.
Cfr. CORTÉS DIÉGUEZ, M. M., “Relaciones Iglesia-Estado...”, op. cit., 363.
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Declaración Dignitatis Humanae, nº 7 «Los límites de la
libertad religiosa».
85
86
51
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
En cuanto derivados de esta libertad, nos parece oportuno aludir
aquí, brevemente, a los principios de igualdad y diversidad en el estatuto
jurídico del fiel. El canon 20487 inaugura la regulación del «Estatuto de los
fieles» del vigente Código de Derecho Canónico con una noción
descriptiva que se desarrolla a nivel de contenido en las sucesivas normas.
El principio de igualdad, fundado en el bautismo, determina un
estatuto jurídico personal común a todos los bautizados, señalado en el
canon 20888. Integran el estatuto jurídico del fiel todo el conjunto de
situaciones de sujeción, de libertad y de actividad que, derivadas del
bautismo, se reconocen al fiel cristiano en el ámbito societario de la Iglesia.
El denominado estatuto jurídico del fiel tiene su concreto fundamento
ontológico en la participación del sacerdocio de Cristo”89.
En efecto, el canon 208 proclama una verdadera igualdad en
cuanto a dignidad y acción en los fieles; un principio de igualdad, tomado
del número 32 del documento conciliar Lumen Gentium, que “rompe con la
consideración de la Iglesia como societas inaequalis, que subyacía todavía
en los cánones del código Pío-Benedictino, como fruto del dualismo
gracianeo, de la teología que hizo frente a los errores protestantes acerca
del sacerdocio y, más modernamente, de las constituciones hierarcológicas
elaboradas desde el Derecho Publico Eclesiástico” 90. También fruto de esta
amalgama doctrinal, el Código de 1917 presentaba a la Iglesia
estructurada a partir del estamento clerical, que gobernaba a los demás; en
consecuencia, los restantes fieles eran considerados únicamente sujetos
pasivos de la actividad de la Iglesia, esto es, meros súbditos. Por eso, con
Para DÍAZ MORENO, este canon, “más que definir y ofrecernos un concepto esencial
de fiel crsitiano, establece cuatro notas o elementos, esencialmente unidos entre sí. Son los
fieles cristianos: los bautizados válidamente, y por el mismo hecho, incorporados como
miembros del pueblo de Dios que es la Iglesia y, en consecuencia, partícipes, cada uno, según
su propia condición, de la misión sacerdotal de Jesucristo, y llamados a desempeñar la
misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo”. (Cfr. DÍAZ MORENO, J.
M., “Los fieles cristianos y los laicos”, en Derecho canónico I, BAC, Madrid, 2006, 159-160).
88 Los cánones 208 a 223 formalizan los derechos y deberes de los fieles, distinguiéndose
derechos que corresponden a esferas de libre acción de los fieles, es decir a los ámbitos de
autonomía jurídicamente protegidos que componen la denominada conditio libertatis de
fiel (V. gr., cc. 215, 216) de los derivados de la conditio subiectionis que hace referencia al
flujo de relaciones mutuas que se dan entre los fieles y la organización eclesiástica (v. gr.
cc. 212; 107; 136; 223.2; 212; 221,…). (Cfr. ARRIETA, J. I., Derecho Canónico, Eunsa,
Navarra, 1991, 127-128).
89 CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen Gentium, n. 10-12. (Cfr.
ARRIETA, J. I., Derecho Canónico, Eunsa, Pamplona, 1991, 124).
90 Cfr. ARRIETA, J. I., Derecho Canónico..., op. cit., 120.
87
52
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
la novedad doctrinal del Vaticano II, a partir del sacramento del bautismo,
todos los bautizados aparecen como personas de un mismo linaje, y, por
ende, la Iglesia se constituye ya una sociedad de iguales, ante la ley y ante
los principios que la estructuran como tal sociedad91.
Empero la igualdad no significa uniformidad, en virtud de lo cual
se instaura en la Iglesia el principio de variedad (LG 32) o de diversidad
(LG 4) en dones, carismas y ministerios. “El principio de diversidad, en
cuanto elemento de relevancia jurídica, da lugar a situaciones personales
estables, que son el resultado de dos factores: la acción de la gracia y los
carismas del Espíritu Santo sobre los fieles cristianos, por un lado; y el
libre juego de la libertad humana, por otro (cfr. c. 219)”92.
Para concluir, en lo que afecta al contenido de la libertad religiosa
eclesial y su ejercicio, como señala DÍAZ MORENO, “el derecho radical
que reconoce y protege el c. 214 puede describirse como derecho a una
justa libertad religiosa intra-eclesial, al reconocer el derecho del fiel a
«tributar culto a Dios, según las normas del propio rito, y a practicar su propia
forma de vida espiritual» (…) En consecuencia, se violaría este derecho si, en
la teoría o en la práctica, se intentase imponer dentro de la Iglesia una
uniformidad en el modo de vivir la fe cristiana que no tenga en cuenta las
diferencias de
tiempo
y
de
lugar,
el valor
de
las diferentes
espiritualidades, culturas, y de los diversos contextos en los que tiene que
encarnarse el evangelio. En este canon se encuentra también el
fundamento válido de un sano pluralismo religioso y de una legítima
variedad en la forma de vivir la fe (…)”93. Asimismo, el ejercicio94 de este
derecho conlleva, como principio general, la exigencia u obligación moral
de los individuos y grupos sociales de atender «los derechos de los demás
y sus deberes con relación a los otros y el bien común de todos»95, aunque,
Ibídem, 120-121.
Cfr. ARRIETA, J. I., Derecho Canónico..., op. cit., 121-122.
93 Cfr. DÍAZ MORENO, J. M., “Los fieles cristianos y los laicos”..., op. cit., 170.
94 El canon 223 cierra el estatuto de los derechos del fiel, y marca como límites al ejercicio
de este derecho el bien común eclesial y los derechos de los demás en correspondencia
con las disposiciones conciliares. Reza dicha norma: Ǥ1. En el ejercicio de sus derechos,
tanto individualmente como unidos en asociaciones, los fieles han de tener en cuenta el
bien común de la Iglesia, así como también los derechos ajenos y sus deberes respecto a
otros.
§2. Compete a la autoridad eclesiástica regular, en atención al bien común, el ejercicio
de los derechos propios de los fieles».
95 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Declaración Dignitatis Humanae, n. 7.
91
92
53
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
deberá tenerse en cuenta que, entre los derechos fundamentales de los
fieles que recoge el Estatuto, hay algunos que son absolutos (cc. 209 § 1;
210; 211; 212 § 1; 219) y que tienen siempre una necesaria prevalencia en
caso de conflicto con otros derechos.
1.2. EL ORDENAMIENTO CANÓNICO: DERECHO UNIVERSAL Y
DERECHO PARTICULAR
Señala ERRÁZURIZ que “nadie pone en duda la existencia
empírico-fáctica del fenómeno histórico denominado «derecho canónico».
Ya presente en los albores de la Iglesia, este cobró una importancia
extraordinaria en la Edad Media y se ha mantenido sin interrupción en
vida hasta nuestros días, como orden jurídico propio de la Iglesia
Católica”96. Este derecho ha sido objeto de contestación por parte de lo que
él mismo denomina «antijuridismos» en cuanto a su naturaleza de
verdadero derecho97; sin embargo, ha habido una constante toma de
posición a favor de la independencia de la Iglesia como sociedad soberana,
tanto a nivel doctrinal como en la praxis, en cuanto dotada de un poder
jurídico de origen divino, de radical autonomía con respecto al poder de la
autoridad civil o política98.
HERVADA destaca que “para la doctrina tradicional, el Derecho
canónico es el conjunto de normas justas, honestas y posibles que,
ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?, Eunsa, Navarra, 2011, 15.
Este autor sostiene que tal actitud “puede derivar de dos presupuestos: por una parte,
considerar que el ser auténtico de la Iglesia fundada por Cristo no admite la presencia de
un derecho en su propio interior, siendo visto por ello como elemento contradictorio con
la vida y la misión eclesial; y, por otra, pensar que el derecho mismo es una realidad tal
que de por sí puede realizarse únicamente en ámbitos no eclesiales, es decir, en la
sociedad civil. Como ejemplo de la primera modalidad o “antijuridismo espiritualista”, que
parte del mismo cristianismo, cita como máxima expresión la Reforma Protestante y
reseña: “es emblemático el gesto de Lutero que, entre otros documentos, arrojó
públicamente a las llamas en 1520 el Corpus iuris canonici, o sea el conjunto de libros que
contienen el derecho universal de la Iglesia unida al Romano Pontífice”. Denomina la
segunda especie “antijuridismo estatalista”, cuyo postulado es la atribución del poder
jurídico exclusivamente a la autoridad de la sociedad civil. De esta manera, se concibe el
derecho canónico “como mero orden interno dotado de valor moral para los miembros
de la Iglesia, pero carente de aquella eficacia jurídica que iría asociada solamente a las
normas civiles provistas de sanciones ejecutables mediante el recurso a la fuerza”. (Cfr.
ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit., 15-19).
98 Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit., 21.
96
97
54
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
emanadas directa o indirectamente de la voluntad racional del legislador
humano eclesiástico, regulan, a la par con el Derecho divino, las conductas
de los bautizados en orden al bien común de la Iglesia”99. El ordenamiento
canónico no es un conjunto de normas que están fuera de ella (la Iglesia),
orientando desde el exterior su actividad, sino que está en la Iglesia,
constituyéndola en cuanto sociedad, aunque en el sentido indicado. “El
ordenamiento canónico es, pues, una unidad, como lo es la comunidad
eclesiástica”100.
Como también señala, “la Teología católica y el Magisterio
eclesiástico enseñan que la Iglesia no es sólo una Ecclesia Caritatis invisible,
sino también una comunidad visible, una Ecclesia Iuris, constituida en
sociedad perfecta”. “Esta verdad teológica, que indudablemente implica
una potestad legislativa en la Iglesia, tiene, sin embargo, un contenido más
hondo que la simple potestas legisferandi. Significa que la comunidad
eclesiástica, aspecto del Cuerpo Místico de Cristo quod est Ecclesia, es una
sociedad jurídicamente organizada”101.
La doctrina canónica entiende que el ordenamiento canónico es
supremo y tiene por fin inmediato el orden social justo en las relaciones
sociales dirigidas a la salus animarum, es decir a todos; y es muy frecuente
que, junto al criterio finalista, muchos canonistas indiquen la existencia de
otro: el criterio personal. Según estos autores el ordenamiento canónico
está limitado por una categoría de personas, los bautizados, únicos sobre
los cuales tienen fuerza vinculante las normas canónicas, y únicos que
tienen personalidad en la Iglesia102. En suma, la salus animarum es el
aspecto específico o diferencial del ordenamiento canónico frente a los
Derechos seculares.
Por otra parte, como se afirma por la canonística actual, para una
adecuada comprensión del Derecho Canónico, es preciso poner en
relación dos realidades: Derecho y comunión eclesial103. Derecho, como
Cfr. HERVADA, J., El ordenamiento canónico, Eunsa, Navarra, 2008, 33.
Cfr. HERVADA, J., El ordenamiento canónico..., op. cit., 94.
101 Cfr. HERVADA, J., El ordenamiento canónico..., op. cit., 85.
102 Cfr. HERVADA, J., El ordenamiento canónico..., op. cit., 104-105.
103 Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit., 47. Afirma este
profesor que “el derecho entendido como lo que es justo presupone que la persona humana
es titular de derechos, es decir, que el derecho es algo que pertenece a la persona en cuanto
tal”; pero, también el derecho es “una realidad personal de índole relacional”. El orden
jurídico aparece como un conjunto o red de múltiples relaciones jurídicas o de justicia,
99
100
55
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
realidad personal y relacional que “comporta una modalidad bien
determinada de coexistencia, en la cual ellas se reconocen mutuamente
como personas en cuanto actúan de manera justa en las relaciones con
otro”104. Comunión, también realidad personal y relacional, con una
dimensión vertical (persona-Iglesia-Dios), y otra horizontal, la existente
entre las mismas personas, “como fruto de su común unión con Dios”105.
Igualmente, desde el ámbito de su finalidad, el Derecho Canónico
participa de la sacramentalidad de la Iglesia puesto que, como se advertía
anteriormente, su fin último es la salus animarum y, no en vano, el vigente
Código ha incluido en su último canon una alusión explícita a este fin
como suprema lex in Ecclesia, en el canon 1752106.
Por lo que interesa a las leyes canónicas, resulta incontrovertible
que toda ley, civil o canónica, comporta un doble efecto, jurídico y moral;
jurídico en cuanto regula relaciones interpersonales que originan derechos
y deberes, ofreciendo protección y sanción en aras del orden justo; moral,
en la medida en que la ley incide en el ámbito de la justicia y la obediencia,
exigencias del comportamiento integralmente bueno de las personas107.
Esta última faceta en la ley eclesiástica “es especialmente evidente, porque
su materia principal está constituida por los bienes salvíficos de la
comunión” y sus destinatarios, los bautizados, se incorporan a la Iglesia
con derechos y obligaciones jurídicas, entre las que se encuentra la
observancia de la disciplina canónica, en la que se comprenden las leyes
eclesiásticas108.
cuyos titulares son las personas humanas, como sujetos sociales; por eso, “las clásicas
propiedades esenciales del derecho, o sea, la alteridad o intersubjetividad, la obligatoriedad, la
exigibilidad y la coactividad o coercibilidad”, encuentran una explicación natural en la esencia
de la justicia, ya que “aquello que es justo postula siempre la existencia de al menos dos
sujetos (alteridad o intersubjetividad), de los cuales uno tiene el deber de dar al otro el ius
suum de este último (obligatoriedad)”. (Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la
Iglesia?..., op. cit., 36- 38).
104 Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit., 47.
105 Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit., 48.
106 En este canon, cierre del Código de 1983, al disponer que «En las causas de traslado es
de aplicación el can. 1747, guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la
salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia», se contiene
una de las máximas tradicionales más comentadas del Derecho Canónico. (Cfr.
Comentario al canon, Código de Derecho Canónico, BAC, 897).
107 Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit., 114.
108 Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit., 115; 118. Recuerda,
al tiempo, que “toda persona humana está unida a la Iglesia en cuanto sacramento
universal de salvación”. Los bautizados están obligados a la disciplina canónica, pero
56
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
El Código clasifica las leyes en «universales y particulares»109. En la
Iglesia rige el principio general de que las leyes universales vinculan a
todos los bautizados católicos dondequiera que se encuentren110 (de modo
más preciso, el canon 12.1 dispone: “omnes pro quibus latae sunt”111). Puede,
sin embargo, haber leyes universales que no estén en vigor para un
determinado territorio; puede haber leyes universales establecidas para un
determinado territorio, y que las leyes se presumen territoriales, en el
existe el problema de la obligación de obediencia a las leyes eclesiales por parte de los
bautizados no católicos, que no se encuentran en plena comunión con la Iglesia. Sin
embargo, “el Código no exime de las leyes eclesiásticas a los católicos que hayan roto el
vínculo de la comunión. La condición de bautizado no se puede perder nunca, dado que
el carácter bautismal es indeleble. Análogamente, la condición de católico, la relación de
pertenencia a la Iglesia Católica, no se considera nunca cancelada por la misma Iglesia, ni
siquiera en el caso de apostasía. Con ello ciertamente la Iglesia no pretende complicar
inútilmente la vida de sus miembros, hasta el punto de que, a nuestro juicio, debería
suprimir los deberes canónicos que pudieran obstaculizar el ejercicio de derechos
naturales ligados a los eclesiales (…)”. (Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la
Iglesia?..., op. cit., 119-120). Debe tenerse presente que, con determinadas excepciones, los
requisitos principales para la obligatoriedad de las leyes puramente eclesiásticas, son,
además, tener suficiente uso de razón y haber cumplido siete años de edad.
109 De conformidad con los cánones 12 y 13 del CIC, las leyes universales en sentido
propio son las dictadas para toda la Iglesia, incluidas las iglesias orientales y Latina;
dentro de ésta, el Código habla de leyes universales en el sentido de aquéllas que se
dirigen a todos los fieles de la Iglesia Latina que se encuentren en la situación prevista
por la norma legal; en consecuencia, la universalidad no es absoluta. Las leyes
particulares pueden provenir de los legisladores inferiores competentes, y también del
legislador supremo. (Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit.,
121-122).
110 El ordenamiento canónico, como conjunto unitario de normas divinas y humanas que
estructuran la Iglesia y ordenan su actividad, tiene unos límites de competencia por
razón de su fin y, con ciertos matices, por razón de sus súbditos, es decir, por razón de la
sociedad que dicho ordenamiento estructura y de la actividad que ésta desarrolla en el
alcance del fin asignado por Dios. Dentro de estos límites, el ordenamiento canónico es
supremo y tiene por fin inmediato el orden social justo en las relaciones sociales dirigidas
a la salus animarum, de forma que este fin de la salvación es el primer principio
informador del orden canónico, el fin supremo o último. Conforme a este criterio, son
materia de regulación por el derecho canónico todas aquellas relaciones sociales que
tienen conexión objetiva con la salus animarum, en la medida que se produce tal conexión;
además en virtud de esto se señalan los distintos ámbitos de los ordenamientos secular y
canónico, ya que el fin supremo de la salus animarum es el aspecto específico o diferencial
del ordenamiento canónico frente a los Derechos seculares.
“El ordenamiento canónico presenta una fuerte unidad de la que carece cualquier
otro ordenamiento. Su unidad está en íntima conexión con la nota de exclusividad. Si el
ordenamiento canónico es exclusivo quiere decir que es uno, no hay más normas
ordenadas efectivamente al animarum salutem que las del ordenamiento de la Iglesia
Católica Romana. Sin embargo, unidad no debe confundirse con la uniformidad. “En este
sentido hay que decir que el orden canónico, junto a una fundamental unidad, presenta
una extensión y acusada variedad”. (Cfr. HERVADA, J., El ordenamiento canónico, Eunsa,
Navarra, 2008, 181-201).
111 El canon 12 CIC dipone que “Las leyes universales obligan en todo el mundo a todos
aquellos para quienes han sido dadas”.
57
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
sentido de que vinculan a los fieles que tienen el domicilio, o
cuasidomicilio, en el ámbito de otra Iglesia particular para la que han sido
dadas y que se encuentren de hecho en el mismo territorio, aunque esta
regla sufre excepciones. El principio de territorialidad112 de la ley,
indicado al menos en línea presuntiva, se entrelaza con otros principios,
en particular con el que hace referencia a la condición personal del fiel113.
En efecto, todo ordenamiento tiene unos límites que se determinan por su
individualización y por su especificación. Por su individualización, los
ordenamientos de la misma especie se limitan por razón de las personas
que son súbditos suyos y por el territorio -en caso de que tal criterio
juegue también-, como ocurre en los ordenamientos seculares. En cambio,
por la especificación dos ordenamientos tienen ámbitos distintos de
jurisdicción, ya que la extensión de su poder se determina por razón de la
distinción específica de las relaciones que regulan114.
Lo cierto es que la organización del gobierno de la Iglesia está
estructurada sobre una base prevalentemente territorial. La potestad del
obispo -de quien depende como cabeza la cura pastoral de una comunidad
determinada de fieles que componen una Iglesia particular- está
delimitada, de ordinario, con referencia a un cierto territorio y se extiende
a aquella populi Dei portio que reside en ese territorio más o menos
establemente.
Entre las tareas confiadas al obispo, se encuentra también la de
responsabilizarse de la tutela de los derechos de sus propios fieles,
procurando que la acción de gobierno, la suya personal y la de sus
colaboradores, se ejerza en el respeto a esos derechos siempre, a través de
la creación y de la organización de órganos judiciales específicamente
112 Canon 13.1 CIC: “Las leyes particulares no se presumen personales, sino territoriales, a
no ser que conste otra cosa”.
113 Cfr. MONETA, P.,“Territorialidad y personalidad en el sistema vigente de tutela de los
derechos de los fieles”, en Ius Canonicum, XLII, N.83, 2002, 83-106. Afirma ERRÁZURIZ al
respecto que, en el actual ordenamiento canónico, las leyes particulares se presumen
territoriales, es decir, se aplican a todos los fieles que tengan el domicilio o cuasidomicilio
en ese lugar y de hecho viven allí, y en ocasiones pueden ser personales, es decir, siguen
a la persona allá donde se encuentre; por el contrario, las leyes universales, de suyo, son
personales y obligan en todas partes menos en aquellos territorios en los cuales por
excepción legal o consuetudinaria, no estuvieran en vigor. (Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J.,
¿Qué es el derecho en la Iglesia?...,op. cit., 122).
114 Cfr. HERVADA, J., El ordenamiento canónico, op. cit.., 104.
58
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
destinados a la tutela de esos derechos y a la restauración de las
situaciones subjetivas afectadas por su desconocimiento o su violación115.
Podemos concluir con ERRÁZURIZ que, en cualquier ámbito
jurídico, el conocimiento, la determinación y la realización de la justicia
implican la progresiva configuración de un sistema que, dentro de los
inevitables límites, declare, concretice, dé certeza y seguridad a la
realización de la justicia en su ámbito; el Derecho de la Iglesia no puede
ignorar la voluntad humana, la historicidad y la mutabilidad del hombre y
de sus relaciones sociales, la necesidad de formalizar lo que es justo para
hacerlo operativo y las exigencias de la seguridad jurídica; el respeto al
principio de legalidad en la actividad de la Iglesia tiende a garantizar la
justicia en las relaciones entre la potestad administrativa y los ciudadanos,
porque “el sistema canónico no puede ser separado, ni en teoría ni en la
práctica, de su finalidad, que es servir a la realización de la justicia”,
debiendo evitar confundirse el sistema con el derecho, como si éste fuera
un mero instrumento y sin olvidar que la justicia en la Iglesia no puede
realizarse sin las directrices y los mecanismos de tutela que ofrece su
propio sistema116.
1.3. LA APOSTASÍA EN LA LEGISLACIÓN CANÓNICA
1.3.1. DISTINCIÓN DE FIGURAS AFINES
La expresión “apartamiento o defección de la Iglesia por acto
formal” contenida en alguno de los cánones del Código de 1983, no existía
como tal en el Código de Derecho Canónico de 1917, fiel al principio
“semel catholicus, semper catholicus”.
Son términos relacionados con la apostasía, la herejía, el cisma y el
paganismo; y, mientras que la apostasía sería el abandono o la negación
total de una posición o doctrina original, en la herejía sólo se negaría un
dogma o parte de la doctrina o la posición en la que se está y a la que no se
renuncia; el pagano, por contra, sería quien no conoce, o aún no ha sido
115
116
Cfr. MONETA, P., “Territorialidad y personalidad en el sistema..., op. cit. ,84.
Cfr. ERRÁZURIZ M., C. J., ¿Qué es el derecho en la Iglesia?..., op. cit., 84;150.
59
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
iniciado en la doctrina; y es cismático, aquel que rechaza la autoridad
eclesial.
A la luz del contenido del vigente Código de Derecho Canónico de
1983, deben distinguirse por fuerza las figuras de la apostasía, la herejía y
el cisma, pese a integrarse en una nomenclatura común: “acto de defección
de la Iglesia”.
El canon 751 es el encargado de su definición, si bien, las
referencias genéricas al acto y sus consecuencias no se concentran en
disposiciones sistematizadas a tal efecto, sino que se hallan diseminadas a
lo largo del Código.
Prescribe la norma del mencionado canon: «Se llama herejía la
negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de
creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el
rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o
de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos».
En orden a la distinción de estas figuras, el profesor TEJERO, en su
exégesis de este canon, afirma que, «haciendo abstracción de todo
pronunciamiento sobre cualquier situación personal concreta, ofrece el
canon una definición objetiva de la herejía, cuyo elemento básico reside en
la negación o duda pertinaces de una verdad de fe divina y católica; bien
diferenciada del disenso respecto de otro tipo de pronunciamientos
magisteriales, que no pueden alcanzar ese rango de formulaciones
dogmáticas.
Queda
incluida
también
la
duda
pertinaz,
como
posible
determinante de herejía, no sólo por el desorden que implica esa situación
mental de falta de adhesión a Dios, que se revela, y a la Iglesia, que así lo
enseña; sino también por el daño social que comporta someter, en la
predicación, enseñanza o conversación, al nivel de lo dudoso lo que tiene
el valor de dogma de fe.
A pesar del propósito que ha movido a los codificadores a tipificar
la herejía en sí misma considerada, no han podido evitar hacer referencia a
dos elementos subjetivos integrados en la definición: supone la herejía que
la negación o duda de verdades de fe divina y católica son mantenidas por
una persona bautizada y, además, de modo pertinaz, es decir, persistiendo
en el rechazo de la verdad o en la duda, a pesar de haber recibido
60
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
advertencias, moniciones o correcciones de quienes merecen crédito sobre
la fe de la Iglesia.
Manteniendo esos mismos elementos subjetivos, la apostasía de la
fe se caracteriza por ser un abandono total de la fe cristiana –no sólo de
una verdad dogmática concreta, como la herejía-, hecho explícitamente,
mediante una declaración categórica, o implícitamente, mediante un acto
externo y notorio que implica el abandono de la fe por una conducta
radicalmente contraria a la fe cristiana, como el aplauso y adhesión
pertinaz a quienes ataquen a la Iglesia o al Papa.
El cisma es el rompimiento del vínculo jurídico y de caridad que
une a los fieles entre sí y al Romano Pontífice, por rehusar someterse a la
autoridad del Papa, como cabeza de la Iglesia universal, o por negarse a
tener comunicación religiosa con los miembros de la Iglesia en comunión
con el Papa»117.
La mayoría de los autores distinguen, con BENEDICTO XIV118,
entre tres tipos de apostasía: apostasía a fide o perfidia, cuando un cristiano
abandona su fe; apostasía ab ordine, cuando un clérigo abandona el estado
eclesiástico; y apostasía a religione o monachatus, cuando un religioso deja la
vida religiosa119.
En el sentido que nos interesa, Perfidia o Apostasía a fide, es el
completo y voluntario de la religión cristiana, tanto si el apóstata abraza
otras
religiones,
como
si,
simplemente,
profesa
el
naturalismo,
racionalismo o filosofías similares.
El CIC de 1917 tan sólo mencionaba dos tipos de “apostasía”: la
apostasía de la fe y la apostasía de la religión, tipificando en este último caso el
supuesto del religioso con votos perpetuos que ilegítimamente sale de la
TEJERO, E., Comentario exegético al canon, Código de Derecho Canónico, Eunsa,
Pamplona, 1992, 57-58.
118 De Sinodo Diocesana, XIII, 9.
119 Además, las Decretales de GREGORIO IX (Glosa V, Tít. 9) mencionan otras dos clases
de apostasía: apostasía in obedientiae (desobediencia a una orden dada por una autoridad
de la ley) e iteratio baptismalis (la repetición del bautismo “quoniam reiterantes
baptismum videntur apostatare dum recendum a priori baptismate”). La apostasía in
obedientiae no constituye una ofensa específica, puesto que se entiende que cualquier
pecado es una desobediencia, por lo que no es tal apostasía. En el caso de la iteratio
baptismalis, la ofensa recae más bajo el título de herejía o irregularidad que de apostasía; si
se le ha dado este último título es debido al hecho de que las Decretales de Gregorio IX
combinan en un título bajo la rúbrica “De apostasis el reiterantibus baptisma” (V, tít. 9)
los dos títulos distintos del Código Justinianeo: “Ne sanctum baptisma iteretur” y “De
Apostasis” (I, tít. 6,7).
117
61
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
casa religiosa con ánimo de abandonar la religión definitivamente120. Con
mayor rigor en el uso del concepto, el Código de 1983 no menciona la
“apostasía de la religión”, reconduciendo el supuesto al régimen de la
vida religiosa.
En el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) se encuentran varias
referencias a la apostasía. En el mismo viene a establecerse que se trata de
una ruptura que lesiona la unidad de la Iglesia, junto con la herejía y el
cisma.
Especial consideración debe tener, por la definición que ofrece, su
afirmación siguiente: “La incredulidad es el menosprecio de la verdad
revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. Se llama herejía
a la negación pertinaz, después de haber recibido el bautismo, de una
verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre
la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de
la sujeción al Sumo Pontífice o la comunión con los miembros de la Iglesia
a él sometidos”121.
Como se verá, un reciente documento del Pontificio Consejo para
los Textos Legislativos aporta una importante clarificación teológicocanónica sobre “defección o abandono de la Iglesia Católica por acto
formal”122. Es éste un acto novedoso, como tal, en el ordenamiento
canónico y sobre el que la doctrina canónica todavía tiene camino por
recorrer; sin embargo es, en realidad, tan antiguo como la libertad de
conciencia. El documento señala que tal acto constituye “un verdadero
acto de defección que rompe los vínculos de comunión con la Iglesia que
existían desde el momento del bautismo”. Y, tal gesto, en cuanto calificado
de acto de verdadera apostasía, herejía o cisma, según las eventuales
razones que haya dado el fiel, es de tal magnitud que se considera no sólo
pecado grave, sino un delito en el ordenamiento eclesiástico, para el que
está prescrita la máxima pena canónica, la excomunión.
Empero, la palabra tiene también otros significados que están en
función del contexto en que se use. En este sentido, hace referencia, tanto a
la renuncia, salida o abandono de una determinada posición, postura y,
Cfr. cc. 664 y 2385 del CIC 1917.
Nº. 2089, CEC, Asociación de Editores del Catecismo, Bilbao, 2002, 566.
122 Se trata de la Carta Circular de 13 de marzo de 2006, que será objeto de análisis,
ulteriormente.
120
121
62
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
más concretamente, de una determinada fe o de una orden religiosa (en
ese sentido, sería negar la fe de Jesucristo recibida por el sacramento del
bautismo, a la sazón, acepción primera del diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española), como a su uso para referir la circunstancia de que
un clérigo prescinda usualmente o irregularmente de su condición,
incumpliendo así sus obligaciones clericales propias de su estado u orden,
o, también, sería “abandonar un partido para entrar en otro, o cambiar de
opinión o doctrina”, en sentido mucho más amplio (acepción número
cuatro del citado diccionario) 123.
Desde una más precisa y pragmática significación del término, en la
actualidad la apostasía consistiría en ejercer el derecho a constar
formalmente como tal. Cierto es que, muchas personas ejercitan el
“derecho a la apostasía” por “congruencia personal” con una posición
personal de ateísmo, o como planteamiento de rechazo ante la Iglesia
Católica y su doctrina; otros, en cambio, aducen otras razones de mucho
menor peso intelectual, como puede colegirse de la lectura de las
peculiares opiniones contenidas en determinadas publicaciones o páginas
web, como se verá.
Al margen de los religiosos, se observan otros usos actuales de la
palabra. Diversos movimientos laicistas, librepensadores y científicos,
usan la apostasía como término para conceptuar su lucha por la libertad
de conciencia y como una opción válida para una sociedad más libre. Así,
otras “definiciones” al uso serían, por ejemplo: «la apostasía es el único
medio reconocido por la Iglesia católica, mediante el cual cualquiera
puede darse de baja de ésta. En definitiva, que aunque estando bautizado
pero no se comparta los dogmas de la iglesia, ésta contabiliza como uno
más, y la forma de que no pueden hacerlo es apostatar»124 o «la Apostasía,
un derecho de todo ciudadano a ser eliminado de las listas de la Iglesia
católica, unas listas que constituyen un registro de datos»125.
No cerraremos este apartado sin efectuar unas brevísimas
referencias históricas, que aparecerán, principalmente, en nota a pie de
página La razón que justifica la presencia de estos exiguos datos reside en
123 Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española, Tomo I, 22ª edic., Espasa
Calpe, Madrid, 2001, 185.
124 En www.ciudadanos.org, Consulta de10 de marzo de 2008.
125 En www.Kaosenlared.net. Consultan de 10 de marzo de 2008.
63
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
el interés de los mismas, dada la escasez de referencias historiográficas
sobre el acto de abandono de una religión o creencia religiosa desde el
punto de vista de su formalidad histórica, de modo que hemos
considerado que no será un exceso en nuestra labor traer a colación un
sucinto recorrido por las fuentes historiográficas más comunes en la
disciplina histórico-eclesial. Resultado de ello son, pues, las líneas que
siguen, en las que se reflejan las afirmaciones de estudiosos de la historia
de la Iglesia de la talla de ORLANDÍS126 y FLICHE-MARTÍN127.
En las fuentes veterotestamentarias, la fidelidad a Dios es mandato
básico desde los albores de la religiosidad, particularmente normado en
las religiones monoteístas o religiones reveladas. Aquí cohonestan
cristianismo y judaísmo. El Libro del Éxodo, en su capítulo 32 -que
recuerda el episodio del “becerro de oro” como paradigma de conducta
infiel, aunque también útil para la renovación de la Alianza contra los
baales- o el libro del Deuteronomio, cuyo capítulo 13 trata sobre la
incitación a la idolatría, son muestras de la existencia de esta figura desde
los albores de la religiosidad.
El Nuevo Testamento trata a lo largo de su contenido este tema. Los
Evangelios, los escritos de Pablo de Tarso (v.gr., en sus Cartas a los
Romanos o Colosenses, más la carta a los Hebreos), o las Cartas Católicas,
así lo muestran. La Didaché o Doctrina de los Doce Apóstoles, constituye
también una fuente histórica interesante al respecto, pues marca el patrón
de conducta del verdadero cristiano; que, a manera de ejemplo, con
relación al tema que nos ocupa, reza: “No abandones los preceptos del
Señor. Al contrario, observa los que has recibido, sin aumentarlos, ni
disminuirlos en un solo ápice”128.
126 ORLANDÍS, J., “La Iglesia Antigua y Medieval”, en Historia de la Iglesia, vol. I,
Ediciones Palabra, 1997, 27-75.
127 FLICHE-MARTIN, Historia de la Iglesia, Vol. I, Edicep, Valencia, 1978, 354-355.
128 Cfr. RUÍZ BUENO, D., Padres Apostólicos y Apologistas (s. II), BAC, Madrid, 2002, 28 y
ss.
La Didaché o Didajé es un interesante librito de pequeñas dimensiones, encontrado en el
año 1873 por el metropolita Bryennios de Nicomedia en un manuscrito griego del año
1056, actualmente en posesión del patriarcado griego de Jerusalén. Libro popular -que
gozó ya en la antigüedad de un renombre excepcional- que sirve como catecismo,
vademécum litúrgico y devocionario. En él se refleja la instrucción impartida a los
catecúmenos con inconfundible eco de la predicación apostólica. Es fácil descubrir en ella
tres partes bien diferenciadas, seguidas por un epílogo de carácter parusíaco; la tercera
(cap. XI-XVI) se podría considerar un antiguo fragmento de jurisprudencia eclesiástica,
especialmente en lo tocante a las relaciones del pueblo fiel con la jerarquía. El carácter
64
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Como se ha dicho, la actitud de la Iglesia frente al poder temporal
se basaba en el principio, enunciado por el propio Jesús de Nazaret, de dar
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios129. Partiendo de este
principio, la Iglesia elaboró desde la Edad apostólica una doctrina que
proponía la sumisión y obediencia al poder civil constituido. De este
sistema nace el deber de obediencia del cristiano a la autoridad pública,
obediencia que ha de prestarse no solamente por temor al castigo, sino por
una razón mucho más vinculante: porque, en cuestiones temporale,
deviene obligación de conciencia130.
Así nació y vivió la Iglesia durante los tres primeros siglos, en el
ámbito del Imperio pagano. Este periodo será recordado como la era de los
mártires en la historia del cristianismo. Un lapso histórico de rememoranza
obligada, a causa de los efectos de las persecuciones y el libello en este credo
religioso en cuanto referencias más señeras y de mayor incidencia en el
tema objeto de análisis131.
desordenado en que suceden sus preceptos, confiere a este documento el encanto de una
antigüedad anterior a cualquier tipo de orden metódico. (Cfr. FLICHE-MARTIN, Historia
de la Iglesia, Vol. I, Edicep, Valencia, 1978, 354-355).
129 Mt 20, 15-21; Mc 12, 13-17; Lc 20, 19-25.
130 Cfr. ORLANDÍS, J., “La Iglesia Antigua y Medieval”, en Historia de la Iglesia, vol. I,
Ediciones Palabra, 1997, 42.
131 Con el fin de documentarnos al respecto, traemos las aportaciones historiográficas de
los profesores ORLANDÍS (ORLANDÍS, J., La Iglesia Antigua y Medieval, en Historia de la
Iglesia, vol. I, Ediciones Palabra, 1997, 27-75) y FLICHE-MARTIN (FLICHE-MARTIN,
Historia de la Iglesia, Vol. I, Edicep, Valencia, 1988). En sus respectivas obras sobre la
historia de la Iglesia, nos recuerdan estos autores que los cristianos procedentes del
judaísmo, al convertirse, quedaban marginados de su comunidad de origen; más aún,
eran plenamente conscientes de que, en adelante serían mirados como enemigos por sus
hermanos de raza, y pasarían por el duro trance de ser tenidos por traidores a su religión
y a su pueblo; tampoco resultaban más livianas las dificultades que la conversión al
cristianismo prestaba para los gentiles. (Cfr. ORLANDÍS, J., en Historia de la Iglesia..., op.
cit., 27).
En el mundo pagano, los mayores inconvenientes recaían sobre los individuos
pertenecientes a los estratos superiores de la sociedad. Éstos, por ser cristianos, tenían el
deber de abstenerse de toda una serie de manifestaciones religiosas tradicionales,
estrechamente ligadas a la vida pública, y consideradas incluso como exponente de
fidelidad cívica a Roma. En consecuencia, los gentiles que abrazaban el cristianismo se
exponían a ser tenidos por “ateos”, por “enemigos del género humano”, a sufrir
incomprensión y calumnia, y, como su religión era ilícita, los cristianos corrían el riesgo
de ser perseguidos en cualquier momento, y sufrir martirio y muerte. “Está claro que la
conversión al cristianismo constituyó, durante los primeros siglos, una decisión que,
incluso desde un punto de vista meramente humano, encerraba un elevado valor moral”.
(Cfr. ORLANDÍS, J., Historia de la Iglesia..., op. cit., 27)
En la parte occidental del Imperio, el cristianismo arraigó prontamente en la Urbe
romana. La Roma imperial era tolerante en materia religiosa. Los cristianos, como grupo
social y religioso, no parecen haber sido objeto de especial atención por parte de la
65
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
autoridad civil hasta el verano del año 64, cuando se produjo el incendio de Roma, que
supuso la primera persecución. Las viejas leyes, la opinión pública, la seriedad religiosa
del cristianismo y la ambigüedad que entrañaba el culto imperial, fueron los principales
factores que incidieron en el desarrollo de las persecuciones. Los notables éxitos de la
propagación cristiana no podían sino alarmar a un poder que siempre había visto en el
cristianismo un enemigo o, por lo menos, un peligro; razón por la cual el emperador
Septimio Severo había intentado detener el proselitismo cristiano; Maximino dio lugar a
un episodio sangriento, pero bastante breve; Gordiano III había dejado en paz a la Iglesia;
Felipe el Árabe había pertenecido a ella o le había dado bastantes muestras de simpatía;
sin embargo, con Decio, que le sucedió en el 249, la persecución fue verdaderamente
general y pretendía abiertamente la exterminación del cristianismo. Se entablaba, así, un
duelo entre la Iglesia y el Imperio.
No conocemos el texto del edicto de persecución, pero su aplicación nos permite
determinar con bastante exactitud su contenido. Obligaba no sólo a los cristianos, sino a
toda persona sospechosa de cristianismo -y, quizá, en principio, a todos los habitantes del
Imperio- a hacer un acto de adhesión al culto pagano con el fin de demostrar el
reconocimiento de la divinidad imperial, convertida en la síntesis de la religión oficial de
Roma. Con ese acto, el sospechoso demostraba la inutilidad de la sospecha, por fundada
que fuese, que pesaba sobre él, y el cristiano, abjurando de su fe, se encontraba al mismo
tiempo absuelto, en virtud de la legislación trajana, del delito, que cesaba con la
retractación. Para obtener tal resultado, eran buenos todos los medios, aunque éstos
solían quedar a merced de la discreción de los jueces (torturas, largas estancias en prisión,
tentativas de seducción, etc.). La única exigencia para los jueces era que obtuvieran éxito
en la abjuración; de ahí las palabras de Orígenes: “Los jueces se afligen si se soportan con
valor los tormentos, pero su alegría no tiene límites cuando pueden triunfar sobre un
cristiano”. En definitiva, la orden “no era hacer mártires, sino apóstatas”. (Cfr. FLICHEMARTIN, Historia de la Iglesia..., op. cit., 211-212).
En efecto, muchas fueron las apostasías. Numerosos cristianos, ablandados por
un largo periodo de paz, no soportaron la idea de los suplicios; y quizá también les
parecería a muchos que se libraban de ellos casi sin renegar, consintiendo un simple gesto
que para el agente del poder tenía el valor de una retractación, pero que para el fiel
vacilante no era una abjuración formal. En una palabra, según el mismo testimonio de
san Cipriano, las apostasías fueron numerosas, pero hubo apóstatas de muchas clases.
Unos, a los que se llamó sacrificati, aceptaron ofrecer realmente sacrificios a los dioses;
otros, los thurificati, solamente quemaron incienso ante las imágenes divinas,
principalmente ante la del emperador; otros, en fin, se hicieron inscribir en los registros
públicos, como queriendo satisfacer a la ley, o sólo consiguieron pagando, la mayoría de
las veces, certificados (libelli) que testimoniaban que habían obedecido las órdenes
imperiales; a éstos se les llamaba acta facientes o libellatici. (Cfr. FLICHE-MARTIN,
Historia de la Iglesia..., op. cit., 212).
Nace pues, un primer ejemplo de lo que puede considerarse una “declaración
formal de apostasía”, historiográficamente constatado, el libello. En definitiva, la Iglesia
conoció en esta época lapsos de paz, pero eran siempre periodos de tolerancia de facto, ya
que la situación legal no había variado y el cristianismo seguía estando fuera de la ley.
Los siglos II y III se insertan en la denominada “era de las persecuciones”, la última de las
cuales vino de la mano del emperador Diocleciano (285-305). En el siglo IV, la Iglesia
comenzó a vivir en libertad. El augusto Galerio, parece haber sido el principal instigador
de la persecución de Diocleciano, no obstante, fue también el primero en reconocer
públicamente su fracaso; sintiéndose enfermo de gravedad y próximo a la muerte,
publicó en Sárdica, el año 311, que reconocía al cristianismo un derecho de existencia
legal - denuo sint christiani-, es decir, el estatuto oficial de tolerancia. En octubre del año
313, se promulgó la legislación de libertad religiosa, que ha pasado a la historia con el
nombre de Edicto de Milán. La victoria de Constantino sobre Magencio en la batalla del
puente Milvio fue decisiva para el cristianismo.
66
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
1.3.2. NORMATIVA APLICABLE
Desde el punto de vista jurídico, el abandono de la Iglesia es una
cuestión que ofrece distintos planos de consideración. Por esencia, se sitúa
en un plano ontológico-sacramental; no obstante, también es susceptible
de ser observado desde un prisma social que, a su vez, permite el
desenvolvimiento de otro plano, el jurídico, si se dan las condiciones
necesarias para ello.
Prima facie, abandonar una religión o confesión religiosa es un mero
acto de carácter personal y naturaleza religiosa, sin consecuencias en el
orden estatal, cuya regulación correspondería, en exclusividad, al Derecho
La evolución religiosa llegó a su término con Teodosio, el último gran
emperador, que proclamó el cristianismo como la religión del Imperio, mediante la
constitución Cunctos Populos, promulgada en Tesalónica, el 28 de febrero del año 380. La
infamia legal era la pena reservada a quien desobedeciera ese mandato. En los años
siguientes, nuevas leyes completaron la eliminación del paganismo y se prohibió todo
acto de culto gentil, tanto público como privado. (Cfr. ORLANDÍS, J., Historia de la
Iglesia..., op. cit., 40 ss).
No puede cerrarse esta reseña sin mencionar, al menos, un nombre propio que
tiene un lugar destacado en la historiografía de la apostasía, especialmente por su
sobrenombre, poco común pese a las anteriores demostraciones de disidencia religiosa en
el Imperio Romano: Juliano el Apóstata.
El emperador Flavio Claudio Juliano, llamado el Apóstata y nacido en
Constantinopla, el año 331-332, siempre ha excitado el interés de los historiadores, a
pesar de haber ocupado el trono imperial menos de dos años. Fue hijo de Julio
Constancio y hermanastro del emperador Constantino.
El tema de la apostasía de Juliano se ha debatido muchísimo. Algunos estudiosos
sostienen que nunca fue sinceramente cristiano, en gran parte por rechazo hacia
Constancio (asesino de su padre y de su hermano) y de su religión; otros autores le
atribuyen fuertes convicciones cristianas durante sus primeros años, de modo que su
ruptura con el cristianismo habría sido el resultado de una crisis religiosa. Su intento de
llevar a cabo la restauración del paganismo, le ha valido el dictado de apóstata.
Pese a su actitud política de defensa del tradicionalismo romano, es sobre todo un
helenista, tanto en el aspecto cultural como en el religioso. La actitud de Juliano respecto
al cristianismo fue inicialmente de tolerancia puesto que se limitó a proclamar la libertad
de culto ofrecida a los dioses paganos, anulando las disposiciones de Constancio y
abriendo los templos clausurados; sin embargo, se tornó menos benevolente con el paso
del tiempo y trató, por un lado, de privar a los cristianos de los privilegios legales que les
habían sido concedidos hasta entonces; por otro, de desacreditar el conjunto de creencias
cristianas intentando mostrar que eran nocivas para la sociedad. Asímismo, consideraba
que los cristianos eran simples apóstatas del judaísmo. Además de los escritos polémicos
del emperador, se han conservado algunas de sus cartas y, sobre todo, las descripciones
de su carácter en el Panegírico, de Libanio, y la Historia Contemporánea, de Amiano
Marcelino, quien deja entrever que Juliano era muy supersticioso, por el gran número de
víctimas que sacrificaba regularmente (Cfr. Clark, C.U. (ed) Ammiani Marcellini Rerum
Gestarum Libri Qui Supersunt, Weidemann, Berlín, 1963). Murió herido en campaña contra
los persas. (Cfr. VV. AA., Historia Universal, Tomo 8, El País. Salvat, Madrid, 2004, 184213; SANZ SERRANO, R. M., “El paganismo tardío y Juliano el Apóstata”, en Historia del
Mundo Antiguo, nº 60, Akal, Madrid, 1991).
67
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
de la correspondiente iglesia. La situación de las personas en materia
religiosa, en nuestro país, no es determinante de diferencias jurídicas, por
lo que la formalización del abandono, ya sea de la Iglesia Católica, como
de cualquiera otra confesión religiosa, carece de trascendencia jurídicocivil, a diferencia de lo que ocurre en otros países, como es el caso de
Alemania,
donde
la
pertenencia
religiosa
implica
determinadas
obligaciones, de naturaleza fiscal, por ejemplo -caso del impuesto
eclesiástico- que, en lógica consecuencia, dotan al acto formal de abandono
cierta entidad o relevancia de cara al ordenamiento estatal132.
Con todo, a fin de tutelar la libertad religiosa de los ciudadanos, el
Estado debe garantizar en el ámbito del derecho público y del derecho
privado, tanto la entrada como la salida de las confesiones religiosas;
también en aquellas -como ocurre con la Iglesia Católica- donde no hay
procedimientos jurídicos para la declaración de salida133. Esas garantías
jurídicas, al mismo tiempo, deben respetar la autonomía interna de las
confesiones religiosas.
Como se ha apuntado en páginas anteriores, el Codex Iuris Canonici
de 1983 estableció la figura del “acto formal de abandono de la Iglesia”
ROCA FERNÁNDEZ, ofrece un interesante trabajo acerca de la declaración de salida
de la Iglesia en la República Federal de Alemania, donde ocupa un relevante lugar
debido a que plantea cuestiones relevantes que atañen a los ordenamientos estatal y
canónico. Según su parecer, resulta criticable considerar el derecho de salida como parte
del derecho de pertenencia. Afirma que: “Desde el plano personal, resulta necesario
advertir, que la pertenencia a una confesión religiosa, no da a sus miembros el derecho a
abandonarla. Más aún, por lo que respecta a la Iglesia Católica, como ha sido
frecuentemente recogido por la doctrina, la pertenencia no termina nunca. Con el
bautismo empieza a disfrutarse la pertenencia a la Iglesiay se adquiere el deber de no
abandonarla. Puede abandonarse porque se es miembro, pero no se tiene el derecho a
abandonarla, precisamente porque la condición de miembro impone el deber contrario.
(...) A nuestro juicio, tampoco con referencia exclusiva al derecho secular resulta
aceptable la integración del derecho de salida en la pertenencia. Puesto que la pertenencia
forma parte de los «asuntos propios» de la Iglesia (...). El fundamento para la institución
de salida, no puede ser otro que la libertad de creencias. Así pues, la pertenencia
(Zugehörigkeit), y la salida (Austritt) presentan un fundamento de igual rango jurídico, sin
que pueda fundamentarse, en consecuencia, la salida en la pertenencia como título
jurídico que otorga el derecho de salida”. (Cfr. ROCA FERNÁNDEZ, A. M., “Valoración
de la institución de la salida de la Iglesia desde la perspectiva de los sujetos afectados:
Estado, Iglesia y Persona”, en Ius Canonicum, XXXI, n. 61, 1991, 311-312).
133 Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. M., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 108. En
nota 122 de la página 108 de este trabajo, recoge la siguiente afirmación: “En opinión de
Busso, al no existir un derecho subjetivo del fiel a abandonar la Iglesia, tampoco para ésta
surge obligación alguna de certificar oficialmente su apostasía. (Cfr. BUSSO, A. D., «El
derecho a la libertad religiosa y la comunicación del abandono a la Iglesia y sus efectos
canónicos», Anuario Argentino de Derecho Canónico, 10 (2003), 264)”. .....
132
68
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
con efectos relevantes, principalmente en el ámbito penal eclesial134 y en el
ejercicio del derecho a contraer matrimonio: vid., v. gr., cc. 1086, 1117 y
1124; al tiempo que definió las figuras jurídicas que, por su naturaleza y
efectos, lo configuran.
Reza el canon 751: “Se llama herejía la negación pertinaz, después de
recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la
duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana;
cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los
miembros de la Iglesia”.
La fuente de dicha norma es el canon 1325 §2 del Código de 1917,
que disponía: «Si alguien después de haber recibido el bautismo, conservando el
nombre de cristiano, niega pertinazmente alguna de las verdades que han de ser
creídas con fe divina y católica, o la pone en duda, es hereje; si abandona por
completo la fe cristiana, es apóstata; finalmente, si rehúsa someterse al Sumo
Pontífice o se niega a comunicar con los miembros de la Iglesia que le están
sometidos, es cismático».
Aunque el legislador actual haya preferido definir los supuestos, a
diferencia de su paralelo, el canon 1325 del CIC de 1917, que los definía
directamente, como puede vislumbrarse, en cuanto al contenido material
de las definiciones, no se detectan diferencias reseñables entre ambos
134 Los cánones 1311-1399 contienen las normas básicas acerca del derecho penal de la
Iglesia o conjunto de normas mediante las cuales ejercita su potestad de proteger la
disciplina eclesial mediante la coacción. Es resultado del ejercicio del poder, derivado de
la potestad de jurisdicción, que posee la Iglesia para establecer penas por las infracciones
de sus normas, dimensión de su poder de jurisdicción. El canon 1321 §1 indica los
elementos esenciales que configuran la noción de delito: un elemento material u objetivo,
el cuerpo del delito, es decir, la violación externa de una Ley, un elemento subjetivo o
intención delictiva, y el elemento legal o penal. El denominado elemento material
consiste en la trasgresión externa de una ley o precepto (debe tratarse de una verdadera o
real vulneración de una ley externa, no interna, pudiendo ser pública y oculta). El delito
se distingue de la noción de pecado: éste último supone un quebranto puramente
afectivo, interno o externo, ya que corresponde más al orden moral que al jurídico; el
pecado, además, es la violación de cualquier ley, incluso la no penal. El concepto de
pecado, en suma, resulta mucho mas amplio que el del delito, razón por la cual no es
verdad “el conocido dicho de que cualquier delito es pecado, porque el pecado y el delito
son acciones moralmente malas, pero no es cierta la afirmación de que cualquier pecado
es delito, porque ambos conceptos corresponden a tratamientos diferentes”. (Cfr.
AZNAR GIL, F., Derecho Canónico II, BAC, Madrid 2006, 223-226). La actual legislación
penal universal es muy restrictiva en la tipificación de delitos, favoreciendo, en
consecuencia, un mayor ámbito de actuación para las legislaciones particulares. (Cfr.
MARZOA, A., Comentario exegético. Código de Derecho Canónico, Vol. IV/I, Eunsa, Navarra,
1996, 235).
69
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Códigos135. Como se dijo, no existe en este Corpus normativo un
tratamiento sistemático de las consecuencias jurídicas; de manera que,
diseminadamente, en conexión con el canon 751 se encuentran los vigentes
cánones 194.1.1º, 196, 694.1.1º, 844, 1041, 1184, 1323 y 1364, ubicados en
distintas sedes temáticas; y, por lo que afecta a la materia matrimonial, se
atenderá a las normas de los cánones 1086 y 1124, particularmente.
El profesor TEJERO, en su exégesis del canon 751, destaca que
“desde el inicio de sus trabajos, el coetus del Magisterio eclesiástico, que
redactó este canon, pretendió rectificar el planteamiento del c. 1325 del
CIC 17, en referencia directa al hereje, apóstata y cismático -como
situaciones subjetivas- y optó por una redacción que expresara «qué es la
herejía, la apostasía y el cisma, afirmando que no se es reo de ellas sino
cometiéndolas de mala fe»”136.
Asimismo, resalta que la apostasía se caracteriza por ser un
abandono total de la fe cristiana, y no únicamente de una verdad
dogmática concreta, como es el caso de la herejía, realizado explícitamente,
mediante un acto externo y notorio que determina el abandono de la fe
por una conducta radicalmente contraria a la fe cristiana, como pueden ser
“el aplauso y adhesión pertinaz a quienes ataquen a la Iglesia o al
Papa”137.
Con arreglo al tenor de los cánones 1314 y 1331, el fiel -no clérigoque perpetra cualquiera de los tres delitos referidos incurre en una
censura de excomunión latae sententiae138; si bien, son más las
Cfr. MARZOA, A., Comentario exegético. Código de Derecho Canónico, Vol. IV/1, Eunsa,
Navarra, 1996, 469.
136 Cfr. TEJERO, E., Comentario exegético. Código de Derecho Canónico, Eunsa, Navarra, 1996,
57.
137 Cfr. TEJERO, E., Comentario exegético..., op. cit., 58.
138 La excomunión es una de las penas más tradicionales y antiguas de la Iglesia, aunque
su contenido y significado no siempre es el mismo, ni coinciden con el actual. Suelen
citarse algunos textos neotestamentarios como fundamento y antecedente de la
excomunión; por ejemplo, Mt 18, 15-18 o 1 Cor 5, 1-13, sin embargo, no permiten
presentar una visión global de la misma, sino unos elementos a considerar desde las
prácticas allí reflejadas. Puede afirmarse que es en el siglo XII cuando queda perfilada la
excomunión como hoy la conocemos. Esta pena suele definirse como una “censura por la
que se excluye a los fieles de algunos bienes y derechos eclesiales, que vienen
enumerados en el c. 1331”. La doctrina canónica no mantiene unanimidad a la hora de
definir su naturaleza; unos autores, entienden que tiene “naturaleza sustancialmente
declarativa”, esto es, “no es la Iglesia quien constituye al excomulgado, sino que es el
mismo fiel quien se coloca en tal situación al cometer el delito”; otros, consideran que es
un acto constitutivo de la Iglesia, lo que no significa que sea arbitrario o “que se trate de
135
70
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
consecuencias jurídicas que se derivan de los delitos de apostasía, herejía o
cisma, las cuales, aunque no tengan naturaleza estrictamente penal, debe
tenerse en cuenta. Así, además de la remoción ipso iure del oficio, afectan
también a la denegación de exequias (“a los notoriamente apóstatas,
herejes o cismáticos”, c. 1184.1.1º), constituyen irregularidad para recibir
órdenes (“quien haya cometido el delito de apostasía, herejía o cisma”, c.
1041.2º) y, en el caso de religiosos, son causa de expulsión ipso facto del
instituto (quien “haya abandonado notoriamente la fe católica”, c.
694.1.1º).
El canon 1364, en su párrafo primero, establece que «el apóstata de
la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae139,
un mero positivismo jurídico: hay conexión con el Misterio de la Iglesia cual es la que se
da entre la excomunión y el pecado, pero sus efectos jurídicos son de derecho
eclesiástico”. En definitiva, es una sanción penal de derecho positivo eclesiástico, de
finalidad medicinal, establecida para los delitos muy graves, cuyos efectos consisten en la
prohibición del ejercicio de los derechos y deberes con arreglo a las disposiciones del
Código de Derecho Canónico. (Cfr. AZNAR GIL, F. R., “Las sanciones en la Iglesia”, en
Derecho Canónico II, BAC, Madrid, 2006, 232-233).
El canon 1314 recoge la distinción establecida en razón del modo de aplicación de las
penas: penas ferendae sententiae y latae sententiae. Las primeras constituyen la norma
general en el Derecho canónico, es decir, aquellas cuyo modo normal de aplicación es
mediante sentencia del juez o decreto del Superior, tras un procedimiento penal -judicial
o administrativo- en orden a obtener la certeza jurídica sobre la existencia del delito y la
culpabilidad del autor; solo a partir de ese momento cuando la pena obliga al reo.
Excepcionalmente, y cuando la ley lo establece expresamente, algunas penas se aplican
latae sententiae o cuando se incurre en ellas ipso facto, por el hecho mismo de la comisión
del delito –quedan excluidas por su naturaleza las penas expiatorias a las que hace
referencia el canon 1336 §2-. Cometido el delito, si la pena conminada es latae sententiae,
puede ser tratada ferendae sententiae también, esto es, puede ser declarada mediante
sentencia o decreto; en este caso, la pena desplegará todos sus efectos desde ese
momento. (Cfr. SANCHÍS. J., Comentario al canon 1314, en Código de Derecho Canónico,
Vol IV/1, Eunsa, Navarra, 1996, 265-267).
Recuerda VEGA GUTIÉRREZ que, “Conforme a las modificaciones introducidas en las
Normae de gravioribus delictis, el 15 de julio de 2010, «compete al Ordinario o Jerarca
remitir, en caso necesario, la excomunión latae sententiae, y realizar el proceso judicial de
primera instancia o actuar por decreto extrajudicial sin perjuicio del derecho de apelar o
de presentar recurso a la Congregación para la Doctrina de la Fe» (art. 2). La
Congregación para la Doctrina de la Fe es el supremo tribunal apostólico para la Iglesia
latina, así como también para las Iglesias Orientales, para juzgar estos delitos (art. 8.1)”.
(VEGA GUTIÉRREZ, A. M., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit, 105, nota número
100).
139 El canon 1331 describe los efectos jurídicos de la excomunión y distingue entre la
“excomunión latae sententiae pero no declarada, y la excomunión impuesta por un
proceso judicial o administrativo o latae sententiae declarada. El primer caso, es decir,
cuando la pena de excomunión es latae sententiae pero no ha sido declarada, sus efectos
jurídicos vienen escritos en el c. 1331 § 1: se trata de prohibiciones que afectan a la licitud
del acto realizado contra las mismas, pero no a su validez, y afectan a diferentes ámbitos
de la participación del fiel en la vida eclesial: está prohibido que se tenga cualquier
71
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
quedando firme lo prescrito en el c. 194.1.2º y 3º»; «pero no incurren en
penas canónicas los que apostataron o abrazaron la herejía o el cisma antes
de haber cumplido los dieciséis años, aunque lo hayan hecho
culpablemente, o se encuentren en alguno de los supuestos señalados en el
c. 1323».140
Con respecto a este tipo de penas, el nuevo Código ha reducido
drásticamente el número de los delitos castigados con este tipo de pena
(de treinta y cuatro, a quince) y ha determinado, aunque sea como norma
orientativa dirigida al legislador, que no sean establecidas tales penas “nisi
forte in singularia quaedam delicta dolosa, quae vel graviori esse possint scandalo
vel efficaciter puniri ferendae sententiae non possint” (c. 1318)141.
MARZOA, al comentar el canon 1364, dice: “El canon, a la hora de
tipificar los delitos de herejía, apostasía y cisma, no se detiene en la
definición de estos supuestos (...); el legislador se sirve de conceptos que
ya tienen una significación determinada -en el ámbito canónico o en la
cultura en general- dejando a la doctrina la tarea de describir sus
contenidos (...). La descripción del supuesto de hecho que subyace al tipo
delictivo precisa del recurso a otros momentos del CIC y de la doctrina”142.
No es lo mismo la apostasía que el delito de apostasía: una persona
puede ser formalmente apóstata, sin cometer el delito. Sólo hay delito de
participación ministerial en la celebración del sacrificio eucarístico o en cualesquiera otras
ceremonias de culto; la celebración de los sacramentos y sacramentales así como la
recepción de los sacramentos; y finalmente desempeñar oficios, ministerios o cargos
eclesiásticos, o realizar actos de régimen. (Cfr. AZNAR GIL, F. R., “Las sanciones de la
Iglesia..., op. cit., 232-234).
El c. 1331 § 2 describe los efectos de la excomunión impuesta judicialmente o por decreto
extrajudicial, o ha sido latae sententiae declarada; en ambos casos la excomunión tiene un
carácter público que obliga a observar los efectos de la misma en el fuero externo, puesto
que no goza ya de las causas de exención previstas en el c. 1352 § 2. (Cfr. AZNAR GIL, F.
R., “Las sanciones de la Iglesia..., op. cit., 232-234).
140Cfr. TEJERO, E., Comentario exegético..., op. cit., 56.
141 La finalidad de esta pena es esencialmente medicinal: persigue el futuro regreso a la
comunión y no la expulsión del apóstata. Prueba de ello es que a pesar de que obliga al
reo a observarla en todo lugar (c. 1351), queda en suspenso en lo que se refiere a la
prohibición de recibir los sacramentos y sacramentales durante todo el tiempo en que el
reo se encuentre en peligro de muerte (c. 1325.1) y siempre es posible la readmisión del
apóstata a la Iglesia católica, que deberá hacerse mediante un acto formal y externo,
previa remisión de la excomunión, cuando el abandono fue formal. (Cfr. VEGA
GUTIÉRREZ, A. M., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit, 105-106).
142 Cfr. MARZOA, A., Comentario exegético del canon 1364, Código de Derecho Canónico,
Eunsa, Navarra, 1996, 469.
72
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
apostasía cuando se rompe con la communio Ecclesiae. Lo que se tipifica
como delito es esa ruptura143.
Concluyendo con el mencionado profesor, “se entiende por
apostasía, exclusivamente, el «rechazo total de la vida cristiana». Con estos
términos define el c. 751 el pecado de apostasía. Para que sobre este
supuesto material pueda darse el delito consumado de apostasía, además
de los elementos de imputabilidad jurídico-penal grave que se desprenden
de los cc. 1322-1323, será preciso: a) que el sujeto haya sido bautizado en la
Iglesia Católica o haya sido recibido en ella (c. 11); b) que, a tenor del c.
1330, el hecho de la apostasía haya sido percibido por alguien: no bastaría
una voluntad o actitud meramente interna, sin trascendencia externa
(supuesto «simplemente» de pecado de apostasía, que independientemente
de que se verifique o no el delito, implicaría una ruptura de la plena
comunión con la Iglesia: cfr c. 205)”144.
Por que afecta al tema central del trabajo, el vigente Código de Derecho
Canónico145 señala dos tipologías para la descripción de la actitud de los
fieles católicos que rechazan pertenecer a la Iglesia Católica: el abandono
notorio o público de la fe católica o de la comunión eclesial146 y el
abandono o defección de la Iglesia católica por acto formal147, pero
atendiendo al tenor del canon 11, son los bautizados en la Iglesia Católica
Recordemos al respecto la dicción del precepto que define la comunión eclesiástica, el
canon 205: «Se encuentran en plena comunión con la Iglesia católica, en esta tierra, los
bautizados que se unen a Cristo dentro de la estructura visible de aquélla, es decir, por
los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico». El
profesor MARZOA señala, en su comentario al canon 1364, que la causa de la tipificación
como delitos de determinados comportamientos antieclesiales “no es otra que la especial
protección penal que quiere darse a aquellos bienes e intereses más fundamentales para
la Iglesia”, lo que constituye “el depósito más preciado de la Iglesia y razón de su
existencia: la comunión en la fe y la disciplina, que junto con la comunión en los
sacramentos son los «tria vincula» que conforman la plena comunión de la Iglesia (…), y
por tanto la propia razón de ser his in terris”. (Cfr. MARZOA, A., Comentario exegético
del canon..., op. cit., 468).
144 Cfr. MARZOA, A., Comentario exegético del canon..., op. cit., 474-475.
145 Como se apuntó con anterioridad, el CIC de 1917, fiel al principio «semel catholicus,
semper catholicus» no contenía la cláusula «actus formalis defectionis ab Ecclesia
Catholica»; no obstante, el canon 1099.2 eximía de la obligatoriedad de observar la forma
canónica “a los nacidos de acatólicos, aunque bautizados en la Iglesia Católica, que
fueron educados desde su edad infantil en la herejía, cisma o infidelidad o sin ninguna
religión, cuantas veces contrajeran matrimonio con parte acatólica”.
146Cfr. cánones 171.§1.4º; 194.§1.2º; 316.§1 y 2; 694.§1.1º; 107.§1.4º.
147Cfr. cánones 1086 §1, 1117 y 1124.
143
73
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
o recibidos en ella quienes están obligados a las leyes meramente
eclesiásticas148.
Esto último constituye una nueva concepción en la legislación
canónica, diferente de otros tipos no formales, por lo cual, la doctrina ha
venido discutiendo ampliamente desde la promulgación del Código sobre
qué debe entenderse por “actus formalis defectionis ab Ecclesia Catholica” y su
regulación149.
Como se apuntó, el acto de apostasía, en cuanto rechazo total de la
fe, conlleva la pérdida de la comunión y se incurre en pena de
excomunión latae sententiae si el acto reúne los requisitos internos y
externos que establece el Derecho150; sus consecuencias consisten,
básicamente, en: la exclusión de los sacramentos (cfr. cc 1331.1 y 2º y 915),
la privación de las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte se
hubiera dado alguna señal de arrepentimiento (cfr. c. 1184.1.1º), la
exclusión del encargo de padrino para el bautismo y la confirmación (cfr.
cc. 874.1.4º y 893.1) y la necesidad de la licencia del Ordinario del lugar
para la admisión al matrimonio canónico (cfr. c. 1071.1.5). Aunque la
tendencia actual del Derecho canónico se orienta hacia la dulcificación de
las consecuencias del abandono151, contemplándose entre los mecanismos
de flexibilización el abandono por acto formal, que supone, como se
advirtió, una novedosa institución canónica introducida por el Código de
Derecho Canónico de 1983, de determinantes efectos, sobre todo en el
ámbito del Derecho matrimonial.
Canon 11: «Las leyes meramente eclesiásticas obligan a los bautizados en la Iglesia
Católica y a quienes han sido recibidos en ella, siempre que tengan uso de razón
suficiente y, si el derecho no dispone expresamente otra cosa, hayan cumplido siete
años».
149 AZNAR GIL, F.R., “La defección de la Iglesia Católica por acto formal: concepto,
consecuencias y regulación en las diócesis españolas”, en Actas de las XXVII Jornadas de
actualidad canónica, organizadas por la Asociación Española de Canonistas, Madrid, abril 2007,
27.
150 Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. M., “Conversión religiosa y derecho”..., op. cit., 105-106.
151 El abandono notorio que aparece mencionado en los cánones 171§1, 4º; 194 § 2º; 316 §
1; 694 § 1,1º; 1071 § 1,4º y § 2, queda afectado singularmente por la reciente reforma
introducida por el Motu proprio Omnium in mentem de Benedicto XVI, de 2009: la
diferencia de este abandono respecto al abandono formal es que, en el primero, a pesar de
la defección, los bautizados en la Iglesia Católica o recibidos en ella estaban obligados a
las leyes meramente eclesiásticas (cfr. c. 11), cosa que no ocurría en el segundo caso. En la
actualidad dicha diferencia ha desaparecido. (Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. M.,
“Conversión religiosa y derecho…, op. cit., 106, nota 102).
148
74
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Así pues, el sentir eclesial se resume en la convicción de que «el
vínculo sacramental de pertenencia al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia,
dado por el carácter bautismal, es una unión ontológica permanente y no
se pierde con motivo de ningún acto o hecho de defección»152. Ejemplo
reciente de tal consideración es el Motu Proprio Omnium in mentem de
Benedicto XVI, aprobado el 26 de octubre de 2009153, que ha abolido la
excepción a la norma general del canon 11 y ha puesto fin a la asimilación,
en materia matrimonial, entre el no bautizado y quien ha abandonado
formalmente la religión católica, unificando con ello el régimen jurídico
canónico del abandono notorio, o simplemente público, con el del
abandono formal; la apostasía de uno de los contrayentes carece ya de
repercusiones en la celebración del matrimonio. En efecto, como
acertadamente sostiene LÓPEZ SIDRO, «las penas que el Derecho
canónico asocia al delito de apostasía son medidas disciplinares internas
cuyo fin no es forzar la permanencia en la Iglesia de sus miembros. Por eso
sus preceptos y actuaciones no invaden el terreno civil ni pretenden
ningún tipo de coacción o castigo secular hacia los apóstatas»154.
Sin embargo, ha de tenerse en cuenta que no tanto el Código de
Derecho Canónico, en cuanto Derecho eclesial de ámbito universal, como
las normas diocesanas, en calidad de Derecho particular, se ocupan de la
cuestión del acto formal de defección en su aspecto práctico. El avance en
la materia sin duda viene de la mano del Derecho particular orientado
desde la Comisión Pontificia Vaticana para los Textos Legislativos y la
Conferencia Episcopal Española, pero son las Diócesis las que van dando
forma a la solución del acto particular de defección de la Iglesia cuando es
Nº. 7 del Actus formalis defectionis ab Ecclesia Catholica del Pontificio Consejo para los
Textos Legislativos, de 13 de marzo de 2006 (Prot. N. 10279/2006).
153 Con respecto a este documento, PEÑA GARCÍA considera que en relación con la
acción pastoral y la praxis en los tribunales, el acto formal de abandono de la Iglesia
Católica puede suponer un señero problema, y afirma: “El Motu proprio señala, como
uno de los motivos de la modificación, que “de la nueva Ley parecían derivar, al menos
indirectamente, una cierta facilidad o, por así decir, un incentivo a la apostasía en
aquellos lugares donde los fieles católicos son escasos en número o donde rigen leyes
matrimoniales injustas, que establecen discriminaciones entre los ciudadanos por
motivos religiosos. (...) Personalmente, no alcanzo a ver cómo la regulación del código de
1983 respecto al acto formal de abandono pudiera provocar esos efectos incentivadores
de la apostasía (…)”. (Cfr. PEÑA GARCÍA, C ., “El M. P. Omnium in mentem: la supresión
del acto formal de abandono de la Iglesia”, en El Derecho Canónico en tiempos de cambio.
Actas de las XXX Jornadas de Actualidad Canónica, Dykinson, Madrid, 2011, 98).
154 Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. M., “Conversión religiosa y derecho”…, op. cit., 107.
152
75
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
solicitado formalmente; y son éstas mismas las que han suscitado en
algunas ocasiones que esta petición se convierta en una auténtica lid en el
terreno judicial.
1.3.3. PROCEDIMIENTO: EL ACTUS FORMALIS DEFECTIONIS AB
ECCLESIA CATHOLICA
A la vista de la inseguridad y las diferencias de tratamiento que a
veces se generaba entre las diócesis en materia de apostasía, el día 13 de
marzo de 2006, el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, en
atención a las dudas y peticiones de aclaración presentadas ante el mismo
por parte de Obispos, Vicarios judiciales y otros profesionales del
Derecho, emitió una Carta Circular155 a los presidentes de las Conferencias
Episcopales en la que, examinada la cuestión, precisaba los contenidos
teológico-doctrinales del acto de abandono de la Iglesia, así como los
requisitos y formalidades jurídicas necesarias para que ese acto se
configure como un verdadero “acto formal” de defección156.
El
texto
completo
puede
verse
en:
www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/intrptxt/documents/rc_pc_intr.
156 PEÑA GARCÍA destaca con relación a este acto, el hecho de que desde el principio, la
doctrina observara la dificultad de fijar una interpretación exacta del abandono de la
Iglesia por acto formal, no sólo porque se trataba de una cláusula novedosa, sino por la
dificultad de concretar en qué consistía ese acto; se suscitan cuestiones del tenor:
“¿bastaba la admisión formal en otra confesión religiosa, pese a la dificultad de que la
Iglesia conociera este hecho? ¿cuál era el contenido y requisitos exactos de este acto de
abandono? ¿era exigible la aceptación del abandono por la autoridad eclesiástica
competente?” La dificultad motivó que el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos
publicara la nota aclaratoria de esta cláusula, explicitando los requisitos de este acto de
abandono. Para este autor, ni tras esta declaración el sentido de esta cláusula quedó
totalmente clarificado, ni se resolvieron los interrogantes y dificultades que planteaba,
especialmente graves en materia de seguridad jurídica sobre la validez o nulidad del
matrimonio contraído por estas personas. En su opinión:
«a) Por un lado, la declaración de 2006 dejaba sin resolver -pues propiamente no
contemplaba este supuesto- cómo valorar el abandono de la Iglesia hecho por la entrada
formal en otra confesión religiosa, hecho que, de suyo, a juicio de la mayoría de la
doctrina, supone el abandono formal de la Iglesia Católica, sin perjuicio de la dificultad
que frecuentemente la Iglesia tendrá para conocer dicho abandono.
b) Por otro lado, incluso en el supuesto de existir un documento de abandono
dirigido a la autoridad eclesiástica, es claro que lo determinante no es tanto el
documento, como la voluntad del sujeto de abandonar efectivamente la Iglesia, y no cabe
excluir que haya casos en que el sujeto no tenga realmente la voluntad interna de
apostatar: así se recoge, de hecho, en la misma nota aclaratoria de 2006, al sostener ésta
que “el `acto jurídico-administrativo de abandono´ (salir de la Iglesia en el sentido
relativo a su registro con las correspondientes consecuencias civiles) de por sí no puede
constituir un `acto formal de defección´ en el sentido que éste tiene en el CIC, porque
155
76
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
De su contenido interesa destacar los extremos siguientes:
1º.- Se trata de un verdadero acto formal de defección de la Iglesia
Católica donde, en orden a su formación válida, deben coincidir el perfil
teológico del acto interior (“decisión interna de salir”) con su
manifestación en la forma prevista (“actuación y manifestación externa de
la decisión”) y recepción de la decisión por parte de la autoridad
competente de esa decisión. Se requiere, además, que el acto sea
manifestado por escrito ante la autoridad competente157.
2º.- La ruptura de los vínculos de comunión -fe, sacramentos y
gobierno pastoral- ha de constituir el contenido del acto de voluntad. Esto
significa que el acto formal de defección se configura como una verdadera
separación, esto es, “supone un acto de apostasía, de herejía o de
cisma”158.
3º.- Debe tratarse de un acto jurídico válido, esto es, realizado por una
persona capaz de conformidad con la normativa canónica, como señala el
número cuarto del Documento, en relación con los cánones 124-126. Su
emisión, por ende, ha de ser personal, consciente y libre, en forma escrita,
y ante la autoridad competente, es decir, el Ordinario del lugar o el
párroco propio, como indica el número cinco del mismo.
4º.- En el número seis se recoge el extremo más importante para
nosotros, que reza: “En estos casos, la misma autoridad eclesiástica competente
proveerá para que en el libro de bautizados (Cfr. can. 535, §2) se haga la anotación
con la expresión explícita de que ha tenido lugar la «defectio ab Ecclesia Catholica
actu formali»”.
Sin embargo, el aludido documento pontificio nada dice,
explícitamente, sobre a quién corresponde desarrollar sus contenidos, si a
los Obispos diocesanos –con auténtica capacidad legislativa- o a las
podría permanecer la voluntad de perseverar en la comunión de fe”. En estos supuestos,
el respeto a la voluntad interna -sobre la mera declaración externa- que impera en el
Derecho canónico, permitiría llegar incluso a plantear la simulación del acto de abandono
de la Iglesia, lo que provocaría a su vez la posible declaración de nulidad del matrimonio
por inobservancia de la forma canónica». (Cfr. PEÑA GARCÍA, C ., “El M. P. Omnium in
mentem: la supresión del acto formal de abandono de la Iglesia”..., op. cit., 96-98).
157 Cfr. Nº 1 y 5 del mencionado documento pontificio. El número cinco, reafirma que sólo
la coincidencia de ese perfil teológico del acto y su manifestación en la forma aquí
prevista, constituyen el acto formal de defección de la Iglesia Católica.
158 Cfr. Nº 2 del documento pontificio.
77
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Conferencias Episcopales –que carecen de tal capacidad formalmente,
salvo autorización de la Santa Sede-159.
En orden a matizar el alcance y contenido del mencionado acto y
sus efectos, la Conferencia Episcopal Española ha publicado también
importantes Orientaciones que abordan directamente esta cuestión, en
sucesivas ocasiones: la primera, con motivo de la promulgación de la LO
15/1999, de 13 de diciembre (LOPD), la segunda, en marzo de 2005; una
tercera, también en el mes de marzo del año 2008 y, finalmente, el 23 de
abril de 2010.
Dichas
Orientaciones
reputan
sumamente
conveniente
el
establecimiento de un procedimiento adecuado para atender las peticiones
de abandono formal de la Iglesia; indicación que ya ha sido cuidada por la
mayoría de las diócesis españolas.
Por lo que hace a las últimas Orientaciones, que inciden
particularmente en los libros sacramentales parroquiales, afectando así a la
centralidad de nuestro tema, la Conferencia Episcopal Española menciona
expresamente el peligro que conlleva el uso abusivo de los modernos
medios de comunicación y reproducción, así como la consiguiente tarea de
la Iglesia (“que ha sido adelantada en el moderno Derecho registral”160),
de velar para asegurar la exactitud y conservación de sus Registros,
asegurar
la
permanencia
e
inalterabilidad
de
los
datos
y
su
confidencialidad, debido a que el derecho a la protección de la propia
intimidad es uno de los derechos reconocidos a todos los fieles ex c. 220;
esa razón ha llevado a la Iglesia, desde siempre, a custodiar
diligentemente los libros parroquiales, proporcionando únicamente a los
legítimos interesados el conocimiento de la información que en ellos
obraba. En este sentido, las Orientaciones ofrecen a las diócesis unas
directrices en orden a unificar criterios “en un tema tan importante”, y
aconsejan, sobre todo, que los registros parroquiales se sigan llevando en
los libros tradicionales como garantía de salvaguarda de su “genuina
naturaleza”. No en vano, en materia de llevanza de libros, se determina
que “Los libros, en soporte de papel, podrán ser libros ordinarios de
registro, o bien editados con esta finalidad” y, especialmente, la
159 Sobre la Carta Circular y el Motu Proprio Omnium in mentem puede verse, entre otros,
el comentario de AZNAR GIL, en Documentación nº 5, REDC, 67, Nº 168, 447-457.
160 Así se califica en el párrafo primero de las citadas Orientaciones.
78
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
circunstancia de que se excluyan los libros formados por impresos
editados y cumplimentados por ordenador161, que afecta plenamente a la
solución de determinadas cuestiones que suscitan en el tema de la
apostasía y la protección de datos personales, como se aprehenderá.
Por otra parte, y en relación con éstas, aunque tampoco constituya
ésta la sede idónea para referirnos a ello, el Ministerio de Justicia, a través
de la entonces denominada Dirección General de Asuntos Religiosos
(DGAR)162, aporta normas a considerar en este ámbito, mediante la
publicación de una Nota, el día 6 de julio del año 2000. Traemos a este
espacio esta referencia en la medida de que este documento de la DGAR
ofrece argumentos jurídicos que, en opinión de los interesados en proteger
sus datos personales frente a la Iglesia, como se verá, favorecen a la Iglesia
y no a ellos.
En cuanto a las normas de las Diócesis españolas, a pesar de que los
actos de apostasía no constituyen un fenómeno novedoso para la Iglesia,
la mayoría de las diócesis han regulado ya la cuestión del acto formal de
abandono de la Iglesia desde el punto de vista procedimental, de forma
individualizada, aunque con considerable homogeneidad, dado que el
citado Consejo Pontificio nada dice sobre el desarrollo del procedimiento
de defección, limitándose a establecer que el acto debe ser manifestado por
el interesado en forma escrita, ante la autoridad competente de la Iglesia
Católica.
Todas las diócesis españolas tienen algún tipo de normas u
orientaciones, más o menos sistematizadas, que regulan la praxis en
materia de solicitudes de fieles que desean apartarse de la Iglesia. Pese a
las diferencias formales, muchas de ellas recogen las Orientaciones que la
Conferencia Episcopal Española ha venido ofreciendo, así como la citada
Circular del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos.
Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones acerca de los Libros
Sacramentales parroquiales, de 23 de abril de 2010, nº 10: “(…) En todo caso se excluyen los
libros formados por impresos editados y cumplimentados por ordenador”.
162 El RD 1125/2008, de 4 de julio, sobre la estructura básica del Ministerio de Justicia,
suprime la DGAR, disponiendo que la Dirección General de Relaciones con las
Confesiones, que por el mismo se crea, asume las competencias de aquélla. Esta última, a
su vez, ha quedado sustituida por la Dirección General de Cooperación Jurídica
Internacional y Relaciones con las Confesiones, merced al Real Decreto 869/2010, de 2 de
julio.
161
79
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
En honor a la verdad, no existía unanimidad en el tratamiento, puesto
que algunas diócesis carecían de normas para una praxis real, otras
adoptaban exclusivamente las Orientaciones de la Conferencia Episcopal y
otras elaboraron sus propias normas. Tampoco alcanzaba el mismo
parecer la propia denominación del acto, dato que, a veces, por la
incorrección que conllevaba, ocasionaba una duda conceptual entre
abandono formal y material, de tal manera que, expresiones como
“abandono de la fe católica”, “abandono de la fe católica por acto formal”,
“abandono formal de la fe católica”, “apostasía”, “defección de la religión
católica”, “renuncia a la fe católica”, etc., eran confundidas con la mera no
práctica religiosa.
Por fortuna, se han dado pasos en este sentido, la doctrina canonista
ha reaccionado y las diócesis van estableciendo el procedimiento para
regular la tramitación de las peticiones, para reconocer el acto de
abandono formal y declarar sus efectos o consecuencias canónicas, previo
adecuado registro. En todo caso, las normas diocesanas españolas tienen
como finalidad inequívoca establecer un procedimiento que garantice,
suficientemente, tanto la formalidad del acto, como su constancia en los
registros eclesiásticos oportunos.
Este tema es abordado con minuciosidad por los profesores AZNAR
GIL y URCHAGA LITAGO163 en varios estudios realizados, alguno de
ellos de enorme interés por lo ilustrativos que resultaron como trabajo de
campo de ámbito nacional. A dicha investigación nos remitimos para
mayor abundamiento, si interesa; y prescindimos de recoger los resultados
de dichos estudios por su amplitud y por no constituir objeto inmediato
de este trabajo de investigación.
Por ende, salvo, lo dispuesto por el Derecho particular de la Iglesia,
el procedimiento, básicamente, será el que se expone en los párrafos
siguientes.
Ante todo, la autoridad eclesiástica debe cerciorarse de la identidad
del sujeto, la cual se hará constar con certeza a través de los medios
previstos por el Ordenamiento, así como sus condiciones de capacidad y
163 AZNAR GIL, F., “El abandono de la Iglesia Católica por acto formal: Normas
Diocesanas Españolas”, en Revista Española de Derecho Canónico, nº 63, 149-168;
URCHAGA LITAGO,J., “Estudio exploratorio estadísticos de casos de «Abandono de la
Iglesia por acto formal (AIAF) en España»”, en Revista Española de Derecho Canónico, nº 63,
Anexo II, 169-196.
80
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
libertad164. Las mencionadas Orientaciones de la Conferencia Episcopal
Española determinan que en la recepción del acto de abandono debe
quedar constancia de determinados extremos de probada relevancia como
son la mayoría de edad del declarante, su pleno conocimiento del
significado y consecuencias de la declaración, y, en particular, de su
libertad, sin que medie forma de coacción alguna por parte de personas o
grupos.
Constatados tales extremos, la Iglesia, a través de un mandato del
Ordinario al párroco, ordenará que se proceda a la modificación del acta
de bautismo por anotación marginal en la partida de bautismo, de manera
que se tenga fe pública de la declaración formal de abandono165.
Efectuada dicha anotación, y sentada la documentación en un
registro especial de la curia, se solicita a la parroquia de residencia y a la
diócesis de origen que se aseguren de la cancelación de los datos
personales del interesado en cualquier listado, fichero o base de datos de
organismos eclesiales en los que pudiera constar, con la finalidad de que
no reciba correspondencia de la Iglesia desde ese momento.
Asimismo, el Canciller comunicará al interesado, mediante carta
certificada con acuse de recibo, que se han adoptado las medidas
oportunas para dejar constancia del abandono a todos los efectos, así como
para informarle de que su nombre no figura en ningún listado, fichero o
base de datos de la Iglesia, por lo que queda garantizada su condición de
no miembro de la misma ni para fines estadísticos ni para recepción de
correspondencia166.
No en vano, el canon 124 establece los requisitos de validez de los actos jurídicos que,
como es sabido, ha de contener el elemento de la voluntariedad o intencionalidad para
distinguirse del mero hecho jurídico; y este dato, en el tema que nos ocupa no resulta
baladí pues, de suyo, no conllevan las mismas consecuencias el acto y el hecho, como se
viene reflejando a lo largo del trabajo.
165 Esta modificación atiende, a una toma de razón o indicación de la “defección” llevada
a cabo.
166Cfr. Orientación nº 12. (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones sobre
el modo de proceder en caso de declaración de abandono formal de la IglesiaCatólica o de solicitud
de cancelación de la partida de bautismo, marzo de 2008). De entre todas ellas, ésta es la que
más afecta al propósito investigador, toda vez que sienta las bases del proceder normal
de la Iglesia Católica en los casos de abandono formal y la renuncia al tratamiento de los
datos del “ex -fiel” desde que existe la constancia expresa e indubitada de que no desea
seguir perteneciendo a la misma, independientemente de consideraciones sociológicas
posteriores acerca de si la existencia física de la inscripción ofrece apariencia de
pertenencia a la Iglesia o no.
164
81
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Como se ha advertido, en definitiva, no se ha de perder de vista que
la pertenencia a la Iglesia Católica es susceptible de abordarse desde dos
planos: el ontológico-sacramental, que nos situaría en un nivel
trascendente por razón de la comprensión del sacramento del bautismo
como una realidad de índole espiritual de efectos sobrenaturales
indelebles para el bautizado; y el plano social, que nos sitúa en la
inmanencia, que es el nivel propio del Derecho y que enmarca, de suyo,
las consecuencias de la pertenencia jurídica a una determinada comunidad
confesional, a partir de la libre decisión personal.
No podemos olvidar en este punto, para finalizar, las explícitas
prescripciones del ordenamiento canónico en lo relativo a la libertad
religiosa, de los paradigmáticos cánones 748, §2167 y 205168, que proscriben
la coacción en materia religiosa y determinan la aquiescencia al credo
católico, respectivamente; cuya repercusión en el tema que nos ocupa no
es desdeñable, como se aprehenderá.
2. EL DERECHO A LA INTIMIDAD EN LA IGLESIA CATÓLICA
Desde la determinación basilar del canon 219, que proclama la
libertad en la elección del estado de vida de los fieles169, el canon 220 del
Código de Derecho Canónico vigente, dispone que a nadie le es lícito
lesionar ilegítimamente la buena fama, ni violar el derecho de cada
persona a proteger su intimidad170.
La fama es el eco que la persona produce en la opinión pública,
mientras que la intimidad personal responde a la esfera de la vida privada
en la que nadie debe inmiscuirse. Este derecho protege contra la injuria y
la calumnia, y frente a atentados de la intimidad que puedan manifestarse
Canon 748 §2: «A nadie le es lícito jamás coaccionar a los hombres a abrazar la fe
católica contra su propia conciencia».
168 Canon 205: «Se encuentran en plena comunión con la Iglesia católica, en esta tierra, los
bautizados que se unen a Cristo dentro de la estructura visible de aquella, es decir, por
los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico».
169 El canon 219 dispone que «En la elección del estado de vida, todos los fieles tienen
derecho a ser inmunes de cualquier coacción».
170 Cfr. CIC 1983, Canon 220.
167
82
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
en la correspondencia, en grabaciones, escuchas, etc., dentro de los límites
marcados por el bien común171.
Con anterioridad a estas disposiciones codificadas y merced al giro
copernicano experimentado tras el Concilio Vaticano II, uno de sus
documentos emblemáticos, la Constitución Pastoral Gaudium et Spes
afirmaba al respecto: «Todo grupo social ha de tener en cuenta las
necesidades y legítimos deseos de otros grupos (…). Al mismo tiempo
crece la conciencia de la excelsa dignidad que corresponde a la persona
humana, ya que está por encima de todas las cosas y sus derechos y
deberes son universales e inviolables. Es, por consiguiente, conveniente
que todo lo que el hombre necesita para llevar una vida dignamente
humana se haga asequible, como son: el alimento, el vestido, la habitación,
el derecho de elegir libremente un estado de vida, el derecho de fundar
una familia, el derecho a la educación, al trabajo, a la buena fama, al
respeto, a una debida información, a obrar según la recta norma de su
conciencia, a la protección de su vida privada y a una justa libertad incluso
en el campo religioso.
El orden social, por consiguiente, y sus progresos deben siempre
derivar hacia el bien de las personas (…)»172.
El canon 220 coincide, además, con el artículo 12 de la Declaración
conciliar Dignitatis Humanae, que establece que «Nadie será objeto de
injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su
correspondencia, ni de ataques a su honra y reputación». Este derecho
fundamental adquiere una dimensión nueva al formar todos los
bautizados una peculiar familia de los hijos de Dios, presente ya en la
historia de la humanidad, según dispone la Constitución pastoral Gaudium
et spes, 40173.
Existe, pues, un derecho a la “buena fama eclesial”, quedando
derecho a la intimidad reforzado y garantizado al afirmarse por la
doctrina de la Iglesia que “la intimidad personal de la propia conciencia es
el núcleo y sagrario más secreto, en el que la persona se encuentra a solas con
Cfr. Comentario al canon 220, BAC, 128-129. Incide el comentario en la idea de que
éstos no son derechos sin límite: “El derecho a la intimidad puede quedar limitado
cuando está en peligro el bien común; no arbitrariamente, sino en la forma en que
legítimamente determine la ley”.
172 Constitución Pastoral Gadium et Spes n. 26, párrafos a), b) y c).
173 Cfr. DÍAZ MORENO, J. M., en Derecho Canónico, (Vol. I), BAC, Madrid, 2006, 176.
171
83
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Dios (GS 16), no permitiendo interferencias no pedidas o permitidas174. A
su vez, este derecho se configura como criterio de interpretación y
aplicación de determinadas normas concretas y particulares como es el
caso de los cánones 991, 979, 239 §2, 240 o 642175.
Y no se trata de un derecho cuyo ejercicio sea ilimitado pues puede
colisionar con otros derechos fundamentales como el de recibir adecuada
información sobre determinados hechos o personas, si bien, en esta
hipotética colisión, habrá de tenerse en cuenta que: “1.º, lo que se presume
es el derecho; 2.º, hay que probar, por consiguiente, la limitación de su
ejercicio por el bien común o para evitar un mal cierto a un tercero
inocente”176.
Sin embargo, la Iglesia Católica, no solo vela por la privacidad de
sus fieles en el orden sacramental sino, además, en su quehacer
administrativo. El ordenamiento canónico dispone de normas específicas
sobre el tratamiento de la información relativa al fiel en todas sus
posibilidades y, concretamente en materia de conservación de archivos y
acceso a los mismos: la inviolabilidad de los archivos, registros y
documentos que emanan de ella comporta, implícitamente -aunque en
otros casos lo sería por analogía, como podría ocurrir con respecto al
Registro Civil-, la prohibición de acceso e intervención por parte de
terceros sin el consentimiento debido, del interesado y/o de la autoridad
eclesiástica, y en cualquier caso con sujeción a las normas canónicas que
así lo establecen, a salvo siempre el linde impuesto por la existencia de
una orden judicial en contrario o razón de orden público que excluya a
otros de ese «ámbito espacial reservado»177.
La valoración y la protección de la intimidad, por tanto, no es algo
exclusivo del Estado. La Iglesia Católica recoge también este atributo
natural de la dignidad de la persona humana como un derecho
fundamental de los fieles, atendiéndolo y tutelándolo en su propio
ordenamiento.
En consecuencia, si a causa del desarrollo del derecho a la
intimidad previsto en el canon 220 del CIC, fuere necesaria la intervención
Cfr. DÍAZ MORENO, J. M., en Derecho Canónico..., op. cit., 177.
Ibídem, 177.
176 Ibídem, 176-177.
177 Cfr. PÉREZ-MADRID, F., “Protección de datos y apostasía”, en Revista General de
Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado 19 (2009), Iustel, 26.
174
175
84
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
de la autoridad legislativa competente en materia de derecho particular
eclesial -es decir, del Obispo diocesano o la Conferencia Episcopal con el
reconocimiento de la Santa Sede para todo el territorio nacional-, dicha
actuación podría llevarse a efecto en perfecta congruencia con los
principios y normas de la legislación canónica ya que “las disposiciones
vigentes del Código de Derecho Canónico sobre la protección de la
intimidad de las personas en los archivos de la Iglesia también podrían
cómodamente adaptarse a esos nuevos instrumentos que son los ficheros
automatizados”178. Sirvan como ejemplo de tal posibilidad de adaptación,
las normas relativas al deber de secreto, derecho a la información sobre el
estado personal de los fieles, archivo secreto, diligencia en la custodia de
documentos, ubicación de archivos y medidas de seguridad, previstas en
los cánones 486.1, 487, 488, 489 y 490 del CIC179.
Con relación a la “privacidad” religiosa, y en consonancia con el
tema que interesa a nuestra investigación, como pone de manifiesto el
profesor OTADUY, no es extraño que en el elenco de datos especialmente
protegidos por la Ley aparezca la religión, habida cuenta que en el
ordenamiento español este factor encuentra un tratamiento específico en
muchas de sus manifestaciones, y muy específicamente en lo que toca a la
tutela de la intimidad180. Es cierto que a partir del artículo 16.2 de nuestra
Constitución se alimenta una garantía que defiende a los individuos frente
a las agresiones más graves. Ante la pregunta acerca del respaldo del
tratamiento reservado de la información cuando la declaración de
Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la ley de protección de datos”, en Ius
Canonicum, XLV, N. 90, 552.
179 El canon 486 §1 establece el deber de custodia y diligencia de documentos que se
refieran a las diócesis o a las parroquias. De conformidad con el canon 487 §1, el archivo
debe estar cerrado, sólo el Obispo y el canciller deben tener la llave y a nadie se le
permite entrar en él sin permiso. El §2 prescribe que todos los interesados tienen derecho
a recibir, personalmente o por medio de un procurador, copia auténtica, escrita o
fotocopiada, de aquellos documentos que, siendo públicos por su naturaleza, se refieran a
su estado personal. Según el canon 488, no se permite sacar documentos del archivo, sin
el consentimiento del Obispo. El canon 489 §1 obliga a la existencia de un archivo secreto,
-o al menos un armario o una caja dentro del archivo general, totalmente cerrada con
llave y que no pueda moverse del sitio, en donde se conserven con suma cautela los
documentos que han de ser custodiados bajo secreto- en la curia diocesana, cuya llave la
tendrá sólo el Obispo (ex c. 490. 1), documentos que no deben sacarse del archivo o
armario secreto (c. 490 §3).
180 Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la ley española de protección de datos…”,
op.cit., 531.
178
85
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
creencias ya se haya producido de manera legítima, la respuesta la
podemos hallar también en la legislación de protección de datos, si
procede. La cuestión subsiguiente sería: ¿hasta qué punto ha afectado al
proceder de la Iglesia el desarrollo de las nuevas tecnologías de la
información, en cuanto posible amenaza para la intimidad de la vida
privada de algunas personas y/o de su libertad?
En términos generales y en puridad, los comportamientos invasores
de la intimidad, más relacionados con fines económicos de algunas
empresas o ideológicos, han generado un problema de orden social que ni
la Iglesia ha contribuido a crear, ni en el que participa, aunque, a la vista
de lo que acontece actualmente en materia de apostasía, pueda parecer lo
contrario.
A nuestro juicio, el fondo esta cuestión parece revestir ab initio una
característica más ideológico-sociológica que jurídica; sin embargo, ello no
es óbice para que el Ordenamiento canónico deje de tutelar el derecho a la
intimidad, mediante las oportunas normas de protección de datos
personales de sus fieles, en la medida que así lo requiera la realidad de la
vida eclesial. En realidad, nada impide la congruencia de las medidas
garantes de la intimidad con las coyunturales soluciones técnicas que, al
respecto, puedan articularse en el ámbito del Derecho Canónico, en cuanto
Derecho universal, como en el derecho particular de la Iglesia; y en el
Derecho estatal, en su caso. Porque, en último término, la Iglesia, al
exponer su doctrina sobre la naturaleza y actividad del hombre, no hace
más que ejercer el derecho reconocido y protegido por el art. 20 de nuestra
Carta Magna, que proclama:
«1. Se reconocen y protegen los derechos:
a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones
mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción».
Así la Iglesia podrá y deberá exponer libremente su doctrina, por
ejemplo, por señalar temas de actualidad, sobre el derecho a la vida
(aborto, manipulación de embriones, eutanasia) o sobre el matrimonio y la
familia (parejas de homosexuales y parejas de hecho), aunque no coincida
con las soluciones políticas o jurídicas ofrecidas por el Estado.
El conflicto que pueda darse en estos casos no afecta a los
Acuerdos, al menos directamente, mientras el Estado reconozca, respete y
proteja el derecho de la Iglesia a exponer libremente su doctrina, como
86
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
queda garantizado en el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos, art. I.l, que dice
textualmente: “El Estado español reconoce a la Iglesia Católica el derecho
de ejercer su misión apostólica y le garantiza el libre y público ejercicio de
las actividades que le son propias y en especial las de culto, jurisdicción y
magisterio”»181.
3. CONSTANCIA DEL ESTADO
ECLESIALES PARROQUIALES
DEL
FIEL
Y
REGISTROS
Como fue comentado, el denominado “estado del fiel” en la Iglesia
Católica parte de un principio fundamental: el valor del bautismo como
puerta de acceso a la vida del espíritu y a los demás sacramentos182. Este
sacramento de iniciación cristiana “constituye al hombre persona en la
Iglesia, lo integra en la comunión de los fieles y es condición indispensable
para cualquier derecho/deber dentro de ella”183. Ahora bien, la
personalidad en la Iglesia es un concepto distinto de ser persona, en tanto
que la Iglesia reconoce que todo hombre dispone de un conjunto de
derechos inalienables que no surgen de ella misma184. Por consiguiente, la
personalidad y el hecho de ser fiel cristiano se identifican ya que aquélla
se adquiere mediante el bautismo o ingreso en la communio, en virtud de la
cual
el
fiel
cristiano
adquiere
su
estatuto
eclesial,
que
es
fundamentalmente igual para todos los bautizados. Y, desde esa radical
igualdad, se constituye la variedad de condición, como la edad, el sexo, la
residencia, la familia y el estado jurídico en la Iglesia (clérigos o laicos),
sobre la que se erige la realidad orgánica que exige una forma jurídica y
que, a su vez, está animada por la caridad185.
A tenor del vigente canon 96, «por el bautismo, el hombre se incorpora a
la Iglesia de Cristo y se constituye persona en ella, con los deberes y derechos que
GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y estructura
de los Acuerdos de los Acuerdos”, en Los Acuerdos de la Santa Sede y el Estado Español (20
años de vigencia), Edice, Madrid, 2001, 53-54.
182 Cfr. el comentario al canon 842 §1, de SAN JOSÉ PRISCO, J., en Derecho Canónico, (Vol.
II), BAC, Madrid, 2006, 59.
183 Ibídem, 59.
184 Cfr. cc. 747.2 y 768.2.
185 Cfr. Comentario al canon 96, CIC. 1983, BAC, Salamanca, 1999, 60. Hace referencia
aquí a la Nota explicativa previa al capítulo III de la Lumen Gentium y a los cánones. 204
y 208.
181
87
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
son propios de los cristianos, teniendo en cuenta la condición de cada uno, en
cuanto estén en la comunión eclesiástica y no lo impida una sanción
legítimamente impuesta», y de la norma del canon 205186, al determinar que
«se encuentran en plena comunión con la Iglesia católica, en esta tierra, los
bautizados que se unen a Cristo dentro de la estructura visible de aquélla, es decir,
por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen
eclesiástico», algunos autores distinguen diferentes niveles de identidad
católica de las personas físicas, esto es, un primer nivel de identidad
católica básica, fundado sobre el bautismo recibido en la Iglesia católica,
que resulta imperecedero por el carácter indeleble del bautismo; y un
segundo nivel o sistema de determinación de la identidad católica que
permite distinguir en la vigente legislación de la Iglesia la presencia de
católicos en plena comunión eclesial (c. 205), católicos excomulgados pero
que permanecen en plena comunión eclesial en cuanto no han roto los
vínculos señalados en el c. 205, o católicos excomulgados y que han roto la
plena comunión eclesial187.
Sin embargo, desde el plano teológico-canónico, el bautismo
válidamente recibido, con el efecto de su incorporación eclesial, es
incancelable porque, en último término, su eficacia no depende del
arbitrio de la persona sino del don de la gracia, por lo que la pertenencia a
la Iglesia es una realidad que no se pierde ni siquiera cuando la persona
interesada lo desea188.
Como se expuso en páginas anteriores, la comunión eclesiástica aparece definida en el
c. 205; “se trata de la comunión plena; cuando falta esa plenitud existe una cierta
limitación de derechos (c. 908), pero no su inexistencia (cf. cc. 844. 3 Y 4). Su ruptura
voluntaria extrema viene expresada en el c. 751. Otro tipo de rupturas, sancionadas
legítimamente, son más leves. En todo caso, la personalidad canónica no se pierde nunca,
como no se pierde la condición de fiel cristiano. A este respecto, se puede aplicar la
distinción entre capacidad, que permanece siempre, y la habilidad, que puede quedar
severamente limitada e incluso suspendida. Por lo que respecta a los no bautizados, entre
los cuales se entienden comprendidos los catecúmenos, carecen de los derechos que
surgen de la personalidad, si bien en relación con estos últimos se encuentran ciertas
normas en el Código”. (Comentario al canon 96, CIC. 1983, BAC, Salamanca, 1999, 60).
187 AZNAR GIL, F. R., “La defección de la Iglesia Católica por acto formal: concepto,
consecuencias y regulación en las diócesis españolas”, en Actas de las XXVII Jornadas de
actualidad canónica organizadas por la Asociación Española de Canonistas, 11-13 de abril de
2007, Dykinson, Madrid, 26.
188 Cfr. AZNAR GIL, F. R., “La defección de la Iglesia Católica por acto formal: concepto,
consecuencias y regulación en las diócesis españolas”..., op. cit., 26.
186
88
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
No obstante, el canon 842 establece que quien no ha recibido el
bautismo no puede ser admitido válidamente a los demás sacramentos189,
así como el hecho de que los sacramentos del bautismo, la confirmación y
la Eucaristía están tan íntimamente unidos entre sí que son todos
necesarios para la plena iniciación cristiana190. Esta norma, junto a las de
los mencionados cánones 96, 124 y 205, configuran la base jurídica de este
acceso confesional y su sentido en el tema que nos ocupa191.
El canon 204 prescribe que el sacramento del bautismo «constituye a
la persona humana en fiel cristiano y lo incorpora al Pueblo de Dios que es la
Iglesia». Desde hace siglos, la práctica habitual es el bautismo de niños; no
fue así en los albores del Cristianismo, siguiendo la Tradición apostólica,
donde el catecumenado previo conducía al sacramento de la Confirmación
de la fe y, como consecuencia, la recepción del bautismo para acceder a la
asamblea de creyentes y participar plenamente del sacramento principal,
la Eucaristía. Lo que también deja claro el Código de Derecho Canónico es
la necesidad de que el adulto manifieste su deseo de recibir el
sacramento192 para poder acceder a ello, desde la libertad.
Por lo que concierne a la constancia de la recepción de este
sacramento de incorporación a la Iglesia católica, ha de atenderse a las
pautas siguientes: se realizará la anotación en el libro de bautismo
parroquial, por parte del párroco donde ha sido celebrado, como notario
nato, especificando el nombre del bautizando, del ministro, los padres,
padrinos y testigos si los hubiera, lugar y día de nacimiento y de la
administración193. En el margen del libro de bautismos se han de anotar
también la confirmación, el matrimonio, el orden o la profesión perpetua,
la adopción y el cambio de rito194. No está permitido al párroco realizar
Cfr. Canon 842 § 1.
Cfr. Canon 842 § 2.
191 La Parte I del Libro IV («De la función de santificar la Iglesia») del CIC regula los
sacramentos (cc. 840-1165). El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) hace lo propio con el
sacramento del bautismo en la Parte 1ª, 2ª Sección, Números 1213 a 1274.
192Cfr. canon 865. Puede completarse este aspecto del sacramento del Bautismo en:
VERGÉS. S., “El bautismo y la confirmación”, Apostolado de la prensa, Cap. 5, Madrid,
1972; AUER, J., Los sacramentos de la Iglesia, Herder, Barcelona, 1977, 84-91; BARTH, G., El
bautismo en el tiempo del cristianismo primitivo, (Cap. 7: La cuestión del bautismo de niños
en el tiempo del Nuevo Testamento), Sígueme, Salamanca, 1986, 168-175; AGUIRRE, R.,
“El bautismo en las primeras comunidades cristianas”, en Estudios Trinitarios 26 (1992),
275-307.
193 Cfr. canon 877 §1.
194 Cfr. canon 535 §2.
189
190
89
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
ninguna modificación en ninguna partida sin autorización expresa de la
Curia y cuando lo haga debe adjuntarse siempre el decreto que lo
autoriza195.
En orden a la prueba documental del bautismo, el párroco elaborará
una partida donde se especifiquen los mismos datos que en la inscripción,
con el sello de la parroquia y su firma. Si el registro no existe, bastará con
la declaración de un solo testigo fuera de toda sospecha, o el juramento del
que se afirma bautizado si recibió el bautismo teniendo uso de razón196
Como es sabido, la vida sacramental constituye una parcela esencial
de la misión de la Iglesia; los sacramentos, además de su dimensión
espiritual, cumplen una decisiva función en la determinación del estatuto
jurídico de los fieles, por lo que el ejercicio de los derechos y deberes
eclesiales se hallan vinculados a la recepción de los sacramentos; en
consecuencia, las anotaciones en esos libros-registro derivan, y son reflejo,
de actos eclesiales realizados por los fieles en un momento concreto de su
vida; ello determina que en esos registros no interese tanto el dato en sí,
porque, como se ha dicho, se trata exclusivamente de la anotación registral
de la celebración de un acto eclesial, de la celebración de un sacramento,
que exige cierta seguridad jurídica por los efectos jurídicos que conlleva.
El citado canon 535 determina que en cada parroquia ha de tener
una estantería o archivo donde se guarden los libros parroquiales,
juntamente con las cartas de los Obispos y otros documentos que deben
conservarse por motivos de necesidad o de utilidad, debiendo cuidar el
párroco de que tales libros y documentos no vayan a parar a manos
extrañas197. Finalizando su prescripción con la indicación de la
conservación diligente de los libros parroquiales más antiguos198,
precisamente por su valor histórico-registral.
Y como se viene señalando, dado que el ordenamiento canónico
regula la protección de los derechos de los fieles en el seno de la Iglesia,
entre los que se encuentra el derecho a la intimidad, queda plenamente
justificada la necesaria abstención del Estado en la intervención sobre la
vida interna de las comunidades, mientras que, en el tema que nos ocupa,
Cfr. SAN JOSÉ PRISCO, J., Derecho Canónico, (Vol. II), BAC, Madrid, 2006, 66.
Cfr. Canon 876.
197 Cfr. Canon 535 §4.
198Cfr. Canon 535 §5.
195
196
90
PARTE PRIMERA. BASES NORMATIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
el manejo de datos presonales afectados no entre en el ámbito de sus
competencias, de las que se excluyen los asuntos internos de las
confesiones religiosas, en razón del principio de autonomía consagrado en
el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos (Art. I .1) del Estado Español con la
Santa Sede de 1979, que será objeto de tratamiento en apartados sucesivos.
En definitiva, en materia de preservación del derecho a la intimidad
en los documentos eclesiales se estará, fundamentalmente a los preceptos
siguientes del vigente Código de Derecho Canónico:
Canon 486: §1. «Deben custodiarse con la mayor diligencia todos los
documentos que se refieran a las diócesis o a las parroquias».
Canon 487: §1. «El archivo ha de estar cerrado, y sólo el Obispo y el
canciller deben tener la llave; a nadie se le permite entrar en él sin permiso
del Obispo, o del Moderador de la curia junto con el Canciller.
§2. Todos los interesados tienen derecho a recibir,
personalmente o por medio de un procurador, copia auténtica, escrita o
fotocopiada, de aquellos documentos que, siendo públicos por su
naturaleza, se refieran a su estado personal».
Canon 488: «No se permite sacar documentos del archivo, si no es
por poco tiempo y con el consentimiento del Obispo, o del Moderador de
la curia junto con el canciller».
Canon 489: §1. «Debe haber también en la curia diocesana un
archivo secreto, o al menos un armario o una caja dentro del archivo
general, totalmente cerrada con llave y que no pueda moverse del sitio, en
donde se conserven con suma cautela los documentos que han de ser
custodiados bajo secreto.
§2. Todos los años deben destruirse los documentos de
aquellas causas criminales en materias de costumbres cuyos reos hayan
fallecido ya, o que han sido resueltas con sentencia condenatoria diez años
antes, debiendo conservarse un breve resumen del hecho junto con el texto
de la sentencia definitiva».
Canon 490: §1. «La llave del archivo secreto la tiene solamente el
Obispo.
§2. Mientras esté vacante la sede, no se abrirá el archivo
o armario secreto, a no ser en caso de
verdadera necesidad, por el
Administrador diocesano personalmente.
91
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
§3. No deben sacarse documentos del archivo o armario
secreto».
Con la necesaria mención recordatoria a las aludidas Orientaciones
de la Conferencia Episcopal Española en materia de tratamiento,
conservación y custodia de los Libros sacramentales parroquiales del año
2010, que preservan tanto el derecho a la intimidad del fiel, como la
diligencia en la custodia de los instrumentos registrales de la Iglesia
Católica, y que tendrán ulteriores consideraciones a lo largo del trabajo,
damos por concluido, en sus líneas conceptuales generales, este apartado
dedicado a la legislación eclesial sobre el fenómeno religioso y su atención
específica en el ámbito de la apostasía, su significación y efectos.
92
CAPÍTULO II: EL DERECHO ESTATAL
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
No cabe duda que las nuevas tecnologías y el abuso -en ocasiones
ciertamente irracional- que se puede llegar a realizar a través de ellas,
apela a la cordura en su manejo mediante la protección de la “privacidad”
personal en la ya conocida como “sociedad de la información” o “sociedad
del conocimiento199.
Como afirma GARRIGA DOMÍNGUEZ, cientos de miles de datos
sobre personas se hallan almacenados en ficheros y bases de datos, en su
momento suministrados para finalidades concretas y que después han
sido desviados hacia otras sin que los interesados hayan obtenido
información alguna sobre ello, e incluso, a veces, sin que se tenga
conciencia de la existencia de los datos en poder de terceros. Ficheros o
bases de datos de variadísimo contenido, sobre cuestiones dispares e
incluso extrañas, que se refieren de forma directa a las personas y que, al
parecer, constituyen una de las informaciones “más preciadas y
valoradas”. Pensar que señalados datos personales puedan obrar
en
manos de terceros – la posibilidad de ser usados por éstos- llega a coartar,
sin duda, la libertad de elección y la capacidad de acción y participación
en actividades, provocando la renuncia al ejercicio de derechos
fundamentales200.
Son expresiones utilizadas por SÁNCHEZ-BAYÓN. Se interrogaba este autor acerca
de la diferencia entre estos “tipos de sociedad”, a la vista de la posibilidad de procesar
ingente número de datos a una velocidad incalculable que pone en disposición de
cualquiera una serie de informaciones que pueden afectar directamente a la esfera
privada del individuo. A manera de solución de la cuestión, afirma: “sencillamente,
vivimos en la primera y aspiramos a la segunda”, e incluso “vivimos en una
sobresaturación de información”; es decir, inmersos en lo que denomina “ruido blanco”
que nos hace más técnicos y materialistas, menos inteligentes, en vez de más racionales
“en proporción inversa”. (Cfr. SÁNCHEZ-BAYÓN, A., “La garantía de la intimidad y la
autonomía en la sociedad del conocimiento a través del derecho fundamental de libertad
religiosa”, en Algunas cuestiones controvertidas del ejercicio del derecho de libertad religiosa en
España”…, op. cit., 429-430)
200 Vid GARRIGA DOMÍNGUEZ, Tratamiento de datos personales y derechos fundamentales,
Dykinson, Madrid, 2009, 13-15. Realiza esta autora unas afirmaciones que compartimos
plenamente, a saber: “Nos encontramos, además, inmersos en un mundo en el que
determinadas circunstancias de índole social, económica, tecnológica y política propician
que la recogida y la acumulación de información personal muchas veces incluso de
formas indiscriminadas, se dispare hasta la exageración. (…) nuestras sociedades
desarrolladas se han acostumbrado a conocer la vida privada de todo tipo de personas,
públicas o anónimas, que están dispuestas a vender la exclusiva de su vida personal o
incluso a vivir en auténticas cajas de cristal a cambio de una notoriedad efímera y
patética. (…) existen determinadas circunstancias, intereses y prácticas políticas que
desde el discurso de la seguridad y el miedo justifican el cerco cada vez mayor a las
libertades individuales, particularmente al derecho a la intimidad”. (Ibídem, 15).
199
95
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Ya se apuntó que la cuestión suscitada radica en la reflexión, en
orden a oportunas soluciones, acerca de una pregunta: con la limitación en
el uso de determinados datos personales, en medios informáticos o
manuales, ¿se aspira para alcanzar de facto una mejor y mayor salvaguarda
de la intimidad personal, en la parcela de la autodeterminación
informativa del sujeto, en cuanto derecho fundamental legalmente
reconocido, que obliga a otros a limitar el abuso en el tratamiento de esa
particular información merced al haz de facultades que conlleva su
ejercicio?
Con la finalidad de abordar la cuestión, en orden a alcanzar la
solución que requiere el casus en el tema objeto de investigación del
presente trabajo, recogemos en este apartado una serie de consideraciones
basilares relativas a los derechos fundamentales afectados, así como a la
legislación estatal vigente que ampara el ejercicio de tales facultades, en
particular, los derechos de libertad religiosa en relación con el derecho a la
autodeterminación informativa, representada, básicamente en actualidad,
por la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal, de 13 de
diciembre de 1999, y su Reglamento de Desarrollo, de 21 de diciembre de
2007.
1. LA DIMENSIÓN PERSONAL DE LA PROTECCIÓN DE DATOS:
DIGNIDAD, LIBERTAD Y PERSONALIDAD
Escribe el profesor LACRUZ BERDEJO, “Sólo del hombre puede
decirse, traduciendo a HERMOGENIANO, que en razón suya está
constituido todo el Derecho. Y a él -y no a las personas jurídicas- se refiere
LEGAZ LACAMBRA al decir que «el concepto de sujeto debe
interpretarse, no en el sentido lógico-gramatical de lo opuesto a predicado,
sino en el sentido propiamente ético de lo contrapuesto a objeto; es decir,
como aquello que, a diferencia de éste, no posee una mera utilidad ni un
precio, sino una dignidad; el objeto es un medio, el sujeto un fin al cual se
ordena todo medio, todo objeto»”201.
LACRUZ BERDEJO, J. L., et al., Elementos de Derecho Civil I. Parte General. Vol. 2.
Personas, Dykinson, Madrid, 2004, 1-2.
201
96
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
“El libre desarrollo de la personalidad es la prolongación de la libre
formación de la conciencia que da como resultado la madurez de la
personalidad”, porque “la persona no es una isla sino un ser-con,
entendiendo que este ser-con no es sólo un mero dato existencial, sino un
elemento constitutivo esencial de la persona”202.
A causa de tan sustanciales motivos, se hace necesaria una lectura
de la persona en sus connotaciones esenciales y cualificantes (logos), en sus
finalidades fundamentales (telos), así como en sus dinamismos profundos
(nomos)203. «Dignidad significa dentro de la variedad y heterogeneidad del
ser, la determinada categoría objetiva de un ser que reclama -ante sí y ante
los demás- estima, custodia y realización. El último término se identifica
objetivamente con el ser de un ser, entendido éste como algo
necesariamente dado en su estructura esencial metafísica y, a la vez, como
algo que se tiene el encargo de realizar»204.
202 LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia II, 2ª edición,
Thomson-Civitas, Madrid, 2003, 11-13.
Parecidas palabras utiliza JOSÉ ROMÁN FLECHA en su manual de Teología Moral,
citando a P. RICOEUR y a E. LÈVINAS: “«Los hombres no son islas». El fenómeno
humano es un haz de inter-relaciones. Para el ser humano, vivir es convivir, laborar es
colaborar y padecer es -o ha de ser- compadecer. La «ipseidad» es imposible o
incomprensible sin tener en cuenta la «alteridad». (Cfr. FLECHA, J. R., Moral de la Persona,
BAC, Madrid, 2002, 18).
Asimismo, el distinguido profesor Llamazares realiza al hilo del tema una afirmación
que, como se pondrá de manifiesto ulteriormente, no goza de nuestro total compartir, al
decir que “en la dignidad de la persona, fruto de la percepción del «sí mismo» tanto por
la persona singular como por los demás, radical libertad y derecho al libre desarrollo de
la personalidad son inseparables. Son los elementos integrantes de la identidad personal
y el ejercicio de su preservación, respeto, defensa, y promoción es el primero de los
derechos humanos y fundamento de todos los demás. (…) En la dignidad de la persona y
en su derecho al libre desarrollo de la personalidad tienen su raíz todos ellos en cuanto
constituyen, como hemos descrito, el despliegue de la libertad de conciencia y, al mismo
tiempo su ejercicio y su respeto, defensa y fomento es imprescindible para hacer posible
ese libre desarrollo y, en definitiva, el milagro de la transformación de la mera
potencialidad en realidad plena”. (Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la
libertad de conciencia II…, op. cit., 23)
203 Cfr. FLECHA, J. R., Moral de la persona, BAC, Madrid, 2002, 4.
204 Ibídem, 21, citando a K. RAHNER, “Dignidad y libertad del hombre”, en Escritos de
Teología”, o. c., II, 245-246. Otras afirmaciones del autor que compartimos y consideramos
relevante traer a los albores del tema son: “El ser humano trae en sí mismo las
instrucciones para el uso, tanto activo como pasivo. Es decir, el hombre ha de
comportarse como hombre, y como hombre ha de ser tratado. Del respeto al dato
antropológico por parte del deber ético parece depender la posibilidad de permanencia
en el ser y de afincamiento en el bien-ser del hombre, que trasciende sin duda el bien-estar
de los humanos. La «moralidad es la libre adopción personal de la propia esencia dada de
antemano», citando nuevamente a RAHNER en “El mandamiento del amor entre los
otros mandamientos” (Escritos de Teología, V, Madrid 1976, 257-290; extraído de la nota 6
97
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Con el fin de concluir estas citas que hacen referencia a ese ínsito y
primordial atributo del ser humano, su dignidad, no nos resistimos a traer
a estas páginas las hondas y sabias palabras de un eminente maestro de la
cirugía y médico humanista, CRISTÓBAL PERA, quien nos recuerda que
“los cuerpos animales se limitan a cumplir las exigencias de su código
biológico y luchan, instintiva y encarnizadamente, por el alimento
necesario para sobrevivir y por la preservación de la especie con una
renovada carga genética (…). Los cuerpos humanos, por el contrario,
apalean
y/o
matan
a
otros
cuerpos
humanos
por
razones
sorprendentemente distintas: por simple desprecio al extraño que penetra
en su espacio vital, por haber violado la ley, o, simplemente, por «pensar»
de otra manera (…). Los cuerpos humanos, en los que se encarnan las
personas, han de convivir con los otros cuerpos humanos en el seno de
sociedades, cada día más heterogéneas y conflictivas. Como sujetos de
unas complejísimas relaciones sociales, además de cumplir con el código
biológico que les permite sobrevivir como personas, han de procurar
comportarse de tal modo que su latente violencia animal sea trasformada,
bajo la presión de los otros cuerpos, en un comportamiento en el que
predomine una racionalizada apuesta por la convivencia. (…)
En los diversos discursos sobre la ética del comportamiento humano
dominantes en pleno siglo XXI se asume teóricamente la universalidad de
unos valores que trascienden la simple supervivencia biológica: los
derechos a la vida, la libertad, la dignidad, la igualdad, la solidaridad y la
justicia, entendida ésta como imparcialidad y «simetría en las relaciones
de unos con otros». Con estos discursos se ha logrado, al menos,
plantearse como objetivo la mayor armonización posible entre el interés
general y el interés privado, explícita en el desideratum de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (1948): «Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
ciencia, deben comportarse fraternalmente los con los otros»205.
de la página 5 de la mencionada obra). El Concilio Vaticano II sitúa la dignidad de la
persona precisamente en el propio valor eminente, que ella debe realizar de forma libre
por sí misma (GS 26, 27, 40, 41), así pues, partiendo de tal convicción, se advierte contra el
peligro de que la persona sea empleada como medio para un fin ajeno en sí misma. (Cfr.
FLECHA, J. R., Moral de la persona…, op. cit., 9).
205 Cfr. PERA, C., Pensar desde el cuerpo. Ensayo sobre la corporeidad humana, Triacastela,
Madrid, 2006. pp. 94- 96.
98
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
A partir de estas citas, un interesante estudio del profesor
GONZÁLEZ PÉREZ206 nos ilustra, preciosamente, en este orden de cosas.
A
él,
junto
a
los profesores LACRUZ
BERDEJO
y
SANCHO
REBULLIDA207, entre otros, nos remitimos como inspiradores de las letras
siguientes.
La dignidad, rango y categoría del ser humano, comporta el
reconocimiento al hombre de la personalidad jurídica, y así lo impondrá
al Estado208. Como podemos extraer del tono simbólico-alegórico de los
primeros capítulos del libro del Génesis y pone de manifiesto J.
RATZINGER, todos los hombres son un único hombre, porque provienen
de un único padre, Adán, y de una única madre, Eva, «la madre de todos
los vivientes» (Gn 3, 20). Esta unicidad del género humano implica
igualdad, los mismos derechos fundamentales para todos209.
El hombre sólo puede ser sujeto del Derecho, nunca objeto. La
dignidad postula, ineludiblemente, la personalidad jurídica, la aptitud
para ser titular de derechos y obligaciones o la atribución de derechos y
deberes que le son inherentes e inviolables. En el ámbito del Derecho
Público y en el del Derecho Privado, en el orden constitucional y en los
demás órdenes jurídicos, es el hombre el gran protagonista210.
Por su dimensión, no parece que pueda ofrecerse una definición de
algo tan consustancial a la persona como es su dignidad. La doctrina, ante
los intentos de definición realizados, no tiene el menor inconveniente en
confesar que el término se le escapa, que las formulaciones generales no
satisfacen o que se trata de una noción con cuerpo semántico
Cfr. GONZÁLEZ PÉREZ, J., “La dignidad de la persona” en Discurso del acto de
recepción como Académico de número en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación,
Civitas, Madrid, 1986, 98 ss.
207 Cfr. LACRUZ BERDEJO, J. L., et alt., Elementos de Derecho Civil I…, op. cit., 2.
208 Cfr. GONZÁLEZ PÉREZ, J., “La dignidad de la persona”..., op. cit., 98.
209 Cfr. RATZINGER, J. BENEDICTO XVI, El elogio de la conciencia, Palabra, Madrid, 2010,
39.
En efecto, hablamos de lenguaje simbólico no exento de verdad ya que ¿quién pone en
duda la necesidad biológica de dos gametos complementarios para originar un nuevo
ser? “Adamá” o “cuerpo” se une a “Eva” o “vitalidad”… La ciencia camina todavía en la
búsqueda de nuestro “eslabón perdido”; entretanto, nada obsta para pensar
variadamente sobre nuestro origen… En este tema podemos sumergirnos en un mar de
conjeturas, pues, como decía CHESTERTON, “No hay racionalistas. Todos creemos en
cuentos de hadas, y vivimos en ellos”. (Cfr. CHESTERTON, G. K., Herejes, Acantilado,
2007, 228).
210 Cfr. GONZÁLEZ PÉREZ, J., “La dignidad de la persona”..., op. cit., 98.
206
99
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
relativamente poco preciso; por ello, razones varias nos llevan a entender
que, para muchos, la dignidad es algo que sólo puede esclarecerse en un
proceso de concreción con una dimensión espacio-temporal, mientras que
para otros, la dignidad es la base de la personalidad al margen de las
coordenadas espacio-temporales. Ahora bien, lo que no admite discusión
es que el reconocimiento y una eficaz tutela de los derechos
fundamentales constituyen elemental garantía de la dignidad de la
persona.
Persona211, pues, constituye el concepto sobre el que se erige el
edificio de la subjetividad jurídica; el «ser sujeto», que a decir del profesor
LACRUZ BERDEJO, “no es mero resultado de tener atribuido un derecho,
sino también su antecedente212”. Y es que no se duda de que son personas
todos los seres humanos, per se y en primer orden, aunque históricamente
no haya sido siempre así; la esclavitud privaba indolentemente al ser
humano de la “cualidad de persona en sentido jurídico”, esto es, de la
posibilidad de ser sujetos de derecho; lo mismo ocurría con la “muerte
civil”213. Suprimidas estas rémoras por mor de la victoria de la propia
persona214, tanto en el orden internacional215 como en el interno se
211 Irresitible es la alusión aquí a la clásica definición de BOECIO, poco frecuente en el
medio jurídico (“rationalis naturae indivudua sustantia”) para afirmar, junto a BOGARÍN
DÍAZ, que la persona “aunque individual (…) no es individualista”. (Cfr. BOGARÍN
DÍAZ, J., “Factor religioso y relaciones entre ordenamientos jurídicos”, en Anuario del
Derecho Eclesiástico del Estado, vol. XXIII, 2007, 141). Severino BOECIO, hombre de Estado
y filósofo romano, cuyo verdadero nombre era Anicio Manlio Torcuato Severino, nació
en Roma en el año 470 y murió en el 524 ó 525. Tras vicisitudes de no demasiada fortuna
con el poder político de su época, fue en la cárcel donde escribió su célebre obra De
consolatione philosophiae, en cinco libros; tras sufrir abominables tormentos, fue ejecutado
por orden de Teodorico. La obra descansa en el pensamiento de Platón: Si deseas
contemplar con clara luz la verdad, toma la senda por el atajo, echa las alegrías, lanza el temor y
ahuyenta la esperanza, para que no se presente el dolor. Nublada está la mente y sujeta por frenos
donde tienen imperio aquellas cosas. De su obra se hicieron numerosas imitaciones con el
título de De consolatione Theologiae. (Cfr. Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa-Calpe,
Tomo VIII, Madrid, 1994, 1284-1286).
212 Cfr. LACRUZ BERDEJO, J. L., et al, Elementos de Derecho Civil..., op. cit., 1.
213 Ibidem, 1.
214 Cfr. BENEDICTO XVI, en su discurso al Cuerpo Diplomático, el día 9 de enero de
2012; alude, entre otros pormenores, a que “el respeto a la persona debe estar en el centro
de las instituciones y de las leyes, debe contribuir a acabar con la violencia y prevenir el
riesgo de que la debida atención a las demandas de los ciudadanos y la necesaria
solidaridad social se transformen en meros instrumentos para conservar o conquistar el
poder”. (BENEDICTO XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático, el 9 de enero de 2012, en
L´Osservatore Romano, Año XLIV, núm. 3, edición semanal en lengua española, 4).
100
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
multiplican las declaraciones en las que aparecen los derechos
fundamentales y la dignidad de la persona humana como núcleo central
de todos ellos: Estados con Constituciones de muy distinto signo político y
partidos con concepciones del hombre sustancialmente diferentes los
proclaman y se definen como sus más firmes defensores.
Sin embargo, la doctrina civilista sostiene que “la cualidad de la
persona, formalmente, no presupone la titularidad actual de derecho
alguno (si bien toda persona física, aun recién nacida, a más de los
derechos de la personalidad, tendrá al menos una pretensión de alimentos
frente a sus progenitores y otros parientes, o bien, subsidiariamente, un
derecho similar frente al Estado). Lo que exige necesariamente la cualidad
de persona es la aptitud genérica de ser titular de derechos. Para ello no es
necesario que la persona física tenga uso de razón, ni menos voluntad e
inteligencia plenamente desarrolladas: es por su mera condición de ser
humano por lo que el Derecho natural y el positivo le consideran con
capacidad para servir de soporte a derechos y obligaciones, lo cual no
incluye el poder de gobernar la propia esfera jurídica, que puede tenerse
en un grado mayor o menor, o del que se puede carecer”216.
Y es que, todo jurista que se precie, sostendrá que la dignidad de la
persona, principio general del Derecho, constituye una de las bases que
fundamentan, sustentan e informan el Ordenamiento jurídico, ejerciendo
una sustancial función en la interpretación del mismo, en la medida en
que es el fundamento ontológico de todos los derechos fundamentales217,
y en tanto que esta intrínseca cualidad humana “implica en él la posesión
ineludible de unos bienes jurídicos resultantes inmediatamente de ese «ser
persona» implícito en su ser mismo (los denominados derechos de la
personalidad)”218.
Dichos bienes -que como pone de manifiesto la doctrina son
innatos, privados, absolutos o de exclusión, es decir, con una oponibilidad
erga omnes, aunque condicionados a las exigencias del orden público, y que
generan
consecutivamente
su
intransmisibilidad,
indisponibilidad,
Recuérdese, a manera de ejemplo, el art. 6 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948: “Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento
de su personalidad jurídica”.
216 Cfr. LACRUZ BERDEJO, J., et alt., Elementos de Derecho Civil I…, op.cit., 2.
217 Vid STC 53/1985, FJ 3.
218 Cfr. LACRUZ BERDEJO, J., Elementos de Derecho Civil I…, op. cit, 2.
215
101
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
irrenunciabilidad,
imprescriptibilidad
e
inexpropiabilidad-
inembargabilidad-, in abstracto corresponden a toda persona a partir de la
denominada capacidad jurídica -sustraída en muchos casos al comercio y a
la disposición del propio sujeto por su consustancialidad-; intrínseca
capacidad ésta que se completa con la de obrar o lo que es igual, la de
gobernar aquellos derechos y obligaciones de su titularidad. Sin embargo,
como también se suele afirmar, “debe advertirse que la homogeneidad del
concepto de capacidad jurídica no significa, pues, que todas las personas
tengan in actu y en cada momento las mismas oportunidades y
posibilidades en el campo del Derecho”219.
En la elaboración de la Constitución de 1978 no dejaron de estar
presentes las distintas concepciones sobre la dignidad de la persona, como
lo están a la hora de interpretar y desarrollar los preceptos del texto
fundamental. Esto conducirá a soluciones diametralmente opuestas,
inexorablemente, según prevalezca una u otra; sin embargo, como
principio
de
validez
para
todas
las
concepciones,
el
Tribunal
Constitucional ha afirmado que “la dignidad es un valor espiritual y
moral inherente a la persona, que se manifiesta singularmente en la
autodeterminación consciente y responsable de la propia vida y que lleva
consigo la pretensión al respeto de los demás” 220.
Según el artículo 1 de nuestra Constitución, España se constituye en
un Estado social y democrático de derecho que propugna como primer
valor rector de su ordenamiento jurídico la libertad, lo que marca,
rotundamente, el hecho de no pueda prescindirse en ningún caso de la
defensa a ultranza de ese bien esencial. Sobre este particular, mucho ha
dicho la doctrina desde el alumbramiento de nuestra Carta Magna;
posiciones variadas -e incluso contradictorias-.
TORRES DEL MORAL, por ejemplo, realiza las indicaciones
siguientes acerca del artículo 1. 1º de nuestra Constitución: “esa compleja
expresión de «Estado social y democrático de Derecho» intenta definir el
régimen político que instaura la norma suprema, si bien éste no cobra todo
su perfil en tanto no se relacione dicho precepto con otros (…).
219 Como advertíamos, seguimos en este extremo al profesor LACRUZ BERDEJO; en la
página 3 de la obra citada apela al profesor F. DE CASTRO como prohombre y capital
autoridad en materia de Derecho Civil de la Persona. (Cfr. Cfr. LACRUZ BERDEJO, J.,
Elementos de Derecho Civil I…, op. cit, 3)
220 Fundamento Jurídico 8º, STC 53/1985, de 11 de abril.
102
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Frente a quienes creen que una declaración como ésta no tiene valor
normativo, sostenemos que contiene un principio estructural de primer
orden que se desarrolla a lo largo del articulado y que, además, impregna
todo el texto constitucional y el resto del Ordenamiento jurídico, al que
hay que interpretar a la luz de dicha declaración y de los valores que
propugna, los cuales, una vez explicitados en el texto constitucional, no
pueden ser orillados en el razonamiento jurídico, todo lo cual tiene un
extraordinario valor a la hora de interpretar los preceptos relativos a los
derechos y libertades. Estamos, como hemos dicho, ante una de las
normas constitutivas del régimen instaurado”221.
Lo que sí queda claro es que, en la concepción española del
Derecho, ocupa un puesto central la persona humana: el artículo 10 de la
Constitución supone la consagración de la persona y su dignidad como
principio rector del orden jurídico español222.
Cfr. TORRES DEL MORAL, A., en GIMENO SENDRA, V., et al., Los derechos
fundamentales y su protección jurisdiccional, Colex, Madrid, 2007, 40. Completa las
aseveraciones explicitadas con los comentarios siguientes: “El Estado de Derecho, si se lo
entiende cabalmente, debe incorporar las ideas de justicia y de límite y control del poder
por el Derecho como garantía de la libertad. Hoy es difícilmente discutible que para que
un Estado sea de Derecho ha de serlo en los dos sentidos del término Derecho:
1) En su sentido de Derecho objetivo, de norma, exigiendo que rija el imperio de
la ley y que el Ordenamiento jurídico sea límite y cauce del poder.
2) En su sentido de derecho subjetivo, requiriendo también que ese
Ordenamiento jurídico incorpore los derechos y libertades de las personas. (…)
El límite en la actuación de este Estado democrático viene fijado precisamente
por su dimensión de Estado de Derecho, es decir, por el respeto a los procedimientos
jurídicamente establecidos y por el contenido básico de ese Ordenamiento jurídico, que
está presidido por unos valores y vertebrado por unos principios que conforman un
régimen garantista de los derechos y libertades”. (Ibídem, 40-41).
222 Art.10.1 CE: «1. La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son
inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los
demás son fundamento del orden político y de la paz social». Aunque es legítimo que nos
planteemos, desde la necesaria prudencia, una serie de cuestiones clave en este
pormenor. Sin duda, discurrir acerca de este tema nos llevaría a derroteros que exceden
del objetivo de este trabajo; no obstante, no podemos dejar de hacer mención en este
punto a las concepciones iuspositivistas y iusnaturalistas del Derecho, en la disciplina
jurídico-eclesiasticista, en tanto son indiscutiblemente el sustrato de un “antagonismo”
doctrinal manifiesto en materia de libertad religiosa-libertad de conciencia en relación
con la dignidad humana.
TORRES DEL MORAL, al hablar de los fundamentos de los derechos humanos plantea el
siguiente interrogante: ¿fundamento iusnaturalista o positivista? Resolviendo, así: “La
fundamentación de los derechos que parece reflejarse en el artículo 10.1 en relación con el
1.1 dista mucho de ser precisa. (…)
El fundamento gira en torno a la dignidad de la persona aunque también con
frecuencia se habla de libre desarrollo de la personalidad. Y, por lo que se refiere a los
derechos, las calificaciones que se les otorga son las habituales en el iusnaturalismo
221
103
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
histórico: derechos naturales innatos, inherentes, humanos, inviolables, inalienables,
imprescriptibles. A las que se unen otras más recientes: derechos fundamentales, iguales,
legítimos…
Esta terminología pone de relieve el iusnaturalismo profesado por los redactores
de dichos textos, correspondiente a la reacción antipositivista de la segunda posguerra
mundial (…) los peligros se reparten por igual para ambas actitudes (…)”
Citando a PÉREZ LUÑO, recoge las siguientes afirmaciones: “para evitar los
continuos equívocos que se producen con los términos antes mencionados, propone la
diferenciación entre derechos humanos y derechos fundamentales en orden a su
positivación jurídica. Según esta idea, son derechos humanos las exigencias de la
dignidad de la libertad y de la igualdad humanas, que deben ser reconocidas
jurídicamente y derechos fundamentales los ya garantizados por el Ordenamiento,
frecuentemente en su texto constitucional y con una tutela reforzada. (Cfr. TORRES DEL
MORAL, A., en GIMENO SENDRA, V., et al., Los derechos fundamentales y su protección
jurisdiccional..., op. cit, 78)
Otros autores llaman derechos humanos a los positivados en textos
internacionales y derechos fundamentales sólo en los reconocidos y garantizados por el
Derecho producido órganos internos del Estado. Está muy generalizada entre los
iusfilófosos la tendencia a llamar derechos morales a aquellas exigencias y necesidades
humanas, reservando para los reconocidos por el Ordenamiento la denominación de
derechos legales. Finalmente, hay quien llama a aquellas exigencias y necesidades
derechos en sentido débil, y a los garantizados por el Ordenamiento jurídico derechos en
sentido fuerte. No hace falta añadir que todos estos esfuerzos terminológicos por llamar
derechos a realidades extrajurídicas crean más problemas de los que resuelven”. En su
opinión, el iusnaturalismo del artículo 10 CE es indisimulable. (Cfr. TORRES DEL
MORAL, A., en GIMENO SENDRA, V., et al., Los derechos fundamentales y su protección
jurisdiccional..., op. cit., 78-79).
A nuestro juicio, que no es único es este particular -y en esto coincidimos, por
ejemplo, con ROCA FERNÁNDEZ-, la devaluación conceptual de la dignidad de la
persona deviene un hecho cierto, actualmente. La consecuencia, dramática, más
inmediata de desproveer de fundamento y desdibujamiento del concepto de la dignidad
de la persona es el descrédito o menosprecio encubierto del concepto de persona (que
tampoco es pacífico), que queda inexorablemente sometido al particular ejercicio del
poder legislativo –y/o ejecutivo, más específicamente- que, aunque amparado en la
mayoría democrática, no siempre se ubica en parámetros de justicia material que proteja
eficaz y verdaderamente esa dignidad, cada vez más abandonada al criterio subjetivo de
cada particular individuo.
Por lo que atañe a la dignidad de la persona como valor superior, entiende
TORRES DEL MORAL que “El precepto [art. 10.1 CE en relación con el art. 1 CE]
incorpora varios conceptos como nutrientes del régimen instaurado, pero no los
denomina valores, sino fundamentos. Sin embargo, la dignidad de las personas es un valor
de excelencia no inferior a los del artículo 1.1, e incluso, en una perspectiva
antropofilosófica, es previo a todos ellos, salvo, a mi juicio, al valor libertad, del que
deriva directamente. En este mismo sentido, M. A. ALEGRE sostiene que la dignidad de
la persona tiene una posición central y un carácter fundamental y fundamentador en
nuestro Ordenamiento jurídico. (…).
La libertad es el auténtico valor superior. Los demás enunciados por el artículo 1.1, y
otros que puedan añadírsele, son derivados de ella (…).
El constituyente, sin embargo, ha igualado la libertad con los demás valores y ha
excluido la dignidad de las personas, de tal modo que, si no fuera porque el disparate se
puede solventar mediante una correcta interpretación sistemática, está no goza de la
misma protección constitucional que los valores del artículo 1.1 o algunos derechos y
libertades que son consecuencia suya y que sin ella carecerían de significado”. (Cfr.
104
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Empero, tan atentatorio contra la dignidad de la persona sería
tratar desigualmente a los hombres, en cuanto tales, como no respetar las
desigualdades que constituyen la proyección de su personalidad en el
libre ejercicio de los derechos a ella inherentes. Desafortunadamente, por
encima de la significatividad de los derechos fundamentales, las
desigualdades que imperan hoy en el mundo son graves, y las situaciones
incompatibles con la dignidad humana en que viene obligada a vivir una
gran parte de la humanidad también, sin embargo, al intentar superarlas
no podemos caer en el modelo de uniformidad que trata de acabar con
toda individualidad creativa. En este sentido, en realidad, hoy estamos
ante algo mucho más grave que un problema de imprecisión semántica o
dificultad conceptual. La dignidad de la persona se invoca para defender
soluciones radicalmente contrarias223. Pues, como se advertía, si capacidad
jurídica y capacidad de obrar no son iguales en todas las personas, tal
desigualdad no puede -ni debe- ser arbitraria ya que, como ha expresado
reiteradamente el Tribunal Constitucional, la esencia de la igualdad
estriba antes en evitar que las diferenciaciones o singularizaciones
carezcan de justificación objetiva razonable, dentro de la proporcionalidad
de medios al fin discernible en la norma que diferencia, que en proscribir
tales diferenciaciones224. Identidades y diferencias que se recogen como
catálogos de facultades-derechos y se actualizan en las interrelaciones
subjetivas,
originando
en
ocasiones
choques,
enfrentamientos
o
confrontación de derechos esenciales del individuo cuyo ecuánime
amparo constituye la primera directriz para todo Estado que desee
preservar la convivencia pacífica de sus ciudadanos.
Asimismo, es posible que también los derechos fundamentales
presenten un núcleo de certeza y una zona de penumbra; es posible que
seamos capaces de delimitar un concepto de los derechos humanos
susceptible de ser generalmente reconocido en nuestra comunidad
lingüística y que permitiría desacreditar buena parte de los usos
arbitrarios o demagógicos de la expresión; e incluso conviene que exista
asimismo un área bastante extensa de indeterminación apta para albergar
TORRES DEL MORAL, A., en GIMENO SENDRA, V., et al., Los derechos fundamentales y
su protección jurisdiccional..., op. cit., 53-54).
223 Cfr. GONZÁLEZ PÉREZ, J., “La dignidad de la persona…, op. cit., 98 ss.
224 V. gr., STC de 19 de diciembre de 1986; STC 3 de julio de 1997; STC de 29 de junio de
2000.
105
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
distintas concepciones que entiendan los derechos desde perspectivas
ideológicas diferentes225. En buena lógica, cada uno de estos enfoques dará
lugar a un concepto y catálogo de derechos humanos parcialmente
distinto, propiciando, en consecuencia, ensayos de fundamentación
diferentes. Claro está que las dificultades a la hora de fundamentar y de
delimitar conceptualmente los derechos humanos desde el punto de vista
de la filosofía moral o política, no desaparecen, pero sí obtendrían un
perfil distinto cuando la reflexión se realiza en el marco de las
coordenadas de un determinado sistema jurídico226.
Cfr. PRIETO SANCHÍS, L., Estudios sobre Derechos Fundamentales. Serie dirigida por
Gregorio Peces Barba, Debate, Madrid, 1990, 19 ss.
Recoge HERRÁN ORTIZ la matización del profesor CASTÁN TOBEÑAS en la contienda
conceptual que enfrentaba a la doctrina italiana acerca de la naturaleza pluralista o
monista de los derechos de la personalidad. Para el mencionado profesor, los derechos de
la personalidad son distintos de la personalidad misma. Afirma la autora con relación a
este aspecto: “ésta [la personalidad] es la abstracta posibilidad de que está investida la
persona, y los derechos de la personalidad no lo son todo atribuibles a la persona, sino
los que constituyen el núcleo esencial, por lo que el eminente jurista propone las
denominaciones de derechos esenciales de la persona o derechos subjetivos esenciales,
subrayando el carácter restringido y la importancia de estos derechos vinculados a la idea
y esencia misma de la personalidad y naturaleza humana. (…) no todos los derechos de la
persona que se vinculan al individuo ostentan la consideración de derechos de la
personalidad, sólo aquellos que identifican y califican a la persona, los que constituyen el
núcleo esencial de la misma, entre éstos incluye los derechos que se refieren al respecto y
reserva de la vida privada y de la individualidad de cada ser humano”. (Cfr. HERRÁN
ORTIZ, A. I., La Violación de la Intimidad en la Protección de Datos Personales, Dykinson,
Madrid, 1998, 18).
226 Cfr. MURGOITIO, J. M., Igualdad religiosa y diversidad de trato de la Iglesia Católica,
Eunsa, Navarra, 2008, 19-21. El autor nos recuerda que generalmente, se suelen situar las
primeras positivaciones de los derechos humanos, y en particular las primeras
reivindicaciones formales de la igualdad, en dos textos revolucionarios del siglo XVIII:
por un lado, en el ámbito anglosajón, la Declaración de Derechos del Buen Pueblo de
Virginia de 12 de Junio de 1776 (en su artículo 1 se declara que todos los hombres son por
naturaleza igualmente libres e independientes y tienen ciertos derechos innatos, de los
que, cuando entran en estado de sociedad, no pueden privar o desposeer a su posteridad
por ningún pacto) y la que, por razones históricas, ha influido con mayor énfasis en toda
la historia del constitucionalismo continental posterior, la Declaración de Derechos del
Hombre y del Ciudadano de 1789, surgida de la Revolución Francesa, (cuyo artículo 1
proclama: “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las
distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común”). (…) Pero no deja de
ser cierto que donde aquellos derechos humanos proclamados por los revolucionarios, y
en especial el de la igualdad, hunden sus raíces más profundas es en esa mezcla de
judaísmo y cristianismo que configura el rostro del cuerpo económico y social de Europa.
Así parece reconocerlo también NORBERTO BOBBIO en L´Età dei Diritti, al observar que
el gran cambio en el reconocimiento del hombre como persona “tuvo inicio en Occidente
con la concepción cristina de la vida, según la cual todos los hombres son hermanos en
cuanto hijos de Dios”. (Cfr. MURGOITIO citando a NAVARRO-VALLS, R., “Bases de la
cultura jurídica europea”; en NAVARRO-VALLS y PALOMINO, R., Estado y Religión.
225
106
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Pese a que, como afirma PÉREZ LUÑO, la Constitución Española
de 1978 puede calificarse de «ambiciosa» por contraste con otros textos
constitucionales que se limitan a establecer una sucinta declaración de los
derechos de los ciudadanos y la organización y funcionamiento de los
poderes públicos227, nuestra Norma no ofrece una definición de derechos
fundamentales y padece una grave vacilación en la rúbrica de sus distintas
secciones y capítulos que podría poner en duda la racionalidad y
coherencia interna del legislador constituyente. La crítica a la terminología
constitucional es común en la doctrina228. Mas , lo que sí deviene cierto, a
nuestro juicio es que, en palabras de PRIETO SANCHÍS, “desde la
Constitución sabemos cuáles son los derechos y, con mayor dificultad
desde luego, cuáles son sus límites, pero ello no nos permite responder de
forma exhaustiva y concluyente a la cuestión de qué conductas –que
pueden ser objeto de regulación legal- caen del lado de los derechos o del
lado de límites; es más en el plano de los enunciados constitucionales, o
antes de su interpretación, es perfectamente verosímil afirmar que una
acción forma parte de ambas esferas, esto es, presenta propiedades
adscribibles tanto al ámbito de derecho como al ámbito de su límite”229.
Con este autor concluimos que, en suma, lo que habrá de quedar del
Textos para una reflexión crítica, Barcelona, 2003, 396)”. (Cfr. MURGOITIO, J. M., Igualdad
religiosa y diversidad de trato de la Iglesia..., op. cit., 20, nota 5).
Continúa afirmando este autor que “el Estado liberal surgido de la Revolución Francesa
articulará el principio de igualdad sobre la noción de igualdad formal, entendida ésta
exclusivamente como igualdad ante la ley; es decir, abolición de privilegios y generalidad
de la ley. Sin embargo, la igualdad así proclamada, no lograría solucionar los graves
problemas presentes en amplios sectores de la población más desfavorecida (...). Este
Estado liberal entrará en crisis merced a las transformaciones que acompañarán a la
Revolución industrial. La igualdad dejará de pensarse como un punto de partida, para
pasar a constituir una finalidad en sí misma. A la población ya no le interesará el
principio liberal del “Laissez faire, laissez passer” estatal y demandará una intervención
transformadora del Estado que garantice las necesidades sociales básicas (...). Como
respuesta a la crisis del modelo europeo del Estado Liberal, surgirá el Estado social de
Derecho -concepto acuñado por Séller en 1929- que tratará de implantar la noción de
igualdad material o de oportunidades, asumiendo la obligación de realizar las
prestaciones positivas necesarias para garantizar un mínimo existencial a los ciudadanos.
El constitucionalismo posterior a la II Guerra Mundial incorporará esta noción de la
igualdad, que coexistirá en los textos legales junto a la noción de igualdad formal, hasta
nuestros días”. (Cfr. MURGOITIO, J. M., Igualdad religiosa y diversidad…op. cit., 20-21).
227 PÉREZ LUÑO, A. E., Los derechos fundamentales (10ª edic.),Tecnos, Madrid, 2011, 51.
228 Cfr. PRIETO SANCHÍS, L., Estudios sobre Derechos Fundamentales, Serie de Derecho
dirigida por Gregorio Peces-Barba, Debate, Madrid, 1990, 19 ss.
Cfr. PRIETO SANCHÍS, L., Justicia constitucional y Derechos fundamentales, Trotta,
Madrid, 2003, 223.
229
107
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
derecho y de su límite, “dependerá de un ejercicio de ponderación, es
decir de si la concreta medida adoptada en defensa del orden público
puede considerarse adecuada, necesaria y proporcionada desde la
perspectiva del derecho”230.
Abundando en el tema, doctrinalmente, en el marco del pluralismo
presente en la sociedad231, la clasificación de los derechos fundamentales
puede realizarse acudiendo a diversos criterios232, aunque suele atenderse
muy frecuentemente a la distinción entre las categorías de “derechos de
libertad” y “derechos de igualdad”, pues, como pone de manifiesto el
profesor PRIETO SANCHÍS233, uno de los problemas capitales de la teoría
230
Ibídem, 228.
Para ROCA FERNÁNDEZ, “el pluralismo, entendido como respeto a la diversidad de
sistemas y valores o cosmovisiones presentes en una sociedad que no es homogénea,
como lo era hace siglos, parece tener un límite en la dignidad de la persona. Toda
diversidad se puede respetar, acogiendo un verdadero pluralismo, mientras no resulte
afectado el debido respeto a la dignidad de la persona”; sin embargo, “el reconocimiento
del pluralismo no significa admitir todo como válido, tiene unos límites”. (Cfr. ROCA
FERNÁNDEZ, M. J., Opciones de conciencia, Tirant Monografías, Valencia, 2008, 25).
232 La distinción más reconocida y seguida doctrinalmente es aquella que distingue entre
derechos fundamentales de primera generación (derechos civiles y políticos), de segunda
generación o derechos culturales, económicos y sociales, y derechos de tercera generación
(privacidad personal y solidaridad), aunque hay autores que hablan de una cuarta
generación de derechos fundamentales, como es el caso de Mª Eugenia RODRÍGUEZ
PALOP: “desde mi punto de vista, el catálogo de derechos de cuarta generación estaría
configurado por el derecho al medio ambiente, al desarrollo, a la paz, a la
autodeterminación de los pueblos y al patrimonio común de la humanidad. (…) surgen
en el mismo contexto histórico: su reivindicación comenzó a dejarse oír en la Europa
occidental y en los Estados Unidos tras la segunda guerra mundial. (…).
Los derechos de cuarta generación están vinculados a la aparición, es estos años,
de nuevos movimientos sociales que, como el ecologismo, el feminismo y el pacifismo (y,
posteriormente, el denominado ecofeminismo y el ecopacifismo), se orientaban a desvelar
las insuficiencias del diseño político en el que se sustentaba el Estado del bienestar (que
no resultaba ser suficientemente representativo, ni participativo) así como las deficiencias
de un modelo económico de graves efectos destructivos: un modelo que se apoyaba en
un desarrollo tecnológico al servicio de la guerra, en la explotación de los países
subdesarrollados, en el colonialismo y en el imperialismo.(…).
Ciertamente, si se adoptara un punto de vista estrictamente histórico, a los
derechos de la cuarta generación habrían de sumarse los denominados «derechos de la
sociedad tecnológica» en sentido estricto (la libertad informática y el derecho a la
autodeterminación informativa (…)”. (Cfr. RODRÍGUEZ PALOP, M. E., La nueva
generación de Derechos Humanos, Dykinson, Madrid, 2010, 99-122).
233 Cfr. PRIETO SANCHÍS, L., Justicia constitucional y Derechos fundamentales..., op. cit., 250252. Resultan interesantes, de cara a un adecuado análisis de la forma de concebir la
libertad y su protección, las siguientes afirmaciones de este eminente profesor en estas
páginas, que pasamos a transcribir: “Si entendemos que la libertad jurídica no es más que
la garantía institucional de la libertad natural y que, por tanto, existe una coincidencia
entre los ámbitos protegidos por una y otra, parece claro que toda disposición o medida
que interfiera en la libertad natural puede interpretarse también como una restricción o
límite a la libertad jurídica. Si, por el contrario, suponemos que la libertad natural es algo
231
108
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
jurídica de los derechos fundamentales es dilucidar si tales derechos son
categorías independientes entre sí o son especificaciones de un
principio/derecho general de libertad; en el fondo, la realidad actual nos
sitúa más en el binomio Libertad-Igualdad como senda inexorable del
caminar jurídico234.
separado de la libertad jurídica, de modo que sólo algunas conductas encuentran
respaldo o tipificación en ésta última, entonces es evidente que las disposiciones que
limitan aquella libertad natural no tienen que representar necesariamente un límite a la
libertad jurídica y a los derechos fundamentales.
En el fondo de estas dos posiciones laten dos formas distintas de concebir las
relaciones entre el individuo y la comunidad política, es decir, dos filosofías políticas
diferentes. La primera, que podríamos llamar hobbesiana, entiende que el poder político
puede hacerlo todo sin necesidad de invocar a su favor ninguna justificación especial, de
modo que la libertad de los ciudadanos ha de desenvolverse en el ámbito, más o menos
extenso, que no ha sido objeto de un mandato o de una prohibición; (…) La segunda,
propia de una concepción liberal del Estado, sostiene que el hombre es naturalmente libre
y que debe seguir siéndolo jurídicamente, de modo que los sacrificios que puedan
imponerse a esas libertad deben contar con alguna justificación; es la filosofía política que
subyace a la Declaración de Derechos de 1789 cuando afirma que «la libertad consiste en
poder hacer todo lo que no daña a los demás» (art. 4) y que «la ley no puede prohibir más
que las acciones dañosas para la sociedad» (art. 5); la lesión a terceros y no la mera
voluntad del poder político es lo que autoriza la limitación de la libertad”.
A nuestro juicio, esta ocasión para la reflexión -y a tenor de los resultados en la defensa
judicial de algunos derechos fundamentales, como se verá más adelante- nos lleva a
considerar también otras afirmaciones de este profesor, a saber: “cabe preguntarse de
nuevo en qué medida la justicia constitucional responde a una tradición iusnaturalista o,
desde otra perspectiva, hasta qué punto el positivismo resulta incompatible con dicha
institución. A mi juicio, no procede una respuesta categórica o concluyente, aunque cabe
ensayar la siguiente explicación: la filosofía del control de la ley parece combinar una
ideología iusnaturalista en sentido muy lato con una teoría de la interpretación positivista,
al menos moderadamente positivista”. (Cfr. PRIETO SANCHÍS, L., Justicia
constitucional…, op. cit., 251).
PÉREZ LUÑO trata también de forma interesante esta cuestión mediante la
“parábola del «hombre-topo» y realiza la significativa afirmación siguiente: “el «hombretopo» sintió una progresiva consternación al comprobar que las visiones de la
Constitución que se desprendían de los pareceres de sus sucesivos interlocutores eran tan
sugestivos como dispares entre sí”. (PÉREZ LUÑO, A. E., Los derechos fundamentales,
Tecnos, Madrid, 126 ss)
234 En este sentido, un posición doctrinal destacable es la de TORRES DEL MORAL, que
entiende que es la libertad el auténtico valor superior, quedando los demás enunciados
por el artículo 1.1 CE , y otros, supeditados a ella, porque de ella derivan. Dice al
respecto: “El hombre, al reconocerse como ser libre, se reconoce distinto de los otros
seres, dotado de la dignidad óntica de ser libre. Por eso, por esa dignidad que
corresponde a un ser libre, no tolera ser tratado con injusticia, con desprecio, con
discriminación, ni como un mero instrumento. Es la libertad, pues, la que nutre de
sentido a la dignidad, a la justicia, a la igualdad y a todo al sistema constitucional de los
derechos.
Por su parte, la igualdad es un concepto relacional, una simple ecuación entre dos
cosas o magnitudes que se comparan y que pueden ser o no valiosas. En efecto, la
igualdad no es nada en sí. Hace falta saber en qué o de qué hay o no igualdad. Por
ejemplo: en derechos, en bienes, en oportunidades, en participación. Lo valioso está en lo
109
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
En este sentido, al decir del anteriormente mencionado profesor,
citando a ALEXY, “el derecho general de libertad es simplemente «la
libertad de hacer y omitir lo que uno quiera» y significa dos cosas:
primero, que «a cada cual le está permitido prima facie -es decir, en caso de
que no intervengan restricciones- hacer y omitir lo que quiera (norma
permisiva)»; y segundo, que «cada cual tiene prima facie, es decir, en la
medida que no intervengan restricciones, un derecho frente al Estado a que
éste no impida sus acciones y omisiones, es decir, no intervenga en ellas
(norma de derechos)»”235. Porque, “en su sentido más amplio el derecho a
la libertad debe entenderse como el derecho de la persona a no encontrar
obstáculos en su realización como tal, dicen DÍEZ PICAZO y GULLÓN. El
reconocimiento y protección de la libertad, inherente a la condición
humana, es una consecuencia de la dignidad de la persona y del libre
desarrollo de la personalidad que el art. 10 Const. proclama como
fundamento del orden político y la paz social. La consideración del
hombre en su entidad trascendente y como fin en sí mismo exige
reconocerle una esfera de libertad individual en que desenvolverse
responsablemente, y un cierto ámbito de autodeterminación en el orden
jurídico y social”. El derecho “de (o a la) libertad”, como sigue afirmando
el profesor LACRUZ BERDEJO, “es un derecho primario y general, y
garantiza a la persona en su potestad genérica de hacer o no hacer
cualquier cosa. La libertad es, de otro lado, el elemento formal de todos los
que se compara, no en la comparación. Lo valioso está en esos derechos y bienes, no en la
igualdad con que los tenemos o carecemos. Por consiguiente, lo mismo que, como
veremos en su lugar, la igualdad es calificada como derecho conexo (no autónomo), así
también podemos decir ahora que no es un valor autónomo, sino conexo: no es valorada
en sí misma, sino en los bienes que a su través reclamamos.
Con la justicia, tan cercana a la igualdad, ocurre otro tanto. Lo que deseamos y
valoramos es lo que nos falta injustamente. Y lo que reclamamos, en realidad, no es
justicia, sino los derechos y los bienes que nos faltan y que consideramos nuestros o que
se nos deben. La justicia se nos erige como valor lo mismo que la igualdad, mediante un
proceso (legítimo) de abstracción”. (TORRES DEL MORAL, A., Los derechos
fundamentales…, op. cit., 54).
235 Sigue matizando el autor: “Por lo que se refiere a España, creo que la idea de un
derecho general de libertad en los términos expuestos encuentra fácil acomodo en la
preceptiva constitucional”. Entiende el profesor PRIETO que el hecho de que la libertad
aparezca reconocida en el artículo 1.1 (siguiendo a L. AGUIAR LUQUE que habla de un
«principio general de libertad del ser humano, el cual, en el caso de la Constitución
española, encuentra plasmación en los artículos 1.1 y 9.2») supone su reconocimiento
como “valor superior del ordenamiento y, por tanto, como un criterio hermenéutico
insoslayable para la interpretación de todo el sistema jurídico”. (Cfr. PRIETO SANCHÍS,
L., Justicia constitucional…, op. cit., 252-253).
110
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
derechos cuyo contenido sustancial viene dado por el interés y por el bien
que constituye su objeto”236. Y, como también señala RATZINGER,
aunque desde otras ramas del saber, la libertad se limitará a sí misma en
función de un orden social, de una libertad que ha de asegurarse a todos;
las teorías del contrato social se fundaban en la idea de un derecho
antecedente a las voluntades individuales que éstas han de respetar237. En
esencia, se trata de evitar una visión excesivamente individualista de la
libertad,
que
al
ser
entendida
como
“derecho
absoluto
de
autodeterminación sobre la base de las propias convicciones, se le asocia
con frecuencia una idea meramente formal de conciencia238.
Retomando las consideraciones generales acerca de la libertad,
como se decía con anterioridad, los artículos 1.1 y 9.2 CE sostienen este
derecho-principio esencial, aunque también resulta clave, como apunta el
profesor PRIETO SANCHÍS, puesta que, el artículo 10 de nuestra Norma
Fundamental, “de un lado, el reconocimiento del «libre desarrollo de la
personalidad» representa la traducción jurídica del principio de
LACRUZ BERDEJO, J. L., et al., Elementos de Derecho Civil I…, op. cit., 86-87.
Aunque sus aportaciones doctrinales corresponden más a otras ciencias, consideramos
de necesidad su mención en estas páginas, de reflexión acerca de la dignidad de la
persona, pues de trata de palabras que compartimos, en las que este eminente teólogo
pone de manifiesto lo incompleto de la postura que defiende como necesaria “la
separación entre las convicciones éticas personales y el ámbito político, en el que se
formulan leyes: aquí [continúa el autor] el único valor que respetar sería el de la total
libertad de elección de cada individuo, en conformidad con las propias opiniones
privadas. La vida social, ante la imposibilidad de basarse en cualquier referencia objetiva
común, debería concebirse como resultado de un compromiso de intereses, a fin de
garantizar a cada cual el máximo posible de libertad. (…). Se entiende entonces cómo un
Estado que se arrogue el derecho de definir qué seres humanos son o no sujetos de
derechos, y que, en consecuencia, reconozca a algunos el poder de violar el derecho
fundamental de otros a la vida, contradice el ideal democrático, a pesar de lo que siga
invocando, y mina las bases mismas sobre las que se sostiene. Se comprende así que la
idea de una tolerancia absoluta de la libertad de elección destruye el fundamento mismo
de una convivencia justa entre los hombres”. (Cfr. RATZINGER, J. Elogio de la conciencia...,
op. cit., 41-44).
238 Cfr. RATZINGER, J. Elogio de la conciencia..., op. cit., 45. Con relación a la cuestión de la
conciencia, núcleo de esta obra, RATZINGER pone de relieve la necesidad de dotar de
contenido a la conciencia en evitación de meros formalismos o uso mecanicista de la
misma. Al hacer referencia al hombre moderno “que piensa a partir de oposición entre
autoridad y subjetividad”, entiende que le resulta difícil aprehender el enlace entre
ambos elementos -autoridad y subjetividad- ya que “para él la conciencia está del lado
de la subjetividad y es la expresión de la libertad del sujeto, mientras que la autoridad
parece limitar, amenazar e incluso negar tal libertad” (RATZINGER, J. Elogio de la
conciencia..., op. cit., 20). En definitiva, tanto en el ámbito de la moral como de la ética, y en
la medida en que no somos islas, convendría atender al aserto que expresa RATZINGER
en la obra citada: “lo específico del hombre en cuanto hombre no consiste en preguntarse
por el «poder», sino por el «deber»”. (RATZINGER, J. Elogio de la conciencia..., op. cit., 25).
236
237
111
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
autonomía, esto es, aquel principio que permite organizar nuestra
existencia del modo que nos parezca más oportuno, siempre que ello no
lesione a terceros o, en general, siempre que no existan razones
sustentadas en bienes dignos de protección que autoricen la limitación de
aquella autonomía, y, de otro lado, la afirmación de que ese libre
desarrollo, así como los derechos inviolables, son uno de los fundamentos
del orden político, obliga a examinar cualquier actuación de los poderes
públicos, incluida la actividad legislativa, desde la perspectiva de la
exigibilidad de tales principios. Por último, «la interdicción de la
arbitrariedad de los poderes públicos» implica que, dentro del respeto a la
legítima discrecionalidad política del legislador, también él está sometido
al imperativo de la racionalidad; pues que la Constitución excluya la
existencia de leyes arbitrarias es lo mismo que requerir que las leyes
puedan exhibir una justificación razonable” 239.
Para finalizar, con MURGOITIO se recoge el sentir generalizado de
la doctrina en el sentido de reputar necesario, indefectiblemente, que la
igualdad se sitúe como auténtico elemento configurador del ordenamiento
jurídico, en cuanto constituye un “elemento angular del edificio
constitucional que, junto a la libertad y la dignidad de la persona humana,
quiere presentarse como social y democrático de Derecho”. De esta forma,
la igualdad se impone como fin y como criterio orientador de la acción
legislativa, además de elemento director y limitador de esa misma acción
de la voluntad240. Ya que, como apunta LACRUZ BERDEJO, sobre la base
de la personalidad humana sustentada por su esencial dignidad, hablar de
libertad-igualdad, a tenor del criterio jurisprudencial, «solo exige la
razonabilidad de la diferencia de trato», siendo las «prohibiciones de
discriminación» la tónica general toda vez que puedan utilizarse,
excepcionalmente, como criterio de diferenciación241. Y es que el
constitucionalismo
actual no
sería lo que
es sin los derechos
fundamentales242
PRIETO SANCHÍS, L., Justicia constitucional y Derechos fundamentales…, op. cit., 253.
Cfr. MURGOITIO, J. M., Igualdad religiosa y diversidad de trato de la Iglesia Católica,
Eunsa, Pamplona, 2008, 22.
241 Cfr. LACRUZ BERDEJO, J. L., et al. Elementos de Derecho Civil I…, op. cit., 7.
242 PÉREZ LUÑO, A. E., Los derechos fundamentales (10ª edic), Tecnos, Madrid, 2011, 15.
Con esta sencilla pero honda frase inicia este profesor esta obra. En efecto, como sigue
afirmando, la concepción de los derechos fundamentales determina la propia
239
240
112
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
2. LA LIBERTAD RELIGIOSA: DERECHO SUBJETIVO DE LA
PERSONA Y PRINCIPIO JURÍDICO-POLÍTICO, INFORMADOR DE
LA ACTUACIÓN DEL ESTADO
2.1. EL DERECHO DE LIBERTAD RELIGIOSA: ARTÍCULO 16 DE LA
CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978
El perfil conceptual de la libertad religiosa sigue siendo un reto en
la doctrina eclesiasticista, especialmente si se la considera conectada a
otras libertades junto a las que aparece enunciada. La literatura científica
al respecto es numerosa y las posiciones diversas. La libertad religiosa no
tiene un contenido preciso, como asevera IBÁN243. Lo que sí deviene
cierto, como señala GONZÁLEZ MORENO es la proyección cultural de
esta libertad y su relevancia en el contexto socio-cultural como proyección
de la realidad humana244, que, a la luz de la entrecruzada y compleja
significación del poder público dada la íntima relación existente entre el papel asignado a
tales derechos y la forma de organizar y ejercer las funciones estatales. “Los derechos
fundamentales constituyen la principal garantía con que cuentan los ciudadanos de un
Estado de Derecho de que el sistema jurídico y político en su conjunto se orientará hacia
el respeto y la promoción de la persona humana: en su estricta dimensión individual
(Estado liberal de Derecho), o conjugando ésta con la exigencia de solidaridad corolario
de la componente social y colectiva de la vida humana (Estado social de Derecho)”. (Cfr.
PÉREZ LUÑO, A. E., Los derechos fundamentales..., op. cit., 16).
243 Cfr. IBÁN, I. C., “Libertad religiosa y libertad de culto en la Constitución Española”,
en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, vol. XXVI, 2010, 273-285. Señala la existencia
de dos líneas posibles de interpretación de la libertad religiosa: la irrelevancia para el
Estado, como es el caso de Francia o la consideración de la religión como un valor
positivo, como ocurre en Norteamérica. A su juicio, la Constitución Española parece
inclinarse por este segundo modelo. (Ibídem, 273). Sostiene, además, este profesor que
“siempre se ha dicho que es una de las primeras libertades que han gozado de protección
para evitar la repetición de dramas históricos (guerras de religión). No existe texto
internacional relativo a los derechos humanos que no la mencione. Solo hay un pequeño
problema: ¿qué es la libertad religiosa? Tomada aisladamente puede significar cualquier
cosa. Es un concepto tan absolutamente abstracto que incluso permite una creación
doctrinal de tanto éxito como la de los principios del Derecho eclesiástico (creación, esta
de los principios, de VILADRICH. ¿O fue de FUENMAYOR unas décadas antes? ¿O fue
de…?).”(Ibídem, 275-276).
244 Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., Estado de cultura, derechos culturales y libertad religiosa,
Civitas, Madrid, 2003, 312-313. Recogiendo el parecer de J. HERVADA Y J. M.
ZUMAQUERO, en orden a distinguir esta derecho de los derechos de libertad de
pensamiento y de conciencia, afirma que “la libertad religiosa «tiene por objeto la fe y la
práctica -pública y privada- de la religión y es, asimismo, una libertad meramente
jurídica o inmunidad de coacción, por ser los demás y el Estado incompetentes para
imponer el acto de fe». Como reputa VILADRICH, estos tres derechos o libertades
públicas tiene una base común, un ámbito “liberado del Estado” en la medida en que no
pertenecen a su esencia o identidad, ni a la esfera de sus competencias de poder, sino que
113
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
normativa que la regula, se manifiesta en el orden constitucional como
principio y como regla de derecho fundamental245.
Como pone de manifiesto MARTÍNEZ DE PISÓN, el material
jurídico con el que construir dogmáticamente el concepto y la teoría sobre
la libertad religiosa está formado por las declaraciones constitucionales,
por la interpretación que se haga de las mismas, por los documentos
internacionales, por la ley Orgánica de la Libertad Religiosa y por la
normativa paccionada. Todo ello compone el complejo entramado
normativo no exento de peculiaridades y alguna que otra contradicción,
así como interrogantes que traspasan el marco de lo teórico para
proyectarse sobre polémicas y conflictos que atraviesan la sociedad
española246.
El artículo 16 de nuestra Constitución establece:
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos
y de las comunidades sin más limitaciones, que la necesaria para el
mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o
creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán
en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las
consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás
confesiones.
Entre los derechos más íntimamente vinculados a la dignidad de la
persona, las libertades ideológica y religiosa ocupan un lugar preferente
en los términos del artículo 16 del Texto Fundamental, pues “son derechos
que protegen las más puras manifestaciones de lo que contribuye la
implican el reconocimiento de la naturaleza y la dignidad del ser personal de cada
ciudadano.
245 Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa en España,
Dykinson, Madrid, 2000, 273. La libertad religiosa es uno de esos casos en que existe
unanimidad en la dogmática eclesiasticista que la considera uno de los principios
informadores de las relaciones entre el Estado y las confesiones religiosas. Recoge
también el dato acerca de que fue VILADRICH quien muy tempranamente sostuvo la
tesis del ese doble carácter de “principio configurador del Estado” y de “derecho de la
persona”, tal como se deducía de los artículos 14 y 16 de la Constitución. (Ibídem, 279;293).
246 Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa…, op. cit., 270.
114
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
esencia del ser humano, lo que le confiere su dignidad y supremacía, sobre
todo lo creado: su naturaleza racional”247.
El precepto, al hablar de libertad ideológica, religiosa y de culto distanciándose de la tradición de los documentos internacionales que se
refieren a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión- de un
lado, y, por otro, al considerar expresamente la libertad de culto –mención
considerada innecesaria por parte de la doctrina al entender que forma
parte del contenido de la libertad religiosa- suscita una problemática
conceptual que convendría ir dilucidando, de una vez por todas, en el
sentido de delimitar qué derecho o derechos se incluyen en el artículo 16
de la Constitución; si existe un derecho a la libertad de conciencia y cuáles
son los perfiles constitucionales del derecho a la libertad religiosa”248. La
pregunta, en opinión de MARTÍNEZ DE PISÓN sería “¿A qué libertades
se refiere el artículo 16.1? ¿Estamos ante un conjunto de libertades con sus
específicos objetos y ámbitos de eficacia y protección o, por el contrario,
sus relaciones son más estrechas e, incluso, pudiera hablarse de que son
una misma libertad con diferentes ramificaciones?249. Compartimos con
este autor la necesidad de afrontar la tarea de construir el concepto
jurídico constitucional del derecho a la liberad religiosa de acuerdo a este
conjunto normativo y a los materiales filosóficos e históricos250, aún a costa
de incurrir en el “dogmatismo” que él mismo tanto critica.
Coincidimos, además, con este autor en su afirmación acerca de
que “la libertad religiosa es, históricamente la «primera de las libertades»
y, como tal, de ella emanaron y emanan otros derechos y libertades. Esto
hace que, en muchas ocasiones, aparezca como un derecho de cobertura
que cumple la función última de acaparar la existencia y fundamento de
otros derechos fundamentales. Tiene, además, una naturaleza expansiva
que hace que, al margen de las declaraciones programáticas, la libertad
religiosa, o su vulneración, se refleje en otros ámbitos de los derechos
GONZÁLEZ PÉREZ, J., “La dignidad de la persona…”, op. cit., 94.
MARTÍNEZ DE PISÓN ofrece una definición de libertad religiosa como “derecho
individual a escoger, con ausencia de coacción, el sistema de creencias, religiosas o no,
que cada persona crea como el más adecuado a su conciencia, a sus planes de vida y a los
objetivos de perfeccionamiento moral por él elegidos”. (Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN
CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa..., op. cit., 290-292).
249 Ibídem, 292.
250 Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa..., op. cit., 271273.
247
248
115
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
como la vida, la intimidad, la educación”251. Lo verdaderamente relevante,
como sostiene, GONZÁLEZ MORENO es que en el derecho de libertad
religiosa se protege tanto la dimensión interna del acto de fe y la libertad
de su expresión, como la totalidad de los comportamientos derivados de la
opción religiosa, todas sus manifestaciones, más allá de la creencia
sobrenatural que las inspira, en las que hay una “inequívoca dimensión
cultural”252.
No ha existido ninguna libertad que haya sido más solemnemente
reafirmada y, al tiempo, más contestada y violada. Tras la Declaración de
los Derechos del Hombre de 1789, no existe casi ninguna Constitución
democrática que no proclame solemnemente el principio de libertad
religiosa253, que, para unos, viene a ser el derecho primigenio del que
derivan los demás derechos que desarrollan la creencia o increencia,
coadyuvantes del libre desarrollo de la personalidad humana254 y, para
otros, es la especie del género libertad ideológica, conceptualmente
contenido en ella255. No obstante, LLAMAZARES FERNÁNDEZ, pese a
ser partidario de esta última postura, realiza una afirmación que incluye
ambos conceptos mencionados en la norma constitucional del art. 16,
reconduciéndolos a uno solo, al considerar que “este derecho único,
libertad religiosa e ideológica, puede ser observado desde tres
perspectivas diferentes, a las que responden las tres denominaciones
utilizadas para aludir al mismo por lo textos internacionales (DUDH,
PIDCP, CEDH): libertad de pensamiento, libertad de conciencia y libertad
MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa.., op. cit., 268.
Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., Estado de cultura, derechos culturales…, op. cit., 315-316.
Escribe la autora, “en este sentido, como señala IBÁN, «la religión ha resultado ser un
elemento esencial en la formación de la cultura europea. La arquitectura, la pintura, las
más variadas aportaciones literarias han sido no sólo cultura, sino, en buena medida,
religión»”. (GONZÁLEZ MORENO, B., Estado de cultura, derechos culturales…, op. cit.,
326).
253 NIETO NÚÑEZ, S., “Derechos confesionales e integración de las confesiones
religiosas”, en Jornadas Jurídicas sobre Libertad Religiosa en España, Ministerio de Justicia,
Madrid, 2008, 175.
254 En esta posición se hallan, v. gr., los profesores NAVARRO-VALLS y MARTÍNEZTORRÓN, entre otros.
255 LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la Libertad de Conciencia I. Libertad de
conciencia y laicidad, 2ª edición, Civitas, Madrid, 2002, 24. Junto a D. LLAMAZARES, otros
autores como J. MARTÍNEZ DE PISÓN, A. FERNÁNDEZ-CORONADO o J. M.
CONTRERAS MAZARÍO abogan por esta consideración.
251
252
116
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
de religión”256. No compartimos plenamente esa “jerarquía” en la medida
en que, para nosotros, existe de hecho una significativa distancia
conceptual entre la libertad religiosa y la libertad de pensamientoconciencia-ideología; es más cercana a nuestro parecer, sin embargo, la
opinión de NIETO NÚÑEZ257 cuando dice que la creencia no constituye
por sí misma el hecho religioso, pues hace falta el elemento ritual o
cultual, que matiza más el hecho diferencial entre estas nociones. Sobre
este particular, la literatura doctrinal es muy abundante y no resulta
conveniente un análisis detallado por cuanto excede de nuestro tema base.
Así pues, tanto la delimitación, como la aparente ordenación
jerárquica en torno a estos etéreos conceptos -libertad de pensamiento,
conciencia, ideología, religión…- constituye todavía hoy un problema
sometido a debate y discusión doctrinal de gran repercusión que, como
suele suceder, acabará subsumido en un haz de posiciones “dogmáticas”;
y es que, como ya apuntaba, acertadamente, CHESTERTON, “el hombre
podría definirse como un animal que hace dogmas”258, aunque algún
sector doctrinal haga escaso o nulo aprecio de este término259.
LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la Libertad de Conciencia I. Libertad de
conciencia y laicidad, 2ª edición, Civitas, Madrid, 2002, 25. PELAYO OLMEDO, en la línea
del profesor LLAMAZARES, sostiene también que libertad ideológica y religiosa forman
un solo derecho, por lo que el artículo 16 CE no protege únicamente las creencias
religiosas. (Cfr. PELAYO OLMEDO, Las comunidades ideológicas…, op. cit., 125).
257 NIETO NÚÑEZ sostiene que “la libertad religiosa es la libertad de manifestar estas
creencias en una fuerza sobrenatural (Dios) y poder practicar públicamente el culto. Que
es una libertad de pensamiento o de opinión, es evidente, pero además es mucho más que
esto”.(NIETO NÚÑEZ, S., “Derechos confesionales…”, op. cit., 176).
258 CHESTERTON, G. K., Herejes…, op. cit., 215. A esta afirmación preceden estas
magistrales palabras: “El vicio de la concepción moderna del progreso mental es que
siempre tiene alguna relación con romper límites, eliminar fronteras, deshacerse de
dogmas. Sin embargo, si existe algo que pueda llamarse crecimiento mental, debería
significar crecer hacia convicciones cada vez más definidas, hacia cada vez más dogmas”.
Dicha afirmación se completa con las que transcribimos, seguidamente: “A medida que
apila doctrina sobre doctrina y conclusión sobre conclusión en la construcción de algún
tremendo esquema filosófico o religioso, está haciéndose cada vez más humano, en el
único sentido legítimo que puede darse a esa expresión. Cuando abandona una doctrina
tras otra en un refinado escepticismo, cuando rehúsa atarse a un sistema, cuando dice que
está más allá de las definiciones, cuando dice que no cree en la finalidad, cuando, en su
propia imaginación, se ve como Dios, sin ninguna forma de credo pero contemplándolo
todo, entonces ese mismo proceso lentamente hundiéndose hacia atrás, hacia la
vaguedad de los animales errabundos y la inconsciencia de la hierba. Los árboles no
tienen dogmas. Los nabos son singularmente tolerantes. Repito, entonces, que si ha de
haber avance mental, debe ser avance en la construcción de una filosofía definida de la
vida”.
259 Sobre los problemas conceptuales del derecho de libertad religiosa y las diversas
posiciones doctrinales al respecto resulta interesante la obra citada de MARTÍNEZ DE
256
117
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
El artículo 16 de la Constitución, por ende, constituye la declaración
prográmatica de este derecho fundamental que se relaciona con otros
preceptos de nuestra Norma Fundamental de no menor importancia,
poniendo de relieve la ambivalencia de esta libertad en sus facetas, tanto
de principio informador (ex art.1 CE), como de derecho-libertad
fundamental del individuo, al que debe preservarse de rémoras que
dificulten o impidan su desarrollo y libre ejercicio (art. 9.2 CE), cuyo
contenido debe interpretarse de conformidad con lo dispuesto en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, pactos, convenios y
tratados internacionales suscritos por España sobre esta materia (art. 10.2
CE) y que cuenta con una protección especial, de acuerdo con el artículo
53. 2 de la Constitución260.
TORRES DEL MORAL, desde la premisa de que, con el artículo 16, la
Constitución Española instaura un Estado aconfesional que no desconoce
el hecho religioso, sino al contrario, lo reconoce y pondera, estima
necesario reseñar que dicho precepto “garantiza conjuntamente la libertad
PISÓN. (MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa en España,
Dykinson, Madrid, 2000). MANTECÓN SANCHO, por su parte, al realizar unas
disquisiciones acerca de la reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, ante la
discriminación que para muchos supone la no consideración de la libertad ideológica en
este contexto en la aludida normativa española, se expresa así: “En cambio, el actual
número 3 («Ninguna confesión tendrá carácter estatal») lo trasladaría a la parte en que se
trate sobre el régimen de las Confesiones. Y quizás no resultara inane extender la
declaración a las ideologías: «ninguna confesión o ideología tendrá carácter estatal»
(pequeña concesión a los intentos de equiparación entre lo religioso y lo ideológico)”.
Aunque, concluye este autor que no puede olvidarse que “se trata de mejorar una ley de
libertad religiosa y no de transformarla en una ley sobre la laicidad del Estado”. (Cfr.
MANTECÓN, J., “En torno a la anunciada reforma de la Ley Orgánica de Libertad
Religiosa”, en Anuario del Derecho Eclesiástico del Estado, vol. XXVI, 2010, 339; 341).
260 En este sentido se expresa, nuevamente, MARTÍNEZ DE PISÓN ((MARTÍNEZ DE
PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa en España..., op. cit., 266 ss). Para este
autor, la interpretación del significado de la libertad religiosa como principio viene dado
por la STC 24/1982, de 13 de mayo: la libertad religiosa debe determinar la actitud del
Estado hacia el fenómeno religioso y el modo de articular sus relaciones con las iglesias y
las confesiones religiosas. En su opinión, la Administración debe ir más allá, de manera
que deba fomentar y promover las circunstancias que dan pie al pluralismo ideológico en el que según su parecer se incardinaría el principio de libertad religiosa- pues “éste es
la columna vertebral del sistema democrático”. Comparte plenamente la consecuente
afirmación de LLAMAZARES FERNÁNDEZ según la cual “el Estado no tiene ni puede
tener creencias religiosas, ni puede intervenir en asuntos religiosos. Ambas actitudes
entrarían en contradicción con la laicidad…”. (Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN, J. M.,
Constitución y libertad religiosa en España..., op. cit., 284 ss). En efecto, también para nosotros
el principio de neutralidad o de no confesionalidad del Estado en materia religiosa
conlleva tan principal premisa, aunque la realidad demuestre, a veces, otras formas de
proceder, como se verá más adelante con relación al tema de protección de datos
personales.
118
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
religiosa y la ideológica, como especificación aquélla de ésta, según unos,
o como libertades de objetos paralelos, pero distintos, según otros”,
aunque queda claro que el precepto está redactado “con la óptica de la
libertad religiosa”261.
GONZÁLEZ PÉREZ sostiene al respecto que “el reconocimiento
constitucional de la libertad ideológica, religiosa y de culto, implica más
allá de la protección de las personas a sustentar la ideología o religión que
libremente elijan, la consagración del derecho a que los comportamientos
personales se ajusten, en cuanto no lesionen ningún bien social, a las
propias convicciones” (Ley 48/1984 de 26 de diciembre de 1984,
Preámbulo). No se limita a garantizar, “con la consiguiente inmunidad de
coacción”, como establece la Ley Orgánica 7/1980 de libertad religiosa, el
derecho a profesar las creencias religiosas, practicar actos de culto y
recabar asistencia religiosa, recibir e impartir enseñanza y asociarse con
fines religiosos, etc., es ante todo, y sobre todo, el derecho a que los
comportamientos personales se ajusten a las propias convicciones, que
cada hombre pueda actuar de acuerdo con los principios y valores que
cree deben informar su vida, sin que nada ni nadie pueda coartar su
libertad. De aquí el derecho inalienable del hombre a negarse válidamente
a actuar en contra de sus creencias, cualquiera que sea su situación
jurídica”262.
Por otra parte, cierto es, y a ello debemos atender, que libertad religiosa
y libertad de conciencia se hallan cercanas, llegando a confundirse en
ocasiones, e incluso favoreciendo que la primera atraiga a la segunda, o
viceversa, pero también se atisban cada vez más lejanas 263. Nos recuerda
Cfr. TORRES DEL MORAL, A., Los derechos fundamentales y su protección jurisdiccional,
Colex, Madrid, 2007, 160-161. Para este autor, en el artículo 16 de la Constitución
“podemos identificar:
1.
La libertad religiosa, de sujeto estrictamente individual.
2.
La libertad de culto, derivada de la anterior y de sujeto tanto individual
como colectivo o comunitario.
3.
Las garantías de la libertad religiosa:
3.1. El derecho a no declarar sobre la religión procesada.
3.2. La prohibición de conferir carácter estatal a ninguna religión.
3.3. La cooperación de los poderes públicos con las confesiones religiosas.
4.
El límite del orden público, que se predica sólo de las manifestaciones
externas de las libertades religiosas y de culto”.
262 Cfr. GONZÁLEZ PÉREZ, J., “La dignidad de la persona”…, op. cit., 95.
263 En este sentido, LLAMAZARES FERNÁNDEZ sostiene que “el Derecho Eclesiástico, si
quiere ser fiel a la orientación que su evolución histórica ha descrito y a la transformación
261
119
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
RUIZ MIGUEL que “ya Montesquieu apreciaba la distinción entre la
libertad de conciencia y la libertad religiosa y, sostenía que en los casos en
que las acciones ocultas turbaban la tranquilidad o la seguridad del
Estado, la justicia humana es competente, pero cuando las acciones que
ofenden no son públicas, no hay delito; son cosas que pasan entre el
hombre y Dios. Si el magistrado confundiendo las cosas buscase también
el sacrílego oculto ejercería una inquisición sobre un tipo de acción sobre
la que no es necesario inquirir, destruyendo así la libertad de los
ciudadanos”264.
Sin embargo, para muchos autores, la libertad de que habla el artículo
16.1 no es exactamente la libertad de conciencia. Como recoge también
RUIZ MIGUEL265, el profesor SÁNCHEZ AGESTA entiende que la
libertad de conciencia aparece declarada con la libertad religiosa en el
artículo 16, aunque matiza que la primera tiene un ámbito menor que la
segunda y sólo corresponde a la “intimidad” la primera, que se
encuadraría en el artículo 16.2 CE (“nadie podrá ser obligado a declarar sobre
su ideología, religión o creencias”). La libertad religiosa como tal supone una
exteriorización de esa creencia libremente formada, circunstancia que
supone salir de una esfera de la libertad de conciencia para pasar a otra
esfera jurídica que implica ya una imbricación, en el sentido de
superposición, entre derechos fundamentales, alguno de los cuales
rebasan la pura libertad de conciencia.
Por lo que atañe al Tribunal Constitucional, su jurisprudencia ha
reconocido parcialmente la vinculación entre el derecho a la intimidad y la
libertad de conciencia, observando que los artículos 16.2 y 18.1 CE se
de la sociedad, debe transformarse él mismo en Derecho de la libertad de conciencia (...)
sencillamente se sustituye el derecho de libertad religiosa por el de libertad de conciencia,
de convicciones religiosas y no religiosas, y, consecuentemente, la laicidad estatal se
amplía: no es sólo neutralidad religiosa, sino neutralidad religiosa e ideológica”
(LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia I..., op. cit., 30). En
oposición a esta postura podemos considerar a HERVADA, para quien el Derecho
Eclesiástico tiene por objeto la proyección civil del fenómeno religioso, entendiendo que
la primera y la más importante manifestación del mismo es la libertad religiosa. (Cfr.
HERVADA, J., Bases críticas para la construcción de la ciencia del Derecho eclesiástico, en
ADEE, 1987, 32 ss.).
264 RUIZ MIGUEL, C., La configuración constitucional del derecho a la intimidad, Tecnos,
Madrid, 1995, 103.
265 Ibídem, 103.
120
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
encuentran estrechamente unidos, como puede comprobarse, en la
objeción de conciencia.
A la vista de las variadas opiniones, compartimos la opinión de M.
BLANCO cuando afirma que no parece arriesgado aventurar que se
observa a nivel doctrinal un “antagonismo jurídico irreconciliable entre la
vertiente personal e institucional de la libertad religiosa como si la
protección de una fuera en detrimento o solapara la otra”266. Como señala
GONZÁLEZ MORENO, la libertad religiosa y de conciencia individual no
puede ser real ni efectiva si queda al socaire de “situaciones que hacen
imposible su disfrútela calor de criterios y políticas públicas en modo
alguno neutrales”267.
Si bien la norma por antonomasia de nuestra Norma Fundamental
en materia religiosa es el artículo 16, también otros artículos son de
aplicación, directa o indirecta al tema, bien por enunciar derechos
particulares que pueden tener relación con el de la libertad religiosa, bien
por referirse al concepto o interpretación de los derechos humanos en
general268. Entre los primeros interesa el artículo 18 CE, que proclama el
derecho a la intimidad. Entre los segundos, podríamos citar los siguientes:
el artículo 9.2 (que establece la obligación de los poderes públicos de
promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo
y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas), el artículo 10.2
(sobre interpretación de las normas relativas a los derechos y libertades
BLANCO, M., Libertad religiosa, laicidad y cooperación en el derecho eclesiástico, Comares,
Granada, 2008, 4.
267 Cfr. GONZÁLEZ MORENO B., “La regulación legal de las opciones de conciencia y la
LOLR”, en La libertad religiosa y su regulación legal. La Ley Orgánica de Libertad Religiosa,
Iustel, Madrid, 2009, 239. Y, prosigue la autora afirmando, a manera conclusiva: “Es
evidente que no son aceptables los privilegios confesionales de antaño, pero tampoco lo
es un laicismo combativo que acosa las conciencias religiosas y limita la libertad moral de
las personas. Entre las tareas del Estado se inserta la garantía de la libertad de conciencia
y el deber de remover los obstáculos para que esa libertad sea efectiva”.
268 En efecto, como pone de relieve, v. gr., MARTÍNEZ DE PISÓN, “el fenómeno de la
libertad religiosa, en su perfil jurídico, no se ciñe exclusivamente a la regulación de este
artículo de la Constitución, sino que, dada su naturaleza expansiva, son numerosas las
normas jurídicas, de uno u otro rango, que le afectan. Por ello, se puede afirmar que, en
nuestro ordenamiento jurídico, desde la Constitución hasta el resto de normas, existe un
“complejo” no sólo por la variedad y cantidad de normas jurídicas que se refieren a ella,
sino también por su distinta naturaleza. Complejo porque el derecho a la liberad religiosa
se encuentra regulado por ese y otros artículos de la Constitución, por tratados y pactos
internacionales, por otras disposiciones normativas de diferente rango y condición, por
acuerdos con los diferentes confesiones religiosas”. (MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J.
M., Constitución y libertad religiosa...,op. cit., 265).
266
121
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
fundamentales de acuerdo con la Declaración Universal de Derechos
Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas
materias ratificados por España) y el artículo 14 (o igualdad ante la ley, sin
discriminación por razón de religión).
Amén de la variada doctrina científica, ha sido el Tribunal
Constitucional quien ha ido configurando el contenido, la significación y
el alcance de este polémico derecho, matizando la doble dimensión o
aspectos, interno y externo, del derecho subjetivo de libertad religiosa, con
interesantes innovaciones en los últimos tiempos, mediante sentencias
como la STC 46/2001, de 15 de febrero, o la STC 154/2002, de 18 de julio,
entre otras269. Como recoge MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, en buena
medida, el Tribunal Constitucional esbozó las líneas maestras de su
doctrina sobre la libertad religiosa en la conocida STC 24/1982 de 13 de
mayo270. De sus pronunciamientos es posible colegir un tratamiento de la
libertad ideológica, religiosa y de conciencia como modalidades de una
categoría genérica, de un ámbito de libertad intelectual que conduce al
individuo a pensar y actuar autónomamente, formulándose también, en
algún caso, una finalidad común a estas libertades que este Alto Tribunal
conecta con los valores superiores del ordenamiento jurídico271.
BLANCO,
siguiendo
también
la
doctrina
del
Tribunal
Constitucional, destaca, además de estos particulares aspectos, que el
contenido del derecho de libertad religiosa se completa distinguiendo, a
su vez, otra doble dimensión dentro de ella, de la cual deriva la actuación
del Estado y/o de terceros frente a esta libertad individual, a saber:
“− dimensión objetiva con una doble exigencia: neutralidad de los
poderes públicos ínsita en la aconfesionalidad; y cooperación con las
iglesias. De donde se deduce que el Tribunal Constitucional se está
269 Con relación a la dimensión interna de este derecho cabe destacar la STC 177/1996, de
11 de noviembre (FJ 9): la libertad religiosa “garantiza la existencia de un claustro íntimo
de creencias y, por tanto, un espacio de autodeterminación intelectual ante el fenómeno
religioso, vinculado a la propia personalidad y dignidad individual”. En dicha sentencia
se recoge, asimismo, la dimensión externa o de agere licere que faculta a los ciudadanos a
actuar según sus propias convicciones frente a terceros, con plena inmunidad de coacción
del Estado u otros grupos sociales. Junto a ésta, en orden a delimitar el contenido de este
derecho fundamental, se hallan las siguientes sentencias: STC 19/1985, de 13 de febrero
(FJ 2); STC 120/1990, de 27 de junio (FJ 10); STC 137/1990, de 19 de julio (FJ 8); 24/1982,
de 13 de mayo; STC 166/1996, de 28 de octubre.
270 Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa...,op. cit., 312.
271 Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., Estado de cultura, derechos culturales…, op. cit., 320.
122
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
refiriendo a una laicidad positiva que «veda cualquier tipo de confusión
entre funciones religiosas y estatales».
− dimensión subjetiva que se despliega sobre dos ámbitos: interno
(garantiza la existencia de un claustro íntimo de creencias, un espacio de
autodeterminación intelectual frente al fenómeno religioso) y externo
(reconoce una esfera de agere licere para actuar con arreglo a sus propias
convicciones; reconoce la inmunidad de coacción y libertad en los actos de
culto, la enseñanza religiosa, la reunión o manifestación pública con fines
religiosos, y la asociación para el desarrollo comunitario de este tipo de
actividades)”272.
En esta misma línea se expresa BENEDICTO XVI, al decir que la
libertad religiosa se caracteriza por una dimensión individual y una
dimensión colectiva, y una dimensión institucional. Se trata del primer
derecho del hombre, porque expresa la realidad más fundamental de la
persona273.
Con respecto a los límites de este derecho, compartimos con
MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO274 la opinión de que siempre es una
cuestión controvertida la de los límites de los derechos fundamentales.
272 BLANCO, M., Libertad religiosa, laicidad y cooperación en el derecho eclesiástico, Comares,
Granada, 2008, 13.
273 Cfr. BENEDICTO XVI, Discurso ante el Cuerpo Diplomático, de 9 de enero de 2012,
L´Osservatore Romano, Año XLVI, núm. 3 (Edición semanal en lengua española), 5.
Continua diciendo el Romano Pontífice, “Este derecho, con demasiada frecuencia y por
distintos motivos, se sigue limitando y violando (...) En muchos países los cristianos son
privados de sus derechos fundamentales y marginados de la vida pública; en otros sufren
ataques violentos contra sus iglesias y sus casas. A veces son obligados a abandonar los
países que han contribuido a edificar, a causas de continuas tensiones y de políticas que
frecuentemente los relegan a meros espectadores secundarios de la vida nacional. En
otras partes del mundo, se constatan políticas orientadas a marginar el papel de la
religión en la vida social, como si fuera causa de intolerancia, en lugar de contribuir de
modo apreciable a la educación en el respeto a la dignidad humana, la justicia y la paz
(…). La religión no puede ser usada como pretexto para eludir las reglas de la justicia y
del derecho a favor del «bien» que ella misma persigue”.
274 MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa..., op. cit., 336-337.
En el mismo sentido, y al hablar de los límites recogidos en el artículo 16 de la CE,
PELAYO OLMEDO señala que, cuando se trata de estudiar los limites aplicables a los
derechos fundamentales, ha de tenerse en cuenta una consideración unánime de la
doctrina recogida del Tribunal Constitucional: los derechos no son absolutos, “(...) no
existen derechos ilimitados. Todo derecho tiene sus límites que, (...), en relación a los derechos
fundamentales, establece la Constitución por sí misma en algunas ocasiones, mientras en otras el
límite deriva de una manera mediata o indirecta de tal norma, en cuanto ha de justificarse por la
necesidad de proteger o preservar no sólo otros derechos constitucionales, sino también otros bienes
constitucionales protegidos” [STC 2/1982, de 29 de enero, FJ 5]; sin embargo, la fuerza
expansiva de los derechos fundamentales restringe el alcance de esas normas limitadoras,
123
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
La Ley Orgánica 7/1980 de Libertad Religiosa, tras delimitar el
contenido del derecho (artículo 2), en su artículo 3 establece que tiene
como único límite “la protección del derecho de los demás el ejercicio de sus
libertades públicas y derechos fundamentales, así como la salvaguardia de la
seguridad, de la salud y de la moralidad pública, elementos constitutivos del orden
público”. Dicha salvaguardia lo que no podrá es imponer una obligación de
hacer algo en contra de las propias convicciones, pero tampoco algo que
prohíbe la religión que se profesa275.
El Tribunal Constitucional ha dejado bien sentado que no existen
derechos absolutos y que el límite de un derecho está en directa relación
con la existencia de otro derecho afectado, desde sus primeras sentencias.
Un ejemplo de esta posición aparece en el Fundamento Jurídico nº 6 de la
STC 214/1991, de 11 de noviembre. En dicho basamento de este
pronunciamiento se encuentra resumida la doctrina genérica del Tribunal
Constitucional sobre los límites de los derechos fundamentales que puede
esquematizarse, como señala este autor, en tres grandes reglas que, por
supuesto, afectan al derecho a la libertad religiosa:
1. “No cabe considerar que sean absolutos los derechos y libertades
recogidos en la Constitución”.
2. Igualmente, “tampoco puede atribuirse ese carácter absoluto a las
limitaciones a que han de someterse esos derechos y libertades”.
3. Cuando exista una colisión de derechos, “el órgano jurisdiccional
está obligado a realizar un juicio ponderativo de las circunstancias
concurrentes en el caso”.
Esta parece ser hoy una de las tendencias básicas del Derecho “en lo
que se llama postpositivismo: la indeterminación del derecho, el
importante papel de los órganos jurisdiccionales, sobre todo los Tribunales
Constitucionales, en la fijación del sentido de los derechos fundamentales
de manera que los límites a tales derecho deben interpretarse restrictivamente, en el
sentido más favorable a la eficacia y a la esencia de los mismos [STC 159/1986, de 12 de
diciembre, FJ 6]. Seguidamente, PELAYO se plantea una cuestión con base en Z.
COMBALÍA: “El problema reside, por lo tanto, en fijar cuándo el ejercicio de un derecho
fundamental comienza a ser abusivo y puede ser objeto de represión”. (Cfr. PELAYO
OLMEDO, D., Las comunidades ideológicas..., op. cit., 120).
275 Cfr. GONZÁLEZ PÉREZ, J., “La dignidad de la persona”…, op. cit., 96. Sin dejar de
considerar la abundante literatura doctrinal existente, resulta de interés el artículo acerca
del tema de los límites del derecho de libertad religiosa del profesor GONZÁLEZ DEL
VALLE en La libertad religiosa en España. XXV Años de vigencia de la Ley Orgánica 7/1980, de
5 de julio, Comares, Granada, 2006, 97 ss.
124
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
y, en definitiva, la apertura del derecho a la moral”, aunque,
efectivamente, la práctica de esta regla puede conllevar consecuencias en
el terreno de la ambigüedad hermenéutica276.
Es preciso significar que existe sobre este tema una enorme profusión
doctrinal al hilo de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, basada
unánimemente en los mencionados pronunciamientos. IBÁN, por ejemplo
entiende que las limitaciones a la libertad religiosa no pueden ir más allá
del orden público que se transforma, en realidad, en el único límite al
ejercicio de la libertad religiosa; sin embargo, realiza un singular apunte al
señalar que, si bien podría entenderse que la parte final del artículo 16 CE
establece los límites del derecho, “el legislador ordinario no da (no puede
dar) una definición precisa de él (en términos de: “El orden público está
compuesto por y solo por…”). Con lo que la tarea de fijar en que consista
tal corresponde a los tribunales de justicia”. En consonancia con lo que se
decía acerca de la tendencia postpositivista del Derecho actual, sostiene
que “la Constitución desplaza, por esta vía, la capacidad limitadora de la
libertad religiosa del ámbito legislativo al judicial. Pero, siendo
parcialmente cierto lo anterior, no podemos llegar a la conclusión de que
serán los tribunales de justicia quienes, a su libre albedrío, establecerán los
límites del ejercicio del derecho de libertad religiosa, porque a su vez ellos
tienen otra limitación, el concepto de orden público con el que operen
deberá derivarse de la legislación (“protegido por la Ley”)277.
Dado que, como afirma ÁLVAREZ CORTINA, un sistema que declara
derechos y libertades sólo puede calificarse de jurídico si garantiza la
efectividad de éstos, para finalizar la breve reseña de este fundamental
derecho, y con arreglo a tal categoría, es preciso considerar que cuenta con
las garantías de protección jurisdiccional que el artículo 53.2 de la
Constitución Española prevé para los derechos del artículo 14 y de la
Sección 1ª del Capítulo 2º de la misma, donde se encuentra recogido el
derecho de libertad religiosa, mediante un procedimiento basado en los
principios de preferencia y sumariedad, encomendado a los tribunales
Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa...,op. cit., 337.
Cfr. IBÁN, I. C., “Libertad religiosa y libertad de culto en la Constitución Española”...,
op. cit., 283-284. A renglón seguido afirma: “el planteamiento quizá pueda parecer en
exceso barroco; la Constitución establece límites a los límites que puedan establecer a la
libertad religiosa, por la vía de encomendar esa tarea a los tribunales de justicia, que, sin
embargo, verán su tarea limitadora limitada por lo que diga la Ley”. (Ibídem, 283-284).
276
277
125
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
ordinarios278, así como el recurso de amparo ante el Tribunal
Constitucional279, para el caso de que la protección no se obtuviera por la
primera vía. La vigente Ley Orgánica de Libertad Religiosa recoge idéntica
disposición en su artículo 4280. Asimismo, puede contemplarse una tercera
vía de protección, que viene denominándose amparo internacional o
recurso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos281.
También, en el orden sustantivo o material de la protección de los
derechos fundamentales, el Derecho penal ha de aspirar a poder evitar
eficazmente la imposición de una determinada ideología, a suprimir los
impedimentos que obstaculicen la libre elección de una de ellas o a
asegurar la posibilidad de actuar públicamente de acuerdo con la propia.
No obstante, de conformidad con el principio de intervención mínima, un
Derecho penal democrático sólo entrará en juego ante los ataques más
graves del ejercicio de la libertad y se abstendrá de intervenir cuando las
demás ramas del ordenamiento jurídico sean suficientes para lograr el
grado de control que se pretende282.
En virtud de la competencia orgánica derivada de los artículos 9.1 y 53.2 CE, la
competencia funcional genérica determinada en los artículos 24.1 y 117.3 CE, así como en
los artículos 1, 2, 3, 8, y 9 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y la competencia
funcional específica proveniente del citado art. 53.2 CE más los artículos 43.1 y 44.1. a) de
la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional y los artículos 5, 6 y 7de la LOPJ. (Cfr.
ÁLVAREZ CORTINA, A-C., “La protección judicial de la libertad religiosa”, en La libertad
religiosa y su regulación legal. La Ley Orgánica de Libertad Religiosa…,op.cit., 416).
279 Recurso regulado en los artículos 53.2 y 161.1.b) CE y 2.1.b), 43 a 58 y Disposición
transitoria 2ª de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (Ibídem, 416).
280 Establece dicho precepto que “los derechos reconocidos en esta Ley ejercitados dentro
de los límites que la misma señala, serán tutelados mediante el amparo judicial ante los
Tribunales ordinarios y amparo constitucional ante el Tribunal Constitucional en los
términos establecidos en su Ley Orgánica”.
281 Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A-C., “La protección judicial de la libertad religiosa”, en La
libertad religiosa y su regulación legal. La Ley Orgánica de Libertad Religiosa,….op.cit., 416.
282 Con relación a la protección penal del factor religioso, la doctrina es amplia. Para un
ilustrativo recorrido histórico por este ámbito de protección en los Códigos Penales
españoles, hemos consultado, con particular atención a SANTAMARÍA LAMBÁS, F. (El
proceso de secularización en la protección penal de la libertad de conciencia, Universidad de
Valladolid, Valladolid, 2001); otros autores consultados son OTADUY, J., “La tutela penal
del derecho de libertad religiosa”, en Tratado de Derecho Eclesiástico, Eunsa, Navarra, 1994,
511-539; PÉREZ-MADRID, F., La tutela penal del factor religioso en el Derecho español, Eunsa,
Navarra, 1995 y REDONDO ANDRÉS, M. J. (Factor religioso y protección penal, Newbook
ediciones, Pamplona, 1998. Sin embargo, nos parece de interés recordar los datos
generales que aporta la profesora PÉREZ MADRID en su obra La tutela penal del factor
religioso en el derecho español, a saber: “la genérica consideración de los primeros delitos
referentes al factor religioso data de los pueblos anteriores a la civilización romana,
aunque el estudio se inicie generalmente desde la legislación de Roma por la escasez de
documentos legislativos correspondientes a épocas anteriores. Ya entonces la religión se
278
126
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
La Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre283, en su misma
Exposición de Motivos, señala que el Derecho Penal “ha de tutelar los
valores y principios básicos de la convivencia social”, de tal manera que,
cuando esos principios y valores cambian o se ven alterados
sustancialmente en su formulación, éste, en buena lógica, deberá también
cambiar. A esta finalidad responde la elaboración de la nueva normativa
penal, esto es, “a una necesidad de adaptación positiva a los nuevos
valores constitucionales”, otorgando, así, un especial relieve a la tutela de
los derechos fundamentales y procurando dar un paso más en el camino
de que la igualdad de todos los ciudadanos sea real y efectiva, obligación
que impone la Constitución a los poderes públicos”284.
Este tipo especial de protección del fenómeno religioso puede
efectuarse desde dos distintas dimensiones: desde una dimensión
colectiva o desde la dimensión individual. En el contexto constitucional,
concretamente en el artículo 16, se hace alusión a esa doble dimensión del
fenómeno religioso, como de igual modo, la Ley Orgánica de Libertad
Religiosa de 1980, en su artículo segundo cita como sujetos del derecho de
consideraba en los primeros momentos como un cauce más de participación política para
los ciudadanos, de forma que con frecuencia se han estimado los actos de culto como
actos meramente políticos. En Roma, el delito en materia religiosa era una desobediencia
al príncipe que afectaba a la tranquilidad pública. En realidad, no eran más que delitos
contra el Estado, puesto que la ilicitud de las conductas sólo era relevante en cuanto que
se trataba de ofensas al poder. De ahí que se distinga habitualmente por la doctrina entre
delitos de religión, aquellos que suponen un ataque a la religión en sí misma considerada,
en general las distintas formas de disidencia, y delitos contra la religión, que son aquellos
otros en los cuales los tipos contemplados prevén conductas que van contra el culto
oficial. (…) Tal consideración instrumentalizadora del sentimiento religioso por parte del
Estado ha sido una constante hasta la época contemporánea, si bien es verdad que el
titular del bien-religión o del bien-sentimiento religioso ha sido considerado de modos
diversos a través de la historia. (…)”. (Cfr. PÉREZ MADRID, F., La tutela penal del factor
religioso en el derecho español, Eunsa, Navarra, 1995, 317-318).
283 Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, BOE n. 208, de 24 de noviembre de 1995.
284 Ibídem, Exposición de Motivos 3º y 5º, en relación con el artículo 9.2 de la CE. Como
bien apunta la profesora PÉREZ MADRID, “no todo bien jurídico constitucional ha de ser
un bien jurídico penal. El principio de intervención penal mínima y el principio de
exclusiva protección de bienes jurídicos son verdaderos límites al ius puniendi del Estado,
que sólo ha de utilizarse en los casos de que sea absolutamente necesario por la gravedad
de las consecuencias jurídicas que tiene: las penas, es decir, privaciones de libertad. En
realidad, es muy difícil llegar a una definición pacífica de bien jurídico, puesto que, según
las diferentes posiciones doctrinales, puede tratarse de un bien reconocido en la
Constitución, o una condición indispensable para la vida social, un interés, un valor (...).
Partiendo de considerarlo como una condición indispensable para respetar la dignidad
humana en la vida social, puede decirse que la libertad religiosa potencialmente es valor
un jurídico protegible por el Derecho penal. (Cfr. PÉREZ MADRID, F., La tutela penal del
factor religioso…, op. cit., 317-318).
127
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
libertad religiosa al individuo y las confesiones y comunidades religiosas,
con la intención de aludir a todos los entes de carácter religioso. La
protección penal aludida viene regulada en el capítulo IV, “De los delitos
relativos al ejercicio de los derechos fundamentales y libertades públicas y al deber
de cumplimiento de la prestación social sustitutoria” del Título XXI, en
concreto en la Sección 2ª, “De los delitos contra la libertad de conciencia,
los sentimientos religiosos y el respeto a los difuntos” (arts. 522 a 526)285.
En consonancia con la relevancia de este derecho, el nuevo Código Penal
de 1995, al respecto, ha optado por seguir considerando que la libertad
religiosa merece una tutela específica286.
Cierto es, como apunta ROSSELL, que ya no se discute si el derecho
de libertad religiosa es de titularidad individual y colectiva, ni que ambas
tienen contenidos distintos, pero, de poco o nada sirve saberse poseedor
de un derecho de libertad religiosa, de pensamiento o de conciencia si no
le es reconocido en la sociedad en la que se desenvuelve o se ve obligado a
sufrir perjuicios. A su juicio, en la práctica, la ausencia de un desarrollo
legislativo de los derechos reconocidos como contenido de la libertad
religiosa ha supuesto que sólo puedan ser disfrutados por aquellas
Si prestamos atención a otros Códigos penales de nuestro área cultural, es fácil
advertir cómo en la mayor parte de ellos subsiste un grupo de delitos en materia de
religión; sin embargo, actualmente, la doctrina, como en otras tantas cuestiones, está
dividida en lo que se refiere a la justificación político-criminal de este grupo de delitos.
Algunos autores mantienen con firmeza la necesidad de que se lleve a cabo un proceso de
secularización hasta sus últimas consecuencias, prescindiendo de un grupo autónomo de
“delitos de religión”, en la convicción de que los meros sentimientos no son acreedores
de tutela penal y de que, por otra parte, los tipos genéricos contra la libertad individual y
contra el ejercicio de los derechos de asociación de reunión podrán ofrecer la protección
necesaria de las diversas manifestaciones de la libertad religiosa; esto se manifiesta,
especialmente, en una tendencia a minimizar cada vez más el derecho especial en la
protección penal de las creencias y de los sentimientos religiosos a favor del Derecho y de
la protección común, con la consiguiente equiparación entre creencias y sentimientos
religiosos y no religiosos; en definitiva, se trata, no de proteger valores confesionales, ya
que lo impide el ordenamiento, sino de atender a los sentimientos de esos ciudadanos
que tienen esas vivencias. Otro sector doctrinal, en cambio, insiste en la conveniencia de
mantener un núcleo mínimo de delitos con la finalidad de destacar el relevante valor de
la libertad religiosa como derecho fundamental en un sistema democrático y pluralista.
286 “La doctrina mayoritaria se inclina por la destipificación de algunos de estos
supuestos, o la reconducción a otros tipos genéricos, ya que se suele entender la libertad
religiosa como un aspecto de otras libertades y, por tanto, contenida en ellas. La
insistencia de algunos autores en que el estado no debe intervenir en la protección porque
es agnóstico o neutral se une a la consideración muy generalizada de libertad religiosa
“reducida” a una mera posibilidad opción privada para realizar o inhibirse realizar actos
religiosos, sean de culto externo o de adscripción a una creencia”. (PÉREZ- MADRID, F.,
La tutela penal del factor religioso…, op. cit., 317-318).
285
128
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
personas pertenecientes a confesiones que han firmado acuerdos con el
Estado; en consecuencia, esta carencia hace que deban ser los jueces
quienes den solución a los posibles conflictos que se planteen287, y en
ocasiones el ataque no proviene tanto del Estado como de la propia
confesión de la que se es miembro288.
En definitiva, para concluir este apartado, es posible compartir con
VEGA GUTIÉRREZ la afirmación de que “el derecho de libertad religiosa
y de creencias fue una de las libertades pioneras y uno de los motores que
puso en marcha y dinamizó el desarrollo de los derechos humanos en todo
el mundo. Han transcurrido más de dos siglos desde entonces y los
avances ha sido muchos, pero persisten amenazas de muy diverso tipo
provenientes ya sea del fundamentalismo religioso, del laicista o del ateo.
Urge, pues, una honda reflexión intelectual sobre la dimensión ética y
racional de los derechos humanos, sin componendas religiosas, políticas o
ideológicas de ningún signo en cuanto a su interpretación y a su aplicación
en beneficio de todas las personas en cualquier parte del mundo”289.
2.2. EL PRINCIPIO DE LIBERTAD RELIGIOSA.
Como sostiene GONZÁLEZ DEL VALLE, los derechos y libertades
públicas cobran una dimensión completamente nueva a partir de su
interpretación institucional; por esa razón, el derecho de libertad religiosa
no puede ser entendido hoy como en el siglo XIX, es decir, como un
simple derecho subjetivo que puede hacerse valer frente a la
Administración si ésta pone trabas a que alguien practique o profese una
determinada religión290.
287 Cfr. ROSSELL, J., “La Ley Orgánica de Libertad Religiosa española y su posible
reforma”, en La libertad religiosa y su regulación legal…, op. cit., 146.
288 Regulado en el Título II del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y Libertades Fundamentales de 4 de noviembre de 1950, ratificado por España
el 28 de noviembre de 1996, tras la modificación operada por Protocolo nº 11, de 11 de
mayo de 1994. (Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A-C., “La protección judicial de la libertad
religiosa”…, op.cit., 416).
289 Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. Mª., “Conversión religiosa y derecho”, en Conversión
Cristiana y evangelización, ALONSO, J.; ALVIAR, J. J., (eds.), Navarra, 2011,109.
290 Cfr. GONZÁLEZ DEL VALLE, J. M., “La bilateralidad de las fuentes del Derecho
Eclesiástico Español”, en Estudios en honor del Dr. Lamberto Echevarría”, Ediciones
Universidad de Salamanca, 1987, 228-236.
129
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Por lo que incide en la parcela de la libertad religiosa como
principio rector de las relaciones entre el Estado y los agentes religiosos,
no podemos dejar de efectuar al menos unas breves indicaciones.
La doctrina, mayoritariamente, a partir de la labor interpretativa del
Tribunal Constitucional sostiene que, ciertamente, existen dos principios
básicos en nuestro sistema público que determinan la actitud del Estado
hacia los fenómenos religiosos y el conjunto de relaciones entre el Estado y
las iglesias y confesiones: el primero de ellos es la libertad religiosa
entendida como un derecho subjetivo de carácter fundamental que se
concreta en el reconocimiento de un ámbito de libertad y de una esfera
agere licere del individuo291; el segundo es el de igualdad, proclamado por
los artículos 9 y 14 de nuestra CartaMagna, del cual se deduce que no es
posible establecer ningún tipo de discriminación o de trato jurídico
diversos de los ciudadanos en función de sus ideologías o sus creencias,así
como que debe existir un igual disfrute de libertad religiosa por todos los
ciudadanos. Sin duda, la libertad religiosa, a la luz de el complejo
entramado normativo que la regula, se manifiesta en el orden
constitucional en estas dos dimensiones: como principio y como regla de
derecho fundamental292.
Cfr. STC 120/1990, F. J. 10º.
Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa..., op. cit., 271273.
Este autor también recoge el dato acerca de que “fue Viladrich quien, muy
tempranamente, sostuvo la tesis de que la libertad religiosa tenía el doble carácter de
“principio configurador del Estado; y de “derecho de persona” tal y como se deducía,
sobre todo de los artículos 14 y 16 de la Constitución Española. La libertad religiosa es así
“un principio de configuración social y cívica porque contiene una idea o definición de
Estado” y es “un derecho fundamental del hombre porque expresa una exigencia de
justicia innata a la dignidad de la naturaleza de toda persona humana y en esta medida
contiene una idea o definición de persona” (Viladrich, 1983, 193). (...) Ibán, Prieto y Motilla,
aceptando la enumeración de Viladrich e, incluso, añadiendo a la lista de principios el del
pluralismo, afirman que “cuantos principios quieran formularse del Derecho eclesiástico
no son más que especificaciones o proyecciones del ideal básico de la libertad religiosa,
que es el derecho fundamental cuyo respeto o cuyo olvido condiciona todo lo demás”.
Esta misma opinión es mantenida por González del Valle para quien de todos los
principios que inspiran la postura del Estado en relación con el fenómeno religioso “el
básico y central es de la libertad religiosa”. Concluye MARTÍNEZ DE PISÓN que la
libertad religiosa debe entenderse no sólo como un derecho fundamental, sino también
como un principio constitucional que expande sus efectos más allá de una u otra
disciplina jurídica para impregnar la vida pública y las instituciones estatales. Aunque el
artículo 16 de la Constitución consagra a la libertad religiosa como derecho fundamental,
se plantean cuestiones relativas a su titularidad, contenido, protección y límites.
Considera, además, que su configuración como principio se infiere no sólo de ese
291
292
130
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Es preciso considerar, asimismo, con el mencionado profesor, que
“el derecho de libertad religiosa ha cobrado el valor de un principio
llamado a informar toda la legislación estatal y particularmente las
relaciones entre Estado y confesiones religiosas. No puede hoy ya decirse
sin reservas lo que Jellinek decía de las declaraciones de su tiempo: «Cada
uno de los derechos fundamentales no están ordenados conforme a un
determinado sistema, sino ocasionados por el anterior ordenamiento
estatal. Aunque se los quiera presentar como el producto de una teoría
general del hombre y del Estado. Sin embargo, en su concreta formulación
legal, son sólo comprensibles históricamente (...) Como antes se hacía
censura, se proclama ahora la libertad de persona; como imperaba la
coacción de las conciencias, se proclama ahora la libertad de
conciencia”»293. En efecto, es de todos conocido que la libertad religiosa es
hoy, en España, un derecho fundamental garantizado constitucionalmente
desde 1978294, y un principio informador de las relaciones entre el Estado y
artículo, sino especialmente del artículo 1.1 CE. (Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J.,
Constitución y libertad religiosa..., op. cit., 280-281).
293 Cfr. GONZÁLEZ DEL VALLE, J. M., “La bilateralidad de las fuentes del Derecho
Eclesiástico Español”..., op. cit., 228-236.
294 Realizamos con J. M. CONTRERAS MAZARÍO un brevísimo repaso por la
consideración de la libertad en el constitucionalismo español, que puede confrontarse en
su trabajo titulado “La libertad de convicción y religión en el sistema jurídico español”,
publicado en la obra Algunas cuestiones controvertidas del ejercicio del derecho fundamental de
libertad religiosa en España, Fundación Universitaria Española, Madrid, 2009, 12-15. El
extracto realizado es el siguiente:
Constitución de 1812. Artículo 12: “La religión de la Nación española es y será perpetuamente
la católica, apostólica romana, única verdadera. La Nación protege por leyes sabias y justas y
prohíbe el ejercicio de cualquier otra”. Se trata de un texto claramente intolerante que
contrata y sorprende con el resto del articulado.
Constitución de 1837. Artículo 11: “La Nación se obliga a mantener el culto y los ministros de
la religión católica que profesan los españoles”. Supuso un avance al vincularse la declaración
de confesionalidad católica no con el aspecto doctrinal sino con elementos de carácter
sociológico.
Constitución de 1845. Artículo 1: “La religión de la nación española es la católica apostólica y
romana. El Estado se obliga a mantener el culto y sus ministros”. Supone una marcha atrás
respecto a avances producidos anteriormente hacia una cierta tolerancia religiosa.
Constitución de 1869. Artículo 2. “La Nación se obliga a mantener el culto y los ministros de la
religión católica.
El ejercicio público o privado de cualquier otro culto queda garantizado a todos los
extranjeros residentes en España, sin más limitación que las reglas universales de la moral y del
Derecho
Si algunos españoles profesaren otra religión que la católica, es aplicable a los mismos lo
dispuesto en el párrafo anterior”. Al regular la cuestión religiosa se admite el culto privado y
público de todos los cultos, al tiempo que hizo desaparecer de su contenido la
declaración de confesionalidad.
131
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
las Iglesias y Confesiones religiosas, unánimemente aceptado; pero, para
llegar a este momento tuvieron que superarse cuarenta años de régimen
dictatorial y esperar a un acontecimiento intraeclesial extraordinario como
fue el Concilio Vaticano II (1962-1965) que impulsase la conquista
definitiva de este derecho. Sin duda, en la historia de la libertad religiosa
en España hay un antes y después de ese Concilio295.
Artículo 27 párrafo 2. “La obtención y desempeño de estos empleos y cargos, así como la
adquisición y el ejercicio de los derechos civiles y políticos, son independientes de la religión que
profesan los españoles”. Con ello se sanciona la imposibilidad de discriminación de los
españoles en sus derechos civiles y políticos por motivos religiosos.
Constitución de 1876. Artículo 11. “La religión católica, apostólica y romana es la del Estado.
La Nación se obliga a mantener el culto y sus ministros. Nadie será molestado en el territorio
español por el ejercicio de sus opiniones religiosas ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el
respeto debido a la moral cristiana.
No se permitirá, sin embargo, otras ceremonias ni manifestaciones públicas que las de la
religión del Estado”. Establece nuevamente la confesionalidad católica del estado y la mera
tolerancia religiosa.
La llegada de la II República supone importantes cambios sobre la cuestión
religiosa. El Decreto de 14 de abril de 1931 (por el que se aprueba el Estatuto Provisional
del Gobierno Provisional), establece que el Estado no tenga religión oficial (párrafo 3 “El
Gobierno provisional hace pública su decisión de respetar de manera plena la conciencia individual
mediante la liberad de creencias y cultos, sin que el Estado en momento alguno pueda pedir al
ciudadano revelación de sus convicciones religiosas”.
Esta libertad de culto fue, posteriormente, regulada en el Decreto de 22 de mayo
de 1931, en cuyo artículo 3 se dispone que “Todas las confesiones están autorizadas para el
ejercicio, así privado como público, de sus cultos, sin otras limitaciones que las impuestas por los
reglamentos y la Ley de Orden Público”.
El derecho a la libertad de conciencia se regula en el artículo 27: “La libertad de
conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión quedan garantizados
en el territorio español, salvo el respeto debido a las exigencias de la moral pública...
Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones
públicas de culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno... La condición religiosa
no constituirá circunstancia modificativa de la personalidad civil ni política...”.
En su artículo 26 dispone que: “Todas las confesiones serán consideradas como
asociaciones sometidas a una ley especial.
Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del
presupuesto del clero.
Quedan disueltas aquellas órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de
los tres votos canónicos, otro especial de obediencia, a la autoridad distinta a la legítima del
Estado...”.
En conjunto se puede entender que, si bien se parte de una manifestación
característica de los modelos neutrales como es el de separación Iglesia y Estado, la
materia religiosa fue relegada al ámbito individual y de lo privado y el modelo se fue
inclinando hacia posiciones más beligerantes con el hecho religioso publico en general, y
con lo que significaba la Iglesia Católica en particular.
295 De la mano de CORTÉS DIÉGUEZ realizamos un repaso por el contexto socio-jurídico
y eclesial de los momentos previos a la proclamación de la libertad religiosa tal como la
conocemos hoy. Recuerda la autora que desde 1936, España se encontraba bajo el
régimen del General Franco, un sistema autoritario caracterizado por la confusión de lo
político y lo religioso que se sustentaba en la declaración de confesionalidad católica del
132
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Vicisitudes y luchas hubieron de sucederse, tanto por parte de los
ciudadanos, como de la Iglesia, para llegar a lo que hoy conocemos296.
Estado -fe profesada por la mayoría de los españoles-, regulada por las Leyes
fundamentales del Estado y por el Concordato Iglesia-Estado de 1953.
Las leyes franquistas declaraban oficial en el Estado español la religión católica,
que, en buena lógica, gozaría de protección especial. Esta declaración de confesionalidad
no era meramente formal, sino material o sustancial, porque la doctrina católica debía ser
la inspiradora de toda la legislación estatal. Consecuencia de tal inspiración era el
reconocimiento de la soberanía espiritual de la Iglesia, la prescripción de la forma
canónica del matrimonio como la ordinaria y forzosa para los católicos, la enseñanza
obligatoria de la religión católica en la escuela y de las demás materias en conformidad
con la doctrina de la Iglesia; la tolerancia de cultos no católicos era relativa, en la medida
en que el Estado podía decidir suprimirla en función de sus intereses.
Por su parte, el Concordato de 1953 que regulaba entonces las relaciones IglesiaEstado, proclamaba dos principios: la confesionalidad del Estado y la mera tolerancia
privada de otros cultos distintos del católico.
En esta situación político-religiosa, de celebra el Concilio Vaticano II (1962-1965),
con la ventura de que la doctrina emanada de allí hizo tambalear, desde su base, la
aparente perfección de las relaciones Iglesia-Estado en España y supuso el comienzo de
una larga etapa de crisis del Concordato.
La Declaración conciliar Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa, no
modificó la convicción de la Iglesia de que sólo la religión católica responde plenamente a
la verdad, pero declaró solemnemente que el derecho a la libertad religiosa es un derecho
natural que corresponde a toda persona sólo por el hecho de serlo, por lo que el Estado
debe reconocerlo y positivizarlo, con el sólo límite del orden público. El lema
fundamental en materia de libertad religiosa de la Declaración conciliar se concretaba en
el máximo de libertad y el mínimo de intervención o limitación; en consecuencia, la
“tolerancia” estatal debía ser superada y sustituida, plena y definitivamente, por la
libertad religiosa. Esta clara doctrina conciliar exigía la adecuación de la legislación
estatal a la doctrina católica, y el Estado confesional español hubo de poner los medios
necesarios para instaurar una verdadera libertad religiosa. Así se hizo por ley del Estado,
en 1967, aunque el artículo 6º del Fuero de los Españoles no se reformó en su globalidad y
se mantuvo la afirmación de la confesionalidad católica.
En aparente perfecta consonancia, sin embargo, con la Declaración del Concilio,
la Ley destacó la inmunidad de coacción y el reconocimiento de algunos derechos a las
confesiones no católicas. Los abundantes límites que impuso la Ley a la libertad religiosa
se centran, especialmente, en la vertiente externa del derecho, en sus manifestaciones
públicas. Dicha ley fue completada por algunas disposiciones administrativas que
abrieron la posibilidad de inscribir en España, como asociaciones religiosas, credos
distintos del católico. Pero, ni la Ley de libertad religiosa, ni el espíritu y letra del
Concordato de 1953, cuyo primero y principal artículo estaba en desacuerdo con la
doctrina de la Dignitatis Humanae, se adecuaban en plenitud a los principios que debían
regir las relaciones Iglesia-Estado según la doctrina del Varticano II, ni a la posición y
misión definida, sobre todo, en la Constitución conciliar Gaudium et Spes para la Iglesia
en el seno de la sociedad. (Cfr. CORTÉS DIÉGUEZ, M., “Del Concilio Vaticano II a la Ley
Orgánica de Libertad Religiosa. La evolución del Derecho a la Libertad Religiosa en
España”, en Revista Española de Derecho Canónico, n. 63, 2006, 229-253).
296 Aunque se trata de un tema muy debatido y sobre el que se ha escrito
abundantemente desde diferentes prismas, no nos resistimos a traer aquí las palabras del
profesor NAVARRO-VALLS con relación al periodo de “paso” en la consideración del
fenómeno religioso en la España del pasado siglo: “Los que hicieron la transición
histórica y el turnismo posterior entre los grandes partidos fue intentar superar dos cosas.
Podríamos llamarlas la «paradoja republicana» y la «simbiosis franquista». Respecto a lo
133
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Será, pues, a través del principio de cooperación297, como se verá, la
fórmula por la cual el Estado asuma el compromiso de colaboración con
las confesiones religiosas, que nace del hecho de ser éstas condición
necesaria para que pueda darse la libertad religiosa, aunque en ningún
caso esta tutela o promoción pueda suponer un trato discriminatorio de
unas en detrimento de otras, ni del ciudadano no creyente respecto del
creyente.
El artículo 16 de la Constitución Española, tras su laborioso camino
a través de la Ponencia Constitucional y los debates en las comisiones
respectivas del Congreso quedó redactado como sabemos. Este artículo es
el quicio en torno al cual gira todo el Derecho Eclesiástico del Estado
español, a la vez que traza las líneas maestras del régimen jurídico de las
relaciones entre la Iglesia y el Estado, y entre el Estado y las confesiones
religiosas; en concreto, es de su párrafo tercero, al proclamar que “ninguna
Confesión tendrá carácter estatal”, de donde se hace derivar el principio
de neutralidad o laicidad estatal, según gusto por nomenclaturas. Precepto
cuyo contenido es objeto de continuado análisis por parte de la doctrina
eclesiasticista, como vimos, pues subyace una ambigüedad que aporta el
tono a la polémica doctrinal, a saber: en el seno de esta norma, ¿reposa un
primero, no hay duda de que existió algo anómalo en la política antirreligiosa de la II
República. El clero no era fascista, aunque sí mayoritariamente conservador. Tampoco los
campesinos eran anticlericales, no obstante la descristianización de las masas obreras.
(...). La propia Iglesia no participó en la rebelión militar del 36. (...) es claro que [en la
República] desde el poder se hacían esfuerzos más que notables para reducir una
influencia social de la Iglesia católica que consideraban excesiva e incompatible con un
Estado democrático laico. (...).
Respecto a lo que he denominado antes la «simbiosis franquista» me refiero a
que (...) Franco tomó la decisión de configurar un Estado español «nacional y católico»
(...) la deriva autoritaria del Gobierno de España no hizo posible el reconocimiento de
derechos de la persona como la libre sindicación, la libertad de asociación o el derecho de
libertad religiosa. Sin embargo, la dura represión política del nuevo Estado se suavizó, de
algún modo, por intervenciones directas de las autoridades eclesiásicas (...).
Dicho esto, hay que añadir que la dictadura y la Iglesia se prestaron apoyo
mutuamente, declarándose el Estado oficialmente católico a costa de la libertad de culto
de otras religiones, estableciéndose una simbiosis. Lo anterior no impidió que, con el
transcurso del tiempo, comenzaran a surgir tensiones entre la jerarquía eclesiástica y el
gobierno de Franco”. (Cfr. NAVARRO-VALLS, R., “Los modelos de relación EstadoIglesias y el principio de cooperación”, en Jornadas Jurídicas sobre Libertad Religiosa en
España, Ministerio de Justicia, Madrid, 2008, 161-162).
297 La doctrina viene sosteniendo que el principio de cooperación tiene naturaleza jurídica
de deber estatal y no tanto de derecho subjetivo a exigir dicha cooperación. (TORRES
DEL MORAL, A., Los derechos fundamentales…, op.cit., 161).
134
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
único derecho configurado por tres vertientes –libertad ideológica,
religiosa y de culto- o tres derechos de libertad autónomos?
Es conocido y reiterado que, en la actualidad, los derechos del
hombre han alcanzado una nueva dimensión. Como pone de relieve
GONZÁLEZ DEL VALLE, no es ya sólo que desde la Constitución se
proyecten sobre la legislación ordinaria, sino que se proyectan sobre la
propia norma constitucional; no es que la libertad y la igualdad religiosas
resulten legítimas en España porque así lo reconoce la Constitución
Española de 1978, sino que el texto constitucional resulta legítimo, entre
otras cosas, porque reconoce los principios de libertad e igualdad
religiosas298. Para él, «La Constitución no define ni pretende definir qué es
libertad religiosa, porque, por así decirlo, no es la Constitución Española la
que “inventó” la libertad religiosa, sino una norma que acoge muy
tardíamente un derecho y un principio que ya estaba arraigado en los
ordenamientos de otros países. Hasta la Iglesia Católica se adelantó en ese
terreno, con la Declaración Dignitatis Humanae, de 1963 (...). El legislador
estatal
nuevamente, muestra especial preocupación no por tutelar la
libertad religiosa, sino por ser él quien discipline esas materias. Lo que
debe preocupar al eclesiasticista de hoy no es tanto quién regula las
materias, cómo que en tal regulación se respete la libertad religiosa»299.
Sin embargo, no todos los pareceres coinciden en esta materia y el
profesor IBÁN, por el contrario, entiende que “un derecho fundamental, el
derecho fundamental de libertad religiosa, no es un “algo” con existencia
autónoma. Es una categoría técnica, no es más (pero tampoco menos).
Categoría técnica que es utilizada -antes incluso: creada- por el
ordenamiento (en nuestro caso el Derecho español que se deriva de la
Constitución). Es a él a quien corresponde, en consecuencia, no solo
establecer los mecanismos protectores, sino fijar su contenido y alcance; si
se quiere: definirla”300.
Cf. GONZÁLEZ DEL VALLE, J. M., “La bilateralidad de las fuentes del Derecho
Eclesiástico Español”, en Aspectos jurídicos de lo religioso en una sociedad plural. Estudios en
honor del Dr.Lamberto de Echevarría, Ediciones Universidad de Salamanca, 1987, 234.
299 GONZÁLEZ DEL VALLE, J.M., “La bilateralidad de las fuentes del Derecho
Eclesiástico…, op. cit., 235.
300 IBÁN, I. C., “Libertad religiosa y libertad de culto en la Constitución Española…, op.
cit., 285.
298
135
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Dado que, como afirma MARTÍNEZ DE PISÓN, la libertad religiosa
es uno de esos casos en que existe una total unanimidad en la doctrina
eclesiasticista, que desde hace tiempo considera la libertad religiosa como
uno de los principios “informadores” de las relaciones del Estado con las
confesiones religiosas301, avalado por la jurisprudencia constitucional,
prescindiremos de mayor comentario en estas páginas con el fin de no
causar reiteraciones y exceso de contenido con relación al tema objeto de
investigación.
2.3. LA LEY ORGÁNICA DE LIBERTAD RELIGIOSA, DE 5 DE JULIO
DE 1980
En desarrollo del artículo 16 de la Constitución Española, en
relación con el artículo 14 de la misma, nace en nuestro país la Ley
Orgánica de Libertad Religiosa, LO 7/1980, de 5 de julio (LOLR)302; norma
básica que, en orden a la regulación del derecho de libertad religiosa y
establecimiento del régimen legal de las entidades religiosas, consta de
ocho artículos, una disposición final, una derogatoria y dos transitorias.
Se trata de una ley, que la doctrina viene señalando como la
primera promulgada en desarrollo de los derechos fundamentales
reconocidos constitucionalmente303, fruto del consenso entre las fuerzas
políticas304 y que tiende a sentar las bases de un régimen unitario, lo cual
Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa…, op. cit., 279.
BOE núm. 177, de 24 de julio.
303 En este sentido, MARTÍNEZ-TORRÓN considera que la aportación de la LOLR a la
transición democrática fue decisiva y que conviene recordar ese hecho “de manera que
no se pierdan de vista los logros reales de nuestra evolución política reciente y el camino
recorrido para llegar a ellos; no sea que el devenir político contemporáneo termina por
ignorar -y en consecuencia por socavar- una parte notable de los cimientos sobre los que
se construyó nuestra todavía joven democracia”. (Cfr. MARTÍNEZ-TORRÓN, J., La
contribución de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa a la transición democrática, www.olir.it,
consulta: julio de 2011, 2). En opinión de otros autores, la LOLR no dio respuesta jurídica
satisfactoria a las demandas de libertad religiosa en condiciones de igualdad, ni ha sido
coherente con la estructura de un Estado “compuesto por una pluralidad de legisladores
regidos por el principio de competencia horizontal”. (Cfr. SEGLERS, A., “La Ley
Orgánica de Libertad Religiosa en el marco autonómico estatal”, en La Libertad religiosa y
su regulación legal…, op. cit., 161).
304 La tramitación parlamentaria de la LOLR ha sido muy comentada, en particular en lo
que al resultado del consenso se refiere, ya que no se presentaron enmiendas a la
totalidad, y las enmiendas parciales no fueron numerosas; en el Senado se aprobó por
asentimiento la mayoría del articulado que venía del Congreso y éste recogió las
301
302
136
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
explica la amplitud e inconcreción de sus normas. Para algunos autores,
con esta norma el legislador se ha reservado dos claras vías para una
mayor determinación: los acuerdos de cooperación del artículo 7 y el
desarrollo reglamentario, tanto en lo que se refiere a la Comisión Asesora
de la Libertad Religiosa (CALR) –creada por el artículo 8-, como el
Registro en el que han de inscribirse -a tenor del artículo 5- las Iglesias,
confesiones y comunidades religiosas y sus federaciones que aspiran a
tener personalidad jurídica (Disposición final)305. Sin embargo, según
recoge ÁLVAREZ CORTINA, el proyecto de ley contuvo una Exposición
de Motivos, que no fue publicada, en la que se dotaba de gran relevancia a
las confesiones religiosas otorgándoles una entidad, a nivel de
personalidad jurídica, que las configuraba como realidades anteriores a
cualquier reconocimiento normativo306.
Como se advirtió, la cuestión del contenido del derecho de libertad
religiosa no es pacífica en la doctrina. El artículo 2 de la Ley aborda este
particular307. Pero, el aspecto de mayor significatividad, para algunos
enmiendas propuestas por la Cámara Alta, llegando a una votación sin votos en contra y
tan sólo cinco abstenciones.
305 LOMBARDÍA, P.; FORNÉS, J., Derecho Eclesiástico del Estado Español, Eunsa, Navarra,
1993, 151. Las normas de desarrollo de la LOLR a considerar son, entre otras, el R.D. de 9
de enero de 1981 (BOE 31/01/81) sobre organización y funcionamiento del entidades
religiosas, el R D. 19 de junio de 1981 (BOE 05/09/81) sobre constitución de la CALR en
el Ministerio de Justicia, el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos con la Santa Sede, relativa a
la inscripción de Entidades de la Iglesia Católica en el Registro de entidades religiosas, así
como la Orden Ministerial 31 de octubre de 1983 (BOE 29/12/1983) sobre organización y
competencias de la CALR. (Ibidem).
306 Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A-C., “La autonomía de las confesiones religiosas”, en La
libertad religiosa en España, XXV años de vigencia…, op. cit., 177-178.
307 El artículo 2 de la Ley Orgánica 7/1985, de 5 de julio, de Libertad Religiosa, establece
que «1. La libertad religiosa y de culto garantizada por la Constitución comprende, con la
consiguiente inmunidad de coacción, el derecho de toda persona a:
a) Profesar las creencias que libremente elija o no profesar ninguna; cambiar de
confesión o abandonar la que tenía; manifestar libremente sus propias
creencias religiosas o la ausencia de las mismas, o abstenerse de declarar
sobre ellas.
b) Practicar los actos de culto y recibir asistencia religiosa de su propia
confesión; conmemorar sus festividades; celebrar sus ritos matrimoniales;
recibir sepultura digna, sin discriminación por motivos religiosos y no ser
obligado a practicar actos de culto o a recibir asistencia religiosa contraria a
sus convicciones personales.
c) Recibir e impartir enseñanza e información religiosa de toda índole, ya sea
oralmente, por escrito o por cualquier otro procedimiento; elegir para sí, y
para los menores no emancipados e incapacitados, bajo su dependencia,
dentro y fuera del ámbito escolar, la educación religiosa y moral que esté de
acuerdo con sus propias convicciones.
137
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
autores, nace de la disposición del apartado tercero del artículo 3, en cuyo
párrafo primero se fijan los límites del ejercicio de los derechos
dimanantes de la libertad religiosa y de culto308 para, seguidamente,
excluir de su ámbito una serie de manifestaciones que no se consideran
integradas en el contenido de este derecho. Según el tenor de este
precepto, en su apartado segundo, «Quedan fuera del ámbito de protección de
la presente Ley las actividades, finalidades y Entidades relacionadas con el estudio
y experimentación de los fenómenos psíquicos y parapsicológicos o la difusión de
valores humanísticos o espiritualistas u otros fines análogos ajenos a los
religiosos».
Para un sector doctrinal, esta dicción conduce a la nítida distinción,
a nivel de contenido, del derecho de libertad religiosa y el derecho de
libertad ideológica y de pensamiento. En consecuencia, la LOLR ni
desarrolla ni regula el derecho de libertad ideológica, sino estrictamente el
derecho de libertad religiosa en sus manifestaciones, individual y
colectiva309. Sin embargo, otros autores entienden que las libertades
ideológica y religiosa forman un solo derecho, y, por ende, la Ley de
Libertad Religiosa vigente no sólo protege ese tipo de creencias310. Las
disquisiciones doctrinales al respecto son abundantes y ricas en matices
conceptuales y, de alguna manera, son el epicentro del variado ambiente
d) Reunirse o manifestarse públicamente con fines religiosos y asociarse para
desarrollar comunitariamente sus actividades religiosas de conformidad con
el ordenamiento jurídico general y lo establecido en la presente Ley
Orgánica».
308 Dicho ejercicio tiene «como único límite la protección del derecho de los demás al
ejercicio de sus libertades públicas y derechos fundamentales, así como la salvaguardia
de la seguridad, de la salud y de la moralidad pública, elementos constitutivos del orden
público protegido por la ley en el ámbito de una sociedad democrática». (Cfr. Art. 3.2 LO
7/1980, de 5 de julio).
309 Ejemplo de tal consideración se observa en los profesores LOMBARDÍA y FORNÉS,
entre otros. (Cfr. LOMBARDÍA, P.; FORNÉS, J., Derecho Eclesiástico del Estado Español…,
op. cit., 152).
310 En este sentido se expresa PELAYO OLMEDO, que recoge el sentir de lo que puede
considerarse el otro gran sector doctrinal. Este autor sostiene que ese único derecho,
“como derecho fundamental debiera estar expresamente desarrollado mediante al LOLR.
Sin embargo, creemos, junto con un importante sector de la doctrina, que dicha Ley no
responde al mandato constitucional de regular completamente el derecho recogido en el
artículo 16. La cuestión más evidente, entre otras (…) es que olvida el ámbito ideológico
y, como su propio título indica, se circunscribe al aspecto religioso o de culto. (…) Nos
hace pensar que la misma se promulgó con la intención de ser una «ley para las
confesiones»” [expresión tomada de J. A. SOUTO PAZ]. (Cfr. PELAYO OLMEDO, J. D.,
Las comunidades ideológicas y religiosas la personalidad jurídica..., op. cit., 125-128).
138
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
jurídico-eclesiasticista
en
nuestro
país.
No
entramos
en
más
consideraciones al respecto.
Resta indicar que, del contenido de esta escueta Ley interesan, por
lo que afectan a nuestro tema, las disposiciones del artículo 2.1, esto es, «La
libertad religiosa y de culto garantizada por la Constitución comprende con la
consiguiente inmunidad de coacción, el derecho de toda persona a: a) Profesar las
creencias religiosas que libremente elija o no profesar ninguna; cambiar de
confesión o abandonar la que tenía; manifestar libremente sus propias creencias
religiosas o la ausencia de las mismas, o abstenerse de declarar sobre ellas»; del
artículo 4, que reza: «Los derechos reconocidos en esta ley, ejercitados dentro de
los límites que la misma señala serán tutelados mediante amparo judicial ante los
Tribunales ordinarios y amparo constitucional ante el TC en los términos
establecidos en su Ley Orgánica», a los que nos hemos aproximado en
apartados anteriores; y el precepto del artículo 6: «Uno. Las Iglesias,
Confesiones y Comunidades religiosas inscritas tendrán plena autonomía y
podrán establecer sus propias normas de organización, régimen interno y régimen
de su personal. En dichas normas, así como en las que regulen las instituciones
creadas por aquéllas para la realización de sus fines, podrán incluir claúsulas de
salvaguardia de su identidad religiosa y carácter propio, así como del debido
respeto a sus creencias, sin perjuicio del respeto de los derechos y libertades
reconocidos en la Constitución, y en especial de los de libertad, igualdad y no
discriminación.
Dos. Las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas podrán crear y
fomentar, para la realización de sus fines, Asociaciones, Fundaciones e
Instituciones con arreglo a las disposiciones del ordenamiento jurídico general».
Dado que las difíciles cuestiones, muchas de ellas nucleares, que se
suscitan a la luz de la diversidad de consideraciones del ser propio de la
libertad religiosa exceden de nuestro campo de investigación, tan solo nos
limitaremos a hacer sumaria mención a la llamada doctrinal a la reflexión
en orden a la anunciada reforma de la LOLR, que no se ha producido
hasta la fecha.
En este sentido, observada la necesidad, aunque no relevante ni
urgente para algunos311, de reformar la Ley, que ha sido calificada de
311 En este sentido se expresa MANTECÓN, quien no acometería tal reforma si no se
alcanza la certeza moral de lograr un grado de consenso equivalente al logrado con su
aprobación, aun reconociendo la perfectibilidad de la LOLR. (Cfr. MANTECÓN, J., “En
139
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
“simplista” y que presenta deficiencias, principalmente en lo que
concierne al contenido del derecho de libertad religiosa y a la definición de
los aspectos que integran el derecho a su autonomía de las confesiones
religiosas, tema, por otra parte complejo312, en efecto; como sostiene
MARTÍNEZ-TORRÓN, se precisa una reordenación del cambiante
fenómeno religioso preservando los aspectos positivos que presenta la
LOLR, especialmente, el consenso que presidió su aprobación, la
concepción de la religión como fenómeno social positivo y el énfasis en el
principio constitucional de cooperación. Compartimos su opinión,
coincidente con otras voces de autoridad, acerca de los aspectos que
reclaman una reelaboración que serían, resumidamente, los siguientes: la
regulación apropiada de la objeción de conciencia, clarificación del
principio de igualdad en materia religiosa y su aplicación –se trataría de
dotarle de mayor profundidad y rigor en evitación de discrecionalidades
por parte de los poderes públicos-, mayor precisión en la definición de los
términos y destinatarios de la cooperación estatal –particularmente en lo
que afecta a la definición legal de “confesión religiosa”313 y al requisito del
«notorio arraigo» del artículo 7 de la Ley-, así como en el alcance de la
neutralidad del Estado y sus consecuencias prácticas –desde la óptica de
considerar que la libertad es el fin y la neutralidad, el medio- y,
finalmente, la clarificación, refuerzo de funciones y dotación de autoridad
efectiva a los órganos consultivos creados por la Ley314 -la Comisión
Asesora de Libertad Religiosa, que no acaba de revelarse como
instrumento útil para el fin que fue creada315 o la antigua Dirección
torno a la anunciada reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa”, en Anuario de
Derecho Eclesiástico del Estado, vol. XXVI, 2010, 347).
312 Cfr. MARTÍNEZ-TORRÓN, J., “La Ley Orgánica de Libertad Religiosa, veintiocho
años después”, en La Libertad Religiosa y su regulación legal, Iustel Madrid, 2009, 55-68).
313 MANTECÓN realiza también una peculiar e interesante reflexión acerca de la reforma
de la LOLR y considera oportuno la introducción de una definición legal, no ontológica,
de “confesión religiosa”, identificando principalmente los aspectos sociales susceptibles
de “ser captados por el Derecho”. Para este profesor, como se apuntó, se trata de
“mejorar una ley de libertad religiosa y no de transformarla en una ley sobre la laicidad
del Estado”. (Cfr. MANTECÓN, J., “En torno a la anunciada reforma de la Ley Orgánica
de Libertad Religiosa”, en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, vol. XXVI, 2010, 340341).
314 Cfr. MARTÍNEZ-TORRÓN, J., “La Ley Orgánica de Libertad Religiosa, veintiocho
años después”…, op. cit., 60-68).
315 Es la opinión del profesor MANTECÓN. (Cfr. MANTECÓN, J., “En torno a la
anunciada reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa”..., op. cit., 346). Nos parece
interesante el artículo de CAMARERO SUÁREZ, M., sobre este órgano consultivo
140
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
General de Asuntos Religiosos, hoy Dirección General de Cooperación
Jurídica Internacional y Relaciones con las Confesiones316-.
En este sentido y en relación con la idea del “agotamiento del
modelo de la LOLR”, que, a juicio de TORRES GUTIÉRREZ, la situación
demanda un modelo de derecho común, “que haga que sean plenamente
predicables del ordenamiento jurídico español, los principios de
neutralidad del Estado e igualdad de todos los ciudadanos, incluidos
aquellos individuos que se adscriben a las confesiones minoritarias,
especialmente a aquellas meramente inscritas y que no gozan de un
acuerdo de cooperación con el Estado”317.
Con SEGLERS podría concluirse que la LOLR sufre una paradoja: el
balance no ha sido negativo, pero tampoco del todo positivo318, empero las
voces reformadoras, con ser todas favorables a una reforma, no coinciden
en lo sustantivo de la misma; y es que, verdaderamente es el factor
religioso un “caballo de batalla” en la actualidad.
publicado en La libertad religiosa en España. XXV Años de vigencia de la Ley Orgánica
7/1980…, op. cit., 233-244.
316 Por el Real Decreto 869/2010, de 2 de julio, que aprueba la estructura orgánica básica
de los departamentos ministeriales. CANO RUIZ recoge que “el cambio ha venido
motivado por la supresión -en aras de una mayor eficacia y racionalidad en la acción de
la Administración General del Estado, y dentro del plan de austeridad del gasto públicode la Dirección General de Cooperación Jurídica Internacional, agregándose las
actividades de este órgano directivo a la Dirección General de Relaciones con las
Confesiones [tal fue la denominación posterior de la DGAR] , al ser uno de los centros
directivos del Ministerio de Justicia con mayor proyección internacional, dado el carácter
multinacional de las distintas confesiones religiosas y sus relaciones con los organismos
internacionales dedicados a la promoción y defensa del derecho de libertad religiosa en
el marco de los convenios o tratados internacionales sobre la materia”. (Cfr. CANO RUIZ,
I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos de carácter personal,
Comares, Granada, 2011, 126, nota 26).
317 Cfr. TORRES GUTIÉRREZ, A., “El desarrollo postconstitucional del derecho
fundamental de libertad religiosa en España (I)”, en Revista de Estudios Políticos, vol. 120,
Madrid, 2003, 267-268. Además de destacar la insuficiencia que presenta el modelo
esbozado en la LOLR, desde la perspectiva de la neutralidad del Estado y de la igualdad
de los individuos, reseña la idea de que, con la finalidad de superar las eventuales
discriminaciones, convendría “tomar conciencia de la necesidad de plantearse la
conveniencia de adoptar en la medida de lo posible un régimen general de derecho
común (...)”. Y, desde tal línea de actuación, “Para facilitar la implantación de un modelo
de derecho común de corte francés, se haría conveniente comenzar a pensar en el
abandono de los cauces pactistas -obviamente con carácter exclusivo de ser favorable a
las confesiones con notorio arraigo- del artículo 7 de la ley Orgánica de Libertad Religiosa.
(...)”. Prosigue este profesor: “Si se nos preguntase por un diagnóstico sobre la situación,
diría que se aprecian claros síntomas de esquizofrenia entre el tenor literal de la
Constitución y el desarrollo legal ordinario”. (Ibídem, 268).
318 SEGLERS, A., “La Ley Orgánica de Libertad Religiosa en el marco autonómico
estatal”, en La Libertad religiosa y su regulación legal…, op. cit., 163.
141
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
3. REGULACIÓN JURÍDICA DE LA PROTECCIÓN DE DATOS DE
CARÁCTER PERSONAL
3.1. LOS ARTÍCULOS 18.1 Y 18.4 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
DE 1978: DESLINDE DE DERECHOS
3.1.1. EL DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL: ARTÍCULO 18.1
DE LA CE
Afirma HERRÁN ORTIZ que la característica más sobresaliente de
la legislación española sobre este derecho tal vez sea su tardía aparición en
el panorama legislativo ya que la cláusula que introduce el artículo 1902
del Código Civil español no se refiere expresamente de forma expresa a la
intimidad. De hecho, las primeras referencias a la protección de este
derecho se remontan a 1909, con el Reglamento Orgánico del Personal de
Correos, aunque, a nivel internacional, este primordial derecho fue
reconocido con carácter en el artículo 12 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948, en al artículo 8.1 de la
Convención Europea para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales de 1950 y en el artículo 17.1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966319.
Andado el tiempo y contemplada efectivamente esta justa facultad
de la persona humana, se confirma su actualidad en el ámbito legal
nacional al disponer el vigente artículo 18 de la Constitución Española: «1.
Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia
imagen»320.
Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La Violación de la Intimidad en la Protección de Datos
Personales, Dykinson, Madrid, 1998, 45; 98.
320 Esta norma se ha visto desarrollada legislativamente mediante la ley Orgánica de 5 de
mayo de 1982, de protección del derecho al honor, la intimidad personal y familiar y la
propia imagen (LO 1/1982, de 5 de mayo; BOE núm. 115, de 14 de mayo de 1982). Se
trata de una norma significativa que estableció la protección de los derechos de la
personalidad en el ámbito civil que hasta entonces se hallaba en el Código civil. Con
anterioridad, la Ley de Protección Jurisdiccional de los Derechos Fundamentales de la Persona de
1978 (Ley 62/1978, de 26 de diciembre; BOE núm. 3, de enero de 1979), que, aunque sin
hacer mención directa al derecho a la intimidad, se encuentra dentro del ámbito de
protección de la Ley. (Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La Violación de la Intimidad…, op. cit.,
47; 49).
Como pone de relieve el profesor LACRUZ BERDEJO en la nota anterior, esta ley ofrece
un tratamiento unitario de los tres derechos, diferentes en cuanto a su objeto específico,
límites y formas de protección y, sin embargo, muy próximos entre sí. Fue una ley que
supuso una honda innovación y avance en la materia aunque “con graves defectos de
técnica legislativa (olvido o desconexión con otras normas protectoras de estos derechos)
319
142
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Con esta norma, la intimidad alcanza rango de derecho
fundamental, distinguiéndose entre el reconocimiento del propio derecho,
como aspecto del libre desarrollo de la personalidad y dignidad humanas,
y sus manifestaciones (inviolabilidad del domicilio, secreto de las
comunicaciones, integridad física, libertad de conciencia)321.
El profesor LLAMAZARES FERNÁNDEZ entiende que “una de las
manifestaciones más expresivas del personalismo es el artículo 18.1 de la
CE, que consagra como derechos fundamentales el derecho al honor y a la
propia imagen, y, muy especialmente, el derecho a la intimidad; “porque
con ello se está aludiendo al núcleo duro de la personalidad, a la esfera de
la libertad cuya protección es la última razón de ser del Derecho y no
puede ser invadida por él”; la relación entre las dos dimensiones de la
persona, individual y social, que originan la relación entre los derechos
individuales y los grupales, deben obtener la mayor realización en la
igualdad desde la libertad, de manera que dichas relaciones estén
informadas por el principio del personalismo antes que el de
institucionalización.
Citando
a
NAVARRO-VALLS,
LLAMAZARES
destaca también que “los derechos que se reconozcan a los grupos deberán
estar en función de hacer posible el más pleno ejercicio por todos sus
miembros del derecho individual de libertad de conciencia en condiciones
de igualdad”322. Y, como consecuencia de ello la intimidad personal,
y de contenido (en cuanto a la configuración de los mismos, delimitación entre ellos y
frente a otros, tratamiento del consentimiento del interesado…), que su aplicación
práctica ha puesto de relieve y la jurisprudencia ha debido subsanar.
La ley no define tales derechos, estableciendo su diferenciación exclusivamente a
nivel casuístico -a partir de la mención que realiza de intromisiones ilegítimas-, siendo el
derecho a la intimidad el eje sobre el que giran lo otros derechos, en calidad de “concepto
eminente y bien jurídico central” del que los otros son manifestación.
El consentimiento para la intromisión es una forma de ejercicio de estos derechos,
en la medida en que puede disponerse de ellos. El art. 2.2 de la Ley “habla de
consentimiento expreso, que hay que entender como opuesto a presunto, que no a
implícito, ni siquiera a tácito, pues el principio general de los propios actos puede cubrir
suficientemente ese ámbito”. (Cfr. LACRUZ BERDEJO, J. L., et al., Elementos de Derecho
Civil I…, op. cit., 91-101).
321 Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La Violación de la Intimidad…, op. cit., 66. Afirma al respecto
la autora que “de este modo, la intimidad se presenta como un bien de la persona que se
debe proteger como valor individual, esto es, como derecho de la persona al libre e
interior desenvolvimiento de su vida alejada de la indiscreción ajena”.
322 LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la Libertad de Conciencia I, 2ª edición,
Civitas, Madrid, 2002, 277. Recuérdese, asimismo, que para Llamazares, citando a A. C.
JEMOLO, la libertad de conciencia es “la primera y la más básica de las libertades”,
consecuencia inmediata del personalismo, en el que tiene su fundamento “y, a la vez, es
143
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
“núcleo duro de la conciencia individual” que incluye las convicciones,
ideas y creencias que integran las vivencias más profundas de la persona
individual (fuero o esfera interna de la persona y de su conciencia),
vividas y «sentidas» como parte de la identidad personal que conlleva el
fundamento y fuente del resto de las libertades y derechos fundamentales”. (Cfr.
LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la Libertad de Conciencia I..., op. cit., 278).
A nuestro juicio, se trata, por una parte, de una equiparación entre dignidad y libertad, y
por otra, de una no del todo acertada asimilación entre la libertad de conciencia y la
dignidad de la persona. La dignidad es, para nosotros, desde un prisma antropológico
personalista, un valor incluso anterior, superior y más consustancial al ser humano que
su conciencia, pues es necesario considerar al ser humano en toda la extensión de su
capacidad humana y, por ende, no sólo desde lo racional -desde la parálisis cerebral a la
más alta aptitud intelectiva, el hombre es razón y corazón- y eso lo contempla, sin duda,
la dignidad; la conciencia, sólo a veces, si atendemos a la propia naturaleza de las cosas…
Porque, ¿qué ocurre cuando no hay potencialidad para el desarrollo de capacidades?
¿acaso se pierde la “mismidad”, la singularidad cuando no hay percepción de uno mismo
ni posibilidad de “autodesarrollo” personal? ¿no estamos todos, por esencia, incluidos en
el sistema tuitivo de las leyes? ¿no tenemos intimidad si no se dan las condiciones de una
realidad dinámica de la personalidad que pueda desarrollarse libremente?.... Muchos
serían los interrogantes al respecto y largos los discursos para su resolución: ni dogmas ni
relativizaciones, de acuerdo, en el mundo del Derecho, la máxima debería ser un
auténtico cuique suum tribuhere, siguiendo la clásica definición de Ulpiano (Digesto,
1,1,10) por virtud de la contemplación de las múltiples posibilidades.
Como el profesor Llamazares asevera, “la libertad, en cuanto capacidad para la elección
entre distintas alternativas, para disponer de sí mismo e incluso capacidad misma para
decidir, es el signo de identificación de la persona en cuanto tal y es el valor que aparece
proclamado en primer lugar como «valor superior del ordenamiento» en el artículo 1.1
CE.” (Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la Libertad de Conciencia…, op. cit.,
278). Sin embargo, disentimos parcialmente de esta afirmación en la medida que
consideramos que la capacidad de elección/decisión constituye antes la parcela del obrar
humano que su propia capacidad jurídica, base ésta última también de las posibilidades de
protección del sujeto, y más que concomitante, precedente a la capacidad de obrar, como
se pondrá de manifiesto más adelante al recoger la doctrina civilista en este sentido. Por
otra parte, como el mismo autor pone de manifiesto, “el derecho de libertad de conciencia
no aparece formulado expresamente en estos términos en ningún artículo de la
Constitución. Solamente encontramos el término «conciencia» en dos ocasiones: el
artículo 30.2 CE en que se reconoce la objeción de conciencia al servicio militar y en el
artículo 20.1.d) CE en el que se reconoce a los periodistas el derecho a la cláusula de
conciencia”. Continúa diciendo que “según el propio TC la libertad de conciencia está
implícitamente reconocida junto con la libertad de pensamiento en el artículo 16.1 CE bajo
la expresión «libertad ideológica, religiosa y de culto»”. (Cfr. LLAMAZARES
FERNÁNDEZ, D., Derecho de la Libertad de Conciencia I…, op. cit., 278). Artificiosas
fórmulas, según nuestro parecer, las que suele utilizar el mencionado profesor para
superponer la libertad de conciencia a cualquier otro valor, derecho o principio sociojurídico; por otro lado, perfectamente legítimas desde el prisma iuspositivista,
exclusivamente.
Capta nuestra atención sobremanera, además, la frase de este eminente profesor “El
hombre no es un ser para la muerte, sino un ser para la libertad”. (Cfr. LLAMAZARES
FERNÁNDEZ, D., Derecho de la Libertad de Conciencia II, 2ª edición, Thomson-Civitas,
Madrid, 2003, 18). A nuestro juicio, ambas situaciones se pueden condicionar
mutuamente, siendo realidades que conforman la esencia humana, con o sin personal
sentido de la trascendencia.
144
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
dominio de la persona sobre esas convicciones y vivencias es absoluto e
intangible para cualquier otro, incluidos los poderes públicos, sin su
consentimiento323.
El ser humano, social por naturaleza, no por ello deja de tener
necesidad de una vida interior que le permita tener una esencia
individualizada del resto324; la intimidad, junto a la dignidad, es, pues,
una de las cuestiones más señeras de la antropología jurídica, y, en cuanto
atributo, constituye un bien personal al cual no es posible renunciar sin
que se resienta la dignidad. Como se ha dicho, el Derecho nace por y para
la persona; ésta se erige en fundamento y objeto del ordenamiento
jurídico, puesto que los bienes que son propios del individuo y que le
definen como tal ante los demás se presentan en el ámbito jurídico como
objeto de protección325.
Se apuntó que la doctrina española es unánime al admitir que los
derechos de la personalidad nacen de la especial consideración de la
condición humana en el ordenamiento jurídico, y que la intimidad es uno
de los más fundamentales derechos de la persona por la estrecha
vinculación con su intrínseca dignidad, de manera tal que su esencia no se
configura restando al conocimiento ajeno determinadas parcelas de la
323
Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia II…, op. cit.,
28.
324 HERRÁN ORTIZ realiza un sugestivo apunte acerca del pensamiento cristiano y su
aportación al concepto de intimidad en su magnífica obra, que reputamos de interés aquí.
Afirma la autora que “Con el nacimiento del pensamiento cristiano, en la Edad Media se
profundiza en la búsqueda de los bienes materiales de la persona que contribuyen a su
plenitud existencial, y a un progresivo desarrollo de sus relaciones personales. Se
abandona la concepción patrimonial de la intimidad, que a partir de entonces se
conceptúa como un bien de la persona junto a la integridad física o el buen nombre. Así,
la intimidad se configura como el discernimiento personal que cada individuo tiene como
ser humano único, diferente y extraordinario. La reflexión y la conciencia interior, el
entendimiento de sí mismo y el poder de dominio sobre la propia individualidad
representan las manifestaciones más sobresalientes de la intimidad como aspecto más
característico de la intelectualidad humana. (…).
Así, el hombre se constituye en sí mismo en portador de valores propios y absolutos, que
reserva en su esfera privada. Si bien, textos como el Nuevo Testamento recogen la idea de
intimidad como manifestación de Dios en la propia vida interior, en opinión de RUIZ
MIGUEL, será San Agustín quien con total lucidez presentará la intimidad tal y como es
entendida en la actualidad”. (Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La Violación de la intimidad en la
protección de datos…, op. cit., 6-7).
325En defensa de este derecho, v. gr., el Código Penal español, en su artículo 197.5, agrava
la pena del “descubrimiento de secretos” o “vulneración de la intimidad de otro” sin el
consentimiento del interesado, especialmente necesario cuando se trate modificar,
difundir o ceder datos de carácter personal que revelen ideología, religión, creencias,
salud, vida sexual u origen racial.
145
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
personalidad del individuo, sino a través de la necesidad de que exista
una zona de libertad interior para el desarrollo de su personalidad. En
consecuencia, este derecho se complementa con el deber de respeto a la
intimidad del otro.
La especulación acerca de lo íntimo se remonta a tiempos lejanos y
guarda honda ligazón además con la reflexión sobre la libertad. Con
mayor o menor extensión, constituye un derecho prácticamente
reconocido en casi todos los ordenamientos, como un derecho de la
personalidad de significación fundamental. A causa de la indudable e
indeleble interconexión entre el Derecho y la naturaleza humana, el
derecho a la intimidad es uno de los campos más sugestivos y estudiados.
En este sentido, como afirma el profesor PÉREZ LUÑO, “en la opinión
pública de los países desarrollados se sitúa el respeto a la vida privada en
un lugar prioritario de sus aspiraciones de protección de los derechos
humanos. Esas aspiraciones se hallan plenamente justificadas si se tiene
presente que la intimidad es el derecho fundamental con mayor número
de modalidades de eventual transgresión y uno de los que cuenta con
mayor número de víctimas reales o potenciales. (...) Se añade a esa
magnitud cuantitativa de violaciones contra la esfera íntima su cualidad
indiscriminada que, como los lances amatorios del Don Juan de Zorrilla,
recorren toda la escala social desde los más altos palacios hasta las más
humildes cabañas, de lo que también en España hemos tenido lamentable
experiencia”326.
La intimidad puede ser contemplada desde una triple perspectiva,
necesaria pero no sincrónica, esto es, como fenómeno (factor socioeconómico), como idea (factor cultural) y como derecho (factor político
jurídico)327. Y, en la doctrina española, el derecho a la intimidad se
encuentra profundamente vinculado a la construcción y evolución de los
Cfr. PÉREZ LUÑO, A. E., “El concepto de interesado en la Directiva Comunitaria
95/46”, en Cuadernos de Derecho Judicial. La protección del derecho a la intimidad de las
personas (fichero de datos). Centro de Documentación Judicial. Consejo General del Poder
Judicial, Madrid, 1997, 17.
327 Cfr. RUIZ MIGUEL, C., La configuración constitucional del derecho a la intimidad, Tecnos,
Madrid, 1995, 25-26.
326
146
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
derechos de la persona; para muchos autores la delimitación del concepto
jurídico parte de su distinción de lo confidencial, lo secreto y lo privado328.
Mas, la formulación constitucional de este derecho no ha sido
pacífica puesto que, como recoge RUIZ MIGUEL, “la redacción de ese
precepto ha suscitado un amplio debate en torno a la cuestión de saber si
se protegen uno o varios derechos distintos. Para algunos, todos los
elementos recogidos en el artículo 18 CE forman un solo derecho que
llamarían «derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen». Para
otros, el honor y la propia imagen no formarían parte de la intimidad.
Pero aún en este grupo hay quien considera que la inviolabilidad de
domicilio y de las comunicaciones forman parte del derecho a la intimidad
y quien considera que esos derechos no forman parte de este último (...). El
derecho a la intimidad es, a semejanza de lo que ocurre con el derecho a la
tutela judicial (art. 24 CE), «un derecho complejo o derecho de derechos.
Es uno en su concepción y múltiple en cuanto a sus contenidos»”329.
LACRUZ BERDEJO, por otro lado, pone de manifiesto que “el
derecho a la intimidad sugiere, en principio, el reconocimiento al
individuo de una esfera de vida personal exclusiva y excluyente, de una
zona de actividad que le es propia y de la que puede prohibir el acceso a
otros. Para el T. C. (S. 30 de junio de 2003, con otras mucho anteriores)
«implica la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y
conocimiento de los demás, necesario -según las pautas de la cultura- para
mantener una calidad mínima de la vida humana». Se integra en aquel
derecho también un aspecto positivo (de libertad positiva, dice WACKS),
de control por su titular de los datos e información relativos a la propia
persona. Con esta nueva perspectiva y doble contenido, el derecho a la
intimidad queda enriquecido, y se nos presenta como el derecho del
328 DAVARA RODRÍGUEZ, por ejemplo, en su pragmática obra, advierte que debe
evitarse confundir los conceptos de “intimidad”, “privacidad”, “confidencialidad” y
“seguridad” referidos a los datos que sean objeto de tratamiento informático, o vayan a
serlo. Entiende que el término privacidad es consecuencia de la intimidad y se refiere a
que los datos “son de una persona y que esta tiene derecho a controlarlos y a saber como
se van a utilizar”; la confidencialidad “se refiere al mayor o menor secreto con que se van
a guardar y tratar esos datos”; la seguridad, finalmente, “hace referencia a las medidas de
protección a tomar para la mejor defensa de la privacidad y el grado de
confidencialidad”. (Cfr. DAVARA RODRÍGUEZ, M. A., Guía Práctica de Protección de
Datos desde la óptica del titular del fichero, ASNEFF-Universidad P. Comillas, 1999, 22 nota
15).
329 RUIZ MIGUEL, C., La configuración constitucional del derecho a la intimidad…, op. cit., 76.
147
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
individuo no sólo a reservarse una esfera de vida propia como secreta e
intangible respecto de los demás, sino también a ostentar la capacidad y
medios para evitar su manipulación e instrumentalización por otros
(SEMPERE, M. CARRILLO)”. Sin embargo, es preciso distinguir entre
intimidad y vida privada, aunque en otros ordenamientos, como el
francés, sean equivalentes ya que “la intimidad abarca aspectos personales
(datos biológicos o profesionales, entre otros) que no son vida o vivencia,
y la vida privada comprende ámbitos (esfera profesional o económica) que
por conocidos o cognoscibles no se integran en la intimidad”330.
HERRÁN ORTIZ recoge también el dato de las críticas que ha
suscitado el tratamiento conjunto, por parte de la Constitución Española,
de derechos tan dispares entre sí como la intimidad, el honor y la propia
imagen331. Al respecto, sostiene que numerosos juristas, como es el caso de
VIDAL MARTÍNEZ, ofrecen una perspectiva constitucional del derecho a
la intimidad caracterizada por el esfuerzo diferenciador entre los
conceptos de intimidad, honor y propia imagen, puesto que, con el
reconocimiento de estos derechos, la Constitución ha preservado la
integridad moral de la persona, a lo que ha de sumarse la especial
consideración de la dignidad personal del individuo, que se define como
principio fundamental del libre desarrollo de la identidad y personalidad,
individual. Entiende dicha autora que, siguiendo el parecer de VIDAL
MARTÍNEZ, cabría identificar intimidad y libertad personal, “entendida
ésta como libertad de decisión interior de la persona, superando la
consideración del derecho a la intimidad como el respeto a una esfera de
aislamiento o de ocultación de la información personal. En consecuencia,
la vulneración del derecho a la intimidad, así entendida, procederá de la
manipulación de la persona, de la investigación o utilización desviada de
la información que le concierne...”332.
Cfr. LACRUZ BERDEJO, J. L., et al., Elementos de Derecho Civil I…, op. cit., 92-93.
Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad en la protección de datos
personales..., op.cit., 66. La razón de esta visión unitaria “viene justificada por el propio
concepto y esencia del derecho a la intimidad que radica en la protección de la libertad
humana irrenunciable en la esfera personal y familiar, y a la que el ejercicio de los demás
derechos reconocidos en el artículo 18 se encuentra igualmente vinculado”. (HERRÁN
ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad en la protección de datos personales..., op.cit., 66).
332 Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad en la protección de los datos
personales…, op. cit., 20-21.
330
331
148
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Tales consideraciones no son compartidas por otro sector doctrinal,
como se verá y, como afirman otros autores, “la verdadera razón de existir
del Derecho no es otra que abrir cauces para hacer realmente efectivo el
derecho al libre desarrollo de la personalidad, limitando su acción
imperativa sólo a lo estrictamente necesario para garantizar los derechos de
lo demás y, en definitiva, el orden y la paz social”; si bien, como asevera
RATZINGER, “la libertad individual, carente de contenido, erigida como
meta suprema a la que tender, acaba por encerrarse en sí misma, porque la
libertad individual solo puede subsistir en un sistema de libertad para
todos. Necesita criterios y límites: si no, se convierte en violencia contra las
demás libertades”333.
Con respecto al derecho a la intimidad personal, el Tribunal
Constitucional confirma que aparece estrictamente vinculado a la propia
personalidad, derivado de la «dignidad de la persona», reconocida en el
artículo 10.1 de la Constitución334; por otra parte, este Tribunal ha
afirmado que el derecho a la intimidad es la facultad de exclusión de los
demás, de abstención de injerencias por parte de otro, tanto en lo que
afecta al conocimiento intrusivo de datos, como a su divulgación
ilegítima335.
Y en relación con otro derecho fundamental directamente
conectado con la intimidad personal, reconoce que al incluir el artículo
18.4 CE, el constituyente puso de relieve que era consciente de los riesgos
que podía entrañar el uso de la informática y encomendó al legislador la
garantía de ciertos derechos fundamentales y el pleno ejercicio de los
RATZINGER, J., Elogio de la conciencia…, op. cit., 54.
Cfr. SSTC 142/1993 (FJ 7) y 57/1994 (FJ 5). Cabe añadir, con HERRÁN ORTIZ, que, en
materia de jurisprudencia, la protección del derecho a la intimidad en este ámbito se
remonta a 1968, en que se halla la primera referencia explícita al derecho a la intimidad
en la STS de 17 de febrero de 1968 –“vida íntima familiar”-. La primera sentencia del TC
que aborda explícitamente la problemática del derecho a la intimidad, con una visión
novedosa que vincula este derecho con la mínima calidad de vida que permita al
individuo un pleno desenvolvimiento de la personalidad es la STC 231/1988, de 2 de
diciembre. Contribuye a la delimitación jurisprudencial del contenido de este derecho la
STC 142/1993, de 22 de abril. En definitiva, la línea jurisprudencial gira en torno a “la
afirmación de que la intimidad constituye un bien estrictamente vinculado a la persona y
a la dignidad humana, que la intimidad se presenta como un derecho caracterizado por
su relatividad en el tiempo y en la persona, y que no puede ser condicionado en su
protección por el reconocimiento constitucional de otros derechos y libertades igualmente
dignos de tutela”. (Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad…, op. cit., 23 28).
335 Cfr. STC 57/1994 (FJ 5); STC 143/1994 (FJ 6).
333
334
149
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
derechos de la persona, incorporando un instituto de garantía “como
forma de respuesta a una nueva forma de amenaza concreta a la dignidad
y a los derechos de la persona”, sin embargo es en sí mismo un derecho o
libertad fundamental, porque “el derecho fundamental a la intimidad (art.
18.1 CE [RCL 1978, 2836 y ApNDL 2875] no aporte por sí solo una
protección suficiente frente a esta nueva realidad derivada del progreso
tecnológico”336 y sostiene, definitivamente, que el derecho fundamental a
la protección de datos, es diferente del derecho a la intimidad del artículo
18.1 CE337, como veremos más pormenorizadamente.
No obstante, LLAMAZARES FERNÁNDEZ considera que, con base
en la STC 292/2000, la intimidad sería equivalente aquí a la
autodeterminación informativa. Porque, “como ha dicho el TC, «el
derecho fundamental a la intimidad (art. 18.1 CE) no aporta por sí solo
una protección suficiente frente a esta nueva realidad derivada del
progreso tecnológico que es la informática dadas las amplias posibilidades
de la misma, “tanto para recoger como para comunicar datos personales,
ni los indudables riesgos que ellos puede entrañar; dado que una persona
puede ignorar no sólo cuáles son los datos que le conciernen que se hallan
recogidos en un fichero sino también si han sido trasladados a otros” (STC
292/2000, de 30 de noviembre)»”338.
Para concluir, y en orden a establecer la conexión existente entre los
ámbitos de tutela del artículo 18 de nuestra Norma básica, en sus
apartados
primero
y
cuarto,
compartimos
las
apreciaciones
de
CAMPUZANO TOMÉ al indicar que la evolución experimentada
últimamente por el derecho a la intimidad, junto al potencial que ofrecen
las nuevas tecnologías en orden al manejo de la información, ha motivado
la conciliación entre el derecho-deber de información y el derecho a la
protección de datos personales, como forma de protección de la vida
privada y reclama la atención hoy de los expertos del Derecho339. Sirven, al
efecto, los interrogantes de HERRÁN ORTIZ en relación con la
delimitación jurídica de la facultad de la persona cuya sustancia
Cfr. STC 292/2000, de 30 de noviembre, FJ 4.
Cfr. STC 292/2000, de 30 de noviembre, FJ 5.
338 Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ. D., Derecho de la libertad de conciencia II. Libertad de
conciencia, identidad personal y solidaridad, Civitas, Madrid, 2003, 31.
339 Cfr. CAMPUZANO TOMÉ, H., Vida privada y datos personales, Tecnos, Madrid, 2000,
96.
336
337
150
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
pretendemos acometer en las páginas siguientes, a saber: “¿Cuál es el
origen inmediato de este derecho? ¿Goza de naturaleza jurídica propia?
¿Consiste este derecho en una mera reformulación a la intimidad? ¿Se
puede reconocer su naturaleza de derecho fundamental?...340. Por nuestra
parte, trataremos de ofrecer un perfil de solución de tales cuestiones, toda
vez que no cabe este trabajo profundizar en este tema con amplitud.
3.1.2. DERECHO A LA AUTODETERMINACIÓN INFORMATIVA: EL
ARTÍCULO 18.4 DE LA CE
Conviene recordar que no siempre han sido reconocidos los
mismos derechos fundamentales ni se les ha tratado de idéntica manera.
En este sentido, la mayoría de la doctrina sostiene que el catálogo de
derechos es “permeable y abierto a la incorporación de nuevos valores y
nuevos derechos”341.
El artículo 18.4 de nuestra Constitución, establece que “la ley
limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad
personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”.
“Ciertamente, como señala A. E. PÉREZ LUÑO, el progreso
tecnológico ha redimensionado todo nuestro mundo, y en concreto las
relaciones del hombre con los demás hombres. Con la naturaleza y con su
marco de convivencia. (…) Y es que, en efecto, la visión del progreso
tecnológico como una potencial amenaza ha sido mantenida por porque
un gran número de movimientos y analistas, y ello porque, como afirma
H. Jonas, las intromisiones de la tecnología moderna en nuestra vida
cotidiana se han llevado a cabo de forma tan rápida que no parece quedar
tiempo para corregir posibles errores (independientemente de su
magnitud)”342.
Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad en la protección de datos personales,
Dykinson, Madrid, 1998, 73. Sin duda, a su trabajo remitimos si se desea profundizar en
estas cuestiones, por la calidad y el rigor que presenta.
341 HERRÁN ORTIZ recoge este sentir citando a PÉREZ LUÑO. (Ibídem, 69).
342 Siguiendo al profesor PÉREZ LUÑO, RODRÍGUEZ PALOP, en su obra La nueva
generación de derechos humanos, recoge la idea de la necesidad de reformulación de los
derechos fundamentales y la ampliación de su catálogo. El mencionado profesor alude a
las transformaciones que han sufrido las relaciones humanas en el marco de la
convivencia, que ahora es el de una «sociedad informatizada» en la que se han generado
nuevos fenómenos de amenaza y agresión a los derechos fundamentales. (Cfr.
340
151
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
En efecto, resulta ya ocioso decir que la información otorga poder y
que la informática ha desplegado multiplicidad de posibilidades para la
recogida y el tratamiento de datos de índole personal; se erige, por tanto,
en medio de progreso técnico y fuente de poder -en sus coordenadas éticas
o prescindiendo de ellas-, de ahí la preocupación por la protección de
estos datos en las legislaciones. Siempre ha sido una necesidad la
protección del individuo frente al tratamiento masivo de datos personales,
aunque fuese manual, sin embargo, la informatización de los datos
apremia la labor de los legisladores en aras de establecer un régimen de
garantías que asegure una adecuada y correcta utilización de los datos
personales343. Ulteriormente, será de obligada referencia a la normativa
que regula este aspecto de nuestro trabajo y ella nos remitimos.
Y resulta claro también que la relación de la protección de datos con
la intimidad es muy intensa; no en vano, la tutela del individuo frente a la
informática ha arrancado a partir de este derecho; no obstante, que la
limitación de la informática tenga por objeto proteger la intimidad no es
una cuestión pacífica, ni en la doctrina ni en la jurisprudencia, como pone
de relieve SERRANO PÉREZ344. La dualidad derecho de informaciónderecho a la vida privada se manifiesta pronto en la doctrina española
como un abierto enfrentamiento entre ambos conceptos. CAMPUZANO
TOMÉ, expresa la evidencia con las palabras siguientes: “las tecnologías
evolucionan con mucha rapidez y la información se convierte en un
importante elemento de cambio. Poco a poco vamos perdiendo el control
de decisión sobre nuestro datos personales y nuestro derecho fundamental
a la protección de la vida privada se ve seriamente amenazado”345.
Que el reconocimiento y respeto de los derechos humanos ha
sufrido un tratamiento diferenciado a lo largo de la historia y que no
siempre se han reconocido los mismos derechos fundamentales, ni
siempre se los ha manejado del mismo modo, resulta evidente. El
reconocimiento y garantía de tales derechos han ido acomodándose al
RODRÍGUEZ PALOP, Mª E., La nueva generación de derechos humanos… op. cit., 64-66). Al
respecto, transcribe, además la descriptiva y certera frase de JONAS: «se profetiza la
catástrofe para evitar que llegue…». (Ibídem, 65, nota 65).
343 Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad…, op. cit., 75.
344 Cfr.SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op.cit.,
143.
345 CAMPUZANO TOMÉ, H., Vida privada y datos personales, Tecnos, Madrid, 2000, 12.
152
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
cambio de ritmo y evolución experimentado en las relaciones humanas, en
sus diversas facetas individuales y sociales, razón por la cual no sorprende
la tesis de que los derechos humanos deben concebirse como categorías
abiertas, permeables, adaptables, y no como categorías estancas y
cerradas, en especial porque su reconocimiento jurídico ha respondido a
un interés diferente, en orden a dar solución a las necesidades en relación
con amenazas o ataques sufridos, en cada momento histórico y en cada
cultura. En este sentido se manifiesta un importante sector de la doctrina
española. Así, RODRÍGUEZ PALOP, por ejemplo, sostiene que adoptar
una perspectiva histórica en el estudio de los derechos humanos (o de un
grupo dentro de ellos), supone asumir que el recurso a la historia es
imprescindible para explicar su génesis y desarrollo, sin mantener
necesariamente, una concepción lineal del proceso histórico, sino sólo la
tesis de que es factible que aparezcan nuevos derechos como respuesta al
surgimiento de nuevas necesidades. Es decir, implica aceptar que la
historia no puede convertirse en una razón justificativa, que no suministra
una validez científica o moral de ningún derecho (se excluye, de este
modo,
una
visión
puramente
historicista),
sin
embargo
resulta
imprescindible para explicar su origen, su evolución y sus rasgos
principales. Es únicamente en este sentido en el que le parece acertado
hablar de generaciones de derechos346.
Existe, no obstante, un sector doctrinal que rechaza la terminología
de las generaciones; la división de los derechos humanos en generaciones
–más bien la forma de clasificarlos para facilitar la aproximación a su
estudio- ha suscitado un debate entre distintos sectores doctrinales que
permanece abierto en la actualidad. Con la visión generacional de los
derechos humanos se intenta poner de manifiesto las mutaciones que han
sufrido a lo largo y como consecuencia de la historia, de modo que cada
«generación» se presente como fruto de un contexto que, caracterizado por
diferentes acontecimientos históricos, le otorga unos perfiles ideológicos
definidos347.
Cfr. RODRÍGUEZ PALOP, Mª E., La nueva generación de derechos humanos…, op. cit., 8990.
347 Entre otros puede destacarse en esta línea a R. SÁNCHEZ FERRIZ, N. BOBBIO y G.
PECES-BARBA. (Cfr. RODRÍGUEZ PALOP, Mª E., La nueva generación de derechos
humanos…, op. cit., 98-99; en nota 118 de la página 99). Afirma esta autora que la primera
generación de derechos surgió a partir del «tránsito a la modernidad», quedando
346
153
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Para la mencionada autora, cuando se habla de libertad informática
sobreviene a la mente al peligro que supone para la protección del
individuo la posibilidad de los grupos de poder, tanto de conocer como de
manipular los datos personales de cada ciudadano. Afirma: “De hecho,
hoy en día es posible percatarse de la existencia de un poder social
informático, que algunos autores han interpretado como un nuevo
fenómeno de agresión al derecho a la intimidad, al libre desarrollo de la
personalidad y al principio de igualdad”348.
Al margen de estas disqusiciones, SERRANO PÉREZ, entre otros,
recoge que la primera referencia al derecho a protegerse contra la
constituida por libertades de marcada impronta individualista (derechos de defensa que
exigen la no injerencia de los poderes públicos en la esfera privada), mientras que la
segunda, que de forma latente está ya presente en el mismo periodo histórico, adquiere
fuerza en el momento en el que la participación política se hace extensible a grupos
sociales inicialmente excluidos del ámbito de poder. El fundamento de ambas
generaciones se hallaría en el valor de la libertad, entendida como no interferencia, en el
primer caso, y como autonomía, en el segundo. Esta matriz individualista sufrirá un
proceso de erosión en las luchas sociales del siglo XIX, que evidenciarán la necesidad de
ampliar el catálogo de libertades con una tercera generación de derechos (económicos,
sociales y culturales), para cuyo ejercicio se exigirá una política activa e intervencionista
del Estado. De hecho, la consagración jurídica y política de reivindicaciones que
responden a demandas de igualdad se alcanzará con el paso del Estado liberal al Estado
social de Derecho. Hoy día, finalmente, se abre camino una nueva generación de
derechos que complementa a las anteriores y que está fundada en el valor de la
solidaridad (…)”.
Prosigue la autora: “Al hilo de esta evolución, dice A. E. Pérez Luño que la
dimensión generacional de los derechos ha tenido su consiguiente reflejo en las técnicas
jurídicas de positivación y tutela, por lo que la célebre teoría de los status públicosubjetivos elaborada por G. Jellinek, ha de ser ampliada con el reconocimiento de: el
status processualis (para los derechos económicos, sociales y culturales), el status activus
processulalis (hace referencia a las nuevas modalidades de tutela y a la actuación de las
instancias jurisdiccionales), y, por último, el status de habeas data (para los derechos de
«cuarta generación» que, según el mencionado autor, incluyen la libertad informática y el
derecho a la autodeterminación informativa).
A pesar de la claridad de este proceso histórico, como bien es sabido, la visión
generacional de los derechos no ha sido asumida unánimemente por la doctrina sino que,
más bien ha sufrido el embate de la crítica. (…)”. (Cfr. RODRÍGUEZ PALOP, M. E., La
nueva generación de derechos humanos…, op. cit., 99-101).
348 RODRÍGUEZ PALOP ofrece una definición de libertad informática siguiendo a V.
FROSINI: “La libertad informática consiste «en el derecho de poder disponer de los datos
de información personal propios y, por tanto, a permitir o rehusar su uso por parte de las
agencias de información que manejan los bancos de datos; derecho a controlar la
veracidad de los datos, el acceso a su conocimiento por parte de terceros, el uso que de
ellos se hiciere con finalidades sociales, económicas y políticas. La libertad informática (la
cursiva es mía) representa una nueva forma de desarrollo de la libertad personal; no
consiste únicamente en la libertad negativa del right of privacy, de custodiar celosamente
una vida reservada […] consiste también en la libertad de informarse, de ejercer un
control autónomo sobre la propia identidad informática»”. (Cfr. RODRÍGUEZ PALOP,
M. E., La nueva generación de derechos humanos…, op. cit., 69-70; en nota 73 de la página 69).
154
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
informática surge en Estados Unidos al amparo de la idea de «privacy»,
terminología exportada que ha tenido eco incluso en nuestro país; aunque,
inicialmente, el contenido de la «privacy» no se elabora pensando en esta
finalidad. Dicho concepto aparece por primera vez en un artículo de
WARREN y BRANDEIS349, siendo enunciado por estos dos autores como
el derecho a ser dejado sólo, «the right to be alone», y que se ha convertido
en el referente obligado de cualquier estudio posterior sobre el tema350.
“La «privacy», en este contexto, surge como un intento de freno frente al
inmenso poder de intromisión desarrollado entonces por la prensa
estadounidense. En su formulación originaria, la «privacy» se configuraba
como un derecho de contenido negativo, individualista y de estructura
semejante al derecho de la propiedad. Desde esta primera introducción del
concepto en el siglo XIX hasta nuestros días, la «privacy» norteamericana
ha ido ampliando sus contenidos por la vía jurisprudencial, hasta incluir
en la actualidad la protección de la persona en relación con la
informática”351.
Asimismo, pone de manifiesto esta autora que el referente común a
todos los contenidos incluidos en este concepto guarda relación con la
libertad física de la persona y la salvaguarda de su entorno próximo, así
como con cualquier tipo de violación de la esfera inmaterial de la persona,
de todo lo que ésta desea tener reservado y controlado, a juzgar por la
349 Recuerda la precitada autora que “este nuevo derecho, en su dimensión individual (o
negativa), es decir, formulado como el derecho a la intimidad de la vida privada (right to
privacy). Fue formulado por primera vez en términos jurídicos por los abogados S. D.
WARREN y L. BRANDEIS que publicaron en la Harward Law Review, nº 4, 1891, pp. 193 y
ss., un artículo titulado «The Right to Privacy» y lo definieron como el derecho de to be let
alone (el derecho de obtener la protección de la vida íntima). Posteriormente ha recibido
su consagración en leyes, sentencias y Declaraciones internacionales (en el artículo 12 de
la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, por ejemplo). (…). Parece
aproximarse a los derechos de primera generación, que tienen un carácter marcadamente
individualista y se inspiran en el valor de la libertad como no interferencia (…) Parece
que ni por su naturaleza, ni por su fundamento, es posible establecer una vinculación
entre este derecho y los de cuarta generación”. (Cfr. RODRÍGUEZ PALOP, M. E., La
nueva generación de derechos humanos…, op. cit., 77-78).
El primer trabajo publicado sobre la privacy, de S. WARREN y L. D. BRANDEIS,
«The Right to Privacy», en Harward Law Review, 4 (1890) ha sido publicado en castellano,
El derecho a la intimidad, ed. a cargo de B. PENDÁS y P. BASELGA, Madrid, 1995, en
LACRUZ BERDEJO, op. cit., 117. A. GARRIGA DOMÍNGUEZ recoge, asimismo,
interesantes datos acerca de este trabajo (Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento
de datos personales y Derechos fundamentales, 2ª edic., Dykinson, Madrid, 2009, 21-22).
350 Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos. Derecho
español y comparado, Thomson-Civitas, Madrid, 2003, 29.
351 SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op. cit., 29-30.
155
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
tarea jurisprudencial; incluye también la defensa contra cualquier
atentado que pueda afectar a la libertad, a una libertad de tipo moral o
psicológico, y pueda condicionar la voluntad del individuo352.
El término norteamericano «privacy» fue incorporado a la doctrina
continental, estableciéndose un cierto paralelismo con el derecho a la
intimidad, vida privada o “riservatezza”, en el contexto italiano, como
intento de incluir en ellos la protección de los individuos frente a la
informática353. Se trata de reconocer una garantía añadida a la fórmula
tradicional del derecho de la libertad personal, «después del derecho de
disponer libremente del propio cuerpo, del derecho de expresar
libremente el propio pensamiento, surge el derecho de controlar la
información sobre la propia persona; es el derecho de Habeas Data». Así, la
libertad informática es una nueva forma de libertad personal, entendida
no ya sólo como libertad física, sino como libertad moral que puede
condicionar la libre actuación de la persona»354. En consecuencia,
recogiendo el parecer del profesor PÉREZ LUÑO, afirma esta autora que
el concepto de Habeas Data encaja a la perfección en una sociedad como la
actual, en la que la información además de ser imprescindible, se ha
convertido en una amenaza para la libertad de los individuos,
constituyendo un peligro no tanto para la integridad física –defendida por
el Habeas Corpus-, sino para la integridad moral, garantizada por el Habeas
Data355.
Las constantes discusiones en torno a esta cuestión no han
permitido alcanzar un parecer unánime entre los autores, sino que, más
bien, han contribuido a profundizar en las diferencias. Dos son los sectores
enfrentados356, de los cuales, uno rechaza la consideración del derecho a la
autodeterminación
informativa
como
derecho
fundamental,
argumentando que una reformulación del derecho a la intimidad es
352
Ibídem, 33.
Aunque, como bien pone de manifiesto esta autora, recogiendo las apreciaciones de
MARTINOTTI y FROSINI, “la «privacy» en versión americana agrupa una variedad y
complejidad de contenidos que no son asimilables a ninguna única figura existente en el
idioma latino”. (Ibídem, 36). En su opinión es un error hablar indistintamente, queriendo
identificar su significado, de «privacy» y «riservatezza». (Ibídem, 40).
354 SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op.cit., 52.
355 Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op.cit.,
53.
356 Con respecto a este particular, merece la pena destacar su tratamiento por parte de A.
I. HERRÁN ORTIZ en las páginas 77 a 82 de la precitada obra.
353
156
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
suficiente para ofrecer garantías individuales adecuadas357; mientras que
el otro sostiene, por contra, la idea de la necesidad de admitir la existencia
de un nuevo derecho358 fundamental asentado en el reconocimiento al
individuo de unas facultades de disposición y decisión respecto a sus
propios datos personales, reconocimiento que no sería posible deducir del
tradicional derecho a la intimidad. Esta última postura defiende la
existencia de un nuevo instituto jurídico de perfiles definidos, con
sustantividad propia aunque guarda intensa relación con la intimidad.
Adopta esta posición doctrinal RODRÍGUEZ PALOP, al afirmar que “a la vista de la
naturaleza y de sus implicaciones, creo que el derecho a la libertad informática y a la
autodeterminación informativa deben ser considerados como una especificación de otros
derechos fundamentales ya recogidos y consolidados jurídicamente. Me refiero muy
especialmente al derecho a la intimidad, y, de forma secundaria, al libre desarrollo de la
personalidad, a la libertad ideológica, a la libertad de expresión y a la libertad de
comunicar y recibir información”. Sin embargo, matiza que, “esto no implica
necesariamente negar su dimensión social ni mantener una visión estática de los derechos
fundamentales que no constituirán nunca un catálogo acabado y definitivo; significa más
bien, que es posible multiplicar e intensificar las técnicas de protección y garantía de los
derechos (adaptándolas a las nuevas necesidades de nuestro tiempo) sin que, por ello,
deba incrementarse el elenco de los que ya manejamos”. En nota 87 de la página 76
afirma que “En nuestra Constitución el derecho a la autodeterminación informativa y a la
libertad informática han sido reconocidos en los artículos 18.4 y 105 b) como mecanismos
de protección del derecho a la intimidad, al honor y al libre desarrollo de la personalidad
(art. 10.1) y como concreción de los valores superiores del Ordenamiento jurídico
consagrados en el artículo 1.1 (la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político),
que definen nuestro modelo estatal como un Estado social y democrático de Derecho
(…)”. (Cfr. RODRÍGUEZ PALOP, M. E., La nueva generación de derechos humanos…, op. cit.,
75-76).
358 Ejemplos de esta postura, como recoge RODRÍGUEZ PALOP, son PÉREZ-LUÑO y
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA. “Este derecho ha de entenderse en nuestros días,
siguiendo a A. E. PÉREZ LUÑO, como un derecho garantista de defensa frente a
cualquier intromisión en la esfera privada y, al tiempo, como un derecho activo de
control sobre el flujo de informaciones que conciernen a cada sujeto (…). Por esta razón,
el autor lleva a cabo una defensa del derecho a la libertad informática y a la
autodeterminación informativa como derechos autónomos y no como meros apéndices
de otros valores y derechos constitucionales reconocidos (…). En esta misma línea se
sitúa P. LUCAS MURILLO DE LA CUEVA en Informática y protección de datos personales
(Estudios sobre la Ley Orgánica 5/1992, de Regulación del tratamiento automatizado de los datos
de carácter personal (…) intenta demostrar que el bien jurídico del derecho a la
autodeterminación informativa es independiente de aquel que se protege con el derecho
a la libertad, la identidad y la dignidad de las personas, y ello aunque pudiera ser
considerado como un derecho instrumental.” (Cfr. RODRÍGUEZ PALOP, M. E., La nueva
generación de derechos humanos…, op. cit., 75, nota 85). SERRANO PÉREZ, quien también
estudia profusamente esta cuestión de índole doctrinal, entiende que la limitación de la
informática no tiene por objeto proteger exclusivamente la intimidad, sino que las nuevas
tecnologías abarcan algo más extenso que la noción de intimidad. (Cfr. SERRANO
PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op. cit., 143).
357
157
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Y este nuevo derecho se hallaría en el tenor literal del artículo 18.4
de la Constitución Española, aunque no exista unanimidad con respecto a
la denominación, variada, con que se hace referencia a este fenómeno;
“derecho a la autodeterminación informativa”, “libertad informática”,
“intimidad informática” o “derecho a la privacidad” son, entre otras,
algunas formas de enunciarlo359.
Aunque el profesor LUCAS MURILLO DE LA CUEVA ha sido el
artífice en España de la argumentación más sólida y fuerte en la defensa
de la existencia de un nuevo derecho fundamental, bajo la denominación
de “autodeterminación informativa”, también otros autores han defendido
esta idea. Sin embargo, el profesor PÉREZ-LUÑO, que estudió en sus
comienzos este nuevo derecho fundamental a partir de la técnica de la
protección de datos y defendió la autonomía de este instituto jurídico, no
siempre se mantuvo en este criterio, sin rechazar totalmente la relación de
la informática con la intimidad360. GARRIGA DOMÍNGUEZ también
aborda un interesante y pormenorizado análisis del derecho de
autodeterminación informativa,
distinguiéndolo
del
derecho a
la
intimidad en la medida en que el contenido de aquél es más amplio y los
elementos que lo configuran más complejos. A su juicio, el bien jurídico
garantizado por los apartados primero y cuarto del art. 18 de la CE no es
el mismo y el tratamiento de datos personales no afecta de forma general
al derecho a la intimidad361.
A. I. HERRÁN ORTIZ efectúa un interesante y pormenorizado estudio sobre las
dificultades en torno a la diversa denominación del derecho proclamado en el artículo 18.
4 CE, en las páginas 78 y siguientes de la ya mencionada obra. (Vid. HERRÁN ORTIZ, A.
I., La violación de la intimidad en la protección de datos personales).
360 Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op.cit.,
73-74.
361 En este sentido, sostiene GARRIGA DOMÍNGUEZ que el bien jurídico protegido por
el derecho a la intimidad se diferencia del bien jurídico del derecho a la
autodeterminación informativa. Afirma: “Podemos afirmar que [el derecho a la
intimidad] se trata de un derecho fundamental directamente ligado a la dignidad
humana, caracterizado por un eminente contenido negativo para salvaguardar el
conocimiento ajeno una parte de de nuestra vida -la más arcana- personal y familiar. El
derecho a la autodeterminación informativa tiene un objeto y un contenido diferente, su
ámbito es más amplio y los elementos que lo componen más complejos. El tratamiento de
la información personal puede, pero no tiene porqué afectar a informaciones íntimas o
secretas que son el objeto de protección del derecho a la intimidad. De la misma forma,
los datos personales informatizados no tienen necesariamente que precipitar un retrato
personal que implique una valoración peyorativa u ofensiva de un individuo y que
atente contra su buen nombre o fama. Soy, por ello, de la opinión de que el tratamiento
automatizado de los datos personales no afecta de forma general y habitual al derecho a
359
158
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Lo que subyace, en definitiva, a esta cuestión es la concepción
restringida o amplia de la noción de intimidad en nuestro ordenamiento y,
en consecuencia, su posibilidad de recoger o no la protección de la
autodeterminación informativa362. Por esa razón, no han faltado opiniones
críticas en la doctrina española negando cualquier significación jurídica al
derecho a la autodeterminación informativa e incluso rechazando la
posibilidad de que el citado derecho goce de una existencia independiente
y propia (v. gr., entre otros, ORTÍ VALLEJO, VILLAVERDE MENÉNDEZ
y, más recientemente, RUIZ MIGUEL)363.
La censura fundamental a la teoría de la existencia de un nuevo
derecho fundamental proviene del profesor ORTÍ VALLEJO, quien,
sorprendentemente, tras rechazar los argumentos de LUCAS MURILLO
DE LA CUEVA, concluye la conveniencia de afirmar la existencia del
nuevo derecho fundamental a la libertad informática, a partir del artículo
18.4 de nuestra Carta Magna.
Al respecto, LUCAS MURILLO DE LA CUEVA entiende que el
bien jurídico que dicha norma desea proteger no es otro que la «libertad
informática o -en fórmula menos estética pero más precisa- la
autodeterminación informativa y consiste, sencillamente, en el control que
a cada uno de nosotros nos corresponde sobre la información que nos
concierne personalmente, sea íntima o no, para preservar, de este modo y
en último extremo, la propia identidad, nuestra dignidad y libertad»;
la intimidad y mucho menos, al derecho al honor tal y como parece opinar el
constituyente español cuando exige que la Ley limite el uso de la informática para
garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno
ejercicio de sus derechos”. (Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de datos
personales y Derechos fundamentales, 2ª edic., Dykinson, Madrid, 2009, 24 ss.).
362 En este sentido nos parecen acertadas las eclécticas apreciaciones conclusivas en
materia de relación entre el derecho a la intimidad y el derecho a la autodeterminación
informativa, de HERRÁN ORTIZ cuando afirma que toda información sobre la condición
de los individuos puede tener relación con el derecho a la intimidad, pero el concepto de
intimidad ya no se ciñe al “derecho a estar solo”. “Numerosos aspectos de la vida
humana y de la sociedad han evolucionado y la intimidad no se define exclusivamente
por el derecho a reservar de forma absoluta del conocimiento ajeno los aspectos más
íntimos de cada persona, además la esfera de la intimidad comprende la facultad de
controlar la información y los datos que a la persona se refieren -es aquí donde el derecho
a la autodeterminación informativa encuentra su principal acomodo- porque no puede
ignorarse que en el ámbito de la intimidad inciden decisivamente las concepciones
sociales imperantes en cada momento, así como el propio concepto que cada individuo
defienda en torno a su esfera privada de actuación”. (HERRÁN ORTIZ, A. I., La violación
de la intimidad…, op. cit., 143).
363 Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad…, op. cit., 108-131.
159
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
también supone el control sobre el uso de esa información, por ello
debemos asegurarnos siempre de la calidad de la información y de
controlar su utilización364.
Para
este
sector
doctrinal
defensor
del
derecho
a
la
autodeterminación informativa, la distinción entre los datos más íntimos,
protegidos por la intimidad solamente y los datos personales, tutelados
por la protección de datos, no es válida como base para distinguir los
objetos de tutela entre aquélla y ésta365.
No cabe duda, a la vista de la literatura especializada, de que la
concreción del bien jurídico que protege el precepto del art. 18.4 CE ha
sido constante objeto de debate. En esencia, se trataría de un derecho
fundamental con un contenido especial que lo diferencia del resto de
derechos, particularmente de los consagrados en el artículo 18 de la
Constitución; siendo esta norma la que permite las condiciones que lo
hacen practicable, define, escuetamente, sus perfiles y otorga directamente
su reconocimiento en el ordenamiento jurídico español, aunque parte de la
doctrina considera que el precepto constitucional no da muchas pistas
sobre los elementos que formarían el contenido esencial de derecho a la
autodeterminación informativa, cuál deba ser la forma que limite la
informática ni cómo garantizar con efectividad el derecho a la
intimidad366. Esta tarea ha sido progresivamente realizada por la
jurisprudencia constitucional y la doctrina científica.
En este aspecto, DEL CASTILLO VÁZQUEZ realiza un interesante
repaso por lo que denomina “jurisprudencia esencial para la configuración
del derecho a la autodeterminación informativa”, en el que analiza la
evolución del derecho desde sus orígenes en el seno de la intimidad hasta
su independencia en el entorno de la privacidad367. Para esta autora, los
pronunciamientos clave en esta materia serían: la Sentencia del Tribunal
Constitucional Alemán, de 15 de diciembre de 1983 –que calificó este
Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos... op. cit., 78
ss. Acerca del debate “privacidad vs intimidad” en la protección de datos personales, ya
superado a su juicio, pueden consultarse las páginas 94 a 102 de la obra citada.
365 Ibídem, 81.
366 Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de los datos personales…, op. cit., 33-34.
Apunta la diferencia en este aspecto de nuestra Constitución con respecto a la portuguesa
de 1976 (art. 35), en la que se sí se configura un contenido mínimo de este derecho.
367 DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones constitucionales y
administrativas. Thomson-Civitas, Navarra, 2007, 295 ss.
364
160
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
derecho a la protección de datos de carácter personal con la denominación
«autodeterminación informativa»-; la STC 254/1993368, de 20 de julio; la
STC 290/2000369, de 30 de noviembre y la STC 292/2000 de idéntica fecha,
“verdadero pilar de la interpretación jurídica de la protección de datos”370.
Así pues, la primera sentencia del Tribunal Constitucional
relacionada con la protección de datos es la sentencia 254/1993, de 20 de
julio371. Hasta la sentencia 292/2000, de 30 de noviembre, la doctrina de
este Tribunal fue contradictoria y confusa en sus conclusiones. Dicha
resolución judicial consagra este derecho, donde aparece bajo la
La mencionada autora reseña que “resulta indiscutible el alcance de esta Sentencia
precursora de otras muchas que, no obstante, reducía sus contornos al derecho a la
intimidad. Sin embargo, desde los púlpitos doctrinales se pujaba ya entonces por la
construcción de un derecho distinto y autónomo, capaz de dar contenido a la pretensión
de establecer una frontera real a la intromisión informática”. (DEL CASTILLO
VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones constitucionales y administrativas..., op. cit.,
301).
369 Con relación a este pronunciamiento, DEL CASTILLO sostiene que “habría pasado a la
posteridad sin mayor pena ni gloria, si otro magistrado, concretamente DON MANUEL
JIMÉNEZ DE PARGA Y CABRERA, no hubiese grabado su brillo mediante voto
particular”. Esta Sentencia fundó su fallo sobre el criterio mantenido en la Sentencia
254/1993. Aunque el derecho a la autodeterminación informativa es pacíficamente
reconocido, persistía su vinculación a la intimidad personal hasta llegar al mencionado
voto particular cuyas reflexiones se hicieron desde un concepto autónomo del derecho de
libertad informativa como nuevo derecho fundamental “cuya protección no figuraba en
la Tabal del texto de 1978”. (Ibídem, 302-303).
370 DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones constitucionales..., op.
cit., 307.
371 STC 292/2000, de 30 de noviembre, FJ 5, párrafo 1º, en MIERES MIERES, J. J., Intimidad
personal y familiar, Aranzadi, Navarra, 2002, 189-190: “El art. 18 CE fue esgrimido por
primera vez en el caso de un ciudadano a quien le denegó el Gobierno Civil de
Guipúzcoa información sobre los datos que sobre su persona poseía, resuelto por la STC
254/1993, de 20 de julio. Y lo dicho en esta pionera sentencia se fue aquilatando en las
posteriores, como la relativa a las normas reguladoras del número de identificación fiscal
(STC 143/1994, de 9 de mayo [RTC 1994, 1431], o la que declaró contrario a la libertad
sindical (art. 28 CE), en relación con el art. 18.4 CE, el uso por una empresa del dato de la
afiliación sindical para detraer haberes de los trabajadores con ocasión de una huelga
promovida por determinado sindicato, STC 11/1998, de 13 de enero (RTC 1998,11) (cuya
doctrina ha sido reiterada en una larga serie de sentencias de este Tribunal resolviendo
idéntica cuestión, y de entre las que merece destacarse la STC 94/1998, de 4 de mayo
[RTC 1988,94], o finalmente y hasta la fecha, la STC 202/1999, de 8 de noviembre (RTC
1999, 202), en la que con ocasión de la denegación a un trabajador de la cancelación de
sus datos médicos en un fichero informatizado de una entidad de crédito sobre bajas por
incapacidad temporal, se apreció que el almacenamiento sin cobertura legal en soporte
informático de los diagnósticos médicos del trabajador sin mediar su consentimiento
expreso constituía una desproporcionada restricción del derecho fundamental a la
protección de datos personales”. SERRANO PÉREZ realiza también análisis de la
posición del Tribunal Constitucional en este tema. (Vid. SERRANO PÉREZ, M. M., El
derecho fundamental a la protección de datos..., op. cit., 156 ss.).
368
161
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
denominación de derecho fundamental a la protección de datos, ubicado
en el artículo 18.4 de la Norma Fundamental.
Afirma LLAMAZARES FERNÁNDEZ que “con la inclusión del
vigente artículo 18.4 CE el constituyente puso de relieve que era
consciente de los riesgos que podría entrañar el uso de la informática y
encomendó
al
legislador
la
garantía
tanto
de
ciertos
derechos
fundamentales como del pleno ejercicio de los derechos de la persona.
Esto es, incorporando un instituto de garantía «como forma de respuesta a
una nueva amenaza concreta a la dignidad y a los derechos de la persona»
pero que es también, «en sí mismo, un derecho o la libertad fundamental»
(STC 254/1993, de 20 de julio, FJ 6). Este derecho fundamental a la protección
de los datos, es diferente del derecho a la intimidad del artículo 18.1 de la CE”372.
En orden a distinguir los derechos tutelados por los apartados 1º y
4º del artículo 18 CE, resulta obligada la referencia expresa a la Sentencia
292/2000, de 30 de noviembre, del Tribunal Constitucional. En dicho
pronunciamiento de declara que los derechos fundamentales a la
protección de datos y a la intimidad comparten objetivo, es decir, ambos
pretenden ofrecer una protección constitucional eficaz de la vida privada,
personal y familiar, atribuyendo un haz de facultades al titular del
derecho que consiste, básicamente, en imponer a terceros la realización u
omisión de determinados comportamientos373.
A decir de la mencionada sentencia, la peculiaridad que distingue
el derecho fundamental de protección de datos del derecho a la intimidad
reside en la función. Así, expone su Fundamento Jurídico Sexto: «la
función del derecho fundamental a la intimidad del artículo 18.1 es la de
proteger frente a cualquier invasión que pueda realizarse en aquel ámbito
de la vida personal y familiar que la persona desea excluir del
conocimiento ajeno y de las intromisiones de terceros en contra de su
voluntad (por todas STC 144/1999, de 22 de julio, FJ 8). En cambio, el
derecho fundamental a la protección de datos persigue garantizar a esa
persona un poder de control sobre sus datos personales, sobre su uso y
destino, con el propósito de impedir su tráfico ilícito y lesivo para la
372 LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia, Tomo II, Libertad
de conciencia, identidad personal y solidaridad, Civitas, Madrid, 2003, 32.
373 Cfr. Fundamento Jurídico 5º, in fine, de la STC 292/2000, de 30 de noviembre, extraído
de MIERES MIERES L. J., Intimidad Personal y Familiar, “Jurisprudencia del Tribunal
Constitucional”, Aranzadi, Navarra, 2002, 188-196.
162
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
dignidad y derecho del afectado. En fin, el derecho a la intimidad permite
excluir ciertos datos de una persona del conocimiento ajeno, por esa razón,
y así lo ha dicho este Tribunal (SSTC 134/1999, de 15 de julio, FJ 5;
144/1999, FJ 8; 98/2000, de 10 de abril, FJ 5; 115/2000, de 10 de mayo, FJ
4), es decir, el poder de resguardar su vida privada de una publicidad no
querida. El derecho a la protección de datos garantiza a los individuos un
poder de disposición sobre esos datos. Esta garantía impone a los poderes
públicos la prohibición de que se conviertan en fuentes de esa información
sin las debidas garantías; y también el deber de prevenir los riesgos que
puedan derivarse del acceso o divulgación indebidas de dicha
información. Pero ese poder de disposición sobre los propios datos
personales nada vale si el afectado desconoce qué datos son los que se
poseen por terceros, quiénes los poseen, y con qué fin»374.
Aquí radica, pues, la singularidad del derecho a la protección de
datos, «pues, por un lado, su objeto es más amplio que el del derecho a la
intimidad, ya que el derecho fundamental a la protección de datos
extiende su garantía no sólo a la intimidad en su dimensión
constitucionalmente protegida por el artículo 18.1 CE, sino a lo que en
ocasiones este Tribunal ha definido en términos más amplios como esfera
de los bienes de la personalidad que pertenecen al ámbito de la vida
privada, inextricablemente unidos al respeto de la dignidad personal (STC
170/1987, de 30 de octubre, [RTC 1987, 170] [FJ 4]), como el derecho al
honor, citado expresamente en el artículo 18.4 CE, e igualmente, en
expresión bien amplia del propio artículo 18.4 CE, al pleno ejercicio de los
derechos de la persona. El derecho fundamental a la protección de datos
amplía la garantía constitucional a aquellos de estos datos que sean
relevantes para o tenga incidencia en el ejercicio de cualesquiera derechos
de la persona sean o no derechos constitucionales y sean o no al honor, la
ideología, la intimidad personal y familiar o a cualquier otro bien
constitucionalmente amparado.
De este modo, el objeto de protección del derecho fundamental a la
protección de datos no se reduce sólo a los datos íntimos de la persona,
sino a cualquier tipo de dato personal, sea o no íntimo, cuyo conocimiento
o empleo por terceros pueda afectar a sus derechos, sean o no
374
Cfr. Párrafo 1º del Fundamento Jurídico 6º de la STC 292/2000, de 30 de noviembre.
163
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
fundamentales, porque su objeto no es sólo la intimidad individual, que
para ello está la protección que el artículo 18.1 CE otorga, sino los datos de
carácter personal que por el hecho de serlo, de ser accesibles al
conocimiento de cualquiera, no escapan al poder de disposición del
afectado porque así lo garantiza su derecho a la protección de datos.
También por ello, el que los datos sean de carácter personal no significa
que sólo tengan protección los relativos a la vida privada o íntima de la
persona, sino que los datos amparados son todos aquellos que permitan la
identificación de la persona, pudiendo servir para la contención de su
perfil ideológico, racial, sexual, económico o de cualquier otra índole, o
que
sirvan
para
cualquier
otra
utilidad
que
en
determinadas
circunstancias constituya una amenaza para el individuo»375.
Aunque ya aludido en su Fundamento Jurídico Quinto, la
mencionada Sentencia determina que el derecho fundamental a la
protección de datos posee una segunda peculiaridad que lo distingue de
los otros, como el derecho a la intimidad personal y familiar del artículo
18.1 de la CE: su contenido, es decir, «el derecho de la protección de datos
atribuye a su titular un haz de facultades consistente en diversos poderes
jurídicos cuyo ejercicio impone a terceros deberes jurídicos, que no se
contienen en el derecho fundamental a la intimidad, y que sirven a la
capital función que desempeña este derecho fundamental: garantizar a la
persona un poder de control sobre sus datos personales, lo que sólo es
posible y efectivo imponiendo a terceros los mencionados deberes de
hacer. A saber: el derecho a que se requiera el previo consentimiento para
la recogida y uso de los datos personales, el derecho a saber y ser
informado sobre el destino y uso de esos datos y el derecho a acceder,
rectificar y cancelar dichos datos. En definitiva, el poder de disposición
sobre los datos personales (STC 254/1993, [F. 7º])»376.
En lo atinente al objeto de protección del derecho fundamental a la
protección de datos «no se reduce sólo a los datos íntimos de la persona,
sino a cualquier tipo de dato personal, sea o no íntimo, cuyo conocimiento
o empleo por terceros pueda afectar a sus derechos, sean o no
fundamentales, porque su objeto no es sólo la intimidad individual, que
STC 292/2000, FJ 6, párrafos 2º y 3º.
Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia II…, op.cit.,
31-32.
375
376
164
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
para ello está la protección que el art. 18. 1 CE otorga, sino los datos de
carácter personal». Por ello, sigue afirmando el Tribunal, «alcanza a
aquellos datos personales públicos, que por el hecho de serlo, de ser
accesibles al conocimiento de cualquiera no escapan al poder de
disposición del afectado porque así lo garantiza su derecho a la protección
de datos». Por ende, a juicio de este alto Tribunal la protección de datos
ampara tanto a los datos de carácter personal relativos a la vida íntima o
privada de las personas como a los que identifiquen o permitan la
identificación de la persona, y puedan servir para la confección de su
perfil ideológico, racial, sexual, económico o de cualquier otra índole, o
para cualquier otra utilidad que, en determinadas circunstancias,
constituya una amenaza para el individuo377.
Como destaca la mayoría de la doctrina, sin olvidar que entre los
dos derechos sigue quedando un fondo común, y que uno de los objetivos
de tutela de la autodeterminación sería la protección de la intimidad, sí es
preciso diferenciar sus contenidos, acciones de defensa y posiciones del
sujeto, con la finalidad de mejorar su efectividad. Este es el argumento
principal que se extrae de la afirmación de la sustantividad del art. 18.4 de
la CE, confirmado con nitidez por el Tribunal Constitucional, al refrendar
que la peculiaridad de este derecho fundamental tan afín al de la
intimidad radica en su distinta función, lo que conlleva que también su
objeto y contenido difieran. Por consiguiente, es el concepto restringido el
que
mayoritariamente
ha
asumido
también
nuestro
Tribunal
Constitucional, que ha vinculado este derecho a la propia personalidad
derivada, a su vez, de la dignidad de la persona recogida en el art. 10.1 de
nuestra Constitución. A modo de conclusión, con SERRANO PÉREZ,
puede afirmarse que no existe una identificación absoluta entre los bienes
jurídicos protegidos por la intimidad y la limitación de la informática; más
bien, en este último caso, el objeto de tutela sobrepasa al amparado por la
intimidad, entendida tanto en sentido estricto como amplio378.
En definitiva, como afirma LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, sea
cual sea la denominación por la que se opte (concepto de intimidad o
377 Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia II…, op. cit.,
33. También en MIERES MIERES, J. J., Intimidad personal y familiar, Aranzadi, Navarra,
2002, 189-190.
378 Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op. cit.,
154.
165
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
concepto de autodeterminación informativa) “nos hallamos en el ámbito
de un derecho fundamental cuyo contenido jurídico está integrado por los
diferentes instrumentos que integran la protección de datos personales. Y
entre
ellos
nos
encontramos,
ante
todo,
con
la
exigencia
del
consentimiento informado del afectado como regla que ha de observarse
antes de proceder a su tratamiento. Consentimiento que sólo puede ser
obviado cuando la ley así lo permita. Luego está el reconocimiento a todos
de las facultades positivas y negativas sobre la información personal que
les afecta y que sea objeto de tratamiento o se halle en ficheros
automatizados. Es decir, el derecho a conocer la existencia de ficheros en
los que se tratan datos personales y, en particular, los derechos a acceder a
los que se refieran al afectado, rectificar los incorrectos y cancelar los
excesivos, inadecuados a la finalidad para la que se recabaron u obtenidos
en violación de las normas legales. Existen algunos datos que por su
naturaleza particularmente sensible reciben una protección especial
(...)”379.
En cuanto al contenido fundamental del derecho, una vez recogida
la parcela jurisprudencial basilar, traemos a estas páginas, por su sencillez
y claridad casi en tono didáctico, las básicas aportaciones del PIÑAR
MAÑAS y CANALES GIL al respecto, que más adelante serán objeto de
mayor tratamiento. Los principios y características que, según estos
autores, no se pueden desconocer del derecho a la protección de datos de
carácter fundamental -so pena de violentar el propio derecho-, serían:
consentimiento, información, finalidad y calidad de los datos, con especial
referencia a la proporcionalidad y seguridad, que para ser efectivos
requieren el reconocimiento, garantía y tutela de los derechos de acceso,
rectificación, cancelación y oposición, regulados en la Ley Orgánica de
desarrollo de este derecho, LO 15/1999, de 13 de diciembre (artículos 15 y
ss). Estos principios alcanzan pleno significado desde el reconocimiento de
que este derecho fundamental tiene su base en el poder de disposición de
los datos personales por su titular y que tales datos se someten a
tratamiento, ya que el uso de este tipo de datos debe hacerse en el marco
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “La confidencialidad de los datos personales:
garantías en el proceso judicial”, en Cuadernos de Derecho judicial, CGPJ, 233- 234.
379
166
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
del respeto a la dignidad de la persona380. Hemos de recordar, asimismo,
con LLAMAZARES FERNÁNDEZ, que “el principio general del derecho
del acceso a los datos de los Registros públicos del que son titulares todos
los ciudadanos (art. 37.l de la LRJAP- PAC), quiebra cuando se trata de
datos
referentes
a
la
intimidad,
cuyo
acceso
queda
reservado
exclusivamente a las personas a las que se refieran y a las que se reconoce
el derecho de exigir su rectificación si no son exactos (art. 37.2 LRJAPPAC)”381.
La obligada referencia a los límites del derecho de protección de
datos personales nos lleva a redundar en la aseveración sobre la
inexistencia de derechos ilimitados. Como bien afirma DEL CASTILLO
VÁZQUEZ, “todo derecho tiene sus límites, ya sea en la propia previsión
del constituyente, en la medida de su relación con las restantes normas
iusfundamentales, o en la actividad mediata o inmediata de una norma de
rango legal. Las tres posibilidades de restricción de los derechos
fundamentales dan lugar a la expresión de tres tipos de límites, conocidos
como límites internos o directos, límites inmanentes o implícitos y límites
externos”
382.
En su opinión, que compartimos, los límites al derecho de
autodeterminación informativa traen causa de la naturaleza relacional del
ser humano en la medida en que el sujeto individual se integra en el tejido
social y los derechos fundamentales amparan esta doble dimensión de la
persona. De esta manera, los límites a este derecho estarán orientados a
garantizar el equilibrio o armonía del orden social, mediante el respeto a
los derechos fundamentales de otros sujetos y la salvaguarda del interés
común383; ello exige, en primer lugar la delimitación del contenido esencial
Cfr. PIÑAR MAÑAS, J. L.; CANALES GIL, A., Legislación de protección de datos, Iustel,
Madrid, 2008, 26-27.
381 LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia II..., op.cit., 34.
382 DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos…, op. cit., 201.
383 201- 202. Esta autora, siguiendo a ALEXY, BRAGE y DAVARA, habla de límites
directos o explícitos cuando es la norma constitucional la que establece por sí misma los
límites, en algunas ocasiones, bien porque incorpora su contenido en la propia definición
del derecho, o porque añade los límites a esa definición. Los límites inmanentes o implícitos
son aquellos que no están señalados de modo expreso en el texto constitucional y, por
ende, las intervenciones que se sucedan en torno a estos, requerirán una justificación
distinta de la norma que reconoce el derecho y de aquella otra que los desarrolla. En
cuanto a los límites externos, serán «normas de rango infraconstitucional que modifican
alguno de los elementos configuradores del derecho fundamental y que tan sólo serán
admisibles en la medida en que se justifiquen constitucionalmente y no sean contrarios a
la Constitución». (Ibídem, 204-209).
380
167
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
del derecho a considerar, toda vez que es éste el punto de partida de la
limitación del ejercicio del derecho.
En consecuencia, y por lo que hace a la autodeterminación
informativa, desde la facultad atribuida al sujeto para decidir por sí
mismo qué datos desea que conozcan los terceros, en qué momento, y qué
utilización de sus datos autoriza, previo conocimiento de la información
particular que obra en ficheros o bases de datos ajenas, se perfila el
contenido y el límite de este personal derecho384.
Lo cierto es que, como se afirma en anteriores momentos, el
advenimiento de la sociedad de la información385 y el vertiginoso ritmo
evolutivo de las nuevas tecnologías suscitan una problemática en torno a
la vida privada en la medida en que la persona física va perdiendo el
poder de control sobre sus datos personales y su derecho fundamental a la
intimidad y a la vida privada se ve constantemente amenazado.
En esta línea de pensamiento se expresa también DEL CASTILLO VÁZQUEZ. (Vid..
DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos…, op. cit., 203).
385 La expresión sociedad de la información viene definida por CAMPUZANO TOMÉ como
“un nuevo modelo de organización industrial, cultural y social caracterizado por el
acercamiento de las personas a la información a través de las nuevas tecnologías de la
comunicación”. (Cfr. CAMPUZANO TOMÉ, H., Vida privada y datos personales…, op. cit.,
20).
No nos resistimos a traer aquí la acertada e interesante nota 8 de la página 20 de
esta obra suya que hace referencia a algunos “profetas” de nuestro tiempo, de la que nos
permitimos transcribir parte. Dice así, “El advenimiento de la sociedad de la información
en el tercer milenio fue precedido por G. ORWELL a finales de los años cuarenta en su
obra 1984, donde se retrata una sociedad futura basada en la electrónica. Más tarde, en
los años setenta, Marshall McLUHAN, en la La Galaxia Gutenberg, va más allá que Orwell
y acuña el término «aldea global», que encierra toda una visión de futuro de lo que sería
el planeta a finales del presente siglo: una sociedad basada en la tecnología de la
información y la comunicación. Pero quizás haya sido A. TOFFLER, en los años setenta,
quien alcanzó una mayor repercusión y difusión de sus teorías. Este autor sitúa en el final
del milenio la mayor y más rápida revolución en la historia de la humanidad,
aventurando una nueva civilización desconocida hasta el momento, que se caracterizaría
por el saber, el conocimiento y la información”.
No sería tampoco desdeñable, por descabellada, la alusión a otro “visionario”;
me refiero a A. HUXLEY, en la década de los años treinta del pasado siglo, en su Un
mundo feliz, aunque haga referencia a otros matices de la vida, libertad y la intimidad más
en la línea de la bioética.
384
168
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
3.1.3. RELACIÓN ENTRE LOS ARTÍCULOS 16 Y 18.4 CE
Al hilo de las consideraciones efectuadas en particular para estos
capitales derechos, deviene imprescindible dedicar unas letras, fruto de la
obligada reflexión en virtud de la materia, a la conexión o correspondencia
entre tan basilares facultades del ser humano como son la libertad
religiosa o de creencias y la de protección de la esfera privada del sujeto,
que sustrae de la disposición de terceros aquellos datos que considera
íntimos. Ambas posibilidades del pensar y actuar racional humano se ven
comprometidas al unísono en nuestro tema objeto de investigación. Mas,
no sólo eso, sino que la relación entre estos preceptos generará unas
consecuencias u otras, en función de la consideración que tengamos del
nexo que las une.
A nuestro juicio, en una primera aproximación, la cuestión se
reduciría a determinar si puede existir un vínculo entre dichos artículos
constitucionales. Indudablemente, sí, aunque solo sea por su origen,
sustrato del Estado de Derecho, y por la amplitud del alcance con que nace
la legislación de protección de datos por razón de objeto y finalidad.
Una vez resuelta esta cuestión, son sucesivos y consecuentes los
interrogantes: ¿Se trata de una ligazón “natural”, esto es, derivada del
fundamento de ambos derechos que no es otro que la dignidad de la
persona humana? ¿o, más bien, responde a una conexión artificial,
interpretación forzada de una legislación cuya pretensión es dar cobertura
a los derechos fundamentales y libertades públicas por su implícita
existencia en un Estado denominado “social y democrático de Derecho”?
Respuestas de ambas vertientes pueden hallarse en la doctrina
eclasiasticista y canonista.
Como se ha puesto de relieve, reiteradamente, los apuntes
doctrinales giran en torno al hecho de que el derecho a la protección de
datos personales es una potencia que invade la práctica totalidad del ser y
quehacer humanos, pese a su todavía corta vida en el panorama
legislativo español, y que surge con una clara “vocación expansiva”386. Se
386 Recordamos, sobre todo, en estos momentos a MESSÍA DE LA CERDA cuando
señalaba la “clara vocación expansiva” de la legislación de protección de datos desde el
principio. Para él, “la protección de los datos de carácter personal es una materia de
aplicación universal”. (Cfr. MESSÍA DE LA CERDA BALLESTEROS, J. A.,“Protección de
datos y libertad religiosa…”, op. cit., 1923).
169
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
habla también del derecho a la intimidad -de mayor longevidad a nivel
normativo-, o más específicamente de la privacidad, desde el símil de los
“círculos concéntricos”387 que configuran la esencia humana: cuanto más
reducido es su perímetro, mayor circunscripción a la intimidad del
individuo conllevan, situándose en lo más esencial o básico de su
personalidad.
Es ahí donde cabe ubicar la dimensión individual del artículo 16 de
nuestra Norma Fundamental, que no se sostiene, de suyo, sin su otra
mitad: la colectividad, representada por la confesión religiosa.
Indiscutiblemente, un credo se forja desde el individuo hacia la
sociedad, porque hay alguien que cree, existen creyentes; pero, también la
sociedad otorga el ser a la creencia, de lo contrario, pues, si no tiene
expresión ¿para qué habría de servir? Y tampoco es posible obviar el
ámbito de la libertad religiosa como principio determinante de la actitud
del Estado ante el fenómeno religioso y la existencia de colectividades
religiosas que, bajo distintas denominaciones y amparadas en este
principio, norman sus actividades internas de modo autónomo también,
en el marco siempre del debido respeto a las normas estatales.
La clave, por consiguiente, reside en la libertad, para muchos el
primigenio derecho fundamental del que derivan todos los demás. Y, en
todo caso, es en virtud de ella que se produce la pretendida ilación.
La libertad religiosa que garantiza el artículo 16.1 de la
Constitución, como derecho subjetivo pertenece al núcleo más íntimo, el
más estrictamente personal del individuo, ínsito en la personalidad capaz
de autodeterminarse y decidir; la conciencia o claustro íntimo del ser, -que
se hace-, se va forjando progresivamente en el sujeto humano para dejar
paso a la creencia –o increencia- obteniendo, así, la consideración de
círculo concéntrico más reducido. Es, por consiguiente, el derecho de
libertad religiosa un derecho que proporciona a la persona un ámbito de
libertad y una esfera de agere licere388, en el marco de otro principio básico
para la convivencia personal y social: la igualdad, garantizada por los
artículos 9 -igualdad material o real- y 14 -igualdad formal o jurídica- del
Texto Normativo Fundamental.
387 Es ahora HERRÁN ORTIZ quien ocupa nuestro interés, pues a ella se debe este símil.
(Cfr. HERRÁN ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad…, op. cit.,141).
388 Recuérdese al respecto la jurisprudencia de los Altos Tribunales ya citada.
170
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
De ahí nace la especial cualificación de la información que al sujeto
humano pertenece y la consecuente proscripción de la norma acerca de su
publicidad (art.16.2 CE). Y, a partir de ella, también la particularidad de
los datos personales cuyo uso debe quedar sujeto indefectiblemente a la
autodeterminación personal, desde la lógica jurídica, pero también desde
la racional.
En consecuencia, según nuestro parecer, si hemos de conectar
ambos derechos, se efectuará, desde su “naturaleza”, en cuanto derechos
ambos “de la personalidad”, cuyo sustrato es la dignidad humana:
religión y privacidad se implican, pero no se solapan, ni se reducen.
Empero, también el ejercicio libre de los derechos impone al Estado
una protección legal efectiva y la cobertura frente a la vulneración de los
derechos es de justicia debida. Y es aquí donde comienza la conexión
artificial de los derechos objeto de análisis: si existe una parcela de
exclusivo dominio del sujeto humano, esto es de sus datos personales -y
en concreto aquellos que por su enjundia tienen una especial
consideración, esto es, los denominados “datos sensibles”, a los que
pertenece la religión que se profesa o se desea dejar de profesar- junto al
tratamiento de los mismos, automatizado o no, y se llegaran a violentarse
las facultades dispositivas del sujeto o se conculca la norma que los
preserva, deviene de justicia la intervención de los órganos estatales
protectores del derecho. Si tal es así... Pero, ¿cuál ha de ser la solución si no
se produce un uso irracional, desmedido o abusivo de esos datos?, por
ejemplo.
Así pues, desde una interpretación amplia y progresiva de los
derechos en cuestión, la conexión es factible, porque las hipótesis que
pueden plantearse en la práctica habrán de ser abundantes, toda vez que
los datos personales son la base se muchas actuaciones personales -y
eclesiales-. No obstante, la interrelación que emana de la convención
normativa no debe suponer en ningún caso la instrumentalización de tales
derechos de manera que acaben por desnaturalizarse. Toda ley tiene un
ámbito de aplicación que no debe exceder su competencia para intentar
abarcar la parcela de interés de otras leyes. Por otro lado, dado que no
siempre se contempla con nitidez la delimitación del contenido de los
derechos -y estamos en el caso-, al menos trataremos de precisar los
171
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
intereses en juego y los bienes jurídicos que necesitan ser tutelados, antes
de que la controversia inicial llegue a lid judicial. Desde lo general cabe
llegar a lo particular, he ahí el proceder científico deductivo; pero, en
ocasiones las soluciones se formulan tan genéricamente que su
transposición ad casum se convierte en un arte de ingeniería jurídica.
Queda claro, a nuestro entender, que el fulcro de la palanca en
nuestro tema, la libertad, de credo o de abandono del credo y el
tratamiento de los datos personales que de ello pudieran derivarse, en su
movimiento permitirá el desplazamiento de los efectos de estos derechos
fundamentales hacia una u otra parcela de actuación, en función del
prisma del sujeto que lo pretende y del que lo interpreta, que no siempre
coincide. Ello nos lleva a otras tantas preguntas, tangenciales, que no
marginales como, tal vez pueda aprehenderse a priori, que desencadena
tan enjundiosa relación.
La interacción de los vectores religión y protección de datos
personales en materia de abandono o defección del credo católico suscitan
cuestiones, que en lo sucesivo serán objeto de específico tratamiento, tales
como: derecho de libertad religiosa y autodeterminación informativa
¿choque de derechos? La autonomía normativa de la Iglesia en los asuntos
de su exclusiva competencia; el sacramento del bautismo y su constancia
en relación con la inviolabilidad de los archivos y registros eclesiásticos; la
consideración de “fichero de datos” de los Libros Sacramentales, en
especial el Libro de Bautismo; la pretensión de apostasía a través de la
norma estatal; el bautismo celebrado ¿dato inexacto? Rectificación y/o
cancelación...
En suma, estas son las cuestiones basilares del nuestra tarea
investigadora; asuntos que ha puesto en candelero a la doctrina
eclesiasticista y canonista en este último lustro y que apoyan la tesis de
que el fenómeno religioso sigue siendo un asunto que no genera
indiferencia, aunque muchos pretendan verlo así.
172
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
3.2. PRECEDENTES NORMATIVOS DE LA PROTECCIÓN DE
DATOS PERSONALES
Como es preceptivo en orden a profundizar en el conocimiento de
cualquier tema, para llegar a comprender la razón del contenido de la
norma o normas encargadas de tutelar la protección de los datos de
carácter personal, en este caso y por entidad, la Ley Orgánica 15/1999, de 13
de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal, resulta
imprescindible hacer referencia a los orígenes, al surgimiento y evolución
de la legislación desarrollada sobre la materia a nivel europeo.
La preocupación por la protección de datos personales en el seno
del Consejo de Europa ha sido, desde hace décadas, objeto de estudio y
análisis, toda vez observada la necesidad de reforzar la protección jurídica
de los individuos frente a la amenaza proveniente de los tratamientos
automatizados de datos personales como consecuencia del impacto de las
modernas tecnologías informáticas y su utilización cada vez mayor389. Esta
nueva realidad puso de manifiesto la falta de homogeneización de las
normas nacionales sobre la materia para la solución de la movilidad de las
informaciones personales, pero, en especial, la necesidad de reglamentar el
flujo de datos entre los distintos países europeos y, también, más allá de
este ámbito.
389 El tono de la cuestión no fue ni es baladí, pues como señala GARRIGA DOMÍNGUEZ,
“en la actualidad, la doctrina científica y también los tribunales de justicia, así como
amplios sectores sociales, se han hecho eco del debate iniciado hace años por unos pocos
expertos acerca del fenómeno de «liberties pollution» o contaminación de libertades, es
decir, ante la situación de “erosión y degradación que aqueja a los derechos fundamentales ante
determinados usos de las nuevas tecnologías”, citando en esta ocasión, con acierto, a PÉREZLUÑO, a la sazón, renombrada autoridad en la materia, en su relevante obra Intimidad y
protección de datos personales: del Habeas corpus al Habeas data. No le falta razón a esta autora
cuando afirma que “cientos miles de datos sobre personas se encuentran almacenados en
ficheros de titularidad pública o privada (...). Datos que suministramos para finalidades
concretas, posteriormente son desviados para otros diferentes sin que se nos proporcione
ningún tipo de información acerca de su destino o, en muchos casos, sin que siquiera,
seamos conscientes de ello. (...). Existen bases de datos sobre las cuestiones más dispares
y hasta sobre las más extrañas, (...). Este afán de acumular datos e informaciones no
excluye aquellas que se refieren de forma directa a las personas. Es más, podría decirse
que este tipo de información constituye una de las clases más preciadas y valoradas...”.
Las consecuencias de estas prácticas son imprevisibles y pueden llegar a causar graves
daños ya que, como la misma autora señala, puede suceder que, quien sospeche que sus
datos están siendo usados o sus opiniones registradas, se vea coartado en su capacidad
para hacer y participar en aquellas actividades que estime convenientes y, por ende en su
libertad de elección de manera que, muchas veces, renunciará al ejercicio de
determinados derechos fundamentales. (Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de
datos personales y derechos fundamentales, op. cit., 13-15).
173
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Con anterioridad a la elaboración del Convenio del Consejo de
Europa de Protección de las Personas frente al Tratamiento Automatizado
de Datos Personales, de 28 de enero de 1981 (Convenio 108), firmado en
Estrasburgo, a la sazón norma primigenia que superaba el nivel
meramente estatal en Europa, esta materia había sido ya objeto de
regulación en algunos países mediante una norma general o disposiciones
sectoriales, con sujeción a la normativa internacional emanada de la
Declaración Universal de Derechos Humanos (Asamblea General de
Naciones Unidas, 10 de diciembre de 1948)390 y la Declaración sobre la
eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas
en la religión o las convicciones (Asamblea General de Naciones Unidas,
25 de noviembre de 1981). Tal normativa constituía inicialmente el
antecedente sustantivo supraestatal de nuestra legislación, junto con la
posterior Directiva 95/46 del Parlamento Europeo y del Consejo de
Europa, de 24 de octubre de 1995, relativa a la protección de las personas
físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre
circulación de éstos.
3.2.1. CONVENIO 108 DEL CONSEJO DE EUROPA DE 1981
Las primeras iniciativas para desarrollar una regulación sobre estos
aspectos en Europa se llevaron a cabo en el año 1967. Fue, precisamente
entonces cuando se constituyó una Comisión Consultiva de expertos con
el objeto de efectuar un análisis pormenorizado sobre las tecnologías de la
información como posible medio para vulnerar los derechos de las
personas, siendo en 1968 cuando vio la luz su resultado: la Resolución 509,
de la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, sobre «los derechos
humanos y los nuevos logros científicos y técnicos»391.
Este documento no contenía mención alguna a la protección de datos de carácter
personal, pero su articulado propendía ya a la defensa de la dignidad humana junto con
el libre desarrollo de la personalidad. (Cfr. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de
datos: cuestiones constitucionales y administrativas…, op. cit., 81). Esta autora realiza un
minucioso tratamiento del tema de la protección de datos en el Derecho Comunitario, en
las páginas 75 a 131 de la mencionada obra.
391 Cfr. ALMUZARA ALMAIDA, C., et al., Estudio práctico sobre la protección de datos de
carácter personal, Lex Nova, Valladolid, 2007, 33. DEL CASTILLO VÁZQUEZ recoge que
la Resolución 68/509/CE de la Asamblea del Consejo de Europa, si bien no aludía
explícitamente a la protección de datos como tal, “sí dejaba entrever el comienzo de un
390
174
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
La preocupación por el tema propició la proliferación de trabajos y
estudios en la materia. En el entorno europeo, la primera Ley específica
fue desarrollada en Alemania, en octubre de 1970 (Ley alemana del Land
de Hesse, de 17 de octubre de 1970), para el tutelaje de los datos que son
objeto de tratamiento en organismos públicos.
La inquietud siguió germinando dentro del Consejo de Europa de
manera que, en 1973, surge la Resolución 73 (22), de 20 de noviembre, del
Consejo de Europa, relativa a la «la protección de la vida privada de las
personas físicas frente a los bancos de datos electrónicos en el sector
privado» y, en 1974, la Resolución 29/1974, de 29 de noviembre para
establecer pautas ordenadoras de la informática -bancos de datos- en el
sector público392.
La idea de una Directiva de protección de datos apareció por vez
primera en 1974; en ese momento tan sólo existían dos leyes de protección
de datos, una de 1970, la mencionada alemana del land de Hesse y otra, de
1972, en Suecia, aunque, con anterioridad, la Comisión de las
Comunidades Europeas ya había mostrado preocupación por los efectos
de la informática en el campo de los derechos y libertades. Sumidos en
una verdadera preocupación por el tema de la informática, es en 1973
cuando se interpela al Parlamento Europeo para que instara al Consejo a
explicar si tenía prevista alguna actuación en esta materia. La intención
inicial de los estudios que se llevaron a efecto era la de crear una comisión
parlamentaria especial que elaborara en concreto una Directiva sobre «la
libertad individual y la informática»393. Varias Resoluciones394 verían la
sentimiento dirigido a la necesidad de instituir mecanismos de protección, tanto sobre la
vida privada de las personas, como sobre otros derechos fundamentales frente al poder
informático”. (Cfr. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones
constitucionales y administrativas…, op. cit., 81).
392 Cfr. ALMUZARA ALMAIDA, C., et al., Estudio práctico sobre la protección de datos…, op.
cit., 33. También en la mencionada obra de DEL CASTILLO VÁZQUEZ (Vid. página 86).
Otro organismo que a nivel europeo mantuvo una preocupación manifiesta en estos
aspectos es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Europeo (OCDE),
destacado promotor de iniciativas ante el Parlamento Europeo, junto con el Consejo de
Europa. Como recoge DEL CASTILLO VÁZQUEZ, las Resoluciones mencionadas, junto
a la Recomendación de la OCDE sobre circulación internacional de datos personales y
protección de la intimidad desembocarán en la formulación de normas de carácter
internacional encaminadas a la protección de la privacidad del se humano y de su propia
identidad en las intromisiones derivadas de las nuevas tecnologías. (Cfr. DEL CASTILLO
VÁZQUEZ, I. C., protección de datos…, op. cit., 86).
393Cfr. HEREDERO HIGUERAS, M., La Directiva Comunitaria de Protección de los Datos de
Carácter personal, Aranzadi, Pamplona, 1997, 17 ss. Realiza este autor un amplio estudio
175
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
luz antes que ese proyecto inicial por diversas razones, de entre las que
destaca la Resolución del Parlamento Europeo de 8 de mayo de 1979.
La mencionada comisión de parlamentarios preveía que, una vez
ratificado el Convenio por todos los Estados miembros, la Directiva sería
innecesaria395, sin embargo no fue así, y se alumbra, tras años de estudios,
no pocas complicaciones y algunas Resoluciones, lo que constituiría, hasta
1995, el marco europeo en materia de protección de datos personales.
Todo lo expuesto, que puede verse muy detalladamente en la citada
obra de HEREDERO HIGUERAS, desencadenó la elaboración y
publicación en el año 1981 de un texto considerado de forma unánime
como decisivo en el ámbito legal de la protección de datos de carácter
personal, el Convenio 108, del Consejo de Europa para la Protección de las
Personas en lo referente al Tratamiento Automatizado de Datos
Personales, que España firmó el 28 de enero de 1983 y ratificó, por
Instrumento, el 27 de enero de 1984396, aunque no sea de aplicación directa
para nuestro Ordenamiento, por lo que su alcance queda en el nivel
propio de declaración de principios397.
El Convenio 108 participa del espíritu que ha inspirado las
actuaciones del Consejo de Europa en defensa de los derechos humanos.
Contiene un total de 27 artículos, divididos en siete capítulos, y finaliza
acerca de la gestación, contenido y consecuencias jurídicas de esta Directiva al que nos
remitimos para mayor abundamiento.
394 Estas primeras Resoluciones contenían ya los pilares de la actual regulación: aparecen
algunos principios de calidad como la exactitud de la información, que sea apropiada al
fin para el que se recabó y su obtención por medios legales; se reconoce el derecho del
ciudadano de conocer la información almacenada sobre uno mismo; el deber de secreto
de los operadores de la información; la adopción de medidas de seguridad y el secreto
estadístico. (Cfr. SUBIZA PÉREZ, I., et al. La protección de Datos y sus mundos, DAPP,
[2009], 29.
395 Cfr. HEREDERO HIGUERAS, M., La Directiva Comunitaria…, op. cit., 19-22).
396 ALMUZARA ALMAIDA, C. et al., Estudio práctico sobre la protección de datos..., op.cit.,
35-36. La publicación de dicha ratificación del Convenio 108 en el BOE es de fecha 15 de
noviembre de 1985 (BOE núm.274 [RCL 1985, 2704]. Como pone de manifiesto DEL
CASTILLO VÁZQUEZ, el Convenio pudo haberse generado como Protocolo Adicional al
Convenio Europeo de Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, de 4 de
noviembre de 1950, sin embargo el Consejo prefirió su tratamiento como texto diferente,
aunque vinculado a al protección de la vida privada y familiar. (Cfr. DEL CASTILLO
VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones constitucionales y administrativas…, op. cit.,
87).
397 DEL CASTILLO VÁZQUEZ hace mención a la STS de 30 de abril de 1990, en la cual, la
Sección 8ª de la Sala Tercera del TS se refiere a «la aplicación directa del convenio de 28 de
enero de 1981». (DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones
constitucionales y administrativas…, op. cit., 90, nota 199)
176
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
con un apartado en el que se recogen las declaraciones y reservas
manifestadas por varios países signatarios del Acuerdo en el momento de
su ratificación. Su pretensión es equilibrar dos derechos fundamentales,
imprescindibles en toda sociedad democrática, que se situaban ab initio en
direcciones opuestas: la protección de los datos relativos a las personas y
la libre circulación de las informaciones a través de las fronteras; además
su cometido de encaminaba a cumplir un doble objetivo en ese mismo
sentido: de un lado, “conciliar los valores fundamentales del derecho a la
vida privada y de la libre circulación de la información entre los pueblos”
y, de otro, “garantizar a cualquier persona física el respeto de sus derechos
y libertades fundamentales, concretamente su derecho a la vida privada,
con respecto al tratamiento automatizado de los datos de carácter personal
correspondientes a dicha persona”; esto es, busca la “conciliación”398: la
protección tanto de la vida privada como la libre circulación de la
información.
Resulta de interés mencionar que el artículo 6 del Convenio
establece una garantía específica para datos especialmente sensibles al
declarar, expresamente en su artículo 6:
«Los datos de carácter personal que revelen el origen racial, las
opiniones políticas, las convicciones religiosas, u otras convicciones, así
como datos de carácter personal relativos a la salud o la vida sexual, no
podrán tratarse automáticamente a menos que el derecho interno prevea
garantías apropiadas. La misma norma regirá en el caso de datos de
carácter personal referentes a condenas penales»399.
El Convenio, pese a no constituir un tratado internacional ejecutivo,
es una norma que debe informar la interpretación del artículo 197.2 del
Código Penal, ex art. 10.2 de la CE, por cuanto, como ha señalado el
Tribunal Constitucional en sentencia 254/1993, de 20 de julio, constituye
un instrumento interpretativo-informador del contenido básico esencial
del derecho reconocido en el art. 18.4 de la Constitución.
Aunque la limitación en la tutela de los datos personales resulta
constreñida al reducirse su ámbito de aplicación a los datos sometidos a
398
399
Cfr. SUBIZA PÉREZ, I., et al., La protección de Datos y sus mundos..., op. cit., 29-30.
Cfr. SUBIZA PÉREZ, I., et al. La protección de Datos y sus mundos…, op. cit., 30.
177
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
tratamiento automatizado400, en suma, la importancia de este Convenio
del Consejo de Europa estriba en que ha sido fuente de inspiración para la
legislación ulterior ya que sienta las bases de los principales conceptos o
definiciones normativas posteriores, introduciendo lo que será objeto de
particular consideración legal, como es el caso del principio de calidad del
dato, lo que después serán derechos de acceso, rectificación, cancelación y
oposición, así como la obligatoriedad en la adopción de medidas de
seguridad en el manejo de los datos personales.
3.2.2. LEY ORGÁNICA 5/1992, DE 29 DE OCTUBRE, DE REGULACIÓN
DEL TRATAMIENTO AUTOMATIZADO DE DATOS DE CARÁCTER
PERSONAL
La Constitución Española de 1978, junto con la portuguesa de
1976401, fue una de las primeras en hacerse eco de la necesidad de dar carta
de naturaleza como derecho fundamental a la salvaguarda de los datos
personales frente al uso de la informática; a pesar de ello, la adopción de
normas e instituciones concretas que lograran tal aspiración se fue
retrasando hasta 1992. Hasta entonces, España engrosaba el montante de
los países europeos carentes de una disciplina jurídica en este campo.
Cfr. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., protección de datos…, op. cit., 89.
El artículo 35 Constitución portuguesa de 1976, establece que «1.Todo ciudadano tendrá
derecho a tener conocimiento de lo que conste en forma de registros informáticos acerca de él y de
la finalidad a que se destinan esos datos, y podrá exigir su rectificación, así como su actualización,
sin perjuicio de lo dispuesto en la ley sobre secretos de Estado y secreto de actualizaciones
judiciales.
2. Se prohíbe el acceso a ficheros y registros informáticos para el conocimiento de datos
personales referentes a terceros y a la respectiva interconexión, salvo en casos excepcionales
previstos en la ley.
3. No podrá utilizarse la informática para el tratamiento de datos referentes a
convicciones filosóficas o políticas, afiliación a partidos o a sindicatos, fe religiosa o vida privada,
salvo cuando se trata del tratamiento de datos estadísticos no identificables individualmente.
4. La Ley definirá el concepto de datos personales para fines de registro informático, así
como de bases y bancos de datos y las respectivas condiciones de acceso, constitución y utilización
por entes públicos y privados.
5. Se prohíbe la asignación de un número nacional único a los ciudadanos.
6. La Ley determinará el régimen aplicable a los flujos de datos allende las fronteras,
estableciendo formas adecuadas de protección de datos personales y de otros cuya salvaguadia se
justifique por razones de interés nacional”. Previamente, el artículo 26.2 proclamaba que “La
ley establecerá garantías efectivas contra la utilización abusiva, o contraria a la dignidad humana,
de informaciones referentes a las personas o a las familias». (Cfr. SUBIZA PÉREZ, I., et al. La
protección de Datos y sus mundos…, op. cit., 28).
400
401
178
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Como se indicó, en el Derecho español, el pilar de la protección de
datos personales es el artículo 18.4402 de la Constitución, con clara
inspiración en el Convenio del Consejo de Europa de 1981. Años después,
la protección de ese derecho se hallaría contenida, principalmente, en la
LO 5/1992 de Regulación del Tratamiento Automatizado de Datos de
Carácter Personal (en lo sucesivo, LORTAD), que venía a garantizar el
desenvolvimiento efectivo de ese precepto constitucional403 y que supuso
un hito404 en el reconocimiento de ese hoy fundamental derecho -que
entonces no era tal, como se ha puesto de manifiesto a lo largo del trabajopor mor de la controversia doctrinal que despertó, resuelta definitivamente
por
la
jurisprudencia
constitucional405,
con
sus
disposiciones
complementarias (RD 428/1993, de 26 de marzo, por el que se aprueba el
Estatuto de la Agencia de Protección de Datos y el RD 1332/1994, de 20 de
junio, mediante el cual se desarrollan reglamentariamente diversos
aspectos de aquella). Esta normativa, a la que cabe añadir las Instrucciones
dictadas por la Agencia y la doctrina jurisprudencial, contenida
principalmente en la profusamente estudiada STC 254/1993, de 20 de
Recordemos que el artículo 18.4 de nuestra Carta Magna prescribe que «La ley limitará
el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los
ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos». Resulta de interés el trabajo de E. GUICHOT
acerca de lo que titula “Perfiles constitucionales del derecho a la protección de datos”,
que puede verse en su obra Datos personales y Administración Pública, Thomson-Civitas
APDCM, Navarra, 2005, 61-168.
403 Como es sabido, la LO 5/1992 se promulgó en respuesta al emplazamiento que el
artículo 18.4 de la CE hacía al legislador en orden a limitar el uso de la informática para
garantizar el honor, la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el legítimo
ejercicio de sus derechos. (Cfr. VIZCAÍNO CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica
de Protección de Datos de Carácter Personal, Civitas, Madrid, 2001, 33). Para algunos autores,
como PIÑAR MAÑAS y CANALES GIL, el artículo 18.4 CE es el “punto de conexión
constitucional del derecho a la protección de datos”. (Cfr. PIÑAR MAÑAS, J. L.;
CANALES GIL, A., Legislación de Protección de Datos, Iustel, Madrid, 2008, 31).
404 Así lo expresa PIÑAR MAÑAS en la obra ya citada, Legislación de Protección de Datos,
página 31.
405 Sobre este particular, es preciso recordar los señeros pronunciamientos del Tribunal
Constitucional plasmados en la sentencias 290/2000 –en la que se resalta la importancia
de la autoridad independiente de control en el sistema de protección de datos- y la STC
292/2000, ambas de 30 de noviembre, en particular ésta última, por cuanto supone la
clave de distinción entre los derechos fundamentales contenidos en los arts. 18.1
(intimidad) y 18.4 (protección de datos), atendiendo en todo caso a la pionera STC
254/1993, de 20 de julio. Un destacado repaso por la fundamentación jurídica de la STC
292/2000 -(RTC 2000, 292). Pleno. Ponente: González Campos- realiza L. J. MIERES
MIERES en su obra Intimidad Personal y Familiar. Prontuario de Jurisprudencia
Constitucional, Aranzadi, Navarra, 2002,189-196.
402
179
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
julio, hubo de adaptarse a las exigencias de la Directiva 95/46/CE, la cual
adoptó algunos enfoques diferentes a los seguidos por la LORTAD.
Dicha Ley Orgánica 5/1992, cuya vigencia no fue dilatada en el
tiempo, aunque aprobada antes, pudo recoger en parte lo que más tarde
sería el texto de la Directiva ya que estaban en marcha los trabajos que
desembocarían en esta fundamental directriz normativa europea406. Entre
sus objetivos se encuentra tratar de llevar a efecto, en la práctica, el
cumplimiento de la garantía del respeto a la vida privada establecida en
los anteriores textos legales; con tal finalidad, a lo largo de su articulado,
establece principios, define derechos y crea la Agencia de Protección de
Datos para asegurar la observancia de todos ellos.
Como se hizo notar, la LORTAD nace a la luz del artículo 18.4 de la
Constitución Española, incardinado en un precepto dedicado a la
protección genérica de la intimidad, si bien, como señalaba la Exposición
de Motivos de la propia Ley -muy elogiada por sus novedosos
planteamientos-, ésta iba más allá de la protección de la intimidad de las
personas, para salvaguardar la “privacidad”, que se erige como una nueva
categoría. Lo novedoso de esta materia se centra, por tanto, en el derecho
de la protección de datos personales y el bien jurídico que se pretende
satisfacer: la intimidad personal en la parcela de la autodeterminación
informativa. Sin embargo, esta Ley presentaba “evidentes deficiencias y
desilusionaba su contenido”, plena como estaba de “disfuncionalidades y
contradicciones407.
En su Exposición de Motivos, la Ley se pronunciaba expresamente
acerca de la naturaleza del derecho que regulaba, estableciendo como
finalidad perseguida afrontar y enfrentar los riesgos que podía suponer el
acopio y manejo de datos personales informatizados para los derechos de
la personalidad. La LORTAD, en palabras de VIZCAÍNO CALDERÓN,
Cfr. PIÑAR MAÑAS, J. L.; CANALES GIL, A., Legislación de Protección de Datos..., op.
cit., 32). Señala al respecto GARRIGA DOMÍNGUEZ que la LORTAD, en vigor poco más
de siete años, no ha supuesto cambios sustanciales respecto a la regulación anterior y que
la mayoría de los preceptos de la vigente Ley orgánica 15/1999, son exactos a los de la
Ley de 1992, aunque ha habido alguna variación impuesta por la transposición de la
directiva 95/46/CE. (Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de datos personales y
derechos fundamentales, Dykinson, Madrid, 2009, 49).
407 Cfr. SÁNCHEZ BRAVO, A. A., “La Ley Orgánica de protección de datos de carácter
personal: diez consideraciones en torno a su contenido”, en Revista de Estudios Políticos, nº
111, 2001.
406
180
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
“se dictó para defender la privacidad de las personas físicas frente a la
agresividad de la informática y a los peligros que la misma conllevaba,
gráficamente relatados en el epígrafe 1 de su Exposición de Motivos”408.
Además, esta Ley distinguía la intimidad, cuyo ámbito coincide con el
protegido por el artículo 18 CE en sus tres primeros párrafos, y la
privacidad, de ámbito más amplio. “Mientras que la primera vendría a
referirse a la esfera en que se desarrollan las facetas más singularmente
más reservadas de la vida de la persona -el domicilio, las comunicacionesla privacidad cubriría todas aquellas facetas que, interrelacionadas gracias
a las posibilidades informáticas, permiten obtener un perfil de la persona
en cuestión, que después puede ser utilizado para diversos fines,
limitando sus posibilidades de desenvolvimiento social”409.
Acerca de lo que nos interesa de sus normas, hemos de advertir que
la ley se aplicaba, de forma general, tanto a los ficheros de titularidad
pública, como privada, señalándose, en su artículo 2410, las materias
excluidas de su ámbito o sometidas al régimen de sus disposiciones
específicas; y permitiéndose, incluso, el establecimiento de un trato o
regulación jurídica diferente según se tratara de ficheros que contuvieren
datos recogidos para fines administrativos o para finalidades propias de la
actividad que se desarrolla (art. 20. 1 y 3). Y, en lo que concierne al
408 VIZCAÍNO CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica de Protección de Datos...,
op.cit., 33.
409 Cfr. GUICHOT, E., Datos personales y Administración Pública…, op. cit., 65.
410 El Artículo 2 de la LO 5/1992 disponía:
«l. La presente Ley será de aplicación a los datos de carácter personal que figuren en
ficheros automatizados de los sectores público y privado y a toda modalidad de uso
posterior, incluso no automatizado, de datos de carácter personal registrados en soporte
físico susceptible de tratamiento automatizado.
2. El régimen de protección de los datos de carácter personal que se establece en la
presente Ley no será de aplicación:
a) A los ficheros automatizados de titularidad pública cuyo objeto, legalmente
establecido, sea el almacenamiento de datos para su publicidad con carácter general.
b) A los ficheros mantenidos por personas físicas con fines exclusivamente personales.
e) A los ficheros de información tecnológica y comercial que reproduzcan datos ya
publicados en boletines, diarios o repertorios oficiales.
d) A los ficheros de informática jurídica accesibles al público en la medida en que se
limiten a reproducir disposiciones o resoluciones judiciales publicadas en periódicos o
repertorios oficiales.
e) A los ficheros mantenidos por los partidos políticos, sindicatos e iglesias, confesiones y
comunidades religiosas en cuanto los datos se refieran a sus asociados o miembros y ex
miembros, sIn perjuicio de la cesión de los datos que queda sometida a lo dispuesto en el
artículo 11 de esta Ley, salvo que resultara de aplicación el artículo 7 por tratarse de los
datos personales en él contenidos. (…)».
181
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
contenido de la misma que conecta con nuestro tema de investigación, se
irá reflejando al hilo de las consideraciones que sobre la Ley vigente se
realicen ulteriormente, aunque a manera de introducción a la misma es
preciso considerar en este momento el cambio más significativo resultante
de las Leyes relativas a la protección de datos en Derecho Español, la LO
5/1992 y la LO 15/1999, es su objeto.
Así, el artículo 1 de la LORTAD establecía: «La presente Ley Orgánica,
en desarrollo de lo previsto en el apartado cuatro del artículo 18 de la
Constitución, tiene por objeto limitar el uso de la informática y otras técnicas y
medios de tratamiento automatizado de los datos de carácter personal para
garantizar el honor, la intimidad personal y familiar de las personas físicas y el
peno ejercicio de sus derechos»; mientras que su homónimo en la Ley vigente
declara que esta Ley tiene por objeto garantizar y proteger los derechos y
libertades fundamentales en lo concerniente al tratamiento de los datos
personales y especialmente el derecho al honor, intimidad personal y
familiar de las personas físicas411.
Con respecto a estas normas, en opinión de APARICIO SALOM,
este cambio en la perspectiva de objetivos “parece que trata de manifestar
una liberalización en la regulación de la protección. Ya no se conciben las
nuevas tecnologías como un peligro claro para la intimidad, de forma que
deben ser sometidas o atadas para garantizar el desarrollo de los derechos
individuales, sino que, partiendo de la aceptación de la informática como
un medio esencial para el desarrollo de la sociedad, o al menos útil, se
entiende que no debe ser limitada. Por ello se modifica el objetivo de la
Ley, que pasa a ser la protección del honor, la intimidad y demás derechos
individuales, en cuanto puedan verse afectados por el uso de las nuevas
tecnologías”412. Dicho cambio, a su vez, conlleva una forma diferente de
interpretación de sus normas en el sentido de que las garantías que la Ley
establece dejan de ser un mínimo, como lo eran en la LORTAD, para
convertirse en un máximo, que ya no permite la interpretación extensiva
de sus normas413.
Cfr. Artículo 1 LOPD, relativo al objeto de la Ley.
APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter
Personal, (3ª edición), Aranzadi-Thomson Reuters, Navarra, 2009, 25-26.
413 En este sentido se expresa APARICIO SALOM. (Ibídem, 26).
411
412
182
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Por ende, y por más defectos que puedan atribuírsele, no puede
desmerecer nunca el valor de una ley que se declaraba dictada en
desarrollo de un peculiar derecho fundamental, “de nuevo cuño”,
reconocido en el artículo 18.4 de nuestra Norma Fundamental, cuya
aplicación protegía los derechos más esenciales de la persona,
representados por los datos de carácter personal que figurasen en ficheros
automatizados de los sectores público y privado, así como a toda
modalidad de uso posterior, incluso no automatizado, de datos de carácter
personal registrados en soporte físico susceptible de tratamiento
automatizado414.
A tenor de su ámbito de aplicación, sólo aparentemente, a nuestro
juicio, se pasa de una “posición «defensiva» frente a la informática”415, a
una valoración óptima de la misma atendiendo en todo caso a los límites
de la intimidad personal, dado que, por la razón apuntada más su
consideración de “ley de mínimos” por parte de la doctrina, estaba dotada
de una versatilidad que la hacía susceptible de proteger los derechos
personales en perfecta consonancia con el progreso tecnológico.
3.2.3. DIRECTIVA 95/46/CE, DE 24 DE OCTUBRE DE 1995
Tras el elenco de disposiciones comunitarias, el documento de más
consistencia y relevancia en materia de protección de datos será la
Directiva 95/46/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 24 de
octubre de 1995, que impone a los Estados miembros la obligación de
garantizar el derecho a la intimidad, en lo que respecta al tratamiento de
sus datos personales, y precisa y amplía los principios de tutela contenidos
en el Convenio, y cuya elaboración tardó varios años, presentándose su
primera propuesta el día 27 de julio de 1990.
No lograría conciliar a los Estados miembros hasta el año 1995, tras
la entrada en vigor del Tratado de la Unión Europea, llegando, tras varias
reformas, a la aprobación de su texto definitivo el día 24 de octubre, y su
Cfr. Artículo 2 LORTAD.
Es expresión de E. GUICHOT, en la obra citada. (Cfr. GUICHOT, E., Datos personales y
Administración Pública…, op. cit., 61).
414
415
183
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
publicación en el Diario Oficial de las Comunidades Europeas, el 23 de
noviembre de dicho año416.
La situación comunitaria previa a la elaboración de la Directiva se
caracterizaba por la existencia de leyes de protección de datos en casi
todos los países miembros, cuyo punto de conexión lo constituía el
Convenio 108. Pero esta norma del Consejo de Europa permitía la
presencia de países con una protección desigual, situación que
desembocaba en obstáculos para la libre circulación de información dentro
de las fronteras europeas, lo que, en buena lógica, presentaba un
impedimento para la efectividad de un mercado común. Con las miras
puestas en este espacio colectivo, la Directiva aborda la armonización de
las legislaciones de todos los países para contar con un ámbito jurídico
unificado, superando así, en este terreno, la permisividad del Convenio417,
al ordenar la elaboración de códigos de conducta destinados a contribuir a
la correcta aplicación de las disposiciones nacionales adoptadas por los
Estados miembros en aplicación de la Directiva, atendiendo a las
particularidades de cada sector418.
Como se deduce del Considerando 11 de la Directiva, en la misma
se precisa y amplía el principio del respeto a la intimidad que otrora fuera
incluido en el Convenio de 1981.
ALMUZARA ALMAIDA entiende que los aspectos más destacables
contemplados por el legislador europeo en la Directiva son:
-
El establecimiento de medidas aplicables tanto para
ficheros automatizados como para ficheros manuales.
-
Ampliación del concepto de dato de carácter personal,
incluyendo dentro del mismo la imagen y el sonido.
-
Posibilidad de solicitar el ejercicio de un nuevo derecho,
como es el derecho de oposición.
-
Factibilidad de que los países establezcan las excepciones
necesarias para conciliar el derecho a la intimidad con la
libertad de expresión.
416 Cfr. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos…, op. cit., 97; Cfr. SERRANO
PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos. Derecho español y comparado,
Thomson-Civitas, Madrid, 2003, 94.
417 SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op. cit., 93.
418 SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op. cit., 100.
184
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
-
Inclusión de los datos sindicales en el grupo de datos
especialmente protegidos.
-
Creación
de
la
nueva
figura
del
encargado
del
tratamiento419.
La Directiva pretende ser, pues, la respuesta de la Unión Europea
al “interés cívico” por uno de los aspectos de mayor riesgo para las
libertades en las sociedades tecnológicamente avanzadas de nuestro
tiempo, sin embargo diversos aspectos de esta disposición comunitaria
fueron cuestionados ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades
Europeas (TJCE), en orden a una mejor interpretación de la misma420.
Con sus 72 Considerandos y 34 artículos, puede decirse que, en
general, la Directiva mejora la regulación contenida en el Convenio 108, ya
que no es una norma de mínimos al estilo de éste.
A tenor de su artículo 1.2, «Los Estados miembros no podrán restringir
ni prohibir la libre circulación de datos personales entre Estados miembros por
motivos relacionados con la protección garantizada en virtud del apartado 1»421.
Además, esta norma comunitaria concreta un alto nivel de protección, más
fuerte que el señalado por el Convenio, que dejaba a disposición de los
Estados parte la posibilidad de ser mejorado422.
Por lo que se refiere a su contenido, merece ser destacado que el
interesado constituye el sujeto titular activo del conjunto de garantías
previsto para la tutela de los datos personales en la Directiva, y que el
Habeas Data es el cauce procesal que se ofrece, en su artículo 12, para
salvaguardar la libertad de las personas en la esfera informática; dicho
ALMUZARA ALMAIDA, C. et al., Estudio práctico sobre la protección de datos de carácter
personal, Lex Nova, Valladolid, 2007, 37.
420 Se trata, entre otros del famoso Caso Lindqvist, en el Asunto C-101/01, cuyo objeto era
el planteamiento de una cuestión prejudicial sobre la interpretación de la Directiva. Este
asunto que afecta de lleno a nuestro tema, ha sido objeto de abundante referencia
doctrinal. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, a quien seguimos en este punto, entre otros, como
se verá, han recogido pormenorizadamente su desenvolvimiento. (Cfr. DEL CASTILLO
VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos…, op. cit., 101-106).
421 Por su parte, el art. 1.1 de la Directiva, establece que «Los Estados miembros
garantizarán, con arreglo a las disposiciones de la presente Directiva, la protección de las
libertades y de los derechos fundamentales de las personas físicas, y, en particular, del
derecho a la intimidad, en lo que respecta al tratamiento de los datos personales».
422 Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op. cit.,
95.
419
185
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
precepto reglamenta también el derecho de acceso y control del interesado
a sus datos personales que han sido objeto de tratamientos informáticos423.
Asimismo, en su artículo 8 queda determinado el tratamiento de
categorías especiales de datos, a saber: «1. Los Estados miembros prohibirán el
tratamiento de datos personales que revelen el origen racial o étnico, las opiniones
políticas, las convicciones religiosas, la pertenencia a sindicatos, así como el
tratamiento de los datos relativos a la salud o a la sexualidad». En su parágrafo
segundo, este artículo establece las excepciones a su aplicación, y, entre
otras, recoge esta posibilidad cuando «d) el tratamiento sea efectuado en el
curso de sus actividades legítimas y con las debidas garantías por una fundación,
una asociación o cualquier otro organismo sin fin de lucro, cuya finalidad sea
política, filosófica, religiosa o sindical, siempre que se refiera exclusivamente a sus
miembros o a las personas que mantengan contactos regulares con la fundación, la
asociación o con el organismo por razón de su finalidad y con tal que los datos no
se comuniquen a terceros sin el consentimiento de los interesados».
Por su parte, el apartado cuarto de citado artículo 8 presenta una
cláusula abierta a las excepciones de aplicación «por motivo de interés
público importante» para los estados miembros, mediante la oportuna
legislación nacional.
Por tanto, y en definitiva, el marco legal extrapenal precedente de la
protección de datos personales venía constituido por el Convenio del
Consejo de Europa de Protección de las Personas frente al Tratamiento
El artículo 12 de la Directiva, reconoce el derecho de acceso y dispone que «Los
Estados miembros garantizarán a todos los interesados el derecho de obtener del
responsable del tratamiento:
a) libremente, sin restricciones y con una periodicidad razonable y sin retrasos ni
gastos excesivos:
- la confirmación de la existencia o inexistencia del tratamiento de datos que le
conciernen, así como información por lo menos de los fines de dichos tratamientos,
las categorías de datos a que se refieran y los destinatarios o las categorías de
destinatarios a quienes se comuniquen dichos datos;
- la comunicación, en forma inteligible, de los datos objeto de los tratamientos, así
como toda la información disponible sobre el origen de los datos;
- el conocimiento de la lógica utilizada en los tratamientos automatizados de los
datos referidos al interesado, al menos en los casos de las decisiones automatizados a
que se refiere el apartado 1 del artículo 15;
b) en su caso, la rectificación, la supresión o el bloqueo de datos cuyo tratamiento
no se ajuste a las disposiciones de la presente Directiva, en particular a causa del
carácter incompleto o inexacto de los datos;
c) la notificación a los terceros a quienes se hayan comunicado los datos de toda
rectificación, supresión o bloqueo efectuado de conformidad con la letra b), si no
resulta imposible o supone un esfuerzo desproporcionado».
423
186
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Automatizado de Datos Personales, de 28 de enero de 1981, la Directiva
95/46 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 24 de octubre de 1995,
relativa a la protección de las personas físicas en lo que respecta al
tratamiento de datos personales y la libre circulación de estos datos, y en
la Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre, de Regulación del Tratamiento
Automatizado de Datos de Carácter Personal (LORTAD).
La contribución de estos textos a tutelar los datos personales se
enmarca en el proceso conformador del Derecho Constitucional Común
Europeo, en uno de sus ámbitos más novedosos y que suscita una
creciente sensibilidad cívica. Sin embargo, en opinión de una buena parte
de la doctrina consultada, de todo ello resultó un ordenamiento dotado de
algún nivel de complejidad, buenas dosis de confusión y dificultad de
conciliar los principios generales con las normas que, en ocasiones,
resuelven en contra de aquellos los supuestos concretos.
Andado el tiempo, superados los albores de la protección de este
singular derecho, en los trabajos preparatorios de la Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea424 se planteó la conveniencia de hacer
mención al control de las comunicaciones por Internet con la finalidad de
garantizar el derecho a la vida privada, aunque acabó por eludirse el tema,
en evitación de las dificultades que presenta la casuística. No obstante,
como en la Carta, concebida como una garantía de mínimos, se formula un
«verdadero y propio sistema de derechos en un único documento solemne
y oficial»425, la Unión declara reconocer dentro de las libertades esenciales
del ser humano, la protección de datos de carácter personal, en su artículo
8, en el que se expresa que «Toda persona tiene derecho a la protección de los
datos de carácter personal que la conciernan»426. Por lo que atañe a la
Constitución Europea427, proyecto que no ha visto la luz, siguiendo el
424 La Carta (2000/C 364/01) fue proclamada en la Cumbre de Niza de 7 de diciembre de
2000 (DOCEC de 18 de diciembre de 2000), tiene la naturaleza de mera Declaración, no
vinculante, dejó pendiente su posible integración en el Tratado de la Unión Europea –y,
en consecuencia, su alcance jurídico- hasta el año 2004. (Cfr. DEL CASTILLO VÁZQUEZ,
I. C., Protección de datos: cuestiones constitucionales y administrativas…, op. cit., 92-93).
425 Así lo califica DEL CASTILLO VÁZQUEZ, en la mencionada obra, citando a PACE
(Ibídem, 92).
426 Ibídem, 93.
427 DEL CASTILLO VÁZQUEZ subraya el valor de este documento porque incorpora con
pleno valor jurídico la Carta de los Derechos Fundamentales de al Unión Europea. (Cfr.
DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones constitucionales y
administrativas…, op. cit., 92-95).
187
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
esquema de las Constituciones modernas, contiene una declaración de
derechos fundamentales, con ciertas peculiaridades, y reconoce el derecho
a la protección de datos en el artículo II-68, en el Título II, dedicado a las
libertades, de la Parte II titulada Carta de los Derechos Fundamentales de la
Unión428.
4. LA LEY ORGÁNICA 15/1999, DE 13 DE DICIEMBRE, DE
PROTECCIÓN DE DATOS DE CARÁCTER PERSONAL Y SU
REGLAMENTO DE DESARROLLO
Evidentemente, por todo lo expresado, y con base en los artículos 16
y 18 de nuestra Norma Fundamental, resulta imprescindible para el tema
que ocupa nuestra inquietud analítica, la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de
diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal (LOPD, en lo
sucesivo) y su Reglamento de desarrollo (RD 1720/2007, de 21 de
diciembre)429.
No en vano, reseñaba el profesor PÉREZ LUÑO la importancia que
reviste una adecuada disciplina jurídica de la informática, mediante la LO
15/1999, al hilo de sus reflexiones acerca de la sociedad en que vivimos “donde la información es poder”-, “para evitar el peligro de la
contaminación de las libertades (liberties´ pollution) que es el contrapunto
Ibídem, 95. El contenido del artículo es reproducido por esta autora y dice así: «1. Toda
persona tiene derecho a la protección de los datos de carácter personal que la conciernan.
2. Estos datos se tratarán de modo leal, para fines concretos y sobre la base del
consentimiento de la persona afectada o en virtud de otro fundamento legítimo previsto
por la ley. Toda persona tiene derecho a acceder a los datos recogidos que la conciernan y
a su rectificación.
3. El respeto de estas normas quedará sujeto al control de una autoridad independiente».
429 Para el desarrollo de este punto, dada la extensión del tema y la profusión doctrinal
que apunta, básicamente, en la misma línea, no observándose al respecto sustanciales
divergencias, hemos recogido con especial gusto e interés los trabajos de HERRÁN
ORTIZ, A. I., La violación de la intimidad en la protección de datos personales, Dykinson,
Madrid, 1998; SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos.
Derecho español y comparado, Thomson-Civitas, Madrid, 2003; APARICIO SALOM, J.,
Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal, Aranzadi-Thomson
Reuters, Navarra, en sus ediciones de los años 2000 y 2009; principalmente, por
constituir, a nuestro juicio, excelentes estudios que recogen con profundidad el tema de la
protección de datos en la legislación española y europea, sin desmerecer otros, también
considerados.
428
188
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
negativo
que
amenaza
con
invalidar
los
logros
del
progreso
tecnológico”430.
Para ilustrar lo que será objeto de análisis en la parte final del
trabajo, es decir, los argumentos de las partes, y de los órganos
administrativos
y
jurisdiccionales
competentes,
abordaremos,
sucintamente, algunos aspectos de interés de la LOPD, y comenzaremos
por considerar que dicha ley se presenta como una “ley de tercera
generación”431 que incorpora una protección dinámica mediante el control
y vigilancia por parte de un órgano creado al efecto y una garantía
reforzada frente a determinados datos, en base a la calidad y sensibilidad
de la información que transmiten. Sin embargo, no ha gozado de óptimo
predicamento entre la doctrina por las lagunas e imprecisiones que
trasluce, ya que, como reputa un amplio sector de la misma, no ha
supuesto cambios sustanciales con respecto a su predecesora, la LORTAD,
que estuvo en vigor poco más de siete años. De hecho, la mayoría de los
preceptos de la LO 15/1999 son exactos a los de la Ley de 1992, aunque ha
habido algunas variaciones impuestas por la transposición de la Directiva
95/46/CE, objeto de consideración a pesar de que la propia LOPD no
aluda a la normativa europea de protección de datos personales dado que,
incomprensiblemente, carece de Exposición de Motivos.
Como también pone de relieve GARRIGA DOMÍNGUEZ432, desde
su promulgación, la LOPD ha estado seguida de polémica y las críticas
doctrinales pueden calificarse de aún más rigurosas que las que cosechó la
normativa anterior. En su opinión, “La LOPDP ha defraudado las
expectativas que algunos pusimos en la oportunidad que la transposición
Cfr. PÉREZ LUÑO, A. E., Los derechos fundamentales..., op. cit., 174-175.
SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op.cit.,103. En
la misma línea, TRONCOSO REIGADA, A., La protección de datos personales. En busca del
equilibrio, Tirant lo Blanc, 2010, 78 ss. Para este autor, “las diferencias que pueden
apreciarse entre las características propias de las primeras leyes de protección de datos y
las últimas revelan un cambio general en la orientación de las mismas. Mientras que las
primeras leyes centraba su atención en el control de la informática como técnica que hay
que dominar para evitar abusos, pasando la persona y sus derechos a un segundo plano,
las leyes de tercera generación relegan los aspectos técnicos a unas pautas generales y se
orientan hacia la protección del individuo frente a la acumulación de datos personales.
(...). El ordenamiento jurídico de protección de datos se vuelca así en la garantía de las
personas”, citando así a M. HEREDERO HIGUERAS en su trabajo “La nueva Ley
Alemana Federal de Protección de Datos”. (Cfr. TRONCOSO REIGADA, A., La protección
de datos personales..., op. cit.., 81).
432 Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de datos personales y derechos
fundamentales,...,op. cit., 49.
430
431
189
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
de la Directiva de protección de datos personales, brindaba al legislador
español”433.
SÁNCHEZ BRAVO sostiene la idea de que “el legislador español
presenta esta norma como nuevo producto legislativo, no como
sustitución de la LORTAD, atribuyéndoselo como de iniciativa y
elaboración propia, y sin informar a los ciudadanos que verdaderamente
lo hace en virtud de la obligación que le viene impuesta por el artículo 32.1
de la Directiva 95/46/CE. (...). Sólo por la Disposición Derogatoria el
lector puede colegir que se trata de la sustitución de la LORTAD, pues
ninguna referencia anterior se establece al respecto (...). La Ley Orgánica
15/1999 no ha colmado las expectativas que había despertado antes de su
promulgación (...) las carencias y ambigüedades son evidentes dado que el
legislador, más preocupado por cumplir con el mandato comunitario, ha
renunciado a la elaboración propia por el derecho español de una norma
más avanzada en materia de protección de los datos personales,
limitándose en numerosas ocasiones a copiar de manera mecánica el
contenido de determinados preceptos de la Directiva, lo cual los hace muy
poco operativos; o bien reproduce las carencias propias de la normativa
comunitaria”434. Para SÁNCHEZ BRAVO, en la normativa vigente sobre
datos personales se produce una “descoordinación regulatoria” en
muchos aspectos.
Desde la consideración de que existe una “sensación general de
ausencia de cultura de protección de datos”, como pone de relieve
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, desde la aprobación de la LOPD se hizo patente
la necesidad de su desarrollo reglamentario debido a la deficiente técnica
legislativa y al hecho de declarar subsistentes las normas de desarrollo de
Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de datos personales y derechos
fundamentales, op. cit., 50. Sobre este particular la mencionada autora, en la nota 125 de la
página 49 de la obra citada, efectúa esta significativa llamada: “Como ejemplo basta citar
por su fuerza expresiva el artículo del profesor PÉREZ LUÑO que la califica como un
ejemplo del «arte legislativo birlibirloque»”; en el mismo sentido, SÁNCHEZ BRAVO, A.
A., “La Ley Orgánica 15/1999, de protección de datos de carácter personal: diez
consideraciones en torno a su contenido”, Revista de Estudios Políticos, nº 111, eneromarzo, 2001.
434 SÁNCHEZ BRAVO, A. A., “La Ley Orgánica de protección de datos de carácter
personal: diez consideraciones en torno a su contenido”…, op.cit., 206 ss.
433
190
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
la LORTAD; en este contexto, el Reglamento puede contribuir a impulsar
esa “nueva cultura de protección de datos435.
El Reglamento de desarrollo de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de
diciembre, aprobado por el Real Decreto 1720/2007, de 21 de diciembre436,
es una norma largamente esperada y extensa, que viene a regular aspectos
estratégicos para la gestión de la información personal en la que, con toda
probabilidad, en opinión del anteriormente mencionado autor, “hayan
intervenido una mayor pluralidad de sujetos ya que el proyecto fue
sometido a información pública de forma particularmente intensa”437. Se
trataba de resolver una situación de dispersión normativa438 y dotar de
coherencia a la regulación reglamentaria el todo lo relacionado con la
transposición de la Directiva, así como desarrollar los aspectos nuevos
aportados por la LOPD439. Evidentemente, tras largos años de aplicación
de la Ley, acudiendo a normas pretéritas, se hacía imprescindible este
desarrollo reglamentario.
Con la finalidad de no excedernos, vamos a referirnos escuetamente
y de manera muy genérica a las novedades que presenta el Reglamento de
Desarrollo de la LOPD; un reglamento que contiene, a lo largo de sus
nueve Títulos, destacadas nuevas –como es el caso del capítulo III del
Título IX, en desarrollo de las disposiciones relativas a la potestad
sancionadora de la AEPD- y del que se redactaron cuatro versiones (de 30
435 Cfr. MARTÍNEZ MARTÍNEZ R., Protección de datos. Comentarios al Reglamento de
Desarrollo de la LOPD, Tirant lo Blanch, Valencia, 2008, 14-16. Este autor considera
preocupante la baja penetración del conocimiento del derecho fundamental a la
protección de datos en todos los sectores.
436 BOE núm. 14, de 19 de enero de 2008 (pp. 4103-4136).
437 MARTÍNEZ MARTÍNEZ R., Protección de datos. Comentarios al Reglamento…, op. cit., 13.
Señala este autor que, desde el primer borrador, el Reglamento fue analizado por foros
universitarios y de profesionales, y amén del trámite de información pública, fue
sometido a la consideración de unas 70 organizaciones, algunas de ellas representativas
de sectores productivos y sociales.
438 Debe recordarse que, para la regulación de determinados aspectos, era obligado acudir
a dos normas reglamentarias preexistentes, el RD 1332/1994 y el RD 994/1999,
complementado con los criterios de interpretación de las Instrucciones de la AEPD.
DAVARA RODRÍGUEZ, de forma muy sencilla y práctica, explica qué es una Instrucción
“aunque sea en forma superficial y alejada de formalismos”; así, entiende que las
Instrucciones de la Agencia de Protección de Datos deben entenderse como normas, en el
sentido de disposiciones de carácter general, vinculantes, que tiene como objeto aclarar y
apoyar la interpretación de la ley con el fin de adecuar los tratamientos a los principios
establecidos en la misma. (Cfr. DAVARA RODRÍGUEZ, M. A., Guía Práctica de Protección
de Datos…, op.cit., 24-25).
439 Cfr. MARTÍNEZ MARTÍNEZ R., Protección de datos. Comentarios al Reglamento…, op.
cit., 17-18.
191
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
de diciembre del año 2005, la primera; de 28 de noviembre de 2006, la
segunda; la tercera de 30 de marzo de 2007 y de 12 de julio del mismo, la
cuarta). Sorprendentemente, a diferencia de la ley que lo sostiene, contiene
una breve Exposición de Motivos en la que se manifiesta la razón de ser
del Reglamento en los términos siguientes: «se aprueba este Reglamento
partiendo de la necesidad de dotar de coherencia a la regulación
reglamentaria en todo lo relacionado con la transposición de la Directiva y
de desarrollar los aspectos novedosos de la Ley Orgánica 15/1999, junto
con aquellos en los que la experiencia ha aconsejado un cierto grado de
precisión que dote de seguridad jurídica al sistema»
440.
En general, el
Reglamento es tildado positivamente en la medida en que introduce
ciertas y necesarias dosis de coherencia porque unifica normas dispersas,
especialmente a nivel procedimental, ofrece definiciones que no estaban
incorporadas -de nuevo cuño o derivadas de la transposición de la
Directiva y matiza algunos conceptos-; sin embargo, ha sido objeto de
críticas entre otras razones por ser una norma esencialmente interpretativa
que, pese a tener una “vocación de universalidad”, ha reducido la
problemática
al
territorio
nacional,
aislándose
de
los
nuevos
planteamientos que se dan en otros países de nuestro entorno441.
Cfr. PIÑAR MAÑAS, J. L.; CANALES GIL, A., Legislación de Protección de datos…, op.
cit., 45 ss.
441 En este sentido se expresa E. MITJANS, a la sazón, directora de la Agencia Catalana de
Protección de Datos: “És cert que introdueix més cohèrencies perquè s´unifiquen en una
mateixa norma les disperses regulacions actualmente vigents i que es referien algunes
d´eilles, fins i tot a la derogada LORTAD. Per tant, és positiva l´adequació dels
procediments a la lley, com és el cas del procediment per a l´exercici dels drets d´accés,
de redtificació i cancel.lació, i la concreció del dred d´oposició, fins ara no desenvolupat.
És positiva, evidentment, la regulació de les mesures de seguretat, tècniques i
organitzatives, de fitxers i trataments no automatitzats. D`altra banda, el Reglament
també incorpora la doctrina de l`Agència Espanyola i jurisprudencia de l`Audiéncia
Nacional, dels darrers anys. (…) Això és concretar? Clarament, sí. Però, es cert que també
pot concluir a una petrificació dels criteris que havía vingut sostenint la mateixa Agència
Espanyola i jurisprudéncia. Això fa d´aquet reglament una norma essencialment
interpretativa. (…) El Reglament dóna moltes definicions que fins ara no estaven
incoporades a la llei -algunes d´elles són transposició de la directiva i d´altres s´han
elaborat de bell nou- i amplia el concepte de dada personal relacionada amb la salud. Es
matisa el concepte de font accesible al públic al referir-se no ja als repertoris telefònics,
sinó a guies de serveis de telecomunicació, defineix els conceptes de fitxer de titutlaritat
pública i fitxer de titularitat privada, que fins ara no estaven regulats, incorporant un
plantejament formal.
Altres novetats destacables, són l´éxclusió de l´ambit d´aplicació del Reglament
dels fitxers que es limiten a incorporar dades de les persones físiques que presten serveis
a persones jurídiques i d´altra banda, l´exclusió de les dades relatives a empresaris
individuals quan facin referència a ells en la seva qualitat de comerciants. (…).El
440
192
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Retomando la matriz de la regulación de los datos personales, más
singularidades se presentan en la LOPD, por un lado, derivadas de su
amplitud, ya que pese a establecer el marco general en que se sustenta la
protección de datos en España, pretende ser una “norma general de
protección de datos”, y, sin embargo, al mismo tiempo se encuentra llena
de excepciones en lo relativo a su ámbito de aplicación –art. 2.2 LOPD-442,
no agotando la regulación de esta materia en nuestro Derecho al remitirse
y mantener la precedente normativa sectorial443. Parece, por tanto, que el
legislador ha optado por un sistema mixto, como lo hiciera en la LORTAD,
es decir, que junto a una ley general de protección de datos, se produce
una fuerte remisión a las legislaciones especiales444. No es la LOPD, en
Reglament també ha volgut sistematitzar els supòsits de legitimació del tratactament o la
cessio de dades. Així, en el seu article 10 el Reglament incorpora un supòsit que no es
previa expressament en la LOPD que estableix que és possible el tractament o la cessio
quan una llei o na norma de dret comunitari ho autoritzi i concorri una d´aquestes
circunstàncies: satisfer un interés legitim emparat per alguna d´aquestes normes a les que
s´ha fet referència i sempre que no hagi de prevaler un altre dret fonamental, o quan
sigui necessari per al complimnt d´un deure que imposi una d´aquestes normes. (…) Per
tant, aquesta vocació d´univeralitat que té el Reglament s´ha reduit excesivament a la
problemàtica dintre del territori, del territori de l´Estat i, de fet, en certa mesura, aquesta
regulació està una mica aïllada, fora dels nous plantejaments que apareixen en molts
altres països del nostre entorn. Aquesta oportunitat perduda és, potser, una de les
crítiques a fer al Reglament, tot i no oblidar els aspectes positius als quals s´ha fet
referència”. (Cfr. MITJANS, E., “Alguns aspectos generals sobre el reglament” en
VILASAU, J. M. i M., (coord.) et al., El Reglament de protecció de dades de caràcter personal.
Aspectos clau, Edictorial UOC, Barcelona, 2008, 15-19).
442 Cfr. TRONCOSO REIGADA, A., La protección de datos personales. En busca del
equilibrio..., op. cit., 92.
443 En este sentido se pronuncian tanto GARRIGA DOMÍNGUEZ (Cfr. GARRIGA
DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de datos personales y derechos fundamentales..., op. cit., 50),
como TRONCOSO REIGADA (Cfr. TRONCOSO REIGADA, A., La protección de datos
personales..., op. cit. 92), entre otros.
444 Cfr. TRONCOSO REIGADA, A., La protección de datos personales. En busca del
equilibrio..., op. cit., 92. Este autor pone como ejemplo de este sistema mixto los
tratamientos de datos de salud, ya que, a pesar del carácter específico de estos ficheros,
no han sido regulados inicialmente por la legislación sectorial sanitaria, sino que los ha
regulado directamente la LOPD (arts. 7.6 y 8), si bien, posteriormente, se haya procedido
a la aprobación la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía
del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación
clínica, solucionando así problemas de adaptación de la legislación de protección de
datos a las especificidades del sistema sanitario. Recoge, en sentido contrario a su
parecer, la opinión de SERRANO PÉREZ para quien “la aplicación de la LOPD a sectores
que poseen una regulación específica no es algo automático, sino que requiere una
interpretación y un análisis particularizado”; para esta autora, el legislador ha vuelto a
perder la ocasión de convertir la LOPD en una norma de cierre del sistema. (Cfr.
TRONCOSO REIGADA, A., op. cit., 93). Como ejemplo de normativa sectorial
complementaria a la LOPD pueden citarse además, la Ley 34/2002, de 11 de julio, de
servicios de la sociedad de la información y la Ley 32/2003, General de
193
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
consecuencia, una “norma de cierre”, ni proporciona la cohesión
adecuada445. Por otro lado, merced a su regulación flexible para la
protección de datos, permite a los órganos encargados de su aplicación e
interpretación (Agencias de Protección de Datos)446 adaptar las situaciones
de hecho que se presentan a los principios que inspiran la Ley. O,
finalmente, lo que vendría a ser un defecto más de la misma por su
necesidad, como pone de relieve TRONCOSO REIGADA, esto es, su falta
de remisión a la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de
las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo
Común, para una mayor coordinación, en evitación de incongruencias
procedimentales447.
Centrando ya nuestra atención en la entraña de su normativización,
al carecer de Exposición de Motivos –hecho reprobado, en general, por la
doctrina, como se indicó448-, el artículo primero de la LOPD declara que la
Ley tiene por objeto garantizar y proteger los derechos fundamentales y
libertades públicas en lo concerniente al tratamiento de los datos
personales, y especialmente el derecho al honor e intimidad personal y
familiar de las personas físicas449.
Telecomunicaciones. Para SERRANO PÉREZ, la Ley no ha resuelto la confusión existente,
por lo que las relaciones entre los derechos de los ciudadanos y la informática se
encuentran dispersas por nuestro ordenamiento y, muchas veces, sin coordinación
adecuada. (Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…,
op.cit.,116).
445 Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op.cit.,
118.
446 La exigencia de crear “Autoridades” encargadas de controlar los tratamientos de datos
personales se manifestó por primera vez en el ámbito de Consejo de Europa, en el
Convenio 108, aunque dicha obligación se concretó posteriormente en el 2001 en su
Protocolo Adicional, y a través de la jurisprudencia del TEDH. (Cfr. ARENAS RAMIRO,
M., El derecho fundamental a la protección de datos personales en Europa, Tirant lo Blanch,
Valencia, 2006, 541).
447 Cfr. TRONCOSO REIGADA, A., La protección de datos personales..., op. cit., 95.
448 VIZCAÍNO CALDERÓN, por ejemplo, que valora positivamente la LORTAD, expresa
así la cuestión: “Se echa de menos una buena Exposición de Motivos que clarifique y
explique el sentido de muchos preceptos. Tan cierto es ello que, en ocasiones, procede
echar mano de la Exposición de Motivos de la Ley de 1992 sobre todo en aquellos temas
(la mayoría) que no han cambiado. Se produce de esta forma el peculiar resultado de que
el Preámbulo de una Ley derogada es útil para conocer las razones de lo que permanece
(…).
La nueva Ley, como es natural, tiene aciertos y desaciertos pero qué duda cabe
que éstos últimos pudieran haberse evitado o atenuado si se hubiera tramitado de forma
más profunda y meditada”. (VIZCAÍNO CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica
de Protección de Datos…, op. cit., 53).
449 Cfr. Artículo 1º LO 15/1999, de 13 de diciembre, relativo al objeto de la Ley.
194
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Así expresado, el objeto aquí se equipararía a objetivo, en la medida
que la protección del honor, intimidad y demás derechos individuales en
lo que puedan verse afectados por el uso de las nuevas tecnologías es lo
que rige la tutela legal. Se establece, pues, una distinción con respecto a la
LORTAD, ya que ésta última, en su artículo 4, establecía que tenía por
objeto “limitar el uso de la informática y otras técnicas y medios de
tratamiento automatizado de datos de carácter personal, para garantizar el
honor, la intimidad personal y familiar de las personas físicas y el pleno
ejercicio de sus derechos”. Como se puso de relieve al tratar la LORTAD,
con la LOPD, en términos comparativos, se ha producido un cambio con
respecto a la finalidad de ley, en el sentido de que ya no se conciben las
nuevas tecnologías como un peligro claro para la intimidad450.
Por otro lado, el objeto de la LOPD, como también señala
APARICIO SALOM, entendido como ámbito, “ni se declara ni se define en
la ley”, aunque, a la vista del texto, puede entenderse que “su objeto es
una parte de la intimidad, aquella que puede verse afectada por el
tratamiento de datos personales”, por lo que cabe entender “que el objeto
de protección es lo que se denominado como privacidad, anglicismo
(«privacy») que no tiene un significado propio en castellano pero que
traducido a nuestro idioma, significa intimidad” 451.
450 Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos de
Carácter Personal, Aranzadi, Navarra, 2000, 23. Para este autor sorprende el uso semántico
que hace de la palabra «objeto» el precepto, y afirma “si bien debería considerarse, en un
principio, como relativa del ámbito que regula la ley, no se utiliza con este significado,
sino que con el término objeto se hace referencia a la finalidad que persigue la ley, al
resultado que se espera conseguir con su aprobación: garantizar la intimidad limitando el
uso de la informática. Hace referencia, por tanto,al objetivo de la ley, no a su objeto”. (Cfr.
APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter
Personal (3ª edición), Aranzadi, Navarra, 2009, 25-26).
451 APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter
Personal, Aranzadi, Navarra, 2000, 23-25; página 26 de la 3º edición (2009). En posición
contraria, SERRANO PÉREZ, que señala que el contenido de la LOPD se halla recogido
en el artículo 11 de la Ley, con una buena redacción a su juicio. (SERRANO PÉREZ, M., El
derecho fundamental a la protección de datos…, op.cit., 253). El artículo 11 de la LOPD, no
obstante, hace referencia a la Comunicación de datos. Esta autora, al referirse a las
apreciaciones de APARICIO SALOM, en la nota 412 de la página 253, expresa lo
siguiente: “J. APARICIO SALOM pone el acento en la confusión del objeto de la ley con
su objetivo, pues la LOPD hace referencia a su objetivo no a su objeto que es «garantizar
la intimidad limitando el uso de la informática», aunque dice más adelante que el objeto
de la ley es la privacidad, conclusión que parece menospreciar la distinción introducida
por el propio autor”. (SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de
datos…, op.cit., 253).
195
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
En el fondo, para algún estudioso del tema no queda claro, en la
LOPD452, si ésta se limita a defender los derechos fundamentales existentes
-en especial el derecho al honor, a la propia imagen y/o intimidad frente a
los abusos en su tratamiento-, o si configura un derecho de la
personalidad autónomo, nuevo y específico. Aunque se trata de un tema
ya contemplado en otros apartados, lo traemos a esta sede por cuanto fue
una cuestión planteada ya desde la derogada LORTAD, en cuya
Exposición de Motivos -que a, decir de muchos, conserva su interés y
actualidad-, en su apartado 1, párrafos 2º a 4º, respectivamente,
manifestaba:
“En consecuencia, cabe definir el objeto de la ley, la privacidad, como aquel
ámbito de la vida privada que se ve afectado por la posibilidad real de que las
actuaciones cotidianas del ciudadano se observen y la información procedente de
ellas se acumule y conserve, esbozando lo que se denomina el perfil del afectado, la
definición de su personalidad y las tendencias de comportamiento, perfil que puede
ser utilizado con fines de diversa índole. La protección de la privacidad que se
garantiza no supone sino la posibilidad real de que el interesado tenga el control
de los usos y finalidades a que se destina dicha información y pueda oponerse, en
consecuencia, a que la información relativa a su perfil sirva a propósitos que él
rechaza”.
El “dilema”, pues, como ponen de relieve, entre otros, PIÑAR
MATAS y CANALES GIL no es otro que “informática versus intimidad”:
se pretende resolver la tensión que se da entre el uso cada vez más
frecuente y generalizado de las nuevas tecnologías y el riesgo que conlleva
para la vida privada453.
Y así lo entiende, por ejemplo, LACRUZ BERDEJO. Para él, “cabe defender que la ley
vigente (como la derogada) protege -además del honor, la intimidad y la propia imagen-,
otro derecho de la personalidad, el que se ha llamado -con término procedente de la
doctrina alemana- «derecho a la autodeterminación informativa»”. (Cfr. LACRUZ
BERDEJO, J. L., et alt., Elementos de Derecho Civil I,…, op. cit., 112-116).
453 Cfr. PIÑAR MAÑAS, J. L.; CANALES GIL, A., Legislación de protección de datos…, op.
cit., 20-24. Como recogíamos en páginas anteriores y señalan estos autores, en el año 2000,
“la situación experimenta un giro copernicano tanto en la Unión Europea como en
España”, dado que se abre una nueva etapa en la que la protección de datos se erige en
verdadero derecho fundamental autónomo. Apuntan que “tal radical innovación deriva
fundamentalmente de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea,
proclamada en la Cumbre de Niza de 7 de diciembre de 2000, que de forma lacónica, pero
tajante dispone, en su artículo 8, dentro del capítulo relativo a las libertades que «Toda
persona tiene Derecho a la protección de los datos de carácter personal que la conciernan».
Ninguna referencia a la intimidad o privacidad; ninguna a la informática. (…). Además,
452
196
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
En suma, en cuanto al objeto de la norma, un importante sector
doctrinal entiende que, pese a la contundencia con que el artículo 1º lo
enuncia, la garantía y protección de los datos fundamentales y libertades
públicas, en lo que concierne al tratamiento de los datos personales, es
precisamente el blanco de las críticas de la LOPD, como en su momento lo
fue de la LORTAD; tal vez no en virtud de los criterios generales, pero sí
por las numerosas excepciones contempladas y amparadas por la ley454,
aunque sí resulta meridiano que el bien jurídico protegido del artículo 18.4
de la Constitución Española, es decir, la protección de datos en la libertad
informática, es, en definitiva, lo que viene a desarrollar la LO 15/1999.
En relación con lo anterior, coincidimos con la tesis que sostiene
APARICIO SALOM, cuando afirma que la privacidad es un bien jurídico
que no tiene unos límites definidos, debiendo ser el propio interesado,
quien, por regla general, deberá delimitar la esfera de la intimidad que
considera exclusiva y no desea sea sometida a tratamiento; y será el
mismo sujeto, titular de los datos, quien deberá valorar si determinados
actos realizados con información relativa a su persona atentan o no contra
su intimidad, consintiendo u oponiéndose, en consecuencia, a su uso, de
tal manera que sólo existirá una infracción de la ley en el caso de que se
realicen actos de tratamiento contra el consentimiento del interesado. Por
tanto, el sistema de protección establecido en la Ley se fundamenta en el
principio de prohibición del tratamiento, salvo que el interesado lo haya
consentido o la Ley lo autorice, no obstante la oposición del interesado”455.
La protección de la “privacidad” que se pretende, en suma, supone la
posibilidad real de que el interesado posea el control de los usos y
en el artículo 7, de forma separada, se recoge el derecho a la vida privada y familiar. Hay,
pues, una clara diferenciación entre ambos derechos, el derecho a la privacidad y el
derecho a la protección de datos, que merecen, en consecuencia, dos preceptos ditintos”.
(Ibídem, 23).
454 SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op. cit., 254.
455 APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos..., op.cit., 2331. Sin embargo, para este autor, “cabe definir el objeto de la Ley, la privacidad, como
aquel ámbito de la vida privada que se ve afectado por la posibilidad real de que las
actuaciones cotidianas del ciudadano se observen y la información procedente de ellas se
acumule y conserve, esbozando lo que se denomina el perfil del afectado, la definición de
su personalidad y tendencias de comportamiento, perfil que puede ser utilizado con fines
de diversa índole”. (APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de
Datos... op.cit., 3ª edición, 28).
197
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
finalidades de la información que le concierne y pueda oponerse a que sus
datos personales sirvan a propósitos que él rechaza456.
Tras su definición en el artículo 3 c)457, el tratamiento de datos se
contempla en el artículo 6 de la LOPD, en materia de consentimiento del
afectado, entendido éste, a tenor del artículo 3 h) de la Ley, como «toda
manifestación de voluntad, libre, inequívoca, específica e informada
mediante la que el interesado consienta el tratamiento de datos personales
que le conciernan»; al abordar el tema desde la perspectiva de la relación
jurídica, se plantea la existencia de dos distintas situaciones para el caso: o
bien que el tratamiento se realice con el consentimiento del afectado, o que
se ampare en la ley. El primero de estos supuestos se define como regla
general y el segundo, como excepción458.
En cuanto a las partes intervinientes en el aspecto relacional de la
protección de datos personales, en la LOPD, son el responsable del
tratamiento459 y el interesado460. Sobre el primero no se establece
prácticamente ninguna regla; las únicas pautas que se encuentran en la
Ley respecto a éste son las que contemplan la posibilidad de que no tenga
su domicilio en la Unión Europea461.
En este sentido se pronuncia APARICIO SALOM. (Ibídem, 28).
De la dicción de dicho precepto se extrae la definición de “Tratamiento de datos”
como «Operaciones o procedimientos técnicos de carácter automatizado o no, que
permitan la recogida, grabación, conservación, elaboración, modificación, bloqueo y
cancelación, así como las cesiones de datos que resulten de comunicaciones, consultas,
interconexiones y transferencias». Este concepto aparece definido reglamentariamente en
el artículo 5 t), precepto dedicado a definiciones legales, anteriormente regulado en el
artículo 10 del RD 1720/2007. Por lo que afecta al consentimiento, se contempla en el
artículo 12 del Reglamento.
458 APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos... op.cit., 27 ss.
459 El artículo 3 d) de la LOPD, relativo a definiciones, establece que se entenderá por
«Responsable del fichero o tratamiento: Persona física o jurídica, de naturaleza pública o
privada, u órgano administrativo, que decida sobre la finalidad, contenido y uso del
tratamiento».
460 La definición de “interesado” o “afectado” es ofrecida por el artículo 3 e), en el
siguiente sentido: «Persona física titular de los datos que sean objeto de tratamiento a que
se refiere el apartado c) del presente artículo».
461 Prescribe el artículo 5 LOPD: «1. Los interesados a los que se soliciten datos personales
deberán ser previamente informados de modo expreso, preciso e inequívoco:
e) De la identidad y dirección del responsable del tratamiento o, en su caso, de
su representante.
Cuando el responsable del tratamiento no esté establecido en el territorio de la
Unión europea y utilice en el tratamiento de datos medios situados en territorio
español, deberá designar, salvo que tales medios se utilicen con fines de tránsito,
un representante en España, sin perjuicio de las acciones que pudieran
emprenderse contra el propio responsable del tratamiento».
456
457
198
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
La otra parte de la relación jurídica es la que se denominó, en el
Convenio 108, “persona concernida”; en la LORTAD, “afectado”; en la
Directiva 95/46, “interesado” y en la LOPD, “afectado o interesado”. Para
estas Normas, “interesado” es la persona física titular de los datos que son
objeto de tratamiento, con lo que las personas jurídicas quedan
expresamente excluidas de la protección de esta ley462. SERRANO PÉREZ,
sin embargo, al tratar el ámbito de aplicación de la Ley en relación con los
sujetos del derecho, considera que las personas jurídicas deberían quedar
incluidas en la protección legal de determinados derechos463. GUICHOT,
como gran parte de la doctrina, considera que el sujeto titular ha de ser la
persona física, si bien, en el Derecho internacional y europeo la inclusión
de las personas jurídicas es una opción por la que pueden decantarse los
Estados, que ha sido contemplada en algunas legislaciones, como la
francesa y la italiana464. Nos parece más lógica la postura de éste último en
la medida en que la inclusión de las personas jurídicas en el ámbito de
protección de esta Ley excedería su propia naturaleza protectora de un
derecho fundamental “de la personalidad”. En todo caso la protección de
la persona jurídica se halla implícita en el amparo de la “privacidad” o
intimidad de las personas físicas que representan a esa personalidad
jurídica, y solo en este caso.
Acerca de la protección de las personas físicas, como se apuntaba, la
principal duda que se plantea es la de la delimitación del ámbito de la
intimidad que se protege, es decir, conocer cuál es el alcance del concepto
(Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos... , op.cit., 3ª
edición, 41).
462 Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica…, op. cit., 33 (1ª edic); 44 (3ª
edic.).
463 Señala esta autora que, de acuerdo con el Convenio 108, no hubo obstáculo para que
las normas de protección de datos de los distintos países se extendieran a las personas
jurídicas. La cuestión cambió con la Directiva. En su opinión, si lo que se pretende es
limitar la informática controlando su uso y evitando con ello los abusos, dado que éstos
se pueden cometer allí donde la informática está implementada, permite incluir a las
personas jurídicas, en consecuencia, “no debería existir obstáculo para que determinados
derechos, exigidos para verificar la protección de los datos, se extendieran también a las
personas jurídicas, como por ejemplo, el derecho a la información o incluso el de acceso,
con los consiguientes derechos de rectificación, cancelación u oposición. Se trataría de
entender que parte del contenido esencial del derecho a la protección de datos del art.
18.4 de la CE corresponde también a las personas jurídicas, del mismo modo que la
Constitución les reconoce expresamente otros derechos fundamentales”. (Cfr. SERRANO
PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op. cit., 263-264).
464 GUICHOT, E., Datos personales y Administración Pública…, op. cit., 186.
199
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
de privacidad que utiliza la ley. Esta preocupación no es objeto de nuestro
interés aquí, aunque existen valiosos estudios consultados al respecto465. Sí
deviene relevante, sin embargo, para nuestra tarea, lo que constituye el
elemento objetivo de esta Ley, es decir, “los datos de carácter personal” y
los conceptos de “fichero” y “tratamiento de datos”, cuyo análisis
emprendemos en este apartado de forma genérica, toda vez que han de ser
objeto de abundamiento en el apartado siguiente de de este trabajo.
Sobre esa cuestión es preciso atender que el objeto de la relación
jurídica de tratamiento de datos, es decir, el dato de carácter personal,
presenta idéntica definición en la LORTAD y en la LOPD, entendiéndose
por
tal
“cualquier
información
concerniente
a
personas
físicas
identificadas e identificables”466.
En la práctica, y desde un plano objetivo, se cuestionó si, de
conformidad con el concepto expresado en la Ley Orgánica, cualquier dato
personal afecta necesariamente a la intimidad protegida, o si cabe que,
aunque se refiera a datos de carácter personal sometidos a tratamiento,
dadas las características que concurren en el manejo mismo y los datos en
cuestión, puedan considerarse ajenos a la intimidad y, por ello, fuera del
ámbito de protección de la Ley; como pone de relieve la doctrina, la
cuestión de la definición de dato personal, no es nada fácil, y menos aún si
se denomina “sensible o delicado”467.
Además de los autores reiteradamente mencionados en este apartado, M. VIZCAÍNO
CALDERÓN, por ejemplo, también recoge las posiciones doctrinales acerca del bien
jurídico protegido en las páginas 37 a 47 de su obra Comentarios a la Ley Orgánica de
Protección de Datos de Carácter Personal, ya citada.
466 Cfr. Artículo 3 a) LOPD.
Por su parte, el artículo 5 f) del Reglamento de desarrollo de la LOPD define el dato
carácter personal como «Cualquier información numérica, alfabética, fotográfica, acústica
o de cualquier otro tipo concerniente a las personas físicas identificadas o identificables».
El apartado 5 de dicha norma regula el tratamiento de los “datos sensibles” remitiéndolo
a la propia LOPD: «Los datos especialmente protegidos podrán tratarse y cederse en los
términos previstos en los artículos 7 y 8 de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre».
467 No en vano, la problemática conceptual es relevante; por poner algún ejemplo, por un
lado, se ha puesto en entredicho la calificación de “personales” de ciertos datos como es
el caso de los datos económicos, y, por otro, datos sensibles como la salud o datos
sanitarios conllevan controversias añadidas por razón de la falta de coherencia en su
regulación, despertando un interés máximo en diferentes foros. Por lo que afecta a los
datos religiosos, la problemática no se queda atrás, y ha sido también muy estudiada (v.
gr., CANO RUIZ, I. Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos de
carácter personal, Comares, Granada, 2011). SERRANO PÉREZ, que realiza también un
análisis profundo del régimen de los datos sensibles en las páginas 377 a 431 de su ya
mencionada obra, considera que, pese a la dificultad que entraña la cuestión, en orden a
465
200
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
El artículo 3 establece, en el apartado b), lo que debe entenderse por
fichero o ámbito de aplicación de la Ley por razón de la materia, es decir,
«Todo conjunto organizado de datos de carácter personal, cualquiera que
fuera la forma o modalidad de su creación, almacenamiento, organización
y acceso»; y, en el apartado c), lo que se reputa “tratamiento de datos”,
esto es, «Operaciones y procedimientos técnicos de carácter automatizado
o no, que permitan la recogida, grabación, conservación, elaboración,
modificación, bloqueo y cancelación, así como las cesiones de datos que
resulten
de
comunicaciones,
consultas
e
interconexiones
y
transferencias»468. Distingue así la Ley entre fichero, entendido como una
“acumulación de datos de carácter personal”, y su tratamiento, en cuanto
“operaciones que se realizan con los datos”469.
Resulta significativo que el concepto que utiliza la LOPD de fichero
implique una organización, entendiéndose por tal la ordenación de los
la aproximación a una definición, pueden señalarse tres aspectos compartidos por las
regulaciones de protección de datos, a saber: “En primer lugar, ninguna legislación, ni el
Convenio ni la Directiva, han descrito un concepto general de dato sensible. Pese a ello, y
en segundo lugar, todas las normas sobre la materia contienen un elenco más o menos
amplio y no siempre idéntico de informaciones personales que adquieren el calificativo
de «sensible». Por último, también todas las legislaciones comparten la idea de reforzar la
protección de ese listado en atención a su especial sensibilidad”. (Cfr. SERRANO PÉREZ,
M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op. cit., 378). Co relación a este
particular, esta autora recoge la opinión de M. HEREDERO HIGUERAS, que pone de
relieve el sentir de la doctrina contrario a definir un conjunto de datos de tal naturaleza
por entender que los datos no son sensibles per se, sino en función del contexto en que son
utilizados. (Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos...,
op. cit., 379,nota 637). En cambio, A. I. HERRÁN ORTIZ, sí ofrece una definición de dato
sensible, que también expresa SERRANO PÉREZ, en nota 639 de la página 379 de su
obra, en los términos siguientes: “por datos sensibles debe entenderse una categoría
especial de datos de carácter personal que encuentran en la Ley un régimen jurídico de
protección reforzado debido no sólo a su proximidad con la esfera interior o privada de
las personas, sino fundamentalmente a que constituyen la esencia misma de la persona
como individuo y fundamentan su desarrollo personal, de suerte que en ocasiones nada
tiene que ver con la intimidad en el sentido de ocultamiento, sino más bien se refieren a
otras facetas de la persona como la dignidad y la personalidad individual que adquieren
especial relevancia en su relación con los demás, y que, por tanto no son necesariamente
íntimas o reservadas, aunque sí privadas”.(HERRÁN ORTIZ. A. I., La violación de la
intimidad…, op. cit., 264). Este tema será objeto de ampliación en sucesivos apartados.
468 Cfr. Artículo 3 b) y c) LO 15/1999, de 13 de diciembre.
469 APARICIO SALOM, J. Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos..., op. cit., 43 ss
(1ª edic.); 44 (3ª edic.). Por su parte, el Reglamento de desarrollo, a la hora de ofrecer una
definición, además de la de carácter general, en el artículo 5 k), distingue entre los
ficheros de titularidad privada -art. 5 l)-, los del titularidad pública -art. 5 m)- y los
ficheros no automatizados -art. 5 n-. APARICIO SALOM entiende que la LOPD hace
referencia a tres tipos distintos de tratamiento: el de datos personales asociados, el de
disociación de datos personales y el de datos que no son personales. (Cfr. APARICIO
SALOM, J. Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos…, op. cit., 3ª edic., 75).
201
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
datos personales de forma que se permita el acceso a los mismos en
atención a algún criterio lógico. Por tanto, “sólo podrá entenderse por
fichero aquel conjunto de datos que sean susceptibles de utilización
mediante sistemas automáticos o manuales que permitan distinguir los
datos y acceder a ellos de algún modo útil”470. No existen diferencias
sustanciales entre nuestra norma y la europea (Directiva 95/46) con
respecto al tema de los ficheros manuales. Los tratamientos a que se
sujetan los datos de carácter personal estarán sometidos a las
disposiciones de la LOPD, con independencia de su carácter manual o
automatizado, como tampoco será determinante el carácter manual o
automatizado del fichero que los almacene. Lo fundamental para que
queden sometidos a la disciplina de esta Ley radica en el manejo de los
datos personales. APARICIO SALOM destaca que el Reglamento ha
incidido sustancialmente en la exigencia de que existan criterios de
estructura en la organización de la información en orden a la existencia
efectiva del fichero; señala, asimismo, que esta necesidad ha sido la clave
de dos resoluciones judiciales471 que han constituido un vuelco en la
determinación del ámbito de aplicación de la LO 15/1999, en el sentido de
inaplicabilidad de la Ley en los casos en que no sea posible apreciar una
estructura organizativa de la información que permita un acceso racional a
la misma472.
Cuestión distinta es la que se plantea por razón del tenor del
artículo 2.1 de la LOPD, que determina el ámbito su aplicación objetivo o
por razón de la materia, al establecer que «La presente Ley Orgánica será
de aplicación a los datos de carácter personal registrados en soporte físico,
que los haga susceptibles de tratamiento, y a toda modalidad de uso
posterior de estos datos por los sectores público y privado»473.
Cfr. APARICIO SALOM, J. Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección…, op. cit, 50 ss.,1ª
edic.; 87 (3ª edic.). El autor señala que la Agencia de Protección de Datos se pronuncia en
este sentido en la Memoria del año 2000.
471 Tales resoluciones son la Sentencia del Tribunal Supremo de 19 de septiembre de 2008
y la Sentencia de la Audiencia Nacional de 22 de abril de 2009. Ambos pronunciamientos
serán objeto de referencia y análisis en capítulos posteriores de este trabajo.
472 Cfr. APARICIO SALOM, J. Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos..., op. cit.,
184, (3ª edic.)
87-88.
473 Precepto que obtiene su desarrollo a travén del artículo del mismo número del RD
1720/2007.
470
202
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Se establece, por tanto, como principio, que la Ley se aplique no
sólo a los ficheros, sino, además, a los datos susceptibles de tratamiento;
manejo que no tiene por qué ser automatizado en el caso de nuestra ley,
aunque no se ofrece, sin embargo, definición al respecto. Por consiguiente,
deberá entenderse por “datos susceptibles de tratamiento”, con amparo en
lo que dispone la Directiva, aquellos que sin estar incorporados a un
fichero, se encuentran organizados en atención a alguna plantilla o
esquema fijo, que permita su inclusión en un fichero mediante sistemas, ya
sean automáticos o manuales; aunque, en este último caso, sólo podrán
considerarse susceptibles de tratamiento cuando el sistema manual de
inclusión no requiera analizar los datos o realizar respecto de la
información ninguna actividad compleja de extracto, calificación,
catalogación o resumen, sino que puedan ser incluidos mediante el simple
picado474.
Por lo que hace al tema de las medidas de seguridad en el
tratamiento de los datos de carácter personal, es abordado en la Ley,
genéricamente, desde el artículo 9, dejando su alcance instrumental al
desarrollo reglamentario, acogido por el Título VIII del RD 1720/2007
(artículos 79 a 114), donde se pautan unos niveles y medidas de seguridad
en función del tipo de datos y el fichero donde se contienen.
En cuanto al elemento formal o constitución del tratamiento, como
se advirtió, el inicio del tratamiento de los datos de carácter personal
puede obedecer, bien a una autorización legal, bien al consentimiento de
las partes, en una concreta relación jurídica. El consentimiento475 es, así, de
suyo, la causa de perfección de la relación jurídica también en materia de
tratamiento de datos personales; circunstancia ésta que se ve reforzada a la
hora de tratar los datos especialmente protegidos, como se verá.
Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos..., op.cit.,
(1ª edic.), 43 ss; 91-92 (3ª edic.).
475 El consentimiento es tratado genéricamente por el artículo 6 de la LOPD, mientras que
su desarrollo reglamentario se va realizando al hilo de las diferentes posibilidades de
tratamiento.
El artículo 6.1 prescribe que «el tratamiento de los datos de carácter personal requerirá el
consentimiento inequívoco del afectado, salvo que la Ley disponga otra cosa». Por su
parte, el artículo 10. 1 del Reglamento dispone que «Los datos de carácter personal
únicamente podrán ser objeto de tratamiento o cesión si el interesado hubiera prestado
previamente su consentimiento para ello».
474
203
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
La capacidad necesaria para consentir el tratamiento de datos es la
capacidad general necesaria para la eficacia de los actos jurídicos que se
regula en el Código Civil, de forma negativa o desde las causas de
incapacitación, en su artículo 200. Y, por lo que hace a la forma en que
debe otorgarse el consentimiento, la Ley no establece ningún requisito
especial; únicamente exige, como excepción, que el consentimiento sea
expreso cuando se trate de datos especialmente protegidos y sea, además
de expreso, otorgado por escrito, en el caso de los datos relativos a la
ideología, afiliación sindical, religión y creencias. Sin embargo, la Agencia
de Protección de Datos, más flexiblemente, ha optado por admitir el
consentimiento implícito como forma de otorgarlo, ya que la LOPD -al
igual que dispuso la LORTAD- sólo exige el consentimiento expreso para
el tratamiento de los datos especialmente protegidos en el art. 7, de modo
que el consentimiento que se regula en el art. 6.1 de la Ley no es
necesariamente expreso, sino que puede emitirse en cualquiera de las
formas admitidas en derecho, es decir, a través de las tres formas posibles
de expresar la voluntad: expresa, presunta y tácitamente476.
El artículo 4 de la LO 15/1999 impone una serie de obligaciones y
deberes, así como unas específicas condiciones, que deben observarse en
los datos personales. Se trata de un conjunto de obligaciones del
responsable del tratamiento, que se agrupan bajo la denominación
genérica de «La calidad de los datos», y que afectan, fundamentalmente, al
tratamiento de los mismos durante su vigencia477. Sin embargo, en opinión
de APARICIO SALOM, “las reglas que se contienen son bastante
heterogéneas y no responden siempre al principio de calidad”478. El
Reglamento de desarrollo de la Ley realiza sus disposiciones al respecto en
el artículo 8, sobre «Principios relativos a la calida de los datos», en el Capítulo
I del Título II, dedicado a los principios de protección de datos.
El contenido de este precepto legal resulta de interés para el tema
objeto de estudio, particularmente las normas que se expresan a
continuación.
476 Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley…, op. cit., (1ª edic.) 57 ss; 114; 118 ss. (3ª
edic.).
477 Cfr. APARICIO SALOM, J. Estudio sobre la Ley…, op.cit., (1ª edic.) 95; 178 ss (3ª edic).
478 Ibídem, 95; 178.
204
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
El artículo 4.1 de la LOPD establece que: «Los datos de carácter
personal sólo se podrán recoger para su tratamiento, así como someterlos
a dicho tratamiento, cuando sean adecuados, pertinentes y no excesivos en
relación con el ámbito y las finalidades determinadas, explícitas y
legítimas para las que se hayan obtenido»; este parámetro se recoge de la
misma manera en el artículo 8.4 del Reglamento de desarrollo.
Como complemento al principio de adecuación y pertinencia del
artículo 4.1, el apartado 5 del mismo establece que «los datos de carácter
personal serán cancelados cuando hayan dejado de ser necesarios o
pertinentes para la finalidad para la cual hubieran sido recabados o
registrados», de manera que
«No serán considerados en forma que
permita la identificación del instrumento durante un periodo superior al
necesario para los fines en base a los cuales hubieran sido recabados o
registrados»479. Esta norma es significativa por su relación con los datos
obrantes en las partidas de bautismo, como se revelará.
El artículo 4.2 de la LOPD establece otra regla relativa a la finalidad,
consistente en que «los datos de carácter personal objeto de tratamiento no
podrán usarse para finalidades incompatibles con aquellas para las que los
datos hubieran sido recogidos. No se considerará incompatible el
tratamiento posterior de éstos con fines históricos, estadísticos o
científicos». Estableciéndose, además, en el tercer inciso del art. 4.5, que
«Reglamentariamente se determinará el procedimiento por el que, por
excepción, atendidos los valores históricos, estadísticos o científicos de
acuerdo con la legislación específica, se decida el mantenimiento íntegro
de
determinados
datos»,
cuya
cuestión
procedimental
queda
efectivamente regulada por los artículos 157 y 158 del RD 1720/2007. Ha
de hacerse notar que la LOPD emplea el término de “finalidad
incompatible”, a diferencia de la LORTAD que prohibía el uso de los datos
para finalidades distintas de aquellas para las que los datos hubieran sido
recogidos, cambio que supone una mayor flexibilidad respecto de la
Esta norma se aclara por la disposición del artículo 8.6 del Reglamento: «No obstante,
podrán conservarse durante el tiempo en que pueda exigirse algún tipo de
responsabilidad derivada de una relación u obligación jurídica o de la ejecución de un
contrato o de la aplicación de medidas precontractuales solicitadas por el interesado.
Una vez cumplido el periodo al que se refieren los párrafos anteriores, los datos
sólo podrán ser conservados previa disociación de los mismos, sin perjuicio de la
obligación de bloqueo prevista en la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, y en el
presente reglamento».
479
205
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
prohibición de alteración de la finalidad, pues se exige una auténtica
incompatibilidad de objetivos y no una simple diferencia entre el objetivo
y la finalidad. La definición de los límites conllevará, sin duda,
dificultades prácticas480.
En los párrafos 3º y 4º del precitado artículo se prescribe también
algo que atañe de forma muy directa al tema central de nuestra
investigación, al disponer que «Los datos de carácter personal serán
exactos y puestos al día de forma que respondan con veracidad a la
situación actual del afectado» (art. 4.3)481, amén de que «si los datos de
carácter personal registrados resultaran ser inexactos, en todo o en parte, o
incompletos,
serán
cancelados
y
sustituidos
de
oficio
por
los
correspondientes datos rectificados o completados, sin perjuicio de las
facultades que a los afectados reconoce el artículo 16 (art. 4.4)»482.
Estas normas, pues, centran sobremanera nuestro interés, como se
pondrá de manifiesto, oportunamente.
Recoge la doctrina que se suscitaron muchas dudas respecto al
alcance de este deber y la responsabilidad derivada de la falta de
cumplimiento de la obligación legal de puesta al día de los datos
personales porque, a pesar de que la Ley dispone que la actualización
debe realizarse de oficio, se discutía si esta obligación alcanzaba o no a
exigir del responsable el tratamiento que investigue la realidad para poder
Cfr. APARICIO SALOM, J. Estudio sobre la Ley…, op.cit., 183,(3ª edic).
Este precepto establece la obligación legal de mantenimiento de la calidad de la
información incorporada al fichero e impone una responsabilidad de mantenimiento
actualizado a la persona que decida sobre el tratamiento de los datos o responsable del
fichero, cuando tenga conocimiento de los cambios en la información que ha de manejar,
de obligatoria comunicación por parte del interesado, en determinados supuestos, como
es el caso de los datos que figuran en los contratos bancarios y de seguros. (Cfr.
APARICIO SALOM, J. Estudio sobre la Ley…, op.cit., 187-189, 3ª edición).
482 El artículo 8.5 del Reglamento de desarrollo de la LOPD completa esta disposición al
establecer que «Si los datos de carácter personal sometidos a tratamiento resultaran ser
inexactos, en todo o en parte, o incompletos, serán cancelados y sustituidos de oficio por
los correspondientes datos rectificados o completados en el plazo de diez días desde que
se tuviese conocimiento de la inexactitud, salvo que la legislación aplicable al fichero
establezca un procedimiento o un plazo específico para ello». Como destaca APARICIO
SALOM, “la obligación legal de actuar de oficio no puede entenderse en el sentido de que
sea el responsable quien está obligado a investigarlos posibles cambios que sucedan, sino
sólo a reflejar en el tratamiento cualquier cambio en la información tratada en el
momento en que tenga conocimiento de ello, de modo que, deberá entenderse que no
supone un incumplimiento de esta obligación legal la constancia de algún dato inexacto
en el tratamiento si el responsable no ha tenido noticia de dicha inexactitud”. (APARICIO
SALOM, J., Estudio sobre la Ley…, op. cit, 190, 3ª edición, 2009).
480
481
206
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
cotejar la existencia de errores o cambios y reflejarlos en el tratamiento483.
Efectivamente, si se parte de la consideración del tratamiento de datos
como una relación jurídica que se desarrolla entre dos o más personas, los
derechos de cada una de las partes no pueden considerarse sino en
relación. En consecuencia, de conformidad con lo apuntado por la
doctrina, el deber de reflejar la información actualizada del artículo 4 de la
Ley supone, más bien, el deber sobre aquello que conozca el responsable
del tratamiento por cualquier fuente, no el de averiguar los cambios que
puedan haberse producido.
Cuando el tratamiento se realiza respecto de datos procedentes de
una
fuente
distinta,
obtenidos
normalmente
mediante
cesión
o
comunicación desde otro tratamiento, este deber de puesta al día de datos
tiene también una especialidad, establecida como obligación para el
cedente, ex art. 16.4 LOPD, a saber: «Si los datos rectificados o cancelados
hubieran sido comunicados previamente, el responsable del tratamiento
deberá notificar la rectificación o cancelación efectuada a quien se hayan
comunicado, en el caso de que se mantenga el tratamiento por este último,
que deberá también proceder a la cancelación». Concluyendo, para el
análisis y alcance de la obligación de actualización de los datos deberá
atenderse únicamente a la distinción entre los tratamientos que son
consentidos y los que no, así como a los impuestos al interesado484.
Finalmente, el apartado 6 del artículo 4 establece una regla que más
que referirse a la calidad de los datos, parece redundar en la organización
del tratamiento, al disponer que «Los datos de carácter personal serán
almacenados de forma que permitan el ejercicio del derecho de acceso,
salvo que sean legalmente cancelados».
También en este orden de cosas, el artículo 10 de la LOPD establece
que “El responsable del fichero y quienes intervengan en cualquier fase
del tratamiento de los datos de carácter personal están obligados al secreto
profesional respecto de los mismos y al deber de guardarlos, obligaciones
que subsistirán aún después de finalizar sus relaciones con el titular del
fichero o, en su caso, con el responsable del mismo. Para la determinación
del contenido de la obligación de guardar secreto debe compararse el
483
484
Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley…, op. cit, 186, (3ª edic., 2009).
Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley…, op. cit, 187, (3ª edic., 2009).
207
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
artículo 10, con el 11. 2 de la LOPD que dispone que: “los datos de carácter
personal objeto del tratamiento sólo podrán ser comunicados a un tercero
para el cumplimiento de los fines directamente relacionados con las
funciones legítimas del cedente y del cesionario con el previo
consentimiento del interesado”.
Sin duda, son muchos los aspectos de importancia e interés que en
materia de protección de datos presenta la Ley; sin embargo, como
advertíamos al principio, hemos atendido únicamente aquellos puntos que
interesan a nuestro objeto de investigación; por tal razón abordamos
ahora, brevemente, de entre las garantías que la LOPD ofrece al
interesado, las de mayor incidencia directa en nuestra investigación, esto
es, los derechos de rectificación y cancelación de los datos.
Como señala SERRANO PÉREZ485, para el Tribunal Constitucional
forman parte esencial del contenido constitucional del derecho a la
protección de datos los derechos que lo hacen practicable, es decir, -en
terminología propia de esta materia-, los derechos a la información,
acceso, rectificación, cancelación y oposición. Tales derechos vienen
regulados en el Título III de la LOPD –artículos 13 al 19-486 ya que son los
que permiten al individuo mantener el control sobre sus datos. La
configuración de los mismos no se distancia de la regulación de la
Directiva pero es, de nuevo, en las excepciones donde se diluye el régimen
protector de la Ley487.
Si bien la puerta al ejercicio de estos derechos es la resultante de la
actuación del derecho de acceso488, en cuanto posibilidad de conocimiento
por parte del interesado de la información que está siendo objeto de
tratamiento, son los derechos de rectificación y cancelación, reconocidos
en el artículo 16 de la LOPD, los que reclaman nuestra atención
indagatoria.
Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op. cit.,
24; 195 ss.
486 Desarrollados reglamentariamente por los Capítulos II a IV del RD 1720/2007, en los
artículos 27 a 36 del mismo.
487 SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., 24.
488 Establecido en el artículo 15 del la Ley, supone que «el interesado tendrá derecho a
solicitar y obtener gratuitamente información de sus datos de carácter personal sometidos
a tratamiento, el origen de dichos datos, así como las comunicaciones realizadas o que se
prevén hacer de los mismos». Su definición se mejora el artículo 27 del Reglamento. El
procedimiento para el ejercicio y atención de este derecho viene regulado en los artículos
27 a 30 del RD 1720/2007.
485
208
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
El derecho de rectificación consiste en la posibilidad de que el
interesado exija del responsable del tratamiento el cumplimiento del
principio de calidad de los datos, cuando éstos son erróneos o
incompletos, de manera que el tratamiento sea reflejo fiel de la realidad489.
El sistema de rectificación de los datos ha sido objeto de una
importante reforma tras la LOPD, puesto que, sin perjuicio de que
continúa regulándose como un deber que ha de atenderse ex oficio por el
responsable del tratamiento, resulta que sólo se tipifica como infracción la
falta de atención de la solicitud de rectificación. Desde el punto de vista de
la calidad de los datos, este derecho ha cobrado una importancia mucho
mayor que la que tenía en la LORTAD, por lo que, con escasas salvedades,
el responsable del tratamiento está obligado a atender la solicitud de
cancelación de los datos sin necesidad de que se cumplan requisitos
especiales.
De otro lado, el derecho de cancelación o derecho del interesado a
que se excluyan del tratamiento datos de carácter personal, por ser
erróneos o por no interesar que se sometan a tratamiento490. Puede este
derecho referirse, tanto a la totalidad de los datos, como a alguno de ellos.
Y, dado que “la Ley no establece qué tipo de causas son las que pueden
motivar la cancelación y no existe ningún precepto legal que determine
cuándo la causa para solicitar la cancelación es suficiente y cuándo no (...),
se establece en la Ley la posibilidad de que el responsable del tratamiento
se oponga a la solicitud de cancelación cuando existan causas para ello, ya
sea al amparo legal del tratamiento, en abstracto, o la existencia de alguna
relación contractual entre el interesado y el responsable del tratamiento
que haya de ser resuelta antes de proceder a la cancelación de los datos, en
aquellos casos en que el tratamiento es esencial para la ejecución de dicho
contrato”491.
Este derecho viene definido en el artículo 31. 2 del Reglamento de
desarrollo de la Ley al establecer que «El ejercicio del derecho de
Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos..., op. cit.,
138 (1ª edic.) y 254 (3ª edic.). En el artículo 31.1 del Reglamento de desarrollo de la LOPD
se define este derecho como «el derecho del afectado a que se modifiquen los datos que
resulten ser inexactos o incompletos».
490 Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica..., op.cit., 139 (1ª edic.) y 254255 (3ª edic.).
491 APARICIO SALOM, J. Estudio sobre la Ley Orgánica de Protección de Datos…, op. cit., 139
(1ª edic).
489
209
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
cancelación dará lugar a que se supriman los datos que resulten ser
inadecuados o excesivos, sin perjuicio del deber de bloqueo conforme a
este reglamento. En los supuestos en que el interesado invoque el ejercicio
del derecho de cancelación para revocar el consentimiento previamente
prestado, se estará a lo dispuesto en la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de
diciembre y en el presente reglamento». El procedimiento para atender
estos derechos se halla establecido en el artículo 33 del Reglamento de
desarrollo de la Ley; el Capítulo IX del mismo determina la forma de
realización de la cancelación por parte del responsable del tratamiento
cuando así lo solicita el interesado o se ha ejercitado el derecho de
oposición.
El régimen jurídico de la cancelación se configura de forma
diferente de la rectificación: mientras que ésta requiere para su eficacia
que el interesado la solicite y acredite la procedencia de su ejercicio492, la
cancelación puede verse impedida por la relación jurídica que ampara el
tratamiento de los datos493. El artículo 32.1, en su inciso segundo,
determina que «en la solicitud de cancelación, el interesado deberá indicar
a qué datos se refiere, aportando al efecto la documentación que lo
justifique en su caso». La diferencia estriba en que la rectificación se funda
únicamente en el principio de calidad del dato, mientras que el derecho de
cancelación se funda en la libertad del consentimiento prestado y en la
libre revocación del mismo494.
El derecho de oposición es calificado por APARICIO SALOM como
una de las “innovaciones más enigmáticas de la ley” ya que no se define ni
se dice en qué consiste; tan sólo dos preceptos de la ley hacen referencia al
mismo –los artículos 6.4 y 30.4- de los que resulta consistir en “la negativa
a la continuación del tratamiento, la cancelación genérica respecto de
todos los datos que pudieran estar sometidos al mismo”495.
El artículo 32.1 del Reglamento prescríbe al respecto que “La solicitud de rectificación
deberá indicar a qué datos se refiere y la corrección que haya de realizarse y deberá ir
acompañada de la documentación justificativa de lo solicitado».
493 Se trata de los casos en que el tratamiento de datos se ampara en una obligación legal o
en la ejecución de un contrato libremente celebrado entre el responsable y el interesado.
Véanse los artículos 33.1 del Reglamento y 16.5 y 29 de la Ley.
494 Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica..., op.cit., 255 (3ª edición).
495 APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley Orgánica..., op.cit., 257-258 (3ª edición). El
procedimiento para su ejercicio se regula en el artículo 35 del Reglamento.
492
210
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
El Título III del Reglamento de Desarrollo de la LOPD (RD
1720/2007, de 21 de diciembre) regula los derechos de acceso,
rectificación, cancelación y oposición (artículos 23 a 36) y, tras
conceptuarlos como derechos personalísimos, proporciona las condiciones
generales y el procedimiento para su ejercicio, en particular en los
artículos 31 a 33 del citado Real Decreto, que aluden específicamente a los
derechos de rectificación y cancelación, objeto de nuestro interés, como se
pondrá de manifiesto posteriormente. En cuanto al procedimiento para el
ejercicio de los derechos de rectificación y cancelación, queda establecido
en el artículo 32 del Reglamento496, ex art. 17.1 de la Ley, al disponer que
“Los procedimientos para ejercitar el derecho de oposición, acceso, así
como
los
de
rectificación
y
cancelación,
serán
establecidos
reglamentariamente”497.
Para finalizar, y en orden al cumplimiento de todas las garantías
previstas, la LOPD -como en su día la LORTAD- establece un sistema de
actuación, unas condiciones y unas obligaciones para el uso de los datos
que aseguran la materialización del derecho de los interesados,
encomendando la vigilancia del cumplimiento de esas garantías legales a
un ente público, la Agencia de Protección de Datos, con capacidad para
496 El art. 32 del RD 1720/2007 establece:
«1. La solicitud de rectificación deberá indicar a qué datos se refiere y la corrección que
haya de realizarse y deberá ir acompañada de la documentación justificativa de lo
solicitado.
En la solicitud de cancelación, el interesado deberá indicar a qué datos se refiere,
aportando al efecto la documentación que lo justifique, en su caso.
2. El responsable del fichero resolverá sobre la solicitud de rectificación o cancelación en
el plazo máximo de diez días a contar desde la recepción de la solicitud. Transcurrido el
plazo sin que de forma expresa se responda a la petición, el interesado podrá interponer
la reclamación prevista en el artículo 18 de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre.
En el caso de que no disponga de datos de carácter personal del afectado deberá
igualmente comunicárselo en el mismo plazo.
3. Si los datos rectificados o cancelados hubieran sido cedidos previamente, el
responsable del fichero deberá comunicar la rectificación o cancelación efectuada al
cesionario, en idéntico plazo, para que éste, también en el plazo de diez días contados
desde la recepción de dicha comunicación, proceda, asimismo, a rectificar o cancelar los
datos.
La rectificación o cancelación efectuada por el cesionario no requerirá comunicación
alguna al interesado, sin perjuicio del ejercicio de los derechos por parte de los
reconocidos en la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre».
497 El título IX del RD 1720/2007 regula los procedimientos tramitados por la Agencia
Española de Protección de Datos. En su Capítulo II (arts.117-119) se norma el
Procedimiento de Tutela de los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición.
211
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
imponer sanciones en caso de detectarse el incumplimiento de las
obligaciones o la infracción de las prohibiciones legales498.
La Agencia de Protección de Datos (AEPD) se erige, pues, en el
órgano de control que, en España, vigila el cumplimiento de la Ley de
Protección de Datos499, cuya regulación se efectúa en el Título VI de la
misma (artículos 35ª 42). Se trata de un órgano intermedio, entre la
unipersonalidad y la colegiación, como parece desprenderse del artículo
11 del Estatuto de la Agencia, y que incluye en su estructura orgánica al
Director, al Consejo Consultivo, el Registro General, la Inspección de
Datos y la Secretaría General, estos tres últimos subordinados al
Director500. Algún autor ha puesto de manifiesto la existencia de críticas a
la organización interna de la AEPD por cuanto el Director es “el verdadero
«poder» dentro de la misma, y el Consejo Consultivo no tiene
competencias que le permiten actuar como «contrapeso» al mismo”501.
498 La AEPD fue creada por la LORTAD para garantizar el cumplimiento de las
previsiones y mandatos en ella establecidos; ha sido regulada de la misma manera por la
LOPD está sujeta al régimen jurídico establecido en el Estatuto de la Agencia Española de
Protección de Datos aprobado por Real Decreto 428/1993. Tanto la LOPD como su
Estatuto la definen como un ente de Derecho público, con personalidad jurídica. Con
propia y plena capacidad pública y privada, actúa con plena independencia de las
Administraciones públicas en sus funciones, razón por la cual, un amplio sector
doctrinal, ha considerado que la AEPD es una “autoridad administrativa independiente”.
(Cfr. ARENAS RAMIRO, M., El derecho fundamental a la protección de datos en Europa..., op.
cit., 575-577).
499 Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op. cit.,
471.
500 Ibídem, 472. El Real Decreto 428/1993, de 26 de marzo, que aprobó el Estatuto de la
AEPD, fue modificado por el Real Decreto 1665/2008, de 17 de octubre, en lo que se
refiere a los supuestos de ausencia del Director.
Aunque el artículo 38 de la LOPD, atribuye al Consejo Consultivo la misión genérica de
asesorar al Director, a la vista de la regulación legal y estatutaria de la AEPD, puede
colegirse la supremacía de éste sobre el Consejo, toda vez que el criterio del Director
resulta determinante puesto que la ley no aclara en qué decisiones debe ser consultado
como se ha dicho y el resto de los órganos que componen la AEPD están, de suyo,
subordinados al Director. Además, la acumulación de funciones –que, aunque
corresponden a la AEPD, se actúan a través de su Director-, refuerza la preeminencia del
mismo. (Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op.
cit., 473-474).
501 ARENAS RAMIRO, M., El derecho fundamental a la protección de datos…, op. cit., 578. A
renglón seguido, señala que sobre la estructura de la Agencia, “varios autores han
lamentado que ésta no adoptara la forma colegiada ofreciendo mayor peso al Consejo
Consultivo como órgano de decisión (y de control, en última instancia) frente al
Director”. Como referentes de tal consideración cita a los autores siguientes: J.
FERNÁNDEZ-SAMANIEGO, “La nueva Ley de protección de datos de carácter personal
Española”, en REDI, nº 24, 2000, p. 4; M. ROCA JUNYENT/E. TORRALBA
MENDIONAL, “La Ley de Protección de Datos “, en la Ley, nº 2, 2000, p. 7; M.
212
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Por lo que hace a la materialización de la protección de los derechos
derivados de la LOPD, su artículo 18, al disponer que las actuaciones
contrarias a lo dispuesto en la misma puedan ser objeto de reclamación
por los interesados ante la Agencia de Protección de Datos en la forma que
reglamentariamente se determine, instituye un principio de tutela
genérico, referido a los derechos de acceso, rectificación, cancelación y
oposición, a través del cual el interesado puede solicitar la intervención de
la Agencia de Protección de Datos502, sin que su actuación haya de
tramitarse mediante un procedimiento sancionador, sino mediante un
simple procedimiento en que se diriman las diferencias entre el
responsable del tratamiento y el interesado. Sin embargo, la potestad de la
Administración se puede manifestar de dos formas distintas, ya que, por
una parte, a la Agencia de Protección de Datos se le encomienda que vigile
la correcta actuación de los operadores en el sistema, su adecuación a los
principios de actuación que se establecen en la Ley y, por otra, se le
atribuye también la potestad para actuar en tutela de los derechos de las
personas, de manera que, cuando algún ciudadano entienda que se ha
violado su intimidad por alguna actuación de un tercero que origine una
infracción de la Ley, podrá acudir a la Agencia de Protección de Datos con
el fin de que investigue los hechos, restituya la legalidad -en caso de que
entienda que existe una violación de la intimidad- e imponga las
oportunas sanciones legales503.
A la sazón, el artículo 37 f) de la LOPD atribuye a la Agencia de
Protección de Datos la competencia para “requerir a los responsables y los
encargados de los tratamientos, previa audiencia de estos, la adopción de
las medidas necesarias para la adecuación del tratamiento de datos a las
VIZCAÍNO CALDERÓN, Comentarios a la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter
Personal, 2001, p. 397; A. I. HERRÁN ORTIZ, El derecho a la intimidad…, op.cit., 334-335”.
502 Ante cualquier vulneración del derecho fundamental a la protección de datos
personales se puede iniciar ante la AEPD un procedimiento de tutela del mismo o un
procedimiento sancionador. El procedimiento de tutela se inicia siempre a instancia del
interesado, por escrito o verbalmente, con expresión del contenido de su reclamación y
de los preceptos legales que se consideran vulnerados. La duración máxima de este
procedimiento de reclamación de tutela es de seis meses, dentro de cuyo plazo deberá
resolverse expresamente, ya que, de no ser así, entra en juego la figura del silencio
administrativo que en ese caso será de carácter positivo. Contra la resolución de la AEPD
cabe recurso contencioso- administrativo. (Cfr. ARENAS RAMIRO, M., El derecho
fundamental a la protección de datos…, op. cit., 586).
503 APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley..., op.cit., 60 ss (1ª edic.) y 264 ss, (3ª edic.).
213
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
disposiciones de esta Ley y, en su caso, ordenar la cesación de los
tratamientos y la cancelación de los ficheros cuando no se ajuste a sus
disposiciones”.
En este caso, el interés que se protege es exclusivamente público,
pues no se trata de amparar la intimidad de algún ciudadano concreto,
sino de garantizar que el funcionamiento de los operadores es correcto, lo
que supone una garantía general de la intimidad protegida. En este
supuesto, la potestad de la Agencia sería “policial” o de control del
funcionamiento regular de los tratamientos.
El segundo de los aspectos, el de carácter tutelar, tiene una
naturaleza distinta: se refiere a la protección de la intimidad de un
ciudadano concreto que solicita dicha tutela, debiendo limitarse la
actuación de la Administración a atender la instancia del particular
ofendido conforme a su petición. En tal caso, si éste no solicita la apertura
de un expediente sancionador, la Agencia de Protección de Datos no
estará legitimada para abrirlo. Sólo la persona que se sienta vulnerada en
su derecho fundamental a la intimidad puede solicitar el auxilio de la
Agencia de protección de Datos y ésta deberá actuar de acuerdo con dicha
instancia, abriendo el expediente si existen motivos para ello, notificando
dicho acuerdo al interesado y tramitándolo hasta su resolución, que
deberá comunicarse al denunciante504.
También el artículo 18.2 de la LOPD regula otro procedimiento de
tutela de los derechos de oposición, acceso, rectificación o cancelación,
merced al cual el interesado, ante la denegación total o parcial del ejercicio
de esos derechos, podrá ponerlo en conocimiento de la Agencia de
Protección de Datos o, en su caso, del Organismo competente de cada
Comunidad Autónoma, que deberá asegurarse de la procedencia o
improcedencia de la denegación.
Contra la resolución del procedimiento cabe interponer, o un
recurso de reposición potestativo -introducido en la Ley 30/1992,
reguladora del Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del
Procedimiento Administrativo Común y por la Ley 4/1999, de reforma de
ésta- o, directamente, un recurso contencioso-administrativo505.
504 Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley..., op.cit., 141 ss (1ª edic.) y 266 ss, (3ª
edic.).
505 Cfr. APARICIO SALOM, J., Estudio sobre la Ley..., op.cit., 146 (1ª edic.); 271 (3ª edic).
214
PARTE PRIMERA. BASES NORMARTIVAS DE LOS INTERESES EN CONFLICTO
Por su parte, el artículo 19 de la LOPD regula un derecho un tanto
llamativo respecto de la protección de datos, como es el de que los
interesados que sufran lesión en sus derechos o bienes como consecuencia
del incumplimiento de lo dispuesto en la Ley por el responsable o el
encargado del tratamiento, tienen derecho a ser indemnizados. “En
cualquier caso, la LOPD se limita a establecer, o, más bien, a recordar que
existe la responsabilidad patrimonial en el caso de causar perjuicios, que
habrá de reclamarse en vía contencioso-administrativa cuando el perjuicio
proceda
de
tratamientos
de
titularidad
pública,
conforme
al
procedimiento y principios establecidos en los artículos 134 y siguientes
de la LRJ-PAC, o ante los tribunales ordinarios en el caso de los ficheros de
titularidad privada”506.
La tipificación de infracciones está prevista en el artículo 44, de
amplio contenido; el régimen de sanciones se resuelve en el artículo 45, y
el procedimiento sancionador “se determinará vía reglamentaria, teniendo
en cuenta que las resoluciones de la Agencia de Protección de Datos u
órgano correspondiente de la Comunidad Autónoma agotan la vía
administrativa”, a tenor del art. 48 de la Ley.
Para finalizar, por lo que afecta a los “datos especialmente
protegidos” del artículo 7 de la LOPD, cuya naturaleza y tratamiento
inciden directamente en nuestro tema, serán objeto de tratamiento en
ocasión ulterior. No cerraremos, no obstante, este apartado sin considerar
que los datos personales gozan también de una fuerte protección penal, ya
que la violación de las normas, tanto de recogida como de difusión de los
mismos, está castigada con penas reforzadas cuando afecten a datos
personales que revelen la ideología, religión creencias, salud origen racial
o vida sexual, ex art. 197.5 del Código Penal.
Una breve referencia a las previsiones de la LOPD con relación a las
Comunidades Autónomas, constituyen el epílogo de esta sección temática,
de las que cabe señalar que, hasta el momento, son las Comunidades de
Madrid, Cataluña y País Vasco las que únicamente han desarrollado ese
potencial legal507, aunque la doctrina ha puesto de relieve el impulso que
Ibídem, 146 (1ª edic.); 271 (3ª edic.).
Sobre este particular, como pone de manifiesto ARENAS RAMIRO, es preciso que
señalar que ningún Estatuto de Autonomía atribuye a su Comunidad Autónoma
competencias en materia de protección de datos personales, aunque en alguna
506
507
215
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
se está dando a este tema a nivel autonómico. ORDÓÑEZ SOLÍS, por
ejemplo, hace referencia a este tema afirmando que los nuevos estatutos
de autonomía, en la mayoría de los casos, consagran expresamente un
derecho a la protección de datos personales. En 2006 y en 2007 se culminó
el proceso de renovación de seis estatutos autonómicos: el valenciano (10
de abril de 2006), el catalán (19 de julio de 2006), el balear (28 de febrero de
2007), el andaluz (19 de marzo de 2007), el aragonés (20 de abril de 2007), y
el castellano-leonés (30 de noviembre de 2007). En la primera iniciativa de
reforma estatutaria presentada por el parlamento vasco sólo se hacía una
referencia
general
a
la
protección
estatutaria
de
los
derechos
fundamentales. Lo mismo ocurrió con la reforma del estatuto valenciano
que no recoge explícitamente el derecho de protección de datos
personales; en cambio, todos los demás estatutos, el catalán, el balear, el
andaluz, el aragonés y el castellano-aragonés, consagran este derecho
respecto de los ficheros públicos autonómicos. Por otra parte, en la
sentencia 247/2007, el Tribunal Constitucional puntualiza que los
Estatutos de Autonomía no pueden establecer por sí mismos derechos
subjetivos en sentido estricto, sino directrices, objetivos o mandatos a los
poderes
públicos
Autonómicos,
es
decir,
que
«los
derechos
constitucionales no pueden ser objeto de regulación por los Estatutos de
Autonomía», lo cual no impide que se puedan reproducir derechos
constitucionales en dicho Estatutos508.
Comunidad, como es el caso de Cataluña -el preámbulo de la Ley de protección de datos
hace también referencia a la competencia de los poderes Públicos de la Comunidad,
recogida en el Estatuto de Autonomía, para promover la igualdad de sus ciudadanos y
remover cualquier obstáculo que dificulte el ejercicio de los derechos de los mismos- y
únicamente son tres las Comunidades que tienen Agencias (el art. 7 Estatuto de
Autonomía de la Comunidad de Madrid, el art. 8 Estatuto de Autonomía de Cataluña, y
el art. 9 Estatuto de Autonomía del País Vasco). En este sentido, cita el trabajo de
TRONCOSO REIGADA, (“Las Comunidades Autónomas y la protección de datos
personales: marco constitucional y posibilidades para el futuro”, en Revista Parlamentaria
de la Asamblea de Madrid, nº 12, junio 2005, pp. 116 y 127-128), quien señala que en los
proyectos de Estatutos de las Comunidades Autónomas de Cataluña y Canarias se
reconoce la protección de datos personales como competencia de la Comunidad,
extendiéndose el ámbito de control a los ficheros privados. (Cfr. ARENAS RAMIRO, M.,
El derecho fundamental a la protección de datos…, op. cit., 573; nota 680).
508 Cfr. ORDÓÑEZ SOLÍS, D., Privacidad y Protección Judicial de los datos personales, Bosch,
Barcelona, 2011, 112-115.
216
PARTE SEGUNDA
DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL
A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
CAPÍTULO I: IMPLICACIONES
INTERORDINAMENTALES
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
1. REGULACIÓN JURÍDICA DE LAS RELACIONES IGLESIAESTADO
Durante el periplo investigador se ha ido observando que, a la luz
del número creciente de publicaciones sobre el tema, es indudable que en
los últimos tiempos se ha producido el surgimiento de un matiz litigioso
emanado de la intención apóstata, que parece haber excedido su natural
ámbito confesional para insertarse en el orden jurídico civil, siendo capaz,
al tiempo, de despertar el interés y la atención del estudioso del Derecho.
Son varios y sustanciales los valores que en forma de derechos se
ponen en juego, interrelacionándose y provocando una llamada de
atención al ordenamiento jurídico en orden a su tutela eficaz y una
eventual resolución de conflictos que pudieran derivarse de un ejercicio
dificultoso o impedido.
Esa razón, justifica primordialmente el presente bloque temático
que intenta poner de relieve las hipotéticas relaciones que surgen a raíz
del acto de apostasía, formalmente realizado, entre los ordenamientos
estatal y canónico en materia de protección de datos personales, a la vista
de las reclamaciones presentadas por los interesados ante el órgano
competente por una supuesta falta de atención de las solicitudes de
rectificación y cancelación de datos personales obrantes en los Libros de
Bautismo o la inadmisión de la petición de cancelación -en el sentido de
desaparición física- de la inscripción del bautismo por abandono de la
Iglesia.
Premisa ineludible, no obstante, es la de reconocer nuestro
desconocimiento acerca de las verdades y profundas razones que han
llevado a las partes implicadas a propiciar unas soluciones que implican a
ambos ordenamientos jurídicos y que, a la postre, no parece satisfacer las
pretensiones, aunque la coincidencia en la medida resolutiva, entendemos,
ha tratado de preservar ab initio la independencia de la Iglesia en la
regulación y resolución de cuestiones que considera le son propias.
221
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
1.1. CONSIDERACIONES GENERALES
A lo largo de las páginas precedentes hemos tratado de recoger las
cuestiones de índole general que afectan al tema objeto de investigación
delimitando las parcelas de actuación y decisión normativa de la Iglesia y
del Estado. Sin embargo, ni el Estado ni las confesiones religiosas son
compartimentos estancos, ambas instancias parten de lo social y se nutren
de ello. Y la sociedad, que es la suma de la plural individualidad, ha de
acogerse a unos valores y principios cuyo sustrato es siempre la dignidad
y los derechos fundamentales de la persona humana.
En efecto, los derechos humanos se erigen en baluarte de la sociedad
contemporánea, especialmente a partir de las dos Guerras Mundiales del
pasado siglo XX, de terribles consecuencias para la humanidad.
Especialmente, desde ese momento, la concepción de los derechos y
libertades fundamentales determina la significación del poder político ya
que se presentan, en el modelo constitucional, al mismo tiempo, como un
conjunto de valores básicos y como el marco de la protección de las
situaciones jurídicas subjetivas509.
Con acierto afirma el profesor PÉREZ LUÑO que “en su significación
axiológica objetiva los derechos fundamentales representan el resultado del
acuerdo básico de las diferentes fuerzas sociales, logrado a partir de
relaciones de tensión y de los consiguientes esfuerzos de cooperación
encaminados al logro de metas comunes”510. En consecuencia, constituyen
los presupuestos del consenso sobre el que edificar la sociedad
democrática y determinan el estatuto jurídico del ciudadano tendiendo a
tutelar la libertad, autonomía y seguridad de la persona tanto frente al
poder como frente a los demás miembros del cuerpo social511.
Nuestro Ordenamiento jurídico, constitucional, reconoce y ampara
tales derechos. En lo que nos concierne, son los artículos 16 y 18 de la
Cfr. PÉREZ LUÑO, A. E., Los derechos fundamentales…, op. cit., 16-17.
Ibídem, 17.
511 Ibídem, 17-18. En este sentido, el profesor PÉREZ LUÑO afirma que “en el horizonte
del constitucionalismo actual los derechos fundamentales desempeñan, por tanto, una
doble función: en el plano subjetivo siguen actuando como garantías de la libertad
individual, si bien a este papel clásico se aúna ahora la defensa de los aspectos sociales y
colectivos de la subjetividad, mientras que en el objetivo han asumido una dimensión
institucional a partir de la cual su contenido debe funcionalizarse para la consecución de
los fines y valores constitucionalmente proclamados”. (PÉREZ LUÑO, A. E., Los derechos
fundamentales..., op. cit., 21).
509
510
222
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Norma Básica los que representan o dan cobertura a la dicotomía de un
hipotético conflicto.
De un lado, el artículo 16 de la Constitución y su ya contemplado
contenido, aunque la delimitación completa de la esencia siempre queda
en ciernes512, en su doble proyección individual y colectiva, como derecho
subjetivo y como principio o regla de derecho. De otro, el artículo 18.4, que
reconoce como fundamental la autodeterminación informativa o derecho a
la protección de datos personales. Y en el centro de ambos preceptos, un
acto, personalísimo, de abandono de un credo religioso, en concreto, el
denominado actus formalis defectionis ab Ecclesia Catholica. De la
interrelación de estos preceptos y la normativa eclesial puede inferirse
cierta implicación, para unos, o un “falso conflicto”, para otros513, como se
revelará oportunamente.
Señala el profesor PALOMINO, siguiendo a BERGER, que “el
pluralismo de la Modernidad occidental es la consecuencia de la libertad y
de las instituciones liberales características de una sociedad que reconoce
los derechos humanos. La perspectiva que adopte el Estado acerca del
factor religioso514 pasa necesariamente por el derecho de libertad religiosa.
Y la expresión de la pluralidad religiosa en un país democrático debe
encontrar en ese derecho fundamental el cauce y el límite de su
Resulta tópico afirmar que todo es susceptible de mejora siempre; en este aspecto,
coincidimos con MARTÍNEZ DE PISÓN cuando afirma que “hay que afrontar la tarea de
construir el concepto jurídico constitucional del derecho a la libertad religiosa de acuerdo
a ese conjunto normativo [aludía a los documentos internacionales, constitucionales, la
LOLR y la normativa paccionada] y a los materiales filosóficos e históricos”. (MARTÍNEZ
DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa en España, Dykinson, Madrid, 2000,
270-271); puesto que, como se puso de relieve en apartados anteriores, pese a los
esfuerzos doctrinales, el artículo 16 CE plantea dificultades conceptuales que no acaban
de superarse.
513 Esta expresión, de índole conclusiva, fue acuñada por el profesor OTADUY en su
trabajo “Iglesia Católica y Ley Española de Protección de Datos: falsos conflictos”,
publicado en Ius Canonicum, XLVIII, N. 95, 2008, págs. 117-140.
514 En opinión de los profesores VILADRICH y FERRER, no cabe confundir “lo religioso”
con el concepto eclesiasticista de “factor religioso”. Para ellos, en Derecho eclesiástico
español, por factor religioso se entiende “aquel conjunto de actividades, intereses y
manifestaciones del ciudadano, en forma individual o asociada, y de las confesiones, como entes
específicos, que, teniendo índole o finalidad religiosas, crean, modifican o extinguen relaciones
intersubjetivas en el seno del ordenamiento, constituyéndose, en consecuencia, como factor social
que existe y opera en el ámbito jurídico de la sociedad civil y que ejerce en ella un influjo
conformador importante y peculiar”. (Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER ORTIZ, J., “Los
principios informadores del Derecho Eclesiástico Español”, en Derecho Eclesiástico del
Estado Español, Eunsa, Navarra, 1993, 172).
512
223
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
realización515. El Estado trata jurídicamente el factor religioso cuando
regula, mediante su Derecho, el reconocimiento, tutela y promoción de ese
factor social en conexión con el resto del ordenamiento jurídico, sin
inmiscuirse en las peculiaridades de la materia religiosa516.
En efecto, cada país articula las relaciones político-jurídicas con el
factor religioso de un modo concreto, atendiendo al reconocimiento o no
del derecho fundamental de libertad religiosa, pero también a las
circunstancias peculiares de tipo sociológico, histórico o jurídico y “esta
articulación es la gestión pública del factor religioso” que se cifra en lo que los
expertos suelen denominar los “modelos” de relación entre las religiones y
el Estado o, sencillamente, los modelos de relación Iglesia-Estado517.
En cuanto a lo que el profesor MARTÍNEZ-TORRÓN denomina
“sistema diseñado por la Constitución y por la Ley de Libertad Religiosa”,
en materia de relaciones entre el Estado y religión, se pretendía alcanzar
tres objetivos esenciales: un alto grado de libertad, un elevado consenso de
la población española y de las fuerzas políticas, así como una razonable
previsión de estabilidad, que tan ausente estuvo en la historia de nuestro
constitucionalismo anterior. “Se trataba -afirma el citado profesor- de un
verdadero giro copernicano en la actitud del Estado ante el hecho
religioso. La novedad consistía en que se rehuía cualquier clase de
monócroma orientación religiosa o laicista, y se constituía un plano
complejo en el que, teniendo cabida las relaciones institucionales entre
Estado y confesiones religiosas, la libertad era el criterio dominante. De
manera que el nuevo marco constitucional resultaba plenamente conforme
con los estándares internacionales, y concretamente con el que suele
considerarse el más exigente de ellos: el Convenio Europeo de Derechos
PALOMINO R., “Laicidad, laicismo, ética pública: presupuestos en la elaboración de
políticas para prevenir la radicalización violenta” en MARTÍN SÁNCHEZ, I;
GONZÁLEZ SÁNCHEZ, M. (coords.), Algunas cuestiones controvertidas del ejercicio del
derecho fundamental de libertad religiosa en España, Fundación Universitaria Española,
Madrid, 2009, 62.
516 VILADRICH, P. J.; FERRER ORTIZ, J., “Los principios informadores del Derecho
Eclesiástico Español”, en Derecho Eclesiástico del Estado Español, Eunsa, Navarra, 1993, 172.
517 Cfr. PALOMINO R., “Laicidad, laicismo, ética pública: presupuestos en la elaboración
de políticas para prevenir la radicalización violenta”..., op. cit., 63.
515
224
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Humanos según la interpretación aportada por su propia jurisdicción, el
Tribunal Europeo de Estrasburgo” 518.
El marco de tales relaciones, con cierta inspiración en la experiencia
de otros países europeos, aunque más bien ex novo, como señala algún
sector doctrinal a la vista de los antecedentes en España, se trazó en torno
a cuatro principios fundamentales que la doctrina suele denominar
“principios informadores”, dotados de armazón jurídica merced a la
LOLR519, que ulteriormente serán objeto de tratamiento.
Tras la oportuna investigación, a la hora de abordar con carácter
muy general este apartado, seguimos al profesor VERA URBANO520 en un
sintético -empero descriptivo- estudio sobre los sistemas doctrinales sobre
las relaciones jurídicas entre la Iglesia y el Estado a lo largo de la historia;
estudio, fruto de una interpretación doctrinal que, como afirma el mismo
profesor, sólo se acomoda a la realidad de determinados puntos de vista y
que recogemos en nota a pie de página.
Distingue VERA URBANO entre los sistemas clásicos y el surgido
merced al nuevo planteamiento doctrinal del Concilio Vaticano II. Los
primeros521 “se sitúan en una perspectiva dialéctica de poder que oscila
MARTÍNEZ-TORRÓN, J., La contribución de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa a la
transición democrática, www.olir.it, (consulta: julio de 2011), 6-9.
519 Ibídem.
520 Cfr. VERA URBANO, F., “Sistemas doctrinales sobre las relaciones jurídicas entre
Iglesia y Estado”, en Estudios en honor del Dr. Lamberto de Echevarría, Ediciones
Universidad de Salamanca, 1987,143- 160.
521 La propuesta de VERA URBANO, en lo que concierne a los sistemas doctrinales
“clásicos”, sería:
● Por parte de la Iglesia:
Sistema Dualista: establecido de conformidad con el precepto “Dad al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios” (Mc 12,17), propone la distinción de competencias entre la
Iglesia y el Estado así como el mutuo respeto e independencia entre ellos. Es también
llamada “teoría gelasiana”, por haber sido formulada por el Papa Gelasio I en su carta al
emperador Atanasio (494). Esta fue la postura defendida por Tomás de Aquino.
Sistema teocrático o hierocrático, también llamado del “poder directo”, pretende que la
Iglesia posea jurisdicción directa también en materia civil. Defendida por los llamados
“curialistas”, en la Baja Edad Media.
Sistema del “poder indirector”, cuyo objetivo se propone la rectificación del sistema
anterior y vuelta al sistema dualista pero defendiendo el derecho del poder eclesiástico a
intervenir en materia temporal y civil, “ratione peccati”. Sobre la base de las doctrinas de
Torquemada, Vitoria o Soto, esta teoría es formulada por Suárez y Bellarmino, y ha sido
la doctrina oficial hasta la época anterior al Concilio Vaticano II.
Sistema del “poder directivo”, que había sido propuesto en el s. XVIII por Fenelon y
Bossuet, parte también de la distinción entre ambos poderes, abandona el concepto de
jurisdicción, incluso indirecta, de la Iglesia sobre el Estado, pero afirma el deber de
518
225
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
desde el enfrentamiento excluyente hasta la interacción o armonización, y
que encuentran su explicación, en gran parte, en la misma evolución
histórica de las ideologías (concepto de Iglesia, de Estado, de poder, de
atención a los derechos de la persona...) y de las situaciones sociales
concretas (uniformidad o pluralismo confesional) y las formas políticas
sumisión del príncipe católico a las orientaciones y exhortaciones doctrinales de la Iglesia
cuando una materia temporal está en conexión estrecha con el orden religioso-moral.
Sistema de coordinación, o coordinacionismo, sistema propuesto últimamente, según el
cual Iglesia y Estado son sociedades independientes y jurídicamente pares; deben
coordinar su actividad sin que ninguna de ellas pretenda una subordinación a la otra. Se
reconoce la superioridad del fin de la Iglesia, aunque se sostiene que esto no puede dar
lugar a subordinación jurídica alguna .
Merece destacarse en este punto la opinión de la doctrina eclesiástica protestante, defensora,
según las principales confesiones, del territorialismo (Lutero), la teocracia (Calvino) o un
sistema político teocrático al estilo de Israel (Zwinglio); si bien, han ido evolucionado
hacia una mayor distinción y dualismo de competencias, lo ha hecho siempre dentro de
la sumisión propia del sistema protestante de “Iglesia de Estado”.
● Por parte del Estado:
Cesarismo o cesaropapismo o sistema que, siguiendo la tradición romana, pretende la
subordinación de la Iglesia y de lo eclesiástico al Estado: el “ius sacrum” integrado en el
“ius publicum”; es el sistema introducido por Constantino (después del Edicto de Milán
del año 313) y llevado a conclusiones extremas en Bizancio.
Territorialismo, que tiene particular aplicación en el mundo protestante y se impone
como sistema conciliador tras las guerras de religión en Alemania, conforme al principio
“cuius regio eius est religio”. En el fondo es una nueva forma de cesaropapismo que
proponen en la Edad Moderna Marsiglio de Padua u Ockam; niegan capacidad
legislativa al poder eclesiástico.
Sistema jurisdiccionalista, en sus diversas formas (galicanismo, regalismo,
febronianismo, josefinismo...). Se trata de sistemas que, aun reconociendo teóricamente la
legitimidad e independencia del poder eclesiástico, pretenden sin embargo, por exigencia
del principio absolutista de la “razón de Estado”, la subordinación de la Iglesia en la
ejecución práctica de la política del Estado.
Sistema Liberal o separatista, que prevalece en el siglo XIX como fruto de las doctrinas
reinantes en el campo de la filosofía y la política del liberalismo (agnosticismo, deísmo,
racionalismo, despotismo ilustrado,…). En este sistema, el poder civil se separa del poder
espiritual dejando libertad al individuo para profesar la propia fe en el ámbito del
derecho estatal. El Estado, se dice, quiere conocer sólo ciudadanos. Dentro de esa
orientación general y laica del Estado, se puede distinguir una forma hostil y sectaria de
separatismo, que coincide con el laicismo antirreligioso propio de las doctrinas
materialistas, que se imponen en buena parte de Europa a partir de la segunda mitad del
siglo XIX y una forma menos hostil, aunque con toda la actitud liberal de esta época,
relegando la actividad religiosa al recinto de los templos y la fórmula del laicismo correcto
y respetuoso que había proclamado ya en la Inglaterra del siglo XVIII el neobaptista
Roger Williams y que se implanta en los Estados Unidos de América, con la constitución
de Filadelfia (1767). Según esta última versión del separatismo se reconoce completa
independencia y libertad religiosa a las Iglesias dentro del más estricto respeto a la
organización política del Estado reconociendo el valor trascendente y social de la moral
religiosa en la vida pública, pero con una total y respetuosa separación de ambos
poderes. Ésta viene a ser la fórmula de la mutua independencia junto con una “sana
cooperación” que proclama el Concilio Vaticano II al hablar de las relaciones entre la
Iglesia y la comunidad política en la Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 76.
226
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
concretas (Estado unitario monárquico o democrático, Estado Federal,
confederación de Estados u organizaciones supranacionales). Para VERA,
podría hablarse de un “cierto movimiento pendular que supone la
prevalencia en cada supuesto de cada uno de los extremos (Iglesia o
Estado)”, a pesar de que no siempre se ha dado una diferenciación
completa, ya que “no se puede hablar en la realidad de posturas
«químicamente puras»”522.
No entramos a considerar la cuestión cronológica de los sistemas
para no excedernos en contenidos introductorios. Lo que sí deviene cierto
es que, tras finalizar la II Guerra Mundial (1945), se presenta en este
panorama un clima de separación amistosa entre la Iglesia y el Estado que
conjuga pluralismo religioso con una cooperación, desde una perspectiva
más secularizada de la gestión política estatal, en el terreno de la acción
cultural y social.
Sobre la doctrina del Concilio Vaticano II, contenida, en lo que a
esta materia afecta, en las Constituciones conciliares Gaudium et Spes (n.
76), Lumen Gentium (n. 36) y Dignitatis Humanae (n. 13), el profesor VERA
destaca que el Concilio busca la solución en la debida atención a la
persona humana, que es el destinatario de los servicios de la Iglesia y del
Estado y, por tanto, la razón de ser de estas dos sociedades, asimismo, el
Concilio tiene muy en cuenta el cambio radical operado tanto en la Iglesia
como en el Estado, lo que lleva a prescindir de cuestiones tan celosamente
defendidas en otros tiempos, como lo fue la confesionalidad. En materia
de relaciones entre la Iglesia y la comunidad política, la doctrina conciliar
parte de dos criterios fundamentales: la mutua independencia de ambas
sociedades, que se funda en la misma diversa naturaleza de una y otra, y
una “sana colaboración” en el común servicio a los hombres. “Todo ello
supone para el Estado el favorecimiento y la tutela del derecho de libertad
religiosa de los individuos y de las comunidades en el amplio sentido de
«promover, remover y facilitar» que proclama el artículo 9.2 de nuestra
Constitución (sin olvidar el tenor de los arts. 10.2, 14, 16 y 96.1) y con el
Cfr. VERA URBANO, F., “Sistemas doctrinales sobre las relaciones jurídicas..., op. cit.,
160.
522
227
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
«contenido, forma y límite» reconocidos en la Ley Orgánica de libertad
religiosa de 5 de julio de 1980”523.
Dado que el tema de las relaciones entre el Estado y la Iglesia
deviene sustancial para el objetivo de nuestra investigación, no podemos
dejar de referirnos, aunque de forma tangencial, a los principios que
ordenan dichas relaciones, en el marco de un sistema normativo que
pretenda
coherencia,
basado
en
relaciones
de
cooperación,
que
entendemos justas y legítimas, desde el contexto de la igualdad -en el
sentido de ecuanimidad- proclamada en nuestra Norma Fundamental
como principio superior del ordenamiento; igualdad, desde la libertad,
que no es sinónimo de uniformidad.
El punto donde la justicia se erige en eje, ponderador, entre la
libertad y la igualdad es, precisamente, en el equilibrio entre el potencial
de ambos vectores socio-jurídicos, de suerte que, en su interconexión, la
igualdad no llegue a convertirse en igualitarismo, por el mismo principio
de dignidad humana del que deriva todo. Esta postura se asienta más
hondamente si tenemos en cuenta la noción clásica de justicia
aristotélica524, que originaría el concepto de justicia material: si dar a cada
uno lo suyo, lo que se le debe en justicia, es justicia, las relaciones EstadoIglesia o confesiones religiosas no dependerá en ningún caso de “colores
políticos”, ni de convicciones radicales de la índole que sean, en las que
subyacen posturas exclusivistas, o, lo que es igual, auténticos focos de
discriminación entre las personas humanas.
Abordamos,
en
consecuencia,
tan
sobresaliente
asunto
de
trascendentales connotaciones jurídico-sociales hoy día.
523 Cf. VERA URBANO, F., “Sistemas doctrinales sobre las relaciones jurídicas entre
Iglesia y Estado”..., op. cit, 143- 160.
524 Aristóteles, en su Ética a Nicómaco reflexionaba diciendo: «parece que la justicia consiste
en la igualdad, y así es, pero no para todos, sino para los iguales; y la desigualdad se muestra justa,
y lo es, en efecto, pero no para todos, sino para los desiguales».
228
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
1.2. PRINCIPIOS RECTORES
Como
señalan
los
profesores
VILADRICH
y
FERRER,
la
Constitución de 1978 contempla el reconocimiento y la protección de los
derechos y libertades en materia religiosa mediante una serie de preceptos
inspirados en un espíritu de libertad, concordia y superación de la
llamada “cuestión religiosa”525.
Como se ha manifestado repetidamente, la libertad religiosa,
derecho fundamental de la persona y, por extensión, de las comunidades,
comprende una dimensión interna y otra externa que conlleva el derecho a
manifestar las propias convicciones o creencias religiosas, constituyendo,
al propio tiempo, un tema que no pierde actualidad sino, más bien, todo lo
contrario526.
Pasado el momento constituyente, en el que las realidades vitales
de la sociedad se expresaron bajo la forma y el método de la política, es la
ciencia jurídica, en particular la eclesiasticista, la encargada de traducirlas
a sus categorías propias.
La razón por la que la Constitución española de 1978 contempla
formalmente el hecho religioso en su estricta dimensión de factor social
sometido a un tratamiento de índole jurídico civil, reside en la concepción
de fondo sobre las relaciones entre política y religión, sobre la naturaleza y
el sentido del Estado, considerado en sí mismo y en su delimitación
respecto de las comunidades religiosas. Esta idea puede extraerse sin
dificultad
mediante
interesantes
claves
de
lectura,
a
saber:
la
consideración de la soberanía popular como fuente de inspiración, la
consideración de sujeto individual como ciudadano, no como creyente, y,
finalmente, la consideración civil de los grupos religiosos527.
VILADRICH, P. J.; FERRER ORTIZ, J., “Los principios informadores del Derecho
Eclesiástico Español”, en Derecho Eclesiástico del Estado Español, Eunsa, Navarra, 1993, 165.
526 Es más, como afirma NAVARRO-VALLS, “en el momento en que nos encontramos,
quizá debido a una cierta fatiga intelectual acerca de la disciplina, podemos correr el
peligro de «reinventar la Constitución», lo cual no deja de ser tan sugerente como inútil”.
(NAVARRO-VALLS, R., “Los modelos de relación Estado-Iglesias y el principio de
cooperación”, en Jornadas Jurídicas sobre Libertad Religiosa en España, Ministerio de Justicia,
Madrid, 2008, 159).
527 Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER ORTIZ, J., “Los principios informadores del Derecho
Eclesiástico Español”, en Derecho Eclesiástico del Estado Español, Eunsa, Navarra, 1993, 166170.
525
229
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
La Constitución atiende al hecho religioso en la medida en que se
manifiesta y actúa como factor social plural sometido a un tratamiento
jurídico de materia civil, a diferencia de lo que ocurría en otros periodos
de la historia en los que era valorado desde una perspectiva confesional. Y
no se limita a proscribir cualquier represión del hecho religioso
(reconocimiento negativo), sino que presta tutela constitucional al factor
religioso como resultado de estimarlo una realidad relevante en la
sociedad democrática (reconocimiento positivo).
Una exégesis de estricta técnica eclesiasticista entre el conjunto del
artículo 16 y del artículo 9.2 del Texto Fundamental permite afirmar que
no existe residuo confesional alguno: el Estado, a la hora de valorar a los
grupos religiosos, no ha adoptado criterios de naturaleza religiosa
asumidos del credo de una religión determinada, sino que ha adoptado
criterios de naturaleza civil llegando a un equilibrio complementario entre
los principios de libertad religiosa y de laicidad, y convirtiendo el
concepto de confesión religiosa en pieza clave de nuestro Derecho
Eclesiástico Español528.
Tras más de siglo y medio en que las diversas Constituciones
españolas, con escasas excepciones -la Constitución de 1868 y la
Constitución de 1931, vigentes durante un corto lapso- han proclamado de
alguna manera la confesionalidad del Estado; la Constitución de 1978
parece abandonar esa confesionalidad, aunque no todos los autores
acaban de aceptar esa afirmación. Existen, al respecto, diversos puntos de
vista, que no entramos a considerar aquí.
Sin embargo, es cuestión que nos parece de interés para el presente
trabajo realizar un repaso, grosso modo, de los principios informadores del
Derecho Eclesiástico español. GUTIÉRREZ DEL MORAL y CAÑIVANO
SALVADOR529 presentan una obra que compendia con fortuna el
panorama doctrinal en este campo, a la vista de la ausencia de
unanimidad entre los autores para determinar cuáles son, con exactitud,
esos principios y sus funciones.
528 VILADRICH, P. J.; FERRER ORTIZ, J., “Los principios informadores del Derecho
Eclesiástico Español”..., op. cit., 165-226.
529 GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado frente a la
libertad de religión: jurisprudencia constitucional española y del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, Atelier, Barcelona, 2003.
230
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Recuerdan dichos autores el hecho de que, a la hora de abordar la
evolución de la doctrina sobre los principios constitucionales del Derecho
Eclesiástico, GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, FORNÉS y
VILADRICH fueron los primeros en dedicar su estudio a los principios
informadores, aunque ha sido el trabajo de este último el que más
notablemente ha influido en el resto de la doctrina. No significa ello, no
obstante, que el tratamiento jurídico de los principios informadores sea
totalmente unánime por parte de los autores hoy en día530.
La doctrina mayoritaria entiende que los principios informadores
son
la
libertad
religiosa,
la
igualdad
religiosa,
la
laicidad
o
aconfesionalidad del Estado y la cooperación con las confesiones
religiosas, y dicha tesis parece avalada por la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional. Sin embargo, como se ha reiterado, existen otras
posiciones531.
A pesar del interés que despierta el tema, enunciamos aquí,
únicamente,
algunas
interpretaciones
doctrinales
acerca
de
estos
principios y, pese al interés que reviste, no atenderemos a la significación
GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado frente a la
libertad de religión..., op.cit., 25-26.
531 Entre las posiciones que suscita el tema de las relaciones Estado-Confesiones
religiosas, PELAYO OLMEDO nos recuerda la diferente denominación que alcanzan los
principios rectores de las mismas, así como las diferencias de alcance en el contenido de
los mismos entre divergentes sectores doctrinales. Desde su perspectiva, es decir,
siguiendo la configuración de los principios de Derecho eclesiástico del Estado español
llevada a cabo por el sector doctrinal que integran los profesores, LLAMAZARES,
SUÁREZ PERTIERRA, CUBILLAS RECIO, FERNÁNDEZ-CORONADO, CONTRERAS
MAZARÍO, y CASTRO JOVER, entre otros, se debe desprender la forma correcta en que
se ha de reconocer la dimensión colectiva de la libertad de conciencia del respeto a la
dignidad de la persona, como eje y fundamento del orden público y de la paz social, de la
igual libertad en el ejercicio de los derechos, ambos en su condición de valores superiores
del ordenamiento jurídico, y el primero en su posición de pórtico de los derechos
fundamentales que determinará su ejercicio; de la separación y neutralidad como
características del Estado laico o no confesional; del pluralismo como valor que propugna
el respeto a la diversidad y a la diferencia; y de la actitud promocional del Estado, que
habrá que promover las condiciones necesarias y remover los obstáculos para que el
ejercicio de las libertades por parte de los individuos y de los grupos sea real y efectiva,
fomentando de esta forma la participación. “Ahora bien, además de lo expuesto hemos
de tener en cuenta otro dato rebatido en sede doctrinal. Unánimemente los autores que se
dedican a la ciencia jurídica del Derecho eclesiástico del Estado en España afirman que el
artículo 16 de la CE garantiza la libertad ideológica y religiosa tanto en su dimensión
individual como colectiva. En lo que se hallan todos de acuerdo es en la posición que
ocupa dentro de la materia el reconocimiento de los grupos confesionales, o la relación
que haya de tener con ellos el Estado, sobre todo en base a lo que consideran pueda ser el
objeto primordial de la disciplina”. (Cfr. PELAYO OLMEDO, D., Las comunidades
ideológicas..., op. cit., 107-110).
530
231
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
de cada uno de ellos con el fin de no exceder el ámbito del objeto de
nuestra investigación.
Así, los profesores VILADRICH y FERRER, en estudio conjunto,
entienden que los principios informadores del Derecho Eclesiástico
español “siguen siendo el de libertad religiosa, el de laicidad del Estado, el
de igualdad religiosa ante la ley, y el de cooperación entre el Estado y las
Confesiones, que se hallan principalmente en la Constitución de 1978, pero
también en la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, en los Acuerdos
con la Santa Sede de 1976 y 1979, y el los Acuerdos de 1992 con la
FEREDE, FCI y CIE” (...) «Todos ellos, a causa de su consustancial
generalidad que los hace susceptibles de recibir distintas y aún contrarias
interpretaciones, deben ser considerados en su conjunto, integrando un
sistema en el que se relacionan, limitan y completan mutuamente»”532.
IBÁN, PRIETO y MOTILLA, siguen la propuesta de VILADRICH
fundamentalmente; sin embargo, PRIETO suma a ella otro principio, el
pluralismo, que extrae del artículo 1.1 de la CE. Dicho pluralismo
ideológico y religioso es resultado del ejercicio de la libertad, por tanto, es
uno de los valores del art. 1.1 de la Constitución y un principio, además,
aunque no esté recogido expresamente por la Norma básica533.
SOUTO, parece seguir a VILADRICH, no obstante, en una de sus
obras -Comunidad política y libertad de creencias- deja de considerar la
libertad religiosa como eje del Derecho Eclesiástico y “habla de libertad de
creencias con un significado más amplio, ya que incluye las convicciones
religiosas como ideológicas, e incluso las libertades públicas como
proyecciones de aquélla”534.
El profesor GONZÁLEZ DEL VALLE propone los principios de
cooperación, de no confesionalidad, de libertad religiosa, de tolerancia
religiosa y de no discriminación, añadiendo como novedad al esquema
planteado por VILADRICH, la tolerancia religiosa”535.
Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 27.
533 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 28.
534 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 29.
535 Ibídem, 29-30.
532
232
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
MARTÍNEZ-TORRÓN, aunque coincide con VILADRICH con
respecto a los cuatro principios, añade dos más, pero sin carácter
constitucional, a saber: la bilateralidad material limitada de las fuentes
normativas y el control estatal del carácter religioso.
Por su parte, GOTI, abandona la propuesta tradicional para hablar
de principios del sistema jurídico en general, y distingue al respecto entre
principios informadores (entre los que incluye la democracia, el
pluralismo, la libertad y la igualdad) y principios formales, entre los que
se encuentran la unidad del ordenamiento, la jerarquía normativa y el
principio de competencia.
Para finalizar, LLAMAZARES FERNÁNDEZ536 amplía el elenco e
incluye, como principios constitucionales supremos, el personalismo -es
decir, la dignidad de la persona y los derechos inherentes a ella, la libertad
de conciencia o “el derecho a tener unas u otras creencias, unas u otras
ideas, unas u otras opiniones, así como a expresarlas, a comportarse de
acuerdo con ellas y a no ser obligado a comportarse en contradicción con
ellas”-, la igualdad en la libertad, el principio de participación -del artículo
9.2 de la CE-, el pluralismo, la tolerancia, la laicidad y el principio de
cooperación, que es citado en último lugar y “cuya existencia justifica por
una cuestión puramente práctica, es decir, «como cautela frente a posibles
deslizamientos de la laicidad hacia el laicismo»”537.
Puesto que, como se ha dicho anteriormente, la tesis de los cuatro
principios rectores de las relaciones entre el Estado y la Iglesia y las
distintas confesiones religiosas deviene todavía mayoritaria en la doctrina
y en el pronunciamiento general del Tribunal Constitucional, trataremos,
brevemente, a continuación, tales principios, no sin antes indicar que,
como señalan GUTIÉRREZ DEL MORAL y CAÑIVANO SALVADOR,
que la STC 154/2002, de 18 de julio, que figura entre los últimos
pronunciamiento de este Tribunal que implica directamente a la libertad
religiosa y se refiere a los principios del Derecho eclesiástico,
Tratándose del derecho de la libertad de conciencia, para este profesor, los principios
cimeros de ese derecho como sistema son el personalismo, la libertad de conciencia, la
igualdad en la libertad, el pluralismo y la tolerancia, la laicidad y la participación y
cooperación. Resultan una exigencia insoslayable de la igualdad y de la libertad de
conciencia. (Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Libertad de Conciencia I, op. cit., 252).
537 GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado frente a la
libertad de religión..., op. cit., 30-31.
536
233
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
compendiando la doctrina vertida hasta la fecha538. Con posterioridad a
esta, se halla la STC 34/2011, de 28 de marzo, última sentencia al respecto,
que se sepa.
Así pues, dado que los principios informadores de las relaciones
Estado-Confesiones religiosas proyectan la vertiente institucional de la
libertad religiosa, ya que ésta, rectamente entendida, abarca también los
derechos de las comunidades religiosas en calidad de entidades propias
de la dimensión colectiva de esta regla de derecho539, nos referiremos a los
cuatro principios mayoritariamente aceptados por la doctrina, esto es, los
principios de libertad religiosa, aconfesionalidad o laicidad, igualdad y
cooperación, en este orden recogidos, toda vez que permiten contemplar
en cascada la perspectiva institucional, partiendo de la libertad religiosa540
hacia la aconfesionalidad o neutralidad estatal, que alberga los principios
de igualdad y cooperación, aunque compartiendo todos ellos la
reciprocidad y complementariedad necesaria para la efectividad de su
desenvolvimiento en la realidad socio-jurídica del Estado español.
La libertad religiosa, considerada en su dimensión subjetiva en
apartados anteriores, como regla de derecho o principio inspirador de las
relaciones entre el Estado y las Confesiones religiosas queda recogida en el
primer apartado del artículo 16 de nuestra Constitución, sin más
limitaciones que las necesarias para el mantenimiento del orden público
Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op. cit.,147.
539 Así lo recogen los profesores LOMBARDÍA y FORNÉS al estudiar el tema del Derecho
Eclesiástico en la obra Derecho eclesiástico del Estado Español, Eunsa, Navarra, 1993, 87.
540 VILADRICH y FERRER hacen hincapié en que los principios de laicidad, igualdad y
cooperación dependen del principio de libertad religiosa en aspectos esenciales de su
contenido. Con fundamento en la Constitución Española de 1978, principalmente, pero
también en la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, los Acuerdos con la Santa Sede
de 1979 y los Acuerdos de 1992 con otras confesiones religiosas, presentan dos
acepciones, una estática -que los configura como valores superiores de la dignidad y
libertad de todo ciudadano como persona- y otra dinámica, que los erige en fundamento,
conformación y límite del Derecho Eclesiástico español. Según estos profesores, sus
funciones básicas son la función integradora, hermenéutica y civilizadora, entendiendo
por tal la capacidad de resolución de la tensión entre política y religión de cara a una
adecuada y práctica ordenación del factor religioso en sede civil. El punto de partida es la
consideración del Derecho eclesiástico como un “Derecho de libertad” con una identidad
y función que lo configuran como la “vía de encuentro civilizado de religión y política” u
“opción civilizadora por la vía del Derecho”.(Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J.,
“Principios informadores del Derecho Eclesiástico Español”, en Derecho eclesiástico del
Estado Español, Eunsa, Navarra, 1993, 193; 176 ss).
538
234
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
protegido por la ley. Se trata de un principio que impregna todo el
Derecho Eclesiástico, en calidad de principio primario en la definición del
Estado española ante la fe religiosa, aunque sus perfiles no acaban de
alcanzar un “completo acabado técnico”541.
De conformidad la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o creencia, así como
la
libertad
de
manifestar
su
religión
o
creencia
individual
o
colectivamente, tanto en público como en privado, mediante la enseñanza,
la práctica, el culto y la observancia. En similares términos se expresan el
Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades fundamentales (artículo 9), y el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (artículo 18)542.
En la Ley Orgánica sobre la Libertad Religiosa, de 5 de julio de
1980,
se
especifican
los
derechos
contenidos
en
ese
principio
constitucional, así como también en los Acuerdos entre el Estado Español
y la Santa Sede de 1979, de aplicación a la Iglesia Católica.
GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL destaca que el legislador
español, al igual que los Padres del Vaticano II, distingue también entre el
“bien común” y el “orden político”, poniendo éste como límite del
ejercicio público de la religión543; pero no se pone el bien común como
541 En este sentido se expresan los profesores VILADRICH y FERRER en la páginas 192193 y 180 de la obra antes mencionada. En efecto, siguen éstos la máxima de JEMOLO al
sostener que la libertad religiosa es la primera de las libertades. (Ibídem, 186; 190)
542 Desde el punto de vista internacional, el art. 18 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948, reconoce dentro de la libertad religiosa
el derecho de cambiar de religión, la libertad de manifestación, tanto individual como
colectiva, pública y privada de la misma a través de la enseñanza, el culto, la práctica y la
observancia.
En términos muy parecidos se pronuncia el artículo 9 del Convenio para la Protección de
los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, adoptado en Roma, el 4 de
noviembre de 1950, que en el apartado segundo no pone otros límites al ejercicio de este
derecho que aquellos que constituyen medidas necesarias en una sociedad democrática
para la seguridad pública, la protección del orden, de la salud o de la moral públicas, o la
protección de los derechos y libertades de los demás.
El art. 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, hecho en Nueva York el
19 de diciembre de 1966, en el apartado 4, se recoge también el derecho de los padres
para la elección de la educación religiosa y moral de sus hijos, que se encuentre en
consonancia con sus creencias y convicciones. (Cfr. MATEOS Y DE CABO, O. I., “La
perspectiva constitucional del derecho de libertad religiosa”, en JIMÉNEZ GARCÍA, F.;
JORDÁ CAPITÁN, E., (coords.), El principio de no confesionalidad del Estado español y los
Acuerdos con la Santa Sede, Universidad Rey Juan Carlos, Dykinson, Madrid, 2007, 223).
543 Las siguientes palabras de BENEDICTO XVI recogen el sentir de la Iglesia,
especialmente a partir del Concilio Vaticano II: “¿Cómo se reconoce lo que es justo? En la
235
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
razón limitativa de la libertad religiosa, ya que ésta forma parte esencial
de ese bien. Por tanto, teniendo la autoridad pública la misión de proteger
el bien común, sería contradictorio que ella misma pusiese trabas a la
libertad religiosa en nombre de aquello que protege. El Concilio Vaticano
II declaró la libertad religiosa como base fundamental de las relaciones
Iglesia-Estado (Dignitatis Humanae, n 13), lo que supone que la Iglesia no
reivindica frente a la comunidad política ningún poder (ni directo ni
indirecto), sino un derecho de libertad, un derecho de ejercer libremente
su misión. En todos los documentos del Concilio, la libertad religiosa se
define como un derecho fundamental de la persona humana, anterior a
todo derecho, que debe configurarse como tal en el ordenamiento jurídico
del Estado y ser válido para todos los hombres, sin discriminación
alguna544.
Con otra visión, en línea con LLAMAZARES FERNÁNDEZ y
SUÁREZ PERTIERRA, que consideran que el principio de libertad de
conciencia y de convicciones se antepone a la libertad religiosa,
CONTRERAS MAZARÍO señala que, desde su doble perspectiva como
principio informador del sistema jurídico español del sistema político en
materia religiosa y de derecho subjetivo de naturaleza fundamental, en su
vertiente o contenido negativo conlleva, por una parte, la imposibilidad de
que los poderes públicos obliguen a declarar sobre fe, religión, creencias o
convicciones ideológicas -ex art. 16.2 CE- y, por otra, “tiene como
consecuencia más inmediata una absoluta incompetencia por parte de
poderes públicos a la hora de realizar una posible declaración de
confesionalidad, incluso de carácter sociológico, ya que la misma
supondría un acto de concurrencia con los ciudadanos españoles en la
historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados en modo
religioso: sobre la base de una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es
justo entre los hombres. Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca
ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico
derivado de una revelación. En cambio, se ha referido a la naturaleza y a la razón como
verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre la razón objetiva y
subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas están fundadas
en la Razón creadora de Dios (…)”. (BENEDICTO XVI, Discurso ante el Parlamento
Alemán de 22 de septiembre de 2011, L´Osservatore Romano, Año XLIII, num. 39 -edición
semanal en lengua española- 6-7).
544 Cfr. GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Los principios informadores del
sistema político religioso español; Naturaleza jurídica, valor y estructura de los
Acuerdos”, en Los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español (Veinte años de vigencia),
EDICE, Madrid, 2001, 30.
236
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
adopción de sus propias ideas, creencias o convicciones ideológicas o
religiosas incompatible con el principio de libertad de conciencia. Idéntica
solución resulta aplicable respecto a otras formas de resolver el acto de fe,
como pueden ser las de contenido negativo (ateísmo, agnosticismo e
indiferencia religiosa) ya que también en estas situaciones el Estado estaría
coaccionando, sustituyendo o concurriendo con aquéllos en cuanto que
titular del acto de fe, toda vez que dichas opciones significan
necesariamente plantearse la competencia ante dicho contenido y
resolverla mediante un acto de aspecto negativo en este caso”. La
consecuencia, para estos autores, no es otra que, por virtud de la adopción
de la libertad de conciencia como principio definidor del Estado español
se prohíbe a éste, además de cualquier coacción y sustitución, toda
concurrencia o coexistencia junto a sus ciudadanos como sujeto activo de
actos o actitudes de tipo ideológico o religioso. De esta manera, “El Estado
se define en nuestro actual sistema político sólo como Estado, cuya
función no es otra que la garantía del derecho fundamental de las
personas a la libertad de conciencia y de convicción”545.
La libertad religiosa, pues, debe entenderse no sólo como un
derecho fundamental, sino también como un principio constitucional que
expande sus efectos más allá de una u otra disciplina jurídica para
impregnar la vida pública y las instituciones estatales. MARTÍNEZ DE
PISÓN sostiene, también, que el artículo 16 de la Constitución consagra a
la libertad religiosa como derecho fundamental y plantea las cuestiones
relativas a su titularidad, contenido, protección y límites, aunque su
configuración como principio se infiere no sólo de ese artículo, sino
especialmente del artículo 1.1 de la Constitución546.
CONTRERAS MAZARÍO, J. M., “La libertad de convicción y religión en el sistema
jurídico español”, en Algunas cuestiones controvertidas del ejercicio del derecho fundamental de
libertad religiosa en España, Fundación Universitaria Española, Madrid, 2009, 21.
546 Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa en España,
Dykinson, Madrid, 2000, 281. Afirmaba, previamente, este autor que “el fenómeno de la
libertad religiosa, en su perfil jurídico, no se ciñe exclusivamente a la regulación de este
artículo de la Constitución, sino que, dada su naturaleza expansiva, son numerosas las
normas jurídicas, de uno u otro rango, que le afectan. Por ello, se puede afirmar que, en
nuestro ordenamiento jurídico, desde la Constitución hasta el resto de normas, existe un
“complejo” no sólo por la variedad y cantidad de normas jurídicas que se refieren a ella,
sino también por su distinta naturaleza. Complejo porque el derecho a la libertad
religiosa se encuentra regulado por ese y otros artículos de la Constitución, por tratados y
pactos internacionales, por otras disposiciones normativas de diferente rango y
condición, por acuerdos con los diferentes confesiones religiosas (…)”. (Ibídem, 265).
545
237
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
VILADRICH y FERRER realizan la expresión de este principio
mediante la máxima “la fe religiosa es libre de Estado”, para concluir que
“el principio de libertad religiosa permite el axioma de «la mayor libertad
posible y la mínima restricción necesaria»547. Destacan las dos
posibilidades de significado que ofrece, entendiendo ínsita en este
principio una acepción positiva o capacidad estatal para servir a la persona,
sin coaccionar, sustituir o concurrir con ella en la fe y en la práctica
religiosa, y otra negativa, según la cual el Estado es radicalmente
incompetente en las formas de resolver el acto de fe o la ausencia de
ésta548.
Para tratar de completar, aunque con brevedad, la sustancia de esta
basilar regla de derecho, es preciso aludir a la jurisprudencia nacida en el
seno del Tribunal Constitucional acerca del mismo, de entre la que
destacan, por su interés en el tema, las resoluciones judiciales siguientes:
en STC 5/1981, de 13 de febrero, este Alto Tribunal recoge la libertad
ideológica y religiosa que junto, con el pluralismo y la aconfesionalidad
del Estado, se reputa básica para el sistema jurídico político (FJ 9)549; la
STC 24/ 1982, de 13 de mayo, es la primera que se refiere expresamente a
la libertad religiosa como principio y explica en qué consiste550; la STC
177/1996, de 11 de noviembre, en la que el Tribunal parece más preciso al
indicar el contenido de la libertad religiosa, en su doble vertiente, interna
(“consistente
en
claustro
íntimo
de
creencias
o
espacio
de
autodeterminación intelectual”) y externa (consistente en un agere licere o
Al analizar las acepciones positiva y negativa del significado del principio de libertad
religiosa, estos profesores recurren a la expresión “la fe y la religión son libres de Estado”
para señalar este fundamental derecho y principio como patrón definidor de la actitud
del Estado ante la cuestión religiosa. (Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios
informadores del Derecho Eclesiástico Español”..., op. cit., 191-193).
548 Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores del Derecho Eclesiástico
Español..., op. cit., 190-193.
549 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 137.
550 GUTIÉRREZ DEL MORAL señala que “Según dicha sentencia, la libertad religiosa es
entendida «como un derecho subjetivo de carácter fundamental que se concreta en el
reconocimiento de un ámbito de libertad y de una esfera de agere licere del individuo».
Asimismo se añade que «el principio de libertad religiosa reconoce el derecho de los
ciudadanos a actuar en este campo con plena inmunidad de coacción del Estado y de
cualesquiera grupos sociales, de manera que el Estado se prohíbe a sí mismo cualquier
concurrencia, junto a los ciudadanos, en calidad de sujeto de actos o actitudes de signo
religioso»”. (Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El
Estado frente a la libertad de religión..., op. cit, 139).
547
238
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
potestad de actuación o manifestación legítima de las propias convicciones
frente a terceros), ya que en la anterior sentencia citada esta doble
dimensión no estaba muy clara. A esta doble dimensión se refiere también
la STC 46/2001, de 15 de febrero551.
Del principio de laicidad o aconfesionalidad del Estado puede
decirse que tiene como base normativa el artículo 16.3 de la Constitución
Española cuando dispone que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”.
Su interpretación y aplicación constituyen una de las cuestiones
todavía más candentes hoy; no en vano, son variadas las posiciones
doctrinales al respecto que oscilan desde la consideración de que “hay que
reconocer que la frase no es demasiado afortunada, ya que se trata de una
reproducción del artículo 137.1 de la Constitución de Weimar (1917),
referida a un contexto histórico-sociológico, enteramente distinto”552 -es el
caso de LLAMAZARES FERNÁNDEZ, para quien hubiera sido mucho
más certera la expresión «el Estado español no es confesional», que era la
que figuraba en el borrador de la Constitución, por más adecuada a
nuestra historia553-, a las que entienden que el Estado español es un
“Estado laico, pero no laicista, ateo, ni hostil a toda religión”. O lo que es
igual,
considerar
que
“ni
siquiera
puede
calificarse
de
estado
religiosamente neutral o indiferente, puesto que reconoce el valor de lo
religioso y se obliga a mantener relaciones de cooperación con la Iglesia
Católica y demás confesiones. La aconfesionalidad española, pues, no es
compatible con el régimen estricto de separación entre la Iglesia y el
Acerca de este relevante pronunciamiento judicial que afecta sobremanera al Registro
de Entidades Religiosas puede consultarse la obra de M. ALENDA SALINAS, El Registro
de Entidades Religiosas. La praxis administrativa tras la STC 46/2001, Iustel, Madrid, 2009.
552 Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia I..., op. cit.,
314.
553 Ibídem, 314-315. No en vano, para el precitado profesor, “la utilización del término
«laicidad» tardó bastante tiempo en generalizarse, no sólo porque se confundía o se temía
que se confundiera con el de «laicismo» como resultado, sino también porque quedaban
rescoldos y nostalgia de la confesionalidad”. Prosigue, señalando que “el propio TC ha
evitado, se supone que adrede, la utilización de ese término, calificando al Estado español
no como laico sino como no confesional. Aunque la definición y características del Estado
no confesional coinciden con la del Estado laico (...). Desde el punto de vista
terminológico se ha producido un punto de inflexión en la sentencia de 15 de febrero de
2001 en la que el TC por primera vez hace uso del término laicidad como característica
predicable del Estado español. Es verdad que el adjetivo positiva, pero en un sentido
completamente distinto al que le da un sector de la doctrina empeñado en revisar el
contenido semántico del término laicidad”. (Ibídem, 315-316).
551
239
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Estado, sino con aquellos otros llamado de separación semi-plena o
mitigada que existen en la mayoría de los países de Europa” –es el caso de
MOLANO554-.
VILADRICH y FERRER, sostienen que “la expresión «ninguna
confesión tendrá carácter estatal» no se puede interpretar como el locus
iuridicus exclusivo que consagra la laicidad porque, aunque implica la
laicidad, también hace referencia al principio de libertad religiosa”. Para ellos,
“mientras el principio de libertad religiosa define la esencia o identidad
última del Estado, como ente, ante la fe y la práctica religiosa; el principio
de laicidad define la actuación del Estado ante el factor religioso” 555.
De otro lado, como dice MOLANO, el matiz del apartado 3 del
artículo 16, que reza, los poderes políticos tendrán en cuenta las creencias
religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de
cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones, “demuestra un
“intentio legislationis de evitar que la laicidad o aconfesionalidad del
Estado se convirtiese en laicismo hostil o indiferente a toda religión, (...) El
nuevo Estado declara que no tiene religión oficial, pero al propio tiempo
manifiesta que no está ciego ante el hecho religioso y por ello se
compromete a tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad
española y a mantener las consiguientes relaciones de cooperación”556.
Efectivamente, la Constitución no proclama expresamente que el
Estado español sea un Estado laico, aunque pueda deducirse de su
articulado; empero, la noción de laicidad no siempre se entiende de un
modo unívoco por aquellos que la utilizan, y es una de esas nociones cuya
significación debe ser aclarada.
La primera cuestión a tener en cuenta es que los conceptos de
aconfesionalidad y laicidad, íntimamente relacionados, parecen no ser
estrictamente sinónimos para toda la doctrina, de hecho se puede apreciar
cómo en los diferentes autores y manuales se tiende a utilizar uno u otro
Cfr. MOLANO, E., “La laicidad del Estado en la Constitución española”, en Aspectos
jurídicos de lo religioso en una sociedad plural”. Estudios en honor del Dr. D. Lamberto de
Echevarría, Edic. Universidad de Salamanca. Salamanca,1987, 193-209.
555 Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores del Derecho Eclesiástico
Español”..., op. cit., 194.
556 Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores del Derecho Eclesiástico
Español”..., op. cit., 209.
554
240
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
término, incluso hay autores que prefieren utilizar términos como
neutralidad estatal o separación Estado-Confesiones religiosas.
Generalmente, “aconfesionalidad”, como concepto, implica la
prohibición constitucional de que ninguna Confesión tenga carácter de
«Iglesia de Estado», en sentido amplio, esto es, que el Estado no tenga una
religión oficial, no asuma un credo religioso como propio, ni se someta a
los dictados doctrinales de dicho credo. El concepto de Estado
aconfesional implicará, en consecuencia, una aceptación positiva del
derecho de libertad religiosa y la presencia del hecho religioso en la
sociedad, sin que ello suponga su integración en la estructura del Estado.
Es también el sentir, por ejemplo, de MARTÍNEZ DE PISÓN, para quien
es neutral un Estado que, sin entrometerse en los sistemas de creencias,
valora positivamente el fenómeno religioso557
Por “laicidad” puede entenderse el imperativo de que el Estado se
defina como laico. En principio podría parecer que este concepto es
equiparable al de aconfesionalidad, sin embargo, puede presentar algunos
matices propios. Se diferencia claramente del laicismo, entendido éste
como corriente política de tendencia contraria al clericalismo (influencia o
intromisión de las Confesiones en el poder político) que a menudo derivó
en un ateísmo político o en persecucionismo religioso558.
El concepto de Estado aconfesional, de alguna manera, parece
contemplar de forma más positiva la presencia del fenómeno religioso en
la sociedad y sus interacciones con el ámbito público, mientras el concepto
de Estado laico parece presentar una cierta tendencia a ignorar hasta cierto
punto el fenómeno religioso y a evitar las interacciones del mismo en el
ámbito público; en todo caso, para un amplio sector doctrinal, la
neutralidad del Estado es consecuencia de su aconfesionalidad y está
directamente relacionada con los principios de libertad e igualdad
religiosa, en virtud de lo cual, la neutralidad no supone que el Estado se
declare indiferente o se desentienda ante el ejercicio de la triple libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión559.
Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa en España,
Dykinson, Madrid, 2000, 288.
558 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 39.
559 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 40.
557
241
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Abundamos,
asimismo,
con
GUTIÉRREZ
DEL
MORAL
y
CAÑIVANO SALVADOR la idea de que, en cualquier caso, el principio
informador que rige el Derecho eclesiástico todavía hoy “parece ser más
bien el de aconfesionalidad o el de neutralidad en el sentido de que el
Estado no es sujeto de fe, y no es titular del derecho de la libertad
ideológica o religiosa”560; su función es únicamente proteger tales
libertades y, por ende, el factor social religioso en un sentido amplio, de
conformidad con la valoración positiva realizada, hasta la fecha.
Para VILADRICH y FERRER, la radical incompetencia del Estado
en asuntos de fe y religión no equivale a indiferencia, pasividad o
ignorancia a la hora de actuar, a la profesión del agnosticismo o ateísmo
por su parte561.
El
Tribunal
Constitucional,
al
pronunciarse
al
respecto,
tradicionalmente, ha calificado al Estado español como aconfesional o no
confesional, evitando el término laicidad (SSTC 1/1981, de 26 de enero FJ
6 y 10; 5/1981, de 13 de febrero, FJ 9; 66/1982, de 12 de noviembre, FJ 4;
340/1993, de 16 de noviembre), aunque en alguna ocasión la también ha
hablado de neutralidad como sinónimo de aconfesionalidad (SSTC
5/1981, de 23 de febrero , FJ 9; 177/1996, de 11 de noviembre, FJ 9 y 10) y,
recientemente, ha hecho uso del término de laicidad, sin matizarlo con el
calificativo de positiva (SSTC 46/2001, de 15 de febrero, FJ 4; 128/2001, de
4 de julio; 154/2002, de 18 de julio, FJ 6) como ha venido haciendo, lo cual
constituye una novedad.
En efecto, como recoge LLAMAZARES FERNÁNDEZ, “en su
sentencia de 15 de febrero de 2001, el TC utiliza el término laicidad por
primera vez para calificar el modelo adoptado por el Estado español
añadiéndole el adjetivo positiva, al tiempo que resume posiciones
anteriores y considera elementos constitutivos de la laicidad tanto la
Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 42.
561 Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores del Derecho Eclesiástico
Español”..., op. cit., 195. El punto de partida de esta consideración no es otro que entender
que el medio más laico que el Estado tiene para tratar el factor religioso es el Derecho.
“La laicidad es la índole jurídica de la actuación del Estado democrático de Derecho ante el
factor social religioso, que encuentra su primera manifestación en el reconocimiento,
tutela y promoción del derecho fundamental de los ciudadanos y las confesiones a la
libertad religiosa”. (Ibídem, 195).
560
242
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
neutralidad como la separación, negando toda posibilidad a la confusión
de sujetos, actividades o fines religiosos con los públicos, o a su
equiparación con ellos”; sin embargo, al mismo tiempo defiende que “la
laicidad así entendida no niega cualquier tipo de cooperación con las
confesiones religiosas, sino que la admite como posible y, en virtud del
artículo 16.3, los poderes públicos están obligados a desarrollarla en los
supuestos de lo que el Tribunal llama prestación asistencial, es decir,
cuando es necesaria para que la libertad y la igualdad sean reales y
efectivas o para eliminar los obstáculos que se opongan a su plenitud”562.
Lo que sí parece indudable es su calificación como principio
constitucional informador, como se constata en la STC 1/1981, de 26 de
febrero (FJ 6), a la sazón, primera de las sentencias del Tribunal
Constitucional que compete al tema563.
Para finalizar, no puede desconocerse el considerable interés de la
STC 340/1993, de 16 de noviembre (FJ 4), que dispone: “En primer lugar,
ha de tenerse en cuenta que los términos empleados por el inciso inicial
del artículo 16.3 de la Constitución no sólo expresan el carácter no
confesional del Estado en atención al pluralismo de creencias existentes en
la sociedad española y la garantía de la libertad religiosa de todos,
reconocidas en los apartados 1 y 2 de este precepto constitucional. Al
determinar que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, cabe estimar
que el constituyente ha querido expresar, además que las Confesiones
religiosas en ningún caso pueden trascender los fines que les son propios
y ser equiparadas Estado ocupando una igual posición jurídica; pues como
se ha dicho en la STC 24/1982, FJ 1, el artículo 16.3 de la Constitución
“veda cualquier tipo de confusión entre funciones religiosas y funciones
estatales”564. Sin embargo, la prohibición de equiparación no excluye la
cooperación.
En definitiva y en sede de aconfesionalidad, no confesionalidad, laicidad,
neutralidad..., como cada particular pronunciamiento doctrinal considere
denominar este controvertido principio a nivel semántico, es bien cierto,
Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia I..., op. cit.,
322.
563 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 43.
564 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 44.
562
243
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
como recoge PALOMINO, que en este milenio que recientemente
inauguramos,
en
la
concomitancia
de
tres
fenómenos
-la
multiculturalidad, la seguridad y supervivencia de la propia identidad y
“la amenaza de una forma de violencia nueva en su morfología, planteada
desde algunos sectores del Islam”, como él la denomina- late el factor
religioso como fenómeno de creciente importancia565; esa nueva situación,
en Occidente, nos conmina a replantearnos numerosas cuestiones,
comenzando por el mismo concepto de religión y de creencias, tarea
enormemente difícil a la luz de su bastante improbable sentido unívoco a
alcanzar merced a las variadas disciplinas científicas llamadas a intervenir
en su elaboración. Apunta, asimismo, el precitado profesor algo que, por
evidente para nosotros, no nos resistimos a desdeñar: “las religiones y
creencias se encuentran inseparablemente unidas a las culturas del
mundo, de forma que no pueden entenderse unas sin las otras. El aparente
desafío por el que apuestan algunos sectores del pensamiento político
occidental sería la superación de la cultura ligada a la religión, en orden a
construir un espacio público compartido y neutral. Un espacio en el que
todos puedan convivir –sea su religión o cultura la que fuere- porque
dicho espacio “neutral” no se identifica con nadie, con ninguna cultura
privada, para al mismo tiempo otorga[r] una identidad a todos: la
identidad cívica. Ese último eslabón del pensamiento de la modernidad,
¿es realmente viable? Pero, sobre todo, ¿es la solución óptima aplicable a
Occidente y exportable a todo el mundo? Concluye este autor que “se
trata, en definitiva, de definir cuál debe ser el «ruido de fondo» más
adecuado para conseguir que el espacio público y que las políticas de
gestión de la pluralidad sean cauces para la solución y la prevención de la
radicalización violenta y la continuidad de una cultura de basada en el
reconocimiento y respeto de los derechos del hombre”566.
En suma, compartimos con PALOMINO que, en una sociedad
auténticamente democrática, ni se pueden aceptar normas religiosas
contrarias a esos esenciales derechos individuales ni se pueden rechazar
los principios, ideas o valores basados en la creencia religiosa por el mero
565
566
Cfr. PALOMINO, R., “Laicidad, laicismo…, op. cit., 51-52.
Ibídem, 52.
244
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
hecho de serlo; en la búsqueda de lo que nos une, se impone el diálogo y la
colaboración integradora que evite la radicalización y la violencia.
“En realidad –suscribiendo las palabras de OLLERO- para poder
dar respuesta al interrogante de si el español es o no hoy día un Estado
laico habría que realizar un doble análisis. Por una parte, sin duda,
ahondar en la concreta regulación de los derechos y libertades
fundamentales en la Constitución de 1978; pero, además, “determinar qué
habríamos de entender por laico, ya que este socorrido calificativo puede
reenviar a planteamientos tan diversos entre sí como la laicidad y el
laicismo”567.
«Lo que tiene que hacer el Estado es lograr que se pueda ejercer la
libertad religiosa por parte de los individuos y de los grupos, en un clima
social de paz y armonía, para que los que opten por determinadas
creencias (afirmándolas, negándolas, cuestionándolas o ignorándolas) no
se vean discriminados por la sociedad». De este modo, en palabras de
GONZÁLEZ DEL VALLE, recogidas por SATORRAS FIORETTI, el
contenido del principio de aconfesionalidad es “un permitir que se haga y
un no obligar a hacer”568.
El principio de igualdad religiosa -o igualdad en materia religiosay, por ende, la no discriminación por motivos de religión, es una
aplicación específica del principio general de igualdad ante la ley y la
prohibición de todo tipo de discriminación, dimanante del artículo 14 de
la Constitución569.
De nuevo nos encontramos ante un derecho fundamental y un
principio que nos ofrece una definición de Estado respetuoso con el
pluralismo religioso, donde no se aceptan distintas categorías de derechos
de libertad religiosa, ni de sus titulares, ni siquiera en su concepción
negativa570.
Cfr. OLLERO, A., España: ¿un estado laico?. La libertad religiosa en perspectiva
constitucional, Thomson-Civitas, Navarra, 2005, 17.
568Cfr. SATORRAS FIORETTI, R. M., Aconfesionalidad del Estado y Cooperación con las
Confesiones Religiosas..., op. cit., 67-68.
569 Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores del Derecho Eclesiástico
Español”..., op. cit., 203. Para estos autores, igualdad religiosa ante la ley significa “ser
iguales titulares del mismo derecho de libertad religiosa”. (Ibídem, 203).
570 Recordamos, nuevamente, que la Constitución Española de 1978 incorpora la igualdad
como elemento integrador del Estado que ella misma constituye. Igualdad, sin añadirle
567
245
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
MARTÍNEZ DE PISÓN afirma, al respecto, que “es cierto que hay
dos principios básicos en nuestro sistema público que determinan la
actitud del Estado hacia los fenómenos religiosos y el conjunto de
relaciones entre el Estado y las iglesias y confesiones: el primero de ellos
es la libertad religiosa entendida como un derecho subjetivo de carácter
fundamental que se concreta en el reconocimiento de un ámbito de
libertad y de una esfera agere licere del individuo; el segundo es el de
igualdad proclamado por los artículos 9 y 14, del que se deduce que no es
posible establecer ningún tipo de discriminación o de trato jurídico
diversos de los ciudadanos en función de sus ideologías o sus creencias y
que debe existir un igual disfrute de libertad religiosa por todos los
ciudadanos. Dicho de otro modo, el principio de libertad religiosa
reconoce el derecho de los ciudadanos a actuar con plena inmunidad de
coacción del Estado y de cualesquiera grupos sociales, de manera que el
Estado se prohíbe a sí mismo cualquier concurrencia, junto a los
ciudadanos, en calidad de sujeto de actos o de actitudes de signo religioso,
y el principio de igualdad, que es consecuencia del principio de libertad en
esta materia, significa que las actitudes religiosas de los sujetos de derecho
no pueden justificar diferencias de otro trato jurídico”571.
Sin embargo, como se viene reiterando, no debe confundirse
igualdad con uniformidad. La uniformidad no permite tener en cuenta lo
específico o peculiar del sujeto del derecho, lo cual, en justicia, podría
constituir en sí mismo una discriminación. Así que, desde tal
consideración, el artículo 14 de la Constitución permite la desigualdad,
nada más, porque no tiene un sentido unívoco en el texto constitucional. La Constitución
Española efectúa una recepción plural de la noción de igualdad, de tal modo que aparece
contenida en el texto constitucional en tres artículos diferentes 1.1, 9.2 y 14; interesa tener
presente la noción de igualdad que se contempla en cada uno de ellos, pues conforman,
cada uno desde su propio contenido, el comportamiento del Estado ante el factor
religioso que, especialmente en su dimensión colectiva, se encuentra presente en la
sociedad española. (Cfr. MURGOITIO, J. M., Igualdad religiosa y diversidad de trato..., op.
cit., 21).
La doctrina viene señalando que la igualdad aparece constitucionalmente reconocida en
esos tres momentos, de tal modo que se presenta como un valor superior del
ordenamiento jurídico (artículo 1.1), en su vertiente material o real (art. 9.2) y en su
vertiente formal o jurídica (art. 14); este último acoge, a su vez, un principio informador y
un derecho subjetivo. (ibídem, 22).
571 Cfr. MARTÍNEZ DE PISÓN CAVERO, J., Constitución y libertad religiosa en España,
Dykinson, Madrid, 2000, 271-272.
246
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
pero exige que no sea discriminatoria572. Igualdad, por ende, no entraña
un tratamiento uniforme de las confesiones, como afirma SOUTO, pues
ello podría suponer una injerencia indebida en su propia organización y
régimen interno y, en definitiva, una desigualdad sustancial contraria a la
Constitución; o, como indican GUTIÉRREZ DEL MORAL y CAÑIVANO
SALVADOR, “pretender un régimen jurídico uniforme de estas relaciones
de cooperación puede constituir un grave atentado a la identidad propia
de cada profesión y, en consecuencia, un trato desigual con resultado de
confundir la igualdad jurídica con la uniformidad jurídica”573. La igualdad
no impide, sino que exige, el reconocimiento de las peculiaridades reales
de los sujetos de la libertad religiosa en el Derecho del Estado, por la
propia realidad diferencial de cada individuo y de cada confesión574.
En este orden de cosas, cuando se habla de igualdad religiosa es
casi obligado referir la mención específica de la Iglesia Católica del
artículo 16.3 de la Constitución a propósito de la cooperación de los
poderes públicos han de mantener con las confesiones religiosas en
atención a las creencias de la población, lo cual, desde el primer momento,
ha resultado controvertido575.
Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A, El Estado frente
a la libertad de religión..., op. cit., 36.
573 Ibídem, 37.
574 Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores del Derecho Eclesiástico
Español”..., op. cit., 204.
575 MURGOITIO, J. M., Igualdad religiosa y diversidad de trato de la Iglesia Católica..., op. cit.,
121.
Con estas significativas palabras argumentaba Santiago Carrillo a favor de la mención de
la Iglesia Católica: “Si nosotros hemos votado el texto del dictamen no es porque estemos
dispuestos a dar ningún privilegio particular a la Iglesia Católica ni porque creamos que es una
forma vergonzante o solapada de afirmar la confesionalidad del Estado. Lo que hay, me parece, es el
reconocimiento de que en este país, la Iglesia Católica, por su peso tradicional, no tiene en cuanto
forma social ningún parangón con otras confesiones religiosas igualmente respetables, y nosotros,
precisamente para no resucitar la cuestión religiosa, para mantener este tema en sus justos límites,
hemos aceptado que se cite a la Iglesia Católica y a otras confesiones en un plano de igualdad. Y si
alguien, mañana, aquí, tratara de utilizar esa cita para arrancar privilegios injustificados para la
Iglesia Católica, nosotros nos opondríamos terminantemente a ellos”. [Boletín Oficial de las
Cortes, 69, 1978, p. 2488]. (Cfr. MURGOITIO, J. M., Igualdad religiosa y diversidad de trato de
la Iglesia Católica..., op. cit., 119).
La mención explícita a la Iglesia Católica en el artículo 16.3 es sometida frecuentemente a
un juicio de constitucionalidad, sobre todo de compatibilidad con dos grupos de los
principios informadores de la actitud del Estado ante el fenómeno religioso. Nos
referimos al principio de aconfesionalidad e igualdad en material religiosa. (Ibídem, 120).
En este orden de cosas también, y haciendo referencia a BERNÁRDEZ CANTÓN, “la
citada mención se sitúa en el texto inmediatamente tras la locución -tendrán en cuenta las
creencias religiosas de la sociedad española-. Dicha afirmación contiene un mandato
572
247
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
La doctrina pone de relieve, repetidamente, que esa redacción
respondía a motivos socio-políticos que en aquel momento no debían ser
postergados, aun cuando el estatuto legal y social de la Iglesia Católica
hubiera quedado igualmente protegido sin su especial mención576. Hay
quien considera que la inclusión explícita de la Iglesia Católica es un
privilegio o forma encubierta de confesionalidad577. Hoy en día, además,
autónomo a los poderes públicos que condiciona la aconfesionalidad del Estado que se
proclama en el inciso primero del párrafo tercero del artículo 16, en el sentido de optar,
entre todos los posibles, por un modelo de aconfesionalidad positiva con libertad de
religión. Prosigue, “este tener en cuenta, en un Estado de libertad religiosa, no significa
que aquél deba profesar oficialmente las creencias presentes en la sociedad, sino que debe
captarlas y regularlas precisamente como factor social real de la sociedad española, con
sus rasgos propios y diferenciales de un lado, su arraigo, importancia, tradición y
extensión; de otro lado, sus peculiaridades o características orgánicas específicas”,
recogiendo las palabras de VILADRICH y FERRER. (Cfr. MURGOITIO, J. M., Igualdad
religiosa y diversidad..., op. cit., 121).
576 Para SATORRAS FIORETTI, “Es cierto que existe desigualdad entre la Iglesia y las
demás confesiones, pero esa desigualdad la marca su presencia en la realidad social, y no
la Constitución; lo que no creo que exista, en cambio, es discriminación, en tanto en
cuanto se coopere con la Iglesia en la medida de su implantación real. La Iglesia Católica
tiene el mismo grado de libertad religiosa que las demás confesiones, sólo que por su
mayor implantación social precisa de un mayor nivel de cooperación en los distintos
ámbitos en los que participa. Lo que sí que sería discriminatorio es que, siendo la
confesión mayoritaria y cubriendo más campos susceptibles de afectación social que las
demás, se cooperase con ella en menor medida que con las otras. Lo que sí sería
discriminatorio es que, siendo la confesión mayoritaria y cubriendo más campos
susceptibles de afectación social que las demás, se cooperase con ella en menor medida
que con las otras”. (SATORRAS FIORETTI, R. M., Aconfesionalidad del Estado y Cooperación
con las Confesiones Religiosas (Art. 16.3 CE), Cedecs, Barcelona, 2001, 82).
577 Es la opinión, por ejemplo, de PELAYO OLMEDO, quien sobre este particular se
pronuncia en los siguientes términos: “Antes que nada hemos de partir de una cuestión
debatida por la doctrina eclesiasticista, cual es el significado de la mención específica que
el artículo 16.3 hace la Iglesia Católica tras enunciar el mandato de cooperación. Como en
los casos anteriores, las posiciones son diversas. Hay quien lo considera complemente
una referencia ejemplificativa, una constatación lógica de la realidad histórica,
sociológica, jurídica y política de España o, en su defecto, una constatación de su
posición, paradigma del trato específico que el Estado español realiza del fenómeno
religioso, cuestión que, según esta doctrina habrá de hacerse extensiva al resto de las
comunidades en aras de la igualdad proporcional. Incluso, en este sentido, se ha
concebido la mención específica de la Iglesia Católica como una forma de justificar la
inaplicación, frente al resto de comunidades, de los requisitos necesarios para firmar
acuerdos según el artículo 7 de la LOLR pues, para los autores que así lo entienden, su
referencia constitucional deja patente el arraigo social de la entidad y, por ende, el
cumplimiento de todos los requisitos necesarios.
En contra, otros autores a los que nos adscribimos, consideran al Estado español
como un sistema laico y denuncian el peligro que puede entrañar una mala lectura del
precepto, advirtiendo que, si se realiza una interpretación interesada del mismo,
descontextualizada del marco constitucional en el que nos hemos movido, tras él, puede
esconderse la intención de justificar una cierta forma de confesionalidad atenuada y no
expresa (...). Viene a reafirmar esta posición, el hecho de que, como se ha señalado
reiteradamente por la doctrina, los Acuerdos firmados con la iglesia católica son sólo
248
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
conforme a la doctrina mayoritaria, se interpreta como un ejemplo de trato
específico y no discriminatorio, en atención a la enorme extensión
sociológica, tradición y arraigo histórico en comparación con el resto de
confesiones 578.
En cuanto a la doctrina del Tribunal Constitucional, como se ha
mencionado, la STC 24/1982, de 13 de mayo (FJ 1), reconoce el principio
de igualdad como básico, subordinado en cierto modo al de libertad
religiosa. La igualdad en materia religiosa viene a ser una consecuencia de
la libertad religiosa, e implica que las ideologías o creencias o las actitudes
religiosas de los sujetos de derecho no pueden justificar ningún tipo de
discriminación, ningún tipo de trato jurídico diverso. El Tribunal reconoce
también que la igualdad establecida en el artículo 14 de la Constitución es
un principio y un derecho, aunque no distingue claramente ambos
conceptos. Son interesantes, además y en este mismo sentido, las SSTC
15/1982, de 23 de abril (FJ 7); STC 19/1985, de 13 de febrero (FJ 3); STC
29/1987, de 6 de marzo (FJ 4); STC 109/1988, de 8 de junio (FJ 1) y STC
340/1993, de 16 de noviembre (FJ 4).
En la jurisprudencia más reciente, en la STC 180/2001, de 17 de
septiembre (FJ 7), también se aprecia cómo el trato en igualdad y no
formalmente posteriores a la Constitución y por ello deliberadamente ambiguos. (...) A
diferencia de lo que ocurre con la iglesia católica, parece que, en el caso de las
comunidades religiosas hebrea, islámica y protestante, la vía a seguir ha sido una
colaboración acomodada al artículo 9.2 de la CE”. (Cfr. PELAYO OLMEDO, D., Las
comunidades ideológicas..., op. cit., 372-374).
578 GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado frente a la
libertad de religión..., op. cit., 37. Autores como TORRES DEL MORAL, MOLANO,
VILADRICH y FERRER sostienen esta postura. Así, para VILADRICH y FERRER, “el
inciso de referencia ha de interpretarse como un ejemplo constitucional de trato específico,
en atención a la enorme extensión sociológica, tradición y arraigo históricos, y
complejidad organizativa de la Iglesia católica en comparación con las demás confesiones
religiosas”. (VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores...”, op. cit., 208).
Para TORRES DEL MORAL, tampoco dicha mención entraña privilegio alguno; sostiene
que, si los hay, habrá que buscarlos en el desarrollo normativo posterior o en los acuerdos
que se celebren, no en la Constitución. (Cfr. TORRES DEL MORAL, A., en GIMENO
SENDRA, V., et al., Los derechos fundamentales y su protección jurisdiccional..., op. cit., 161).
Para MOLANO, la discutida mención expresa a la Iglesia Católica en esta norma no
significa confesionalidad más o menos solapada “y, mucho menos, base para obtener
posición de privilegio, posibilidad que, entendemos, queda totalmente rechazada por el
principio de igualdad que inspira toda la normativa constitucional”. (Cfr. MOLANO, E.,
“La laicidad del Estado en la Constitución Española”..., op. cit, 222 ss).
249
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
discriminatorio en materia religiosa es una exigencia derivada de la
libertad religiosa, manteniendo aquella línea interpretativa579.
Asumido constitucionalmente el postulado de corresponsabilidad y
participación de los grupos sociales junto a los poderes públicos en la
gestión del bien común, es el principio de cooperación, el que perfila y
completa en positivo las relaciones Estado, Iglesia y Confesiones
religiosas, que no parece ser facultativo, tal y como se desprende
claramente del carácter imperativo de estas expresiones: “tendrán en cuenta
las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes
relaciones de cooperación...” del art. 16.3 de la Constitución; tal tono
conminatorio puede observarse también, en un sentido más general, en el
artículo 9.2 de la misma. No obstante, deviene preciso mencionar que no
para toda la doctrina estamos ante un auténtico principio, sino ante una
forma o técnica de relación entre Estado y confesiones religiosas, o ante
una consecuencia de un planteamiento constitucional, y una proyección
de la libertad religiosa580. Lo cierto es que estas disquisiciones poseen su
lógica ya que el precepto constitucional no contiene una definición sobre
el concepto de cooperación, aunque en opinión de VILADRICH y
FERRER, no faltan los elementos necesarios en otras normas legales para
perfilar su significado581.
Como los anteriores, este principio (o técnica de relación, como se
prefiera) presenta controversias formales y materiales. Desde la discusión
acerca de cuál sea el sistema de relaciones entre el Estado y las confesiones
religiosas, las diversas -y divergentes, a veces- posturas que los Estados
adoptan con relación al fenómeno religioso, pasan por la previsión-dación
de ayudas directas, como es el caso de Alemania e Italia, o la no previsión
de tales medidas, como es el caso de los ordenamientos francés o
estadounidense, pasando por una posición intermedia, que es la que
parece adoptó nuestro legislador582, incluso todavía hay quien considera
GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado frente a la
libertad de religión..., op.cit., 38.
580 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J ; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op. cit., 45.
581 Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores..., op. cit., 218.
582 En opinión de R. PALOMINO “el sistema de cooperación español se autolimita en
razón del Registro de Entidades Religiosas o de las prácticas en materia de acuerdos de
cooperación con las confesiones, que no alcanzan ni mucho menos a la inmensa mayoría
de confesiones presentes en el país”. (PALOMINO R., “Laicidad, laicismo, ética
579
250
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
que esto ha quedado desfasado a la luz de la nueva sociología y que debe
reconsiderarse el contenido material de este principio-técnica.
Como señala SATORRAS FIORETTI, a juzgar por la forma en que
aparece redactado, tampoco el mencionado precepto establece el tipo de
sistema aconfesional que se pretende, por lo que habrá poner el precepto
en relación con nuestra especial «libertad cooperacionista» para deducir si
estamos ante un sistema indiferente, beligerante o cooperador. En su
opinión, ésta es una clara muestra más de que no es un principio
informador con autonomía propia ya que, si la tuviera, como mínimo se
tendría que poder definir por sí mismo583.
Sin embargo, no puede desconocerse que, en relación con la Iglesia
católica, este principio o regla de Derecho, presenta una amplitud legal
digna de mención en la medida que su alcance no se reduce al precepto
constitucional, sino que se proyecta a normas de rango supraestatal. En
efecto, recoge GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL que, «como
escribía certeramente F. RUFFINI584 a primeros del siglo XX la “justicia no
manda a dar a cada uno lo mismo, sino a cada uno lo suyo, uniquique
suum». Aplicar a la iglesia el derecho común a todas las asociaciones
privadas, religiosas o no, poco importa, en contrario a la justicia, ya que
tratar en forma igual relaciones jurídicas desiguales es tan injusto como
tratar de una manera desigual relaciones jurídicas iguales. Por tener la
Iglesia Católica personalidad jurídica en el Derecho Internacional, dicha
cooperación estatal se ha plasmado en los citados Acuerdos con rango de
Tratados de Derecho Internacional (...); en los cuatro acuerdos entre
Estado Español y la Santa Sede de 3 de Enero de 1979, se alude a diversas
materias en que tendrá lugar dicha cooperación del Estado con la Iglesia.
Por otra parte, «las relaciones del Estado con las confesiones no
católicas están previstas en la Ley Orgánica sobre Libertad Religiosa, en
pública…”, op. cit., 63). Distinguiéndose de otras opiniones al respecto, pone de
manifiesto que el modelo americano “parecía traicionar a su aspiración separatista en la
medida en que el tratamiento financiero de las confesiones religiosas podría resultar
mucho más ventajoso en algunos puntos que el sistema cooperacionista español”.
Sostiene, en buena lógica, que no puede decirse que “exista un sistema de gestión del
factor religioso “ideal” para la protección de la libertad religiosa”. (Ibídem, 63-64).
583 Cfr. SATORRAS FIORETTI, R. M., Aconfesionalidad del Estado y Cooperación con las
Confesiones Religiosas..., op. cit., 66.
584 La cita es de F. RUFFINI, Relazioni tra Stato e Chiesa, ed. In Mulino, Bolonia, 1974,179,
recogido por GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El
Estado frente a la libertad de religión..., op.cit., 37.
251
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
cuyo artículo 7.1 se dice que «El Estado, teniendo en cuenta las creencias
religiosas existentes en la sociedad española, establecerá en su caso,
Acuerdos o Convenios de cooperación con las Iglesias, Confesiones y
Comunidades religiosas inscritas en el Registro que por su ámbito y
número de creyentes hayan alcanzado notorio arraigo en España.
El principio de colaboración entre el Estado y las Confesiones
religiosas incluye la obligación del Estado y de los poderes públicos, no
sólo
de reconocerlos,
respetarlos y tutelarlos,
sino también de
promoverlos, fomentarlos y hacerlos posibles y reales, mediante una
colaboración y ayuda eficaz. Así lo establece ya, por ejemplo, el Acta Final
de Helsinki de 1975, del entonces Consejo (hoy Organización) de
Seguridad y Cooperación en Europa, en cuyo número VII, bajo el epígrafe
de «Respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales,
incluida la libertad de pensamiento, conciencia, religión o creencia»,
afirma que los Estados participantes -entre los que se encontraba Españarespetarán estos derechos y además promoverán y fomentarán el ejercicio
efectivo de los mismos. En esta misma línea se mueve la Declaración de la
Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la eliminación de todas
las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o
convicciones, de 25 de noviembre de 1981. En su artículo 7 se dice que los
derechos y libertades enunciados en la presente Declaración se concederán
en la legislación nacional de manera que todos puedan disfrutar de ellos
en la práctica»585.
Aun gozando de consideración internacional, no obstante, el
principio de cooperación puede ser interpretado de diversas maneras: de
forma amplia, favoreciendo que el factor religioso sea considerado como
un bien social jurídicamente digno de protección y objeto de promoción
por parte de los poderes públicos; o de una forma restrictiva, en virtud de
la cual el hecho religioso quedaría ajeno a cualquier tipo de valoración por
parte de los poderes públicos. Esto supondría reconocer la libertad
religiosa sobre todo como un derecho individual, y sólo un derecho
colectivo en tanto que derivado de aquel, un derecho sobre el que los
poderes públicos no deben tener más actuación que el ofrecer garantías de
GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y estructura
de los Acuerdos...”, op.cit., 37.
585
252
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
libertad, sin necesidad de promocionar sus manifestaciones, individuales
o colectivas; lo que, no obstante, para un sector doctrinal podría ser una
forma diluida de laicismo586.
GUTIÉRREZ DEL MORAL y CAÑIVANO SALVADOR destacan,
asimismo, que otra de las cuestiones que interesan sobre este principio es
su materialización en acuerdos o convenios bilaterales; la doctrina, en
general, considera que la celebración de acuerdos entre el Estado y las
Confesiones religiosas constituye el cauce normal y típico de realización
del mandato constitucional de cooperación, tal como prevé la Ley
Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, en su artículo 7, sin embargo, su
celebración no es una exigencia constitucional, por lo que podrían haberse
utilizado otras técnicas587. Como se apuntaba, son bastante frecuentes los
pronunciamientos en este sentido, y no entraremos en ello por exceder el
objeto de estas reflexiones.
El Tribunal Constitucional ha venido a confirmar el significado
positivo en el ordenamiento jurídico español, tanto de los derechos
Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op.cit., 45.
SATORRAS FIORETTI nos acerca a este principio de una peculiar manera y señala que la
doctrina ha ido estableciendo, de forma más o menos constante, las consecuencias del
principio de aconfesionalidad. SOUTO, que representa la postura de la que parte,
enumera tres de ellas: la valoración positiva del hecho religioso (cualquier postura
religiosa es defendible por respecto a la dignidad de la persona; su actitud debe ser
respetada y, en su caso, promocionada, tanto si es positiva como negativa), la protección
del pluralismo religioso (como el Estado no puede defender ninguna opción, deberá
defender el pluralismo como tal) y la aconfesionalidad del Estado en sí misma (el Estado
no puede acoger, asumir o proteger una postura frente a las demás, ni siquiera si fuese la
mayoritaria). Una vez el Estado ha decido que es oportuno cooperar con una
determinada confesión, el principio de igualdad (en conjugación con el de cooperación,
no le obliga a establecer ni el mismo tipo de cooperación, ni al mismo nivel con todas las
confesiones con las que se relaciona. Si algo no significa el principio de igualdad es
uniformidad, y si algo lo vulneraría sería tratar a todos los sujetos religiosos colectivos de
la misma manera, sin apreciar sus especificidades. Si dichas especificidades son las
mismas, y se dan iguales circunstancias (cuestión que sólo pueden valorar los poderes
públicos), entonces se tiene que cooperar de la misma manera, en evitación de incurrir en
discriminación. Esto podría hacer pensar que, en la práctica, el Estado actúa
discrecionalmente en materia de cooperación; es cierto, si por discrecionalidad se
entiende arbitrariedad, que no es lo mismo; lo que es discrecional por parte del Estado es
la fijación de los criterios de cooperación (iguales para todos), así como la valoración de la
oportunidad de la relación. “Mientras el trato no sea discriminatorio con alguna
confesión en especial no habrá problema, porque la Constitución no concreta nada más
sobre cómo, cuando y con quién se debe colaborar”. (Cfr. SATORRAS FIORETTI, R. M.,
Aconfesionalidad del Estado y Cooperación con las Confesiones Religiosas..., op. cit., 66-77).
587 Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op. cit., 47.
586
253
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
fundamentales en general, como del derecho a la libertad religiosa en
particular. En relación con lo primero, en su sentencia 53/1985, de 11 de
abril, tras recordar cómo la doctrina ha puesto de manifiesto que los
derechos fundamentales no incluyen solamente derechos subjetivos de
defensa de los individuos frente al Estado y garantías institucionales, sino
también deberes positivos por parte de este, termina diciendo que de la
obligación del sometimiento de todos los poderes a la Constitución, no
solamente se deduce la obligación negativa del Estado de no lesionar la
esfera
individual
o
institucional
protegida
por
los
derechos
fundamentales, sino también la obligación positiva de contribuir a la
efectividad de tales derechos, y de los valores que representan, aunque no
exista una pretensión subjetiva por parte del ciudadano. La consecuencia
lógica de aquella valoración positiva de lo religioso es la colaboración
entre la comunidad política y la religiosa en orden a hacer efectivo el
derecho fundamental a la libertad religiosa y a buscar el bien de los
ciudadanos y de la sociedad, a cuyo servicio, aunque por títulos distintos,
están ambas instituciones, la estatal y la eclesiástica588.
Pero, también el Tribunal Constitucional ha tratado el principio de
cooperación concibiéndolo como “filtro modalizador de otros principios”,
en especial, del de “aconfesionalidad” del Estado y del de igualdad –SSTC
66/1982, de 12 de noviembre, FJ, 2; 265/1998, de 22 de diciembre, FJ 4;
STC 616/1984, de 31 de octubre; en este sentido, igualmente, revela interés
la STC 46/2001, de 15 de febrero, ya que, al hablar de laicidad positiva (FJ
6), lo que realmente está haciendo es vincular la aconfesionalidad del
Estado con la obligación de cooperación con las Confesiones religiosas,
alejándose del separatismo que puede implicar la laicidad entendida en un
sentido tradicional. Por otra parte este Alto Tribunal, en la STC, 93/1983,
de 8 de noviembre (FJ 5), reconoció expresamente que el artículo 16.3 de la
Constitución regula un deber de cooperación del Estado con la Iglesia
Católica y demás Confesiones y no un derecho fundamental de los
ciudadanos589.
Resulta obvio que este principio, como algún otro apuntado, se
erige en aspecto jurídico complejo de amplitud imposible de abarcar en
Cfr. GUTIÉRREZ DEL MORAL, M. J.; CAÑIVANO SALVADOR, M. A., El Estado
frente a la libertad de religión..., op. cit., 48.
589 Ibídem, 48.
588
254
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
estas páginas debido a la diversidad de planteamientos y posiciones
doctrinales que pueden adoptarse -tantos como actitudes existen hacia el
factor religioso-, por lo que concluimos, abundando con NAVARROVALLS, la idea de que una aproximación a la libertad religiosa demasiado
pendiente de la bondad o maldad de los modelos de relación oculta en
realidad un prejuicio apriorístico de tipo ideológico acerca de la realidad
jurídica concreta. A su juicio, y con bastante razón, “en la actual coyuntura
importa mucho exigir a la doctrina una cierta contención en la capacidad
crítica del sistema. Desde luego, lo que no parece razonable es que desde
posiciones cuasiproféticas, la doctrina realice afirmaciones, por ejemplo, de
este tenor: “Ciertamente, el Tribunal Constitucional es el intérprete
auténtico de la Constitución, pero siempre y cuando falle de acuerdo con
la manera en la que yo entiendo la Constitución; en caso contrario se
equivoca siempre” 590.
Y, a la vista de los recientes acontecimientos, especialmente en el tema
objeto de esta investigación, no sería descabellado pensar, como pone de
manifiesto el mencionado profesor, que “parece que estamos pasando sin
solución de continuidad del desarrollo de las virtualidades de la
Constitución en materia de libertad religiosa, al desmantelamiento del
conjunto de normas que regulan en la cúspide el factor religioso591. Se
habla entonces de la necesidad de reformar la LOLR, de la denuncia o, al
menos, la revisión de los Acuerdos de 1979, de la inconstitucionalidad de
los Acuerdos de Cooperación de 1992, etc.”. Sostiene, acertadamente
también, que esta “tensión” entre el poder y los grupos religiosos provoca
una sensación de conflicto permanente al ser trasladada a la opinión
pública y a la calle. Así, concluye este eminente profesor -y nosotros,
anticipadamente,
también-
“no
sería
extraño
que
termináramos
convirtiendo en cuestión jurídico-eclesiasticista de primer orden si la
NAVARRO-VALLS, R., “Los modelos de relación Estado-Iglesias y el principio de
cooperación”..., op. cit., 159.
591 Pues, como afirma el profesor CHOFRE SIRVENT, “Parece evidente (...) subrayar la
importancia de la conexión entre la categoría de ley orgánica y la relación de las fuerzas
políticas existente en cada momento en el Parlamento. Cuando un partido político ostenta la
mayoría absoluta del Congreso de los Diputados puede interesarle (...) que proliferen las leyes
orgánicas, y si fuera preciso, que éstas contengan elementos por conexión (materias
conexas) con el fin de dificultar su posterior modificación, si no se cuenta con la voluntad
del propio partido que inicialmente propició su aprobación”. (Cfr. CHOFRE SIRVENT, J.,
Significado y función de las Leyes Orgánicas, Tecnos, Madrid, 1994, 319).
590
255
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Iglesia católica, en razón de la libertad religiosa, está obligada a tramitar
de modo en que se le pide los «certificados de apostasía» que están de
moda en España desde la visita de Benedicto XVI a Valencia (...). Este tipo
de conflictos planteados en sede de poder ejecutivo o legislativo, en
muchas ocasiones, si no en todas, es ficticio...”592.
2. LOS ACUERDOS ENTRE EL ESTADO ESPAÑOL Y LA SANTA
SEDE
Entendemos que resulta posible sostener que la mención explícita a
la Iglesia Católica del artículo 16.3 de nuestra Constitución, en relación con
el principio de cooperación que acabamos de considerar, no obliga a
sostener la existencia de una intención de confesionalidad sociológica para
el Estado Español593. El desarrollo legal, representado por la Ley Orgánica
de Libertad Religiosa de 1980, se inicia, en el caso de la Iglesia Católica,
con la firma de documentos que avalan la decisión constitucional de su
mención expresa, como son los Acuerdos entre el Estado Español y la
Santa Sede, del año 1979.
Sostiene
ÁLVAREZ
CORTINA,
al
hablar
del
fundamento
constitucional de la autonomía de las confesiones religiosas594, que los
grupos religiosos, que reúnen a creyentes de una fe determinada, existen y
actúan como cuerpos sociales que se organizan según sus principios
doctrinales y fines institucionales propios, constituyendo una realidad
anterior a cualquier reconocimiento por parte de cualquier administración
de su personalidad jurídica595, y a los mismos se les otorga la titularidad
NAVARRO-VALLS, R., “Los modelos de relación Estado-Iglesias y el principio de
cooperación”…, op. cit., 163.
593 Es éste el parecer de los profesores VILADRICH y FERRER, con quienes manifestamos
nuestra conformidad. (Cfr. VILADRICH, P. J.; FERRER, J., “Principios informadores..., op.
cit., 206).
594 Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La autonomía de las confesiones religiosas”, en
ÁLVAREZ CORTINA, A-C.; RODRÍGUEZ BLANCO, M., La libertad religiosa en España.
XXV Años de vigencia de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio (Comentarios a su articulado),
Comares, Granada, 2006, 177.
595 El pilar argumentativo de esta afirmación, como refiere la nota 1 de la página 177 de la
precitada obra, se halla en la exposición de motivos de la LOLR que no fue publicada, y
que constituye el marco para comprender que dicha autonomía deriva del “ser anterior”
al Estado de las confesiones religiosas por parte de un importante sector de la doctrina.
“Se parte, así, por lo que al fundamento de la autonomía de las confesiones se refiere, del
carácter previo de las confesiones al propio Estado y de su consideración como
592
256
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
colectiva del derecho a la libertad religiosa, brindándoles el artículo 16 de
nuestra Constitución un status especial al reconocerles como cauce
específico del ejercicio de ese derecho fundamental; ello implica la
consideración de su propia identidad como algo distinto y previo al hecho
jurídico asociativo. En este sentido, apela al profesor MOLANO cuando
afirma que “la laicidad del Estado no es más que una consecuencia de una
depurada distinción entre el orden político y el orden religioso que se
traduce en el principio de mutua autonomía entre Estado y confesiones, de
modo que el Estado no puede tener competencia directa alguna en materia
religiosa, apareciendo ésta únicamente cuando el fenómeno religioso dé
lugar a relaciones jurídicas que, o son propias de la comunidad política, o
civil o tienen relevancia en ella”596. Según su parecer, puede concluirse que
la autonomía de las confesiones viene prefigurada constitucionalmente en
base al reconocimiento del principio de libertad religiosa y de
aconfesionalidad estatal en cuanto implica separación entre religión y
Estado597. Se trata, pues, de una opinión que constituye un punto de
partida -no el único- para considerar el fundamento de un instrumento de
protección del derecho de libertad religiosa, que son los Acuerdos con el
Estado; porque, suscribiendo las palabras de MARTÍNEZ-TORRÓN, dado
que el “marco concordatario de 1979” supuso la primera materialización
normativa del principio constitucional de cooperación del Estado con las
sociedades perfectas, dentro de su ámbito”. (Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La
autonomía de las confesiones...”, op. cit., 177-178 y 185-186).
Como el mismo autor recoge, “en contraste con la expuesta concepción institucional de la
autonomía de las confesiones un sector de la doctrina española, estimando que el
fenómeno religioso en su manifestación colectiva debe encuadrarse dentro del fenómeno
asociativo, considera que la autonomía reconocida a las confesiones no es sino la propia
que se reconoce a las asociaciones que nuestra Constitución regula en el artículo 22.
(Ibídem, 188). Y concluye que, “aunque puedan existir similitudes entre la autonomía
propia que se derive del fenómeno asociativo, es decir, de las sociedades y asociaciones
que se regulan por sus propios estatutos, y la autonomía que a las confesiones se les
reconoce en el artículo 6.1 LOLR, la diferencia estriba en que aquellas nacen como
consecuencia del reconocimiento que de las mismas se hace en la correspondiente ley
estatal (o, en su caso, en las leyes autonómicas) y vienen reguladas por ella, mientras que
la normativa de las confesiones religiosas está únicamente sometida a la Constitución y,
en tal sentido, el contenido de dicha autonomía reside de forma ínsita en la confesión
religiosa, no constituyendo una facultad otorgada por el Estado”. (Cfr. ÁLVAREZ
CORTINA, A.-C., “La autonomía de las confesiones..., op. cit., 189).
596 Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La autonomía de las confesiones..., op. cit.,178.
597 Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La autonomía de las confesiones..., op. cit.,179.
257
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
confesiones religiosas598, interesa llamar la atención sobre una realidad
que, si bien mencionada desde siempre por la doctrina, ha pasado
desapercibida en los últimos años, en el contexto de una espiral de
reivindicaciones de igualdad por parte de confesiones religiosas
minoritarias. Se refiere al hecho de que la pronta firma y ratificación del
concordato con la Santa Sede de 1979, tras promulgarse la Constitución,
que, no sólo no ha supuesto la continuación de injustificados privilegios
para la Iglesia católica en detrimento de otras confesiones, sino que ha
contribuido a una interpretación maximalista del principio constitucional
de cooperación que ha beneficiado a las minorías religiosas599.
En definitiva, como señala ÁLVAREZ CORTINA, citando a
GIANINI, la relación entre ordenamientos no derivados, pasa porque no
se reconozcan recíprocamente, pero a la vez tampoco se desconozcan; esa
es la razón de que vengan obligados “de hecho a sufrir o tolerar el uno la
presencia del otro y por ello cada uno de ellos, al aceptar de hecho al otro,
debe admitir que ciertas materias son reguladas por la normativa del
otro”600.
Cfr. MARTÍNEZ-TORRÓN, J., “La contribución de la Ley Orgánica de Libertad
Religiosa a la transición democrática en España..., op. cit., 14.
599 Cfr. MARTÍNEZ-TORRÓN, J., “La contribución de la Ley Orgánica de Libertad
Religiosa a la transición democrática en España..., op. cit., 16.
600 Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La autonomía de las confesiones religiosas...”, op.
cit., 184. Sobre este particular, y en especial sobre la consideración del Derecho
Internacional Privado como modelo de relaciones interordinamentales, las relaciones
entre el ordenamiento estatal y el confesional, el Derecho confesional ante el Derecho
español y los Acuerdos con la Santa Sede, puede consultarse un interesante artículo de
BOGARÍN DÍAZ en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado Español, vol. XXIII, 2007,
páginas 51-141, titulado,”Factor religioso y relaciones entre ordenamientos jurídicos”.
Este autor, al referirse a la naturaleza jurídica de los Acuerdos, como suele suceder,
señala su nota polémica a nivel doctrinal exponiendo: “mientras unos (Llamazares,
Fernández Coronado) insistían en su condición de ley completamente ordinaria, otros
intentaron construir una teoría que comprometiera al Estado, fuese la de la ley
paccionada al estilo de la tradición navarra (Lombardía, Motilla), fuese la de “un
ordenamiento jurídico propio por encima del Derecho interno y por debajo del Derecho
Internacional” (Martínez Blanco). Por mi parte, suscribo la tesis de Olmos de una ley
ordinaria especial o reforzada en cuanto a su proceso formativo y a su eficacia.
Formalmente, pese a esas peculiaridades, el acuerdo aparece como ley interna estatal, con
lo que se establece una relación jurídica de inclusión por subordinación, del
ordenamiento confesional en el estatal. Por supuesto, esta subordinación se ciñe a las
normas pactadas y no al conjunto del Derecho confesional, pues de lo contrario no se
respetaría la autonomía de la comunidad religiosa”. (BOGARÍN DÍAZ, J., ”Factor
religioso y relaciones entre ordenamientos jurídicos”, en Anuario de Derecho Eclesiástico del
Estado Español, vol. XXIII, 2007, 119-120).
598
258
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Ya sea por la “reconsideración” del fenómeno religioso en relación
con la libertad, la laicidad del Estado -o, en ocasiones, el intento de
aproximación al laicismo- en materia de cooperación con las confesiones
religiosas y, en particular con la Iglesia Católica por parte de la doctrina
eclesiasticista y los nuevos ritmos sociológicos marcados por las nuevas
Tecnologías de la Información y la Comunicación, se ha despertado un
interés in crescendo por este tema que viene resultando bastante
controvertido en los últimos tiempos. A la vista de esa actualidad,
traeremos algunas consideraciones doctrinales que revelan el variado -y, a
veces, enfrentado- parecer de las autoridades en la materia.
Así, el sentir de la doctrina abarca una amplitud de estimaciones que
van desde las posiciones que entienden que los acuerdos han sido un
instrumento de cooperación acertado y destacado en desarrollo del
principio-derecho de libertad religiosa del art. 16 CE y su Ley de
desarrollo (LOLR), a las que sostienen que nos enfrentamos a la
apremiante exigencia de decidir acerca de la coherencia con el Estado laico
español
de
la
cooperación
expresada
mediante
los
acuerdos
internacionales con la Santa Sede y el resto de los acuerdos con
confesiones religiosas, especialmente los primeros, que al haber sido
suscritos acudiendo a la fórmula de los tratados internacionales, al menos
sobre el papel, comprometen la soberanía del Estado e incorporan un
cauce privilegiado para la participación del catolicismo en la labor
normativa del Estado rotundamente discriminatorio601; el recorrido es
variado y prolífico.
PARDO PRIETO, P. C., Laicidad y acuerdos del Estado con confesiones religiosa..., op. cit.,
63-64. A juicio de este autor, que realiza una aproximación al tema recogiendo diversos
pareceres doctrinales, tres fueron las cuestiones que, especialmente en las décadas los
setenta y ochenta, supusieron un “torrente de enfrentamiento” entre los eclesiasticistas en
orden a la correcta compresión de sus contenidos: la ubicación en el sistema de fuentes
español de los acuerdos, el fundamento de la cooperación que los propicia y el carácter
unitario o plural de los suscritos en los años 1976 y 1979. En cuanto a la primera de las
cuestiones -ubicación en el sistema de fuentes-, para algunos autores, como
ECHEVARRÍA O GONZÁLEZ CASANOVA, los Acuerdos con la Iglesia Católica
determinan los cauces interpretativos de la legislación atinente a la libertad religiosa de
los católicos, más aún, por aplicación del principio de igualdad, que impide cualquier
discriminación entre estos y los no católicos; en consecuencia, entre la Iglesia católica y
las demás confesiones, los Acuerdos con la Iglesia habrán de terminar aplicándose
analógicamente, mutatis mutandis, al resto. LOMBARDÍA, por su parte, encuentra razones
cronológicas -su anterioridad- y normativas (“…sólo pueden ser derogados, modificados o
suspendidos en aplicación del artículo 96 de la Ley Fundamental”), para afirmar que, en caso
de conflicto, los Acuerdos con la Iglesia Católica no estarán limitados por la LOLR. Otros
601
259
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Se trata, no obstante, también, de un bloque temático con respecto al
cual nos vemos impelidos a reducir su contenido, si bien, a nuestro
parecer, reviste interés en la medida en que sus disposiciones concretamente las del Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos- son objeto de
constante referencia como argumento en los fundamentos jurídicos de las
reclamaciones y recursos presentados, especialmente por una de las partes
-la Iglesia católica-, ante los órganos administrativos y jurisdiccionales
competentes, y de cuya significación y alcance surgen cuestiones de calado
para nuestro tema, como se pondrá de relieve, oportunamente.
En orden a configurar, en esencia, el contenido de este apartado
devienen interesantes las reflexiones de GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE
CARVAJAL602 en el simposio sobre los veinte años de vigencia de los
Acuerdos celebrados entre el Estado Español y la Santa Sede, celebrado en
Madrid, en el año 2000, por la interesante síntesis que contiene. En la
presentación del evento, recordaba el entonces arzobispo-presidente de la
Junta Episcopal de Asuntos Jurídicos de la Conferencia Episcopal
Española, MARTÍNEZ SISTARCH que «El 28 de julio de 1976 se firmó el
primer Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español, denominado
también el Acuerdo básico, pues aunque aparentemente trata sólo de la
autores estiman, como hace CALVO ÁLVAREZ, que “lo concordatario” se sitúa bajo la
garantía tanto del Derecho Internacional como el Derecho constitucional, sin que esto
último menoscabe en modo alguno (“…el decisivo rango que adquieren los actos
concordatorios (…) como actos bilaterales y paritarios”). Bilateralidad y paridad serían
caracteres que el constituyente habría tenido muy en cuenta para evitar cualquier
contradicción entre Acuerdos y Constitución. Según su parecer, sigue siendo difícil
otorgarles una consideración que vaya más allá del “pacto internacional singular”, por un
lado; y, si difícil es ir más allá de la analogía en la consideración internacional de los
acuerdos con la Iglesia vigentes, imposible parece definirlos como tratados en materia de
derechos humanos de los del artículo 10.2 de la Constitución española o atribuirles en
atención a su naturaleza funciones integradoras del sistema de libertad religiosa. (Cfr.
PARDO PRIETO, P. C., Laicidad y acuerdos del Estado con confesiones religiosa..., op. cit., 8389).
En cuanto a su rúbrica y contenido, sostiene que “bajo su impreciso título, puede
afirmarse que los Acuerdos de 1979 muestran ya preocupación por encauzar la actividad
colaboradora hacia la satisfacción de los derechos de los fieles”, así como que lo
característico de éste y los demás acuerdos de 1979 es la incorporación de normas cuya
presencia resulta superflua, porque remiten expresa o tácitamente al Derecho común, o
porque son normas meramente instrumentales, como el preámbulo, las disposiciones
transitorias o la cláusula derogatoria del artículo VIII. (Cfr. PARDO PRIETO, P. C.,
Laicidad y acuerdos del estado con confesiones religiosas..., op. cit., 117).
602 GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y estructura
de los Acuerdos”, en Los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español (Veinte años de
vigencia), Edice, Madrid, 2001, 23-55.
260
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
renuncia de los privilegios históricos acerca del nombramiento de Obispos
y del fuero de los clérigos, en realidad tiene un alcance mucho más amplio
(...).
En el preámbulo de dicho Acuerdo se establece una declaración de
principios de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en España que han
informado los restantes Acuerdos. Unos años más tarde, el 3 de enero de
1979, se firmaron los otros cuatro Acuerdos dedicados respectivamente a
la siguiente temática: asuntos jurídicos, asuntos económicos, enseñanza y
asuntos culturales, y asistencia religiosa a las fuerzas armadas y servicio
militar de clérigos y religiosos.
La firma del primero de los cinco Acuerdos se efectuó en el período
de la transición política y la de los restantes a poco después de haber
entrado en vigor la nueva Constitución española de 1978. Los Acuerdos se
enmarcan, pues, en la definición constitucional de nuestro Estado como un
Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad
y el pluralismo político (Constitución Española, art. 1.1).
Los referidos Acuerdos establecen unas nuevas relaciones de la
Iglesia y el Estado basadas fundamentalmente en los principios
propugnados por el Concilio Vaticano II, sintetizados, de alguna manera,
en un texto precioso de la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el
mundo, en el cual se afirma que la comunidad política y la Iglesia son
entre sí independientes y autónomas en su propio campo. Sin embargo,
ambas, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal
y social de los mismos hombres. Este servicio lo realizarán tanto más
eficazmente en bien de todos cuanto procuren mejor una sana cooperación
entre ambas, teniendo en cuenta también las circunstancias de lugar y
tiempo (GS, núm. 76)»603.
Destacaba también en su alocución MARTÍNEZ SISTARCH que dos
acontecimientos fundamentales fueron los que exigieron un cambio
radical del Concordato de 1953: uno religioso, el Concilio Vaticano II, y
otro político, la transición política española604. Como se ha comentado, el
Cfr. MARTÍNEZ SISTARCH, L., Los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español (20
años de vigencia)..., op. cit., 7-8.
603
Como destaca MARTÍNEZ-TORRÓN, el triunfo, y posterior asentamiento de la
democracia en España requeriría como condición necesaria una situación de “paz
604
261
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Concilio Vaticano II proclamará solemnemente una nueva doctrina sobre
las relaciones entre la Iglesia y el Estado, fundada en dos pilares básicos: la
libertad religiosa como derecho fundamental de la persona humana -de
reconocimiento obligado en el ordenamiento jurídico de la sociedad, de
forma que llegue a convertirse en un derecho civil (DH n.2)- y la mutua
independencia y autonomía de la Comunidad política y la Iglesia que, no
obstante tiene el deber de colaborar positivamente para el bien del hombre
y de la sociedad, a cuyo servicio están ambas instituciones, aunque por
título diverso (GS 76).
En la base de todo el sistema jurídico están los cinco Acuerdos con
la Santa Sede: el de 1976, que se denominó "básico", y los cuatro de 1979,
que desarrollan materias específicas. Estos cinco Acuerdos, aunque
responden a un mismo espíritu y a unos mismos principios, son
independientes entre sí605.
Los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede son tratados
internacionales606 que se elaboraron de acuerdo con los preceptos
religiosa” que sólo podría producirse evitando cuidadosamente la posibilidad de
soluciones extremas. “Además, y sobre todo, la Iglesia católica española tenía la
responsabilidad de comprender, y de hacer comprender a una gran parte de la población
y a influyentes sectores de la sociedad, que la terminación de la confesionalidad católica
del Estado no implicaba un nuevo movimiento de péndulo en dirección opuesta que
condujera como en los años 1930, a una hostilidad de los poderes públicos hacia la
Iglesia” (…). Comprender y aceptar el nuevo sistema de relaciones entre religión y Estado
por parte de la jerarquía eclesiástica española fue imprescindible”; la Iglesia supo apoyar
el proceso democrático en sí mismo, presentándolo a los católicos como algo positivo
para España. “Se trata, en definitiva, de un “asentimiento que tendría indiscutible
importancia para la transición política tan pacífica como natural”. (Cfr. MARTÍNEZTORRÓN, J., “La contribución de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa a la transición
democrática en España...”, op. cit., 9-11).
605 Cfr. GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y
estructura de los Acuerdos”..., op. cit., 25 ss.
606 Para MURGOITIO, la doctrina española mantiene dos posiciones contrapuestas al
definir la naturaleza jurídica de los acuerdos ex art. 7 LOLR: para la mayoría de la
doctrina los Acuerdos pertenecen al ámbito del Derecho interno estatal, no obstante, para
un sector son pactos de Derecho público y por tanto, fuentes bilaterales (V. gr., FORNÉS,
OLMOS ORTEGA, LOMBARDÍA...), mientras que, para otro, son leyes ordinarias por ser
normas unilaterales (v. gr., LLAMAZARES FERNÁNDEZ, FERNÁNDEZ-CORONADO,
IBÁN,...), pasando por una posición intermedia representada por PRIETO. Citando a J.
MARTÍNEZ-TORRÓN, MURGOITIO afirma al respecto que “en cualquier caso, como ha
puesto de relieve algún autor, las discusiones en torno a la naturaleza jurídica de los
Acuerdos de cooperación y su relación con su ley de aprobación, están abocadas a
convertirse en un debate confuso e interminable. Lejos de todo intento teorizador, lo
cierto es que, con independencia de lo que deberían ser los Acuerdos ex articulo 7 de la
LOLR, éstos son de Derecho Público Interno, sometidos a la decisión final del Parlamento
mediante ley ordinaria”.
262
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
constitucionales y de conformidad con las normas del derecho
internacional tal como están formuladas en la Convención de Viena, de 23
de mayo de 1969, sobre el derecho de los tratados. Esta Convención, que
recoge y codifica el derecho internacional consuetudinario y los principios
generales del derecho internacional sobre tratados, y fue ratificada por
España el 16 de mayo de 1972607, por lo que, en virtud del art. 96.1608 de
nuestra Constitución, forma parte del derecho interno español609.
Los cuatro Acuerdos específicos de 1979, que se atienen
estrictamente a lo establecido por la Constitución Española en sus
artículos 63.2, 94 y 96, fueron firmados el 3 de enero de 1979 por los
Plenipotenciarios de España y de la Santa Sede. Su ratificación fue
autorizada el día 13 de septiembre del mismo año por el Pleno del
Congreso de los Diputados, y el 30 de octubre por el Pleno del Senado. La
ratificación por el Jefe del Estado y el canje de instrumentos, y con ello su
El lugar que desde su punto de vista ha de ocupar en el sistema de fuentes pacticias del
Derecho eclesiástico español se concreta en esta frase: “Al ser los Acuerdos del artículo 7
de la LOLR una de las posibles concreciones si no la mejor, del mandato de cooperación
del artículo 16.3 de la Constitución, que en consecuencia implica una bilateralidad entre
los poderes públicos y la confesiones, ésta comporta la necesidad de concurso de
voluntades, el cual, por imperativo legal del bloque de constitucionalidad, constituye una
parte del procedimiento ineludible para poder hacer surgir el acuerdo entre las partes.
Éste, el acuerdo, necesita ser aprobado por una ley para poder tener efector jurídicos.
Pero, esta ley no puede crear por sí misma la normativa que aprueba si no la precede al
acuerdo con la confesión correspondiente. El procedimiento especial del artículo 7 de la
LOLR, en cuanto integra el citado bloque de constitucionalidad, deberá, en consecuencia,
ser observado no sólo en las fases de su tramitación y aprobación, sino también las de
modificación, derogación o ejecución. En contra de esta tesis se encuentra SEGLERS
GÓMEZ-QUINTERO, “para quien ni la LOLR, ni su artículo 7, ni su producto normativo,
se integran en el bloque de constitucionalidad”. (Cfr. MURGOITIO, Igualdad religiosa y
diversidad de trato de la Iglesia Católica..., op. cit., 140-144). No nos resistimos a traer aquí la
apreciación semántica de VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA señalada por el profesor
MANTECÓN, en la nota 16 de la página 344 de su trabajo titulado “En torno a la
anunciada reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa”, ya mencionado, publicado
en el Anuario de Derecho Eclesiástico de Derecho, vol. XXVI, 2010, 333-348. Destaca este
profesor que “el término pacticio es un italianismo y que la genuina forma castellana es
pactuario”.
607 B.O.E. de 13 de junio de 1980.
608 La Constitución Española, en su art. 96.1, prescribe: «Los tratados internacionales
válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del
ordenamiento interno. Sus disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o
suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas
generales del Derecho internacional».
609 Sostiene este parecer, GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL en la obra citada. (Cfr.
GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y estructura de
los Acuerdos...”, op. cit., 25 ss).
263
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
entrada en vigor, tuvieron lugar el día 4 de diciembre de 1979. Fueron
publicados en el BOE el día 15 del mismo mes y año. En consecuencia, los
Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede, como verdaderos
tratados internacionales, son de aplicación en todo el territorio español.
El carácter internacional de estos Acuerdos, por otra parte, ha sido
reconocido
explícitamente
en
varias
ocasiones
por
el
Tribunal
constitucional. Empero, no todas las normas establecidas en los Acuerdos
son de inmediata aplicación; algunas lo son, y otras, en cambio, necesitan
un desarrollo –que a veces se encomienda a alguna de las Partes-, y otras
contienen mandatos de negotiando o de contrahendo a las autoridades
competentes de ambas Partes, que deberán elaborar convenios de
desarrollo y de ejecución. Dada la estructura de estos Acuerdos que, como
queda dicho, exigen, en muchas materias, un concierto entre las
respectivas
autoridades
competentes,
civiles
y
eclesiásticas,
las
Comunidades Autónomas también juegan un papel importante en estas
materias que no se limita a una mera ejecución. Estas consideraciones se
aplican, igualmente, para la Santa Sede, que ha ratificado también la
Convención de Viena de 1969 sobre el derecho de los tratados, y que
establece en el canon 3 de su Código de Derecho Canónico que «Los
cánones del Código no abrogan ni derogan los convenios de la Santa Sede
con las naciones o con otras sociedades políticas; por tanto, estos
convenios siguen en vigor como hasta ahora, sin que obsten en nada las
prescripciones contrarias de este Código»610.
Por lo que afecta a la interpretación de los Acuerdos, según el
Derecho internacional, plasmado en la Convención de Viena de 1969,
deberá hacerse de buena fe, conforme al sentido corriente que haya de
atribuirse a los términos del tratado, en su contexto, teniendo en cuenta su
objeto y fin, así como la intención de las partes (Cfr. arts. 31 y ss.). Cuando
se trata de Acuerdos o Convenios bilaterales, se suele incluir un artículo o
cláusula acerca de su interpretación. Así lo hacen los cuatro Acuerdos
mediante un artículo, que se repite en todos ellos, que dice lo siguiente:
«La Santa Sede y el Gobierno español procederán de común
acuerdo en la resolución de las dudas o dificultades que pudieran surgir
Cfr. GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y
estructura de los Acuerdos..., op.cit., 44-45.
610
264
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
en la interpretación o aplicación de cualquier cláusula de presente
Acuerdo, inspirándose para ello en los principios que lo informan»611.
Para la interpretación, desarrollo y ejecución de los Acuerdos y de
los Convenios que integran todo el régimen concordatario español se han
creado numerosas Comisiones mixtas, tanto al máximo nivel Estado
español-Santa Sede, como otras, en un plano inferior, constituidas por
ministros-obispos, Comunidades autónomas-obispos de la región, o,
según los casos, por las autoridades competentes de ambas partes. Pero,
en cualquier caso, los Acuerdos no están necesariamente cerrados y
pueden ser objeto de ampliación y enriquecimiento, de común acuerdo
entre las Partes612.
Más complejo y difícil resulta el juicio acerca del grado de
cumplimiento de los Acuerdos entre la Iglesia y el Estado. Ante todo, y
para abordar con claridad el problema, convendría en todo caso deslindar
las discrepancias y tensiones que puedan suscitarse entre la Iglesia y el
Estado por motivos doctrinales para evitar afectar, al menos directa e
inmediatamente, los Acuerdos, lo que constituye propiamente una
violación o incumplimiento de las normas jurídicas actuales613.
Una postura divergente a la comentada queda representada por
LLAMAZARES FERNÁNDEZ, quien, con relación a la conflictividad que
pudiera derivarse del hecho de considerar a la Iglesia Católica en situación
de privilegio, se interroga en estos términos: “¿Qué ocurre si estas leyes
entran en colisión con los acuerdos en materias cuya regulación es de
competencia exclusiva de ellas?”614. En el mismo sentido y con relación al
conflicto que pueda suscitarse entre ley orgánica y Acuerdos con la Iglesia
católica, este profesor sostiene:
Este precepto común se repite en el Art. VII del Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos y
sobre Asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas y servicio militar de clérigos y
religiosos, en el art. XVI del Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales y en el Art.
VI del Acuerdo sobre Asuntos Económicos. (Cfr. GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE
CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y estructura de los Acuerdos..., op.cit., 44-45).
611
Cfr. GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y
estructura de los Acuerdos..., op.cit., 48-49.
612
Cfr. GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL, J., “Naturaleza jurídica, valor y
estructura de los Acuerdos..., op.cit., 53-54.
613
Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia I. Libertad de
conciencia y laicidad, Civitas, Madrid, 2002, 353-354.
614
265
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
“1º) que los acuerdos con la Iglesia católica son Derecho singular (para
determinados ciudadanos) y, en ese sentido, especial, en tanto que las
leyes tanto orgánicas como ordinarias sobre libertad religiosa, educación,
información, objeción de conciencia, sanidad, etc., representan el Derecho
común.
2º) que caso de una hipotética contradicción entre los acuerdos y una ley
materialmente orgánica prevalece esta última incurriendo la primera en
auténtica inconstitucionalidad: el principio de especialidad cede siempre
ante el de competencia”615.
Y, en materia de interpretación de los Acuerdos con la Iglesia
católica, considera preciso tener en cuenta además:
“1º) que sólo formalmente son posteriores a la Constitución, ya que
materialmente son anteriores o, lo que es lo mismo, preconstitucionales, lo
cual quiere decir que sus contenidos se han determinado y convenido
(negociado) paralelamente al texto constitucional y sin conocer cual sería
la redacción definitiva de esta; eso explica la existencia de múltiples
ambigüedades directamente queridas por los negociadores, susceptibles
de interpretaciones contradictorias con el texto constitucional;
2º) que en virtud del principio de conservación de la norma es preciso, en
tanto estén vigentes, optar por la interpretación que salve cualquier atisbo
de contradicción con la Constitución: algo que puede conducir a una
auténtica aporía cuando una de las partes firmantes, por falta de la
suficiente sensibilidad hacia los valores constitucionales, se empecine en
interpretaciones inconstitucionales, ya que según los acuerdos, esa
interpretación debe hacerse siempre de mutuo consentimiento; su carácter
de tratados internacionales incrementa aún más la dificultad para sustituir
las fórmulas ambiguas, convirtiéndose en auténticos blindajes de
situaciones privilegiadas”616.
Para TORRES GUTIÉRREZ, los Acuerdos de 1979 regulan una serie
de “materias sensibles” y presentan cuatro grandes peculiaridades, a saber:
Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia I. Libertad de
conciencia y laicidad, Civitas, Madrid, 2002, 353-354.
616 A todo lo anterior añade que “los concordatos (acuerdos de la Iglesia con los Estados)
siempre han sido utilizados e instrumentalizados por la Iglesia para oponerse y dificultar
el proceso de secularización” y que “el acuerdo siempre entraña el grave riesgo de optar
por soluciones a medio camino entre ambos principios, con la lesión de algún derecho
fundamental sacrificado a algún derecho de la institución eclesial”. (LLAMAZARES
FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia I..., op. cit., 354).
615
266
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
“se asimilan a los Tratados Internacionales” – a diferencia de los acuerdos
de 1992- , su interpretación se realizará conjuntamente por el Estado y la
Iglesia Católica, “son sólo formalmente postconstitucionales” y, por último,
la situación insólita y las consecuencias que genera el hecho de que la
Iglesia no haya reconocido un tribunal superior que pueda juzgarla,
“como por ejemplo el Tribunal Internacional de Justicia, en una tradición
que procede de la Edad Media”617.
PELAYO OLMEDO, por su parte, destaca que “a diferencia de lo
que ocurre con la iglesia católica, parece que, en el caso de las
comunidades religiosas hebrea, islámica y protestante, la vía a seguir ha
sido una colaboración acomodada al artículo 9.2 de la CE”, al tiempo que
señala, tras su análisis comparativo de los “niveles” de cooperación, que
“las diferentes resultantes entre estos acuerdos y los firmados con la
iglesia católica son:
1º) El peculiar reconocimiento de personalidad jurídica otorgada a
la iglesia católica con carácter genérico e implícito sin necesidad de
acceder a un Registro. La personalidad de “sujeto negociador” en el resto
de confesiones proviene, por un lado de su inscripción en el RER, por otro,
de su arraigo notorio en España lo que, como necesidad para el
cumplimiento íntegro de ambos, les ha obligado a federarse. Además, los
acuerdos con el resto de confesiones tiene naturaleza de Ley ordinaria,
mientras que los firmados con la iglesia católica tiene carta de tratado
internacional por la peculiaridad del sujeto negociador.
2º) Los sujetos firmantes para la iglesia católica son el Jefe de Estado
y la Santa Sede, a través del Papa, mientas que lo será el Ministro de
Justicia y el Secretario general o el Presidente de la correspondiente
Federación para las demás comunidades.
3º) La aplicación y desarrollo de los acuerdos con la iglesia católica
depende del mutuo acuerdo entre el Estado y la Santa Sede, mientras que
los firmados en 1992 corresponde exclusivamente al Gobierno.
Cfr. TORRES GUTIÉRREZ, A., “El desarrollo postconstitucional del derecho
fundamental de libertad religiosa en España..., op. cit., 247. Para este profesor, “El
principal problema que plantea los Acuerdos de 1979 es que muchas de sus claúsulas no
son susceptibles de interpretación alguna que sea conforme a la Constitución, y en otras
ocasiones es la Iglesia Católica la que se opone a cualquier interpretación de los mismos
que sea conforme a la Constitución (...)”. (Ibídem, 247-248).
617
267
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
4º) La extinción de los acuerdos firmados con la iglesia católica
habrán de seguir el régimen especial previsto para los tratados
internacionales, en ellos rige el principio de pacta sunt servanda, por lo que
hace más difícil su derogación. En contra, los acuerdos firmados con las
demás confesiones podrán derogarse unilateralmente”618.
MURGOITIO619, por el contrario, sostiene que tal como ha quedado
configurado el principio de igualdad, en el sentido de permitir la
compatibilidad en el distinto régimen jurídico de unos y otros
instrumentos de cooperación -aunque haya autores que no estén de
acuerdo con esto-, “es la personalidad jurídica internacional que posee la
Santa Sede, que no poseen ni pretenden poseer las confesiones religiosas
no católicas, lo que se configura como hecho diferencial de relevancia
jurídica”. Para él, precisamente son los Acuerdos la vía para respetar la
especificidad de cada confesión religiosa y poder garantizar, no sólo la
efectividad en el ejercicio del derecho de libertad religiosa y la igualdad en
las
relaciones
de
cooperación,
sino
el
propio
principio
de
aconfesionalidad, en tanto que los poderes públicos deben atender las
características específicas, los datos diferenciales y el arraigo real en la
sociedad española de cada confesión religiosa. Por ende, el reconocimiento
de la personalidad jurídica internacional de la Santa Sede, a la hora de
formalizar las relaciones de común entendimiento con el Estado español –
y su consecuencia inmediata que es el carácter de tratado internacional de
los Acuerdos-, constituye el reconocimiento de la especificidad y hecho
diferencial objetivo de la Iglesia Católica en esta materia”620.
De obligada referencia antes del epílogo de este apartado son las
Leyes 24, 25 y 26, de 10 de noviembre de 1992, por las que se aprueban,
respectivamente, los Acuerdos de Cooperación del Estado con la
Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, con la
PELAYO OLMEDO, D., Las comunidades ideológicas y religiosas…, op. cit., 379.
Para este autor, descartada la uniformidad como mecanismo regulador de las
relaciones de cooperación, el propio principio de igualdad, en conexión con la libertad
religiosa, exige que todas las confesiones gocen de la consideración de su singularidad y
hechos diferenciales; “otra situación sería que alguna confesión religiosa que gozará de
personalidad jurídica internacional viera denegada por el Estado la posibilidad de
formalizar por vía de tratados internacionales sus relaciones de cooperación y, sin
embargo, ello se permitiese a la Iglesia Católica”. (Cfr. MURGOITIO, J., Igualdad religiosa y
diversidad de trato de la Iglesia Católica, op. cit., 147).
620 Cfr. MURGOITIO, J. Igualdad religiosa…, op. cit., 146-149.
618
619
268
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Federación de Comunidades Israelitas de España, y con la Comisión
Islámica de España.
Con relación a este aspecto, MOTILLA DE LA CALLE, afirma con
cierta razón que, en la esfera religiosa, la manifestación más importante de
esa democracia participativa y de la legislación negociada son los
Acuerdos, instrumentos formales que encauzan la cooperación y que
introduce en el ordenamiento español el artículo 7 de la Ley Orgánica de
Libertad Religiosa. Y nos recuerda, al tiempo, que la firma de los Acuerdos
de cooperación de 1992 se realizó coincidiendo con un hecho tan
significativo en nuestra historia religiosa como el quinto centenario del
decreto de expulsión de los judíos de España, acontecimiento de primera
magnitud621. Ello, sin embargo, no obsta para señalar en ellos ciertos
defectos, tanto de forma como de contenido, especialmente622.
Para CONTRERAS MAZARÍO, el denominado “derecho pacticio”,
concretamente, el determinado por los Acuerdos que el Estado ha
Cfr. MOTILLA DE LA CALLE, A., “Ley Orgánica de Libertad Religiosa y acuerdos
con las confesiones”, en NAVARRO-VALLS, R., et alt., La libertad religiosa y su regulación
legal…, op. cit. 857-858.
622 “Ahora bien -prosigue CONTRERAS MAZARÍO-, los Acuerdos no son, ni mucho
menos, los únicos medios de cooperación. Esto parece haberlo olvidado nuestro
legislador. Si el fundamento del Acuerdo entre el Estado y las confesiones desde la
perspectiva constitucional es claro, tampoco hay que olvidar su razón de ser histórica,
porque en gran medida determina la heterogeneidad de las fuentes bilaterales vigentes.
En realidad, y bajo el paraguas constitucional, lo que hace el ordenamiento español es
extender a las minorías religiosas el modelo concordatario, tradicional en las relaciones
Iglesia católica-Estado, nacido como modo de regulación de las «materias mixtas» entre
lo que se consideran “dos sociedades perfectas». Es difícilmente soslayable que el diseño
constitucional de las fuentes pacticias del Derecho Eclesiástico español no ha logrado
unificar la figura de los Acuerdos con las confesiones. No se puede negar que los
Acuerdos con la Santa Sede constituyen una figura autónoma, difícilmente reconducibles
a los Acuerdos del artículo 7 LOLR, dando su contenido, su momento de vigencia -antes
de la promulgación de la LOLR- y, lo que es más relevante, su naturaleza de tratados
internacionales. La Iglesia católica se sitúa extramuros del ordenamiento nacional como
realidad preexistente, autónoma y soberana que se relaciona en régimen de igualdad -y
para ello se aplican las categorías del Derecho internacional- con el Estado. Por el
contrario, las confesiones acatólicas quedarían íntegramente sometidas a la normativa
que directamente desarrolla la Constitución española en materia de libertad religiosa a la
LOLR. En todo caso, la coherencia del sistema requiere que se intenten equiparar, en la
medida de lo posible y en cuanto al tema de los instrumentos la relación con el Estado se
refiere, la posición jurídica de la Iglesia católica y la de las restantes confesiones”. (Cfr.
CONTRERAS MAZARÍO, J. M., “La libertad de convicción y religión en el sistema
jurídico español”, en MARTÍN SÁNCHEZ, I.; GONZÁLEZ SÁNCHEZ, M., Algunas
cuestiones controvertidas del ejercicio del derecho fundamental de libertad religiosa en España,
Fundación Universitaria Española, Madrid, 2009, 46-49).
621
269
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
celebrado hasta ahora con determinadas confesiones religiosas, “se ha
mostrado como un instrumento normativo útil donde plasmar el estatuto
jurídico concreto de las confesiones, y en esa medida supone una técnica a
través de la cual hacer efectivo el derecho fundamental de libertad
religiosa de las personas que profesan dicha religión. Pero al mismo
tiempo supone una diferencia formal y material que ha sido objeto de
críticas, e incluso considerada incompatible con el principio constitucional
de laicidad del Estado”623.
VILLA ROBLEDO, parece sostener una postura intermedia a las
mencionadas ya que su parecer al respecto considera que “los principios
constitucionales -libertad religiosa, no discriminación, no confesionalidad,
y cooperación entre los poderes públicos y las confesiones religiosastuvieron su concreción normativa en la LOLR. Sólo que en el caso de la
Iglesia católica la realidad estaba condicionada por la vigencia de unos
acuerdos, de 1976 y 1979, anteriores a la propia ley. La ley, posterior en el
tiempo va a diseñar un sistema de acuerdos con las confesiones religiosas.
Sistema de acuerdos, no tanto porque esa fuese una exigencia de la
Constitución, sino porque ya existían con la Iglesia católica. No abrir ese
mismo cauce a las demás confesiones hubiera supuesto un trato
discriminatorio”624. Esto es, la previsión legal del sistema de acuerdos no
podía pasar por alto que una ley destinada a regular el derecho
fundamental de libertad religiosa no debía permanecer insensible a una
CONTRERAS MAZARÍO, afirma, a renglón seguido, que se trata de “un sistema
normativo que nos sitúa ante un modelo de relación que puede ser calificado como de
laicidad positiva y ante una tipificación de las entidades religiosas en España de carácter
plural y diverso, que puede llevar en sí mismo el germen de la discriminación. Una
tipificación que en su punto más alto situaría el estatuto de la Iglesia católica, en base a la
naturaleza jurídico-internacional que tienen los Acuerdos celebrados con el Estado
español; en una posición inferior cabría situar a las confesiones con Acuerdo de
cooperación con el Estado, esto es, los evangélicos, los judíos y musulmanes; mientras
que en un tercer escalón inferior se situarían las confesiones con notorio arraigo, y que en
este momento tienen voto favorable de la Comisión Asesora de Libertad Religiosa: la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la Iglesia de los Testigos de Jehová
y los budistas; el escalón cuarto inferior estará ocupado por aquellas confesiones
religiosas que están inscritas en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de
Justicia, mientras que el último de los escalones situarían aquellos grupos que están
inscritos en el Registro de Asociaciones y que, sin embargo, ellos mismos se consideran
iglesia, confesión o comunidad religiosa”. (Cfr. CONTRERAS MAZARÍO, J. M., “La
libertad de convicción y religión en el sistema jurídico español”..., op. cit., 49 ss).
624 VILLA ROBLEDO, M. J., “Acuerdos entre el Estado y las confesiones religiosas”, en
ÁLVAREZ CORTINA et alt., La libertad religiosa en España. XXV Años de vigencia de la Ley
Orgánica 7/1980..., op. cit., 209.
623
270
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
realidad que venía dada por la vigencia de concretos acuerdos con una
confesión en particular, de tal suerte que, no haber previsto un sistema
similar aplicable a todas las confesiones hubiera resultado un atentado al
principio de igualdad.
Este sentir aparece confirmado por la jurisprudencia que,
reiteradamente, ha mantenido, aunque indirectamente, que el respeto al
principio de no discriminación exige otorgar a todas las confesiones la
misma oportunidad de negociar un estatuto pacticio con el Estado625.
Para finalizar, no cabe olvidar la mención al Acuerdo sobre Asuntos
Jurídicos (AAJ)626, que incide directamente en nuestro tema de estudio, se
regulan las siguientes materias: autonomía y libertad de la Iglesia en su
organización y en el ejercicio de sus funciones propias (Art. I. 1-2);
personalidad jurídica civil de los entes eclesiásticos (Art. I. 3-4); lugares
sagrados y días festivos (Art. I.5 y III); inviolabilidad de los archivos,
registros y demás documentos eclesiásticos (Art. I. 6); asistencia religiosa a
los ciudadanos internados en establecimientos penitenciarios, hospitales,
sanatorios, orfanatos y centros similares (Art. IV); actividades e
instituciones benéfico-asistenciales de la Iglesia (Art. V); matrimonio
canónico y sus efectos civiles (Art. VI). Así como a la legislación
complementaria a nivel de referencia, que afecta a este capítulo, aunque
de alguna manera viene siendo sido citada a lo largo de este trabajo, entre
la
que
debemos
incluir,
inexorablemente,
aquellos
documentos
internacionales que se refieren al derecho a la libertad religiosa y, en
particular, la Declaración Universal de Derechos Humanos (criterio básico
de interpretación de las normas constitucionales relativas a los derechos
fundamentales y a las libertades, de conformidad con el art. 10.2 de la
Constitución627) y los tratados y acuerdos internaciones sobre las mismas
materias ratificados y promulgados en España, en especial, la Carta de los
Derechos Fundamentales de la Unión Europea, de diciembre de 2000 (no
sólo como criterio de interpretación, establecido en el citado art. 10.2 de la
Constitución, sino también en cuanto integrados en el ordenamiento
Cfr. VILLA ROBLEDO, M. J., “Acuerdos entre el Estado y las confesiones religiosas”...,
op. cit., 210.
626 Ratificado el 4 de diciembre de 1979 (BOE de 15 de diciembre).
627 El art. 10.2 CE establece que «las normas relativas a los derechos fundamentales y a las
libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad (...) con los
tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias suscritos por España».
625
271
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
interno español, de conformidad con el art. 96.1628 de la misma). Se
incorpora al elenco una novedosa norma de la Comisión de las
Comunidades Europeas (Decisión 2008/597/CE), de 3 de junio de 2008,
por la que se adoptan disposiciones de aplicación relativas al responsable
de la protección de datos, de conformidad con el artículo 24, apartado 8,
del Reglamento (CE) nº 45/2001 relativo a la protección de las personas
físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales por las
instituciones y los organismos comunitarios y a la libre circulación de
estos datos.
3. IMPLICACIONES INTERORDINAMENTALES CON BASE EN LA
LOPD
Las
denominaciones
doctrinales
“libertad
informática”,
“autodeterminación informativa”, “derecho a la protección de datos
personales”..., sin duda dan nombre al derecho a controlar la información
personal asegurándola frente a los riesgos derivados de su manejo
informatizado -y manual-, que emana del artículo 18.4 de nuestra
Constitución en defensa de la libertad de actuación del individuo. El matiz
concreto y conciso de la protección de este derecho, como se vio, resulta
del pronunciamiento del Tribunal Constitucional629 que, recordamos, se
producía en estos términos: «… el contenido del derecho a la protección de
datos consiste en un poder de disposición y de control sobre los datos
personales que faculta a la persona a decidir cuáles de esos datos
proporcionar a un tercero, sea el Estado o un particular, o cuáles puede
este tercero recabar, y que también permite al individuo saber quién posee
esos datos personales y para qué, pudiendo oponerse a su uso…».
A partir de la construcción jurídica de este derecho de nuevo cuño,
el desarrollo de su contenido trae a escena una serie de conceptos jurídicos
Reiteramos la dicción del Art. 96 CE: «1. Los tratados internacionales válidamente
celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento
interno. Sus disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la
forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del
Derecho internacional».
629 Como es sabido, la STC 292/2000, de 30 de noviembre, contituye la decisión judicial
que, sin ambages, delimita definitivamente el contenido del derecho a la protección de los
datos de carácter personal.
628
272
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
instrumentales que debemos considerar en particular en estas páginas,
toda vez que son configuradores de la base argumental del lo que
constituye la cuestión litigiosa y las cuestiones en controversia o próximas
a ella. Se trata de los conceptos de dato de carácter personal,
especialmente, los denominados “datos especialmente protegidos”,
“sensibles” o, incluso, “ultrasensibles”630, de “fichero” y tratamiento de
datos” y el principio de “calidad del dato” en relación con los derechos de
rectificación y cancelación, ínsitos en el derecho de autodeterminación
informativa.
Por otro lado, la autonomía de las confesiones para la regulación de
sus asuntos, parcela del contenido de la libertad religiosa, reivindica su
poder para organizar y regular los asuntos de su competencia.
La proyección de la ley estatal llega al orden interno confesional,
¿en virtud de qué facultad o atribución? ¿Existen, pues, implicaciones
entre estos ordenamientos llamados ab initio a la “asepsia” que reclama de
la libertad religiosa o de creencias en un Estado neutral ?631 Ese es, en
definitiva, el quid iuris.
3.1. LA CUESTIÓN LITIGIOSA DESDE EL ACTUS FORMALIS
DEFECTIONIS AB ECCLESIA CATHOLICA
Como afirma el profesor PRIETO SANCHÍS, “fundamentar o justificar
una cierta institución, norma o decisión jurídica supone aportar razones a
favor de su reconocimiento por parte del Derecho positivo, razones que no
pueden ser o, al menos, no pueden ser principalmente de índole jurídica,
pues el Derecho, aun cuando cristalice valores morales, se nos presenta
como un factum y su estudio tan sólo nos informa acerca de lo prohibido,
Según la nomenclatura de DEL CASTILLO VÁZQUEZ (Cfr. DEL CASTILLO
VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones constitucionales y administrativas. El derecho a
saber y la obligación de callar, Thomsom-Civitas APDCM, Madrid, 2007, 339-340).
631 El verbo implicar (del latín implicare), en el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua Española se reconoce con tres acepciones de significado: “1. Envolver, enredar; 2.
Contener, llevar en sí, significar; 3. Obstar, impedir, envolver contradicción”. (Cfr. RAE,
Diccionario de la Lengua Española (22ª edición), Tomo II, Espasa-Calpe, Navarra, 2001,
1254).
630
273
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
ordenado o permitido, pero no de los motivos que hacen plausible
observar sus pretensiones”632.
Como es de sobra conocido, la delimitación del concepto y los
fundamentos de los derechos humanos han mostrado -y continúan
presentando- dificultades, en la medida en que su perfil adquiere
variaciones en función del marco de la reflexión en que se ubique y/o el
sistema jurídico al que se acoja. Las perspectivas filosófico-moral o política
decantan, inexorablemente, la configuración última de esos derechos,
aunque, en puridad, no pierdan nunca su esencia, hoy ya cimentada y
estructurada sobre la dignidad humana, pues ésta, como otrora asegurara
ARISTÓTELES, sobrepasa la virtud ética633
Al margen ya de consideraciones eidéticas, convenientes y
necesarias no obstante, lo cierto es que, como se apunta a lo largo de este
trabajo, la garantía elemental de la dignidad de la persona nace del
reconocimiento634 y la tutela eficaz de los derechos fundamentales. Y,
asimismo, como se verá, los bienes jurídicos protegidos que se relacionan
con la materia objeto de nuestro análisis dan ocasión a la consideración de
tres derechos fundamentales, coyunturalmente objeto de tratamiento en
apartados anteriores, empero que, una vez va centrándose el objeto de
PRIETO SANCHÍS, L., Estudios sobre derechos fundamentales, Debate, Madrid, 1990, 17.
Reza la máxima aristotélica recogida en su Ética a Nicómaco: “De este hecho resulta claro
que ninguna de las virtudes éticas se produce en nosotros por naturaleza, puesto que ninguna cosa
que existe por naturaleza se modifica por costumbre”. (Cfr. Ética a Nicómaco. Ética Eudemia.
Biblioteca Clásica, Gredos, Madrid, 1985).
634 Un reconocimiento amplio, omnicomprensivo, sostenemos, en el sentido de abarcar
cosmovisiones iuspositivistas, pero también iusnaturalistas, sobre todo porque es la
forma más acertada de evitar reduccionismos conceptuales y sesgos de apreciación. En
este sentido nos parecen muy adecuadas las palabras de BENEDICTO XVI en el ya
mencionado discurso ante el Parlamento Alemán del año 2011 tratando de dar respuesta
a la cada día más esencial cuestión sobre cómo reconocer lo que es verdaderamente justo
en orden a poder servir a la justicia en la legislación: “El concepto positivista de
naturaleza y razón, la visión positivista del mundo es en su conjunto una parte grandiosa
del conocimiento humano y de la capacidad humana, a la cual en modo alguno debemos
renunciar en ningún caso. Pero ella misma, en su conjunto, no es una cultura que
corresponda y sea suficiente al ser hombres en toda amplitud. Donde la razón positiva se
considera como la única cultura suficiente, relegando todas las otras realidades culturales
a condición de subculturas, ésta reduce al hombre, más todavía, amenaza su humanidad.
Lo digo especialmente mirando a Europa, donde en muchos ambientes se trata de
reconocer solamente el positivismo como cultura común o como fundamento común
para la formación del derecho, mientras que todas las otras convicciones y los otros
valores de nuestra cultura quedan reducidos a nivel de subcultura”. (BENEDICTO XVI,
Discurso ante el Parlamento Alemán de 22 de septiembre de 2011, en L´Osservatore
Romano, Año XLIII, núm. 39 -edición semanal en lengua española-, 6-7).
632
633
274
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
estudio, aparecen en cascada, desde la intimidad hasta la libertad
religiosa, pasando por la autodeterminación informativa, desde el centro
del asunto que nos ocupa, ubicado en el artículo 18.4 de la CE (que
enmarca el derecho fundamental a la protección de datos635 o poder de
disposición y control sobre los datos personales, con el consentimiento
como cota de salvaguardia de los datos personales sensibles) se accede,
tanto a la intimidad personal (art. 18.1 CE), como la protección reforzada
para las creencias religiosas, ex art. 16.1 de la Constitución.
Así, pues, en su relación con la protección de datos personales, el acto
de separación de una confesión religiosa, facultad individualísima
derivada del derecho fundamental de libertad religiosa, no sólo remite a
esa protección especial sino que conecta con otros eventuales derechos,
como es el derecho a la autodeterminación informativa -que faculta a la
persona a controlar la cantidad y la calidad de los datos que sobre ella
No entramos en consideraciones con respecto a la diferente forma de nominar este
derecho por parte de la doctrina al no ser ésta la sede idónea, pero es preciso recordar
que, una vez deslindado del derecho a la intimidad y reconocido como derecho
autónomo, para unos se conoce como “derecho de libertad informática”, otros prefieren
denominarlo “derecho de autodeterminación informativa” -mejor que “derecho de
autodeterminación informática”, como es el caso de I. C. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, a la
que nos remitimos en su momento para un buen estudio sobre cuestiones administrativas
y constitucionales de la protección de datos personales-, o “derecho a la protección de
datos personales”, que, en definitiva, con arreglo al uso normativo, jurisprudencial y
doctrinal, se convierten en términos intercambiables, en opinión de la mencionada
autora.
Plantea DEL CASTILLO VÁZQUEZ la nada baladí cuestión del significado real del
derecho de autodeterminación informativa en su construcción constitucional dado que
“asoma a nuestra mente la duda de la sinonimia de la autodeterminación informativa”.
Pone de relieve que no se desprende una distinción de conceptos en los
pronunciamientos constitucionales – advierte: “es más, a lo largo de la Sentencia
292/2000, ambas locuciones se utilizan indistintamente”- Concluye, al respecto, que la
“autodeterminación informativa hace referencia, en definitiva, a la decisión personal e
intransferible de determinar qué es lo que cada uno de nosotros quiere que los demás
sepan de nuestra persona”, de esta manera, este derecho es un derecho fundamental
derivado de la dignidad, sin por ello dejar de ser una manifestación de los derechos de la
personalidad; “la protección de datos de carácter personal se convierte, entonces, en un
instrumento necesario para garantizar a la persona un espacio de protección en el que
pueda desarrollar su personalidad individual y social (...) Por lo que, cuando se habla de
protección de datos o, lo que es lo mismo de «habeas data», comúnmente habremos de
entender hecha la referencia a la autodeterminación informativa, y viceversa”. En suma,
entiende que la fórmula adoptada por el art. 18.4 CE se presenta como incorrecta y su
interpretación “se hace cada vez más obtusa, pues el verdadero significado del derecho
no es la protección de datos de carácter personal, en sí mismos considerados -y, en
consecuencia, la limitación del uso de la informática- sino la defensa de la identidad del
individuo y la concreción libre de su personalidad”. (Cfr. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I.
C., Protección de datos: cuestiones constitucionales y administrativas..., op. cit., 312- 316).
635
275
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
existan a disposición de terceros- y el derecho a la intimidad personal;
derechos que, a nuestro juicio, no admiten confusión en el ámbito de la
protección de datos, porque, en cualquier caso, el título de protección
jurídica que los configura es distinto aunque la interconexión entre ambos
sea indiscutible.
En cualquier caso, en virtud de estas consideraciones, prima facie
resultaría difícil discernir si el acto de apostasía y el intento de otorgarle
relevancia jurídico-civil por parte de algunos se acerca más a la esfera del
derecho a la intimidad -desde el desarrollo de la libre personalidad- o a la
protección de datos especialmente sensibles. En este particular, habría que
estar al caso concreto, entendemos.
Por otra parte, en pura lógica, la eficacia de cualquier ordenamiento
confesional dependerá en todo caso de la recepción de la norma por parte
del creyente, de manera que, sin la permanencia subjetiva en una
confesión religiosa, se producirá, consecuentemente, una total inmunidad
hacia las disposiciones de tal confesión636. Sostener lo contrario sería
penetrar en la más absoluta incoherencia humana, a la sazón algo habitual
cuando se desconoce -o se quiere, intencionadamente, desconocer- el ser
auténtico de las cosas. Sobradamente reconocido ha quedado el hecho de
que el derecho de libertad religiosa, en su faceta individual, conlleva, entre
otras atribuciones, el derecho a profesar creencias religiosas, libremente
elegidas, a renunciar a ellas, o a cambiarlas, así como a manifestarlas o no,
sin que por ello deban verse conculcados otros derechos o valores que
concurren a la vida civil en igualdad -no uniformidad- de condiciones.
Con relación a este dato, desde hace ya algún tiempo, sobre todo
desde el año 2005, se constata que en las parroquias y diócesis españolas
se ha venido recibiendo un mayor número de solicitudes de “baja” o
“borrado” de la Iglesia alegando motivos diversos, como el que tiene su
Como afirma A. VEGA, “la distinción entre derecho y religión está en la base de todo
el sistema jurídico de occidente. Hoy la totalidad de Estados democráticos con mayoría
de población cristiana (católica, protestante u ortodoxa) incluidos los Estados
confesionales católicos, Estados con Iglesias nacionales o con reconocimiento específico
de una religión tradicional o histórica, proclaman el derecho de adoptar, no adoptar o de
cambiar la religión. Los cambios de religión no comportan en ningún caso consecuencias
penales, aunque sí pueden repercutir en otros ámbitos del Derecho público, sobre todo en
los Estados con Iglesias oficiales”. (Cfr. VEGA GUTIÉRREZ, A. M., “El derecho a cambiar
de religión: consecuencias jurídicas de la pertenencia y disidencia religiosa en el derecho
comparado”, en Ius Canonicum, Vol. 51, 2011, 185-186).
636
276
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
base en la idea de que la Iglesia Católica obstaculiza e impide estas
peticiones para aumentar artificialmente el número de sus fieles en
determinadas estadísticas y obtener así mayores privilegios637. En un solo
año -concretamente en 2007- el número de solicitudes de apostasía se cifró
en más de dos centenas638, de las cuales la mayoría se han efectuado ante
el Arzobispado de Valencia, seguido por el de Madrid. La Diócesis de
Orihuela-Alicante, en nuestra provincia, también ha sido receptora de
solicitudes y alguna reclamación, como veremos con mayor detenimiento.
Noticias como “La Iglesia pone cada vez más obstáculos a los
españoles que quieren apostatar”, “La apostasía, un camino largo y no
siempre fácil”, “Ante el retrogradismo eclesiástico, la apostasía”, “La
Audiencia Nacional estudia otros 221 casos de personas que quieren
apostatar”, “Las peticiones de apostasía se multiplicaron por seis en un
año” o “Apostatando que es gerundio”639, por ejemplo, justificaron este
estudio, ya que sus consecuencias integraron la cuestión litigiosa en
nuestro panorama jurídico, al trasvasar los efectos del orden canónico al
civil. Aunque no sólo eso, puesto que desde el mismo ámbito jurídico
legislativo y su sede parlamentaria se abogaba por una solución estatal del
tema de la apostasía640.
Algunos autores pusieron en su momento de relieve lo que hoy se demuestra una
realidad y es que, por ejemplo, la visita del Papa a Valencia disparó el número de
solicitudes de apostasía ante este Arzobispado; no en vano, pasado el “fragor de la
batalla” en la que se llegó a plantear la apostasía colectiva, el volumen de peticiones ha
disminuido considerablemente.
638 Cfr. Las Provincias.es. C. Valenciana (consulta del día 20-10-07).
639Puede
consultarse, respectivamente, en la Red: 20minutos.es (24/07/08);
actualidad.terra.es, (día 24/07/08); ciudadanos.org (10/03/08); lukor.com, (26/03/08);
público.es, (8/7/08); cincominutos.com (25/11/07).
640 Ya en el año 2006 publicaba MARTÍNEZ-TORRÓN que «el grupo parlamentario de IU
y los partidos “verdes” defendían en la Comisión de Justicia del Congreso una
proposición no de ley que ellos mismos han denominado “proposición para la apostasía”.
En teoría, la propuesta se refería a todas las religiones. Pero sus numerosas referencias
explícitas a la Iglesia católica, y a ninguna otra confesión en particular, hacen patente que
en su punto de mira se encuentra sólo una religión: aquella que, por otro lado, y según
los datos del CIS -un centro estatal-, reconocen como propia el 80 por ciento de los
españoles. La Comisión de Justicia ha rechazado la proposición (…)» (MARTÍNEZ
TORRÓN, J., “Apóstatas, Iglesias y ficciones”, Diario del Derecho, (RI §1018598), Iustel,
haciendo referencia a un artículo publicado por este profesor en el diario ABC, el día 9 de
agosto de 2006). Si observamos las actas del Congreso de los Diputados en tiempo
posterior, hallamos, nuevos ejemplos de este propósito, v. gr. en la sesión del día 3 de
febrero de 2009 (Diario Núm.190), en el que los diputados HERRERA TORRES y TARDÀ
I COMA, de los grupos Esquerra Republicana-Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya,
presentaban una nueva proposición no de ley, solicitando un “procedimiento para dejar
637
277
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Además, y en virtud de los conflictos que suceden en este ámbito,
su solución constituye tanto un objetivo como una necesidad de justicia en
su dimensión total, formal y material, por cuanto pueden resultar
afectados determinados derechos fundamentales.
La incidencia del tema alcanza sectores específicos; es el caso, como
señala OTADUY, de la modificación de los Libros de bautismos, que viene
siendo objeto de estudio desde hace algún tiempo por la doctrina
especializada y las recientes intervenciones del órgano jurisdiccional
aportan algunos elementos a considerar. Se refiere, este profesor, sobre
todo, al hecho de que, en los casos contemplados en estas resoluciones
judiciales, el conflicto no se reduce simplemente a cuestiones puramente
técnicas relativas a la aplicación de la Ley de Protección de Datos, “sino
que resulta aderezado con la invocación de la libertad religiosa”. Según su
parecer, “en el origen del conflicto hay, efectivamente, una declaración
formal de abandono de la Iglesia, es decir, un acto de apostasía, que
parece aspirar a una especie de refrendo jurídico civil mediante la
aplicación de esta ley protectora de ciertos aspectos de la privacidad”641.
Como es sabido, las primeras sentencias de la Audiencia Nacional
nacidas como consecuencia del problema suscitado con respecto a la
de pertenecer de manera expresa a las confesiones religiosas” (Número de expediente
161/000014) y sobre “el derecho de abandonar la propia confesión y la eliminación de los
ficheros de datos de ésta (Número de expediente 161/000102)”. Entendían estos grupos
que “el legislador, el Congreso, debería instar en este caso al Gobierno a llevar a cabo los
acuerdos con las diferentes confesiones y establecer el procedimiento que permita de
forma rápida y con garantías causar baja de las religiones a todos los efectos legales y
económicos posibles, la inscripción expresa en sus asientos de la baja y la supresión de los
datos personales que obren en sus registros”. Tras la argumentación de los motivos, la
petición se centra en “que no aparezca en el margen esa declaración de apostasía, sino
que además y de acuerdo con la Ley de Protección de Datos, dicho nombre sea borrado
de dicho registro”. En esa misma sesión, el diputado LLAMAZARES TRIGO, del
precitado grupo parlamentario, defendía la proposición no de ley presentada (Número
de expediente 161/000056) “Sobre la revisión y denuncia de los Acuerdos con la Santa
Sede”. (Cfr. Diario de Sesiones, Núm. 190, del día 3 de febrero de 2009). El resto de los
grupos parlamentarios, en dicha ocasión, rechazaron dicha idea; esta postura de
denegación de tal petición de facilitar la apostasía y “restar privilegios a la Iglesia” se
reitera, como señala la noticia publicada en Westlawes, el pasado 8 de junio de 2012, que
afirma: «Todos los grupos del Congreso rechazaron ayer las iniciativas del grupo
parlamentario formado por ERC, IU e ICV en las que se solicitaba al Gobierno que
adoptara “las reformas legales oportunas” para establecer un procedimiento que
permitiera “de forma rápida y con garantías causar baja de las religiones”, así como que
se revisaran los acuerdos entre el Estado y la Santa Sede para eliminar “los privilegios
que tiene la Iglesia católica”». (Cfr. Noticias Westlawes, Thomson Aranzadi, 2012).
641 Cfr. OTADUY, J.,“Iglesia Católica y Ley española de protección de datos: falsos
conflictos”, en Ius Canonicum, XLVIII, N.95, 2008, 119 ss.
278
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
modificación o no de los Libros parroquiales en el ámbito de la
declaración de la apostasía y la protección de datos personales, fueron
dictadas a lo largo del año 2007; hasta entonces, no se oían muchas voces
reivindicativas y, “sin ruido”, poco había que decir al respecto. Pero, el
signo de los tiempos en nuestro tema variará, tanto en el ámbito
administrativo como en el jurisdiccional, como se revelará, ulteriormente.
En orden a la solución del malestar de algunos, como se advertirá,
la Audiencia Nacional, confirmando el criterio de la Agencia Española de
Protección de Datos en sus Resoluciones, determinó la obligación por
parte de la Iglesia de la realización de una serie de actuaciones
encaminadas a dar cobertura a las reclamaciones de los particulares,
planteando una solución que podría calificarse, hipotéticamente, de
“alegalidad”. Un poco más tarde, a finales del año 2008, se iniciaría la
labor jurisprudencial del Tribunal Supremo, que dictó su primera
sentencia relativa al tema de la apostasía y la protección de datos
personales el día 19 de septiembre de ese año642.
En suma, el resultado de las intervenciones de los distintos sujetos
implicados ha logrado generar, a juicio de un sector doctrinal643, una
confusión en el tratamiento jurídico de los siguientes ámbitos: el ejercicio
del derecho de libertad religiosa, la protección de la intimidad-privacidad
al amparo de la LOPD y el abandono de la Iglesia. Tales parcelas de la
protección de las personas, inconsistentemente entremezcladas, cual
mixtura heterogénea, reclaman, a nuestro entender, una distinción, con el
fin de revelar que lo que subyace a esta problemática, que parece no ser
otra cosa que una clara falta de delimitación de planos de protección o,
como lo denomina J. OTADUY, un “falso conflicto”644, dado que las
soluciones, como se verá, se presentan con meridiana claridad en el
Ordenamiento jurídico español.
Se trata de la STS de 19 de septiembre de 2008, de la Sección Sexta de la Sala de lo
Contencioso-Administrativo, que resuelve el Recurso De Casación Núm. 6031/2007,
interpuesto por el Arzobispado de Valencia contra la Sentencia de fecha 10 de octubre de
2007, dictada en el recurso 171/2006, por la sala de lo Contencioso-Administrativo de la
Audiencia Nacional. Fue ponente de este primigenio pronunciamiento la Excma. Sra. Dª.
Margarita Robles Fernández; y cuenta con el voto particular del magistrado Excmo. Sr. D.
Joaquín Huelín Martínez de Velasco.
643 Es el caso de los profesores J. OTADUY, F. PÉREZ-MADRID y B. GONZÁLEZ
MORENO, por ejemplo.
644 Cfr. OTADUY, J., “Iglesia Católica y Ley española de protección de datos..., op. cit.,
119.
642
279
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Recordamos, asimismo, que el desarrollo normativo de la
protección de datos de carácter personal es un acontecimiento
relativamente reciente en España, cuya iniciativa no corresponde a nuestro
Legislador, sino que éste sigue la ruta iniciada por el legislador europeo a
través de la Directiva 95/46/CE, que precisa y amplía los contenidos del
Convenio 108 para la protección de personas en lo que toca al tratamiento
de datos personales. Ese reciente desarrollo da como fruto la Ley Orgánica
15/1999 que deroga la que constituyó primicia española en esta materia, la
Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre (LORTAD), nacida a la luz de los
cambios sociales y jurídicos operados con relación al denominado
“derecho a la autodeterminación informativa” y/o derecho a la protección
de datos personales objeto de tratamiento informático. Con la vigente
normativa se acredita la existencia de una protección legal eficaz para los
datos personales, informatizados o no.
Por otra parte, en la legislación española sobre protección de datos
personales, la religión aparece en el marco de los datos especialmente
tutelados, a través del artículo 7 LOPD, en consonancia con el artículo 16
de nuestra Norma Básica. Dicha mención explícita justifica que la LOPD
los sitúe entre los datos sensibles, otorgándoles un régimen específico para
su tratamiento645. Queda claro, a nuestro juicio, siguiendo, en parte, a
MESSÍA DE LA CERDA646, que la legislación de protección de datos se
caracteriza tanto por su novedad como por su “transversalidad”, cuya
aplicabilidad comprende el espacio jurídico en su práctica totalidad; fruto
de tal “vocación expansiva”647, la protección de datos de carácter personal
Dispone el artículo 7.1 de la LOPD: «De acuerdo con lo establecido en el apartado 2 del
artículo 16 de la Constitución, nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología,
religión o creencias».
646 Cfr. MESSÍA DE LA CERDA BALLESTEROS, J. A., “Protección de datos personales y
libertad religiosa: el tratamiento de los datos de los apóstatas por las confesiones
religiosas”, en Diario La Ley, nº 6965, Año XXIX, 11, jun. 2008, refª D-183,1923-1935.
Aunque no sólo este autor reconoce la amplitud de la aplicabilidad de la LOPD; en
general, casi la totalidad de la doctrina recoge este dato al referirse a la Ley 15/1999.
647 Estas expresiones, “vocación expansiva” y “transversalidad”, son usadas con mucho
acierto por MESSÍA DE LA CERDA en la obra antes citada, páginas 1923 y 1932,
respectivamente. Con relación a este aspecto del tema, en la Conclusión primera del
citado trabajo, este autor señala que “la protección de datos y sus regulaciones tienen un
periodo de duración relativamente corto en nuestro país, lo cual determina la existencia
de una conciencia asentada por parte de la ciudadanía. Sin embargo, esta limitación
temporal contrasta con la amplitud objetiva que la regulación de protección de datos
posee, lo cual le permite ofrecer cobertura a los individuos en una gran diversidad de
ámbitos, que permita, a su vez, contrarrestar la ausencia de una cultura de protección de
645
280
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
es una materia que se aplica a los más variados campos de la actividad
humana, y el factor religioso, por lógica, no va a constituir una excepción,
aunque con matices.
Pasamos, pues, a examinar con mayor detenimiento la cuestión litigiosa
y las supuestas implicaciones desde particulares aspectos derivados de la
LOPD.
3.2. CONCEPTOS JURÍDICOS Y CUESTIONES CONTROVERTIDAS
3.2.1. DATOS ESPECIALMENTE PROTEGIDOS, CONSENTIMIENTO
EXPRESO, INTIMIDAD Y SUJETOS AFECTADOS
Dispone el artículo 7 de la Ley Orgánica de Protección de Datos
Personales: “1. De acuerdo con lo establecido con el apartado 2 del art. 16 de la
Constitución, nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o
creencias. Cuando en relación con estos datos se proceda a recabar el
consentimiento a que se refiere el apartado siguiente, se advertirá al interesado
acerca de su derecho a no prestarlo”; y su apartado segundo determina que
«Sólo con el consentimiento expreso y por escrito del afectado podrán ser objeto de
tratamiento los datos de carácter personal que revelen la ideología, afiliación
sindical, religión y creencias. Se exceptúan los ficheros mantenidos por los
partidos políticos, sindicatos, iglesias, confesiones o comunidades religiosas y
asociaciones, fundaciones y otras entidades sin ánimo de lucro, cuya finalidad sea
política, filosófica, religiosa o sindical, en cuanto a los datos relativos a sus
asociados o miembros, sin perjuicio de que la cesión de dichos datos precisará
siempre el previo consentimiento del afectado».
Como se puso de manifiesto, la LOPD, en desarrollo y aplicación
del Convenio 108, está destinada a proteger no sólo la intimidad, sino
también la privacidad; aprobada en cumplimiento del mandato del
número 4 del artículo 18 de la CE, considera como datos especialmente
protegidos los denominados «datos sensibles», que son los referidos a las
ideas, creencias o religión, así como los relativos al origen racial, la salud o
la vida sexual. Resulta evidente que en todos estos casos está en juego el
datos. Ambos caracteres, novedad y transversalidad, traen como consecuencia un
aumento de litigios desconocidos e imprevistos en un primer momento, aunque no por
ello desprovistos de toda lógica”. Disentimos de esto último: hay situaciones donde la
lógica formal no se ajusta con los parámetros de la realidad.
281
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
debido respeto a la intimidad personal648. Se trata, por tanto, de un
derecho de las personas individuales, no de los grupos (partidos políticos,
confesiones religiosas, sindicatos, etc.). Una protección especial que trae, a
su vez, el concurso de un elemento especial, el consentimiento del
interesado, que excepciona la regla general establecida, esto es, la
prohibición del tratamiento de los datos sensibles ex art. 7 LOPD.
Antes de entrar en pormenores relativos a este sobresaliente
artículo, y con relación a la calificación de estos especiales datos, tal como
recoge CANO RUIZ, sobre la propia denominación y contenido de esta
categoría de datos personales649 se ha discutido, ampliamente, pudiendo
apreciarse en las legislaciones protectoras de datos personales dos
posturas básicas al respecto: la que aboga por considerar que un dato es
sensible per se -y de esa misma naturaleza deriva la debida protección
reforzada de la que deben ser objeto-; o la que sostiene que no se requiere
distinción alguna entre los datos de carácter personal por razón de su
naturaleza porque todos ellos pueden necesitar de una protección
reforzada según el contexto en que sean utilizados650. De la alternativa
648 Como reza el Considerando 2 de la Directiva 95/46/CE: «Considerando que los sistemas
de tratamiento de datos están al servicio del hombre; que deben, cualquiera que sea la nacionalidad
o la residencia de las personas físicas, respetar las libertades y derechos fundamentales de las
personas físicas y, en particular, la intimidad, y contribuir al progreso económico y social, al
desarrollo de los intercambios, así como al bienestar de los individuos».
El artículo 1.1 de la Directiva 95/46/CE establece: «Los Estados miembros garantizarán, con
arreglo a las disposiciones de la presente Directiva, la protección de las libertades y los derechos
fundamentales de las personas físicas, y, en particular, del derecho a las intimidad en lo que
respecta al tratamiento de los datos personales». (Vid. VIZCAÍNO CALDERÓN, M.,
Comentarios a la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal, Civitas, Madrid,
2001, 583.
649 Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos de
carácter personal, Comares, Granada, 2011, 14 ss. Tal como pone de manifiesto esta autora
en la nota número 8 de la página 10, con respecto a la distinción entre «datos personales»
y «datos de carácter personal», la terminología puede tratarse de forma sinónima, a
diferencia de lo que entiende HEREDERO HIGUERAS, para quien, siguiendo a RIGAUX,
”los datos de carácter personal son una variedad de los datos personales. Éstos últimos
harían referencia a «informaciones de carácter existencial», tales como el nacimiento, la
muerte, el matrimonio, el divorcio, la afiliación política, sindical, la pertenencia a una
confesión religiosa, etc., datos que pueden constituir una masa «sin carácter personal» si
no pueden asociarse a una persona determinada o determinable; los segundos serían
datos que no expresan «informaciones de carácter existencial», sino informaciones sobre
cosas o bienes”. (Cfr. HEREDERO HIGUERAS, M., La Ley Orgánica 5/1992, de Regulación
del Tratamiento Automatizado de los Datos de Carácter Personal. Comentarios y textos, Tecnos,
Madrid, 1996, 71).
650 Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos de
carácter personal..., op. cit., 14. Como bien advierte esta autora, tales posturas vienen
reflejadas en M. HEREDERO HIGUERAS, La Ley Orgánica 5/1992, de Regulación del
282
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
elegida dependerá el “establecimiento de un numerus clausus o de un
numerus apertus en las diferentes legislaciones protectoras de datos de
carácter personal”651.
Como refleja la citada autora con relación a lo apuntado, desde la
óptica de la legislación protectora de los datos personales652 resulta curiosa
y digna de mención la paradoja que presenta el Convenio 108 del Consejo
de Europa al decantarse inicialmente por la calificación como “sensibles”
de estos datos por su propia naturaleza653 y, sin embargo, elaborar una
lista de datos sensibles en su art. 6 que incluye todos aquellos datos que
revelen el origen racial, las opiniones políticas, las convicciones religiosas
u otros convicciones, datos relativos a la salud, a la vida sexual y los
referentes a las condenas penales; con ello, se vislumbra que el Convenio
establece un sistema de numerus clausus de datos sensibles continuador de
la línea marcada por las legislaciones nacionales previas a aquel654. En
efecto, tal aparente contradicción abre la puerta a la consideración no
exhaustiva de dicha lista, con la consiguiente posibilidad para las
legislaciones internas de ampliar, prohibir o limitar el tratamiento de otros
datos, al hacerlos depender de las coordenadas jurídico-sociológicas del
Tratamiento Automatizado de los Datos de Carácter Personal. Comentarios y textos, Tecnos,
Madrid, 1996. En nota nº 19 de la página 14, CANO RUIZ cita a PÉREZ LUÑO,
SÁNCHEZ BRAVO Y DENNINGER como representantes de la mencionada segunda
postura. Añadiendo una posición doctrinal ecléctica, representada por G. FREIXAS
GUTIÉRREZ, según la cual “la limitación de los datos especialmente protegidos sin que
se relacionen con otros elementos supone un aspecto negativo, [es cierto que] también lo
es el proteger unos datos de manera especial en función de las finalidades de su
tratamiento, ya que será muy difícil delimitar en qué supuestos pueden incidir en los
aspectos más privados de la intimidad de la personas”.(G. FREIXAS GUTIÉRREZ, La
protección de los datos de carácter personal en el derecho español. Aspectos teóricos y prácticos,
Bosch, Barcelona, 2001, 130). (Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del
tratamiento jurídico de los datos de carácter personal..., op. cit., 15).
651 Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos de
carácter personal..., op. cit., 14.
652 Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos de
carácter personal..., op. cit., 16 ss.
653 A tenor del párrafo 43 de la Memoria Explicativa del Convenio 108, «si bien el riesgo que
para las personas representa el tratamiento de los datos depende, en principio, no tanto del
contenido de los datos en sí mismos, como del contexto en el cual se utilizan, existen casos
excepcionales en los que el tratamiento de determinados datos puede, como tal, causar perjuicio a
los derechos e intereses de los individuos» (Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco
del tratamiento jurídico…,op. cit.,16). Como hace notar la autora, la citada Memoria no
aparece en la versión oficial del Convenio publicada en el BOE de 15 de noviembre de
1985.
654 Ibidem, 16.
283
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
país respectivo655, en definitiva, a la realidad de cada Estado, aunque
preservando, como dice HEREDERO HIGUERAS “un núcleo irreductible
de protección válido para todos los Estados miembros”656.
Al respecto, la Directiva 95/46/CE se suma al criterio de la
naturaleza del dato como criterio de calidad del dato personal, añadiendo
la afiliación sindical como objeto de protección a los referidos por el
Convenio657.
Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico…,op. cit., 17.
El tema ha sido tratado también por M. HEREDERO HIGUERAS, a quien corresponde
esta apreciación, recogida por CANO RUIZ. (Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el
marco del tratamiento jurídico…, op. cit., 17). En idéntico sentido se pronuncian los
Considerandos 7, 8 y 9 de la Directiva 95/46/CE.
Con respecto al concepto de “dato”, HEREDERO HIGUERAS señala que este
concepto requiere dos cualificaciones para ser objeto de tratamiento a los efectos de la
Directiva. En primer lugar, ha de tratarse de un dato personal y, por otra parte, que el
dato personal conlleve una relación o vinculación con una persona identificada o
identificable Esta relación es lo que cualifica al dato personal de “dato de carácter
personal” ya que, de no existir esta relación, el dato personal será anónimo y su
tratamiento no estará cubierto por la Directiva, tal como resulta del “considerando” 26,
según el cual «los principios de protección no se aplicarán a aquellos datos hechos
anónimos de manera tal que ya no sea posible identificar al interesado». “El problema de
la determinación de la identificabilidad o determinabilidad de la persona objeto de los
datos fue resuelto en el texto de 1992 mediante la adición propuesta por la enmienda 12ª
del dictamen del Parlamento Europeo. Según la definición es identificable toda persona
cuya identidad pueda determinarse directa o indirectamente, a cuyo efecto enumera ad
exemplum un número de identificación o «uno o varios elementos específicos
característicos de una identidad física, fisiológica, psíquica, económica, cultural o social».
Caben otros medios de identificar, ya que el texto definitivo precisa que la determinación
directa o indirecta de la identidad puede hacerse «en particular» valiéndose de esos
medios. La vinculación con la persona puede establecerse de manera directa, mediante
un nombre, o de manera indirecta, mediante un número de teléfono, la matrícula de su
automóvil, el número de la Seguridad Social, el número del pasaporte o del documento
de identidad, o bien mediante un conjunto de rasgos distintivos que permitan aislarla en
un grupo (edad, cargo desempeñado, dirección, etc.) y, por último, la imagen o la voz, las
huellas digitales y las características genéticas (ADN)”. (Cfr. HEREDERO HIGUERAS,
M., La Directiva Comunitaria de Protección de Datos…, op. cit., 73-74).
Específicamente, con relación a las categorías especiales de datos, el precitado
profesor recoge que “Desde los primeros trabajos doctrinales y legislativos, uno de los
problemas que se suscitaron fue el de si determinados datos ofrecen una vulnerabilidad
especial, en la medida en que a partir de los mismos es posible adoptar decisiones
discriminatorias o que, de algún modo, puedan causar a sus titulares unos perjuicios más
graves que otros datos de carácter personal. En general, la doctrina se ha mostrado
contraria a definir un tal conjunto de datos, por estimar que los datos, cualesquiera que
sean, no son «sensibles» per se, sino según en el contexto en que se usan. Dicho de otro
modo, no hay datos «intrínsecamente neutros». Las legislaciones de los Estados
miembros aceptan, en cambio, en su mayoría, la noción de dato sensible per se”.
(HEREDERO HIGUERAS, M., La Directiva Comunitaria de Protección de Datos…, op. cit.,
116).
657 Directiva 95/46/CE, Considerando 11:«Considerando que los principios de la protección de
los derechos y libertades de las personas y, en particular, del respeto de la intimidad, contenidos en
655
656
284
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
En nuestro Ordenamiento, con la LORTAD, siguiendo los dictados
del Convenio 108, el legislador abogó por un sistema cerrado, que dotaba
de protección especial a la ideología, religión, creencias, origen racial,
salud y vida sexual658; criterio éste que alcanza solución de continuidad,
como se indicaba, en la vigente LOPD, al adoptar un listado de datos
especialmente protegidos en el artículo 7. Una “traditio” que no cesa aquí
puesto que jurisprudencialmente ha sido recogido este criterio de
conceptualización de categorías particulares de datos por su propia
naturaleza659.
VIZCAÍNO
CALDERÓN,
recoge
la
distinción
que
realiza
VELÁZQUEZ BAUTISTA a propósito de los datos personales, la cual, con
carácter general, los reconduce a tres grupos: en el primero se situarían
“los que denomina datos indiferentes (nombre, apellidos, profesión,
domicilio, títulos académicos...) frecuentemente reflejados en textos,
catálogos o guías que, en mayor o menor medida, están al alcance de
todos. El conocimiento de estos datos, en condiciones normales, no lleva
consigo la posibilidad de instrumentarlos de forma inmediata, para
lesionar derechos o libertades. Ahora bien, esta menor vulnerabilidad al
tratamiento no implica que no estén protegidos por la Ley”; el segundo
la presente Directiva, precisan y amplían los del Convenio de 28 de enero de 1981 del Consejo de
Europa para la protección de las personas en lo que respecta al tratamiento automatizado de datos
personales».
Directiva 95/46/CE, Art 8.1:«Los Estados miembros prohibirán el tratamiento de datos
personales que revelen el origen racial o étnico, las opiniones políticas, las convicciones religiosas o
filosóficas, la pertenencia a sindicatos, así como el tratamiento de los datos relativos a la salud o a
la sexualidad».
658 El Art. 7 LORTAD disponía que: «1. De acuerdo con lo establecido en el apartado 2 del
artículo 16 de la Constitución, nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión y
creencias.
Cuando en relación con estos datos se proceda a recabar el consentimiento a que se refiere el
apartado siguiente, se advertirá al interesado acerca de su derecho a no prestarlo.
2. Sólo con el consentimiento expreso y por escrito del afectado podrán ser objeto de tratamiento
automatizado los datos de carácter personal que revelen ideología, y creencias.
3. Los datos de carácter personal que hagan referencia al origen racial, a la salud y a la vida sexual
sólo podrán ser recabados, tratados automatizadamente y cedidos cuando por razones de interés
así lo disponga una Ley o el afectado consienta expresamente.
4. Quedan prohibidos los ficheros creados con la finalidad exclusiva de almacenar datos de carácter
personal que revelen la ideología, religión creencias, origen racial o vida sexual.
5. Los datos de carácter personal relativos a la comisión de infracciones penales o administrativas
sólo podrán incluidos en ficheros automatizados de las Administraciones Publicas en los supuestos
previstos en las respectivas normas reguladoras».
659 CANO RUIZ, a quien seguimos en este aspecto temático, cita como ejemplo las
Sentencias de 10 de mayo de 2002, de 28 de febrero de 2003 o la de 14 de septiembre de
2005, todas de la Audiencia Nacional.
285
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
comprendería “aquellos datos que son sensibles en el contexto en que se
tratan y en función de los usos a que se cometen” (v. gr., los tributarios,
informaciones sobre la solvencia, datos clínicos...), que son más
vulnerables frente agresiones ilegítimas; el tercer grupo “comprende los
datos que son sensibles en sí mismos (opiniones políticas, creencias
religiosas, vida sexual, origen racial...). Son los que representan un mayor
nivel de riesgo”660.
En este sentido y a manera de conclusión de este concreto aspecto
temático, coincidimos con CANO RUIZ cuando afirma que “un dato
calificado de «sensible» y que forma parte del catálogo elaborado por el
legislador, gozará o no de las garantías especiales de protección que le
brinda la LOPD dependiendo del contexto en el que se utilice. Sensu
contrario, un dato que en principio no esté conceptualizado como sensible,
puede quedar sometido al ámbito de aplicación del art. 7 de la LOPD
acudiendo al contexto en el que vaya a ser utilizado o añadiendo a ese
dato elementos que le hagan estar sujeto a las disposiciones específicas
aprobadas para la regulación de este tipo de datos”661. De la dicción literal
del art. 7 de la LOPD se puede extraer la conclusión que nuestra
legislación aboga por una consideración de los datos sensibles per se,
aunque acogiendo un “carácter dinámico de los mismos”, que permite
tener en cuenta tanto el contexto de su utilización como las características
jurídicas y sociológicas de nuestro país. Si bien, “ni en la normativa
internacional ni en las diferentes legislaciones nacionales, existe consenso
Cfr. VIZCAÍNO CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica de Protección de Datos...,
op. cit., 124-125. Continúa exponiendo el autor que la Exposición de Motivos de la
LORTAD analizaba las razones por las cuales la ideología, las creencias religiosas, la
salud, vida sexual, y otros datos sensibles se sometían a una especial protección
aludiendo a los artículos 10 y 16.2 de la Constitución y a las exigencias y previsiones del
Convenio Europeo para la Protección de los Derechos de las Personas de 1981. El artículo
8 de la Directiva 95/46/CE establece las obligaciones de los Estados Miembros en punto
al tratamiento de los datos en cuestión. Señala, asimismo, que es obvio que “nadie está
obligado a dar sus datos pero, en infinidad de casos, si lo hace no podrá celebrar el
contrato o relación para la que la recogida y tratamiento sean imprescindibles”,
refiriéndose a los datos de afiliación sindical, concretamente. Concluye que, “Lo que sí
parece claro es que en la recogida de los datos, no podrá hacerse obligatoria la
declaración sobre ideología, religión o creencias ni condicionarse, de manera alguna, a
dicha información la producción de cualquier acto o la celebración de cualquier negocio”.
(Ibídem, 124-125)
661 Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco…, op. cit., 20-21. Hace referencia la
autora, en apoyo de esta tesis, a su adecuación a los pronunciamientos de la Agencia
Española de Protección de Datos, en particular, al Informe Jurídico 0129/2005, que puede
consultarse en www.aepd.es.
660
286
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
en la categorización de estos datos y en la articulación de su protección”,
ejemplificado ello en la legislación francesa -que sitúa todos los datos
sensibles en el mismo nivel de protección-, la ley alemana -que no
determina ninguna particular protección para este tipo de datos- y la
italiana -que establece un listado de datos sensibles con diferente
protección basada en un consentimiento escrito del interesado para el
tratamiento, con excepciones-662.
Realizadas estas consideraciones introductorias a propósito de los
datos personales cualificados, abordamos las repercusiones prácticas del
manejo de tan delicados datos.
Como señala el profesor LLAMAZARES FERNÁNDEZ, en esta
singular materia “se agudiza el rigor respecto a las exigencias tanto para
su recogida como para su tratamiento automatizado y para su cesión, en
especial estableciendo el requisito del consentimiento del afectado. Así, los
principios a los que deben someterse, tanto la recogida de datos referentes
a la privacidad, como su tratamiento automatizado y su cesión, son los
principios de congruencia y racionalidad, que aseguran que los datos no
serán utilizados sino cuando lo justifique la finalidad para la que han sido
recogidos, en concomitancia con el principio del consentimiento de la
persona a la que se refieren esos datos.
Pues bien, en el caso de los datos referidos a la ideología, religión o
creencias, como medida cautelar que garantice que esa aquiescencia, es
preciso que se trate de un consentimiento enteramente consciente y
libre663, fruto de una decisión madura; se exige, pues, que se advierta al
interesado de su derecho a no prestar ese consentimiento sino desde los
parámetros de la libertad a tenor del artículo 7. 1 de la LOPD664, de un
Ibídem, 22-23.
En este mismo sentido, de conformidad con la definición del artículo 3. h) de la LOPD,
el Informe Jurídico de la AEPD del año 2000, interpretando el concepto, determina que la
libertad en su emisión, la especificidad o relación con una operación determinada de
tratamiento de datos personales, y el carácter informado e inequívoco, que supone el
conocimiento previo del tratamiento por parte del interesado que impone una acción u
omisión en orden a su existencia –siendo inválido, en consecuencia, el consentimiento
presunto, aunque algún autor sostenga la existencia de supuestos fácticos donde se
aprehende tal consentimiento-, son los requisitos que califican el consentimiento dirigido
a la autorización del tratamiento y cesión de datos como pauta general. (En similares
términos lo recoge CANO RUIZ, I., en la página 31 de su ya citada obra).
664 Recordamos la dicción del art. 7.1, párrafo 1º LOPD: «De acuerdo con lo establecido en el
apartado 2 del artículo 16 de la Constitución, nadie podrá ser obligado a declarar sobre su
ideología, religión o creencias».
662
663
287
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
lado, y, de otro, para el tratamiento automatizado de estos datos, se
requiere el consentimiento del interesado, no sólo expreso, sino también
por escrito, según dispone el art. 7.2 de la Ley. La importancia del
consentimiento, por ser capital en estos datos “ultrasensibles”, como los
denomina DEL CASTILLO VÁZQUEZ665, necesita del concurso de un
adecuado procedimiento que asegure la emisión de un asentimiento
auténtico y meridiano.
En cuanto a los datos relativos a la raza, la salud o la vida sexual, la
ley
establece
que
sólo
pueden
ser
recabados
y
tratados
automatizadamente si así lo dispone la ley por razones de interés general
o si media consentimiento expreso de la persona a la que se refieren ex art.
7.3 LOPD666.
En efecto, en la norma general de prohibición del tratamiento de los
datos personales especialmente protegidos del art. 7, se halla la propia
base de su manejo, que sitúa en la voluntad del interesado, en su
consentimiento, el principio general de actuación667; sin embargo,
Esta autora presenta, en la obra que citamos, un interesante y exhaustivo estudio sobre
la protección de datos, tanto en el ámbito de Europa como en nuestro país, que merece la
pena destacar. (Cfr. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones
constitucionales y administrativas. El derecho a saber y la obligación de callar, Thomson-Civitas
APDCM, Madrid, 2007, 339-340).
666 Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la Libertad de Conciencia, Tomo II,
Civitas, Madrid, 2003, 34. El tenor del artículo es el siguiente: «3. Los datos de carácter
personal que hagan referencia al origen racial, a la salud y a la vida sexual sólo podrán ser
recabados, tratados y cedidos cuando, por razones de interés general, así lo disponga una Ley o el
afectado consienta expresamente».
667 Nótese que el contenido del artículo 6.1 LOPD prescribe: «El tratamiento de los datos de
carácter personal requerirá el consentimiento inequívoco del afectado, salvo que la Ley disponga
otra cosa».
Con respecto al adjetivo inequívoco del cual debe revertirse un consentimiento
válido, algún sector doctrinal ha criticado la falta de claridad de la Ley, tanto en
determinadas redacciones como al abusar de la técnica de conceptos jurídicos
indeterminados a lo largo del texto legal. Sirva como ejemplo la acertada afirmación de
M. VIZCAÍNO CALDERÓN: “Sin que sea lo más importante, esta aparente precipitación
[se refiere aquí a la forma en que se gesta la LOPD], se manifiesta también en la formal
redacción de algunos preceptos que presentan deficiencias de esta índole (redacciones
arrastradas; traducciones apresuradas; defectos de sistemática que hubieran sido
sencillos de superar…), dando la impresión de una cierta falta de cuidado o pulcritud en
las formas que no merece una Ley de esta importancia.
También con carácter general, merece crítica el abuso de la técnica de los
conceptos jurídicos indeterminados diseminados a lo largo y ancho de la Ley.
Se trata de una técnica útil y, por supuesto, necesaria o inevitable en multitud de
ocasiones. Lo que sucede es que un uso indebido revela con frecuencia el sutil
reconocimiento de la impotencia a enfrentarse resueltamente con un problema,
endosándolo para el futuro mediante fórmulas genéricas que la experiencia demuestra
665
288
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
paradójicamente, el tratamiento de tales datos personales no reviste la
misma cualificación, como pone de manifiesto la doctrina668, al distinguir
la propia norma entre aquéllos que revelen ideología, afiliación sindical,
religión y creencias (art. 7.2) y los que hagan referencia al origen racial, la
salud y la vida sexual (art. 7.3).
El artículo 7 de la LOPD, por ende, establece el régimen de los datos
especialmente protegidos, definiendo como tales aquellos que revelan la
ideología, afiliación sindical, religión y creencias, así como los relativos al
origen racial, a la salud y a la vida sexual. La razón de esta protección
especial radica en que son datos que pueden servir, con mucha facilidad,
para discriminar a las personas. En este sentido, cabe destacar la
coincidencia que existe entre los datos a que se refiere el artículo 7 y los
supuestos contemplados en el artículo 14 de la CE al disponer que «Los
españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación
alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier
otra condición o circunstancia personal o social».
Como se ha dicho, la principal especialidad que se establece en la
LOPD es que el consentimiento para el tratamiento debe ser expreso. En
este sentido, como se indicaba al principio, el apartado 2º de dicho artículo
7 prescribe que “sólo con el consentimiento expreso y por escrito del
afectado podrán ser objeto de tratamiento los datos de carácter personal
que revelen la ideología, afiliación sindical, religión y creencias”, y el
apartado 3º, establece que: “Los datos de carácter personal que hagan
referencia al origen racial, a la salud y a la vida sexual solo podrán ser
recabados, tratados y cedidos, cuando, por razones de interés general, así
lo disponga una Ley o el afectado consienta expresamente”. Se distingue,
así, el tratamiento de los datos relativos a la libertad ideológica, religiosa y
de culto -en cuyo caso el consentimiento deberá otorgarse, además, por
escrito, sin que se prevea que por ley pueda excluirse la exigencia de dicha
forma de prestar el consentimiento- y el tratamiento de los restantes datos
que en muchas ocasiones acaban en una controversia en sede judicial”. (VIZCAÍNO
CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal,
Civitas, Madrid, 2001, 53-54).
668 La cuestión del art. 7 LOPD tiene un tratamiento ajustado en las páginas 30 y
siguientes de la obra ya mencionada de I. CANO RUIZ. Acerca de la prohibición del
tratamiento de los datos sensibles, la autora recoge las consideraciones de VIZCAÍNO
CALDERÓN, como voz de autoridad, en su obra Comentarios a la Ley Orgánica de
Protección de Datos de Carácter Personal, Civitas, Madrid, 2001.
289
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
especialmente protegidos -los relativos a la raza, la salud y la vida sexualque requiere que el consentimiento sea sólo expreso, no precisando una
forma concreta de otorgarlo y permitiendo que el tratamiento se establezca
en virtud de mandato legal669.
Por otra parte, el artículo 7.2 de la Ley establece una importante
excepción respecto del requerimiento del consentimiento expreso y por
escrito para el tratamiento de los datos relativos a la libertad de ideología,
religión y creencias, al disponer que «Se exceptúan los ficheros mantenidos
por los partidos políticos, sindicatos, iglesias, confesiones o comunidades religiosas
y asociaciones, fundaciones y otras entidades sin ánimo de lucro, cuya finalidad
sea política, filosófica, religiosa o sindical, en cuanto a los datos relativos a sus
asociados o miembros, sin perjuicio de que la cesión de dichos datos precisará
siempre el previo consentimiento del afectado». Por tanto, en estos supuestos se
admite la posibilidad de que el consentimiento pueda obtenerse por
cualquiera de los sistemas admitidos en esta ley, esto es, presunto o por
simple silencio del interesado. Aunque, lo que sí deviene preceptivo es
que dicho consentimiento sea siempre previo al inicio del tratamiento.
A dichas reglas de actuación, se añade, determinantemente, la
prohibición de creación de ficheros con la finalidad exclusiva de
almacenar datos de carácter personal que revelen la ideología, afiliación
sindical, religión, creencias, origen racial o étnico, o vida sexual, por
imperativo del artículo 7.4 de la LO 15/1999670.
Con respecto al tratamiento de datos, como afirma VIZCAÍNO
CALDERÓN, “la ley no supone un freno al tratamiento, informatizado o
no, de los datos puesto que la información y su tratamiento son
indispensables en cualquier actividad. El contrapeso se sitúa en los
instrumentos de control sobre el flujo de informaciones que afectan a la
persona. El instrumento primario estriba en la voluntad del interesado”.
Dado que el afectado es poseedor de un derecho basilar en estos
supuestos, consistente en su poder-derecho de control del flujo de
El art. 7.3 LOPD establece: «Los datos de carácter personal que hagan referencia al
origen racial, a la salud y a la vida sexual, sólo podrán ser recabados, tratados y cedidos
cuando, por razones de interés general, así lo disponga una ley o el afectado consienta
expresamente».
670 El art. 7.4 LOPD dispone: «Quedan prohibidos los ficheros creados con la finalidad
exclusiva de almacenar datos de carácter personal que revelen ideología, afiliación
sindical, religión, creencias, origen racial o étnico, o vida sexual».
669
290
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
informaciones que le conciernen en las distintas fases, etapas o situaciones
a que dichas informaciones puedan encontrarse, el consentimiento para el
tratamiento es una manifestación concreta de aquel derecho a
determinados efectos. No obstante ello, dicho derecho del afectado o
“autodeterminación informativa” posee otras manifestaciones, igual de
concretas, que expresan su voluntad –como son los derechos de acceso,
oposición, rectificación y cancelación- con posibilidad de reacción frente a
incumplimientos (reclamaciones, denuncias, indemnización, etc.)671.
En definitiva, cabe reconocer con OTADUY, que el artículo 7 de la
LOPD resulta una “disposición de interpretación difícil”672. Para este autor
son tres los motivos que conducen a realizar tal afirmación; a saber, y en
primer lugar, el “enfoque objetivista” que caracteriza la norma; en
segundo orden, la “dudosa interpretación gramatical de los términos en
que se establece la excepción” y, finalmente, una “inexistente delimitación
del ámbito de aplicación de la Ley en relación con el régimen,
organización y actividades de las confesiones religiosas (y, en particular,
de la Iglesia Católica)”673.
No le falta razón a este autor al afirmar que un enfoque puramente
objetivista de la norma implica no admitir soluciones especiales;
circunstancia ésta que tiene una repercusión directa en la efectividad y
eficacia del ordenamiento propio de la Iglesia Católica en el caso que nos
ocupa, esto es, sobre el derecho-obligación que asiste a la Iglesia Católica
para la administración de los sacramentos como función-actividad propia,
así como el consiguiente testimonio-registro de ese acto por razones de
seguridad jurídica. En efecto, dejar inoperantes las normas canónicas en
materias que son de su competencia sitúa a la LOPD en una dimensión
homogeneizadora de situaciones sustancialmente distintas674. Además,
Cfr. VIZCAÍNO CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica…, op. cit., 84-85.
Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la ley española de protección de datos”, en
Ius Canonicum, XLV, N.90, 2005, 534.
673 Ibídem, 534.
674 Afirma este autor: “con esta expresión [“enfoque objetivista de la norma”] pretendo
subrayar que el foco de atención del legislador español apunta directamente a los datos
religiosos allá donde se encuentren, sin tomar en consideración la naturaleza de los
sujetos que disponen de esos datos, aunque tengan -como es obvio que sucede- estatutos
jurídicos diferentes. Se supone que esta postura sería una consecuencia del principio de
tutela reforzada de la intimidad religiosa derivado del art. 16.2 de la Constitución,
favorable a soluciones ampliamente garantistas, sin excepciones”. (Cfr. OTADUY, J., “La
Iglesia Católica ante la ley española de protección de datos…, op. cit., 534).
671
672
291
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
dicha vertiente uniformista u homogeneizadora de la LOPD se distancia
de otros sistemas normativos europeos en los que sí se da cabida a
soluciones especiales. Sin ir más lejos, la propia Directiva 95/46/CE en su
Considerando número 35 plantea una destacable y meritoria excepción, al
afirmar: «Considerando, además, que el tratamiento de los datos personales por
parte de las autoridades públicas, con fines establecidos en el derecho
constitucional o en el derecho público, de asociaciones religiosas reconocidas
oficialmente, se realiza por motivos importantes de interés público». En efecto,
tal como queda preceptuado en el art. 16.2 de la CE, «nadie podrá ser
obligado a declarar sobre su ideología, religión y creencias», por lo que la
LOPD ofrece una protección adecuada, sin embargo, el carácter
homogeneizador de la norma otorgaría un tratamiento igual a situaciones
jurídicamente desiguales675.
Como fue apuntado, oportunamente, la LOPD, aún con sus virtudes,
también presenta zonas de penumbra. Según un amplio sector doctrinal,
los sujetos afectados constituyen otra de las “oscuridades” en materia de
aplicación de esta Ley, y el tema que nos ocupa constituye un buen
ejemplo de ello, pues, como afirma PÉREZ-MADRID, en el tema de la
apostasía y los datos personales, “la LOPD ha sido utilizada fuera de
contexto”676.
Sobre este mismo aspecto legal, cabría cuestionarse, como hace
OTADUY, si, a tenor del artículo 7, pueden equipararse un sindicato, un
partido político, una asociación común y una iglesia o confesión religiosa.
De hecho, parte de la doctrina canonista y eclesiasticista se pregunta qué
tienen en común aquéllos para que se encuentren reunidas en este pasaje
legal. “Da la impresión de que, a juicio del legislador, en todas ella estaría
presente el elemento religioso o ideológico, de alguna manera. Lo común a
todas estas organizaciones parece ser la capacidad de afiliar miembros por
razones de tipo ideal, en un sentido amplio”677.
Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la ley española de protección de datos…, op.
cit., 535.
676 Prosigue la autora: “Lo que los reclamantes pretendían no era velar por su privacidad
sino que su abandono de la Iglesia Católica quedara formalizado a través de la solicitud
de cancelación de sus datos en el Libro de Bautismos”. (PÉREZ-MADRID, F., “Protección
de datos y apostasía”, en Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del
Estado 19 (2009), Revista@Iustel, 5).
677 Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la ley española de protección de datos…, op.
cit., 535.
675
292
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Tampoco podemos obviar, aunque no sea objeto de análisis en estas
páginas, la diferente naturaleza jurídica existente entre las organizaciones
mencionadas, máxime si tenemos en cuenta que existen diferencias incluso
dentro del propio ámbito confesional. No en vano, la propia Ley Orgánica
de Libertad Religiosa vigente todavía -aunque desconocemos hasta
cuándo debido al “clamor” de un sector de la doctrina y la clase política en
pro de su reforma-, refleja la compleja realidad socio-religiosa de nuestro
ordenamiento positivo, acometiendo una triple denominación al reconocer
los derechos correspondientes al sujeto colectivo de tal libertad, esto es, a
Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas678. A su vez, entre las
mismas confesiones, se producen notables diferencias en cuanto a
estructura,
régimen
de
gobierno,
actividades,
etc.,
que
inciden,
diversificándolo, en su régimen jurídico, tanto a nivel interno-confesional
como en el ámbito civil. En el caso de la Iglesia Católica, frente a otras
confesiones, el reconocimiento de su personalidad jurídica civil, para
muchos, es incluso anterior al ordenamiento constitucional, resultando
mencionada expresamente en la Norma Constituyente.
Sobre esta cuestión, recordamos que la LORTAD excluía expresamente
de su ámbito de aplicación a las comunidades religiosas; su norma no
ofrecía dudas, aunque no se compartiera su criterio, y la Directiva
95/46/CE se asemeja más a la LORTAD que a la LOPD en este sentido679,
lo cual puede ser objeto de ponderación a efectos de consecuencias
prácticas con reflejo en la realidad socio-jurídica.
Tal diferenciación resulta excluyente para algún sector doctrinal. Recuérdese las ya
mencionadas apreciaciones de CONTRERAS MAZARÍO cuando afirmaba que el nuestro
es “un sistema normativo que nos sitúa ante un modelo de relación que puede ser
calificado como de laicidad positiva y ante una tipificación de las entidades religiosas en
España de carácter plural y diverso, que puede llevar en sí mismo el germen de la
discriminación. Una tipificación que en su punto más alto situaría el estatuto de la Iglesia
católica (…)”. (Cfr. CONTRERAS MAZARÍO, J. M., “La libertad de convicción y religión
en el sistema jurídico español”…, op.cit., 46-49).
679 Art. 8 de la Directiva 95/46/CE: «1. Los Estados miembros prohibirán el tratamiento de
datos personales que revelen el origen racial o étnico, las opiniones políticas, las convicciones
religiosas o filosóficas, la pertenencia a sindicatos, así como el tratamiento de los datos relativos a
la salud o a la sexualidad.
2. Lo dispuesto en el apartado 1 no se aplicará cuando:
d) el tratamiento sea efectuado en el curso de sus actividades legítimas y con las debidas garantías,
por una fundación, una asociación o cualquier otro organismo sin fin de lucro, cuya finalidad se
refiera exclusivamente a sus miembros o a las personas que mantengan contactos regulares con la
fundación, la asociación o el organismo por razón de su finalidad y con tal que los datos no se
comuniquen a terceros sin el consentimiento de los interesados».
678
293
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Por consiguiente, y coincidiendo con OTADUY, podría concluirse que
la mezcolanza de entidades aludidas en el artículo 7 de la LOPD
(asociaciones privadas, entidades sin fines lucrativos, confesiones
religiosas, partidos políticos...), antes que percibirse como una eficaz
medida
simplificadora
del
ordenamiento
para
evitar
apariencia
discriminadora, viene a favorecer más una diferencia de trato, en la
medida en que parece no prestar atención a la realidad social desde la que
se justifica y legitima una diversidad de régimen por parte del mismo
ordenamiento jurídico general; sin olvidar que, como señala PÉREZMADRID, recogiendo expresamente las palabras de MARTÍNEZTORRÓN, “ninguna comunidad religiosa puede reclamar legítimamente
que el Estado ajuste su legislación a las normas religiosas que sean
contrarias a los derechos y libertades de los demás o a la igualdad de todos
los ciudadanos ante la ley”680; y que, como rememora la mencionada
autora, considerando las prescripciones del art. 9 del CEDH y del art. 18.3
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, “el respeto por la
autonomía de las comunidades religiosas, así como el respeto por la
libertad religiosa de los individuos, requiere que las limitaciones a estos
derechos persigan un propósito legítimo (el orden público, la protección
de los derechos de los demás, etc.) y estén establecidas explícitamente por
la ley”681.
Por lo que se refiere a las dudas que puede ofrecer la interpretación
gramatical del apartado segundo del artículo 7 de la LOPD que
comentábamos anteriormente, en opinión del profesor OTADUY, la
diatriba a dilucidar consiste en conocer si la excepción que establece esta
norma se refiere a la aplicación de la totalidad de la Ley o únicamente al
requisito del consentimiento expreso y por escrito del interesado para
disponer del elenco de miembros682.
Como se ha puesto de relieve en apartados anteriores, ideología,
religión y creencias constituyen un ámbito de la privacidad con un nivel
máximo de protección, a tenor del art. 16.2 CE683. Esta norma no fue
Cfr. PÉREZ-MADRID, F., “Protección de datos y apostasía”..., op. cit., 29-30.
Ibídem, 30.
682 Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la ley española de protección de datos…,
op. cit., 539.
683 Resulta reiterado que el artículo 16.2 CE dispone que «Nadie podrá ser obligado a
declarar sobre su ideología, religión o creencias». En desarrollo de esa necesaria
680
681
294
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
controvertida y la configuración de su contenido (la libertad religiosa e
ideológica) fue pacífica, desde el punto de vista del Constituyente, tal y
como se pone de relieve en los Trabajos parlamentarios de las Cortes
Generales y en su desenvolvimiento ulterior, a la vista también de la
escasa jurisprudencia originada hasta la fecha.
Ya fue objeto de sucinto análisis el significado y alcance de la
libertad religiosa. A la hora de considerar las razones de la existencia de la
disposición constitucional del artículo 16, debemos tener en cuenta que la
preside el derecho a la autodeterminación intelectual en materia de
creencias, que justifica el necesario pluralismo y su respeto, con una
amplia gama de posibilidades que oscilan entre el rechazo absoluto a lo
religioso, hasta la especial consideración del fenómeno religioso a causa
del papel social que puede tener; estas actitudes se traducen en la
necesaria laicidad o neutralidad del Estado expresada en clave de respetocooperación y, por ende, en el abandono de toda actitud intervencionista
en materias sensibles o especiales, como son las convicciones religiosas o
ideológicas. En virtud de estas generales, pero insoslayables, afirmaciones,
lo que sí deviene claro es la particular incidencia que esta disposición
constitucional posee en materia de protección de datos de carácter
personal, lo cual se refleja, nítida y pragmáticamente, en el artículo 7 de la
LOPD que, junto a una serie de niveles de protección, como se ha visto,
contiene dos específicas y fundamentales medidas especiales de
protección de estos datos especiales: el consentimiento expreso y por
escrito, y la prohibición de creación de ficheros con la finalidad de
almacenar datos de esa naturaleza.
protección especial, el Reglamento de la LOPD, RD 1720/2007, establece en su art. 81.3
que, además de las medidas de nivel básico y medio, las medidas de alto nivel se
aplicarán en los siguientes ficheros o tratamientos de datos de carácter personal: « a) Los
que se refieren datos de ideología, afiliación sindical, religión, creencias, origen racial,
salud o vida sexual. b) Los que contengan o se refieran a datos recabados para fines
policiales sin consentimiento de las personas afectadas. c) Aquellos que contengan datos
derivados de actos de violencia de género». El artículo 81.5 dispone que «En caso de
ficheros o tratamientos de datos de ideología, afiliación sindical, religión, creencias,
origen racial, salud o vida sexual bastará la implantación de las medidas de seguridad de
nivel básico cuando: a) Los datos se utilicen con la única finalidad de realizar una
transferencia dineraria a las entidades de las que los afectados sean asociados o
miembros. b) Se trata de ficheros o tratamientos no automatizados en los que de forma
incidental o accesoria se contengan aquellos datos sin guardar relación con su finalidad».
295
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Como puede aprehenderse, la cuestión del mencionado artículo 7,
suscita una temática de calado que invita a la reflexión. Ejemplo de estos
interrogantes serían los siguientes:
En primer orden, el dato eclesial relativo a la recepción de los
sacramentos ¿es un dato “comercializable” al estilo de la LOPD?
Entendemos que aquí la relación dato personal sensible y tratamiento se
intensifica. Por pura lógica, queda claro que no todos los datos en poder
de la Iglesia poseen la misma consideración y tratamiento. Existen datos
exclusivamente eclesiales -como los relativos a los sacramentos- en cuyo
manejo
y
custodia
han
se
observarse
rigurosas
normas;
otras
informaciones, por contra, se someten a la legislación estatal por su
repercusión en el tráfico jurídico-civil.
Con relación a los primeros, cabría interrogarse ¿con qué inicua
finalidad podría tratar la Iglesia el dato personal -como información que
identifica a una persona concreta- derivado de la recepción de los
sacramentos? ¿Para qué puede servir a la Iglesia el dato del bautismo si no
es para atender, exclusivamente, las solicitudes de interesado en orden a la
recepción de otros sacramentos o realización de actuaciones propiamente
eclesiales? Piénsese, por ejemplo, el caso de la iniciación del procedimiento
de nulidad de matrimonio canónico o la misma solicitud de defección
formal de la Iglesia. Las razones que algunos particulares aducen para
negar la posesión de determinados datos personales a la Iglesia parten de
la evitación de su uso para fines estadísticos de esta confesión. Aun en esa
tesitura, entendemos que, en sí mismo, el cómputo de fieles no denota el
perfil personal que es el objetivo de protección de la LOPD. Salvo que se
produzca un tratamiento de datos especialmente protegidos por parte de
la Iglesia Católica -cuestión no demostrada hasta la fecha- no se
comprende del todo la intervención de la norma estatal.
Otra proposición de análisis consistiría en considerar la “propiedad” de
los datos, en determinadas coyunturas. El dato, ¿es únicamente propiedad
del fiel, o lo es también de la Iglesia por razón de la función que realiza? A
nuestro juicio, estimando siempre el carácter personal de los datos en
juego684, esta cuestión dependerá de la consideración que tengamos de los
Hay que tener presente que se escuchan voces doctrinales que plantean la extensión de
la protección de “datos personales” a las personas jurídicas, como se aludió.
684
296
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
datos sensibles, esto es, si lo son por naturaleza o en función del contexto
de su utilización.
Un tercer interrogante, no el último, sin duda, que puede suscitarse, y
que actúa de nexo con el siguiente apartado es: ¿Cabe percibir que la
LOPD, además de hacer caso omiso de la realidad organizativa de la
Iglesia Católica –que exigiría, de suyo, establecer matizaciones-, parece
ignorar el derecho a la reserva en el ámbito eclesial, de la tutela legítima y
eficaz por parte de la norma canónica, del derecho a la intimidad personal
de sus fieles?
3.2.2. FICHEROS, REGISTROS Y LIBROS PARROQUIALES
Nos encontramos en otro de los puntos de enorme trascendencia,
pues constituye uno de los aspectos centrales del conflicto y una sustancial
base argumental de las reclamaciones y los recursos interpuestos ante los
órganos administrativos y jurisdiccionales competentes; y es que, la
cuestión de la modificación de los Libros de Bautismos viene siendo objeto
de interés sociológico y de estudio doctrinal y jurisprudencial de un
tiempo a esta parte.
Realizado ya el examen de la clave de bóveda del trabajo de
investigación que trata de observar y presentar la actualidad del tema, es
decir, el dato personal especialmente protegido, procede ahora emprender
la reflexión acerca de la subsiguiente cuestión controvertida, y no por ello
de menor relevancia: la aplicabilidad de la legislación estatal de protección
de datos personales a un instrumento de registro de actuaciones
específicamente eclesiales, los libros sacramentales, en particular, al Libro
de Bautismos.
La
contemplación
de
este
aspecto
temático
nos
conduce,
inexorablemente, al concepto de «fichero» de datos personales -y su
distinción del matiz registral- así como su “versatilidad”685 u operatividad
en el plano estrictamente eclesial, sobre todo porque aparece como un
685 Versatilidad, como término que se presenta cercano a la “transversalidad de la
legislación de datos personales”, o “vocación expansiva” de la misma, recordando la
dicción de MESSÍA DE LA CERDA en la página 1924de su obra ya mencionada.
297
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
motivo de primera magnitud integrado en labor judicial de resolución de
los conflictos suscitados.
En orden a futuras consideraciones sobre este particular, es preciso
no olvidar que la noción de fichero, a los efectos de la protección de datos
de carácter personal, se relaciona con la de dato manual organizado y no
con el mero archivo sin estructurar; no en vano, se excluían, por ejemplo,
del ámbito de aplicación de la Directiva aquellos ficheros manuales sin
estructura ya que, precisamente por esa razón, no comportan riesgos para
los interesados; sin embargo, la Directiva no juega sólo con el concepto de
“fichero”, y junto a éste se halla la idea de “tratamiento” como conjunto de
operaciones a que se someten los datos personales, manual o
automatizado686, siendo ahí donde puede radicar la peligrosidad, si se
produce un manejo incontrolado, inadecuado o lesivo de dicha
información.
«Fichero», a tenor del artículo 3. b) de la LOPD, se define como
«todo conjunto organizado de datos de carácter personal cualquiera que
fuere la forma o modalidad de su creación, almacenamiento, organización
y acceso»687. VIZCAÍNO CALDERÓN recoge este significado así: “es el
registro en el que se recoge y almacena el conjunto de datos que integra la
información. Es la colección ordenada de aquéllos susceptible de acceso,
localización y tratamiento en términos más o menos sencillos según las
circunstancias de cada caso”688. Sin embargo, con relación al tratamiento
manual, este autor recoge la nota de que la Directiva únicamente abarca
El artículo 2.c) de la Directiva define el fichero como todo conjunto estructurado de
datos personales, accesibles a criterios determinados, ya sea centralizado, descentralizado
o repartido de forma funcional o geográfica. Por otra parte, el Considerando 27 de la
Directiva establece que sus normas se aplicarán al tratamiento total o parcialmente
automatizado de datos personales, así como al tratamiento no automatizado de esos
datos contenidos o destinados a ser incluidos en un fichero. (Sobre estos extremos, vid.
VIZCAÍNO CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica…, op. cit., 76).
687 Su homónimo reglamentario es el artículo 5 del RD 1720/2007, que lo define en
similares términos a la Ley. PALOMAR OLMEDA sostiene que “se trata de un concepto
acuñado, ahora, en el marco de la legislación de protección de datos (antes en la
documentación y la archivística) que, en realidad, no hace sino buscar una referencia
acumulativa, sistemática y estructurada de información que se refiere o contiene datos
personales determinando qué datos se van a recoger y el régimen y la finalidad de su
utilización”. (Cfr. PALOMAR OLMEDA, A., en MARTÍNEZ MARTÍNEZ, R., et al.,
Protección de Datos. Comentarios al Reglamento de Desarrollo de la LOPD..., op. cit., 63).
688 A dichas consideraciones añade este autor: “Naturalmente, los datos han de estar
organizados aun cuando dicha ordenación u organización responda a sencillos
parámetros”. (VIZCAÍNO CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica…, op. cit., 76).
686
298
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
los ficheros y no las carpetas sin estructura, “entendiendo por carpetas lo
que en castellano consideramos como expediente”, de tal manera que el
concepto de fichero como conjunto de datos “requiere un mínimo de
ordenación o estructuración que se producirá bien por su organización en
un fichero manual, bien mediante un tratamiento informático”689.
TRONCOSO REIGADA, por ejemplo, sostiene que “no puede hablarse de
la existencia de un tratamiento o fichero no automatizado cuando no
exista una estructuración de conformidad a criterios específicos relativos a
personas físicas que permitan acceder sin esfuerzos desproporcionados a
los datos personales”690.
La referencia general al concepto de fichero se completa en la
normativa de protección de datos con una clasificación de éstos en razón a
su titularidad y a los sistemas de búsqueda; así, tendremos: ficheros de
titularidad pública o privada y ficheros automatizados o no, según que el
sistema de búsqueda establecido responda o no a este esquema, siendo el
Reglamento de desarrollo de la LOPD quien trata de aclarar estos
conceptos, en su artículo 5691. DAVARA FERNÁNDEZ DE MARCOS,
también en este aspecto, considera que, conceptualmente, puede
distinguirse entre «ficheros físicos, lógicos y jurídicos». Los ficheros
“físicos” son los ficheros en papel y/o también la ubicación física del
fichero, por lo que se identifica el fichero con una ubicación geográfica.
Los ficheros “lógicos” se determinan por la configuración lógica del
sistema de información, mientras que los “jurídicos” lo harán por la
naturaleza de los datos y la finalidad con que éstos son tratados692.
Por lo que afecta a los ficheros manuales, no existen diferencias
sustanciales entre nuestra norma y la europea. La interpretación de
aquélla a través de ésta permite hablar de sintonía en este tema, de manera
Ibídem, 76.
Considera, asimismo, que la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de
las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común comparte con
la LOPD algunas de las materias que ésta remite a sus disposiciones específicas, como es
el caso de los archivos del régimen electoral general o los del Registro Civil y del Registro
Central de Penados y Rebeldes, aunque ni la LORTAD ni la LOPD contienen ninguna
mención expresa a esta Ley. (Cfr. TRONCOSO REIGADA, A., La protección de datos
personales. En busca del equilibrio,…, op. cit., 94-95).
691 Cfr. PALOMAR OLMEDA, A., Protección de Datos. Comentarios al Reglamento…, op. cit.,
64.
692 Cfr. DAVARA FERNÁNDEZ DE MARCOS, I., Hacia la estandarización de la protección de
datos personales…, op. cit., 161.
689
690
299
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
que los tratamientos a que se sujetan los datos de carácter personal
quedarán sometidos a las disposiciones de la LOPD, con independencia de
su carácter manual o automatizado. Tampoco será determinante el
carácter manual o automatizado del fichero que los almacene. Lo
fundamental para someterlos a la disciplina de la ley radica, simplemente,
en el manejo de datos que tengan la consideración de personales.
Sin embargo, un sector doctrinal asume la tesis de que no todos los
datos personales contenidos en ficheros y registros remiten a la LOPD,
puesto que se reconocen en la misma regímenes especiales para
determinadas actividades de naturaleza pública que reclaman una
especial reserva, como la seguridad nacional, la lucha antiterrorista,
delincuencia organizada, régimen electoral, actividades estadísticas o de
registro civil, ex art. 2.2 y 3 de la citada Ley693.
Con relación a determinados ficheros, entiende el profesor
LLAMAZARES FERNÁNDEZ que “los ficheros de partidos políticos,
sindicatos, iglesias, confesiones y comunidades religiosas, quedan en
principio, fuera del ámbito de aplicación en cuanto a los datos de sus
miembros (en la nueva Ley desaparece la inclusión en esta excepción de
los datos referentes a ex-miembros, que sí se hacía en la anterior), salvo en
el caso de su cesión ya que, si se trata de los datos sensibles del artículo 7,
sería aplicable el artículo 11 (art. 22.e LPD), exigiéndose que la cesión esté
encaminada exclusivamente al cumplimiento de fines directamente
relacionados con las funciones legítimas del cedente y del cesionario, y
que se cuente con el consentimiento previo del afectado (art. 1. 1 LPD),
que será nulo «cuando la información que se facilite al interesado no le
permita conocer la finalidad a la que se destinarán los datos» o «el tipo de
Como recoge SERRANO PÉREZ, el Registro Civil (regulado por Ley de 8 de junio de
1957 y su Reglamento, aprobado por Decreto de 14 de noviembre de 1958), contiene una
especificidad que justifica el mantenimiento de un régimen propio para sus ficheros,”que
no son además ficheros en sentido estricto sino libros, en la mayoría de casos no
reconvertidos a soportes informáticos, aunque en vías de hacerse”. “El acceso a los libros
o ficheros no tiene ninguna limitación -ni temporal, ni económica ni personal- salvo la
que deriva del art. 21 RRC en relación a determinadas indicaciones sobre las que no existe
la misma facilidad de acceso, en virtud de lo delicado de la información revelada. Para el
acceso a los asientos que contengan información de este último tipo, se requerirá
autorización especial”. (Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la
protección de datos…, op. cit., 332-333).
693
300
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
actividad de aquel a quien se pretenden comunicar». En todo caso, el
consentimiento siempre es revocable (art. 11.3 LPD)”694.
GARRIGA DOMÍNGUEZ realiza un comentario acerca de los
ficheros de datos de sindicatos, iglesias, partidos políticos y asociaciones
del artículo 7 de la Ley, señalando el cambio notable en su regulación que,
a su juicio, resulta muy positivo, ya que, al excluir de su ámbito de
aplicación este tipo de ficheros, la LORTAD impedía al afectado ejercitar
los derechos establecidos en la misma, especialmente los de acceso,
rectificación y cancelación. “Es decir, en definitiva se dejaba fuera de
control sus datos, en tanto estuviesen en poder de esas instituciones”695.
Es posible compartir la opinión de LLAMAZARES FERNÁNDEZ
en la medida en que se pone fácilmente en relación con el hecho de que
determinados registros de la Iglesia, si bien pueden presentar afinidad con
los referidos por la ley estatal, nada tienen que ver con ella por su propia
naturaleza, y, por consiguiente, cabe preguntarse si pueden quedar
excluidos de su ámbito de aplicación por razón de coherencia y
congruencia con la finalidad específica que los justifica.
Estaríamos, pues, ante una nueva duda nacida al socaire de la
LOPD: ¿Tiene la Iglesia Católica ficheros? ¿Almacena datos personales de
sus fieles como consecuencia del desarrollo de su actividad institucional,
en la medida en que ésta puede generar información relativa a las
personas con las que se relaciona?696 Además de replantearnos la pregunta
sobre si, realmente, la Iglesia realiza el tratamiento de esos datos, o si lo
hace de forma inadecuada, excesiva, irracional o al margen del
consentimiento del interesado, buscando sus propios intereses.
En consonancia con el concepto de fichero, como registro o archivo,
debemos considerar, asimismo, los aspectos siguientes: en primer lugar,
que el ordenamiento canónico dispone de normas específicas sobre el
tratamiento de la información en todas sus posibilidades y, concretamente,
en materia de conservación de archivos; y, en segundo lugar, que, a los
efectos de la protección de datos, no interesan tanto los archivos
patrimoniales, como los que contienen información de los fieles
resultantes del ejercicio de la función más propia de la Iglesia, la pastoral,
Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia II..., op. cit., 35.
Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de datos personales…, op. cit., 109.
696 OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la protección de datos..., op.cit., 541.
694
695
301
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
que es la que realmente produce noticias de lo que, en principio, la
legislación estatal consideraría “datos de carácter personal”. Nos referimos
a los Libros parroquiales los cuales, a tenor del canon 535 del Código de
Derecho Canónico, son de obligatoria llevanza. Se trata de los Libros de
Bautismos, Matrimonios y Difuntos u otros prescritos por el obispo
diocesano y/o la Conferencia Episcopal697. Y, de entre estos, despierta
nuestro interés el Libro de bautizados, ya que en su interior se reflejarán
las referencias al estado canónico del fiel por la recepción de los
sacramentos de bautismo, confirmación, orden sagrado o profesión
perpetua de votos sagrados, así como el cambio de rito y el abandono
formal de la Iglesia.
Recordamos que el canon 535 vigente dispone que en el libro de
bautizados se anotará también la confirmación, así como lo que se refiere
al estado canónico de los fieles por razón del matrimonio, quedando a
salvo lo que prescribe el canon 1133, por razón de la adopción, de la
recepción del orden sagrado, de la profesión perpetua emitida en un
instituto religioso y del cambio de rito; dichas anotaciones han de hacerse
constar siempre en la partida de bautismo. Además, cada parroquia debe
estar provista de una estantería o archivo donde guardar diligentemente
los libros parroquiales y otros documentos que deban conservarse por
motivos de necesidad o de utilidad, debiendo cuidar el párroco de que
tales libros y documentos no vayan a parar a manos extrañas698.
A causa de de esa función registral, cabe sostener que en esos
Libros, tal vez, no interese tanto el dato en sí, porque, como se ha dicho, se
trata exclusivamente de la anotación de la celebración de un acto eclesial,
de la celebración de un sacramento, que exige cierta seguridad jurídica por
los efectos jurídicos que conlleva. A ello se suma la indicación de próvida
conservación de los libros parroquiales más antiguos en ese canon699,
precisamente por su valor histórico-registral. En esta materia no
olvidaremos tampoco las recientes Orientaciones de la Conferencia
Episcopal Española acerca de los Libros Sacramentales Parroquiales, de 23
Recordamos las prescripción del canon 535 §1: «En cada parroquia se han de llevar los
libros parroquiales, es decir, de bautizados, de matrimonio y de difuntos, y aquellos otros
prescritos por la Conferencia Episcopal o por el Obispo diocesano; cuide el párroco de
que esos libros se anoten con exactitud y se guarden diligentemente».
698 Cfr. Canon 535 §4.
699 Cfr. Canon 535 §5.
697
302
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
de abril de 2010, de incidencia directa en el tema de estos documentos y
las nuevas tecnologías, como se vio.
Con relación al valor histórico-registral de los Libros de Bautismos,
cabe no desprenderse de una realidad: los libros eclesiales ha tenido una
función fedataria en España –civil y canónica- desde, prácticamente, el
siglo XVI y las disposiciones tridentinas700.
La pregunta, por ende, sería: ¿Estamos realmente ante datos de
carácter personal reveladores de la creencia o religiosidad del sujeto o,
más bien, son un mero reflejo documental de un acto eclesial, objetivo, que
hace nacer una relación jurídica entre el sujeto y la Iglesia Católica? El
interrogante nos conduce inexorablemente al artículo 4.3 de la LOPD,
objeto de tratamiento en el apartado siguiente del trabajo.
No puede obviarse el hecho de que la función registral eclesial cuya ejecución se realiza, generalmente, a nivel parroquial- tiene carácter
oficial y guarda estrecha conexión con el régimen organizativo, su
gobierno y las actividades propias de la Iglesia y a ella corresponde como
Iglesia-institución. En este sentido, y habida cuenta de su compleja
organización y de su actividad pastoral y organizativa, puede aludirse a
dos tipos de ficheros, netamente diferenciables por razón de su régimen
jurídico701.
De un lado, deben considerarse los ficheros exigidos por la
actuación de la entidad religiosa como titular de las relaciones en el tráfico
jurídico civil, que generan actividades sujetas a la legislación del Estado en
su vertiente económica, fiscal, laboral, académica, social, sanitaria, etc. En
estos casos, la legislación estatal es de aplicación inmediata; sin embargo,
Como rememora PÉREZ-MADRID, «como ya señalara en la sentencia del Tribunal
Supremo de 4 de diciembre de 1998: “antes de que se crearan en España los Registros
Civiles por Ley de 17 junio 1870, eran los archivos parroquiales y los libros registrales que
en ellos se contenían, los únicos que ofrecían prueba documental sobre el estado civil de
las personas a través de toda su vida (…)”. Y esa situación tiene una antigüedad de varios
siglos puesto que los archivos parroquiales surgieron oficialmente por disposiciones
tridentinas, aunque dos siglos antes ya habían empezado a aparecer». (Cfr. PÉREZMADRID, F., “Protección de datos y apostasía”…, op. cit., 22-23). También esta razón
refrenda su alusión al artículo 4.5 de la LO 15/1999 –y su correspondiente art. 8 del
Reglamento- que contienen la excepción que permite el mantenimiento de los datos
“atendiendo a sus valores históricos, estadísticos o científicos”; norma que, a nuestro
juicio, no sería de descabellada aplicación a determinados archivos de la Iglesia Católica
en España.
701 Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la ley española de protección de datos...”,
op. cit., 549 ss.
700
303
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
“la norma del art. 7. 2 de la LOPD relativa a “la excepción de la solicitud
del consentimiento previo de los interesados sólo se considera si el motivo
de incorporación al fichero es su condición de miembro de la Iglesia o
entidad religiosa de que se trate”702.
De otro lado, existen los ficheros derivados de la organización
interna y actividades pastorales de las entidades religiosas, que, por razón
de su contenido se reconducen al ámbito exclusivo del Derecho canónico,
al amparo del principio de autonomía consagrado en el artículo I del
Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos entre el Estado español y la Santa
Sede703.
Como fue indicado, el ordenamiento canónico regula la protección
de los derechos de los fieles en el seno de la Iglesia, entre los que se
encuentra el derecho a la intimidad; esta razón justifica la necesaria
abstención del Estado en la intervención sobre la vida interna de las
comunidades mientras el tratamiento de los datos afectados no entre en el
ámbito de sus competencias, de las que se excluyen los asuntos internos de
las confesiones religiosas, por mor del principio de autonomía consagrado
en el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos (Art. I .1). No quedarían, por tanto,
sujetos a las disposiciones estatales los ficheros que contengan relaciones
de personas, como los relativos a sacerdotes diocesanos, cargos
eclesiásticos,
colaboradores
de
la
Iglesia
o
entidades
religiosas,
seminaristas, miembros de órdenes religiosas o institutos de vida
consagrada, etc., ni aquellos elaborados en el ámbito de las actividades
estrictamente pastorales.
Podría decirse, prima facie, que no existe traba alguna para la
adaptación de las normas canónicas a la novedosa situación que trae causa
de las nuevas tecnologías de la información en relación con la protección
de datos de carácter personal, a la vista de que la finalidad que preside la
actuación de la Iglesia en esta materia, que no es otra que recabar,
conservar y utilizar, cuando proceda y con la debida diligencia,
702
Ibídem, 550.
Dicho Acuerdo establece en su artículo I.1 que «El Estado Español reconoce a la Iglesia
Católica el derecho de ejercer su misión apostólica y le garantiza el libre y público
ejercicio de las actividades que le son propias y en especial las de culto, jurisdicción y
magisterio».
Por su parte, y en consonancia con lo anterior, la norma del artículo I.2 del AAJ
determina que «La Iglesia puede organizarse libremente».
703
304
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
determinados datos de los fieles para el normal desarrollo de sus
actividades institucionales; con la debida reserva, la ley autoriza a
mantener ficheros de miembros a las iglesias, confesiones, comunidades
religiosas y otros grupos; lógicamente, quedará siempre a salvo el derecho
que asiste a la persona interesada a que se le solicite previamente su
consentimiento, expreso y por escrito, cuando sus datos hayan de ser
objeto tratamiento si se trata de datos especialmente protegidos, al amparo
de las disposiciones constitucionales y de la legislación de protección de
datos personales.
Pero, como sostiene GONZÁLEZ MORENO, la norma del artículo 7
de la LOPD está prevista para ficheros en el sentido de la propia Ley, no
para registros de sacramentos704. Señala, asimismo, la contradicción que se
genera por el diferente trato que la Agencia Española de Protección de
Datos otorga a los Libros de Bautismo frente a los de Matrimonios pues, la
Agencia, apelando al valor jurídico que posee el acta eclesiástica de
matrimonio canónico -es decir, título en virtud del cual se practica la
inscripción en el Registro civil-, viene sosteniendo, desde 2008705, que no
procede la práctica de la cancelación en los Libros de Matrimonios.
Efectivamente, abundando con esta profesora, ambos Libros poseen
idéntica naturaleza: son libros parroquiales donde se anota la recepción de
estos sacramentos sin más connotaciones706. ¿Qué justifica, entonces, este
trato desigual por parte de la AEPD?
A manera de conclusión, sirvan otra vez las palabras de OTADUY
cuando afirma que en este caso “no nos encontramos ante simples «datos
de carácter personal que revelan la religión y las creencias», como dice el
artículo 7 de la Ley, reconocidos por organizaciones o particulares con
fines comerciales o de otro tipo, sino ante el reflejo documental de una
relación jurídica de carácter objetivo entre un fiel cristiano y la Iglesia (...)
Los «datos» recogidos en los registros eclesiales no son «declaraciones
personales» libremente realizadas o simples «manifestaciones subjetivas
Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos
personales: su contenido y límites respecto al bautismo y la apostasía”, en Revista General
de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, 19 (2009), 23.
705 Este asunto queda dictaminado en dos informes del Gabinete Jurídico de la AEPD que
obran en el documento Informe Jurídico 0381/2008. Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El
derecho fundamental a la protección de datos personales…, op. cit., 23-24.
706 Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos…,
op. cit., 23.
704
305
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
de creencias» que pertenecen de suyo al ámbito privado. Tales anotaciones
son una consecuencia jurídica de la interacción de la persona en el ámbito
societario de la Iglesia. Los registros eclesiales no son, por tanto, elementos
opcionales de la organización de la Iglesia, sino una realidad instrumental
necesaria para «el libre y público ejercicio de las actividades que le son
propias y, en especial, las de culto, jurisdicción y magisterio», según los
términos del artículo I.1 del Acuerdo celebrado entre el Estado español y
la Santa Sede, sobre Asuntos jurídicos, de 3 de enero de 1979, norma que
confirma que la competencia de la gestión de registros del estado de las
personas debe ser incluida entre los «asuntos propios» de la Iglesia,
protegida por el principio de autonomía”707.
Esto es, los datos obrantes en los Registros de sacramentos de la
Iglesia Católica contienen un plus de significación, considerando que su
finalidad consiste en recoger el estado canónico de los fieles causado por
la recepción de sacramentos. Esta circunstancia potencia que, de suyo, los
Libros de Bautismos, Matrimonios y Difuntos vengan a ser archivos con
una estricta función registral para la Iglesia, que deben regirse por el
Derecho canónico y no tanto por la LOPD; máxime si consideramos que
existe una exclusión expresa de la aplicabilidad de la Ley con respecto al
régimen del Registro Civil, y que los archivos parroquiales han actuado
como tal hasta hace un siglo708. No sería, pues, descabellado abogar por la
tesis de que los registros eclesiales deben ser excluidos de la LOPD en la
medida en que no deban ser considerados meros “ficheros”, ni los datos
Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica ante la ley de protección..., op. cit., 546.
En una entrevista, publicada por la revista Ecclesia, a Agustín Hevia Ballina, presidente
entonces de la Asociación de Archiveros de la Iglesia de España, pone de relieve que “los
archivos de la Iglesia desempeñan también un cierto “servicio social”, pues permiten
solucionar problemas de herencias, deslindes de terrenos,…” y valora la Sentencia del
Tribunal Supremo, de 19 de septiembre de 2008, en el sentido de que “constituye un
claro reconocimiento de la capacidad de la Iglesia para legislar en relación a sus Libros
Sacramentales, donde únicamente tienen cabida las determinaciones del Derecho
Canónico…” Con relación a los ficheros, comenta que “Un fichero, por su misma
naturaleza es susceptible de alterarse, de agregar nuevas fichas, de modificar las ya
intercaladas. Por esta razón, los Libros de Bautismos no pueden ser considerados
«ficheros» y han de ser tratados como «registros parroquiales» (…) Tales anotaciones
tienen carácter de actuario y como tales cada una de ellas ha de reflejar una Acta
pormenorizada, recogida con orden cronológico, con carácter secuencial, sin dejar
espacios entre acta y acta, firmada y rubricada cada una individualmente…”. Finaliza su
alocución con la siguiente afirmación “Recomendaría la creación en cada diócesis, si se
considera oportuno, de un «Fichero de apostasías», mejor que de apóstatas, que produce
menos impacto en la sensibilidad de los oyentes o de los lectores”. (Cfr. ECCLESIA, núm.
3.439, 8 de noviembre de 2008, 18-21).
707
708
306
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
que obran en ellos, meros “datos personales”. Sostener esta postura no
implica, necesariamente, por otro lado, reconocer que la Iglesia Católica
goce o deba gozar de privilegio alguno; la propia realidad, objetivamente
analizada, nos conduce a ello por cuanto la naturaleza de los Libros
Parroquiales es, esencialmente, histórico-registral. Su uso para otros fines,
en caso de suceder y ser demostrado oportunamente sí colocaría a la
Iglesia en la tesitura administrativo-judicial.
Sin embargo, al hilo de estas reflexiones no conviene perder de vista
el sentido que presenta el ámbito registral en este tema, que nos permite,
además, efectuar la conexión entre los apartados siguientes, mediante las
preguntas que es posible formularse al analizar la naturaleza, el sentido y
el alcance del registro de datos u operaciones del tráfico jurídico que
conlleva, indefectiblemente, el tratamiento de informaciones que afectan a
las personas.
Con carácter general, PELAYO OLMEDO, en materia de principios
registrales, señala que no hay unanimidad doctrinal a la hora de entender
que exista un único sistema registral que englobe a todos, siendo la
clasificación hipotecaria la considerada como el mínimo común aplicable.
En el examen realizado sobre tales reglas básicas por este autor, al valorar
el principio de publicidad, afirma que “en un sentido amplio la publicidad
no sólo es la actividad destinada a dar a conocer sino, también, un
mecanismo para garantizar la seguridad jurídica”y, precisamente, debido
a su faceta formal, los Registros son públicos y su información ha de ser
accesible para los interesados709. Asimismo, como también, asevera este
autor, a través del principio de fe pública, el sistema registral preserva al
tercero de buena fe de las consecuencias dañosas que una declaración
judicial de nulidad o inexactitud de la inscripción podría causarle. Y, en
relación con la publicidad registral y la seguridad jurídica, sostiene que
“se advierte con claridad que, incluso en su dimensión sociológica, la
seguridad se encuentra estrechamente vinculada con el conocimiento
Afirma, asimismo, que la doble faceta de este principio es la que nos permite reconocer
la división que, comúnmente, se realiza entre publicidad formal y material. Mediante la
publicidad formal se asegura la difusión pública de datos inscritos en el Registro para todo
aquel que tenga interés”. De esta manera, los Registros son públicos y toda persona
interesada debe tener la posibilidad de acceder a su información. En su aspecto material,
la principal función de la publicidad es la de actuar como presunción de exactitud de lo
inscrito, tanto iuris tantum, como iuris et de iure. (Cfr. PELAYO OLMEDO, D., Las
comunidades ideológicas y religiosas..., op. cit., 204-206).
709
307
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
público de las situaciones. (…). La seguridad, entendida como aquella
característica que concede certeza al Derecho, se convierte en la cualidad
del ordenamiento jurídico que genera en el ánimo del ciudadano la
confianza suficiente para saber lo que es Derecho en cada momento y lo
que lo será en el futuro”710. Previamente, recogía una interesante
apreciación al afirmar que “Al hilo de esta noble dimensión de seguridad
que ofrecen los Registros Jurídicos se ha entendido, por parte de la
doctrina, que, a pesar de que en este campo conviven zonas de interés
público con otras de interés privado, prima la segunda y, en consecuencia,
no se podría afirmar que el Registro se trata de un servicio público en
sentido estricto. Estos autores propugnan la idea de que el Registro
Jurídico no sólo sirve a intereses individuales y promueven su finalidad
pública, concentrada especialmente en proporcionar seguridad jurídica,
entendida como interés general, al tráfico jurídico711.
Por su parte, en parecidos términos, VILLAVERDE MENÉNDEZ, al
tratar el tema del Registro y los datos personales, pone de relieve que “En
la capital función de dar seguridad jurídica en el tráfico de bienes, el
Registro es una base de datos (…) la función última del registro es dar a
conocer precisamente esa información porque la seguridad que desea
prestar, su credibilidad, estriba en el conocimiento de la historia y
actualidad del bien712. En su opinión, no cabe duda de que, con arreglo al
Derecho español, los registros públicos son bases de datos que contienen
datos personales cuyo uso registral está sujeto al derecho fundamental de
protección de datos de la persona; el art. 2 LOPD no excluye los registros
públicos de su ámbito de aplicación, y el art. 222.6 de la Ley
Hipotecaria713, es explícito sobre el sometimiento del Registro de la
Cfr. PELAYO OLMEDO, D., Las comunidades ideológicas y religiosas..., op. cit., 215-216.
Cfr. PELAYO OLMEDO, D., Las comunidades ideológicas y religiosas..., op. cit., 203.
712 VILLAVERDE MENÉNDEZ, I., “Datos personales y Registros de la Propiedad y
Mercantil”, en CERRILLO I MARTÍNEZ, A., et al., La Administración y la información..., op.
cit., 57. Continúa afirmando: “Sucede que, al tiempo que el Registro cumple con esa
primordial función, su publicidad, esto es, su accesibilidad a cualquier persona que desee
alcanzar el conocimiento aludido, produce efectos colaterales nada desdeñables y que,
desde luego, deben tenerse en cuenta. (…) El acceso al Registro permite identificar y
también evaluar a una persona a través de los datos que obran en sus asientos, por lo que y precisamente por ello- esos datos están sujetos a un régimen jurídico peculiar y
específico”. (Ibídem, 57-58).
713 El Decreto de 8 de febrero de 1946 aprueba el Texto Refundido de la Ley Hipotecaria.
(Cfr. VILLAVERDE MENÉNDEZ, I., “Datos personales y Registros de la Propiedad y
710
711
308
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Propiedad a los dictados del derecho de la protección de datos personales.
Para este autor, puede resultar paradójico afirmar que el sistema de
garantías de la protección de datos, como el sistema registral, estribe en la
publicidad; sin embargo, considera, acertadamente, que conviene reparar
en el hecho de que el sistema de protección de datos se fundamenta en la
publicidad sobre el uso que los datos personales reciban y no en su
secreto. “La finalidad de un sistema de protección de datos personales no
es asegurar la opacidad de los datos relativos a una persona; para este fin
está el derecho fundamental a la intimidad. Lo que el derecho a la
protección de datos regula es el poder jurídico de disposición que la
persona tiene sobre el uso y destino de sus datos, esto es, de su publicidad.
Por su parte, el sistema registral ordena el registro como fuente de
información y conocimiento, accesible, en principio, a cualquiera que
porte un interés legítimo en conocer el contenido de sus asientos” 714.
No le falta razón a este autor, en el sentido de que si la base o
sustento del registro es la publicidad de las operaciones del tráfico jurídico
y quienes las protagonizan, la protección de la privacidad de los datos
personales se canaliza con mayor adecuación a través del derecho a la
intimidad. Sin embargo, dado que el tratamiento que las leyes otorgan a
los Registros públicos deviene diferente, la publicidad del dato se ciñe, en
determinados casos, exclusivamente al interesado y sólo a él -salvando
apoderamiento para representación-; tal sería la coyuntura de los datos de
carácter personal y el Registro Civil, que junto con el Registro Central de
Penados y Rebeldes es objeto de mención explícita en el artículo 2. d) de la
LOPD, en calidad de instituciones públicas, cuyos ficheros de datos
personales disponen de regulación específica.
Como destaca LLAMAZARES FERNÁNDEZ, el principio general
del derecho de acceso a los datos de los Registros públicos del que son
titulares todos los ciudadanos (art. 37.1 de la LRJAP-PAC), quiebra cuando
se trata de datos referentes a la intimidad, cuya posibilidad de obtención o
alcance queda reservado exclusivamente a las personas a las que se
Mercantil”, en CERRILLO I MARTÍNEZ, A., et al., La Administración y la información..., op.
cit., 59).
714 Ibídem, 59-60
309
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
refieran y a las que se reconoce el derecho de exigir su rectificación si no
son exactos (art. 37.2 LRJAPPAC)715.
Procede, pues, en este momento abordar el enlace entre el sentido
de la actividad registral, su alcance y los derechos que asisten al interesado
por virtud del principio de calidad del dato, que nos lleva a cuestionarnos
lo que se expone a continuación.
En primer lugar, como se ha indicado, habría que considerar la
existencia de cierto paralelismo entre los archivos eclesiales relativos a los
sacramentos y el Registro Civil. Entendemos que la ley estatal se sitúa en
línea de mímesis –o analogía iuris, no legis- con lo que ha supuesto el
proceder de la Iglesia en este particular en su función pastoral. En
definitiva, si la inscripción del bautismo “asume” todo lo que no tiene
“cabida” o constancia en otro lugar o ubicación, al igual que ocurre con las
inscripciones del Registro Civil, las del Libro de Bautismos no deberían
desaparecer, sino más bien, “enmendarse”.
Por otro lado, el instituto jurídico de los registros y la finalidad de
la LOPD. Esto es, en puridad, ¿no propone la LOPD una actuación
contraria al sentido del registro? ¿Por qué salva la LOPD el Registro Civil,
y no los Libros de Bautismo, donde constan circunstancias relativas al
estado del fiel, como el matrimonio canónico –hipotéticamente, indicio de
pertenencia a la Iglesia Católica, en idéntica posición con respecto a la
anotación del bautismo-, y no hace lo propio con los Libros de Bautismo?
En acertada opinón de PÉREZ-MADRID, cabe predicar de los
Libros parroquiales las mismas funciones que se adjudican al registro
Civil”, merced a sus funciones “probatoria privilegiada” y de “constancia y
publicidad”, además de su técnica para afrontar el concepto de
“cancelación”716.
715
Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia II..., op. cit.,
34.
Cfr.PÉREZ-MADRID, F., “Protección de datos personales y apostasía..., op. cit., 23. En
efecto, el concepto de cancelación previsto por la legislación sobre el Registro Civil difiere
notablemente del expresado en la LOPD y su normativa complementaria, en el sentido de
no mencionar en ningún caso la extinción física de los datos, para sustituirse este derecho
por la práctica de una simple anotación marginal, de conformidad con los artículos 163 y
164 del Reglamento del Registro Civil. Este parecer es recogido también por CANO RUIZ
en la página 208 de la mencionada obra, citando, a su vez, a la profesora PÉREZMADRID. (Vid. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento..., op. cit.,
208).
716
310
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Para clausurar este apartado, antes de acometer la reflexión acerca
de los interrogantes expresados, no podemos obviar un aspecto esencial
relativo a los documentos eclesiales que ha constituido parte de la
argumentación de la Iglesia Católica en los procedimientos judiciales en
los que es parte procesal. Nos referimos a la inviolabilidad de los archivos,
registros y documentos eclesiales, de conformidad con lo dispuesto en el
art.I.6 del AAJ, así como a a la autonomía confesional del artículo 6.1 de la
Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980717 y el artículo I.1 de dicho
Acuerdo.
Por lo que toca al primero de los aspectos, PÉREZ-MADRID pone
de manifiesto la falta de definición legal o jurisprudencial del témino
“inviolabilidad
de
los
archivos”
que
lleva
a
concluir
que
su
reconocimiento implica una prohibición de acceso e intervención de
terceros en dichos archivos salvo orden judicial o razón de orden
público718.
ROCA FERNÁNDEZ, recogiendo el parecer de ORTÍZ DE LA
TORRE, precisa que el concepto de inviolabilidad que figura en los
artículos I.5 (relativo a los lugares de culto) y I.6 (sobre los archivos,
registros y documentos eclesiásticos) del AAJ, conlleva, desde el punto de
vista del Derecho Internacional, la imposición al Estado de una obligación
de hacer frente a una conducta punible, toda vez que los Acuerdos entre el
Estado Español y la Santa Sede de 1979 son tratados internacionales,
debiendo interpretarse de acuerdo con el Derecho Internacional
cosuetudinario,
al
no
serles
de
aplicación719,
por
cronología
e
Acerca de la autonomía de las confesiones ex art. 5 LOLR -tema prolífico-, puede
consultarse un breve pero clarificador trabajo de ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La
autonomía de las confesiones religiosas”, en La Libertad religiosa en España. XXV Años de
vigencia de la Ley..., op. cit., 177-205. En el mismo hace notar que, desde la STC 46/2001, de
15 de febrero, (FJ 5), “no es posible seguir manteniendo en nuestro ordenamiento jurídico
que las confesiones religiosas son una manifestación más del fenómeno asociativo”. Para
este autor, “La autonomía de las confesiones adquiere el significado de libertad para
establecer sus propias estructuras organizativas, eximiéndolas, así, de la legislación
común que impone a los entes asociativos (...) un marco organizativo obligatorio”.
(ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La autonomía de las confesiones religiosas”, en La Libertad
religiosa en España. XXV Años de vigencia de la Ley..., op. cit., 191).
718 Cfr. PÉREZ-MADRID, F., “Protección de datos personales y apostasía..., op. cit., 26.
719 Resulta curiosa y contradictoria esta afirmación en la medida en que la propia Iglesia,
en el primer motivo de casación del recurso 6031/2007 -que origina la STS de 19 de
septiembre de 2008, cuyo examen se atenderá en la tercera parte de este trabajo-, al
amparo del Artículo I.6 del AAJ en relación con el art. 96 de la Constitución, invoca la
aplicación del artículo 27 de la Convención de Viena de 23 de mayo de 1969, que
717
311
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
irretroactividad, las normas de la Convención de Viena cuyo vigor se
inicia en 1980. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, sin embargo, sostiene su
inaplicabilidad por razones sustacialmente diferentes720.
En opinión de GONZÁLEZ MORENO, el artículo I.6 del AAJ “es
un tratado internacional que sirve, entre otras cosas, como instrumento
para determinar la eficacia civil de una serie de instituciones religiosas
reguladas por un ordenamiento jurídico de igual entidad que el estatal
pero que despliega sus efectos en un ámbito distinto. Según esta norma,
esel Estado el obligado a respetar y proteger la inviolabilidad de los
archivos, registros y demás documentos pertenecientes a entidades
eclesiásticas”721.
En definitiva, como señala ROCA FERNÁNDEZ, al establecer el art.
I.6 que el Estado ”respeta y protege”, se obliga a “hacer” y “no hacer”con
respecto a tales documentos: “Es decir, los documentos a los que se refiere
el art. I.6) no pueden ser objeto de registro, investigación, requisa o
embargo” (...), “Entender que los únicos documentos que este precepto
cubre son los pastorales y los que afectan a la intimidad de las personas,
determina que «una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como
justitficación del incumplimiento de un Tratado» (Cfr. FJ 2º, párrafo primero, STS de 19
de septiembre de 2008).
720 Cfr. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia I..., op. cit.,
342-343. Al tratar de la naturaleza jurídica de los Acuerdos de la Iglesia Católica con el
Estado Español de 1979, estima que “se asimilan a los tratatos internacionales, pero no
son tales, ya que son excluidos de la aplicación del Convenio de Viena de 1969 por el
artículo 6, a pesar de la presencia en él del representante de la Santa Sede, y dado el
hecho de que ésta no reconozca superior («prima sedes a nemine iudicatur» que dice el can.
1404) y, consecuentemente, no esté dispuestaa someterse a la jurisdicción de un tribunal
internacional. Así pues, estamos ante una auténtica ficción jurídica. Estos acuerdos
carecen de la cobertura de una auténtica protección jurisdiccional (...)”. (LLAMAZARES
FERNÁNDEZ, D., Derecho de la libertad de conciencia I..., op. cit., 342-343).
721 Continúa expresando la autora, que “No hay ninguna clase de restricción a esa
inviolabilidad a favor de los individuos, lo que incluiría a los titulares de datos
personales recogidos en los archivos y registros eclesiásticos. Resulta evidente la
naturaleza canónica de los libros parroquiales como verdaderos registros de los
sacramentos administrados, que hacen prueba de los hechos inscritos, pero que no
prejuzgan la adhesión personal a la fe católica ni la pertenencia actual a la Iglesia. Como
tales registros de la administración de sacramentos, son inviolables ante el Estado y frente
a los particulares porque en el propio Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede
sobre Asuntos Jurídicos se reconoce a la Iglesia Católica el derecho a ejercer su misión
apostólica y se le garantiza el libre y público ejercicio de las actividades que le son
propias y en especial la de culto, jurisdicción y magisterio”. (Cfr. GONZÁLEZ MORENO,
B., “Omisiones y transgresiones de los Acuerdos de 1979”, en CAPARRÓS, M. C.;
MARTÍN, M. M..; SALIDO, M., (eds.), XXX años de los Acuerdos entre España y la Santa
Sede, Comares, Granada, 2010, 287).
312
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
supone una distinción con respecto al resto de los documentos
pertenecientes a los órganos eclesiásticos que el Acuerdo cita y que en
modo alguno está reflejada en el texto convencional”722.
Como se indicó, el principio de publicidad registral remite a la
posibilidad de acceso a los registros públicos, y el hecho de poder acudir a
los archivos administrativos viene reconocido por el artículo 105 de la
Constitución723, empero este derecho posee una lógica restricción legal
sobreañadida cuando se trata de datos nominativos, relativos a la
intimidad o contenidos en archivos especiales.
Por lo que toca a los archivos de la Iglesia Católica, persona de
naturaleza jurídico-pública, como pone de manifiesto la antes mencionada
autora, son de titularidad privada desde el punto de vista del Estado, en
virtud de lo cual no puede accederse a ellos si no es mediante un
mandamiento judicial, siendo necesario, a su vez, que haya una ley que lo
habilite724.
A nuestro juicio se suscita aquí otra de las claves del tema: el
conflicto de intereses Iglesia-particular, que afecta a la autonomía de la
Iglesia, ex art. 6.1 de la LOLR, y que nos conduce al interrogante acerca de
qué vertiente -individual o colectiva- de la libertad religiosa ha de
prevalecer a la luz de las pretensiones de cancelación del asiento del
bautismo, con base en el derecho a disponer de sus datos personales, y la
negativa de la Iglesia, amparándose en la inviolabilidad de sus
documentos725.
Cfr. ROCA FERNÁNDEZ, M. J., “Interpretación del término ‛inviolabilidad’ en el
Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre Asuntos Jurídicos, de 3-1-1979” en
Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, 29 (2012), Revistas@
Iustel.com, 2.
723 El artículo 105 CE dispone la regulación por Ley de «b) El acceso de los ciudadanos a
los archivos y registros administrativos, salvo en lo que afecte a la seguridad y defensa
del Estado, la averiguación de los delitos y la intimidad de las personas».
724 Cfr. ROCA FERNÁNDEZ, M. J., “Interpretación del término ‛inviolabilidad’ en el
Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede..., op. cit., 8.
725 Como se indicó, adelantando acontecimientos, el tema de la inviolabilidad de los
archivos, registros y documentos eclesiales del artículo I. 6 del AAJ, uno de los
argumentos esgrimidos por la Iglesia Católica para sustentar el primero de los motivos
de casación de las sentencias de la Audiencia Nacional anteriores a septiembre de 2008,
ante el Tribunal Supremo por parte del Arzobispado de Valencia, en el caso del recurso
6031/2007; siendo el segundo motivo fundamentado en la vulneración del art. 6.1 LOLR
en relación con el art. 16 CE y el tercero el que más específicamente afecta a la LOPD
(arts. 2, 4, 5 y 11) por virtud de la cual se relacionan los Libros de Bautismo con los
ficheros de datos personales. Como recoge, entre otros, PÉREZ-MADRID, el Arzobispado
722
313
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Habida cuenta que, como sostiene ÁLVAREZ CORTINA, la
autonomía reconocida a las iglesias, confesiones y comunidades religiosas
únicamente cabe entenderla como independencia de los ordenamientos
confesionales en su esfera privativa, por lo que su alcance implica una
prohibición de interferencia en determinadas facetas de las confesiones,
empero la dificultad estriba en determinar cuáles sean “desde el punto de
vista positivo, los aspectos de la vida de las confesiones que resultan
definitorios de su identidad y organización interna proyectada al
exterior”726. Entendemos que, en el caso de la Iglesia Católica, en virtud de
los Acuerdos con el Estado Español, y el artículo 6.1 de la LOLR, queda
garantizado lo que el precitado autor denominaría “principio de
autonomía constitucional” que se traduce en la capacidad normativa en
materia de organización, régimen interno y régimen de su personal,
aunque, al tiempo, en su proyección externa, deba ajustar su
funcionamiento a las normas del ordenamiento jurídico general727. En este
sentido, como asevera DE LA HERA, “a tenor de la Constitución
Española, en un país seriamente comprometido con la libertad religiosa,
las confesiones religiosas han de encontrar la posibilidad de que se
mantenga plenamente, por los individuos y las entidades, un género de
conducta que responda, en todo a las exigencias de la fe que cada uno
de Valencia (en su caso) defendía que el derecho fundamental a la protección de datos en
su vertiente de cancelación “estaría limitado por el derecho fundamental a la libertad
religiosa que implica la libertad de organización”. (Cfr. PÉREZ-MADRID, F., “Protección
de datos y apostasía..., op. cit., 29). Realmente, se echa de menos un pronunciamiento de
este Alto Tribunal al objeto de iluminar y/o resolver esta cuestión.determinantemente,
puesto que, dada la situación actual, persistimos en la irresolución de esta relevante y
significativa cuestión.
726 Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La autonomía de las confesiones religiosas”, en La
Libertad religiosa en España..., op. cit., 192-193.
727 Cfr. ÁLVAREZ CORTINA, A.-C., “La autonomía de las confesiones religiosas”, en La
Libertad religiosa en España..., op. cit., 193. Dicha autonomía normativa, en su opinión,
compartida por nosotros, puede ejercerse con plena libertad “sin que se presente
obstáculo alguno para que la propia ley estatal reconozca civilmente organizaciones tan
dispares como la Iglesia católica, que constituye en su unidad institucional una entidad
de ámbito universal, las iglesias evangélicas nacionales, entidades coincidentes con el de
la nación o confesiones de ámbito territorial fluctuante (...)”. Recoge, asimismo, este autor
la opinión de de GONZÁLEZ DEL VALLE, cuando afirma que, según este principio, “no
se pone ningún límite a la capacidad de las confesiones religiosas para auto-organizarse
como tengan por conveniente”, “renunciando el Estado solemnemente a cualquier
tentación de imponer esquemas organizativos uniformes a las confesiones religiosas”.
(Ibídem, 193).
314
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
entienda practicar”728. La Ley de Libertad Religiosa de 1980 vino a
determinar el cuadro normativo concreto y adecuado para la práctica de
las exigencias constitucionales por lo que “con ella debe bastar para la
práctica de las exigencias constitucionales, esto es, para que todas las
confesiones encuentren las condiciones precisas para su establecimiento en
España y para el ejercicio de su libertad. Solamente no entran en ámbito
que establece la Ley, los grupos que no pueden ser encuadrados en el
concepto de confesión religiosa”729; cuestión que, a día de hoy, resulta
todavía altamente controvertida.
En definitiva, como acertadamente expresa ROCA FERNÁNDEZ
“¿Alcanza el derecho de libertad religiosa la facultad de cancelar los datos
del registro de bautismo?”. Su postura es clara al considerar que se está
ante un “conflicto de derechos: la autonomía de las iglesias y confesiones,
y la autonomía informativa individual, que trae su causa en el ejercicio de
la libertad religiosa negativa”730.
Para CANO RUIZ, el derecho de autonomía de la Iglesia católica
aplicado a esta cuestión encuentra un reforzamiento aún superior a través
de la obligación estatal, contenida en la mencionada norma del AAJ, de
respetar y proteger la inviolabilidad de los documentos pertenecientes a la
DE LA HERA, A., “Los problemas de la libertad religiosa: el modelo español”, en
Estudios en homenaje al profesor Martínez Valls, Universidad de Alicante, Murcia, 2000, 160.
729 Ibídem.
730 Cfr. ROCA FERNÁNDEZ, M. J., “Interpretación del término ‛inviolabilidad’ en el
Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede..., op. cit., 9-10. Para esta profesora, “la
facultad de llevar los libros de registro de Bautismo, de acuerdo con la propia concepción
teológica que tenga cada confesión religiosa, es una manifestación del derecho de
autonomía de las confesiones, y la autonomía a su vez forma parte del contenido esencial
del derecho de libertad religiosa, del que es titular la Iglesia Católica en este caso. Ahora
bien, si esto ha de afirmarse respecto de la libertad colectiva, no veo por qué el ejercicio
del derecho de cancelación –entendido éste como anotación marginal del acto de
abandono de la Iglesia, no como supresión de la cosntancia del hecho del bautismo- debe
ser considerado sólo como ejercicio del derecho de autonomía informativa, pero sin
conexión alguna con el derecho de libertad religiosa”. (Ibídem, 9-10). Disiente, por ende,
de la opinión del profesor OTADUY, para quien el derecho de libertad religiosa y el de
autodeterminación informativa no pueden tratarse como si contuvieran la protección del
mismo bien jurídico. Para ROCA, “no son del todo inconexos”, por las razones
expresadas, anteriormente.
Recoge, asimismo, la profesora ROCA FERNÁNDEZ la particular opinión de
RODRÍGUEZ GARCÍA para quien no es posible considerar “dato histórico” si no han
transcurrido “25 años de la muerte del bautizado o 50 a partir de la fecha de los
documnetos”. (Cfr. ROCA FERNÁNDEZ, M. J., “Interpretación del término
‛inviolabilidad’ en el Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede”..., op. cit., 10, nota
28).
728
315
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Iglesia y las entidades que la conforman; dicha inviolabilidad, según su
criterio, “la inviolabilidad reconocida corresponde al titular del derecho de
libertad religiosa en su vertiente colectiva y al titular de ese derecho en su
vertiente individual”; en consecuencia, inviolabilidad y autonomía
operarían como límites al derecho fundamental a la protección de datos
personales731. Pragmáticamente, en una posición contraria a los
mencionados autores se encuentra, por ejemplo, MESSÍA DE LA CERDA,
para quien la cuestión de la inviolabilidad no parece requerir “mucha
dedicación”, ya que los Acuerdos deben ser interpretados a la luz del
ordenamiento jurídico y, dado que el artículo 2 de la LOPD no incluye los
archivos eclesiales en el catálogo de exclusiones, “no cabe alegar la
inviolabilidad proclamada por los Acuerdos y la propia Ley Orgánica de
libertad religiosa como argumento a favor de la no aplicación de la LOPD,
ya que dicha inviolabilidad tiene como límite el respeto a los derechos
reconocidos por la Constitución”732
Concluyendo, como puede vislumbrarse, la realidad facilita la
coyuntura jurídica, introduciéndonos plenamente en disquisiciones sobre
conceptos legales que no siempre encuentran fácil acomodo en los
supuestos fácticos. El sempiterno problema de la “relativización” de las
cuestiones dificulta los pronunciamientos determinantes y clarificadores
sobre un tema concreto proveyendo de soluciones que no siempre son las
que mejor atienden al concepto de justicia material.
A nivel doctrinal, la materia objeto de examen en este apartado no
es pacífica y, como tendremos ocasión de comprobar, el resultado en sede
judicial tampoco ayuda a ello. En consecuencia, cabe apuntar que en el
intento de compresión conceptual de los términos en lid -fichero, registro,
archivo, inviolabilidad, autonomía,...- toda vez que la legislación estatal
prevé los mecanismos de protección de los derechos, también la normativa
Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico..., op. cit., 211212. A renglón seguido, afirma que “El reconocimiento de esos dos aspectos esenciales de
la libertad religiosa de la Iglesia, en nada supone una restricción al derecho de libertad
religiosa del interesado, por cuanto su derecho a abandonar la fe católica queda
suficientemente garantizado, ni mucho menos a su derecho de protección de datos de
carácter personal, por cuanto que los datos obrantes en el libro de bautismo no son
contrarios a ninguno de los derechos del interesado y a ninguno de los principios
reconocidos en la LOPD”. (Ibídem, 212).
732 MESSÍA DELA CERDA BALLESTEROS, J. A., “Protección de datos y libertad
religiosa: el tratamiento de los datos de los apóstatas...”, op. cit., 1927.
731
316
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
confesional tiene su palabra en la forma de organizarse y funcionar,
dentro de los límites del orden público y sumo respeto a los derechos
fundamentales. No procede, pues, denostar esta facultad de un colectivo
institucional, considerándola en su faceta estrictamente denotativa –y no
connotativamente-, en calidad de legítima y legal capacidad con
repercusiones en el ámbito de los derechos individuales.
3.2.3. EL PRINCIPIO DE CALIDAD DEL DATO, LOS DERECHOS DE
RECTIFICACIÓN Y CANCELACIÓN Y LAS INSCRIPCIONES DEL
LIBRO DE BAUTISMOS
Constantemente, se alude en el presente trabajo a la facultad de
disposición del interesado o afectado, por derecho, del poder de
disposición de sus datos personales. Es la parcela personal, sin duda, la
“jurisdicción” más autorizada para la adopción de cualquier decisión al
respecto. Y, en el caso de los datos especialmente protegidos, la intensidad
y preponderancia de la autodeterminación se multiplica de manera que
los principios que sostienen la legislación de datos, que ya señalados
oportunamente, adquieren mayor magnitud.
Compete ahora abordar la tercera, y más controvertida cuestión
litigiosa, a nuestro juicio, del tema objeto de investigación: el principio de
calidad del dato del artículo 4733 de la LOPD y los derechos de rectificación
y cancelación del artículo 16 de dicha norma, en relación con las
inscripciones del bautismo en los Libros parroquiales.
733 En su momento recogimos la dicción íntegra del artículo 4 de la LO 15/1999. Conviene
hacer alusión aquí a las consideraciones que realiza VIZCAÍNO CALDERÓN sobre los
principios generales de la calidad de los datos, que aparecen de forma muy expresiva y
sintética, por reflejar todo el alcance de la norma, a su juicio -que compartimos-, en el
Considerando 28 de la Directiva, que reza: «Considerando que todo tratamiento de datos
personales debe efectuarse de forma lícita y leal con respecto al interesado; que debe referirse, en
particular a los datos adecuados, pertinentes y no excesivos en relación con los objetivos
perseguidos; que estos objetivos han de ser explícitos y legítimos y deben estar determinados en el
momento de obtener los datos; que los objetivos de los tratamientos posteriores a la obtención no
pueden ser incompatibles con los objetivos originariamente especificados». (Cfr. VIZCÁINO
CALDERÓN, M., Comentarios a la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal,
Civitas, Madrid, 2001, 92). En efecto, como pone de relieve este autor, constituye un
principio básico en el sistema de la Ley, la aplicación de los datos a la finalidad para la
que fueron pedidos, así como un decisivo elemento interpretativo en orden a buscar
soluciones a los problemas en la práctica. (Ibídem, 93). Piénsese, por ejemplo en las
consecuencias de ello en los datos que obran en los Libros de Bautismo. A la luz de esta
acertada afirmación son muchos los interrogantes que pueden plantearse, como se verá.
317
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
El punto de partida desde el Derecho estatal es, indudablemente, el
artículo 4 de la LO 15/1999 que establece una serie de obligaciones
respecto a la calidad de los datos, es decir: un principio de pertinencia de
los datos, un correlativo deber de cancelación de datos innecesarios, una
adecuación del tratamiento a la finalidad autorizada y el correspondiente
deber de actualización y rectificación, además de los relativos a la
organización del tratamiento y la ética en la recogida de datos734. No
entraremos ahora en pormenores sobre cada uno de ellos, sino únicamente
en aquellos que dan cobertura a una hipotética “intersección” entre los
ordenamientos estatal y canónico por razón de los fundamentos en los que
las partes en conflicto basan sus pretensiones, es decir, la cancelación de
los datos inexactos o incompletos, según la dicción legal -aunque la
rectificación, sin ser invocada, también tiene predicamento en este espacio,
según nuestro criterio-.
Recordamos que el apartado 5 del mencionado artículo 4.1 establece
que «los datos de carácter personal serán cancelados cuando hayan dejado de ser
necesarios o pertinentes para la finalidad para la cual hubieran sido recabados o
registrados». Por su parte, los párrafos 3º y 4º del precitado artículo
prescriben lo que atañe de forma muy directa al tema central de nuestra
investigación: «Los datos de carácter personal serán exactos y puestos al día de
forma que respondan con veracidad a la situación actual del afectado» (art. 4.3);
«si los datos de carácter personal registrados resultaran ser inexactos, en todo o en
parte, o incompletos, serán cancelados y sustituidos de oficio por los
correspondientes datos rectificados o completados, sin perjuicio de las facultades
que a los afectados reconoce el artículo 16» (art. 4.4).
Como señala LACRUZ BERDEJO, la LOPD regula una serie de
derechos con relación los datos sensibles, que conllevan la exigencia de
consentimiento previo casi absoluta, contemplados específicamente como
“derechos de las personas”, “lo que acaso no sea más que facultades
integrantes del derecho a la autodeterminación informativa o conducentes
a la protección cautelar del derecho al honor o a la intimidad”, que son los
siguientes: derecho de oposición, derecho a la impugnación de
734 En esta manera de presentar los derechos y deberes dimanantes del artículo 4 de la
LOPD seguimos a J. APARICIO SALOM, en la 3ª edición de su obra Estudio sobre la Ley
Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal, ya mencionada, que realiza un estudio
pormenorizado e ilustrativo de la cuestión en sus páginas 178 a 197.
318
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
valoraciones basadas exclusivamente en tratamiento de datos, derecho de
consulta al Registro General de Protección de Datos, derecho de acceso,
derecho de rectificación y derecho de cancelación735.
En efecto, los derechos de acceso, rectificación, cancelación u oposición
del artículo 16 LOPD participan de una misma característica, la de ser
derechos personalísimos -sólo pueden ser ejercidos por el afectado o su
representante legal- y de carácter independiente, de manera que su
ejercicio no puede ser condicionado por el ejercicio previo del otro736,
aunque como pone de manifiesto la generalidad de la doctrina, por lógica,
ha de procederse con carácter previo al ejercicio del derecho de acceso737.
Con relación a los derechos de rectificación y cancelación, como señala
CARDONA RUBERT, juntos constituyen lo que algunos ordenamientos
han consagrado como habeas data o conjunto de facultades del titular de los
datos que se articulan alrededor de los derechos de acceso a los archivos y
a la posibilidad de exigir la cancelación o rectificación de las inexactitudes
o incorrecciones que presenten738.
El derecho de rectificación tiene por objeto obtener la corrección de
aquellos datos que resulten inexactos o incompletos, facultando, en
consecuencia, la modificación y actualización de la información desfasada.
El objeto del derecho de cancelación, sin embargo, es la eliminación del
fichero de aquellos datos personales que sean inadecuados o excesivos, sin
perjuicio del deber de bloqueo según el reglamento de la LOPD (artículo
31.2)739. La cancelación dará lugar al bloqueo de los datos, conservándose
Cfr. LACRUZ BERDEJO, J. A., et al., Elementos de Derecho Civil…, op. cit., 115.
Cfr. CARDONA RUBERT, M. B., en MARTÍNEZ, R. (coord.) et al., Protección de Datos.
Comentarios al Reglamento, Tirant lo Blanch, Valencia, 2008, 204.
737 E. GUICHOT en su ya mencionada obra Datos personales y administración pública, así lo
recoge (Vid. Página 398). También SERRANO PÉREZ reconoce la independencia de estos
derechos, pero sitúa el derecho de acceso como paso previo al ejercicio del resto. (Cfr.
SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op. cit., 360).
Viene referido, asimismo, por DEL CASTILLO VÁZQUEZ. (Cfr. DEL CASTILLO
VÁZQUEZ, I. C., Protección de datos: cuestiones constitucionales..., op cit., 342).
738 Cfr. CARDONA RUBERT, M. B., Protección de Datos. Comentarios al Reglamento..., op.
cit., 213.
739 Cfr. CARDONA RUBERT, M. B., Protección de Datos. Comentarios al Reglamento..., op.
cit., 212. En este mismo sentido, GUICHOT, recogiendo las aclaraciones de la Instrucción
1/1998 de la AEPD, señala que “los derechos de rectificación y cancelación pueden
ejercitarse siempre que el tratamiento no sea conforme con los principios establecidos por
la normativa sobre protección de datos, y en particular cuando tales datos resulten
inexactos o incompletos, por lo que, en el orden lógico, suceden al previo ejercicio del
derecho de acceso”. (Cfr. GUICHOT, E., Datos personales y administración..., op. cit., 398).
735
736
319
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
a disposición de las Administraciones públicas, jueces y tribunales durante
el plazo de prescripción previsto, cumplido el cual deberá procederse a la
supresión740.
Son derechos que suponen también para el responsable del
tratamiento no sólo la obligación de rectificar o cancelar los datos
personales, sino además el deber de notificar a quien se hayan
comunicado los datos, la rectificación o cancelación efectuada741.
DAVARA FERNÁNDEZ DE MARCOS recoge con acierto que en
ocasiones no se puede decir si un dato, contemplado en abstracto, es
adecuado, pertinente y no excesivo, porque todas estas características
tienen que ponerse en relación con la finalidad para la que fueron
obtenidos; en su opinión los conceptos jurídicos indeterminados plagan el
artículo 4 de la LOPD742.
SERRANO PÉREZ mantiene “la conveniencia de solicitar la rectificación en los casos de
datos inexactos o erróneos y la cancelación en supuestos de datos inadecuados o
excesivos, es decir, ante un incumplimiento déla ley de protección de datos. En ambos
casos será necesario aportar la documentación justificativa de la rectificación o de la
cancelación”. (SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos...,
op. cit., 361). SUBIZA PÉREZ también recoge, escuetamente, que “el ejercicio del derecho
de cancelación dará lugar a que se supriman los datos que resulten ser inadecuados o
excesivos”. (SUBIZA PÉREZ, I. et al., La Protección de Datos y sus mundos,…op. cit.,110).
740 Cfr. DEL CASTILLO VÁZQUEZ, en su obra ya citada protección de datos: cuestiones
constitucionales y administrativas, página 345, que se deduce claramente del tenor de la
legislación vigente. Resulta además muy interesante su apreciación sobre la especial
relevancia que cobra el derecho de acceso en los supuestos de desconocimiento de una
parcela de la propia vida (casos de amnesia, pérdidas de memoria, búsqueda de la
paternidad…). (ibídem, 343). Esta cuestión es susceptible de considerarse también en
nuestro tema en relación con los datos del bautismo si se desconoce si fue recibido el
sacramento o no, por ejemplo.
741 GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de datos personales y derechos fundamentales...,
op.cit., 134. Esta autora señala, siguiendo a LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, que los
datos serán rectificados, o en su caso cancelados, cuando sean incompletos, erróneos,
excesivos, no adecuados, se hayan obtenido de manera desleal o engañosa, sin el
consentimiento del afectado cuando éste sea imprescindible, o se haya vulnerado algún
otro precepto legal en su recogida y tratamiento”.
742 Cfr. DAVARA FERNÁNDEZ DE MARCOS, I., Hacia la estandarización de la Protección
de Datos Personales, La Ley, Madrid, 2011, 196. Para esta autora, el apartado 3 del artículo
4 de la LOPD ha sido uno de los más polémicos, en cuanto a la generación de incidentes,
de este artículo, incluso de la LOPD en general. Al disponer que «Los datos de carácter
personal serán exactos y puestos al día de forma que respondan con veracidad a la
situación actual del afectado», plantea indeterminaciones ya que no se puede definir
concretamente qué significa ser «exactos y puestos al día», por un lado; y, de otro, tienen
que responder con veracidad a la situación actual del afectado. Además, ello ha de
explicarse en conjunción con el siguiente apartado del art. 4, es decir, «4. Si los datos de
carácter personal registrados resultan ser inexactos, en todo o en parte, o incompletos
serán cancelados o sustituidos de oficio por los correspondientes datos, rectificados o
completos, sin perjuicio de las facultades que a los afectados reconocen en el art.16». En
320
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Así, pues, ¿qué ocurre, entonces, con la cancelación de la
inscripción del bautismo si se produce el abandono de la Iglesia? ¿En qué
sentido ha de entenderse esta cancelación? ¿Se trata de hacer desaparecer
materialmente el dato del bautismo?
Hemos de considerar sin más ambages que, desde el punto de vista
del bautismo como acto eclesial o recepción de un sacramento, de su
constancia registral no puede colegirse ninguna inexactitud toda vez que
se trata de un hecho efectivamente acontecido que configura la historia
biográfica personal. Entonces, si no es un dato inexacto por su realidad
histórica ¿cabe la intervención de la Agencia Española de Protección de
Datos para tutelar el derecho a una rectificación y/o cancelación de un
dato cierto?
Sin embargo, desde el prisma eclesial, del estatuto jurídico del fiel,
la inscripción del bautismo es registro de la condición de fiel católico; en
consecuencia, ¿la apostasía podría considerarse una inexactitud por
omisión, y, por ende, reclamar la intervención del órgano administrativo
para su corrección?
Recuérdese que, desde el ámbito jurídico, el abandono de la Iglesia
es una cuestión que ofrece los planos de consideración ontológicosacramental y social. Se ha dicho que la Iglesia Católica ha declarado
solemnemente su reconocimiento del derecho a la libertad religiosa (DH
n.2)743 y, como se afirma claramente en el Ordenamiento canónico, todo
fiel cristiano es libre para abandonar la Iglesia, y tiene derecho a ello744, si
bien, en sí mismo considerado, este acto carece de trascendencia civil; y,
aunque por su significado ontológico, el bautizado católico nunca pierde
consecuencia, el responsable del fichero o del tratamiento, tiene la obligación de sustituir
los datos que no sean exactos o que estén incompletos de oficio lo cual representa
bastantes dificultades, pues no se determina cuando el responsable del fichero puede
saber que los datos no son exactos, y, además, se entra de lleno en el ámbito de la
rectificación y de la cancelación de los datos, derecho que pertenecen exclusivamente al
titular de los datos. (Cfr. DAVARA FERNÁNDEZ DE MARCOS, I., Hacia la
estandarización de la Protección de Datos Personales, op. cit., 201-202).
743 Recordemos que este documento conciliar declara que el derecho a la libertad religiosa
está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, de tal manera que
ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a
ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. (Cfr.
DH, n.2)
744 El canon 748 §2 dispone que «A nadie le es lícito jamás coaccionar a los hombres a
abrazar la fe católica contra su propia conciencia».
321
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
esa condición, el CIC de 1983, al establecer la figura del “acto formal de
abandono de la Iglesia”, le atribuyó efectos relevantes, principalmente en
el ámbito penal eclesial y en el ejercicio del derecho a contraer matrimonio
(v. gr., cánones 1086, 1117 y 1124). Porque, además, y en otro sentido, en
nuestro país la situación de las personas en materia religiosa no establece
diferencias jurídicas, por lo que la formalización del abandono, ya sea de
la Iglesia Católica como de cualquiera otra confesión religiosa, carece de
trascendencia jurídica civil, a diferencia de lo que ocurre en otros países,
como es el caso de Alemania, donde la pertenencia religiosa implica
determinadas obligaciones, por ejemplo de naturaleza fiscal –sería el caso
del impuesto eclesiástico- y, en consecuencia, un acto formal de abandono
no posee significación jurídica en el ámbito estatal, ab initio.
También es relevante hacer memoria aquí del régimen jurídico del
abandono de la Iglesia, ya que es ésta una cuestión de trascendencia, tanto
desde el punto de vista jurídico-canónico como existencial para el fiel, que
viene exigiendo una regulación adecuada en orden a un eficaz respeto a la
libertad religiosa de cada uno. Y, puesto que se trata de un acto de tracto
sucesivo, reclama un procedimiento como garantía de su ejercicio;
procedimiento que ya existe en el ordenamiento canónico, y que no se
resiste a la constatación del alcance de la voluntad real del sujeto para
precisar sus consecuencias. La clave, pues, está en el procedimiento de
defección.
Como se observa con cierta insistencia en estas páginas, las
resoluciones que puedan producirse en la esfera canónica con respecto a la
pertenencia de un sujeto a la comunidad católica carecen de relevancia
directa en el Derecho español; sin embargo, la constancia pública de la
condición de miembro “se percibe como un requerimiento de seguridad
jurídica en el seno de cualquier organización, cualquiera que sea su
naturaleza”745, y ésta es la razón primera para la necesidad -desde el punto
de vista objetivo- de establecer un procedimiento que posibilite la
constancia del acto del acto de salida de su seno y regule sus efectos.
A nuestro juicio, la solución a los interrogantes emergen del
establecimiento del procedimiento adecuado para la defección del credo
OTADUY, J.,”La Iglesia Católica y Ley española de protección de datos: falsos
conflictos”, en Ius Canonicum, XLVIII, N.95, 2008, 129.
745
322
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
religioso y de la fórmula que deje clara constancia del acto apóstata, que
en la pauta canónica resulta meridiana: la inscripción marginal en el Libro
de Bautismos, oportunamente analizado. En virtud de ello coincidimos,
con la apreciación del profesor OTADUY746 cuando sostiene que tal vez no
resulte inapropiado establecer cierta analogía entre el procedimiento
canónico y el que establecen la Agencia Española de Protección de Datos,
en la Instrucción 1/1998, de 19 de enero (relativa al ejercicio de los
derechos de acceso, rectificación y cancelación)747 o, actualmente, en el
Reglamento de Desarrollo de la LOPD748, aunque se trate de actos de
naturaleza jurídica distinta. Éstos últimos recogen normas mínimas de
identificación personal, sin cuya observancia no cabe ejercitar el derecho.
El citado Reglamento de Desarrollo de la Ley Orgánica de
Protección de datos, por su parte, tras reafirmar, en su artículo 23, el
carácter personalísimo de los derechos de acceso, rectificación, cancelación
y oposición, en cuya virtud su ejercicio corresponde al interesado -o su
representante legal o voluntario, en su caso-, acreditada la identidad del
sujeto, determina cómo habrán de ejercitarse tales derechos, es decir, las
condiciones generales para su ejercicio, en su artículo 24, y el
procedimiento para su ejercicio, en su artículo 25, a saber:
«1. Salvo en el supuesto referido en el párrafo 4 del artículo anterior, el
ejercicio de los derechos deberá llevarse a cabo mediante comunicación dirigida al
responsable del fichero, que contendrá:
a) Nombre y apellidos del interesado; fotocopia de su documento nacional de
identidad, o de su pasaporte u otro documento válido que lo identifique y, en su
caso, de la persona que lo represente, o instrumentos electrónicos equivalentes; así
como el documento o instrumento electrónico acreditativo de tal representación.
Ibídem, 131 (Nota n.14).
En la Norma Primera, número tres, de la Instrucción se dice que «El ejercicio de los
derechos deberá llevarse a cabo mediante solicitud dirigida al responsable del fichero, que
contendrá:
-Nombre, apellidos del interesado y fotocopia del documento nacional de identidad del
interesado y, en los casos que excepcionalmente se admita, de la persona que lo represente, así como
el documento acreditativo de tal representación. La fotocopia del documento nacional de identidad
podrá ser sustituida siempre que se acredite por cualquier otro medio válido en derecho.
-Petición en que se concreta la solicitud
-Domicilio a efectos de notificaciones, fecha y firma del solicitante.
-Documentos acreditativos de la petición que formula, en su caso.
El interesado deberá utilizar cualquier medio que permita acreditar el envío y la recepción de la
solicitud».
748 Como se expresó, el Reglamento de desarrollo de la LOPD se aprobó mediante el Real
Decreto 1720/2007, de 21 de diciembre (BOE de 19 de enero de 2008).
746
747
323
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
La utilización de la firma electrónica identificativa del afectado eximirá de la
presentación de las fotocopias del DNI o documento equivalente.
El párrafo anterior se entenderá sin perjuicio de la normativa específica
aplicable a la comprobación de datos de identidad por las Administrativas
Públicas en los procedimientos administrativos.
a) Petición en que se concreta la solicitud.
b) Dirección a efectos de notificaciones, fecha y firma del solicitante.
c) Documentos acreditativos de la petición que formula, en su caso.
2. El responsable del tratamiento deberá contestar a la solicitud que se le
dirija en todo caso, con independencia de que figuren o no datos personales del
afectado en sus ficheros.
3. En el caso de que la solicitud no reúna los requisitos especificados en el
apartado primero, el responsable del fichero deberá solicitar la subsanación de los
mismos.
4. La respuesta deberá ser conforme con los requisitos previstos para cada
caso en el presente título.
5. Corresponderá al responsable del tratamiento la prueba del
cumplimiento del deber de respuesta al que se refiere el apartado 2, debiendo
conservar la acreditación del cumplimiento del mencionado deber.
6. El responsable del fichero deberá adoptar las medidas oportunas para
garantizar que las personas de su organización que tienen acceso a datos de
carácter personal puedan informar del procedimiento a seguir por el afectado para
el ejercicio de sus derechos.
7. El ejercicio de los derechos de acceso, rectificación, cancelación y
oposición podrá modularse por razones de seguridad pública en los casos y con el
alcance previsto en las Leyes.
8. Cuando las leyes aplicables a determinados ficheros concretos
establezcan un procedimiento especial para la rectificación o cancelación de los
datos contenidos en los mismos, se estará a lo dispuesto en aquéllas».
Es cierto que a nivel de requisitos procedimentales pueden
aprehenderse
similitudes
entre
el
ámbito
eclesial
y
el
estatal,
concretamente en la exigencia de normas mínimas de identificación
personal, sin embargo entendemos que la AEPD, empleó, mutatis
mutandis, en los procedimientos de tutela de derecho acometidos para
proteger los datos personales de los apóstatas, un mecanismo de solución,
como es la inscripción marginal, que no estaba previsto en la Ley,
324
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
produciendo, por tanto, un resultado “alegal”, sobre el que ahondaremos,
posteriormente.
Al referirse, específicamente, al ejercicio de los derechos de
rectificación y cancelación, en sus artículos 31 a 33, el Reglamento749
determina que «el derecho de rectificación es el derecho del afectado a que se
modifiquen los datos que resulten ser inexactos o incompletos»750 y que el
derecho de cancelación «dará lugar a que se supriman los datos que resulten ser
inadecuados o excesivos, sin perjuicio del deber de bloqueo conforme a este
reglamento»751; para el ejercicio de tales derechos, a tenor del art. 32, «la
solicitud de rectificación deberá indicar a qué datos se refiere y la corrección que
haya de realizarse, y deberá ir acompañada de la documentación justificativa de lo
solicitado»752; el responsable del fichero deberá resolver sobre la solicitud
de rectificación o cancelación en el plazo máximo de diez días a contar
desde la recepción de la solicitud, pudiendo interponerse la reclamación
prevista en el art. 18 de la LOPD en caso de no darse respuesta
expresamente a la petición753.
Al hilo de estas reglas, se completan los interrogantes: ¿quién debe
decidir el procedimiento a seguir para el abandono formal de la fe, el
Estado o la Iglesia? A la vista de la actuación de la Agencia, no es
descabellado sostener que el Estado se arroga esa facultad estableciendo
cómo debe realizarse tal acto de defección, al conminar a la Iglesia el modo
y el plazo para hacer efectivo el derecho de “cancelación” de los datos del
interesado obrantes en el Libro de Bautismo.
La práctica de la solicitud del abandono formal de la Iglesia
Católica por parte de quienes desean ese apartamiento y han recurrido al
procedimiento de tutela reconocido en la LOPD, vienen exigiendo a la
Iglesia Católica la cancelación de la inscripción bautismal en el sentido de
desaparición física de la inscripción, al amparo del art. 16 de la LOPD, bajo
Como señala CARDONA RUBERT, el espíritu del Reglamento de desarrollo de la
LOPD es el de facilitar al máximo los derechos de acceso, rectificación, cancelación u
oposición, hasta el punto de llegar a imponer al responsable del fichero o tratamiento la
obligación de atender la solicitud ejercida por el afectado, aunque no hubiese utilizado el
procedimiento establecido específicamente al efecto. (Cfr. MARTÍNEZ MARTÍNEZ, R.
(coord.) et al., Protección de Datos. Comentarios al Reglamento, Tirant lo Blanch, Valencia,
2008, 204).
750 Vid. Art. 31.1 RD 1720/2007, de 21 de diciembre.
751 Vid. Art 31.2 RD 1720/2007.
752 Vid. Art. 32.1 RD 1720/2007.
753 Vid. Art. 32.2 RD1720/2007.
749
325
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
la “amenaza” de emprender las acciones legales a las que la ley estatal da
cobertura, en caso de ser desatendida su petición por parte de las
instancias religiosas754.
Con relación a la inexactitud del dato, como manifiesta
GONZÁLEZ MORENO, carece de sentido mantener que un rechazo
actual de la fe convierta en inexacto el dato del bautismo; para esta autora,
el derecho de cancelación tiene como finalidad, de acuerdo con el artículo
16 de la LOPD, “eliminar -si no procede la rectificación en su caso-, los
datos de carácter personal cuyo tratamiento no se ajuste a lo dispuesto en
la presente Ley y, en particular, cuando tales datos resulten inexactos o
incompletos”, por lo que “al no ser susceptibles de inexactitud o de ser
incompletos los asientos registrales del bautismo, en el sentido de la
calidad de los datos establecida por la LOPD, no serían tampoco
susceptibles de cancelación en sentido técnico”755. MESSÍA DE LA
CERDA, con respecto a la inscripción del bautismo, sostiene una curiosa
postura que parte de que “la consideración del bautismo como un
“hecho”, con ser cierto, no elimina la necesidad de cancelar el asiento
relativo al mismo. Ello se debe a que este hecho es capaz de generar
consecuencias, por lo que es necesario practicar otro asiento que pueda
destruir el estado de cosas creado756. Para este autor, refiriéndose,
precisamente al tema de la apostasía y la cancelación de los datos obrantes
No cabe duda de que en estas lides la última palabra la tienen los tribunales de justicia.
ALENDA SALINAS, al tratar el tema del asiento de cancelación con relación al artículo
4.3 de la LOLR, apela al auxilio judicial para obtener la modificación de un determinado
asiento, y afirma: “En este caso, el resultado de una concreta resolución judicial firme,
seguramente que debería ser causa para modificar el asiento registral. He aquí una
posibilidad, si bien seguramente que remota de que un tercero ostente interés en el
asunto y, a menos que llegase a un acuerdo con la entidad correspondiente, no parece
que pudiese caber otra posibilidad que acudir al auxilio judicial para obtener la
modificación de un determinado contenido tabular. (Cfr. ALENDA SALINAS, M., El
Registro de Entidades Religiosas..., op. cit., 63-64): En efecto mutatis mutandis, la decisión
judicial vendría a ser la fórmula legítima para modificar un asiento registral. Señala,
asimismo, la aplicación por vía analógica del artículo 35 del Reglamento Hipotecario con
arreglo al cual “Los documentos pontificios expedidos con el fin de acreditar el
cumplimiento de requisitos prescritos en el Derecho Canónico para el otorgamiento de
actos y contratos en que esté interesada la Iglesia, traducidos y testimoniados por los
Ordinarios Diocesanos son documentos auténticos sin necesidad de estar legalizados”.
(Ibídem, 65).
755 Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos: su
contenido y límites respecto al bautismo y la apostasía”..., op. cit., 25.
756 Cfr. MESSÍA DE LA CERDA BALLESTEROS, J. A., “`Protección de datos personales y
libertad religiosa…”, op. cit., 1923.
754
326
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
en los Libros de bautismo, afirma que “en los casos objeto de estudio,
parece que los interesados que solicitan la cancelación deseaban hacer
efectivo un «derecho al olvido» consistente en la desaparición de cualquier
información pasada relativa a su biografía religiosa”757.
Para SERRANO PÉREZ, la inexactitud se solucionaría mediante la
rectificación mientras que “la falta de cumplimiento de la Ley ocasionaría
la cancelación o borrado del dato dado qua la finalidad del derecho de
cancelación es evitar que los datos almacenados perpetúen y se conviertan
en etiquetas definitivas para el individuo con el subsiguiente peligro para
la identidad y los derechos de la persona758. Sin embargo, como señala por
ejemplo, PÉREZ MADRID recogiendo la disposición del artículo 16.5 de la
LOPD, existirán determinados supuestos en los que la propia relación
jurídica del afectado con el responsable del fichero impedirá que la
cancelación se materialice de forma inmediata en un borrado físico de los
datos y atendiendo a la aplicación del bloqueo de datos759; en sentido
contrario GARRIGA DOMÍNGUEZ reputa que como el bloqueo de datos
se reconduce legalmente en exclusiva al ámbito de la Administración
Pública, Jueces y Tribunales durante un plazo, en los demás casos la
cancelación significa siempre la supresión física de los mismos”760. CANO
MESSÍA DE LA CERDA BALLESTEROS, J. A., “`Protección de datos personales y
libertad religiosa…”, op. cit., 1930. Seguidamente, completa este autor esa apreciación
diciendo que “Sin embargo, dicho derecho no puede sobreponerse a los derechos de los
demás”. La expresión «derecho al olvido» es utilizada por algunos autores, como A.
GARRIGA DOMÍNGUEZ, para quien el derecho al olvido “es el instrumento para el
efectivo cumplimiento del principio de finalidad a través de la cancelación de los datos
personales que ya no sean necesarios para la realización de la finalidad determinada que
motivó su recogida y tratamiento”; en su opinión este derecho tiene por objeto
“contrarrestar uno de los riesgos más característicos del tratamiento de la información
personal: la posibilidad de recuperar en un instante cualquier dato por insignificante que
éste parezca, aún habiendo transcurrido decenas de años, lo que significa la desaparición
de la garantía de que, la fragilidad de la memoria humana, suponía para la intimidad de
las personas” (Cfr. GARRIGA DOMÍNGUEZ, A.,Tratamiento de datos personales y derechos
fundamentales, (2ª edición), Dykinson, Madrid, 2009, 136). Un interesante estudio sobre
este derecho al olvido en es ámbito digital puede verse en SIMÓN CASTELLANO, P., El
régimen constitucional del derecho al olvido digital, Agencia Española de Protección de DatosTirant lo Blanch, Valencia, 2012, en el que aborda con contundencia el aspecto
jurisprudencial del principio de publicidad de la sentencias y el Cendoj, así como la
difusión de las resoluciones judiciales a través de Internet ( Vid. páginas 64-98).
758 Cfr. SERRANO PÉREZ, M. M., El derecho fundamental a la protección de datos..., op. cit.,
358-359.
759 Cfr. PÉREZ-MADRID, F., “Protección de datos personales y apostasía”..., op. cit., 15.
760 GARRIGA DOMÍNGUEZ, A., Tratamiento de datos personales y derechos fundamentales...,
op. cit., 134. En opinión de esta autora, “Esta interpretación es la más acorde con el
757
327
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
RUIZ aborda este tema de forma más pragmática y sostiene que “está
fuera de toda duda que el hecho del bautismo, como hecho histórico no
puede ser borrado, pues da fe de ese acto y de ninguna manera se puede
borrar la realidad del hecho acontecido (factum infectum fieri nequit)”761.
Como colofón a nuestro estudio de este aspecto, una vez puestas de
relieve las cuestiones controvertidas más sustanciales en relación con la
apostasía y la protección de datos personales, y convertida en lid las
pretensiones de las partes que en lo sucesivo se revelarán con mayor
claridad, cabe todavía interrogarse acerca de lo siguiente: ¿se trata de un
choque de derechos, como parece desprenderse de las pretensiones de las
partes o es un derecho por parte de la Iglesia Católica? En cualquier caso
¿qué derecho debe prevalecer? Ambos son derechos, por consiguiente
tienen la misma validez, pero ¿cuál representa el interés superior?
Aquí puede ubicarse, en efecto, el origen del asunto que se
transforma en materia litigiosa, tanto por parte de los ciudadanos como de
la Iglesia Católica762; y ésta es la situación y el contexto más controvertido
y sustancial del presente trabajo de investigación, el cual, sobre estas
hipótesis planteadas a lo largo del mismo, tratará de elevarse a tesis, una
vez abordado el estado actual de la cuestión.
contenido y significado del derecho a la autodeterminación informativa, ya que sólo la
desaparición de los datos permite al interesado tener la completa seguridad de que no
van a poder ser recuperados de nuevo –incluso maliciosamente- y ejercer así un completo
control y seguimiento de los mismos, teniendo en cuenta además que el derecho de
cancelación de los datos forma parte del haz de facultades y poderes de disposición que
sobre sus datos tienen las personas”. (Ibídem, 135).
761 Al referirnos a su forma pragmática de considerar el tema del derecho de cancelación,
por parte de esta queremos decir que lo hace desde el fondo de la cuestión litigiosa,
recogiendo la posición de la ADPD, fundamentalmente. El tratamiento de esta materia se
encuentra en las páginas 198 a 209 de su obra ya citada. (Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos
religiosos en el marco del tratamiento…, op. cit., 198 ss).
762 Como se puede ir observando a lo largo del trabajo, hay autores que consideran que a
esta polémica sociológica elevada a conflicto jurídico subyace una inquina personal, no
hacia lo religioso, sino hacia todo aquello que signifique o recuerde la palabra
“catolicismo”. Es el caso, por ejemplo -aunque no el único-, de la profesora GONZÁLEZ
MORENO, que al tratar el tema objeto de nuestra investigación pone de relieve que “ni
una sola de las personas que se dirigió a la AEPD ha denunciado un uso ilegítimo del
tratamiento informático de sus datos por parte de la Iglesia Católica. Ninguno de los
reclamantes ha alegado vulneración del derecho fundamental al honor o a la intimidad
personal o familiar por parte de alguna entidad religiosa católica. En realidad, ha sido la
acción de un colectivo ideológicamente contrario a la Iglesia Católica lo que explica la
abundancia de los procedimientos de tutela de derechos iniciados por la Agencia de
Protección de Datos (…)”. (GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la
protección de datos: su contenido y límites respecto al bautismo y la apostasía”..., op.
cit.,6).
328
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
En definitiva, abordada en sus planos más relevantes la cuestión
litigiosa, conviene no olvidar que el análisis general de la misma remite a
la solución de una serie de cuestiones básicas que comienzan por estudiar
la procedencia de la aplicación de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de
diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal. Es el artículo 2 de
dicha Ley el encargado de determinar su aplicabilidad, en cuyo contenido
hallamos la referencia a los datos de carácter personal, y cuya definición se
encuentra en el artículo 3 de la misma. Se trata, pues de datos de carácter
personal registrados en un soporte físico que permita su tratamiento
(“susceptibles de tratamiento”, según el tenor del Considerando 27 de la
Directiva 95/46/CE); tratamiento que puede ser, indistintamente,
automatizado o manual, contenido o destinado a un fichero (de
conformidad con el art. 2 de la Directiva y el art. 3 b) de la LOPD) y que
tenga la consideración de estructura u organización con arreglo a
determinados criterios. Pero, ninguna consecuencia negativa pueden
padecer los interesados en la cancelación de sus datos personales
especiales si no se produce su tratamiento por parte de la Iglesia. Nuestro
juicio acerca del tema se centra, precisamente, en el tratamiento de los
mismos como principal factor de consideración, a pesar del mencionado
“derecho al olvido”, legítimo sí, pero no por ello preponderante en todo
caso; razón por la cual, tal vez la solución “final” que se ha dado al tema
de la apostasía y los datos personales sea de orden tan general que no se
permita alcanzar una solución siempre justa para todos los casos…
Sólo dilucidada esta cuestión previa, podrá pasar a verse el resto de
las alegaciones contenidas en las demandas, lo cual constituye plenamente
materia del apartado siguiente, al cual nos remitimos.
329
CAPÍTULO II: LOS TÉRMINOS DEL
CONFLICTO Y SU RESOLUCIÓN
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
¿Cuál es entonces la situación en que se halla nuestro tema? ¿Existe,
realmente, un conflicto entre los ordenamientos estatal y canónico? ¿Es
atendible, jurídicamente, la pretensión del apóstata?
El análisis de las decisiones judiciales que inciden sobre estos
interrogantes es nuestro cometido nuclear en este apartado, junto al
examen de la intervención del órgano administrativo competente en el
ámbito de la protección de datos de carácter personal, una vez puesto de
relieve el petitum partium, los argumentos jurídicos que los sostienen, los
derechos en discusión, así como las cuestiones controvertidas que nacen
de tal “disputa”.
Como se ha venido afirmando, insistentemente, las reclamaciones que
se han originado a la luz de la presunta negativa o falta de atención de la
solicitud formal de apostasía de los particulares por parte de algunas
Diócesis españolas, en defensa de la propia protección de los datos
bautismales, favorecieron la puesta en marcha del aparato administrativo
y jurisdiccional previsto por el Ordenamiento jurídico estatal en aras de la
resolución de controversias en materia de protección de datos de carácter
personal.
En un primer momento procesal, la Audiencia Nacional (Sala de lo
Contencioso-Administrativo, Sección Primera), en calidad de órgano
judicial competente ex art. 18.4 LOPD763, ha venido manteniendo una
considerable actividad al tener que estudiar el caso de numerosas
solicitudes de apostasía, recurridas ante la supuesta negativa de obispados
y parroquias a eliminar los datos personales que figuran en el registro
bautismal de esos interesados; y no tanto, sin embargo, a causa de
tratamientos ilícitos de tales datos por parte de la Iglesia Católica.
Hasta dónde alcance la sinceridad en las alegaciones de los
interesados por comportamientos irregulares de la Iglesia en esta materia,
y cuál sea el móvil auténtico de tantas reclamaciones, no nos compete en
esta ocasión. No obstante, todo apunta a que el “caballo de batalla” ha
venido, por una parte, de la jerarquía católica, pertinaz en negar “la baja
de la Iglesia” con argumentos que se han visto posteriormente rechazados,
parcialmente, por las resoluciones judiciales de la Audiencia Nacional; y,
763 Tenemos presente la dicción del Art. 18.4 LOPD que establece: «Contra las
resoluciones de la Agencia de Protección de Datos procederá recurso contenciosoadministrativo».
333
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
por otra, debido a la insistencia, contumaz también, de quienes pretenden
la eliminación física de sus datos personales de los libros parroquiales al
amparo de su libertad de conciencia, en un intento de llevar al extremo
una solución que, ab initio, parece sencilla, tanto desde el plano eclesial
como estatal, en la medida en que la solución apuntada, es decir, la
anotación marginal del acto de defección en calidad de “cancelación” del
dato, podría extraerse de ambas normativas -si bien como remedo en el
caso de la ley estatal-.
A ello se suma, para mayor incertidumbre, una disposición tenaz a
no abandonar la contienda por parte de ambos litigantes, en el sentido de
que siguen insistiendo en ahondar en las particulares posibilidades de
defensa de sus pretensiones al amparo de los argumentos que ofrecen
tanto el ordenamiento jurídico estatal como el eclesial, y, en concreto,
acudiendo a las garantías legalmente previstas ante el Tribunal Supremo,
mediante la interposición del oportuno recurso de casación.
Tras una no muy dilatada espera, la cuestión ha dejado de estar sub
iudice, y la jurisprudencia ha puesto relativa “paz” al conflicto.
Trataremos, pues, de recoger la postura de las partes y sus
argumentos, así como la respuesta del órgano judicial competente, a la luz
de lo que aportan las sentencias emitidas para el caso.
Una “lid” que, según nuestro parecer, es susceptible de obtener
satisfacción intraeclesialmente, desde un humano entendimiento entre el
particular y la Iglesia, ya que ésta dispone de normas y mecanismos para
ello, como hemos puesto de relieve, por cierto bastante similares a los
propuestos por el que denominaremos “tercero en discordia”, esto es, la
Administración, representada en este caso por la AEPD y su Director,
cuya actuación desde el año 2007, hasta el año 2010, ha sido objeto de
peculiares comentarios por sus intervenciones en prensa a la hora de
justificar sus posiciones con respecto a este tema.
334
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
1. POSICIONES DE LAS PARTES EN CONFLICTO
1.1. EL PARTICULAR-INTERESADO
Señalábamos que una de las cuestiones que suscita interés, según
nuestro parecer, surge del verdadero sentido de las reclamaciones de los
particulares ante la Administración en un tema tan íntimo y diferencial
como es la permanencia o no en un determinado credo religioso.
Cierto es que el derecho de libertad religiosa todavía no ha quedado
reducido a la esfera más íntima del individuo, y su faceta colectiva aún
goza de cierta consideración social que la hace merecedora de
“protección” por parte del Estado. Sin embargo, al asomarnos a la realidad
podemos vislumbrar con cierta facilidad el empeño que muchos grupos
ponen en denostar algo que, de suyo, tiene relevancia en la sociedad
actual aunque sólo sea porque deriva de la dignidad humana y del tan
manido “derecho al libre desarrollo de la personalidad”; nos referimos a la
misma libertad de creencias del individuo, que no es otra cosa que eso,
creer, cada uno lo que considere, atendiendo, en justa contrapartida, a la
creencia de los demás. Las voces que hoy tachan de fanatismo
determinadas formas de proceder de antaño, se erigen en auténticos
exaltados al sostener posturas más intolerantes, incluso, que aquéllas que
ellos critican que les conduce, en ocasiones, a mantener comportamientos
más discriminatorios que los de quienes han sido tildados de
intransigentes por ellos.
Cuesta comprender la incapacidad que demuestra el ser humano,
tan dotado de racionalidad, para temperar conductas y entender porqués.
Apelamos a la diversidad y, al propio tiempo, constreñimos la variedad…
¿A quién atender, pues? La cuestión básica es: ¿ acaso no cabemos todos?
Tras esta licencia disquisitiva que, de forma osada por inmerecida,
nos hemos permitido, acometemos la materia objeto de este apartado, que
se inicia adentrándonos, en primer lugar, en la postura del particular en la
lid.
Nos referíamos en las palabras iniciales a la autenticidad del interés
por el acto de la persona que solicita abandonar un credo religioso. Hemos
ido viendo cómo, progresivamente, se ha configurado el acto formal de
defección de la Iglesia Católica a la luz de las demandas tanto de la propia
335
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
estructura eclesial como de la necesidad de realizar dicho acto por parte
del sujeto individual. Estamos ante un acto de todo punto personalísimo,
del que cabe retractarse en cualquier momento y que alcanza la categoría
de jurídico al dotarse de determinadas formalidades y consecuencias de
tal naturaleza.
Por contener tales peculiaridades, cabe decir que, en todo el
entramado discusivo planteado y analizado en este trabajo, el elemento
basilar se halla, a nuestro juicio, precisamente, en la “verdad” de ese acto
de defección: si en realidad lo que pretende el particular es convertirse en
“ex-fiel”, la solución queda meridianamente delimitada a nivel eclesial
desde hace algunos años -concretamente, desde los nuevos aires
conciliares y la forma más “relajada” de entender la libertad religiosa por
parte de la Iglesia Católica-, que pasa por acudir, esencialmente, al
Obispado correspondiente con el fin de que quede constancia formal de su
defección y se obre “como mandan los cánones” -y nunca más ajustada
esta coloquial expresión-. De buen seguro, aunque haya intentos de
convencerle de lo contrario, nadie le habrá de impedir el ejercicio negativo
de su libertad religiosa. Por más que haya empeño en sostener lo
contrario, en este siglo ya casi nadie cree que pueda cercenarse un derecho
impunemente.
Sin embargo, como la solución al acto apóstata, como estricto acto
de abandono de la condición de fiel católico, es por esencia eclesial, no se
comprende fácilmente el concurso de la ley estatal en la solución de una
controversia generada por cierta obstinación: en puridad, la Ley Orgánica
de Protección de Datos Personales no fue pensada para actuar contra los
Libros parroquiales de Bautismos, a la sazón, registro de sucesos,
históricos, aunque podamos entenderlo de otra manera; ni la Iglesia se
dedica con asiduidad a litigar en los tribunales estatales. También es cierto
que puede no participarse de esta limpidez resolutoria de dar satisfacción
a la apostasía desde la norma canónica, según nuestro parecer, siendo
legítimo considerar la solución eclesial –aunque por extensión o analogía,
también estatal- no ajustada a Derecho; o, sencillamente, que la pretensión
particular se dirija a obtener otra solución diferente a la apuntada, que
sería, en el caso que nos ocupa, la extinción física de los datos derivada del
derecho de cancelación stricto sensu.
336
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
El principio de buena fe en el ejercicio de los derechos, que recoge
la norma general del artículo 7 del Código Civil, ha de sustentar cualquier
pretensión; sin embargo, ¿está presente en la actuación de los particulares
que desean apostatar? En la medida en que pretenden convencer de que la
Iglesia Católica les niega u obstaculiza el derecho, ¿Qué hay, realmente,
detrás de tan denodados esfuerzos que han alcanzado las esferas, no ya
administrativas, sino también las judiciales, en la búsqueda de protección?
El hecho cierto es que, por un lado, hasta la LOPD no se había
suscitado controversia alguna de esta índole y magnitud, ya que la
LORTAD, encaminada a la protección del tratamiento informatizado de
datos personales, eximía de su ámbito de aplicación los registros y
archivos eclesiásticos; por otro, a la vista de la decadencia numérica de
demanda de tutela de derechos ante la AEPD, y su consecuente
disminución en sede judicial, pone de manifiesto los cada vez más
apagados ánimos apóstatas-litigantes que permiten entrever no tanto una
verdad en la intención de abandonar el credo católico, como una inquina
hacia la Iglesia Católica por razones que, en la mayoría de los casos, se
revelan infantiles o absurdas764.“Hacer daño” al Catolicismo parece, pues,
ser la consigna de determinada orquestación de índole sociológico-política
que parece querer aislar o erradicar cualquier aspecto que tenga
denotación -o connotación- religiosa, con un feroz laicismo, muchas veces
extremadamente intolerante. Al observar determinadas actitudes en este
sentido, queda claro, a nuestro juicio, que, utilizando las palabras del
profesor CONESA, al tratar el tema del diálogo sobre los valores que
construyen la sociedad, “el nuevo ateísmo reivindica el espacio público
como un terreno neutral desde el punto de vista religioso”765. Que
764 CANO RUIZ recoge también datos acerca de estos movimientos que denomina «proapostasía» y su forma particular de entender el abandono de la fe católica. En la nota 6
de la página 156 señala como curiosidad el siguiente parecer de algunos apóstatas: “«para
apostatar, lo primero que tenemos que solicitar a la Iglesia católica que suprima [esto es,
que borre] todos nuestros datos de todos sus registros…»”. (Cfr. CANO RUIZ, I., Los
datos religiosos en el marco del tratamiento..., op. cit., 153-157). Más que curiosidad,
entendemos que este tipo de afirmaciones deja entrever una falta de preparación,
conocimiento y respeto hacia otras cosmovisiones diferentes a las suyas, en definitiva,
una pobreza intelectual que dificulta el entendimiento interpersonal e incluso, a veces, la
propia convivencia.
765 CONESA FERRER, F., “El nuevo ateísmo: exposición y análisis”, en Scripta Theologica,
Universidad de Navarra, Vol. 43, núm. 3, 2011, 584.
Este autor considera, con razón, el equívoco que supone considerar el laicismo “-y menos
aún el ateísmo- como lo «neutral»”. “Un espacio público -prosigue- limitado sólo a
337
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
cercenar las creencias -o su contrario- deba tener la más alta consideración
sociológico-política y, por consiguiente, jurídica, no resulta inteligible para
nosostros; ni consideramos que sea lo más adecuado en aras de una
convivencia respetuosa con la pluralidad de convicciones.
Con el fin de alcanzar cotas conclusivas en este orden de cosas,
analizamos ahora, a la luz de algunos pronunciamientos judiciales de la
Audiencia Nacional, a la sazón órgano judicial competente para resolver el
recurso contencioso-administrativo contra las Resoluciones del Director de
la AEPD de conformidad con lo establecido en el artículo 116 de la Ley
30/1992,
de
26
de
noviembre,
de
Régimen
Jurídico
de
las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común,
que atienden las pretensiones de los interesados en la tutela de sus
derechos, en esa especie de “ámbito intermedio” que representa la
jurisdicción de este Tribunal.
Dadas las similitudes en el petitum de los particulares, hemos
seleccionado una sentencia por cada año, desde 2007, para efectuar una
referencia más minuciosa al respecto, si bien se han estudiado más
resoluciones judiciales al respecto766. Y, si analizamos las resoluciones
administrativas en cuestión, se aprehende que, con carácter general, la
pretensión es repetitiva y susceptible de reducirse a los siguientes
extremos: desde la solicitud del acto de defección de la Iglesia Católica, se
invoca el derecho de cancelación de los datos personales ex LO 15/1999,
como único y exclusivo mecanismo para alcanzar dicho apartamiento, al
tiempo que se insiste en la desaparición física del dato del bautismo en
posiciones laicistas supone pretensiones absolutistas y acaba penalizando la creencia
religiosa, excluyendo a todos los que tienen un punto de vista religioso. Pero también es
cierto que hay que prever un espacio para los ateos. No tiene derecho a exigir que el
espacio público sea ateo, pero su voz debe ser escuchada en el contexto de las sociedades
plurales”. (CONESA FERRER, F., “El nuevo ateísmo: exposición y análisis”..., op cit., 585).
766 Básicamente, entre otras, han sido objeto de mayor examen las siguientes: SAN
4728/2007 (Nº Rec.199/2006 interpuesto) de 10 de octubre de 2007; SAN de 7 mayo de
2007 (Nº Rec. 427/2007); SAN, de 23 de enero de 2007 (Nº Rec. 205/2007); SAN
3948/2008, de 8 de octubre, (Nº Rec. 593/2007); SAN 3982/2008, de o de octubre, (Nº Rec.
595/2008); SAN 4410/2008, de 8 de octubre, (Nº Rec. 565/2007); SAN 3813/2008, de 8 de
octubre (Nº Rec. 319/2007); SAN 3872/2008, de 22 de octubre, (Nº Rec. 577/2007); SAN
3915/2008, de 8 de octubre, (Nº Rec. 402/2007); SAN 1664/2009, de 26 de abril, (Nº Rec.
430/2008); SAN 2086/2009, de 29 de abril, (Nº Rec. 82/2008); SAN 4179/2009, de 1 de
octubre, (Nº Rec. 689/2008); SAN 5860/2009, de 3 de diciembre (por silencio
administrativo) (Nº Rec. 528/2009); SAN 5915/2009, de 18 de diciembre (Nº Rec.
321/2009); SAN 164/2010, de 21 de enero (Nº Rec. 529/2009).
338
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
cuanto información personal especial integrado como tal dato en un
“supuesto” fichero sometido a la Ley de Protección de Datos Personales.
En esencia, y sobre todo, se pretende instar el “borrado de la
Iglesia” desde el ámbito estatal, por parte de los interesados o afectados.
De la SAN 4728/2007767, de 10 de octubre, v. gr., se extraen, entre
otras, las siguientes alegaciones: el particular «declaraba su derecho a
ejercer la oposición respecto de los datos de carácter personal obrantes en
los archivos de la Iglesia Católica y a que éstos sean cancelados» y «que la
Agencia Española de Protección de Datos instruya expediente sancionador
al arzobispado (…) al haberse negado a cancelar los datos»768; además de
hacer constar que la parte actora (el particular) sustenta su pretensión
impugnatoria en «Estimación aparente, desestimación real de la
reclamación: Aunque en apariencia la resolución estima la pretensión del
actor, en el fondo no es así, ni en la literalidad ni en el espíritu de la
resolución, que en su afán de no soliviantar al Arzobispado incurre en
importantes incongruencias y no protege los derechos fundamentales del
actor»769.
Esta sentencia falla en sentido desestimatorio sobre el recurso
planteado y confirma, por ende, la resolución de la AEPD por la que insta
al Arzobispado, en el plazo de 10 días, a emitir certificación de la
anotación en la partida de bautismo del particular el hecho del ejercicio
del derecho de cancelación. Ante la pretensión del particular, la AEPD
adopta una solución que no se contempla en la legislación de protección
de datos -ni en la Ley ni en su Reglamento- como respuesta al ejercicio del
derecho de cancelación, esto es, instar al Obispado u Arzobispado
correspondiente la anotación marginal en el Libro Bautismo y la
767 Sentencia de la Audiencia Nacional (Sala 1ª de lo Contencioso-Administrativo.)Roj:
4728/2007, que resuelve del Rec. Nº 199/2006, cuyo contenido destaca en densidad pero
también en la proporcionada y aceptable argumentación del particular. Mediante la
interposición de este recurso contencioso-administrativo se pretende impugnar la
resolución 220/2006 de la AEPD que, como era criterio habitual, insta al Arzobispado a
que, en el plazo de 10 días, remita certificación al interesado de que ha anotado en la
partida de bautismo el hecho de que ha ejercido el derecho de cancelación o motive las
causas para no hacerlo. Ha de hacerse contar que con idéntica fecha y contenido se halla
también la SAN que resuelve el recurso nº 171/2006 -que es la mencionada por CANO
RUIZ en la ya citada obra, página 171, nota número 55- y la que resuelve el recurso nº
354/2006, cuya ponencia fue efectuada por el Ilmo. Sr. D. Carlos Lesmes Serrano.
768 Cfr. Antecedente de Hecho Primero de la SAN 4728/2007. La solicitud de instrucción
de expediente sancionador es menos frecuente entre las peticiones.
769 Cfr. FJ 2º.1, SAN 4728/2007.
339
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
subsiguiente notificación de su realización al interesado. Podemos
interrogarnos,
en
consecuencia,
como
adelantábamos
en
páginas
precedentes, en el sentido de: ¿no puede considerarse ésta una solución
“alegal”?
En el supuesto resuelto por la SAN de 23 de enero de 2008770, la
petición del particular consistió en «que se eliminasen todos sus datos de
cualquier apunte registral, eclesiástico y, especialmente del Registro de
bautizados que mantiene la Iglesia Católica»771; en la SAN de 24 de abril
de 2009 consta la solicitud de «que se eliminasen todos sus datos de
cualquier apunte registral, estadístico y, especialmente, del Registro de
bautizados que mantiene la Iglesia Católica»772; en la SAN de 18 de
diciembre de 2009, se suplicaba «se dictara sentencia por la que se acuerde
facilitar al recurrente la documentación concerniente al bautismo para
poder continuar la tramitación frente al obispado de Madrid para poder
tramitar la petición de apostasía que se interesa»773; o, finalmente, la SAN
de 21 de enero de 2010, en la que se suplicaba «se dictara sentencia en la
que se anulara la resolución de la Agencia Española de Protección de
Datos nº 1098/2009, por ser contraria al ordenamiento jurídico»774.
No hacemos mención de resoluciones judiciales al respecto en los
años 2011-2012 en tanto no hemos hallado referencia de publicación
oficial.
En definitiva, tras el examen de las sentencias que emanan de la
Audiencia Nacional, coincidimos con GONZÁLEZ MORENO cuando
afirma que en las reclamaciones parece ponerse de manifiesto el deseo de
eliminar la inscripción como católico, sin que existan denuncias sobre uso
ilegítimo del dato del bautismo, su cesión, tratamiento, acceso,
770 SAN de 23 de enero de 2008; Id. Cendoj: 28079230012008100043; Nº Rec: 205/2007;
Obispado de Orihuela-Alicante, ponente: J. Guerrero Zaplana.
771 Cfr. SAN de 23 de enero de 2008, Antecedente de Hecho Primero. A la vista de la
concomitancia entre las sentencias, puede deducirse que el petitum de los particulares se
configura en la mayoría de los casos como un especie de calco, originando la sensación de
que realmente los interesados se dejan guiar más por las proclamas de determinadas
páginas web, que por iniciativa propia bien mensurada.
772 SAN 2086/2009; Nº Rec: 82/2008; Resol. AEPD de 21 de septiembre de 2007.
773 SAN 5915/2009; Nº Rec: 321/2008. (Cfr. AH 2º). En este curioso caso, se interpone
recurso contencioso contra la resolución del director de la AEPD fechada el 1 de mayo de
2009, por la que se acuerda inadmitir la reclamación presentada por el particular contra el
Arzobispado, procediendo al archivo de la misma.
774 SAN 164/2010; Nº Rec: 529/2009. (Cfr. AH 1º).
340
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
ocultamiento de datos o “la posesión ilegal de ese dato por parte de la
entidad eclesiástica correspondiente. En ninguna de las reclamaciones se
pretende la tutela de la AEPD ante una vulneración del derecho a la
intimidad personal y familiar por la posesión o el uso ilegítimos de datos
personales recogidos en ficheros susceptibles de tratamiento. Lo que se
reclama es otra cosa”775.
Empero, estas pretensiones de los particulares tienen su paradoja.
Para atisbarla, no hay más que asomarse al Informe Jurídico 419/2008, de
la AEPD, en el que se da respuesta a una consulta -derivada de la
resolución de 10 de junio de 2008 de la AEPD- sobre un caso de solicitud
de acceso a los datos contenidos en los “Libros de Bautismos del
Obispado”776 una vez ejercitado ya el derecho de cancelación777 por el
particular, y que fue oportunamente atendido por el Obispado mediante la
expresión de dicho ejercicio a través de la correspondiente anotación
marginal en el mencionado libro sacramental. La consecuencia de esta
actuación es, en el caso que nos ocupa, el bloqueo de los datos personales,
no la supresión de los mismos; esto es, se solicita el ejercicio del derecho
de acceso a los datos una vez ejercido con éxito -atendido sin rémoras por
parte del Obispado- el derecho de cancelación. Difícil de comprender, en
buena lógica, tales aspiraciones del particular y, en parte, acertada
actuación por parte de la Iglesia Católica al acudir al órgano
administrativo en busca de instrucciones.
Como se recoge en el Informe, «En el presente caso, la cancelación de
los datos personales contenidos en los Libros de Bautismo se articula mediante la
inclusión de una “nota marginal”, cuyo objetivo es que no se pueda tener acceso a
los mismos, y por tanto se convertirán en inaccesibles, alcanzando con ello el deseo
del recurrente de que sus datos no sean conocidos»778. Cuando el reclamante se
dirige a la parroquia en demanda de acceso a sus datos, se le responde
«que en la partida de bautismo figuraba la anotación marginal “abandonó la fe
Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos
personales…”, op. cit., 18-19.
776 Cfr. Informe Jurídico 419/2008, de la AEPD, párrafo primero. Nótese que los
Obispados, como tal, no poseen Libros de Bautismos; son las parroquias las que disponen
de este medio documental para acreditar la recepción de este sacramento de iniciación
cristiana.
777 Recuérdese que este derecho viene recogido en el artículo 16 de la LOPD y constituye
la base jurídica para acceder a la tutela de derechos de la AEPD prevista por esta Ley.
778 Cfr. Informe 419/2008 de la AEPD, en el relato de Hechos,Tercero.
775
341
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
católica” y «no expedir partida de bautismo sin la autorización de la Vicaría
General»779. En consecuencia, se desestimó la reclamación de Tutela de
Derechos, y la respuesta que ofrece el Informe es: «De este modo, cabe
considerar que el escrito remitido por el Obispado consultante afectado en
fecha 14 de julio de 2008, respondiendo a su solicitud de acceso, remitida
el 9 de julio de 2008, resulta suficiente para considerar cumplido lo
dispuesto en la Ley Orgánica 15/1999»780.
Del estudio de las reclamaciones de los particulares cabe inferir un
estilo peculiar en el petitum que excede, en ocasiones, de una adecuada
ponderación del objeto a proteger, es decir, de cuál sea el derecho que
pretenden prime en la “contienda”, ya que no se acierta a ver con claridad
si lo que desean los afectados es la protección de sus datos personales “no
tratrados” o la defección de la Iglesia Católica.
1.2. LA IGLESIA CATÓLICA
Sobre la base de ofrecer respuesta a las peticiones de los
particulares y como consecuencia de la actitud que éstos mantienen frente
a la postura de la Iglesia, la reacción de esta Institución viene siendo
ciertamente diversa y divergente, inicialmente.
Lo cierto es que, a la postre, la posibilidad de apostatar no ha sido
impedida por parte de la Iglesia, por más que haya sido renuente en
concederla, “fácilmente”, en algún momento de su reciente historia.
Tampoco falta a la verdad el hecho de que algunos obispados hayan
denegado, no la defección de la fe por acto formal, sino la obstinación en
apostatar “a la manera” del particular, al margen de las directrices
eclesiales dictadas en pro de la misma seguridad jurídica.
Al tratar la posición de los particulares ante el conflicto, hacíamos
mención a la SAN de 23 de enero de 2008781, que volvemos a traer a estas
líneas ya que sirve bien, según nuestro parecer, al propósito de conocer
cuál es la pauta que siguen algunos Obispados con relación a este tema. La
forma de actuar de los obispados españoles, en general, sin diferir en el
779
Ibídem.
Ibídem, in fine.
781 Nos referimos a la SAN de 23 de enero de 2008; Id. Cendoj: 28079230012008100043; Nº
Rec: 205/2007; Obispado de Orihuela-Alicante, ponente: J. Guerrero Zaplana.
780
342
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
fondo del proceder de los Arzobispados señeros de Valencia y Madrid terminantes en sus posiciones de denegación, no sólo de la cancelación de
los datos, sino también de la anotación marginal a instancias de la AEPD-,
presenta variaciones en la respuesta que dan al interesado que desea
apartarse de la fe católica.
En este supuesto citado, tan cercano a nosotros, ante la petición del
particular consistente en que se eliminen todos sus datos, especialmente
del registro de bautizados, «el Obispado contestó que el bautismo no
puede retirarse ni eliminarse y que no existe ningún archivo de datos en el
que conste las personas que pertenecen a al iglesia católica y que si desea
realizar un acto formal de abandono de la iglesia católica debería acudir al
obispado para ratificar su postura debiendo traer el DNI»782. En esta
ocasión,
el
fallo
desestimó
el
recurso
contencioso-administrativo
interpuesto por el Obispado, confirmando la resolución de la AEPD
recurrida.
Se aprehende que, en muchos casos783, el Arzobispado u Obispado
suele requerir la comparecencia in personam del interesado con el fin de
acreditar su identidad y la realidad de su decisión de apostatar; en otros
casos, consta que con la comparecencia se pretende informar al particular
de las consecuencias del acto de defección, o se informaba por escrito de
los pasos a dar previamente para apostatar. En determinadas ocasiones,
también se solicitaba una declaración formalizada ante notario o una
partida de bautismo, si únicamente se solicitaba la cancelación de los
datos. También es verdad que otros Obispados han sucumbido a la
anotación marginal instada por la AEPD sin más objeción784, lo cual
erradicó de plano el problema entre las partes, que ya no fueron tales,
dado que no persistió el interés por el “borrado físico” de la inscripción
bautismal. Otras veces, el Obispado, condescendiente a la solicitud de
cancelación, excedió el plazo de 10 días para efectuar la notificación de la
realización anotación marginal y ello motivó una reclamación de tipo
formal por el particular -es el caso de los Obispados de Málaga, Salamanca
Ibídem. AH 1º. Se constata también un error al denominar “Arzobispado de Valencia”
donde debía decir “Obispado de Orihuela-Alicante”. (Cfr. FJ 6º).
783 Cfr. v. gr. la SAN 2086/2009, de 29 de abril, ya citada.
784 Es el caso del Obispado de Córdoba, como también recoge CANO RUIZ (Cfr. CANO
RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos..., op. cit., 171), en
TD.00570/2006, R: 00262/2007.
782
343
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
y Ávila-; e, incluso, algunas Diócesis han cambiado la argumentación a lo
largo del tiempo785.
Al margen de singularidades -que las hay-, nos centramos ahora, de
forma resumida, en las razones alegadas ante la Agencia Española de
Protección de Datos por algunas Diócesis a la hora de denegar la
cancelación de los datos personales obrantes en los Libros de bautismos,
que, en todo caso, tienen un argumento central basado en la no
consideración de tales Libros como ficheros de datos personales sujetos a
la LOPD.
Así, se atisban razones del tipo siguiente:
-
El Libro de Bautismos no es un fichero de datos, ya que no
constituye una relación de personas que profesan la fe
católica, ni es un fichero de miembros, sino que es un acta
de hechos, de hechos históricos, que no presupone ni
prejuzga la pertenencia activa y/o actual a la Iglesia. No
existe en la Iglesia un “registro de católicos”, sino un libro
registro de bautismos786.
-
La apostasía es un acto personalísimo que no corresponde
conceder ni negar a la Iglesia en virtud del respeto a la
libertad de conciencia, sino simplemente hacerlo constar787.
-
El artículo 7.2 LOPD, en sede de datos especialmente
protegidos, permite exceptuar, en orden su tratamiento, el
necesario consentimiento expreso y escrito del afectado en
el caso de ficheros mantenidos, entre otras entidades, por
iglesias, confesiones o comunidades religiosas, en cuanto a
los datos relativos a sus miembros, sin perjuicio de la
cesión, que precisará siempre de ese consentimiento788.
Cfr. PÉREZ-MADRID, F., “Protección de datos y apostasía”..., op. cit., 2. CANO RUIZ
también acomete el análisis de este tema en su mencionada obra. (Cfr. CANO RUIZ, I.,
Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos..., op. cit., 167-171).
786 El Arzobispado de Valencia presenta de forma habitual esta argumentación; cfr v. gr.:
TD/00354/2006, R/00944/2006; TD/00284/2008, R/00716/2008; TD/00210/2006,
R/00560/2006.
787 Este es uno de los argumentos esgrimidos, principalmente, por el Arzobispado de
Valencia.
788 Es el Arzobispado de Madrid quien más ha utilizado este argumento. Ejemplo de este
razonamiento puede verse en los siguientes Procedimientos: TD/00459/2006,
R/00105/2007; TD 00666/2007, R/00078/2008; TD/0074/2007, R/00210/2008.
785
344
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
-
La Iglesia no realiza tratamiento alguno de los datos
contenidos en los Libros de Bautismo; datos, además, que
ni son inexactos, ni inadecuados ni exceden el ámbito ni la
finalidad para los que fueron recabados789. Los libros
sacramentales son libros de actas no son ficheros de datos.
-
El ejercicio de la apostasía conlleva unas determinadas
formalidades, en particular la comparecencia personal en el
obispado a los efectos de acreditar su personalidad y
ratificar la solicitud790 -previa presentación de DNI y/o
copia auténtica de su partida de bautismo791-, entre otros
requisitos.
En este sentido, aunque no atañe directamente al tema, no podemos
dejar de lado el supuesto referido en el Informe Jurídico 0378/2008, donde
se detecta cierta “incoherencia” en su consideración sobre la aplicabilidad
a la esfera registral, que debería presentarse incólume, por parte de la
Iglesia, en el sentido siguiente, que se recoge en el párrafo primero del
Informe: «La consulta plantea determinadas cuestiones relacionadas con el
acceso por el consultante a los datos contenidos en los Libros Eclesiásticos
de una determinada Parroquia, referidos a los años 1737 a 1856, habida
cuenta de que el interesado ha sido informado por el Arzobispado acerca
de la aplicación a dichos libros de lo dispuesto en la Ley Orgánica
15/1999, de 13 de diciembre (…)». A nuestro juicio, no se comprende bien,
pues, que se pueda sostener en este caso la aplicabilidad de la LOPD a los
“Libros Eclesiásticos” y, en otros, se esté luchando en el terreno judicial
por la inviolabilidad de archivos, registros y documentos eclesiales en
evitación de someter éstos a dicha legislación a los Libros de Bautismo y,
por extensión, a los de Confirmaciones792.
V. gr., Arzobispado de Madrid en TD/00147/2006, R/ 00465/2006; TD 00369/2007,
R/00928/2007.
790 Es el caso del Obispado de Orihuela-Alicante: TD/00522/2006, R/00184/2007;
791 V. gr. Arzobispado de Sevilla: TD/00569/2006, R/00259/2007.
792 Los Informes Jurídicos 1296/2008 y 0382/2008 hacen referencia a esta cuestión,
equiparando los Libros de Confirmaciones a los de Bautismos, en el sentido de ser
considerados ficheros de datos personales sujetos a la LOPD, a diferencia de los Libros
sacramentales de Matrimonios, que no se reputan tales. GONZÁLEZ MORENO, se
detiene también en este particular, en las páginas 23-24 de la obra mencionada, (Cfr.
GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos
personales…”, op. cit., 23-24).
789
345
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
La respuesta de la Administración, en este caso, por tanto, goza de
todo el fundamento: si numerosas sentencias de la Audiencia Nacional
proclaman que los Libros de Bautismo tienen la consideración de ficheros,
sujetos a la LOPD, «En consecuencia, ha de coincidirse con la respuesta
dada al consultante por el Arzobispado, en el sentido de indicar que les
será de aplicación a los mencionados Libros lo dispuesto en la Ley
Orgánica 15/1999»793.
Por ende, tampoco la Iglesia Católica da muestras de cohesión en su
forma de proceder, tanto a la hora de resolver la petición de defección del
credo religioso, como en relación a las directrices emanadas del órgano
administrativo instándole a la anotación marginal de la apostasía en el
Libro de Bautismos.
1.3. LA ADMINISTRACIÓN
Al hilo de lo señalado en el apartado anterior y en conexión con
ello, la cuestión que se suscita es: ¿Hubiera sido necesaria la intervención
de la Administración en este hipotético conflicto, toda vez que, en
puridad, las pretensiones de las partes no derivaban hacia una solución
extra-eclesial? Como se puso de relieve en el capítulo anterior, si no existe
un tratamiento inadecuado e inicuo de los datos personales, ni nos
encontramos ante un dato personal inexacto, no se comprende bien la
dirección de la AEPD.
En todo caso, salvo en la pertinaz intención del “borrado físico” de
la inscripción del hecho de la recepción del sacramento del bautismo, que
tal vez podría haberse resuelto mediante otras fórmulas, resulta difícil
entender la insistencia de la Agencia Española de Protección de Datos en
amparar y otorgar, sistemáticamente durante un tiempo, la razón a los
particulares que demandan la tutela de su derecho insistiendo en la
desaparición física de los datos, y ofreciendo, a cambio, la Agencia una
solución que no es contemplada por la LOPD.
Hasta el año 2007, las Memorias anuales de la Agencia no aludían a
problema alguno con relación al tema de la apostasía y la protección de
793
Cfr. Párrafo tercero del Informe Jurídico 0378/2008.
346
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
datos personales. Seguimos sin comprender la “automática” llamada a la
legislación de protección de datos personales en esta pugna desde
entonces. Y la cuestión llega a límite tal que la AEPD, con la consiguiente
repercusión doctrinal, se llegó a plantear la relevancia constitucional de la
cuestión de los Libros de Bautismo794. Cierto es que, hasta la intervención
de la Agencia, la declaración de apostasía era secreta, salvo que el propio
particular la diera a conocer795.
Por lo que se refiere a las Resoluciones de tipo administrativo, a la
vista de su cuantía, se observa que las denuncias ante la Agencia de
Protección de Datos que se realizaron aduciendo faltas de reconocimiento
del derecho de cancelación de datos por parte de la Iglesia se
incrementaron, numéricamente, entre los años 2007 y 2009.
Básicamente, las reclamaciones contra obispados y arzobispados
españoles (V. gr., Almería, Coria-Cáceres, Huesca, Madrid, Granada,
Orihuela-Alicante, Pamplona, Toledo, Tudela, Tuy-Vigo,...) se formulan
en base a hechos expresados como sigue: “Por no haber sido debidamente
atendido su derecho de cancelación de sus datos personales”, “por no
atender debidamente su derecho de rectificación...”, “por no haber
contestado la parroquia ... al requerimiento de esta Agencia”, “por la
denegación del derecho de cancelación de sus datos contenidos en los
ficheros del obispado” o por “la denegación del derecho de cancelación de
sus datos contenidos en el Libro Registro de Bautismos”796.
La estructura que presentan la mayor parte de estas decisiones
administrativas puede reconducirse, en síntesis, al siguiente itinerario:
resuelta la cuestión sobre la competencia del Director de la Agencia de
Protección de Datos para la decisión de las reclamaciones planteadas por
794 Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos
personales…”, op. cit., 5. Haciendo referencia a la Nota informativa, en prensa, del
Director de la AEPD, de 14 de octubre de 2008, a propósito del incidente de nulidad de
actuaciones que presentaría ante el Tribunal Supremo frente a la Sentencia de 19 de
septiembre de 2008, que más adelante será objeto de análisis.
795Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos
personales…”, op. cit., 7. Compartimos esta apreciación de GONZÁLEZ MORENO y la
que le sigue, es decir: “Esta situación lleva a preguntarse si no habrá habido una
utilización abusiva de la ley para obtener un efecto mediático con finalidades políticas e
ideológicas muy distintas del ámbito normativo propio del derecho fundamental a la
protección de datos personales”.
796 Consúltese, al respecto, cualquiera de las Resoluciones de la Agencia Española de
Protección de Datos, en http:/www.aepd.es, especialmente en el periodo 2007-2009.
347
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
los interesados (ex art. 37.d, en relación con el art. 36 de la LOPD), que se
recoge en el Fundamento Jurídico Primero de las resoluciones analizadas,
continúan con la invocación del artículo 18.1 de la LOPD, que faculta a la
Agencia para conocer de las reclamaciones a que den lugar las actuaciones
contrarias a la Ley (FJ 2).
En el Fundamento de Derecho Tercero se efectúa una llamada al
artículo 16 de la LOPD, en cuanto ampara el derecho a hacer efectivo el
derecho de rectificación o cancelación por parte del interesado, lo cual
supone un obligación inexcusable para el responsable del tratamiento, que
deberá realizar en el plazo de diez días.
El Fundamento Jurídico Cuarto de algunas de estas resoluciones
administrativas, hacen mención a una ley hoy derogada, el RD 1332/1994,
de 20 de junio, aunque vigente entonces -en concreto a su art. 15.2 y 3 en
algunas resoluciones, y al art. 11, en otras-, que hace referencia a la manera
de realizar con efectividad la rectificación o cancelación por el
“responsable del fichero”; regulación sustituida por el Reglamento de
Desarrollo de la LOPD (RD 1720/2007, de 21 de diciembre), cuyo Título
III, como se apuntó, trata los mencionados derechos de acceso,
rectificación y cancelación, con arreglo a lo previsto en la Ley797.
Finalmente, por lo que hace al Fundamento Jurídico Quinto -que
también varía poco de contenido entre las resoluciones-, en unas se recoge
la Instrucción 1/1998 , de 19 de enero, de la AEPD y suelen éstas presentar
seis o siete fundamentos de derecho; sin embargo, en otras no se recoge
aquella disposición y sí hacen referencia al contenido de la Nota de 6 de
julio de 2000, de la Dirección General de Asuntos Religiosos del Ministerio
de Justicia, que aporta un argumento clave, si bien no asumido por la
Audiencia Nacional en sus sentencias, es decir, que la Iglesia no tiene
ficheros.
Estas
últimas
resoluciones
únicamente
presentan
cinco
fundamentos jurídicos.
Asimismo, en todas las resoluciones se concitan diversas normas
de la LOPD, como son el art. 7.1, según el cual «De acuerdo con lo
establecido en el apartado 2 del artículo 16 de la Constitución, nadie podrá
ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias»; el art. 2.2,
797 Por mandato del artículo 17 LOPD, «1. Los procedimientos para ejercitar el derecho de
oposición, acceso, así como los de rectificación y cancelación serán establecidos
reglamentariamente».
348
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
en virtud del cual cabría pensar que el Libro de Bautismos no es un
fichero, pero sí puede tener la consideración de base de datos, por lo que
no estaría incluido en el régimen de excepciones a la aplicación de esta
Ley; y el art. 4.3, que recoge el principio de calidad del dato, es decir, su
exactitud, veracidad y puesta al día, en relación con el art. 4.5, que
establece el principio de necesariedad y pertinencia del dato en orden a la
finalidad para la que fue recabado.
La infracción de estos preceptos es la que pone en juego todo el
entramado de la protección de los datos personales especiales en el ámbito
administrativo y jurisdiccional.
Por consiguiente, los argumentos del Fundamento Jurídico angular
de las Resoluciones de la AEPD, podría sintetizarse como sigue:
1º.- Que la LOPD será de aplicación a los datos obrantes en las
partidas de bautismo, entendido que no existe exclusión expresa de la
Iglesia Católica en la ley.
2º.- Se reconoce nítidamente que el contenido de la inscripción
bautismal refleja un hecho histórico que no puede ser eliminado, ni
presupone la pertenencia actual a la Iglesia Católica, como se pone de
relieve en la precitada Nota de 6 de julio de 2000.
3º.- Que el procedimiento que satisface la tutela del derecho
invocado consistirá en la anotación marginal, en la partida de bautismo,
del abandono formal de la Iglesia.
De otro lado, todas las resoluciones de la Agencia resuelven estimar
la reclamación formulada por el particular interesado que desea realizar
su declaración de apostasía, e instar a la parroquia correspondiente para
que, en el plazo de los diez días hábiles siguientes, remita al reclamante la
certificación de que se ha producido la anotación marginal de su apostasía,
advirtiendo que contra esa resolución, que pone fin a la vía administrativa,
los
interesados
podrán
interponer,
potestativamente,
recurso
de
reposición ante el Director de la Agencia o, directamente, recurso
contencioso administrativo ante la Sala de lo Contencioso-administrativo
de la Audiencia Nacional798.
798 Cfr. artículo 18.4 LOPD; artículo 116 de la Ley 30/1992 (LRJAE-PAC); artículo 44.3 de
la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa.
Los actos administrativos dictados por la AEPD serán recurribles directamente, en única
instancia, ante la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, con
349
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
De la misma manera, en el desarrollo de este tipo de resoluciones
relativas al tema objeto de estudio es preciso atender a su significativa
proliferación, progresiva, en el lapso comprendido entre los años 2005 y
2009, momento a partir del cual se inicia un movimiento descendente,
como se verá, y que recoge CANO RUIZ haciendo alusión al vaticinio del
entonces director de la AEPD, que se expresaba en los siguientes términos
durante su comparecencia ante la Comisión Constitucional del Congreso
de los Diputados con motivo del informe sobre la Memoria de 2007:
«previsiblemente su número se reducirá en el futuro como consecuencia
de la Sentencia del Tribunal Supremo de 19 de septiembre de 2008»799.
arreglo a lo dispuesto en el art. 25 y en el apartado 5 de la Disposición Adicional Cuarta
del citado texto legal.
799 Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos de
carácter personal..., op. cit., 162, nota 19. Consultada la página web de la AEPD, no nos
consta que figure publicada ninguna memoria posterior al año 2010 (labor efectuada
durante el mes de agosto de 2012, por última vez).
Acerca de este primer periodo, CANO RUIZ recoge los siguientes datos: “En una nota
informativa de 30 de septiembre de 2008 la AEPD constataba que «en el año 2006 se
resolvieron un total de 47 solicitudes de tutela relacionadas con la cancelación por
asuntos religiosos. Ese mismo año, se recurrieron ante la Audiencia Nacional 15 de las
resoluciones dictadas por la AEPD. En el año 2007, el número de resoluciones de tutela
ascendió hasta 287 y fueron recurridas un total de 183. En el transcurso de 2008, ya se han
resuelto 316 tutelas de derechos y han sido recurridas 100 ante la AN. Por otra parte
existen en la actualidad 556 solicitudes de tutela de derechos pendientes de resolución de
la AEPD. Por su parte la Audiencia Nacional ha dictado hasta la fecha 171 sentencias,
estando pendientes 123». No obstante en la memoria de 2007. (...) se cifran en 304 los
procedimientos de tutela de derechos iniciados relativos a la cancelación de datos en los
libros de bautismo (…). En la Memoria de 2008 se informa que, «en cuanto a las
sentencias de la Audiencia Nacional, 166 fueron desestimatorias de los recursos
formulados contra resoluciones de la Agencia, que quedaron plenamente confirmadas
(72%). De dichas sentencias, 76 se referían a las reclamaciones relacionadas con los Libros
de Bautismo; 48 estimaron íntegramente las pretensiones anulatorias de las resoluciones
de la Agencia (21%, siendo 22 las referidas a los Libros de bautismo, dictadas con
posterioridad a la STS de 19 de septiembre de 2008, Por su parte, el Tribunal Supremo
declaró en 9 sentencias haber lugar a los recursos interpuestos contra sentencias que
confirmaban las resoluciones de la Agencia, referidas al derecho de cancelación en los
Libros de bautismo de la Iglesia Católica (…). En consecuencia, el Alto Tribunal vino a
ratificar todas las Resoluciones de la Agencia excepto las relativas a Libros de bautismo
de la Iglesia Católica». En la Memoria de 2009. Los datos que aparecen relativos a este
tema son los siguientes: la Audiencia Nacional ha dictado 99 sentencias (29% del total) y
el Tribunal Supremo ha resuelto 163 recursos de casación (más del 90% del total)”. (Cfr.
CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos..., op. cit.,
11-19) .
En nuestro caso, los datos que hemos podido constatar tras la investigación difieren algo
de éstos: hemos hallado 164 ó 165 STS, según día consultado. Por ejemplo, existe una
diferencia a día 11 de septiembre de 2012, con relación a análisis previos de una
sentencia, en concreto la STS 3224/2009, de 28 de mayo, Nº Rec. 573/2008, que no aparece
en el listado del Cendoj ese día, pero nos consta su publicación, pues disponemos de
copia de la misma; y, al contrario, aparece ese día, un fallo judicial que no constaba en
350
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
No en vano, en la citada memoria aparecen Madrid y Valencia
encabezando el listado de provincias donde más reclamaciones de
procedimientos de Tutela de Derechos ante la AEPD se produjeron, en
número de 256 y 148, respectivamente, sobre un total de 896 solicitudes en
toda España800; número que aumenta, para reducirse en los últimos
tiempos, como se mostrará más adelante.
Teniendo en cuenta que, hasta la promulgación de la LOPD, la
relación entre la apostasía y la protección de datos personales hubiera sido
tachada de quimera, desde entonces, abundamos con CANO RUIZ801, en
que tres momentos determinan el periplo de la postura de la AEPD en sus
decisiones tuteladoras del derecho que las alumbra: el primero abarcaría
hasta la Sentencia de la Audiencia Nacional de 10 de octubre de 2007,
momento desde el cual este Ente de Derecho público estimaba
invariablemente las reclamaciones que le presentaban, marcando una
segunda etapa que perdura hasta la publicación de la Sentencia del
Tribunal Supremo de 19 de septiembre de 2008, cuya luz jurisprudencial
inaugura un nuevo tiempo en materia de apostasía y datos personales, y
configurará un tercer ciclo en esta materia, que abarca hasta nuestros días.
La primera etapa de la actuación administrativa se caracterizaría,
sucintamente, por contener unos fundamentos jurídicos que atienden a la
ya mencionada Nota de la Dirección General de Asuntos Religiosos de 6
julio de 2000802, que declara que la Iglesia no posee ficheros de sus
miembros, ni relación alguna de ellos, por un lado. Por otro, la
consideración del Acuerdo de 3 de enero de 1979 entre el Estado Español y
consultas anteriores, esto es, la STS 2258/2009, de 23 de abril de 2009 (Nº Rec: 4770/2008).
PÉREZ MADRID, F., realiza también un estudio acerca de las Resoluciones de la AEPD
(Cfr. PÉREZ MADRID, F., “Protección de datos y apostasía”..., op. cit., 3 ss.).
800 Cfr. página 48 de la Memoria 2007 de la AEPD, que puede consultarse en
www.aepd,es. La página 55 de dicho documento muestra la comparativa en materia de
sentencias por sectores en los años 2006/2007, donde las relativas a la Iglesia Católica, en
el año 2006, es de 19. Alicante figura con un número reducido de tutela de derechos
iniciada, esto es, 17 reclamaciones.
801 A pesar de que no ha sido expresado con anterioridad, ha sido considerada,
especialmente, la referencia a I. CANO RUIZ por ser la última tarea de amplia
investigación que presenta similitudes con nuestro tema (Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos
religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos..., op. cit.,163 ss.).
802 Se trata de un referente en casi todas las Resoluciones de la AEPD, cuyas
determinaciones se abandonaron en esa especie de “segunda época” de la actuación del
Ente administrativo, para volverse a retomar a partir de la Sentencia del Tribunal
Supremo de 19 de septiembre de 2008.
351
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
la
Santa
Sede
sobre
Asuntos
Jurídicos
(art.
I.6)
favorece
el
pronunciamiento sobre la imposibilidad de cancelar el asiento en el
registro bautismal, así como que dicho asiento no es sinónimo de
pertenencia a la Iglesia Católica. En tercer orden, y reiterando lo que
recoge el citado informe de la DGAR, se entiende que el registro bautismal
hace referencia al hecho histórico del bautismo de una persona, es decir,
contiene actas de notoriedad de tal hecho, que justifica la improcedencia
de la cancelación del asiento porque no identifica al bautizado como
miembro de la Iglesia Católica. Finalmente, la AEPD, aunque acoge el
criterio de DGAR, recurre al art. 4.3 de la LOPD -exactitud y puesta al día
de los datos- para instar la anotación marginal en la partida de bautismo
de la defección como prueba del ejercicio del derecho de cancelación, en el
plazo marcado por la LOPD.
Como pone de manifiesto CANO RUIZ803 es la propia Agencia
quien se percata de su propio error al aplicar el principio de calidad del
dato a datos que no configuran un fichero, y en posteriores resoluciones
apostilla: «No obstante, los Libros de Bautismo, aunque no pueden
considerarse como un fichero de miembros de la Iglesia Católica, lo cierto
es que constituyen una base de datos de carácter personal que, conforme
al artículo 2.2 de la LOPD, no se encuentra excluida del régimen de
protección de la citada Ley Orgánica»804.
En estas resoluciones, la AEPD adopta como referentes legales las
normas siguientes: artículo 18.1 de la LOPD -relativo a las actuaciones
contrarias a las disposiciones de dicha Ley, que podrán ser objeto de
reclamación ante la AEPD por parte de los afectados-, artículo 16. 1 y 3 de
la LOPD sobre la obligación de hacer efectivo el derecho de rectificación y
cancelación por parte del responsable del tratamiento de los datos y el
bloqueo de éstos como uno de los efectos de la cancelación, así como a los
apartados 3 y 4 del artículo 15805 del RD 1332/1994, de 20 de julio, hoy
Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos...,
op. cit., 166, nota n. 27.
804 Entre otras, pueden verse: TD/00484/2006, R/00061/2007, TD/00129/2007;
R/00486/2007; TD/00079/2007, R/00205/2007, como también recoge la precitada autora
((Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos..., op.
cit., 166-167).
805 Este precepto regulaba el supuesto en que el responsable del fichero no accedía a la
solicitud de cancelación del particular y la obligación de comunicarlo motivadamente en
803
352
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
derogado por el Reglamento de Desarrollo de la LOPD, y la Norma
Primera806 de la Instrucción 1/1998 de la AEPD, de 19 de enero, ya sin
vigor.
En el segundo periodo, marcado por la Sentencia de la Audiencia
Nacional de 10 de octubre de 2007, la Agencia mantiene esta
argumentación de fondo, ampliándola según el tenor de dicho fallo
judicial, para, en el tercer momento aludido, modificar la postura en
adaptación a las directrices jurisprudenciales surgidas de otra señera
sentencia, la de 19 de septiembre de 2008, del Tribunal Supremo.
CANO RUIZ, por ejemplo, expone este cambio, expresándolo así:
“Hasta el 24 de noviembre de 2008, la AEPD utilizará los argumentos
arriba mencionados para dar cobertura a las reclamaciones presentadas
por quienes vieron incumplida su solicitud de cancelación de sus datos de
carácter personal en los libros de bautismo, que se cumplieran y detallarán
a raíz de SAN de 10 de octubre de 2007”807. No le falta razón; sin embargo,
hemos de hacer notar que días antes, el día 17 de noviembre de 2008, en
una Resolución del Director de la AEPD808 sobre una reclamación
efectuada contra el Obispado de Orihuela-Alicante, ya se atisba dicho
cambio.
En esta nueva fase, con respecto a la anterior, se advierte en las
resoluciones809, por ejemplo, la referencia, al artículo 18.1 LOPD (en
similares términos a las anteriores, en el FJ 2º), la alusión al art. 16 LOPD
(en FJ 3º; pero, en este caso lo es en la totalidad de su contenido normativo,
plazo a efectos de reclamación por el interesado, transcurrido el cual debía entenderse
desestimada la solicitud y efectuarse la correspondiente reclamación.
806 En esta norma se determina la obligación de contestación del responsable del fichero
de forma fehaciente, con independencia de la existencia o no de datos personales del
particular solicitante en sus ficheros.
807 CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos..., op.
cit., 167.
808 Nos referimos a la reclamación R/01582/2008 -TD/00676/2008.
809 Sin perjuicio de la observación de resultados en otras Resoluciones de la AEPD
anteriores al 19 de septiembre de 2008, hemos establecido la comparativa que se expresa
en estas líneas entre la R/00671/2008, de 10 de junio de 2008 y la anteriormente
mencionada, R/01582/2008, de 17 de noviembre, por presentar proximidad temporal,
porque la primera, en contra de lo habitual, desestima la reclamación del particular
contra el Arzobispado y porque, esta última afecta a nuestra provincia y, de alguna
manera, constituye una novedad con respecto a las últimas investigaciones sobre el tema.
Resolución Nº. R/00671/2008, fechada el 10 de junio de 2008 (Procedimiento Nº:
TD/00112/2008). Este constituye uno de los ejemplos de desestimación de la reclamación
formulada por el particular por el hecho de que no haya quedado acreditado que el
particular ejerciera el derecho de cancelación ante el arzobispado.
353
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
no únicamente de los apartados 1 y 3, como sucede en otras de ellas) e,
igualmente, trae a colación el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos en materia
de inviolabilidad de los mencionados archivos, que no pueden ser
cancelados (FJ 4º). Asimismo, aparece mencionada la SAN de 10 de
octubre de 2007810, la cual justificaba la estimación de los asientos
registrales del Libro de Bautismo como una apariencia de pertenencia a la
Iglesia Católica, ex art. 4.3 LOPD, y, en consecuencia, procedía verificar la
disconformidad de ser considerado como miembro de la misma, mediante
anotación marginal en la partida de bautismo del reclamante811.
La diferencia, realmente, se sustancia en el párrafo tercero del
Fundamento Jurídico Cuarto, al recoger ya la Sentencia del Tribunal
Supremo, de 19 de septiembre de 2008, que no manifiesta conformidad
con los razonamientos de la Audiencia Nacional, en orden a dejar de
reputar ficheros los Libros de Bautismos en los términos del art. 3.b) de la
LOPD; declara, al respecto, que «no cabe aceptar que esos datos
personales estén recogidos en los Libros de Bautismo como un conjunto
organizado tal y como exige el art. 3.b) de la LO 15/99, sino que son una
pura acumulación de éstos que comporta una difícil búsqueda, acceso e
identificación (…)». Igualmente, estima que tampoco cabe apreciar
ninguna inexactitud, puesto que en ellos se recoge un dato histórico cierto,
salvo que se acredite su falsedad; y termina concluyendo que, «siguiendo
el criterio marcado por la Sentencia del Tribunal (STS) citada en los
párrafos anteriores y confirmada en la STS de 14 de octubre de 2008, los
Libros de Bautismo no constituyen ficheros en los términos en que se
consideran por la Ley O. 15/1999 y además, tampoco cabe estimar
aplicable el art. 4.3 de la citada Ley, relativo a la exactitud y veracidad en
cada momento de los datos, motivo por el que se instaba la anotación
marginal en los Libros de la Iglesia”812.
Así, pues, además de recoger el pronunciamiento base del Tribunal
Supremo, esta Resolución alude, a renglón seguido, a la Sentencia de 22 de
octubre de 2008, de la Audiencia Nacional que asume dicha doctrina
emanada de ese Alto Tribunal .
810 No es el caso de la R/00671/2008, que no hace mención a sentencia alguna, aunque sí
de otras Resoluciones. Dicha referencia sí aparece, en cambio, en el párrafo 2º del FJ. 4º de
la Resolución de 17 de noviembre.
811 Cfr. FJ 4º, párrafo 2º, de la R/01582/2008 -TD/00676/2008.
812 Cfr. R/01582/2008 - TD/00676/2008.
354
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
La consecuencia lógica de tales razonamientos es la desestimación
de la reclamación formulada por el particular contra el mencionado
Obispado.
El tono de las Resoluciones ulteriores no ha variado hasta la fecha.
Por
ende,
a
pormenorizadamente
la
(R
vista
Nº.:
de
la
Resolución
01582/2008,
analizada
más
Procedimiento
Nº:
TD/00676/2008 contra el Obispado de Orihuela-Alicante), puede
concluirse que la característica más destacable de la actuación del Director
de la AEPD en el ejercicio de esta función suya813 durante un destacado
periodo -que abarca desde las primeras reclamaciones de tutela de
derechos ex art. 16 LOPD, hasta finales de 2008-, ha sido la de tutelar la
actuación del particular demandante de protección en su acto de apostasía
-en la medida en que no se han detectado reclamaciones por el tratamiento
de datos personales por parte de la Iglesia Católica, como se viene
reiterando-, en detrimento de la posición eclesial. No obstante, la situación
cambia, e, inicialmente, la modificación en el criterio administrativo
derivada de la jurisprudencia marcada por Sentencia del Tribunal
Supremo de 19 de septiembre de 2008, se hace depender de que prospere o
no el incidente de nulidad de actuaciones planteado ante ese Alto Tribunal
y/o el posterior recurso de amparo interpuesto ante el Tribunal
Constitucional, a tenor de la dicción de los párrafos finales del
Fundamento de Derecho Cuarto de la mencionada Resolución, a saber:
“No obstante, la Agencia Española de Protección de Datos ha presentado con
fecha 23 de octubre de 2008, un escrito de nulidad de actuación con relación a la
citada sentencia del Tribuna Supremo, de 19 de septiembre de 2008, al amparo de
lo establecido en los artículos 240 y 241 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y,
en el caso de no prosperar, interpondrá recurso de amparo ante el Tribunal
Constitucional.
En el supuesto de que en el futuro, como consecuencia de las actuaciones
referidas, se modifique el criterio interpretativo del Tribunal Supremo hoy vigente,
el reclamante podrá, conforme a lo dispuesto en el artículo 18 de la LOPD,
solicitar a esta Agencia que analice la procedencia o improcedencia de dictar
813 Recuérdese que, de conformidad con el art. 36 LOPD, el Director «dirige la Agencia y
ostenta su representación»; y que el art. 37.1 d) establece que la función de la Agencia
consiste en «Atender las peticiones y reclamaciones formuladas por las personas
afectadas».
355
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
resolución de tutela de derechos en el caso de que no se atienda debidamente una
nueva reclamación de cancelación de sus datos personales en el Libro de
Bautismo”814.
Es conocido actualmente el resultado de ambas instancias y la
consecuencia ha sido la necesaria adopción de una línea resolutiva
desestimatoria de las pretensiones de los particulares reclamantes de
tutela por la vía del art. 16 LOPD en lo que se refiere a la declaración de
apostasía y consiguiente cancelación de los correspondientes asientos
registrales de los Libros de Bautismo.
En este sentido, realizamos, seguidamente, por su conveniencia, un
breve apunte acerca de la evolución de los Procedimientos de Tutela de
Derechos derivados del artículo 16 de la LOPD resueltos por la AEPD en
los años 2007-2012, si bien, en puridad, el periodo real de análisis se
corresponde con los años 2007-2010, dado que los años 2011-2012 no
pueden considerarse en este trabajo al no tener constancia de información
oficial de la AEPD, vía Memoria Anual, que es la fuente de la que nos
hemos surtido para ofrecer los datos siguientes.
Así, en la memoria de la Agencia Española de Protección de Datos
del año 2008, se hace patente un incremento considerable de la demanda
de protección de datos personales, efectuado mediante el correspondiente
procedimiento de tutela de derechos, doblándose, casi, la cifra con
respecto a la anualidad anterior, ya que se pasa de la cantidad de 896 a la
de 1687, en la que Madrid (en número de 476), Valencia (131 casos)815 y
Vizcaya (222 casos) ocupan los tres primeros lugares en orden a demanda
de tutela de derechos ante la AEPD.
En la evolución por materias que presenta esta Memoria, aparece
un ligero incremento numérico en relación con los “datos especialmente
protegidos”: de 29, en 2007, a 57, en 2008. Y en la “comparativa de
Vid. Resolución Nº. 01582/2008, de 17 de noviembre de 2008, Procedimiento Nº:
TD/00676/2008 contra el Obispado de Orihuela-Alicante.
815 Cfr. Memoria de la AEPD de 2008 (páginas 52-59), en relación con las de 2007, 2009 y
2010, ya que la de 2011 no ha sido publicada en el momento deescribie estas líneas. En las
Memorias de la AEPD suele ofrecerse un cómputo por provincias, representado
gráficamente mediante un mapa de España. Atendiendo a éste, en la Memoria de 2007,
las cifras son: Madrid: 256; Valencia: 168, como provincias de referencia numérica.
Recogemos, asimismo el dato de Alicante, porque se trata de nuestra provincia y
consideraremos la situación en particular, oportunamente. En el año 2008, nuestra
provincia demandó 17 tutelas de derechos, mientras que en 2008, la cifra ascendió a 42.
814
356
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
sentencias de la Audiencia Nacional” que puede verse en la Memoria
citada, los Libros de Bautismo encabezan el ranking (de 19, en 2007, a 98,
en 2008).
Por lo que se refiere a la Memoria de 2009, los datos que figuran son
los siguientes: en cuanto a “procedimientos iniciados de tutela de
derechos”, de entre un total de 1.947, Madrid, con 541 casos y Valencia,
con 105 -Alicante presenta 53-, siguen liderando la iniciación de
reclamaciones de tutela. En la “comparativa de sentencias de la Audiencia
Nacional” por sectores, los Libros de Bautismo alcanza la cifra de 99; y en
cuanto a la “evolución por materias”, las consultas sobre datos
especialmente protegidos, disminuyen considerablemente (de 57, en 2008,
a 13, en 2009).
Finalmente, por lo que afecta a la Memoria de 2010, los datos con
respecto a los parámetros aludidos son: de un total de 1.643 solicitudes de
procedimientos de tutela de derechos, Madrid ( con la cifra de 444) y
Valencia (con 106) -Alicante, presenta el dato de 48 casos-, siguen
encabezando el elenco; por materias, las consultas sobre datos
especialmente protegidos pasan de 13 a 32, en 2010. En la comparativa de
sentencias de la Audiencia Nacional, la cifra decae notablemente, de 99 a
2, es decir, este tema pasa del primer puesto en la tabla general al último
lugar.
Por consiguiente, y en atención a lo que constituiría la posición de
la Administración en nuestro estudio, bien analizado, al observar la
postura de la Agencia Española de Protección de Datos en este asunto,
ésta podría ser calificada de “alegal” en la medida en que su actuación, no
es que resulte estar al margen de la Ley, sino que, de la evidencia que
supone la propia Ley de Protección de Datos –y su Reglamento-, no se
contempla la anotación marginal como forma de ejercicio del derecho de
cancelación de datos, sino que su desenvolvimiento pasa por la extinción o
desaparición física o, en su caso, el bloqueo de los mismos. Conminar a los
obispados a efectuar dicha anotación significa, más bien, extrapolar una
solución, en principio canónica, aunque también de orden registral civil,
de la que nada se dice en la LOPD.
Así, con relación a la inexactitud y puesta al día de los datos
personales, quizá, lo más coherente en este caso sería apelar a la
357
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
rectificación y no tanto la cancelación, por cuanto los datos cuya
cancelación se pretenden no son inexactos, pero sí han de actualizarse por
razón de la declaración de apostasía del interesado. Si la cancelación,
como respuesta a la demanda del particular afectado, a tenor de la LOPD,
supone la desaparición física -mientras que en el ámbito registral civil pasa
por la anotación marginal-, como tal solución no tiene viabilidad, al existir
coetáneamente otros derechos igual de legítimos y en idénticas
condiciones de tutela816; la coherencia, sin duda, conduce a considerar la
anotación marginal como remedo o imitación imperfecta en la cuestión: no
se corrige el hecho del bautismo -porque el hecho existió, se produjo
históricamente, y porque la condición de bautizado es indeleble desde el
punto de vista canónico-, sino la pertenencia activa a la Iglesia Católica, es
decir aquello que afecta exclusivamente a la condición de fiel.
Sin embargo, la anotación marginal en el acto de apostasía actualiza
un hecho-acto personal, equivalente, por tanto, a una cancelación registral,
aunque la LOPD no lo contemple así.
2. LA SOLUCIÓN JUDICIAL DEL CONFLICTO
Agotadas las vías de solución en el orden administrativo, y con el
concurso de la Ley, las partes, tenaces en sus pretensiones -especialmente
la Iglesia Católica con los arzobispados de Valencia y Madrid a la
cabeza817- se sumergen en la judicialidad del asunto litigioso.
La satisfacción del petitum no se ha producido para ninguna de las
partes contendientes. Evidentemente, la medida impuesta por la AEPD a
la Iglesia Católica para tutelar el derecho del afectado no ha significado el
fin de la lid sino, más bien, el comienzo de un nuevo itinerario en los
terrenos de la jurisdicción contencioso-administrativa. Una medida que,
Piénsese, por ejemplo, en los datos personales de los padres, padrinos o testigos, que
participaron -o, mejor, propiciaron- de ese acto sacramental que conforma la historia
personal y eclesial, guste o no al interesado.
817 Sin duda este hecho nos puede conducir a preguntarnos el porqué de este dato. A la
luz de la información oficial de que se dispone, Madrid y Valencia, se erigen en baluarte
de la negativa a efectuar la anotación marginal en el asiento registral del bautismo como
ejercicio del derecho de libertad religiosa individual por mandato de un ente
administrativo público derivado de una ley estatal que considera ficheros los Libros de
bautismos.
816
358
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
sin alejarse de la propuesta eclesial, no se configura desde el orden estatal
stricto sensu, sino por mímesis de otras normativas afines.
A ello se suma la candencia de otros interrogantes ávidos de
solución en aras de clarificar las posiciones, principalmente para la Iglesia.
Nos referimos a aquellas cuestiones que se trataron en apartados
precedentes como “cuestiones controvertidas” y que han significado el
núcleo de los argumentos utilizados por la parte eclesial, la particular y,
parcialmente, por la instancia judicial, a la sazón a su vez encargada de la
iluminación conceptual y delimitación jurídica.
Tampoco en esta sede el resultado alcanzó cotas definitivas en estos
momentos
iniciativos.
La
Audiencia
Nacional
adoptó
unas
determinaciones que serían posteriormente modificadas a la luz de los
pronunciamientos que generaron la línea jurisprudencial de la mano del
Tribunal Supremo, que perdura hasta hoy.
Se trata ahora de poner de relieve el desenvolvimiento de la
“cuestión litigiosa” en este ámbito, que proporciona, asimismo, un
interesante campo para el estudio y la reflexión acerca de la posibilidad de
cohonestar los ordenamientos jurídicos en pugna y la potencialidad de los
bienes jurídicos en demanda de protección.
2.1. LA AUDIENCIA NACIONAL
El intento de solución del conflicto se inicia con la prescripción
procesal de la legislación de protección de datos que remite, como se
señaló, a la posibilidad de plantear un potestativo recurso de reposición
ante la propia Administración, o un recurso contencioso-administrativo
ante la correspondiente Sala de la Audiencia Nacional.
A la luz de un abundante número de resoluciones de carácter
judicial, parece que ésta última coyuntura ha constituido la alternativa
más utilizada, tanto por los interesados en la apostasía, como por la Iglesia
Católica, pero especialmente por ésta.
En una primera aproximación, del análisis de las sentencias se
extrae, por un lado, que entre los sujetos actores hay particulares
interesados pero, mayoritariamente, son los obispados españoles -con los
arzobispados de Valencia y Madrid a la cabeza- quienes recurren las
359
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
resoluciones de la AEPD; y por otro, que el criterio de la Agencia es
declarado conforme a Derecho, ulteriormente, por las sentencias de la
Audiencia Nacional nacidas a raíz del recurso contra aquellas resoluciones
administrativas. En consecuencia, desde el órgano jurisdiccional también
se insta a las entidades eclesiásticas a que hagan constar la cancelación de
los datos personales de los interesados que habían ejercitado su derecho
de abandono de la Iglesia en sus correspondientes inscripciones de
bautismo.
De las sentencias emanadas de la Sala de lo ContenciosoAdministrativo de este Tribunal relativas al tema que nos ocupa, que han
sido analizadas en abundancia numérica818, la mayor parte se emiten a
instancia de los Arzobispados de Valencia y Madrid, a la sazón, las
diócesis españolas señeras en materia de recursos contra las resoluciones
dictadas
por
el
órgano
administrativo
competente,
desde
una
argumentación que afecta al fondo de la cuestión.
Salvo error u omisión, las primeras decisiones al respecto emitidas
por la Audiencia Nacional son la Sentencia de 10 de octubre de 2007
(Recurso 199/2006), a instancia de un particular interesado, y cuya
ponente fue la Ilma. Sra. Dña. Nieves Buisan García, y la Sentencia de la
misma fecha que resuelve el Recurso 171/2006819, en la que actúa como
ponente el Ilmo. Sr. D. Carlos Lesmes Serrano, a raíz del recurso
presentado por el Arzobispado de Valencia. Dichas decisiones, junto con
la Sentencia de 16 de enero de 2008820, cuya parte actora es el Arzobispado
de Madrid, han servido de base para el cotejo de las sentencias analizadas,
Recordamos que de entre el volumen de decisiones examinado, se ha atendido con
mayor minuciosidad a las siguientes: SAN 4728/2007 (Nº Rec.199/2006 interpuesto) de
10 de octubre de 2007; SAN de 7 mayo de 2007 (Nº Rec. 427/2007); SAN, de 23 de enero
de 2007 (Nº Rec. 205/2007); SAN 3948/2008, de 8 de octubre, (Nº Rec. 593/2007); SAN
3982/2008, de o de octubre, (Nº Rec. 595/2008); SAN 4410/2008, de 8 de octubre, (Nº Rec.
565/2007); SAN 3813/2008, de 8 de octubre (Nº Rec. 319/2007); SAN 3872/2008, de 22 de
octubre, (Nº Rec. 577/2007); SAN 3915/2008, de 8 de octubre, (Nº Rec. 402/2007); SAN
1664/2009, de 26 de abril, (Nº Rec. 430/2008); SAN 2086/2009, de 29 de abril, (Nº Rec.
82/2008); SAN 4179/2009, de 1 de octubre, (Nº Rec. 689/2008); SAN 5860/2009, de 3 de
diciembre (por silencio administrativo) (Nº Rec. 528/2009); SAN 5915/2009, de 18 de
diciembre (Nº Rec. 321/2009); SAN 164/2010, de 21 de enero (Nº Rec. 529/2009).
819 Junto a ésta, y de idéntica data y ponente, aparece también la SAN que resuelve el
Recurso 354/2006.
820 SAN de 16 de enero de 2008, que resuelve el Recurso 135/2007 (SAN 31/2008), cuyo
ponente es el Ilmo. Sr. D. Carlos Lesmes Serrano. Puede consultarse en la base de datos
del Poder Judicial (Cendoj), a la sazón, nuestra fuente de información al respecto.
818
360
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
en orden a exponer los argumentos y contra-argumentos de las mismas
que, por otra parte, y como ocurre con las resoluciones administrativas,
son prácticamente idénticos en todas ellas, salvando alguna insignificante
diferencia numérica en los fundamentos de derecho de algunas de ellas,
algún retoque de tipo semántico y algún que otro error al referirse al
sujeto actor -en muchas de ellas, por ejemplo, donde debe figurar el
nombre del Arzobispado de Madrid, aparece, el de Valencia-, lo cual
parece poco recomendable en una decisión judicial de este calado, a
nuestro humilde parecer.
Realizaremos,
pues,
el
análisis
del
contenido
argumental
basándonos en las tres sentencias citadas, principalmente, porque tienen
nuestra mayor consideración, en calidad de más representativas de la
cuestión litigiosa; existen muchas más, y las últimas parecen algo más
perfeccionadas, aunque su contenido no difiere en esencia.
De un lado, la elección de la Sentencia de 10 de octubre de 2007
(Recurso 199/2006), se debe a que es una de las pocas existentes emitida a
instancia de un particular; de otro lado, la sentencia de la misma fecha que
resuelve el Recurso 171/2006 se toma porque se trata de una de las
primeras -si no la primera- de las emitidas a instancia del Arzobispado de
Valencia; y la sentencia de 16 de enero de 2008, porque es una de las
últimas emitidas a instancia del Arzobispado de Madrid. Estas decisiones
judiciales nos aportan una idea global de la tipología de contenido de las
resoluciones judiciales en materia de apostasía y protección de datos
personales de la Audiencia Nacional en el lapso anterior a septiembre de
2008.
Centrados ya en el análisis de la cuestión, es preciso reseñar que, en
las sentencias de la Audiencia Nacional emitidas a instancias de los
particulares con ocasión de sus reclamaciones contra las resoluciones de la
AEPD, -actuando como co-demandado, al tiempo, el obispado-, los
interesados alegan que aquéllas son contrarias a Derecho y vulneran
derechos
fundamentales
y
libertades
públicas,
solicitando,
en
consecuencia, que se repongan sus derechos, y “declarando su derecho a
ejercer la oposición con respecto a los datos de carácter personal obrantes
en los archivos de la Iglesia Católica”821, además de demandar que la
821
Cfr., v. gr., SAN, 10 de octubre de 2007 (Rec. Nº 199/2006).
361
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Agencia instruya expediente sancionador al Obispado por negarse a
cancelar los datos.
Cuando se trata de sentencias emitidas para resolver las
resoluciones de la AEPD a instancia de los Obispados822, la parte
recurrente solicita que se acuerde “no haber lugar a la estimación de la
reclamación del particular interesado en la protección de sus datos
personales”, que le sea reconocida la inviolabilidad de sus archivos y que
en la partida de bautismo del interesado no se haga constar haberse
ejercitado el derecho de cancelación.
Por otra parte, como se ha dicho, para acometer el examen de los
argumentos, nos centraremos en la sustancia de las sentencias de la
Audiencia Nacional donde el Arzobispado de Valencia y Madrid devienen
recurrentes; el motivo de ello es el gran número de sentencias emitidas
como resultado de sus reclamaciones, especialmente por parte de la
archidiócesis valenciana.
Así, pues, y con relación al contenido del Fundamento Jurídico
Primero de las sentencias, que suele ser coincidente en todas ellas, el
interesado solicita al Arzobispado – que, en el caso de la SAN de 10 de
octubre de 2007 (Rec. Nº 199/2006), se trata de la Archidiócesis
valenciana- “que todos los datos relativos a la filiación personal y
circunstancias de quien suscribe sean eliminados a todos los efectos ante
cualquier apunte registral, estadístico u otro, y muy particularmente lo sea
del registro de bautizados que mantiene la Iglesia Católica”823.
Cfr., v. gr., SAN de 10 de octubre de 2007 (Rec. Nº 354/2006); SAN de 19 de diciembre
de 2007 (Rec. Nº 166/2007) o SAN 31/2008, de 16 de enero de 2008.
823 Aunque suponga una insistencia por nuestra parte, en sede inadecuada tal vez, no
dejamos pasar la oportunidad de enfatizar la diferencia de consideración en el
tratamiento de los Libros bautismales con respecto a los matrimoniales, tanto por parte
de los propios particulares, como desde la Administración. Se ha solicitado la cancelación
de datos personales en los Libros de Bautismos y Confirmaciones, esto es, la desaparición
física o “borrado” del dato personal, sin embargo no se ha producido esta petición con
relación al de Matrimonios, que nos conste. Si la razón de la diferenciación estriba en la
existencia en el mismo espacio de derechos de terceros que entran en juego con la misma
entidad y amparo, podría comprenderse la motivación, desde el punto de vista del matiz
contractual que conlleva el pacto matrimonial, pero no por esencia eclesial, toda vez que
dichos actos -bautismo, confirmación y matrimonio- son en la Iglesia Católica, por
definición, sacramentos. Otra razón a esgrimir nos llevaría a considerar que, por razón de
pura cronología, en términos generales, el bautismo y la confirmación “vienen
impuestos” por determinada educación, en un momento de la vida personal donde no se
goza de autonomía en la decisión de ciertos asuntos, mientras que el matrimonio deviene
de un consenso interpersonal, supuestamente querido. Este tipo de disquisiciones
822
362
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
El Arzobispado, en este supuesto, remite, oportunamente,
contestación a esta solicitud, argumentando que “los libros de bautismos
no son un registro de católicos, sino que contienen actas de hechos que
hacen referencia al hecho histórico del bautismo de una persona (...),
entendemos que no procede la destrucción ni la rectificación de sus
asientos” (FJ 1).
Tratamos ahora, en concreto, la Sentencia de 10 de octubre de 2007
que resuelve el Recurso 199/2006. El recurrente aquí es una persona
particular.
En la misma se especifica que: «la parte actora sustenta su
pretensión impugnatoria de la demanda, en síntesis, en las siguientes
consideraciones:
1.
Estimación
aparente,
desestimación
real
de
la
reclamación: Aunque en apariencia la resolución estima
la pretensión del actor, en el fondo no es así, ni en la
literalidad ni en el espíritu de la resolución, que en su
afán de no soliviantar al Arzobispado incurre en
importantes incongruencias y no protege los derechos
fundamentales del actor (...).
2.
Separación Iglesia-Estado. Aplicabilidad de la Ley
Orgánica
de
Protección
de
Datos.
Disentimos
profundamente de la tesis mantenida por la AEPD, que
es un calco de la sostenida por los servicios jurídicos de la
Iglesia Católica, pretendiéndose, en definitiva que tal
Iglesia Católica no esté sujeta al ordenamiento jurídico, lo
que se rechaza de plano (...). Los Libros de Bautismo son
ficheros y relación de sus miembros atendiendo a las
propias normas establecidas por la Iglesia Católica. De los
Cánones 96, 111.1, 204.1 y 849 del Código de Derecho
Canónico, en relación con el artículo 6 de la Ley Orgánica
derivadas de la juridicidad de los actos eclesiales con repercusión en el ámbito civil, nos
lleva a considerar la importancia del análisis del caso concreto para la obtención de
efectiva justicia; algo que no siempre es posible si nos atenemos a volumen de trabajo de
los tribunales de justicia españoles.
363
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
de Libertad Religiosa, es evidente que el bautismo
supone la incorporación de los individuos a la Iglesia, por
lo que su inscripción en el Libro Bautismal constituye
auténtica prueba, o al menos apariencia, de la pertenencia
a dicha confesión. (...).
3.
Inviolabilidad de los archivos de la Iglesia Católica. Los
Tratados Internacionales, una vez publicados, pasan a
formar parte del ordenamiento jurídico interno (art. 96
CE) pero no se superponen, y su integración debe
llevarse a cabo en armonía con el esto del ordenamiento
jurídico y con respeto a la Constitución, pues de lo
contrario sería exigible la previa revisión constitucional.
4.
Límites del derecho de la Iglesia a auto organizarse.
Derecho a establecer sus propias normas de organización
y régimen interno que no puede ejercerse con atropello
de los derechos fundamentales de sus integrantes, y no
integrantes pues también la Iglesia Católica está bajo el
imperio de la ley (Art. 9.1 CE) (...)»824.
El Fundamento Jurídico Tercero da respuesta a la aplicabilidad de
la normativa contenida en la LOPD, con base en los preceptos que afectan
a la cuestión, esto es: el artículo 2.1 o ámbito de aplicación de la Ley, el
artículo 3 a), que define qué son datos de carácter personal y las
disposiciones de la Directiva 95/46/CE, relativas al tratamiento de datos y
concepto de fichero, con respecto al cual juega también el art. 3.b) de la
LOPD-. La Sala argumenta al respecto que: «Los libros de bautismo, por lo
tanto, en la medida en que recogen datos de carácter personal (al menos el
nombre y apellidos del bautizado y el hecho mismo de bautismo) con
arreglo a criterios preestablecidos que permiten su tratamiento, tienen la
consideración de ficheros y están sujetos, en cuanto tales, a la legislación
en materia de protección de datos.
Con arreglo a lo expuesto no puede negarse que, por ejemplo, la
expedición de una partida de bautismo sea una forma de tratamiento de
datos personales y que éstos, al estar contenidos en el Libro de Bautismos
824
Cfr. Fundamento Jurídico Segundo de la Sentencia citada.
364
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
con arreglo a criterios preestablecidos, determinen que éste tenga la
consideración legal de fichero.
En definitiva, cuando el legislador ha querido excluir del ámbito de
aplicación de la LOPD determinados ficheros, lo ha dicho expresamente
(artículo 2.2 de la LOPD) sin que en dichas excepciones se comprendan los
Libros y Registros de la Iglesia Católica.
De todo lo cual esta Sala concluye, necesariamente, y conforme a lo
argumentado en la demanda, que la Iglesia Católica sí posee ficheros de
datos personales»825.
En el Fundamento Jurídico Cuarto de la Sentencia, la Sala entra ya
en el fondo de la controversia, aludiendo al principio del consentimiento
como «eslabón especial que otorga a la persona la posibilidad de
determinar la cota de salvaguardia de sus datos personales» ínsito en el
derecho fundamental a la protección de los datos del art. 18.4 de la LOPD;
protección que viene reforzada en relación con los datos sensibles, en este
caso relativos a las creencias religiosas, ex art. 16.1 de la CE. Para fortalecer
este argumento trae a colación la STC 292/2000, de 30 de noviembre, así
como los artículos 4.3 de la Ley -veracidad o exactitud de los datos- y la
Nota de la Dirección General de Asuntos Religiosos (DGAR), de 6 de julio
de 2000. Concluye: «Aunque la Agencia Española de Protección de Datos
no manifieste expresamente cuáles datos son inexactos o no puestos al día,
es claro para este Tribunal que sólo puede referirse a la pertenencia o
vinculación a la iglesia Católica. En la mencionada Nota se afirma que el
hecho de que una persona se considere o no católico, practique o no la
religión, es distinto de si fue o no bautizado, hecho que no prejuzga las
creencias posteriores de la persona ni su pertenencia a la Iglesia Católica,
así como que el asiento registral de bautismo no es prueba de la condición
de católico.
Estas afirmaciones no empecen, sin embargo, para que el bautismo
como
sacramento
tenga
un
sentido
de
iniciación
cristiana,
de
incorporación a la Iglesia, como se aduce en la demanda, y se afirma en el
propio Catecismo de la Iglesia Católica. Su perspectiva, pues supone al
menos
presunción
o
indicio
de
pertenencia.
Constituirá,
consecuentemente, una información exacta en todas sus manifestaciones si
825
Cfr. SAN de 10 de octubre de 2007 (Rec. Nº 199/2006).
365
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
el afectado, la persona a la que viene referido el asiento, manifiesta
expresamente su voluntad de no pertenecer a la misma.
Reflexión de la que necesariamente se concluye, desde la
perspectiva estricta del derecho fundamental a la protección de datos
personales o autodeterminación informativa, que, el principio de calidad
del dato se puede infringir si el responsable del fichero (en este caso el
Arzobispado de Valencia) permanece impasible ante una petición de
puesta al día de la información contenida en el Registro826.
La respuesta al argumento del recurrente relativa a la aplicación del
Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre Asuntos Jurídicos,
de 3 de enero de 1979, la hallamos en el Fundamento Jurídico Quinto de la
Sentencia. En el mismo se sientan dos importantes conclusiones. La
primera, expresa que los archivos y registros relacionados con el artículo I
apartado 6827 del citado Acuerdo Internacional «se encuentran protegidos
de cualquier intromisión procedente del Estado y resultan inviolables
frente al mismo. Ahora bien, tal inviolabilidad no es predicable frente al
ciudadano cuando ejercita el derecho fundamental previsto en el artículo
18.4 de la CE (...)»; la segunda conclusión sostiene que, «Debe tenerse en
cuenta, por lo demás, que los ficheros de la Iglesia Católica no resultan
amparados en ninguna excepción prevista en el desarrollo de este derecho
fundamental a la protección de los datos, esto es, en los artículos 23 y 24
de la Ley orgánica 15/1999, en relación con el artículo 13 de la indicada
Directiva 95/46/CE, de 24 de octubre, y la inviolabilidad invocada, en los
términos previstos en el citado Acuerdo del Estado Español con la Santa
Sede, como ya hemos señalado, no resulta oponible frente al titular de los
datos ni, por tanto, resulta relevante o decisiva para la resolución del
presente recurso»828.
Por lo que afecta al “derecho de la Iglesia a autoorganizarse”, en el
Fundamento Jurídico Sexto la Sala, tras la invocación de las SSTC
177/1996, de 11 de noviembre, 46/2001, de 15 de febrero, y 141/2000, de
Cfr. Fundamento Jurídico Cuarto. SAN de 10 de octubre de 2007 (REC. Nº 199/2006).
Recuérdese que el artículo I.6 del citado Acuerdo dispone que «el Estado respeta y
protege la inviolabilidad de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a
la Conferencia Episcopal Española, a las Curias episcopales, a las Curias de los
Superiores mayores de la Órdenes y Congregaciones Religiosas, a las parroquias y a otras
instituciones y entidades eclesiásticas».
828 Cfr. Fundamento Jurídico Quinto. SAN de 10 de octubre de 2007 (REC. Nº 199/2006).
826
827
366
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
29 de mayo, que profundiza en el contenido y alcance de la libertad
religiosa, concluye que «los asientos registrales del Libro de Bautismo
constituyen, al menos, una apariencia de pertenencia a la Iglesia Católica,
por lo que es legítimo que quien se sienta inquietado por el contenido de
dicho asiento, en el legítimo ejercicio de su libertad de conciencia, quiera
que de alguna manera se deje constancia de su oposición a ser considerado
como miembro de la misma (...). Como tampoco puede hacerse reparo
alguno a la forma en que la Agencia ha amparado el derecho fundamental
a la protección de datos de carácter personal, pues, la resolución garantiza
el contenido esencial de dicho derecho sin que se derive de su ejecución
una alteración sustancial del Libro de Bautismo»829.
El Fundamento Jurídico Séptimo, penúltimo de esta Sentencia, que
cierra la argumentación del Tribunal en lo que afecta al fondo de la
cuestión
litigiosa,
trata
la
insatisfacción
del
recurrente
ante
el
pronunciamiento de la AEPD, a la que aquel calificaba de «estimación
aparente pero desestimación real de su reclamación», tachándola de
«vulneradora de derechos fundamentales». Sobre este punto, afirma: «Esta
Sala, sin embargo, y contrariamente a dicha argumentación, considera que
el resultado de la ponderación de intereses a que acaba de hacer
referencia, necesariamente lleva a confirmar el pronunciamiento de la
resolución combatida y por ende la cancelación de los datos mediante
anotación, en la Partida de Bautismo, del hecho de que tal actor ha ejercido
el derecho de cancelación»”.
Y finaliza este fundamento de derecho con una aseveración de
considerable interés resolutivo para la cuestión litigiosa, en lo que afecta a
la oportunidad de eliminación física o el bloqueo de datos como
alternativa a lo anterior, establecida por el Reglamento de desarrollo de la
Ley, al declarar este Tribunal que «la solución adoptada por la AEPD es la
forma de coordinar los derechos del titular del dato, con la autonomía de
la Iglesia Católica en la regulación de sus archivos, y con el ejercicio del
derecho a la libertad religiosa en sus dos vertientes (...)
La cancelación entendida como eliminación o supresión física de los
datos, a mayor abundamiento, podría lesionar no sólo alguno de los
derechos fundamentales en juego, de los artículos 16.1 y 18.4 de la
829
Cfr. Fundamento Jurídico Sexto. SAN de 10 de octubre de 2007 (REC. Nº 199/2006).
367
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Constitución, sino además afectar a los derechos de otras personas, cuyos
datos figuren también en la misma Partida de Bautismo, que podrían no
estar conformes con dicho borrado o desaparición física de datos
personales»830.
Finalmente, por lo que hace al fallo de la Sentencia, como en las
otras
decisiones
judiciales,
se
desestima
el
recurso
contencioso
administrativo interpuesto -por el particular, en este caso- contra la
Resolución del Director de la AEPD.
En un segundo orden de cosas, y con respecto a las decisiones
judiciales que resuelven las pretensiones de la Iglesia Católica, la base
argumental de las demandas es coincidente, plenamente, en cuanto al
fondo del asunto aunque se manifieste con forma diferente. Por esta razón,
los argumentos pueden exponerse de forma conjunta, y así lo haremos,
seguidamente, no sin antes advertir que las sentencias para el
Arzobispado de Valencia -en general, puesto que las más recientes
prescinden de ello- hacen referencia a “dos bloques de argumentos en el
recurso” esgrimidos por parte de este Arzobispado -que se recogen, según
sentencias, en los Fundamentos Jurídicos Cuarto o Sexto-, mientras que en
las emitidas a instancias de la Archidiócesis de Madrid consta la
exposición de argumentos en seis puntos, a saber:
«1.- Los archivos Parroquiales son inviolables en virtud del punto
1.6 del Acuerdo sobre Asuntos jurídicos celebrados entre la Santa Sede y el
Estado Español y la Iglesia Católica tiene garantizado su derecho a ejercer
su misión apostólica y el libre y público ejercicio de las actividades que le
son propias, y en especial, las de culto, jurisdicción y magisterio.
2.- Los datos contenidos en las partidas de bautismo no se publican
en modo alguno, ni sufren operación, ni procedimiento técnico de
grabación, conservación, elaboración, modificación, cancelación o bloqueo,
ni mucho menos son objeto de transferencia, cesión, comunicación,
consulta, interconexión o transferencia.
3.- Los datos contenidos en la partida de bautismo no contienen
referencia alguna a las reales creencias del bautizado ni sobre su asistencia
o no a los actos de culto, no siendo los que constan ni inadecuados, ni
830
Cfr. Fundamento Jurídico Séptimo. SAN de 10 de octubre de 2007 (REC. Nº 199/2006).
368
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
impertinentes en relación con el ámbito y finalidades para las que se
obtuvieron.
4.- Los Libros de Bautismo no constituyen bases de datos
susceptibles de ser incardinadas en la Legislación sobre Protección de
Datos.
5.- Si la Administración ordena registrar asientos que constituyen
meras voluntades y que desnaturalizan la inscripción original de los
archivos de la Iglesia Católica se podría poner en entredicho el derecho a
la libertad religiosa tanto a nivel individual como a nivel de grupos en
que se integran.
6.- Lo que pretende la Agencia no es que se elimine un dato -el
nombre y apellidos- sino un hecho, un acontecimiento religioso cual es el
sacramento del bautismo, y que en su día fue legítimamente dado por los
progenitores del bautizado» 831.
Como se ha señalado, en las Sentencias donde el Arzobispado de
Valencia actúa como parte actora, y particularmente en la Sentencia de 10
de octubre de 2007 (Recurso 171/2006), figuran, en muchas de ellas “dos
bloques de argumentos”, que se recogen, a su vez, en las sentencias
emitidas a instancias de la Archidiócesis madrileña, y son los siguientes:
- El primer bloque “consiste en sostener la inviolabilidad absoluta
de los Libros y Registros de la Iglesia Católica frente a la acción del Estado.
Tal inviolabilidad se sustenta en el art. I.6 del Acuerdo sobre Asuntos
Jurídicos (...) y en su derecho fundamental como Iglesia o confesión
religiosa a decidir libremente su organización y funcionamiento frente a
cualquier intromisión del Estado, derecho fundamental consagrado en el
art. 16.1 de la Constitución Española y en el artículo 6 de la Ley Orgánica
7/1980, de Libertad Religiosa.
Así, la orden emitida por la Agencia Española de Protección de
Datos instándole a realizar una determinada anotación del Libro Registro
de Bautismo y emitir una certificación de constancia supondría una
intromisión ilegítima por prohibida no sólo por una norma con rango de
ley como sería el Acuerdo referido sino también por la Constitución
misma”832.
831
832
Cfr. Fundamento Jurídico Tercero. SAN de 1 de enero de 2008 (Rec. Nº 135/2007).
Cfr. Fundamento Jurídico Cuarto. SAN de 10 de octubre de 2007 (Rec. Nº 354/2006).
369
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
- El segundo bloque hace referencia a “la que considera incorrecta
aplicación de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, (...) a este caso
concreto. Por un lado se sostiene que los Libros de bautismo no tienen la
consideración de ficheros en el sentido expresado por la citada LOPD, no
siendo por tanto de aplicación dicha norma. En segundo lugar, y para el
caso de que dicha norma sea aplicable, los datos recogidos en el Libro de
Bautismo no son inexactos ni tienen por qué ser puestos al día pues se
limitan a constatar un hecho realmente ocurrido, hecho que no implica la
pertenencia actual a la Iglesia Católica”833.
En este punto, la Sentencia refleja que “para el Abogado del Estado
la anotación marginal ordenada por la Agencia no infringe la
inviolabilidad de los archivos sino que, por el contrario, conjuga dicha
circunstancia con el derecho del titular de los datos a que «quede
constancia de que, a pesar de que fue bautizado, no mantiene ninguna
vinculación con la religión católica»”834.
Por último, para justificar su decisión, la Sala argumenta en
términos idénticos a los expuestos en el análisis realizado con anterioridad
acerca de la Sentencia de 10 de octubre de 2007, que resuelve el Recurso
número 199/2006.
Consiguientemente, con carácter general, de las sentencias
analizadas de la Audiencia Nacional en materia de protección de datos
personales y su relación con el acto de defección de la Iglesia Católica,
anteriores a septiembre se 2008, puede inferirse que:
1º.- Entre las Sentencias nacidas al socaire de las pretensiones de los
particulares y las gestadas desde la instancia eclesial existen las lógicas
diferencias de los fundamentos que las sustentan, sin embargo, los
argumentos judiciales son idénticos. Esa es su principal semejanza y
diferencia.
2º.- Se produce la invocación de los artículos 16 y 18 de la
Constitución como basamento del legítimo derecho del actor a ejercer con
efectividad sus derechos de oposición y cancelación de datos personales.
3º.- Apelan a la jurisprudencia constitucional a la hora de sustentar
su argumentación, haciendo referencia expresa a aspectos relevantes sobre
833
834
Ibídem.
Ibídem.
370
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
la libertad religiosa contenidos en las sentencias 177/1996, de 11 de
noviembre (FJ 8), 292/2000, de 30 de noviembre (en FJ 6), 141/2000, de 29
de mayo (FJ 8) y la STC 46/2001, de 15 de febrero, en materia de libertad
religiosa835.
4º.- Como se observó en el examen de las resoluciones de la AEPD,
el artículo 4.3 -en conexión con los arts. 7 y 4.5, todos de la LOPD-, se erige
como piedra angular para la solicitud de la cancelación de los datos; sin
embargo, al traer a colación lo dispuesto en la Nota de 6 de julio de 2000
de la DGAR, la solución pasa por efectuar la anotación marginal del acto
de defección en el asiento registral de bautismo del interesado.
5º.- En cuanto a los argumentos aducidos por la Archidiócesis de
Madrid, siendo esencialmente los mismos que sustentan la pretensión del
Arzobispado de Valencia, se exponen, como se ha visto, en seis puntos,
que posteriormente se refunden en “dos bloques”, y que también se
reflejan en las sentencias vía Arzobispado de Valencia, como se ha
manifestado.
Las pretensiones parten de que los asientos o partidas de bautismo
responden al hecho de la administración del bautismo, en cuanto hecho
histórico, que en absoluto significan, prueban, ni prejuzgan las creencias
ulteriores de las personas bautizadas; sin perjuicio de las actitudes, a favor
o en contra de la Iglesia, que pueda adoptar el bautizado; así como la
inexistencia en los archivos de la Iglesia de un registro de católicos en el
que poder “dar de alta o de baja”. Esto queda en el ámbito de la
conciencia.
6º.- Los argumentos de rechazo, tanto de la cancelación como de la
modificación, mediante nota marginal en el Libro de Bautismos, se
amparan en el principio de inviolabilidad de los archivos eclesiásticos que
emana del art. I.6 del Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos entre el Estado y la
Santa Sede, al disponer que «El Estado respeta y protege la inviolabilidad
de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a la
Conferencia Episcopal Española, a las Curias episcopales, a las Curias de
los superiores mayores de las Órdenes y Congregaciones religiosas, a las
parroquias y a otras instituciones y entidades eclesiásticas».
835
Cfr. SAN de 1 de enero de 2008 (Rec. Nº. 135/2007).
371
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Se estimó, además, que los datos sobre los que se planteó el
conflicto no son inexactos,y que el Derecho español reconoce a la Iglesia
una libertad de organización que la ampara en su pretensión de no revisar
sus registros en base al AAJ.
7º.- La Sala rechazó tales argumentos; no obligó a cancelar -en el
sentido de desaparición física- la inscripción del bautismo, pero sí a dejar
constancia escrita en la partida correspondiente de la declaración de
abandono de la Iglesia Católica.
Por ende, a la luz de lo investigado, lo cierto es que, ni para que los
apóstatas realicen su derecho a cambiar de religión ni para que la Iglesia
admita el abandono de su seno era necesario esperar a la legislación sobre
protección de datos, puesto que antes de esta expansiva normativa, la
posibilidad era ya un hecho; y, a nuestro juicio, como se indicó, se exceden
las voces que desde algunos foros, especialmente en Internet, afirman que
la Iglesia impide apostatar.
Un sector doctrinal estima que entre la protección de datos
garantizada por la ley estatal, en cuanto “autonomía informativa de la
persona”, y la libertad religiosa, como “autodeterminación individual”,
existe la misma distancia que se produce entre los bienes jurídicos que
constituyen el objeto de cada uno de esos derechos. En este sentido, forma
parte de su particular opinión la idea de que para ofrecer protección a la
conciencia del apóstata, “la LOPD y sus intimidantes sanciones en forma
de cientos de miles de euros, es equivocar el tiro e instrumentalizar el
Derecho (...) es lo que parece que algunos pretenden en España”836.
En efecto, en la relación entre apostasía como parte de la libertad
religiosa (ex. art. 16 CE) y la Ley Orgánica de Protección de Datos
Personales (ex. art. 18.4 CE) reside en una característica de esos datos: su
carácter especial y su particular protección. Pero el tema también puede
analizarse desde otra consideración, es decir, como afirma OTADUY, “la
vinculación entre la apostasía y la protección de datos es errónea y
perturbadora para la buena aplicación del Derecho. Induce a confusión
acerca de la verdadera naturaleza de los problemas, o lo que es lo mismo,
Cfr. OTADUY, J., “La Iglesia Católica y Ley española de protección de datos: falsos
conflictos”..., op.cit., 120.
836
372
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
de los bienes jurídicos a proteger. Se hace una utilización instrumental -y
por lo tanto abusiva- de la Ley de protección de datos para la defensa de
otros intereses que no se encuentran contemplados en ella o sólo lo están
de manera indirecta o derivada. Los órganos jurisdiccionales no deberían
alentar esta deficiente interpretación del Derecho”837.
En definitiva y en buena lógica jurídica, la cuestión pasaría por
considerar que si se trata de un acto de apostasía, resuelto formalmente
como tal específico acto con arreglo al procedimiento canónico y
conducente a dejar constancia registral del acto por vía de la anotación
marginal en el acta de bautismo, no tendría por qué fundamentar
demanda alguna ante los tribunales estatales, puesto que, desde el punto
de vista de la libertad religiosa, la cuestión litigiosa, en sí misma, carece
absolutamente de contenido; en principio, la legislación sobre protección
de datos no es el cauce para garantizar la libertad de salida de la Iglesia, ya
que el cambio de religión forma parte de la libertad religiosa y como tal se
encuentra reconocido explícitamente en la Ley Orgánica de Libertad
Religiosa de 1980838. Sin embargo, también puede suceder que el rechazo
hacia esta institución religiosa sea tal que no se desee mantener contacto
alguno con la misma... consecuentemente, en el ejercicio de la ciudadanía
española, el particular puede intentar hacer valer su derecho a que su
libertad religiosa negativa sea atendida desde el propio ámbito estatal que
le sirve de sostén. La cuestión es artificiosa, pero no irreal, por lo que
llama a la reflexión.
Coincidimos con OTADUY cuando sostiene que, tal vez, la
irrupción de la protección de la libertad religiosa del art. 16 de la
Constitución está condicionando de manera negativa la aplicación de la
legislación española sobre protección de datos personales en el ámbito de
la Iglesia Católica y en que, además, resulta significativo “que las
denuncias contra la Iglesia ante la AEPD se hayan seguido exclusivamente
con relación a la declaración de apostasía y las consiguientes solicitudes de
Ibídem, 120.
El artículo 2 de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa establece: «1. La libertad
religiosa y de culto garantizada por la Constitución comprende, con la consiguiente
inmunidad de coacción, el derecho de toda persona a: a) Profesar las creencias religiosas
que libremente elija o no profesar ninguna; cambiar de confesión o abandonar la que
tenía; manifestar libremente sus propias creencias religiosas o la ausencia de las mismas,
o abstenerse de declarar sobre ellas».
837
838
373
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
modificación de los datos del asiento registral en el libro de bautismos (...)
y no surjan discrepancias sobre el manejo de otros listados o ficheros de la
Iglesia, que los tiene”839. La doctrina ha profundizado en este punto, y se
nos ocurre pensar con relación al matrimonio canónico, que tan diferente
consideración tiene por parte de la AEPD respecto del bautismo a nivel
registral: ¿en qué situación quedan los ficheros o bases de datos derivados
de los procedimientos de nulidad matrimonial?
A la vista de lo que antecede y de las ya numerosas resoluciones,
tanto administrativas como judiciales, nacidas al socaire de los recursos
presentados
por
los
interesados,
podría
pensarse
que
cierto
“obstruccionismo” asoma en la práctica, por parte del mismo solicitante
de la declaración de apostasía, al empecinarse en ciertos comportamientos
que no favorecen el ejercicio formal del derecho, como el hecho de negarse
a colaborar en el procedimiento eclesial, los intentos de apostasía
colectiva, las carencias o deficiencias en la identificación personal, entre
otros. Esta praxis es la que permite y facilita la intervención de la Agencia
Estatal de Protección de Datos frente a una negativa de la Iglesia a actuar,
que en la mayoría de los casos es más aparente que real.
Como decíamos, sorprende que algunos casos hayan llegado a sede
judicial ya que, entre las resoluciones de la AEPD confirmadas
ulteriormente por los dictados de la Audiencia Nacional y las
disposiciones del Derecho Canónico, no hay discrepancias, si es
considerado e interpretado correctamente éste último. Parece que la
solución es la misma en ambos órdenes -la oportuna anotación marginal-,
aunque existan diferencias procedimentales, en la medida en que,
mientras que para el Estado, el acto de apostasía en sí carece de
trascendencia, para la Iglesia Católica deviene un acto de extrema
relevancia, razón por la cual exige la clara constancia de la identidad y la
voluntad del abandono del apóstata. Entendemos que, en el fondo y en la
forma esta contienda judicial surge más bien debido a las “actitudes” de
ambas partes, poco proclives a renunciar a la “contumacia”.
839 Cfr. OTADUY, J., “Iglesia Católica y Ley española de protección de datos: falsos
conflictos…”, op.cit., 119.
374
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
2.2. EL TRIBUNAL SUPREMO
La “controversia” entre los apóstatas y las curias diocesanas
obtiene, finalmente, desenlace por virtud de la Sentencia del Tribunal
Supremo de 19 de septiembre de 2008840, y desde la misma. Como señala
CANO RUIZ841, con quien abundamos en este aspecto, el estudio de este
relevante pronunciamiento judicial ha sido efectuado, principalmente, por
GONZÁLEZ MORENO, PÉREZ-MADRID, RAMÍREZ NAVALÓN y
OTADUY -que representan una corriente que se postula a favor de dicha
sentencia-, ARENAS RAMIRO -y nosotros añadimos en esta coyuntura a
MESSÍA DE LA CERDA BALLESTEROS-, como posición contraria a la
misma-, situándose en un punto ecléctico CANCIO PÉREZ y CORTÉS
DIÉGUEZ.
Conviene recordar el íter del proceso de las reclamaciones varias
llevado a cabo por las partes en conflicto con el fin de delimitar nuestra
aproximación al contenido de este nada sorprendente pronunciamiento
por su intento de alcanzar la ecuanimidad, y que ha constituido la línea
jurisprudencial que marca las decisiones posteriores cuyo estudio es
nuestra tarea desde ahora.
La andadura se inicia el día 30 de diciembre de 2005, fecha en que
se produce la entrada, en la Agencia Española de Protección de Datos, de
una reclamación formulada por un particular interesado contra el
Arzobispado de Valencia842. Por resolución del Director de la Agencia
Sentencia que resuelve el Recurso de Casación 6031/2007, interpuesto por la
representación procesal del Arzobispado de Valencia contra sentencia de la Sala de lo
Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, de fecha 10 de octubre de 2007,
dictada en el recurso 171/2006. La ponencia estuvo a cargo de la Excma. Sra. Dª.
Margarita Robles Fernández.
841 Cfr. CANO RUIZ, I., Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico de los datos de
carácter personal..., op. cit., 177.
842 Este Arzobispado, en respuesta epistolar a la solicitud del interesado le comunicaba lo
siguiente: “Por la presente acusamos recibo de su escrito notificándonos su acto de
apostasía, significándole que la apostasía es un acto personal suyo, que en virtud del
respeto a la libertad de conciencia no nos corresponde a nosotros ni concederlo ni
negarlo, sino simplemente acusar recibo”. Se trata de un argumento reiterado por este
Arzobispado en numerosos procedimientos iniciados contra resoluciones de la AEPD.
Sirvan también como ejemplo, el TD/00169/2007, R/00683/2007.
Los Libros de Bautismo no son un registro de católicos, ni tampoco una base de datos en
el sentido de la Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de Carácter Personal, sino
que contiene actas de hechos que hace referencia al hecho histórico del bautismo de una
persona, y no prejuzgan las creencias posteriores de la misma ni la identifican como
miembro de la Iglesia Católica. Por ello, entendemos que no procede la destrucción ni la
840
375
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Española de Protección de Datos843, de 23 de mayo de 2006, se estima la
reclamación formulada844 -aceptando la argumentación recogida en la
Nota de la DGAR de 2000845, empero aplicando el art. 4.3 de la LOPD
relativo a la exactitud y puesta al día de los datos en pro de su veracidad,
que debía verificarse en este caso mediante anotación marginal en la
rectificación de sus asientos”. (Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental
a la protección de datos personales: su contenido y límites…”, op. cit., 8). Generalmente,
como pone de relieve PÉREZ-MADRID, los Obispados, actuando en línea con el
valenciano -por pura lógica- instaban a los apóstatas a que presentaran su defección
personalmente, o mediante declaración formalizada ante notario, e incluso informaban
por carta de los pasos a dar para realizar ese acto de apartamiento de la fe. (Cfr. PÉREZMADRID, F., “Protección de datos personales y apostasía”, en en Revista General de
Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, 19 (2009), Revista Iustel, 3). Nos consta
fehacientemente que tal instancia se debe al interés de los Obispados en que los actos
jurídicos sean tales y la persona goce de autonomía plena para su realización; ese es el
sentir de los representantes de los obispados con los que hemos tenido ocasión de
compartir, privadamente, impresiones acerce del tema. Según el parecer de éstos, la tan
proclamada libertad debe advertirse en todos los aspectos de la vida, entre los que se
incluye el derecho a apostatar, pero con sujeción a las normas llamadas a regular por su
nturaleza este acto, que no son otras que las eclesiales.
843 Entonces ocupaba el cargo D. Artemi Rallo Lombarte, quien ha sido sustituido por D.
José Luis Rodríguez Álvarez.
Anticipándonos al desenvolvimiento final del íter, traeremos aquí las significativas
apreciaciones de la profesora GONZÁLEZ MORENO, en las que posteriormente
abundaremos, a propósito del curioso proceder de Rallo Lombarte una vez conocida la
sentencia que acapara nuestro interés: en primer lugar pone de relieve la “insólita”
reacción de la AEPD al difundir a los medios de comunicación una Nota Informativa (de
14 de octubre de 2008) sobre pronunciamientos judiciales vinculados a las resoluciones
del director de la AEPD, forma absolutamente inhabitual de proceder en estos casos,
además de las inexactitudes en las afirmaciones que presenta; por otro lado, la insistencia
en la relevancia constitucional de la cuestión de los Libros de Bautismo la abundancia de
procedimientos de tutela de derechos que han originado; finalmente, pone de relieve que
es ahora cuando algo que hasta la intervención de la AEPD era rigurosamente secreto,
figura en todos los ficheros y bases de datos de la jurisprudencia y los datos en cuestión
son “de dominio público”.(Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la
protección de datos personales: su contenido y límites respecto al bautismo y la
apostasía”..., op. cit., 4-7). Compartimos estas anotaciones. No sorprende, pues, que un
sector doctrinal entienda que las potestades del Director deberían ponderarse, dada su
escasa posibilidad legal de limitación al aparecer dotado de una práctica
“plenipontenciaria” en sus funciones.
844 De la mano de la profesora PÉREZ-MADRID ponemos de manifiesto que la AEPD ha
estimado invariablemente las reclamaciones, con escasas excepciones basadas en que no
había sido facilitado el dato de parroquia en que el reclamante había sido bautizado y no
podía localizarse, pues, el correspondiente asiento a “cancelar”. (Cfr. PÉREZ-MADRID,
F., “Protección de datos personales y apostasía”, en en Revista General de Derecho Canónico
y Derecho Eclesiástico del Estado, 19 (2009), Iustel, 3).
845 Recuérdese que en esta Nota, de fecha 6 de julio de 2000, se declaraba que la Iglesia
Católica no poseía ficheros de datos y, en consecuencia, no estaba en condiciones de
cancelarlos.
376
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
partida
de
bautismo846-;
sin
embargo,
la
Iglesia
manifiesta
su
disconformidad y se genera un Recurso Contencioso-Administrativo ante
la Audiencia Nacional por parte del Arzobispado de Valencia.
La solución del recurso, en sentido desestimatorio, viene de la
mano de la SAN de 10 de octubre de 2007, la cual ha sido ya objeto de
oportuno comentario en páginas anteriores847, y que, al tiempo, es fuente
de un nuevo recurso, en esta ocasión de Casación, que gesta, finalmente,
una nueva decisión judicial, que ahora nos ocupa: la Sentencia del
Tribunal Supremo, de 19 de septiembre de 2008 (Sala Sexta de lo
Contencioso-Administrativo) que, para mayor interés, cuenta con un Voto
particular848, y cuyo Fundamento Jurídico Quinto señala que «teniendo en
cuenta que la pretensión que se ejercitó exclusivamente en relación a los
libros de Bautismo, debiendo por ello procederse a la anulación de la
Resolución de la Agencia de Protección de Datos de 23 de mayo de 2.006,
por todas las razones jurídicas que se han ido exponiendo y no resultar
conforme a derecho la obligación de práctica de anotación marginal en la
partida de bautismo del Sr. Blat, que se impone al Arzobispado de
Valencia».
Se trata de una sentencia cuyo núcleo argumental resulta de la no
estimación de los Libros de Bautismo como ficheros de datos. Resuelta
esta cuestión, el Tribunal no pasó a considerar los restantes motivos de
846 En el fondo, como sostiene GONZÁLEZ MORENO, “la cuestión debatida en el
procedimiento de tutela de derechos iniciado por la Agencia Española de Protección de
Datos es, en cierto modo, una cuestión de límites del derecho fundamental, o mejor
dicho, límites en relación con el ámbito de aplicación de las garantías otorgadas por el
artículo 18.4 de la CE”. (GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la
protección de datos personales: su contenido y límites…op. cit., 26)
847 Tan solo rememorar aquí que dicho pronunciamiento desestima le impugnabilidad del
mismo, abordando las cuestiones, basadas en la motivación del recurso, de la
aplicabilidad de la LOPD a los Libros de Bautismo en sentido positivo, previo examen de
los conceptos legales de “datos personales”, “fichero” y “tratamiento”; la cuestión de la
inviolabilidad de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a la Iglesia
Católica, sobre los que estima su inviolabilidad pero rechaza su inoponibilidad frente al
ciudadano ya que esto supondría dotar de una superioridad a la norma contenida en un
Tratado sobre la norma constitucional –con esta apreciación, entiende que la previsión
del Acuerdo resulta irrelevante para la resolución del recurso-; y la autonomía de la
Iglesia en cuanto a su organización y desarrollo de funciones en desenvolvimiento del
aspecto colectivo de la libertad religiosa, sobre lo cual sostiene la Sala que los asientos
registrales constituyen una apariencia de pertenencia a la Iglesia Católica. Además, la
AEPD instaba a los Obispados a que remitieran certificación a los reclamantes donde
constara la anotación de “que se había ejercido el derecho de cancelación” en la partida
de bautismo.
848 Voto del magistrado, Excmo. Sr. D. Joaquín Huelín Martínez de Velasco.
377
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
casación aducidos; hecho éste muy discutido por uno de los sectores
doctrinales aludidos. No obstante, con ser éste el elemento basilar,
también han sido considerados otros referentes en la solicitudes de tutela
de los derechos en lid.
Para algunos autores849, el contencioso que origina la controversia
versa fundamentalmente sobre tres aspectos: el primero se refiere a la
aplicación del régimen jurídico de la LOPD a los datos de bautismo, y
demás relacionados con el mismo, al Libro de Bautismos y a las diferentes
operaciones de tratamiento de la información que contiene; el segundo
afecta a la concurrencia o no de la obligación para el Arzobispado de
cancelar los datos de los apóstatas, en cumplimiento del deber de
actualización de la información, como manifestación del principio de
calidad de los datos y del derecho de cancelación de los interesados; y, el
tercero, versa sobre la necesaria determinación del contenido esencial del
derecho a la protección de datos y de la libertad religiosa de los
individuos, por una parte, y de los límites de la libertad religiosa atribuida
a las confesiones, por otra; siendo, ésta última un planteamiento novedoso
en la doctrina.
Esbozada la base de la solución jurisprudencial en el sentido
apuntado, de no reputar ficheros de datos los Libros de Bautismo, por lo
que afecta a la motivación del recurso de casación interpuesto por el
Arzobispado de Valencia, son tres las razones avaladas jurídicamente para
la solicitud de protección judicial850:
Es el caso de MESSÍA DE LA CERDA BALLESTEROS, J. A. y ARENAS RAMIRO. (Cfr.
MESSÍA DE LA CERDA BALLESTEROS, J. A., “Protección de datos personales y libertad
religiosa: el tratamiento de los datos de los apóstatas por las confesiones religiosas”, en
Diario La Ley nº 6965, Año XXIX, 11 jun. 2008, refª D-183, 1925). En efecto, para este autor,
el Libro bautismo es un fichero de datos de la LOPD: “la mayor o menos sofisticación de
la estructura del archivo, aunque pueda influir en las posibilidades de tratamiento, no
condiciona su consideración como fichero. Todo ello sin olvidar, además, que los ficheros
en soporte papel también están sometidos a la LOPD”. (Ibídem, 1926). En esta línea se
expresa también ARENAS RAMIRO al hablar de “ponderación de derechos en juego” y
al decir que en los Libros de Bautismo se incluyen datos personales y que “conforme a las
definiciones analizadas, cualquier criterio organizativo de un conjunto de información sea más o menos sofisticado o facilite más o menos la búsqueda de la misma- permite su
calificación como fichero, por lo que consecuentemente los Libros de Bautismo son
ficheros sujetos a la LOPD”. (Cfr. ARENAS RAMIRO, M., “Protección de datos
personales y apostasía: la sentencia del Tribunal Supremo de 19 de septiembre de 2008”,
en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, vol. XXVI (2010), 693; 689-690).
850 Cfr. Antecedente de hecho 3º de la STS de 19 de septiembre de 2008.
849
378
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
-
Primero: por infracción del artículo I.6 del Acuerdo sobre
Asuntos Jurídicos en relación con el artículo 96 CE, «al
amparo de lo dispuesto en el artículo 88.1.d) de la Ley
Jurisdiccional», lo que nos conduce a la cuestión de la
inviolabilidad de los archivos, registros y documentos
eclesiales.
-
Segundo: en virtud de lo dispuesto en el artículo 88. 1. d)
de la precitada Ley, por infracción del artículo 6 de la
LOLR en relación con el artículo 16.1 CE que reconduce a la
libertad religiosa en su dimensión colectiva que, a su vez,
faculta a las confesiones religiosas para la libertad de
organización.
-
Tercero: por infracción de los artículos 2, 4, 5 y 11 de la
LOPD, que nos lleva a la consideración del concepto legal
de “fichero” y su aplicación o no a los Libros sacramentales
parroquiales, así como al hecho de que la inscripción en el
Libro de Bautismo implica que la persona siga siendo
creyente o no.
El Tribunal Supremo estima el tercer motivo de casación y se exime
de estudiar los restantes851.
Por lo que se refiere a la fundamentación de la Sentencia de 19 de
septiembre de 2008852, rechaza los razonamientos que la Sala de la
Audiencia Nacional recoge en el Fundamento Jurídico Quinto de su
sentencia, estableciendo, en su Fundamento Jurídico 4º, que «no cabe
aceptar que esos datos personales a que se refiere la Sala de instancia estén
recogidos en los Libros de Bautismo, como un conjunto organizado tal y
como exige el art. 3.b) de la LO 15/99, sino que resultan son [ser] una pura
acumulación de estos que comporta una difícil búsqueda, acceso e
identificación en cuanto no están ordenados ni alfabéticamente, ni por
fecha de nacimientos, sino sólo por las fechas de bautismo, siendo
Un sucinto análisis del resto de los motivos de casación puede verse en GONZÁLEZ
MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos personales: su contenido
y límites”…, op. cit., 30-33.
852 Esta autora realiza, también, un sintético, pero interesante, análisis de la
fundamentación de la sentencia del TS que nos ocupa. (Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B.,
“El derecho fundamental a la protección de datos personales: su contenido y límites”…,
op. cit., 13-15).
851
379
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
absolutamente necesario el conocimiento previo de la Parroquia donde
aquel tuvo lugar, no resultando además accesibles para terceros distintos
del bautizado, que no podrían solicitar ajenas partidas de bautismo».
Como señala GONZÁLEZ MORENO, el Tribunal insiste en la idea
de que la Ley concibe los ficheros desde una perspectiva dinámica, de tal
forma que quedan configurados no sólo como un mero depósito de datos
sino, sobre todo, como una globalidad de procesos o aplicaciones
informáticas que se llevan a cabo con los datos almacenados y que son
susceptibles, si llegasen a conectarse entre sí, de configurar el perfil de la
persona a que se refiere la Exposición de Motivos –entendemos, que de la
LORTAD-. Asimismo, el Tribunal Supremo cita en este punto la doctrina
recogida en la sentencia del Tribunal Constitucional de 30 de noviembre
de 2000, que reconoce que con el denominado derecho fundamental a la
protección de datos personales lo que se protege es el derecho a la libertad
frente a las potenciales agresiones a la dignidad y a la libertad de la
persona853.
Continúa poniendo de relieve la mencionada autora que “otro de
los elementos de la argumentación del Tribunal es la posible aplicación o
no a estas inscripciones de bautismo del principio de calidad de los
datos”854. En efecto, uno de los principios establecidos en la LOPD, en el
artículo 4.2, constituye el fundamento señero de la resolución de la AEPD
para exigir que se anote la solicitud de cancelación al margen de la
inscripción del bautismo. La norma del art. 4.2 LOPD determina, como
sabemos, que los datos de carácter personal sean exactos y puestos al día,
de forma que respondan con veracidad a la situación actual del afectado.
Dado que en los Libros de Bautismo se recoge un dato histórico cierto salvo que se acredite su falsedad-, según el Tribunal Supremo, en estos
Libros no cabe apreciar ninguna inexactitud de datos, ya que se refleja
únicamente el bautismo de una persona; consecuentemente, cabe apreciar
meridianamente que «cuando ésta solicita la cancelación de ese hecho, no
está pretendiendo que se corrija una inexactitud en cuanto al mismo, sino
853 Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos
personales: su contenido y límites”..., op. cit., 13-14.
854 Ibídem, 14.
380
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
que en definitiva está intentando y solicitando un sistema nuevo y
diferente de registro de nuevos datos personales»855.
En efecto, ésta sería una de las cuestiones de planteamiento futuro,
esto es, ¿qué ocurriría si la Iglesia comunicara sistemáticamente a la AEPD
las apostasías? Prima facie, parece claro que esta práctica sí supondría la
creación de ficheros de datos personales y, consiguientemente, la Iglesia
Católica acabaría quedando sometida a la AEPD -y, en definitiva, a la
legislación estatal que por definición debe ser “aséptica” en asuntos de
exclusiva competencia eclesial, por razón de la materia-, perdiendo así la
autonomía en el manejo de sus asuntos.
La decisión de no considerar los Libros de Bautismo como ficheros
de datos se razona desde la propia definición de ficheros contenida en la
Directiva 95/46 CE (art. 2.c)856, la cual, a juicio del Tribunal, “no presenta
ninguna duda interpretativa, como tampoco lo hace el citado art. 3.b) de la
LO 5/92”857.
La polémica doctrinal, sin duda, quedó servida, máxime si se
considera que, como se anunció, esta decisiva sentencia del Tribunal
Supremo presenta un voto particular en el cual, el magistrado HUELÍN
MARTÍNEZ DE VELASCO, expone con claridad lo que sigue: «…mi
desacuerdo no se dirige contra esta conclusión y el razonamiento que la
sustenta, irrelevantes a los efectos de este voto particular, sino que se
detiene en un estadio preliminar. En mi opinión, la Sala, antes de
pronunciarse, debió dirigirse al Tribunal de Justicia de las Comunidades
Europeas y, en virtud del artículo 234 del Tratado constitutivo de la
Comunidad Europea (texto consolidado publicado en el Boletín Oficial de
la Unión Europea, serie C, número 321 E, de 29 de diciembre de 2006),
interrogarle a título prejudicial sobre la interpretación de los conceptos de
Fundamento Jurídico 4º, párrafo 8º.
Como recoge la propia sentencia (Cfr. FJ 4), el art. 2, en su apartado c), define los
ficheros de datos personales como «todo conjunto estructurado de datos personales
accesibles con arreglo a criterios determinados, ya sea centralizado o descentralizado
repartido de forma funcional o geográfica”. Previamente, en el apartado b) define el
tratamiento de datos personales como “cualquier operación o conjunto de operaciones
efectuadas o no mediante procedimientos automatizados y aplicadas a datos personales
como la recogida, registro, organización, conservación, elaboración o modificación,
extracción, consulta, utilización, comunicación por transmisión, difusión o cualquier otra
forma que facilite el acceso a los mismos, cotejo o interconexión, así como su bloqueo,
supresión o destrucción».
857 Cfr. Fundamento Jurídico 4º, párrafo 11º.
855
856
381
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
«fichero de datos personales» y «tratamiento de datos personales»858, para,
una vez obtenida respuesta, resolver en consecuencia el conflicto que
subyace en este recurso de casación»859.
No puede obviarse la mención al asunto judicial ocasionado a raíz del alcance y
significado del término “tratamiento” que dio origen al planteamiento de una cuestión
prejucicial por parte de Suecia ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas,
acerca de la interpretación de la Directiva 95/46/CE, en el caso Lindqvist, de 6 de
noviembre de 2003. Los hechos, resumidamente, como recoge, entre otros, PÉREZMADRID, serían: La Sra. Lindqvist, además de su trabajo retribuido como empleada de
mantenimiento, desempeñaba funciones de catequista en la parroquia de Alseda (Suecia).
Tras realizar un curso de informática en el que tenía que crear una página web en Internet,
elaboró en su domicilio, con su ordenador personal, varias páginas de esta índole con el
fin de que los feligreses de la parroquia que se preparaban para la confirmación pudieran
obtener fácilmente la información que necesitaran. A petición suya, el administrador del
sitio Internet de la Iglesia de Suecia creó un enlace entre las citadas páginas y dicho sitio.
Las páginas web contenían información tanto sobre la Sra. Lindqvist como de dieciocho
de sus compañeros de la parroquia, figurando en ellas el nombre completo, unas veces, o
sólo su nombre de pila, en otras. Además, describía las funciones que desempeñaban sus
compañeros, así como sus aficiones, en un tono “ligeramente humorístico”. En algunos
casos se mencionaba incluso la situación familiar, el número de teléfono u otra
información adicional. La Sra. Lindqvist no informó a sus compañeros de la creación de
estas páginas, ni solicitó su consentimiento, como tampoco comunicó su iniciativa a la
Datainspektion -que es el organismo público para la protección de los datos transmitidos
por vía informática-; no obstante, en cuanto la señora Lindqvist tuvo conocimiento de
que algunos de sus compañeros no apreciaban las páginas web controvertidas, las
suprimió; a pesar de lo cual, el ministerio fiscal inicio un proceso penal contra ella por
infracción de la legislación y solicitó que se la condenara por: haber realizado tratamiento
de datos personales de modo automatizado sin previa comunicación por escrito a la
autoridad competente, además de tratar sin autorización “datos personales delicados”. El
Tribunal albergaba dudas acerca de la interpretación del Derecho comunitario aplicable
al caso, en concreto de la Directiva 95/46, razón por la cual decidió suspender el
procedimiento y plantear al Tribunal de Justicia, “si la designación de una persona –con
su nombre o con su nombre y número de teléfono- en una página web de Internet
constituye una conducta integrada en el ámbito de aplicación de la Directiva 95/46” y si,
además, constituye un “tratamiento total o parcialmente automatizado de datos
personales” el hecho de que se relacione a una serie de personas, junto con datos y
afirmaciones relativas a su situación laboral y a sus aficiones, en una página web de
Internet realizada por una persona.
La respuesta del Tribunal de Justicia fue declarar que el concepto de «datos personales»
que emplea el artículo 3, apartado 1, de la Directiva 95/46, “comprende con arreglo a la
definición que figura en el artículo 2, letra a), de dicha Directiva «toda información sobre
una personal física identificada o identificable». Este concepto incluye, sin duda, el
nombre de una persona junto a su número de teléfono o a otra información relativa a sus
condiciones de trabajo o aficiones”. (Cfr. PÉREZ-MADRID, F., “Protección de datos
personales y apostasía”…, op. cit., 9-10). En muy similares términos, CANO RUIZ, I., en
Los datos religiosos en el marco del tratamiento jurídico…, op. cit., 182; y, sucintamente, entre
otros., ARENAS RAMIRO, M., (“Protección de datos personales y apostasía”…, op. cit.,
688).
859 Cfr. Voto particular, STS de 19 de septiembre de 2008. Fundamento Primero, párrafo
final. Estos aspectos pueden verse también en el mencionado trabajo de GONZÁLEZ
MORENO, B.,“El derecho fundamental a la protección de datos personales: su contenido
y límites”…, op. cit., 14-15.
858
382
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
Según este magistrado, nos encontramos ante auténticas nociones
de derecho comunitario, que no deben interpretarse desde las
singularidades de los sistemas nacionales, sino en función de las
exigencias propias del ordenamiento jurídico de la Comunidad. Su
aplicación uniforme requiere, salvo que se remitan expresamente al
derecho de los Estados miembros, una interpretación autónoma por el
Tribunal de Justicia, teniendo en cuenta el contexto de la disposición y el
objetivo perseguido860.
Como afirma algún autor con relación a este voto, haciendo su
particular hermenéutica, dado que de lo que se trata, en suma, es que el
Tribunal de Justicia europeo indique la exégesis del derecho comparado,
“en otras palabras, y a juicio del voto disidente, la certeza interpretativa
que la Sala afirma poseer en lo que se refiere a la definición de ficheros, lo
que en realidad descubre es una asimilación inadecuada de la doctrina del
«acto claro» que impone con carácter previo, en aquellos supuestos en que
los que la interpretación del derecho comunitario se revele con tal
evidencia que no deje lugar a duda razonable sobre su solución , que la
misma certeza impondría igualmente a los órganos jurisdiccionales
nacionales de los otros Estados miembros, así como al Tribunal de Justicia,
que no ha abandonado esta doctrina”861.
860 Cfr. GONZÁLEZ MORENO, B., “El derecho fundamental a la protección de datos
personales: su contenido y límites…,op. cit., 14-15.
861 Cfr. CANCIO FERNÁNDEZ, R. C.,“Naturaleza jurídica de los libros bautismales en
relación con la aplicación del acervo normativo interno y comunitario en materia de
protección y tratamiento de datos personales obrantes en aquellos”, en Repertorio de
Jurisprudencia núm.26/2008 (Comentario). Edit. Aranzadi, Pamplona, 2008. Extraído de
Westlaw.es (8 de junio de 20012). Al propio tiempo, este autor expresa lo que
transcribimos: ”Nótese cómo la sala no entra a valorar la viabilidad de un predicable
derecho de apostasía por parte de los sujetos cuyos datos constan anotados en los Libros
bautismales, sino que tan solo impide su cancelación, e incluso la anotación al margen o
la justificación de su negativa a hacerlo por parte del Arzobispado correspondiente, al
amparo de la imposible cohonestación entre la naturaleza jurídica de los Libros
Bautismales con la definición de fichero de datos personales contenido en la LO 15/1999
y, consecuentemente, en el acervo normativo comunitario. Ello sería ya materia más que
suficiente para un jugoso debate jurídico, por no hablar de las imbricaciones de los
Acuerdos Iglesia-Estado de 1979 en el marco constitucional de 1978 (…)”. (Cfr. CANCIO
FERNÁNDEZ, R. C.,“Naturaleza jurídica de los libros bautismales..., op. cit., pág. 2 de 4).
En un momento ulterior, recoge, asimismo, la afirmación siguiente acerca de la
consideración de ficheros de los Libros bautismales, que nos hace reconsiderar la
supuesta postura ecléctica que, a juicio de CANO RUIZ, mantenía este autor, por la
significación que le otorga: «(…) dudo que la ordenación con arreglo a la jornada en que
se celebró el sacramento no sea un “criterio determinado” de acceso, impidiendo tildar a
esto libros parroquiales de “conjunto estructurado de datos”. Reconozco que la búsqueda
383
APOSTASÍA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
Una de las corrientes de opinión doctrinal concluye que, partiendo
de la necesidad de ponderación de los derechos en juego en caso de
conflicto, esto es, la disquisición sobre si prima el derecho a la protección
de datos del interesado o la autonomía de la confesión religiosa, y
entendiendo que la libertad religiosa no supone un límite a la aplicación
de la LOPD, la postura acerca de la mencionada Sentencia viene a ser: «No
podemos negar que el razonamiento del Tribunal Supremo es más
correcto jurídicamente que el hasta ahora seguido por la Audiencia
Nacional; no hay ficheros de datos personales, sino mera acumulación de
hechos históricos y, por tanto, no corresponde la cancelación de dichos
hechos que no son ni inexactos ni incompletos. Pero este razonamiento
tiene un punto de partida erróneo: el no considerar los Libros de Bautismo
como ficheros de datos personales y el considerar el bautismo como un
simple hecho sin ninguna relevancia. Si partimos del hecho de que los
Libros de bautismo sí son ficheros de datos personales, y que están
sometidos a la normativa sobre protección de datos, el siguiente paso sería
la ponderación de ambos derechos. Y aquí, el libre desarrollo del sujeto
(hecho efectivo con el ejercicio de la cancelación de sus datos personales)
debe prevalecer sobre cualquier cuestión de índole organizativa. Se
deberían haber cancelado los datos obrantes en el Libro de bautismo, o
bien, si técnicamente no fuera posible, haber procedido a su bloqueo.
resulta más fácil cuanto mayor sea el número de parámetros disponibles, pero no sé qué
grado de dificultad en el examen determina que un conjunto estructurado de datos
personales deje de considerarse un fichero a los efectos de someterlo a la legislación
comunitaria armonizada. ¿Dónde se fija el umbral? Creo que existen dudas razonables
sobre el alcance de las nociones de derecho comunitario que se manejan en la sentencia».
En tono conclusivo, afirma CANCIO, “esta Sentencia y el voto particular que sin duda la
enriquece, nos exige algunas reflexiones finales. La Iglesia Católica, parece pacífico
afirmar, no posee ficheros ni registros de sus miembros. Ahora bien, que los Libros de
Bautismos no constituyan un censo de católicos ¿les despoja también y absolutamente de
su naturaleza archivera -Conjunto ordenado de documentos que una persona, una
sociedad, una institución, etc.,producen en el ejercicio de sus funciones o actividades (…)
[el autor parece no cerrar la interrogación ] (…) entendemos que aquí la aportación del
voto particular discrepante es esencial en cuanto a la probidad del reenvío judicial, no
creemos que sea de una homogeneidad aplastante, cuando en nuestro propio
ordenamiento jurídico, dos instancias jurisdiccionales y una Agencia administrativa
discrepan sobre la naturaleza jurídica de los Libros de Bautismo a los efectos de
aplicársele la normativa de protección y tratamiento de datos; al punto que la Abogacía
del Estado ha promovido frente a la Sentencia de la que estamos hablando un incidente
de nulidad de actuaciones (…)”. (Cfr. CANCIO FERNÁNDEZ, R. C.,“Naturaleza jurídica
de los libros bautismales..., op. cit., pág. 3 de 4).
384
PARTE SEGUNDA. DE CUESTIÓN INTRAECLESIAL A CONFLICTO INTERORDINAMENTAL
No debemos concluir sin manifestar algo evidente: el solicitante
podría haber reclamado su derecho a la libertad religiosa en su dimensión
individual, en su manifestación externa, y, en cambio, ejercitó además su
derecho a la protección de datos personales. “Si el solicitante hubiera
deseado abandonar su pertenencia a la Iglesia católica, podría, haber
ejercido su derecho a la libertad religiosa y, como hemos visto, haber
solicitado la apostasía sin más. Pero hay una clara intención que va más
allá del abandono de la Iglesia católica. Si bien es cierto que, como hemos
dicho, el derecho fundamental a la protección de datos personales tiene un
carácter universal y transversal, extendiéndose a los ámbitos más variados
de la actividad humana -como el relacionado con las creencias religiosas-,
esto no justifica una utilización indebida del mismo”862. Pero, también
cabe interrogarse, no obstante, si la totalidad de los particulares
albergaban esa intención espuria al utilizar la legislación de protección de
datos, o cabe pensar en que su pretensión de “cancelación” sea producto
de un precipitado ejercicio de libertad negativa, en el sentido de que al
haber tomado la decisión de apostatar, “no quiero que mis datos
«circulen» por ahí” o, simplemente, “que estén en posesión de la Iglesia”.
A la vista del fallo del Tribunal Supremo, la reacción del Director de
la AEPD no se hizo esperar y la respuesta se realizó mediante atípicas
formas. Este dato ya ha sido mencionado en nota a pie y no es otra cosa
que la inusitada forma de proceder del entonces director, Rallo Lombarte,
consistente en la difusión a los medios de comunicación de una Nota
Cfr. ARENAS RAMIRO, M., “Protección de datos personales”…, op. cit., 668-669.
Recoge, además la opinión de J. OTADUY, con quien coincidimos, en el sentido de poner
de relieve que este tema, en conjunto, puede analizarse más como un medio de oposición
a la Iglesia Católica, que como un asunto de relevancia jurídica strictu sensu. Recoge esta
autora, en nota pie de página las siguientes aseveraciones al respecto: “Así se mantuvo
también por las SAN de 10 de octubre (199/2006 y 396/2006, FJ 8º). OTADUY se plantea
que “no deja de sorprender que en una institución como la Iglesia Católica, que cuenta en España
con millones de miembros, no surjan discrepancias acerca del manejo de sus ficheros o listados (…)
En cambio, proliferan las peticiones de cancelación en los Registros parroquiales, de las
anotaciones de recepción del bautismo”; y 
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