“El muchacho que se fue para convertirse en lluvia” Gerardo

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“El muchacho que se fue para convertirse en lluvia”
Gerardo Guerrero Pérez
Es muy temprano pero el día debe comenzar ahora, bien dicen que al que madruga Dios
lo ayuda, aunque por estas tierras parece que estamos un poco olvidados de él, pensaba
en esto mientras veía a mi madre y mi hermano que se alistaban para salir. “Son
peligrosos los caminos, más a esta hora de la madrugada en que el diablo anda suelto”,
siempre escuche a mamá decir esto.
Me toco nacer en uno de los lugares más hermosos del mundo, paseo a diario con los
árboles que me cuentan sus secretos, juego cada día con las ardillas y mi perrito que
siempre me cuida, juntos hemos pasado hambre, aunque soy muy pequeño conozco el
hambre, esa hambre que no deja vivir, por eso me entretengo con mis juguetes de
madera y tierra, imagino cómo es que vivirán las demás personas pues estamos muy
lejos de siquiera algún pueblo donde exista luz eléctrica, al fin creo que no la
necesitamos pues las estrellas y la luna nos iluminan, acá arriba no necesitamos de
tantas cosas cómo allá abajo y a pesar de eso somos los últimos en los que se fijan.
Mi papá se fue por ese mismo camino por el que ahora va mi hermano y mi mamá pero
él no regreso, dicen que se fue al otro lado aunque yo no sé dónde sea eso, según porque
allá la vida es mejor que volvería por nosotros, eso fue lo que me dijeron pero yo no les
creo ¿cómo puede ser posible que dejes lo que amas por vivir mejor? Aun no entiendo
bien la forma en que piensan los mayores, solo sé que lo extraño. Recuerdo que antes de
irse siempre me llevaba con él al campo a trabajar, gracias a él aprendí a amar la tierra
“Para que la tierrita nos de comida primero tenemos que respetarla y pedirle perdón por
abrirla con nuestros azadones”, me decía, ya que cada que la pisamos la lastimamos, por
eso a nosotros no nos gusta usar zapatos me encanta sentir lo fresco de la tierra con mis
pies, aunque siempre debemos de tener cuidado por donde caminamos pues no solo las
plantitas viven de la tierra, también hay chapulines y otros animalitos que han hecho de
la montaña su casa y por eso tenemos que estar alertas para no molestar a los otros que
viven ahí.
“somos parte del todo y sí hacemos algo malo en contra de la tierra se nos regresara”
eso sí se lo creo a mí papá, pues ahora que ya no llueve tanto nos dicen que es por tantas
maquinas que usan allá en las ciudades, también por tantos hoyos que hacen para sacar
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Metales de la tierra, si quitan árboles para hacer esos hoyos pierden su casa los
animalitos de la montaña y comen poco, igual que nosotros y con su hambre que no se
parece en nada a nuestra hambre, bajan a los pueblos y terminan muertos porque los
cazan.
Sí los que viven allá abajo necesitan igual que nosotros de la tierra y del agua no sé
porque tienen que llevarse lo que aquí tenemos, yo no tengo la culpa de que a ellos no
se los hayan enseñado así, pero a pesar de que nosotros no tenemos la culpa aun así
quieren quitárnoslo, son varias veces las que han venido señores a darnos sobres que
dicen que es comida, dicen que es desnutrición lo que tenemos, yo no sé qué es eso yo
solo sé que aquí tenemos hambre y esos sobres con polvo que nos dan no me la quita, he
aprendido a vivir con ella pues sé que en algún momento encontraré algo que me la
quite, no sé cómo ni cuándo pero estoy seguro que lo haré, dice mi mamá que también
quieren quitarnos nuestra casa porque encontraron algo debajo de la montaña, ese algo
vale mucho para los de allá abajo, son metales y es mandato del gobierno, dicen “que
nos traerá trabajo, que tendremos más oportunidades para crecer” yo pienso que no
quiero crecer tanto porque así mi perrito se asustaría y quizá no pueda jugar con el cómo
lo hago ahora, además también necesitaría de un río muy grande para poder bañarme
pero por aquí no hay más que él pequeño riachuelo del que tomamos agua y donde
también jugamos, luego mi ropa que ya está muy viejita pero que me gusta mucho
tampoco me quedará, entonces sí quieren que yo crezca me va a ser difícil hacer todo lo
que hago ahorita, quisiera ser un gigante pero de otra manera.
Mi abuela que ya murió me conto de aquellos gigantes que llegaron aquí mucho antes
que nosotros pero que de vez en cuando y sí tenemos mucha suerte los podemos ver, se
le aparecen a la gente y les dicen el modo correcto de vivir, de ellos aprendieron los
abuelos y así fue como ellos nos enseñaron a nosotros también, decían que no les
gustaba asustar a la gente con sus tamaños por eso se fueron, pero tampoco les gusta
que la gente pequeña viva mal, se ponen tristes por eso nos ayudan de vez en cuando y
solo se les ve sí hay tiempos tristes como el de ahora, entonces no les da pena que los
veamos y vienen a ver cómo estamos a ver cómo vivimos y de esa forma poder
ayudarnos, ojalá que vengan pronto porque la gente aquí vive triste de que nos quiten
nuestros hogares.
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Mi abuela me contaba que solo la gente que está triste tiene miedo porque no
encontraban su corazón y si alguien viene a vernos ahora, aquí la gente no encuentra su
corazón. Mi abuela nos enseñó a usar la palabra y es está el arma más poderosa que
tenemos decía, pues con ella no solo nos comunicamos sino mostramos a los demás lo
bonito que es nuestro corazón, mi hermano se llama Arnulfo y también cree en la
palabra, la usaban ya desde hace mucho nuestros abuelos, él decía que “la palabra es el
fuego capaz de doblegar al más duro de los corazones, pero también la palabra es la
miel que emana de las flores” me gusta la palabra y más cuando la usaba mi abuela.
Tengo un cuento que es mi favorito y que siempre hacia repetir a mi abuela, aún
cansada por el trabajo del día siempre me dedicaba unos minutos antes de dormir,
sentados en el piso al calor del fogón empezaba. Cuando los tiempos eran oscuros y
tristes la gente vivía sin saber dónde estaba su corazón, porque había gente que no
entendía la palabra, esa gente no quería a la palabra ni tampoco la escuchaba, hacían
planes en secreto para seguir mandando, para seguir quitando el corazón de las
personas, llenarlas de miedo y así no supieran ni pudieran usar su palabra porque de ella
dependía que ellos siguieran manteniendo sus privilegios y su modo de vida, en esos
días de oscuridad nació un muchacho igual que todos pero con corazón de más.
Un día en el campo encontró a un gigante que le pregunto ¿cómo vivía la gente de
dónde vienes? y el muy triste le dijo que con miedo porque les habían robado la palabra,
el gigante le dijo que estaba equivocado, que la palabra existe aun cuando los otros no la
quieran escuchar lo que tenía que hacer es solo hacerla florecer ¿Cómo se puede hacer
florecer la palabra? Pregunto el muchacho, el gigante se puso serio y le dijo que solo
con mucho sacrificio, sí en verdad quieren recuperar la palabra tendría que suceder algo
tan grande que la gente se quedara sin palabras y así como las plantas necesitan agua
para vivir, la palabra también la necesita para limpiarse, para fluir, para florecer. Para
que la palabra tenga agua alguien se tiene que convertir en ella y olvidar todo cuanto
conoce, olvidar de donde viene y dejar de existir para hacerla existir, solo alguien con
mucho corazón puede ser capaz de convertirse en agua, debe de tomar el camino
opuesto al que todos toman y entregar toda su palabra y su corazón. El gigante se
despidió Diciéndole que ese alguien era él, que no tuviera miedo, que si quería a su
pueblo y a su familia su corazón le diría cuál es el camino por el que debía de caminar.
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El muchacho se quedó sentado pensando y vio al gigante desaparecer dentro de la niebla
de la montaña. Al día siguiente el muchacho se despidió de su familia prometiéndoles
que todo cambiaria, que vendrían tiempos buenos y mejores, que él tenía que hacer
florecer la palabra, tomo el camino opuesto al que todos caminan muy de madrugada y
no se le volvió a ver, ese mismo día por la mañana llovió mucho y bonito, creció la
hierba y florecieron todas las plantas, la palabra también floreció y llego una nueva
época de felicidad para todos en su pueblo, cada año la gente recordaba al muchacho
que se fue para convertirse en lluvia y hacían fiesta pero al pasar del tiempo lo fueron
olvidando, la gente olvido el sacrificio del muchacho y la palabra fue marchitándose
también.
Mi abuela nunca lo olvido pues su recuerdo sigue hasta ahora y seguirá con nosotros
hasta que lo dejemos de tener en nuestro corazón, así como yo tengo a mi abuela en el
mío, la palabra sigue y seguirá quizá a veces más quizá a veces menos lo que no
debemos de olvidar es que está ahí y que no debemos de permitir que nos la vuelvan a
quitar.
Cuando mi papá se fue, mi hermano Arnulfo dejo de ser un joven para ser ahora el
sustento de la casa, a pesar de que fue tan repentino él ya sabía que tenía que cumplir,
por acá le dicen la ley, los mayores se van a buscar nuevas oportunidades dejando a
cargo a los hijos más grandes hasta que ellos se tengan que ir por las mismas razones y
así delegarles la responsabilidad a los que les sigue, pronto, aunque no sé cuándo me
tocará a mí. Mi hermano quiere también ser un gigante pero a su manera, se esfuerza a
diario para levantarse temprano e ir a la escuela, quiere ser maestro, porque dice que acá
hace falta mucho que la gente conozca de la palabra, de la buena palabra, luego cuando
termina sus clases vuelve a casa, él se podría quedar internado pero regresa porque sabe
que ahora dependemos mucho de él.
Cuando llega por las tardes yo siempre lo espero cerca del camino en el mismo lugar a
la misma hora, yo le llevo el bastimento porque tenemos que ir a trabajar la tierrita y
luego, luego que me ve se quita sus huaraches y se los carga al hombro, en verdad nos
Gusta sentir la tierra en nuestros pies, pero cuando baja a la escuela y como esta
pavimentado el suelo se calienta mucho y nos los quema, por eso es que él los usa cada
que va para allá, cuando estamos en la milpa medio trabajamos, medio jugamos y
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reímos mucho, me presta sus huaraches y jugamos a que yo soy él y él es soy yo,
aunque mis pies son chicos algún día me quedarán y andaré también sus pasos.
Él me cuenta de su escuela y de todo lo que aprende, me ha enseñado también a usar la
palabra, ahora yo también creo que la buena palabra puede cambiar las cosas y hacer
todo lo que nos imaginemos, quitarnos esta hambre que tenemos que quizá no sea
hambre, hambre, porque sí comemos pero es un hueco en el corazón, en las tripas que
no nos deja estar un ratito siquiera en paz. Pero no solo la palabra es buena para el
hombre, para él también es importante el escuchar pues no podemos hablar y escuchar
al otro al mismo tiempo, él cree que la palabra y el escuchar hacen de nosotros un
espejo donde se refleja lo cercanos que somos. Sí tuviéramos siquiera un tiempo para
hablar y para que nos escuchen y de la misma manera nosotros escuchar lo que tienen
para decirnos todas las cosas en este mundo tan pequeño que conozco en verdad serían
de otro modo.
Ya es de mañana y mi hermano y mi mamá van por aquel camino por el que nadie va,
siento que están aquí muy cerquita mío, escucho cantar a los pájaros y ladrar a mi
perrito, la mañana de hoy es muy diferente a las demás mañanas, salgo de mi pequeña
choza para ver la montaña que está cargada de nubes y está empezando a llover, hoy no
me importa mojarme bajo la lluvia, huele a tierra mojada, quiero ir a abrazar la milpa en
la que trabajamos mi hermano y yo, hablar de nuevo con los árboles , escuchar lo que el
viento me quiera decir, es está la buena palabra, son nuevos vientos los que hoy llegan
hasta aquí, no sé porque pero hoy extraño a mi hermano más que nunca, soy muy malo
para recordar fechas pero sé que hoy es 26 de septiembre, el día de hoy iré más
temprano a esperar a mi hermano al camino para irnos a trabajar pues ya lo extraño
mucho, quiero seguir siendo feliz con él, quitar la mala hierba de la milpa, corretear
liebres en el campo, jugar y reír mucho juntos. Tengo que aprovechar el tiempo con él
siento que pronto, no sé cuándo ni cómo tendré que cumplir con la ley cómo le dicen
acá, deberé usar huaraches también y cómo él seguir haciendo florecer la palabra.
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