DESALACIÓN Y MEDIO AMBIENTE, UNA PERSPECTIVA JURÍDICA CONCEPCIÓN JIMÉNEZ SHAW Despacho Jiménez Shaw, Abogados RESUMEN El incremento de la desalación, ha puesto de relieve el problema que plantean los residuos de las plantas desaladoras. En concreto el agua hipersalina conocida como salmuera, que se vierte al mar. La elevada concentración salina en el punto de vertido puede provocar daños a los ecosistemas marinos, en particular entre los organismos que no toleran cambios de salinidad, como es el caso de las praderas de Posidonia oceánica. Entre los instrumentos jurídicos que permiten el control de estos vertidos destacan la Evaluación de Impacto ambiental, que no es obligatoria en todos los supuestos, y la autorización de vertido. La autorización de vertido tanto al mar como al dominio público hidráulico permite establecer condiciones para que éste no cause daños al medio. Sin embargo no existen disposiciones que establezcan parámetros específicos, tanto para la salinidad como para otras sustancias nocivas para el medio que acompañan habitualmente los vertidos de salmuera. Por ello se propone que el Estado español apruebe una norma específica al respecto, en la que se establezcan los límites adecuados tanto en relación con la concentración salina, como en la de otras sustancias cuyo efecto sobre los ecosistemas marinos esté demostrado, todo ello sin perjuicio de las normas adicionales de protección que pudieran aprobar las Comunidades Autónomas. 1. INTRODUCCIÓN Cuando el hombre, ante la escasez de agua susceptible de consumo, recurre al agua marina, y la trata para hacerla útil, estamos ante una muestra más del dominio del hombre sobre la naturaleza en aras del progreso, por lo que, habida cuenta experiencias anteriores, parece conveniente adoptar las máximas cautelas. La incidencia ambiental de las instalaciones de desalación es muy variable en función de su capacidad, del proceso concreto de desalación que se lleve a cabo de y las características del lugar en que se sitúan, y en el que se producen los vertidos. La instalación industrial en la que se lleva a cabo el proceso de desalación, como cualquier otra industria, puede tener efectos contaminantes e incidencia paisajística. Las plantas de tipo térmico producen emisiones de contaminantes atmosféricos, CO2, NOx y otros componentes derivados de la combustión que contribuyen al efecto invernadero, así como una descarga al mar de agua de refrigeración. Las plantas de ósmosis inversa, en principio parecen más eficientes y consumen energía eléctrica, que es susceptible de producirse con sistemas menos contaminantes. 1 Por lo que se refiere al impacto paisajístico, la elección de la zona en que ha de instalarse la planta, y del tipo de construcción de que se trate parece fundamental para minimizar el impacto visual. Las arquetas de bombeo, y las conducciones del agua marina, del agua desalada, y de los salmueroductos, se pueden construir bajo tierra. Por lo tanto, el principal impacto es sin duda el de los vertidos que se producen, y que han de ser rigurosamente estudiados a la vista del aumento del número y de la capacidad de las plantas desaladoras en la cuenca mediterránea. El estudio de estos efectos y de las repercusiones que puedan producir en el medio marino ha de ser enfocado desde la óptica de los principios de prevención (Art. 174.2 TCE), de precaución, de corrección de los efectos y de integración de costes para, de este modo, ponderar los diferentes intereses en presencia, fundamentalmente la mayor demanda de agua y la conservación del medio ambiente. La presente comunicación versa sobre los instrumentos jurídicos con que se cuenta para impedir que estos vertidos dañen el medio. 1.1. LOS RESIDUOS DE UNA PLANTA DE DESALACIÓN Los estudios científicos (1) dejan claro que el proceso industrial de desalación, y en concreto el que se lleva a cabo mediante ósmosis inversa, genera una serie de residuos (entendiendo residuo en un sentido amplio, como desecho, es decir cualquier sustancia u objeto del que se desprenda su poseedor o del que tenga la intención o la obligación de desprenderse en virtud de las disposiciones en vigor) a los que la legislación puede reservar tratamientos distintos, según las características de estos distintos residuos o sustancias de desecho en que puede descomponerse la salmuera (2). La principal de estas sustancias de desecho es el agua de rechazo que se denomina salmuera, que fundamentalmente es agua hipersalina. Habida cuenta su capacidad de disolución en el agua de mar, parece claro que la mejor solución es su vertido al medio acuático marino. Eso no se cuestiona, pero sí los controles qué deban establecerse para que no se produzcan daños en la zona de descarga. La salmuera tiene diferencias de temperatura, de pH, y de alcalinidad con el agua de mar, pero en particular, puede afectar a los organismos marinos el incremento de salinidad que se produce en la zona próxima al vertido (hasta 70.000 ppm -partes por millón-) En este sentido hay que destacar el importante efecto que tiene la salmuera sobre la Posidonia Oceánica, una planta marina que es estenohalina (que no soporta grandes variaciones de salinidad), y que se encuentra incluida en el anexo I de la Convención de Berna como especie de flora estrictamente protegida y en la Directiva 92/43/CEE del Consejo, de 21 de Mayo de 1992, relativa a la Conservación de los Hábitats Naturales y de la Fauna y Flora Silvestres de la UE, se clasifica como hábitat de interés prioritario. Las conclusiones de las investigaciones (3) desarrolladas sobre las praderas de Posidonia Oceánica han llamado la atención sobre el valor de estos bosques marinos. Dejando de lado la gran cantidad de especies que se refugian en las praderas, lo que sería un factor de biodiversidad, y que son productoras de oxígeno y sumideros de carbono, la Posidonia 2 Oceánica, donde existe, protege la playa de la erosión marina, atenúa el hidrodinamismo, -la mata retiene los sedimentos consolidándolos y evitando su erosión, su denso follaje atenúa el oleaje y la turbulencia, de modo que reduce la energía que descarga sobre la playa y protege ésta de la erosión-, y filtra y retiene partículas en suspensión de la columna de agua favoreciendo la transparencia de las aguas. Asimismo la hojarasca que se deposita en la playa en otoño e invierno en acúmulos de varios metros de espesor protegen la línea de costa de los temporales y contribuyen a la formación de dunas y a la implantación de vegetación. Pues bien, los estudios sobre los efectos del incremento de salinidad sobre esta fanerógama marina determinan que en ningún punto de una pradera de Posidonia debe superarse la salinidad de 38,5 unidades prácticas de salinidad. Cabría plantear, como hipótesis, que la salmuera se deseque hasta convertirse en un residuo sólido y gestionable como tal en el marco de la Ley 10/1998 de Residuos. Sin embargo, el consumo energético adicional que sería preciso para desecar la salmuera no resulta rentable ni desde el punto de vista económico ni desde el ambiental, y la posibilidad de emplear la energía solar, al modo de las tradicionales salinas, resulta igualmente inviable en España por falta de superficies idóneas para este fin en la costa. Por otra parte, el proceso de desalación genera otros residuos, que si bien no son proporcionalmente tan importantes, desde un punto de vista cuantitativo, en términos absolutos, han de ser necesariamente tenidos en cuenta, por tratarse de sustancias tóxicas o peligrosas. Se trata de los aditivos químicos para tratamiento del agua, entre los que destacan los biocidas, coagulantes y antiincrustantes. Y por último, pueden aparecer en el vertido metales pesados derivados de la corrosión de los elementos de la planta. La planta produce también aguas sanitarias, y las resultantes de la purga de circuitos de motor y la limpieza de la planta (emisiones de lavado de los filtros de arena, productos de limpieza de las membranas). Estos son fácilmente separables, por lo que nunca deben ser inyectadas a los conductos de retorno que reviertan al mar, sino gestionarse como residuos, pues de conformidad con lo dispuesto en el artículo 57.2 de la Ley de Costas y concordante de su Reglamento, en caso de vertidos contaminantes hay que justificar la imposibilidad de una solución alternativa. En consecuencia, este tipo de residuos de una desaladora debe gestionarse como residuo sólido y desecharse en vertederos controlados. 1.2. LOS PARÁMETROS A CONSIDERAR EN EL VERTIDO DE SALMUERA Ya se ha anticipado que, sin perjuicio de otras sustancias que podrían llegar a afectar a las especies bentónicas, el principal impacto que produce la salmuera es el del incremento de salinidad en la zona de vertido. Se trata pues de un problema que ha de controlarse más desde el punto de vista de la inmisión que del de la emisión. En consecuencia, los vertidos han de realizarse en lugares en los que la concentración de sales que se produce hasta su total dilución en el agua de mar, no afecte a comunidades que puedan ser dañadas. En principio deben seleccionarse zonas en que haya fondos sin vegetación y en las que las aguas se regeneren con facilidad, para todo lo cual es imprescindible la construcción de emisarios. El emisario ha de tener la longitud suficiente para que alcance las corrientes marinas, lo que traería consigo asimismo la refrigeración del penacho de salmuera. También se pueden incorporar difusores en la boca del salmueroducto, para minimizar el efecto de la concentración 3 salina. Para conseguir este objetivo también es posible diluir la salmuera en agua de mar en tierra, previamente al vertido. Sobre esta solución se volverá más adelante. En la práctica, el vertido de salmuera opera como una limitación cuantitativa a la desalación en una determinada zona. En su día el Libro Blanco del Agua, consideraba que una producción superior a 20 o 25 Hm3 anuales (unos 50.000 m3 día), aunque fuera factible desde un punto de vista técnico, requería emisarios cada vez más largos y costosos para diluir, sin afecciones ambientales negativas, un vertido puntual continuo, de gran caudal y altísima concentración salina. Por ello, la construcción de plantas mayores trae consigo unos sobrecostes que han de ser asumidos. En los proyectos debe estar contemplada la construcción del correspondiente emisario marino, o bien la utilización de uno ya existente, que permita desplazar el vertido al punto adecuado, de forma que la distancia y/o la altura desde dicho punto permita que se haya equilibrado la composición de las sales presentes en la salmuera con las del agua de mar, antes de afectar a las especies de la zona. Una de las soluciones que se apuntan es la de verter en superficie, para dar un margen de dilución a la salmuera antes de que se deposite en el fondo De todo lo expuesto se desprende que los parámetros que han de considerarse para elegir el punto de vertido son: la ausencia de ecosistemas marinos que puedan verse afectados, y las condiciones oceanográficas del medio receptor, que permitan en su caso la más rápida dilución de la salmuera. Se examinan a continuación los instrumentos jurídicos que permiten su control y en consecuencia impiden que el vertido de salmuera tenga consecuencias sobre las comunidades bentónicas en general y sobre la Posidonia oceánica en particular. Dichos instrumentos son, de una parte, la evaluación de impacto ambiental, y de otra, la autorización del vertido. 2. LA EVALUACIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL Una de las técnicas preventivas de mayor interés es la Declaración de Impacto Ambiental, que se precisa en determinados supuestos para las instalaciones de desalación. En este caso, la propia Declaración de Impacto Ambiental establecerá las medidas correctoras que se han de implementar en cada caso para evitar o atenuar el daño que al medio marino pueda causar el vertido de salmuera. La necesidad de Evaluación de Impacto Ambiental puede venir determinada por la propia normativa al respecto, o porque lo exija la correspondiente a la Red Natura 2000, como es el caso de que esté afectado un LIC como la Posidonia oceánica. 2.1. NORMATIVA COMUNITARIA Y ESTATAL SOBRE EVALUACIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL 2.1.1. Evaluación de Impacto Ambiental de las desaladoras Las Directivas de la Unión Europea sobre Evaluación de impacto ambiental no contienen referencia alguna a las desaladoras. Sin embargo, figuran en la legislación estatal desde su modificación en 2001. Una de las novedades que se incluyeron en el Anexo II, fue precisamente la que ahora nos ocupa: se trata del epígrafe e) del grupo 8 (proyectos de ingeniería hidráulica y de gestión del agua): “Instalaciones de desalación o desalobración de agua con un volumen nuevo o adicional superior a 3.000 metros cúbicos/día.” 4 Los proyectos a que se refiere el Anexo II, son los regulados en el artículo 1.2 del Real Decreto Legislativo 1302/1986, que en su nueva redacción indica que se sometan a evaluación de impacto ambiental sólo cuando así lo decida el órgano ambiental en cada caso, que ha de adoptar la decisión conforme a los criterios establecidos en el anexo III. De estos criterios destacan, por lo que hace a los vertidos de salmueras, los siguientes: Como características de los proyectos: b) La acumulación con otros proyectos. c) La utilización de recursos naturales. d) La generación de residuos. e) Contaminación y otros inconvenientes. Por lo que se refiere a la ubicación de los proyectos, deberá considerarse teniendo en cuenta, en particular: c) La capacidad de carga del medio natural, con especial atención a las áreas siguientes: 1.a Humedales. 2.a Zonas costeras. (...) 5ª Areas de especial protección designadas en aplicación de las Directivas 79/409/CEE y 92/43/CEE.” Las Directivas citadas en este apartado c) son la de Aves y la de Habitats, a las que se hará referencia a continuación. 2.1.2. Evaluación de Impacto ambiental de los Lugares de Interés comunitario Como se ha expuesto, una posible afección del vertido de salmuera se refiere a uno de los denominados Lugares de Interés comunitario, el de la Posidonia oceánica (Anexo I del Real Decreto 1997/1995 de 7 de diciembre). En estos casos, el artículo 6.3 del citado Real Decreto, por el que se ha traspuesto en España la Directiva Habitats, determina la necesidad de evaluación de impacto ambiental. Cualquier plan o proyecto que, sin tener relación directa con la gestión del lugar o sin ser necesario para la misma, pueda afectar de forma apreciable a los citados lugares, ya sea individualmente o en combinación con otros planes o proyectos, se someterá a una adecuada evaluación de sus repercusiones en el lugar, que se realizará de acuerdo con las normas que sean de aplicación, de acuerdo con lo establecido en la legislación básica estatal y en las normas adicionales de protección dictadas por las Comunidades Autónomas, teniendo en cuenta los objetivos de conservación de dicho lugar. A la vista de las conclusiones de la evaluación de las repercusiones en el lugar y supeditado a lo dispuesto en el apartado 4 de este artículo, las Comunidades Autónomas correspondientes sólo manifestarán su conformidad con dicho plan o proyecto tras haberse asegurado de que no causará perjuicio a la integridad del lugar en cuestión y, si procede, tras haberlo sometido a información pública. En el epígrafe siguiente (art. 6.4) se contempla la posibilidad de medidas compensatorias para el caso de que a pesar de la evaluación negativa, el proyecto se realice por razones imperiosas de interés público de primer orden, incluidas razones de índole social o económica. La evaluación de impacto ambiental ha de ser especialmente rigurosa en relación con los tipos de habitats prioritarios, es decir, con los que se encuentran amenazados de desaparición cuya conservación supone una especial responsabilidad, habida cuenta de la importancia de la proporción de su área de distribución natural incluida en el territorio en que se aplica la citada Directiva, como es el caso de la Posidonia. 5 Este tipo de afecciones se encuentra también previsto en la propia normativa de impacto ambiental. Así, en el Anexo II se encuentra (grupo 9. k) cualquier cambio o ampliación de los proyectos que figuran en los anexos I y II, ya autorizados, ejecutados o en proceso de ejecución que puedan tener efectos adversos significativos sobre el medio ambiente, y en concreto (nº 5) la afección a áreas de especial protección designadas en aplicación de la Directiva 92/43/CEE del Consejo, de 21 de mayo, relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres. El propio Real Decreto Legislativo 1302/1986 fue modificado por Ley 62/2003 añadiéndole una Disposición Adicional Cuarta, sobre Evaluación ambiental de los planes y proyectos estatales previstos en el artículo 6 del Real Decreto 1997/1995, que a su vez estén sometidos a evaluación de impacto ambiental. Esta disposición adicional establece que la evaluación a efectos de la conservación de habitats “se entenderá incluida en el procedimiento previsto por el Real Decreto Legislativo 1302/1986, de 28 de junio, de Evaluación de Impacto Ambiental”. En relación con las medidas compensatorias previstas en el apartado 4 del artículo 6, establece una consulta preceptiva de la Comunidad Autónoma en la que se localice el proyecto. 2.2. EL IMPACTO ACUMULATIVO Una de las cuestiones que se plantean, a la vista del importante número de desaladoras que se están construyendo en el Mediterráneo, es la de si existe obligación de analizar sinérgicamente las afecciones de los vertidos de salmuera de todas las instalaciones de la zona. Pues bien, la de los impactos acumulativos es precisamente una de las cuestiones que se recogen, tanto en la Directiva Habitats, como en el Real Decreto 1997/1995 que la traspone en España. En concreto, el articulo 6.3 de la Directiva alude a la necesidad de evaluación cuando el proyecto pueda afectar a los lugares de interés comunitario, “ya sea individualmente o en combinación con otros planes y proyectos”. Y lo mismo se puede decir de la Directiva sobre Evaluación de Impacto Ambiental, que en su Anexo III, sobre criterios para determinar en qué supuestos ha de llevarse a cabo la evaluación, cuando esta no sea obligatoria, establece el de la acumulación con otros proyectos. Una importante consecuencia es que la Jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, exige que el Estudio de Impacto Ambiental, incluya los impactos acumulativos que el proyecto pueda producir, entre los que hay que entender los que se producen por la existencia de otros proyectos ya ejecutados, en ejecución o en trámite de aprobación (Sentencias del TJCE de 21 de septiembre de 1999 -C-392/96- y de 16 de septiembre de 2004 -C-227/01-). En consecuencia, si la alta concentración salina del vertido de salmuera no se asumiera por completo por el agua de mar, podría llegar a darse un incremento de la salinidad del agua que debería estudiarse considerando los vertidos de todas las plantas que se encontrasen en una misma zona. 6 3. LA AUTORIZACIÓN DE VERTIDO AL MEDIO ACUÁTICO 3.1. LA FUTURA UNIFICACIÓN DE LAS REGULACIONES DEL VERTIDO AL MEDIO ACUÁTICO. EL ÁMBITO DE LA DIRECTIVA MARCO DE AGUAS Hay que aclarar con carácter previo que en el supuesto de instalaciones de desalación no juega la autorización ambiental integrada, por no estar incluida esta actividad entre las previstas en la Ley 16/2002, de 1 de julio, de prevención y control integrados de la contaminación. En consecuencia, no juega la disposición derogatoria única de esta Ley, y continúan en vigor a estos efectos los preceptos sobre vertido al dominio público marítimo terrestre y al dominio público hidráulico que se analizan a continuación. Los vertidos que se llevan a cabo en el mar se rigen por lo dispuesto en la Ley 22/1988, de 28 de julio de Costas, y por el contrario los que se producen al dominio público hidráulico quedan sujetos a lo previsto en el Texto Refundido de la Ley de Aguas, aprobado por Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio. Ahora bien, las regulaciones contenidas en la Ley de Aguas y en la Ley de Costas habrán de aproximarse en un futuro próximo, cuando se ultime la transposición de la Directiva 60/2000/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de octubre de 2000 por la que se establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas (en adelante Directiva marco de aguas). En efecto, esta Directiva, que tiene una finalidad claramente ambiental, en cuanto que su objeto es establecer un marco para la protección de las aguas, incluye en su ámbito tanto a las continentales, como a las aguas de transición y a las costeras. Estas últimas se encuentran reguladas en el derecho español en la Ley de Costas. La definición de “aguas de transición” se encuentra en el artículo 2.6 de la Directiva, como “masas de agua superficial próximas a la desembocadura de los ríos que son parcialmente salinas como consecuencia de su proximidad a las aguas costeras, pero que reciben una notable influencia de flujos de agua dulce.” Por su parte, el artículo 2 apartado 7 define las “aguas costeras” así: “las aguas superficiales situadas hacia tierra desde una línea cuya totalidad de puntos se encuentra a una distancia de una milla náutica mar adentro desde el punto más próximo de la línea de base que sirve para medir la anchura de las aguas territoriales y que se extienden, en su caso, hasta el límite exterior de las aguas de transición.” En cuanto a las aguas territoriales, las incluye en lo que se refiere a su estado químico. Esto es lo que se desprende de su definición de “aguas superficiales”: “las aguas continentales, excepto las aguas subterráneas; las aguas de transición y las aguas costeras, y, en lo que se refiere al estado químico, también las aguas territoriales.” Sin embargo, la Directiva únicamente se ha transpuesto al derecho español en la Ley de Aguas, que fue modificada en la ley de acompañamiento de los presupuestos para 2004. Esta modificación incluye el nuevo concepto de Demarcación hidrográfica como la zona terrestre y marina compuesta por una o varias cuencas hidrográficas vecinas y las aguas de transición, subterráneas y costeras asociadas a dichas cuencas. 7 Es por ello que en la actualidad, en la propia Ley de Aguas se encuentran las definiciones de aguas de transición y aguas costeras (art. 16 bis.), de tal forma que las aguas que se encuentran desde la línea de base hasta una milla náutica (1.852 m.) mar adentro se encuentran incluidas en la Demarcación hidrográfica, a pesar de que en la actualidad se encuentran reguladas en la Ley de Costas. Esta es asimismo la explicación de que en la Ley de Aguas se contemplen los principios generales aplicables a los vertidos marinos (Artículo 108 bis). Lo cierto es que nos encontramos en una situación transitoria, en la que se encuentra pendiente de completa transposición la Directiva de Aguas, y en la que incluso se desconoce si la regulación del agua como recurso natural se va a llevar a cabo en el derecho español de forma conjunta, es decir en un mismo texto normativo para las aguas continentales y las marinas, o si se va a mantener la división que viene siendo tradicional en nuestro derecho desde que en l879 se aprobó una Ley que contemplaba únicamente las primeras (4). Por ello, y sin perjuicio de reconocer las dificultades que se acaban de apuntar, en el sentido de llevar a cabo un trabajo paralelo con dos leyes que encabezan grupos normativos distintos y elaboradas con problemática de base muy distinta, se encuentra un punto de confluencia en lo que se refiere a la protección ambiental de las aguas, que es el que aquí nos interesa. Desde este punto de vista cabe destacar que la Directiva de Aguas recoge en su artículo segundo la siguiente definición, de interés en relación con el vertido de salmuera, por lo que podrá traerse a colación más adelante: 35) norma de calidad medioambiental: la concentración de un determinado contaminante o grupo de contaminantes en el agua, los sedimentos o la biota, que no debe superarse en aras de la protección de la salud humana y el medio ambiente; Esta definición remite a su vez a la de contaminante: 31) contaminante: cualquier sustancia que pueda causar contaminación, en particular las sustancias enumeradas en el anexo VIII; El Anexo VIII recoge una lista de los principales contaminantes, que en principio no se encuentran en un vertido de salmuera. Sin embargo, adviértase que se considera contaminante cualquier sustancia que pueda causar “contaminación”, por lo que es preciso acudir asimismo a la definición de este último concepto: 33) contaminación: la introducción directa o indirecta, como consecuencia de la actividad humana, de sustancias o calor en la atmósfera, el agua o el suelo, que puedan ser perjudiciales para la salud humana o para la calidad de los ecosistemas acuáticos, o de los ecosistemas terrestres que dependen directamente de ecosistemas acuáticos, y que causen daños a los bienes materiales o deterioren o dificulten el disfrute y otros usos legítimos del medio ambiente; Pues bien, de la lectura de esta definición (que se recoge también en el artículo 93 del Texto Refundido de la Ley de Aguas) se desprende que en este concepto encajaría el supuesto de la salmuera –sustancia que como consecuencia de la actividad humana se introduciría en el agua y que podría ser perjudicial para la calidad de los ecosistemas acuáticos- en cuanto ésta es susceptible de causar daños en los ecosistemas presentes, incluidos los del medio marino, pues aun cuando la composición química de la salmuera sea similar a la del agua de mar, una alta concentración salina puede resultar dañina para los organismos vivos. 8 3.2. EL VERTIDO AL MAR Como ya se ha anticipado, al vertido al mar de salmuera le es aplicable el régimen previsto en la Ley de Costas y su Reglamento de desarrollo (aprobado por Real Decreto 1471/1989, de 1 de diciembre), si bien, dado que en este momento se encuentra pendiente la adaptación de estas disposiciones a la Directiva Marco de Aguas, al haber transcurrido en exceso el plazo de transposición –que vencía en diciembre de 2003-, ésta ha de considerarse directamente aplicable, en lo que sea posible. Procede pues abordar, de forma sistemática, las reglas que se establecen en relación con este vertido. 3.2.1. Ámbito de aplicación Los vertidos se encuentran regulados en la Ley de Costas en la sección 2ª del capítulo IV del Título III de la Ley, disposiciones que se aplican, cualquiera que sea el bien de dominio público marítimo-terrestre en que se realicen (artículo 56). En consecuencia, hay que estar a la definición del dominio público marítimo terrestre que se encuentra en el artículo 3º de la Ley, y de la que se desprende que se incluyen no solo los vertidos en la ribera, sino los que se realicen en el mar territorial, que a tenor de lo dispuesto en el artículo 7 de la Ley de Puertos 27/1992, se extiende hasta una distancia de doce millas náuticas contadas a partir de las líneas de base desde las que se mide su anchura. El alcance es pues mucho más amplio que el de las aguas costeras definidas en la Directiva Aguas –recuérdese que las aguas territoriales sólo se incluyen en la Directiva desde el punto de vista de su estado químico-, lo que es relevante pues los vertidos de salmuera puede ser necesario que se lleven a cabo a distancias superiores a una milla náutica para minimizar sus efectos sobre el medio. 3.2.2. La Administración competente para el otorgamiento de la autorización La Ley de Costas regula los vertidos en los artículos 56 y siguientes, que se somete a autorización, que se otorgarán con sujeción a la legislación estatal y autonómica aplicable. La STC 149/1991 ha sentado el criterio de que la competencia para la autorización de vertido corresponde a la Comunidad Autónoma (como deja claro al pronunciarse sobre el art. 110 h) de la Ley). La autorización de vertido corresponde a la Comunidad Autónoma, y es independiente de la que se deba obtener por la ocupación del dominio público por el emisario (art. 56.1) que, por el contrario compete a la Administración estatal. Ahora bien, la extinción de la autorización de vertido lleva implícita la de la concesión de ocupación del dominio público marítimo-terrestre (art. 116.2 del Reglamento de Costas). 3.2.3. Limitaciones de la autorización: Las normas de emisión y los objetivos de calidad del medio receptor La lectura del artículo 57 de la Ley, en sus apartados 2 y 3, así como el contenido mínimo que debe contener la resolución de autorización, recogida en el artículo 58, permite interpretar que esta norma establece una doble limitación, la relativa a los estándares de emisión sobre los efluentes vertidos, que deben respetar las prohibiciones de sustancias o las limitaciones de determinadas concentraciones, y la que resulta del estandar de calidad del medio receptor. 9 En efecto, las autorizaciones de vertido deben limitarse en función de los objetivos de calidad fijados para el medio receptor, sin que pueda producir una alteración significativa en dicho medio. En caso de vertidos contaminantes, como se ha señalado, hay que justificar la imposibilidad de una solución alternativa (Art. 57.2). Para este tipo de vertidos la Ley exigía en este mismo precepto estar también a lo dispuesto en el artículo 34 que aludía a una normativa estatal, y fue declarado inconstitucional por la STC 149/1991. El desarrollo de esta disposición se contenía en el Reglamento aprobado por R.D. 1471/1989. Tras la sentencia del Tribunal Constitucional, el Reglamento se modificó mediante el R.D. 1112/1992, que incorporó un contenido equivalente a las Directivas 76/464 y 86/280 sobre vertidos tóxicos y peligrosos. El apartado 2 del artículo 114 del Reglamento quedó redactado de la forma siguiente: «2. En el caso de vertidos contaminantes será necesario que el peticionario justifique previamente la imposibilidad o dificultad de aplicar una solución alternativa para la eliminación o tratamiento de dichos vertidos. No podrán verterse sustancias ni introducirse formas de energía que puedan comportar un peligro o perjuicio superior al admisible para la salud pública y el medio natural, con arreglo a la normativa vigente.» La calidad mínima exigible a las aguas receptoras de la salmuera será la de aguas de baño, establecida en el Real Decreto 734/1988, de 1 de julio, de transposición de la Directiva 76/160/CEE, o en todo caso la prevista para las aguas destinadas a cría de moluscos (Directiva 79/923/CEE transpuesta por RD 38/1989). Sin embargo estas disposiciones no aluden a parámetros de salinidad. Por el contrario, existe alguna norma autonómica que si lo hace. En concreto, destacan las siguientes disposiciones dictadas por la Junta de Andalucía al amparo del título competencial sobre medio ambiente: Decreto 14/1996, de 16 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de la calidad de las aguas litorales, y la Orden que lo desarrolla, de 14 de febrero de 1997, por la que se clasifican las aguas litorales andaluzas y se establecen los objetivos de calidad de las aguas afectadas directamente por los vertidos. Entre estos últimos destaca el correspondiente a la salinidad, que en el Anexo II se establece entre el 0.9 y el 1.1. de la media normal en la zona no afectada por el vertido. La salinidad sí que figura en la Directiva Marco de aguas como uno de los indicadores químicos y fisicoquímicos que afectan a los indicadores biológicos, recogidos en el anexo V de la misma, para determinar el buen estado ecológico de una masa de agua superficial, en la que se incluyen las aguas costeras, e incluso las territoriales desde el punto de vista de su estado químico. En este mismo sentido procede traer a colación el Convenio de Barcelona para la Protección del Mar Mediterráneo que tuvo lugar en 1976, y fue modificado posteriormente en 1995. Según este Convenio, las partes contratantes están obligadas a contemplar y desarrollar los protocolos ratificados en su legislación nacional, entre los que destaca el Protocolo sobre la Protección del Mar Mediterráneo contra la contaminación de origen terrestre. En el artículo 6 de dicho Protocolo las Partes se comprometen a que todas las descargas susceptibles de producir contaminación provocada por la sustancias enumeradas en el anexo II (entre las que figuran las que, aun sin tener carácter tóxico, puedan resultar nocivas para el medio marino) estarán sujetas estrictamente a la expedición de una autorización por las autoridades nacionales competentes para lo cual se tendrán debidamente en cuenta las disposiciones del anexo III. En el citado Anexo se establece como condicionantes de la 10 autorización de descarga la posible perturbación de los ecosistemas marinos y especialmente la de los recursos vivos, las especies amenazadas y los hábitat vulnerables. No existen sin embargo parámetros ni para la salinidad, ni para gran parte de los desechos que acompañan la salmuera y pueden ser nocivos para la vida marina, ni en la legislación internacional, ni en la comunitaria o estatal ni en la autonómica (con la excepción ya señalada), por lo que parece oportuno regular específicamente esta cuestión. Como se propondrá más adelante, se debería contemplar el límite permisible óptimo de los distintos organismos bentónicos que pudieran verse afectados por su proximidad al punto de vertido. 3.2.4. El condicionamiento de la autorización La Ley de Costas somete a autorización todos los vertidos, proyectados o efectuados, sean contaminantes o no. En consecuencia, resulta irrelevante desde este punto de vista determinar si la salmuera se puede considerar o no contaminante, aunque sí es relevante el que puedan existir determinadas sustancias peligrosas, (v. gr. metales o sustancias peligrosas), ya que la autorización se deberá someter a unas condiciones más restrictivas que muevan a quien contamina a reducir ese tipo de vertidos (desde examinar si se están utilizando las mejores técnicas disponibles, hasta hacer efectivo en ese vertido el principio del que contamina paga y el correlativo de recuperación de costes, para que así el producto final refleje verdaderamente lo que cuesta y dentro de ese coste, indudablemente, ha de incluirse el coste medioambiental). De otro lado, las autorizaciones se someten a condicionantes que pueden ser modificados sin derecho a indemnización. En efecto, cuando las circunstancias que motivaron su otorgamiento se hubiesen alterado o bien sobrevinieran otras que, de haber existido anteriormente, habrían justificado su denegación o el otorgamiento en términos distintos, la Administración podrá exigir nuevas condiciones y si lo considera necesario, podrá suspender los efectos de la autorización hasta que se cumplan. De lo expuesto se desprende que, si bien se trata de autorizaciones, presentan fuertes conexiones con el régimen propio de las concesiones (5), y en todo caso deben encuadrarse en las llamadas autorizaciones operativas. En este sentido hay que destacar que se encuentran informadas por un principio de temporalidad y de adecuación progresiva de las mismas a las mejores condiciones técnicas disponibles. En la misma línea, se puede establecer un programa de inspecciones para su control. Lo anterior permite la adaptación de las autorizaciones de vertido a los nuevos conocimientos que se adquieren sobre el efecto de la salinidad en los organismos del medio marino. 3.2.5. Otras Disposiciones aplicables Además de lo dispuesto en la Ley y el Reglamento de Costas, han de tomarse en consideración otras disposiciones estatales que se han dictado al amparo de lo dispuesto en el art. 110 i) de aquella, que se consideran incluidas por el Tribunal Constitucional en la competencia estatal para dictar normas básicas en materia de medio ambiente (STC 149/1991). En concreto, la Orden de 13 de julio de 1993 que aprueba la Instrucción para el proyecto de conducciones de vertidos desde tierra al mar. En dicha norma se consideran los posibles usos del agua de mar en la zona de vertido, incluyéndose en concreto entre estos la desalación, potabilización y abastecimiento industrial de aguas. Ahora bien, esta regulación será la aplicable también al vertido al mar desde la desaladora. 11 3.3. EL VERTIDO AL DOMINIO PÚBLICO HIDRÁULICO Al igual que en el caso de los vertidos al mar, las autorizaciones de vertido son necesarias antes de realizar tales vertidos al medio hídrico (arts. 100 y ss. TRLA Asimismo han de tenerse en cuenta los artículos 92, 92 bis, 92 ter, 92 quater 93 y 99). La Ley regula minuciosamente el vertido, cuyo otorgamiento es competencia de los Organismos de cuenca en las cuencas hidrográficas intercomunitarias y de las Comunidades Autónomas en las intracomunitarias. Se consideran vertidos los que se realicen directa o indirectamente en las aguas continentales, así como en el resto del dominio público hidráulico, cualquiera que sea el procedimiento o técnica utilizada (artículo 100 TRLA). En consecuencia se encuentran previstos en la Ley todos los tipos de vertidos que se producen con más frecuencia en el caso de desaladoras que no emiten sus efluentes directamente al mar. En primer término hay que destacar que sería aplicable esta Ley al supuesto de balsas de almacenamiento en caso de que no se encuentren perfectamente impermeabilizadas, y puedan dar lugar a infiltraciones susceptibles de degradar la calidad de las aguas subterráneas. Asimismo se encuentra prevista en la Ley la posibilidad de que al inyectar la salmuera en depósitos naturales, se puedan contaminar las aguas subterráneas. En concreto, el artículo 102 “Autorización de vertido en acuíferos y aguas subterráneas” establece que “Cuando el vertido pueda dar lugar a la infiltración o almacenamiento de sustancias susceptibles de contaminar los acuíferos o las aguas subterráneas, sólo podrá autorizarse si el estudio hidrogeológico previo demostrase su inocuidad.” Si bien no es frecuente el vertido de salmuera a los cauces de los ríos, en cambio se conocen supuestos de vertidos a ramblas y barrancos que carecen de caudal para diluir el efluente y que en definitiva desembocan en el mar. Pues bien, al margen de la improcedencia de verter salmuera en el dominio público hidráulico, que se deduce además de los parámetros de calidad de las aguas continentales –entre los que figura la salinidad- a que alude la Directiva Aguas, la posibilidad de verter a ramblas, barrancos o canales sin caudal permanente, debe permitirse restrictivamente porque afecta directamente al buen estado ecológico y a la calidad de las aguas costeras, que entran en el ámbito de aplicación de la Directiva. 4. CONCLUSIONES.- LA CONVENIENCIA DE UNA REGULACIÓN ESPECÍFICA PARA EL VERTIDO DE SALMUERAS De todo lo expuesto se desprende que las normas actualmente vigentes permiten un control del vertido de salmuera al medio acuático, se trate de aguas continentales o marinas. Incluso en el supuesto de que no exista previa Declaración de Impacto Ambiental en la que se establezcan medidas correctoras, las condiciones que se pueden establecer en las autorizaciones de vertido previstas tanto en la Ley de Costas como en la Ley de Aguas permiten a la Administración un amplio margen de maniobra a la hora de limitar el lugar y concentración del vertido. 12 Asimismo la autorización de vertido permite examinar si se están utilizando las mejores técnicas disponibles, así como hacer efectivo el principio “el que contamina paga” y el correlativo de recuperación de costes. Ello no impide, sin embargo, reconocer que las reglas para la autorización de vertido no contemplaban precisamente un efluente como la salmuera en el mar; se trata de una descarga con una amplia variedad de componentes que es susceptible de deteriorar la calidad del agua y los sedimentos. Entre estos componentes destaca el agua hipersalina, cuya incidencia en el medio receptor se produce fundamentalmente por una alta concentración de componentes que, por otro lado, son los del agua de mar. En este sentido hay que destacar lo establecido en el artículo 108 bis. del TRLA, que al recoger los principios generales aplicables a los vertidos al medio marino establece como objetivo último el de “conseguir concentraciones en el medio marino cercanas a los valores básicos por lo que se refiere a las sustancias de origen natural y próximas a cero por lo que respecta a las sustancias sintéticas artificiales.” En consecuencia, en relación con la concentración salina no tiene tanta importancia el control del efluente como el de la calidad de las aguas receptoras, puesto que no se trata tanto de un problema relativo a límites de emisión, sino de inmisión, si bien no debe dejarse de estudiar y analizar el efecto que globalmente, en un mar como el Mediterráneo, puede tener la proliferación de plantas de desalación. Baste señalar a este respecto que la Directiva Aguas establece al definir los valores límite de emisión, que su aplicación se hará generalmente en el punto en que las emisiones salgan de la instalación y en su determinación no se tendrá en cuenta una posible dilución. Evidentemente lo anterior no es aplicable en el caso de la salmuera, en que precisamente lo que se busca es la dilución para rebajar los parámetros de salinidad (por ejemplo, el art. 4.2 del Decreto 14/1996, de 16 de enero, de la Junta de Andalucía, por el que se aprueba el Reglamento de la calidad de las aguas litorales, establece in fine la posibilidad de autorizar expresamente la dilución). Todo lo anterior no hace sino confirmar la conveniencia de una regulación específica del vertido de salmuera, tomando en cuenta su singularidad. Se trata en definitiva de precisar el margen de que ahora disponen los órganos que conceden las autorizaciones de vertido, a través de la especificación de criterios concretos en una normativa específica, qué fije concretos valores de emisión e inmisión y en los que además, se considere la presencia de otras sustancias, en las que, si bien, su concentración sea proporcionalmente baja por metro cúbico, acumulativamente represente, especialmente en las plantas de gran capacidad, una cantidad significativa en un periodo de tiempo determinado. Por lo que se refiere a la concentración de sales, podría contemplarse la dilución entre las medidas correctoras, si bien debería establecerse objetivos de concentración salina en un determinado círculo con centro en el punto de vertido, así como distancias desde dicho punto, en función del límite permisible óptimo medido en unidades prácticas de salinidad de los distintos organismos que pudieran verse afectados. 13 La necesidad de una regulación específica vendría además refrendada por el Convenio de Barcelona antes citado, según el cual las partes contratantes están obligadas a contemplar y desarrollar los protocolos ratificados en su legislación nacional. El incremento de la actividad de desalación en los países del Mediterráneo, que se está desarrollando muy rápidamente como consecuencia del marcado incremento en las necesidades de agua en la región, especialmente en los países meridionales y orientales justificaría una actuación a nivel internacional. Pero entre tanto, se impone una regulación a nivel estatal, que garantice unas normas básicas al respecto aplicables a todas las Comunidades Autónomas. Esta norma ofrecería un marco estable que si bien limitaría en cierta medida la discrecionalidad del órgano autonómico que ha de conceder la autorización, ofrecería seguridad jurídica a los entes que soliciten una autorización de vertido de esta índole, y permitiría conocer de antemano los límites técnicos y económicos que trae consigo esta forma novedosa de conseguir recursos hídricos que es la desalación. El Estado, al amparo del título competencial sobre medioambiente debería dictar una disposición sobre esta materia, sin perjuicio de las normas adicionales de protección que pudieran a su vez aprobar las Comunidades Autónomas. BIBLIOGRAFÍA (1) Mediterranean Action Plan, Technical Reports Series No. 139. Athens, 2003. “Sea water desalination in the Mediterranean Sea, Assessment and guidelines”. (2)"Informe sobre la influencia en el medio marino del agua hipersalina sobrante del proceso de desalación por ósmosis inversa y su tipificación como vertido y/o efluente" (mayo 2006) Informe inédito del Museo de Ciencias Naturales (CSIC) (3) Luque, A. y Templado, J. coord. (2004) Praderas y bosques marinos de Andalucía. Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. (4) Embid Irujo, A. (2006) voz “Protección de las aguas continentales y marinas” en Diccionario Ambiental Iustel. (5) Embid Irujo, Antonio (op. cit en nota 4). 14