Introducción

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Introducción
A finales del siglo XI, la escultura románica volvía a descubrir la Antigüedad, de la que empezó a aprovechar
el capitel corintio y la monumentalidad de la ornamentación. Y fue el Camino de Santiago donde aparecieron
los grandes modelos de la escultura románica, que se difundieron definitivamente durante el siglo XII con una
total diversidad en la parte española del llamado «Camino Francés», se aprecia una semejanza clara entre la
diversa decoración esculpida románica, como demuestran las iglesias de San Martín de Frómista, Santiago de
Compostela, San Isidoro de León, el Monasterio de Silos o, incluso, las catedrales de Pamplona y Jaca.
La escultura románica no pretende copiar fielmente la naturaleza circundante sino conceptuar la belleza de
una manera abstracta y racional. Está subordinada a la arquitectura y sigue los mismos planteamientos de
sometimiento al orden racial y la lógica, ley del marco y ley del esquema geométrico enunciados por Focillon.
Es por este motivo que en la escultura románica encontramos personajes o animales achaparrados o de altura
excesiva, a menudo realizando escorzos imposibles y con perspectivas absurdas.
Uno de los principios de esta escultura es la de funcionalidad para la comunicación y transmisión de ideas
mediante fuertes programas iconográficos.
En el comienzo del románico prevalecen las escenas del Antiguo Testamento, pero pronto esto varia. Veremos
escenas del ciclo de la Natividad, como la Anunciación, el Nacimiento, la Epifanía También se aprecia una
iconografía profana, puesto que a medida que va evolucionando el románico, va incorporando motivos de tipo
costumbrista o anecdótico, el ejemplo está en los canecillos que con cierta continuidad veremos como adornan
esculturas que representan las costumbre de la época, por ejemplo fiestas, cacerías, vida social
San Isidoro de León
Estudio iconográfico:
Portada del Cordero:
Uno de los grandes logros del románico pleno fue la aplicación de la escultura monumental a la arquitectura.
La portada historiada es una de sus mejores manifestaciones.
Entre los primeros ejemplos de este tipo en España se encuentran las dos portadas meridionales de San Isidoro
de León. La portada del Cordero, de los primeros años del siglo XII y relacionada estilísticamente con la
compostelana de Platerías, se abre en el cuarto tramo de la nave sur del templo. Se llama así por el Cordero
simbólico que preside el tímpano historiado que descansa sobre dos modillones con cabeza de carnero.
[El cordero es emblema de pureza y mansedumbre, así como una de las más habituales víctimas
propiciatorias del Antiguo Testamento y uno de los símbolos con los que más frecuentemente se
representa al Redentor en la Sagrada Escritura, sobre todo en el Apocalipsis donde es mencionado en
numerosas ocasiones.]
Muestra un notable abocinamiento a causa de las tres arquivoltas que la componen. Dos ángeles sostienen el
Cordero místico. Decoran el tímpano relieves con escenas bíblicas: el sacrificio de Isaac en el preciso
momento en el que la mano de Dios detiene a Abraham, dispuesto a degollar a su hijo, mientras un ángel le
ofrece el carnero como víctima propiciatoria.
El grupo tiene un claro sentido eucarístico, ya que desde la Antigüedad se considera este episodio como una
prefigura del posterior sacrificio de Jesús en la cruz. Las figuras de los ángulos se han identificado con la
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doble descendencia del patriarca Abraham: en el extremo derecho, Sara, ante la puerta de su tienda, junto a
Isaac, esta vez montado a caballo. En el lado opuesto, un jinete tensa un arco junto a una mujer; ambos se han
relacionado con Agar, criada de Abraham, e Ismael, el hijo que tuvo con él.
Algunos investigadores han interpretado la inclusión de este motivo en el tímpano leonés como una alusión
metafórica al momento histórico en el que se talló la portada: la Reconquista, la lucha del cristianismo contra
el Islam, cada uno de los hijos del patriarca bíblico representaría a cada una de las religiones en liza, Isaac a
los cristianos e Ismael a los musulmanes.
En las enjutas, vemos la efigie de San Isidoro en actitud de bendecir, revestido de pontifical y con el báculo en
la mano izquierda y la de San Pelayo, sedente en silla de tijera de la que asoman garras tras sus pies desnudos
y cabecitas de leones por su lado derecho, a la altura de la rodilla. Muestra abierta su mano diestra y en la
izquierda situada bajo los pliegues de su manto, muestra el Evangelio. También vemos al rey David y sus
músicos y un zodiaco que debe leerse de derecha a izquierda.
Capiteles.
Los cuatro capiteles que decoran esta portada se hallan muy bien conservados. El primero que hallamos
muestra en su ángulo a una arpía de rasgos inquietantemente humanos, alada, con garras que se aferran al
collarín del capitel, al igual que lo hacen las otras dos criaturas maléficas que la flanquean y que comparten
vestimenta arrugada.
[Las Arpías son animales traicioneros y tentadores que atraen a los humanos hacia el pecado. Simboliza
a las pasiones y los vicios, así como los tormentos del deseo y los remordimientos a que someten a los
que dan satisfacción a sus vicios. Son creadoras y provocadoras de tormentas, según la tradición. El
significado literal de su nombre es espíritu áspero dominador de la tempestad. Solamente el viento las
puede expulsar, es decir, en el románico, el soplo del espíritu.]
A continuación, en el siguiente capitel hallamos un personaje orondo, con una soga alrededor del cuello,
desnudo de cintura para arriba y entre dos monos con sus patas transformadas en garras, al igual que las del
personaje central.
Del otro lado de la puerta, una figura femenina desnuda con los cabellos al viento, tiene sus pies de aspecto
normal y sus manos transformadas en garras. A sus lados, a nuestra izquierda un toro y a la derecha un
personaje demoníaco cornudo asimismo de pies humanas y manos en garra. El último capitel de entrelazo al
aire, viene a representar el fuego infernal. Unas veces surge de la boca de un león. Otras de un dragón y otras
es avivado por el fuelle de un esbirro; pero siempre con la misma morfología iconográfica.
En definitiva, estas sobrecogedoras formas están conminando al peregrino a cuidarse del mal en todas sus
formas, que trata de poner una cuerda alrededor de su cuello y hacerlo más parecido al mono, animal que
representa los vicios, y en especial el de la lujuria, reforzado en el tercero de los capiteles por esa mujer en
posición obscena. De no seguir estas instrucciones, el fuego del infierno del cuarto de los capiteles es lo que
aguarda al pecaminoso y despreocupado peregrino.
Portada del Perdón:
Algo más tardía que la portada del Cordero, pero siempre dentro de las primeras décadas del siglo XII. La
portada del Perdón se abre en el extremo del brazo meridional del transepto. Es obra de un escultor vinculado
tanto estilística como iconográficamente con la escuela tolosana del sur de Francia.
Esta portada consta de dos arquivoltas doveladas, levemente peraltadas. Apean por medio de imposta
decorada con palmetas en capiteles decorados en sus cestas con entrelazo esculpido al aire, lo que ha
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propiciado su desaparición en gran medida. Por fuera, guardapolvo de ajedrezado jaqués.
De nuevo el peso iconográfico recae en el tímpano, concebido con un evidente sentido pedagógico−narrativo.
Sus tres escenas nos transmiten otros tantos puntos básicos del ciclo cristológico: Muerte, Resurrección y
Ascensión.
La escena central muestra el descendimiento de la cruz. Un personaje con largas tenazas está retirando el
clavo de la mano izquierda de Cristo, mientras que la Virgen y San Juan sujetan el brazo liberado y su cuerpo.
A pesar del dramatismo del momento, los personajes de la escena transmiten sensación de serenidad. Por
encima, a ambos lados de la cruz, sendos ángeles se encajan en el espacio existente.
A nuestra derecha, la segunda de las escenas en orden cronológico, muestra a las Santas Mujeres que acuden
al sepulcro de Cristo portando ungüentarios bajo sus túnicas. De la situada junto al ángel solo se esculpió la
cara, quedando en segundo plano y transmitiendo sensación de profundidad a la escena. Un ángel muestra el
sepulcro vacío porque Cristo ha resucitado. Al igual que en la escena anterior los semblantes transmiten
hieratismo, a excepción de la figura central que parece iniciar una leve sonrisa. El sarcófago se representa bajo
un arcosolio de medio punto apeado en columnitas decoradas con entorchado y bezantes y los capiteles lucen
cuidadas volutas y hojas de acanto. Tras el arcosolio emerge un ángel que retira la tapa del sarcófago
mostrando el interior vacío. Sus alargadas alas rellenan magistralmente el hueco del tímpano, enmarcando la
escena.
La tercera de las escenas, a nuestra izquierda, muestra la Ascensión de Cristo a los Cielos. Dos ángeles −que
lo son porque se advierten las alas en segundo plano− portan a Cristo quien apoya sus pies en las rodillas
interiores de ambos mientras que con sus manos se aferra a la parte superior de las angelicales alas. Para que
no quede duda alguna en la interpretación de la escena, un rótulo epigrafiado en la rosca del arco nos informa
de su contenido: Ascendo ad patrem meum patrem vestrum (`Asciendo a mi Padre, a vuestro Padre').
Una moldura decorada con palmetas, define una amplia superficie en cuyos laterales se empotraron sendas
imágenes escultóricas de cuerpo entero de los Santos Pedro y Pablo. San Pablo a nuestra izquierda, con los
Evangelios en la mano y mostrando la palma de la diestra. Su cabeza barbada se halla orlada por nimbo
decorado con pequeños bezantes en su círculo exterior. Dos botones florales rematan los ángulos superiores
del conjunto. San Pedro asimismo apeado en ménsula. En esta ocasión no figura su nombre, quizá porque el
portar tan conocido atributo (las llaves) es suficiente para su identificación. Nimbo y botones florales
similares a los de San Pablo. Porta báculo episcopal y está vestido con la casulla litúrgica, decorada con
motivos florales en cuello y tira central.
El capitel descansa sobre dos modillones que representan un perro y un león.
[El león representa nobleza y fuerza, a los guardianes del templo. Estos animales no impiden el paso al
recinto pero advierten que el umbral que se está apunto de traspasar separa el recinto sagrado del
templo y el profano del exterior.]
Capiteles del interior:
Al interior hallamos una notable profusión de capiteles de bella labra. Encontramos capiteles decorados con
róleos, aquí son mayores y las cestas se decoran además con bolas. Otros son de corte clásico, a base de
palmetas y hojas de acanto (12).
[Una doncella de Corinto, apenas núbil, enfermó y murió. Su afligida nodriza, que la amaba
profundamente, depositó en un canastillo sobre su tumba algunos objetos que fueron de su agrado en
vida y tapó la cesta con un ladrillo, para evitar que la lluvia, el viento o los animales pudieran tumbar
su contenido.
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Sucedió que bajo el canastillo germinó una semilla de Acanto. Con el tiempo, fue creciendo hasta que
sus hojas se toparon con el ladrillo, lo que obligó a las hojas a curvarse. Un día pasó por ahì el escultor
Calímaco, conocido por el sobrenombre de primer artífice por la delicadeza con que tallaba el mármol,
que andaba buscando inspiración para un encargo de columnas que le había hecho la ciudad de
Corinto. Fascinado ante la belleza de esta nueva forma, la incorporó en nuevos capiteles. El diseño fue
muy del agrado de los corintios, que empezaron a incorporarlo a sus capiteles. De esta manera, el nuevo
capitel pasó a ser conocido como capitel corintio.
Las hojas carnosas de acanto son símbolo de la carne del pecado de la que nacen los vicios]
También hallamos aves (1). Algunas intentando zafarse de los entrelazos al igual que las almas con las que
coexisten. La simbología es la misma. Liberarse de las ataduras para poder volar hacia el cielo. Otras tienen
un matiz exótico, orientalizante. (2) y (3).
No podía faltar el episodio de Sansón desquijarando al león. Aquí lo vemos (4). Larga melena al viento
mientras lucha con la fiera bajo una increíble profusión de cables eléctricos de todas las épocas que como
modernos entrelazos sujetan a los contendientes.
También merece la pena fijarse en este otro (5). Dos figuras luchan desnudas contra sendas serpientes que
seres demoníacos azuzan contra ellos. En lo alto un pequeño individuo carga una ballesta con grandes
esfuerzos. Este capitel representaría la lucha del bien contra el mal.
Y para finalizas, los capiteles del Panteón de los Reyes son sin duda el punto de arranque de la escultura
románica en Castilla. Lucen motivos indígenas derivados en ocasiones directamente del mundo mozárabe. (6)
(7). En estos capiteles se representan piñas, estás tienen un significado especial, son un símbolo funerario con
significado de eternidad. (Relacionado con el fuego romano)
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