Historias de capiteles. ¿Hubo talleres califales

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CuaderRos
de
Madlnat
al -Zahrá'
Vol. 5
Córdob
a, 2004
CTJADERI{OS DE MADiNAT AL-ZAI]RÁ'
Cuadernos de Madinat a|-Zahra
Revista de difusión científica del Conjunto Arqueo.lógico Madrnat al-Zahra
CONSEJO DE REDACCIÓN
(Miembros de ia Comisión Técnica de Madinat al-Zahra)
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rJe
Cít'daba
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Uniru':idad
de
rtIálaga
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L,ttt. n)J¿J J. \ L/.ttri¡
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Uú¡w¡irlad d¿ ,\eúllt
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COMITÉ ASESOR
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Ca:a de Vlázqrcz
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Irntituta Arqaeolígico A lenún
D. PIERRE GUICHARD
tJnit,ersidad ¿tt llon II
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Director delJardín Batánico rk Córdoba
D, M,'ANTONIA ]\4ARTíNEZ NUNEZ
Uniursidal le lIálaga
D. ALASTAIR NORTHEDGE
Uniuersi¿lad de
Parí:
I
D. VÍCTOR PÉREZ ESCOLANO
fl n irer.¡ i tlad de S eú / la
O Junta de Andalucía. Consejcría dc Cultura
(c) Los
Sor
autores
Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba
Ángela de Ia Cruz, 1 2 - Teléfir¡o 951 283 106
ISSN:1119-9996
Depósito Legal: CO. 1.64412004
SUMARIO
. ESTUDIOS
EDUARDO MANZANO MORENO
El
círculct de pocler de los califas ornelas cle
Córclaha
Pág. 9
JEAN-PIERRE VAN STAÉVEL
Prítoir jzgaler, bátir : droit de la
judiciairu
)
Cordoae rJurant le
cr¡nslruclian et institarians
í'lX'
si¿cle
Pág.
3L
MOHAMED MEOUAK
Madinat al-Zabm'
en las fuentes
árabu del occidente
i¡láttica
Pág. 53
BRUNA SORAVIA
Une bistaire de la f.rna. Aurariré er
le tuIutpaltis
d'Ibn
lígitirnirí dan:
Hayan
Pág. 81
MANIIELA MARÍN
A/tos fancionarios para e/ ca/ifa: jueces 1 otras cargos de la
Adntinisnación cle'Al¡d al-Rabntan
III
Pá9.97
M.' ANTONIA MARTÍNEZ NÚÑEZ.
MANUEL ACIÉN ATMANSA
La epi¡1rafra
de
al-Zabra'
Pá9. I07
ya - pa / e s t i n i enne
Pás.159
Madinar
SOLANGE ORY
L'
ep
i grap b i e umayy ade
s
CARMEN BARCETÓ
El cíJin andalusi de "praaincias" durante el Califato
(3a0_403t9j2_10j3)
pá9. t73
ANTONTO VALLEJO TRTANO,
ALBERTO MONTEJO CÓRDOBA,
ANDRÉS GARCÍA CORTÉS
/a interaenciín art¡aeo/ígica en /a
"Ca:a de Ya'far" 1 en el ecliJicia cle "Patio cle los Pilaru"
de X[adinat al-Zahra'
Resa/tados preliminares de
Pá9.
I99
PATRICE CRESSIER,
MOURAD RAMMAH
S¿bra al-A4ansariya : [Jne autre aille
caltfale
Pág.241
JUAN F. MURILLO REDONDO,
MARÍA TERESA CASAL GARCÍA,
ELENA CASTRO DEL RÍO
Madinat Qar¡aba. Aproxinaciín al procesa de forntaciín de la
ciudad emiral 1 califal a patir de la información arquealógica Pág. 217
VICENTE SALVATIERRA
La instauraciín clel Califato en el AIra
Gaadalqaiuir
Pá5. 291
PEDRO GURRIARÁN DAZA
Hacia una canstrucción del poder. Las prácticas edi/icias
en la periferia andalusi duranre el
Pág. 297
ALBERTO CANTO GARCÍA
El dinar en al-Andalas en el sigla X
Pás.327
Califaro
CAROLINA DOMÉNECH BELDA
La
rnaneda
farimí 1 sa relaciín
con
al-Andalus
Pág. 339
PATRICE CRESSIER
Histarias de capiteles: ¿Hubo talleres califales
pratincialesi'
Pá9. 751
TILO ULBERT
Resafa en
Siria. Una
residencia
califal
de los últimrts onteyas en
)riente Pá9. 377
BERNABÉ CABAÑERO SUBIZA,
VALERO HERRERA ONTAÑÓN
La tecbu¡nbre de la ampliación de al-Hakan II rJe la mezqaita aljama
d¿ Círdoba. Análisi: tícnico 1 estulio forxul de sa policrarnía
Pá9. 391
SABINE NOACK.HALEY
Los capireles de
la hlezt¡aita
de
Madinar
al-Zaltra'
Pág.
Egypte
Pág. 445
4I3
MARIANNE BARRUCAND
Le prentier clécor arcltitectural
fatimide
en
PIERRE GUICHARD
Canc/usions
.
Pág.463
CRÓNICA DEL CONJUNTO
ANTONIO VALLEJO TRIANO,
JOSÉ ESCUDERO ARANDA
Crínica del Conlanto, añas 1998-2003
Pág. 47
I
ESTIJDIOS
ACTAS DE LAS IV JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRÁ':
Nuevas investigaciones sobre eI Califato de Córdoba
Córdoba, 10-12 Noviembre 2003
..HISTORIAS DE CAPITELES.
¿HUBO TALLERES CALIFALES PROVINCIALES?''
PATRICE CRESSIER
CNRS-U¡4R 5648, Llaa
nÉsurrÉ
ABSTRACT
Il est généralement admis que l'architecture du
califat de Cordoue lit un usage généralisé des chapiteaux et que ces éléments de décor étaient sculptés
dans des ateliers provinciaux proches de leurs lieux
d'utilisation (ou confondus avec eux). Un nouvel
examen des données disponibles, prenant en compte la notion de grand nombre, laisse entendre qu'il
n'en est rien et que, dr-rrant cette période particuliére de I'histoire d'al-Andalus, la production
cle
chapiteaux fut extrémement centralisée (á Corcloue
ou ) Madinat al-Zahra'') et étroitement dépendante
du por-rvoir Iui-méme.
It is widely admitted that, in
place). A new analysis ofthe available data sllggest
that the reality was quite different and that, during
this period, the production of capitals was extremly
centralized (in Cordova o¡ Madinat al-Zahrá') and
tightly controlecl by the political power itself.
Mots clefs
Key words
Chapiteaux, ateliers provinciaux, acanthe lisse,
difTusion, remploi.
lia.
f__fasta hace pocos años, Ia ornamentación arI Iq.,itectónica de los monumentos andalusíes
(y magrebíes) se entendía -dentro de una historia del arte tradicional- solo como un indicio del
gusto estético imperante en la época concernida y
sus pautas evolutivas se consideraban únicamente
occiclental
umayyad caliphal architecture, the use of capitals
was common and that these ornamental elements
were carved in provincial workshop near the place
of their utilization (sometimes right in the same
Capitals, provincial workshop, diffusion,
.rpo-
como hitos cronológicos aptos para precisar las fases
constructivas de aquellos edihcios. Hoy en día, este
concepto restrictivo se ve paulatinamente abandonado al hacerse cadavez más manillesto que -en ei
caso de la arquitectura oficial, por suplresto- el lenguaje ornamencal es ante todo el refle jo de la volun-
3t5
tad de autoaflrmación y de legitimación del poder
que preside a su ¡ealización. Contribuye así a una
permitir Ilegar a conclusiones lo menos aventuradas
verdadera escenografía de este poder, fenómeno que
-por otra parte- no tardará en constitui¡ un nuevo
Hasta ho¡ tres ejes han estructurado mi ¡eflexión sobre la producción y la utilización de los
tópico historiográfi co.
El arte del califato omeya de Córdoba del que
empezamos a conocer mejor la fase de gestación y
las condiciones de su expansión, no podía escapar
a esta tendencia. De hecho se trata de Lrn caso paradigmático y es, quizá más que nunca en el Islam
occidental anterior a los Almohades. el resultado
de una profunda voluntad política. Ciertos aspectos
tales como la estandardización clel repettorio ornamental, la hipotética unifotmización a escala de Ia
Península o, inch-iso, los intentos de recuperación e
imitación posteriores por parte de Ios Estados taifas
son relativamente conocidos. Lo son bastante me-
capiteles califalesr: 1) el discurso arquitectónico y la
Iegitimación o, dicho de otra forma, la escenografía
nos los detalles de las fórmulas seguidas para hacer
que este "arte decorativo" llegue a ser un "arte po-
lítico" dei que -no nos engañemos- sólo llegamos
a descifrar la parte más obvia del mensaje del que
es portador; sabemos no obstante que las principales vías seguidas para logtar la eflcacia deseada son
tres: 1) la elección, apropiación y adaptación de un
vocabulario ornamental considerado significativo
dentro del más amplio disponible en la arquitectura de las épocas previas (que no tiene porqué ser
la inmediatamente anterior) o de otras regiones del
Islam medieval;2) la distribución razonada de esta
decoración en zonas claves de los conjr-rntos monlrmentales concernidos'; y 3) el acarreo de piezas arquitectónicas anteriores; vías a Ias que añadir, por
supuesto, un posible proceso de difi-rsión desde el
centro del califato, con todas las cuestiones planteadas por ésta (difusión ¿de normas?, ¿de mano de
crbra?, ¿de piezas/;.,'copias heles o re-interpretaciones durante y/o después el califato?').
Desde el punto de vista práctico, si Io qr-re acaba
de exponerse es váliclo para el conjunto de la decora-
ción arquitectónica, no hay duda de que uno de sus
componentes, el capitel, se prestará todavía mejor
qr-re cr-ralquier otro al tipo de análisis que se trata de
realizar (tanto por su papel clave en la estructura de
los edificios como por su fácil manejo posterior).
Al no ser factible, en este marco, tratar tal temática de forma exhaustiva. me propongo actuar
en unos campos más Iimitados pero que se consi-
derarán sufrcientemente signifrcativos como para
J)(r
posible.
del poder propiamente dichai; 2) la diftrsión y la
movilidad (patronos, talleres y materiales); y 3) la
herencia califal.
Hoy me referiré ante todo al segundo de estos
ejes de rellexión aunqlre, por mera lógica, el tema
de la herencia se impondrá en varias ocasiones. En
cambio, no me ha parecido conveniente, saivo a
propósito de algunos ejemplos, abordar la cuestión
de la existencia de talieres provinciales a partir de
criterios estilísticos; explicaré más adelante el porquc de esra eiección merodológica
Por su¡-:,uesto los datos hoy expuestos no constituyen resultados definitivos: sólo dan cuenta del
esrado actual -y por tanto absolutamente provisio.
nal- de la investigación, o mejor dicho del
estado
de mis dudas.
¿euÉ rs Lo QUE VIAJA?
plantear una primera cuestión, la
de la unicidad o no- del h-rgar de expiotación y
producción del material utilizado (casi sólo el mármol blanco)t que, a su vez, implica otra, la de saber si este material sufrió un tratamiento antes de
Habría
qr-re
viajar.
Respecto al origen del mármol blanco empleado en casi exclusividad en los capiteles califales, no
se ha progresado en los últimos años: se ha dicho
que podrían set las canteras de Macael en Almeríat',
pero tal afirmación no se puede considerar más que
como una de las varias hipótesis verosímiles, hasta
que unos análisis sistemáticos hayan aportado argumentos a su favor o en su contra". A. Vallejo Triano
ha plasmado hace poco de forma muy convincente sus ¡eflexiones sobre el tema de la procedencia
de las materias primas constructivas empleadas en
Madinat al-Zahra' , aunque no ha abordado de lleno la cuestión del mármol de los capiteles por no
estar estas piezas inciuidas en su propósitoE. Este
invest.igador, además de subrayar la explotación
pref-erencial de canteras relativamente cercanas a
Córdoba, precisa la procedencia de Ia caltzaL>Ianca
cremosa en la qlre se esculpieron los capiteles de
la mezquita mayor de la ciudad cali{al y del edificio basilical superior (Sierra de Cabra)e y considera excepcional el material de importación desde
firera de al-Andalus, mientras que las aportaciones
desde el arco mediterráneo peninsular (Tarragona,
Almería, Málaga) necesitan todavía confirmación.
Por último, el má¡mol utilizado en el pavimento de
muchos espacios nobles del alcázar (el Salón Rico
por ejemplo) provendría de la zona de Almaden de
1a Piata-Estremoz, es decir -una vez más- no muy
lejos de Córdoba.
Esperamos, en el marco de nuestro proyecto,
poder emprender una recolección de muestras de
mármol de capiteles califales dispersos. Mientras
tanto, no olvidemos que el uso de un material de
ori¡¡en lejano ni impone ni impide que el objeto
considerado sea de fabricación local, mientras que,
al revés, la elección de un material local sí permite
afirmar que la fabricación también lo es.
Por otta parte, podemos inferit de casos documentados en épocas más tardías que 1os bloques de
mármol estaban someticlos a r-rn primer desbroce en
las canteras mismas y que eran estos "esl¡ozos" de
capiteles los que viajaban hasta su destino arquitectónico frnalL0. Ei museo arqueológico provincial de
Almería conserva un lote de piezas de mármol blanco halladas en un pecio del Playazo de Rodalquilar
-fechado como nazarí-, prezas que son el resultado
de un tratamiento de bloqr-res cúrbicos previamente
a la escultu¡a propiamente dicha (de capiteles y de
basas: fig. 1). Indicio de que lo que se comercial.izaba era un estado anterior al propio capitelrr. En
Matruecos, un poco más tarde (en época sa'adí -ss.
XVI-XVII-), tenemos atestiguado en canteras del
AIto Atlas este mismo trabajo previo a Ia realización de capiteles; se trata de mármol también, y los
capiteles estaban destinados al palacio de al-Badi'
en MarrakechL2.
Parece ve¡osímil,
por tanto, que llegaban
a
los talleres unas piezas ya parcialmente trabajadas;
pero ¿en qué consistían estos talleres? En algunos
casos, y así 1o sugirió L. Torres Baibásrr, el trabajo
final se hacía a pie de obra en el mismo monumento
destinatario, trabajo final que consistía en esculpir
las hojas de acanto a partir de un follaie mantenido
liso hasta el momento. Así ocurrió, por ejemplo, en
el Salón Rico de Madinat aI-Zahrá'. tal como nos io
indican los capiteles "inacabados" de las extremidades de cada arcada (frg. 2)t''.
No obstante, no podemos asegurar que este
proceso era el úrnico (al
lin y al cabo los
casos do-
cumentados corresponden a obras de envergadr-rra
excepcional) y no estamos tampoco en condición
de precisar donde se hacía el paso desde el bloque
de mármol a penas desbrozado hasta el capitel de
acanto liso...
Volvamos, pues, a la supuesta existencia de talleres provinciales, cual sea su naturaleza, su modo
de organización o su localización respecto al monumento destinatario; en teoría son varios los procesos que podían explicar la dispersión de capiteles
del tipo de los de Madinat al-Zahrá' en el territono
cont¡olado por el califato. Puede tratarse, en efecto:
1) de
unas normativas estéticas
impuestas a talleres locales
y
metrológicas
(eve
ntualme nte
preestablecidos);
2)
del desplazamiento (provisional o definitivo) de
un grlrpo de artesanos desde Madinat al-Zahrá'I
Córdoba para actuar en edificios concretos de
las grandes ciudades de provincia;
3)
por último, y quizá más sencillamente, pueden
ser los propios capiteles, previamente esculpidos, que viajan hasta su lugar de utilización
(observemos que esta última eventualidad es
doble: el transporte ha podido hacerse bien en
el momento mismo bien décadas o siglos después...).
Dudo mucho que la primera hipótesis sea la válida. No tanto por la imposibilidad de difi"rndir especr,rlaciones teóricas y normativas estéticas a larga
distancia -imposibilidad que, de hecho, no es tal-,
sino porque las inevitables desigualdades que tenían que existir en cuanto a habilidad técnica entre
aquellos talleres hubieran tenido por rápida consecuencia unas variaciones estilísticas locales que no
aparecen -tal como veremos más adelante- de ninguna manera en el conjunto de los centenares de capiteles califales que conocemos. conjunto que. muy
al contrario, ofrece -con ios capiteles nazaríes- la
mayor homogeneidad estilística de todo el arte islámico.
Por supuesto existen excepciones, tales como
la de un capitel de piedra caliza hallado en Toledo
)57
(hg. 3), que en estas condiciones podría interpretarse efectivamente como copia o más bien reinterpretación local (toda vez que haya caliza de este tipo en
Ia región toledana)r¡; son tan escasas clue no pueden
r'onsidrrrrse como sign i fi cat i vas
Igualmente clifícil de concebir -aunque teóricamente posible- es el desplazamiento de artesanos
desde Córdoba hacia todos los h-rgares de la Penín-
sula en los qr-re se encuentran ahora capiteles califales y por consecuencia donde se slrpone que hubo
monumentos contempofáneos en cuya decoración
se incorporaban. Sería suponer, me parece) Lrn ní1-
mero importante cle tales focos creativos (¿unos
veinte?) en actividad todos durante un periodo de
tiempo relativamente largo (¿unos setenta añosi)
y,
sobre todo, produciendo unas piezas poco numerosas
pero increíblemente estandardizadas, reflejando
uno también el abanico de Ias variaciones den-
cad¿r
tro de
cacla
tipo y evoh-rcionando todos, además, al
mismo ritmo.
Quedaría, pues, la última de las tres soluciones:
la de un taller centralizado que hubiera clifundido
piezas ya manufacturadas. Sé que viene en contra-
dicción con lo qr-re se ha admitido hasta ahora, con
lo clue acabo de clecir sobre el lugar en el qr-re se
debía proceder al acabado de los capiteles y sobre la
naturaleza de Io qr-re viajaba desde las canteras medievales de Andalucía oriental o cle Marruecos... No
obstante, sabemos con toda cefteza que piezas perfectamente acabadas han viajado sin mayor daño:
las de acarreo.
No veo, por tanto, razones suficientes para eliminar una hipótesis qlle tiene a su favor el explic¿rr la eno¡me homogeneidad de la producción de
capiteles califales. Aceptando esta hipótesis, tendríamos un taller centralizaclo en Córdoba/Madinat
al-Zahrá' , productor de unas piezas escultóricas de
lujo eventualmente difundidas en las provincias
(pero esto qr-redaría por ver) y que funcionaría de
una form¿r similar a la del tiuz para otro tipo de
producción de lujo (tejidos de seda, objetos de marfrI, etc.).
Pero antes de dar por segura esta conch-rsión,
tenemos qlre pregllntatnos sobre esta famosa dis-
tribución generalizada de los capiteles calif¿rles en
la Península...
35¡l
¿DONDE ESTÁN AHORA LOS CAPITELES
CALIFALES?
Se suele considerar como lógica y ligada a la
consolidación defir'ritiva del Estado califal en la
Península, la amplia dispersión geográfrca de los
capiteles; no obstante, no se ha esclarecido (ni se
ha intentado hacerlo), por Lrna parte. si estos elementos han sido producidos por taileres locales o
difundidos a partir de un taller matriz localizado
en Córdoba ni, por otra parte, si la amplitud de la
distribución espacial es real o solo aparente. Quizá
no estaría de más ahondar un poco en esta última
cuestión.
Hay que constatar, ante todo, que la lista de
monLlmentos califales clue conservan capiteles de
su misma época es increíblemente corta: salvo error
mío se limita a la mezquita mayor de Córdobar- y a
las ruinas de Madinat al-Zahra', conjuntos a los que
hay que añadir la mezquita aljama de Almería.
Un poco más numerosos son los palacios islámicos y mucho más todavía las mezquitas posteriores
al c¿rlifato, almorávides y almohades, que reaprovech¿rn tales piezas (mezcluita al-Qarawiyyin de Fez,
mezquitas almohades de la Giralda -Sevilla-, de
Hassan -Rabat-, de la Qasaba y Kutr-rbiya -Marrakech- y de Salé) (ñ5. 1) s. Algunos monumentos
menores de época taifa nos han llegado también con
capiteles califales reaprovechados (así el "Bañuelo"
de Granada).
Peto una de las mayores paradojas relativas
a
estos capiteles es qLle son m¡lcho más numerosos los
edihcios cristianos que los reutilizan que los monumentos islámicos en los que se conservan, reaprovechados o in situ'. por no hablar de los conventos,
iglesias y casas particulares de Córcloba misma'e o,
en menor medida, de Toledo, recordemos los casos
del Alcázar de Sevilla, de los vestigios del palacio
real de Valencia, de la colegiata de Torrijos (pro-
vincia de Toledo), del monasterio de Las Huelgas
Reales (Burgos) (fig. i), o del Palacio Caclaval en
Évora (Portugal), etc.
No ol¡stante, la inmensa mayoría de los
ca-
piteles califales que nos han Ilegado más o menos
intactos, están hoy en día en museos y colecciones
particLrlares.
La iista de Ios museos que conservan capiteles
califales es, pues, Iargay cubre casi toda la geograíía
peninsLrlar: Palma de Mallorca, Vic, Barcelona (Museu
Nacional d'Art de Catalunya, Museu d'Histbria
sido las condiciones de adquisición por parte del
coleccionista J. Costa Ferrer2e.
de la Ciutat, Museu Frederic Marés), Sitges, Valen-
Nos encontramos el mismo problema en el
cia, Lorca (, ?), Murcia, Málaga, Granada (Museo
museo de Málaga, donde un fragmento de capitel
similar al anterior, esta vez epigrafiado, se considera
procedente de Torrox. No obstante esta pieza pro-
Etnológico y Arqueológico Provincial, y Museo de
la Alhambra), Jaén, Córdoba (Mr-rseo Arqueológico Provincial, Reales Alcázares, Museo Romero de
Torres, Conjr-rnto Arqueológico de Madtnat al-Zahrá'), Pr-rente Genil, Sevilla (Museo Arqueológico
Provincial, Real Alcázar), Madrid (Museo Arqueológico Nacional, Museo del Instituto Valencia de
Don Juan, Museo Lázaro Galdiano, Real Academia
de la Historia), Toledo (Museo de Santa Cruz), por
1o que concierne a España:0; Coimbra, Lisboa, Évora, Tavira, para Portugalzr. Si ampliamos a escala
mundial nuestro inventario, la dispersión se extiende de Nueva York a Kr-nvait City (Dar al-Atha¡
al-Islamiyyah)tt, pasando por Toronto (Royal Onta¡io Museum)2r, París (Musée du Lor-rvre)r1, Londres (Victoria and Aibert Muser-rm) (fig. 6)", Berlín
(Museum für Islamische Kunst;16, Rabat (Musée de
la Kasbah des Oudaya), Marrakech2t o Pisa (Museo
dell'Opera del Duomo) (fig. 7)", dando cuenta estos tres últimos casos de Lrn acarreo medieval...
Pero, ¿corresponde de verdad esta amplia dispersión geográfica a Lrna generalización de la presencia del Estado calif¿rl en las provincias de al-Andalus y tenían estas piezas una fi-rnción emblem¿ítica en este proceso? ¿o el fenómeno es solo aparente
y a los capiteles se les había reservado otro papel?
Para ayudarnos en la búsclueda de respuestas a estas pregllntas, tenemos que plantearnos otra más,
la del verdadero origen de los capiteles presentes
en los museos.
Los casos de los museos de Mallorca y de Málaga son unos buenos ejemplos de la disto¡sión que se
introduce cuando sólo se toma en cuenta el lugar de
conservación para el establecimiento de Ios mapas
de distribución de capiteles califaies.
E1
primero de estos
mLrseos conserva
una única
pieza de este tipo. En su estudio, M. Rosselló
Pons
cede también de una colección privada y no se sabe
si resultó ser un hallazgo arqueológico en el mismo pueblo o más l¡ien Llna compra en el mercaclo
de antigüedadesro. Bien es cierto qlre, en el mismo
mlrseo, otro capitel epigrafiado contemporáneo del
anterior parece haber sido encontrado en la Alcazaba de Ia ciudadjr, pero ignoramos slr localización
en el momento del descubrimiento; su factura le
emparenta de forma estrechísima con los capiteles
de Madinat al-Zahrá' , tal como ha sido subrayado
por quienes le estudiaron, y más concretamente con
la serie del Salón Ricojr.
En el museo de Lorca nos enfrentamos a una situación inversa: el capitel (de acanto liso por cierto)
que se considera como califalri nos parece más bien
posterior y pertenecer a la gran serie cle época taifa,
esculpida a lo largo de un arco que abarcaba Jaén,
Cranade. Almería y Mrrrcia.
Barcelona, constitllye un caso muy ilustrativo:
en contra de lo que se podía pensar a priori, uno
de los capiteles califales allí conservados procede
de una excavación en la ciudad y todo parece indicar que estaba reaprovechado en una construcción
medieval cristiana emblemática, el Salón del Tinell
del Palacio Real Mayorri. Conociendo la fecha de
reconquista de Barcelona (muy anterior a la proclamación de califato), tenemos la seguridad de que el
capitel llegó allí en un ámbito cristiano y que no
fue para nada obra de un talier locall5. Este dato, del
que hay que subrayar la importancia, pone además
en tela de juicio todos los hallazgos de capiteles califales a través de excavaciones en contexto no contemporáneo, sea en el ámbito cristiano por slrpues-
to, o
sea
también en el ámbito islámico. Invalida
priori en particular el carácter significativo de
¿
los
recuerda la integración tardía cle Baleares en al-Andalus, la implantación por entonces del pode r califal
y la rápida aculturación del territorio qr-re pasaría a
hallazgos de Toledo. Esta observación vaie, además,
ta1 como lo veremos más adeiante, para otros tipos
de elementos arquitectónicos (tableros, pilas, etc.).
llamarse Majrürqa. No obstante, tiene que admitir
que nada confirma qlre este capitel haya sido halla-
por último, Lrn caso ext¡emo: ninguno de los capiteles de sus distintos museos procede
de la ciudad, ni siquiera de la provincia; la mayoría
han sido adquiridos en el mercado del arte o pro-
do en la isla: procede de una colección privada y el
legaclo (en 198 1 ) al museo no precisa Ias que habían
Madrid
es,
)i9
ceden de legados antiguosl". En el Museo Arqueo-
lógico Nacional, el inventario -ya antiguo- cle R.
Revilla Vielva recoge cuarenta y tres capiteles califales de los que casi Ia mitad (veinte) es de origen
desconocido. De los otros veintitres, siete proceden
de Toledo, tres de Sevilla, dos de Zaragoza, dos de
Caniles de Baza (Granada), uno de Almería, uno de
FUERA DE CóRDOBA: UNAS
SITUACIONES DISPARES PERO NO
TANTO
a
Después de comprobar de forma global, pero
partif de ejemplos concfetos, hasta que punto es
engañosa la imagen de la distribución geográfica de
los capiteies califales tal como nos es trasmitida por
los museos, conviene interrogarse sobre la situación
Bobastro (flS. 8) y uno de Segovia. Salvo un ejemplar, de piedra calcárea, todos son de mármolir.
Esta breve ojeada a ios iugares de conservación
(y, a través de ellos a los verdaderos lugares de procedencia) nos muestra primero que la amplitud de
la distribución debe revisarse a Ia baja: caen dei
mapa Cataluña, Baleares y gran parte de Ia Meseta
Central, nuevos vacíos que vienen a añadirse a los
ya apuntados de Andalucía atIántica y Extremadura. Habría que preguntarse si este mapa es coheren-
a escala de ciudades o entidades geográficas coherentes (de hecho casi no hay diferencias enrre unas y
ot¡as dado que en términos generales no se encuentran capiteles califales fuera de la capital regional:
así en Almería o en Toledo). Repasaremos a conrinuación unos casos a mi parecer significativos.
te con la ordenación califal del territorio andalusí, o
Las fronteras de Portugal actual corresponden
no. Tengo por mi parte serias dudas.
Podemos apreciar también el número realmen-
te ínfimo de piezas en juego: una docena para todo
el arco catalano-valenciano o -anticipando sobre las
próximas páginas- menos de una decena para Portugal. Estas cifras, cogidas región por región, son
inferiores al número de capiteles reaprovechados en
un solo monumento almorávide o almohade de Marruecos (doce en la mezquita al-Qarawiyyrn de Fez,
seis en la mezquita de la Qasaba de Marrakech) o por
supuesto al núrmero de capiteles de una sola mezquita de barrio cordobesa (dieciocho soportes en la mezquita "de El Fontanar", sin contar con el rnihrub).
Por úrltimo, se está dibujando un conrrasre
fuerte entre el conjunto de la Península, donde la
densidad de piezas es mlly débil, y un núcieo formado por tres ciudades, Córdoba por supuesto, y
en menor medida Sevilla y Granada, contraste difícilmente explicable por los esquemas hasta ahora
aceptados. En efecto, ni la importancia polírica en
época califal de Granada/Ilbira ni la de Sevilla son
mayores que la de otras ciudades peninsuiares del
mismo momento (Almería, Zaragoza, etc.). Thm-
poco sabemos de una mayor representación del
poder califal en estas ciudades. Todo deja entender
pues que el desequilibrio observado se debe sencillamente a una mayor disponibilidad de capiteles
por la escueta distancia al centro de producción (o
quizá aI centro de recuperación).
360
Garb al-Andalus
aproximadamente
-si
exceptuamos su parte más
septentrional- a lo que fue el Garb al-Andalus. En
esta amplia región, cuya peculiaridad política durance el siglo X no ofrece duda, sólo han aparecido
ni-reve capiteles (cinco compuestos y cuatro corintizantes) atribuibles a talleres califales, ninguno ¡hubiera sido demasiado pedir!- en su monumenro
de origen; juzgando por sus características estiiísricas, su fecha de realtzación misma podría
cubrir
el
conjunto del Ia segunda mitad dei s. X.
Se desconoce
la procedencia exacta de tres
de
ellosjs, mientras que dos provienen del asentamien-
to fortificado y residencial de Montemor-o-Ve1hole,
dos están reaprovechados en la fachada de un pala-
cio tardo medieval de Évorait' y otros dos han sido
descubiertos en la excavación de la catedral de Silvest'.
En Montemor-o-Velho estaban asociados a una
ornamentación parietal sin lugar a duda un poco
posterior (¿inicios s. XI?) más acorde con lo que
sabemos de las fechas de ocupación de la piaza por
el poder islámico (en este caso 'amirí).
En Évora, el acarreo de capiteles califales en la
fachada del Palacio Cadaval no tiene por que hacernos presuponer un origen local: el convento de las
Huelgas Reales de Burgos o Ia colegiata de Torrijos (Toledo)12, otros famosos ejemplos de ediEcios
cristianos donde se reaprovechan capireles califales,
bastan para convencernos de Io contrario.
Por último, los dos capiteles de Silves (frS. 9)
podrían remitir más al estado almohade de su mezquita aljama que a un hipotético edificio del s. X.
En efecto conocemos el uso privilegiado que, en sus
mental de auto afrrmación del poder omeya, posterior ala toma del bisn por los Cordobeses, programa
impuesto a lo que había sido uno de ios símbolos de
la rebelión contra el gobierno centrala¡.
monlrmentos mayores, esta dinastía hizo de capiteles califales como emblemas de legitimación; sabemos que el propio palacio almohade de Silves también reaprovechaba capiteles anteriores (uno emiral
En Almería, fundación califal y en aquel momento mayor puerto mediterráneo, comercial y
y otro posiblemente taifa); además, la importancia
militar, nos encontramos con una situación apafen-
económica y política de Silves en época almohade
está de sobra documentada lo que no es el caso para
el califato.
AI fi.naIizar este breve recorrido por los capiteles califales de Portugal, no podemos asegurar que
ninguno de ellos haya sido esculpido allí; al revés,
temente distinta.
para casi la mitad tenemos fuertes sospechas de que
puede tratarse de importaciones posteriores (Silves
y Évora).
Valencia
Las observaciones llevadas a cabo a propósito de
los capiteles califaies de Portugal valen para Ios de
Valencia, encontrados todo ellos, bien fuera de con-
texto arqueológico, bien procedentes de edifrcios
singulares cristianos (y, en este caso, hallados en las
excavaciones del Palacio Real.
o
conservados in silu
en Ia iglesia de San Juan del Hospital).
Bobastro
Uno de los pocos capiteles califales descubiertos en excavación es el de Bobastro (fig. 8)43, asentamiento del que conocemos la importancia en la
génesis misma del califato dado que fue solo después
de la toma de éste y de la victoria definitiva sobre
los rebeldes de 'Umar ibn Hafsün cuando 'Abd alRahmán III se proclamó califa. No obstante, y una
vez rtás,las condiciones del hallazgo plantean más
problemas de los previstos; en efecto, la pieza (un
compuesto de pequeño tamañoll) estaba reaprovechada como un mampuesto más en un muro tardío
respecto a la reforma drástica impuesta por 'Abd
al-Rahmán al conjunto castral. Al no mantenerse
Bobastro como plaza fuerte importante después de
finales del s. X, hay que aceptar que el capitel estaba
utilizado en Lrna de las dos fases constructivas del s.
X. La hipótesis más verosímil en estas condiciones
es que la obra estaba integrada en el programa orrra-
Almería
Un primer punto, digno de ser subrayado, es
que, hasta la fecha, no se ha encontrado ningúrn
capitel califal de acanto esculpido, ni en la ciudad
ni en la provincia. No obstante la mezquita alja.ma
(de la que tuve oportunidad de mostrar que la ornamentación del rnihrvb califal estaba directamente
inspirada en la mezquita de Córdoba)r6 recurría a
capiteles corintizantes y compuestos de acanto liso
de los que dos se encontraron en excavaciones antiguas del edificio (fig. 10). Pero esta mezquita no
sólo es el único monumento califal no cordobés que
hayaconservado sus capiteles-aunque no in sita-,es
también el único para el que podemos casi asegurar
que estos capiteles han sido esculpidos localmente:
sería muy difícil pensar que el mármol de Macael
-si es mármol de Macael, por supuesto- que se utiItzó para estas piezas hubie¡a viajado hasta Córdoba
para volver a Almería Lrna vez tallado.
La mezquita de Almería adquiere además una
importancia suplementaria si recordamos que las
otras mezquitas califales conocidas (salvo Córdoba
y Madinat al-Zahrá') no han recurrido a capiteles
contemporáneos para Ia ocasión sino a piezas de
acarreo (Almonaster la Reai -Huelva-, Báb ai-Mardün -Toledo-).
Toledo
Veintisiete capiteles califales han sido hallados
en Toledo, conservados hoy en el Museo de Santa
Cruz, en colecciones particulares, en museos madrileñosir, o reaprovechados en edificios cristianos de
importancia arquitectónica y de fecha de construcción muy distintasaS.
Salvo dos de estos últimos, incluídos respectivamente en la Catedral y en el convento de Santa
Clara, y para los que podríamos suponer, aunque
de forma muy hipotética, que proceden de los monumentos islámicos a los que estas refundaciones
36r
cristianas sucedieron (mezquita aljama y conjunto
aúlico -¿pero a qué fase cronológica de estos edifrcios?-), no tenemos ningún indicio de sus condiciones de utilización original. En cuanto a los qr,re
se encontraron en excavación, el contexto suele ser
impreciso, aunque en casos contados sabemos que
se trataba también c1e acarreo tardio''. Todos, esto
sí, han sido hallados en la ciudad de Toledo misma:
ninguno procede de ottos puntos de la provincia
ni, por lo que se sabe, ha llegado a Ios museos a
través de compras en un mercado de antigüedades
exterior.
Hay qr-re insistir también sobre el hecho de que
ninguna de las mezquitas (conservadas) de Toledo
recurre a capiteles contemporáneos de su edificación, todos son piezas cle acarreo.
La cifra de capiteles califales (y emirales) hallados en Toledo es sr-rficientemente grande para que
me haya planteado seriamente (en un estudio ge-
neral sobre capiteles islámicos de la ciudad) si no
la existencia de un taller local (posibilidad apoyada
por la presencia de un único capitel de caliza en vez
de mármol), por 1o menos una importanre campaña de edifrcación por parte del Estado califal en la
ciudad. Ésta hubiera sido la remodelación o construcción de tn alcázar después de 1a toma de control definitivo de Toledo por el califa¡0. En el momento de escribir esto hace cuatro años, no estaba
convencido del todo. Ahora lo estoy menos todavía:
lo qr:e no acaba de encalar en esta teoría es que, en
su conjunto, Ios capiteles toledanos constituyen un
verdadero muestrario -dentro de la habitual estandardización morfológica-: hay de todo en Toledo,
tanto en cllanto a dimensiones como a tipos ornamentales (hgs. 3 y 11).
¿No sería más bien Ia serie toledana la huella
de la primera ornamentación de los palacios taifas,
antes de que la captación (más que la funclación) de
un taller propio haya permitido las producciones
Dul Nun, ya deflnidas, a través de las que se
de los
podían expresar tanto Ia fidelidad aI modelo califal
como la afrrmación de una identidad original?
Un argumento indi¡ecto a favor de un traslado
tardío de los capiteles caiifales a Toledo se nos btinda en un famoso tablero de atauriques publicado en
nlrmerosas ocasiones¡1 y del que A. Vallejo Triano
)62
ha mostrado recientemente que encajaba con otro
conservado en Madinat al-7,ahrá'para contribuir a la
decoración parietal del baño anejo al Salón Ricotz.
}[.ás allá del mar: Magrib al-Aqsá e...
No volveré sobre el
caso
Italia
-al que he ah-rdido en
varias ocasiones en las lineas anteriores-t de los ca-
piteles califales corclobeses reaprovechados por los
Almorávides y los Almohades en sus grandes crudades del Magrib al-Aqsá, con frnes similares aunque con matices: en Fez (mezquita al-Qarawiyyin)
y Marrakech (primitiva mezquita aljama) para los
primeros; en Marrakech (mezquita al-Kutubiya,
mezquita de la Qasaba), Rabat (mezcluita de Hasan)
id:1. 1) y Salé (mezquita mayor) para los segundos.
Prefiero refe¡irme ante todo en este breve apartado, a un caso igualmente espectacular, pero esta
vez relativo a tierras cristianas, el de los capiteles
califales de Italia.
EI ejemplo mejor conocido es el del capitel de
Pisa, reutilizado en un primer tiempo en la caredral y a continuación en el baptisterio (fig. 7);t. Se
trata de un capitel corinriz¿nte con rres coronas de
acanto, de grandes dimcnsionest' cr-rya factura le
emparenta con los mejores e jemplares de Madinat
al-Zahrá' . Las condiciones en Ias que esta pieza ha
sido traída a Pisa no se han esclarecido. La hipótesis
según la cual h¡¡biera llegado como parte c1e un botín conseguido en Alme¡ía es poco verosímil pues
no ha sido iocalizado ningírn capitel de este ripo
hasta ahora en aquella ciudad...
En toclo caso, este capitel es parte de un lote de
obras islámicas de clistinta naturaleza y de desigual
calidad que, independientemente de 1os varios l¿cini, acabarctn participando en la ornamentación de
los mejores edificios religiosos pisanos. Otras de estas piezas son el famoso grifo de bronce (s. X-XI) y
una inscripción funeraria fechada ¡en 1381!¡('.
Otros capiteles califales están reaprovechados
en la catedral de Amalfítr sin que sepamos rampoco
cómo llegaron allí.
En ambos casos se trata de monlrmentos faros de
dos de las repúblicas ma¡ítimas que controlaron Lrn
tiempo el comercio medite¡¡áneo, en particlllar con
al-Andalus: creo qlle no puede ser Llna casualidad.
ACANTO LISO/ACANTO ESCULPIDO.
¿UN SIMPLE DETALLE?
El hecho de que las coronas de follaje del calatos queden lisas, sin esculpir, puede obedecer a dos
razones muy distintas.
La primera es, obviamente , que se trata de capiteies inacabados. La paradoja es que los únicos casos
absoiutamente seguros corresponden por fiierza a
un acabado parcial (de una a tres caras escuipidas
solo): son por lo general capiteles destinados a ser
entregados en las paredes. Tal como lo advertí más
arriba, es de suponer, entonces, que el destino exacto de cada capitel era conocido por quien lo esculpía
y que, quizá, la fase final de escultura detallista se
l-racía en el lugar mismo de colocación de la piezatt.
La mezquita de Córdoba conserva varios capiteles
romanos de este tipo cuyo desplazamiento posterior
a su labra nos ha hecho descul¡ri¡ esta peculiaridad
(en su posición de origen esta peculiaridad no tenía
por que ser visible). Pero los ejemplos más cercanos
a nuestros objetos de estudio son por supuesto ios
capiteles de las extremidades de las arcadas del Salón Rico de Madrnat al-Zahñ', de los que una cara
quedo en efecto sin esculpir)'.
La segr-rnda explicación de la presencia de acanto
liso es, simplemente, que responcle a una elección
se
estética, modulada -eso sí- por la posibilidad de
desa¡¡ollar a posleriari Lrna ornamentación detallisra estucada y/o pintada. Esta solución se adoptó de
forma espectacuiar y exclusiva tanto en la amplia-
ción por al-Hakam II de la mezquita aliama cordobesa como en la ampliación poster.ior del mismo
edificio por al-Mansr-rr; algunos de estos capiteles
conservan, de hecho, restos de su decoración vegetal
pintada6'). Podemos apuntar, también, el uso, en el
pórtico perimetral del Patio de Ios Naranios, obra
de'Abd al-Rahmán III, de capiteles cuyo rango inferior de acanto ha sido esculpido mientras que el
superior se ha dejado liso (fig. 12)61. En cambio,
el capitel de acanto liso no constituye la fótmula
mayoritaria en los conjuntos aúlicos de Madinat alZahrá'62.
Curiosamente, los capiteles califales de acanto
liso están ausentes fuera del foco capitalino, con Lrna
única excepción significativa (que yo sepa), la de
Almería. Si el írnico monumento religioso provinciano de fuerte carácter estatal recllrre a capiteles de
acanto liso similares a ios de ia mezquita mayor de
Córdoba
y si no
se documentan tales capiteles en
otras regiones ¿poclemos concluir sin más discusión
que fue el único monumento de este tipo en la pe-
nínsula? Todavía me parece que no, pero que hay
que plantearse seriamente Ia pregunta.
Si nos interrogamos ahora sobre el porvenir,
después del califato, de estos capiteles lisos -claramente minoritarios hasta finales del s. X, y sobre
todo de uso limitado, en condiciones exclus.ivasnos encontraremos con una situación radicalmente
opuesta. Observamos en efecto qr-re la inmensa mayoría de la producción de capiteles esculpidos para
las co¡tes de ios "reyes de tatfa" son de acanto liso6l:
1o son todos en los reinos de Sevilia6r, Granada, Almería6t o Murcia: solo se desmarcan clos ciudades
excepcionales, Toledo y Zaragoza66.
La voluntad expresamente marcada por los soberanos taifas de definir, siempre dentro de una cla-
ra reivindicación dei modelo califal, un vocabulario
estético propio ha sido analtzada de manera muy
convincente por M. Acién Almansa^- y encuentra
unos claros testimonios en estas series de capiteles
de acanto esculpido de Zaragoza y Toledo; de forma
simétrica, se podría interpretar así también la elección dei acanto liso en Ios reinos de Badajoz, Sevilla,
Granada y Almería (fig. 13). Creo no obstante que,
en aquellos casos hubo una nz(tn añadida, :una razón
de peso: la inexistencia en estas co¡tes de artesanos
capaces de proceder de fo¡ma satisfactoria a la fase
hnal de la escuitr-rra de los capiteles. Esta ausencia
misma se podría explicar simplemente : 1) durante el
califato los capiteles de acanto escr-rlpido procedían
mayoritariamente o quizá exclusivamente de Córdoba; 2) estos talleres fr-reron captados después de Iaf tna por las cortes más pujantes en este campo, la de los
Banu Hud de Zaragoza y la de Dul Nün en Toledo.
CONCLUSIONES
Para concluir brevemenre, pienso que estamos
en condiciones de afirmar que no hubo talleres provir-rciales d¡-irante el califato:
porque no coincide la distribución geogáhca
actual de los capiteles califales con los Iugares
de mando del propio califato, ni con 1o que sabemos de la actividad edilicia de los Omeyas¿'s;
)63
y porque, teniendo en cuenta la
distorsión
introducida por los museos como lugares de
conservación, la inmensa mayorí^ de los capiteles califales está concentrada en Córdoba, una
cantidad inferior está locahzada en dos grandes ciudades cercanas (Sevilla y Granada) y solo
cantidades menores en el resto de la Península;
por Ia desproporción numérica entre los conjuntos concernidos (las cifras para cada región
suelen ser inferiores a las de un solo monlrmen-
to cordobés) y por la escasez de monumentos
de época califal que hayan conservado capitecontemporáneos de su edificación (tres para
toda la Península);
por el hecho de que, cadavez que se logran datos concretos sobre procedencia de un capitel,
sea en al-Andalus, en el Magrib o en territorios
cristianos (algunos de ellos nunca islamizados a
lo largo de su historia), se confrrma un desplazamiento tardío, mientras que los írnicos casos
casi asegurados de colocactón iu s)ttt, contemporánea del edificio, son -por ahora- el de Bobastro y el de Almería;
.les
por la forma en la que se estrlrctura,
después
del colapso del Estado califal, Ia producción de
capiteles taifas.
Todos estos argumentos coinciden no solo en
demostrar la unicidad del foco productivo sino
también en sugerir que la difusión de los capiteles
hacia las provincias fue muy escasa en época califal misma y que el gran momento de esta difusión,
como piezas de acarreo esta vez, fue posterior al descalabro del califato.
Por supuesto, 1o que propongo aquí solo es un
nuevo guión del proceso de producción de capiteles
califales, pero es un guión coherente y que permite
contestar a todas Ias preguntas que he planteado a
Io largo de estas páginas.
Se pueden hacer algunas observaciones más a
propósito de esta hipótesis de un taller ultra centrahzado'.
La primera constituye, más bien, Lrn argumen-
to complementario, desde una perspectiva distinta.
Tál como lo había apuntado con anterioridad Ma A.
Martínez Núñez, el contenido de las inscripciones
)64
esculpidas en los capiteies es mr-ry limitado; alude
menos al soberano que a personajes que se identifican
como jefes de obra -es decir personajes de alto rango,
no simples artesanos- integrados en la Dár al-Siná
'a6e.
En este mismo encuentro, C. Barceló ha vuelto
a insistir en este aspecto, llegando a sugerir que, si
los capiteles constituyen tai "anomalía epigrá6ca"'0,
qoizá sea porque deben proceder de un írnico taller,
no provincial. Por tanto, estaríamos en presencia de
una producción exch-rsiva, por y para el califa.
La segunda es de orden metodológico. En efecto, es tiempo de ir más allá de lo propiamente estilístico (sin obviar tampoco este aspecro) e incluso
más allá de 1o metrológico a escala de cada capitel.
Se hace necesario trabajar ante todo a nivel de conjuntos cuantifrcados con Ia mayor precisión posible
(ñg. l1), y razonar sobre números: número de capiteles califales en cada kura o dispersos en una sola
de las grandes cir-rdades de Andalucía para las que,
más que nunca. se necesitan unos invenrarios sistemáticos; núrmero de capiteles en un solo edificio
emblemático del s. X (12 en el Salón Rico, 273 en
la ampliación por al-Mansür de la mezquira mayor
de Córdoba) comparado con el nírmero de capiteles
reaprovechados en un solo edificio islámico tardío
(12, el máximo docr-rmentado hasta hoy, en ia mezquita Qarawiyyin de Fez) o en un solo monumenro
medieval cristiano -exterior y posterior al califaro(7 enla fachada de la colegiata de Torrijos).
Aunque centrado en los capiteles, este proceso,
espectacular y de peso económico probablemente
importante, incluyó otros elementos arquitectónicos: columnas, basasrl (cuyo reaprovechamiento no
está sistemáticamente asociado al de los capiteles),
tableros parietales'2, arquillosti, pilastr, etc.). En el
ámbito cristiano se superponen a este proceso orros,
similares en su concepto dado que se aplican a obras
islámicas, pero esta vez no califaiesri.
Observemos, no obstante, para concluir estas
breves páginas, que el expolio de Madinar al-Zahrá'
constituyó un proceso excepcional por su carácter
drástico, su amplitud espacial y su duración, así
como Ia magnitud numérica de Ias piezas en juego.
El carácter emblemático de aquellos capireles en
la propia arquitectura califal htzo que ellos fueron
particr-rlarmente codiciados para Llna reutilización
con fines ostentosos o de legitimación.
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NOTAS
1.
2.
3.
4.
i.
j.
1
de Ia distrrbución de Ia decoración parietal en los distintos
14. Crussrn
ámbitos de| alcázar de Madinat il-Zahra' (V,ulr.lo Tnr¡ro
2003, pp. 46! y ss.).
Investigación ¡ealizada en el ma¡co del proyecto "I+D"
Madrnat al-Zahra': interpretariíil 1 proyariín del poder califal
¿ trauís del regisÍra naterial 1t textild/, dirigido por A. Canto
(lJniversidad Autónom¿ de Madrid) y E. Manzano (CSIC,
Madrid).
Ver, por elemplo, Cn¡ssrrn 1995.
Sobre los Iogros y ios límites de esta trproximación estilística
para la delinición de los tallercs, ver (a propósito de capiteles
romanos de Córdoba) MÁneu¡z 1990.
1j.
IL)t)i , p. 99 y fig. 1 5 p. 95.
Cnrssr¡n 1999, n.'' C 11, p. 175, tbto 25 p.
16.
Caímos en una cierta sobre-interpretación de los datos
capiteLes de
Da¡ al-Mulk (V,uluJo Tu¡ro 2001, p. 110),
posibiiidad de un taller local
rnada "mezquita de El Fontanar" (LuN,r OsLrNa, Z¡iuon¡No
An¡r¡s 1999), lo que no quiere decir que no hubieran
tido
8.
().
18.
pp. 167 170. También
felltilizaron capiteles calif¿les en iglesias de la provincia
piezas romanas y visigodas, también de acarreo.
Esta lista es meramente indicativ¿r y provisional.
20
y, por otra parte, clue seguimos
clesconocicndo el topónimo árabe de Macael.
nada y Toledo, y casi todas inéditas (véase no obst¿rnte Cnls-
Ei mármol de los capiteles romanos de ltodalquilar (AImería), conservados en el Museo Arqueológico Provincial de
srrR 1999 para Toledo,
Almería, procede de tres zonas de explotación distintas, todtrs de la provincia de Almerí¿ (Chercos, Lubrín y Macael):
L¡pu¡Nrr MEncaoal, CIsr¡nos CLrxcHrLr-os, Onrrc;¡ C¡srru-o 19¡J¡1, cuadro I, p. 271; lo que muestra la existencia de
canteras de mármol en la Sierra de ios Filabres ya en la Antigiiedad así como la utilización preferencial de materiales
cercanos (esto no impide que se hayan hallados elementos
escultóricos romanos en mármo1 de Macael también en Mérida o Baelo Claudia -Cádiz-: rsl¿r.).
Varu¡o TruaNo 2001, pp. 99-1 11.
b., p. 110, remite a S¡c;r-rn¡ Anrs'r¡ 1988, p. 126. Ver un
capitel del edihcio b¿silical superior publicado por J. EscuDERo ARANDA en El eslhndor de los Onteyds cardobeses, La
ciui/izaciín nasrhnana de Earopa Occiduttal. Catálogo de pieus
en pubLicaciones de distintos tipos (la bibliografítr resu
mida presentada en Cnrssrrn, MARTNET'Io SÁNcrr¡z -1991,
pp.2l)-216 necesitaría ser puesra al día); de l¿r cxistencia
de algunos, solo tengo ¡eferencia escrita (así, por ejempio,
para un capitel de Puentc Genil (Córdoba): G.cncÍ¡ Ar.¡oNso, MA(rÍNrz Exaruronaur, Monc¡oo Ro¡nÍcu¡z 199), p.
Además de los clos casos de la baja Edad Medra islámica
DRÍcLiEZ
M¡ruÍr¡z Ro1990, núrms. Vl-V,1, pp. 119-120 y láms. f .i.2 a
ti
.2.
11. NÍrms. ,11003
4l{)08 y 81,i68 (ingreso en el museo 22 de
al. 1998, pp. 105107 y 69. 35 p. 1 I0. Agradezco a D. M. A. Fernández quién
a
y ManrNrrro SÁ¡¡crlrz 199U para
Granada). La mayoría de estos capiteles estiín reproducidos
2l6',).
21
.
22.
Cn¡sst¡n en prensa
21.
1.
E/ u!/enrlor de los Ontela.;
cardobe.¡e.¡.
L¿ citi/izacióu mnu/tn¡na
I iezas 2001, p. 125.
Debo esta información a l)¿r S. Noack-Hale1' cuya amabili-
de
Etrapa Occident¿l. Catálogo
de
dad agradezco aquí.
).4
2i
en Cola de Zama (Albacete): Slrva INrrsra,
Ver por ejemplo L'Isl'tnt d¿u.¡ /e.¡ colleclions ndtilild/es l9Jl ,
nírm. 124 p. 91. Este capitel procede de Madinat a|-Zahrá';
se adquirió en 1 900.
Ver por ejemplo Casrqór 1964-6t. A su muerte e¡ 191.1,
un hispanista inglés lego ¿rl museo este lote que reunía 72
fiagmentos de ataurique y 9 capiteles, todos adquiridos en
el merc¿do de antigiiedades esparñol.
Andalatsiu
D¿nas
26.
Les
27.
CR,..,,
2 f3.
Le: Andalou¡ie.r de Dantas
sepriembre de 1981). Ver BrÁxc¡urz et
de
/o:
(,
C
rr
de
rr .r,, S,,.
r
)
Cor¿l0rc 2000,
)
Cordoat
Orael'as cardobeses. L¿t
Orciden¡al. Catálago
de
2000,p.I95
E/ uplendor
citi/izaciín nusttln¿ua de Enrola
pieza.r 2001,
p.
p. 105.
199s.
p.
12,1.
me ha señalado la existencia cle estas piezas, así como a D.
29.
Rossru-o PoNs 1982,
A. Pérez Casas, director dcl Museo arclueológico provincial
J0.
AcrÉN ALNTANSA, M¡nrÍNoz Núñez 1982, n." 8, p. 27 y Iám.
L¿s canteras dist¿n cle unos ochenta
An¡ru
1956.
169.
VIII.
de Almería.
368
Un inven-
tario sistemírtico está en curso. Las colecciones particulares
son numefosas, particlllarmente en Córdoba, Sevilla, Gra-
zas (basas y/o capiteles), de época indeterminada, halladas
2.
se
de
Córdob¿ tales como Ia de San Pedro Al¡acl en Obejo (C¡¡n¡na, Du Ptxo I 991, foro p. 35) en la que coexisten con unas
mencionados a continu¿ción, se pueden señalar cuatro pie-
1
a
Ver Cnrssnn, C¡¡qrrno Sos,r 1995.
19. Cnnssrnn, C¡Nr¡¡.o SosA 1995,
2001, p. 122.
10.
exis-
estos capiteles sino, más bien, que fueron recuperados
raíz de la rulna del edrficio.
tar, por una parte, que no existen fuen¡es que confrrmen esta
7.
excava-
ciones de mezquitas cordobesas de barrrio, talcs como la lla
férencias textuales a la explotación de un mármol que las
XI
a parrtir dc variaciones estilís-
p. 35; Cncssr¡n, L¡Ru¡ 1999, p. 135).
No creo que se hayan encontrado capiteles en las
11
Es la opinión de E. Molina López quien ha censado las re-
explotarción antes del s.
en
ticas demasiado tenues (B.Lncoló, Cussrrn, Lrnrr,r 1988-90,
trmbas esculpiders en Llna caliz¿r blanca de grano fino.
fuentes escritas se limitan a considerar como simplemente
"almeriense" (MoLrNA López. 1981, p. 10). Conviene resai-
lr)i.
nuestro artículo sobre basas y capiteles calilales de Varlencra,
en el clue dejabamos abierta (aunque con ciertas reservas) la
Dos importantes excepciones son l¿s series de capiteles de la
mezquita allama de Madinat al-Zahrá' (ver la contribución
de Dra. S. Noack-Haley en estas mismtrs jornadars) y la de los
6.
Tonnos B¡rsÁs 1971, p. 668.
Ver la eficaz demostración hecha por A. Vallejo a propósito
kilómetros de la ciudad:
l1
ActÉr Aruarsa, M¡nríNrz Nuñ¡z 1982, n.' 7 , pp. 26-27 y
lám.
VIL
Sobre el conjunto de esros cap:iteles ver CnEsstrn
10.
Cnesstnn
51.
Cataluña: clr¿r¡ro en el Museu Frederic Marés, tres en el Mu-
de'lbledo: Dnc;¡oo V¿r-¡no 19U7a, pp. 1))-22).
REvn¡ Vrslv¡ 1932, p. 20,v lám. J; Górurnz-Mon¡No 1951,
ñg.24id p. 180; Drrcaro VAI-ERo 1987b, pp. 13U-119 y
cl'Art de Catarlunya de Barcelona, tres en el
lám. XLVIIIb. Descubierto en 1900 en las obras del Mira-
Cnrssnn 1995.
lJ.
Ver Expo:)ciín. Lafronrera 199t, 1.1. p.
)4. L'l¡l¿n )
164i del
2! ("Capitel").
Cailleg lL)98, núm. 12 p. 57 (núrm.
Catalan1a.
Museu Nacional
d'Art de Catalunya). Por lo me-
nos trece capiteles califáles estíur conserv¿dos en mrrseos de
seu Nacion¿rl
Museu Maricel de Sitges, dos cn el Museu Episcopal de Vic
y uno en el Muserr d'Histbria dc la Ciut¿rt (Ba¡celona). Además del capitel mencionado, solo se conoce lar procedencir
núm. 122 001 del MNAC quc viene clel
Alcázar de Córcloba (L l¡lan i Catalrnla. Caükg 1998, pp.
de otro de ellos: ei
l6-,1i.1). Todas estas piezas están publicadas en el catálogo
L'lslam
Fr¿leric
Al¿ris.l 1991 (nirms. I
j5. No es lugar
lo están en
Fans de/ Mmeu
a /t).
aquí para preguntarnos sobre el porque de este
acarreo. Solo subrayar qLre en esre mrsmo momcnto la ar-
quitectura religiosa cristiana de Cataluña recurre a capiteles
di¡ectamente inspirados de las producciones calilales (ver
por ejemplo: HenNÁN¡rz GrirtÉNrz 1930,
J7.
G¡ln¡n¡
1956, )'
nás recientemente C¡n¡oNtt.l. 1998, quien solo reserva un
espacio limitado a este aspecto -p 201-).
Para los capiteles del Museo Arclueológico Nacional, ver
R¡vm¡ Vr¡rv¡ 1932, pp. 57-70; este museo adquirió dos
nuevos capiteles en diciembre 2001 (B.O.E./91, 16 de abril
1999,pp 178 y 182; sobre el posrble alcázar caLifal
V,urElo Tnraxo 2001, p. 1ó3.
Cn¡ssr¡r,
C¡Nr¡to Sos¡ 1995.
)/+. Hoy conservado en el Museo dell'Opera del Duomo: l¿s
And¿lomies de Datua¡ ) Cordarc 20(X), p. 195 E/ ul¡landor
de /os 0ne1a: cordobe:es.
O..ide,ttnl. ( atL/n;n Je
55. Altura
56.
57.
La cjLilización ntsulmatu de Emopa
fn.a, 2rt1l. p.
I 2 ,.
.10 cm. (ha sido recortado), ancho ,16147 cm.
Ver Pis¿
e
il
A'Iditery¿aeo
200i, nírms. 116 y 118 p.
Es¡a información me ha sido dada por
'108.
D. A. Vallejo Triano
a quién agradezco aquí.
58. C{.¡npra. TcjRR¡s B¡r-sÁs 1973, p. ó68.
19. Crrssr¡t 1995,p. 99 y frg l5 p. 95.
60. Ver Ew¡nr, -JllssH,qx 1981,lám. 21 c.
61. Ver también C¡s¡ñ¡no Sunrza, L,rsa GancÍa
2002, figs.
1
7
y 18 p. 216.
b2. H¡sra ¡lrorr lra .ido iocaliz.,Jo sn l¡ l)Jr ¡l-Yund.
61. S. Gragueb est sur le point d'achever, ) l'Université cl'Aix-
de 2002). Para los capiteles del Museo Lázaro Galdiano, ver
en-Provence, sa thése sur les céramiques de Raqqáda et de
Do¡tÍNcr;¡z P¡ner-¡ I981; para el capitel cle l¿ Real Academia de la Historia, ver ClrssI¡n 200].
Por supuesto, estc invcntatio clel¡erí¿r ser revisado de forme
pormenorizada a la luz de los conocimientos ardquiridos
durante los últimos veinte años; si bien se podría precisar
así algunas atribuciones cronoiógicas, no creo que nuestra
percepción cambiara profundamente a escala del lote com-
Sabra al-Mansuriya. Ce travail présentera un bilan de la
question de l'opposition (factice ou non) entre productions
64. A mi parecer,
6i.
Crlssrln cn prensa 2.
pleto.
66.
Sobre Toledo: BRtscu 1979 81
des dcux villes.
taifas.
y 5 pp.
12-7
);
Cn¡ssr¡n en
prcnsa 1.
.i0. Tont¡s, M¡cr¡s
4I. Portagal i:lánico
1998, p. 125; Cnesstrn en prensa
i.
nes de T.aragoza
67.
ó8.
69.
1998, nírms. 1 y 2 p. 72; Cnr:ssrnn en prensa
P¡.viiN M¡r-ooN¡¡o
4i
Ver
v¡
1
9ó(r.
1912, núm. 135 p. 58 (núm. Inv.7.5.i7).
Altura 23 cm. ancho 20 cm.
15
Quizá deba interpretarrse de la misma fbrma Ia posible presencia de un capitel antlguo del que solo se conserva hoy un
V
Martínez Enamorado a cluién agradezco aquí).
46
Cn¡ssnn 1990.
1t
Seis en
el Museo Arqueológico Nacional y dos en el Museo
L¿ízaro Galdiano.
Alrr¡Ns¡ 2(X)0.
Ver al respecto Souro L¡s¡1.¡ 2002.
M¿¡.rÍN¡z Nirñ¡z 1995; r'er pp. 140-1.14 la interes¿rnte discusión relativa a la función de estos personajes, en la que
ejemplo los marfiles).
70
La expresión es mía.
71
Por e jemplo las basas del nibr¿b de la mezquita de la Qasaba
en Marrakech (B¡ss¡r, T¡nt¡ssF 1932, pp. 290-293) o de la
mezquita de la AlhamL¡ra de Granada (Tonn¡s B¿reÁs 1945,
p
fragmento en una colección privada (comunicación personal
de D.
AcrÉN
se demrLestra que algunos de ellos desempeñan también un
papel en la producción de objetos de lujo de otros tipos (por
Mrnc¡uN¡ It)27 , p.23 y fig. 28 lám. XX; R¡vu-r-¡ Vr¡l-
44
y la pertenencia de la cludad al ámbito hudí
dejan entender que se trata de un mismo taller.
1.
,12
7,a-
L¡s¡r¡
1!!2 y Car,rñrno Sr-rnrza, LAsA GAItcÍA 2002; también se
encont¡ó un capitel ¡¿rifa de ¿rcanto esculpido en Valencia
(Crlssrln, L¡ul¡ 1989) pero su parecido con las produccro-
M,lcr,ts 1998, p. 130). EI tercero
Porng¿l i:lántica 1998, núrms. 4
y Cnrssnn lt)99, sobre
ragoza: Dor'ríxclrEz PERELA 1986, así como SoLrlo
seu Nacional de Arqueologia cle Lisboa (Partagal isláatito
1998, nírm. 1, p. l2). Otro, hasta hace poco conservado en
el Museu Municipal de Elvas, hoy está desparecido (Tonnss,
se hal1ó en la iglesra dc San
Paulo en Tavta (Tat,ira Territoúa 1 Padu' 2001, núm. 171,
p. 2!!). Ver también Cnpsslrn en prensa 1
algunos de ios capiteles publicados como al-
mohades por C. Cóurz R¡vos (2001) podrían ser anteriores,
3f3. Ignoramos todo de un carpitel conservado ahora en el Mu-
)9.
Por ejemplo Cn¡ssr¡n 1999, C 08, foto 17 p. 191.
dor.
52.
53.
i Ctra/tr1a. Caüleg 1)t)8 (p. 36--19 y 42 14), silvo
las del Museu Frccler:ic Marés que
36.
1!!!.
48.
49.
32.
72.
203).
Traté más arriba del caso de un tablero de Toledc¡, pero hubiera podido evocar también el de un tablero de B¿en¡ (E/
e:plutdor
la Ewopa
r./e
las Onrc1as cardobeses.
La citilizatiíu tnu.¡tltnana
Orcidenr¿tl. Carálogo de pieza: 2{)t)1,
de
p. 165).
369
73.
Soro 1998), o la de un capitel nazarí hallado en excavacio-
Ya se suele aceptar que el arquillo de Ia catedral de Tarrago-
i Catalaqta 1998,
nes en Lisboa (Frnnrrna FsnN¡N¡¡s en prensai Cnsssl¡n en
74.
nírm. 21, pp.44-46¡.
Yer la pila de Marrakech (Góurz-Monruo 1951, p. 181 y
prensa 1). Quedaría por preguntarse si conviene o no hablar
de "botín arquitectónico". Ver al respecto Rulz Souz,c 2001
fis.246b p. 186).
(en particular nota 77 p. 37).
75.
Entre numerosos ejemplos, recordemos el de la pila almoha-
na procede de Madinat a|-Zahra' (L'1.¡lam
de de Ia catedral de Santander, procedente de Sevilla (C,rsarxr
T
310
"
r
rLrrl
:ti
.
Fig. 2: Capitel cztit2tiz./nte de ana de /o-¡ exh'entts ¿le /¿s
ar¡tdas del Sdlón Rico de t\I¿tJtnat a/-Zabri' (L2). con una
cttra de fo//ttie /iso.
Fig. I: E.rbozo.r de ba.ra.r 1,/n i:¿tp¡te/es de n¡árna/, larte tlc /a
itrgd ¿e xn b.trco de ípocrz nazar/
(
llaseo Art¡ueolígin
de
Altaeria).
Fig. 1: Capitel t:ailtplreit0 c,z/ifa/ del hIule de la K¿.¡b¿h
du Orday (R¿b¿t. hlarnt¿ar). L,.rtu obrct debe proteder de
/a.¡ excau,zciane.¡ c/e
Fig. 3: Lapitel cllnp/./ert0 cali[a/.
'fo ledo
( co
/ecci
ín !art
ica /ar ).
de
p)edra calcáre¿ h¿/l¿do en
gr a rt c/e.r
sa
/a nuzt¡t)la Ha.¡¿n de RaLal. rno
n t r a t' i r., -¡ J. i n í-¡ t i c o.¡ a
h ¡n
h a ¿/e.¡,
.l L e
L 0
tt i
e
rú.t
¿/e
0
t
lo¡
fl)
capite/ ca/tfa/ en una de /a.r.ftn'bada: de .rr cth¡tin¿r.
11r
;
Fig.
i:
Capire/ c()ttl)ueiÍa ca/iJa/ reaprtnet'hada en el
Las lTtelgas (Burgt,s) (foto Da. S. Noack-
L'a/¡ueltta de
Ha/e1).
Ftg. 6: Capitel canpileitl calfal del Vjctaria ¿nd Alberf AIateunt
(Londrel): protede prolub/enente de AIa¿final ¿/ Zahra', auu¡ue
¡t Ír¿uís del cr¡nercio de dntigileddde.r deJint/e.r del .;.
principirts del
XIX
1,
XX.
,,0 S
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Fig. 7: Cap)te/ co1'ilttizd.ilte cdli.f,t/
i':14 ; É*1
de Pisa,
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112
It¿lia
(AIttsat de//'Opera del
Daonta) (foto del fr,op)a t\Itxeo).
4,
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Fig.8: Capite/
A rq
a u,
/ ígi co
camPilest(t
caliJal de Baba.rtrr, (Alaseo
N ¿c i ona /. hI¿dr i d ) (fot o Arc h i t o F ot o gráJico
lnst jtato Portrguis de i\Izteu.r).
1\,IAN),
Fig. 10 Capittl caltfal dt la rneztlu)ta r¡d)tar
stt
fallaie
Fig. 9: Cdpitel can\lrcsta califal pmcedente de Si/ues. ParÍtga/
(ALuteu Naional de Arqaealop,t. Lisbod, nínt. E 65641 (.fr,t,t
/isa. sigae el ntr:,d¿lo de lrtt capitelu de
nezqtrita aljantrt dt Cirdaha por al-Hak¿tn
Il.
de
A/ilt'r71. Cztt
la awpliaciín le la
lrig. I 1: C¿úite/ c0rintizante cali.fa/ de/ coauento ¡le S¿n
CletnenÍe (To/edo), h¿/l¿do en ol.¡rrts realizarJas en e/ ttti.¡nrt
calttelIta.
313
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Irig. l2: Ct/pitcl
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