la literatura indígena mexicana en búsqueda de una identidad

Anuncio
ï
LA LITERATURA INDÍGENA MEXICANA EN BÚSQUEDA
DE UNA IDENTIDAD NACIONAL
Francisco Javier Romero
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
La literatura indígena mexicana tuvo su auge en el siglo pasado, específicamente en la década de los ochenta, como parte de una agenda política y social
creada para atender situaciones extremas de marginación hacia las otras lenguas,
además del español, asentadas en territorio mexicano. Actualmente sigue vigente
como una manifestación artística que pretende revalorar al indígena contemporáneo, quien de una u otra forma vive segregado de la población urbana, separado, además, por diferencias de raza, lenguaje, costumbres y tradiciones. Por eso
los textos literarios que tratan este tema, escritos sobre todo por autores indígenas, son los medios que permiten la manifestación de una idea central: la búsqueda de la identidad nacional a través de su lengua y su historia.
Es decir, la reciente literatura indígena continúa en búsqueda de la identidad
nacional, así lo pretendo mostrar con ejemplos de obras literarias, sobre todo en
poesía, que son una manera de expresar una resistencia cultural a una identidad
construida por el Estado, identidad nacional totalmente alejada de los grupos
indígenas de México. Para lograr el propósito mencionado utilizaré algunos
textos de los escritores indígenas Javier Castellanos, Víctor de la Cruz y Natalio
Hernández, quienes, aparte de cuestionar el concepto de “nacionalidad”, también
buscan el reconocimiento como protagonistas de la literatura mexicana.
2
Sin embargo, antes de abordar el tema central de mi trabajo, es importante
realizar algunas precisiones sobre las siguientes expresiones: literatura indianista,
literatura indigenista y literatura indígena. Si bien comparten características, son
diferentes, como se explica a continuación:
La literatura indianista es creada por escritores no indígenas que pretenden
ser portavoces de esa cultura.
La literatura indigenista: los escritores tampoco son indígenas, pero buscan
adentrarse en ese pensamiento desde su perspectiva, tratan de penetrar en su
cosmología para dar a conocer esa cultura.
Literatura indígena es aquella producción escrita por los propios indígenas en
su lengua original o en versión bilingüe. Puede abarcar todos los géneros: poesía,
narrativa, teatro y ensayo.
Una vez aclaradas las acepciones de las diferentes expresiones que utilizaré en
este trabajo, considero necesario desarrollar, como una forma de contextualizeción de la literatura indígena, un breve antecedente sobre la función y temáticas
desarrolladas por escritores indígenas a través de obras que tienen como eje el
mundo de una cultura autóctona. Me centraré en abordar cuál ha sido la visión
sobre el indio y su mundo.
Primeramente, recordemos que la literatura prehispánica –azteca y maya– era
fiel reflejo de las preocupaciones existenciales propias del hombre universal.
Trataba asuntos como la fugacidad de la vida, el misterio de la muerte, la lucha
por la existencia, el sentimiento patriótico, la amistad, el deseo de alcanzar la fama, el íntimo contacto con la naturaleza y sus deidades, entre otros temas. Ejemplos de esta literatura llegaron a nosotros gracias a que se conservaron en la memoria de muchos de los indígenas conquistados y que fue rescatada por algunos
de los monjes evangelizadores. Más tarde surgieron algunos cronistas indios que
dejaron constancia de la vida de sus pueblos y de su visión mítico-religiosa sobre
las primeras civilizaciones del país.
Los indígenas que escribieron después de la Conquista volvieron la vista con
nostalgia hacia su mundo perdido y al reencuentro con sus raíces, tal como lo
hicieran Hernando de Alvarado Tezozómoc y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl.
3
Durante la Colonia, destaca sin duda la excelsa Sor Juan Inés de la Cruz, que
si bien no era indígena, sí tenía raíces autóctonas en sus antepasados. Sor Juana,
también en su poesía, nos dio una visión del indio y lo indio. Por ejemplo, en “No
he querido, Lysi mía”, en honor del hijo de los marqueses de la Laguna, cantó la
grandeza de la raza mexica y honró a Moctezuma; y en el poema “Cuándo Númenes Divinos…” nos presenta una imagen alegórica del indígena curandero
que, con sus hierbas y rituales, preserva sus tradiciones y costumbres. Pero en el
primer “Tocotín”, escrito totalmente en náhuatl, nos presenta al indígena y su
manera de ser, describiéndolo como un ser sumamente religioso, pero abandonnado, resignado y esperanzado en que todo está en manos de Dios.
Posteriormente, como sabemos, en Hispanoamérica, el siglo XIX representa
un detonante para la literatura con temas nacionalistas, entre ellos los que
hablaban de lo indígena y del indígena como símbolo de libertad nacional o como
motivo de protesta social, económica y política. Si bien las constituciones políticas
de los países de América proclamaban la libertad del indio, éste siguió esclavizado,
víctima del sistema latifundista que lo explotaba. En México, varios escritores
abordaron de manera clara esta temática, entre ellos Ignacio Rodríguez Galván,
Eligio Ancona (autor de origen maya), Irineo Paz, Eulogio Palma y Palma,
Heriberto Frías, Mariano Azuela, Ermilo Abreu Gómez, Andrés Henestrosa y
Ricardo Pozas, por mencionar algunos.
Después del romanticismo, que desdeñaba al indio como materia poética, una
nueva visión, más realista, al compás del humanitarismo naturalista y socialista,
llega a primer plano y sitúa en él los problemas sociales, cuyo protagonista y víctima es el elemento autóctono. Se abre paso la literatura de reivindicación y es evidente un propósito no sólo de llegar a la restauración del alma indígena, sino de
calar en sus emociones. La corriente se acentúa en aquellos países donde la población indígena es una realidad étnica de gran magnitud (México, Guatemala,
Ecuador, Perú y Bolivia). En ellos, la masa autóctona constituye la mayoría del
proletariado en el campo, las minas y las fábricas. Por consiguiente, los escritores
consagrados a este género presentan al indio en función de su situación socioeconómica, y sólo incidentalmente se hacen cargo de los aspectos pintorescos de
4
su manera de vivir. Por otra parte, el movimiento indigenista toma estado con la
Revolución mexicana (1910), y, a medida que avanza el siglo, se infiltra en la
literatura para imprimirle un tono de rebeldía social.
A partir de esta etapa, el tema indígena desde una perspectiva analítica realista
estuvo dirigido a condenar la discriminación racial, la pobreza y la explotación del
indio. Se hablaba de buscar su regeneración y reivindicación. Algunos escritores y
políticos, como Mauricio Magdaleno, Carlos Antonio Castro y Rosario Castellanos, entre otros, opinaban que la enseñanza, el buen trato y el trabajo bien retribuido eran los remedios requeridos para sacar al indio de su indolencia, su desconfianza y hacerlo sentir que realmente formaba parte de esta nación; y, por lo
tanto, debían unirse al proyecto de creación del nuevo México libre.
Después de este vertiginoso recorrido cronológico sobre el tema del indígena
y lo indígena en la literatura, escrita por autores, en su mayoría, no nativos ni
hablantes de una lengua autóctona, me centraré en mencionar lo que ha pasado
en los últimos años con la literatura propiamente indígena, creada por escritores
en su propia lengua y en español.
En las últimas tres décadas, aproximadamente, ha ocurrido en México y otros
países de América Latina un fenómeno muy notable: el despertar de las literaturas
escritas en lenguas indígenas. Este paso de la literatura oral a la literatura escrita,
de la literatura anónima a la literatura de autor, es resultado o expresión de
muchos factores concurrentes. Refleja un mayor acceso por parte de los indígenas
a la alfabetización, al sistema escolar y al uso de la escritura como herramienta
cultural incorporada a su tradición o costumbre, sin desplazar o negar el valor de
la oralidad; de hecho, gran parte de los actuales escritores indígenas son maestros
bilingües o incluso tienen títulos universitarios y laboran como profesores o
investigadores en universidades u otro tipo de instituciones.
Es decir, actualmente, hay un mayor número de indígenas conocedores tanto
de la cultura nativa a la que pertenecen, como de la cultura mestiza occidentalizada del mundo urbano latinoamericano y que llegan a dominar las herramientas o
lenguajes culturales de ambos mundos; permitiéndoles desempeñar el rol de
puentes, traductores o agentes interculturales.
5
Precisamente, a través de la palabra hecha poema o narración, el escritor
indígena abre su “mundo” cultural; expone sus creencias, tradiciones, costumbres
y su pensamiento primero a todos los integrantes de su etnia y después a los
mexicanos mestizos. Son voces que se levantan desde su seno terrenal para manifestar su existencia y exigir con su literatura “un lugar en la nación” que los vio
nacer y de la cual se quieren sentir parte.
Fieles representantes de esa literatura indígena contemporánea son los tres
autores que seleccioné y de los que sólo para conocerlos un poco citaré su semblanza biográfica:
Javier Castellanos Martínez: nació en una comunidad de la sierra zapoteca en
el estado de Oaxaca. Es promotor cultural en la Unidad Regional de Culturas Populares en Oaxaca. Fue becario FONCA. En 1994 publica la primera novela en
lengua indígena de México: Wila che be ze ihao (Cantares de los vientos primerizos) en la colección Letras Indígenas Contemporáneas de la editorial Diana.
Una muestra de su obra es el poema titulado “A junta”. Consta de 20 versos,
construidos de manera sencilla, pero adornados con exquisitas metáforas. Originalmente escrito en lengua zapoteca, enfatiza el valor que tiene para los pueblos
indígenas uno de los más grandes tesoros de la existencia: la palabra, no propiamente el habla, si no, lo que se dice, el acto supremo de transmitir mediante la voz
un sentimiento o un pensamiento.
En los primeros nueve versos, Javier Castellanos, da voz a un “principal” o
gobernante de la comunidad para que invite a los asistentes a pronunciar palabras
de provecho, palabras que sirvan para tomar una decisión que indicará el rumbo
del pueblo.
Hoy que estamos todos
hagamos como si las palabras fueran granos
granos de frijol o granos de maíz.
Y así como acostumbramos:
por un lado los granos buenos
por otro lado los granos viejos.
Esos granos buenos
esas palabras buenas
son las que ayudarán a nuestras vidas (1-9)
6
En los restantes once versos el poeta enfatiza, con el uso de otra metáfora muy
representativa, lo que sucede en una reunión comunitaria, donde se pide que
todos hablen, que expongan sus ideas porque, al final, se escogerán las mejores y,
de esa manera, se estará respetando el derecho a expresarse y ser escuchado:
Aquí nos hemos juntado
para escoger el camino de nuestro pueblo.
Hagamos con nuestras palabras
lo que hacemos con nuestros sombreros:
pongámoslas en un solo lugar
para que se mezclen y confundan
y cuando se recojan
unas se habrán perdido
otras se habrán fortalecido
y esas por fin
marcarán el camino de nuestros pueblos (10-20)
Sin duda, el escritor, con este sencillo poema, nos presenta una visión sobre la
organización social de una comunidad indígena y desea que se considere como
un ejemplo a seguir en todos los lugares donde se deban tomar decisiones, por
ejemplo, en el Congreso. Si ahí de verdad se expresaran palabras de provecho y se
escucharan todas las ideas, se lograría que el rumbo de nuestro país fuera diferente.
El mensaje de este poema a la visión de “nación” es clara: todas las voces, es
decir, todos los pueblos que conforman el país, deberían ser escuchados para
construir nuevas perspectivas de vida ante los retos y exigencias del siglo XXI.
El segundo poeta seleccionado es Víctor de la Cruz. Nació en Juchitán,
Oaxaca, en 1948. Es doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Tiene varios reconocimientos por su trabajo en favor de los pueblos indígenas de su estado
y por su obra literaria, como el Premio Nacional de Ensayo para el Magisterio en
1986 y el Premio Casa Chata del Ciesas (Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social).
De este escritor, por cuestiones de espacio, sólo citaré un fragmento de un
poema titulado “¿Quiénes somos, cuál es nuestro nombre?” En sus versos, el
7
poeta interroga al universo, pregunta esencialmente por la naturaleza, por su raza,
por su origen, pues no entiende por qué están desapareciendo de sus lugares
primigenios y ahora sólo se pueden encontrar en papel:
¿Quién puso estas palabras sobre el papel?
¿Por qué se escribe sobre papel
en vez de escribir sobre la tierra?
ella es grande,
es ancha, es larga.
¿Por qué no escribimos sobre la superficie del cielo
todo lo que dicen nuestras mentes
lo que nace en nuestros corazones?
¿Por qué no escribimos sobre las verdes hojas,
sobre las nubes, sobre el agua
en la palma de la mano?
¿Por qué sobre el papel?
¿Dónde nació el papel,
que nació blanco
y aprisiona la palabra nuestra:
la palabra que esculpieron nuestros abuelos sobre
las piedras,
la que cantaron en la noche
cuando hicieron su danza,
la que usaron para decorar sus casas,
dentro de sus santuarios,
de sus palacios reales? (10-31)
Expresa que a la gente de su pueblo le depara la orfandad del tiempo, seguirá
viviendo un existir sin esencia, porque ¿cómo es que teniendo una cultura y un
origen parece que no los tuvieran? Es cierto que sus raíces indígenas, su cultura y
sus vestigios existen, pero no su esencia, porque no se sienten identificados, ya no
les pertenece, su grandeza les fue robada desde la Conquista y ahora tampoco se
sienten parte de esta nación, porque, lejos de incorporarlos respetándolos como
son, los condicionan y les quieren imponer formas de vida ajenas a su realidad.
Por ello, parece que están destinados a vivir en la orfandad del tiempo y sin
encontrar respuestas sobre su identidad.
Quien trajo la segunda lengua
vino a matarnos y también a nuestra palabra
8
vino a pisotear a la gente del pueblo,
como si fuéramos gusanos
caídos del árbol, tirados en la tierra.
¿Quiénes somos, cuál es nuestro nombre? (32-37)
Para finalizar con los escritores seleccionados, comentaré un poema de Natalio Hernández. Nacido en Ixhuatlán, Veracruz, en 1947, es profesor normalista
bilingüe. Recibió el Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Indígenas en
1997. En 1998, la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para
Iberoamérica de España le otorgó el Premio Bartolomé de las Casas por su labor
de promoción y difusión de las lenguas y literaturas indígenas.
YO TAMBIEN SOY UN SER HUMANO
Yo también soy un ser humano
tengo mi pensamiento,
mi propia vida;
desde hace mucho estoy en la tierra,
desde hace mucho habito en esta tierra,
nací aquí mismo,
aquí vi la claridad.
Algunos blancos dicen que soy animal,
que es inútil mi existencia.
es una opinión equivocada:
tengo mi propia sabiduría,
mi propia vida:
vale mi palabra, mi palabra es bella.
Llegó el día de mostrar mi pensamiento,
llegó el día de enseñar mi vida,
esparciré en toda la tierra mis conocimientos,
los haré llegar más allá del Anáhuac.
Que todos sepan
que aún vivo y vive mi corazón:
algunas veces ríe, otras veces llora;
que todos sepan que aún tengo el espíritu fuerte.
Este poema de Natalio Hernández es un claro ejemplo de la literatura escrita
por un indígena que se ubica en su realidad étnica para expresar cómo lo ven los
“blancos o mestizos”. Pero no es un signo de lamentación o una protesta velada,
es la declaración sensible y determinante del “indio” que en nuestros días aún
busca el reconocimiento y la valoración de su existencia. Porque es el poblador
9
original de estas tierras, donde nació y donde habitaron sus generaciones ancestrales. Por eso dice:
Yo también soy un ser humano
tengo mi pensamiento,
mi propia vida;
desde hace mucho estoy en la tierra,
desde hace mucho habito en esta tierra,
nací aquí mismo,
aquí vi la claridad (1-7).
Sin embargo, a pesar de que las autoridades saben de la existencia de los pueblos indígenas, siguen marginándolos o ignorando su valor cultural. Así lo siente
y, a nombre de su grupo étnico, expone:
Algunos blancos dicen que soy animal,
que es inútil mi existencia.
es una opinión equivocada:
tengo mi propia sabiduría,
mi propia vida:
vale mi palabra, mi palabra es bella (8-13)
Antes de concluir con la exposición de su sentir y levantar la voz para ser
escuchado advierte:
Llegó el día de mostrar mi pensamiento,
llegó el día de enseñar mi vida,
esparciré en toda la tierra mis conocimientos,
los haré llegar más allá del Anáhuac (14-18)
Ésta es la Patria primigenia que quiere ser expresada, que exige, por derecho
propio, existir y ser reconocida en todas las latitudes. Es la voz que manifiesta la
grandeza de una raza que se niega a morir en manos de la modernidad. Este es el
mensaje que los pueblos indios, no sólo de México, lanzan al mundo: “Que todos
sepan / que aún vivo y vive mi corazón: / algunas veces ríe, otras veces llora; / que
todos sepan que aún tengo el espíritu fuerte (18-21)
10
Conclusiones
Como pudimos darnos cuenta, a partir del comentario analítico de los
poemas seleccionados, es notorio que, desde el punto de vista histórico, los indígenas, a través de sus escritores, están recuperando su voz después de cinco siglos
de silencio impuesto, encerrados en la oralidad marginal de sus comunidades. Están reinventando su palabra, naciendo de nuevo como individuos y como representantes de sus respectivas etnias, con la visión de sembrar sus palabras como
semillas de cultura a los cuatro vientos, es decir, hacia todo el mundo. Terminó el
tiempo del encierro en sí mismos y empezó el tiempo de abrirse a los demás para
iniciar un intercambio fructífero. Esto sea dicho con optimismo, porque toda
apertura conlleva riesgos que se deben tomar en cuenta y que, por los resultados
esperados, vale la pena correr. En general, estos escritores se sienten muy orgullosos de su condición indígena y de los valores de su propia etnia; todos se asumen como transmisores de valores, símbolos e ideas heredadas de sus antepasados, y en ese sentido siguen siendo “tradicionales”, es decir, respetuosos de la
tradición a la que pertenecen y de donde toman su identidad.
Todavía no los ha contaminado el aspecto negativo de la modernidad, con su
carga de individualismo feroz, desencanto, ruptura con el pasado, etc., ni han
cedido a la tentación de la experimentación formal. En ese sentido, siguen siendo
“auténticos”, y reconocemos en ellos cualidades de sencillez y naturalidad, transparencia y autenticidad, con una belleza de alma cercana a la del mundo original.
Sin tratar de idealizarlos, considero que representan un resurgimiento del impulso expresivo que nace de un doble movimiento: la fidelidad a los orígenes y la
apertura a la creación de nuevos mundos, en donde sean incluidos y aceptados
con todo su bagaje cultural.
Conservación y creación son los dos ejes de esta dialéctica poética. Eligen sus
temas y expresiones inspirados en su propia tradición, alejados del intelectualismo abstracto, los barroquismos expresivos y las versificaciones extravagantes; le
dan a la forma su valor justo porque saben que es la superficie exterior de su
discurso, pero lo que desvela y oculta al mismo tiempo. Lo realmente importante
11
para su corazón y su espíritu es “hacer arte con amor”, arte que no sea pura forma
vacía, puros sonidos huecos, arte que permita convertir su palabra en la imagen
eterna de su presencia en esta sociedad contemporánea que, día con día, a pesar
de irles abriendo espacios, sólo les permite “sentirse parte de la Nación” desde su
mirada, desde su etnia, pero no en los espacios de la modernidad.
Obras citadas
Alboukrek, Aarón y Esther Herrera. Diccionario de escritores hispanoamericanos del siglo XVI al siglo XX. México D.F.: Larousse, 1998.
Cabrera, Conrado. “Lo mexicano y el indio en la obra literaria novohispana”.
Cultura Novohispana. Ensayos de investigación interdisciplinaria. María Marcelina Arce y Sainz (ed). México: BUAP, Facultad de Filosofía y Letras, 2008.
Bigas, Torres Silvia. La narrativa indigenista mexicana del siglo XX. México
D.F.: Universidad de Guadalajara, 1990.
Lazo, Raimundo. Historia de la literatura hispanoamericana. México D.F.:
Porrúa, 1983. Colección Sepan cuántos… 38
Montemayor, Carlos. La voz profunda. Antología de la literatura mexicana en
lenguas indígenas. México D.F.: Joaquín Mortiz, 2004.
Descargar
Colecciones de estudio