Puntos de vista Crecer sanos y salvos Rhys Williams es Catedrático de Epidemiología Clínica de la Universidad de Swansea (RU). Una vez oí a alguien decir que la obesidad infantil es la “cima moral” de la batalla contra la epidemia de obesidad actual, del mismo modo que los fumadores pasivos son la cima de la batalla contra los efectos negativos del tabaco. Se podría argumentar (aunque tengo grandes reservas respecto a este razonamiento) que, en el caso de los adultos, la obesidad es una opción de estilo de vida. Ellos mismos han escogido ese equilibrio concreto entre ingesta y gasto de energía que les ha hecho obesos, así que, ¿quiénes somos nosotros para imponerles otra cosa? Del mismo modo, los adultos que fuman han realizado su elección, así que ¿quiénes somos nosotros para intentar disuadirles? Sin embargo, los argumentos son diferentes en el caso de los fumadores pasivos y la obesidad infantil. Las personas que no son fumadoras, pero inhalan el humo de los demás, tienen el derecho de sentirse a salvo de los efectos dañinos de este humo, que se inhala de manera pasiva. Nuestros hijos, del mismo modo, tienen el derecho de vivir a salvo de un entorno que facilita el consumo de alimentos densos en energía hasta el exceso (y que, de hecho, les empuja a hacerlo), además de dificultarles el ser físicamente activos en la escuela, en el camino hacia y desde la escuela y en las calles o en espacios abiertos. Es nuestro deber proteger a nuestros hijos de los peligros de nuestro modo de hacer las cosas. sería el último en recomendarle a un niño un tratamiento profiláctico con metformina de larga duración, por muy inocua y eficaz que parezca, pero es algo que necesitamos debatir. Madhur Dev Bhattarai y Dhruba Lall Singh mencionan el primer entorno que puede conferir un riesgo: la malnutrición fetal. El entorno “obesógeno” no comienza al nacer; sino que está presente desde la concepción. Su artículo destaca la necesidad de una educación culturalmente sensible en salud y nutrición. Los esfuerzos de la Asociación de Diabetes de Nepal por promover la lactancia materna deberían ser aplaudidos y tener su réplica, especialmente en todo el mundo desarrollado. Este tipo de iniciativas tiene enormes implicaciones para la salud, más allá de las cualidades preventivas de la lactancia materna en el campo de la diabetes. Según la OMS, 1,5 millones de niños pequeños mueren en el mundo cada año (4.000 al día) por no ser amamantados. Allá donde no esté garantizada la potabilidad del agua, un lactante alimentado a biberón tendrá una probabilidad 25 veces mayor de morir como resultado de una diarrea que uno criado a pecho. Varios artículos de este número de Diabetes Voice tienen como protagonistas a distintos aspectos de la prevención de la diabetes infantil y sus consecuencias, especialmente la diabetes tipo 2. Kaye Mehta se centra en la publicidad de los productos de alto contenido calórico dirigida a niños. Esta publicidad resulta eficaz, por lo que respecta a las empresas de alimentos y bebidas y sus accionistas, pero, ¿no estaremos los demás pagando un precio demasiado alto? Sí; categóricamente, lo estamos. La educación es fundamental a la hora de defender la salud. Según UNICEF, cerca de mil millones de personas son incapaces de leer un libro o ni tan siquiera de escribir su nombre. Gran parte de estas personas vive en países en desarrollo de bajos recursos y la mayoría de las mismas son mujeres. Las mujeres con una formación mínima o nula, que posiblemente trabajen una larga jornada a cambio de una pequeña paga son, en muchos casos, tan vulnerables ante las dudosas técnicas publicitarias de las empresas que fabrican leche en polvo para lactantes como lo son los niños ante los publicistas de refrescos y hamburguesas. George Alberti y Paul Zimmet escriben sobre aspectos más generales de la prevención. Si los cambios no consiguen dar resultados, la metformina es una opción farmacológica viable en adultos. ¿Y qué pasa con los niños? ¿Existen pruebas de que una medicación que no ha obtenido licencia para su uso en niños sea inocua y eficaz? Yo Desde los primeros años y a lo largo de la vida, las personas deben convertirse en la prioridad de sus gobiernos. De no ser así, es difícil imaginar cómo se puede esperar que adquieran los conocimientos y destrezas que necesitan para realizar decisiones documentadas sobre su salud y la de sus hijos. Junio 2007 | Volumen 52 | Número 2 3