Entrevista con Paz Vega - Plaza de Toros de Las Ventas

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“No creo que ser
banderillero sea estar
a la sombra”
Texto: Laura Tenorio
Fotos: Juan Pelegrín y archivo de Paz Vega
Hija de torero, creció entre vestidos de luces y capotes de brega. Es Paz Campos Trigo; en los carteles, Paz Vega,
una sevillana cortejada por la belleza severa de las guapas andaluzas. Con 20 años y un sudario de sueños
por esportón, llegó a Madrid en busca de una oportunidad. Sin padrino, pero con la hierba en la boca. Luis San
Narciso, reconocido director de casting, le dio su primer trabajo; desde entonces no le ha faltado. Hoy, convertida en una de las actrices más cotizadas y reconocidas de la nueva hornada, recién estrenada maternidad, ha
querido hablar para Taurodelta; eso sí, esta vez en calidad de aficionada.
Paz Vega cuenta que entre sus recuerdos taurinos infantiles guarda el de aquellos ratos en los que gustaba de ayudar a
su padre, Manuel Campos ‘Campitos’, a
quitar las manchas de sangre y arena de
las telas: “Me gustaba hacerlo, porque
me impresionaba ver el capote lleno de
la sangre del toro. Yo, digamos, por ser
la mayor, fui para mi padre el niño que
nunca nació. Por eso iba con él a todos los
sitios: a la plaza, a los tentaderos, a entrenar...”, comenta la actriz.
La niña Paz, la mayor de dos hermanas,
se crío en Triana, barrio de alfareros y
de toreros; por eso, decir que su padre lo
era no extrañaba demasiado a la gente:
“La verdad es que en el colegio era algo
un poco diferente, pero no chocaba. Hoy,
sin embargo, sí me pasa que en Estados
Unidos, cuando alguien se entera de que
mi padre fue banderillero, le llama mucho
la atención, se asombra bastante, siempre
en positivo, claro”, apunta Paz Vega.
Pregunta |Allí, en USA, ¿vende algún
titular eso de ser hija de torero?
Respuesta | No, de momento a nadie se
le ha ocurrido, quizá eso quede más en lo
anecdótico, pero lo cierto es que siempre
sorprende.
P | Siendo aficionada y de Sevilla, es
obligado preguntarle por la primera
vez que vio toros en La Maestranza.
R | ¡Uy!, era desde luego muy niña, una
cría, y no recuerdo el cartel. Lo que sí me
acuerdo es entrar por la puerta de cuadrillas y saludar a los toreros. Después, eso se
convirtió en algo muy normal para mí...
Tengo que decir que las tardes en las que
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toreaba Curro Romero eran diferentes,
porque mi padre era currista y mi abuelo,
un grandísimo aficionado, también lo era.
Recuerdo que en los mentideros taurinos
se escuchaba decir que Curro, cuando quería, era el mejor.
P | ¿Alguna vez se le pasó por la cabeza
lo de ser torero?
R | No, no, nunca. Creo, además, que a mi
padre, que el hombre es en eso mu machista, no le hubiera gustado.
P | ¿Cierto, Manuel, que no le hubiera
hecho gracia eso de tener una hija torero? (responde ahora el padre).
R | Desde luego que no. Ni una hija, ni
ahora mi nieto, porque ése quiero que
sea futbolista, que ganan más dinero y no
sufren tanto como los toreros. Esta profesión es muy dura, no lo sabe la gente cómo
se pasa de mal. Yo, desde luego, que no la
quisiera para un familiar mío.
P | Si de niña era su hija la que decía que
tenía un padre torero, ahora es usted el
que tiene que decir que Paz Vega es su
hija. ¿Cómo lo lleva usted?
R | Fatal, pero fatal de verdad. No me
gusta nada, cuando la gente me lo dice
me molesta muchísimo. Como padre,
me siento muy orgulloso de ella, pero no
entiendo que se le dé tanta importancia.
Eso de que por la calle me señalen y digan:
“Mira, ése es el padre de Paz Vega”, no lo
llevo nada bien. Yo soy Manuel Campos,
‘Campitos’, y punto.
P | Manuel, ¿con qué toreros estuvo
colocado?
R | Como iba suelto, llegué a torear con
casi todos los toreros del escalafón de
mi época: Ángel y Rafael Peralta, Manili,
Ostos, Camino... Me retiré en el año 2000,
yendo con Diego Ventura, un rejoneador
que está camino de convertirse en una
gran figura a caballo. Aunque colgué el
traje de luces, seguí acompañándole como
hombre de confianza, hasta la temporada
pasada, que dije que ya se acababa el trajín
de los viajes y lo de seguir sufriendo.
P | Usted, antes de ‘cocinero’ fue ‘fraile’.
Vamos, que anduvo de novillero antes
de vestirse con la plata...
R | Sí, toreé desde 1961 hasta 1966. Mi última tarde fue en Sevilla, en La Maestranza,
el día en que debuté con caballos en esa
plaza. El ganado era de Fernández Palacios.
Toreé con Alonso Murillo y Pascual
Mezquita, a quien le cogió su primero y
tuve que matar yo tres novillos. No lo vi
claro y decidí quitarme para meterme a
banderillero.
P | Paz, desde la entraña de una familia
de un hombre de plata, ¿cuántas malas
tardes se pasan, cuántas lágrimas se
vierten?
R | Afortunadamente en casa no hemos
vertido muchas lágrimas. Mi padre tuvo
algunos percances, gajes del oficio propios, pero nunca tuvo uno grave. Lo cierto
es que te tienes que acostumbrar y vivir
el día a día con la mayor normalidad posible. Porque sabes que las temporadas son
muy largas, el ritmo de festejos es alto y el
peligro siempre está ahí. Yo, en este caso
como hija, o mi madre, como esposa de
torero, cuando toreaba mi padre intentábamos mantener la rutina diaria. Claro
que hasta que el teléfono no sonaba para
decir que todo había ido bien, ella no respiraba tranquila.
Paz
Vega
P | ¿Cuáles son las compensaciones que
obtiene de la profesión un hombre de
plata, normalmente a la sombra?
R | Hombre, no creo que ser banderillero
sea estar a la sombra. En esto es como en
el cine, que hay actores que son de primera
fila y hay grandes secundarios que son igual
de importantes. Todos son necesarios. En el
toro, sin ellos, los subalternos, el matador
no tendría la ayuda que necesita para estar
brillante. Repito que yo, francamente, no
lo veo como un trabajo a la sombra, más
bien como que cada uno tiene su lugar y
su misión. Además, un banderillero tiene
la oportunidad de lucirse delante del toro,
de arrancar los aplausos y saludar desmonterado.
P | ¿La de torero es la profesión más vocacional?
R | Obviamente tiene que haber vocación,
también un punto de locura, pero creo
que existen otras profesiones que conllevan mucho riesgo y que por contra no
tienen el reconocimiento de la de torero.
No lo digo por quitarle mérito, desde luego
que no, pero pensemos en la profesión de
bombero, por ejemplo, que a mí me parece
admirable y sin embargo quienes se dedican a ella son personas anónimas. Lo que sí
es cierto es que el toreo tiene ese punto de
reconocimiento y fama que es maravilloso
para el ego de uno y que a mí me parece
estupendo.
P | ¿Qué piensa, entonces, que es ser
torero?
R | Sin duda, una de las profesiones más
bonitas del mundo, por todo lo que conlleva. Para vestirse de torero hay que ser muy
valiente, tener mucho temple, disfrutar en
el ruedo y querer llegar a algo, obtener la
gloria. Ese punto de ambición es además
precioso, a mí me encanta, sobre todo cuando se trata de diestros que ya han sufrido
cogidas graves.
P | Su padre ya está retirado, ¿llegó a preguntarle alguna vez por qué exponía su
vida, por qué lo de ser torero?
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R | No, nunca. Pero pienso que
él fue torero, sencillamente, por
amor a la profesión. El toreo es una
experiencia vital tan fuerte que
necesariamente tiene que crear
adicción. Es como un vicio, que al
que le engancha le cuesta mucho
desprenderse de él, como si no
pudiera superar el ‘mono’.
P | ¿Alguna vez le pidió que dejara de
torear?
R | No, tampoco. Eso es algo a lo que yo
no me vi con derecho. Él se retiró cuando quiso, sin ninguna presión en casa,
ni por parte de mi madre ni de nosotras.
Tenía 55 años y a esa edad era lógico que
el hombre dijera: ‘Hasta aquí llegué y a
partir de aquí lo veré desde la barrera’.
Además, en el toreo, sin duda, hay que
saber irse a tiempo, en esta profesión las
facultades físicas son muy importantes y,
claro, no es lo mismo ponerse delante del
toro con 25 que con los 55 ya cumplidos.
P | ¿Qué le inspira un torero?
R | Valentía, mucho arte, corazón, coraje...
también me inspira color, mucho colorido, y respeto, mucho respeto, por eso lo
paso fatal cuando le pitan a un torero por
haber estado mal. Para mí, sólo el hecho
de ponerse delante me parece algo admirable. Entiendo que los toreros, los buenos profesionales, se deben a los públicos
y tienen que intentar estar bien todas las
tardes, pero la realidad es que no siempre
es posible. Un día malo lo tiene cualquiera
y, cómo no, los toreros también, por eso
creo que hay que respetarlos en todas las
circunstancias; está bien que la gente proteste, pero no que insulte y llame de todo
a los toreros. Eso no.
P | ¿Sigue la temporada?
R | Desde que vivo en Estados Unidos,
haga falta. Además, las
campañas antitaurinas
son ir en contra de nuestra propia cultura.
P | ¿Hablar de toros en
Estados Unidos está
mal visto?
R | A mí nunca me
ha pasado que saliendo en una conversación el tema de los
toros alguien reaccionara en contra.
Lógicamente siempre hay el defensor de
los animales que da su punto de vista,
pero a ése, cuando le explicas cómo vive
el toro, el por qué de su muerte o que la
carne que se come en un restaurante es
de un animal recriado con hormonas,
metido en un establo y que ha muerto
por un electroshock, a diferencia de la
del toro bravo, que ha sido criado en
extensión, en su hábitat natural y como
un rey, al final ellos mismos caen en la
cuenta de que esto tampoco es tan cruel
como le han contado y lo llegan incluso
a entender.
P | Junto al Guadalquivir, en la calle
por la que tanto paseaba Belmonte,
recién ha inaugurado usted un bar
muy neoyorquino, Vogart.
R | Sí, en la calle Betis, casi enfrente de La
Maestranza. Durante la Feria de Abril se
convirtió en el lugar ideal para tomarse
el café antes de tirar para la plaza. No es
un sitio taurino, aunque sí va gente del
toro y la verdad es que a todos les gusta
mucho, porque está francamente muy
bien montado, con cuadros y fotos en
blanco y negro de grandes actrices de los
años 30, 40 y 50.
P | ¿Alguna de Paz Vega?
R | No, a mí lo que me podrán ver es
tomando algo por allí, pero no retratada.
l toreo es una experiencia
vital tan fuerte que
necesariamente tiene que
crear adicción”
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poco. Desgraciadamente, desde allí me
resulta muy difícil. Cuando hemos estado aquí y había toros, he ido a algunas
corridas con mi marido. A él le encantan,
los ha comprendido muy bien y le gusta
acompañarme, aunque este año, con mi
embarazo, no hemos podido ir.
P | Haga un cartel con tres nombres de
toreros.
R | Pepe Luis padre, Manzanares, también
el padre, porque al hijo no le he visto
torear, aunque me han dicho que es muy
bueno, y Morante de la Puebla, que en
Sevilla estuvo extraordinario.
P | Una plaza:
R | La Maestranza, sin duda.
P | Un terno (color):
R | (...) El rojo, que en la profesión se dice
grana... Sí, ése, el grana y oro, que es lo
mismo que el vestío de valiente.
P | ¿Por qué cree que hay gente empeñada en lanzar torpedos en la línea de
flotación de la Fiesta?
R | Esas voces en contra son, de todas
maneras, minoritarias. Es verdad que en
ocasiones hacen mucho ruido, pero con
la Fiesta no van a terminar; al contrario,
de esas campañas puede incluso salir
reforzada, porque la gente a la que le gustan los toros va a luchar, si cabe, más por
defenderlos. Ahí está la Mesa del Toro, que
ha unido a todos los estamentos taurinos
para apoyar y defender a la Fiesta donde
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