SEIS CLAVES DEL ARTE DE TOREAR

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Índice
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Primera clave: la época.
¿Malos tiempos para los toros? . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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El mito contemporáneo de la «Naturaleza buena» . .
17
La ética extemporánea del aficionado y del torero . .
18
La inactualidad de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . .
20
La unión anacrónica de la ética y de la estética. . . . .
22
Una época paradójica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
26
Tras la modernidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
30
Segunda clave: la plaza.
Los filósosofos griegos y la tauromaquia . . . . . . . . . . .
35
El pregón de Sevilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Tercera clave: el toro.
Las paradojas de la bravura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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¿Natural o artificial? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
82
¿General o particular? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
86
¿Tendencia o virtud?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
90
¿Ofensiva o defensiva?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
92
¿Salvaje o doméstica? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Cuarta clave: el torero.
De José Tomás a Juan Belmonte (y al revés) . . . . . . . . 105
José Tomás, el torero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
La ética del torero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
La estética del torero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Del belmontismo en general . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
Del temple en general. Y de la gracia. . . . . . . . . . . . 130
La filosofía del torero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Quinta clave: la historia.
El arte de torear y sus mitos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
Los dos mitos históricos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
Metamorfosis del pase . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
La conquista del Oeste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
La construcción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
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Sexta clave: la afición.
Los aficionados y sus partidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
La ultraizquierda (taurina) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
La izquierda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
El centro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
La derecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
La ultraderecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175
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Prólogo
Filosofía y tauromaquia no suelen hacer buenas migas. Para
muestra, valga una chanza: cuentan (se non è vero è bene trovato…) que el filósofo alemán Martin Heidegger y el filósofo
español José Ortega y Gasset departieron —mediaban los
años 1950— en algún lugar del Bosque Negro. Sostienen que
aquél preguntó, con un punto de xenofobia: «Estimado colega, ¿por qué razón, en su opinión, son tan pocos los filósofos
españoles?». A lo que Ortega contestó, con un punto de ironía: «Y en su opinión, estimado colega, ¿por qué son tan pocos los toreros alemanes?».
Quiso mi sino —o algún duendecito benévolo— que yo
entrase en filosofía a la par que en afición. Tenía dieciocho
años. Supe de buenas a primeras que esta razón y esta pasión
habían de conformar mi vida para siempre. Lo que no sabía
era que iba a empeñarme, cuarenta años más tarde, en compaginar una con otra. Fue lo que intenté con Philosophie de la
corrida, publicado en 2007 en Francia y editado en español al
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año siguiente en esta colección «Muletazos», que por aquel
entonces debutaba, de la editorial Bellaterra. Esta nueva entrega es, por así decirlo, la «segunda temporada», cinco años después.
Como en las series, cada temporada es autónoma pero
siguen los mismos personajes. Una corrida de toros que se
precie necesita en efecto un momento propicio, un lugar adecuado, toros bravos, toreros valientes, aficionados de tal o cual
signo y también algunos mitos. Esta «nueva filosofía de la corrida de toros» no puede sino conjuntar estos diferentes ingredientes. Son las seis claves del arte de torear.
Un momento, yo no lo elegí, es nuestra época: ¿puede
ésta aún entender el ruedo y su espectáculo? Hay sobradas
razones para dudar de ello y algún que otro motivo de esperanza (clave 1). Un lugar, una plaza de toros: les tengo apego a
muchas, allende y aquende los Pirineos, pero Sevilla es mi
especial querencia. La hubiese escogido yo sin vacilar… pero
fue ella quien tuvo la consideración de elegirme en 2010 para
filosofar sobre la fiesta (clave 2). Se necesitan toros, por supuesto, siempre y cuando sean bravos. Pero, ¿sabemos a las
claras qué es bravura y qué paradojas encierra tal concepto?
¿Podemos saber quién es el toro? (clave 3). Toreros, será que no
tengo toreros en el corazón y en el recuerdo… Pero nuestra
época ha elegido a «su» torero, en quien cifra la encarnación
del torero: José Tomás. Esbozar la filosofía de su toreo es como
dibujar el retrato ético y estético de todos los toreros desde
Juan Belmonte (clave 4). Y, por fin, la corrida es memoria,
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amasada como toda memoria a base de historias y de mitos.
Una filosofía del toreo ha de preguntarse si su historia tiene
un sentido, o sea un motor y una dirección única. Dos relatos
míticos pretenden contestar a esta pregunta: el progreso y la
decadencia. ¿Podemos librarnos de ellos? (clave 5). Queda que
al fin y al cabo todo eso redundaría en nada, o tan poca cosa,
sin cierto desvarío al que llamamos afición. La afición es una
pero los aficionados son múltiples: divididos en partidos según
su peculiar concepto del planeta taurino. Conviene aquí optar
por la risa, o la sonrisa. Porque si la corrida de toros es cosa
seria, no hay que tomarse demasiado en serio a los aficionados. Me fascinan y fastidian todos por igual, y es que me reconozco en todos y cada uno, desde el más torista hasta el más
torerista. Las pasiones auténticas nos separan tanto como nos
unen. Nos vuelven incoherentes (clave 6). Confesarlo es dar
un paso hacia la razón. Hacia la filosofía pues.
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