Responsabilidad directa y subsidiaria de la sociedad de conquistas

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FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ URZAINQUI
Magistrado
RESPONSABILIDAD DIRECTA
Y SUBSIDIARIA DE LA SOCIEDAD
DE CONQUISTAS POR DEUDAS
DE LOS CÓNYUGES
SUMARIO
I.
II.
INTRODUCCIÓN
LA RESPONSABILIDAD DE LA SOCIEDAD CONYUGAL BAJO LA
REDACCIÓN ORIGINARIA DEL FUERO NUEVO
III. LA RESPONSABILIDAD DE LA SOCIEDAD CONYUGAL EN EL
AMEJORAMIENTO DEL FUERO DE 1975
A) La afección de los bienes privativos y comunes por las obligaciones de
los cónyuges
B) La responsabilidad derivada de la fianza prestada a favor tercero
C) Las deficiencias e insuficiencias de la normativa de 1975
IV. LA RESPONSABILIDAD DE LA SOCIEDAD CONYUGAL EN LA
NORMATIVA INTRODUCIDA POR LA LEY FORAL 5/1987, DE 1 DE
ABRIL
A) Gestión compartida y legitimación individual de los cónyuges.
B) Obligaciones, cargas y responsabilidad
a) Obligaciones individuales y duales o conjuntas
b) Cargas privativas y comunes
c) Responsabilidad exclusiva o consorcial
C) Los reembolsos entre masas patrimoniales
a) La ejecución de responsabilidades privativas en bienes comunes y
viceversa
b) El desequilibrio patrimonial y su reintegro
c) El tratamiento legal de los lucros sin causa como deudas de valor
D) Clasificación de las obligaciones en función del sujeto constituyente,
de la carga y de la responsabilidad
1. Obligaciones conjuntas de ambos cónyuges
2. Obligaciones individuales contraídas con el consentimiento del
otro cónyuge
3. Obligaciones individuales contraídas en cumplimiento de deberes
legales de inexcusable ejercicio comunes a ambos cónyuges
4. Obligaciones individuales declaradas de cargo de la sociedad conyugal de conquistas
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V.
5. Obligaciones extracontractuales de un cónyuge declaradas de responsabilidad de la sociedad conyugal aunque de cargo del obligado
6. Obligaciones individuales declaradas de cargo y responsabilidad
exclusiva del cónyuge deudor
7. Obligaciones individuales no declaradas de cargo y responsabilidad de la sociedad conyugal de conquistas
E) La defensa de los derechos e intereses consorciales del cónyuge no deudor
LA EJECUCIÓN EN BIENES CONSORCIALES TRAS LA ENTRADA
EN VIGOR DE LA LEY 1/2000 DE ENJUICIAMIENTO CIVIL.
A) Ejecución sobre bienes comunes por una responsabilidad directa de
la sociedad conyugal
B) Ejecución sobre bienes comunes por una responsabilidad subsidiaria
de la sociedad conyugal
a) El consentimiento de la realización en bienes comunes
b) El señalamiento de bienes privativos suficientes para la realización
de la responsabilidad contraida
c) La sustitución de la traba por la parte que al deudor corresponda
en la sociedad de conquistas
I. INTRODUCCIÓN
De entre las cuestiones del Derecho navarro de familia y, más en particular, del
llamado régimen de bienes en el matrimonio, una de las más conflictivas y recurrentes
en la práctica forense ha sido la relativa a la responsabilidad de la sociedad conyugal de
conquistas por deudas de los cónyuges.
En el origen de esta conflictividad se encuentra la interferencia de los intereses
de los cónyuges, a su vez no siempre coincidentes, con los de un tercero ajeno a la
familia, cuya colisión con ellos difícilmente puede encontrar solución fuera del ámbito
del proceso judicial. De hecho este tipo de contenciosos se sitúa a caballo entre el
Derecho de familia y el de obligaciones, entre la tutela de los intereses matrimoniales y
la protección jurídica del crédito.
Pero, más allá de las tensiones económicas subyacentes, la litigiosidad de la
materia se ha visto favorecida por el tratamiento legal de que ha sido objeto y las divergencias que la interpretación de sus disposiciones reguladoras y la integración de sus
lagunas han suscitado, tanto en el Derecho civil general, como en el foral.
En lo que al Derecho civil navarro concierne, en el régimen de la responsabilidad de la sociedad de conquistas por deudas de los cónyuges han incidido bajo la
vigencia del Fuero Nuevo tres regulaciones sucesivas –la originaria de 1973, la modificativa de 1975 y la vigente de 1987– que, al mantener inalterado o reproducir parcialmente el contenido de las anteriores, han dado vida en sus respectivos momentos a conjuntos normativos de difícil armonización. El Amejoramiento de 1975, que mantuvo la
representación y administración de la sociedad conyugal por el marido y su legitimación para obligarla y disponer de los bienes de conquista con las limitaciones ya contenidas en la redacción originaria del Fuero Nuevo, introdujo en las leyes 53 y 61 la
declaración de responsabilidad exclusiva de los bienes privativos por las obligaciones
voluntariamente contraídas y las garantías otorgadas a terceros por un solo cónyuge sin
el concurso ni el consentimiento del otro. Y la reforma de la Ley Foral 5/1987 mantuvo
con alguna modificación estas últimas disposiciones, pese a declarar en las leyes 54 y
84 la responsabilidad de las conquistas por determinadas obligaciones de un cónyuge y
admitir en la 85 la posible realización de la responsabilidad exclusiva del deudor sobre
PONENCIAS
los bienes de conquista o la parte que al deudor corresponda en la liquidación de la
sociedad.
Bajo la vigencia de la reforma de 1987 esta última posibilidad legal, semejante a
la reconocida en el artículo 1373 del Código Civil, y las dificultades derivadas de su
falta de desarrollo procesal han suscitado encontradas opiniones doctrinales y han estado en el origen de buena parte de las contiendas judiciales sustanciadas sobre la materia. Hoy la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 ha acometido decididamente en su artículo 541 los aspectos procesales inherentes a la realización en bienes consorciales de
las deudas de un cónyuge, haciendo obligada una reconsideración desde ella de las
cuestiones a que la doctrina y la jurisprudencia había venido dando respuesta sin el
referente que la nueva normativa proporciona.
II. LA RESPONSABILIDAD DE LA SOCIEDAD CONYUGAL BAJO LA
REDACCIÓN ORIGINARIA DEL FUERO NUEVO
La redacción originaria del Fuero Nuevo no contenía previsión alguna específica
sobre la responsabilidad de la sociedad conyugal por las deudas de uno o ambos esposos. En su normativa, el marido era, salvo pacto en contrario, el representante y administrador de la sociedad de conquistas (leyes 53.1 y 86.1), legitimado para obligarla con
sus actos (ley 85 y art. 1408-1º CC) y facultado legalmente para disponer inter vivos y
a título oneroso de los bienes de conquista, aunque precisara el consentimiento de la
mujer para la enajenación o gravamen de los bienes inmuebles, establecimientos industriales o mercantiles o sus elementos esenciales (ley 86.2-a). El régimen civil foral era
pues en este particular sustancialmente coincidente con el que establecía para la sociedad de gananciales el Código Civil (arts. 59, 1408-1º, 1412 y 1413).
Bajo este contexto normativo, la responsabilidad de los bienes de conquistas por
las obligaciones individuales del marido no podía recibir en el Derecho Civil navarro
un tratamiento distinto y diferenciado del que la jurisprudencia dispensaba a la de los
gananciales en el ámbito del Derecho Civil común o general.
La jurisprudencia mantenía, en aplicación de esta preceptiva, que cuando el
marido se obligaba, salvo que lo hiciera a título gratuito, responsabilizaba del cumplimiento de las obligaciones contraídas no sólo sus bienes privativos sino también los
comunes del matrimonio, considerando que el endeudamiento se producía al servicio
del consorcio de que era representante y administrador cuando al hacerlo hubiera actuado en interés o beneficio de la familia; lo que, por regla general, venía a presumir, salvo
prueba en contrario, sin perjuicio naturalmente de los mecanismos de defensa del otro
cónyuge para los supuestos de perjuicio, fraude o contravención de las previsiones normativas sobre la materia.
Una de las cuestiones que con más frecuencia se sometió al conocimiento de los
tribunales fue el alcance responsabilizador de los avales o fianzas prestados por el marido. Partiendo de la legitimación de éste para comprometer los gananciales por obligaciones contraídas a título oneroso, se recurría con frecuencia a la gratuidad de la fianza
constituida para sustraer los bienes comunes a la responsabilidad contraída por su otorgante. Aunque esta repetida alegación prosperó en algunas sentencias (cfr. s. 13 mayo
1971/Ar. 2853), la jurisprudencia se mostró en general reacia a su admisión, apelando,
unas veces, a la onerosidad de las fianzas otorgadas para facilitar el desenvolvimiento
de sociedades en que el cónyuge fiador era partícipe y obtenía un lucro para la familia
(s. 11 abril 1972/Ar. 1666) y, otras, a la irrelevancia de la naturaleza jurídica del acto
realizado cuando era emprendido en interés de la familia (ss. 28 junio 1963/Ar. 3506 y
4 mayo 1968/Ar. 3720), al considerar inmersa la regla particular de la irresponsabilidad
del patrimonio común por las obligaciones contraídas a título gratuito en la más general
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de la extensión a él de las asumidas en defensa, interés o beneficio de la familia (s. 6
octubre 1980/Ar. 3616)1.
En ausencia de una normativa civil navarra diferenciada, ésta misma doctrina
vino aplicándose a la responsabilidad de las conquistas por las obligaciones individuales del marido, siendo exponente de tal aplicación las sentencias de 20 de junio de 1980
de la Audiencia Territorial de Pamplona2 y 19 de octubre de 1982 (Ar. 5562) del Tribunal Supremo, que resolvió el recurso de casación interpuesto contra ella.
A diferencia del marido, la mujer sólo podía responsabilizar los bienes consorciales actuando con el consentimiento del marido (ley 92 FN y art. 1416 CC) o en ejercicio de la hoy denominada “potestad doméstica” que, en la redacción de la entonces
ley 53 del Fuero Nuevo, le legitimaba para disponer y obligar los bienes de la sociedad
conyugal con el fin de “atender las necesidades ordinarias de la familia encomendadas
a su cuidado, conforme al uso del lugar y las circunstancias y posición de la familia”.
III. LA RESPONSABILIDAD DE LA SOCIEDAD CONYUGAL EN LA NORMATIVA INTRODUCIDA POR EL AMEJORAMIENTO DEL FUERO DE
1975
La Ley 14/1975, de 2 mayo, reformó el Código Civil y el de Comercio a fin de
suprimir las limitaciones a la capacidad de obrar que seguían pesando sobre la mujer,
por razón de su matrimonio. No obstante su incidencia sobre la situación jurídica de la
mujer casada, la Ley mantuvo inalterado el régimen de la sociedad de gananciales y,
con él, los preceptos que atribuían al marido la administración de la sociedad conyugal
(art. 1412 CC), con facultades para enajenar y obligar a título oneroso los bienes comunes (arts. 1408-1º y 1413 CC), y exigían su consentimiento para que la mujer pudiera
obligarlos (art. 1416 CC).
La Ley de 2 de mayo de 1975, que abordó en el artículo 66 la “potestad doméstica”, referida a indistintamente a ambos cónyuges, no introdujo en el Código Civil ninguna disposición específica sobre la responsabilidad derivada de las obligaciones contraídas por el marido o uno cualquiera de los cónyuges, por lo que la jurisprudencia
siguió estimando plenamente válida en este nuevo marco legal la doctrina ya sentada
con anterioridad sobre la base de los artículos que la reforma mantuvo inalterados, en
el sentido de que los bienes comunes respondían de las obligaciones contraídas por el
varón actuando al servicio del consorcio, con independencia de la específica naturaleza
del acto o negocio realizado, siempre que en su asunción hubiera actuado movido por
el interés o el beneficio de la familia, móvil que seguía reputando presumible salvo
prueba en contrario; reiterando la responsabilidad del patrimonio consorcial por los
avales y fianzas del marido a favor de sociedades o empresas vinculadas a la familia en
razón también al interés familiar a que respondía su prestación (ss. 14 mayo 1984/Ar.
2410, 12 junio 1985/Ar. 3109, 21 diciembre 1985/Ar. 6615 y 20 febrero 1987/Ar. 701).
La Ley 14/1975 sí introdujo en cambio en el Código de Comercio un conjunto
de normas relativas al alcance de la responsabilidad patrimonial derivada del ejercicio
1. Un completo estudio jurisprudencial sobre la repercusión en los bienes gananciales de los afianzamientos concertados por un cónyuge ofrece DELGADO ECHEVERRIA, Jesús, “Afianzamiento y régimen económico del matrimonio”, en Derechos personales de garantía, Cuadernos de Derecho Judicial, T. XVI,
Madrid, 1995, págs. 197 y ss. En él se afirma que “dos de las sentencias más antiguas de esta serie (11 abril
1972 y 6 octubre 1980) han tenido especial influencia en las siguientes, introduciendo dos tópicos de especial interés: la causa onerosa o gratuita de la fianza y obligaciones del marido que redundan en interés de la
familia, respectivamente”, op. cit., pág. 200. El estudio aparece asimismo publicado en Aranzadi Civil,
1995, T.II, págs. 5 y ss.
2. Jurisprudencia Civil Foral de Navarra, dir. por SANCHO REBULLIDA, Pamplona 1997, T. II, núm. 920.
PONENCIAS
del comercio por persona casada (hombre o mujer), que declaraba obligados a las resultas del mismo los bienes propios del comerciante y los adquiridos con esas resultas, al
tiempo que exigía el consentimiento de ambos para la obligación de los gananciales y
el expreso del cónyuge del comerciante para la de los propios suyos (arts. 6 y 9).
El Derecho civil navarro no podía permanecer ajeno a las corrientes inspiradoras
de la modificación del Código Civil y fue en efecto la situación jurídica de la mujer
casada el objeto de la primera reforma de la Compilación llevada a cabo mediante el
Decreto-Ley 19/1975, de 26 de diciembre3. El llamado “Amejoramiento del Fuero”,
siguiendo la orientación de la precedente reforma parcial del Código4, vino a proclamar
la plena capacidad de cada uno de los cónyuges para realizar por sí sólo cualesquiera
actos de administración, disposición y representación (ley 53), suprimiendo en consecuencia la exigencia de la licencia marital para los que pudiera realizar la mujer (leyes
55 a 61).
A) La afección de los bienes privativos y comunes por las obligaciones de los cónyuges
Pero el Amejoramiento de 1975 no se detuvo en el reconocimiento de la capacidad individual de ambos cónyuges, sino que, yendo más allá que la Ley reformadora
del Código Civil, abordó en las leyes 53, 54 y 61 el alcance de la responsabilidad derivada de sus obligaciones con la inserción de tres reglas sin correspondencia en las disposiciones del Código Civil: una, relativa a las obligaciones contraídas en el ejercicio
de la potestad doméstica (ley 54.2); otra, referida a las asumidas en el cumplimiento de
deberes legales de inexcusable ejercicio (ley 53.2, inciso final), y otra, comprensiva de
las aceptadas voluntariamente con o sin el consentimiento del otro cónyuge (leyes 53.2,
primer inciso y 61.2):
a) La ley 54.2 declaraba obligada la sociedad conyugal por los actos que cualquiera de los cónyuges realizara por sí sólo “para atender a las necesidades ordinarias
de la familia conforme a las circunstancias de ésta y el uso del lugar”, esto es, en el
ejercicio de la “potestad doméstica”, ya atribuida por igual a ambos esposos.
b) La ley 53.2, segundo inciso, declaraba asimismo sujetos los bienes de la
sociedad conyugal a “la responsabilidad contraída por uno de los cónyuges en el cumplimiento de obligaciones legales de inexcusable ejercicio”.
c) La ley 53.2, primer inciso, limitaba a los bienes privativos del obligado la
afección por los actos que éste realizara por sí sólo en el cumplimiento de obligaciones
voluntariamente aceptadas, salvo que las asumiera con el consentimiento del otro, en
cuyo caso la afección alcanzaba también a los bienes de la sociedad conyugal.
La ley 61.2 estableció a su vez para las fianzas y demás garantías una aplicación
específica de esta última regla general de responsabilidad, conforme a la cual, las prestadas a favor de terceros por uno solo de los cónyuges afectaban exclusivamente a los
bienes privativos de éste, y las prestadas por ambos, tanto a los privativos como a los
comunes.
3. En la Exposición de Motivos se declaraba que “las más recientes corrientes doctrinales y legislativas,
que han llevado a modificar también, en este mismo sentido, el Código Civil, no deben dejar indiferente al
Derecho navarro, habida cuenta de que la reforma del Derecho general no puede sin más tener aplicación en
Navarra”.
4. El Preámbulo del Decreto-Ley se refiere a la necesaria “modificación de algunas Leyes de la Compilación del Derecho Civil Foral de Navarra, siguiendo la misma orientación que presidió la reforma parcial
del Código Civil por la Ley 14/1975, de 2 de mayo...”.
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De estas tres reglas fue sin duda la tercera, referida a la responsabilidad por las
obligaciones voluntariamente aceptadas y fianzas prestadas, la más conflictiva en la
práctica: de un lado, porque la limitación a los bienes privativos de la responsabilidad
individual contraída por uno cualquiera de los cónyuges no parecía avenirse bien con la
inalterada atribución, en defecto de pacto, al marido de la representación y administración de la sociedad conyugal (ley 54) y del poder de endeudarla con sus actos que se
derivaba del artículo 1408-1º del Código Civil, al que seguía remitiéndose la ley 85; y,
de otro, porque, a diferencia de las reglas que sancionaban la vinculación de la sociedad conyugal por las obligaciones individuales contraídas en el ejercicio de la potestad
doméstica o en el cumplimiento de deberes legales de inexcusable ejercicio, la que
limitaba a los bienes privativos la responsabilidad por las obligaciones individuales
voluntariamente aceptadas o asumidas, hacía abstracción de la causa, razón o finalidad
a que respondía su aceptación; y ni siquiera salvaba de tal limitación las obligaciones
que el marido, o en su caso la mujer, hubiera contraído, sin el imperativo de un deber
legal inexcusable, en la administración de la sociedad conyugal5.
El Amejoramiento de 1975, en correspondencia con el reconocimiento a la
mujer en la ley 53 de la plena capacidad de que hasta entonces sólo gozaba el marido,
pudo haberle reconocido en igual medida la facultad de vinculación de los bienes
comunes con sus actos que a éste asistía; pero, con aparente desconfianza hacia sus iniciativas individuales, se decantó -como señala en su Exposición de Motivos- por la exigencia del consentimiento recíproco de ambos cónyuges para obligar los bienes de la
sociedad conyugal6, con lo que en definitiva vino a sancionar la inmunidad del patrimonio conyugal por las obligaciones contraídas por uno cualquiera de los esposos sin el
consentimiento de su consorte.
En efecto, el párrafo segundo de la ley 53 que, con la agregación de un corto
pero trascendental inciso, integra hoy (tras la reforma de 1987) el párrafo segundo de la
ley 54, decía así:
“Afección. La responsabilidad por los actos que realice uno solo de los cónyuges
en el cumplimiento de las obligaciones voluntariamente aceptadas afectará exclusivamente a los bienes privativos del obligado, salvo que hayan sido asumidas con
el consentimiento del otro cónyuge, en cuyo caso la responsabilidad afectará también a los bienes de la sociedad conyugal”.
El texto de la ley 61, que inalterado por la reforma de 1987 se mantiene en vigor,
tras proclamar la capacidad de cualquiera de los cónyuges para afianzar, obligarse de
otro modo o dar garantía real, tanto a favor del otro como de terceras personas, dispuso
en su párrafo segundo lo siguiente:
“Estas garantías, prestadas a favor de terceros por uno solo de los cónyuges, afectarán exclusivamente a los bienes privativos de éste. Si se prestaren por los dos
cónyuges, afectarán tanto a los bienes privativos como a los bienes comunes”.
5. Para LACRUZ y RAMS la regla según la cual la responsabilidad derivada de obligaciones voluntariamente aceptadas por uno de los cónyuges “afectará exclusivamente a los bienes privativos del obligado”
constituye en su aspecto formal “una manifiesta exageración”, “La comunidad matrimonial de conquistas en
Navarra”, en Revista Jurídica de Navarra, núm. 6, julio-diciembre 1988, vol. II, monográfico sobre “La
reforma del Fuero Nuevo”, pág. 27.
6. En palabras de DELGADO ECHEVERRIA, “la ley 53, respetuosa con el principio de igualdad, en lugar de
atribuir a la mujer las mismas facultades de vincular los bienes comunes que hasta entonces tenía el marido,
sigue el camino de exigir, para que las obligaciones voluntarias de cualquiera de los cónyuges vinculen al
patrimonio común, que hayan sido asumidas con el consentimiento del otro”, “Sociedad de conquistas
(Derecho navarro. Responsabilidad por fianza otorgada por uno solo de los cónyuges)”, en Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil, núm 13, enero-marzo 1987, R. 340 y 340 bis., pág. 4338.
PONENCIAS
El tenor y encaje sistemático de estas reglas y la singularidad del tratamiento que
en ellas recibía la responsabilidad derivada de las obligaciones contraídas por un cónyuge en relación al que la jurisprudencia venía dispensando a la surgida de las obligaciones del marido, en interpretación y aplicación de las normas del Código Civil, estuvieron –y, aunque en menor medida, siguieron encontrándose tras la reforma de la
Compilación de 1987– en el origen de un elevado número de contiendas judiciales.
Dados los términos con que las leyes 53 y 61 abordaban la cuestión, podía afirmarse que, tras el Amejoramiento del Fuero, en el Derecho civil navarro dejó de ser, en
general, afirmable la consorcialidad de la responsabilidad derivada de obligaciones
voluntariamente aceptadas, aun a título oneroso, por el marido sin el concurso ni el
consentimiento de la mujer; y, más en particular, la de la responsabilidad generada por
las fianzas y demás garantías prestadas sólo por él a favor de terceros, abstracción
hecha de su naturaleza civil o mercantil y del interés que le hubiera impulsado a otorgarlas.
Así lo entendieron la extinta Audiencia Territorial de Pamplona en sentencias de
15 de abril de 1983, 22 de septiembre de 1983, 25 de febrero de 1984 y 23 de septiembre de 19887 y la Audiencia Provincial de Navarra (Sección 2ª) en la suya de 7 de junio
de 19908. En síntesis, se mantenía en ellas que la clara literalidad de las leyes 53 y 61 y
la especialidad de su contenido sobre el general de las leyes 85 y 86, no dejaban resquicio a la duda de que eran intransmisibles al patrimonio de conquistas las responsabilidades derivadas de actos aisladamente realizados por el marido -o uno cualquiera uno
de los cónyuges- en cumplimiento de obligaciones voluntariamente aceptadas.
Este criterio fue corroborado por la sentencia del Tribunal Supremo de 19 de
enero de 1987 (Ar. 305), para la que la legislación foral pretendía con tales normas
impedir que sin el consentimiento de los dos cónyuges pudiera llegar a arriesgarse el
patrimonio común -particularmente en contemplación al patrimonio inmobiliario- con
compromisos asumidos directamente en favor de terceros por la actuación libre y
voluntaria de uno de ellos, aun cuando en forma indirecta pudiera repercutir o redundar
en beneficio de la sociedad de conquistas9. Incidentalmente venía también a hacer suya
esta interpretación la sentencia del Tribunal Supremo de 6 de octubre de 1990 (Ar.
7476), que la declaraba ajustada a Derecho para el supuesto de realización en bienes de
7. Jurisprudencia Civil Foral de Navarra, cit, T. III, núms. 996, 1006, 1027 y 1259. Más concretamente, en la primera de ellas, se decía literalmente, enjuiciando la responsabilidad derivada del aval prestado
por el marido a la compra de unos terrenos, que “el tenor literal del párrafo segundo de la ley 53, así como
el del mismo orden de la ley 61 son claros y no dejan, ninguno de ellos, lugar a resquicio por donde se
pueda justificar duda alguna por pequeña que ésta sea”; que “para que cualquiera de los actos jurídicos realizados aisladamente afecten a los bienes de la sociedad conyugal, en el caso enjuiciado a la sociedad de
conquistas... se hace preciso... la ratificación o aceptación por el otro, salvo, claro está, en los concretos
supuestos o excepciones... en que la propia normativa del Fuero Nuevo así lo establece”; que “esas leyes no
distinguen entre actos onerosos y gratuitos, ni entre actos que redunden en beneficio de la sociedad conyugal o no”; que “lo establecido por las leyes 85 y 86, incluso con la remisión que la ley 85 hace a los artículos del Código Civil y 1408 a 1411, no puede enervar la especialidad de las 53 y 61, teniendo preponderancia sobre éstas”.
8. Revista Jurídica de Navarra, nº 10, julio-diciembre 1990, núm. 7.
9. En la fundamentación jurídica de esta sentencia, en que se contemplaba la ejecución sobre bienes de
conquistas de la responsabilidad derivada del afianzamiento prestado por el marido de la actora a favor de
una sociedad de la que era socio y consejero de administración, señalaba además el Tribunal que los preceptos de la Compilación “disponen en forma inconcusa que sin el consentimiento del otro cónyuge no pueden
transmitirse al patrimonio de la sociedad de conquistas las responsabilidades por los actos que realice uno
sólo de los cónyuges en el cumplimiento de las obligaciones voluntariamente aceptadas”; que lo dispuesto
en particular por la ley 61 es aplicable “sin distinciones de clase alguna para toda clase de afianzamientos...
sin que pueda invocarse ninguna norma general o específica de la legislación común general que pueda
suponer merma del dispositivo de dicha ley 61”, y que “el negocio contraído por uno de los cónyuges no es
nulo ni anulable en su esencia intrínseca negocial, sino que las responsabilidades derivadas de los mismos,
cuando carecieren del consentimiento del cónyuge cotitular, se constreñirán exclusivamente al patrimonio
privativo del cónyuge comprometido, que es en el que se harán efectivas aquéllas”.
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conquista de la responsabilidad contraída por la fianza unilateral del marido, supuesto
que –sin embargo consideró– no era el enjuiciado10.
De esta línea jurisprudencial uniforme se separó únicamente la sentencia del Tribunal Supremo de 16 de febrero de 1987 (Ar. 698) que, abordando el mismo supuesto
examinado por la de 19 de enero de 198711, declaró sujetos los bienes de conquista a la
responsabilidad derivada de la fianza constituida por el esposo en el ejercicio de la actividad comercial a que se dedicaba con el consentimiento presunto de la esposa, en aplicación de los artículos 4, 6 a 12 y 21 del Código de Comercio. La sentencia, sin desconocer la singularidad que representaban las leyes 53 y 61, señalaba que respecto a una
disciplina uniforme como el Derecho mercantil resultaría perturbador admitir particularidades que afectaran inevitablemente a las “bases de las obligaciones contractuales”,
reiterando para el caso la doctrina general que, desde la sentencia de 6 de octubre de
1980 (Ar. 3616), reproducida en la de 20 de febrero de 1987 (Ar. 701), venía considerando la regla de la irresponsabilidad del patrimonio ganancial por las obligaciones
contraídas por el marido a título gratuito inmersa en la más general de la extensión a él
de las asumidas en defensa, interés o beneficio de la familia12.
El Tribunal Superior de Justicia de Navarra en la única de las sentencias en que
hubo de atenerse al régimen legal anterior a la reforma de la Ley Foral 5/1987, la de 26
enero 1991 (Ar. 9793)13, siguió aquella primera orientación, respetuosa con la literalidad de las leyes 53 y 61, declarando sobre la fianza de un cónyuge a terceros que, la
responsabilidad de la otorgada sin el consentimiento de su consorte únicamente podía
hacerse efectiva sobre los bienes privativos de quien la prestó; y ello, con independencia o abstracción hecha de la onerosidad o gratuidad de la fianza y de la mayor o menor
conveniencia de su otorgamiento al siempre impreciso objetivo del “interés de la familia”, a las que ninguna referencia contenían las dos citadas leyes de la Compilación.
10. Razonaba en concreto la sentencia que “la cuestión suscitada en el proceso... no se reduce a determinar si prestada una fianza simple y genérica por uno de los cónyuges en favor de tercero, en su momento
puede el acreedor, por su propia, exclusiva y unilateral decisión, tratar de hacer efectiva dicha fianza sobre
bienes comunes de la sociedad conyugal (“bienes de conquista”, según la terminología foral navarra) pues si
ésa fuera, estrictamente, la cuestión litigiosa planteada, como parece entender la sentencia recurrida, la solución de la misma habría de ser claramente negativa, como resuelve dicha sentencia, en el sentido de que el
acreedor no puede, por su propia y unilateral decisión, tratar de hacer efectiva la fianza sobre los bienes
comunes o “de conquista”, cualquiera que sea la naturaleza (mueble o inmueble) de éstos, pues así viene a
establecerlo la Ley 61 del Fuero Nuevo de Navarra (en su redacción anterior a la Ley de 1 de abril de
1987)... y así lo tiene también proclamado la doctrina de esta Sala -sentencia de 19 de enero de 1987-. Pero
el problema planteado en el litigio a que este recurso se refiere, teniendo en cuenta el ya dicho soporte fáctico del mismo, no es el anteriormente apuntado...”
11. Sobre la doctrina de una y otra sentencia pueden consultarse los comentarios de ARECHEDERRA
ARANZADI, Luis Ignacio, “Fianza y bienes de conquista (Ejercicio del comercio y Derecho Foral en Navarra)”, en Revista de Derecho Mercantil núms. 183-184, enero-junio 1987, págs. 63 y ss.; DELGADO ECHEVERRIA, Jesús, “Sociedad de conquistas (Derecho navarro. Responsabilidad por fianza otorgada por uno solo
de los cónyuges)”, en Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil, cit., págs. 4325 a 4344; SANCIÑENA ASURMENDI, Camino, “La fianza en el régimen de conquistas”, en Actualidad Civil, 1995, págs. 767 y ss..
12. El supuesto de hecho era exactamente el mismo que el enjuiciado en la sentencia del Tribunal
Supremo de 19 enero 1987 –las mismas partes, idéntica deuda y similar acción–, si bien el procedimiento
era en esta segunda de 16 de febrero de 1987 una tercería de dominio y en la primera un proceso declarativo
ordinario. La primera sentencia desestimó el recurso de casación interpuesto por el acreedor demandado y
la segundo lo acogió, casando la sentencia recurrida y desestimando la demanda de tercería interpuesta por
la esposa del deudor codemandado. Sobre las cuestiones procesales derivadas de su contradicción, cfr.
TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel, “Identidad de acciones y sentencias contradictorias”, en La Ley, núm. 2028, de 5
agosto 1988., pág. 1.
No fueron estos dos los únicos procedimientos a que la ejecución del afianzamiento litigioso dio lugar.
Un tercero –sustanciado entre las mismas partes y por razón de la misma póliza- llegó al conocimiento del
Tribunal Superior de Justicia de Navarra, que lo resolvió por sentencia de 10 febrero 1993 (Ar. 1463).
13. Sobre ella puede consultarse el comentario de HUALDE MANSO, Teresa, “Fianza otorgada por cónyuge navarro casado bajo régimen de conquistas (Comentario a la sentencia del TSJ de Navarra de 26 de enero
de 1991)”, en Actualidad Civil, 1991, págs. 395 y ss.
PONENCIAS
B) La responsabilidad derivada de la fianza prestada a favor tercero
Llegados a este punto, conviene hacer algunas consideraciones sobre la génesis
de la ley 61 en la redacción de 1975, todavía en vigor, que, como ha podido verse, ha
estado en el origen de la mayoría de los procesos sustanciados sobre el tema. Y es que,
si conflictiva ha sido en la práctica forense general la cuestión relativa a la responsabilidad de la sociedad conyugal por las fianzas de uno sólo de los cónyuges, comúnmente
el marido, el tenor de la ley 61 de nuestra Compilación no ha sido precisamente en esta
litigiosa materia un elemento clarificador. Los términos en que fue acometida su reforma por el Amejoramiento del Fuero de 1975 y el mantenimiento inalterado de los mismos por la Ley Foral 5/1987 han hecho de ella un factor de perturbación en la exégesis
del conjunto normativo regulador de la responsabilidad por deudas en el matrimonio.
En la redacción de 1973, la ley 61 se limitaba a proclamar que “la mujer, con
licencia del marido”, podía “afianzar, obligarse de cualquier modo o dar garantía real,
tanto a favor del mismo marido como de otra persona”. La inclusión de esta disposición
no tenía en la Compilación otro propósito que constatar –“poner de manifiesto”, dicen
las Notas a la misma ley de la Recopilación Privada14– la derogación por una práctica
inveterada desde tiempo inmemorial de la prohibición impuesta a las mujeres en el
Senadoconsulto Veleyano (Digesto 16.1) y la Auténtica “Si qua mulier” (Novelas, 134)
de salir garantes de sus maridos o de terceros, u obligarse en cualquier otra forma por
ellos. Así lo reconoció, bien que a la vista de los trabajos preparatorios del Fuero
Nuevo, la sentencia del Tribunal Supremo de 13 de junio de 1972 (Ar. 3222) para la
que, en el campo de las obligaciones, y concretamente en lo relativo a la capacidad de
la mujer para ser fiadora, las primitivas fuentes romanas habían caído en total desuso.
Los compiladores no estimaron sin embargo ociosa la expresión de su derogación, mediante la positiva afirmación de la capacidad de la mujer para constituirse en
garante, aunque lo fuera con la oportuna licencia marital. La justificaba la repetida
mención que a la vigencia de aquellos textos se contenía en no pocas resoluciones y
sentencias de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX (Ress. 18 marzo
1897, 8 junio 1926 y 7 noviembre 1944/Ar. 1263 DGRN y ss. 21 diciembre 1898 y 5
enero 1935 A.T. de Pamplona15).
Estos antecedentes y la redacción originaria de la disposición explican su inserción en el Título IV del Libro I, relativo a “la capacidad de los cónyuges”. Y es que el
precepto contenía una “norma de capacidad” de la mujer casada en la esfera obligacional, solamente limitada por la exigencia, entonces común o general, de la “licencia
marital”. Sin embargo, en la redacción originaria del Fuero Nuevo, la responsabilidad
del patrimonio de conquistas por las fianzas constituidas por el marido, único de los
cónyuges que entonces podía otorgarlas por sí solo, no era objeto de una específica
contemplación, como tampoco lo era la responsabilidad derivada en general de las obligaciones contraídas por él.
Siendo la sujeción de la esposa a la licencia marital la única limitación de la
capacidad que, en lo concerniente a la constitución de garantías personales o reales,
pesaba sobre los cónyuges en la redacción originaria del Fuero Nuevo, la supresión de
aquella licencia podía traducirse, bien en la eliminación de la disposición que dio lugar
a la ley 61, bien en el explícito reconocimiento a ambos de la capacidad de intercesión
en su día negada a la mujer. El Amejoramiento optó por la segunda fórmula, proclamando que “cualquiera de los cónyuges puede afianzar, obligarse de otro modo o dar
14. GARCÍA-GRANERO, AIZPÚN TUERO, LÓPEZ JACOISTE, SANTAMARÍA ANSA, NAGORE YARNOZ, D’ORS
PÉREZ-PEIX, ARREGUI GIL y SALINAS QUIJADA, Derecho Foral de Navarra. Derecho Privado (Recopilación
Privada), en Biblioteca de Derecho Foral, T. XV, Pamplona, 1971, nota a las leyes 53 a 62, pág. 158.
15. Jurisprudencia Civil Foral de Navarra, cit, T. I, núm. 389 y T. II, núm. 564.
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garantía real, tanto a favor de otro como de terceras personas”. En la nueva redacción,
la ley volvía a incluir una regla de capacidad, que en este caso era común a los dos cónyuges y sancionaba para ambos la inexistencia de restricción alguna derivada de su solo
estado civil matrimonial para salir garantes u obligarse entre sí o con terceras personas.
La norma no era en definitiva sino una concreción o aplicación de la regla general de
capacidad insertada por este Amejoramiento en el párrafo primero de la ley 53 y, si se
quiere, también de la que en la ley 76 sancionaba ya en el Fuero Nuevo la libertad de
contratación entre cónyuges.
Pero, lo mismo que ocurrió con la ley 53, el Amejoramiento, tras proclamar en
el párrafo primero de la ley 61 la capacidad de ambos cónyuges para constituirse en
garantes, se aprestó a determinar en el segundo el alcance de la responsabilidad contraída por ellos con el otorgamiento de tales garantías, limitando a los bienes privativos del
otorgante la derivada de las prestadas a favor de terceros por uno sólo de ellos y supeditando la vinculación o afección de los bienes comunes a su prestación por ambos.
Tal disposición carecía de precedentes en la tradición jurídica navarra y, como
apunta ARECHEDERRA, tampoco venía apoyada por una praxis más o menos consolidada
en el sentido apuntado por la norma escrita16. El recelo frente a las fianzas unilateralmente
otorgadas por los cónyuges a terceros y la limitación de su alcance responsabilizador no
se hallaban desprovistas de razón. La facilidad con que se accede a su otorgamiento, en la
seguridad de que no entraña una enajenación inmediata de bienes y en la confianza de
que ésta no llegará a producirse, determinaba que con alguna frecuencia se viera comprometido el patrimonio consorcial por garantías prestadas individualmente sin la debida
meditación y ponderación de los riesgos que entrañaban. Así lo puso de manifiesto diez
años más tarde la Ley francesa 85-1372, de 23 de diciembre de 1985 que, reformando el
artículo 1415 del Code Civil, dispuso que ninguno de los cónyuges puede comprometer
más que sus bienes propios y sus rendimientos por una garantía o un préstamo a menos
que hubiere sido contratado con el consentimiento del otro cónyuge17.
Debe en cualquier caso insistirse aquí en algo que será trascendental tras la
reforma del Fuero Nuevo de 1987; y es que, del mismo modo que el párrafo primero de
la nueva ley 61 era concreción o aplicación al afianzamiento de la regla general de
capacidad contenida en el mismo párrafo de la ley 53, el segundo de la ley 61 lo era de
la regla de responsabilidad, entonces incluida en el también segundo de la ley 53 –hoy
segundo de la ley 54–, y no podía, como no puede tampoco hoy, dejar de interpretarse
en relación y conjunción con ella18. Así lo pusieron de manifiesto el Tribunal Supremo
16. ARECHEDERRA ARANZADI, “Fianza y bienes de conquista...”, cit., pág. 71. Para el autor podría acaso
encontrarse un precedente histórico de la norma en el artículo 50 del Apéndice Foral de Aragón conforme al
cual los bienes raíces o inmuebles de la mujer y la mitad que a ésta perteneciera en los comunes de la
misma clase no respondían de las deudas contraídas por el marido... afianzando a favor de otros.
17. El artículo 1415 del Code Civil francés dice literalmente así: “Chacun des epoux ne peut engager
que ses biens propres et ses revenus, par un cautionnement out un emprunt, à moins que ceux-ci n’aient été
contractés avec le consentement exprés de l’autre conjoint qui, dans ce cas, n’engage pas ses biens prepores”. En el debate parlamentario, el Ministro de Justicia justificaba el régimen restrictivo a que se sometían
“dos operaciones particularmente peligrosas para el patrimonio familiar como son el préstamo y la fianza”
apelando a la necesidad de impedir que “se reproduzcan las situaciones dramáticas” en las que “el patrimonio de una familia, especialmente su alojamiento, se encuentra trabado y vendido como consecuencia de un
afianzamiento prestado desconsideradamente por el marido”. Cfr. GILARTE GUTIERREZ, Vicente, Gestión y
responsabilidad de los bienes gananciales, Valladolid, 1991, pág. 502.
18. Señala en este sentido GARCÍA-GRANERO, Juan, que, aunque la ley 61 no contiene igual salvedad o
remisión que la 54, “ha de ser interpretada en los mismos términos, pues la fianza prestada, a favor de terceros, sólo por el marido o por la mujer, no es sino un caso particular de obligaciones contraídas exclusivamente por uno de los cónyuges” o “un supuesto particular y concreto de las obligaciones voluntariamente
aceptadas y contraídas por un solo de los esposos”, “Comentario a la ley 54” y “Comentario a la ley 61”, en
Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, dirigidos por Manuel Albaladejo, T. XXXVI, Vol.
1º, Leyes 42 a 81 de la Compilación o Fuero Nuevo de Navarra, Madrid 1990, págs. 181 y 240-241.
PONENCIAS
en su sentencia de 19 de enero de 1987 (Ar. 305) y el Tribunal Superior de Justicia de
Navarra en la suya de 26 de enero de 1991 (Ar. 9793).
La trascendencia de esta correlación estriba actualmente en la común aplicación
a ambos del inciso “sin perjuicio de lo dispuesto en la ley 85” que, tras la reforma de la
Ley Foral 5/1987, cierra el párrafo segundo de la ley 54, sin aparecer reproducido en el
segundo de la ley 61, con el alcance que más adelante se verá.
No obstante la consideración en algunas sentencias del interés particular o familiar a que hubiera podido responder la prestación de la fianza, influida por la reiteración
con que la jurisprudencia del Tribunal Supremo venía atendiendo en el régimen general
a este factor para establecer al alcance de la responsabilidad contraída19, el tenor de las
leyes 53.2 y 61.2 no justificaba tal contemplación, aunque –como apuntó la sentencia
del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 26 enero 1991 (Ar. 9793)- sí la de la
efectiva condición de “tercero” del sujeto favorecido por la garantía otorgada, al punto
de considerar afectados por ella los bienes comunes cuando la persona en cuyo favor se
constituyó no mereciera realmente respecto de los propios cónyuges la condición de
“tercero”, por la confusión o íntima interconexión de su patrimonio y economía con los
consorciales del fiador20.
C) Las deficiencias e insuficiencias de la normativa de 1975
Las normas reguladoras de la responsabilidad por las obligaciones voluntariamente aceptadas descansaban sobre dos premisas de obligada revisión: la vinculación
legal de la responsabilidad al carácter individual o conjunto de la obligación contraida,
con total abstracción de la razón o finalidad a que su asunción respondía, o de la esfera
de actuación en que fue asumida, y la limitación de la responsabilidad patrimonial
exclusiva del cónyuge deudor a sus bienes privativos con la consiguiente inmunidad de
los bienes de conquistas cuya titularidad comparte.
a) La regulación legal de la “afección” de bienes por obligaciones voluntariamente aceptadas hacía depender la limitación a los bienes privativos del obligado o su
extensión a los comunes del carácter individual o conjunto de la obligación contraida o
de su asunción sin o con el consentimiento del otro cónyuge. La obligación individual,
inconsentida por el otro cónyuge, sujetaba a responsabilidad tan sólo los bienes privativos del obligado; la conjunta, los bienes comunes y privativos de ambos, y la individual, consentida por el otro cónyuge, los comunes y los privativos del deudor. La razón
determinante de su aceptación o asunción, el interés a que respondía, tan sólo adquiría
relevancia legal cuando la obligación se contraía en el ejercicio de la potestad doméstica o en el cumplimiento de deberes legales de ejercicio inexcusable.
Sin embargo una obligación voluntariamente contraída por un solo de los cónyuges puede haberlo sido en la gestión económica de los bienes comunes o en la de los
privativos cuyos rendimientos nutren el patrimonio consorcial. En tales casos, la inmunidad del patrimonio común gestionado, o favorecido por la gestión, frente a las resultas de la obligación aceptada o asumida en su beneficio no dejaba de representar un
19. Sobre el sentido y fundamento de la repetida consideración del “interés de la familia” por la jurisprudencia, tras la reforma de la Ley 14/1975, de 2 de mayo, cfr. DELGADO ECHEVERRIA, “Afianzamiento y
régimen económico del matrimonio”, cit. págs. 212 y ss.
20. Ello es afirmable, según la sentencia, también en el aval prestado a una sociedad, pues “aunque en el
tráfico jurídico tenga reconocida una personalidad jurídica distinta e independiente de la de los esposos, al
hallarse hoy plenamente consolidada en la jurisprudencia la doctrina permisiva del ‘levantamiento del velo’
(ss. 28 mayo 1984, 27 noviembre 1985, 16 julio 1987, 24 diciembre1988 y 2 abril 1990) que autoriza a
penetrar en el sustrato personal y negocial de las entidades o sociedades a las que la Ley confiere personalidad jurídica propia, con el fin de evitar que a la sombra de esta ficción (legal y respetable) se puedan perjudicar intereses privados o públicos o puedan ser utilizadas como camino del fraude”.
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contrasentido de obligada corrección. Contrariamente, una obligación voluntaria asumida por ambos cónyuges, o contraída por uno con el consentimiento de otro, podía
serlo para atenciones personales o exclusivas de un cónyuge. En estos supuestos la responsabilidad del patrimonio consorcial, afirmable frente al acreedor, por el modo de
constituirse la obligación, no podía dejar de serlo sin perjuicio de la definitiva asunción
de la deuda, en la relación interna entre cónyuges, por el patrimonio privativo a cuyo
cargo corría.
Un correcto tratamiento de la responsabilidad por las obligaciones voluntariamente aceptadas exigía pues conjugar, junto al carácter individual o conjunto de la obligación contraída, la naturaleza privativa o común de la carga que constituía y a la que
ninguna referencia hacían las normas legales en cuestión.
b) De otra parte, la limitación de la responsabilidad exclusiva del cónyuge deudor a sus bienes privativos, con la consiguiente inmunidad del patrimonio común, consorcial o de conquistas, pugnaba abiertamente con el principio de responsabilidad patrimonial universal sancionado en el artículo 1911 del Código Civil, que, al sujetar a ella
todos los bienes del deudor, alcanza a la totalidad de su patrimonio, constituido no sólo
por los bienes propios, de los que incluso puede carecer, sino también por los comunes,
cuando menos en la parte que le corresponda21.
Esta sociedad carece de personalidad jurídica, por lo que los bienes comunes no
dejan de ser bienes de los cónyuges, de ambos; no pertenecen en exclusiva a uno u otro,
pero tampoco son ajenos a ninguno de ellos22.
Sin embargo, la misma cotitularidad que justifica la extensión de la garantía
legal universal a los bienes comunes, se oponía a la realización de los mismos en perjuicio del cónyuge no deudor e imponía su limitación a la parte que en la comunidad
correspondiera al deudor. La cuestión, dada la naturaleza de la comunidad de conquistas, es que la materialización de esa parte pasa por la liquidación de la sociedad conyugal y, bajo la vigencia del texto legal reformado por el Amejoramiento de 1975, la insuficiencia de los bienes privativos del cónyuge deudor para hacer frente a sus
responsabilidades patrimoniales no constituía en la ley 87 del Fuero Nuevo causa de su
disolución, por lo que los acreedores no podían realizar sus créditos sobre la parte en
cuestión hasta que ésta se produjera por la concurrencia de una causa legal; resultando
injusta la demora en el cobro de un crédito imputable a uno solo de los cónyuges que,
careciendo de bienes privativos bastantes para su satisfacción, tuviera en cambio un
patrimonio común suficiente para afrontarlo.
IV. LA RESPONSABILIDAD DE LA SOCIEDAD CONYUGAL EN LA LEY
FORAL 5/1987, DE 1 DE ABRIL
Los artículos 14 y 32.1 de la Constitución Española imponían la equiparación de
los cónyuges en derechos y deberes y la abolición de la preeminencia de que el marido
gozaba en la dirección de la economía familiar.
La Ley 11/1981, de 13 de mayo, acometió desde esta perspectiva la reforma de
los preceptos del Código Civil relativos al matrimonio y al régimen económico-conyu-
21. En este sentido, cfr. DE LA CAMARA ÁLVAREZ, Manuel, “La sociedad de gananciales y el Registro de
la Propiedad”, en Anuario de Derecho Civil, abril-junio, 1986, núm. II, pág. 480; TORRES LANA, José Angel,
“Comentario al artículo 1373”, en Código Civil. Doctrina y Jurisprudencia, dirigido por Albácar López, T.
IV, Madrid 1991, págs. 960 y 961.
22. En palabras de ARECHEDERRA ARANZADI, la expresión “todos los bienes del deudor” del art. 1911
del Código Civil incluye en ese “todos” también los bienes que no siendo exclusivamente del deudor, no por
esa carencia de exclusividad dejan de ser suyos, “Fianza y bienes de conquista...”, cit., pág. 96.
PONENCIAS
gal de gananciales. A partir del principio de igualdad en derechos y deberes de marido
y mujer (art. 66), la nueva normativa legal encomendó, en defecto de pacto, a ambos
esposos la gestión de la sociedad conyugal (art. 1375), mediante la atribución de un
poder compartido en el que se conjuga la actuación conjunta de ambos esposos con la
indistinta de cualquiera de ellos. Esta nueva concepción no podía dejar de repercutir en
el tratamiento de la responsabilidad del consorcio por las deudas de los cónyuges que
en efecto se produce, no sólo por las que contraigan ambos conjuntamente o uno con el
consentimiento de otro (art. 1367), sino también por las obligaciones contraídas por
uno o imputables a él que por su naturaleza sean legalmente además deudas de la sociedad conyugal (arts. 1365, 1366, 1368 y 1386). De las demás obligaciones asumidas por
un cónyuge, responde éste con sus bienes privativos, pero en el caso de ser éstos insuficientes el acreedor puede hacer efectiva tal responsabilidad sobre los comunes, sin perjuicio del derecho del cónyuge no deudor a pedir la sustitución de su embargo por el de
la parte que al deudor corresponda en la liquidación de la sociedad (art. 1373).
La Compilación de Derecho civil navarro tardó seis años más en ver acomodada
su normativa a los principios constitucionales y, entre ellos, al de igualdad jurídica de los
cónyuges en el matrimonio. Su modificación se produjo por la Ley Foral 5/1987, de 1 de
abril. La nueva Ley mantuvo intacto, como no podía ser de otro modo, el reconocimiento
de la capacidad de cada uno de los cónyuges para realizar por sí solo cualquier acto de
administración, disposición y representación (ley 53); derogó el poder de gestión atribuido hasta entonces al marido en la sociedad conyugal, declarando, en defecto de pacto, la
coparticipación de ambos cónyuges en él, traducida, en unos casos, en la exigencia del
concurso o consentimiento de los dos esposos y, en otros, en la legitimación indistinta de
uno y otro para la realización de actos jurídicos con efectos en la esfera consorcial (ley
66); diferenció las cargas comunes a los cónyuges de las privativas de cada uno, mediante
la detallada descripción de unas y otras, especialmente de las primeras (leyes 85 y 86);
aunque, con algunas significativas modificaciones (ley 86), mantuvo las reglas sobre afección de bienes por actos de los cónyuges que el Amejoramiento de 1975 había introducido, reuniéndolas en la ley 54, y dejó intacta la relativa a las garantías prestadas por ellos
(ley 61); declaró la responsabilidad de los bienes de conquistas, no sólo por las obligaciones contraídas por ambos cónyuges conjuntamente, o por uno de ellos con el consentimiento del otro, sino también por las asumidas individualmente por cualquiera de ellos en
la atención de cargas comunes (ley 84); y si bien reiteró la del patrimonio privativo del
deudor por las demás obligaciones contraídas por sí sólo (ley 85), estableció la comunicación o extensión de esta responsabilidad a los bienes comunes, aunque con carácter subsidiario, por insuficiencia de aquel patrimonio, y sin perjuicio asimismo de la sustitución de
su eventual embargo, a instancia del otro cónyuge, por la de la parte que al deudor corresponda en la sociedad a su liquidación (ley 85, último párrafo)23.
Regulada en las leyes 84 y 85, dentro del contexto normativo del régimen conyugal
de conquistas, la responsabilidad patrimonial por actos de los cónyuges, la Ley Foral
5/1987 pudo –y acaso debió– haber prescindido de las dos reglas generales de “afección de
bienes” que el Amejoramiento de 1975 incorporó a la ley 53 y de la particular relativa a las
garantías incluida por él en la ley 61; pero, como antes se ha dicho, optó por mantenerlas,
trasladando las dos primeras a la ley 54 y dejando la tercera inalterada en su lugar de origen.
El tenor de tales reglas conducía sin embargo, como también se ha visto, a resultados insatisfactorios, que la nueva legalidad se propuso corregir supeditando la regla
23. Sobre el conjunto de la reforma y el vigente régimen legal de conquistas, cfr. F ERNÁNDEZ
URZAIQNUI, Francisco Javier, “El régimen de bienes en la familia y en el matrimonio”, en Derechos civiles
de España, dirigido por Rodrigo Bercovitz y Julián Martínez Simancas, Madrid, T. II, págs. 4265 y ss.
Sobre el sentido general de la reforma de 1987, también, “La reforma del Fuero Nuevo por la ley Foral
5/1987”, en Presente y futuro del Derecho Foral, dirigido por Rafael Domingo y Mercedes Galán, Pamplona, 1999, págs. 242 a 246.
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establecida para las obligaciones voluntariamente aceptadas en el párrafo segundo de la
ley 54 a la nueva disciplina de las leyes 84 y 85.
A conseguir esta subordinación y la adecuada armonización entre unas o otras
normas pareció orientarse la inserción al término de aquel párrafo de un inciso que
dejaba a salvo lo dispuesto sobre el particular en la ley 85. La salvedad, que ha de
entenderse referida al numeral 3) y al párrafo final de la ley 85, lleva así en rigor aparejada una doble consecuencia: a) que la responsabilidad alcanza siempre a los bienes
comunes cuando las obligaciones contraídas por un solo cónyuge deban reputarse “de
cargo de la sociedad de conquistas conforme a las leyes 54 y 84”; y b) que la responsabilidad patrimonial exclusiva del deudor individual no se detiene en sus bienes privativos, sino que se extiende, siquiera sea subsidiariamente –ante la insuficiencia de estos
bienes– a los comunes o, a instancia del otro cónyuge, a la parte que al ejecutado
corresponda en la sociedad de conquistas a su liquidación24.
El mismo propósito armonizador se descubre en la remisión a la ley 54 contenida en el ordinal 6) del apartado 1 de la ley 84, donde se califican de cargo y responsabilidad de la sociedad de conquistas “las obligaciones contraídas por uno cualquiera de
los cónyuges conforme a la ley 54”. Pero en este caso la remisión es defectuosa e
imprecisa: de un lado, porque no alcanza a los tres párrafos de esta ley, desde el
momento en que las obligaciones voluntariamente aceptadas por un cónyuge de que
trata el párrafo segundo, cuando no son de cargo de la comunidad, constituyen, conforme a la ley 85-3), carga y responsabilidad exclusiva del cónyuge deudor y, cuando son
consentidas por su consorte, constituyen responsabilidad pero no necesariamente carga
común, hallándose ya tal eventualidad prevista en el apartado 2 de la misma ley 84; de
otro, porque buena parte de los supuestos comprendidos en el párrafo tercero de la ley
54, como obligaciones legales de inexcusable ejercicio comunes a ambos cónyuges, se
hallan ya incluidos en el ordinal 1) del apartado 1 de la ley 84, en el que se declaran
asimismo de cargo y responsabilidad de la sociedad de conquistas los gastos y obligaciones causados por el sostenimiento de la familia y la alimentación y educación de los
hijos comunes, de suerte que la remisión a la ley 54 ha de entenderse limitada a las
obligaciones relacionadas en los párrafos primero y tercero de la misma, teniendo al
propio tiempo presente que entre las obligaciones de este último párrafo se encuentran
algunas de las enunciadas igualmente en la ley 84.1-1) como carga y responsabilidad
de la sociedad de conquistas.
Lo que en cualquier caso ponen de manifiesto estas recíprocas remisiones legales, rechazables en buena técnica legislativa, es la interrelación e interdependencia de
estos preceptos (leyes 54, 84 y 85) y la necesidad de su conjunta y armónica interpretación.
Constituyendo, como antes se ha dicho25, la norma contenida en el párrafo
segundo de la ley 61 mera concreción o aplicación al afianzamiento de la regla general
de afección de bienes por las obligaciones voluntariamente aceptadas, incluida en el
mismo párrafo de la ley 53 por el Amejoramiento de 1975 y trasladada al segundo de la
24. Señala ARECHEDERRA ARANZADI que “desde la óptica de la titularidad nos encontramos con dos
masas distintas, diferenciables, pero no independientes, autónomas. ¿Por qué? Porque el titular es el mismo.
En una (masa privativa) de modo pleno. En la otra (masa común), de modo exclusivo”; y agrega “puede
atribuirse a ese conjunto patrimonial el principio de que la titularidad comunica la responsabilidad”, “Fianza
y bienes de conquista...”, cit., págs. 95 y 96. Indica el autor que “cuando la responsabilidad alcanza a los
bienes comunes, quiere decir que una deuda, siguiendo al deudor, alcanza a sus bienes: a los exclusivamente
propios del deudor en cuanto tales, y a los comunes en cuanto bienes del deudor, no en cuanto bienes del
otro cónyuge”, op. cit., pág. 92 reiterando más adelante que “la regla según la cual la titularidad comunica la
responsabilidad afecta –si bien en el caso de la masa común modalizadamente- a ambas masas”, op. cit.,
pág. 112.
25. Vid. supra III), B).
PONENCIAS
ley 54 por la reforma de 1987, la doble consecuencia anudada al inciso “sin perjuicio
de lo dispuesto en la ley 85”, que cierra este último, es asimismo predicable de la
específica regla de afección mantenida en el párrafo segundo de la ley 61, de suerte que
la responsabilidad por las fianzas individuales a favor de terceros alcanzará siempre a
los bienes comunes en el caso –no fácilmente imaginable– de que tales garantías deban
reputarse “de cargo de la sociedad de conquistas conforme a las leyes 54 y 84”26; y la
responsabilidad patrimonial exclusiva del fiador individual no se detendrá en sus bienes
privativos, sino que se extenderá, aunque sea con carácter subsidiario y eventualmente
limitado, a los comunes27.
A) Gestión compartida y legitimación individual de los cónyuges
En aplicación del fundamental principio de igualdad ante la Ley, sin discriminación por razón de sexo (art. 14 de la Constitución Española), la reforma de la Ley Foral
de 1987, que pudo decantarse por la atribución indistinta a ambos cónyuges del poder de
gestión de que hasta entonces se hallaba legalmente investido sólo el marido, optó por
sancionar la exigencia de su concurrencia o conjunción como norma básica en la gestión,
anudando en todo caso a ella la afección del patrimonio conyugal. Sin embargo no hizo
de la cogestión un principio de obligada observancia en la actuación del matrimonio, ni
un presupuesto necesario para el endeudamiento del consorcio por actos de los cónyuges,
sino que, en consonancia con el dinamismo requerido por el desarrollo de la economía
familiar y el tráfico jurídico general, reconoció distintos supuestos de posible actuación
individual de los esposos con repercusión o trascendencia en el consorcio conyugal, cuya
importancia se deriva de su frecuencia o habitualidad en la vida real.
La conjunción en la gestión constituye así pues en materia de administración una
regla general, pero de carácter puramente subsidiario, para los casos en que no esté prevista o admitida una legitimación individual o disjunta de los cónyuges28. Esta puede
derivarse, tanto de las capitulaciones rectoras de la sociedad conyugal (ley 86, in
limine), como de la propia Ley, que indistintamente la reconoce a cualquiera de ellos en
la atención de las necesidades ordinarias de la familia, y aun en la de las extraordinarias
pero urgentes (ley 54, párr. primero); en la administración de los bienes y el ejercicio
de los derechos comunes que se encuentren en su poder o figuren a su nombre (ley 862), o en la defensa procesal de los intereses consorciales o familiares (cfr. ley 84-5).
Por numerosos y frecuentes que resulten estos supuestos de legitimación individual en la práctica diaria, no puede olvidarse sin embargo que legalmente suponen la
excepción frente a la regla básica de la cogestión conyugal, y que ésta participa de la
fuerza expansiva común a cualquier regla general29.
Junto a estos casos de legitimación indistinta o disjunta en la gestión de la sociedad conyugal, los esposos se hallan también individualmente legitimados para cuantos
26. Así lo entiende también SANCIÑENA ASURMENDI, para quien las fianzas que por razón de su finalidad
constituyan cargas del matrimonio vinculan los bienes de conquista, en “La fianza en el régimen de conquistas”, cit., págs. 788 a 790. En parecidos términos se pronuncia GARCÍA-GRANERO, aunque, en su opinión, lo determinante para la responsabilidad del patrimonio de conquistas es la asunción de las fianzas y
obligaciones individuales de un cónyuge en interés de la familia o con beneficio para la sociedad conyugal,
“Comentario a la ley 54”, en Comentarios..., cit, págs. 179 a 181.
27. Para LACRUZ y RAMS el término “exclusivamente” de la ley 61 “no se refiere a tan sólo los bienes
privativos, con exclusión radical de todos los de conquista, sino a aquéllos más la mitad en valor que le
corresponde al cónyuge garante en la masa común, “La comunidad matrimonial de conquistas en Navarra”,
en Revista Jurídica de Navarra, cit., pág. 30. En ello son también coincidentes las opiniones de los dos
autores indicados en la Nota anterior, op. y loc. cit.
28. LACRUZ y RAMS, “La comunidad matrimonial de conquistas en Navarra”, en Revista Jurídica de
Navarra, cit., pág. 23.
29. Así lo destaca también para el régimen general de la sociedad de gananciales GUILARTE GUTIERREZ,
Vicente, Gestión y responsabilidad..., cit., pág. 62.
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actos requiera la gestión de sus respectivos patrimonios privativos, la llevanza de sus
propios negocios y el desarrollo de su profesión, arte u oficio; actos que, cuando se inscriben en el ordinario o regular ejercicio de los poderes de gestión, pueden obligar no
sólo los bienes propios gestionados, sino también los de la sociedad de conquistas a
que pertenecen sus rendimientos (leyes 82-4 y 5 y 84-3 y 4).
En el plano de la responsabilidad, frente al acreedor, la del patrimonio de conquistas es indudablemente predicable de cuantas obligaciones tienen su origen en actos
realizados o consentidos por los dos cónyuges o imputables a ambos; pero, en términos
generales, también lo es de las contraídas en el ejercicio de las facultades de gestión de
la sociedad conyugal que un cónyuge tenga convencional o legalmente atribuidas, y de
cuantas otras se deriven de actos individuales que, en consideración a la consorcialidad
de la carga que las motiva o en garantía de terceros perjudicados, declara la Ley directamente realizables sobre dicho patrimonio común.
B) Obligaciones, cargas y responsabilidad
La reforma de 1987 regula la trascendencia patrimonial de los actos realizados por
los cónyuges desde la distinción de los conceptos de obligación, carga y responsabilidad.
a) Obligaciones individuales y duales o conjuntas
Careciendo la sociedad de una personalidad jurídica diferenciada de la de los
propios cónyuges, cualquier deuda u obligación ha de tener necesariamente como titular pasivo a uno o ambos cónyuges, al haberse contraído por uno de ellos, por ambos
conjuntamente o por uno con el consentimiento del otro. En el primer caso, la responsabilidad derivada de la obligación individualmente asumida podrá ser tanto consorcial
como exclusiva del deudor; en el segundo, será siempre consorcial y podrá hacerse
efectiva procediendo indistintamente contra los bienes de conquista y los privativos de
ambos cónyuges; en el tercero, será también consorcial, pudiendo realizarse también
indistintamente sobre el patrimonio común y el privativo del deudor, pero en principio
–con la reserva a que más adelante se hará mención– no sobre el propio de su consorte.
En definitiva, como advierte LACRUZ BERDEJO, en la sociedad conyugal hay tan
sólo dos eventuales deudores, pero tres patrimonios que pueden ser responsables30.
La referencia a la obligación ha de entenderse realizada al acto constitutivo de la
misma, que puede ser un convenio, estipulación o declaración generadores de una responsabilidad contractual, o una acción u omisión negligente determinante por ministerio de la Ley de una responsabilidad extracontractual.
b) Cargas privativas y comunes
Sean individuales o conjuntas, las obligaciones, en función de la razón que las
motiva o el interés –familiar o particular– a que atienden, pueden ser de cargo de la sociedad conyugal o de uno de los cónyuges, dependiendo de esta circunstancia que sea el
patrimonio común o el privativo de éste último el que, en la relación interna entre patrimonios, haya de hacer definitivamente frente a su pago o deba reintegrar su importe a la
masa que lo desembolsó en cumplimiento o ejecución de la responsabilidad contraída.
Resulta así obligada la distinción entre cargas y comunes y privativas, para designar no el patrimonio responsable frente a los acreedores, sino el que en la esfera interna
de las relaciones entre cónyuges ha de soportar en definitiva el gasto o la obligación.
30. Elementos de Derecho Civil, IV Derecho de Familia, Barcelona, 1982, pág. 421.
PONENCIAS
El Fuero Nuevo agrupa en la ley 84 las distintas cargas comunes que, por serlo,
determinan asimismo la responsabilidad inmediata del patrimonio común o consorcial
por las obligaciones que en su atención hayan contraído, incluso individualmente, los
cónyuges. La ley 85 enuncia por su parte sólo algunas cargas privativas, identificando
el resto por exclusión, al atribuir tal carácter en el numeral 3) a las obligaciones contraídas que “no sean de cargo de la sociedad de conquistas conforme a las leyes 54 y
84”. La determinación de las cargas privativas queda pues perfilada, positivamente, por
la enunciación que hace de ellas la propia ley 85, en sus numerales 1), 2) y 4), y negativamente, o por exclusión, por la remisión que a las comunes de las leyes 54 y 84 contiene su numeral 3). Este numeral contiene pues una fórmula o cláusula de cierre por
cuya virtud tienen la consideración de privativas las cargas que, a tenor de la normativa
legal, no puedan considerarse comunes o de conquistas.
A los efectos de la calificación de la carga no es un dato relevante que la deuda
haya sido contraída por uno de los cónyuges, con o sin el consentimiento del otro, o lo
haya sido por ambos conjuntamente. Esta circunstancia afecta a la responsabilidad, en
cuanto de las obligaciones que contraigan ambos cónyuges o uno de ellos con el consentimiento del otro responde siempre la sociedad de conquistas, sin perjuicio de los
reembolsos procedentes (ley 84.2). Y es que hay obligaciones que, pese a haber sido
contraídas por un solo cónyuge, son de cargo y responsabilidad de la sociedad conyugal, y obligaciones que, no obstante haber sido asumidas conjuntamente por ambos -o
por uno con el consentimiento del otro– y ser por ello mismo de responsabilidad de la
sociedad de conquistas, pueden ser tan sólo carga privativa de uno de ellos. Sucede que,
mientras en las obligaciones asumidas por los dos cónyuges está de ordinario o normalmente presente la atención de intereses personales o familiares comunes a ambos, no
puede decirse lo mismo de las contraídas por uno sólo de ellos.
El numeral 3) de la ley 85 involucra sin embargo indebidamente en la definición
de la carga privativa el carácter individual de la deuda, que –como acaba de decirse–
tan sólo es definitivamente relevante a los efectos de la responsabilidad, pues si la obligación no es, por la razón que la motiva y el interés a que responde, “de cargo de la
sociedad de conquistas conforme a las leyes 54 y 84” constituirá carga privativa, aunque haya sido contraída por ambos cónyuges o por uno con el consentimiento del otro,
con la consiguiente responsabilización del patrimonio conyugal.
A esta incorrección técnica suma el numeral 3) de la ley 85 una imprecisión,
común a la detectada en el numeral 6 de la ley 84, a saber: la global calificación como
privativas de las obligaciones “que no sean de cargo de la sociedad de conquistas conforme a las leyes 54 y 84”. La remisión a la primera de estas leyes ha de entenderse también
aquí limitada a sus párrafos primero y tercero, comprensivos, respectivamente, de las
obligaciones contraídas en el ejercicio de la potestad doméstica y en el cumplimiento de
deberes legales de inexcusable ejercicio comunes a ambos cónyuges, pues el segundo no
define carga alguna común a ambos cónyuges, sino el alcance de la responsabilidad patrimonial derivada de las obligaciones voluntariamente aceptadas por uno de ellos con y sin
el consentimiento del otro, esto es, la denominada por el ladillo “afección de bienes”.
c) Responsabilidad exclusiva o consorcial
Con independencia de la masa patrimonial –común o privativa– de cuyo cargo
sea la obligación contraída, la responsabilidad define e identifica la que, frente a los
acreedores, garantiza su cumplimiento o realización31.
31. Los conceptos de “carga” y “responsabilidad” se corresponden con los que un sector de la doctrina
civilista designa, respectivamente, con los términos de “responsabilidad definitiva” y “responsabilidad provisional”, de la comunidad conyugal; cfr. LACRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho Civil, IV Derecho de
Familia, cit., págs. 421 y ss.
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Frente a los acreedores, el patrimonio consorcial va a responder directamente de
las obligaciones conjuntas de ambos cónyuges y de las contraídas por uno de ellos con
el consentimiento del otro, con total abstracción de la razón u obligación que las motiva
o, lo que es igual, sin perjuicio del carácter privativo o común de la carga que representen (leyes 54.2 y 84.2); pero también de determinadas obligaciones individuales que, en
razón a la consorcialidad de la carga (ley 84.1-1 a 7) o en garantía de terceros perjudicados (ley 84.2), declara la Ley realizables sobre dicho patrimonio.
Responderá por el contrario directamente sólo el patrimonio privativo del deudor
de las deudas que individualmente –sin el concurso o el consentimiento del otro consorte– haya contraído un cónyuge por obligaciones que, con arreglo a las leyes 54,
párrafos primero y tercero, y 84, apartado 1, no sean de cargo de la sociedad conyugal;
esto es, por obligaciones que, siendo ajenas al ejercicio de la potestad doméstica, no
esté el deudor en la inexcusable obligación de contraer y no sean por otro concepto
legalmente de cargo de la sociedad de conquistas. Para estas cargas privativas, la responsabilidad de la masa común se establece con carácter subsidiario; sólo para el caso
de que los bienes privativos del deudor no sean suficientes32.
Cuando el texto legal habla de la responsabilidad de los bienes de conquistas, o
de la sociedad de conquistas, se esta refiriendo a la responsabilidad directa añadida a la
también directa del patrimonio del cónyuge deudor, pues, al carecer la sociedad conyugal de una personalidad jurídica distinta de la de los propios cónyuges, resulta impensable una responsabilidad consorcial que al mismo tiempo no sea también propia de al
menos uno de los cónyuges. Y es que la responsabilidad de la masa común presupone
la del deudor o deudores que la desencadenan.
La obligación asumida por uno y otro cónyuge conjuntamente vincula al patrimonio consorcial y al privativo de los dos esposos. El primero responde por el todo, en
tanto que los privativos de los esposos responderán por mitades33, a no haberse contraído la obligación con carácter solidario conforme a lo prevenido en la ley 492.
La aceptada por un cónyuge con el consentimiento del otro sujeta a responsabilidad los bienes privativos del primero y los consorciales, conjunta e indistintamente. Lo
mismo sucede con las obligaciones de un cónyuge de las que legalmente responde la
sociedad conyugal. Si la deuda individual ha sido además asumida en la atención de
ciertas cargas legales de inexcusable cumplimiento, comunes a ambos esposos, a la responsabilidad directa y conjunta de ambas masas patrimoniales -la común y la privativa
del deudor– se agrega, conforme a lo prevenido en la ley 54.3, la “subsidiaria” de los
bienes del cónyuge no deudor.
C) Los reembolsos entre masas patrimoniales
En el matrimonio sometido al régimen económico de la sociedad de conquistas
coexisten, o pueden coexistir, tres masas patrimoniales diferenciadas: el patrimonio de
conquista, el privativo del marido y el privativo de la mujer.
32. Tal subsidiariedad resulta lógica, como advierte TORRES LANA, si se tiene en cuenta que la afección
se impone por una deuda que no es de la comunidad, para la protección de los intereses familiares y del
cónyuge no deudor, “Comentario al artículo 1373”, en Código Civil…”, T. IV, cit. pág. 961.
33. Cfr. REBOLLEDO VARELA, “Deuda y responsabilidad en la sociedad de gananciales”, en LA LEY
1982, T. 2, pág. 600; MATA PALLARES, “Deuda y responsabilidad en la contratación de persona casada”, en
Anales de la Academia Matritense del Notariado, T. XXV, 1982, pág. 337; SANTOS BRIZ, Derecho Civil.
Teoría y Práctica. T. V Derecho de Familia, Madrid 1982, pág. 224. En contra, FERNÁNDEZ VILLA, “El pasivo de la sociedad de gananciales: en torno al art. 1369 C.c.”, en Anuario de Derecho Civil, T. XLVI, 1993,
págs. 679 y ss.
PONENCIAS
Pues bien, la individualización de la masa común y las privativas de uno y otro
cónyuge y la unidad de su gestión dan lugar al nacimiento de relaciones de crédito y
deuda entre ellas como consecuencia de las operaciones económicas realizadas por los
cónyuges y las cargas y responsabilidades satisfechas por los mismos en el curso del
matrimonio. Y es que es posible que gastos y pagos que, por su origen, naturaleza o
destino, sean de cargo de la sociedad, resulten atendidos con fondos privativos de uno o
ambos cónyuges, como lo es también que gastos y pagos de cargo exclusivo de uno de
ellos sean satisfechos con fondos comunes.
a) La ejecución de responsabilidades privativas en bienes comunes y viceversa
Una deuda que es carga privativa de un cónyuge puede haberse hecho efectiva o
realizado a costa del caudal común, sea porque respondía efectivamente de ella frente a
los acreedores, sea -como luego se verá– porque, ante la insuficiencia de los bienes privativos del deudor y el aquietamiento de su consorte al apremio seguido sobre bienes
comunes, soportó su ejecución.
Se ha dicho ya que el patrimonio de conquistas puede ser agredido en ejecución
de una responsabilidad directa de la sociedad conyugal dimanante de una obligación
contractual o extracontractual que no constituya carga común sino privativa de uno de
los cónyuges en los supuestos que menciona el apartado 2 de la ley 84. Pero también se
ha señalado que, tras la reforma de la Ley Foral 1/1987, ha dejado de ser afirmable en
el Fuero Nuevo la inmunidad del patrimonio consorcial por la responsabilidad exclusiva de un cónyuge. Y es que los bienes privativos y los comunes, pese a integrar masas
diferenciadas, no se hallan incomunicadas; y la responsabilidad privativa o exclusiva
del cónyuge deudor no se detiene en la primera, sino que alcanza a ambas, aunque haya
de realizarse prioritariamente sobre la primera y, a instancia del cónyuge no deudor,
sólo limitadamente, en la medida de su participación en ella, pueda serlo sobre la
segunda.
A la inversa, es posible que en ejecución de una responsabilidad consorcial derivada de una carga común se realicen bienes privativos del cónyuge que asumió la obligación o de uno de los que la contrajo, si hubiera sido conjuntamente asumida por
ambos.
b) El desequilibrio patrimonial y su reintegro
La atención de una carga privativa con bienes comunes o la de una carga común
con bienes privativos, origina un lucro sin causa para la masa patrimonial a que aquella
correspondía. Los desequilibrios producidos por tales desplazamientos incausados
hallan en los reembolsos o reintegros entre patrimonios su adecuada solución.
Las leyes 84 y 85 contemplan los reembolsos debidos por lucros derivados del
pago de cargas privativas de un cónyuge con fondos sociales, en ejecución de responsabilidades consorciales (ley 84.2) o exclusivas de aquél (ley 85, último párrafo), pero no
de los procedentes a favor de las masas privativas por la atención de cargas sociales con
caudales propios de cualquiera de los cónyuges. Es sin embargo claro que la identidad
de razón entre los dos supuestos reclama un tratamiento común y una respuesta correlativa a ambos.
Según se desprende del último párrafo de la ley 85 y confirma el primero de la
ley 88, el reintegro o reembolso puede realizarse y reclamarse desde el momento inmediatamente posterior al desplazamiento patrimonial incausado hasta la liquidación de la
sociedad conyugal.
Los reembolsos no sólo pueden ser acordados por ambos cónyuges sino también
exigidos en cualquier momento por uno de ellos, a diferencia de lo que sucede en el
Derecho civil aragonés, donde los cónyuges, a falta de acuerdo sobre el particular, tan
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sólo pueden exigirse antes de la liquidación de la comunidad el pago de las obligaciones existentes entre el patrimonio consorcial y los privativos “cuando así se hubiere
pactado o mediado justa causa” (art. 47 de la Compilación).
Sucede que, así como en la fase liquidatoria de la comunidad conyugal los
lucros sin causa habidos entre patrimonios desembocan, mediante su reconstrucción
contable, en partidas del activo o pasivo de la sociedad disuelta (ley 89, párrafos segundo y tercero), el reintegro o reembolso que de ellos se efectúe en el curso de su vigencia comúnmente habrá de traducirse en la transferencia de numerario o de bienes
dados, solvendi causa, en pago de su valor, dependiendo la forma de la operación de las
exigencias consustanciales a la efectividad de su transmisión patrimonial.
c) El tratamiento legal de los lucros sin causa como deudas de valor
Tanto la ley 85, como la 88, asignan al desequilibrio producido entre patrimonios el tratamiento de “deuda de valor”, de forma que el reembolso o reintegro de su
importe ha de producirse en términos reales y no meramente nominales.
La ley 88 se refiere a la actualización del importe de los reembolsos al momento
en que sean hechos efectivos. Tratándose de la adquisición de bienes para patrimonio
distinto de aquel de que proceden los fondos aplicados a su obtención (ley 82-3 y 7 y
ley 83-2 y 6) o de los incrementos y mejoras experimentados en los bienes privativos
merced a la aplicación en ellos de fondos comunes (ley 83-7 y 8), la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 24 de julio de 2000 (Ar. 1471), aplicando la
ley 88, entendió que la actualización debía referirse a la inversión dineraria realizada,
aplicándole un módulo de actualización del importe invertido.
Tratándose del lucro obtenido por el patrimonio privativo de un cónyuge a raíz
de la ejecución sobre bienes comunes de responsabilidades exclusivas suyas, parece sin
embargo que la ley 85 manda realizar el reintegro o reembolso tomando como referente
no ya el importe obtenido en la vía de apremio por la realización de los bienes comunes
embargados, sino el que corresponda a esos mismos bienes realizados “al tiempo” del
reintegro o de la liquidación, esto es, el valor de mercado al momento de la ejecución,
actualizado a la fecha del reembolso o de la liquidación; y esta norma, por razón de su
especialidad, ha de prevalecer frente a la disposición de la ley 88, referida en general al
“reintegro de lucros sin causa”. Tal fue el parecer del Tribunal Superior de Justicia de
Navarra en sentencia de 11 de diciembre de 1993 (Ar. 10095) en supuesto en el que se
había procedido a la realización de bienes comunes para hacer frente a deudas privativas del marido34.
El Fuero Nuevo nada dispone acerca del lucro derivado para el patrimonio de
conquistas de la ejecución en bienes privativos de obligaciones contraídas por un sólo
cónyuge en la atención de cargas comunes; pero, por razón de analogía, parece que
debería seguir las pautas establecidas en la ley 85 para el supuesto inverso a que se ha
hecho mención.
34. La sentencia de apelación valoraba los bienes comunes ejecutados en favor de deudas del esposo, al
tiempo de la “disolución” (fecha de la sentencia que acordó la separación matrimonial, en cuanto conlleva la
citada “disolución” de la sociedad de conquistas), revocando en ello la de primer grado, que los valoró al
tiempo de la “liquidación” (fecha en que ésta se realice). El recurso defendía la procedencia de este último
sistema, que el Tribunal Superior estimó era el que correspondía al caso, razonando que, “si bien la ley 88,
en su redacción originaria, no daba pie a una solución u otra, al tratar el tema de los reintegros (por lucros
privativos) al patrimonio común, sería aplicable el art. 1373 ap. 2.º del CC (el que, por otro lado, coincide,
en lo sustancial, en su redacción... con la actual de la ley 85 ap. 2.º), y según aquel texto, el valor de los bienes comunes objeto de disposición privativa, será el que corresponda al momento en que se abonen con
otros caudales propios (lo que aquí no ha ocurrido) o el que tuvieren “al tiempo de liquidación de la sociedad conyugal”, que es el que debe ahora aplicarse”.
PONENCIAS
D) Clasificación de las obligaciones en función del sujeto constituyente, de la carga
y de la responsabilidad.
Teniendo en cuenta el carácter –individual o dual– de la obligación, la naturaleza
–privativa o común– de la carga y la responsabilidad –exclusiva o consorcial– derivada,
los distintos supuestos de que tratan las leyes 54, 61, 84 y 85 del Fuero Nuevo pueden
agruparse así:
1. Obligaciones conjuntas de ambos cónyuges (leyes 84.2, párr. segundo y 61,
párr. segundo, in fine)
De las obligaciones que contraigan conjuntamente uno y otro cónyuge responden indistinta y solidariamente ambos, pero no sólo con el patrimonio común de conquistas a que se refiere la ley 84.2, párrafo segundo, sino también, indiferenciadamente,
con sus respectivos patrimonios privativos, aunque –como ya antes se ha indicado– el
común deba responder por el todo, en tanto que los privativos de los esposos han de
hacerlo por mitades, a no haberse contraído la obligación con carácter solidario conforme a lo prevenido en la ley 49235.
Constituyen asimismo deudas conjuntas las contraídas por un cónyuge, actuando
en nombre propio y en representación de su consorte; si bien, proclamada la plena
capacidad y la igualdad jurídica de los cónyuges, claro es que ninguno de ellos puede,
por su sola relación matrimonial, actuar procesal o extraprocesalmente a nombre o en
interés del otro, sin que tal representación le haya sido conferida (art. 71 CC), sea
voluntariamente, mediante el oportuno apoderamiento, sea legalmente, en el eventual
ejercicio de funciones tutelares (cfr. ley 62 FN y arts. 234-1º y 267 CC)36. Se asimila
asimismo a la actuación conjunta la ratificada por el cónyuge no interviniente haciendo
también suya la titularidad de la obligación contraida por su consorte.
Lo dicho de las obligaciones conjuntas ha de predicarse, a tenor de la ley 61, de
las fianzas constituidas “por los dos cónyuges” en favor de terceros. La responsabilidad
alcanzará al patrimonio común y a los privativos; si bien respecto a estos últimos operará en principio el beneficio de división con el alcance prevenido en el último párrafo
de la ley 525.
En el caso de afianzarse la deuda propia de un cónyuge por el otro, a la garantía
legal derivada de la responsabilidad patrimonial del cónyuge deudor se agregará la
voluntaria representada por la del cónyuge fiador, de suerte que el acreedor podrá hacer
efectivo su crédito procediendo contra los bienes de uno y otro. Si la fianza fuera solidaria, por renuncia a los beneficios de excusión y división que establece la ley 525, la
responsabilidad contraída podría realizarse indiferenciadamente sobre los bienes privativos de cualquiera de los cónyuges y sobre sus conquistas. Si mantuviera su natural
subsidiariedad, el cónyuge fiador podría oponerse a la realización inmediata de la responsabilidad por él contraída no sólo sobre sus bienes privativos, sino también sobre
las conquistas. Ante una ejecución dirigida contra estos últimos bienes, asistiría al fiador la facultad de exigir el seguimiento previo de la misma sobre los bienes privativos
35. Tratándose de una obligación conjunta de ambos esposos, será sin embargo difícil que la solidaridad
no se deduzca “de la naturaleza o circunstancias de la misma”, en los términos establecidos por la ley 492
del Fuero Nuevo.
36. Como en otro lugar he señalado, “lo actuado por un cónyuge en nombre del otro sin contar con su
representación, voluntaria o legal, puede ser sin embargo ratificado por el otro y ha de serlo para que el acto
realizado en su nombre despliegue sus efectos (ley 557 FN y art. 1259.2 CC), quedando entre tanto en situación de pendencia, sujeto a la conditio iuris de su convalidación. Si la ratificación se produce, el negocio se
considera válido y eficaz desde el principio, deviniendo en cambio definitivamente ineficaz -”nulo”, dice el
artículo 1259 C- en el caso de negarse o no llegar a otorgarse aquella”, FERNÁNDEZ URZAINQUI, “El régimen
de bienes en la familia y en el matrimonio”, cit., pág. 4283.
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del cónyuge deudor o, en su caso, sobre la parte que a éste correspondiera en la liquidación de la sociedad de conquistas (ley 85, último párrafo), antes de proceder a su directa realización en concretos bienes de conquistas o en los privativos suyos (ley 525,
párrafo segundo)37.
Lo expuesto se entiende sin perjuicio naturalmente de los reembolsos procedentes teniendo en cuenta el carácter privativo o común de la carga y del patrimonio con
que se hizo efectiva la responsabilidad contraída.
2. Obligaciones individuales contraídas con el consentimiento del otro cónyuge (leyes 54, párr. segundo, in fine y 84.2, párr. segundo)
No se trata de deudas conjuntas sino individuales de un cónyuge, aunque asumidas con el consentimiento del otro38. En rigor, este consentimiento no le convierte en
codeudor, sino que se limita a reforzar las garantías del acreedor, posibilitándole su
inmediata realización sobre el patrimonio del deudor y el consorcial. Así parece establecerlo la ley 54.2, al declarar que en este caso la responsabilidad, además de a los
bienes privativos del obligado, “afectará también a los bienes de la sociedad conyugal”.
La regla no es sin embargo absoluta y habrá de ceder frente a la establecida en la ley
54.3, que sanciona la responsabilidad “subsidiaria” del cónyuge no deudor en las obligaciones contraídas en el cumplimiento de deberes legales inexcusables comunes a
ambos cónyuges, pues si ésta se origina con obligaciones individuales asumidas sin el
consentimiento del consorte no puede dejar de derivarse de las contraídas con él.
Todo ello, como en el supuesto examinado en el epígrafe anterior, sin perjuicio
de los reembolsos procedentes en razón al carácter de la carga y al patrimonio con que
se saldó la deuda o se hizo frente a la responsabilidad contraída.
Debe agregarse aquí a lo expuesto que el consentimiento del otro cónyuge puede
ser no sólo coetáneo a la constitución de la obligación, sino también previo o posterior
a ella, y prestarse para uno o varios actos o en términos generales (ley 60, párr. primero). El Fuero Nuevo, a diferencia del Código Civil (art. 1367) no contiene la exigencia
de la forma “expresa” para el consentimiento, posibilitando la apreciación de su tácita
prestación; pero, la responsabilidad consorcial que por sí sola desencadena reclama que
la conformidad o aquiescencia del cónyuge no deudor al compromiso del acervo
común por la actuación individual de su consorte resulte evidente e inequívoca.
3. Obligaciones individuales contraídas en cumplimiento de deberes legales de
inexcusable ejercicio comunes a ambos cónyuges (ley 54, párr. tercero)
La ley 54 dispensa un tratamiento especial a la responsabilidad contraída por
uno sólo de los cónyuges en el “cumplimiento de obligaciones legales de inexcusable
ejercicio, comunes a ambos” declarando que “responderán solidariamente los bienes
del cónyuge que contrajo la deuda y los de la sociedad conyugal, y subsidiariamente los
del otro cónyuge, sin perjuicio de los reembolsos que procedan”. Tratándose pues de
“obligaciones legales de inexcusable ejercicio comunes a ambos” la responsabilidad
patrimonial alcanza conjunta e indiferenciadamente –“solidariamente” dice el texto
legal– a los bienes privativos del deudor y a los de la sociedad conyugal. Así lo establecía también el último inciso de la ley 53 en la redacción de 1975. La única innova-
37. Cfr., en este mismo sentido, TORRALBA SORIANO, “Comentario al art. 1373”, Comentarios a las
reformas del Derecho de familia, Madrid, 1984, T. II, págs. 1743 y 1744.
38. El consentimiento no se presta “en la actuación del otro cónyuge” –porque le convertiría en actuación conjunta-, sino “a dicha actuación”, lo que presupone el carácter individual, tanto de la actuación,
como de la emisión de la voluntad del no actuante; TORRES LANA, José Angel, “Comentario al artículo
1367” en Código Civil ... cit., T. IV, pág. 952.
PONENCIAS
ción introducida por la reforma de 1987, con su traslado a la ley 54 y la exigencia de
que se trate de obligaciones legales “comunes a ambos cónyuges”, es la declaración de
la responsabilidad subsidiaria del patrimonio privativo del cónyuge no deudor (del que
no contrajo la obligación)39.
Para GARCÍA-GRANERO la expresión de la ley 54 –“obligaciones legales de inexcusable ejercicio comunes a ambos”– “debe ser entendida como comprensiva de todas
las obligaciones que, según detalla la ley 84, son de cargo y responsabilidad de la
sociedad de conquistas”40. No parece sin embargo que todas ellas tengan cabida en la
repetida dicción, si se tiene en cuenta que las “obligaciones legales de inexcusable ejercicio comunes a ambos cónyuges”, presuponen la existencia de un deber legal previo
de ineludible cumplimiento común a ambos cónyuges; y la mayor parte de los supuestos relacionados en la ley 84.1 como “carga y responsabilidad” de la sociedad de conquistas no derivan del cumplimiento de tales obligaciones sino del desarrollo de actuaciones, no debidas legalmente, pero sí realizadas en interés de la sociedad conyugal o
con provecho directo o indirecto para ella.
Aunque la ley 84.1-6) vuelve sobre las obligaciones de la ley 54 para calificarlas de
cargo y responsabilidad de la sociedad conyugal, es la declaración de responsabilidad subsidiaria de los bienes del cónyuge no deudor la que las dota de cierta singularidad frente a
las demás obligaciones individuales de cargo común que en la ley 84.1 se relacionan.
Entre las responsabilidades derivadas del cumplimiento de obligaciones legales
de inexcusable ejercicio comunes a ambos cónyuges se encuentran desde luego las asumidas para proveer a las necesidades ordinarias de la familia, la reunida en torno al
hogar común, en el ejercicio de la llamada “potestad doméstica”, que indistintamente
asiste a uno y otro cónyuge conforme al párrafo primero –antes segundo– de la ley 5441.
A los efectos de la responsabilidad, ha de estarse a la conexión aparente de la obligación contraida con las necesidades familiares a que alcanza aquella potestad, a reserva
de los oportunos reembolsos en la relación interna entre patrimonios42. La responsabilidad subsidiaria de los bienes del cónyuge no deudor por las obligaciones que el otro
contraiga “para atender a las necesidades ordinarias de la familia” aparece también
establecida en la ley 103 para el régimen de separación de bienes; resultando llamativa
en este contexto la solidaridad que el artículo 7 de la Ley Foral 6/2000, de 3 de julio,
asigna a la responsabilidad derivada “de las obligaciones contraídas por los gastos
necesarios para el mantenimiento de la casa y la atención de los hijos comunes” de los
miembros de la pareja estable43.
39. LACRUZ y RAMS se resisten a esta interpretación, considerando que pese a la literalidad del precepto,
la solución más acorde con el sistema general de la sociedad de conquistas es la responsabilidad solidaria de
la tres masas –la común, la privativa del deudor y la privativa del otro cónyuge- cuando del levantamiento
de las cargas familiares se trata, “La comunidad matrimonial de conquistas en Navarra”, en Revista Jurídica
de Navarra, cit., pág. 28.
40. GARCÍA-GRANERO, Juan, “Comentario a la ley 54”, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, dirigidos por Manuel Albaladejo, T. XXXVI, Vol. 1º, Leyes 42 a 81 de la Compilación o Fuero
Nuevo de Navarra, Madrid, 1990, pág. 177.
41. Más dudas ofrece la inclusión en este capítulo de las obligaciones contraídas para la atención de
necesidades extraordinarias aunque urgentes, embebidas en la norma relativa a la “potestad doméstica” de la
vigente ley 54. En rigor, de entre estas últimas, tan sólo habrán de entenderse incluidas en él las asumidas
en el efectivo cumplimiento de deberes legales de inexcusable ejercicio comunes a ambos esposos; lo que, a
diferencia de las ordinarias, no es a priori afirmable de todas ellas.
42. Como apunta MARTÍNEZ VAZQUEZ DE CASTRO, Luis, “la apariencia, pues, termina por legitimar al
cónyuge en beneficio de los terceros que en ella confían para actuaciones que comprometan los bienes
comunes. En las relaciones internas entre los cónyuges, el posible exceso en el ejercicio de la potestad
doméstica vendrá corregido con la obligación del correspondiente reembolso, Responsabilidad patrimonial
de la sociedad de gananciales, Madrid, 1995, pág. 37.
43. Para GAVIDIA SÁNCHEZ, Julio V., no es discriminatoria esta diferencia de trato, al no resultar tampoco
arbitraria, razonando que “si la unión puede ser disuelta en cualquier momento, tiene sentido reforzar la protección del acreedor, para compensar la mayor incertidumbre que para él supone esa libre ruptura…”, “Las
uniones libres en la Ley Foral Navarra de Parejas Estables”, Actualidad Civil, núm. 17 de 2001, pág. 622.
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Al capítulo de las obligaciones legales inexcusables comunes a ambos cónyuges
pertenecen las contraídas para el debido “sostenimiento de la familia, la alimentación y
educación de los hijos comunes”, impuesto a ambos progenitores por la ley 63-1),
sobre las que igualmente vuelve la ley 84.1-1) para declararlas de cargo y responsabilidad de la sociedad de conquistas. No parece en cambio que el sostenimiento de los
hijos de anterior matrimonio de uno de los cónyuges cuando no se hubiera hecho la
partición y entrega de la ley 105 deba en todo caso incluirse en este capítulo –el de la
ley 54, párrafo tercero-, pues el sostenimiento de tales hijos no es un deber legal común
a ambos cónyuges, sino personal de su progenitor, aunque a tenor de lo establecido en
esta última disposición, al no haber hecho éste la liquidación y entrega prevenidas en la
ley 105, el coste que genere haya de correr también a cargo de la nueva sociedad de
conquistas44.
Habrían de integrarse asimismo en este apartado las obligaciones contraídas en
el cumplimiento de los deberes de mutuo socorro entre cónyuges (arts. 67 y 68 CC).
En una interpretación sistemática de la ley 61, también habría de incluirse aquí
el afianzamiento por un solo cónyuge de deudas contraídas por un tercero en atenciones
legalmente debidas por los esposos, como la asumida por una persona ajena para sufragar los gastos médicos o los estudios de un hijo del matrimonio.
4. Obligaciones individuales declaradas de cargo de la sociedad conyugal de
conquistas (ley 84.1-1 a 7)
Responden directamente los bienes comunes del matrimonio, juntamente con
los bienes privativos del deudor45, de las obligaciones que, a pesar de haber sido contraídas por uno sólo de los cónyuges o ser exclusivamente imputables a él, declara la
ley 84.1 de cargo de la sociedad conyugal de conquistas, tomando en consideración la
necesidad familiar los motiva (núms. 1 y 6), la naturaleza común del patrimonio gestionado (núm. 2), la contribución de los bienes y actividades en que se contraen al lucro
del patrimonio común (núms. 3, 4, 5 y 7), y la realización en interés de la sociedad conyugal o con provecho para la familia de las actuaciones que las originan (núms. 5 y 7):
a) Obligaciones contraídas para atender al sostenimiento y demás necesidades
de la familia
Estas obligaciones, en cuanto se correspondan con deberes legales de inexcusable ejercicio comunes a ambos cónyuges, son incardinables en el capítulo anterior. Sin
embargo, no puede afirmarse con seguridad que todas las obligaciones comprendidas
en el párrafo primero de la ley 54 y en el numeral 1) de la ley 84.1 guarden aquella
correspondencia. Las asumidas por un cónyuge en la atención de ciertas necesidades
familiares extraordinarias no tienen por qué ser siempre manifestación de un deber
legal de inexcusable ejercicio común a ambos cónyuges y las contraídas por el cónyuge
que reiteró nupcias, sin la previa partición y entrega de bienes a que se refiere la ley
44. La constitución de esta carga es, con la participación en el tercio de las conquistas del nuevo matrimonio a que se refiere la ley 106, una consecuencia legal más anudada a la inobservancia de la medida
impuesta en la ley 105.
45. A juicio de LACRUZ y RAMS “en todos estos casos se obligan directamente y erga omnes los bienes
de la masa común y son responsables subsidiarios los privativos del cónyuge deudor”, “La comunidad
matrimonial de conquistas en Navarra”, en Revista Jurídica de Navarra, núm. 6, julio-diciembre 1988, vol.
II, cit., pág. 28.
No parece sin embargo que la subsidiariedad de la responsabilidad realizable en los bienes privativos
del obligado tenga un sólido soporte legal. El deudor responde siempre directamente con sus bienes propios
de las obligaciones contraídas. Si éstas son además de cargo de la sociedad conyugal la responsabilidad
afectará además también directamente a la masa común. En rigor, a los efectos de esta responsabilidad los
bienes comunes y los privativos del deudor integran frente al acreedor una masa patrimonial indiferenciada.
PONENCIAS
105, para el sostenimiento de sus hijos de su anterior matrimonio lo son en virtud de un
deber legal propio, aunque -como en el caso anterior– responsabilicen de sus resultas, a
virtud de lo dispuesto en la ley 84.1-1) y 6), el patrimonio consorcial.
b) Obligaciones contraídas en la gestión del patrimonio común
Estas obligaciones, como los gastos efectuados en su atención, son de cargo y
responsabilidad de la masa común gestionada. Y ello no sólo cuando han sido contraídas mediante una actuación conjunta de ambos cónyuges, sino también cuando lo han
sido por uno de ellos, en ejercicio de las facultades de administración conferidas al
mismo en capitulaciones matrimoniales u otra escritura pública, o en algunos de los
demás supuestos de legitimación individual que, como excepción a la cogestión del
patrimonio consorcial establece la ley 86 (cfr. núms. 1, 2 y 4).
La repercusión sobre el patrimonio común no se limita a los gastos ordinarios de
administración sino que comprende también los extraordinarios (ley 84.1-2), e incluso
alcanza a las obligaciones extracontractuales derivadas de la actuación desplegada –sin
dolo o culpa grave (cfr. ley 84.1-2 a sensu contrario)– en el ámbito de la administración de los bienes comunes, cuando se hubiere realizado “en interés de la sociedad de
conquistas o con beneficio para ella” (ley 84.1-7). Con tal alternativa quedan comprendidos no sólo los actos de los que se deriva un resultado favorable a la sociedad conyugal, sino también los emprendidos con el objetivo de su consecución, aunque éste no
resulte alcanzado.
La ley 84.1-5) también declara en todo caso de cargo y responsabilidad de la
sociedad de conquistas los gastos necesarios causados en litigios que ambos cónyuges
sostengan contra tercero, en el sobreentendido de que lo son en la defensa de los derechos e intereses comunes justificativos de su colegitimación; el mismo tratamiento dispensa la ley a los derivados de los litigios sostenidos por uno sólo, pero con la exigencia de que “redunden en provecho de la familia”, exigencia que pueden cumplir no sólo
los procesos entablados sobre bienes comunes, sino también los referidos a bienes propios o actividades personales que lucran el patrimonio común.
El interés, beneficio o provecho para la familia, que otrora fue en la jurisprudencia factor determinante de la consorcialidad de la deuda, es hoy presupuesto para la
calificación de la misma como carga común en las obligaciones extracontractuales de
un cónyuge y en los gastos procesales derivados de su actuación individual.
c) Obligaciones contraídas en la explotación de bienes privativos o el desarrollo
de actividades personales cuyos frutos nutren el patrimonio común.
En correspondencia al carácter consorcial de los frutos o rendimientos de los
bienes y actividades de que se trata, ya se consideren económicamente costes de su
producción o gravámenes de los frutos o beneficios producidos, se declaran de cargo y
responsabilidad de la sociedad de conquistas los gastos ordinarios de la administración
de los bienes privativos de los cónyuges (ley 84.1-3) y los de explotación regular de los
negocios o los ocasionados por el ejercicio de la profesión, arte u oficio de cada cónyuge (ley 84.1-4). También –como ya se ha anticipado– los gastos procesales necesarios
causados en litigios que uno sólo de los cónyuges sostenga y redunden en provecho de
la familia (ley 84.1-5, inciso final), aunque lo sea en relación a bienes privativos o actividades negociales, profesionales o industriales propias.
A diferencia de los gastos de administración de los bienes comunes, los causados en la gestión de los privativos tan sólo son carga y responsabilidad de la sociedad
conyugal en cuanto sean “ordinarios”, concepto que incluye los habituales gastos de
producción, conservación y disfrute, pero no los de transformación, reconstrucción y
aun reparación, cuando el coste de ésta rebase el comúnmente requerido para su normal
conservación.
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Paralelamente, de los gastos causados en desarrollo de los negocios privativos
sólo los generados en la “explotación regular”, esto es, los requeridos por su normal
funcionamiento, son de cargo y responsabilidad del consorcio conyugal. Este mismo
carácter corriente, ordinario o regular ha de exigirse a los gastos causados en el “ejercicio” de las actividades profesionales o industriales de un cónyuge para su imputación a
la sociedad de conquistas46, aunque el texto de la ley no lo establezca de manera tan
clara y explícita, como lo hace para los gastos negociales. Así lo entendió la sentencia
del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 26 de enero de 1991 (Ar. 9793), bien
que en interpretación del artículo 1362 del Código Civil, de dicción similar a la de la
norma foral comentada.
Volviendo en este capítulo al afianzamiento de que trata la ley 61, ha de señalarse también aquí que el prestado por uno sólo de los cónyuges a favor de terceros,
podría reputarse, no obstante lo dispuesto en aquélla, de cargo y responsabilidad de
la sociedad de conquistas, por mor de lo prevenido en la ley 84.1, cuando su mismo
otorgamiento resultase incardinable en alguno de los supuestos definidos en los
numerales 1) a 4) de la ley 84.1 del Fuero Nuevo, por haberse producido en la atención de una carga alimenticia consorcial, en la gestión ordinaria o extraordinaria de
los bienes comunes, en el marco de la ordinaria administración de los privativos, en
el desarrollo corriente de los negocios o actividades profesionales del fiador o por
exigencias de su regular explotación. Sería esta eventual subsunción, más que la abstracta consideración del interés familiar que hubiera podido mover, inspirar o impulsar a su otorgante, lo que podría determinar la calificación de la fianza como carga y
responsabilidad de la sociedad de conquistas. Y es que, si el beneficio o interés de la
familia constituyó en el Derecho anterior al Amejoramiento de 1975 un referente
válido para determinar la responsabilidad de la sociedad de conquistas por la fianza
prestada a favor de terceros por uno sólo de los cónyuges, con la redacción dada por
el Amejoramiento a las leyes 53 y 61, dejó de serlo; y actualmente, tras la reforma
del Fuero Nuevo de 1987, tal imputación habría de pasar por la subsunción de la
garantía o de la obligación garantizada en alguno de los supuestos relacionados en
los números 1) a 4) de la ley 84.1 en los que es el propio legislador quien ha contemplado el eventual beneficio familiar de las obligaciones contraídas en la definición o
tipificación de la carga47.
La posibilidad de esta subsunción no deja de mostrarse sin embargo en la realidad remota o excepcional. Sucede que en no pocos de estos supuestos lo cuestionable
es la condición de “tercero”, con respecto al garante y su consorte, del sujeto o patrimonio favorecido por la garantía.
46. “Ejercicio ordinario” equivale, en palabras de la sentencia del Tribunal Supremo de 27 marzo 1999
(Ar. 1867), al que es usual, repetido, acostumbrado, habitual, es decir, al que se presenta como común,
corriente y normal.
47. Refiriéndose a la reforma de la sociedad de gananciales por la Ley de 1981, señala GUILARTE GUTIERREZ que hoy “los criterios para lograr el endeudamiento provisional del consorcio son otros, produciéndose
una absoluta desvirtuación del sistema con la utilización del criticado criterio del interés familiar válido sólo
para el anterior derecho”, Gestión y responsabilidad..., cit., págs. 508 y 509. En el mismo sentido se expresa
la sentencia del Tribunal Supremo de 27 marzo 1999 (Ar. 1867) para la que la reforma legal de 1981 impuso
a la jusrisprudencia “superar el concepto de actuación en interés de la familia”, que califica de “extralegal”,
para justificar las disposiciones del marido comprometedoras de los bienes gananciales
En contra, GARCÍA-GRANERO mantiene que “siempre que se trate de fianza prestada a favor de terceros,
pero en garantía de obligaciones que pueden redundar en beneficio de la sociedad conyugal o que hubieren
sido contraídas en interés común de la familia, la consecuencias de tal fianza serán de cargo de la sociedad
de conquistas”, “Comentario a la ley 61”, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, cit., T.
XXXVI, Vol. 1º, pág. 241.
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5. Obligaciones extracontractuales de un cónyuge declaradas de responsabilidad de la sociedad conyugal aunque de cargo del obligado (ley 84.2, párr.
primero)
En garantía de los terceros perjudicados por la actuación de uno cualquiera de
los cónyuges, la ley no limita la responsabilidad de la sociedad de conquistas a las
obligaciones extracontractuales de su cargo -las derivadas de actuaciones realizadas en
su interés o con beneficio para ella en el ámbito de la administración de los bienes
comunes–, sino que la extiende a las que, por su origen –la administración de los bienes privativos– o su causa –dolo o culpa grave-, constituyen carga exclusiva del cónyuge obligado.
El hecho de que la obligación se produzca en la gestión de los bienes comunes o
en la de los privativos, como el que sea o no imputable a dolo o culpa grave del obligado, no tiene incidencia en la extensión de la responsabilidad, sino en la naturaleza de la
carga, en el sentido de que aquella podrá siempre hacerse efectiva directamente sobre el
patrimonio consorcial y el privativo del cónyuge obligado, aunque en la relación interna la obligación resulte ser exclusivamente de cargo de éste.
De tales obligaciones extracontractuales responden pues los bienes de conquistas
de forma, no ya subsidiaria, sino conjunta e indistinta con los bienes privativos del deudor. Satisfecha por la sociedad esta responsabilidad, nace para la masa común un crédito frente al obligado que, de no solventarse mediante el oportuno reembolso en el curso
de la vida matrimonial, conforme a le ley 88, habrá de incluirse en el activo de la sociedad a su liquidación (cfr. ley 89.2).
La ley 84.2 del Fuero Nuevo, como el artículo 1366 del Código Civil, se refiere
a las “obligaciones extracontractuales”. En esta categoría ha entendido sin embargo la
jurisprudencia subsumibles no sólo las derivadas del ilícito civil sino también las consecuencias civiles del delito o falta y las de la infracción tributaria, aunque no las multas y demás sanciones pecuniarias regidas por el principio de personalidad de la pena48.
6. Obligaciones individuales declaradas de cargo y responsabilidad exclusiva
del cónyuge deudor (ley 85-1, 2 y 4)
La ley 85 declara positivamente de cargo de cada cónyuge los gastos y obligaciones contraídas en cumplimiento de los deberes legales de alimentación y educación
de los hijos de uno de los cónyuges, sea de los no matrimoniales (núm. 2), sea de los
habidos en anteriores nupcias, cuando se hubiere hecho la partición y entrega de bienes
prevenida en la ley 105 (núm. 1), así como las deudas de juego satisfechas o susceptibles de reclamación (núm. 4). De estas obligaciones responde el deudor “con su patrimonio privativo y, si éste no fuera suficiente” con el de conquistas o –a petición del
otro cónyuge– tan sólo con la parte que en su liquidación haya de corresponderle (ley
85, último párrafo).
a) Gastos y obligaciones derivados del sostenimiento, alimentación y educación
de los hijos de uno de los cónyuges
En correspondencia con la previsión contenida en el apartado 1) de la ley 84, la
ley 85 declara de cargo exclusivo del progenitor los gastos y las obligaciones derivados
del sostenimiento, alimentación y educación de los hijos de su anterior matrimonio,
cuando se hubiere hecho la partición y entrega de los bienes, si procediere, conforme a
48. Cfr. sentencias del Tribunal Supremo de 4 marzo 1994 (Ar. 1652) y 25 septiembre 1999 (Ar. 7274),
para las consecuencias civiles del ilícito penal, y 19 febrero 1992 (Ar. 1320) y 18 marzo 1995 (Ar. 1963),
para las consecuentes a la infracción tributaria.
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la ley 105. La liquidación de que trata esta última ley no es sin embargo procedente en
los casos que enumera la ley 107 (sucesión universal de un cónyuge por otro e inexistencia de bienes apreciables en el matrimonio disuelto).
La ley no supedita la exigibilidad de la obligación alimenticia al sometimiento
de los hijos a la patria potestad del bínubo, ni a su convivencia con él, siendo bastante
al efecto que aquéllos se encuentren en situación legal de reclamar alimentos conforme
a lo dispuesto en los artículos 142 y siguientes del Código Civil.
El mismo tratamiento dispensa el apartado 2) de la misma ley a los gastos y obligaciones derivados de la alimentación y educación de los hijos no matrimoniales de
uno cualquiera de los cónyuges. A esta situación han de quedar asimilados los hijos
adoptados por un solo cónyuge, cuando no lo sean ya por naturaleza o adopción de su
consorte; siendo a los efectos que nos ocupan indiferente que la adopción haya tenido
lugar constante matrimonio y haya sido -como es preceptivo (art. 177.2-1º)– asentida
por el cónyuge del adoptante.
b) Deudas de juego satisfechas o susceptibles de reclamación
No obstante integrarse en las conquistas lo ganado en juego por cualquiera de
los cónyuges (ley 82-4), la ley 85, en contemplación a los efectos muy comúnmente
perniciosos del juego para la economía familiar, declara privativas del cónyuge que las
hubiera contraído las deudas de juego satisfechas o susceptibles de reclamación, atribuyendo tal carácter a “lo perdido y pagado en juego por cualquiera de los cónyuges, o lo
perdido y no pagado en los juegos en que la ley concede acción para reclamar lo que se
gane”:
– Las deudas de juego satisfechas. A diferencia del Código Civil, la ley no hace
salvedad alguna en consideración al importe moderado de la pérdida con arreglo al uso y circunstancias de la familia. A tenor de lo dispuesto en ella, cualquier deuda de juego habría de reputarse de cargo exclusivo del jugador,
naciendo para la sociedad de conquistas un crédito frente a él por las deudas
de tal naturaleza satisfechas con fondos comunes. Resultaría quizá exagerado
dispensar este tratamiento a las cantidades módicas regular y periódicamente
aplicadas a juegos o apuestas de amplia difusión que, respondiendo a una
generalizada práctica social, son de ordinario gastadas con el conocimiento y
la aquiescencia del consorte.
– Las deudas de juego susceptibles de reclamación. Conforme al artículo 1798
del Código Civil, la ley no concede acción para reclamar lo que se gana en un
juego de suerte, envite o azar; pero declara irrepetible lo pagado voluntariamente, a no ser que hubiese mediado dolo, o que el jugador fuera menor, o
estuviera inhabilitado para administrar sus bienes. La vigente normativa del
juego impone sin embargo una interpretación del precepto acorde a la nueva
realidad jurídica y social de esta actividad que ha conducido a la jurisprudencia a reputar exigibles las deudas originadas en juegos de suerte, envite o azar
declarados legales y, por ende, obligatorio su pago (SSTS 23 febrero 1988/Ar.
1988 y 30 enero 1995/Ar. 180).
7. Obligaciones individuales no declaradas legalmente de cargo y responsabilidad de la sociedad conyugal de conquistas (ley 85-3)
De estas obligaciones, como de las examinadas en el epígrafe anterior, también
responde el deudor “con su patrimonio privativo y, si éste no fuera suficiente” con el de
conquistas o –a petición del otro cónyuge– tan sólo con la parte que en su liquidación
haya de corresponderle (ley 85, último párrafo).
Integran este último bloque las deudas contraídas sin el consentimiento del otro
cónyuge por obligaciones no declaradas legalmente de cargo o responsabilidad de la
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sociedad conyugal. Y es que, tras las modificaciones introducidas en el Fuero Nuevo en
1975 y 1987, la responsabilidad derivada de las obligaciones contraídas por uno sólo de
los cónyuges no se presume ya consorcial, sino privativa suya. Su consorcialidad pasa
por la constatada o probada subsunción de la obligación asumida en alguno de los
supuestos legales desencadenantes de tal responsabilidad. Así lo declaró también el Tribunal Superior de Justicia de Navarra en sentencia de 26 de enero de 1991 (Ar. 9793).
No se muestra de este parecer GARCÍA-GRANERO, para quien en correspondencia
a la presunción legal favorable al carácter común de los bienes cuya pertenencia privativa no conste, contenida en la ley 82, debe paralelamente sostenerse la correlativa presunción “en orden a la imputación a la sociedad de conquistas de todas aquellas obligaciones que no aparezca acreditado son de cargo de los bienes privativos del marido o de
la mujer49”.
La cuestión relativa a la presunción de privatividad o consorcialidad pasiva de
las deudas individuales de un cónyuge ha sido ya ampliamente debatida en el ámbito de
la sociedad de gananciales. Sin desconocer la autoridad de las opiniones que han sustentado la segunda50, la generalidad de la doctrina científica51 y la Dirección de los
Registros y del Notariado52 se han decantado por la primera.
En lo que concierne a la sociedad de conquistas, la ausencia de una disposición
que, como para los bienes, presuma legalmente su consorcialidad; el principio de
cogestión de la ley 86; la regla latente en el párrafo segundo de la ley 54, y el tenor de
la norma contenida en la ley 85-3), abonan la tesis que se sostiene; tesis de la que
–como luego se verá– parte también la Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000 al regular
los aspectos procesales de la ejecución en bienes gananciales por deudas de un solo
cónyuge (art. 541.2).
Por exclusión de lo dispuesto en la ley 84.1, núms. 2) a 6), serán cargas privativas del cónyuge los gastos extraordinarios causados en la administración de sus bienes
propios; los que excedan de la explotación regular de sus negocios o se hallen desconectados del ejercicio de su profesión, arte u oficio, y los habidos en litigios sostenidos
en interés particular o sin provecho para la familia. A su vez, por exclusión de lo dispuesto en la ley 84.1, núm. 7) y aplicación de lo establecido en la misma ley 84.2, serán
cargas privativas las obligaciones extracontractuales derivadas de actuaciones realizadas en el ámbito de la administración de los bienes privativos o debidas a dolo o culpa
grave del cónyuge deudor.
De las deudas que un cónyuge contraiga “sin el consentimiento del otro” y “no
sean de cargo de la sociedad de conquistas conforme a las leyes 54 y 84”, con la salvedad de las extracontractuales mencionadas en la ley 84.2, responde –según se ha dicho–
49. “Comentario a la ley 85”, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, dirigidos por
Manuel Albaladejo, T. XXXVI, Vol. 2º, Leyes 82 a 147 de la Compilación o Fuero Nuevo de Navarra,
Madrid 1995, págs. 74 y 75.
50. Así DÍEZ-PICAZO y GULLON, Sistema de Derecho Civil. IV Derecho de Familia, Madrid 1990, pág.
189; ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, Curso de Derecho de Familia, T. I, Madrid 1988, pág. 258 y ECHEVARRÍA ECHEVARRÍA, “La ganancialidad pasiva”, en Revista de Derecho Notarial, núm. 117-118, págs. 20 y ss.
51. Cfr. DE LA CAMARA ÁLVAREZ, “La sociedad de gananciales y el Registro de la Propiedad”, cit., págs.
491 a 493; TORRALBA SORIANO, “Comentario al art. 1373”, Comentarios a las reformas del Derecho de
familia, cit., T. II, págs. 1742, 1750 y 1751; PEÑA BERNALDO DE QUIROS, “Comentario al artículo 1365” en
Comentario del Código Civil, T. II, Madrid, 1991, págs. 690 y 691; BELLO JANEIRO, La defensa frente a tercero de los intereses del cónyuge en la sociedad de gananciales, Barcelona 1993, págs. 456 y ss., y “Cauce
procesal para ejercitar el derecho de sustitución del artículo 1373 del Código Civil”, en LA LEY, 1993, pág.
876; GUILARTE GUTIERREZ, Gestión y responsabilidad de los bienes gananciales, cit., págs. 430 y ss. MARTÍNEZ VAZQUEZ DE CASTRO, Responsabilidad patrimonial de la sociedad de gananciales, cit., págs. 97 a 100.
52. Resoluciones de 24 septiembre y 6 noviembre 1987 (Ar. 6572 y 8732), 18 marzo 1988 (Ar. 2560), 4
junio y 18 julio 1991 (Ar. 4518 y 5444). También el Tribunal Supremo pereció inclinarse por la presunción
de privatividad en la sentencia de 3 junio 1988 (Ar. 4737).
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el deudor “con su patrimonio privativo, y si éste no fuera suficiente” con el de conquistas o -a solicitud del otro cónyuge– con la parte que en su liquidación haya de corresponder a aquél (ley 85.2).
Es a tales deudas a las que se refiere la ley 54.2 con su mención a “las obligaciones voluntariamente aceptadas” por “uno sólo de los cónyuges”. La responsabilidad
derivada de ellas -dice la ley– “afectará exclusivamente a los bienes privativos del obligado”; pero ello -se añade en el inciso final– “sin perjuicio de lo dispuesto en la ley
85”; lo que significa –debe repetirse– que, a falta o por insuficiencia de bienes privativos del deudor, dicha responsabilidad podrá hacerse también efectiva sobre el patrimonio común o la parte que en él corresponda al deudor.
Concurriendo idénticas premisas (que no hayan sido consentidas por el otro cónyuge y no constituyan una obligación de cargo de la sociedad conyugal), el mismo tratamiento ha de dispensarse a las “garantías, prestadas a favor de terceros por uno sólo
de los cónyuges” de que trata la ley 61.2, pues, aunque la norma no contenga una remisión explícita a la ley 85, cuando establece -en evidente paralelismo con la ley 54.2–
que, “afectarán exclusivamente a los bienes privativos de éste”, no puede dejar de reputarse asimismo sobreentendida en ella, según se ha dicho ya antes.
E) La defensa de los derechos e intereses consorciales del cónyuge no deudor
Como resulta de la conjugación de las leyes 53 y 84.1-5), en Derecho civil navarro es también afirmable, como en el general (art. 1385.2 CC), la legitimación de cualquiera de los cónyuges para ejercitar, procesal o extraprocesalmente, en defensa e
interés de la sociedad conyugal, las acciones que le asistan. Esta legitimación activa,
indistinta o solidaria, no lleva sin embargo aparejada en los mismos términos la pasiva,
de suerte que el actor pueda a su libre arbitrio dirigir contra uno cualquiera de ellos las
acciones que por afectar a ambos deban dirigirse conjuntamente contra los dos (cfr.
STS 13 julio 1995/Ar. 1881).
La jurisprudencia del Tribunal Supremo, bien que en aplicación del Código
Civil, ha venido declarando la existencia de un litisconsorcio pasivo entre cónyuges a)
cuando se promueven acciones reales contradictorias, protectoras o limitativas del
dominio de bienes de naturaleza consorcial; b) cuando las acciones se dirijan a obtener
la efectividad de un acto de disposición de bienes de tal naturaleza sujeto al consentimiento de ambos esposos; y c) cuando las acciones tienen por objeto la eficacia o ineficacia de una relación negocial concluida con la intervención directa o indirecta, pero
constatada, de los dos cónyuges (SSTS 23 febrero 1994/Ar. 1256 y 15 febrero 1999/Ar.
1238).
La responsabilidad de la sociedad de conquistas no ha sido en cambio considerada por la doctrina y la jurisprudencia factor por sí solo determinante del litisconsorcio
pasivo necesario de ambos cónyuges en las reclamaciones judiciales dirigidas a la consecución de su efectividad53.
En los casos de responsabilidad consorcial derivada de obligaciones contraídas
conjuntamente por los dos cónyuges, la realización de aquella responsabilidad sobre el
patrimonio de conquistas requiere desde luego que la demanda sea dirigida contra
ambos.
En cambio, en los casos de responsabilidad consorcial derivada de actos de
uno sólo de los cónyuges, la reclamación y eventual ejecución sobre la masa común
53. Cfr. GUILARTE GUTIERREZ, Vicente, Defensa de los bienes y derechos gananciales y litisconsorcio
pasivo necesario, Madrid, 1994.
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de las obligaciones contraídas, en ejercicio del poder individual que convencional o
legalmente le corresponde, no precisa la demanda de ambos esposos, quedando regularmente constituida la litis con la sola citación a juicio del cónyuge deudor. Y es
que, como advirtieron las resoluciones de la Dirección General de los Registros y del
Notariado de 28 de marzo y 15 de abril de 1983 (Ar. 1662 y 2266), sobre el texto
reglamentario entonces en vigor, la exigencia de demanda conjunta a ambos cónyuges no guardaría armonía con el carácter individual de la calidad de deudor, cualesquiera que fueran las masas patrimoniales que tal actuación individual hubiera podido sujetar a responsabilidad, ya que cuando la Ley establece que uno de los cónyuges
como órgano social puede obligar los bienes consorciales hay que entender este mandato legal hasta sus últimas consecuencias, sin que pueda atribuirse al acreedor la
carga de tener que demandar a los dos cónyuges cuando únicamente ha contratado
con uno solo de ellos, así como tampoco obligar al cónyuge no deudor a que sea
parte en el proceso, cuando, aunque se vea afectado, no está obligado ni directamente
ni como fiador. El Tribunal Supremo ha corroborado esta doctrina declarando en
tales casos regularmente constituida la litis con el sólo llamamiento a juicio del cónyuge deudor (ss. 13 abril y 16 junio 1989/Ar. 3049 y 4691 y 27 noviembre 1990/Ar.
9056).
Pudiendo sustanciarse procesalmente la responsabilidad consorcial con la
sola citación a juicio del cónyuge deudor, ha venido resultando especialmente problemática la defensa de los derechos e intereses consorciales del cónyuge no deudor
frente a las ejecuciones instadas o seguidas contra bienes de conquista por obligaciones individuales de las que está llamado a responder el deudor con su patrimonio
privativo. En la fase declarativa del proceso ordinario el cónyuge del deudor no
podía comparecer en defensa de sus intereses en la sociedad conyugal: de una parte,
porque, al no haber sido demandado y no ser necesario su concurso en el proceso, le
estaba vedado su personamiento en él; de otra, porque, de no haberse trabado
embargo sobre bienes comunes, la realización en ellos de la obligación litigiosa no
dejaba de constituir en esa fase una mera eventualidad. En el juicio ejecutivo tampoco podía el cónyuge del deudor oponerse a la ejecución despachada sobre los bienes
comunes embargados: de una parte, porque, al no figurar en el título ejecutivo como
deudor, no podía ser citado de remate y personarse en autos como tal; de otra, porque la calificación de la responsabilidad contraída por el deudor como privativa o
consorcial rebasaba el ámbito de las cuestiones revisables en la limitada cognición
de aquel proceso sumario.
La reforma de la Ley Foral 5/1987, incorporó a la ley 85 un último párrafo que,
reproduciendo en lo sustancial la norma que la Ley 11/1981, de 13 de mayo, había
introducido en el artículo 1373 del Código Civil, tras disponer que “cada cónyuge responderá de sus deudas propias con su patrimonio privativo”, agregó que “si éste no
fuere suficiente el acreedor podrá pedir el embargo de bienes de conquista, que será
inmediatamente notificado al otro cónyuge”, para finalizar estableciendo que “el cónyuge no deudor podrá exigir, dentro de los nueve días siguientes a la notificación, que
en el embargo los bienes comunes sean sustituidos por la parte que al cónyuge deudor
corresponda en la sociedad de conquistas, en cuyo caso el embargo llevará consigo la
disolución y liquidación de ésta...”.
Sucede que tanto la ley 85, como el citado artículo 1373, presuponen en su aplicación que la deuda porque se procede es privativa y no consorcial54, y que el embargo
54. En relación al artículo 1373 del Código Civil, así lo había declarado expresamente la sentencia del
Tribunal Supremo de 22 diciembre 1995 (Ar. 9432), y de forma tácita las sentencias de 19 julio 1989 (Ar.
5727) y 2 julio 1990 (Ar. 5725), habiéndolo corroborado más tarde la sentencia del mismo Tribunal de 12
enero 1999 (Ar. 35).
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se ha trabado sobre los bienes comunes ante la carencia o insuficiencia de los privativos
del deudor, en ejecución de la responsabilidad subsidiaria de las conquistas o los
gananciales que dichos preceptos respectivamente proclaman.
Por el contrario, ante un embargo trabado en ejecución de una responsabilidad
directa de la sociedad de conquistas por una deuda que el acreedor reputa consorcial,
el cónyuge no deudor no puede hacer uso de la facultad establecida en los repetidos
preceptos legales, por lo que, en defensa de sus intereses en la sociedad de conquistas o gananciales, se verá precisado a combatir la pretendida o supuesta naturaleza
consorcial de la deuda y la consiguiente responsabilidad directa por que se procede55.
La vieja Ley de Enjuiciamiento Civil no arbitraba ningún cauce específico para
hacer valer tal oposición, como tampoco lo articulaba para el ejercicio de los derechos
atribuidos al no deudor por el artículo 1373 del Código Civil y el último párrafo de la
ley 85 del Fuero Nuevo. Ante esta laguna procesal, las opiniones se mostraban divididas y, frente a la tesis favorable a la sustanciación de estas cuestiones por los trámites
de la tercería de dominio56, otras defendieron su depuración en un incidente de “oposición a la ejecución”57 o también en un genérico “incidente de previo y especial pronunciamiento”58.
En aplicación de la normativa introducida por el Amejoramiento del Fuero de
1975 la jurisprudencia territorial Navarra y aun la del Tribunal Supremo y Tribunal
Superior de Justicia de Navarra de Navarra abordaba el fondo de la pretensión deducida
en la demanda interpuesta por el cónyuge no deudor sin hacer cuestión de la adecuación de la tercería de dominio para la defensa de la inmunidad del patrimonio de conquistas frente a las responsabilidades privativas del deudor59.
La sentencia del Tribunal Supremo de 29 de diciembre de 1993 (Ar. 10162),
haciendo extensiva a la sociedad navarra de conquistas la doctrina acuñada para la de
gananciales, negó sin embargo legitimación al cónyuge no deudor para promover ter-
55. Como advierte CARRASCO PERERA, Angel, en relación al artículo 1373, con reflexiones perfectamente trasladables a la ley 85, el precepto parte de la ingenua creencia de que en un instante anterior al
embargo ya ha sido determinado el carácter privativo de la deuda por la que se embarga. El cónyuge notificado de un embargo por una deuda pretendidamente consorcial no estará sin más en el supuesto del art.
1373, sino que previamente tendrá que haber combatido de otra manera la pretendida naturaleza consorcial de la deuda para poder hacer uso de la facultad que el referido precepto le reconoce. “Comentario a
la sentencia del Tribunal Supremo de 26 septiembre 1986”, Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil,
núm 12, pág. 4015.
56. Cfr. LACRUZ y RAMS, “La comunidad matrimonial de conquistas en Navarra”, en Revista Jurídica de
Navarra, cit., pág. 31; DELGADO ECHEVERRIA, “Comentario a la STS de 2 de julio de 1984”, en Cuadernos
Civitas de Jurisprudencia Civil, núm. 6, 1984, págs. 1935 y ss.; DE LOS MOZOS, “Comentario a los artículos
1373 y 1374”, en Comentarios al Código Civil..., T. XVIII, cit., pág. 332; REBOLLEDO VARELA, “Deuda y
responsabilidad en la sociedad de gananciales”, en LA LEY, cit., pág. 602. También BELLO JANEIRO, La
defensa frente a tercero de los intereses del cónyuge..., cit., págs. 543 y ss, y “Cauce procesal para ejercitar…”, LA LEY, cit., págs. 875 y ss,.
57. FERNÁNDEZ LOPEZ, Miguel Angel, La tercería de dominio, Madrid, 1980, págs. 217 a 222 y 284 a
289; RIFA SOLER, José María, La anotación preventiva de embargo, Madrid, 1983, págs. 388 y 389 y
CARRASCO PERERA, Angel, “Comentario a la sentencia del Tribunal Supremo de 26 septiembre 1986”, cit,
pág. 4012.
58. Se inclinaron por esta fórmula RAGEL SÁNCHEZ, Ejecución sobre bienes gananciales por deuda de
un cónyuge, Madrid, 1987, pág. 210; PALOMAR CHALVER, Gema, “El artículo 1373 del Código Civil y los
posibles cauces procesales para el ejercicio de la facultad conferida por el mismo”, en Ejecución de sentencias civiles, Cuadernos de Derecho Judicial X, Madrid 1992, págs. 157 y 158. y MEDRANO SÁNCHEZ, Juan
Ignacio, “La responsabilidad del patrimonio común por deudas (aparentemente) privativas...”, cit., págs. 21
y 22.
59. Cfr. sentencias de la Audiencia Territorial de Pamplona de 25 febrero 1984 (Jurisprudencia Civil de
Navarra, cit. T. III, núm. 1027), de la Audiencia Provincial de Navarra de 22 junio 1990 (Revista Jurídica de
Navarra nº 10, julio-diciembre 1990, núm. 8) y 10 octubre 1994 (Revista Jurídica de Navarra nº 19, enerojunio 1995, núm. 18), del Tribunal Supremo de 16 febrero 1987 (Ar. 698) y del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 26 enero 1991 (Ar. 9793) y 13 diciembre 1993 (Ar. 10096).
PONENCIAS
cería de dominio en defensa de los bienes de conquistas por deudas de su consorte60. Su
doctrina fue seguida, con el voto particular discrepante de dos de sus componentes, por
la sentencia mayoritaria del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 12 de junio de
1995 (Ar. 5185) que, sobre reiterar aquella falta de legitimación activa para la tercería
de dominio, remitió al cónyuge no deudor a lo dispuesto en esta ley 85 para la defensa
de sus derechos en las conquistas del matrimonio frente al embargo trabado en ejecución de una deuda individual de su consorte, instando, si a su derecho conviniera, la
previa excusión de los bienes privativos del deudor o la sustitución de la traba por la
parte que a éste correspondiera en la sociedad61.
La remisión a lo dispuesto en esta ley planteaba sin embargo un doble problema que el curso de la ejecución no tardó en poner de manifiesto. Uno, ya antes señalado, era que la normativa contenida en el último párrafo de la ley 85 tan sólo era
aplicable a los casos de responsabilidad exclusiva o privativa de un cónyuge, por lo
que no podía serle impuesta al acreedor que instaba la ejecución en virtud de una responsabilidad pretendidamente directa de la sociedad de conquistas. El otro, ya advertido con relación al concordante artículo 1373 del Código Civil, consistía en la falta
de desarrollo procesal de los recursos puestos a disposición del cónyuge no deudor
por el repetido párrafo final de la ley 85 en defensa de sus intereses consorciales
frente a una ejecución seguida sobre bienes de conquista por una responsabilidad privativa del deudor y sólo subsidiaria del patrimonio común. Y en efecto, una nueva
incidencia en esa misma ejecución devolvió el conocimiento de las actuaciones al
Tribunal Superior, ante la divergencia surgida entre el acreedor ejecutante y el cónyuge del deudor ejecutado acerca del carácter consorcial o privativo de la responsabilidad por que se procedía y la indeterminación procesal del cauce adecuado para su
resolución.
Desautorizado ya por la sentencia de 12 de junio de 1995 el recurso a la tercería
de dominio, el Tribunal terminó por declarar adecuado para dilucidar el alcance de la
responsabilidad contraída por actos de un cónyuge el planteamiento de un incidente de
60. La sentencia, tras señalar que el piso embargado no fue adquirido por el esposo en provecho propio
sino para la sociedad de conquistas, y recordar la naturaleza jurídica comunitaria de aquella institución,
declara “la improcedencia de atribuir a la esposa la propiedad exclusiva de la mitad de la casa en cuestión,
con la consecuencia de faltarle a ella la titularidad dominical en que se apoya para pedir, en vía de tercería,
el alzamiento de la traba que sobre aquel inmueble pesa, al negarle la condición de tercero que inequívocamente debe quedar acreditada”.
61. Se trataba de la ejecución seguida sobre bienes de conquista por la deuda reconocida por el marido a un socio suyo, de resultas de la venta de su participación en el negocio de cría de cerdos que explotaban en común. La sentencia de instancia había estimado la demanda de tercería interpuesta por la esposa. La del Tribunal Superior de Justicia casa la sentencia recurrida y desestima la demanda, apelando a la
jurisprudencia del Tribunal Supremo que, prácticamente sin excepciones para la sociedad de gananciales
y en la sentencia de 29 diciembre 1993 (Ar. 10162) también para la de conquistas, mantiene la falta de
legitimación del cónyuge no deudor para ejercitar la acción de tercería de dominio en defensa de los bienes consorciales cuando la ejecución se sigue por deudas propias de su consorte, argumentando que
durante el matrimonio el consorcio no da nacimiento a una forma de copropiedad de las contempladas en
los artículos 392 y siguientes del Código Civil, ni atribuye a la mujer, viviendo el marido, la propiedad de
la mitad de los gananciales, porque, para saber si éstos existen o no, es precisa la previa liquidación, no
teniendo hasta entonces la mujer más que un derecho expectante que no le legitima para entablar la tercería de dominio; para terminar señalando que cuando se embargan bienes que reúnen la condición de
conquistados por deudas contraídas por un cónyuge, su consorte tiene ya a su alcance los mecanismos
establecidos en el último párrafo de la ley 85 del Fuero Nuevo o, en el artículo 1373 del Código Civil, si
este no fuera aplicable por serlo el Derecho anterior a la Ley Foral 5/1987. Un amplio comentario de esta
sentencia puede leerse en OCAÑA RODRÍGUEZ, Antonio, Deudas y sociedad de gananciales, Madrid, 1997,
2ª edición, págs. 172 y ss.
El Tribunal Supremo se remite a esta sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 1995 en
la suya de 8 febrero 2001 (Ar. 1167), referida asimismo a la sociedad de conquistas, en procedimiento promovido fuera de la Comunidad Foral de Navarra.
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previo y especial pronunciamiento con efectos suspensivos de la ejecución en su sentencia de 10 de mayo de 1997 (Ar. 4467)62.
Esta indeterminación procedimental no era sin embargo la única cuestión procesal que la vigente normativa civil suscitaba. Se ha dicho ya que el recurso a la ley 85
descansa sobre el presupuesto de que la ejecución seguida sobre bienes de conquista lo
es por deudas de un cónyuge a virtud de una responsabilidad exclusiva suya y por tanto
subsidiaria y no directa de la sociedad conyugal. Pero, tratándose de deudas individuales, no siempre es fácil determinar a priori si la responsabilidad derivada de ellas es
consorcial o exclusiva del deudor, pues se trata de una característica que, como la naturaleza de la carga que representan, pocas veces aparece declarada o resulta del propio
título constitutivo de la obligación. Ante esta incertidumbre, y al hilo de la controversia
acerca de si en las obligaciones individuales de un cónyuge debía presumirse la consorcialidad o la privatividad de la responsabilidad contraída, fue objeto de polémica si
correspondía al acreedor demostrar la consorcialidad de la responsabilidad contraida
por el deudor o incumbía al cónyuge de éste probar su privatividad.
V. LA EJECUCIÓN EN BIENES CONSORCIALES TRAS LA ENTRADA EN
VIGOR DE LA LEY 1/2000 DE ENJUICIAMIENTO CIVIL
Se ha anticipado ya que una interpretación conjunta y sistemática de las normas
de la Compilación abonaba la presunción de privatividad de la responsabilidad derivada
de obligaciones contraídas por un solo cónyuge. A la presunción de consorcialidad
activa del penúltimo párrafo de la ley 82 no se corresponde la pasiva, desde el momento
en que constituyen carga privativa del cónyuge deudor las obligaciones individuales
que, con arreglo a lo dispuesto en las leyes 54 y 84, no sean de cargo de la sociedad de
conquistas (ley 85-3). Pues bien, la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil parte de esta
misma premisa en el artículo 542, que dedica a la “ejecución en bienes gananciales”, al
señalar que cuando la oposición del cónyuge no deudor se funde en que estos bienes no
deben responder de la deuda por la que se haya despachado ejecución “corresponderá
al acreedor probar la responsabilidad de los bienes gananciales” (ap.2).
La Ley 1/2000 no se ha limitado a complementar y desarrollar en sus aspectos
procesales las previsiones del artículo 1373 del Código Civil y de la ley 85 del Fuero
Nuevo –como de otras disposiciones civiles autonómicas– en relación a la responsabilidad subsidiaria de los bienes consorciales por deudas de un cónyuge, sino que ha articulado también los mecanismos de defensa del cónyuge no deudor frente a una ejecución seguida contra bienes comunes por deudas de su consorte a virtud de una
responsabilidad pretendidamente directa de la sociedad conyugal63.
62. Cfr. OCAÑA RODRÍGUEZ, Antonio, “Una sentencia interesante: la del Tribunal Superior de Justicia de
Navarra de 10 de mayo de 1997”, en Abogados de Familia, Actualidad-La Ley, 24 octubre 1997, págs. 5 a
7; también RUBIO TORRANO, Enrique, “Sobre el art. 1373 del Código Civil (STSJ de Navarra de 10 mayo
1997 y STS de 12 enero 1999)”, en Aranzadi Civil, 1998, núm. 21, Portada.
La sentencia, tras analizar distintas vías procesales alternativas de la tercería ya rechazada –comparecencia, incidente de oposición a la ejecución e incidente de previo y especial pronunciamiento–, se inclina
por esta última fórmula no sin advertir que cualquiera de ellas podía completar o satisfacer la ley 85 FN,
siempre que la petición del cónyuge no deudor fuera sometida a la contradicción de los demás interesados
–definidamente, el cónyuge deudor y el acreedor ejecutante–, y con la posibilidad de abrir un período probatorio, a fin de debatir el carácter de la deuda si es que no venía calificada con anterioridad, insistiendo en
que la ley 85 FN exige como presupuesto ineludible la existencia de una obligación privativa.
Esta ejecución volvió a ser objeto de revisión en casación, aunque esta vez limitada a los aspectos de
fondo, en la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 19 octubre 2000 (Ar. 1850 de 2001).
63. La Ley no contempla en cambio el posible conflicto de intereses entre los cónyuges y en consecuencia no aborda la eventual defensa por el cónyuge deudor de la responsabilidad consorcial directa contraída.
Sobre la cuestión, cfr. GUILARTE GUTIERREZ, Vicente, “Comentario al artículo 541”, en Comentarios a la
Ley de Enjuiciamiento Civil, Lex Nova, T. III, Valladolid, 2000, págs. 2589 y 2590.
PONENCIAS
La Ley hace suya la doctrina que consideraba innecesaria la citación a juicio, en
litisconsorcio pasivo, de los dos cónyuges para poder proceder contra sus bienes comunes, reiterando que aun cuando de la deuda de un cónyuge deba responder (directamente) la sociedad de gananciales “la demanda ejecutiva podrá dirigirse únicamente contra
el cónyuge deudor” (art. 541.2).
La específica defensa procesal de los derechos e intereses del cónyuge no deudor, tanto en los casos de responsabilidad directa, como en los de responsabilidad subsidiaria, de los bienes consorciales, tiene en la nueva Ley un punto de arranque común:
la notificación del embargo de los bienes comunes al cónyuge no deudor (art. 541.2 y
3: “el embargo de bienes gananciales habrá de notificarse al otro cónyuge”). Aunque la
Ley no lo dice y tampoco incluye esta mención en el artículo 549, parece que el ejecutante deberá manifestar en la demanda ejecutiva si la ejecución instada en bienes consorciales lo es en virtud de una responsabilidad directa o subsidiaria del patrimonio
conyugal, especialmente cuando esta circunstancia no se desprenda palmaria e indubitadamente del propio título ejecutivo. Caso de no contener tal indicación y no resultar
ésta del título, la presunción de privatividad de las obligaciones individuales debe conducir a reputar actuada la segunda.
A partir de la notificación del embargo el cauce procesal de defensa de los derechos e intereses del cónyuge del deudor se diversifica así64:
A) Ejecución sobre bienes comunes por una responsabilidad directa de la sociedad
conyugal
Con la notificación del embargo, la Ley ordena dar al cónyuge del deudor traslado de la demanda ejecutiva y del auto por el que se despacha ejecución “a fin de que,
dentro del plazo ordinario, pueda oponerse a la ejecución” (art. 541.2). Este plazo es el
de “los diez días siguientes a la notificación del auto...” en que también el ejecutado ha
de formular la oposición (arts. 556.1 y 557.1). La del cónyuge no deudor “podrá fundarse en las mismas causas que corresponden al ejecutado y, además, en que los bienes
gananciales no deben responder de la deuda por la que se haya despachado la ejecución” (art. 541.2). El cónyuge no deudor tiene así reconocida en la ejecución una posición similar a la que corresponde al ejecutado. Lo corrobora el artículo 541.4 que,
otorgándole el status de parte en la ejecución, le legitima para “interponer los recursos
y usar de los medios de impugnación de que dispone el ejecutado para la defensa de los
intereses de la comunidad de gananciales”.
A los motivos ordinarios de oposición a la ejecución, que son los del artículo
556 (pago y transacción) cuando el título ejecutivo fuera una resolución judicial o arbitral, o una transacción o acuerdo aprobado judicialmente; los del artículo 557 (pago,
compensación, pluspetición, prescripción y caducidad, quita, espera o pacto de no pedir
y transacción), cuando fuera de otra naturaleza el título de ejecución, la Ley agrega la
privatividad de la responsabilidad patrimonial actuada, y los procesales del artículo
559, en todo caso.
64. La regulación de estos dos cauces específicos para la defensa procesal de los derechos de cónyuge
no deudor no excluye el recurso a la tercería de dominio (arts. 595 y ss), que sigue siendo adecuada cuando
se hubieran embargado bienes de conquista por deudas de un tercero contra el que se hubiera despachado la
ejecución como pertenecientes al mismo y cuando en ejecución de una responsabilidad exclusiva del cónyuge deudor se hubieran embargado bienes propios de su consorte o incluso bienes comunes creyéndolos privativos del ejecutado. Como dice FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Angel, “el error en cuanto a la titularidad
cometido por el Juez –y probablemente inducido por el ejecutante- es la diferencia específica que separa la
tercería de dominio de los demás medios de impugnación de la actividad ejecutiva ilícita o indebida”,
“Comentario al artículo 595”, en Comentarios a la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, T. III, Madrid, 2001,
Ed. Iurgium, pág. 2872.
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Como antes se ha indicado, la Ley pone a cargo del acreedor la prueba de su
consorcialidad, cuando ésta es negada por el cónyuge del deudor. A éste le basta con
oponerse a la ejecución seguida sobre bienes de conquista, alegando que no responden
de la deuda individual porque se procede. Ello es conforme con la corriente doctrinal
ya antes reflejada que, admitiendo que la actuación individual de un cónyuge puede
comprometer no sólo su patrimonio personal, sino también el consorcial, se decantaba
por la presunción de privatividad de las deudas individuales, rehusando la llamada
“presunción de ganancialidad pasiva” para la que las deudas de un cónyuge debían
además presumirse deudas de la sociedad. El debate y la prueba que en el proceso
declarativo hubieran podido producirse sobre el alcance de la responsabilidad contraída
por el cónyuge deudor, sin audiencia de su consorte, no deben impedir el replanteamiento a su instancia de la cuestión en esta fase de ejecución, pues sólo el debate sustanciado con su concurso puede fijarla con carácter definitivo e inalterable65.
Si el acreedor ejecutante no llega a acreditar el carácter consorcial de la responsabilidad contraída por el cónyuge deudor, la ejecución ha de seguirse con arreglo a lo
dispuesto para la privativa en el último párrafo de la ley 85 y en el apartado 3 del citado
artículo 541 de la Ley procesal civil.
B) Ejecución sobre bienes comunes por una responsabilidad subsidiaria de la sociedad conyugal
Como antes se ha apuntado, al carecer la sociedad conyugal de personalidad
jurídica propia, los bienes de conquistas no dejan de ser bienes de los propios cónyuges, afectos a la responsabilidad patrimonial universal de cada uno de ellos (art. 1911
CC), cuando menos en la parte que a su liquidación venga a corresponderles. La responsabilidad patrimonial del deudor alcanza a ambas, aunque, en virtud de lo dispuesto
en el último párrafo de la ley 85, haya de realizarse prioritariamente sobre la primera y,
a instancia del cónyuge no deudor, sólo limitadamente, en la medida de su participación en ella, pueda serlo sobre la segunda.
La citada disposición compagina y armoniza los intereses del acreedor privativo
y los del cónyuge no deudor (RDGRN 13 febrero 1999/Ar. 628), pero en todo caso
sobre el presupuesto o la premisa de que la responsabilidad por que se procede es privativa y no consorcial. Tal es el sentido del enunciado que encabeza el último párrafo
de la ley 85: “cada cónyuge responderá de sus deudas propias...”. La definitiva o pacífica calificación de la responsabilidad contraída como privativa o exclusiva del cónyuge
deudor representa en definitiva un prius para la aplicación de la norma.
Instada directamente la ejecución por una responsabilidad privativa del deudor o
declarada en el incidente de oposición a la ejecución tal privatividad, devienen sin más
de aplicación las previsiones contenidas en el último párrafo de la ley 85. En defensa
de los intereses familiares y del cónyuge no deudor, esta disposición declara prioritaria
la ejecución sobre los bienes privativos del deudor, atribuyendo carácter subsidiario al
seguimiento de la misma sobre los bienes de conquista, al establecer que “cada cónyuge responderá de sus deudas propias con su patrimonio privativo, y si éste no fuere suficiente el acreedor podrá pedir el embargo de bienes de conquista”. No obstante el
carácter subsidiario de esta traba, no es exigible del acreedor una exhaustiva investiga-
65. Para CORDÓN MORENO, Faustino, “resulta extraño que, probada esta responsabilidad directa de los
bienes gananciales en el proceso de declaración seguido sólo con un cónyuge, pueda el otro, en sede de ejecución, fundar su oposición en la falta de responsabilidad de los mismos. Ciertamente puede sostenerse que
se trata de un mecanismo de defensa del cónyuge que no fue demandado, pero cabría preguntarse si no
hubiera sido más correcto imponer en estos casos el litisconsorcio necesario y dejar esta cuestión resuelta en
el proceso de declaración”, “Comentario al artículo 541” en Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil,
Vol. II, Elcano, 2001, Ed. Aranzadi, pág. 142.
PONENCIAS
ción de los bienes privativos del deudor, ni la aportación de una prueba concluyente de
su inexistencia o insuficiencia, resultando en principio bastante la alegación de su ignorada existencia y suficiencia66. Debe quedar en cualquier caso claro que el embargo
solicitado sobre bienes de conquista ha de serlo, por una responsabilidad privativa del
cónyuge deudor, ante la falta o la insuficiencia de bienes propios conocidos de éste en
que hacerla efectiva.
A la subsidiariedad de la responsabilidad de las conquistas en estos casos no se
opone el simultáneo embargo de bienes privativos y consorciales cuando los primeros
constituyen todo el patrimonio personal conocido del deudor y su valor no llega a
cubrir en una razonable estimación el crédito del ejecutante67.
No obstante el carácter privativo de la responsabilidad por la que se procede
contra el patrimonio consorcial, el embargo sobre los bienes comunes podrá alcanzar a
cuantos resulten necesarios para cubrir la cantidad por la que se haya despachado ejecución, aunque su valor sobrepase la mitad del valor de liquidación de la masa común,
al no derivarse de la ley 85 límite alguno en tal sentido68. La traba ha de recaer en todo
caso sobre bienes determinados y no sobre la cuota que al deudor corresponda en la
liquidación de la sociedad conyugal. Es el cónyuge del deudor quien, en ejercicio de
los derechos que la ley 85 le confiere, puede –como se verá– pedir la sustitución de
aquellos bienes por la parte que al deudor corresponda en la sociedad.
Seguida así la ejecución sobre bienes comunes concretos, a falta o por insuficiencia
de bienes propios del deudor, a virtud de una responsabilidad exclusiva suya, el embargo
trabado deberá ser –en palabras de la ley 85– “inmediatamente notificado al otro cónyuge”. Esta notificación, que concuerda con la requerida asimismo por el artículo 541 de la
Ley procesal de 2000, habrá de practicarse en todo caso; se trata de una exigencia imperativa, impuesta en interés del cónyuge no deudor, que los tribunales han de observar de oficio, como presupuesto para proseguir la ejecución despachada. La notificación deberá llevar a conocimiento de su destinatario la identidad del bien común embargado y la esencial
indicación de que lo ha sido, ante la ignorada existencia o la insuficiencia de otros bienes
propios del deudor, a virtud de una responsabilidad privativa de éste. La Ley no exige que
la notificación haya de entenderse personalmente con el cónyuge destinatario, por lo que
será válida la realizada en la forma establecida en el artículo 161.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil; sin embargo el posible conflicto de intereses entre los cónyuges aconsejará la
adopción judicial de las máximas cautelas a fin de asegurar la efectividad del conocimiento que se pretende trasladar al interesado69.
66. La doctrina dominante se inclina en la interpretación del art. 1373 del CC por esta exégesis. Cfr.
GIMÉNEZ DUART, “Cargas y obligaciones del matrimonio”, en Revista de Derecho Privado, 1982, pags. 552
y 553; DE LA CAMARA ÁLVAREZ, “La sociedad de gananciales...”, cit., pág. 481 y TORRALBA SORIANO,
“Comentario al art. 1373”, Comentarios a las reformas...”, cit., pág. 1747, para quien “no tendría sentido
levantar el embargo, porque los bienes trabados son gananciales y la deuda privativa y luego volver a practicarlo por no hallarse bienes privativos suficientes”. En contra, BELLO JANEIRO, entiende que esta prueba,
aunque sea mínima, corresponde al acreedor, “Cauce procesal para ejercitar el derecho de sustitución…”, en
la LEY, cit. pág. 877.
En contra, la sentencia del Tribunal Supremo de 3 junio 1988 (Ar. 4737) declara que a las entidades
embargantes correspondía acreditar la insuficiencia de los bienes para poder dirigir su actividad embargante
contra los bienes gananciales.
67. Así lo entiende también MEDRANO SÁNCHEZ, Juan Ignacio, “La responsabilidad del patrimonio
común por deudas ...”, cit., pág 28.
68. En contra, LACRUZ BERDEJO, con referencia al artículo 1373 del Código Civil, sostiene que el
embargo de bienes comunes “no podrá comprender bienes que pasen de la mitad del valor de liquidación de
la masa ganancial, de modo que si los comprende podrá el otro cónyuge pedir que se levante la traba en
cuanto al exceso”, Elementos de Derecho Civil, IV Derecho de Familia, Barcelona, 1982, pág. 442.
69. La sentencia del Tribunal Supremo de 22 diciembre 1995 (Ar. 9432) no aprecia indefensión por la
notificación realizada en la persona del cónyuge deudor, cuando el consorte no se hallaba en su domicilio,
no obstante haber alegado éste que ambos se hallaban separados de hecho y tenían distintos domicilios,
razonando que esta circunstancia debería haber sido demostrada para apreciar la existencia de indefensión.
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Efectuada la notificación, el cónyuge no deudor puede optar por: a) consentir la
realización de la ejecución sobre los bienes comunes embargados, b) oponerse a ella
por existir bienes privativos del deudor suficientes para hacer efectiva la responsabilidad contraída, o c) pedir en el plazo de nueve días la sustitución de la traba por la parte
que al cónyuge deudor corresponda en la sociedad de conquistas.
a) El consentimiento de la realización en bienes comunes
El consentimiento puede manifestarse de forma expresa, pero también tácita, o
mejor presunta, por la inercia o pasividad del cónyuge frente al embargo notificado y a
la prosecución de la ejecución sobre los bienes comunes trabados70. Señala la ley 85
que “si la ejecución se realizare sobre bienes comunes, se considerará que el cónyuge
deudor tiene recibido a cuenta de su participación el valor de aquellos al tiempo que los
abone con caudal propio o al tiempo de liquidación de la sociedad conyugal”. Por efecto de la realización nace, como ya antes se ha dicho, un crédito de la sociedad de conquistas contra el cónyuge deudor, reintegrable durante la vigencia de la sociedad conyugal o imputable al activo social en la liquidación.
b) El señalamiento de bienes privativos suficientes para la realización de la
responsabilidad contraída
El cónyuge del deudor puede también oponerse al embargo notificado por falta
de una de sus premisas fundamentales: la subsidiariedad de la realización en bienes de
conquistas de la responsabilidad privativa del deudor (s. 12 junio 1995/Ar. 5185 del
TSJ de Navarra). En tal caso, con el escrito en que se oponga este especial “beneficio
de excusión” habrá de proceder al señalamiento preciso de bienes que, siendo propios
de aquél, resulten bastantes para la satisfacción de la deuda. La ley no establece plazo
para esta oposición, pero de su contexto se deduce que habrá de formularse en el plazo
de nueve días señalado para el ejercicio de la facultad de sustitución de la traba.
c) La sustitución de la traba por la parte que al deudor corresponda en la sociedad de conquistas
Finalmente, el cónyuge del deudor puede optar por la sustitución del embargo
trabado sobre concretos bienes comunes “por la parte que al cónyuge deudor corresponda en la sociedad de conquistas”. La literalidad del texto legal parece apuntar a la
sustitución de la traba sobre bienes determinados por la de la cuota de participación del
deudor en la sociedad conyugal. De ser así, su eventual adjudicación al acreedor ejecutante o a un tercero subrogaría al adjudicatario en la posición del cónyuge deudor y le
constituiría en parte en el proceso de liquidación de la sociedad de conquistas a sustanciar con el cónyuge no deudor. Dado el carácter marcadamente personalista de la cuota
en la comunidad conyugal, la sucesión en ella, constante matrimonio, resultaría cuando
menos perturbadora y sumamente incómoda tanto para el acreedor como para el cónyuge no deudor. El propósito del legislador parece haber sido la sustitución de la traba en
bienes de conquistas por la del remanente que al cónyuge deudor se adjudique en la
liquidación de la sociedad matrimonial. Así lo ha entendido también la doctrina mayoritaria en la interpretación del artículo 1373 del Código Civil, de similar dicción a la del
70. En rigor, el silencio o la omisión del cónyuge no deudor no puede dejar de considerarse, con arreglo
a la ley 20 del Fuero Nuevo, como consentimiento del cónyuge no deudor a la realización de la responsabilidad en bienes comunes. Quedando a salvo en la ley 85 el eventual reembolso o reintegro del lucro obtenido por el deudor, no cabe sin embargo interpretar la pasividad de su consorte como conformidad con la consorcialidad de la carga que la deuda ejecutada pueda representar.
PONENCIAS
Fuero Nuevo (“...podrá exigir que en la traba se sustituyan los bienes comunes por la
parte que ostenta el cónyuge deudor en la sociedad conyugal...”)71.
El embargo sustitutivo se anotará sobre los bienes consorciales (los ya embargados y/u otros) que al efecto se designen, bien que referido a los eventuales derechos
que sobre ellos pudiera corresponder al cónyuge deudor en la liquidación. El embargo
y su anotación deberán mantenerse así, con efectos cautelares que no ejecutivos, hasta
la finalización del proceso liquidatorio que determinará la concreción de la traba en
bienes adjudicados al deudor, con la consiguiente cancelación de la anotación afectante
a los demás.
La opción por la sustitución ha de ejercitarse en el plazo preclusivo de nueve
días a contar desde la notificación de la traba o, en su caso, desde la notificación del
Auto resolutorio de la oposición a la ejecución del artículo 541.2 que declare la responsabilidad privativa del deudor.
La opción por la sustitución de la traba -o, más precisamente, la resolución que
de lugar a ella– lleva legalmente aparejada la disolución de la sociedad conyugal y la
apertura de su liquidación. Así lo establece en su último inciso la ley 85 y lo corrobora
la ley 87-5), d) en relación con la ley 89, párrafo primero, del propio Fuero Nuevo, en
cuanto la primera declara causa de disolución de la sociedad de conquistas “la resolución judicial que la decrete, a petición de uno de los cónyuges”..., “si se hubiere decretado embargo sobre bienes de conquista, por obligaciones personales del otro cónyuge,
conforme a lo previsto en el párrafo último de la ley 85”, y la segunda, anuda a la disolución de la sociedad, su liquidación.
La resolución judicial se pronunciará, como dispone el artículo 541.3 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil, “oídos los cónyuges”. Si accediera a la sustitución solicitada,
el tribunal acordará, con la disolución de la sociedad de conquistas, que la liquidación
del patrimonio “se lleve a cabo con arreglo a lo dispuesto en esta Ley (arts. 806 y
siguientes), suspendiéndose entre tanto la ejecución en lo relativo a bienes comunes”.
La remisión de la Ley procesal civil a “lo dispuesto en esta Ley” parece excluir en estos
casos la liquidación extrajudicial a la que en otros pueden recurrir los cónyuges –o el
sobreviviente y sus herederos– para la partición del patrimonio conyugal72. La norma
no impide sin embargo que los acreedores den por buena la liquidación practicada
extraprocesalmente por los propios cónyuges sin lesión o perjuicio para su derecho.
A partir de esta resolución el matrimonio queda legalmente sujeto al régimen de
separación de bienes, en los términos previstos en la ley 103.
71. Así DE LOS MOZOS, “Comentario a los artículos 1373 y 1374” en Comentarios al Código Civil y
Compilaciones Forales, dirigidos por M. Albaladejo, T. XVIII, Vol. 2º, Madrid, 1984, págs. 334 y 335;
LACRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho Civil, IV Derecho de Familia, cit., págs. 442 y 443; TORRALBA
SORIANO, “Comentario al artículo 1373”, en Comentarios..., cit., pág. 1752; DE LA CÁMARA ÁLVAREZ, “La
sociedad de gananciales...”, cit., págs. 482 y 483.
La Resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 16 octubre 1986 (Ar. 6068)
declara por su parte que “no cabía que el Registrador de la Propiedad hubiese anotado el embargo sobre la
mitad indivisa de la comunidad ganancial, no porque tales cuotas o participaciones no existan -como ya
apuntó la Resolución de 2 de febrero de 1983- sino porque esas cuotas son indisponibles”.
72. Con anterioridad a la entrada en vigor de la Ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil, la doctrina venía
entendiendo que la liquidación consecuente a la sustitución de la traba instada por el cónyuge no deudor no
tenía por que llevarse a cabo necesariamente en forma judicial, pudiendo serlo también extrajudicialmente;
supuesto que suscitaba nuevas cuestiones ante la inexistencia de plazo legalmente predeterminado para su
realización y la indeterminación de las consecuencias vinculadas al desentendimiento de los cónyuges o a la
demora en la iniciación o la conclusión del proceso liquidatorio, en perjuicio de los acreedores. Cfr. DE LA
CÁMARA ÁLVAREZ, “La sociedad de gananciales...”, cit., págs. 484 y 485, y TORRALBA SORIANO, “Comentario al artículo 1373”, en Comentarios..., cit., pág. 1753.
La sentencia del Tribunal Supremo de 29 abril 1994 (Ar. 2946) se hacía eco de aquella posibilidad, estimando sólo necesaria la liquidación judicial cuando mediara la oposición del cónyuge deudor o la petición
de los acreedores pretendidamente defraudados por la desidia o mala fe de los cónyuges.
RESPONSABILIDAD DIRECTA...
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FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ URZAINQUI
Los acreedores privativos de los cónyuges podrán hacer valer en la liquidación el
derecho que a los de uno o más coherederos reconoce el artículo 782.5 de la
LECiv/2000, en concordancia con el artículo 1083 del CC, de intervenir a su costa en la
partición para evitar que ésta se haga en fraude o perjuicio de su derecho, pudiendo en
este concepto concurrir en el procedimiento judicial de liquidación a la designación de
contador y peritos (arts. 783.5 y 810.5 LECiv/2000). Esta intervención se limita al control de las operaciones para evitar que se hagan en fraude de su derecho, pero no les
constituye en parte dentro del procedimiento.
En cualquier caso, como acreedores del cónyuge pueden actuar frente a cualquier maniobra realizada en fraude o perjuicio de sus derechos mediante el ejercicio de
las acciones generales que, en defensa del crédito, establece el artículo 1111 del CC.
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