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EXPERIENCIA DE VIDA CONSAGRADA
Hna. Rocío Cedeño, MGSpS
La vocación religiosa, ha sido entendida en la
tradición de la Iglesia como el llamamiento
gratuito e incondicional del Señor para seguirle
mediante un modo de vida evangélico, en
pobreza, castidad y obediencia, para ser así,
signo creíble del Reino.
En tanto respuesta humana, vulnerable al impacto
sociocultural, la vocación religiosa ha enfrentado
en los últimos tiempos las consecuencias de un
cambio de época.
Esto se hace evidente en la escasa respuesta
vocacional al seguimiento de Jesús en la vida
religiosa, lo cual deja entrever cómo los ruidos de
la ciudad opacan la llamada al seguimiento del
Señor en esta forma de vida.
EXPERIENCIA DE VIDA RELIGIOSA EN LA URBE
1. ¿Cómo descubrir y encontrarse con el
Dios de rostro urbano?
“La ciudad no ha olvidado lo sagrado”.
Existe en el ser humano
una búsqueda persistente del misterio
que subyace en el espacio de lo Sagrado.
Me he sentido llamada a descubrir el caso de muchos
pobladores de ciudad que viven movidos por un
empeño irresistible, que tiene como objetivo la vida,
no meramente sobrevivir, sino vivir plenamente,
atendiendo como pueden a los diversos aspectos de
su vida. He aprendido desde ahí el valor de lo
humano como espacio sagrado y con ello, el valor de
la ciudad como canal del encuentro con el misterio,
con las preguntas profundas de la existencia humana.
Menciono la vida como sinónimo de lo sagrado, es
decir, como espacio donde acontece misteriosa, pero
real la presencia y cercanía de Dios.
Familias venidas del campo a la ciudad con la esperanza de
mejorar económicamente y contar con posibilidades de
estudio para los hijos, de servicios de salud, y, por otro lado, la
dificultad para insertarse en lo mejor del tejido urbano y
generar el espacio vital que soportara la inserción de toda la
familia en ese horizonte.
Fue necesario hacer labor de acercamiento a la familia,
acompañamiento, especialmente a los niños y adolescentes
mediante la catequesis, grupos de adolescentes, el teatro, el
futbol y otras actividades de integración grupal-comunitaria;
pero ante todo, permitir a Dios tomar la libertad y la vida de
las personas, para revelarse con su pedagogía y a su “modo”,
y no al mío.
2. ¿Cómo he vivido la vida consagrada en el
mundo secularizado de la urbe?
• Secularización e inserción en el mundo
Que no significa rechazo de lo sagrado, sino más
bien la posibilidad de descubrir a Dios en el mundo
con su dinámica interna.
“Verdaderamente la vida consagrada es memoria
viviente del modo de existir y de actuar de Jesús como
Verbo encarnado ante el Padre y ante los hermanos.
Es tradición viviente de la vida y del mensaje del
Salvador (VC 63).
La vida religiosa está llamada a vivir su
vocación bajo ciertos tópicos irrenunciables:
• Estar en el mundo. Conocerlo desde dentro
involucrándose en él como parte de su
realidad.
• Caminar al ritmo del mundo.
• Aprender a distanciarse del mundo para poder
cuestionarlo proféticamente.
• Encarnarse en la realidad secular de la urbe
como una exigencia de la vida consagrada.
• Amar y generar vida en la urbe.
• Carisma Sacerdotal Guadalupano
La vocación religiosa vivida en la ciudad
encuentra múltiples desafíos; una religiosa
encuentra muchas posibilidades de
crecimiento en el sentido de aprender a ser
mujer, hermana, madre, abuela, amiga,
maestra no formal, administradora, consejera
familiar, chef, etc. Sin embargo, también se
enfrenta a una serie de exigencias respecto de
su ser religiosa:
En muchos casos la vida religiosa ha privilegiado la
formación para el ser y ha olvidado la
profesionalización, imprescindible para el servicio
pastoral según las exigencias de la ciudad.
“No aceptan que me impaciente, me exigen que les
permita limpiar el parabrisas: “un rosario madre”, se
me niega el derecho a ser escuchada, no valoran mis
aportes, etc.”
La vida religiosa ha de aprender a insertarse
plenamente, si desea ser significativa en su
entorno.
3. Mirando hacía el futuro
Propongo cuatro pilares del proyecto de vida consagrada
femenina en el futuro de la ciudad.
1. Ser mujer solidaria, defensora y promotora
principalmente de los derechos de las mujeres. Aquí
encuentro sentido cuando utilizó el transporte público y
contemplo los rostros de obreros, hombres y mujeres,
quienes al igual que yo, buscan la vida y se esfuerzan en
generarla no sin dificultades, también ahí me siento
solidaria y hermana.
2. Ser mujer consagrada, con una fuerte e intensa
experiencia de Dios desde la vida concreta de los
fenómenos urbanos: la vida religiosa está llamada a ser
contemplativa en la urbe: niños de la calle, prostitutas,
migrantes, etc.
3. Ser mujer profesional en su servicio a todos.
La religiosa no puede permitirse ser mediocre
sino dar lo mejor de sí misma, con toda la
calidad de que es capaz.
4. Ser signo creíble de los valores esenciales
del Reino, no como teoría, sino como
expresión comprometida y testimonial de los
mismos.
La vocación religiosa solo encuentra sentido
en la experiencia profunda del amor gratuito
e incondicional de Dios, que elige sin mérito
alguno de quien es llamado y enviado. Sólo
encuentra sentido cuando se entiende como
signo del Reino que está ya entre nosotros.
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