calle del codo esquina con plaza del conde de miranda

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CALLE DEL CODO ESQUINA CON PLAZA DEL CONDE DE
MIRANDA
Aquí se encuentra un convento de clausura llamado del “Corpus Christi” que es uno de los
más antiguos (Siglo XVII) y mejor conservados del Madrid del siglo de oro.
Se le conoce popularmente con el nombre de “Carboneras”, debido a una imagen de la
Virgen que se encuentra en su interior y que apareció en una carbonería, resultando ser muy
milagrosa. En el las monjas venden dulces exquisitos a través de un torno.
Esta calle, llamada del codo por su forma, es muy característica del Madrid Medieval (estrecha
e irregular) y por eso se convertía en un espacio idóneo para que se desarrollaran en él muchos
sucesos de todo tipo: atracos, emboscadas entre espadachines, anécdotas curiosas, ...
como la que protagonizó el gran literato del siglo de oro Don Francisco de Quevedo y
Villegas que tenía por costumbre orinar siempre en el mismo portal de una casa de esta calle.
Esta anécdota bastante graciosa la descubriréis durante el recorrido.
También la violencia forma parte del día a día de una sociedad donde la vida tiene escaso valor.
Algunos hombres se la juegan en desafíos por causas de poca importancia. Hay matones
profesionales que cobran en función del encargo recibido: asesinato o simple escarmiento. Las
riñas y duelos son tan comunes en esta época que casi todos los personajes famosos cuentan
con alguno en su biografía: Miguel de Cervantes mató en una riña a Antonio de Segura, Pedro y
Diego Calderón de la Barca participaron en una reyerta callejera contra el cómico Pedro de
Villegas, en la que resultó herido Diego. Francisco de Quevedo también era un hábil espadachín
que protagonizó algunos lances. El más famoso fue en 1620 cuando discutió con Don Luis
Pacheco, autor de varios tratados de esgrima. Desenvainaron la espada y Quevedo despojó de
su sombrero a su contrincante con un diestro botonazo (golpe dado con la punta de la
espada).
Tanto la oscuridad reinante en las calles de Madrid como la moda del siglo XVII, ya que los
caballeros se vestían con capa y sombrero de ala ancha, facilitaban el desarrollo de la
delincuencia y la impunidad de los delincuentes como reflejan los siguientes textos incluidos en
el libro de Arturo Pérez Reverte “El Caballero del Jubón Amarillo”:
Título: “El Caballero del Jubón Amarillo” / Autor: Arturo Pérez Reverte
“Su adversario se preparaba con la espada, retrocediendo mientras echaba
atrás el codo de la zurda con la pistola empuñada, buscando el momento de
amartillar el perrillo para utilizarla. La operación, por suerte para Alatriste,
requería ambas manos; de modo que el capitán tiró una cuchillada alta, de
filos, a fin de tenerle ocupada la diestra, mientras meditaba la forma de herir y
a ser posible no matar...De manera que amagó con la daga, hizo ademán de
retirarse para confiar a Guadalmedina, y cuando éste se creyó a tiempo de
amartillar la pistola y bajó la mano de la espada para sujetar el cañón del
arma, el capitán le largó una mojada al brazo que vino a dar con la pistola en
tierra, e hizo al de la Marca irse atrás dando traspiés entre un pardiez y un
voto a Cristo.”
Op. Citada en la página 125
Título: “El caballero del jubón A marillo” / A utor: Arturo Pérez Reverte
“Se despidió de todos, anduvo solo calle del Lobo arriba y cruzó la carrera de
San Jerónimo, arriscado el sombrero y embozado en la capa. Había
anochecido, hacía frío y la calle baja de los Peligros estaba desierta, sin otra
luz que la vela que ardía en una hornacina de la pared con la imagen de un
santo. A medio camino sintió deseos de parar un momento a una necesidad.
Demasiado vino, se dijo. Así que fue al más oscuro de los rincones, echó atrás
la capa y desabotonó la portañuela de los gregüescos. Así estaba, abiertas las
piernas en el rincón, aliviándose, cuando sonó una campanada en el cercano
convento de las Bernardas....
Se abotonaba los calzones cuando oyó el ruido a su espalda. Calle de
los peligros, pensó de pronto. A oscuras y desabrochado. Tendría maldita la
gracia terminar de esa manera. Se acomodó la ropa con urgencia, mirando
sobre el hombro, y desembarazó el lado izquierdo de la capa, donde pendía la
toledana. Por la sangre de Dios. Moverse de noche por Madrid era vivir con el
sobresalto en la boca, y quien podía alquilaba escolta con armas y luz para ir
de un lado a otro....
De momento no vio nada. La noche era negra a boca de sorna, y los
aleros de las casas dejaban las fachadas y los portales en sombra cerrada.
Sólo a trechos una vela doméstica recortaba una celosía o un postigo
entreabierto. Estuvo un rato inmóvil,..., y luego caminó con precaución, atento
a no pisar cagajones de caballerías ni otras inmundicias de las que apestaban
en el albañal. Sólo oía sus pasos. De pronto, ya en el tramo angosto de la calle
de los Peligros... el eco pareció doblarse. Miró a diestra y sin iestra sin
detenerse, y al fin advirtió un bult o moviéndose a su derecha, pegado a la
fachada de unas casas altas.”
Op. Cit ada en las páginas 67 y 68
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