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¿Qué me tiene que ocurrir
para estar seguro de que Dios me está llamando?
Vivimos en una cultura en la que solamente se cree aquello que se experimenta. En el plano de la
vocación ocurre lo mismo. Para saber si tienes o no vocación, debes haber experimentado algunas
cosas. Pero, ¿qué cosas en concreto? Fundamentalmente dos: Un encuentro personal con Dios y
unas reacciones psicológicas. Las vemos con detenimiento.
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Una experiencia de encuentro. La vocación no es una idea que sucede solo en tu cabeza. La
vocación es, más bien, algo que te ocurre en tu vida. Y normalmente sobreviene por sorpresa. Es
una especie de sacudida interior te lleva a pensar en Dios y, casi sin pensártelo mucho, pones tu
vida en sus manos para que El disponga de ti. Porque Dios llama siempre para algo, para un
servicio concreto. La vocación es entrega. No es un viaje de placer hacia el futuro.
Conozco a jóvenes que sintieron algo así al conocer a un misionero bueno, entregado y
trabajador; otra chica la percibió cuando estaba ayudando a necesitados; otros experimentaron
la llamada de Dios como una luz de aurora, es decir, sin nada especial, como un convencimiento
suave, pero que cada vez más claro y evidente; otro sufrió un impacto de shock cuando un
catequista le propuso que se pensara ser sacerdote,… En fin, como ves, cada uno tiene su
“historia”. Y así un día sucede algo que sacude y no deja igual. Es como un enamoramiento; o
como una emoción privilegiada que te descoloca.
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¿Cómo se reacciona? Normalmente cuando se siente la llamada de Dios no todo es fácil al
principio. Son típicos tres fenómenos: mucho miedo (porque asusta que va a pasar en el futuro),
dudas (porque no se tiene todo claro y hay que fiarse de Dios) y una especie de parálisis (porque
hay que dar un paso adelante y la tentación es la de no complicarse la vida y no moverse).
Cuando se dan reacciones así, aunque no lo parezca o no se quiera aceptar, suelen ser el toque
de alerta: el indicio de una posible vocación especial que hay que aclarar.
Una persona llega a ser feliz, a sentirse realizada, cuando estas experiencias se hablan y se
clarifican con la ayuda de un buen consejero (sacerdote, religiosa, catequista…), que tenga
experiencia, que respete tu libertad, pero que sea claro contigo. Pero, sobre todo, con la ayuda
de Dios. Si dedicas un tiempo a escuchar la Palabra de Dios, descubrirás como la Sagrada
Escritura te “explica” lo que te está ocurriendo y le da un sentido. Eso da una seguridad muy
grande. La Eucaristía te dará fuerzas y energía para ponerte en movimiento. No lo dudes: nadie
te va a hacer más feliz que Dios. ¡Haz la prueba! Sin la Palabra y sin la Eucaristía, no tendrás
fuerzas para ir adelante.
Sugerencia para orar:
Lee detenidamente en tu biblia el relato de la vocación de Samuel (1 Samuel 3,1-21). Pide a alguien que te
lo explique un poco para entenderlo mejor... Después vas tu solo a una iglesia o a una capilla y le dices a
Jesús, que está allí presente, estas o parecidas palabras; pero que nazcan de verdad de tu corazón:
“Jesús, amigo y hermano, no sé que me va a pasar en el futuro, no conozco lo que me
sucederá en el porvenir,… pero si Tu quieres algo de mí, pídemelo con claridad. Insiste hasta
que te entienda. Yo siempre te diré si. Ayúdame. Gracias”
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