Diferentes posturas del hombre con respecto a Dios Positivismo: Según Comte, la idea de Dios corresponde a un primer régimen mental de la humanidad, el estado teológico o ficticio. En el estado teológico, se comienza con el fetichismo que culmina con la adoración de los astros. Después se le retira la vida a los objetos y se les transporta a seres ficticios (politeísmo), finalmente éstos son reducidos a uno solo (monoteísmo). En un segundo estado, simple modificación del primero, el estado metafísico o abstracto, los agentes sobrenaturales son sustituidos por fuerzas inherentes a los seres de este mundo, por abstracciones personificadas y finalmente por y finalmente por una sola entidad general, la naturaleza. Finalmente en el estado positivo o científico, el espíritu humano, reconociendo la posibilidad de obtener nociones absolutas renuncia a buscar el origen y el destino del universo y a conocer las causas íntimas de los fenómenos, para dedicarse únicamente a descubrir. Pero el hombre necesita una religión. Precisamente tendrá por objeto a la misma humanidad: A este único verdadero gran Ser, del que conscientemente somos los miembros necesarios, se referirán de ahora en adelante todos los aspectos se referirán de ahora en adelante todos los aspectos de nuestra existencia, individual y colectiva. Ésta es la gran concepción... que viene a eliminar irrevocablemente la de Dios. Alienación religiosa: Según Kalr Marx, la idea de Dios resulta de un proceso de alienación. Por alienación, el hombre es desposeído, en provecho de otro de lo que esencialmente le pertenece. La alienación religiosa es la expresión de la alienación económica. En su miseria, el hombre hace la religión, pero cuanto más confía el hombre en Dios, menos se posee a sí mismo. Federico Nietzsche: La religión es un caso de la alteración de la personalidad. El hombre tiene una voluntad de poder; quiere más fuerza, y en ciertos momentos, esta pasión lo invade con brusca intensidad. Pero la sensación de poder que sumerge al hombre con una fuerza repentina e irresistible le hace dudar de su propia personalidad; no se atreve a creer que es la causa de este sentimiento sorprendente y postula una personalidad más fuerte que él, un Dios. De esta forma se disminuye a sí mismo. Agnosticismo: Se declaraban a la razón incapaz de elevarse a Dios por el espectáculo de las criaturas. Se rehusa a atribuir a Dios cualquier término o concepto positivo; sólo aplicársele términos y conceptos negativos o a lo sumo relativos, porque éstos designan su acción y no su esencia. Inmantentismo: La verdad que funda la vida religiosa procede únicamente del interior del hombre y de cierto sentimiento, pero en ningún modo alguno, del exterior, ni de la visión del mundo sensible ni del razonamiento que lo explica, ni de una revelación producida por signos externos. Simbolismo: Convierte las formas que convierte las fórmulas por las que se expresa la vida religiosa en puros símbolos cambiantes, no conceptos firmes por los cuales Dios sería realmente conocido. Antropomorfismo: Aplica a Dios sin modificación alguna, con una simple diferencia de grado, los términos y los conceptos que convienen al hombre. Ateísmo: Rechaza como ilusoria la idea misma de una relación de dependencia: sólo existe el mundo, no hay Dios Hace imposible la explicación del mundo y del hombre, porque el ser contingente no puede sobrevivir 1 sino dependiendo de un ser necesario. Dualismo; Admite dos principios independientes: frente al Dios que es bien y luz, hay otra realidad que no procede de Él y que incluso se le resiste: materia informe o mal personificado. Panteísmo: Identifica a Dios y al mundo; es más que una dependencia, se trata de una sola realidad. 2