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Comunicación y lingüística
Comunicación y lingüística
Sandra Liliana Pinzón Daza*
Resumen
Es indudable que la relación entre comunicación y lingüística está orientada a la
construcción de un proceso de análisis sobre el lenguaje y sobre las formas de
representación social, cultural e ideológica que éste conlleva. Por tanto, al hablar
de los puntos de contacto como son el lenguaje y las interacciones humanas
gracias a él, estas dos perspectivas teóricas identifican dos propuestas disímiles
en cuanto quedan por fuera, en los modelos clásicos de comunicación, aspectos
tales como la interpretación de los mensajes y las circunstancias en las que se
configura cualquier intercambio lingüístico. En tal sentido, este artículo busca
replantear los esquemas “canónicos” de la comunicación, con el fin de abordar
la idea de la construcción del interlocutor en todo proceso comunicativo por
parte de quien emite el mensaje, ya que se prefigura a un alguien a quien va
dirigida su enunciación, y en quien quiere generar un efecto de acuerdo con su
intencionalidad, el contexto y las situaciones de emisión.
*
Docente de tiempo completo en la Facultad de Humanidades, Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Magíster en Lingüística y Literatura Hispanoamericana. E-mail: [email protected].
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Sandra Liliana Pinzón Daza
Realizando una retrospección, es posible determinar una serie de acepciones
para referirse a la noción de comunicación, bien sea como un proceso biológico,
como un proceso cultural, como un conjunto de prácticas y técnicas sobre el
acto de comunicar, como un sistema institucional y, finalmente, como una ciencia que estudia los intercambios humanos. De la misma manera, se puede considerar que los modelos planteados se limitan a lo físico, lo psicológico, lo social,
lo antropológico, lo sociopsicológico, como versiones muy dispares a la hora de
acercarse al fenómeno comunicativo en su particularidad.
Es así como los estudios desde diversas ciencias y paradigmas en torno al
lenguaje consideran la comunicación como parte de los procesos biológicos,
físicos o psicológicos, dejando de lado la determinación de otras dimensiones
del fenómeno comunicativo como son la simbólica, la argumentativa, la
semiológica y la discursiva. Desde la lingüística, surge entonces la posibilidad de
plantear la comunicación como un fenómeno social, lingüístico y discursivo en
el cual se logran intercambios entre los sujetos a partir del lenguaje, el pensamiento y sus formas de ver, percibir y concebir el mundo.
De forma que la comunicación debe involucrar ciertos acercamientos, no
tanto desde el ser como entidad biológica, social o cultural, sino como productor
de sentido e intérprete de su entorno a partir de lo lingüístico. Con base en este
marco general, la lingüística plantea que la comunicación debe ser abordada como
un fenómeno social que se construye en el lenguaje y que permite el desarrollo de
las capacidades humanas para conocer y elaborar significados a partir de las distintas necesidades e intereses de los individuos. En tal sentido, la lingüística considera
que la comunicación es un hecho en el que los individuos logran interactuar en
entornos sociales, partiendo de sus capacidades lingüísticas y simbólicas.
En otras palabras, postula que se debe analizar el problema de la comunicación desde diferentes propuestas para poder revaluar el papel de los distintos
agentes que intervienen en este proceso, ya que hasta ahora se ha venido trabajando con el viejo modelo de emisor, mensaje y receptor, que ha cumplido la
función de presentar dos sujetos que interactúan a partir de un mensaje común
a los dos o generado por el primero (emisor) y decodificado por el receptor, en
un espacio construido para tal fin. No obstante, quedan muchos aspectos por
considerar en este modelo, como son la naturaleza del mensaje, las características del medio de emisión y de los participantes, al igual que los niveles de
intercambio significativo alcanzado.
Para responder o abordar estos aspectos, se plantean modelos que dan la
entrada a términos como canal, medio, código y material, pero continúan sin
presentar un modelo globalizante que los involucre y relacione semántica y
discursivamente. En vista de este panorama, se presenta a continuación un es-
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quema teórico de comunicación desde la dimensión semiótica, es decir, que
entiende el signo como eje de la interpretación: comunicativa, partiendo del
conocimiento y la competencia de los interlocutores, y discursiva, desde la determinación de los argumentos y planteamientos del saber individual.
Dicha propuesta busca construir un esquema teórico de comunicación que
sea más concreto y menos ideal que los formulados por teorías tradicionalistas.
Esto con el fin de dar respuesta a las necesidades que se evidencian en los individuos y en las sociedades a través del tiempo. En consecuencia, se propone la
transformación de las funciones y determinaciones de los elementos participantes
en la comunicación, el planteamiento de un espacio más cercano a la realidad y,
finalmente, la construcción de sentido como fin primordial de la comunicación.
Esquema teórico de comunicación
Objetos del mundo
Implicaciones
Interlocutor 1
signo-mensaje
contexto cognitivo
Intercambio
significativo
Interlocutor 2
Intercambio
significativo
Situación comunicativa
Competencia discursiva
Con el anterior esquema se busca generar la idea de interlocutores como
agentes activos de cualquier intercambio comunicativo; un ámbito de cosas del
mundo y de contextos cognitivos que se interrelacionan, dando lugar a las
implicaciones; posteriormente se determina la situación comunicativa, que puede variar según los interlocutores, las intencionalidades y el tipo de intercambio
y, finalmente, se plantea la competencia comunicativa como la manera de identificar el intercambio significativo real que se ha llevado a cabo.
En términos más precisos, se busca la identificación de un objetivo claro a la
hora de hablar de un signo-mensaje que puede ser de naturaleza verbal o no verbal;
de éste se parte en el esquema teórico. Posteriormente, se plantea un medio de
emisión real o virtual, que permite la adecuación de los intercambios sígnicos por
parte de los interlocutores a sus intereses, expectativas y niveles de apropiación de la
información y del conocimiento puesto en práctica en cada discurso.
Finalmente, se abordan los niveles de intercambio significativo que puedan
ser alcanzados por cada uno de los participantes en la interacción comunicativa
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planteada; esto sugiere que es cada interlocutor quien prefigura su sujeto discursivo
y se construye a su vez como sujeto del discurso, en la medida en que elabora un
alguien con quien va a entrar en una relación dialógica de intereses, necesidades
e intencionalidades.
En otros términos, es necesario reconsiderar el fin último de la comunicación, entendido hasta ahora como el intercambio lingüístico operado por dos
sujetos a través de un medio y a partir de un mensaje con códigos comunes, para
llegar a considerarlo como la construcción de sentido en donde se intercambian
saberes y se evidencian conocimientos dentro de la interpretación de códigos
verbales o no verbales, sujetos a intenciones, influencias y motivaciones, provocados por cada individuo y su potencial discursivo.
Sólo de esta manera se amplían los niveles de análisis del fenómeno comunicativo y se entra a determinar una semiótica de la comunicación, partiendo de una
reconstrucción significativa de los discursos, en la que los distintos agentes transforman sus roles pasivos y generan redes sígnicas de apropiación del mundo en
sus diversas dimensiones (visual, táctil, auditiva, verbal, cognitiva), produciéndose
así no una, sino varias propuestas interpretativas y argumentativas en torno a la
comunicación, adecuadas a las múltiples necesidades del individuo.
De suerte que no es viable la equivalencia dada al fenómeno comunicativo
como un proceso de intercambio de signos, ya que esto conduce a la confusión con
los medios y no con el hecho social, lingüístico y discursivo que es la comunicación.
Esta contradicción surge de los acercamientos actuales a una semiotización de la
comunicación, caracterizada por la marcada presencia de lo simbólico, lo que genera una similitud errada entre cualquier proceso de lectura e interpretación de signos
y la real consideración de una dinámica entre quien elabora el signo, su situación, su
intención, sus conocimientos e intereses, a la luz de la relación entre este signo, el
objeto que representa (interpretante) y la posibilidad de un intérprete.
Sólo así se logra plantear una noción actual de la comunicación como el
intercambio entre individuos que construyen signos a partir de la relación con su
pensamiento, la acción que se quiere producir con ese signo y la posibilidad de
construcción de sentido por parte de un interlocutor posible o real.
En conclusión, la lingüística busca cuestionar y resignificar las posibilidades
del lenguaje en sus múltiples aplicaciones y alcances, específicamente en lo que
hace relación a la comunicación humana. Es por esto que actualmente las discusiones giran en torno a dos tópicos puntuales, a saber, la enunciación y el análisis del discurso. A partir de estas dos problemáticas surge la necesidad de abordar la comunicación como un fenómeno propio del individuo en sus perspectivas sociales, culturales, lingüísticas y de conocimiento, a la vez que abrir nuevos
estudios para su abordaje científico y teórico.
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