Lento y silencioso derrumbe

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Alzheimer
Lento y silencioso
derrumbe
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Sin diferenciar sexo, raza o grupo social, el mal –que afecta
predominantemente a mayores de 60 años– ataca las neuronas,
dejando una estela de incapacidad y silencio en quien lo padece.
Sólo el tratamiento a tiempo y el cariño de los familiares pueden
retrasar el progreso degenerativo de una enfermedad que,
por lo pronto, no tiene cura / FRANCISCO MACHALSKYS
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alzheimer
Síntomas
L eve s
“
Por su carácter gradual se hace difícil
precisar el comienzo del mal, que
en una etapa inicial aqueja al paciente
de olvidos frecuentes”
“MI MADRE ERA UNA MUJER de variados talentos: pintora, dibu-
jante, ceramista, costurera, creadora de juguetes, excelente
cocinera y la mejor pedagoga que conocí (se desempeñó
como maestra durante 31 años en el Colegio Santiago de
León de Caracas). Sin embargo, hacia 1998, mi hermano y
yo empezamos a notar cambios significativos en su personalidad. Su memoria comenzó a deteriorarse. Dejó de pintar
al óleo, arte que la apasionaba. Su producción intelectual
se redujo drásticamente. Una mañana, le pedí que me extendiera un cheque para hacer unos pagos de su tarjeta de
crédito. Tomó el talonario... y, por más que lo intentó, no
supo escribir los datos y números”.
El testimonio de Carmelo Urso, joven periodista, es apenas el prólogo de una afección degenerativa que en sus
inicios suele confundirse con una crisis temporal –olvidos,
desorientación espacial y transiciones de personalidad– y
termina, en su fase final, con la pérdida total de las facultades sociales y motoras. Así, de modo lento e indetenible,
se instala el mal de Alzheimer.
Enzimas que matan la razón
Tras cuidar a una paciente con un particular cuadro de
demencia, Alois Alzheimer (1864-1915), neuropsiquiatra
alemán, se aventuró a practicarle una autopsia y halló lesiones cerebrales en forma de placas esféricas, compuestas
por neuronas muertas. En las malformaciones identificó la
presencia de dos enzimas –beta y gamma secretasa– consideradas las responsables directas de la enfermedad degenerativa que llevaría su nombre.
Aunque la secreción de ambas enzimas es normal e indispensable en el tránsito del impulso nervioso a través de
las neuronas, una vez cumplido el proceso deben disolverse.
De no hacerlo –y precisamente en esa imposibilidad radica
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• Frecuentes pérdidas de memoria
• Incapacidad para realizar actividades cotidianas
• Confusión o desorientación en lugares familiares
• Cambios de personalidad notables (agitación,
ansiedad o depresión)
M o d e ra d o s
• Disminución de la capacidad de razonamiento
y comprensión
• Necesidad de ayuda para bañarse y asearse
• Incapacidad para reconocer a familiares y amigos
• Conducta inquietante (agresividad)
S eve ro s
• Hablar lentamente o de manera incomprensible
• Pérdida del control de la vejiga o intestinos
• Aumento del nivel de dependencia –o dependencia
total– de los familiares
el mal de Alzheimer– transforman la proteína amiloide,
fundamental en la nutrición de las neuronas, en la forma
tóxica amiloide beta, que las aniquila y reduce la formación
de acetilcolina, sustancia neurotransmisora encargada de
producir el impulso nervioso.
Alzheimer también descubrió que las neuronas expuestas
a este proceso de muerte paulatina pertenecen a redes y
sistemas situados en los lóbulos temporal y parietal del cerebro, hemisferios que controlan las funciones de memoria
declarativa, habilidades rutinarias, orientación y ubicación,
lenguaje, manipulación de objetos y comportamiento en
general.
El mal de Alzheimer consiste, entonces, en la muerte
progresiva e irreversible de neuronas de la corteza cerebral
en un lapso de 10 años, período que dura, en promedio, la
enfermedad. Si bien su origen es aún motivo de estudio, se
sabe que constituye 60% de los casos de afecciones degenerativas en la tercera edad.
El trastorno afecta, principalmente, a mayores de 60 años
(en pacientes jóvenes es extremadamente raro) y no dis-
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alzheimer
tingue sexo ni raza. Existe, apenas, alguna predisposición
hereditaria, que no ha sido suficientemente comprobada.
Por su carácter gradual se hace difícil precisar el comienzo
del mal, que en una etapa inicial aqueja al paciente de olvidos frecuentes, confusión respecto a instrucciones simples y
acciones rutinarias, pérdida de espontaneidad, dificultades
en el lenguaje y cambios de personalidad.
A medida que avanza la enfermedad –y con ella la reducción de neuronas– se va limitando la capacidad motora e
intelectual. Se pierde la llamada “memoria de propósito”,
se olvida cómo se hacen las cosas: la persona empieza a
mostrar dificultad para reconocer a seres queridos, se la ve
deambular, está irritable, descuida su aspecto personal y
puede presentar alucinaciones visuales o sonoras.
Ya en su último estadio, el paciente con Alzheimer cuenta
con un cerebro tan “disminuido” que no puede comunicarse, se le imposibilita caminar o sentarse, presenta dificultades para tragar, sufre incontinencia y debe permanecer
en cama. En definitiva, depende de manera absoluta de
su cuidador.
Contra su avance
Si se está alerta a los cambios, el lento progreso del trastorno permite diagnosticar al paciente cuando sólo presenta
algunos de los síntomas iniciales, o anticipar su disposición
a padecerlo, en caso de tener antecedentes familiares de
Alzheimer u otro tipo de proceso demencial degenerativo.
La evaluación, que debe ser ordenada y analizada por un
especialista, empieza con la construcción de un perfil familiar, seguido de exámenes neurológicos y neuropsicológicos,
tomografías y mapeo cerebral, entre otras pruebas.
Si bien no se le conoce cura al mal de Alzheimer, hay
fármacos que retrasan su avance al estabilizar el funcionamiento cognitivo (inciden en el nivel de acetilcolina, un neurotransmisor). Además, hay alternativas complementarias
que se piensa favorecen la condición general del paciente,
aunque no necesariamente contribuyen a frenar el trastorno (su efectividad no está comprobada científicamente).
Figuran, entre otras, las vitaminas B6 y B12, imprescindibles en la tarea de eliminar la homocisteína (una toxina
hematológica presente en pacientes con Alzheimer); la raíz
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alzheimer
“
En lo posible, hágalo sentir útil.
Evalúe qué actividades puede hacer
sin ayuda y permita que las realice
bajo su supervisión”
ginkgo biloba y la vitamina E, ambas recomendadas para
la eliminación de radicales libres, disolución de grasas y
oxigenación cerebral.
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Atención y cariño
PEQUEÑAS GIGANTES
Las neuronas son la unidad
funcional y estructural del
sistema nervioso. Utilizan
impulsos eléctricos y señales
químicas para transmitir
información entre las distintas
partes del cerebro, y entre el
cerebro y el resto del sistema
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nervioso. Todo lo que sentimos, pensamos y hacemos
sería imposible sin ellas.
Grandes en número (más de
10.000 millones), diminutas en
tamaño (tienen menos de 0,1
milímetro de diámetro), una
vez que mueren son incapaces
de regenerarse o reproducirse.
La persona responsable de cuidar a un paciente con Alzheimer debe recordar –siempre– que está ante alguien en
proceso de perder su capacidad cognitiva. Regañar o hacer
comentarios preocupantes por olvidos o descuidos cometidos, lejos de ayudarlo, contribuyen a socavar su autoestima
y a sumirlo en mayor confusión. Por el contrario, un pequeño
programa de rutinas le permite ejecutar acciones simples y
reducir la toma de decisiones.
• Combata la pérdida de memoria con pequeños trucos
visuales. Deje, por ejemplo, fotos de familiares y amigos con
sus nombres y teléfonos. Coloque etiquetas en puertas y
cajones, indicando qué hay en ellos. Y tenga siempre visibles
un reloj y un calendario, para que el paciente se mantenga
orientado.
• En lo posible, hágalo sentir útil. Evalúe qué actividades
puede hacer sin ayuda y permita que las realice bajo su
supervisión. Retire de su alcance utensilios afilados o de
peligrosa manipulación.
• Eche mano del humor. Ríase con el paciente, pero no de él.
Tomen juntos a broma esos pequeños descuidos e incidentes. Tenga presente que su ser querido se sumergirá –tarde
o temprano– en la oscuridad y el silencio. Disfruten, entonces, de todo momento de lucidez, y evítele, en lo posible, la
preocupación de saberse y sentirse perdido en manos de
una enfermedad incurable, un sentimiento que en mucho
contribuye a acelerar el proceso degenerativo.
•
(
F U E N T E S C O N S U LTA D A S
Dra. Nayeska Aranaga, internista y neurólogo. Centro Médico de Caracas
www.alma-alzheimer.org.ar / www.contusalud.com / www.alz.org
)
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