PRINCIPALES LINEAS TEOLÓGICAS DEL DECRETO SOBRE

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“PRINCIPALES LINEAS TEOLÓGICAS DEL DECRETO SOBRE ECUMENISMO DEL CONCILIO VATICANO II Y DE LA ENCÍCLICA UT UNUM SINT”
AUTOR: PROF. DR. JUAN DANIEL ESCOBAR SORIANO
PRINCIPALES LINEAS TEOLÓGICAS DEL DECRETO SOBRE ECUMENISMO
DEL CONCILIO VATICANO II Y DE LA ENCÍCLICA
UT UNUM SINT
Prof. Dr. Juan Daniel Escobar Soriano
Instituto de Ciencias Religiosas
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
A.-
EL DECRETO UNITATIS REDINTEGRATIO
I.-
INTRODUCCIÓN
El Domingo pasado, 21 de noviembre se cumplieron 40 años de la promulgación
del Decreto sobre el Ecumenismo, Unitatis Redintegratio, del Concilio Vaticano II. Este
Decreto, marcó un giro en el compromiso de la Iglesia al servicio de la unidad de los cristianos.
Un gran ecumenista, el P. E. Lanne, monje de Chevetogne y durante años director de la Revista
ecuménica Irenikon, comentando la importancia del Decreto, sostuvo que hasta antes de su
promulgación el movimiento ecuménico había sido considerado sospechoso. Desde entonces
adquirió derecho de ciudadanía eclesial. Y todavía más: se convertiría en una obligación para
toda la Iglesia, tanto para fieles como pastores. Desde luego no a todos les concernía por igual.
Pero cada cual, según el lugar que ocupa dentro de la Iglesia, debía preocuparse por reconstruir
la unidad de los cristianos. El ejercicio del ecumenismo ya no era labor reservada a los
especialistas y a los obispos. Todos en la Iglesia debían cooperar.1
Así entonces, los diversos movimientos de renovación que se habían abierto
camino, a menudo con muchas dificultades e incluso lágrimas, en los diversos campos, dentro
de la Iglesia, durante el primer medio siglo, desembocaban en el reconocimiento oficial de la
dimensión ecuménica de la vida eclesial.
1
Cf. E. Lanne, A veinte años del Decreto de Ecumenismo, en Pastoral Ecuménica 5 (1985), 163.
1
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II.-
GÉNESIS DEL DECRETO SOBRE ECUMENISMO
En la base del Decreto sobre ecumenismo, está el Secretariado para la Unión de
los Cristianos. En un primer momento las relaciones del Secretariado se centraron en los
cristianos separados occidentales mientras que las relaciones con las Iglesias ortodoxas se
reservaron a la comisión de las Iglesias orientales. Esto no prosperó y se vio conveniente que el
Secretariado también se preocupara en lo referente a los ortodoxos.
Durante el periodo preconciliar el Secretariado se reunió en seis ocasiones.
Además de elaborar estudios sobre libertad religiosa, matrimonios mixtos y la oración por la
unidad; elaboró, al final de ese periodo, un esquema sobre ecumenismo cuyo título era: De
Oecumenismo Catholico. Sin embargo, este documento nunca llegó a discutirse en el aula
conciliar. En cambio, De Ecclesiae Unitati “Ut omnes unum sint”, elaborado por la Comisión
de las Iglesias orientales y el capítulo XI del esquema De Ecclesia, titulado De Oecumenismo,
que había sido elaborado por la Comisión Teológica, que sí fueron presentados a los Padres
conciliares en la primera sesión de noviembre de 1962. El contenido de estos documentos no
dejaron satisfechos a los Padres, los que resolvieron cambiar su enfoque y renovar su redacción
en un sentido auténticamente ecuménico. Esta labor se le encargó al Secretariado que por
mandato de Juan XXIII quedó constituido en Comisión Conciliar, con lo que poseía el derecho
de presentar los textos en nombre propio.2
Así se llega a la elaboración de un texto único con el título De oecumenismo,
que fue entregado a los Padres durante la segunda sesión del Concilio en noviembre de 1963.
El esquema presentado constaba de tres partes y dos addendum por deseo del Papa y del
Cardenal Bea: 1) Principios del ecumenismo católico. 2) Práctica del ecumenismo y 3)
Cristianos separados de la Iglesia Católica. A esto, se añadía: A) Relaciones con los no
cristianos, en especial con los judíos, y B) Libertad religiosa. La discusión conciliar
concluyó con la aprobación del esquema con 1966 votos positivos contra 86 negativos. No
obstante, se aportaron una gran cantidad de sugerencias que el Secretariado debió tener en
cuenta para la elaboración del nuevo texto, el cual apareció en la primavera europea de 1964.
2
Cf. A. Javierre, Promoción conciliar del diálogo ecuménico (Madrid 1966), 125-126.
2
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Este último texto conserva las tres primeras partes del anterior. Los addendum se
convertirán en las declaraciones Nostra Aetate y Dignitatis Humanae. El nuevo documento
no fue discutido, pero sí fueron acogidas las sugerencias de los Padres que supusieron 29
cambios textuales. El Secretariado anunció que se introducirían 19 sugerencias que todos
entendieron que venían del Papa Paulo VI. Así entonces, el 24 de noviembre de 1964, los
Padres Conciliares aprobaron el texto definitivo con 2054 votos a favor, 64 en contra, 6 iuxta
modum y 5 votos nulos.
III.-
LÍNEAS FUNDAMENTALES DEL DECRETO SOBRE ECUMENISMO
El significado ecuménico del Decreto Conciliar debe contemplarse desde el
horizonte más amplio del Concilio Vaticano II, el cual abre a la Iglesia Católica al movimiento
ecuménico. El Decreto recoge los principios católicos del ecumenismo, es decir, la Iglesia
Católica reconoce que no hay un ecumenismo católico al lado de otro ecumenismo protestante
u ortodoxo, sino que hay un único movimiento ecuménico, al que las diferentes Iglesias se unen
a partir de sus propias posiciones doctrinales. Pues bien, gracias al Concilio Vaticano II y
especialmente a este Decreto, después de una larga espera, la Iglesia Católica se ha incorporado
al movimiento con un gran ímpetu y una extraordinaria esperanza.
La estructura del Decreto, es la siguiente:
Un Proemio (n.1) y tres capítulos:
I.
II.
III.
Principios católicos sobre el ecumenismo (n. 2-4)
La práctica del ecumenismo (n. 5-12).
Las Iglesias y las comunidades eclesiales separadas de la Sede
Apostólica romana (n. 13-24), que a su vez consta de dos secciones:
a)
Consideración peculiar de las Iglesias orientales (n. 14-18); y
b)
Las Iglesias y comunidades eclesiales separadas en Occidente
(n. 19-24).
Algunas afirmaciones que se desprenden del documento y que gozan de
una especial relevancia para el progreso del ecumenismo y de sus realizaciones
concretas, serían las siguientes:
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1) La unidad y unicidad de la Iglesia brotan de la Eucaristía, signo y principio
operativo de unidad, y de la presencia del Espíritu Santo (UR 2). Además la
concreción histórica de la Iglesia determina que existan otros elementos de unidad
externos y jurídicos, como es el caso de la jerarquía apostólica.
Así pues, la
eclesiología de comunión subyacente define a la Iglesia como un todo orgánico
hecho de lazo espirituales (fe, esperanza y caridad) y de lazos de estructura visible
(profesión de fe, economía sacramental y ministerio pastoral) y que culmina en el
ministerio eucarístico, fuente y expresión de la unidad de la Iglesia, mejor de la
Iglesia una.
2) Se reconoce que la Iglesia "Una Santa", está de algún modo presente en todas las
demás Iglesias. Es decir, el decreto reconoce la presencia de acción salvífica en
otras comunidades. Hay, por tanto, elementos y bienes de eclesialidad, que llevan a
pensar que "Las Iglesias y comunidades separadas, aunque deficientes, no carecen
de sentido y peso en el misterio de la salvación, pues el Espíritu Santo no rehusa
usarlas como medio de salvación, cuya fuerza deriva de la misma plenitud de gracia
y de verdad confiada a la Iglesia Católica (UR 3)".
3) La eclesiología de comunión permite hablar de una graduación en la pertenencia a la
Iglesia. Según el Concilio, en la Iglesia Católica se encuentra la plena comunión; en
las comunidades separadas se da una cierta comunión, aunque no perfecta. En el
texto latino, no aparece el término est (La Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica),
sino que tenemos la expresión subsistit in (la Iglesia de Cristo subsiste en la
Iglesia Católica) ya no excluye por completo a las demás comunidades de
eclesialidad, lo que permite abrirse unas a otras en una fraternidad que impulsa
hacia la unidad universal (UR 4).
4) En el orden práctico, el Decreto apuesta decididamente por el diálogo como actitud
y como método, a través del cual es posible conocer mejor las demandas y
posiciones del interlocutor, a la vez que permite expresar la propia fe en un lenguaje
más accesible a los demás (UR 4).
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5) Superando la tentación de uniformismo como meta de unidad, el decreto reconoce la
riqueza y valores de las tradiciones litúrgicas y espirituales y de la disciplina
canónica de las Iglesias de Oriente (UR 15-17), así como cuanto hay de legítimo en
la herencia cristiana de las Iglesias y comunidades surgidas del movimiento de la
reforma protestante (UR 20-23).
6) El decreto nos entrega una clara definición del movimiento ecuménico:
"Se
entiende a las actividades e iniciativas que, según las varias necesidades de la Iglesia
y las características de la época se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los
cristianos" (UR 4).
V.-
VALORACIÓN
A 40 años de la promulgación del Decreto sobre Ecumenismo del
Concilio Vaticano II, podemos afirmar que han existido grandes avances en el
ecumenismo, social, espiritual, pastoral y en el doctrinal o teológico. De este último nos
ocuparemos en este apartado.
Entendemos por ecumenismo doctrinal o teológico cuando las diferentes
Iglesias y Comunidades cristianas reflexionan en conjunto sobre aspectos de fe,
sacramentos y organización eclesial. Se trata de hacer una reflexión doctrinal, teológica
para llegar a la comunión cristiana plena, en otras palabras, a la unidad de la Iglesia de
Cristo.
Esta forma de ecumenismo exige de quienes lo realizan una sólida
formación doctrinal.
Los peritos que dialogan sobre aspectos ecuménicos deben
exponer la doctrina en su integridad, con profundidad y exactitud y con un lenguaje que
pueda ser comprendido por el otro. No deben olvidar que existe un orden o jerarquía de
verdades, debido al nexo que guardan con el fundamento de la fe, y diálogo lo deben
hacer con amor a la verdad, con humildad y caridad.
Son muchos los temas de diálogo y acuerdos entre la Iglesia Católica y
otras Iglesias y Confesiones Cristianas durante estos 40 años. Los principales temas de
diálogo, durante este tiempo, han sido:
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1) Evangelio, Escritura y Tradición.
-
la supremacía del Evangelio,
-
la supremacía (derivada) de la Escritura,
-
diversidad y unidad en la Biblia,
-
la relación entre Escritura y Tradición,
-
Pedro en el Nuevo Testamento,
-
criterios de las tradiciones.
2) Credos y Confesiones.
-
Confesión, Confesiones y Formulas Confesionales,
-
la autoridad,
-
autorización (magisterio),
-
el desarrollo de la doctrina.
3) Eucaristía e Intercomunión.
-
el tema de la "presencia",
-
el sacrificio ("memorial"),
-
intercomunión.
4) El ministerio.
-
el ministerio genera y especial,
-
sucesión apostólica y ministerio apostólico,
-
estructuras del ministerio apostólico ("iure divino" - "iure humano"),
-
el papado,
-
la ordenación,
-
la ordenación de mujeres,
-
el reconocimiento mutuo: sus diversos grados,
-
intercomunión.
5) Unidad y Unión.
-
en la comunión del Espíritu ("Koinonia"),
-
comprensión mutua entre iglesias,
-
divisiones teológicas y convergencias,
-
la forma de la unidad que buscamos.
6) El Culto.
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Con las principales Iglesias y Confesiones Cristianas que la Iglesia
Católica ha dialogado son:
1) Antiguas Iglesias Orientales
2) Iglesias Ortodoxas
3) Federación Luterana Mundial
4) Consejo Mundial Metodista
5) Alianza Reformada Mundial
6) Comunión Anglicana
7) Alianza Mundial Bautista
8) Algunas Denominaciones Pentecostales.
Hasta el año 1992, los diferentes diálogos de la Iglesia Católica con otras
Iglesias y Confesiones Cristianas, están recogidas en la obra en español en dos
volúmenes dirigidas por el teólogo salmantino, experto en ecumenismo y actual Obispo
de Almería (España), Mons. Adolfo González Montes.
B)
ENCICLICA “UT UNUM SINT”
I.-
INTRODUCCIÓN
Su Santidad Juan Pablo II el 25 de mayo de 1995, publicó esta Carta Encíclica
sobre ecumenismo, queriendo dar una fuerza e importancia magisterial a este tema.
El contexto remoto de esta Encíclica está en la preocupación constante del Papa
sobre el ecumenismo. Así lo demuestra sus viajes, acciones y escritos donde el tema de la
unidad de los cristianos es prioritario. El contexto próximo estaría en el Directorio Ecuménico
de 1993, su libro “Cruzando el umbral de la Esperanza”3 y la Carta Apostólica Tertio Millennio
Adveniente.
3
Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza (Barcelona 1994)
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La estructura de la Encíclica es la siguiente:
INTRODUCCIÓN (Nº 1 – 4)
I.
EL
COMPROMISO
CATÓLICA (Nº 5 – 40)
ECUMÉNICO
II.
FRUTOS DEL DIÁLOGO (Nº 41 – 76)
III.
QUANTA EST NOBIS VIA? (Nº 77 – 99)
DE
LA
IGLESIA
EXHORTACIÓN (Nº 100 – 103).
II.
EL COMPROMISO ECUMÉNICO DE LA IGLESIA CATÓLICA
En este primer apartado, se presenta el compromiso ecuménico como designio
de Dios; es Él quien quiere la unidad y comunión plena. Por lo mismo, la división contradice la
voluntad de Cristo, es un escándalo y perjudica la predicación del Evangelio a toda criatura
(n.6). Aquí se presentan los llamados motivos de la unidad.
El camino ecuménico es también camino de la Iglesia; casi todos aspiran a una
Iglesia de Dios única y visible, verdaderamente universal, que es enviada a todo el mundo.
Creer en Cristo es querer la unidad, querer la Iglesia y la comunión.
La unidad “está
constituida por vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica”
(n.9). hay que recordar que en torno a estos tres elementos de fe, sacramentos y comunión
jerárquica ya existe una base de unidad, pero es necesario llegar a la unidad plena.
El Papa llama a la renovación de la mente y conversión interior; incluso habla de
la necesidad de penitencia por las exclusiones, rechazos, orgullo y obstinación no evangélica en
el rechazo del otro.
En el camino de la unidad cristiana tiene una importancia fundamental la
doctrina. Dios quiere la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. Hemos de ser
Iglesia, Cuerpo de Cristo que es “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14,6). Sin embargo, Jesús invita
a aceptar sus palabras y valores dentro de la propia cultura (n. 19). Como vemos, puede y debe
darse la inculturación . Hay aquí una referencia al llamado ecumenismo doctrinal.
La tarea ecuménica es de toda la Iglesia: fieles y pastores. En la realización
tiene una primacía especial la oración y santidad de vida. Aquí está el alma del ecumenismo.
No hay que olvidar que en la línea de la conversión, la oración y la santidad está el llamado
ecumenismo espiritual.
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Para la comunión es importante el amor entre las personas y comunidades. La
comunión de oración lleva a mirar con ojos nuevos a la Iglesia y al cristianismo. En la oración
común con los hermanos se busca la unidad en Cristo y en su Iglesia.
En el camino de lograr la unidad cristiana, tiene especial fuerza el diálogo que es
intercambio de ideas y de dones. Éste supera dificultades y lleva a la unidad en la verdad;
ayuda a conocerse más auténticamente, a estimarse y a colaborar. Por el diálogo se busca la
fidelidad a la voluntad de Cristo y a su verdad. Nos ayuda a examinarnos y superar el pecado
de la división.
A partir de lo anterior se da la colaboración práctica de lo pastoral, cultural,
social y testimonio. Esta cooperación es una verdadera escuela de ecumenismo. Hay aquí un
llamado a practicar el ecumenismo social o práctico.4
III.
FRUTOS DEL DIÁLOGO
El diálogo ecuménico ha llevado a la fraternidad; hoy ya nos llamamos
hermanos y realizamos diversas ayudas mutuas; existe mayor caridad fraterna entre todos los
discípulos de Cristo.
En nombre de Cristo se adoptan conjuntamente posiciones de solidaridad al
servicio de la humanidad; así se enfrentan problemas de justicia, libertad, paz, y se atiende
mejor a los pobres, marginados y a los indefensos.
La conversión ecuménica ha llevado a convergencias en la palabra de Dios y en
el culto divino; hay traducciones ecuménicas de la Biblia y aproximaciones en la celebración de
los cultos; existe “el ardiente deseo de celebrar juntos la única Eucaristía del Señor” (n.45).
La Encíclica nos dice que el diálogo no se desarrolla sólo a nivel de doctrina,
sino que es también un diálogo de amor, que lleva a apreciar los bienes presentes de otros
cristianos; es verdadero diálogo de salvación que anima a avanzar hacia la verdadera y plena
comunión. Por el diálogo ha habido un crecimiento de la comunión.
Se constata que se han dado frutos en la práctica del ecumenismo social,
doctrinal, espiritual y también pastoral; los contactos y encuentros han sido muchos y han
ayudado a superar prejuicios.
4
Cf. F. Sampedro, Ecumenismo y Tercer Milenio (Bogotá 2004), 357.
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Ha sido especialmente fructífero el diálogo con la Iglesia ortodoxa y con las
antiguas Iglesias de Oriente; con ellas ya existe una mejor comunión. Son llamadas “Iglesias
Hermanas”. El orar juntos lleva a aceptar y poner en práctica la voluntad del Señor para con su
Iglesia (n.53). Las estructuras existentes antes de la división deben ser el punto de referencia
para la plena comunión. Ésta se conseguirá con humildad; se trata de llegar a la unidad en la
legítima diversidad. El diálogo teológico y en la caridad ha progresado entre la Iglesia católica
y ortodoxa.
En cuanto al diálogo con las otras Iglesias o Comunidades eclesiales de
Occidente existe una historia anterior común, pero se dan mayores dificultades. De todos
modos, Jesús nuestro Maestro, habla a todos del mismo modo. El Movimiento Ecuménico
comenzó en el ámbito de estas denominaciones. Y ha habido diálogo y soluciones inesperadas
respecto del Bautismo, Eucaristía, Ministerio ordenado, sacramentalidad, autoridad de la Iglesia
y sucesión apostólica.
Los viajes pastorales del Papa han sido un testimonio a favor de la unidad de los
cristianos. Con esta ocasión, se ha encontrado con muchos hermanos comprometidos y ha
habido colaboraciones dinámicas en diversos niveles. En la Encíclica se recuerda la “Jornada
Mundial de oración por la Paz de Asís en 1986.”. También se hace referencia a otros muchos
encuentros ecuménicos.5
IV. ¿CUÁNTO CAMINO QUEDA POR RECORRER? (QUANTA EST NOBIS VIA?)
¿Cuánto camino nos separa todavía del día en que se alcance la unidad plena?
Hay que llegar a la Iglesia, una santa, católica y apostólica. Es necesario restablecer la plena
unidad visible de todos los bautizados. Esto exige continuar intensificando el diálogo. Hay
que ayudarse mutuamente y con caridad evangélica para unirse teniendo en cuenta todo el
contenido y exigencias de la herencia transmitida por los Apóstoles. Los cristianos anhelamos
poder compartir la misma mesa eucarística. Pero todavía hay que realizar un trabajo paciente y
audaz sobre los puntos de divergencia. El Santo Padre enumera los siguientes puntos que hay
que profundizar para alcanzar un verdadero consenso de fe:
5
Cf. F. Sampedro, O. cit., 358
10
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1) las relaciones entre la Sagrada Escritura, suprema
autoridad en materia de fe, y la sagrada Tradición,
interpretación indispensable de la palabra de Dios;
2) la Eucaristía, sacramento del Cuerpo y Sangre de
Cristo, ofrenda de alabanza al Padre, memorial
sacrificial y presencia real de Cristo, efusión
santificadora de Espíritu Santo;
3) el Orden, como sacramento, bajo el triple ministerio del
episcopado, presbiterado y diaconado;
4) el Magisterio de la Iglesia, confiado al Papa y a los
Obispos en comunión con él, entendido como
responsabilidad y autoridad en nombre de Cristo para
la enseñanza y salvaguardia de la fe;
5) la Virgen María, Madre de Dios e Icono de la Iglesia,
Madre espiritual que intercede por los discípulos de
Cristo y por toda la humanidad (n.79).
En la continuación del diálogo hay que partir de los resultados alcanzados, que
ya son patrimonio común. Es necesaria una actitud de fe y prudencia. El Espíritu Santo debe
animar el camino que hay que recorrer.
Se ha de continuar el ecumenismo espiritual y testimoniar la santidad.
La
Iglesia católica debe entrar en un diálogo de conversión. Este diálogo se realiza ante Dios y
lleva a ponerse en sus manos después de reconocer las faltas y confesar las culpas (n.82). De
aquí vendrá la conversión de los cristianos para la reforma continua de la Iglesia. El ejemplo
de los mártires y santos comunes nos dice que es posible lograr también esta meta. Todos los
santos de las Iglesias y Comunidades eclesiales han llegado a la comunión plena con Cristo
glorioso.6
6
Cf. F. Sampedro, O. cit., 359.
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V.
EXIGENCIAS DE ACCIÓN ECUMÉNICA
La Carta Encíclica Ut Unum Sint nos presenta bastantes exigencias. Si las
queremos aceptar y poner en práctica, tendremos que tomar actitudes y realizar acciones
concretas. Algunos pasos posibles:
1) Motivación: Es necesaria una mayor motivación ecuménica. Ésta la podría hacer la
Conferencia Episcopal y cada Obispo en su diócesis.
2) Renovación: El Papa nos pide una renovación del corazón, del pensamiento y de la
acción.
3) Formación: Incentivar cursos de ecumenismo a diferentes niveles y destinatarios. Ver
la posibilidad de crear un Diplomado en ecumenismo.
4) Conversión Interior: La conversión interior, la santidad de la vida y la oración son el
alma del ecumenismo.
5) Colaboración con otras Iglesias y Confesiones Cristianas:
Esta puede darse en lo
cultural, social, pastoral y en el testimonio.
6) Diálogo: Es visto como intercambio de ideas y dones. En él se busca la fidelidad a la
voluntad de Cristo y a la verdad.
7) Cambios de lenguaje y actitudes:
El lenguaje polémico lleva a la polémica.
Expresiones fraternas llevan a la fraternidad. Las actitudes del Papa Juan Pablo II son
un buen ejemplo a seguir.
Podemos concluir diciendo que la unidad de los cristianos es posible. Dios la
quiere y por su parte no va a fallar. Nos corresponde colaborar con nuestro aporte.
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