María. Madre y Maestra (IX, 83 Sb 16) PREDICACIONES Y FRASES MARIANAS

PREDICACIONES Y FRASES MARIANAS
POR EL R.P. RODRIGO MOLINA, L.D.
María. Madre y Maestra
(IX, 83 Sb 16)
Predicaciones y Frases Marianas, R.P. Rodrigo Molina, L.D.
Cristo está lleno de María y María está llena de Cristo.
María (dice Santo Tomás) está incluida en Jesús. El que
prescinde de María no puede conocer a Jesús. El que
conoce a Jesús conoce a María. Conocer a Jesús implica
conocer que es Hijo de María.
María es santificada y santificadora.
Santificada por Dios es asumida por Dios como
instrumento para santificar.
Estudiar a Jesús es estudiar a María y estudiar a María es
estudiar a Jesús.
La voluntad de Dios ha establecido vínculos tan estrechos
entre Jesús y María que Jesús y María fueron decretados
por Dios con un mismo y único decreto de predestinación.
La paternidad de Dios Padre y la Maternidad de María vienen a ser las dos caras del único misterio de la
encarnación. Si lo contemplo desde Dios lo llamo Dios se
encarna y si lo contemplo desde María lo llamo el hombre
se deifica.
La maternidad de María no se agota en la concepción de
Jesús y en su darle a luz. La maternidad de María sólo se
concluye cuando la vida de Jesús haya sido conducida a
su plenitud. Y esto será en la segunda venida de Jesús.
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María es Madre de Jesús no sólo porque le concibe y le
da a luz sino también porque ella va haciendo su
desarrollo y va configurándolo con su educación.
María va conduciendo a Jesús, ayudando a Jesús desde
su infancia de Niño débil e incapaz hasta su plenitud
humana de hombre. Dios apto para su misión de redentor.
A María se debe también que “el Niño crecía y se
fortalecía lleno de sabiduría” (Lc. 2, 40).
Eso fue la Sagrada Familia: la historia de la acción de
María configurando a Jesús. Tiene por lo tanto valor
decisivo para la salvación. La salvación tuvo su origen en
el seno de una familia.
Jesús empezó a salvar desde el interior de una familia, en
el seno de la Sagrada Familia. Jesús me dice con ello que
la
salvación
se
configura
familiarmente,
tiene
configuración familiar.
Los años de Nazaret, años de vulgares quehaceres, pero
tanto más grandes ante Dios cuanto más carentes de
grandeza humana, de explicación humana.
Fue exigencia de Dios que Jesús viviese largos años la
existencia laboriosa de un hombre cualquiera en una
familia cualquiera.
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En la bendita convivencia familiar del humilde hogar de
Nazaret y en las simples tareas de un modesto taller
artesano Jesús, María y José regeneraban con una pobre
historia humana pero divinamente vivida la historia de la
humanidad. El rescate del hombre para Dios era su
verdadero y altísimo quehacer en medio de tan vulgares
quehaceres. Es el valor divino de todo lo humano.
En la bendita convivencia familiar del humilde hogar de
Nazaret
se
vivía
el
mensaje
evangélico
de
las
bienaventuranzas, el valor salvador aportado por Cristo a
la vida humana, puesto por Cristo en la rutina diaria de la
vida humana.
La convivencia familiar de Nazaret es el Evangelio vivido
en
lo
intrascendente
diario,
en
lo
humanamente
insignificante. Nazaret me dice que Dios quiere y se
complace en eso intrascendente humano. La Sagrada
Familia es la salvación de Dios que penetra en la historia
del hombre para realizarse en ella pero desbordándola
con su plenitud sin límites.
Dios en la Sagrada Familia apunta a llevar a la familia
humana a la realidad superior de la familia divina.
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María es madre y maestra de Cristo. La maternidad no se
ciñe a la generación, incluye la educación. Los padres son
los educadores natos de sus hijos. Eso fue María para
Jesús: su educadora. María fue pedagoga de Cristo.
Todos los cuidados que María prodigó a su Hijo son
expresión de este magisterio. María fue formando a Jesús
en el conocimiento humano de la Sagrada Escritura y de
la historia de la salvación.
Eso intrascendente diario que vivió Jesús en Nazaret fue
también luz de revelación, fuente de redención.
Jesús se desarrollaba dentro del hogar de Nazaret física y
psíquicamente. Sus padres contribuían al desarrollo
psíquico de Jesús en su doble vertiente cognoscitiva y
afectiva. María en su contacto con Jesús lo iba
enriqueciendo incesantemente. Y Jesús respondía a esa
acción formativa de María tomando postura de discípulo.
Jesús es abierto, asimila, es dócil. Y en esa atmósfera
educativa total de que le rodea María, Jesús consigue el
pleno y armónico desarrollo de su psiquismo. Al aceptar
Jesús tenerla como verdadera Madre aceptó recibir de
ella todos los servicios de una verdadera Madre. La
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verdadera madre no es solo la que engendra sino también
la que sobre el engendrar, forma y educa.
María dio a Jesús una vida y un corazón humanos, le dio
unos rasgos físicos.
María le dio también un temperamento y ayudó a formar
su carácter.
María es ese ser humano privilegiado que pudo dar verdaderamente algo a Dios. “¿Con quién se aconsejó para que
le enseñara el saber?” (Is 40, 14).
Jesús formó su carácter en ese clima ideal del amor
maternal de María. Jesús fue auténticamente educado por
María como fue engendrado por Ella. Y Jesús se entregó
para su formación a esa pedagogía del corazón maternal
de María.
El instrumento usado por María en la educación de su Hijo
fue la convivencia. María con sus palabras, con sus obras
con toda su persona iba configurando a Jesús. Lo
configuraba
en
todos
sus
aspectos
armónica
y
equilibradamente. Nada desintegrante o deshumanizante
había en el ambiente creado por María en su hogar. María
fue ese principalísimo instrumento usado por Dios para
dar a su Hijo un Corazón verdaderamente humano. Por
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eso ningún hombre amó tanto como Jesús con corazón
de hombre.
Jesús se sometió a la educación de María sin reservas ni
limitaciones. “Jesús bajó con ellos a Nazaret y les estaba
sujeto... y Jesús crecía en Sabiduría...” (Lc. 2, 51). Toda
acción
educativa
requiere
autoridad.
Y
Jesús
dio
autoridad a su Madre y se sometió a esa autoridad para
aceptar y asimilar la acción educativa de esa autoridad.
Jesús salva muriendo. El sacrificio es el núcleo central de
la redención. María lo conocía y por eso María educa a
Jesús no para la comodidad sino para el sacrificio, para la
renuncia.
María
con
sus
enseñanzas,
con
sus
conversaciones, con la totalidad de su comportamiento va
modelando en Jesús la psicología propia del que está
destinado a morir en la cruz para nuestra salvación. Es un
principio clave de la Providencia el preparar las personas
para la misión que se les confía. Así por medio de María
fue preparando a Jesús para la misión de la redención en
la sangre.
María educó a Jesús no para la gloria y el triunfo sino
para el servicio en la humillación. María se definió a sí
como la esclava. María sabía que Jesús era el Esclavo
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sufriente anunciado: para esa esclavitud de servicio por
amor educó a Jesús.
Esta educación de María penetró hondamente en Jesús
niño y adolescente. Y esto por dos razones: El Magisterio
de María, perfecta maestra, tenía fuerza penetrativa. Y
Jesús, perfecto discípulo, poseía docilidad y ductibilidad.
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Maternidad divina: es la unión esponsalicia de Santa
María con Dios para engendrar a Jesús, el Hijo propio de
Dios, y a su Cuerpo místico: la Santa Iglesia.
***
Santa María al concebir físicamente a Jesús nos concibe
espiritualmente a todos nosotros, y aunque nos engendra
junto con Jesucristo, nos da a luz en el parto doloroso de
la Cruz, en ese holocausto que nos vuelve a casar con
Nuestro Padre Eterno y vivir su propia vida.
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