Félix Magno» (Libros III - IV ) - Centro de Estudios Cervantinos

Anuncio
Claudia Demattè, Félix Magno (libros III-IV) (2001)
INTRODUCCIÓN
LOS LIBROS TERCERO Y CUARTO de las aventuras del caballero Félix Magno salen a la
luz en los talleres del sevillano Sebastián Trugillo el día 4 de julio de 1549, poco más de dos
meses después de la salida de los dos primeros libros. De una eventual existencia de
ediciones previas, como la de Barcelona de 1531, sólo queda una huella indirecta, como
comentamos en la Guía de lectura a los dos primeros libros.
El doncel que habíamos conocido en los dos primeros libros ya es un valeroso y
afamado caballero que ha demostrado merecer su linaje y sobretodo el amor de la princesa
española Leonorinda. Ha acabado numerosas aventuras entre las cuales se destacan la
Aventura de la Gran Tienda contra el gigante Gavalión, llamado el Diablo Desemejado, y la
Aventura de la Cueva del hada Arquía en la que Félix Magno se da a conocer como
«Caballero de la Doncella Sin Par». La rueda de la fortuna parece quedarse siempre en la
buena ventura para nuestro héroe pero hacia el final del Segundo Libro la princesa
Leonorinda, que ha concedido muchos encuentros secretos a Félix Magno, si bien por una
ventana enrejada, acaba por creer a una doncella que le confía la supuesta traición del
caballero. De esta manera acaba el Segundo Libro dejando al lector suspendido en la acción
y haciendo nacer en él el deseo de seguir con la lectura de los otros dos libros que se habían
anunciado a partir del título.
En el Tercer Libro Félix Magno viste armas todas negras para representar el luto de su
corazón al ser rechazado por Leonorinda, y elige además una nueva identidad, el «Caballero
de las Armas Tristes». Con estas premisas ya se entiende que las aventuras que nuestro
caballero acomete son cada vez más importantes, y culminan en la Aventura de la Floresta
de la Olvidanza en la que tiene que confrontarse con una sierpe que escupe fuego y un
dragón alado. Pero sin duda llama la atención del lector el hecho de que se produce en este
libro una geminación de relatos de personajes más o menos secundarios que se entretejen
con las aventuras del protagonista, retrasándolas. Así llegamos a conocer las hazañas de
don Clarís de Altamar, hermano de Félix Magno, de Marianís de Irlanda, de Listán, de
Ditreo y de sus respectivas enamoradas. Pero los motivos más interesantes vuelven a llevar
otra vez nuestra atención hacia el mundo moro, como ya habíamos anotado en los dos
primeros libros con la importancia del papel de Califa: efectivamente se destacan dos
personajes, Loncinea e Lisdroel, hijos del Gran Çafí de Alexandría, los cuales se enamoran
de oídas respectivamente de Félix Magno y de Leonorinda. Los dos hermanos moros llevan
a cabo sus intenciones de manera separada puesto que Loncinea recurre a la magia mientras
que Lisdroel va bajo otra identidad a la corte de España para probar su valentía en las
armas delante del rey y de su hija. La intervención de Loncinea ayudada por una gran sabia
permite introducir un tema tópico del género caballeresco: el encantamiento del
protagonista. Siguiendo a más afamados caballeros como Platir y el mismo Amadís, Félix
Magno incurre en un encantamiento por el cual cree hallarse en un castillo con su amada
Leonorinda mientras que se trata de Loncinea bajo el efecto de una poción mágica. Sólo la
intervención de Califa, cuyos poderes mágicos son proverbiales, según cuanto se nos dice
en el Cirongilio de Tracia, permite poner en libertad al caballero. Por otra parte Lisdroel
© Centro de Estudios Cervantinos
Claudia Demattè, Félix Magno (libros III-IV) (2001)
intenta portarse de noble manera siguiendo el código caballeresco e intentando conquistar a
Leonorinda por su destreza en las armas y gracias a los discursos con que entretiene a la
reina Segurianda y a su hija. Pero por oscuras razones el rey Sirián rechaza su propuesta de
casamiento y este hecho desencadena un odio extremo en Lisdroel. De esta manera la
chispa que aviva las batallas entre los dos bandos no es efectivamente la guerra de religión
que en los libros de caballerías contrapone tópicamente los cristianos a los paganos, sino
más bien la saña de Lisdroel que quiere vengarse del rey Sirián.
En el Cuarto Libro dos motivos más flanquean a Félix Magno puesto que nacen sus dos
hijos: Lindanor, de su matrimonio secreto con Leonorinda, y Felixcineo, fruto del
encantamiento de Loncinea, y los dos ya desde pequeños demuestran gran fuerza y
destreza en las armas. Ambos son nombrados caballeros por su padre y se alejan de la corte
dejando sospechar (o esperar) al lector una continuación que relate sus aventuras. Pero
antes que el último libro acabe, el anónimo autor nos regala un paréntesis metaficcional en
el que Califa, la narradora ficticia de la historia, decide entregar el libro de las hazañas de
Félix Magno en las manos del caballero Desamado que ha llegado por azar a su isla. De
esta manera el tópico del hallazgo del manuscrito declarado en el prólogo, según el cual el
autor habría encontrado el texto en la isla Lesiana escrito en arábigo, es confirmado
después de más de doscientoscincuenta capítulos. Califa ha escrito el libro en su idioma
siendo testigo directo e indirecto, gracias a sus artes mágicas, de los acontecimientos, y se
prepara a confiarlo a su público dejando a otra voz el deber de concluir la historia.
Efectivamente el papel de narrador es asumido por un sujeto lingüísticamente señalado, es
decir, por aquella voz que a lo largo de los libros había intervenido comentando no sólo la
actividad de Califa sino también introduciendo comentarios de tipo didáctico o moralístico,
y que ahora se encarga de llevar a cabo la narración. Así nos revela cómo seguidamente
Desamado decida regalar el libro a su amada y cómo ella sea la primera lectora, subrayando
de esta manera el binomio original de un circuito de comunicación literaria ficticiamente
reservado, en primer lugar, a las mujeres. Quizás la efectiva importancia del público
femenino había llevado el anónimo autor a inventar este original juego de voces que
hallamos en los cuatro libros del Félix Magno, dando al mismo tiempo prueba de un
perfecto conocimiento y dominio del género caballeresco.
Claudia Demattè
Universidad de Trento
© Centro de Estudios Cervantinos
Descargar