Claudia Demattè, Félix Magno (libros I-II) (2000) INTRODUCCIÓN EL FÉLIX MAGNO sale probablemente por primera vez de las prensas barcelonesas de Carles Amorós en 1531, aunque quede atestada sólo una edición completa salida a la luz en 1549 del taller de Sebastián Trugillo en Sevilla. Casi nada conocemos de su anónimo autor a no ser la poca información que podemos detectar en el prólogo en su mayoría, dentro de los tópicos del exordio: está al servicio de don Fadrique de Portugal, obispo de Sigüenza y virrey de Cataluña, a quien se dedica la obra, y éste último ha sido quien le ha ordenado publicarla contrariamente a las supuestas intenciones de nuestro autor; probablemente su profesión habitual no es la de escritor dado que se declara ajeno a esta actividad; además subraya su intento didáctico, que reafirma durante la obra con sus amonestaciones didáctico-morales, pero esto ya lo podemos incluir entre los tópicos prologales, junto con el hallazgo del manuscrito en una isla exótica llamada Lesiana y su traducción del árabe al toscano y sucesivamente al español. En la tradición tópica de los libros de caballerías se halla también el protagonista, Félix Magno, caballero andante en busca de honra y prez para poderse casar con su amada Leonorinda, hija de los reyes de España, y para sobrepasar en virtud y fortaleza al caballero andante por excelencia, Amadís de Gaula, de quien Félix Magno ha leído las gestas. Los cuatro libros están llenos de combates singulares, pasos honrosos, hasta las batallas finales que contraponen nada menos que al bando turco y al bando cristiano, sin olvidar un moderado toque de aventuras amorosas y elementos maravillosos. Pero llama la atención del lector el hecho de que hay algunos rasgos originales que caracterizan nuestro texto como desviación del paradigma amadisiano. La principal novedad resulta ser la modalidad del nacimiento de Félix Magno que ya no es hijo ilegítimo, como ocurre en casi todos los libros de caballerías, sino que nace del matrimonio del rey Falangrís y de la reina Clarinea, atestándose en seguida como legítimo heredero del reino de Gran Bretaña sin necesidad alguna de descubrir y demostrar su identidad. La razón que le guía a abandonar la corte de sus padres se halla en el deseo de combatir en la guerra contra los turcos en el imperio de Costantinopla y de emular las gestas de su padre que había sido caballero andante en su juventud. Otra particularidad novedosa resulta ser la prole de Félix Magno en cuanto que reune las dos realidades étnicas y religiosas: Felixcineo nace de la infanta mora Loncinea, hija del Gran Çafi de Alexandria, gracias a un encantamiento de Félix Magno, mientras que Lindanor nace de los amores del protagonista con su amada Leonorinda. La mitad oriental y la occidental del mundo conocido quedan de esta manera unidas, y el deseo de tolerancia y convivencia queda subrayado por la ausencia de caracterizaciones maniqueas de los personajes turcos y cristianos que atribuyen a la obra otro elemento importante y quizás novedoso. A pesar de todo esta obra parece no haber tenido gran éxito, dado que no queda huella de sucesivas reimpresiones ni continuaciones, a parte de la traducción al italiano de los dos primeros libros por Camillo Camilli, publicada en Verona con fecha 1587. Pero es prueba del hecho de que no toda la obra, sino más bien sólo unos elementos de la misma habían sido notados por los lectores de la obra por resultar inusitados o llamativos. Efectivamente © Centro de Estudios Cervantinos Claudia Demattè, Félix Magno (libros I-II) (2000) hallamos una referencia en el Cirongilio de Tracia de 1545 (libro que tuvo mucho más éxito que el Félix Magno, sobre todo en las épocas sucesivas gracias a Cervantes que le nombra en su Don Quijote) a la sortija que la sabia Califa entrega a Félix Magno para protegerle de cualquier encantamiento. Bernardo de Vargas, autor del Cirongilio, describe a Califa, maga que ayuda a Félix Magno, como la más grande sabia del mundo por su saber sin límites, pero lo que llama la atención es que la referencia no es simplemente al personaje, sino a la misma historia de Félix Magno. En efecto frecuente y normalmente las referencias se hallan en un nivel intertextual (se intercambian temas, personajes, episodios significativos), mientras que aquí nos hallamos a nivel hipertextual dado que se subraya la importancia de la historia, es decir la narración, demostrando la clara conciencia del autor (pero también de los lectores a quien se dirigía) de hallarse frente a episodios «historiados», a material narrativo más que histórico. La figura de Califa en el Félix Magno resulta efectivamente singular: es una sabia mora que interviene a favor del protagonista con sus poderes adivinatorios y mágicos pero al mismo tiempo se define como la voz que narra las aventuras del caballero de Gran Bretaña. Este último rasgo la sitúa en una situación anómala respecto a la tradición de los narradores internos de los demás libros de caballerías. Si normalmente quien narra los hechos del protagonista epónimo es un testigo sin ninguna duda fiable, Califa se connota por dos rasgos que ponen en peligro su posición de narradora: en efecto Califa es mujer y mora, es decir encarna en un doble sentido el paradigma tópico de la falsedad. Queda por decir que obviamente se denota por todo lo contrario: es testigo, personalmente (trasladándose en un preciso instante a cualquier parte del mundo) o gracias a sus poderes y visiones, de todas las aventuras que ocurren en los cuatro libros, dando prueba de su capacidad de historiadora. Durante toda la obra Califa es puesta en escena por un misterioso sujeto autorial no sólo como narradora sino como escritora de la obra, dado que ella misma afirma haber decidido escribir las aventuras de Félix Magno para que queden en la memoria de los tiempos futuros. En el cuarto libro ella misma se representa en el acto de la composición del último capítulo de «su» obra, acto que nos permite asistir del pasaje de la redacción a la recepción del texto: Califa entrega el volumen al caballero Desamado de la corte de Gran Bretaña, concluyendo en este momento el primer nivel de la historia, mientras que queda por concluir el segundo, o sea aquel en que otro sujeto autorial conduce la narración. Este segundo narrador nos cuenta cómo Desamado entrega el libro a su amada, designando, significativamente, otra vez a una mujer como primera lectora, y nos lleva a asistir a las últimas escenas de Félix Magno y de Leonorinda con sus hijos. Siguiendo la tradición, el final no puede quedar cerrado, sino abierto: Felixcineo y Lindanor, los dos hijos de los protagonistas, son armados caballeros y salen de la corte española para empezar su vida de caballeros andantes que una posible continuación nos hubiera podido contar. Claudia Demattè Universidad de Trento © Centro de Estudios Cervantinos