MÉTODO. Consiste en una serie de reglas que permiten dirigir el espíritu capacitándolo para intuir la verdad y descubrir con seguridad y sin temor a equivocarse nuevos conocimientos. El método cartesiano procede de lo simple (conocido por intuición) a lo complejo (conocido por deducción), y consta de 4 reglas: evidencia, análisis, síntesis y enumeración. EVIDENCIA. La primera regla del método presupone una confianza plena en la razón. Enuncia tomar solo como verdadero lo evidente. La evidencia es una intuición intelectual clara y distinta, y con ella cae el criterio medieval de la adecuación. Así, será verdadero aquello intuido por la razón clara y distintamente, y lo deducido a partir de ello tras aplicar correctamente el método. CLARIDAD Y DISTINCIÓN. Son las características que debe tener cualquier idea que se presente al espíritu como evidente, indudablemente cierta. La evidencia permitirá deducir conocimientos verdaderos. Clara será aquella idea presente a un espíritu atento, y distinta, a la conocida de forma precisa y diferenciada de las demás. El criterio de claridad y distinción posee, además de un componente lógico, un aspecto ontológico: la idea concebida clara y distintamente nos muestra la veracidad de la misma y la existencia del objeto al que hace alusión. La veracidad de la evidencia queda garantizada por la existencia de Dios. INDUCCIÓN-DEDUCCIÓN. Para Descartes, existen dos actos del entendimiento que permiten conocer las cosas sin temor a equivocarse: la intuición y la deducción. La intuición se refiere a cualquier representación mental que es tan clara y distinta que no puede existir duda alguna acerca de ella (conocemos por intuición que existimos y pensamos o los primeros principios de la matemática). La deducción, en cambio, es un razonamiento discursivo compuesto por varias partes, que, cuando ha sido bien hecha y repasada adecuadamente, nos concede una seguridad igual a la que obtenemos por la intuición (por ejemplo, la demostración de la existencia de Dios o una demostración matemática). METAFÍSICA. Ciencia que, según Descartes, es la “raíz” del árbol del conocimiento humano o de las ciencias. Se ocupa de la existencia de Dios y de la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre. Solo puede constituirse como ciencia cuando se apoya en una primera verdad que sea indudable y absolutamente evidente (el cogito) de la que hay que partir para, utilizando adecuadamente el método, descubrir todas las demás verdades, empezando por la existencia de Dios. DUDA METÓDICA. En la filosofía cartesiana, la duda no es una actitud de base, como en el escepticismo de Montaigne, sino un método. Se trata de un artificio destinado a encontrar un contenido absolutamente cierto que no pueda ponerse en duda y que, siendo absolutamente verdadero se convierta en la base de nuestro conocimiento. Es, pues, una duda que se dirige a superar el escepticismo, cosa que Descartes consigue con la certeza del cogito y la demostración de que Dios existe y no puede ser engañador. PIENSO, LUEGO EXISTO (cogito, ergo sum).Esta proposición usualmente conocida como cogito, constituye la clave de la bóveda de la metafísica cartesiana. Se trata de la primera verdad, conocida con absoluta claridad y distinción, cuya certeza permite fundamentar de modo seguro el “edificio de las ciencias”. Se ha señalado que su antecedente directo es la proposición de San Agustín “si yerro, existo”. SUSTANCIA. En la metafísica cartesiana, la sustancia se define como “aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir”. Según esto, solo Dios (la sustancia infinita) es propiamente sustancia; pero Descartes distingue, además, otras dos sustancias finitas: la sustancia pensante (res cogitans) y la sustancia extensa (res extensa); el atributo característico de la primera es el pensamiento y sus modos son las almas; el atributo característico de la segunda es la extensión y sus modos con los cuerpos físicos. IDEAS. En Descartes, las ideas son los contenidos del yo, o sustancia pensante, y se refieren a las cosas mismas en tanto que “vistas” por la mente. Dentro de las ideas, como representaciones mentales, hay que distinguir entre las ideas adventicias (aparentemente causadas por objetos externos), facticias (creadas por la imaginación del sujeto) e innatas (poseídas por el alma de todos los hombres y connaturales a ella desde el nacimiento). DUALISMO. En el plano antropológico, Descartes sostiene el dualismo; es decir, considera que el hombre se compone de alma (sustancia pensante) y cuerpo (sustancia extensa). Ambas partes del compuesto humano son completamente diferentes y se encuentran radicalmente separadas. Este dualismo tan estricto plantea el problema de la comunicación entre ambas sustancias, cuerpo y alma, que Descartes resuelve localizando la unión de ambas en la glándula pineal, situada a la base del cerebro. REALIDAD OBJETIVA-REALIDAD FORMAL. Son términos que Descartes emplea en su metafísica para describir la estructura y la causa de las ideas. La realidad objetiva de una idea es lo que esta representa: la imagen o contenido que suscita en nuestra mente. Así entendidas, las ideas muestran realidades más o menos perfectas: animal, hombre, Dios, etc. Tales ideas han tenido que ser causadas por un ser que tenga una realidad formal tan perfecta, al menos, como el contenido objetivo que ellas muestran; así, obtenemos que todas las ideas del pensamiento han podido ser producidas por el yo, salvo la de Dios, que muestra una realidad objetiva tan perfecta que no puede haber sido causada por el sujeto, que se sabe finito e imperfecto, sino por un ser que posee una realidad formal infinitamente perfecta: Dios.