Zenón de Elea, Lewis Carroll y Feyerabend Nuestra Historia Más

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Zenón de Elea, Lewis Carroll y Feyerabend
Nuestra Historia Más Grande Jamás Contada tuvo como centro el movimiento
de los cuerpos. Sin embargo, la historia del pensamiento nos muestra lo difícil
que es tener una idea clara de lo que es el movimiento.
Para Heráclito todo estaba en movimiento y en continuo cambio (no se puede
bañar dos veces en el mismo río), mientras que para Parménides, lo inmutable
del ser era la clave de la realidad (el ser es y no puede no ser). Zenón de Elea
era discípulo de Parménides y quiso echar una mano a la defensa de las tesis
de su maestro. Desarrolló para ello una serie de argumentos que mostraban la
imposibilidad del movimiento y, por tanto, del cambio. El más famoso es el de
Aquiles y la tortuga. Si le daba ventaja en una carrera, Aquiles nunca podría
alcanzar a la tortuga. Cuando llegara al punto de partida de la tortuga (A), ésta
ya estará más adelantada (en B). Cuando Aquiles llegue al punto B, la tortuga
habrá avanzado otro poco (hasta C). De esta manera habrá una serie infinita
de recorridos que Aquiles tendría que completar antes de alcanzar a la tortuga.
Una serie infinita solo puede ser recorrida en un lapso de tiempo infinito.
Conclusión: Aquiles no alcanzará a la tortuga. Como esto ocurre para cualquier
ventaja que tenga la tortuga, por pequeña que sea, se demuestra que el
movimiento es imposible.
Es difícil saber si Zenón de Elea se creía realmente su argumento. Tal vez
pensara que el mundo que llamamos real es sólo apariencia, y que esta
apariencia es revelada por la razón, según sus argumentos. Aristóteles analizó
las falacias en las paradojas de Zenón de Elea con resultado desigual, pero la
anécdota atribuida a Diógenes el cínico, que se puso a caminar tras una
lección de Zenón de Elea, mostrando que "el movimiento se demuestra
andando", constituye su refutación más conocida. Pura razón práctica.
Propongo ver estos argumentos desde otra perspectiva (no digo que fuera la
intención de Zenón de Elea, ya adelanto que no creo que sea el caso).
Constituyen un ejercicio intelectual, una especie de adivinanza, un nudo
(ayúdame a desatarlo, que escribió Lewis Carroll) que se propone al
interlocutor: "Si eres tan listo, a ver si sabes encontrar la causa de la paradoja,
pues solo si lo sabes hacer podremos creer que tu discurso sobre la realidad
estará bien fundamentado." En este sentido soy amigo de las paradojas. No
creo que cada uno tenga que saber resolverlas todas, pero sí que les
reconozco su aspecto lúdico y su manera de hacernos reflexionar sobre
nuestro raciocinio.
El propio Lewis Carroll planteó otra carrera entre Aquiles y la Tortuga. Ésta era
una carrera lógica. En boca de la Tortuga, la primera proposición de Euclides
dice:
(A) Dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí.
(B) Estos dos lados de un triángulo son iguales a uno tercero.
Por tanto:
(Z) Estos dos lados son iguales entre sí.
Aquiles se queja y dice que la última proposición debe ser llamada (C), pues se
sigue a continuación de (A) y (B). La tortuga afirma que, antes de concluir (Z)
hay que aceptar la lógica del silogismo. Es decir, hay que aceptar:
(C) Si se aceptan (A) y (B) debe aceptarse (Z).
Aquiles accede y cree acabada la nueva carrera. Pero esta no ha hecho más
que empezar, ya que ahora debemos introducir:
(D) Si se aceptan (A), (B) y (C) debe aceptarse (Z).
(E) Si se aceptan (A), (B) (C) y (C) debe aceptarse (Z).
... ... ...
Según la tortuga, nunca se aceptará (Z), y así nace otra paradoja, esta vez
sobre la imposibilidad del movimiento, no ya en el mundo real, sino en la propia
esencia de la razón, en la lógica.
En tiempos más recientes, hay filósofos que nos han traído nuevos argumentos
sobre la imposibilidad del movimiento, esta vez en el progreso de la ciencia.
Por ejemplo, Feyerabend viene a decir:
(A) No existe un método científico. Para toda regla o método, encontramos
excepciones en la historia de ciencia.
(B) Si queremos despojar al método científico de todas las reglas que se han
transgredido, nos quedamos con que "todo vale".
(C) De lo anterior se deduce que la ciencia no está en mejor posición que otras
construcciones sociales como para demandar un status superior.
(D) Se deduce también un relativismo cultural por el cual podemos admitir que
ciertas creencias que son verdaderas para nosotros no lo son para otros. Estas
creencias se refieren no solo a gustos o cuestiones morales, sino también a
afirmaciones acerca de la realidad física. No hay posibilidad de definir criterios
que definan la objetividad y la razón. Así que objetivamente no hay que elegir
entre las afirmaciones de la ciencia y de la astrología, por ejemplo.
Feyerabend escribía con un lenguaje muy directo, pero poco claro. No es de
extrañar que continuamente se quejara de que no le habían entendido,
especialmente cuando escribió su obra "Contra el Método". Acusaba a sus
críticos de no distinguir entre chistes, ironías, paradojas y las ideas centrales
del libro. Es lo que tiene no escribir con claridad.
Además de Feyerabend, hay corrientes post-modernas, hermenéuticas,
deconstructivistas, ... que emplean argumentos de este estilo para criticar a la
ciencia. Algunas veces se la tacha de machista, otras de occidental y, por tanto
imperialista, y así sucesivamente. El hilo conductor parece ser algo así como:
(A) La ciencia es un quehacer humano (o un discurso, o lo que sea).
(B) Por tanto no está exenta de los problemas de todo que hacer humano (o de
todo discurso, ...).
(C) Por tanto, sus construcciones o teorías estarán sesgadas y reproducirán los
esquemas de poder - o los prejuicios, o lo que sea - de la clase dominante - o
de los hombres, o de occidente, pon aquí tu fobia favorita -.
Es decir, que si hubieran sido mujeres asiáticas quienes hubieran estudiado el
movimiento de los cuerpos, la ley de la gravedad sería distinta. Bueno, tal vez
no esa en particular, pero sí alguna otra ley o teoría científica. Aunque no
sabemos cuál, no nos lo dicen, no hablan claro.
Veo todos estos discursos como veo las paradojas de Zenón de Elea o la de
Lewis Carroll. El primero tal vez se creyó sus argumentos, el segundo no
(Lewis Carroll era profesor de matemáticas y de lógica). Los pensadores que
las proponen harían bien en tomarlas como lo que son y no como argumentos
verdaderos. Se arriesgan a quedar en ridículo frente a un Diógenes moderno, o
frente a un Sokal.
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