Oficio 340-064367 del 23 de diciembre de 2002 CONSTITUCIÓN DE RESERVAS PARA EL PAGO DE CRÉDITOS CONTINGENTES O LITIGIOSOS Sea lo primero precisar que independientemente de la situación jurídica en que se encuentre la sociedad, es decir, activa o disuelta y en estado de liquidación (voluntaria u obligatoria), habrá que contabilizarse las obligaciones litigiosas en la misma forma. La Ley 222 de 1995 en su artículo 178, numeral 16 establece entre las funciones de la junta asesora, la de disponer la constitución de una reserva adecuada, para atender el pago oportuno de las obligaciones condicionales o sujetas a litigio. Dicha reserva se invertirá en forma que asegure su conservación y rendimiento. El artículo 245 del Código de Comercio, expresa que cuando haya obligaciones condicionales se hará una reserva adecuada en poder de los liquidadores para atender dichas obligaciones si llegaren a hacerse exigibles, la que se distribuirá, entre los asociados en caso contrario. La misma regla se aplicará en caso de obligaciones litigiosas, mientras termina el juicio respectivo. Ahora bien pasando, al tema que nos ocupa, las sociedades que adelantan el trámite de liquidación obligatoria, independientemente que cuenten o no con activos suficientes que le permitan atender las obligaciones a su cargo, así como los gastos que demande la liquidación, deben aplicar de manera integral y para todos los efectos lo previsto por la ley para tal efecto. De lo anterior, es particularmente relevante precisar que las normas sobre el tema que nos ocupa, preceptúa, explícitamente por su tenor, que la reserva tendrá como propósito específico: atender dichas obligaciones si llegaren a hacerse exigibles, de lo cual se infiere de suyo, que su fundamento no es otro que el de ser una medida preventiva de separación de cierta parte del patrimonio social sujeta a la eventual contingencia o aleatoria posibilidad de menoscabo del mismo y que, en últimas, sirve como recurso destinado, en forma concreta, a satisfacer las prestaciones que se puedan originar a cargo del ente en liquidación y a favor de otro, como consecuencia de la adquisición o extinción de un derecho que pendía de una condición o del reconocimiento judicial de la efectividad de uno litigioso. No sobra anotar que, tratándose de reservas para amparar obligaciones litigiosas se dispone su permanencia “ mientras termina el juicio respectivo” , no señalándose un término fijo y perentorio durante el cual se haya de conservar incólume tal medida y que transcurrido conduzca al levantamiento de aquellas, sino que se deja supeditada al cumplimiento o falla de la condición o a las resultas de un proceso, según sea el caso. En el evento que estemos en presencia de una obligación litigiosa, valga decir, de aquella controversia jurídica de inciertas consecuencias y que es calificada como tal, en virtud de la notificación judicial de la demanda, redunda de suyo cierto que no es posible ser absolutamente determinista para afirmar que, por el hecho de estar sometida a conocimiento judicial, la obligación se ha de dar per se existente, habida cuenta que, precisamente, es el juez quien decidirá, si es el caso, sobre la existencia o no de la obligación, así como los efectos, esto, es su efectiva exigibilidad; téngase en cuenta, además, que, igualmente, puede determinar la existencia de otra obligación distinta al objeto de la fuente, v. gr., indemnización compensatoria. En este orden de ideas, cuando la norma de la Ley 222 de 1995, dispone incluir en la relación del patrimonio social a liquidar, también aquellas obligaciones litigiosas que puedan eventualmente afectar su patrimonio y, además, hacer una reserva adecuada para atender dichas obligaciones, habrá de entenderse que ello procede cuando exista una litis, esto es, una controversia jurídica contingente o virtual relativa a unas pretensiones encaminadas a que se determine su existencia y exigibilidad, las cuales dependen enteramente de las resultas de un procedimiento judicial o administrativo, vínculo procesal que se forma a partir de la notificación judicial de una demanda que habrá de ser, lógicamente, precedente a la elaboración del dicho inventario o, por lo menos, concomitante con él. Es particularmente importante de anotar que el artículo 81 ,del Decreto 2649 de 1993, sobre contingencias de pérdidas, ubicado en la sección II de las normas sobre pasivos, capítulo II, título II, establece que, “ tratándose de procesos judiciales o administrativos deben reconocerse las contingencias probables en la fecha de notificación del primer acto del proceso” , de lo cual se desprende, sin lugar a equívocos, conjugándose lo expuesto sobre las obligaciones litigiosas, que lo que resulta realmente relevante es, precisamente, observar que se reitera que es la existencia de la formación de un vínculo procesal con efecto de la controversia jurídica, de consecuencias absolutamente inciertas y contingentes instaurada ante autoridad competente, necesidad de existencia que no se predica de la obligación misma, precisamente, por estar sometida a su definición por tales vías. Es igualmente indispensable destacar que, al tenor del inciso cuarto del artículo 112, ídem se ordena “ en el momento en que conforme a la ley o al contrato sea obligatoria la liquidación de un ente económico, se deben reconocer todas las contingencias de pérdida que se deriven de la nueva situación” , valga decir, no sólo de las probables sino también de las eventuales o remotas. Como podemos observar, son las propias normas contables las que, actualmente, expresan explícitamente la necesidad de la contingencia de pérdida o ganancia, valga decir, la incertidumbre respecto tanto del acaecimiento de hechos futuros como de los resultados de los mismos, para efectos de su reconocimiento, formación o constitución. Así las cosas, es importante señalar que el crédito sea condicional o litigioso forma parte de la universalidad de acreedores que deben presentarse al concurso liquidatorio dentro de los preclusivos términos de la Ley 222 de 1995 con el fin de ser calificados y graduados en la correspondiente Providencia de Calificación y Graduación de Créditos, lo que en la práctica se traduce en que dicho tipo de acreencias se ubica en un título especial denominado “ Capítulo de Créditos Litigiosos o Contingentes” . Por consiguiente, es responsabilidad del liquidador que en el evento de que el crédito se convierta en cierto por la ocurrencia de la condición o la sentencia que pone fin al proceso dentro del trámite procesal correspondiente, debe honrar la respectiva obligación si cuenta con los activos suficientes para ello, atendiendo siempre el orden de prelación de créditos y la ley del dividendo, principios que constituyen su marco de acción. Si agotadas las etapas procesales de la liquidación obligatoria, la contingencia o condición no se han mutado en certeza, entonces deberá igualmente el liquidador reflejar en el plan de pagos la constitución de una reserva, para ese crédito calificado como tal, igualmente debe darle a dicho tipo de acreencias la graduación correspondiente de acuerdo con su escala de preferencia para el pago. Por consiguiente y como quiera que es responsabilidad del liquidador del ente económico constituir una reserva adecuada como lo ordena la ley, en el caso que nos ocupa y por tratarse de créditos contingentes o litigiosos, también es su obligación observar el origen de los citados créditos contingentes, a saber: Laborales, civiles, administrativos, etc., con el fin de determinar la prelación legal que le corresponde en su pago, es decir, registrar esa contingencia en la clase respectiva, según lo consagrado en los artículos 2495 y siguientes del Código Civil, y por el monto correspondiente, el cual puede o no coincidir con el valor que le corresponde al liquidador reservar para cubrir estos pagos, que en todo caso dependerá de los bienes que proporcionalmente puedan pagar según los activos existentes, atendiendo estrictamente la orden de prelación en los pagos. Finalmente, es preciso anotar que en todos los casos de liquidaciones obligatorias, existen diferentes tipos de créditos al interior del proceso, tales como los gastos de administración (artículo 197 de la Ley 222 de 1995), dentro de los cuales es muy común encontrar acreencias constitucionalmente protegidas como el caso de las mesadas pensionales que se causan durante el trámite, las acreencias laborales de los empleados activos que no se han podido desvincular de la empresa, y dichos créditos deben ser atendidos en la medida en que se tenga disponibilidad de efectivo; los concordatarios (si en el caso en concreto se presentan) y los posconcordatarios o liquidatorios propiamente dichos.