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APUNTES
SOBRE NACIONALISMO CATALÁN
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I
Apuntes sobre nacionalismo catalán
¿Cuáles son los planteamientos nacionales de los principales partidos políticos de Cataluña? ¿Qué es catalanismo? ¿Nacionalismo
es catalanismo? ¿En qué se diferencia el independentismo del nacionalismo? En un libro que pretende explicar la evolución del
independentismo catalán post transición, el primer paso es explicar el contexto en el que se mueve dicho independentismo así
como su delimitación conceptual (quién es independentista y quién
no). La respuesta a las preguntas planteadas nos servirá de excusa
para que el lector se pueda hacer una esquemática idea de la realidad política catalana en cuanto a la cuestión nacional se refiere.
La cuestión fundamental que deriva de la a priori confusión
de los conceptos catalanismo y nacionalismo tiene dos premisas
fundamentales: en primer lugar, el hecho que Cataluña –léase también Països Catalans1– sea una nación insertada en un Estado con
el que mantiene una compleja y ambigua relación conflictual de
pertenencia diferenciada obliga a las peripecias conceptuales, que
dicho sea de paso, refleja la diversidad identitaria, política y social de la sociedad catalana. La segunda premisa es que el uso y
construcción de los conceptos nacionalismo y catalanismo está
directamente relacionado con la batalla política entre los dos polos de pensamiento hegemónicos en la Cataluña post-transición,
PSC-PSOE y CiU.
1
Aunque la reivindicación política de los Països Catalans (Principado, Cataluña
Norte, Baleares y País Valenciano) es una característica del independentismo,
en este libro priorizaremos el concepto de Cataluña por ser el ámbito territorial
en donde se ha desarrollado la historia política que describiremos.
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Y es que la controversia sobre qué es catalanismo y qué es
nacionalismo, o si son o no dos caras de la misma moneda, no es
cuestión baladí. De hecho, el concepto catalanismo, probablemente
porque está más asociado a reivindicación cultural y no jurídica,
ha estado ampliamente utilizado por todos los partidos catalanes,
incluso el mismo Partido Popular de Cataluña. No así el término
nacionalismo, atribuido casi en exclusiva a CiU pero que en un
sentido más amplio acoge también las propuestas más independentistas de ERC así como de algún sector de ICV.
Los términos Nacionalismo y catalanismo poseen una tremenda flexibilidad definitoria, pudiendo acoger propuestas tan diversas como la voluntad de reconocimiento cultural, de autonomía
política, de federación y hasta de independencia. El historiador
Jordi Llorens, en un artículo publicado en el semanario El Temps,2
define el catalanismo como un «movimiento político y social, cuyo
objetivo ha sido canalizar las aspiraciones de autogobierno, dentro y fuera del estado español, de una parte significativa de la
opinión pública catalana». Mientras que para el politólogo Miquel
Caminal3 «la palabra catalanismo tiene una gran virtud y una
posible trampa: afirma una identidad y una voluntad de autogobierno sin tener que hacer uso del concepto nacionalismo», el
historiador Agustí Colomines4 tiene claro que «el catalanismo
político es como normalmente se designa al movimiento de reivindicación nacional catalán, y por tanto, es nacionalismo». Otros
destacados historiadores como J.B. Culla o Josep Termes también
opinan que los dos conceptos son sinónimos, pero no así otros
intelectuales –como el desaparecido Ernest Lluch–, los cuales diferencian claramente catalanismo de nacionalismo. Para la especialista en nacionalismos Monserrat Guibernau5 el nacionalismo
catalán «expresa el sentimiento de pertenecer a una nación con2
El Temps, nº6, abril 2005
M. Caminal (2001): «Els catalanisme i la Espanya Plural», en El nou catalanisme, Ariel, Barcelona.
4
A. Colomines (2001): Testimoni Públic. Política, cultura i nacionalismo, Afers,
Barcelona.
5
M. Guibernau (2001): Nacionalisme català. Franquisme, Transició, democracia.
Pórtic, Barcelona.
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creta que reivindica el derecho a decidir su futuro político, el cual
no siempre tiene que ser la independencia». Podemos ver cómo,
en un sentido estricto, los dos conceptos contienen un alto grado
de similitud pero no son equivalentes. Mientras el catalanismo
defiende el reconocimiento de la personalidad política de Cataluña pero sin cuestionar –por el momento– que la soberanía resida
en el estado español, el nacionalismo parte de la base que Cataluña es una nación con derecho a ser Estado, y por tanto atribuye la
soberanía a los ciudadanos catalanes, quienes habrían de decidir
–previo reconocimiento del derecho de autodeterminación– el tipo
de relación con el Estado. Dicho de otro modo, si bien todo nacionalista es catalanista, no todos los catalanistas son nacionalistas.
No todos quieren o desean, por ahora, llegar al final.
A primera vista pues, y si seguimos las definiciones de Llorens,
Caminal y Colomines, pero sobre todo la sugerida por Guibernau,
si bien los conceptos nacionalismo y catalanismo, no son dos caras de la misma moneda, sí nos sirven para describir la realidad
del sentimiento nacional catalán y su trayectoria política. Intentaremos profundizar en el origen y el porqué de esta doble utilización de conceptos que no son tan diferentes en su concepción pero
sí en su aplicación y apropiación.
En comparación con el nacionalismo vasco, en principio más
de tipo jurídico, al nacionalismo catalán siempre se le asocia un
fuerte componente cultural, y proclive a resolver, pactando, el
encaje en el estado español. Aunque los reduccionismos siempre
son simplificaciones de la realidad, y por tanto inexactas, sí es
cierto que en el catalanismo y/o nacionalismo, la recuperación y
potenciación de la cultura y lengua catalanas como elemento diferencial, ha sido, de ayer a hoy, objetivo prioritario. De hecho, la
recuperación de una cierta conciencia nacional catalana empieza
con el movimiento cultural/literario conocido como la Renaixença,
desarrollado a partir de mediados del siglo XIX, e influido por el
contexto europeo de predominio del Romanticismo, movimiento
que ayudó a la eclosión de los nacionalismos modernos. Este
catalanismo cultural, expresión literaria del que surgieron los Jocs
Florals, derivó en la primera formulación teórica del federalista
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Valentí Almirall en su obra Lo Catalanisme, del año 1886. Esta
recuperación de la cultura nacional, renovada y difundida por el
Modernismo y materializada por el decisivo movimiento cultural,
pero también político y social que fue el Noucentismo, sirvió de
base al catalanismo/nacionalismo político, que se estructurará a
partir de entonces en base a dos tendencias ideológicas: Una de
tipo conservador y burgués que luchará por conseguir una autonomía política, colaborador con el gobierno español con el objetivo de compaginar su voluntad de alcanzar las máximas cuotas de
reconocimiento de la singularidad nacional catalana sin que ello
perjudique los intereses económicos del sector social que representa. La otra gran tendencia del catalanismo será de base popular, de izquierdas y progresista, que llegará a formular planteamientos independentistas. Mientras el primero ha mantenido un
carácter más posibilista y tendente a trabajar con y sin alterar el
marco jurídico establecido (sea del tipo que fuere), el segundo ha
sido más proclive a «regenerar la España uninacional» y más dispuesto a colaborar con las fuerzas españolas de tipo progresista.
Según apunta el historiador Oriol Jonqueres, en la derivación de
un catalanismo cultural hacia uno de carácter político, cabe señalar la economía como un factor a tener en cuenta. La crisis económica que asoló al estado español en el siglo pasado, así como su
misma supervivencia política como tal, es afrontada de diferente
manera por el incipiente catalanismo. La posición ante el eje burgués/trabajador configurará y diferenciará a partir de entonces
–según Jonqueres–, el catalanismo de derechas y el de izquierdas.
Las dos tendencias, con sus respectivas evoluciones, se verán cortadas de raíz por los pronunciamientos militares de Primo de Rivera y Francisco Franco, viendo cortado así su desarrollo. Como
el lector habrá deducido, CiU por un lado, y ERC junto con la
parte catalana del PSC más ICV –como heredero del PSUC– por
el otro, son la formulación actual de estas dos grandes corrientes
ideológicas de aquel incipiente catalanismo.
Así, el concepto catalanismo y su uso y aplicación es la gran
solución de las principales fuerzas políticas catalanas, producto
de esta teórica esencia pactista y proclive al encaje con el estado
español y debido a una determinada evolución histórico política
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del país. Producto de esta combinación, más el sistema de competencia electoral propio del sistema de democracia representativa,
en el cual los partidos políticos necesitan diferenciarse de otras
opciones políticas, se entiende que el uso ambiguo del concepto
catalanismo haya perdurado hasta hoy. Como veremos más adelante, las apuestas nacionales de los principales partidos políticos catalanes de la post transición, excepto la ERC de la última
etapa (1993 hasta hoy), todos apuestan y han apostado, como mínimo a corto y medio plazo, por algún tipo de encaje con las estructuras políticas del estado español. Esta voluntad de encaje no
es nueva en la clase política catalana que ha hegemonizado el
pensamiento y acción durante el siglo XX, sea ésta conservadora,
liberal o de izquierda. Los teóricos de la izquierda de primeros de
siglo como Pi i Margall o Valentí Almirall, los cenetistas como
Francesc Layret o Salvador Seguí, o los de la derecha nacionalista
conservadora como Prat de la Riba o el obispo Torras i Bages,
todos ellos apostaron por la reivindicación nacional catalana pero
sin atreverse a proclamar la ruptura total con España. Incluso
Francesc Macià y Lluís Companys auténticos tótems del independentismo catalán por sus proclamaciones de la República Catalana –los años 1931 y 1934 respectivamente– que fueron matizadas
más tarde con los epítetos de «dentro de la Federación Ibérica» en
un caso y dentro de la «República Federal Española» en el otro.
Aunque hay quien sostiene que Macià, Companys y hasta Valentí
Almirall en su contexto histórico se podían considerar independentistas (lo cual es una interpretación subjetiva pero a tener en cuenta), lo cierto es que existe esta constante de la no exigencia de
ruptura total en la clase política catalana del siglo XX. Otro argumento de lo significativo de esta constante histórica es que en los
dos episodios de oportunidad política para el nacionalismo catalán, como fueron el inicio de la guerra civil y el final de la dictadura franquista, en ninguno de ellos se aprovechó para la sólo
emocionalmente deseada ruptura. Y aunque sí han existido teóricos muy capaces que han argumentado a favor de la ruptura total
con España, estos nunca han tenido –o no han podido tener– acceso a las tribunas públicas y de poder.6
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Pero no sólo esta determinada constante histórica de la clase
política catalana explica la utilización del concepto catalanismo.
A mi entender, el paso atrás que significó la victoria franquista en
la evolución del nacionalismo o catalanismo, y sobre todo sus
consecuencias, como la represión e intento de aniquilación del
sentimiento, la identidad y la lengua y cultura catalanas, está en la
raíz de la utilización del catalanismo como herramienta semántica
de consenso y de prioridad. Una hipótesis sería que estas disrupciones democráticas pudieron afectar también a la no derivación
del catalanismo/nacionalismo en autodeterminismo o en su caso
más extremo, al independentismo. Como sabemos, la represión
franquista post guerra civil fue de las más salvajes, además de
sostenida en el tiempo. Esto provocó que los tímidos intentos de
oposición antifranquista, básicamente en los años 60, comenzaran precisamente por la recuperación de la lengua e identidades
catalanas, sin preguntarse demasiado –por el momento– por los
objetivos políticos del día después del franquismo. Además, la
lucha por la reivindicación de la lengua y cultura catalanas fue el
punto de consenso que permitió establecer organismos unitarios
de coordinación de socialistas, comunistas y nacionalistas en su
lucha antifranquista. Si bien existían las lógicas y diferentes alternativas ideológicas, el punto de encuentro sobre el tema nacional
catalán fue precisamente la defensa de la lengua y cultura catalana. El contexto político de la transición, en plena suma de debilidades de franquistas y antifranquistas, influyó seguramente en esa
convergencia cultural. Este pacto, este converger sobre la identidad catalana como método para parecer igual de catalán que los
otros, sin tener que pronunciarse sobre la personalidad jurídica
de la nación catalana, ha sido mantenida desde la lucha antifranquista, la transición y el período de restauración democrática
por la mayoría de los partidos catalanes, excepto la ERC de los
años 90 y 2000.
Habiendo visto el porqué de la utilización del concepto de
catalanismo por la clase política catalana, analizaremos las dife6
En el apartado siguiente daremos cuenta de estos sectores independentistas del
catalanismo.
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rentes soluciones propuestas por los partidos catalanes (excepto
el Partido Popular catalán, al tener meridianamente claro la supeditación de Cataluña dentro del estado español) en relación a cómo
resuelven la personalidad nacional catalana en el marco, o no, de
las estructuras político administrativas del estado español.7 Cabe
decir que estas propuestas, extraídas de los programas políticos
de estos partidos catalanes, se pueden considerar en estos momentos a la baja ya que en el acuerdo para el nuevo Estatuto del
Parlamento catalán del 30 de septiembre de 2005 hubo acuerdo
en todas las fuerzas políticas excepto el PP, en considerar Cataluña como nación.
En el eje ideológico de las izquierdas catalanas, tenemos en
primer lugar a un PSC integrado orgánicamente al PSOE español,
que considera España como una realidad culturalmente plural con
cuatro lenguas básicas y apuesta por un desarrollo sosegado hacia
un estado federal. El PSC-PSOE vive en constante tensión interna
por la existencia de sectores, del propio PSC pero sobretodo del
partido hermano estatal, que con un discurso jacobino-centralista
cuestionan este modelo federal y hasta la consideración de Cataluña como elemento político y cultural diferenciado. Estos sectores argumentan que para un modelo federal deben preexistir unas
naciones que en el caso del estado español no reconocen. El PSCPSOE no utiliza el concepto nacionalismo y sí el de catalanismo,
del cual reclama una definición más amplia incluyendo la lengua
y cultura castellanas y no acepta la equiparación de catalanismo y
nacionalismo.
Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), partido heredero de la
tradición comunista del PSUC, reconoce también que España es
un estado multinacional, pluricultural y plurilingüístico, estando
a favor de un estado federal asimétrico. ICV da un paso más que
los socialistas y reconoce el derecho a la autodeterminación de
todos los pueblos de España. El PSUC primero e ICV después,
diferencian el catalanismo conservador del popular de izquierdas,
apostando programáticamente por este último. El discurso de ICV
7
He utilizado el cuadro de M. Guibernau (2001): Nacionalisme Català. Franquisme, Transició, democracia, Pórtic, Barcelona.
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pretende superar la dialéctica sobre la apuesta entre conflicto nacional o de clases, integrando las dos en un proyecto común, solidario con las clases populares del resto del estado español. ICV
tuvo una seria escisión en su seno –en la que tuvo que ver el tema
nacional– cuando se desvinculó orgánicamente de Izquierda Unida, que creó su referente ideológico en Cataluña. Esquerra Unida
i Alternativa. (EUiA) está actualmente coaligada otra vez con ICV.
Esquerra republicana de Catalunya (ERC) tiene claro que Cataluña y España poseen dos identidades nacionales diferentes,
consideran la relación de Cataluña con España como una sumisión obligada y cuestionan el concepto de estado español. Están a
favor del derecho de autodeterminación de todos los pueblos y
reivindican els Països Catalans (que incluye los territorios del
País Valencià, Baleares y la parte catalana del sur de Francia) como
parte integrante de su proyecto nacional. El objetivo político de
ERC es, o bien la creación de una República Federal como primer
paso para la creación de una República Catalana, o bien conseguir
la independencia a través de la Unión Europea. Para ello utiliza el
símil de las diferentes estaciones para llegar a ser Estado, siendo
la próxima estación la consecución de un estado español que se
reconozca pluri-nacional. La otra gran apuesta ideológica es hacer una síntesis entre el nacionalismo independentista y la izquierda
socialdemócrata.
Por lo que se refiere al eje ideológico de centro y centro derecha, tenemos al partido que fundó y lideró Jordi Pujol, Convergencia Democrática de Catalunya (CDC), el cual destaca el carácter plurinacional del estado español y su contribución a la gobernabilidad del mismo. Su apuesta pasa por que el estado español reconozca la nación catalana y por profundizar al máximo la cuota
de autogobierno. Su acción de gobierno, por lo que al tema nacional se refiere, es de un nacionalismo democrático, personalista y
pedagógico para y con el pueblo de Cataluña. Las tensiones existentes en el partido entre soberanistas y autonomistas, derivan del
a veces considerado excesivo pragmatismo y pactismo con el estado español.
Y por último, tenemos a Unió Democrática de Cataluña (UDC),
partido aliado de CDC, con el cual se presentan a todas las elec-
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ciones autonómicas y generales con la federación CiU. UDC, de
inspiración democristiana, va un poco más allá que CDC, apostando por entrar en el gobierno del Estado si éste reconoce la plurinacionalidad y el hecho diferencial catalán. Exige, al igual que
CDC, reconocer el derecho a la autodeterminación y pone igual
empeño en la normalización de la lengua y cultura catalanas.
Como vemos en estas simplificadas orientaciones sobre las
diferentes propuestas de los partidos políticos para con la relación
con el estado español, todas las propuestas encajan en la definición sobre nacionalismo propuesta por Montserrat Guibernau, en
el sentido que todas las propuestas expresan el sentimiento de pertenecer a una nación concreta que reivindica el derecho a decidir
su futuro político, el cual no siempre tiene que ser la independencia».
Y definiciones a parte, la utilización de uno u otro concepto ha
sido el caballo de batalla que ha diferenciado las dos propuestas
hegemónicas catalanas. De hecho, si uno repasa la hemeroteca
verá que durante estos años PSC y CiU han mantenido una dura
lucha política, en paralelo, claro está, a la competencia electoral
por la hegemonía, sobre el concepto de catalanidad. Mientras los
del PSC acusaban a los de CiU de repartir carnés de catalanidad y
establecer un sistema clientelar exclusivamente nacionalista, éstos le acusan de no ser auténticamente nacionales (catalanes se
entiende) por su supeditación al PSOE. Los dos partidos tenían
intereses electorales diferentes. Simplificando, la gran bolsa de
electores que hace ganar al PSC proviene de la inmigración que
vino de tierras del Estado en los años 50, 60 y 70, de cultura y
práctica castellana, y el electorado que hace ganar a CiU (en este
caso por los beneficios de la ley d’Hondt) reside en el interior de
la Cataluña que mantiene la lengua y cultura catalana como patrimonio exclusivo. La instrumentalización de los conceptos ha sido
una constante de los dos partidos hegemónicos. Mientras que a
CiU le ha interesado apropiarse el apodo «nacionalista» para así
apropiarse la lucha por la reivindicación nacional (en competencia con ERC) el concepto de catalanismo ha sido la solución mágica que ha adoptado el PSC con la cual esconde la voluntad de
pertenencia, eso sí, también con especificidad propia, con el esta-
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do español. Y los dos partidos, que como tales se caracterizan por
obtener y luego mantener sus respectivas parcelas de poder, han
permanecido cómodos, alimentando incluso esta confusión de términos, como método para diferenciar y mantener sus electorados.
Aclarado el porqué de la interesada confusión entre catalanismo
y nacionalismo, analizaremos la diferencia entre independentismo
y nacionalismo/catalanismo. Aprovecharemos, desde una perspectiva atrevidamente historicista, para explicar el porqué del auge
actual del independentismo, auge que tiene relación con la evolución ya explicada del «catanacionalismo». Existe un debate sobre
si el nacionalismo es o no una ideología, un debate abierto que
creemos teñido de tendenciosidad política. A nuestro entender el
nacionalismo es más una voluntad, una reivindicación, un sentimiento o una actitud política que una ideología, ya que dentro del
mismo nacionalismo pueden existir diferentes ideologías, incluso
bien opuestas entre sí. Este sentimiento y/o actitud nace en el siglo XIX, y aunque puede ser de muchos tipos (imperialista, totalitario, de carácter emancipador o de liberación nacional), existen
un par de derivaciones: la conservadora, de tipo etnicista, que condiciona la pertenencia a la nación en base a la tradición, la historia, la lengua y la pertenencia a una colectividad homogénea; Existe
otra concepción, de tipo progresista, que entiende la nación como
una aspiración voluntaria de un pueblo y sus habitantes a constituirse como Estado.
A pesar de que en su ideario político CiU no renuncia al ejercicio del derecho a la autodeterminación, su praxis política, las declaraciones del hasta hace poco su líder Jordi Pujol y hasta en los
documentos estratégicos, se proclama favorable a permanecer
dentro del estado español bajo fórmulas de autonomía, autogobierno y comunidad histórica. Al igual que su predecesor, la
Lliga Regionalista, los intereses de clase, su nacionalismo gradual y su apuesta por la estabilidad pueden más que su voluntad
de soberanía expresada en mítines y fiestas de guardar. ERC, sobre todo a partir del año 93, sí mantiene en su ideario la voluntad
de independencia mediante el uso del derecho a la autodeterminación, aunque matizando que es sólo un objetivo político más dentro de su función de partido gobernante que tiene que garantizar el
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buen funcionamiento de las instituciones. En este sentido cabe
decir que también el independentismo ha instrumentalizado a su
gusto e interés partidista el concepto, reclamando para sí la exclusividad de la reivindicación nacional catalana. En el trasfondo, la
competencia electoral entre partidos (en este caso competencia
con CiU) propia de nuestro sistema político. Y aunque el nacionalismo de CIU no es de tipo étnico sino de libre voluntad de adherencia, y ERC no renuncia a los criterios históricos y lingüísticos
para reclamar el derecho a la independencia, las dos corrientes del
nacionalismo catalán, representadas hoy por CiU en el lado centro derecho y ERC en el progresista, corresponden a las dos concepciones anteriormente descritas.
Por lo que se refiere a la definición de independentismo, se
puede categorizar, o bien como una estrategia, derivación o graduación del nacionalismo, o bien como un movimiento político y
social que tiene como objetivo la independencia de su pueblo o
nación. En el caso catalán, el independentismo sería la versión
que mantendría una apuesta más radical de ruptura con los Estados en los que están insertados (español y francés) desde una perspectiva de izquierda transformadora. Un independentismo que
compite con otros conceptos –soberanismo, autodeterminismo–
utilizados como herramientas de consenso entre diferentes opciones ideológicas y estratégicas pero que parten de un mismo tronco conceptual: la exigencia y voluntad de poder decidir libremente la propia condición jurídica. En este libro describiremos especialmente las organizaciones políticas, sociales y armadas del período concreto escogido (1968-2004) que a parte de tener la independencia como objetivo político mantenían o mantienen postulados ideológicos de izquierda.
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