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¿Qué es real?
Bellos, G.A.
Suele oírse hablar de "hechos objetivos" y de "experiencias subjetivas"
como si los primeros fuesen reales, sólidos, probados, en tanto la experiencia
subjetiva, sujeta a duda cuando no imaginaria o -al menos- distorsionada. El
conocimiento científico tanto como el sentido común presuponen la existencia
-concreta, efectiva- de un conjunto de hechos objetivos (el Cosmos) fuente de la
siempre dudosa experiencia subjetiva, cuando puede también (y por cierto se ha
hecho) afirmarse que el proceso es el inverso y las cualidades las opuestas: la
experiencia subjetiva es indubitable; la ocurrencia de la percepción es una
certeza, incluso cuando “medien” artefactos -receptores, amplificadores,
medidores- como suele darse en Física. La existencia real del percepto es
-contrariamente- una hipótesis...
El mundo (materia-energía, espacio-tiempo) consiste de procesos o
eventos, no de cosas. Los llamados objetos son procesos siempre cambiantes
(Capra, 1975); su aparente unidad y estabilidad la debemos a la manera en que
opera nuestra percepción, erigiendo un objeto concreto y definido basándose en
regularidades perceptuales, lógicas y conductuales (memoria, anticipación). La
postulación de un Cosmos de objetos, espacio y tiempo con definidos estados
ontológicos no es más que una de las posibles "interpretaciones" del constante
flujo de información provisto por nuestro sensorio; tal como lo conocemos, el
mundo es nuestra creación conceptual (Gamow, 1966).
Empero, la certeza subjetiva (aportada por el acto de percibirse
percibiendo) apenas puede explicarse. No implica referencia obligada alguna a la
naturaleza de las cosas o los conceptos, ni aún a su relación entre sí. Lo que se
obtiene mediante tal experiencia es una pura certeza existencial, tautológica
prueba de existencia -atemporal, instantánea- de la subjetividad -temporal, ella síque la goza o padece. Tal existencia -sole ipse- no requiere de mayor
demostración, aún cuando no sea posible localizarla salvo por el dato de que se
identifica con el individuo que le sirve de sostén: el “caso” Descartes... Para cada
uno de nosotros, sólo es real la propia subjetividad, percepción, sensibilidad.
Avanzando en ello, podríamos llegar a considerar el modo en que la subjetividad
de cada uno está entramada con las subjetividades de los demás, y esto
-necesariamente- en el tiempo (Schkolnik, 1996), locus obligado de la
representación y la anticipación: las eventuales coincidencias entre las
descripciones de lo que nos rodea -y ocupa- suelen ser tan abundantes que
parece posible estar razonablemente seguros de que aquello que estamos
describiendo es una misma experiencia fuente, a la que acordamos llamar
realidad. Es decir, las descripciones de lo que nos rodea por parte de cada
subjetividad convergen, más o menos, hacia una presunta realidad común,
uniforme al menos en muchos de sus aspectos. Esto nos permite, en innúmeras
situaciones, hablar de las "mismas cosas" y “entendernos”, independientemente
de si aquello de lo que hablamos es o no real.
En nuestro beneficio, deslinda Popper (1994) tres mundos: el mundo 1, el
material [sic]; el mundo 2, el de la experiencia, y el mundo 3, el de los productos
de la mente humana. A juicio suyo, es de toda evidencia que, por su naturaleza,
el mundo 1 (objetivo, real) es el creador y la fuente del mundo 2 (subjetivo,
imaginario). Tal afirmación presupone pasivo -entre otras cosas- al proceso
perceptual (si no dispusiese de otros argumentos en contra de la fe positivista,
éste sólo bastaría para impulsarme a rechazarla). Solo así, por supuesto, se
puede hablar de un objeto externo, entidad concreta y definida que mantendría
estables ciertas características, independientemente del sujeto perceptor.
Aunque todo parece indicar que el mundo 1 provoca la creación del
mundo 2, es el mundo 2
-me atrevo a sostener-
el locus* desde el cual
podemos permitirnos suponer la existencia del mundo 1. Es decir, nuestra
percepción, Ser, sensibilidad, subjetividad, Ego, yo, Alma, psiquismo, espíritu o
como nos plazca llamarle, es lo que nos permite postular la existencia del mundo
material. Esta suposición acerca de la existencia del Universo es evidentemente
útil para la supervivencia, pese a lo cual hubo quien afirme (Castaneda, 1987) que
nos aliena de la propia subjetividad, de la “auténtica realidad”, pudiendo incluso
llevarnos al extremo de creer a ciegas en el hipotético mundo material
consensuado, olvidados completamente de “nosotros mismos”, excepto en tanto
que formamos parte del tal mundo 1.
Indica Popper que se denomina materialistas o fisicalistas a los filósofos
que sólo consideran real al mundo 1, e inmaterialistas a los que sólo consideran
real al mundo 2. Entre estos últimos destaca a Ernst Mach y al obispo Berkeley.
Conforme a esta clasificación, el autor del presente trabajo admitirá ser
considerado un inmaterialista en tanto el rótulo suponga, no una negación
absoluta de lo real del mundo material, sino una contundente afirmación de la
inimpugnable realidad del mundo subjetivo.
Notoriamente fácil, por contraste, es reconocer la falta de realidad
auténtica -sea esto lo que fuera- de los objetos del mundo 3: el de los productos
de la mente humana; con todo, no falta quien, por el contrario, les asigna aún más
realidad que a los objetos físicos: el dinero -ominoso ejemplo- no es un objeto
material sino un concepto (con los más diversos soportes materiales y/o
virtuales), pese a lo cual es altamente improbable encontrar a alguien que le
considere inexistente o irreal (¡puede decirse esto con casi total certeza, incluso
tratándose de dinero falso!). Por lo demás, que no todo objeto asignable al
mundo 3 llega a estar dotado de tan alta atribución de realidad queda probado
por la jamás suficientemente exigua población de nuestras instituciones
manicomiales.
* N.B.: La utilización por mi parte de una misma voz latina -locus- para referirme en una ocasión
al tiempo y en otra a la subjetividad, es -se comprenderá- completamente intencionada.
Tan importante se considera el consenso en cuanto a la realidad exterior,
que existen personas dedicadas a establecer descripciones y explicaciones
coherentes de este "exterior", proponiendo, estableciendo, experimentando,
demostrando y difundiendo teorías. Este útil procedimiento ha demostrado
ampliamente su eficacia, pues cada vez que se aplica, todo parece confirmar una
ocasión tras otra que la realidad (objetiva) que nos rodea e incluye es Una (o al
menos exhibe una marcada tendencia a comportarse como tal). Cuando esto no
sucede (Rueff, 1967), las inconsistencias generan diferencias de interpretación
tan extremas que en ocasiones impulsan un cambio de paradigma (Kuhn, 1962),
permitiendo restablecer el statu quo ante.
Que la realidad sea exclusivamente producto de un consenso, sin
embargo, es también asunto discutible: hay quien la considera un efecto derivado
del ejercicio de poder, bajo cualquier forma en que éste se manifieste y en la
medida en que esa manifestación amenaza la concreta existencia de cada
subjetividad, invitándola -más o menos amablemente- a la sumisión (Rousseau,
1762. Véase también Machiavelli, 1532).
Que una realidad externa sea reconocida -más o menos de buen gradopor casi todos, resulta así fundamental para la supervivencia de cada uno,
independientemente de hasta qué punto la tal realidad -o alguna interpretación
consensuada o aún inducida- sea realmente verdadera (léase aquí: externa,
objetiva, incluso material). Sea o no una auténtica realidad, su descripción acorde
al criterio comúnmente aceptado es fundamental desde el punto de vista de la
supervivencia de cada individuo (y, por ende, de la especie), y esto hace que en
nuestra cotidianidad práctica la consideremos incuestionablemente existente. Sin
embargo, aunque se tratara de una "misma realidad", esto no prueba que la
realidad percibida, aún siendo consensual, sea real. Extender de este modo los
límites de la noción de consenso parece -cuando menos- algo forzado. La
realidad percibida es percepción, como la descripta es descripción, no realidad,
aún en el caso de que "todos" concordemos en percibir y/o describir lo mismo. Un
"objeto" o “cosa”, a mi entender, es un constructo, una entidad formada y
sostenida por procesos enormemente complejos de conductas motrices,
perceptuales y lógicas, muchas de ellas aprendidas (lo que es decir, socialmente
transmitidas).
Podría quizás denominarse "constructo semántico" al mundo percibido tal
como lo es por un humano, con su separación "sujeto-objeto", que me parece ser
fruto del lenguaje. La noción de objeto está tan incrustada en nuestras estructuras
lingüísticas que es difícil, al menos en principio, imaginar que aquellos sean otra
cosa que entidades perfectamente definidas y aislables, con nítidos estados
ontológicos (después de todo, solemos considerarnos incluso a nosotros mismos
como objetos inmersos en un mundo de objetos).
Me es posible admitir que tal vez exista una realidad objetiva: de momento
no tengo modo de confirmar si esto es cierto. Mas no puedo asumir -tal como
pretenden positivistas y neopositivistas- que existan "puntos de vista objetivos"; si
lograse esquivar este para mí nítido oxímoron, y consiguiera "observar sin un
punto de vista" -es decir, sin locus- captaría hechos objetivos o –por enunciarlo
más apropiadamente- los propios hechos objetivos se observarían a sí mismos
sin ningún tipo de interferencia o distorsión subjetiva. Y, supuesto fuera dable el
caso, ¿quién relataría el evento?
Todo punto de vista es subjetivo. Todo sistema de creencias, sistema
político o método científico, es axiomático, indemostrable. Siempre faltará un
sistema de referencia último. No considero en lo más mínimo lamentable que
ésta -como las anteriores reflexiones- se desprenda igualmente de sistemas de
referencia arbitrarios e indemostrables.
Gabriel Amos Bellos
Lic. en Psicología
Marzo 2007
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
· CAPRA, Fritjof. (1975)
El Tao de la Física. [2000] Sirio Ed. Málaga.
· CASTANEDA, Carlos. (1987)
El Conocimiento Silencioso. [1988] Emecé. Barcelona.
· GAMOW, George. (1966)
Treinta años que conmovieron la Física. [1971] EUDEBA.
· KUHN, Thomas. (1962)
La Estructura de las Revoluciones Científicas. [1971] FCE. México.
· MACHIAVELLI, Niccolo. (1532)
El Príncipe. [1994] Plaza & Janés. Barcelona.
· POPPER, Karl R. (1992).
En busca de un mundo mejor. "El conocimiento y la configuración de la realidad".
[1994] Paidós Ibérica. Barcelona.
· ROUSSEAU, Jean Jacques (1762)
El Contrato Social. [1993] Altaya. Barcelona.
· RUEFF, Jacques. (1967)
Visión Cuántica del Universo. [1968] Guardarrama. Madrid.
· SCHKOLNIK, Samuel. (1996)
Tiempo y Sociedad. Universidad Nacional de Tucumán.
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